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Juárez López Sergio Yael

H. Arte Teatral 6
Prof. Daniel Huicochea

Confesiones de un hijo del siglo de Alfred Musset


“La libertad para conocer a fondo”

Esta novela muestra la vida de un hombre joven en la época de mil ochocientos


treinta. Al inicio descubrimos que debido a la traición de una mujer a quien amó, la
vida de este hombre se encuentra rodeada de penas y dolor.

Este mismo acontecimiento lo impulsa a una vida de excesos en burdeles, apuestas


y fiestas llenas de vicios. Aún durante esta etapa oscura de su vida, Octave (el
nombre del protagonista) pareciese inconforme, en una constante búsqueda de
respuestas, un joven en conflicto que no solo no comprende lo complicado de las
relaciones humanas, si no el hecho de su propia existencia en una sociedad
resentida y afectada por su pasado. Cuestiona lo que significa realmente vivir, por
su juventud, soberbia e inexperiencia, trata de convencerse acerca de la simpleza
que implica tener poder y dinero, menospreciando cualquier tipo de relaciones
afectivas.

Poco tiempo después viaja a su pueblo natal, al enterarse de la muerte de su


padre. Su ausencia durante los últimos momentos de su vida lo lleva nuevamente
a replantearse y cuestionar su manera de vivir. Es allí donde conoce a Brigitte
Pierson, una mujer años mayor que él, por la que siente admiración y respeto desde
el primer momento que la conoce. No tarda mucho en enamorarse
apasionadamente de ella y descubrir la reciprocidad de sus sentimientos. Es allí
donde inician una relación compleja que se va desvaneciendo con el tiempo por una
nube de celos, sentimiento de posesión, culpa y remordimiento social.

Haciendo paréntesis en el personaje de Octave es interesante leer su


transformación a lo largo de la novela. Nos encontramos con un hombre joven,
extremadamente sensible y a quien se percibe continuamente inquieto o ansioso
por su futuro. La libertad es un tópico al que se recurre constantemente de manera
muy sutil. El mismo Octave hace un análisis sobre los privilegios de aquellos que
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poseen poder y ociosidad ya que el dinero, el oro heredado por sus padres o
abuelos, aquellos que pelearon por un ideal político y religioso, es gastado ahora
por los hijos, sin cuestionar de que manera llega su riqueza. Son jóvenes a quienes
no les importa nada más que el placer, jóvenes dispuestos a desgastar su vida con
aliento a licor, ropas finas, entre humo de tabaco, relaciones sexuales fugaces sin
un rostro especifico, relaciones falsas, jóvenes preocupados por satisfacer sus
placeres más primitivos. ¿Será que ese poder económico también sea una llave
para detenerse a pensar, para conocer más a fondo? y ¿Qué implica la libertad del
alma, si es que hay una?

En algunos momentos podemos apreciar la profundidad de estos pensamientos


mientras describe el autor de una manera muy ligera y fluida, los paisajes, las
imágenes, los sonidos, aromas y situaciones que surgían en aquella época cargada
de política.

Leemos como las penas parecen instruir en la virtud al protagonista, quién parece
capturar momentos exactos de su vida para después extenderlos sobre el papel al
escribir acerca de ellos.

Hay constantemente esta necesidad del protagonista de repetirse para calmar su


angustia e incluso desesperación, el privilegio de ser joven, de tener aún la
oportunidad de comprobar por sí mismo si el amor es verdadero.

También podemos notar como ya la publicación de la novela lo indica, los grandes


parecidos entre Alfred Musset y el protagonista, puesto ambos a pesar de poseer
gran potencial, intuición e inteligencia fracasan al inicio de su juventud en su intento
de estudio por la medicina y el derecho; el mismo padecimiento emocional por la
traición de una primera amada y el gusto por los excesos.

Respecto a su segunda y aún más poderosa relación con Madame Pierson,


notamos a la manera romántica, la descripción apasionada del amor que siente uno
por el otro, una lucha constante contra el tormentoso pasado e insatisfacciones que
cada uno posee. La aterradora sensación de sentir que uno pertenece al otro, que
su vida depende del cariño del otro, es allí cuando sin darse cuenta comienzan a
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preocuparse mayoritariamente por los pensamientos y sentimientos que podría
tener el otro, que por vivir el momento. Es extraño en ocasiones pensar que a pesar
de que ambos se tienen, ambos pareciesen más infelices que antes. El aburrimiento
de Octave pareciese perseguirlo, pareciese como si quisiera vivir la vida de alguien
más, como si de pronto deseara poseer a Madame Pierson en todos los sentidos,
apoderarse de sus pensamientos, de su cuerpo, de lo que dice, de cómo toca el
piano, de la manera en que mira; todo ello con tal de saber que está a su servicio,
que cada cosa que hace es debido a él, puesto Octave quisiera vivir solo para ella.

Al encontrarse en peligro su relación y ante el padecimiento de ambos, despierta en


Octave la necesidad de ser un mejor hombre, sin saber exactamente lo que ello
implique. Dejar atrás la vida de ocio y diversión, escapar junto a Brigitte a París y
buscar ser felices, enterrar el pasado y servirse el uno al otro. Sus esfuerzos son en
vano y comprende que lo mejor es separarse, a sabiendas de ambos de los
inseparables recuerdos y cariño que los unirá aún si no vuelven a verse jamás. Es
asombroso leer a manera de conciliación la promesa de una profunda y larga
amistad, aunado a ello una promesa de que posiblemente jamás vuelvan a verse,
como si al fin Octave comprendiera que el amor existe, que es real y que ese no se
posee, solo se percibe, parece comprender que Brigitte y él estarán atados por la
eternidad, por aquella amistad que los une y que aún a pesar de su separación, su
lazo es y será inquebrantable.

En cierto momento el mismo Octave menciona el privilegio que implico saber amar.
Comprobar por el mismo lo que significa pertenecer a alguien más que a uno mismo.
Toma conciencia de que todo el tiempo era un niño creyendo ser hombre, hasta esa
experiencia.

Es un hijo que logró escapar del mal del siglo, que escapó a su tiempo con
conciencia y determinación.

De manera nuevamente sutil logramos apreciar la diferencia que implicaba el


pertenecer a una determinada clase social, más allá de sus deberes sociales y roles
de trabajo, que sí son importantes, me refiero específicamente a una manera de
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pensar con libertad. Es claro que los hombres que no estaban protegidos por los
privilegios socioeconómicos, pensaban en sobrevivir a la peste, al hombre, a
conseguir un trabajo para su subsistencia, pero no había tiempo quizá para la
preocupación y ocupación por la autonomía, por el pensamiento, por cuestionar las
normas e intentar crear las propias, no había libertad por conocer a fondo y ello los
llevo históricamente a repetir algunos patrones al salir Napoleón del poder.

Aquí hago un paralelismo con la época actual. ¿Qué nos impulsa a ser autónomos?
¿Qué nos impulsa salir del letargo de la masa? Y pretendo lanzar estas preguntas
con un primordial enfoque lejos de un ideal filosófico o existencia. Es nuestra
realidad de la que tenemos que partir, no son las universidades el lugar exclusivo
para reflexionar y cuestionar, sino más bien es un dialogo interno permanente que
debate con uno mismo para reestructurar y adecuar lo que más convenga a nuestra
época. Pensando un poco en la época romántica pienso un poco en las unidades
aristotélicas y en la acertada decisión o concesión de dejar a un lado el tiempo y
espacio en las representaciones teatrales y privilegiar la unidad de acción. Esto
viene al caso debido que “Confesiones de un hijo del siglo” es también
autobiográfico y percibo a Musset lejos preocupado por una estructura
reglamentaria y más por el deseo de transmitir lo que pensaba y sentía en aquel
momento, al igual que Octave no pretendían encajar en un grupo social y sí se
expresan con libertad, libertad para conocer a fondo.

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