Soñamos con un país de CIUDADANOS y no de habitantes inertes, donde
a todos y cada uno nos duela nuestra Patria, valoremos justamente nuestra historia, reivindiquemos la condición humana, respetemos a nuestros semejantes, exijamos nuestros derechos pero antes cumplamos nuestros deberes y seamos constructores de futuro.
Soñamos con un país en donde cada CIUDADANO tenga la oportunidad
plena de desarrollar su vida de manera digna, en donde el acceso a la educación de calidad sea una realidad y no un discurso demagógico propagandístico de estadísticas maquilladas; en donde el conocimiento y el esfuerzo sean los criterios para acceder a un trabajo digno y de calidad; en donde cada individuo pueda tener la oportunidad de decidir qué estudiar y a qué dedicarse, sin necesidad de buscar opciones en el “rebusque” y en la “vuelta”; un país en donde el trabajo sea valorado por los méritos y el esfuerzo y no por la afiliación partidista.
Soñamos con un país en donde la igualdad de oportunidades sea una
realidad y no una ilusión subastada por los politiqueros de oficio, en donde la profesión más valorada sea la del maestro o profesor para que podamos hacer de nuestra Nación una escuela de calidad, donde no existan profesores sin ética, con la justificación del mal salario, para que nuestros niños y jóvenes sean bien preparados y estén a la altura de los retos y desafíos de un mundo competitivo, globalizado y cambiante.
Soñamos con un país en donde los privilegios no sean producto de la
corrupción, la trampa, la delincuencia, el oportunismo y la relación clientelar de la politiquería; donde los políticos no sean los jefes caudillos populachos, sino los hombres y mujeres más destacados por su compromiso patrio, por su vocación de servicio a los demás, por sus capacidades gerenciales y no por sus consignas sin sentido, su “viveza criolla” y su arrogancia. Un país en donde la Política sea ejercida por todos como CIUDADANOS y la cosa pública (la República) sea realmente pública por una construcción colectiva y no siga secuestrada y prostituida por las élites oportunistas y negociantes de la esperanza de los más vulnerables. Soñamos con un país donde la riqueza individual sea producto del trabajo digno y honesto, para lo cual es necesario construir un aparato productivo robusto, un Estado impulsador de la iniciativa privada y regulador de los excesos negativos de las élites económicas que acaparan el mercado; en donde las riquezas nacionales no sean simplemente extraídas y aprovechadas por las transnacionales y los gobiernos corruptos, sino más bien que sean la palanca para impulsar un proceso de industrialización nacional, generador de empleo calificado, de conocimiento, de experiencia individual y colectiva, de productos para el consumo; en definitiva, generador de riqueza producto del conocimiento y el trabajo digno.
Soñamos con una sociedad capaz de construir instituciones sólidas, en
donde las relaciones se den con base en la honestidad y no en la hipocresía oportunista, en donde valoremos la vida propia pero sobre todo la del otro, donde la familia sea el núcleo sano generador de ciudadanos con valores, principios y conductas éticas ante el resto del cuerpo social. Una sociedad digna de llamarse sociedad civil, en donde nos comprometamos con el futuro del país que les heredaremos a nuestros hijos y dejemos de ser simples comentaristas de oficio.
Soñamos con un país en donde los políticos, los medios de comunicación,
los militares y las instituciones públicas estén al servicio de los ciudadanos y no estos al servicio de ellas. En donde la pobreza, la delincuencia, la corrupción y la muerte sean asuntos del pasado porque, con el conocimiento, nuestro trabajo digno y honesto (individual y colectivamente) y nuestras virtudes ciudadanas, hayamos logrado construir la Venezuela futura, la Venezuela predestinada a ser el ejemplo a seguir por las naciones del llamado tercer mundo, la Venezuela que podemos ser solo si todos asumimos con orgullo y compromiso SER VENEZOLANOS.