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En el fundamento de

las sociedades humanas


Qué nos enseña la antropología
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Maurice Godelier
Amorrortu editores
Buenos Aires - Madrid

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Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d'Aide á la


Publication Victoria Ocampo, beneficie du soutien de l'Institut
F r a n j á i s , opérateur du Ministére Franjáis des Affaires Étran-
géres et Européennes, du Ministére Franjáis de la Culture et de
la Communication et du Service de Coopération et dAction Cul-
turelle de l'Ambassade de France en Argentine.

Esta obra, publicada en el marco del Programa de Ayuda a la


Publicación Victoria Ocampo, cuenta con el apoyo del Instituto
Francés, operador del Ministerio Francés de Asuntos Extranje-
ros y Europeos, del Ministerio Francés de la Cultura y de la Co-
municación y del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural
de la Embajada de Francia en Argentina.
Introducción

¿Para qué sirve la antropología?


El proyecto de este libro naci6 en oportunidad de un
debate. En 2002, la Universidad de Virginia me invite) a
pronunciar cuatro conferencias en el contexto de las fa-
mosas «Page Barbour Lectures».1
Dos grupos se oponían: unos afirmaban que ya no se
podía seguir otorgando «crédito» científico alguno, o
atribuyendo alguna «autoridad» particular —ya no se les
creía—, a los análisis y los escritos de los antrop6logos,
ni a los de los historiadores, orientalistas, etc., que
enseñan en las universidades de Occidente; los otros
invocaban las grandes conquistas de la antropología,
como el descubrimiento y el inventario de los diversos
sistemas de parentesco conocidos en nuestra época, y el
hecho de que esta disciplina ya no podía ser considerada
un mero auxiliar de la expansi6n y dominación de
Occidente sobre el resto del mundo, sino que exhibía, en
sus métodos y resultados, elementos que hacían de ella
una disciplina absolutamente «científica», aunque su
grado de cientificidad fuera modesto comparado con el
de las ciencias naturales.
En verdad, este tipo de debates no era nuevo. En
antropología, desde fines de la década de 1980, cuando •
Marcus, Fischer, Clifford, Rabinow,2 Tyler3 y, junto con

1 Los capítulos 2 y 3 de este libro se basan en una primera versión de

las dos primeras conferencias.


2
Paul Rabinow, Reflexions on Fieldwork in Morocco, Berkeley:
University of California Press, 1977 [Reflexiones sobre un trabajo de
cantpo en Marruecos, Madrid: Jucar, 1992].
3
James Clifford y George E. Marcus (eds.), Writing Culture: The

9
ellos —o luego de ellos—, algunos mas exhortaban en que se denominaba «French Theory». Esta era, en efecto,
sus escritos a los colegas a tomar conciencia «reflexiva» y una invención puramente norteamericana. En Francia
critica de su disciplina, a «deconstruirla» hasta en sus no existía tal «French Theory».4 Existían pensadores —
menores recovecos y a inventar una nueva manera de Lyotard, Foucault, Derrida, entre otros-- que a partir de
practicarla — La New Ethnography», se decía—, se había la década de 1970 produjeron obras singulares, que
adquirido la costumbre de comunicar sus resultados, una varias veces cambiaron de paradigmas teóricos, que en
manera «plurívoca» de escribir que permitía escuchar su momento se opusieron profundamente entre sí
muchas otras voces, además de la del etnólogo, quien, (como Foucault y Derrida) y que en otras ocasiones
desde entonces, dejaba de reivindicar cualquier coincidieron; pensadores cuya influencia, una vez
agotado el efecto de la moda, no hacía de ellos gurúes o
autoridad particular en la interpretación de los hechos
visionarios que esclarecían el campo entero del
informados. Estos, a juicio de algunos, no podían ni
pensamiento, sino pensadores útiles para quienes se
debían ser ya «re-presentados», sino solamente «evoca-
dedicaban a desenmarañar tal o cual aspecto de la rea-
dos» y, de ser posible, en forma poética. En esta fronte-
lidad, tal o cual campo de problemas. En suma, Francia
ra, antropología y literatura se fundirían la una en la otra produjo y exportó muchos brillantes pensadores que en
para producir ciertas especies de relatos-ficción. En el su propia tierra fueron consumidos, en buen número de
fluir de esas apelaciones a una nueva etnografía y a la casos, con mesura y pragmatismo, pero a ninguno de
deconstrucción general de la antigua, otras figuras ellos se le permitió ocupar, en términos generales, todo
emblemáticas fueron también convocadas a fin de que el terreno.
aportaran el peso de su autoridad: sus voces procedían
del otro lado del Atlántico, aun cuando tuvieran por
nombres Lyotard, Derrida, Foucault, Deleuze, Baudri-
llard, Ricoeur y otros, un corpus de citas reunidas de- La crisis, un pasaje obligado
sordenadamente que constituía en Estados Unidos lo
El interrogante que se nos plantea a todos en la ac-
tualidad es muy simple: Esos debates, esas impugna-
Poetics and Politics of Ethnography, Berkeley: University of Cali- ciones, esas deconstrucciones que agitan el campo de la
fornia Press, 1986; George E. Marcus y Michael Fischer, Anthropo-
logy as Cultural Critique: An Experimental Moment in the Human
Sciences, Chicago: The University of Chicago Press, 1986 [La antro- 4
Vease la notable obra de Francois Cusset, French Theory. Foucault,
pologia como critica cultural: un momento experimental en las cien- Derrida, Deleuze & Cie et les mutations de la vie intellectuelle aux
cias humanas, Buenos Aires: Amorrortu, 2000]. Recordemos que Etats-Unis, Paris: La Decouverte, 2003 [French Theory. Foucault,
James Clifford, quien mucho escribio sobre etnografia, la reducia a Derrida, Deleuze & Cie y las mutations de la vida intelectual en
los textos que los etnologos escriben para comunicar los resultados de Estados Unidos, Barcelona: Melusina, 2005]; Jean-Francois Lyotard,
sus investigaciones de campo, pero dejaba enteramente a un lado el
La condition post-moderne, Paris: Editions de Minuit, 1979 [La
momento esencial del trabajo etnografico, que es precisamente el
condition postmoderna: informe sobre el saber, Madrid: Catedra,
trabajo de campo, fuente de los datos originales que luego el etnologo
2004; Altaya, 1999]; Jean Baudrillard, Simulacres et simulation, Paris:
analizara y publicara. Ese «olvido» (o ese silencio) de James Clifford
Editions Galilee, 1981; Gilles Deleuze, Logique du sens, Paris:
tal vez se explique porque el mismo nunca hizo trabajo de campo y se
Editions de Minuit, 1969 [Logica del sentido, Barcelona: Barral,
especializo en la critica de obras publicadas por aguellos que si lo
1971]; Paul Ricceur, Le conflit des interpretations. Essai d'herme-
habian hecho: Malinowski, Leenhardt, etc. El analisis critico de esos
neutique I, Paris: Le Seuil, 1969 [El conflict° de las interpretaciones:
textos seguramente es algo util y necesario, pero no afecta lo
ensayos de hermeneutica, Buenos Aires: Fondo de Cultura Eco-
esencial: la naturaleza de las observaciones realizadas y de los hechos
nomica, 2003], y Essai d'hermeneutique II, Paris: Le Seuil, 1986.
comprendidos y restituidos.

11
10
antropología y el de otras ciencias sociales, ,son los sig- do, desde el siglo XVI, la expansión colonial y comercial
nos que anuncian su «crepúsculo», como dice Marshall de algunos países europeos antes aun de que la gran in-
Sahlins,5 su muerte anunciada, o, por el contrario, son las dustria, en el siglo XIX, asegurara a esos países el do-
pruebas indirectas de que la antropología (y las ciencias minio sobre el resto del mundo y los enfrentara entre sí
sociales) atraviesa(n) de manera contradictoria, en una competencia a menudo sangrienta. Evidente-
tumultuosa, pero después de todo perfectamente mente, todos esos relatos y descripciones sirvieron de
normal, un periodo de transición del que esta(n) por sa- modo más o menos directo para la instauración de este
lir, dotada(s) de una más fuerte conciencia crítica de sus dominio, y la mayoría de ellos admitían, implícita o
métodos, de sus conceptos, de sus limitaciones y de un explícitamente, que Occidente era, al mismo tiempo, la
mayor rigor analítico? ¿Se trata, en suma, de una medida y el espejo de los progresos de la humanidad.
antropología más necesaria que nunca y más apta para No obstante, también ocurría que algunos filósofos y
analizar la complejidad y las contradicciones del mundo varios poetas veían en las costumbres de los «salvajes» el
globalizado, en el que los antropólogos, como arguellos paraíso que los progresos de la civilización habían hecho
junto a quienes trabajan, deben aprender a vivir? perder a los occidentales.7 En suma, en el transcurso de
Mi posición es clara: la crisis de la antropología y de esos siglos la etnología fue, ante todo, una etnografía
las ciencias sociales, muy lejos de anunciar, a fuerza de embebida de ideología occidental.
deconstrucciones, su desaparición, o más simplemente La antropología recién comenzó a afianzarse como
su disolución en las formas blandas de los «cultural .disciplina «científica» en la segunda mitad del siglo XIX,
studies»,6 constituye el pasaje obligado de su recons- cuando sus padres fundadores, Morgan y Tylor,8 em-
trucción en un nivel de rigor y vigilancia critica que no prendieron el análisis sistemático de las costumbres de
existía en las etapas anteriores de su desarrollo. Y me otros pueblos, suspendiendo provisoriamente sus juicios
gustaría decir por qué. y presupuestos culturales y disociando en forma volun-
Hasta mediados del siglo XIX, la etnología no fue más taria, durante algún tiempo, su pensamiento de las ca-
que una suma de relatos y descripciones producidos por tegorias y los juicios de valor de su sociedad y su época.
militares, funcionarios, misioneros, comerciantes y Esto le permitiría, por ejemplo, a Morgan —tras una
exploradores de toda clase que habían acompaña- investigación llevada a cabo sistemáticamente, primero
en Estados Unidos y Canadá y luego a escala mundial,
5
Marshall Sahlins, «Goodbye to Tristes Tropes: Ethnography in con ayuda de centenares de corresponsales— descubrir e
the Context of Modern World History», Journal of Modern History, inventariar las diversas formas de parentesco que existían
1993, vol. 65, pags. 1-35; How Natives Think: About Captain Cook, tanto en Occidente como fuera de 61.9 Supo
for Exemple, Chicago: The University of Chicago Press, 1995, pag.
14, y «Two or Three Things that I know about Culture», Journal of 7
Bryan Wilson, The Noble Savage, Berkeley: University of California
the Royal Anthropological Institute, 1999, vol. V, n° 3, pigs. 399-
Press, 1975; Ronald L. Meek, Social Science and the Ignoble. Savage,
421.
Londres: Cambridge University Press, 1976.
6
Nicholas Thomas, «Becoming Undisciplined: Anthropology and 8
Edward B. Tylor, Researches into the Early History of Mankind and
Cultural Studies», en Henrietta L. Moore (ed.), Anthropological
the Development of Civilization (1865), en Paul Bohannan (ed.), Chicago:
Theory Today, Cambridge, G.B.: Polity Press, 1999, pags. 262-79;
The University of Chicago Press, 1964, y Primitive Culture (1871), 2
Richard Johnson, «What is Cultural Studies Anyway?», Social Text,
vols., Nueva York: Brentano's, 1924.
1987, n° 16, pigs. 38-90; Signe Howell, «Cultural Studies and Social
Anthropology: Contesting or Complementary Discourses?», en
9
Lewis Henry Morgan, Systems of Consanguinity and Affinity of the
Human Family, en Smithsonian Contributions to Knowledge, n° 218,
Stephen Nugent y Cris Shore (eds.), Anthropology and Cultural
Washington D.C.: Smithsonian Institution, 1871; reimpr., Uni-
Studies, Londres: Pluto Press, 1997, pigs. 103-25.
analizar esas formas de tal manera que llegó a com- rrollo de la vieja Europa, de donde habían partido quie-
prender su «lógica» y a reconocer que constituyen «sis- nes iban a conquistar América).10
temas», diferentes, por supuesto, pero tan coherentes La lección que se puede extraer de la existencia y la
como el sistema de parentesco occidental, cognaticio, sucesión de esas dos facetas de la obra de Morgan es
derivado de su lejano ancestro latino, el de los antiguos clara. Desde su origen, la antropología se ha desarrollado
romanos. de manera contradictoria, mezclando prácticas racionales e
Morgan debió inventar entonces una terminología ideología, y condenada por ese hecho a luchar en sí
nueva para describir y definir sus descubrimientos. misma contra sí misma. Todavía estamos en eso, pero
Así, hablaba de principio «matrilineal» de descendencia, dentro de un contexto radicalmente nuevo. Y dado que
de parentesco «clasificatorio», para aludir a las ter- no nacemos antropólogos, sino que nos hacemos an-
minologías de parentesco caracterizadas por el hecho tropólogos, resulta indispensable bosquejar a grandes
de que hubiera una sola expresión para designar al padre rasgos el mundo en el que ejercemos y continuaremos
y a los hermanos del padre, y otra para la madre y ejerciendo, por algún tiempo más, nuestro oficio.
las hermanas de la madre. Otros términos, propuestos
para caracterizar globalmente ciertos tipos de termino-
logía (los tipos «malayo», «ganowaniano», etc.), no fue-
ron retomados luego del trabajo de Morgan y desapare- El mundo de hoy
cieron para ser reemplazados por denominaciones étnicas
(se habla entonces de terminologías «hawaiana», El mundo de hoy surgió de tres evoluciones mayores,
«iroquesa», «esquimal», «sudanesa»). cuyas marcas lleva. La primera se consolida inmediata-
Empero, ese trabajo sobre sí mismo, esas operaciones de mente después de la Segunda Guerra Mundial, en la
descentramiento y esas investigaciones sistemá- década de 1950. Luego de siglos de dominación, pero
ticas llegaron a su fin, quedaron truncas, e incluso sus también de múltiples actos de resistencia11 de las po-
resultados fueron revocados, cuando, en una etapa pos- blaciones sometidas a ella, se asiste a la descomposición
terior de su vida, Morgan utilizó las conclusiones de sus y desaparición más o menos rápida, más o menos
investigaciones para construir una metanarración fic-
ticia de la evolución de la humanidad, una evolución que
la habría llevado, al salir de su animalidad primiti- 1° Lewis Henry Morgan, Ancient Society, or Researches in the Li-
nes of Human Progress from Savagery through Barbarism to Civili-
va, desde un estadio inicial de «salvajismo» hasta un es- zation, 1877, reimpreso con un prefacio de Elizabeth Tooker, Tuc-
tadio de «barbarie», desembocando aquí y allá en un es- son: University of Arizona Press, 1985.
tadio de «civilización» encarnada, ante todo, por la civi- 11 Un ejemplo extraordinario es el de los habitantes de Kwaio,
lización europea (y, en un grado supremo, por Estados pequeña sociedad de las islas Salomón que durante décadas se negó
Unidos de Norteamérica, libre de todas las relaciones a someterse al poder colonial británico, y luego, a convertirse al
feudales o de otra clase que aún obstaculizaban el desa- cristianismo. Su resistencia se caracterizó por episodios sangrientos,
la muerte de un patrol officer, la de dos misioneros, etc., y ha
proseguido hasta el siglo XXI. Cf. Roger Keesing, Custom and
Confrontation: The Kwaio Struggle for Cultural Autonomy,
versity of Nebraska Press, 1997. Sobre la génesis de la obra de Mor- Chicago: The University of Chicago Press, 1992. La historia de las
gan, entre numerosas obras útiles, cf. Thomas Trautmann, Lewis formas de resistencia de los pueblos colonizados de África,
Henry Morgan and the Invention of Kinship, Berkeley: University América, Asia y Oceanía está aún, en su mayor parte, por escribirse.
of California Press, 1987; Maurice Godelier, Métamorphoses de la No obstante, un gran paso adelante fue dado con las relevantes
parenté, París: Fayard, 2004. publicaciones de los subaltern studies.
sangrienta, de los imperios coloniales de las potencias mericano luego de que las revoluciones (inglesa, nor-
europeas (Gran Bretaña, Francia, Holanda, Portugal; teamericana, francesa) lo impusieran a sus gobiernos.
España, por su parte, ya había perdido sus colonias en el Estas revoluciones habían inscripto en la organización
siglo XIX, y Alemania, en 1918, al finalizar la Primera de la sociedad la reivindicación surgida del Siglo de las
Guerra Mundial). Sin embargo, las poblaciones y so- Luces, orientada a liberar a las ciencias y a la sociedad
ciedades locales, después de la proclamación de su «in- de la sumisión forzada a la Religión y a sus teologías,
dependencia», no volvieron a desenvolverse en la situa- pero también al poder de los reyes y de las clases domi-
ción ni con las relaciones que tenían antes de la coloni- nantes, así como a las ideologías que legitimaban sus
zación. Estaban «integradas» dentro de las fronteras y derechos y su autoridad. 14
las estructuras de los Estados creados por las potencias En esos marcos heredados de la época colonial, los
coloniales, Estados que al imponerse habían roto, des- países recientemente independizados se volverían, pues,
truido, cadenas de relaciones que integraban antigua- hacia su respectivo pasado para resucitar o reinventar
mente a las sociedades implicadas, ya sea en el propio sus tradiciones y, al mismo tiempo, forjarse un futuro
seno de los imperios o a lo largo de las rutas comercia- en un mundo cada vez más globalizado, donde nuevas
les,12 y habían impuesto desplazamientos o reagrupa- formas de dependencia reemplazarían pronto a las
mientos de poblaciones que determinaban su nuevo relaciones de dominación directas de las antiguas
marco de vida.13 potencias coloniales. La descomposición de los antiguos
Esos Estados artificiales que se habían vuelto inde- imperios coloniales concluyó en la década de 1960 con
pendientes se convertirían en «Naciones», y construirían la guerra de Vietnam, pero esta ya no era una guerra de
o reivindicarían una identidad común que nunca había tipo local que enfrentaba a una antigua metrópolis,
unificado a esas sociedades locales, atravesadas por Francia, con una de sus colonias de Extremo Oriente.
costumbres y religiones diferentes, a partir de entonces Era una guerra global que oponía dos campos: el
reunidas por fronteras artificiales. Finalmente, esos mundo occidental capitalista y sus aliados, por un lado,
Estados-nación en formación heredaban una forma y el mundo comunista, por el otro.
«secular» de Estado, es decir, la que se basaba en el Después de la Segunda Guerra Mundial, otra trans-
principio de separación entre lo político y la religión (o formación fundamental dividía al mundo en tres blo-
las religiones), propio de los Estados europeos y nortea- ques: el mundo capitalista, el mundo comunista y el
Tercer Mundo; este último englobaba a grandes países
12 Jean-Loup Amselle y Elikia M'Bokolo (eds.), Au ccrur de l'ethnie. que reclamaban su independencia y cuyas voces eran
Ethnie, tribalisme et État en Afrique, París: La Découverte, 1985, págs las de notorias figuras carismáticas: Nehru, Nasser,
38-9. Véase la crítica de esta obra realizada por Luc de Heusch, Sukarno, Lumumba. Por su parte, los países llamados
«L'ethnie, les vicissitudes d'un concept», Archives Européennes de
Sociologie, 1997, vol. 38, n° 2, págs. 185-206.
«socialistas» pretendían construir, para mayor benefi-
13 Talal Asad, Anthropology and the Colonial Encounter, Londres:
cio de sus pueblos, un modo de vida superior al de las.
Ithaca Press, 1970; Nicholas Thomas, Colonialism's Culture, Cam-
bridge, G.B.: Polity Press, 1994. En Francia: Gérard Leclerc, An- 14 James Schmidt, What is Enlightment? Eighteen Century Answers and
thropologie et colonialisme, París: Fayard, 1972; Diane Lewis, «An- Twentieth Century Questions, Berkeley: University of California Press,
thropology and Colonialism», Current Anthropology, 1973, vol. 14, 1996. No olvidemos que la publicación de la Encyclopédie,
n° 5, págs. 581-602; Marc Ferro (ed.), Le livre noir du colonialisme: comenzada en 1751, fue temporalmente prohibida (17591765),
XVle-XXIe siécle: de l'extermination a la repentance, París: Laffont, mediante decreto del rey Luis XV, por «daño irreparable a la moral
2003 [El libro negro del colonialismo: siglos XVI al XXI, del exterminio y a la religión», y que el papa Clemente XIII amenazó con ex-
al arrepentimiento, Madrid: La Esfera de los Libros, 2005]. comulgar a quienes la leyeran o poseyeran sus volúmenes.

16 17
na, Vietnam, Corea del Norte y Cuba dicen ser socialis-
poblaciones que vivían en el régimen capitalista. Al tas, pero las economías de esos países están cada vez
abolir la propiedad privada de la tierra y de los medios más integradas al proceso de conjunto de la economía
de producción, al prometer el acceso de todos a la edu- capitalista mundial.
cación y al trabajo, pretendían inventar un «hombre Durante los últimos años de los regímenes socialistas,
nuevo» según las grandes utopías, emancipado del indi- mientras los resquebrajamientos se dejaban oír por
vidualismo «burgués», y denunciaban el mito de un re- doquier y se consideraba que aquellos debían reformar-
parto óptimo de los recursos y las riquezas entre todos se profundamente o desaparecerían, también el mundo
los miembros de la sociedad, que surgiría en forma au- intelectual que se había erigido después de la guerra en
tomática de un mercado finalmente liberado de todo Europa Occidental, con la aparición y el desarrollo del
obstáculo y de todo control del Estado. estructuralismo, el marxismo y el existencialismo —el
De hecho, la democracia «superior» de los países co- marxismo ocupó pronto en Francia un lugar predo-
munistas se convirtió muy pronto en una dictadura minante—, empezó a debilitarse ante los reiterados
sangrienta bajo la doble férula del partido único y de la embates y las críticas de Jean-Francois Lyotard, Michel
economía planificada; más allá de la construcción de Foucault, Jean Baudrillard y, de manera diferen-
infraestructuras industriales, se mostró incapaz de elevar te, Jacques Derrida, Paul Ricceur... Foucault, quien
de manera significativa el nivel de vida de las había proclamado con Louis Althusser la muerte del
poblaciones. Y, en efecto, muy lejos de recuperar y su- Sujeto (a la cual Claude Lévi-Strauss también decla-
perar el nivel de vida alcanzado después de la Segunda raba suscribir), apeló a Heidegger y luego a Nietzsche
Guerra Mundial en Europa Occidental, Estados Unidos para pensar la nueva situación de la filosofía y las cien-
y Canadá, los países socialistas se mostraron incapaces cias sociales, situación a la que Lyotard iba a dar el
de competir con los países capitalistas, excepto en ma- nombre de «condición posmoderna».
teria de tecnología militar, ya que estaban obligados a Leotardo había definido esta nueva condición de la
someter la economía a la lógica de la carrera armamen- existencia y del pensamiento como aquella que se con-
tista con el Occidente capitalista y al desarrollo acele- solidaba tras la muerte de todos los «metacrilatos», o
rado de países retrasados, como Rusia o las «repúblicas» sea, de toda teoría que pretendiera explicar globalmen-
de Asia central, que en 1917, en tiempos de la Re- te, por acción de causas «últimas», las diversas realida-
volución bolchevique, se hallaban poco industrializadas, des históricas vividas por los individuos y los grupos
o, luego de la Segunda Guerra Mundial, Rumania, que componen una sociedad. Las primeras «meta
Bulgaria, Polonia —pero no Hungría— (por no hablar teorías» encaradas por Leotardo eran, evidentemente,
de China o Vietnam). Fue así como el sistema socialista el estructuralismo de Lévi-Strauss y el marxismo.
comenzó a resquebrajarse en forma progresiva, para ser Algunos años después, la caída del Muro de Berlín
rápidamente desmantelado a partir de la caída del Muro derribaba al marxismo de su pedestal, y el brioso
de Berlín, en 1989.15 En la actualidad, sólo Chi- retorno del sujeto y de la «subjetivación» del individuo •

relegaba el análisis de las «estructuras» al universo de


15 Lo que se planteaba era toda la cuestión de las formas de
los juegos abstractos, impropios para esclarecer la
transición del socialismo al capitalismo. Entre una abundante
literatura al respecto, cabe mencionar a Katherine Verdery, What complejidad de las realidades históricas y de las
Was Socialism and What Comes Next?, Princeton: Princeton identidades individuales.
University Press, 1996; Francois Bafoil, Europe centrale et orientale: tions au capitalisme, París: MSH, 1991, y «Les contextes illusoires de la
Mondialisation, européanisation et changement social, París: Presses de transition au socialisme», en ibid., págs. 401-21.
Sciences Po, 2006; Maurice Godelier (ed.), Transitions et subordina-

19
18
La desaparición de los imperios coloniales y, veinte la separación de la República Checa y Eslovaquia, de
años después, de la mayoría de los regímenes «socialis- Croacia y Bosnia, de Ucrania.
tas», generó en algunos, durante la década que siguió a Se asiste, pues, a dos movimientos inversos, que re-
la caída del Muro de Berlín, la impresión y la ilusión de configuran el mundo global en que vivimos y en el que
que se vivía el «fin de la Historia». 16 La idea de Francis debemos ejercer de ahora en más nuestro oficio de an-
Fukuyama no consistía en que la historia iba a termi- tropólogos: un movimiento de integración y universali-
nar, sino en que ninguna forma de sociedad ni de zación de las actividades y relaciones económicas en el
economía que no combinara la economía capitalista y seno de cada sociedad y entre unas sociedades y otras, y
la democracia parlamentaria tendría, en lo sucesivo, la un movimiento de segmentación política y cultural que
menor ocasión de imponerse. La humanidad acababa divide y subdivide, a menudo con violencia, conjuntos
de entrar en la fase definitiva de la expansión mundial político-económicos preexistentes, dando nacimiento a
de la economía capitalista de mercado y de la implanta- nuevos Estados que deben entonces transformarse en
ción generalizada de la democracia liberal al servicio naciones.18 Este segundo movimiento suele dar origen, en
exclusivo, por supuesto, de los «derechos del hombre», el seno de múltiples sociedades locales, a una vida
valores que habían tomado el lugar otorgado en siglos cultural y política nueva, que se traduce en el redescu-
anteriores al cristianismo, la única religión «verdadera». brimiento o la reinvención de tradiciones locales, rein-
Desde 1989 se asistía, así, a la extensión a todas las venciones de las que muchos etnólogos se habían desin-
sociedades locales, a todos los Estados, del sistema eco- teresado porque las consideraban puras «ficciones».
nómico capitalista. El mundo se volvía cada vez más Sin embargo, la multiplicación de Estados indepen-
globalizado en el plano económico, y ningún Estado, dientes, que ingresaban uno tras otro en la ONU, no eli-
incluso ninguna sociedad local, podía reproducirse ni minó, sino más bien acentuó, las desigualdades que había
desarrollarse materialmente sin integrarse cada vez más entre ellos en términos de influencia y autonomía
a la economía capitalista de mercado. Por el contrario, políticas. De hecho, entre los Estados-nación, antiguos y
en el plano político se asistía al movimiento inverso, a nuevos, se instaló una nueva jerarquía, en un espacio que
saber: la multiplicación de nuevos Estados-nación, sur- desde el comienzo había estado dominado por el poder
gidos de la desaparición de los imperios coloniales, lue- hegemónico de Estados Unidos, autoproclamado Big
go de la desintegración del imperio soviético, acompa- Brother y Big Stick del orden mundial.
ñada del afianzamiento de múltiples identidades locales, Los atentados del 11 de septiembre de 2001 vinieron a
étnicas, religiosas o de otra índole. 17 Era el caso de poner fin en forma brutal a esa situación. De manera
violenta, recurriendo al terror, al-Qaeda19 proclamó la
guerra santa, la yihad, contra Occidente, contra los
16 Francis Fukuyama, La Fin de l'Histoire et le dernier homme, París:
Flammarion, 1992 (The End of History and the Last Man, Nueva
York: The Free Press, 1992) [El fin de la historia y el último 18 Cf. Kay Warren (ed.), The Violence Within: Cultural and Political
hombre, Barcelona: Planeta, 1992]. Opposition in Divided Nations, San Francisco: Westview Press, 1993;
17 Cf. Stuart Hall, «The Local and the Global: Globalization
Eric Wolf, «Perilous Ideas: Race, Culture, People», Sydney Mintz
and Etnicity», en Anthony D. King (ed.), Culture, Globalization and Lecture for 1992, Current Anthropology, 1994, vol. 35, n° 1, págs. 1-
the World-System. Contemporary Conditions for the Representation of 12.
19 Olivier Roy, L'Islam mondialisé, París: Le Seuil, 2002 [El islam
Identity, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1997, págs.
1-39; Jonathan Friedman, Cultural Identity and Global Process, mundializado, Barcelona: Ediciones Bellaterra, 2003]; Farhad
Londres: Sage, 1994 [Identidad cultural y proceso global, Buenos Khosrokhavar, Les nouveaux martyrs d'Allah, París: Flammarion,
Aires: Amorrortu, 2001]. 2002, y Quand Al-Qaida parle, París: Grasset, 2006.

20 21
cristianos y los judíos, contra el «materialismo» del mo- los fundamentalistas hindúes del Baratiya Janata Party
do de vida occidental, contra las humillaciones y la ex- (BJR), que hace algunos años consiguieron ganar las
plotación que los occidentales habían infligido durante elecciones y gobernar el país durante cierto tiempo, de-
décadas a centenares de millones de musulmanes, y nuncian desde hace décadas el secularismo del Estado
amenazó, asimismo, con la muerte a los musulmanes indio, así como la tolerancia religiosa, anhelados por
que en todo el mundo fueran sus cómplices o socios. 20 Nehru, y le imputan todos los problemas que enfrenta su
Pues bien, en el centro de esta lucha, entre las motiva- pueblo. Apelan al «alma» de esa nación, a su «esencia»
ciones de la «resistencia» musulmana, había una que eterna, esa hinduidad (hindutva) que tendría sus raíces y
cuestionaba directamente uno de los valores centrales, extraería su fuerza de la Madre-Tierra (Bharat-Mata) del
uno de los principios fundamentales de las sociedades país.22 Aunque afirmen que la hinduidad es más que la
occidentales: la separación entre lo político y lo religioso, religión hindú, que es una manera de ser y pensar
la secularización del Estado, la libertad de todos para compartida por musulmanes, sijhs y cristianos, la
practicar tal o cual religión o no tener ninguna. 21 Esta exaltación de la hinduidad se ha manifestado, desde hace
separación entre el Estado y la religión se observaba, dos décadas, en 18.000 disturbios que opusieron a
asimismo, en el principio de los regímenes socialistas, hindúes y musulmanes.23 Esos enfrentamientos, que
con la diferencia de que el marxismo del cual estos se dejaron miles de muertos, culminaron en la destrucción
proclamaban tributarios, bautizado materialismo «cien- de la mezquita sagrada de Ayodhya, en diciembre de
tífico», había sido transformado casi en religión de Es- 1992, cuando los militantes hindúes del Sangh Parivas,
tado impuesta a todos, en la escuela, en la fábrica, en los asociado al BJR, pretendieron que había sido construida
estadios. sobre el sitio de nacimiento de Rama, uno de los avatares
Empero, no sólo el islam pretende poner la religión de Vishnu. Por supuesto, cada uno de los bandos
como basamento del Estado y de la sociedad, ya que es- demonizaba al otro.24
to es, por otra parte, un hecho desde hace mucho tiem- En Sri Lanka, el budismo theravada y la lengua cin-
po en Arabia Saudita, donde, ante la influencia del galesa son considerados la esencia del pueblo y de la na-
wahhabismo fundamentalista, la charia es la base del ción, por oposición al hinduismo shivaíta y a la lengua
derecho. (Es el mismo caso de Afganistán, incluso des- de los tamules. Búsquedas arqueológicas, trabajos lin-
pués de la desaparición de los talibanes.) En la India, güísticos e históricos, se multiplican para aportar prue-
bas «científicas» a esta política nacionalista que ha pro-
Bruce Lincoln, Holy Terrors: Thinking about Religion after vocado el levantamiento armado de los tamules y sus
20

September 11, Chicago: The University of Chicago Press, 2003;


Mark Juergensmeyer, Terror in the Mind of God: The Global Rise
of Religious Violence, Berkeley: University of California Press, 22 Cf. Vinayak Damodar Savarkar, Hindutva, Who is a Hindu? (1924),
2004 [Terrorismo religioso: el auge global de la violencia Nueva Delhi: Bjarti Sahitya Sadan, 1969.
religiosa, Madrid: Siglo XXI de España, 2001]; Immanuel 23 Véase el notable artículo de síntesis de Jean-Luc Racine, «Lar
Wallerstein, America and the World: The Twin Towers as nation au risque du piége identitaire: communalisme, post-mo-
Metaphor, Charles R. Lawrence Memorial Lecture, 5 de diciembre dernisme et néo-sécularisme», en La question identitaire en Asie du
de 2001; Joseph Alagha, «Hizbullah, Terrorism and September 11», Sud, París: EHESS, Purusartha, 2001, págs. 11-46 y 373-407.
Orient, 2003, vol. 44, n° 3, septiembre, págs. 385-412. 24 Las controversias con respecto a la mezquita de Babri-Mashid habían
21 Rajeev Bhargava, Secularism and its Critics, Oxford: Oxford sido objeto, antes de su destrucción en 1992, de una serie de
University Press, 1998; Marc Galanter, «Secularism, East and publicaciones muy importantes, reunidas en Sarvepalli Gopal (ed.),
West», en ibid., págs. 234-67; A. Nandy, «An Anti-Secularist Mani- Anatomy of a Confrontation: The Babri-Masjid-Ramjanmabhumi Issue,
festo», Seminar, 1985, 314, págs. 14-24. Penguin Books India, 1991.

22 23
reivindicaciones «separatistas».25 En Birmania, los mi- al oficio de las armas o a las más altas funciones políticas
litares que tomaron el poder luego de un golpe de Esta- porque es judío o cristiano, o incluso porque es ne-
do destinado a impedir que gobernaran los partidos de gro, el hecho de ser judío o negro es el aspecto de su
la oposición, que habían ganado las elecciones, apelaron identidad que pasa, a juicio de los demás (aunque no
asimismo al budismo. Los relatos legendarios del forzosamente del propio), al primer plano, relegando los
antiguo reino de Birmania comenzaron a difundirse una otros a un segundo plano, reordenando y subordinando
y otra vez al aire; los antiguos monumentos budistas todas las demás identidades que cada grupo humano y
fueron restaurados, y, a fin de unificar a la población cada individuo encierran.
tras ella, la junta militar trajo de Pekín uno de los Pues bien: frente a quienes les reprochan a los an-
«dientes sagrados» de Buda (que las autoridades «co- tropólogos haber cosificado la identidad de las poblacio-
munistas» le prestaron amablemente) y organizó una nes estudiadas por ellos, describiéndolas como realida-
gigantesca procesión, que recorrió el país entero de sitio des fijas, cerradas en sí mismas, que atraviesan el tiempo
sagrado en sitio sagrado, movilizando considerables sin alterarse, la mayoría de los etnólogos, así como la
muchedumbres. Esa fue la ocasión para que todos, des- mayoría de los historiadores, han enfatizado hasta el
de el más alto funcionario hasta el más humilde campe- hartazgo que no existe esencia «eterna» de tal o cual
sino, ofrecieran dones en honor de Buda. La junta le pueblo o grupo humano, que la identidad de un grupo
brindaba así a cada uno la oportunidad de acumular siempre es el producto de una historia particular, una
méritos para su futuro destino, más allá de la muerte, y «construcción» histórica, siempre plural, abierta a posi-
de ver su nombre impreso en los periódicos locales, o bles préstamos. Ahora bien: estos préstamos, aunque no
incluso, en el caso de los donantes más generosos, de estén impuestos desde el exterior, habitualmente son
oírlo difundido por radio y televisión.26 elegidos e integrados en una configuración cultural a la
Sería larga la lista (y por cierto que aún no está ce- que modifican, pero que a su vez los modifica a ellos y
rrada) de masacres y devastaciones llevadas a cabo en les da un sentido y un carácter nuevos.
nombre de la «esencia» eterna de un grupo humano, de Esta concepción de las culturas era ya la de Franz
la voluntad de ese grupo de «purificar» a la sociedad de Boas, y la lista de quienes después de él la compartieron
todo cuanto contradice, insulta, humilla o agrede su resultaría extensa, desde Raymond Firth hasta Fredrik
esencia. Por supuesto, cuando un grupo humano ve im- Barth o Marshall Sahlins.27 Ello no es óbice, por
pedido su acceso a la escuela, a la propiedad del suelo, supuesto, para reconocer que, en determinados con-
textos históricos, ciertos grupos que durante décadas
25 Cf. Eric Meyer, «Des usages de l'histoire et de la linguistique han mantenido vínculos relativamente buenos con otros
dans le débat sur les identités á Sri Lanka», Purusartha, 2001, se encierran de pronto en sí mismos, anteponiendo tal o
págs. 91-126. Cuando se observan las luchas nacionalistas en Sri
Lanka, siempre aparece el mismo debate entre esencialistas,
constructivistas y posmodernistas; Stanly J. Tambiah, Leveling 27 Franz Boas, «The Method of Anthropology», American Anthro- ,r
Crowds: Ethnonationalist conflicts and collective violence in So uth Asia, pologist, 1920, vol. 22, págs. 311-21; Fredrik Barth, «The Analysis of
Berkeley: University of California Press, 1996. Culture in Complex Societies», Ethnos, 1989, vol. 54, n° 3-4, págs.
26 Cf. Juliane Shober, «The Theravada Buddhist Engagement with 120-42; Marshall Sahlins, «Two or Three Things that I Know about
Modernity in Southeast Asia», Journal of Southeast Asian Studies, 1995, Culture», art. cit., y «What is Anthropological Enlightment? Some
vol. 26, n° 2, págs. 307-35, y «Buddhist Just Rule and Burmese Lessons on the Twentieth Century», Annual Review of Anthropology, 1999,
National Culture: State Patronage of the Chinese Tooth Relic in vol. 28, págs. I-xXIII; Raymond Firth, «Contemporary Bri-
Myanma», en History of Religions, Berkeley: University of California tish Social Anthropology», American Anthropologist, 1951, 53, págs.
474-89.
Press, 1997, págs. 218-43.

24 25
cual aspecto de sí porque es prueba de su identidad fun- de los derechos del hombre, definidos, ante todo, res-
damental, que al parecer les da únicamente a ellos, en el pecto de los individuos en cuanto personas, más que co-
presente y para el futuro, derechos exclusivos de acceso a mo integrantes de una comunidad particular, étnica,
ciertos recursos. Por lo general, los rasgos que los religiosa o de otra índole).28
individuos anteponen para definir su identidad son los Porque —y esta es la tercera dimensión de la situa-
que testimonian una parte de ellos mismos profunda- ción del mundo de hoy— la mayoría de los 191 Estados
mente arraigada en el tiempo: el hecho de ser los pri- representados en las Naciones Unidas no gozan (o han
meros ocupantes de un lugar, el de ser desde siempre dejado de gozar) de la soberanía que muchos de ellos te-
chiitas y no sunitas, etcétera. nían en el siglo XIX o a comienzos del siglo XX. 29
En la vida de la gente común, los problemas de iden- Organizaciones internacionales como el Banco Mundial,
tidad no son de orden teórico, no están atados a una de- el Fondo Monetario Internacional, la Organización
finición abstracta que los historiadores o los antropólo- Mundial del Comercio, las empresas transnacionales, la
gos, remontándose a las fuentes, recortando los hechos, expansión internacional de las sectas y los movimientos
podrían considerar más o menos adecuada o ficticia. religiosos, los flujos migratorios y las diásporas de toda
Para esas personas, la identidad que reivindican no clase,30 las 20.000 organizaciones no gubernamentales,
puede ser sino «verdadera», «real», pues, a su juicio, sólo son otras tantas fuerzas que intervienen de diversas
gracias a ella viven la existencia que llevan y en su maneras en numerosos Estados y sociedades locales.
nombre actúan para mejorarla. ¿Cómo podría ser «falsa» Las ONG, por ejemplo, suelen desarrollar sus activida-
su identidad? Por otro lado, ningún grupo o individuo des en los países pobres, allí donde el Estado se muestra
puede definirse en relación consigo mismo; siempre incapaz de ofrecer a las poblaciones el acceso a la
debe hacerlo con relación a otro del mismo sexo o del
sexo opuesto, de la misma religión o de otra. Por eso, 28
Louis Dumont, Essais sur l'individualisnze: une perspective an-
ninguna identidad se cierra sobre sí misma, ninguna thropologique sur l'idéologie moderne, París: Le Seuil, 1983 [Ensayos
queda clausurada en sí misma. sobre el individualismo: una perspectiva antropológica sobre la
El mundo en el que desempeña hoy su oficio el antro- ideología moderna, Madrid: Alianza, 1987].
pólogo no se caracteriza sólo por los dos movimientos 29 Aihwa Ong, Flexible Citizenship. The Cultural Logics of Trans-
nationality, Duke: Duke University Press, 1999. Véase el número
conexos e inversos que acabamos de describir: por una especial de Daedalus, vol. 122, n° 3, Reconstructing Nations and
parte, la integración de todas las economías dentro del States.
sistema capitalista mundial (que va acompañada de una 39 James Clifford, «Diasporas», Cultural Anthropology, 1994, vol. 9,
difusión masiva de la ideología liberal, según la cual la n° 3, págs. 302-38. A la intensificación de los flujos migratorios y de
propiedad privada es el fundamento de la sociedad los contactos entre grupos humanos de origen étnico y cultura di-
cuando el individuo constituye la base de esta) y, por la ferentes les responden, en ciertos países, políticas de «purificación»
otra, la multiplicación de los Estados-nación, antiguos o étnica particularmente violentas. Las diásporas no afectan más que al
2% de la población mundial y no representan, por lo tanto, and fuerza
nuevos, que tienen una influencia muy desigual en la que anuncie el fin cercano de los Estados-nación, como pretende
evolución del mundo contemporáneo y están sometidos hacerlo creer Appadurai (Arjun Appadurai, Modernity at Large:
de manera más o menos rigurosa a otros más poderosos Cultural Dimensions of Globalization, Minneapolis: University of
que ellos (a cuya cabeza se halla Estados Unidos, que Minnesota Press, 1996 [La modernidad desbordada: dimensiones
ejerce sobre el resto del mundo una hegemonía política culturales de la globalización, Montevideo: Trilce; Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 2001]; M. Kearney, «The Local and the
que los norteamericanos justifican al proclamarse los Global: The Anthropology of Globalization and Transnationalism»,
primeros defensores de la democracia y Annual Review of Anthropology, 1995, vol. 24, págs. 547-65).

26 27
educación, a la atención médica, y lo reemplazan enton- nen entre ellos y con la naturaleza. De todos modos, se-
ces en lo que atañe a la construcción de escuelas y hos- mejantes sociedades nunca han existido y semejantes enfoques
pitales (por supuesto, importando con ellas ideologías y teóricos no tienen ninguna base empírica ni fundamento
principios de vida que estas ONG quisieran ver com- científico alguno. Se impone criticarlos y rechazarlos: es lo que
han hecho con pertinencia y elocuencia los campeones de la
partidos por todos).31 New Ethnography; pero repetir esas críticas ad nauseam resulta
No todas esas organizaciones internacionales nacie- estéril, y sospechar de todos los antropólogos pertenecientes a
ron en Occidente; no necesariamente son dependientes las generaciones anteriores, o acusarlos, por haber analizado a
de él, pero la gran mayoría lo son y constituyen otras las sociedades que estudiaban con tales presupuestos en la
tantas nuevas formas de intervención de las sociedades cabeza, es sencillamente falso y fuertemente demagógico.
occidentales en la vida de sociedades de África, Asia, Un solo ejemplo, entre otros, bastará para testimoniarlo: las
América Latina, Oceanía, aunque también de Europa publicaciones de Raymond Firth sobre Tikopia. A lo largo de
Central y Oriental. Cierta cantidad de ellas surgieron más de treinta años, apoyándose en observaciones realizadas en
del islam, del budismo, pero todas tienen en común la el curso de tres trabajos de campo sucesivos, efectuados entre
intervención en nombre de diversos ideales vigentes 1928 y 1962, Firth describió las transformaciones de una
más allá de las fronteras de los países que asistieron a pequeña sociedad cuyas tradiciones orales nos enseñan que su
su nacimiento. origen se remonta apenas a unos pocos siglos atrás. En 1928,
los habitantes de Tikopia todavía practicaban el conjunto de sus
ritos bajo la autoridad de los jefes y del Te Ariki Kafika. Treinta
años después, la mayor parte de los jóvenes habían emigrado a
Deconstruir las ciencias sociales Nueva Zelanda o a otras islas del Pacífico, e incluso a Estados
no para hacerlas desaparecer, Unidos. Nueve libros y decenas de artículos han contado esa
sino para reconstruirlas historia, esas transformaciones, que después de 1962 se
acelera-
ron aún más.32
Como se comprenderá, en un mundo así, las sociedades
no pueden ser pensadas ni analizadas como totalidades Si bien hoy en día los tikopia, los nuer o los kachin siguen
cerradas, como conjuntos finitos de relaciones sociales existiendo físicamente, sus sociedades ya no son las mismas
localizadas e inalterables, como totalidades amuralladas que habían observado Firth, Evans-Pritchard y Leach.33 Se
sobre sí mismas por su identidad particular y pobladas por transformaron e integraron cada
individuos que comparten las mismas representaciones y
los mismos valores, incapaces de actuar sobre sí mismos o
sobre las relaciones que mantie-

31 Cf. J. Ferguson, The Anti-Politics Machine: «Development», De-


politicization and Bureaucratic Power in Lesotho, Cambridge: Cambridge 32 Raymond Firth, The Work of the Gods in Tikopia, Londres: The
University Press, 1990. Ferguson demuestra en este libro el papel Athlone Press, 1967; We, the Tikopia, Nueva York: American Book
desempeñado por cierto número de organizaciones no guber- Company, 1937, y Tikopia Ritual and Belief, Boston: Beacon Press,
1967.
namentales, en su mayoría protestantes, en el desarrollo de Lesotho,
uno de los países más pobres de África. Sus intervenciones, aso- 33 E. E. Evans-Pritchard, The Nuer: A Description of the Modes of
ciadas con las del Banco Mundial, tuvieron un resultado inesperado: Livelihood and Political Institutions of a Nilotic People, Oxford:
el control por el Estado y su policía de una región montañosa hasta Oxford University Press, 1969; Edmund R. Leach, Political Systems
entonces rebelde. of Highland Burma, Londres: Berg Publishers, 1973.

28 29
ciones recuperadas o reinventadas y proponer su propia
vez más en el mundo global en el que vivimos y donde la interpretación de su historia, de su cultura y de su
influencia de Occidente es dominante. Pero, ¿qué tiene de sociedad. Se trata de una reivindicación perfectamente
sorprendente e incluso de nuevo esta evolución? ¿Y por legítima y que puede, por otra parte, permitirnos conocer
qué esos hechos obligarían a los antropólogos a dejar de mejor, en efecto, a esas sociedades. Tal es, ni más ni
interesarse en esas sociedades, a dejar de estudiarlas? menos, lo que le respondió Radcliffe-Brown a Srinivas
¿Porque ya no serían sociedades «primitivas» y porque la cuando este le anunció que regresaba a la India para
historia, que les proporcionó a los investigadores su estudiar a su propia sociedad. Por esa época, Srinivas
objeto durante la expansión colonial de Occidente, se lo se había sentido obligado a dejar de considerarse «an-
habría arrebatado luego, con la descolonización y la tropólogo» y se declaraba «sociólogo». Para Radcliffe-
independencia? Si se les cree a algunos, a partir de Brown, la decisión de Srinivas de volver a trabajar en
entonces les correspondería actuar a los sociólogos, a los su país significaba la promesa de agregar nuevos cono-
economistas, a los expertos en desarrollo. cimientos de esta sociedad a los que habían aportado los
Por supuesto, ningún antropólogo podría comprender etnólogos ajenos a dicha cultura.34
todos los aspectos de la vida de una sociedad local sólo Sin embargo, las cosas nunca son tan simples. Se llegó a
con ayuda de sus propias herramientas de análisis. Si la acusar a Srinivas, formado en Oxford, de compar-
economía de esta sociedad se basa en la producción y la tir las representaciones que se hacía de su sociedad la
venta de un cultivo comercial—el café, por ejemplo—, élite anglohindú, que había apoyado las luchas por la
será preciso que aprenda, por lo menos, cómo independencia y que había sido influida por la visión
evolucionan los precios de ese producto en el mercado del pasado y el futuro de la India desarrollada por Neh-
mundial donde se comercializa. Empero, esta necesaria ru y por él Partido del Congreso.35 Ahora bien: esas re-
cooperación interdisciplinaria no invalida la legitimidad presentaciones ignoraban otras luchas, otras formas de
del enfoque específico del antropólogo, de aquel que se resistencia al poder colonial británico, que no se inspi-
sumerge durante años en la vida de una sociedad local raban en los puntos de vista de esa élite y que tenían su
para tratar de comprender los modos de pensar y actuar propia lógica cultural y sus propias razones para exis-
de sus integrantes, la naturaleza de sus relaciones tir. Tales críticas, así como el esfuerzo orientado a mos-
sociales, las representaciones que se hacen de estas y de trar e insertar en la historia de la India a esos grupos
sus respectivos lugares en ellas. El sociólogo puede, por sociales y sus luchas —ocultadas tanto por los historia-
cierto, estudiar también todo eso, pero, como veremos
dores británicos de esa región como por los historiadores y
en su momento, los antropólogos lo hacen de una
sociólogos nacionalistas de la época de Nehru—, nos
manera diferente de los sociólogos, y más diferente aún
abrieron un nuevo y fecundo campo para la investigación:
de los economistas, pese a que incluso en cierta forma
el de los subaltern studies, promovido por Guha,
todos esos enfoques se complementan entre sí.
Otras voces se elevan, no obstante: son las que acusan
34 Cf. Mysore N. Srinivas, «The Insider versus the Outsider in the •
de modo similar a la sociología, la antropología, la Study of Culture», en Collected Writings, Nueva Delhi: Oxford Uni-
economía y las demás ciencias sociales, disciplinas na- versity Press, 2002, págs. 553-60, y «Practicing Social Anthropology
cidas y desarrolladas en Occidente, por su incapacidad in India», Annual Review of Anthropology, 1997, vol. 26, págs. 1-24; J.
para comprender las maneras de pensar y actuar de las Assayag, «Mysore Narasimhachar Srinivas (1916-1999)», L'Homme,
sociedades no occidentales. Esas voces proceden de so- 2000, n° 156, págs. 1-14.
ciedades que han alcanzado su independencia y que rei- 35 Partha Chatterjee, Nationalist Thought and the Colonial Word: A
Derivative Discourse?, Londres: Zed Books, 1986.
vindican el derecho a estudiar por sí mismas sus tradi
que luego de seis volúmenes intensamente influidos por y exclusión entre grupos sociales e individuos, debido a la
el marxismo y por Gramsci, adoptaron esquemas de pertenencia de unos y otros a tal o cual casta, etnia,
análisis inspirados en las tesis posmodernistas.36 Sea religión, sexo o color de piel.
como fuere, estas deconstrucciones son la promesa de Empero, el repliegue identitario de cada cual sobre sí
reconstrucciones más rigurosas, de un conocimiento mismo y la producción de discursos solipsistas, cau-
más rico y más completo acerca de la inmensa diversi- tivantes y a menudo arrogantes van en contra del obje-
dad y complejidad del continente indio.37 tivo perseguido. Si nadie puede comprender a los otros ni
Resulta conocida la argumentación que se manifiesta, ser comprendido por ellos, ¿cómo se espera cambiar
de un modo u otro, en todos los grupos humanos que las relaciones que le hacen experimentar esos «otros»?38
llevan a cabo luchas por la identidad y que, impuesta ¿Sólo mediante la violencia, que entonces no se confor-
con mayor o menor violencia verbal, siembra la duda y mará con ser puramente verbal? Si no es posible ningún
suscita un sentimiento de culpa en quienes, por no per- diálogo, tampoco es posible ninguna lucha en común con
tenecer a esas sociedades, se sienten inclinados a auto- otros grupos sociales que enfrentan otros tipos de
cuestionarse: sólo las mujeres pueden comprender a las discriminación y humillación. Tal actitud, la reivindicación
mujeres y hablar de ellas; sólo las mujeres negras pue- de ser el (la) único(a) que puede hablar de sí mismo(a), no
den comprender a las mujeres negras y hablar de ellas; sólo desemboca, en la práctica —como lo demostró
sólo las mujeres negras brasileñas pueden hablar de las Stuart Hal139 a propósito de la lucha de los negros en
mujeres negras brasileñas. Esta serie de exclusiones Gran Bretaña—, en un callejón sin salida, sino que
puede sucederse hasta el infinito en cualquier campo de además constituye una negativa no fundamentada,
la vida social en que haya relaciones de dominación totalmente arbitraria, a la posibilidad de que exista (o de
que haya existido alguna vez) algo definible como
36 Ranajid Guha, Dominance without Hegemony: History and «ciencias» sociales, aunque sea obvio que la cientificidad
Power in Colonial India, Cambridge, Mass.: Harvard University de estas ciencias es limitada.
Press, 1997; Ranajid Guha (dir.), Subaltern Studies: Writings on Deconstruir los discursos y los resultados de las
South Asian History and Society, vols. I-VI, 1982-1989; vol. VII,
ciencias sociales, sí. Negarles todo carácter científico, no.
Partha Chatterjee y Gyanendra Pandey (eds.), 1993; vol. VIII,
David Arnold y David Hardiman (eds.), 1994; vol. IX, Shahid Afirmar la existencia de núcleos de conocimiento
Amin y Dipesh Chakrabarty (eds.), 1996; vol. X, Gautam Bhadra, racional producidos por investigaciones conscientes de
Gyan Prakash y Susie Tharu (eds.), Nueva Delhi: Oxford sus procedimientos y limitaciones, sí. Deconstruir la
University Press, 1999; vol. XI, Partha Chatterjee y Pradeep antropología y las demás ciencias sociales para recons-
Jeganathan (eds.), 2000; vol. XII-2, Nueva Delhi: Permanent Black truirlas con un nivel de rigor y eficacia analítica mayor
- Ravi Dayal, 2006.
que antes, sí. Es la actitud que deben tener los investi-
37
Jacques Pouchepadass, «Les Subaltern Studies ou la critique
postcoloniale de la modernité», L'Homme, 2000, no 156, págs. 161- gadores frente a las apuestas conflictivas, las contra-
85, y «Que reste-t-il des Subaltern Studies?», Critique Internatio-
nale, n° 24, octubre, 2004, págs. 67-79: «El aporte esencial es de or- 38
Un ejemplo extremo de denuncia del «imperialismo cultural» que
den crítico. Los subaltern studies han proporcionado incuestiona- caracteriza a todos los métodos de investigación de la antropología se
blemente una de las expresiones más contundentes del proceso de puede hallar en Linda Tuhiwai Smith, Decolonizing Methodologies:
etnocentrismo en ciencias sociales, del elitismo de los enfoques Research and Indigenous Peoples, Dunedin: University of Otago
"desde arriba" y de la "versión estándar" de la historia, cuyo marco Press, Zed Books, 1999.
de referencia es la historia nacional»; David Ludden (ed.), Reading 39 Stuart Hall, «Old and New Identities, Old and New Ethnicities», en
Subaltern Studies: Critical History, Contested Meaning and the Anthony King (ed.), Culture, Globalization and the World-System, op.
Globalization of South Asia, Nueva Delhi: Permanent Black, 2001. cit., págs. 41-68.

32 33
dicciones, la complejidad del mundo globalizado en el Según la fórmula de Tyler, un relato etnográfico «is a
que ejercemos ahora nuestro oficio. Deconstruir las reality fantasy of a fantasy reality».42 Puede reconocerse la
ciencias sociales para disolverlas en discursos narcisis- posición teórica de Derrida y de Paul de Man, para
tas que se deleitan en la negativa a teorizar, en la ironía, quienes es imperativo «deconstruir la ilusión de la refe-
la incoherencia y lo inconcluso como algo volunta- rencia, la posibilidad de que un texto remita a una rea-
riamente buscado,40 con el pretexto de que teorizar lidad no textual».43
equivaldría a ostentar una autoridad que no se tiene e
Al colocarse en ese punto extremo de deconstrucción
imponerla a los demás con ayuda de algún procedi- de la antropología y de las ciencias sociales, Tyler, al
miento retórico: eso no es conveniente cuando se ha
contrario de Marcus, lamentaba que «no haya aún ningún
elegido ejercer oficios vinculados con el conocimiento
ejemplo de una etnografía posmoderna». Tampoco lo hay
(a menos que el objetivo perseguido sea sólo acumular
actualmente,44 pero la existencia de un mundo más real
prestigio y ocupar posiciones de poder en el mundo
que ninguna otra cosa, por fuera de la antropología, iba a
académico o literario del que se forma parte). 41
golpear duramente a Estados Unidos el 11 de septiembre
Puede ponderarse, pues, la responsabilidad asumida de 2001, día en que el mundo en cuestión no pudo ser
por George Marcus cuando señalaba, en Ethnography reducido a un show televisivo (reality fantasy) ni a una
through Thick and Thin (Princeton, 1996, pág. 110), que alucinación que pudiera ser tratada por psiquiatras (fantasy
durante toda la época colonial la relación entre el reality). Sin embargo, esto no impidió que, a juicio de
etnólogo occidental y sus colaboradores no había sido algunos, el mundo fuera representado de inmediato como
más que de una complicidad orientada a la producción dividido en dos campos, el
de «ficciones» compartidas. Un paso más adelante fue el
que dio Stephen Tyler al escribir que «el discurso
etnográfico no es, en sí mismo, ni un objeto a represen- 42 Stephen Tyler, «From Document of the Occult to Occult Docu-
ment», en Writing Culture. The Poetics and Politics of Ethnography,
tar ni la representación de un objeto» (pág. 131), porque Berkeley: University of California Press, 1986, págs. 131, 138, 139.
«ningún objeto de ninguna clase precede ni plantea im- 43 Paul de Man, The Resistance to Theory, Minneapolis: University
posiciones a la etnografía. Esta crea su propio objeto en of Minnesota Press, 1986, págs. 12, 19-20 [La resistencia a la teoría,
su desarrollo, y el lector proporciona el resto» (pág. 138). Madrid: Visor, 1990]. La teoría de De Man sobre la autonomía
absoluta del lenguaje como lugar de circulación descontrolada de
tropos y figuras disociados del mundo de las intenciones y las re-
40 Cf. Bruce Knauft, «Pushing Anthropology Past the Posts», Critique
presentaciones humanas había sido aclamada, a partir de 1971, como
of Anthropology, 1994, vol. 14, n° 2, págs. 117-52. una revolución filosófica fundamental por Wlad Godzich, quien había
41 En 1990, algunos años después de los primeros escritos de
escrito el prefacio de la primera colección de textos de Paul de Man,
Marcus, Fischer, Clifford, etc., David Harvey sostuvo que los Blindness and Insight, Minneapolis: University of Minnesota Press,
ejercicios de deconstrucción de todos los discursos reales o posibles 1983 [Visión y ceguera: ensayos sobre la retórica de la crítica
proferidos por otros, practicados como un juego sobre y con el contemporánea, Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto
lenguaje, sin que se hiciera referencia a algún criterio de verdad o Rico, 1991]. «Había una vez un mundo en el que todos creíamos saber
de error posibles en el trabajo de deconstrucción de esos discursos, leer, pero luego vino Paul de Man» (pág. xvi). De ahí la admiración de
desembocarían en un nihilismo intelectual que suscitaría nuevos Derrida por De Man y la obra Deconstruction and Criticism (Nueva
dogmatismos y en una actitud de no compromiso ético y político en York: Seabury Press), aparecida en 1979, que asociaba a De Man,
las luchas contra las relaciones de dominación y exclusión que las Derrida, Harold Bloom, Geoffrey Hartman y J. Hillis Miller.
deconstrucciones críticas pudieran poner de manifiesto. Véase 44 Véase Stephen Tyler, Writing Culture, op. cit., pág. 136; Robert
David Harvey, The Condition of Postniodernity, Oxford: Basil Pool, «Postmodern Ethnography?», Critique of Anthropology, 1991, vol.
Blackwell, 1990, pág. 350 [La condición de la posmodernidad, 11, n° 4, págs. 309-31, y Paul A. Roth, «Ethnography without Tears»,
Buenos Aires: Amorrortu, 1998, pág. 382]. Current Anthropology, 1989, vol. 30, n° 5, págs. 555-69.
del Bien y el del Mal, ni que decisiones de consecuen- rante décadas como evidencias científicas. Citemos,
cias reales (y no imaginarias o sólo simbólicas) se toma- entre dichas verdades celebradas, las siguientes tesis:
ran en nombre de ese fantasma que, una vez más, hizo
de Occidente el espejo y la medida de los progresos 1) Las sociedades están basadas en el intercambio,
de la humanidad, legitimando su derecho intercambios de personas y de bienes, y estos revisten
(reivindicado) a gobernar al resto del mundo. dos formas: intercambios de mercancías o de dones y
Al escribir esto, no pretendo en absoluto juzgar a los contradones.
norteamericanos. Llegada la ocasión, Francia sabe jac- 2) Las relaciones de parentesco y la familia son, en
tarse de ser «el país de los derechos del hombre», mien- todas partes, el basamento de la sociedad, particular-
tras los suburbios de las grandes ciudades arden con el mente en las sociedades sin clases y sin Estado, a las
fuego de los excluidos, los condenados al desempleo y a que antes se calificaba de «primitivas».
la pobreza. También me cuidaría mucho de confundir a 3) Un hombre y una mujer producen niños al
todos los que se colocan (o son colocados) bajo el estan- unirse sexualmente.
darte del posmodernismo. Marcus no es Rabinow, Clif- 4) Las relaciones económicas constituyen la base
ford no es Tyler, y Geertz no es ni uno ni otro. Por otra material y social de las sociedades.
parte, cada uno de ellos ya ha vivido varias vidas, y 5) Lo simbólico prevalece siempre sobre lo
existen varios Marcus como existen varios Tyler. Deci- imaginario y lo real.
didamente, del mismo modo que ocurre con un
individuo, tampoco en el caso de una sociedad existe Frente a estas tesis, he aquí las conclusiones que yo
una «esencia» inmutable, una identidad inalterable. mismo he extraído de mis análisis:

— Junto a las cosas que se venden y las que se dan,


hay otras que no es necesario vender ni dar, sino que se
Muerte de algunas verdades antropológicas las debe conservar para transmitirlas, y estas cosas son
consideradas eternas los soportes de aquellas identidades que sobreviven más
que otras al cabo del tiempo (capítulo 1).
Es muy claro, pues, lo que está en juego. Hay que — No existen ni nunca han existido sociedades basa-
continuar deconstruyendo la antropología y las ciencias das en el parentesco. Las relaciones de parentesco, y
sociales hasta sus últimos recovecos, hasta sus últimas menos aún la familia, no podrían constituir el lazo de
evidencias. Empero, por cada evidencia deconstruida, unión de diferentes grupos humanos a efectos de
después que pierda su fuerza y su estatus de verdad, se- conformar una sociedad (capítulo 2).
rá preciso extraer de la crítica los medios para recons- — En ningún lado, en ninguna sociedad, se ha pen-
truir otra representación de los hechos, otro paradigma, sado nunca que un hombre y una mujer sean suficientes
que tenga en cuenta las complejidades, las contra- para hacer un hijo. Lo que fabrican juntos son fetos,
dicciones hasta entonces ignoradas o soslayadas. Hace que agentes más poderosos que los humanos —los an-
años que me he aventurado por la vía de la deconstruc- cestros, los dioses, Dios— transforman en niños al do-
ción-reconstrucción, y este libro presenta algunos de los tarlos de un hálito y de una o varias almas (capítulo 3).
resultados logrados por ese medio. — La sexualidad humana es fundamentalmente «aso-
Tales resultados cuestionan algunas de las «verda- cial». Los cuerpos sexuados de hombres y mujeres fun-
des» etnológicas instituidas y que fueron celebradas du- cionan, en todas las sociedades, como una especie de

36 37
máquina ventrílocua que expresa y legitima las relacio- ferenciada con ese nombre, hace algunos siglos. La re-
nes de fuerza e interés que caracterizan a la sociedad, no construcción de la historia de su transformación en una
sólo las que se establecen entre los sexos, sino también sociedad cuyas fronteras se volvieron conocidas (por no
las que existen entre los grupos sociales que la com- decir reconocidas) por sus vecinos iba, pues, a hacer que
ponen: clanes, castas o clases (capítulo 4). me planteara esa clase de preguntas y a inspirarme al-
— Todas las relaciones sociales, incluidas las más gunos elementos teóricos que me permitieron darles
materiales, contienen «núcleos imaginarios» que son respuesta. Se trataba, por otra parte, del mismo proble-
sus componentes internos, constitutivos, y no reflejos ma que se había planteado Raymond Firth cuando se
ideológicos. Esos «núcleos imaginarios» son puestos enteró, por boca de los tikopia, de que su sociedad no
en acción (y en escena) por «prácticas simbólicas» existía unos siglos antes y que se había formado tras el
(Introducción, capítulo 5). arribo de inmigrantes que desembarcaron por separado
— Las relaciones sociales que de un conjunto de (y en épocas diferentes) desde otras islas: Ontong Java,
grupos humanos y de individuos hacen una «sociedad» Pukapuka, Anuta, Rotuma, Tonga.46 Finalmente, a to-
no son las relaciones de parentesco ni las económicas, dos esos grupos se les asignaron papeles y estatus dife-
sino lo que en Occidente se califica como «político- rentes en el marco global de ritos destinados a asegurarse
religioso» (capítulo 6). la benevolencia de los dioses y la fertilidad de la tierra y
de las aguas, descriptos por Firth con el nombre de
Surge, entonces, una cuestión esencial: Si las rela- Work of the Gods in Tikopia.47
ciones de parentesco y las relaciones «económicas» que En suma, el análisis de esos ejemplos y de otros, tales
se establecen entre grupos humanos y/o entre indivi- como el caso de Israel, nos ha indicado en qué dirección
duos no tienen la capacidad de constituir una sociedad, buscar la respuesta a nuestro interrogante. Esta
de reunir individuos y grupos en un todo, dirección es la de lo que en Occidente llaman «rela-
confiriéndoles una identidad global, compartida y ciones político-religiosas» (puesto que en la mayoría de
diferente de las identidades particulares —identidad que las sociedades conocidas el poder político raramente se
se convierte incluso en una condición de su existencia halla separado de poderes religiosos). Sin embargo,
específica—, ¿cuáles son las relaciones humanas, las expresada de esta forma, la respuesta es demasiado va-
instituciones y las prácticas que tienen la capacidad de ga. Al examinar los hechos más de cerca, he comproba-
hacerlo? ¿Qué es lo que distingue finalmente a una do que únicamente cuando las relaciones sociales político-
sociedad de las diferentes comunidades que la religiosas sirven para definir y legitimar la soberanía de
componen, constituidas cada una por y en torno a una cierto número de grupos humanos sobre un territorio,
o varias identidades particulares? ¿Qué es lo que cuyos recursos podrán luego explotar en forma
diferencia a una sociedad de una comunidad? separada o colectiva, sólo entonces puede formarse una
La casualidad quiso que me enfrentara con un hecho sociedad a partir de esos grupos.
que me llevó a hacerme esas preguntas: el descubri-
miento de que los baruya, con los que viví y trabajé du-
rante siete años,45 no existían, en cuanto sociedad di-
46 Raymond Firth, «Outline of Tikopia Culture» (1930), reeditado
45 De esos siete años, tres fueron consecutivos (de 1966 a 1968), y
en Tikopia Ritual and Belief, op. cit., págs. 15-30.
los cuatro restantes, en forma de trabajo de campo de distinta dura-
47 Véase The Work of the Gods in Tikopia, op. cit.
ción, entre 1969 y 1981.

38 39
Lo imaginario y lo simbólico cen acerca de la naturaleza y el origen del universo que
los rodea, de los seres que lo pueblan, o que se supone
No obstante ello, al explorar estos problemas entre
que lo pueblan, y de los propios humanos pensados en
otros, tal como el del análisis de algunos sistemas de
sus diferencias y/o en sus representaciones. Lo imagi-
parentesco, otro hecho capital se me impuso: la presen-
nario es, ante todo, un mundo ideal, hecho de ideas,
cia e importancia, en el centro de todas las relaciones
imágenes y representaciones de toda clase que tienen
humanas, fuese cual fuere su naturaleza (políticas, re-
su fuente en el pensamiento. Ahora bien: dado que toda
ligiosas, económicas), de núcleos de «realidades imagi-
representación es, al mismo tiempo, el producto de una
narias» en cuanto componentes esenciales de esas rela-
interpretación de lo que ella representa, lo imaginario
ciones, que les dan sentido y se encarnan en institucio-
nes y prácticas simbólicas. Son ellos los que les confie- es el conjunto de interpretaciones (religiosas, científicas,
literarias) que la humanidad ha forjado para expli-
ren una existencia social manifiesta, así como el esta-
carse el orden y el desorden que reinan en el universo o
tus de «verdades», de «evidencias».
en la sociedad y para sacar de ello lecciones referidas a la
A mi parecer, reina una gran confusión teórica en torno a
manera en que los humanos deben comportarse en-
las nociones de imaginario y simbólico, campos
íntimamente asociados y complementarios, pero que es tre sí y frente al mundo circundante. El campo de lo
preciso no confundir en ningún caso. Para explorarlos imaginario es, pues, un mundo real, pero compuesto por
resultan absolutamente indispensables las obras de realidades mentales (imágenes, ideas, juicios, razo-
namientos, intenciones) que llamaremos globalmente
Clifford Geertz y Claude Lévi-Strauss, sin olvidar, por
realidades ideales, las cuales, en tanto se hallan confinadas
supuesto, las de Victor Turner, Roy Wagner y otros.48
en el espíritu de los individuos, permanecen des-
Empero, en ninguno de ellos la distinción entre esos dos
conocidas para aquellos que los rodean y, por lo tanto, no
campos está claramente planteada y a menudo se los pueden ser compartidas por ellos y actuar sobre su
confunde. He intentado clarificar ese problema. existencia.49
Lo imaginario es pensamiento, es el conjunto de re-
El campo de lo simbólico es el conjunto de medios y
presentaciones que los humanos se han hecho y se ha-
procesos a través de los cuales las realidades ideales se
encarnan, a la vez, en realidades materiales y prácticas
98
Clifford Geertz, The Interpretation of Cultures, Nueva York: que les confieren un modo de existencia concreta, visible,
Basic Books, 1973 [La interpretación de las culturas, Barcelona: social. Al encarnarse en prácticas y objetos que lo
Gedisa, 1995]; Claude Lévi-Strauss, La pensée sauvage, París: Plon, simbolizan, lo imaginario no sólo puede actuar sobre
1962 [El pensamiento salvaje, México: Fondo de Cultura Económica,
1964], y Mythologiques, 4 vols., París: Plon, 1964-1971 [Mitológicas
las relaciones sociales ya vigentes entre los individuos
I: Lo crudo y lo cocido, México: Fondo de Cultura Económica, 1983; y los grupos, sino que también puede dar origen a nue-
Mitológicas II: De la miel a las cenizas, México: Fondo de Cultura vas relaciones entre ellos, que modifican o reemplazan
Económica, 1978; El origen de las maneras en la mesa, México: a las ya establecidas. Lo imaginario no es lo simbólico,
Siglo XXI, 1984]; Victor Turner, The Forest of Symbols, Nueva York, pero no puede adquirir existencia manifiesta y eficacia
Ithaca: Cornell University Press, 1967 [La selva de los símbolos: social sin encarnarse en signos y prácticas simbólicas
aspectos del ritual ndembu, México: Siglo XXI, 2005]; Roy Wagner,
Symbols that Stand for Themselves, Chicago: The University of
Chicago Press, 1986; Michel Izard y Pierre Smith, La fonction 49 Maurice Godelier, Lidéel et le niatériel, París: Fayard, 1984 [Lo
symbolique, París: Gallimard, 1979 [La función simbólica, Madrid: ideal y lo material: pensamiento, economías, sociedades, Madrid:
Jucar, 1989]; Revue du MAUSS, número especial, Plus réel que le Taurus, 1990] ; trad. ingl.: The Mental and the Material, Londres:
réel, le symbolique, 1998, n° 12. Verso Books, 1988.

40 41
de toda clase, que dan nacimiento a instituciones que Nilo para enriquecer el suelo que ellos cultivaban. Esta
las organizan, pero también a espacios y edificios deuda era la que daba sentido y legitimidad a las obli-
donde se las ejerce. gaciones que pesaban sobre los campesinos, los cuales
tenían que trabajar gratuitamente en la construcción de
Tomemos el ejemplo del antiguo Egipto, una de las
primeras —si no la primera— sociedades estatales que rutas, templos y palacios, y entregar todos los años una
parte de las cosechas a quienes gobernaban Egipto en
se conformaron en la historia. Toda su organización gi- nombre del faraón. Ahora bien: las obligaciones para
raba en torno a la persona del faraón, pensado y viven- con un dios pueden generar cierta conformidad en
ciado como un dios que moraba entre los hombres. aquellos que las soportan y, de esta manera, hacer me-
Ese dios había surgido de la unión de dos divinidades, nos necesario, más limitado, el uso de la fuerza para
Isis y Osiris, que eran hermano y hermana. Por esta obtener su cumplimiento.
razón, el faraón también debía casarse con una de sus La problemática de los nexos entre violencia y con-
hermanas, para reproducir así la unión de sus padres sentimiento en la génesis y la perpetuación de las rela-
divinos. Se consideraba que su hálito, el Kha, animaba a ciones de dominación y explotación características de
todos los seres vivos, tanto a los hombres como a los las sociedades no igualitarias se plantea y, a la vez, se
animales, desde los más grandes hasta los más esclarece por el juego de vínculos entre lo imaginario y
pequeños. Todos los años, cuando las aguas del Nilo lo simbólico en la producción de las relaciones sociales.
estaban en su nivel más bajo, el faraón remontaba el río El ejemplo del antiguo Egipto revela, una vez más, que
en su barca sagrada rumbo a la fuente, para cumplir un
las relaciones político-religiosas son las que desempe-
rito que debía incitar a la divinidad del Nilo a enviar de
ñan el principal papel en la construcción de una socie-
nuevo las aguas para que depositaran su limo en las dad. Y en el caso de Egipto, el vínculo entre lo político-
tierras de cultivo.50
religioso y lo económico resulta particularmente evi-
El hecho de subrayar el carácter imaginario (para
nosotros) de esas representaciones y prácticas simbóli- dente e impactante, pues antes de que se constituyeran
las primeras dinastías faraónicas el curso del Nilo no se
cas no debe hacer olvidar que sus consecuencias sociales
no eran ni imaginarias ni puramente simbólicas. Los hallaba provisto de diques ni dominado en su totalidad,
campesinos, que cultivaban la tierra y tenían que lo cual se logró bajo el reinado de los faraones. No era,
producir lo suficiente para alimentar no sólo a su fami- pues, casual que el faraón llevara en la cabeza una tia-
lia, sino también a quienes vivían en templos y palacios, ra de doble faz (a los efectos de representar las regiones
así como a los dioses —a los cuales se les hacían ofren- del Alto Nilo y el Bajo Nilo, con sus capitales), ni que
das todos los días—, estaban, por supuesto, como cual- proclamara la unidad de un país antes dividido en jefa-
quier ser humano, endeudados desde su nacimiento con turas* que luchaban entre sí por el control de una
porción del curso del río.
el faraón, que les había dado el aliento y la vida y al que
le debían, asimismo, el retorno anual de las aguas del Este análisis sobre la necesidad de distinguir entre lo
imaginario y lo simbólico para comprender el papel real
50 Henri Frankfort, Kingship and the Gods: A Study of Ancient
que cada ámbito desempeña en la producción de las
Near East Religion as the Integration of Society and Nature, Chicago: relaciones sociales, así como de las diversas instituciones
The University of Chicago Press, 1948 [Reyes y dioses: estudio de la que las ponen en acción, demuestra en qué medí-
religión del Oriente Próximo en la Antigüedad en tanto que integración
de la sociedad y la naturaleza, Madrid: Alianza, 2001]; Marie-Ange
Bonhéme y Annie Forgeau, Pharaon: Les secrets du pouvoir, París: * En el original, «chefferies», territorios sobre los cuales ejerce su
autoridad el jefe de una tribu. (N del T.)
Armand Colin, 1988, cap. 3, págs. 101-20.

43
42
da la oposición —proclamada o bien, simplemente, Por supuesto, ciertos símbolos (no todos) tienen la
aceptada por muchos antropólogos e historiadores—, capacidad de sobrevivir más allá del contexto histórico
entre antropología cultural y antropología social, entre que les dio nacimiento y de la sociedad que ha hecho uso
historia cultural e historia social, si se prefiere, surge de de ellos durante un período más o menos prolongado. A
enfoques parciales, en el doble sentido de la palabra, de lo largo de ese tiempo, estos símbolos conservan su
las realidades sociales, históricas, que las ciencias so- Sentido original o se cargan con nuevos sentidos a
ciales procuran analizar y comprender. Oponer una an- medida que se van perpetuando. Un buen ejemplo de
tropología que se consagrara al estudio de las relaciones ello es el rito del bautismo entre los cristianos. El bau-
entre los individuos y los grupos sin tomar seriamente tismo es para estos un sacramento, un momento esencial
en cuenta las representaciones que esos individuos se de la existencia, pues el niño o el adulto bautizado entra
hacen de sus relaciones y del lugar que allí ocupan con en la comunidad de aquellos que creen en la esencia
otros, por un lado, a una antropología que se divina de Jesús de Nazaret, crucificado por los romanos
consagrara exclusivamente al estudio de esas represen- hace dos mil años porque pretendía haber venido a
taciones y de los símbolos que las expresan, sin analizar salvar a la humanidad de sus pecados y a aportarle la
el papel que desempeñan en la producción de tal o cual promesa de la eterna salvación. Desde luego, el mundo
tipo de relaciones concretas entre los individuos y los del siglo XXI, con sus dos mil millones de cristianos, ya
grupos específicos, por el otro, lleva a callejones sin nada tiene que ver con la antigua Palestina, convertida
salida y acumula falsos problemas, fuentes de debates en provincia romana en tiempos de Jesús. Empero, esas
sin fin entre especialistas. 51 representaciones de un Dios muerto y resucitado para
Todo esto ocurre, muy sencillamente, porque una re- salvar a la humanidad conservan un sentido para quienes
lación social, sea cual fuere, no podría nacer ni creen en ellas, aun cuando ese sentido no sea
reproducirse si no tiene un sentido (o varios) tanto para evidentemente el mismo que el que tenía para los após-
quienes la producen como para quienes la reproducen. toles, primeros discípulos de Cristo.
En las sociedades en que el matrimonio es una Considero importante destacar aquí que los símbolos
condición para que dos individuos se unan sólo sobreviven o continúan siendo socialmente per-
sexualmente, estos no se pueden unir sin saber qué tinentes si siguen teniendo sentido para la totalidad de
significa «casarse». De hecho, tan pronto como los los integrantes de una sociedad o de varias sociedades,
individuos y/o grupos entran en una relación social o para una parte de ellos. Contrariamente a lo que sos-
cualquiera, esa relación no sólo se establece entre ellos, tiene Claude Lévi-Strauss —autor que proclama la pri-
sino asimismo, y simultáneamente, en ellos. Por lo macía de lo simbólico sobre lo imaginario y sobre lo
tanto, forman parte de la propia relación las formas y
los contenidos de conciencia de quienes los producen 1) volver presentes ante el pensamiento las realidades exteriores e
y/o los padecen. Y esas formas de conciencia son las interiores de los seres humanos, entre ellas el propio pensamiento
(re-presentar); 2) pero re-presentar es siempre interpretar lo que se ha
que constituyen la parte ideal de esa relación socia1. 52
hecho presente, darle uno o varios sentidos; 3) organizar las relaciones
que los hombres mantienen entre sí, y también con la naturaleza
51 Cf. Clifford Geertz, «An Interview with Clifford Geertz», por
que los rodea, y 4) legitimar las relaciones que mantienen entre 81 Y
Richard Handler, Current Anthropology, 1991, vol. 32, n° 5, págs. 603- con la naturaleza. Hemos denominado «parte ideal» de lo real soci al
a todo lo que, en la construcción de diversas formas de realidades
12.
sociales surgidas en la historia, depende directa o indirecta mente del
52 Maurice Godelier, L'idéel et le matériel, op. cit. En este capítulo
ejercicio de esas cuatro funciones del pensamiento.
hemos inventariado cuatro funciones principales del pensamiento:

44 45
G
real—,53 pienso que es lo imaginario compartido lo
que, tanto a corto plazo como a largo plazo, mantiene ¿En qué condiciones son posibles
con vida a los símbolos. Empero, tomados en conjunto, las ciencias sociales?
lo imaginario y lo simbólico no agotan el contenido de
las realidades sociales que los humanos producen y Las respuestas a estas preguntas se materializan en las
reproducen en el transcurso de su existencia, pues las instituciones sociales y en las prácticas simbólicas de las
relaciones sociales, sean cuales fueren sus contenidos de diferentes sociedades, y son concretadas por todo el
idealidades imaginarias y sus dimensiones simbólicas, se grupo o parte de él y por los individuos que lo compo-
construyen para responder a desafíos o apuestas que, nen. Los antropólogos, los historiadores y, más amplia-
por su parte, no son solamente imaginarios ni pu- mente, los demás especialistas de las ciencias sociales son
ramente simbólicos. quienes se esfuerzan por analizar y comprender esas
Esés apuestas pueden explicitarse en una serie de instituciones y esas prácticas. No obstante, la afirmación
preguntas a las cuales las sociedades dan respuestas de que tales ciencias pueden generar formas de
particulares que pueden o no converger según los lugares conocimiento que revisten carácter «científico», aunque
y las épocas. He aquí algunas de ellas: ¿Quién puede, en limitado, se apoya en los dos presupuestos siguientes:
una sociedad, comunicarse con los ancestros, los 1) La alteridad social, histórica, de los otros nun ca es
espíritus y los dioses? ¿Por qué y cómo? ¿Quién tiene absoluta. Siempre es relativa y por eso descifra ble,
acceso al uso del suelo o a otros recursos materiales que inteligible, en ciertas condiciones. 5 4
los integrantes de la sociedad en cuestión requieren para
producir sus condiciones materiales de existencia? ¿Por Es esta la ocasión de recordar que el objeto de las
qué y cómo? ¿Quién puede ejercer autoridad sobre los ciencias sociales no es tratar de conocer los yoes íntimos
demás? ¿Por qué y cómo? de los miles de millones de individuos que componen la
humanidad en nuestra época, y menos aún de los que
vivieron en el pasado. Constituye, por supuesto,

54 Roger Keesing había formulado una idea semejante en «An-


53 Cf. Claude Lévi-Strauss, «Introduction a l'ceuvre de Mauss», en
Marcel Mauss, Sociologie et anthropology, París: PUF, 1950, págs. I- thropology as Interpretive Quest», Current Anthropology, 1987, vol.
28, n° 2, págs. 161-76, y en «Theories of Culture Revisited», en Ro-
LI [Sociología y antropología, Madrid: Tecnos, 1971]. «Los símbolos
son más reales que lo que simbolizan, el significante precede y de- bert Borofsky, Assessing Cultural Anthropology, Nueva York: Mc-
termina al significado» (pág. xxxii). Esta afirmación es la consecuen- Graw Hill, 1993, págs. 301-10. El mismo rechazo a considerar los
cia de un postulado planteado por Lévi-Strauss, a saber: que «el caracteres específicos de una sociedad no occidental como manifes-
hombre dispone desde su origen de una integridad del significante tación de una alteridad absoluta en relación con Occidente es el que
(...) de un añadido de significados que él reparte entre las cosas según testimonian los trabajos del sinólogo Jean-Francois Billeter. Tra-
las leyes del pensamiento simbólico» (pág. XLIX). Ese postulado ductor de Chuang-tse (quizás el mayor pensador chino, pero por
implicaba la desaparición del sujeto claramente enunciada (Claude cierto el más dificil de interpretar y, por lo tanto, de traducir), Bi-
Lévi-Strauss, Le cru et le cuit, París: Plon, 1964 [Mitológicas I: Lo lleter demostró que, según los contextos, la célebre noción de «Tao»
se puede traducir en francés de cinco maneras diferentes, que la
crudo y lo cocido, México: Fondo de Cultura Económica, 1983]).
«No pretendemos demostrar cómo piensan los hombres en los mitos, vuelven perfectamente inteligible para un espíritu occidental,
sino cómo los mitos se piensan en los hombres sin que estos lo mientras que la mayoría de los sinólogos renuncian a traducirla y
sepan» (op. cit., pág. 20). Véase mi crítica en L'énigme du don, París: dejan la palabra «Tao» siempre entre comillas. Véase Jean-Francois
Fayard, 1996, págs. 39-44 [Maurice Godelier, El enigma del don, Billeter, Contre Francois Jullien, París: Éditions Allia, 2006, pas-
Barcelona: Paidós, 1998]. sim, Pero, sobre todo, págs. 82-4.

46 47
 111

una tarea imposible, utópica, y tal vez de no mucho in- ciones sobre el kula emprendidas cincuenta años des-
terés. Sea como fuere, otras disciplinas (la psicología, pués de sus trabajos, esta vez no solamente a partir de las
el psicoanálisis), lo mismo que otros modos de conoci- islas Trobriand (A. Wiener), sino también de Gawa (N.
miento asociados con la creación artística y puestos en Munn) y Muyuw (F. Damon).55
ejercicio por los poetas y los novelistas, nos permiten En suma, en el mundo tal como se reconfiguró tras
representar hasta cierto punto la compleja intimidad de la desaparición de los imperios coloniales y del imperio
los individuos. soviético, en un mundo globalizado en el plano
económico pero dividido desde el punto de vista
2) Aquello que los hombres inventaron para político, con casi doscientos Estados-nación antiguos o
interpretar el mundo que los rodea y a ellos mismos nuevos, potencias muy desiguales y que contienen en sí a
en medio de ese mundo, y para actuar sobre él y sobre millares de sociedades locales difícilmente dispuestas a
sí mismos, los demás hombres pueden comprenderlo, renunciar a sus identidades, y a menudo en conflicto
ya se trate del budismo del G ran Vehículo, del entre ellas, más que nunca es necesario apelar a los
Dreaming Time o del marxismo. Y pueden conocimientos surgidos (y que continuarán surgiendo)
comprenderlo sin adherir necesariamente a ello, ni ser de las ciencias sociales. Ahora bien: entre estas últimas, la
llevados a poner en práctica los principios y preceptos antropología ocupa un lugar singular, porque, por sus
contenidos en las formas de pensamiento en cuestión. orígenes, se ha fijado como objetivo descubrir,
comprender y hacer comprender las diferentes maneras
Cualquiera puede verificar, a través de su propia ex- de pensar y actuar, las diversas maneras de organizar la
periencia, que estos dos presupuestos son satisfechos y vida en común, de hombres y mujeres pertenecientes a
privan del menor fundamento a las tesis de quienes múltiples sociedades y comunidades que hoy coexisten
proponen la idea de la incomunicabilidad fundamental en la superficie del planeta. El interrogante que atravesó
entre las culturas. Evidentemente, esto no implica que el el nacimiento de la disciplina vuelve a plantearse hoy con
conocimiento de la alteridad de los otros sea patrimonio la misma intensidad: ¿Cómo comprender lo que uno no
de los especialistas en ciencias sociales. Sin interco- ha inventado, lo que nunca ha formado parte de la
nocimiento no existe vida cotidiana, para nadie. Por otra propia cultura, de la propia manera de pensar y vivir?
parte, junto a los conocimientos generados por las ¿Mediante qué métodos, con ayuda de qué conceptos, es
ciencias sociales están aquellos que son fruto de la ello posible? Mas es preciso comprender que lo que uno
exploración de la alteridad de los otros, llevada a cabo no ha inventado por sí mismo es tanto su propia
—ya se ha dicho— por los artistas, novelistas, poetas, sociedad como la de los demás. Lo que nunca ha
músicos, pintores. Hamlet, Edipo y una infinidad de formado parte de la propia cultura no es sólo el budismo
otros personajes imaginarios inventados por autores theravada para un musulmán o un cristiano, sino
menos ilustres que Shakespeare o Sófocles nos «dicen» también la manera de pensar de las comunidades «Black» •
cosas sobre los demás y nos enseñan algo sobre noso- de los suburbios de París para aquellos habitantes de la
tros mismos. Pero, por supuesto, nadie puede agregar capital que pertenecen a las clases medias.. .
nada al personaje de Hamlet ni criticar a Shakespeare
por la manera en que lo construyó, en tanto que sí fue 55
Véanse más adelante las referencias a los resultados de las in-
posible criticar ciertos elementos del análisis del kula vestigaciones emprendidas, sesenta años después de Malinowski, en
realizado por Malinowski, y luego rectificarlos y com- las islas situadas al este de Nueva Guinea, entre las cuales se
pletarlos a la luz de los resultados de nuevas investiga- practicaba y continúa practicándose el kula.

48 49
I I I

Romper el espejo del sí mismo y


gregará a sus otros yoes, a su yo social y a su yo íntimo,
construirse un nuevo yo
Su yo social es el que heredó desde el nacimiento, si es
hijo o hija de brahmán, o el que fue construyendo a lo
La famosa pregunta («¿Cómo comprender lo que
largo de su existencia. Su yo íntimo es el que fue mode-
nunca ha formado parte de la propia cultura, de la propia
lado, también desde el nacimiento, por sus encuentros
sociedad?») no se les plantea solamente a los antro-
felices o dolorosos con los otros, por todas las
pólogos occidentales. 56 Concierne a todos los etnólogos, interacciones con otros a lo largo de una vida siempre
sea cual fuere la sociedad en la que han nacido. Todos singular, que han dejado huellas. Es el yo de los deseos,
persiguen el mismo objetivo: producir conocimientos que de los sufrimientos, de los placeres, que modelan una
no sean la proyección, la reproducción (disimulada bajo sensibilidad, es decir, una manera de estar con los
un vocabulario de aspecto científico), de los prejuicios demás. Por supuesto, el yo social y el yo íntimo de cada
culturales y políticos de la sociedad y la época en que el uno se mezclan indisolublemente, y en esto nada
etnólogo, hombre o mujer, ha nacido y/o se ha formado. diferencia al antropólogo del resto de los mortales.
En suma, la pregunta se plantea siempre, cargada con el La diferencia radica en que a sus diversos yoes
mismo peso de responsabilidades éticas y políticas: ¿Qué (íntimo, social) debe agregar otro yo, ese yo cognitivo,
hay que hacer para aspirar a producir fragmentos de pues, que le permitirá realizar el trabajo de
conocimientos racionales, no ideológicos, de lo que conocimiento que se ha trazado como objetivo. Ese yo
conforma la alteridad de los otros? cognitivo es, ante todo, un yo intelectual, forma
Pues bien, la respuesta es conocida ya desde hace particular del yo social y cultural, que se adquiere por
mucho tiempo, aunque sea difícil ponerla en práctica. Del diferentes vías, entre las cuales se halla la universidad,
mismo modo en que el historiador se propone explorar y que inscribe al etnólogo en un momento
otras sociedades más o menos alejadas en el tiempo, el históricamente datado del desarrollo de su disciplina y
antropólogo debe esforzarse por quebrar el espejo del sí en un campo social compuesto por instituciones,
mismo o, por lo menos, reprimir todo lo posible la ten- publicaciones, remuneraciones, que son otras tantas
tación, que surge espontáneamente en cada etnólogo, de instancias de poder, de estatus social y a menudo de
descifrar a través de ese espejo los actos y las palabras de beneficio material. Ese yo cognitivo se edifica, antes
los integrantes de la sociedad en que ha venido a de ir a trabajar sobre el terreno, a partir de elementos
sumergirse para ejercer su oficio. ¿Qué es el sí mismo ideales (conceptos, teorías, lecturas, debates,
(Self)? Es la unidad de los diversos yoes que componen a controversias) que llevan la marca de su tiempo. En tal
un individuo y que cambian en el transcurso de su época se era decididamente estructuralista o marxista,
existencia. Ahora bien: lo que un individuo tendrá que en tal otra posestructuralista o posmodernista. Empero,
construir en él para convertirse en un antropólogo o una sean cuales fueren la época y la formación intelectual,
antropóloga es un nuevo yo, un yo cognitivo que se a- lo primero que aprende un etnólogo es que debe •
trabajar sobre sí mismo y descentrar su yo intelectual
56 Maurice Godelier, «L'Occident, miroir brisé: une évaluation
de los otros yoes que hacen de él lo que es.
partielle de l'anthropologie sociale assortie de quelques perspecti - El etnólogo debe descentrarse, asimismo, respecto de las
ves», Annales ESC, 1993, n° 5, septiembre-octubre, págs. 11831207, maneras de pensar al otro, a los otros, propias de su
y «Mirror, Mirror on the Wall. The Once and Future Role of sociedad, y mantenerse en estado de vigilancia crítica
Anthropology, a Tentative Assessment», en Robert Borofsky, Asses- contra su intrusión, siempre disponible, pues, para ob-
sing Cultural Anthropology, op. cit., págs. 97-112.
servar y comprender otras formas de pensar y actuar.
51
50
Fue esto lo que hizo Morgan durante la primera parte de su desafíos que aquellas entrañan y que tienen un sentido
vida, lo que le permitió descubrir que las relaciones de para quienes se comprometen en ellas.
parentesco entre los indios seneca surgían de una lógica Ahora bien: para descubrir todo eso no basta con que
propia, muy diferente del parentesco cognaticio de su un etnólogo sea aceptado por una pequeña cantidad de
propia sociedad, dado que entre aquellos la descendencia personas que van a convertirse en sus «informantes», ni
se transmitía por las mujeres, la residencia después del que mantenga con ellos, durante algunos meses, con-
matrimonio era uxorilocal, y no neo-local, y no había versaciones insustanciales alrededor del fuego. Tiene que
más que un solo término para designar al padre y a los llevar a cabo investigaciones sistemáticas, proseguidas
hermanos del padre, entre otras cosas. durante meses, sobre diversos aspectos de la vida social
de la población observada, sus actividades materiales, sus
rituales, sus formas de poder, sus fuentes de conflictos,
La observación «participativa»: investigaciones que le permitirán comprobar si los
fantasías y realidad individuos dicen lo que hacen y hacen lo que dicen. Tan
sólo las investigaciones sistemáticas, proseguidas o
Sin embargo, no basta con asimilar conceptos y mé- repetidas varias veces durante varios años, permiten
todos, y estar dispuesto a renunciar a ellos o a enmen- hacer comprobaciones que dejan ver y comprender
darlos, si no pueden dar cuenta del estado de las reali- aquello que nunca se habría podido ver ni comprender al
dades observadas. Precisamente, es necesario ponerlos a cabo de una sola y breve estadía y algunos «sondeos».58
prueba en el terreno en que se hará la investigación, Muy lejos, pues, de desechar el conocimiento de las
sumergirse durante algunos años en una sociedad para personas individuales o de subvalorar su interés, la
practicar allí la observación participativa. Pero, ¿para investigación etnológica parte siempre de la observación
observar qué? ¿Participar en qué y hasta dónde? de las interacciones entre individuos concretos y grupos
Debemos ser claros, pues sobre estos aspectos estra- particulares, para volver a ellas incesantemente con un
tégicos del oficio de etnólogo prevalece la oscuridad, y mejor conocimiento de la lógica de las acciones y, por lo
esto perjudicará más pesadamente aún al investigador tanto, de la naturaleza de las relaciones que tales
cuando emprenda la elaboración de un libro o la pro- individuos y grupos establecen entre sí.
ducción de un filme para comunicar lo que ha compren- ¿En qué sentido, empero, observar es «participar» en
dido acerca de las maneras de pensar y actuar de los in- la vida de los otros? Participar en la vida de los otros es
dividuos y grupos que ha observado. En efecto: para es- algo muy diferente de salir de caza junto con un grupo
cribir57 acerca de una sociedad y de una cultura es de inuits y durante esos días procurarse el alimento para
indispensable, ante todo, haber captado toda su com- uno mismo y para los demás. Tampoco basta con
plejidad, haber observado, por lo tanto, las interacciones aprender la lengua y de ese modo comprender los cantos
que se producen en situaciones concretas entre los rituales. Para aspirar a ello sería necesario que el
individuos y grupos que la componen. Es necesario ha- etnólogo actuara «corno los otros», que tomara esposa o
ber aprendido de esos individuos y de esos grupos las esposo en la sociedad, que tuviera hijos, que los criara.
representaciones que se hacen de la naturaleza, de sus Cabe preguntar: ¿Es indispensable que un(a) etnólogo(a)
interrelaciones, del lugar que cada uno ocupa y de los se case con un(a) integrante de la sociedad donde

5 7 James Clifford y George E. Marcus (ed.), Writing Culture. The


Roger Sanjek (ed.), Field Notes: the Makings of Anthropology, Nueva
58
Poetics and Politics of Ethnography, op. cit. York, Ithaca: Cornell University Press, 1996.

52 53
está viviendo para poder comprender los principios qu e ólogo cuando se halla en el «campo». Se trata de
allí se aplican, los objetivos que se persiguen, las estra- gar difícil de construir y al cual dar permanencia,
tegias que inventa la gente cuando se casa? La respuesta gar que lo coloca, a la vez, afuera y adentro de su a
es «No». sociedad, pero también adentro y afuera de la dad
Luego de cierto tiempo y mucha reflexión, el etnólo- donde está desempeñando su oficio. Ese lugar ues,
go logra comprender hasta cierto punto (es decir, com- concreto y abstracto al mismo tiempo: concrerque
partir «idealmente») los modos de pensar y actuar de su «campo» está situado en alguna parte, en itro de
aquellos entre los cuales ha ido a vivir. Empero, hay una una sociedad geográficamente determi
diferencia fundamental entre uno y otros desde el punto (en tal región de Nueva Guinea, por ejemplo), en
de vista del uso del conocimiento que aquel adquiere poca determinada (que comienza, por ejemplo, an-
sobre sus principios de pensamiento y acción: tanto a sus e la independencia de ese país y prosigue durante s
informantes como a los demás integrantes de la sociedad años); y abstracto, porque su vida en ese lugar no
observada, el conocimiento de los mitos, los ritos, las rece a la vida de quienes lo habitaban antes de su
reglas que organizan la descendencia y las alianzas, y da y continuarán haciéndolo después de sus suce
también las costumbres de los animales que cazan, les partidas de regreso a su país, ni tampoco a la que
sirve directamente para desarrollar día a día sus en su propia sociedad de origen entre las distintas
concretas condiciones de existencia y, de ese modo, .las en el terreno. Doble distancia y delicado equio
producir y reproducir en alguna medida su sociedad. Por entre dos sociedades, entre dos culturas, que ha-del
el contrario, al etnólogo, esos conocimientos, conse- trabajo del antropólogo una experiencia origi-
guidos con dificultad y siempre incompletos, acerca de ;ingular, acerca de las relaciones que un hombre o
una verdad probable antes que cierta, no le sirven en mujer puede tener con los otros y consigo mismo.
ningún caso para desarrollar las condiciones concretas
de su existencia en medio de la sociedad en que está in-
merso. Le sirven para comprender a los otros, pero no
para actuar como ellos, con ellos. Y también, al mismo La necesidad de comprender para
tiempo, para reproducirse en cuanto antropólogo en su parar y de comparar para
propia sociedad. comprender
Se advierte, entonces, por qué el modo de conciencia Sin embargo, el etnólogo debe realizar todavía otra a,
que un etnólogo tiene de «los otros», de aquellos entre que lo pone a mayor distancia aún de los intereses de
los cuales ha estado viviendo durante cierto tiempo, la sociedad que ha aprendido a conocer y de
nunca podrá coincidir con los modos de conciencia y extranjeros que residen en la sociedad a la que él no
conocimiento que los otros tienen de sí mismos. Esto no pertenece. Se trata de la tarea de comparar la
implica que los conocimientos que ha conseguido a su organización de aquella, o uno de los aspectos de su
respecto sean pura y simplemente «falsos», o que deban funcionamiento - su sistema de parentesco, por
ser considerados meras «ficciones» construidas con la ejemplo—, con lo que ocurre en otras sociedades,
complicidad de sus informantes, 59 sino que nos esclare- vecinas o ningún lazo geográfico ni histórico con ella,
cen, ante todo, sobre la naturaleza del lugar que ocupa sino tan del mismo tipo de sistema. Este procedimien
dotadas
to intelectual, esencial —puesto que la compara-de las
69 George E. Marcus y Michael Fischer, Ethnography Throu Thick gh sociedades en el espacio (antropología, socio-a) y en el
and Thin, Princeton, 1996, pág. 110.
tiempo (arqueología, historia) se halla en

54 55
el propio basamento de las ciencias sociales—, ¿tiene i guna de ellas las relaciones de parentesco entre los
n n
una utilidad concreta e incluso un sentido para los inte- individuos y los grupos constituían una base suficiente
grantes de la sociedad que el etnólogo ha estudiado? para configurarlas como sociedades. Ese descubrimiento

¿Para qué —se debe preguntar— les serviría concreta- hizo estallar en pedazos una «evidencia», incluso un
mente a los baruya de Nueva Guinea saber que la ter.. axioma de la antropología: el hecho de que existieran
minología de parentesco que utilizan tiene la misma es- «Kin-based societies»,6° pero al mismo tiempo permitió
tructura que la de los (antiguos) iroqueses, aunque entre abrir una vía hacia otras investigaciones, orientadas esta
estos la descendencia de los hijos es transmitida por las vez a lo que en Occidente se define como relaciones
mujeres, mientras que entre los baruya se transmite por «político-religiosas».
los hombres? La respuesta es clara: esto podría La comparación entre las diferentes maneras en que
eventualmente interesarles, pero no les serviría para los grupos humanos han organizado la vida en común a
nada. Esa clase de conocimiento no sería motivo, de lo largo de la historia es, pues, no sólo necesaria sino
ninguna manera, para llevarlos a modificar sus modos de posible, y ya se ha visto por qué. Es posible porque la al-
pensar y producir sus condiciones concretas de exis- teridad de los otros nunca es absoluta, sino relativa;
tencia. Empero, si la comparación resulta inútil o carente porque todo aquello que los hombres han inventado
de sentido no es porque el cotejo entre sociedades y los para darle sentido a su existencia social puede ser com-
descubrimientos consiguientes carezcan para los baruya prendido por otros hombres, aunque no estén dispues-
de toda utilidad inmediata. tos a retomar para sí esas maneras de pensar y actuar;
Ello tiene sentido y es útil en un plano distinto que porque, finalmente, todas las construcciones culturales
el de la existencia cotidiana de los individuos y grupos del mundo, de los otros y de uno mismo, constituyen
humanos, los cuales no pueden dejar de producir, día sendas respuestas particulares, diferentes, incluso di-
tras día, sus condiciones concretas de existencia. Ese vergentes, a interrogantes existenciales que todas las
plano es el del desarrollo de las ciencias, el de la sociedades se plantean o se han planteado y que, por su
parte, resultan semejantes y convergentes.
producción de conocimientos que pueden ser utilizados
En efecto: en todas las sociedades, en todas las épo-
directamente o no, inmediatamente o no, para analizar
cas, los hombres se han interrogado acerca de lo que
y acaso ayudar a resolver los problemas concretos que
significa para un ser humano nacer, vivir y morir, acerca
se plantean los integrantes de una sociedad. Ese plano
de las formas de poder que son legítimas y las que no lo
no es, pues, el de las actividades económicas, políticas o
son. Por otra parte, estos interrogantes existenciales se
religiosas, sino el de la investigación; más
cruzan en múltiples puntos.
particularmente, el de la investigación básica, la que se
desarrolla lejos de las presiones de la utilidad inmediata. Reconocer el carácter universal de estos interrogantes
Se comprueba, así, que la comparación entre las existenciales no implica, en absoluto, que todas las
sociedades es el aspecto de la investigación que más
acerca las ciencias sociales a las demás. so Véase, en especial, George Peter Murdock, quien publicó en
1949 (el mismo año en que Claude Lévi-Strauss daba a conocer Las
Ahora bien: sin investigación comparativa no hay estructuras elementales del parentesco), con el título de Social Structure
deconstrucción crítica ni reconstrucción rigurosa de la (Nueva York: MacMillan) un libro dedicado al análisis de las
antropología ni de las ciencias sociales. Fue precisa- diferentes formas de familia y de sistemas de parentesco, en el cual la
mente esta tarea la que emprendí al comparar una «familia nuclear» era considerada la unidad básica de todo g rupo de
veintena de sociedades de Oceanía, África, Asia y las parentesco. En esta perspectiva, las estructuras de parentesco
aparecen como las estructuras sociales fundamentales.
Américas, para concluir, para mi gran sorpresa, que en

56 57
sociedades se los planteen de la misma forma ni que analizar y comprender la naturaleza y el funcionamiento
respondan a ellos de la misma manera. Da testimonio de las formas de vida social que la humanidad, en el
de lo contrario la multiplicidad y diversidad de mitolo- transcurso de su historia, ha concebido para reprodu-
gías, religiones, filosofías, así como las formas de pen- cirse, así como las maneras de pensar, actuar y sentir que
samiento y las reglas de conducta y acción que ellas in- esas formas de vida social implican o implicaban. Es un
ducen. trabajo difícil, que le demanda a quien se entrega a él
De hecho, lo que tienen en común todas esas pregun- descentrarse voluntariamente, abstraerse de los
tas y respuestas no reside en lo que dicen —por más que presupuestos sociales y culturales de que cada uno está
buen número de ellas expresen cosas muy parecidas—, impregnado por su nacimiento en tal o cual sociedad y
sino en aquello a lo que apuntan. Pues bien, apuntan a por la vida que ha llevado en ella. Suspender el propio
dar sentido a realidades a las que se enfrentan los juicio resulta, por cierto, necesario, pero es insuficiente
humanos de todas las épocas (y que viven en toda clase para llegar a comprender las razones, la lógica, de los
de sociedades): el hecho, justamente, de nacer, de morir, modos de pensar y actuar de otros grupos humanos.
de tener que afrontar las fuerzas de la naturaleza, de Además, es preciso —como hemos dicho— llevar a
padecer o ejercer diversas formas de poder y violencia cabo investigaciones sistemáticas, que permitan observar
por y sobre los demás. Darles sentido, sí, pero para cómo actúan los individuos, según el sexo, la edad, el
extraer las consecuencias, para organizar las maneras de estatus, en los diversos contextos en que se desenvuelve
vivir juntos y con el mundo que los rodea. Son esas su existencia. Sólo de esa manera se podrá descubrir si
realidades insoslayables las que constituyen, en cada hacen lo que dicen y si dicen lo que hacen, y, sobre todo,
época de la historia de la humanidad, el punto focal de si, enfrentados a un mismo contexto, todos hacen y/o
todas las preguntas y respuestas que los humanos han dicen las mismas cosas. Los resultados obtenidos a
elaborado y elaboran al respecto. He ahí el punto común través de estas investigaciones, de semejante esfuerzo
de todas las formas culturales de interrogaciones orientado a comprender, sometiéndose uno mismo a un
existenciales, más allá de sus diferencias. distanciamiento crítico de sus propios presupuestos
Si ser «relativista» en ciencias sociales significa re- culturales, no han de ser puras proyecciones de los pre-
conocer que las preguntas planteadas y las respuestas juicios del observador; y, de todos modos, en tanto sean
dadas por diferentes sociedades en diferentes épocas ofrecidas a la crítica, esas conclusiones siempre podrán
son todas específicas y cobran sentido en universos ser enmendadas por la crítica en cuestión.
culturales distintos, entonces, no se ve bien cómo los Ultima observación con respecto a estos interrogantes
antropólogos y demás profesionales de las ciencias existenciales: las preguntas y respuestas a que ellos dan
sociales podrían escapar al relativismo. Empero, si se lugar no son preguntas planteadas ni respuestas dadas
quiere llevar más lejos el relativismo y afirmar que por la sociedad, por las sociedades, sino que son
todos esos universos sociales y mentales son siempre los individuos particulares quienes plantean esas
radicalmente ajenos entre sí y que, al no tener nada en preguntas y les dan respuesta. Una sociedad —diga lo
común, resultan incomparables e inaccesibles para que diga Durkheim— no es un sujeto, un superin-
quienes no sean los que los produjeron y viven en dividuo dotado de pensamiento. En cada época y en to-
ellos, entonces, se pasa a negar o destruir la posibilidad do lugar, han sido individuos determinados los que han
misma de que existan las ciencias sociales. f
ormulado las preguntas y brindado las respuestas
Entendemos por «ciencias sociales» diversos modos a
brevando en la cultura compartida con los otros inte-
de trabajo del pensamiento reflexivo cuyo objetivo es grantes de su sociedad, y que reproducen o modifican

58 59
y

según su propio genio. Si bien los individuos que han ros, trabajos de colegas, etc.). Tiene que abocarse, pues,
elaborado las formidables mitologías descubiertas en a describir hechos, acontecimientos e instituciones, re-
África, Asia, Oceanía y América permanecerán siempre ferir testimonios y opiniones, y analizarlos ofreciendo
desconocidos para nosotros, no ocurre lo mismo con claramente las razones que lo autorizan, a su juicio, a
Buda, Cristo o Mahoma, quienes rompieron, respectiva- interpretar los hechos que describe de la manera en que
mente, con el hinduismo, con la tradición judía y con la lo hace. Debe citar obligatoriamente sus fuentes, hacer
religión beduina preislámica, pero todos ellos abrevando hablar a quienes han hablado con él, precisar el
abundantemente en las tradiciones religiosas con las que contexto de los acontecimientos informados y la identi-
rompían. dad de los protagonistas, etcétera.
Ahora bien: para que las preguntas y las respuestas Los problemas que surgen entonces no se vinculan
que esos individuos habían elaborado se impusieran, si sólo con la escritura, sino con el eventual cuestiona-
no a todos, por lo menos a una minoría de los integran- miento de la elección de los procedimientos retóricos
tes de su sociedad y sobrevivieran más allá de sus res- utilizados para captar el interés del público y convencer
pectivos decesos, ampliando aún más su influencia, con- a este del «valor de verdad» de las interpretaciones pro-
gregando cada vez a mayor cantidad de creyentes y fie- puestas. El asunto es, al mismo tiempo, epistemológico
les, fue necesaria la conjunción de condiciones muy par- y deontológico: epistemológico, porque es indispensable
ticulares, no limitadas al poder de su genio ni a la evi- producir pruebas, empíricas y teóricas, de la interpre-
dencia de verdad de sus interpretaciones del mundo. tación propuesta acerca de las maneras de pensar y ac-
Las condiciones para el éxito y, por lo tanto, la difusión tuar de seres humanos que viven en otra sociedad o en
de una mitología, una religión e incluso una filosofía — otro «medio» diferente al del etnólogo; deontológico, pues
el taoísmo, por ejemplo— no radican solamente en su al producir un texto (o un filme) cuyos materiales han
valor de verdad —como es el caso de un teorema mate- sido recogidos con la activa cooperación de hombres y
mático o una demostración en física—, sino en la capa- mujeres pertenecientes a la sociedad en cuestión, el
cidad de esos universos ideales para dar sentido a la vida etnólogo no sólo tiene que imponerse debatir con sus
cotidiana de los individuos, un sentido en el cual tienen colaboradores acerca de la manera en que los ha
fe y cuya verdad va a ser testimoniada a partir de comprendido, sino que debe ser consciente también de
entonces, día tras día, por el hecho de que viven de las consecuencias que la publicación de sus investi-
acuerdo con esa fe. Sin embargo, analizar la fuerza y las gaciones podría tener. Y ello, tanto en el seno de la so-
consecuencias sociales, colectivas e individuales de las ciedad que lo ha acogido como en el de su propia socie-
creencias implica abordar un terreno complejo, al que dad, donde esa publicación va a difundir la imagen que
dedicaremos varios de los capítulos que siguen. se ha hecho y los conocimientos que ha adquirido del
funcionamiento visible, pero también del menos visible,
incluso del oculto, de otra sociedad, como, por ejemplo,
los secretos en torno a los ritos de iniciación revelados
Las responsabilidades del antropólogo progresivamente a aquellos o aquellas que atraviesan sus
correspondientes etapas.61
Llega por fin el momento en que el antropólogo debe
elaborar, para su publicación, los datos que ha acumu- 61
Clifford Geertz, Works and Lives: The Anthropologist as Author,
lado en el trabajo de campo o a través de otras fuentes Stanford University Press, 1988 [El antropólogo como autor,
(acceso a archivos públicos o privados, relatos de viaje- Barcelona: Paidós, 2004].

60 61
En suma, el yo cognitivo del etnólogo no es solamen- que el mundo que describieron nunca tuvo existencia
te un yo intelectual —el cual no es, por otra parte, sino un Sino a través de ellos. La propia idea de «completar» a
caso particular del yo social—. Es, al mismo tiempo, y Shakespeare es absurda y sólo produciría malos pas-
necesariamente, un yo ético y un yo político. Ético, porque tiches. Ahora bien: no es este el caso del kula, que años
está obligado a respetar una deontología; político, después de la muerte de Malinowski pudo ser obser-
porque un etnólogo debe ser consciente del contexto vado de nuevo y analizado por Fred Damon, Nancy
histórico en el que ejerce su oficio, consciente no sola- Munn, Annette Weiner y Jerry Leach.62 Y lo notable es
mente de los intereses y los desafíos, de las relaciones de que sus investigaciones no invalidaron las descripciones
fuerza, las contradicciones y otras fuentes de conflicto de Malinowski. Por el contrario, las confirmaron
que atraviesan tanto a la sociedad que ha estudiado ampliamente y las enriquecieron denotando la impor-
como a la suya propia, sino también de las relaciones tancia de dos nociones vinculadas con la vida cotidiana
entre estas dos sociedades, sobre todo si aquella a la que de los trobriandeses que Malinowski había mencionado
él pertenece forma parte del mundo occidental y es una sin prestarles suficiente atención: las nociones de kitum
antigua potencia colonial, mientras que la otra es una (objeto de valor) y de keda (ruta) del kula. Asimismo, el
antigua colonia. Un(a) antropólogo(a) que ignorara la papel de las mujeres en los ritos funerarios y en la con-
historia y no se esforzara por conocerla no podría tinuidad de los dala, los clanes matrilineales, había sido
asumir plenamente su oficio ni sus responsabilidades poco analizado por Malinowski. Además, ahora se sabe
éticas y políticas. que en las otras islas en que se practica el kula pueden
Volvamos al problema de la escritura. Es por demás participar en él todos los linajes, y no solamente los
deseable que un etnólogo, cuando escribe sobre los linajes de los jefes, como en Kiriwina. Incluso las
otros, despliegue cualidades de escritura que agreguen mujeres pueden ingresar al kula por medio de sus her-
claridad al rigor de sus análisis y contribuyan a crear manos (en Muyuw). Por otra parte, las investigaciones
una relación de empatía entre sus lectores y los hom- arqueológicas aportaron la prueba de que los intercam-
bres y las mujeres cuyas formas de pensar y actuar des- bios entre islas, del tipo del kula, eran comunes ya un
cribe. Empero, sean cuales fueren sus cualidades lite- milenio antes de la llegada de los primeros europeos a
rarias, un texto etnográfico nunca será un texto «litera- los mares del sur. Hoy en día, el kula continúa siendo
rio», es decir, susceptible de tantas interpretaciones practicado intensivamente, y —paradoja de la histo-
cuantos lectores (o espectadores) tenga. We, the Tiko- ria—, de acuerdo con lo informado por Fred Damon,
pia, de Raymond Firth, o Los argonautas del Pacífico el hombre que tiene más éxito en esas competencias de
occidental, de Bronislaw Malinowski, no son novelas ni
podrían ser tratados como obras literarias, sencilla- 62 Bronislaw Malinowski, Argonauts of the Western Pacific, Lon-

mente por dos razones. dres: Routledge, 1922 [Los argonautas del Pacífico occidental: un
estudio sobre el comercio y aventura entre los indígenas de los archiPlélagos
La primera de ellas radica en que, a diferencia de los de la Nueva Guinea melanésica, Barcelona: Península, 1995]; Jerry
personajes de Sófocles o Shakespeare, el kula existía Leach y Edmund Leach (eds.), The Kula, New Perspectives on
mucho antes de la llegada de Malinowski a Kiriwina, Massirn Exchange, Londres: Cambridge University Press, 1983;
continuó existiendo después de su muerte y siguió evo- Nancy D. Munn, The Fame of Gawa, Londres: Cambridge Uni-
lucionando hasta nuestros días. La segunda razón es- Versity Press, 1986; Annette Weiner, Women of Value. Men of Re-
triba en que nadie podría completar o corregir la obra de nown. New Perspectives in Trobriand Exchange, Austin: University Press,
un Sófocles o un Shakespeare después de la muerte de of Texas Press, 1976, e Inalienable Possessions: The Paradox of KeepLng-
estos, muy simplemente —como ya lo he dicho— por- while-Giving, Berkeley: University of California Press, 1992.

62 63
dones y contradones de brazaletes por collares es ac- viéramos que emitir un juicio sobre el pasado de las
tualmente Billy, un «blanco».63 prácticas de campo de los antropólogos, haríamos nues-
El ejemplo del kula muestra y demuestra, en contra de tro el de Firth: ni ceguera, ni demagogia.64
los escépticos o de los detractores de las ciencias Transcurría 2001. Raymond Firth tenía entonces
sociales, que la antropología es una disciplina científica cien años y pocos meses después moriría. Acababa de
que tiene, por lo menos, dos características. Por una recibir la «Nayacalou Medal», que se otorga en Fidji a
parte, las realidades observadas por los etnólogos no quienes han contribuido en mayor medida «al conoci-
son ficciones inventadas por ellos con la complicidad de miento de la vida de los habitantes de las islas del Pací-
sus informantes. Esas realidades existían antes de ellos y fico». Ahora bien: todos sabían que Firth nunca se ha-
continúan existiendo después de ellos y sin ellos, bía sentido demasiado atraído por las «grandes teo-
como, por ejemplo, el chamanismo de las poblaciones si- rías», como el estructuralismo y el marxismo, y que
berianas, hoy en pleno renacimiento bajo nuevas formas. nunca había ignorado el contexto colonial en el que se
Por otra parte, la antropología, como cualquier habían desarrollado sus investigaciones, tanto en Tiko-
disciplina que somete voluntariamente sus conceptos, pia como en Malasia. 65
sus métodos y sus interpretaciones a un trabajo de de-
construcción crítica, produce conocimientos que se acu-
mulan y enriquecen por las dos vías clásicas de las cien-
cias: el descubrimiento de hechos nuevos y la invención La antropología ya no está indisolublemente
de nuevos paradigmas. ligada a Occidente, su tierra natal
Por eso, resulta totalmente falso y demagógico, como
ya lo he sugerido, reducir la historia de la etnología a no Como se habrá comprendido, la antropología no está
más que una sucesión de representaciones fantasmáti- agonizando ni a punto de desaparecer, pero los antropó-
cas y menospreciadoras de otras inventadas por inte- logos, por su parte, se interrogan, y esto es muy bueno:66
lectuales occidentales con el fin de legitimar la domina- es el signo de que la antropología está en vías de
ción ejercida por su sociedad sobre el resto del mundo.
Pretenderlo es, además, particularmente insultante para
todos aquellos que, pertenecientes a sociedades no 64 Raymond Firth, «The Creative Contribution of Indigenous
People to their Ethnography», The Journal of the Polynesian Society,
occidentales, han cooperado con los etnólogos en la com- 2001, vol. 110, n° 3, págs. 241-5.
prensión de sus propias maneras de representarse el G5 Raymond Firth, «The Sceptical Anthropologist? Social Anthro -

mundo y actuar sobre él. Esos hombres y mujeres no pology and Marxist Views on Society», Inaugural Radcliffe-Brown
podían, evidentemente, ser todos ingenuos o cínicos que Lecture in Social Anthropology, Proceedings of the British Academy,
manipulaban al etnólogo diciéndole lo que él quería es- 1974, vol. LVIII, págs. 177-214.
66 Es lo que surge con claridad de la lectura de los análisis de la
cuchar, mientras se hacían pagar por sus mentiras. So- antropología propuestos, entre otros, por Sherry B. Ortner,
bre el terreno, por lo general, las cosas no ocurren así, y «Theory in Anthropology since the Sixties», Comparative Studies in
aun cuando tal sea el caso, es posible suponer que no to- Society and History, 1984, vol. 26, n° 1, págs. 126-86; Bruce
dos los etnólogos son incapaces de darse cuenta. Si tu- Knauft, «Pushing Anthropology Past the Posts», art. cit.;
Genealogies for the Present in Cultural Anthropology, Nueva York:
Routledge, 1996, y «Theoretical Currents in Late Modern Cultural
63 Frederik Damon, «Representation and Experience in Kula and Anthropology», Cultural Dynamics, 1997, vol. 9, n° 3, págs. 277-
Western Exchange Spheres (or Billy)», Research in Economic Anthropology, 300; Henrietta L. Moore (ed.), Anthopological Theory Today,
1993, n° 14, págs. 235-54. Cambridge, G.B.: Polity P ress, 1999.

64 65
recomponerse bajo la presión del nuevo contexto mun- bajas continúen siendo registrados como backward classes,
dial en que se debe ejercer. y que ellos mismos reclamen ser clasificados de ese
En efecto: la antropología ya no está indisoluble- modo, pues esto les permite obtener un cupo en la
mente ligada a Occidente, su tierra natal, y un etnólogo administración india y en las universidades?
ya no está obligado a proceder de modo tal que, al estu- La antropología constituye un fragmento y un aspecto
diar y comprender otras formas de pensamiento y ac- del desarrollo de un conocimiento racional de los otros y
ción, tenga que colocar a su sociedad, y con ella a Occi- de uno mismo, ejercido libremente por individuos que
dente, como la medida y el espejo de los progresos de la no aceptan, o que ya no aceptan, que su pensamiento y
humanidad.67 Esta misma obligación de suspender su su trabajo estén sometidos de antemano a lo que les
juicio, de des-centrarse voluntariamente en relación con permitan ver y decir poderes temporales o divinos.
las representaciones de los otros y de sí mismo, así Comprender las creencias de los otros sin estar obligado
como de los valores exaltados por su propia sociedad, a compartirlas, respetarlas sin prohibirse criticarlas, y
se impone a los millares de etnólogos que trabajan hoy reconocer que en los otros y gracias a ellos se puede
tanto en la India, Japón, Corea (del Sur) y Taiwán como conocer mejor uno mismo: tal es el núcleo científico —
en África del Sur, Indonesia, Sri Lanka, Brasil, México y también ético y político— de la antropología de ayer y de
Perú. Su número, que crece constantemente, es testi- mañana.
monio de los desafíos que enfrenta la antropología y, a Por mi parte, al someterme a él creo haber contribui-
la vez, promesa de un futuro para esta disciplina. Como do a dar forma a algunas de las reglas que organizan la
hemos visto, mediante semejante trabajo de descentra- vida en sociedad. Los capítulos que siguen postularán la
miento sobre sí, la antropología se había convertido, sustancia de estas reglas.
con Morgan, Boas y otros, en una disciplina científica
que rompía con la etnografía improvisada por misione-
ros, militares, comerciantes y exploradores «interesados»
en conocer los usos y costumbres de las poblaciones en
que se desenvolvían.
Sí, ese descentramiento se impone a todos y en todas
las épocas. ¿Cómo comprender, si uno no se somete a él,
que en China las minorías denominadas «nacionales», es
decir, las no pertenecientes a los Han (término tradi-
cionalmente empleado para designar a las poblaciones
chinas), gocen de ciertos privilegios, como el derecho a
engendrar hasta tres hijos y ser ayudados en su de-
sarrollo económico porque, precisamente, aún no han
«alcanzado» el nivel de «civilización» de los Han y, por lo
tanto, es preciso ayudarlos a que lo obtengan? ¿O que en
la India los integrantes de las tribus y de las castas

67 Maurice Godelier, «L'anthropologie sociale est-elle indissolu-

blement liée á 1'Occident, sa terre natale?», Revue Internationale des


Sciences Sociales, 1995, n° 143, págs. 166-83.

66 67

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