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Pontificia Universidad Católica de Chile

Fucultad de Letras
Seminario

Irrupciones en el paisaje nacional:


la geo-grafía en Quebrada: Las Cordillera en Andas
de Guadalupe Santa Cruz

Cristian Rolf Foerster Montecino


Profesora guía: Paula Miranda Herrera
Diciembre, 2010

1
Agradecimientos
En primer lugar, tengo que agradecer a mi madre, Sonia Montecino,
por su apoyo constante y sus valiosas correcciones, ya que sin ellas,
este trabajo no habría sido posible. Asimismo, agradezco a mi padre,
Rolf Foerster, por nuestros diálogos, escuchas atentas entre
desesperación y desasosiego. También debo agradecer a mi amigo
Lucas Costa, por sus llamadas telefónicas, en las que me animaba a
seguir escribiendo, a apresurarme en esta labor, con promesas de
júbilo y diversiones futuras, ya terminado el tormento. También
debo agradecer a mi profesora guía Paula Miranda, por sus
indicaciones y consejos, así como por su aliento en este proyecto un
tanto desafiante. Por último, pero no por eso menos importante, doy
las gracias a Guadalupe Santa Cruz, por todo lo que ha significado
para mí, la formación vital e intelectual de su taller, y que ahora, de a
poquito, empieza a dar fruto.

2
El desierto está lleno de ojos. Son ellos la memoria de un lugar, agazapada en
las distintas perspectivas. Cada mirada buscaba algo. Ese algo es el forado que
veo en el paisaje, es lo que en él me vence.
PASAJERA V

3
ÍNDICE Página

I.-PRESENTACIÓN...................................................................................................... 5

II.-INTRODUCCIÓN
Poética y obra de Guadalupe Santa Cruz………………………………………........... 6
Algunos estudios críticos de la obra de Guadalupe Santa Cruz…………………......... 7
Metodología.................................................................................................................... 9

III.-MARCO TEÓRICO. …………………………………………………................... 10

IV.-ANALISIS
Primeros avistamientos, las rutas que se dejaron atrás….............................................. 17
.Capítulo 1. El mapa de las grafías………………………………………………........ 19
.Capítulo 2. El amor por las quebradas, a pesar de todo……………………............... 28
.Capítulo 3. Geo-grafía de la quebrada v/s paisaje nacional…………………............. 35

V.- CONCLUSIONES.................................................................................................. 41

VI.-BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………… 44

VII.-ANEXOS.............................................................................................................. 45

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I. PRESENTACIÓN:
En el presente estudio analizo el libro Quebrada. Las Cordilleras en Andas (2006),

de la escritora y artista visual Guadalupe Santa Cruz, que instala una visión novedosa

respecto a problemáticas propias de la literatura y del arte en general. Por ejemplo: la

articulación del espacio (en este caso el de la quebrada), la representación del paisaje

nacional, la reflexión meta-escritural, el trabajo inter artístico (escritura y grabado) bajo un

soporte equivalente (libro) y la convivencia, en un mismo territorio-artístico, de otros

discursos -los testimonios de personas que habitan en las quebradas- para, de este modo,

relevar las texturas y materialidades que entregan estos discursos.

Lo que persigo con el análisis de Quebrada es mostrar cómo se ensaya una geo-grafía

de la hendidura como una alternativa posible a la representación del paisaje nacional. Para

ello, en primer lugar, procedo a demostrar cómo, a través del uso de distintas grafías, se

articula el espacio de la quebrada, para luego ser caracterizado a partir de las nociones de

entorno y topofilia propuestas por Yi-Fu Tuan. Una vez terminado el análisis del modo en

que se despliega la geo-grafía de la quebrada, doy cuenta de su construcción en tanto

opción a las representaciones del paisaje nacional de Chile.

Este trabajo, eventualmente, puede constituirse en punto de partida para futuras

investigaciones, ya que el concepto de geo-grafía, desarrollado a partir del libro de Santa

Cruz, puede convertirse en un modelo teórico-metodológico para el estudio de un corpus

más amplio de obras referidas a los paisajes nacionales, como por ejemplo, Chile o una

Loca Geografía de Subercauseux o Poema de Chile de Gabriela Mistral, entre otras.

5
II. INTRODUCCIÓN:

Poética y obra de Guadalupe Santa Cruz:

La obra de Guadalupe Santa Cruz aborda diversos ámbitos, como el ensayo y la novela,

así como el grabado y las instalaciones. La escritora ha publicado seis novelas: Salir (La

balsa) (1989), Cita Capital (1992), El Contagio (1997), Los Conversos (2001), Plasma

(2005) y Quebrada. Las Cordilleras en Andas (2006). En todas ellas existe una

problemática común. Así, podríamos catalogar esta problemática bajo el término de

poética, sin embargo evito el uso de este término debido a las connotaciones restrictivas y

generalizadoras que conlleva. Me atrevo a conjeturar que el motor que opera detrás de

estos seis textos es la inquietud por las configuraciones espaciales, a partir de la

exploración y la experimentación escritural.

Sus primeras cuatro novelas se centran en torno a los nudos conflictivos que ofrece el

espacio urbano. La autora señala, al respecto, en una entrevista realizada por Sergio

Montecinos1:

la ciudad ha sido para mí una forma de darme un constructo que no tiene forma alguna, porque cada
ciudad es distinta; cada ciudad es única y singular en su forma de resolver una serie de interrogantes,
además, no hay autorías claras respecto de la ciudad; tú no puedes decir “esta ciudad es fruto de”, la
ciudad ya es una amalgama, es una amalgama de programas –la ciudad letrada–, proyectos, deseos,
recorridos, cruces, sitios baldíos

De esta manera, estos libros dan cuenta de las distintas configuraciones que la(s)

ciudad(es) adopta(n) y cómo múltiples voces y registros la(s) conforman. No obstante, en

El Contagio la protagonista ya anuncia la necesidad de salir de ese sitio y emprender un

viaje por el norte de Chile, escenario en el que se desarrollan Plasma y Quebrada…. Este

cambio de zona en que transcurre la escritura, se concretiza plenamente en Plasma, la que

podría comprenderse como una antesala de la búsqueda que será Quebrada…: la obsesión

1
Entrevista completa en http://www.philosophia.cl/entrevistas/santacruz.htm.

6
por registrar y conocer nuevos signos que se desprenden del paisaje desértico, y cómo ellos

proponen un lenguaje propio. Este cambio de escenario en el proyecto artístico-literario de

Santa Cruz, se puede entender a partir de una necesidad por conocer y experimentar con

nuevas formas ajenas a las lógicas que imperan en las urbes; indagar en aquellos programas

secretos, casí imperceptibles, que se desarrollaron de un modo espontáneo y azaroso en el

mundo rural.

Algunos estudios críticos de la obra de Guadalupe Santa Cruz:

Los estudios críticos sobre la obra de Guadalupe Santa Cruz, en su mayoría

centrados en una óptica feminista, efectúan el análisis textual, destacando cómo en su

escritura, se problematizan el territorio y la memoria. Dentro de estas investigaciones

habría que señalar el libro Lengua Víbora. Producciones de lo femenino en la escritura de

mujeres chilenas (1998), de la académica Raquel Olea. En él se incluye el proyecto de

Santa Cruz, junto al de otras escritoras nacionales pertenecientes a la generación del 80,

como Diamela Eltit, Eugenia Brito, Marina Arrate, Elvira Hernández, Soledad Fariña, etc.,

quienes indagan a partir de su propia herramienta de trabajo -la palabra escrita (bífida)-, las

problemáticas de género y el lugar de la mujer en la sociedad moderna. Asimismo, en este

libro se analizan en profundidad sus tres primeras novelas: Salir (la balsa) (1989), Cita

Capital (1992), El Contagio (1997), relevando su “producción como (una) propuesta

narrativa adscrita a concepciones de lo literario como trabajo y búsqueda en el lenguaje”

(83).

En esta misma línea también cabe subrayar el artículo de Cecilia Ojeda, “Recuperando

el sujeto femenino exiliado: Salir (la balsa)”, en el cual se examina la configuración de un

sujeto femenino rupturista. Este quiebre se vislumbraría en una gramática desarticulada y

en una escritura fragmentaria, que invita al lector(a) a ser un(a) cómplice más en la

7
comprensión y producción del relato. Por otro lado, la crítica académica se ha interesado

por la obra de Santa Cruz en relación con sus concepciones sobre las espacialidades y

corporalidades en general y, en particular, las vinculadas al ámbito urbano. Sobre estas

reflexiones encontramos el interesante estudio “Guadalupe Santa Cruz: la memoria en la

ciudad” de Carol Elizabeth Arcos Herrera, el cual, a partir del concepto de cronotopo,

indaga en estas temáticas. Asimismo, debo mencionar el texto de Francesca Lombardo

“De grafías e incisiones: dos novelas de Guadalupe Santa Cruz”, el cual combina ambas

corrientes. Así, Lombardo distingue y describe, en Cita Capital y El Contagio, distintos

tipos de grafías (bio-grafía, topo-grafía, etc.) y cómo estas se articulan para conformar un

nuevo discurso sobre lo femenino.

Respecto a Quebrada. Las Cordilleras en Andas se ha publicado recientemente, en el

Taller de Letras N°47, el artículo de Andrea Bachner “La corrosión del sentido: Quebrada

de Guadalupe Santa Cruz” en el que se propone una lectura crítica del libro, a partir de los

conceptos de cruce y corrosión, como tipos novedosos de inscripción, los cuales son un

aporte significativo para la reflexión sobre la obra. Bachner, además sostiene que

“Quebrada se resiste a la tentación de lo figurado, rehuyendo –en el traslado de marcas por

distintas superficies y soportes- la equiparación total de un trazo material y otro figurado.”

(69).

Asimismo se han escrito dos reseñas críticas, una de la misma Raquel Olea publicada

en Taller de Letras N°41 y otra de Javier Norambuena en Guaraguao. Revista de Cultura

Latinoamericana. Además, se cuenta con la presentación de Sergio Rojas: “La epoché de

las quebradas”. Figuran, en el mismo libro de Santa Cruz, el epílogo a cargo de Sonia

Montecino “La cuenta quebrada(s)” y el texto de la solapa “Andas en las Cordilleras” de

Eugenio Dittborn, los que abren dos rutas distintas, pero complementarias, respecto la

8
comprensión de este multifacético libro. Este piélago de primeras entradas es sumamente

productivo para mi indagación, sobre todo la de Norambuena, que también roza el concepto

de geo-grafía, y me permite profundizar y calar sobre lo que estos autores ya han atisbado

respecto al espacio de la quebrada y ampliarlo desde mi perspectiva. También he

considerado para el capítulo final algunos aportes del artículo de Andrea Bachner.

Metodología:

Para abordar el estudio de Quebrada. Las Cordilleras en Andas, he optado por el

enfoque cualitativo, que otorga un conocimiento interpretativo y (re)valorativo de los

fenómenos. Considerando lo anterior, me propuse encarar las diversas problemáticas

escriturales del texto de Santa Cruz, desde la macro-noción de geo-grafía. Ella me permite

englobar, dentro de un ámbito común, los distintos registros que componen el libro: a) el

testimonio, entendido como las descripciones y relatos de las personas que habitan las

localidades por las que nos traslada el texto; b) los grabados que irrumpen en la lectura, y

que, como indica Sergio Rojas, son el dispositivo que trata de recuperar la memoria de la

experiencia del viaje; c) la narración de una viajera que hila, da espacio, a cada uno de

estos estratos; y por último, d) la meta-escritura, inscrita en los textos bajo el título de “LA

MATRIZ”, donde se reflexiona sobre el ejercicio de la grafía y sus consistencias.

De este modo, el concepto de geo-grafía, además de entregar herramientas

fundamentales para la comprensión de Quebrada…, soluciona un problema metodológico:

la dificultad de estudiar un texto compuesto por múltiples registros sin descuidar las

particularidades de cada uno de ellos. Así, por medio de este concepto analizaré, una a una,

las distintas capas que conforman al libro, indicando como, a partir de sus características

propias, configuran el espacio de la quebrada. Contrastaré este lugar ya especificado, con

algunas nociones generales acerca de la idea de paisaje nacional, para así mostrar, las

9
implicancias y novedades que ofrece este libro de cara a ese problema que opera como un

agente clave a la hora de configurar y pensar la nación.

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III. MARCO TEÓRICO:
Para el estudio del libro Quebrada… utilizaré los conceptos de entorno y topofilia,

por un lado, y por otro, el de escritura que, a su vez, convergerán en el macro-concepto de

geo-grafía.

En primer lugar, definamos el concepto de escritura, el cual, debido a la abundante

bibliografía teórica que lo comprende, es el más difícil de sintetizar y entender. Para ello, es

necesario tener en cuenta que la escritura, del modo en que la ha abordado la teórica crítica,

se desprende de la función clásica que el logocentrismo2 le ha otorgado: la de ser medio de

expresión o de comunicación irrelevante para el pensamiento que expresa.3 Esta disposición

negativa que adopta la filosofía frente a la escritura se debe a que ella, como medio, puede

afectar el significado que supuestamente representa. Ya que “es en la escritura donde los

aspectos desgraciados de la mediación se hacen visibles. La escritura presenta al lenguaje

como una serie de marcas físicas que operan en ausencia del hablante.” (Culler 84). Es

decir, que ella es ajena e independiente a la presencia del hablante, y por ende, al

pensamiento que la produjo; no se rige por sus leyes, permanece físicamente en el tiempo y

2
Sin embargo, esta concepción que asume Derrida respecto al logocentrismo, es discutida y problematizada
por Walter Ong en Oralidad y Escritura: Tecnologías de la palabra (1982). En primer lugar, señala que estas
nociones, que manejan Derrida y otros críticos-filósofos, a los que él denomina ‘textualistas’, “derivan
principalmente de una tradición husserliana”, especializada en textos impresos, sobre todo de “la época del
romanticismo recientemente impresos: especialización significativa dado que esta época se reconoce como
señalamiento de un nuevo estado de conciencia, asociado con la interiorización definitiva de lo impreso y la
atrofia de la antigua tradición retorica” (Ong 161). De este modo, Derrida y compañía no estarían
considerando las especificidades propias de la oralidad, al momento de definir el “fonocentrismo”, del cual
provendría el “logocentrismo”. Asimismo, Ong agrega que los recientes trabajos que contrastan oralidad y
escritura, complejizan el vínculo entre fonocentrismo y logocentrismo, sobre todo las explicaciones a partir de
Platón, indicando que la relación que este tiene con la escritura es ambigua. Así, “por un lado, Platón, en el
Fedro y en la Séptima Carta, considera que la escritura es menos importante que el habla oral, y es por lo
tanto fonocéntrico” (Ong 162). Por otro lado, en la República, destierra a los poetas, “como demuestra
Havelock, porque representaban el antiguo mundo mnemotécnico oral de la imitación” (op.cit), opuesto al
mundo de la ideas (analítico, sobrio, exacto, abstracto, visual e inmóvil) que él perseguía. No obstante, a pesar
de la fuerte crítica de Ong sobre las ideas de Derrida, he optado por obviar sus planteamientos y sugerencias
para este estudio ya que, a pesar de que Ong indique varias falencias en las concepciones derridianas, estás
aún son pertinentes para el libro que aquí se estudia.
3
Ver el capítulo Escritura y logocentrismo, del libro de Jonathan Culler “Sobre la Deconstrucción”(1992)

11
es por eso que puede ser reinterpretada, reescrita constantemente: la escritura siempre

desencadena más escritura.

Asimismo, según Derrida “la escritura a menudo se deja al margen, simplemente

como una técnica para registrar el habla en inscripciones que se pueden repetir y hacer

circular en ausencia de la intensión significante que anima el habla” (cit. en Culler 93), sin

embargo, esta repetitividad es la de cualquier signo. De este modo, “si “escritura” significa

inscripción y especialmente la inscripción durable de signos (y este es el único núcleo

irreductible del concepto de escritura) entonces la escritura cubre todo el dominio de los

signos lingüísticos.” (Culler 65). Por lo tanto, la idea de la institución de la arbitrariedad del

signo es impensable previa o fuera del horizonte de la escritura. Esto quiere decir, que la

noción de escritura que manejaremos, es en general la de una archiescritura o

protoescritura que es condición tanto para el habla como para la escritura concreta.

Por otro lado, Derrida indica que, respecto la relación entre el habla y la escritura,

esta nos provee de una estructura que denomina <suplemento>, término que aplica

Rousseau a la escritura. “El suplemento es un extra no esencial, añadido a algo completo

por sí mismo, pero el suplemento se añade para completar, para compensar de una falta con

la que se supone se completa a sí mismo.” (cit. en Culler 94). De esta manera, uno podría

establecer una analogía entre la noción de suplemento y la escritura que despliega Santa

Cruz sobre la quebrada. Así, la escritura se articularía como una tercera dimensión que se

acopla al paisaje, reconfigurando sus elementos y sentidos.

Prosigamos con el concepto de entorno y topofilia. La topofilia es un concepto

difuso que se inscribe en el plano de la experiencia personal. Sin embargo, lo podemos

definir como el lazo afectivo entre las personas y el ambiente circundante. Esta relación

comprende tres estratos. El primero corresponde al de la percepción: respuesta sensorial

12
ante los estímulos externos. En este proceso se seleccionan y registran ciertos fenómenos,

que tienen un valor o interés particular para el o los sujeto(s). El segundo estrato es el de la

actitud, que consiste en la elección de una postura respecto al mundo. Esta se construye a

partir de una sucesión de percepciones. El último nivel es el de la visión de mundo,

entendida como una experiencia conceptualizada en un sistema de principios que rigen,

personal y socialmente, el vínculo entre los sujetos y el espacio.

Para la percepción y la valoración del espacio circundante estamos circunscritos a

nuestros sentidos (la visión, el tacto, el oído y el olfato). Así, Yi-Fu Tuan propone una

comprensión de los modos en que perciben estos sentidos por separado, y la construcción

de un quinto en que conviven todos. Sin embargo, a mi juicio, las definiciones que esboza

Tuan pecan de generalizadoras (e ingenuas), por lo cual, en esta instancia, me limitaré a

comentar sólo dos (el olfato y el tacto), que son las que me parecen más precisas y

sugerentes. Así, el tacto es una experiencia directa de resistencia (estar en con-tacto) que

nos convence de que existe una realidad independiente de nuestra imaginación. Por otro

lado, el olfato posee la facultad de evocar recuerdos, cargados de emoción, del pasado.

Esto, según Tuan, se produce porque cuando uno es niño está más cerca del suelo y sus

esencias.

Por otro lado, el concepto de entorno atañe a los estímulos sensoriales que, en

cuanto a imágenes percibidas, moldean nuestros ideales. Esta concepción es interesante ya

que propone, de un modo un tanto utópico, que los mismos espacios contienen una suerte

de manera ideal de habitarlos, y por lo tanto, de comprender el mundo a través de ellos.

Ahora veamos como estas nociones se articulan en el concepto de geo-grafía. El

término geo-grafía, a grandes rasgos, lo podemos definir cómo el modo específico en que

cada individuo “marca la tierra”, o visto desde su etimología, cómo la “geo-grafía, vuelve

13
propio, hace común un determinado espacio, adueñándose de él.” (Goncalves 6). Así, la

sensibilidad de un sujeto, arraigada en su corporalidad, escenifica un espacio, a través de

diversos signos que fue dejando –consciente o inconscientemente- sobre un soporte-

territorio, que se configura como tal, durante el mismo proceso de inscripción. La geo-

grafía registra aquellos residuos, desprendimientos geológicos y humanos, del paisaje y del

entorno, los que, a la manera de capas geológicas, estratifican la narración, la vuelven

quebradiza, pero la dotan de espacialidad. De esta manera, la geo-grafía, como técnica de

apropiación de un territorio, opera al modo de la escritura, en la que los restos de cuerpo

trazan su recorrido, emocional y perceptivo, por un espacio particular.

La geo-grafía en cuanto técnica, además, debe considerársela, como señala

Norambuena trayendo a colación a Jean Luc-Nancy, como una kosmopoiesis, es decir,

“aquello que no es ni theoria, ni poiesis: aquello que no asigna el sentido ni como saber, ni

como obra” (184). Así, interpretando la cita de Nancy, podríamos sostener que la técnica

geo-grafica, que se despliega en Quebrada, actúa como símil del accidente geográfico,

como un hiato de dos planos, que en vez de unir agrupando, se acopla mientras quiebra. Es

en este quiebre interno del concepto, en su imposibilidad lógica, que se dispone como

<suplemento>, como un <entremedio> que completa a la obra, a la teoría que la sostiene y

al paisaje que representa. De este modo, la geo-grafía, en su interior, concilia el concepto

de entorno y topofilia (geo), por un lado, y el de escritura (grafía) por otro.

Por último, definamos qué se entenderá por paisaje nacional. Primero, tenemos que

distinguir la diferencia que existe entre este concepto y el de geo-grafía. Esta distinción

radica en que el concepto de paisaje nacional, a diferencia del de geo-grafía (que se articula

como un <entremedio>, una instancia más allá o más acá de la representación) se despliega

como una representación, es decir, un <en frente> rígido, al cual contemplamos. En

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segundo lugar, cabe advertir que nuevamente estamos ante una concepción compuesta por

dos ideas (paisaje y nación), las cuales, no obstante, están vinculadas, de un modo

específico, entre sí. En la historia de la pintura occidental, el paisaje nace cuando deja de

ser un fondo y ocupa el centro, el primer plano de la representación. Esto ocurre,

históricamente, durante el siglo XVII, posterior al descubrimiento de América y a la

configuración de los primeros estados nacionales4. Así, la misma palabra paisaje incluye la

noción de país, de un territorio representado y delimitado, por un grupo de individuos, que

lo considera como propio. Es sobre este paisaje que una comunidad establece un vínculo

afectivo, el cual arraiga un conjunto de tradiciones y relatos, que le otorga un sentido y un

relieve característicos. De este modo, el paisaje nacional ocupa un lugar crucial al momento

de la configuración de una identidad nacional, ya que actúa como soporte de los discursos

nacionales, a los cuales delimita espacialmente, especificando sus coordenadas y

características materiales. Es por ello que el paisaje nacional, al igual que la imprenta y el

periódico, puede ser entendido como una institución por medio de la cual “las comunidades

imaginadas” (movimiento político), es decir, las naciones adquieren forma concreta.5

Así, el paisaje nacional no pertenece exclusivamente a la esfera estética, ligada a la

contemplación desinteresada de la naturaleza, pero tampoco se le debe entender como un

macro-contenedor en el cual el sujeto se ve sumergido, sino que más bien, como una

representación en la que política y estética no pertenecen a planos separados. Por lo tanto,

para la configuración de un paisaje nacional, están en juego diversos ámbitos sociales, en el

que sobresale el artístico-literario, como encrucijada entre una dimensión estética y otra

política. De este modo, lo que intento proponer con esta reflexión final, es que un paisaje
4
Ver, para mayor información, el capítulo III “El paisaje de Chile: Representación y persistencia del valle”,
de Alfredo Jocelyn-Holt, presente en su Historia General de Chile. Vol. 3. Amos, Señores y Patricios (2004).
5
Ver, de Benedict Anderson, el libro “Comunidades Imaginadas: reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo” (1991).

15
nacional es una representación estético-política que se ejerce sobre una naturaleza, a la cual

delimita (como un mapa o una postal) y especifica sus modos de percibirla y habitarla

correctamente.

Por último, cabe señalar que la geo-grafía no es más que un modo particular de

escritura, que (se) fija (en) un tipo preciso de elementos, trasladándolos hacía una nueva

superficie que los hace perceptibles. Este tipo de escritura contrasta con la del paisaje

nacional, ya que ella no pretende representar una realidad, configurarla como un todo

acabado, sino que se límita a presentar las múltiples formas que ella adopta. Así, geo-grafía

y paisaje nacional son dos procedimientos distintos que se utilizan para la comprensión de

una misma entidad.

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IV. ANÁLISIS:
Primeros avistamientos, las rutas que se dejaron atrás

Quebrada. Las Cordilleras en Andas (2006), de Guadalupe Santa Cruz, se presenta

como el viaje de una pasajera -que se bifurca en nueve entidades distintas- por el norte

chico y el norte grande de Chile. El viaje es el motor de esta escritura, que (se) despliega

(sobre) un espacio (la quebrada), el que solamente se configura como tal, durante ese

proceso de traslación. Así, lo que encontramos en este libro, son las distintas anotaciones

(grafías) que ella fue dejando, fijando, a lo largo de su travesía, como testigos de esa

experiencia. Estas distintas grafías que configuran la quebrada son: a) el testimonio de las

personas (vivas o muertas) que habitan en las quebradas, b) el grabado, c) las narraciones

tanto de la pasajera como de aquellos y aquellas que encuentra durante el viaje y d) la meta-

escritura que reflexiona sobre la experiencia del traslado, de la escritura, de la quebrada,

etc.

Antes de comenzar con el estudio de estos registros, es preciso hacer referencia a

algunas características del libro que se han dejado fuera del análisis, pero que, sin embargo,

sirven como punto de partida, guías introductorias, que se deben considerar antes de

emprender el trabajo.

En primer lugar, es interesante destacar que Quebrada carece de numeración, sus

páginas sólo contienen lo que la autora eligió fijar en ellas. Entiendo esta elisión como el

rechazo a una forma de lectura tradicional, en la que las páginas se suceden unas tras otras,

marcadas por un número correlativo, y en que la linealidad y la horizontalidad de lo escrito

es lo que prima. El libro nos invita a detenernos en cada una de sus páginas como si fueran

un paisaje único y a contemplar las distintas irregularidades que lo componen. Por lo tanto,

un lector acostumbrado a la linealidad del relato (a nivel temporal y espacial) se verá en

17
dificultades de proseguir su lectura, ya que aquí las páginas son más cercanas a lienzos,

capaces de acoger en su superficie, tanto al registro visual como al escrito. De este modo, la

compaginación de Quebrada… se dispone como un espacio que incita al ojo a emprender

sus propios recorridos y a configurar así un viaje personal.

Un segundo tema que me interesa mencionar es el del nombre de los lugares. Este

ámbito presente en Quebrada, puede ser el punto de partida de un extenso estudio, debido a

su importancia para la conformación de un territorio. El nombre establece las coordenadas

de un espacio, lo humaniza, posibilitando su localización. No obstante, el nombre de un

lugar, no sólo fija sus coordenadas, sino que a su vez, y sobre todo, agrega un valor afectivo

y sensorial al espacio que señala. Es por eso que se confunde el nombre de los lugares con

el de las personas que allí habitan. El nombre propio es necesario tanto para la

configuración de los sujetos como para la de los espacios. Es por este que el viaje

comienza, es la primera señal que aprehende el ojo. De este modo, Quebrada nos traslada

por los diversos nombres de lugares y personas que trazan el recorrido por las distintas

quebradas del norte grande y chico de Chile.

Una última temática que es necesario destacar es la del sujeto de la enunciación. A

primera vista, Quebrada puede ser entendida como la narración, el diario de viaje por el

norte de Chile, de una pasajera. Sin embargo, esta presencia del sujeto que narra, debe ser

problematizada, en primer lugar, por su imposibilidad de articularse como un narrador o

narradora capaz de hilvanar los distintos relatos y testimonios dentro de una unidad.

Asimismo, es interesante también relevar que la sujeto, que supuestamente enuncia, no se

dispone en el texto como viajera, sino que como pasajera, la cual, a diferencia de la

primera, no ejerce la acción de viajar, sino que la padece. Ella se deja transportar (deviene)

por un camino trazado por otros, el que registra y por el que escribe: “los nombres se

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ensucian con el camino, me gusta extraviar el mío al abordar los peldaños de las máquinas

de viaje” y “entretanto las letras son asaltadas por aquello que ven y el Norte crece como

una página en blanco que se cuela en un libro escrito por otros”. Quebrada es un libro de

otros, donde la presencia del narrador se encuentra aplazada, para dar paso a una geo-grafía

que posibilita la convivencia, en un mismo libro, de distintos registros que, gracias a esta

interacción, configuran el paisaje de la hendidura. De este modo, la quebrada sólo es

perceptible cuando se da cabida al espacio del otro, a su escritura en la página, ya que

supone la conjunción, en un misma esfera, de dos ámbitos irreconciliables desde una lógica

logocéntrica: el yo y el otro.

Capítulo 1. El mapa de las grafías

Las distintas grafías que componen Quebrada…, es decir, el testimonio, el grabado, la

narración y la meta-escritura, se intercalan en el libro y se disponen irregularmente en la

página, irrumpiendo en ella. La comprensión de cada uno de estas grafías requiere que uno

adopte distintas actitudes, se fije en sus diversas particularidades y no las reduzca a una

misma codificación.

El primer registro que me propongo analizar es el de los testimonios, que se despliegan

en el libro y que se articulan como grafía que posibilita la configuración del espacio de la

fractura. Previo al análisis, cabe advertir que lo testimonial, como clave de lectura, podría

utilizarse para comprender a este libro en su totalidad, ya que las otras grafías que en él

operan, también se disponen como testigos de la experiencia que radica en la escritura. No

obstante, asumir esta perspectiva, a mi juicio, implica reducir las otras particularidades que

ofrece Quebrada… a un mismo registro. Asimismo, si se adoptara esa visión, el sentido

estético que se le otorga a los testimonios de las personas que habitan en las quebradas,

19
sería elidido. He optado por trabajar en este ámbito sólo los textos que se encuentran

entrecomillas y bajo los cuales aparece el nombre del sujeto que los enunció.

Las temáticas de los testimonios varían de acuerdo al modo en que los sujetos reales

habitan en sus respectivas quebradas. Ellos otorgan un relieve afectivo que va más allá de la

exclusiva caracterización espacial de la quebrada. Así, se enuncia en los testimonios, en

primer lugar, las actitudes que debe asumir un sujeto para sobrevivir en ella. Un ejemplo de

estos es el de Domingo Pérez Zepeda que señala que “Para vivir en una quebrada hay que

ser muy sufrido y quitado de bulla”. Este lema se repite, de un modo silencioso, “quitado de

bulla”, en los otros testimonios. El dolor que ellos expresan –el que se grabó lentamente en

las quebradas, y posteriormente en este libro-, ni es glorioso ni épico, sino que es profundo

como los tajos que dejó el agua, después de mucho tiempo, en la tierra y los que

posibilitaron la vida en las quebradas.

De esta actitud se desprende el modo en que las hendiduras permiten la vida de las

personas, lo que se aprecia notablemente en los testimonios de Lidia Castro y Manuela

Herrera Soriano. Así, esta última señala

Ha costado harto sacrificio levantar para arriba este local, Las Sirenitas. Antes vivíamos de la casa,
nada más, los maridos traían la pesca. Hay harto marisco, sale el loco, la almeja, la lapa, el locate.
Pocas son la gente que lo conocen, es poco cocinado. También hay en el sur, pero es más grande.
Aprendí a cocinarlo aquí, mirando a los caballeros. Es un caracol, es como pariente del loco, una
cosa así. Hay erizo y harto pescado, pejegallo, a veces llega corvina, vieja colorada, pejeperro,
cabrilla, sargo, rollizo.
Soy de las primeras mujeres de la caleta Camarones. Primero llegaron los caballeros de la pesca,
después sus señoras. Ellos son buzos u pescadores, algunos no viven con la señora ahí, pero tienen
sus casas. Llegan, trabajan, están dos días, un día, y se van. Somos poquitos lo que vivimos ahí.
Prácticamente siempre somos cuatro o cinco mujeres, ahora estamos dos nada más, las otras están en
Arica. Sería bueno que estuvieran todas. A la gente que es tranquila siempre le va gustar vivir en una
quebrada, nosotras ya estamos acostumbradas. A veces hemos quedado solas, pero no pasa nada.
Pero a veces la tranquilidad llega a molestar. A veces se sienten los perros, es así, es bonito.

De este modo, el testimonio registra las experiencias de las personas, las marcas que

dejaron en sus cuerpos las penurias del trabajo, dotando así, al espacio de la quebrada de

una memoria afectiva ligada al esfuerzo y al rigor.

20
No obstante, cabe agregar que estos testimonios no sólo confieren memoria a la

fractura sino que, además, la dotan de una dimensión imaginativa, que se manifiesta

nítidamente en el testimonio de Lidia Castro: “Al mirar hacia el fondo de la cordillera me

da la impresión de un capitán, el capitán con todos sus soldados. Uno con lepra, otro con

dificultades para respirar, otro con dificultades para sostenerse, porque uno está inclinado

así, otro para allá.”. Entonces la percepción de los sujetos, su imaginación sobre la

quebrada, depende del entorno en que habitan: sus sueños no son posibles sin la experiencia

de este espacio y, al mismo tiempo, la rotura requiere de las personas que en ella viven

para su configuración. Por lo tanto, existiría una dialéctica entre la quebrada y los

testimonios, que permite que articular tanto el lugar como los relatos que de él se

desprenden.

Así, el testimonio como grafía posibilita la convergencia, no de un imaginario

colectivo, sino de una colectividad de imaginarios sobre el espacio de la quebrada, el cual,

también es múltiple y variado.

Desde la perspectiva del análisis del grabado como una grafía, percibimos que en

Quebrada… existen un total de cincuenta y cinco grabados, distribuidos en la página de

distintas maneras: algunos ocupan toda la superficie de la hoja, otros solamente un rincón.

Es interesante destacar que los grabados nunca comparten la página con las otras grafías

(las que se materializan textualmente); es como si ellos pertenecieran a otra dimensión de la

escritura, la cual, a diferencia de las restantes, implica para su recepción de una disposición

distinta del lector. Este debe abandonar una actitud cognitiva, es decir, la búsqueda de una

exégesis acabada de lo que está leyendo u observando. Más bien, uno, como lector u

observador, tiene que detener el ojo y contemplar las texturas, no dejarse llevar por la

necesidad de representación, ya que, como señala Sergio Rojas, los grabados de Santa Cruz

21
al tener su origen en una matriz y no en un modelo externo (como en la pintura) el grabado no es
propiamente representación. En efecto, tiene el grabado una relación con la presencia, que lo hace
especialmente adecuado para elaborar este viaje a las quebradas del Norte de Chile, porque de lo que
se trata es de recuperar la memoria de aquella experiencia.
Los grabados, de este modo, recuperan la memoria del viaje por las quebradas

fijándola en el libro. Ellos recrean el recorrido de la pasajera, las instancias reales por las

que se trasladó la escritura. Esto se manifiesta en el modo en que se disponen los grabados

a lo largo del libro, ya que ellos, sus figuras, complementan y sirven de soporte visual para

las otras grafías. Un ejemplo de esto, es cuando se dice, en una de las narraciones, cómo

“en el cementerio antiguo de Los Choros están enterrados los nombres Zoila, Araceli,

Clarisa” y en las páginas siguientes aparecen tres grabados6 que muestran las cruces que

coronan las lápidas de un cementerio. Esta complementariedad, que se produce entre

grabado y texto, agrega un aspecto importante para el estudio de las configuraciones

espaciales, ya que para su comprensión cabal debemos prestar atención a aquellos nexos

que se trazan entre estas dos dimensiones.

A lo ya señalado cabe precisar que los grabados que aparecen en Quebrada… no son

écfrasis7 de las narraciones o de los testimonios, sino que se despliegan como el registro

visual de zonas que lo textual no es capaz de expresar. Estos trazan un lugar de

complementariedad, como hemos dicho, en el que para la comprensión espacial, grabado y

texto son indistintos. Ambos aportan al espacio de la quebrada una memoria particular, la

cual se va materializando a lo largo del libro. Sin embargo, la memoria que agrega el

grabado difiere de las otras memorias, ya que no se articula discursivamente, sino que

visualmente. Para comprender esta visualidad hay que tener en cuenta que ella depende de

una matriz, y por lo tanto, los grabados no son más que sus variaciones.
6
Ver Anexo: grabados.
7
Me refiero al intento de imitar con palabras un objeto de las artes plásticas, principalmente la pintura o la
escultura, o viceversa, el intento de representar visualmente un cuento, un poema, etc. Existe una abundante
bibliografía teórica sobre la figura artística de la écfrasis. Ver la compilación a cargo de Antonio Monegal
Literatura y pintura. Madrid: Arcos libros, 2000.

22
Ahora bien ¿cúal es el modo en que estas variaciones de la matriz, cuando se fijan en la

página, recrean aquella memoria? En primer lugar, hay que pensar cómo se disponen en el

papel, el lugar que ocupan en la página. Un segundo aspecto a considerar, es que la mayoría

de los grabados no se materializan a partir de un color, sino que de dos vacíos: el blanco y

el negro, la que se asemeja a la manera en que la letra se relaciona con la hoja en blanco.

No obstante, existen algunos grabados que se construyen a partir de la conjunción, del

cruce de dos grabados distintos, en el que uno de ellos es de color rojo. Otra rasgo

interesante de observar es el tipo de textura a la que aluden los grabados: las superficies

desérticas, su porosidad; también el registro de caminos de tierra o piedra o las antiguas

construcciones de esos pueblos del norte de Chile que parecen abandonados o fantasmas:

un antiguo molino, los restos tecnológicos de una mina o del ferrocarril. Así, estas figuras

aparecen en Quebrada… como los restos de una memoria visual descuidada, pero que

Santa Cruz rescata y recuerda en su valor estético y simbólico.

De este modo, los grabados se disponen cómo una grafía que registra la memoria visual

que lo textual no es capaz de fijar: los restos de una visualidad, de un paisaje, que se recrea

a lo largo de las páginas de Quebrada... y que junto a las otras grafías posibilita la

configuración geo-gráfica.

La grafía, que corresponde a la narración, implica los sueños, los relatos, las reflexiones

y/o impresiones del viaje de una pasajera por el norte chico y grande de Chile. La narración

lleva el registro del progreso de la travesía y se dispone como las anotaciones de un diario

de viaje. Esta forma de disposición hilvana a las otras grafías, les otorga un relato, el cual,

no obstante, ni es lineal ni se rige por las estructuras aristotélicas, sino que es subterráneo

como los ríos que atraviesan las quebradas.

23
Este viaje es “vertical u horizontal en el mapa, nocturno o diurno, y aunque en un

mismo huso horario, el ensanche del viaje produce sudor, el sudor de los viajes que

aglomera el cuerpo a los lugares.”. Así, la narración señala las coordenadas que dejó el

cuerpo de la pasajera, los marcas del viaje y de los lugares que recorrió. Estas huellas

componen un mapa que indica las zonas, nocturnas o diurnas, por las cuales se trasladó. Es

interesante destacar que la experiencia del viaje no es una acción que sólo se realiza

conscientemente, sino que ocupa todas las facetas de la vida. De este modo, el viaje

también transcurre en el plano onírico, un ejemplo de esto es cuando la pasajera indica:

“Soñé anoche que trazaba bosquejos y tomaba apuntes en el alto de una quebrada, y es lo

que hago. Pero la quebrada era verde, de arriba abajo verde.” El sueño del viaje completa el

paraje de la quebrada, lo dota de otra percepción, en la que se reconfiguran sus superficies:

“En los viajes duerme el sueño sobre superficies inimaginables, sobrevuela océanos,

salares, cordones montañosos.”

Así

El llano de los sueños posee varias dimensiones, gira sin orden aparente, sufre vuelcos, bruscos
cambios de escena, al igual que la bandeja de la pampa que vive en la quietud de sus accidentes
geológicos –fisuras, lava derramada, aparición y desaparición de las aguas- y del volumen intangible
de los colores que la recorren.
De este modo, lo onírico registra las dimensiones imposibles de la escritura, aquellos

lugares que no se puede capturar con los sentidos, pero sí laten en la imaginación de la

pluma.

La narración también pone en escena la experiencia misma de la escritura, las

relaciones que establece: “Guayacán es una palabra favorita, encontrar un guayacán hace

pronunciar la imagen retenida, el gusto acre y ácido de sus ramas apretadas para sortear la

sequía en lo alto.” Por lo tanto, en las palabras -los nombres propios- se pronuncian las

24
imágenes retenidas por ellos, devolviendo al lector la posibilidad de recordar la emoción

que significa descubrir.

Semejante a la preocupación anterior, la narración repiensa la utilidad de las

herramientas que usan, para su subsistencia, las personas que habitan en las quebradas. Así,

los arneros, que “son una herramienta del ojo rastreador, contraria al embudo que solo mira

y trabaja de modo vertical, de una vez”, se comprende más allá de su utilidad práctica, para

así destacar su dimensión estética y simbólica: “los arneros tamizando el paisaje, agitando,

acariciando voraz y desesperado la textura de las tierras. (…) En el Norte el deseo de los

arneros es sacarle el jugo a la aparente secura de las cosas.”. De este modo, el relato fija su

atención en los utensilios de tierra, en la imaginación que de ellos se desprende. Ella capta

estos desprendimientos y los reconfigura como metáforas de la misma experiencia del

viaje, de la escritura de la quebrada.

Por último, esta grafía cumple la importante función de repensar el contenido simbólico

que despliegan los testimonios, recrear su contexto de enunciación, narrarlo. Para

desarrollar este tipo de escritura Santa Cruz, como señala Eugenio Dittborn, se nutre de

distintos discursos, como el etnográfico o el arqueológico, o se disfraza de diario de viaje o

de ficción novelesca, pero, al mismo tiempo, difiere de todos ellos. Así, este tipo particular

y único de narración se traslada por distintos discursos, pero sin casarse con ninguno de

ellos. Esto implica que la técnica geo-grafica debe acudir a múltiples registros para la

configuración del espacio de la quebrada, ya que su composición es diversa, cambiante,

nómade. La narración constantemente está mutando de enfoque, adoptando distintos

ropajes para así logar calar la quebrada.

Un ejemplo de esto es el relato que se elabora acerca de los hombres que trabajan en

Pichasca, la quebrada del río Hurtado. En él, se narra cómo “los hombres que han trabajado

25
en el valle del río Hurtado se vuelven hombres conocedores del río.” No obstante, este

relato no está construido a partir del mismo código que los otros, sino que, para su

desarrollo, se adopta un ritmo semejante al de los testimonios: “Aunque Pichasca haya

provocado la gangrena. En Pichasca la rodilla del padre recibió un peñascazo y esa misma

rodilla quedó atrapada, a lomo de burro, entre dos árboles.”. Así, Santa Cruz, se refiere al

lugar de Pichasca del mismo modo que las personas que viven en ahí, como si, más que un

espacio, fuera una entidad viva, con personalidad propia. Esta forma difiere

considerablemente con la de otras narraciones: “Postergo el momento de escribir porque no

encuentro la palabra con que se abren las montañas, la tengo sellada en la lengua y estoy en

un mal paso.”.

La última grafía que resta por caracterizar es la de la meta-escritura, aquella que se

encuentra arraigada en “LA MATRIZ”8; el lugar de origen, el grado cero de la escritura de

Quebrada…. Esta grafía, a diferencia de las otras, no depende de un referente externo, sino

que da cuenta, graba la memoria del grabado mismo. Ella atestigua el proceso de registro y

confección de las otras grafías, su funcionamiento: “Calco los pies de cabra, las cabrías.

Modifican levemente su forma según el pulso, no me canso de repetir su nombre, su silueta.

Traslado el signo de un soporte a otro para multiplicar el goce de la escritura y pienso en el

viaje de las letras por nuestros cuerpos de historia.”. Así, “LA MATRIZ” nos confronta con

la escritura misma, con las emociones que motivaron su trazado, su experiencia.

Ella, a su vez, se dispone como las confidencias de una narradora, o mejor dicho, de una

registradora, la cual, descreída de su rol omnisciente, expone paso a paso todos los detalles

del proceso de gestación de su escritura: “He impreso en una misma hoja borrador un

8
“La Matriz”, a la ya me referí a ella en la metodología, es un apartado del libro de Santa Cruz que se
caracteriza principalmente por reflexionar en torno al modo en que fueron producidas de las otras grafías, es
decir, ella podría ser entendida como una meta-grafía.

26
tumulto de planchas de aluminio como “copia de estado”, juntando por economía de papel

grafías de distinta procedencia.”.

Asimismo, esta grafía se articula como el borrador, el punto de partida o de apoyo, de

las demás. Ella aglutina los distintos procesos de registro y los expone, los descuera ante

nuestra vista: “¿A qué va el paisaje?/El paisaje no es la imagen./ El paisaje es el deseo, hoy,

de lijar.”. Sin embargo, este gesto no es violento, sino que, por el contrario, es amoroso:

“Surge a ratos un enamoramiento por esos bellos gestos perdidos y conservo el ademán, el

paisaje de aquel ademán fallido que conduce sin embargo a esta hora.”. Esto se debe a que

una matriz no es sólo un molde en el que se funden distintos metales, sino que en ella, su

etimología, también se (con)funde con aquella “víscera hueca, de forma de redoma, situada

en el interior de la pelvis de la mujer y de las hembras de los mamíferos, donde se produce

la hemorragia menstrual y se desarrolla el feto hasta el momento del parto.” 9 Cito un

fragmento revelador: “ir al encuentro del parto en líquidos de una imagen es lo que ansía mi

paisaje”. Así, el paisaje que nace desde la matriz es el mapa de las otras grafías, su primera

memoria, líquida, la cual no se representa como un objeto, como un en frente rígido, pues

ella, en cambio, se despliega como un envoltorio que las nutre de sentidos previos a toda

representación.

De este modo, esta grafía se articula como la memoria previa al nacimiento, un “delirio

salado y sin forma, trasladándose de un puerto a otro, carente de nombre”. Se articula así

una mirada que escruta los intersticios del texto y del grabado, en la confusión que se

produce cuando existe ese tipo especial de cercanía: el “cuerpo a cuerpo entre una mano

que quiere corregir y la misma mano que hace abandono, detiene su frenesí y cae”. Es

9
Ver http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=coaptar

27
desde ahí que se originan las otras grafías y donde finalmente todas convergen, ya que ella

es la que registra su memoria.

Las distintas grafías se complementan unas a las otras, conformando un cordón de

intersticios: una zona relacional, la quebrada, en la que confluyen los sentidos y

significancias de cada registro. Tengo que señalar que el análisis anterior es sólo el primer

mapa de un territorio desconocido, una primera lectura exhaustiva, que no se propone en

ningún momento como definitiva, sino, por el contrario, como invitación para futuras

investigaciones que se aventuren a descifrar las múltiples travesías que ofrecen estos

registros.

Capítulo 2. El amor por las quebradas, a pesar de todo

En este capítulo analizo las nociones de entorno y la topofilia que se desprenden de la

quebrada propuesta por el libro de Santa Cruz. Recordemos que la topofilia es un

neologismo, pensado por Yi-Fu Tuan, referido al lazo afectivo entre las personas y el

ambiente circundante. Este vínculo, entre los sujetos y el medio, se despliega

dialécticamente. Esto implica que sus moradores deban adoptar ciertas actitudes, para

habitar un determinado espacio, que permitan su mantención en él superando las

adversidades y adecuándose a ellas para sobrevivir. Al mismo tiempo, las comunidades

recrean este espacio de acuerdo a sus propias cosmovisiones. Por ello quienes viven a la

orilla de los ríos son muy distintos de quienes lo hacen en los faldeos de una cordillera.

Estas diferencias suponen que las memorias y los discursos sobre los espacios son

también disímiles. Cada modo de habitar un lugar posee su propio relato, sus propias

concepciones del mundo, a las que Tuan define como entorno. Es por eso, que el libro de

Santa Cruz, es especialmente útil para este tipo de investigación: en él confluyen múltiples

28
registros de la quebrada, los cuales permiten su caracterización acabada y profunda.

Veamos a continuación, cuales son las características de este accidente geográfico en

cuanto a la topofilia y el entorno.

En primer lugar, debemos considerar como una pista fundamental el testimonio ya

citado de Domingo Pérez Zepeda: “Para vivir en una quebrada hay que ser muy sufrido y

quitado de bulla”, y el de Manuela Herrera Soriano: “A la gente que es tranquila siempre le

va gustar vivir en una quebrada, nosotras ya estamos acostumbradas. A veces hemos

quedado solas, pero no pasa nada. Pero a veces la tranquilidad llega a molestar. A veces se

sienten los perros, es así, es bonito.”. Ellos expresan claramente las disposiciones que

deben asumir los sujetos para habitar una quebrada. En este caso, el esfuerzo y la

tranquilidad serían las posturas básicas para vivir allí. No obstante, surge la duda: ¿Cuáles

son los elementos constituyentes de la quebrada, que le exigen a los sujetos, asumir estas

actitudes?

Una primera señal, para responder a esta pregunta, es que “una quebrada es un lugar

donde algo ocurre, corre, fluye o se interrumpe.” Los sucesos de la quebrada, la vida en

ella, están tensionados por esos cuatro modos de accionar: ocurrir, correr, fluir, interrumpir,

los que están determinados por un terreno que, al ser desnivelado, produce un tambaleo,

una declinación de las acciones, que las “bascula en otro sentido.” Es por eso que “se

cruzan cuerpos en las quebradas, ventoleras inversas que descolocan, chiflones y cauces,

abismos horizontales. La promesa de otras rutas.”. De este modo, la necesidad de las

personas -aquella que las lleva a asumir una actitud tranquila y esforzada ante la quebrada-

se debe en una primera instancia, a las características formales del terreno, a su desnivel,

tanto vertical como horizontal.

29
A su vez, una quebrada se forma por una hendidura que divide a una montaña en dos, y

en el caso particular del Norte de Chile, por una serie de cordones montañosos,

transversales, que interrumpen la línea recta de la Cordillera de los Andes. Estas hendiduras

fueron y son producto del paso -las huellas verdes- de los ríos que van a dar al mar.

Entonces, una quebrada es la combinación de dos materialidades: la tierra y el agua. Ambas

posibilitan la vida en la mitad del desierto más árido del mundo. Se despliega así, en

Quebrada un imaginario compuesto10 por esos elementos líquidos y sólidos, sus luchas y

amoríos, y cómo a través de ellos la vida prolifera. Un hermoso ejemplo es el testimonio de

Vilma Aguirre Campusano:

“Dicen que antes hubo sequedad, porque encontraron cosas enterradas, árboles. Después vino más
agua. Cuando yo estaba chica había mucha agua, el agua corría por todos lados. Y después vino otra
vez sequedad y otra vez estaba subiendo el agua. Siempre ha corrido subterráneo este río, creo que es
más grande que el Choapa.”
El vínculo entre agua y tierra se constituye como la memoria de la quebrada, en los

recuerdos de sus habitantes, quienes han experimentado las fuerzas de estas materias y sus

ciclos, la imaginación de esos parajes. Gracias a ese saber es que Vilma Aguirre

Campusano logra sobrellevar la crisis que se produce en Los Choros en el año 97. Ella tuvo

antes, en el año 91, “la visión que se enterraban los pozos” y por eso ahorró dinero, guardó

comida, buscó refugios. Llegó el año 97 y “el 15 de agosto salió un viento, venía del norte.

(…) Había gente en la isla, niños, llamaban para que por favor mandaran un helicóptero.

No había agua, no había luz, la quebrada se llevó todos los postes y los tiró al mar, todo

elalumbrado público se lo llevó”. Pero Vilma fue la única que previó la catástrofe, gracias a

percibir (“visionar”) los secretos de la quebrada.

Esta combinación material también se expresa en la conformación geográfica de una

hendidura, que nace de la conexión física entre dos ambientes concebidos como opuestos
10
Esta idea proviene del capítulo IV. Las Aguas Compuestas, de El agua y los sueños (1942) FCE. de Gaston
Bachelard.

30
para nuestra cultura: el mar y la cordillera11. Así, una quebrada, tanto material como

formalmente, es hiato de agua y tierra, de la cordillera y el mar, una zona de cruces, por la

que transitan múltiples realidades. Esta capacidad del accidente geográfico, de que fluyan

las cosas, se debe a su liquidez, a “la fuerza del agua (que) hace todo lo movible del campo,

de todo que se vea verde en cualquier parte”, como señala Lidia Castro. Sin embargo, esa

acuosidad sólo es factible gracias a la cordillera, ya que ella “es un abastecimiento de vida,

porque si no nevara para allá ¿cómo tendríamos agua?”.

Veamos los distintos modos en que la combinación de materialidades permite la vida en

la quebrada. El primero, bastante evidente, pero por lo mismo inadvertido estéticamente, es

la agricultura que ahí se desarrolla: “Al internarme hacia los pueblos del Loa las quebradas

plisan el mapa, lo quiebra la grieta del río Salado, del Turi, del Toconce. El piso no es más

que una plataforma, se resquebraja y surge más abajo el verde, terrazas de cultivo y

vegas.”. Al abrirse la tierra por el paso del agua, al quebrarse su representación en el mapa,

surge el verde de los cultivos y las vegas que alimentan a sus habitantes. También, esas

aguas proveen carnada: “Dos niños de Chui-Chui introducen sus coladores en las aguas

musgosas del Loa en búsqueda de pumpuyos, dicen que es carnada para la pesca de truchas

un poco más abajo, en el Salado.”. De esta manera, Santa Cruz no sólo releva el modo en

que los habitantes de las quebradas sobreviven gracias a la conjunción de estas dos

materialidades, sino que además resalta la dimensión estética de esta labor.

11
Pensemos solamente en el mito genésico mapuche de Kai-kai y Ten-Ten, donde las dos serpientes,
representan las fuerzas antagónicas de la cordillera y el mar. Asimismo, en el ambito de la percepción, la
cordillera funciona cómo un límite visual, una cadena montañosa que anuda un territorio; en cambio, el mar
se dispone cómo un horizonte infinto, el que configura una visión, pero no un espacio, ya que en él no es
posible habitar.
El estudio de las tensiones entre mar y cordillera, sus dimensiones simbólicas y culturales,
requieren de una extensa indagación, que en este trabajo me es imposible abordar. No obstante, a mi juicio, lo
que anunciado podría ser un interesante campo reflexivo a futuro.

31
Asimismo, el imaginario nutricio del agua no está sólo relacionado con los ríos

cordilleranos, sino que con el mar: desembocadura de la quebrada.

El río Los Choros aparece y desaparece. /El mar queda retirado, pero se lo presiente. /Sube por el
llano y luego por la quebrada, sube en el nombre Los Choros. El río inexistente va a dar al mar, el
mar esta presente en esa ausencia. El mar queda retirado pero esta cerca. (…)

Dicen que antes el mar traía choros inmensos. Que bajo las arenas se encuentran conchales de estos
choros gigantes. Luego el mar dejó de arrojarlos. Por años desaparecieron y de la noche a la mañana
volvieron a aparecer. Dicen que las arenas de la playa son blancas debido a esas conchas trituradas
por el tiempo
El mar, sus aguas, se presentan como recuerdos fósiles de un pasado magnífico,

próspero. El ayer permanece sepultado en los cauces de un río inexistente: restos de mar,

memorias de mar, que descansan en la tierra. En estas realidades de lo líquido, aparecen dos

tipos de imaginarios: uno superficial, memoria reciente que fluye por los cauces de los ríos,

y otro, subterráneo, ligado al océano, que reverdece (en) la tierra desértica.

No obstante, el agua y la tierra no sólo despliegan una imaginación positiva-vital sobre

la quebrada, sino que, a su vez, una negativa, de muerte. Ejemplo de esto, se encuentra en

el testimonio de Vilma Aguirre Campusano ya citado. En él se advierte que si no se es un

“conocedor” de la quebrada, de sus flujos de agua, ella se torna violenta y se vuelve contra

los sujetos. La propia pasajera escribe:

El agua de los embalses, la torta y la turbia de las compañías mineras son las únicas sepulturas que
arrebatan candados, pintura y flores de las manos, volviendo definitivamente deshabitado un lugar.
Sus habitantes los pueblan de otro modo, viven aquí y allá, la memoria suya es movediza, como el
agua, apegada a los lugares de agua.
La quebrada se presenta ante las personas de manera dual: si viven en ella y la

conocen, se torna benévola, les enseña sus saberes; si no se la habita y se la desconoce, sus

aguas impedirán arraigarse allí, pues sus flujos son impredecibles para el ojo inexperto.

El desarrollo de vida de la quebrada, obliga a los sujetos a un proceso de

descubrimiento de la dualidad que ella porta. Lo benévolo y lo violento los llevan a adoptar

una actitud tranquila y esforzada para habitarla. Este ciclo se expresa claramente en el

testimonio de Ana Robles Santander: “En el año 2000 corrió harto el río, hizo un forado en

32
la quebrada, el agua abrió el mismo puente aquí. Hizo mucho daño la crecida, se juntaron

los dos ríos, el Camarones y el Chiza. Cuando hay harta agua aparecen los camarones,

hacemos Picante de Camarones, con locoto y llaita, una planta de río parecida al luche.”

Así, el río daña a las personas, sus viviendas y plantaciones, pero al mismo tiempo, entrega

nuevos alimentos, riega la tierra, la fertiliza para la otra estación.

La lucha durante el proceso de supervivencia en la quebrada, no obstante, deja sus

frutos, sus memorias grabadas en el terreno. La gente persiste en ella, porque así se arraiga

la historia de los cuerpos que antes la habitaron. Los modos en que la historia se inscribió

en la tierra, como el agua horadó la piedra, son estetizados, a su vez, en Quebrada…:“Las

aguas fabrican un verde vibrante contra las montañas rocosas y centellean en la aridez”.

Asimismo, esta forma es homóloga a la manera en que se articula el grabado, a su técnica:

“La mirada, luego, escruta amorosa y pacientemente las aguas de soda caústica diluida para

atrapar el momento en que va revelándose algo entre la imagen y el paisaje, entre el paisaje

y yo.”. El producto del contacto de la soda caústica con la plancha de aluminio es semejante

al del agua contra la tierra: ambos generan quebradas. El grabado se construye con

materialidades similares a las de la hendidura, pero en sus figuras, se muestran

emocionalidades, asociadas al ambiente de la quebrada, que complementan las de la

textualidad. Entonces, cabe preguntarse: ¿cuáles son estas afectividades?

En los grabados de Quebrada… que captan zonas ocultas, parajes desconocidos, que no

son expresados discursivamente se atisba una respuesta. En ellos se fija una memoria

diminuta, acerca de detalles casi imperceptibles del paisaje: sus porosidades, quiebres e

irrupciones. Figuras, que gracias al paso del tiempo y al olvido sistemático del Estado,

forman parte de un paisaje árido, cotidiano, en el que se confunde tecnología con paraje.

33
Pienso sobre todo en el grabado que cruza la imagen horizontal, de color rojo 12, de una

línea de tren abandonada con la figura vertical, negra, de un paisaje desértico. Formalmente

son dos franjas que se intersectan en el centro de la página. Aunque las dos provengan de

distintas matrices, en Quebrada, forman parte de un mismo imaginario de desolación;

configurado por los restos de un progreso caduco13, casuchas fantasmas y fragmentos de

desierto. La ausencia de figuras humanas también da cuenta de ese olvido. Lo deshabitado,

que reside esos espacios, sin embargo, es el tránsito acostumbrado de quienes habitan en

este accidente geográfico.

La experiencia de la desolación que grafican los grabados no son valoradas

negativamente. Se aprecia, por el contrario, un cierto “encariñamiento” por el abandono y

una revaloración estética de sus formas. Esto se expresa claramente en la disposición de los

grabados, a lo largo del libro, como complementos y testigos del esfuerzo que requiere vivir

en la quebrada, así como también, en el modo en que la grafía, encarnada por “LA

MATRIZ”, hace referencia a ellos: “Surge a ratos un enamoramiento por esos bellos gestos

perdidos y conservo el ademán, el paisaje de aquel ademán fallido que conduce sin

embargo a esta hora.”. Las afectividades sobre la quebrada se manifiestan en los grabados,

como desamparo y olvido, emociones con los que conviven sus moradores.

Entonces la topofilia de la quebrada -el modo en que se vinculan las personas con ella-

se liga a ese imaginario de esfuerzo y, a la vez, de tranquilidad, que encuentra su

12
Veáse el Anexo, grabados.
13
El proyecto ferroviario chileno es uno de los grandes fracasos de la modernización e industrialización del
país. Ya que sus rieles, guiados por la Cordillera de los Andes, habrían sido otro gran mecanismo de
unificación nacional, tanto geopolíticamente (acercando distancias) como simbólicamente (debido a que ellos
trazarían otra línea, unificadora, sobre el territorio). No obstante, su abandono durante la dictadura y luego por
los gobiernos de la Concertación (aunque el gobierno de Ricardo Lagos haya coqueteado un poco con retomar
este proyecto, finalmente terminó siendo uno de los mayores bochornos y escándalos de la “concerta”)
significó la fragmentación definitiva de la nación. A mi parecer, es esta perspectiva dolorosa del fracaso (que
no es la que he preferido para el análisis de Quebrada…) en que se articula en el estudio de Andrea Bachner,
La corrosión del sentido: Quebrada de Guadalupe Santa Cruz. Taller de Letras N° 47.

34
materialización en los elementos combinados del agua y la tierra. La dialéctica entre

espacio y sujeto constituye a la quebrada en tanto tal. Asimismo, los grabados trasuntan

afectividades elididas en lo textual, pero que, no obstante, son la contracara de la lucha y la

calma: el olvido y el abandono que envuelven a sus moradores.

La diversidad de realidades que prolifera en la quebrada, así como las posturas de los

sujetos ancladas dialécticamente al trabajo y a la serenidad ponen de manifiesto la topofilia

y el entorno de este lugar. Texto y grabado confluyen, para hacer emerger las distintas

texturas emocionales: el esmero por sobrevivir, las adversidades y bondades de este lugar,

la sensación del abandono, la pérdida de un proyecto, entre otras, constituyen y alimentan

el imaginario de los parajes que conforman la quebrada.

Capítulo 3. Geo-grafía de la quebrada v/s paisaje nacional:

En este último capítulo, y a modo de cierre, daré cuenta de cómo la geo-grafía de la

hendidura es una alternativa posible a las representaciones del paisaje nacional de Chile.

En primer lugar, precisemos cómo la técnica geo-gráfica, empleada en este libro, se

apropia y configura espacialmente a la quebrada. El objetivo de la geo-grafía es registrar

tanto los desprendimientos geológicos como los humanos de los lugares en que se moviliza.

Vimos en el primer capítulo los distintos desgajamientos registrados y especificados para

cada una de las grafías, para luego, en el segundo capítulo develar el modo en que estos

caracterizan la emocionalidad de las personas con la quebrada. Observamos que la

quebrada se articula a partir de una multiplicidad de registros (el testimonio, el grabado, la

narración y la meta-escritura), necesarios para recrear las distintas capas emocionales que

se esconden en su interior. Así, la geo-grafía que utiliza Santa Cruz invita a una nueva

manera de narrar el espacio, en la que, para su configuración, se resquebraja la linealidad y

35
la unicidad del relato, lo que produce una zona de cruces e interrelaciones entre distintas

realidades. Veamos como esta propuesta se contrapone a la de paisaje nacional.

El paisaje nacional se diferencia de la noción de geo-grafía, como precisé en el marco

teórico, en que este se articula como una representación rígida: un en frente al que

contemplamos. Asimismo, los paisajes nacionales se configuran como espacios canónicos

que responden a un orden compartido: la nación. Este orden compartido “siempre opera

como un referente retrospectivo al que se vuelve y vuelve.” (Jocelyn-Holt 104). Ahora bien,

¿cuáles son esos paisajes nacionales de Chile, aquellos con los que se ha identificado

nuestra nación?

En el volumen III de la Historia General de Chile, del historiador Alfredo Jocelyn-Holt,

se señala que nuestra paisajística nacional se funda con la publicación de la Histórica

relación del Reino de Chile del jesuita Alonso de Ovalle. En este texto se describe

laudatoriamente el territorio chileno, se enaltecen sus características geográficas, la

magnificencia de su paisaje, en la que prima la imagen de la cordillera: “La cordillera de

Chile, que podemos llamar maravilla de la naturaleza y sin segunda, porque no sé que haya

en el mundo cosa que se le parezca, son unos altos montes que corren de norte a sur” (cit.

en Jocelyn-Holt 94). Podemos considerar esta visión enaltecida de la cordillera, que

propone Ovalle, como el relato fundacional de uno de los paisajes nacionales más

recurrentes del territorio chileno. La cordillera aparece desde el himno nacional

(“Majestuosa es la blanca montaña/ que te dio por baluarte el Señor”) hasta en las cajas de

fósforos. Ella se ha inmiscuido en nuestro cotidiano de tal manera, que se ha convertido en

un símbolo ineludible de nuestro imaginario. Chile se ha pensado longitudinalmente a partir

de ella, como una larga y angosta franja que aúna miles de kilómetros de tierra. De este

modo, la cordillera, a partir de Ovalle y hasta la actualidad, ha sido y es uno de los paisajes

36
más importantes, gracias a que ha posibilitado la construcción imaginaria de la unidad

nacional.

Por otro lado, es interesante destacar dos particularidades del texto de Ovalle. La

primera consiste en cómo escribió el libro, y la segunda, en la representación idealizada de

la naturaleza del territorio. Ovalle escribe la Histórica relación del Reino de Chile “de

memoria” desde Roma, con los recuerdos de su travesía por Chile. Esto implica, que en su

representación, el referente, el paisaje en este caso, está diferido. El jesuita no se encuentra

presencialmente ante lo que describe, sino que reside en otro continente rememorando una

territorialidad, que en el momento de la escritura, está ausente. Por lo tanto, los lectores de

su texto no estamos ante una descripción realista del paisaje, sino ante un ejercicio de

memoria y escritura.14

Como indica Jocelyn-Holt, Ovalle se empeña en un “afán por desentrañar unidad,

proporcionalidad, regularidad sistemática, equivalencia, armonía y familiaridad; en suma:

orden, motivo por el cual su visión es siempre exultante y optimista.” (Jocelyn-Holt 98).

Este afán en la representación construye un paisaje común a toda la comunidad, con el que

es posible sentirse identificado y perteneciente.

Estas características del paisaje nacional que formula Ovalle, son problematizadas,

discutidas y criticadas por la técnica geo-gráfica desarrollada por Santa Cruz. En primer

lug ar , Quebrada se articula en torno a dos temporalidades distintas, expresadas

textualmente: una, durante el transcurso del viaje, y la otra, en el trabajo en el taller. La

escritora alterna discursivamente entre estos dos tiempos: ejercicio de memoria durante el

trabajo en el taller; o descripción, semejante a la etnográfica, desarrollada en el transcurso

14
Cabe señalar que en la obra de Ovalle se incluyen grabados que fueron elaborados, a petición del autor, por
artistas europeos a partir de los recuerdos e indicaciones del sacerdote.

37
de su travesía. Así, Santa Cruz, por un lado, emula el método de escritura empleado por

Ovalle, pero por otro, lo complementa con la anotación in situ. Asimismo, en Quebrada, el

paisaje no sólo se articula desde estas dos temporalidades, sino que también, debemos

considerar el desplegado en las grafías del grabado y del testimonio. Por otro lado, la

técnica geo-gráfica, a diferencia de la utilizada por Ovalle para “dibujar” el paisaje

nacional, no construye un espacio idealizado, que articulado desde un más allá, se enfoca

exclusivamente en las características positivas del lugar, sino que traza el espacio a partir

de sus distintos registros, los que dan la vida, “sin tapujos o eufemismos”.

Asimismo, la idea de cordillera como unidad, es problematiza, en el libro de Santa

Cruz, ya desde su título: Quebrada: Las Cordilleras en Andas. En él, la cordillera no es

entendida como un espacio único, sino como una multiplicidad, que se carga y es trasladada

por y en los distintos cuerpos que la habitan. Pienso en la clave que rompe con la unidad es

la idea de la quebrada como transversalidad, como corte en el trazado del imaginario

nacional clásico. La autora escribe: “Casi todas las quebradas del país producen a su largo

encrucijadas. No hay país sino un paraje en cada hendidura.” Esta concepción, como señala

Montecino, desmantela la idea del viaje longitudinal, y como advierte Andrea Bachner:

En un sentido figurado, este cruce cuestiona la estructura global de poder con su eje de norte a sur.
Aquí, los Andes ya no constituyen una barrera impenetrable, sino que se revelan como una
microestructura de montañas y valles que pueden ser atravesados precisamente porque las quebradas
cortan caminos viables en el terreno montañoso (81)
De este modo, Quebrada cuestiona la imagen longitudinal de Chile como unidad,

proponiendo en cambio, una que conecta, a través de múltiples micro-unidades, la

cordillera y el mar, a lo largo del territorio.

Además de la cordillera, otro paisaje que problematiza este libro es el del Valle Central,

el cual ha sido, históricamente, el eje espacial y cultural desde el cual se ha articulado

Chile. Nuestro territorio, como bien hemos aprendido, posee muchas diferencias.

38
Recordemos esas clases de geografía en el colegio, en que había que memorizar los

distintos climas y geografías de cada una de las regiones, produciendo en uno, el extraño

orgullo de saber que en su país existía tal riqueza de paisajes y temperaturas, que no era

necesario viajar a Europa para contemplar lagos impresionantes como el Lago de los Cisnes

o trasladarse a Nueva Zelanda para estar inmerso en la selva húmeda. No obstante, es la

diversidad que me animaba en la infancia, la que no aparece contemplada en la

configuración del paisaje nacional15. La causa de esta reducción, a mi juicio, es que nuestro

paisaje nacional se ha reducido al Valle Central que, como señala Jocelyn-Holt

Por de pronto, la “arquitectura” anfiteatro y, consiguientemente, la volumetría en correspondencia


con todas sus partes (usando el lenguaje de Ovalle para describir el valle de Santiago) que arma,
ordena y multiplica este espacio: sucesivas cuencas encajonadas, encadenadas entre sí, un valle de
valles. (123)
Asimismo, Gabriela Mistral afirma, en un ensayo titulado El valle central de Chile,

que el país, “podría limitarse a esa zona y nos bastaría como periferia de la patria.” (Mistral

42). También, en su ensayo Geografía Humana de Chile, la premio nobel señala que

El viajero sabe, por fin, que el país de Chile no es únicamente la selva unida de piedra que se
imagino. Su viaje obligado de Santiago a Puerto Montt le ofrecerá la realidad del Llano Central de
Chile, verdadero aposentamiento de la chilenidad.(…) Ese valle se alarga en la extensión de diez
provincias, cubriendo casi la mitad del país, y es la templanza misma, el clima mediterráneo de
Europa con sus estaciones moderadas, la sede frutera del país, la patria del viñedo, del duraznal, de la
pomarada y los trigales araucanos. (53)

Finalmente la poeta sentencia: “física y gubernativamente, Chile es el Llano

Central.” (op.cit). No cito estos fragmentos de Mistral y de Jocelyn-Holt como ejemplos de

una supuesta visión centralista y hacendal16que suscribirían, sino para mostrar como el peso

del valle central, su imaginario, caló en autores tan importantes como ellos17.

15
Esta contradicción de lo que se enseña como geografía y los paisajes nacionales debería ser objeto de una
investigación interdisciplinaria posterior.
16
Aunque no pondría las manos al fuego por el historiador de la Universidad de Chile
17
No obstante, no debemos comparar el genio de Mistral con la astucia y la sagacidad del Jocelyn-Holt,
ambos son talentos que corresponde a harinas de costales distintos. Asimismo, es preciso señalar que tan sólo
me he citado textos ensayisticos de Gabriela Mistral, ya que en su poesía apreciamos una manera diferente de
comprender los paisajes nacionales.

39
Quebrada contrapone al imaginario centralista del valle central, construido y

propulsado desde la hacienda18, es decir, controlado por una elite ligada a la agricultura, un

espacio construido a partir de múltiples voces y registros, que responden a un pasado

olvidado (pensemos en las salitreras), que visto desde el llano central, aparece como

exótico o desolado. Asimismo, el lugar de la quebrada complejiza la idea de “un valle de

valles” longitudinal, en cambio, propone una multiplicidad de hendiduras que se despliegan

como un archipiélago de pequeños valles transversales, en los cuales prospera la vida.

Cabe agregar, que tanto el paisaje nacional cordillerano como el del valle central,

responden a un pasado colonial. Ambos fueron trazados, en relación a la óptica de un ojo

extranjero19o europeo, el cual, de un modo u otro, los determinó. Por lo tanto, podríamos

también entender Quebrada como un intento de descolonizar el paisaje nacional, a través

de una propuesta que considera diversas fuentes y realidades para su configuración. De este

modo, la geo-grafía de la hendidura, que utiliza Santa Cruz, se opone a la noción de

universalidad del paisaje nacional como un sitio unificador que centraliza las distintas

realidades del territorio de un país. Para ello, propone otro espacio, la quebrada,

enfatizando en sus particularidades, las que conforman una serie de micro-habitat.

18
Para más detalles véase el capítulo IV. “Amos y Señores: El espacio criollo rural” de la ya citada Historia
General de Chile de Alfredo Jocelyn-Holt.
19
La misma Mistral, en sus textos respecto este paisaje, lo articula a partir y en comparación con parámetros
europeos.

40
V. CONCLUSIONES:

A modo de corolario me atrevo a afirmar que el recorrido que he desarrollado por

Quebrada, pone de manifiesto la complejidad de análisis de una obra que se construye a

partir de variados registros, los cuales, sólo han sido comprendidos –los pocos estudios que

han reflexionado sobre este texto o los de la autora- como lenguajes equiparables que

responden a un mismo impulso. Por el contrario, la lectura que he realizado intentó pensar

cada uno de esos registros (testimonio, grabado, narración, meta-escritura) como

especificidades. Ello, sin duda, no ha sido una tarea fácil, en la medida en que,

precisamente, cada registro aporta sus propias modulaciones, construyendo así un libro

abigarrado. Aquí, el testimonio, el grabado, la narración y la meta escritura se entrecruzan y

dialogan entre sí. Esta singularidad de la confección de Quebrada la torna un objeto

inquietante, poco asible con herramientas teóricas tradicionales.

Esta dificultad que presenta la obra elegida me confrontó a la búsqueda de

conceptos y elementos teóricos poco comunes que pudieran servir para su análisis. De esa

manera, se aprecia que la macro noción de geo-grafía –compuesta por un lado, por los

términos entorno y topofilia, y por otro, por el de escritura- es una herramienta útil que abre

un camino fértil para comprender el espacio, núcleo central de esta obra. Soy consciente

que en este ejercicio analítico enfaticé cada uno de los aspectos ligados al concepto de geo-

grafía, pero que aún falta una mirada más profunda a la dialéctica entre ambos.

Más allá de esa carencia, el análisis afectuado pone en evidencia que esta técnica de

registro (geo-grafía) responde a una sensibilidad especial, que se distancia de la escritura

que representa habitualmente los imaginarios de los paisajes nacionales. Esta diferencia se

logra a partir de la conjugación de múltiples registros que incorporan signos y relatos que

han permanecido invisibles para la mirada canónica.

41
De este modo, he podido encontrar en las cuatro grafías una diversidad de

significados sobre la quebrada. Así, en la grafía testimonio convergen una multiplicidad de

imaginarios sobre este espacio, él que a su vez se manifiesta de un modo plural y variado.

Por otro lado, los grabados cómo grafía registran una memoria visual que el texto es

incapaz de captar; un paisaje árido, repleto de texturas y de poros que complementan la

textualidad. La característica fundamental de la narración es que hilvana a las otras grafías,

les otorga sentido. Para ello debe constantemente cambiar de ropaje, adoptar distintos

discursos, para de este modo lograr comprender (y asemejarse) a la quebrada. Por último, la

meta-escritura se caracteriza por grabar la experiencia misma de la escritura, los diferentes

desarrollos de cada una de las otras grafías, sus memorias.

Asimismo, tras esta diversidad de formas expresivas existe una dimensión ética, la

que se manifiesta en la igual valoración de los cuatro registros que conforman el libro.

Estas pluralidades, a pesar de sus distintos formatos, se vuelven equivalentes entregando

cada una un contenido simbólico diferente, pero que se unifica en la democratización de su

aparición en la página. En este gesto, se aprecia un postura política en la que las distintas

grafías, sin perder sus especificidades, se camuflan entre ellas, produciendo un pielago

inconmensurable de significaciones.

Por ello, el juego dialéctico entre geo y grafía nos conduciría a un amplio campo de

reflexión que debería ser abordado en una investigación futura sobre Quebrada.

Precisamente, entiendo este primer acercamiento como una fase exploratoria, que abre un

ámbito de problematización sobre la obra de Guadalupe Santa Cruz, y de paso enuncia

algunos temas que están presentes en la reflexión actual sobre paisaje nacional (como la de

Jocelyn Holt).

42
Durante mi trabajo surgieron una serie de preguntas que podrían ser respondidas

más adelante. Así por ejemplo, emerge una vertiente: conocer las distintas representaciones

del paisaje nacional en Chile, compararlas y ver sus implicancias culturales en los

imaginarios históricos y actuales, así como sus contradicciones. Por otro lado, se formula

una interrogante respecto del modelo que propone Santa Cruz de geo-grafía: ¿puede este

ser aplicable a otros espacios que no sean la quebrada? En el caso de que el modelo pudiera

aplicarse ¿qué nuevos lugares construiría?

Abiertas estas preguntas, mi reflexión se sitúa entonces en un campo preliminar, en

una apuesta de interpretación que hace posible el traslado de las miradas críticas sobre un

libro cuyo espacio nos construye también como permanentes pasajeros en tránsito.

43
VI. BIBLIOGRAFÍA (obras citadas):

-Bachner, Andrea. “La corrosión del sentido: Quebrada de Guadalupe Santa Cruz”. Taller
de Letras. N°47, 2010.
-Culler, Jonathan. Sobre la deconstrucción. Teoría y crítica después del estructuralismo.
Madrid: Catedra, 1992.
-Goncalves, Carlos Walter P or. Geo-grafías: movimientos sociales, nuevas
territor ialidades y sustentabilidad. Mexico: Siglo XXI, 2001.
-Jocelyn-Holt, Alfredo. Historia General de Chile. Tomo Tres. Amos, Señores y Patricios.
Santiago: Sudamericana, 2008.
-Norambuena, Javier. “Trenza sobre quebrada”. Guaraguao. Revista de Cultura
Latinoamericana. N.29, 2008.
-Ong, Walter. Oralidad y Escritura: Tecnologías de la palabra. Mexico. DF: FCE, 1982.
-Olea, Raquel. Lengua Víbora. Producciones de lo femenino en la escritura de mujeres
chilenas. Santiago: Cuarto Propio, 1998.
-Rojas, Sergio. “La époche de las quebradas”. ARCHIVO:UMCE,2009.
-Tuan, Yi-Fu. Topofilia. Un estudio de las percepciones, actitudes y valores sobre el
entorno. España: Melusina, 2007.
-Santa Cruz, Guadalupe. Quebrada: Las Cordilleras en Andas. Santiago: Zegers, 2006.
-Quezada, Jaime. Comp. Gabriela Mistral. Pensando a Chile. Una tentativa contra lo
imposible. Santiago: Publicaciones del Bicentenario, 2004.

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