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DANIEL BOUGNOUX*

Light, hacia una cultura aligerada**

HAM: Thrift. Thrift. Horatio!


Hamlet, acte I, scene 2
POL.: Therefore, since brievety is the soul of wit.
Hamlet, acte II, scene 2
POL.: Lights, lights, lights!
Hamlet, acte III, scene 2

Partamos de mayo del 68, modelo de la “revolución light”—sin muertos, poca sangre
—, referente cómodo para el tratamiento de nuestro problema. Al degradar la historia
hasta el simulacro y la pose, la primaveral gesticulación de mayo fue una invitación a
la vida ligera o a la caída de los graves, en todos los dominios 1. En algunas semanas,
nuestra cultura dio un gran salto en la semioesfera, la que substituye el encuentro de
las cosas por la manipulación de los signos, entró en el país fértil donde less is more.
En ese país que se llamará Softland, está bien trabajar o divertirse; el mapa, la
maqueta, la compresión numérica o la reducción informática son capacidades
codiciadas, lo mismo que importantes envites industriales y comerciales, al igual que
Softland, en todas las vallas publicitarias del consumo ordinario, un cuerpo delgado
nos recuerda que riqueza ya no rima con obesa.
En 1995, un primer ministro de cuerpo esbelto, pero de espíritu pesadamente
seco, denunció la “mala grasa” del Estado, y esa política dietética se convirtió por
algunos días en el menú de las gacetillas. Para comprender cómo se extiende esa
metáfora a varios de nuestros regímenes, basta con enumerar algunos.
1. Tomemos “la comunicación”: es una trivialidad básica de los estudios
dedicados a ese vasto dominio que toda semiotización significa aligeramiento, es
inconcebible que el todo de la cosa pase en su signo. Una ley de buena comunicación
pretende que la abreviación, lo ligero o lo esbelto corre más rápido y se reproduce (se
memoriza, se anuncia, se imprime) más fácilmente, y esa ley reina en los dos niveles,
en el del medio y en el del mensaje. Fortuna universal de la frase corta preferida a los
largos discursos; el retroceso de los “grandes relatos”, en los que Jean-François
Lyotard vio con perspicacia la marca de los tiempos posmodernos, significa por todas
partes, pero ante todo en filosofía, el hastío de las largas cadenas de razones que ya
no logran retener la atención: preferimos el aforismo, eventualmente nietzscheano, en
lugar de la pretensión de los sistemas. Edgar Morin, estimula el espíritu del tiempo con
sus artículos en forma de esquelas, mientras que los volúmenes de El Método,
espantan. Si no existen medios de comunicación sin coacciones de formatos, el actual
formateo mediático tiende a alinear el enfrentamiento de las ideas en el nivel de la
batalla del confeti. El régimen óptimo del espíritu es el cortocircuito de Witz, de la
**
Tomado de Les Cahiers de médiologie, n. 9, “Less is more”, Strategies du Moins…p.75-81, versión Internet.
1
Jean-Pierre Arthur Bernard, La Chutes des graves, París, Minuit, 1991.
palabra (de pensamiento) que según Freud condensa y desplaza, y que circula en el
cuerpo social con la agilidad del mercurio. La mediología, que explica lo que hace que
un mensaje circule, puede más que interesarse en esa doble coacción de la ligereza,
por los contenidos y por los vehículos de la comunicación ordinaria: la célebre fórmula
hugoliana “Esto matará aquello” avanza una primera explicación de esa ley por la cual,
en el orden de los soportes, lo ligero expulsa a lo pesado; Hugo la establece mediante
la confrontación entre el libro de papel y la catedral 2, pero el mismo razonamiento
valdría para la moneda, la fotografía, el cine o el disco…
2. El mundo de la información permite penetrar más adelante y comprender
mejor ese imperativo trascendental de la sustracción. La congestión física de nuestras
bibliotecas y congestión psíquica de nuestros cerebros, no es lo único que se
cuestiona. Se trata aquí de captar cómo el valor mismo del gesto de informar, o el
concepto de información, consiste en una activa sustracción, en otros términos, cómo
la información es una magnitud negativa. Informarse es seleccionar, podar, cribar, al
modo del escultor que en lugar de añadir retira material para revelar la bella forma de
la estatua, y procede así per via di levare como dice Vasari (quien lo distingue del
pintor que deposita, per via de porre), esculpimos nuestras informaciones en el
informe ruido cotidiano. La relación del mapa con el territorio ilumina plenamente este
punto: como interroga aquí mismo François Dagognet, ¿por qué, desde cierto punto
de vista, el mapa, que contiene infinitamente menos datos, puede valer más que el
territorio? Porque la selección, sin la cual no hay información, sólo retuvo de lo real
algunos rasgos pertinentes. Una representación cartográfica no tiene como primer
valor una verdad de adecuación, pues en ese caso el mapa a escala natural,
imaginado por Borges sería la más perfecta de todas 3. En general, la primera virtud de
un mapa es ser pertinente y lacónico. Y esa puede extenderse sin perjuicio al dominio
entero de nuestras informaciones. Por ejemplo, en nuestros paseos micológicos ¿es
preferible un libro donde los hongos están fotografiados o uno donde estén dibujados?
A la fotografía, selectiva de manera insuficiente, se puede preferir el dibujo que
esculpe mejor los rasgos pertinentes.
Nuestros medios de comunicación sustraen, y nos sustraen del mundo,
encerrándonos en nuestros espacios domésticos. Los medios de comunicación
modernos actúan como filtros y como esfínteres, son tamices, cortan y fragmentan la
actualidad mientras la construyen. Recibimos sus mensajes al amparo de nuestras
pantallas y de nuestras hojas de papel que infiltran en nuestros hogares el ruido y el
furor del mundo en pequeños toques, en dosis homeopáticas. La luz de la actualidad
no ilumina continuamente y nuestras informaciones no se acumulan verdaderamente,
intermiten. Nos forman una conciencia del zapping y nos sirven el mundo
desmenuzado. Toda información, además, pende de la buena voluntad de un receptor,
o sea muy sostenible, las nuevas tecnologías (como Internet) me proponen el mundo
o los otros en opción, lo real o la sociedad si yo quiero. Parece que ese régimen
general contamina hoy la cultura y los grandes relatos, ya no quiere adherir, marchar,
pegar…, sino más bien consumir a la carta, cada uno en su mundo propio y según sus
propios gustos.

2
Victor Hugo, Nuestra señora de París, Libro quinto, capítulo II, compilado en nuestra antología de las Sciences de
l’information et de la communication, “Textes essentiels”, Larousse, 1993, p. 542 ss.
3
Jorge Luís Borges, “Del rigor en la ciencia”

2
3. ¿Hay que vituperar por tanto el progreso de lo virtual y de un mundo
ampliamente espectral, o representado por sus signos? La intensa semiotización que
caracteriza al mundo moderno y a las economías “desarrolladas” comenzó desde las
primeras sustituciones que han diferido la presencia substancial de las cosas en sus
signos, desde el advenimiento de un espacio simbólico manipulable o combinable lejos
de lo real, desde la cultura de un programa blando al margen de un mundo material
por definición más duro. “Lo virtual” emerge con la invención de los signos del juego,
del teatro, de la escritura o del cálculo; basta leer en el Fedro de Platón, la
controversia entre Theuth y Thamus, para comprender que las polémicas que rodean
nuestras “nuevas tecnologías” han acompañado, con argumentos cercanos, los
primeros desarrollos de la escritura o de la pintura.
4. Lo que avanza con los desarrollos de la tecnología se puede entonces
interpretar como el progreso del análisis en todo dominio, sea el trabajo siempre por
retomar de la separación y del aligeramiento. Analizar en griego, era disolver o
disociar, y es así como lo entiende Freud al inventar el psicoanálisis, también
bautizado “psicología de las profundidades”, pero de una profundidad que se deja
desprender y desplegar en la superficie de las representaciones. Esa ascensión
semiótica se llama todavía catarsis. Freud buscó su incentivo en la verbalización, pero
el término designaba antes de él, y particularmente en torno a las representaciones
del teatro, la semiotización de un cuerpo o de un afecto demasiado pesado. Hay
diversas especies de esbozos semióticos, que ofrecen otras tantas escalas de
representación (indicial, icónica, simbólica…), como otros tantos grados en el
aligeramiento o el corte. Toda catarsis envuelve una semiotización; todo progreso de
la semioesfera, al hacer retroceder lo real, proporciona un aligeramiento, un consuelo
o una simple comodidad.
5. Habituados y adictos a la semioesfera, comúnmente gozamos del “segundo
grado” preferido al primero, y hoy festejamos los libros, los filmes o los relatos que
vacían la escena o la historia de toda gravedad; el amor por el cliché o por la
afectación se identifica fácilmente con el colmo de lo chic. Nos sacudimos en la
alusión, en la cita, abandonamos la indignación a los campechanos o a los militantes.
¿Virtud denunciante de esta ironía o dimisión crítica y cinismo de jugar en los dos
tableros?
6. En arte, nuestra caja negra, los progresos del análisis toman particularmente
la vía de una ascensión hacia la representación mínima (Mondrian, Giacometti o Klein).
Siempre es posible extenuar una figura o dislocar una representación, pues el
pensamiento no deja de proyectar su continuidad y de llenar con su propio mundo los
vacíos de la escena. Cuanto más inacabado, formal o lagunar, más reputado de activo
será el pensamiento, desde cuando “los espectadores hacen el cuadro” (Duchamp).
Sería interesante verificar ese punto examinando las relaciones dialécticas entre la
figura y el fondo, o de qué manera una figuración rarificada se recarga en el contacto
con diferentes tipos de fondos, término bajo el cual, reuniremos las miradas o los
medios que constituyen en efecto, como el fondo del labrador de la fábula de La
Fontaine, lo que “menos falta”. Diremos que el arte minimalista, como el café
liofilizado, parece concebido para diluirse en un medio o un fondo portadores. Y las
justificaciones estéticas de esos aligeramientos no faltan:

3
-Se invoca la búsqueda de lo absoluto (Mondrian, Klien), el iconoclasma o la
substitución del orden simbólico-numérico por el de los iconos…;
-Se propone una experiencia de psicología cognitiva: vaciar el lienzo o el objeto
para recargar la mirada que toma conciencia reflexivamente de sus propios poderes.
La obra contemporánea funciona entonces como acertijo y espejo burlón.
-La experiencia rebota sobre la vertiente sociológica de la institución: se juega
en los límites de lo aceptable, al hacer retroceder el catálogo del objeto bautizado
estético hasta el borde del vacío (Duchamp proponiendo el orinal en el museo);
- Pero la misma experiencia puede también invocar la mística del silencio, de la
ausencia o del “cuadrado blanco”;
- O el pilotaje conceptual de un arte volcado sobre el juego de las ideas o sobre
los tráficos de la comunicación, sobre la signaléctica y los símbolos de la cultura de
masas (en el caso del pop art);
- Si el pensamiento es esa fuerza que siempre niega, se mencionará por último
los placeres de la anorexia, esa pasión que quiere extender el alma en detrimento del
cuerpo, o por la cual el mensaje se ensaña en destruir su propio medio 4. Del cuerpo
de la anoréxica se ha dicho que se vería pasar el día a través.
7. Una reflexión sobre la anorexia o sobre las objeciones del alma en el cuerpo,
conduciría a distinguir dos variedades de erotismo, el grave y el ligero. Pues el deseo
siempre apunta a la carne, pero bajo diferentes especies; se puede estar enamorado
de las formas llenas debido a la inercia que comunican al cuerpo (senos, nalgas 5),
pero lo fascinante puede apegarse inversamente a lo que no se hincha y se articula en
un movimiento perpetuo: miradas, labios, piernas largas o meandros sutiles de la
cabellera… Fatigada de sus prótesis mamarias demasiado pesadas, Pamela Anderson
optó por una reducción finalmente más sexy. Se puede buscar a veces la plenitud de
la carne y a veces, bajo está última, amar el esqueleto (erotismo del cuerpo óseo);
valorizar el amor sedentario e incubado a fuego lento, el suave ovillo de los recuerdos
y la pátina de los cuerpos modelados y como fundidos uno en el otro, o al contrario el
choque de los encuentros, el quick love, el capricho o el pase, el sexo que no ata ni
pesa… Sucede que se inflame y que la vida tambalea por menos que nada: un detalle
de la vestimenta, una expresión del rostro, una palabra lanzada, pues el orden del
deseo es por excelencia el de lo más por lo menos, o el de los grandes efectos
sacados de causas minúsculas. El último acto de las Bodas de Fígaro de Mozart, el de
los amores cruzados en la noche y de un engaño universal, se abre la cavatina de
Berberine buscando un alfiler; el aire emociona tanto como los lamentos de Suzanne o
del Conde, la añoranza del objeto perdido es igual para cada uno.
8. La menor reflexión sobre los llenos y los vacíos del amor conduciría a tratar
sobre el estilo (que Claudia Moatti o Régis Debray abordan en este número). No es
evidente que el bello estilo resulte siempre de un aligeramiento, pues si hay una
buena levedad, la que sabe atar aunque corra sobre pies ligeros, centelleantes,
encontramos también por todas partes la mala levedad, que no atrapa nada. El estilo
conmueve desde la superficie de graves pensamientos y lo luminoso siempre se
mantiene en la superficie; aunque Péguy o inversamente algunos lenguajes filosóficos

4
Sobre la pasión anoréxica de algunos místicos (Catherine de Sienne, Teresa de Ávila) se leerá la obra de dos psicoanalistas,
Carolina Eliacheff y Ginette Raimbault, Les Indomptables, figuras de l’anorexie, París, Odile Jacob, 1988.
5
André Hardellet, Lourdes, lentes, Pauvert, 1974.

4
valorizan o sugieren, no sin felicidad, un espesor substancial… Estamos atiborrados de
ensayos, particularmente en ciencias humanas, donde la pretensión científica de los
autores los dispensa de toda estetización del mensaje: ¡demasiados libros ignoran el
giro de tuerca suplementario del estilo o de la metáfora que son los únicos que
producen deseo y, finalmente, pensamiento! En el amor como en el arte, todo el éxito
consiste en dosificar algunas carencias para estremecer al deseo, en dejar qué desear
para enseñar y transmitir mejor. Esa erótica del estilo vuelve a la pregunta por saber
de dónde viene mejor la luz. ¿Reside ella como un depósito en el emisor del mensaje?
Al situar nuestro propósito bajo la dominación de ese título, Light, ligamos las
estrategias de aligeramiento y los dispositivos de iluminación.
Habría mucho más por decir, desde un punto de vista mediológico, acerca de la
filosofía de las Luces y su relación con la multiplicación (pero también con la
diseminación) de las fuentes luminosas, así como sobre la pluralidad irreversible de los
tipos de “luces” o de días, hoy6. En la era moderna o posmoderna, la mayoría de
nuestras capacidades comunicativas consisten no tanto en capitalizar la fuente en un
lugar único, de ahí la luz se vertería sobre el modelo del sol radiante, sino más bien en
apostar por la distribución de las fuentes, o de los fondos, y por la capacidad de cada
receptor para activar sus propios mensajes; para eso conviene situarnos mentalmente
no en un sitio central o dominante de emisión, sino en los nudos de una red
atravesada en todos sus puntos por una capilaridad eléctrica. La elegancia de la
comunicación, cercana en eso a la palabra espíritu, del estilo, del erotismo o de las
artes marciales, consiste en llegar con menos carga en línea, y al dosificar
cuidadosamente ciertos signos, en despertar la actividad de los receptores y en
propagar una excitación capilar en la superficie de la red.

Traducido del francés por Víctor Manuel García G. y Jorge Márquez V.


Enero de 2005

6
Derrida ha tratado esta cuestión de la producción del día y de la actualidad en una entrevista: “La Démocratie ajournée”,
publicada en Le Monde de la Révolution française, nº 1 (enero de 1989); una versión modificada se encuentra disponible en
L’Autre cap, París, Minuit, 1991.

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