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Albert Einstein: sobre el tiempo en la teoría especial de la relatividad.

jueves, 29 de marzo de 2007

Adriana González Serrano

Es en los Anales de Física donde Einstein publica en 1905 —hace ya 100 años— su artículo “Sobre la
electrodinámica de cuerpos en movimiento”. En este artículo se encuentran los fundamentos de la teoría
especial de la relatividad, teoría que supone la re-formulación de conceptos físicos clásicos, como los de
tiempo, espacio y masa. El que interesa aquí es el concepto de tiempo, el cual se analizará desde una
perspectiva filosófica y se comparará con otras concepciones.

Como se irá advirtiendo, la noción einsteniana del tiempo le hace frente a la newtoniana y similares, así
como a las nociones idealistas que relegan el tiempo a una vida interior del ser humano, a la conciencia.
Por ello, junto con un panorama general del tiempo en la teoría especial de la relatividad, se abordará
una discusión clave en lo que respecta al tema en cuestión: la diversidad de concepciones acerca del
tiempo, tanto en la ciencia como en la filosofía, versa alrededor de la discusión entre la experiencia o
vivencia del tiempo y su conceptualización. ¿Ambas posiciones han de ser tan unilaterales y excluyentes
como han tendido ser? Es decir, ¿tiene que haber dos polos con respecto al tema del tiempo? O mejor
dicho, ¿hay que escoger un solo polo y desechar el otro? Tomando en cuenta la teoría especial de la
relatividad, ¿qué puede decirse al respecto?

II

La teoría especial de la relatividad de Einstein llegó a superar el abismo que existía entre la física de
Newton y la física de Maxwell. El que hubieran dos físicas diferentes que intentaran explicar la realidad
no satisfacía al físico alemán. ¿Cómo conjugar una física fundamentalmente mecánica, de cuerpos
rígidos identificables mecánicamente en un sistema de coordenadas, con una que tiene que ver con
fenómenos electromagnéticos? Ninguno de los dos sistemas físicos era capaz de explicar con
fundamento la interacción de fenómenos electromagnéticos (la propagación de la luz, por ejemplo) y la
materia, al ser observada desde diferentes sistemas de inercia de referencia, es decir, por un observador
en reposo y otro moviéndose a una velocidad constante respecto al primero.

La concepción moderna de un mundo regido por leyes netamente mecánicas, llevó a la consideración de
un medio en el cual se propagaran, también mecánicamente, las ondas lumínicas y magnéticas. Además,
la teoría física del final del siglo XIX postulaba que, al igual que las olas y el sonido necesitan de un medio
para transportarse (agua y aire, respectivamente), la luz y el magnetismo lo necesitaban también. Así fue
como se postuló la existencia del éter, que llenaba todo el espacio y constituía, de este modo, el medio
en el que se podían transportar los fenómenos electromagnéticos.

Al espacio absoluto de la física clásica se le llenaba ahora con éter, constituyendo así un sistema de
referencia absoluto que contenía todos los fenómenos de la naturaleza, tanto corpóreos como de ondas.
A este sistema se le atribuía el estado de reposo absoluto, por lo que era el sistema al que había que
referir todos los demás movimientos físicos. En nada difería, por lo tanto, del vacío o del espacio
absoluto de Newton, que por su naturaleza y sin relación a cualquier cosa externa, siempre permanece
igual e inmóvil [1].

Cabe mencionar que junto al manejo, tanto en física como en filosofía, de conceptos absolutos, está
implícita la idea de un observador privilegiado, también absoluto, inmóvil e inmutable que puede
advertir tanto el espacio como el tiempo y el movimiento absolutos.
Esta especie de observador juega el papel de una figura divina omnipresente y omnisciente en los
creyentes; es el dios de los cristianos, por ejemplo. Newton introduce esta figura en su física. Pero
también, ese observador guarda una estrecha relación con muchas propuestas filosóficas ilustradas y
modernas, como las de Kant y su sujeto apriorístico trascendental. Es un observador fuera del mundo y
de la historia —o sin mundo y sin historia. Por lo tanto, es un observador que se abstrae, un observador
abstracto.

De hecho, el empirismo es una corriente que rechaza conceptos absolutos por considerarlos puras
abstracciones, les niega toda realidad. Ernst Mach (1838-1916), argumentando contra los conceptos
absolutos newtonianos, dice:

"nadie puede decir algo sobre el espacio absoluto o sobre el movimiento absoluto, que no sean meras
abstracciones sin manifestación posible en la experiencia. Todos nuestros enunciados fundamentales de
la mecánica son experiencias sobre posiciones y movimientos relativos de los cuerpos. No podemos ni
debemos admitirlos sin prueba en los campos en los que actualmente se le reconoce validez. Nadie está
autorizado para extender esos enunciados fundamentales más allá de la experiencia. Como tal extensión
no tendría sentido, nadie sabría usarla"[2].

Mach fue uno de los precursores de Einstein en negar un espacio, un tiempo y un movimiento absolutos
en la física. El mismo Einstein había puesto de manifiesto que la lectura de las obras de Mach, en
especial “El desarrollo histórico-crítico de la mecánica”, influyó de manera importante en su juventud[3]. Y
es que Einstein postuló, en su teoría especial de la relatividad, la no existencia de entidades absolutas.
Eliminó el éter, y con él, la existencia de marcos de referencia u observadores privilegiados. “Ni los
fenómenos de la mecánica, ni tampoco los de la electrodinámica tienen propiedades que correspondan
al concepto de reposo absoluto… la introducción de un éter lumínico se mostrará superflua, puesto que la
idea que se va a desarrollar aquí no requerirá un espacio en reposo absoluto dotado de propiedades
especiales”[4].

El principio de la relatividad que Einstein acoge en su teoría, es el siguiente: “si K' es un sistema de
referencia que se mueve uniformemente y sin rotación respecto a K, entonces los fenómenos naturales
transcurren con respecto a K'” según idénticas leyes generales que con respecto a K" [5]. Significa que
todos los sistemas de referencia que se encuentran en movimiento con una velocidad relativa constante
respecto de un sistema inercial determinado, son equivalentes: ninguno ostenta una posición de
privilegio. Tal principio lo extendió a la electrodinámica, pues en Newton, el principio de la relatividad
estaba referido sólo a las leyes de la mecánica. Todas las leyes de la física (las de la mecánica, de la
electricidad y del magnetismo, las de la óptica y la termodinámica, etc.) son las mismas en todos los
marcos de referencia que se muevan con velocidad constante relativa entre sí: tal fue la convicción de
Einstein. Dos observadores que se muevan a una velocidad constante, uno respecto al otro, observarán
unas leyes naturales idénticas actuando en lo que están observando. Por lo tanto, no existe un marco de
referencia ni un observador privilegiado, como se indicó arriba. Así mismo, es imposible detectar
movimiento o reposo absoluto.

Ahora, el electromagnetismo de Maxwell había indicado la constancia de la velocidad de la luz en el


vacío, lo cual le sirvió de fundamento a Einstein para otra postulación suya, a saber: la velocidad de la luz
es la misma en cualquier sistema de referencia, siempre de “300 000 kilómetros” por segundo
(aproximadamente). Es decir, la velocidad de la luz es siempre constante e independiente de la velocidad
del observador o de la fuente que emita la onda lumínica.

El principio de la relatividad no era del todo nuevo en la física; Newton lo había puesto de manifiesto con
respecto al movimiento (sin embargo, este afirma también la existencia de un movimiento absoluto en
sus Principia Mathematica). No es tan difícil de entender que todo movimiento sea relativo: es
físicamente correcto afirmar que un tren se desplaza respecto a la estación, como que la estación se
desplaza respecto al tren; la estación también se mueve debido al movimiento de “la Tierra” sobre su eje
y a su rotación en torno al Sol. Lo revolucionario en aquél entonces, era afirmar que la velocidad relativa
de un rayo de luz a cualquier observador o en cualquier sistema de referencia, es siempre la misma.

Por el teorema de adición de velocidades de Galileo, se creía que si un observador viajaba en la misma
dirección que la luz, la velocidad de esta le parecería menor, y si viajaba en dirección opuesta a la de la
luz, su velocidad le parecería mayor. Pero lo cierto es que en ambos casos es de 300 000 km/s. Esto es así
porque la velocidad de la luz es independiente del observador y tiene el mismo valor en todas las
direcciones. Otro ejemplo: si una lámpara en movimiento, con una velocidad de 240 km/s, emitiera un
rayo de luz, la velocidad de este no sería de 300 240 km/s, sino de 300 000 km/s. La luz tampoco
depende de la velocidad que tenga el emisor.

La constancia de la velocidad de la luz no permite, por lo tanto, el teorema de adición de velocidades de


Galileo, el cual se suponía válido para todos los sistemas de referencia inerciales según el propio
principio de la relatividad. Ahora, Einstein había extendido este principio a la electrodinámica, y, a su vez,
esta estaba demostrando empíricamente la constancia de la velocidad de la luz. “El teorema de adición
de velocidades de Galileo estaba siendo válido en el mundo de la física clásica, fundamentalmente
mecánico, mas no lo estaba siendo en el mundo de la electromecánica… es válido para bolas y trenes,
pero no para el recorrido de rayos de luz”[6].

Los dos principios en los que Einstein basó su teoría de la relatividad (el principio de la relatividad y la
constancia de la velocidad de la luz en el vacío), parecían entonces entrar en una contradicción. Sin
embargo, bastó la re-formulación de los conceptos cinemáticos fundamentales para conciliar ambos
principios en una sola teoría. “Mediante un análisis de los conceptos de espacio y tiempo se vio que en
realidad no existía ninguna incompatibilidad entre el principio de la relatividad y la ley de propagación
de la luz”[7]. La teoría especial de la relatividad de Einstein propuso una solución a las dificultades que
estaban presentando algunos fenómenos físicos que no se habían podido medir, tales como la velocidad
del éter con respecto a la tierra y el teorema galileano de adición de velocidades en el caso de la luz. Así
mismo, alteró por completo las nociones de espacio y de tiempo que se venían manejando desde hacía
bastante.

III

Según la teoría especial de la relatividad, cada observador emplea un sistema de coordenadas como
marco de referencia para establecer las medidas de un acontecimiento o suceso cualquiera, y un sistema
puede transformarse en el otro mediante una manipulación matemática. Esto es el principio de la
relatividad, y la manipulación matemática que se menciona es la ecuación de trasformación de Lorentz
(1853-1928). Dice Einstein al respecto:

“Cualquier suceso, donde quiera que ocurra, viene fijado espacialmente respecto a K por las tres
perpendiculares x, y, z a los planos coordenados, y temporalmente por un valor t. Ese mismo suceso
viene fijado espacio-temporalmente respecto a K' por valores correspondientes a x', y', z', t', que, como es
natural, no coinciden con x, y, z, t. Estas magnitudes deben de interpretarse como resultados de
mediciones físicas. Es evidente que el problema que tenemos planteado se puede formular exactamente
de la manera siguiente: dadas las cantidades x,y,z,t de un suceso respecto a K, ¿cuáles son los valores x',
y', z', t' del mismo suceso respecto a K'? Las relaciones hay que elegirlas de tal modo que satisfagan la
ley de propagación de la luz en el vacía para uno y el mismo rayo respecto a K y K'. El sistema de
ecuaciones que resuelve dicho problema se designa con el nombre de «transformación de Lorentz»”[8].

La transformación de Lorentz permite entonces mantener el valor de la velocidad de la luz en todos los
sistemas de referencia, pero a un precio: el abandono de las nociones de espacio y tiempo absoluto.
A modo de aclarar, lo siguiente. Dos observadores (A y B) presencian un suceso cualquiera desde dos
sistemas de referencia inerciales diferentes, uno en movimiento constante respecto al primero (K y K',
respectivamente). Dicho suceso involucra tanto materia (un tren) como procesos electromagnéticos (una
señal de luz). El observador A toma nota de lo que observa desde su sistema de referencia, al igual que
el observador B desde su sistema. El resultado es el siguiente: las mediciones que se establezcan del
suceso, varían de observador a observador. ¿Cómo interpretar este hecho?

En la física clásica, lo que cambia al pasar de un sistema de coordenadas a otro, es la velocidad. Pero
como la constancia de la velocidad de la luz es un principio fundamental en la teoría especial de la
relatividad, lo que cambia ahora, con la transformación de Lorentz, son las cantidades de tiempo y
espacio. Al pasar del sistema K (en reposo) al sistema K' (en movimiento constante respecto a K) se
obtiene un “acortamiento de longitudes como consecuencia del movimiento, y por la misma razón, el
reloj marcha algo más despacio que en estado de reposo” [9]. Lo que interesa aquí es el tiempo, por lo que
se continuará sólo refiriéndose a él.

IV

Según la transformación de Lorentz, el tiempo depende del estado de reposo o de movimiento del
observador que realiza la medida. Una medida de intervalo de tiempo depende del marco de referencia
en el cual se efectúe la medida.

Lorentz llamó a estos tiempos diferentes para un mismo suceso, según el sistema de referencia desde el
cual se esté observando, “tiempos locales”. Pero los identificó solamente como resultados de sus
ecuaciones. Es decir, “atrapado como estaba por los principios de la física clásica no se le ocurrió que el
tiempo local t' era un tiempo real y no un mero formalismo matemático” [10]. Al parecer, Lorentz
continuaba con la convicción de un único tiempo real, de un tiempo absoluto en oposición a estos
tiempos locales o relativos considerados como falsos o meras apariencias.

Einstein, por el contrario, vino a revolucionar la física, afirmando la existencia real de tales tiempos
locales o relativos. Existen tantos tiempos como sistemas de referencia. Como bien lo explica Stephen
Hawking, la constancia de la velocidad de la luz en todos los sistemas de referencia, “exigió abandonar la
idea de que hay una magnitud universal, llamada tiempo, que todos los relojes pueden medir. En vez de
ello, cada observador tendría su propio tiempo personal. Los tiempos de dos personas coincidirían si
ambas estuvieran en reposo la una respecto de la otra, pero no si estuvieran desplazándose la una con
relación a la otra”[11].

La teoría de la relatividad relativizó, entonces, la noción física del tiempo. Ahora, esta implica o tiene que
ver con otras nociones que Einstein también revisó, como las de simultaneidad y duración. Dice:
“debemos tener en cuenta que todos nuestros juicios que implican al tiempo son siempre juicios sobre
sucesos simultáneos. Si, por ejemplo, yo digo que «el tren llega aquí a las 7 en punto», eso significa «la
manecilla pequeña de mi reloj apuntando a las 7 y la llegada del tren son sucesos simultáneos»”[12].

Puede decirse que para Einstein, según lo anterior, el tiempo es lo que miden los relojes. Y que por eso
niega la existencia del espacio absoluto newtoniano, porque no es mesurable. Y es que Einstein fue un
físico, y como tal, trabajó con cuestiones susceptibles a medición. Por lo general, a la ciencia moderna le
ha interesado e importado más lo cuantitativo que lo cualitativo.

Precisamente esa es la crítica de Bergson: la espacialización del tiempo. “El tiempo de la física es un
tiempo que necesita ser medido; pero para medirse ha de transformarse simbólicamente en espacio… lo
que Bergson lamenta es que se confunda el tiempo de la física, que es una magnitud, con el tiempo real,
con el tiempo experimentable”[13], con la duración: intuición originaria de la continuidad de nuestra vida
interior o conciencia, “único fluir o paso que se bastan a sí mismos, sin que el flujo implique una cosa que
fluya ni el paso presuponga estados por los que se pasa” [14]. Según Bergson, la física reduce este tiempo
real a una forma de espacio, pues estudia los estados de conciencia como si fueran hechos exteriores,
los mide cuantitativamente cuando son fundamentalmente cualitativos.

A esta problemática se refiere la distinción que se hace contemporáneamente entre la experiencia o


vivencia del tiempo y su conceptualización, tanto por parte de la ciencia como de la filosofía. Es cierto
que la ciencia ha tendido a menospreciar lo cualitativo, olvidando así una parte fundamental de la
existencia humana. Pero la crítica de Bergson, aunque se refiere a la experiencia del tiempo y a su
carácter cualitativo, se queda corta, pues la experiencia o vivencia del tiempo no se reduce a ser algo
interno, sino algo que se vive en la corporalidad que somos, co-existiendo en y con el mundo.

Es necesario que el tiempo co-exista con el espacio, como lo indica Einstein en su teoría. Además,
muchos de los efectos que el movimiento o la velocidad tienen sobre el tiempo en dicha teoría, parecen
indicar que Einstein no se refiere únicamente a los relojes mecánicos inventados por el ser humano en el
siglo XIV. Parece que la teoría puede referirse también a “relojes orgánicos”, a una especie de “tiempo
vital” de los seres humanos en tanto que somos corporalidades y que co-existimos en y con el mundo,
como se acaba de mencionar.

Continuando con el tema de la simultaneidad, parece entonces que la medición de un intervalo de


tiempo significa registrar dos sucesos simultáneos. Pero Einstein se dio cuenta que la definición de la
simultaneidad presenta dificultades insuperables vinculadas con el hecho de que el registro de un
acontecimiento supone la emisión y la recepción de una señal luminosa que también lleva tiempo, lo que
obliga a tener en cuenta la posición del observador [15], es decir, los diferentes sistemas de referencia
desde los cuales se presencie el acontecimiento.

El que la recepción de una señal luminosa lleve tiempo, significa que no hay interacciones instantáneas
en la naturaleza, sino que toda interacción lleva tiempo para llegar de un lugar a otro [16]. Toda
interacción requiere un mínimo de tiempo, es decir, una velocidad máxima: la velocidad de la luz. Ahora,
el tiempo transcurrido entre dos sucesos no es el mismo para todos los observadores. Esto se había
puesto de manifiesto con la trasformación de Lorentz. Una persona en movimiento vería cómo la luz, en
un suceso cualquiera, recorre cierta distancia “d” en cierto tiempo “t”, dando como resultado “C”, la
velocidad de la luz.

Respecto a ese mismo suceso, una persona en reposo vería cómo la luz recorre una distancia diferente
en un tiempo diferente, dando también como resultado C. Estando el tiempo relacionado con la
simultaneidad, esta es también relativa en la teoría especial de la relatividad. La conclusión a la que llega
Einstein es la siguiente:

“no podemos atribuir significado absoluto al concepto de simultaneidad; en su lugar, dos sucesos que
son simultáneos cuando son observados desde algún sistema de referencia de coordenadas concretas (en
reposo) ya no pueden considerarse simultáneos cuando son observados desde un sistema que está en
movimiento relativo a dicho sistema”[17].

Hay un experimento mental que intenta aclarar la relatividad de la simultaneidad [18]. Se trata de imaginar
un tren en movimiento. Este, “el tren” sería, naturalmente, el sistema de referencia en movimiento con
respecto al “andén”, el cual sería el sistema de referencia en reposo. En el centro del tren hay pasajero
que sostiene un dispositivo, el cual emite al mismo tiempo un rayo de luz hacia delante y otro hacia
atrás. Las puertas trasera y delantera se abren automáticamente por la acción de los rayos de luz. Ahora,
para el pasajero, las puertas se abrirán simultáneamente. Pero para una persona en el andén, la puerta
trasera se abrirá antes que la delantera. “Esto es así porque para la persona estática, la puerta trasera se
mueve hacia delante, va al encuentro del rayo de luz, mientras que la puerta trasera se aleja de este” [19].
Se concluye entonces que, dos eventos que son simultáneos en un sistema de referencia en reposo, no
lo son en un sistema que se mueva con una velocidad constante respecto al primero. En la teoría de la
relatividad, el movimiento o la velocidad afectan al tiempo, así como al espacio. “El tiempo se dilata,
dura más, en un cuerpo que se mueve uniformemente con respecto al marco del observador, el cual
estaría ubicado en otro sistema de referencia, permaneciendo en reposo respecto a lo que está
observado. El espacio se contrae en la dirección del movimiento”[20]. Por lo tanto, el espacio y el tiempo
no son dimensiones constantes ni independientes la una de la otra; no es posible ubicar el momento en
que ocurre un suceso sin una referencia al lugar donde ocurre, y viceversa.

De esta manera, Albert Einstein rompió con la física clásica. Abandonó la noción de un tiempo absoluto y
todo lo que éste implica, como el ser una única entidad objetiva, homogénea, inmutable, autónoma e
independiente del espacio y del movimiento, así como el que implícitamente exista un observador
privilegiado que pueda captarlo.

Dice Newton en el Scholium de sus Principia Mathematica, publicados en 1687:

“el tiempo absoluto, verdadero y matemático en sí y por su naturaleza y sin relación a algo externo, fluye
uniformemente, y por otro nombre se llama duración. El relativo, aparente y vulgar, es una medida
sensible y externa de cualquier duración, mediante el movimiento (sea la medida igual o desigual) y de
la que el vulgo usa en lugar del verdadero tiempo; por ejemplo, la hora, el día, el mes, el año”[21].

En la física newtoniana, el tiempo constituye una especie de fondo sobre el cual se producen los sucesos,
pero no es afectado por ellos. Es algo así como una entidad substancial vacía e infinita que los contiene,
pero que se mantiene homogénea e inmutable a través del movimiento y del cambio de lo que sucede
en él. Esta entidad es físicamente real o verdadera, según Newton. Se le atribuía entonces una existencia
ontológica. Sin embargo, es muy difícil de concebir, pues somos seres finitos insertados en contextos
también finitos. No sobrevolamos el mundo, ni mucho menos el universo entero como para poder captar
un tiempo tal y como lo describe Newton; no somos dioses.

Conceptualmente, sí podemos formular nociones absolutas que superen nuestra condición finita. Ya se
ha hecho, y de sobra. Pero a tales conceptos se les ha dado una existencia tan real, que lo real de nuestra
condición como seres humanos ha pasado a un segundo plano. Hemos olvidado que somos
corporalidades insertadas en el mundo y en la historia. Es más, no en toda la Tierra ni en toda la historia
(si se concibe esta última como un gran conjunto de acontecimientos, tal y como lo hacen
tradicionalmente las ciencias sociales o del espíritu). Estamos insertados en lugares determinados, nos
movemos en situaciones concretas. Somos, también, parte del mundo y de la historia. De nuevo: no
somos dioses como para abstraernos hasta de nosotros mismos.

El carácter absoluto del tiempo defendido por Newton, entre otros, fue el dominante en la modernidad.
Y recuérdese: junto con las nociones absolutas está la idea de un observador privilegiado que puede
captar plenamente la totalidad: dios. Distintas corrientes de pensamiento ilustradas o modernas le
confieren al ser humano el puesto de dios; es el ser humano hecho dios. Con ello, está también la
pretensión de llegar a una verdad absoluta, a la episteme en un sentido estricto. Ello implica, claramente,
una abstracción, es decir, el abstraerse de lo que acontece para observarlo desde quien sabe qué
“privilegiado” lugar.

La teoría de la relatividad cuestiona todo el sistema de la física clásica (fundamentalmente newtoniana),


tal y como ha podido advertirse. Relativizó la concepción del tiempo: propuso un tiempo relativo a la
diversidad de sistemas de referencia desde los cuales puede un ser humano observar un suceso. En
términos generales, puede decirse que, con la revolución einsteniana, nada puede afirmarse que no
esté esencialmente condicionado por la perspectiva del observador [22]. Esta idea no lleva a caer en un
relativismo o en un subjetivismo que relegue la realidad a los caprichos de una persona. No es tal
porque, precisamente, el ser humano no es un ser abstraído en su interior ni en ninguna parte del
universo donde pueda contemplarlo todo en su absoluta verdad. Ya se ha dicho aquí: el ser humano es
una corporalidad insertada en el mundo y en la historia; su vida está condicionada por ello. Así mismo, él
condiciona al mundo y a la historia; somos seres activos, no sólo pasivos. La perspectiva de un ser
humano implica entonces toda una situación corporal. De aquí, puede decirse que la relatividad en el
caso del tiempo que Einstein defiende, tiene que ver con la corporalidad que somos, en tanto que
depende del lugar o del movimiento de los observadores de un suceso.

Ahora, se había mencionado antes que Einstein no se refiere únicamente a relojes mecánicos, sino que
pudo haberse referido a relojes orgánicos, al tiempo vital del ser humano en tanto que es una
corporalidad, un cuerpo, un organismo vivo. A partir del fenómeno llamado dilatación del tiempo, con el
cual Einstein afirma que un reloj en movimiento funciona más despacio que un reloj en reposo, puede
afirmarse que todos los procesos físicos, químicos y biológicos se retardan respecto de un reloj
estacionario (no necesariamente mecánico), cuando son procesos que ocurren en un sistema de
referencia en movimiento respecto a un sistema en reposo, en el cual está el reloj estacionario. Esto es lo
siguiente:

Nos dice Stannard, Russell en su libro El fascinante mundo de Albert Einstein: “La velocidad afecta al
tiempo. El tiempo pasa más lentamente para un astronauta en una nave espacial a gran velocidad que
para un conductor de la misión de en tierra. El reloj de la pared de la nave espacial va despacio y
también el parpadeo de las luces en el panel de control... Todo lo referente al cuerpo de la astronauta va
despacio: su frecuencia respiratoria, su pulso cardiaco, incluso el ritmo de su envejecimiento… si todo lo
que hay en la nave espacial se ha ralentizado, entonces sus procesos cerebrales se habrán ralentizado
también, en la misma proporción, y por lo tanto, también sus pensamientos” [23].

VI

Con todo lo anterior, puede decirse que Einstein tomó en cuenta la experiencia o la vivencia del tiempo
que la fenomenología, por ejemplo, resalta y quiere rescatar del olvido. Tanto la filosofía como la física
han considerado el tiempo como algo que puede utilizarse, contarse y medirse. “Tal utilización del
tiempo implica la capacidad de pensarlo in abstracto, como un tiempo vacío… Es una experiencia del
tiempo muy unilateral considerarlo como una cosa que se halla a disposición del ser humano, como un
tiempo vacío, homogéneo, que se presenta a la vista como una llanura… El concepto de tiempo orgánico
ha sido introducido frente a la concepción del tiempo de la física newtoniana y de la filosofía kantiana” [24]
—el cual es una intuición pura o una forma a priori y trascendental de la sensibilidad. El tiempo aquí
queda relegado a la dimensión interior de la conciencia, a la vida interior, tal y como en Bergson.

La fenomenología habla de un tiempo vivido, el cual, entre otras cosas, involucra la vivencia histórica
(propia de la condición humana). Este tiempo vivido es una concepción que involucra también la
experiencia directa o inmediata que tiene la conciencia del tiempo. Pero no hay que confundir esto
último con el idealismo o el intelectualismo, corrientes de pensamiento que relegan la conciencia a algo
meramente "interior" del ser humano. La conciencia en la fenomenología se encuentra a cada rato
arrojada al mundo —somos seres-del-mundo, dice constantemente Merleau-Ponty en Fenomenología
de la Percepción. Por ello, el tiempo vivido tiene que ver con nuestra inmersión corpórea en el mundo y
la consecuente co-existencia con él. El tiempo vivido tiene que ver con nuestra vida cotidiana, donde el
movimiento y el espacio están involucrados.

Es forzado afirmar que el tiempo en Einstein es exactamente este tiempo vivido, por supuesto. Pero sí
puede afirmarse que el tiempo en la teoría especial de la relatividad, es un tiempo que se vive y que
depende de nuestra co-existencia con todo lo que supone el mundo —con los demás seres humanos,
con otros seres vivos, con las cosas, etc. El tiempo einsteniano está caracterizado por un complejo
entramado de relaciones y vivencias que, como se advirtió, no pueden abstraerse del espacio.

[1]
Newton, Principios matemáticos de filosofía natural, p. 127.
[2]
Mach, Desarrollo histórico-crítico de la mecánica, p. 194.
[3]
Otero, "Einstein y la revolución científica del siglo XX", p. 4.
[4]
Einstein, "Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento", p. 111-112.
[5]
Einstein, Sobre la teoría de la relatividad especial y general, p. 7.
[6]
Gutiérrez, "Las teorías de la relatividad de Albert Einstein y sus implicaciones
filosóficas",http://claudiogutierrez.com
[7]
Einstein, Sobre la teoría de la relatividad especial y general, p. 10.
[8]
Einstein, Sobre la teoría de la relatividad especial y general, p. 15.
[9]
Einstein, Sobre la teoría de la relatividad especial y general, p. 19.
[10]
Otero, "Einstein y la revolución científica del siglo XX", p. 11. Esta idea también aparece en: Van
Fraassen,Introducción a la filosofía del tiempo y del espacio, p. 182; Padilla, "¿Puede darse por zanjada la
controversia Bergson-Einstein?", p. 464-465.
[11]
Hawking, El universo en una cáscara de nuez, p. 9.
[12]
Einstein, "Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento", p. 112.
[13]
Padilla, "¿Puede darse por zanjada la controversia Bergson-Einstein?", p. 463-464.
[14]
Padilla, "¿Puede darse por zanjada la controversia Bergson-Einstein?", p. 464.
[15]
Pucelle, El tiempo, p. 35.
[16]
Schwartz y McGuinness, Einstein para principiantes, p. 106.
[17]
Einstein, "Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento", p. 116.
[18]
Otero, Einstein y la revolución científica del siglo XX, p. 11. Este experimento también se menciona
en: Van Fraassen, Introdución a la filosofía del tiempo y del espacio, p. 188; Schwartz y
McGuinness, Einstein para principiantes, p. 109-114.
[19]
Schwartz y McGuinness, Einstein para principiantes, p. 112.
[20]
Gutiérrez, "Las teorías de la relatividad de Albert Einstein y sus implicaciones
filosóficas",http://claudiogutierrez.com
[21]
Newton, Principios matemáticos de filosofía natural, p. 127.
[22]
Gutiérrez, "Las teorías de la relatividad de Albert Einstein y sus implicaciones
filosóficas",http://claudiogutierrez.com
[23]
Stannard, Russell. "El fascinante mundo de Albert
Einstein",http://nti.educa.rcanaria.es/fundoro/einstein_escuela/einstein_russell.htm
[24]
Gadamer, "En tiempo en el pensamiento occidental de Esquilo a Heidegger", p. 50-53.

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