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Seminario Derecho Internacional Público

Controversia sobre Delimitación Marítima Perú contra Chile


Parte Escrita

Profesor Hernán Salinas Burgos

José Joaquín Rosell Cisternas


Paula Rubilar Abarca
Arturo Saffie Vega
Ignacia Saavedra Laborderie
Sebastián Sáez Ávila

0
Para efectos de la presente parte escrita, resulta necesario realizar una síntesis del
conflicto entre la República del Perú y la República de Chile ante la Corte Internacional de
Justicia, a partir de lo cual se procederá a criticar el fallo de esta. En el año 2008, Perú
presentó una demanda contra Chile ante la Corte, la cual versaba sobre la controversia
jurídica de la delimitación marítima entre ambos Estados. La tesis peruana, por una parte,
consistió en que tal frontera no existía; mientras que Chile, por la otra, sostuvo que la
Declaración de Santiago de 1952, el Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima de
1954 y las notas diplomáticas de 1968 y 1969, eran tratados internacionales que confirmaban
la existencia de un acuerdo de límites. Al respecto, la Corte emitió su fallo el año 2014,
resolviendo que, a pesar de que la tesis chilena no era válida en tanto la Declaración de 1952
no correspondía a un acuerdo de límites, sí existía una frontera marítima que emanaba de un
acuerdo tácito e implícito a partir de la redacción del Convenio de 1954. Por lo tanto, se
estableció que la frontera marítima entre ambas partes se extiende hasta una distancia de 80
millas náuticas siguiendo la línea del paralelo de latitud, y desde ese punto hasta las 200
millas, la frontera continúa siguiendo una línea equidistante a las costas de ambos Estados.1
A partir de lo anterior, la postura peruana presenta como hipótesis que si bien se
valora el reconocimiento de sus argumentos por la Corte (lo que se manifiesta en el triángulo
marítimo concedido), se afirma que la relatividad de su fallo carece de fundamentos jurídicos
sólidos, además de no contribuir estrictamente a la mantención de la paz y seguridad regional
e internacional. En efecto, es evidente que los argumentos presentados por cada Estado al ser
“diametralmente opuestos” para su contraparte,2 si bien no son absolutamente excluyentes, un
intento de conjugación resultaría más perjudicial que beneficioso. La Corte omite este
razonamiento al enfocarse en la búsqueda de una solución integral más que en la búsqueda de
una solución justa, prescindiendo – en su deliberación – de motivos netamente jurídicos
relacionados con el presente diferendo. Lo anterior, se hace en desmedro tanto de la
República del Perú como de la conservación de la paz y seguridad regional. El planteamiento
previo será demostrado por medio de un argumento jurídico-práctico; seguido por un
argumento sustantivo; y finalizando con un argumento fáctico.
Previo a la revisión crítica del fallo sobre el diferendo marítimo, corresponde realizar
una parcial valoración positiva de este. Ante la Corte, el equipo peruano tuvo por objeto el
trazado de una línea equidistante a partir de las costas de ambos países, además del
reconocimiento al derecho peruano para ejercer soberanía sobre el área marina que se
extiende hasta un punto situado a una distancia de doscientas millas náuticas medidas desde
las líneas de base (en adelante triángulo externo).3 Sin perjuicio de lo cuestionable del
supuesto acuerdo tácito – tema que será examinado más adelante – lo sustantivo del
requerimiento peruano es acogido por la Corte, lo que se materializa en la fijación de una
línea equidistante con una extensión de ciento veinte millas náuticas, entre otros.
Dicho lo anterior, corresponde proceder a la demostración de lo defendido por la
postura peruana en virtud de los tres argumentos críticos anteriormente presentados. En

1
Véase párrafo 198 de la Sentencia de la Corte Internacional de Justicia en el caso del «Diferendo Marítimo
(Perú c. Chile)», de 27 de enero de 2014.
2
Véase párrafo 22 de la Sentencia de la Corte Internacional de Justicia en el caso del «Diferendo Marítimo
(Perú c. Chile)», de 27 de enero de 2014.
3
WINTER, Luis (2013): La Defensa de Chile en la Haya (Santiago, Ediciones LyD, segunda edición), pp. 46.

1
primer lugar, el argumento jurídico-práctico sostiene que un fallo relativo no es sinónimo de
un fallo justo, por tanto, no necesariamente resuelve – de manera definitiva – la controversia
en cuestión, dando lugar a la suscitación de nuevos conflictos entre los Estados-partes, y al
fin y al cabo, alejándose de la conservación de la paz y la seguridad internacional.
Este argumento será probado a partir del antecedente jurisprudencial derivado del
pronunciamiento de la Corte en virtud del caso entre Nicaragua y Colombia en el 2001.
Dicho año, la Corte recibió la solicitud nicaragüense para establecer la frontera marítima con
su vecino colombiano a través de una línea media entre las respectivas costas continentales,
junto con reclamar la soberanía sobre el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa
Catalina.4 La demanda peruana contra Chile, para dar inicio al proceso en cuestión, fue
presentada el 16 de enero de 2008. Casi un mes antes, el 13 de diciembre de 2007, la Corte
resolvió que tenía jurisdicción para conocer el caso presentado por Nicaragua contra
Colombia. Lo anterior no solamente es relevante en cuanto causa, al ser otra razón para
impulsar el caso peruano ante el tribunal internacional; sino que también en cuanto
consecuencia, al derivar en dos fallos polémicos y controversiales.
De esta manera, el fallo de la Corte resolvió, entre otros asuntos, que la frontera
marítima entre Nicaragua y Colombia no estaba delimitada y procedió a establecerla
empleando el mismo método que posteriormente sería utilizado en la controversia entre Perú
y Chile.5 Lo relevante es que ambas sentencias presentan una resolución polémica a las
controversias, dando lugar a críticas respecto del razonamiento utilizado y las consecuencias
de seguir dicho razonamiento. Según el profesor López Escarcena, “[...] las soluciones
jurisprudenciales dadas a los diferendos del Mar Caribe y del Océano Pacífico confirman una
creciente visión crítica del actuar de la Corte, que eventualmente puede resultar dañina para la
solución pacífica de las controversias internacionales en esta región”6, afectando también el
cumplimiento del artículo primero de la Carta de las Naciones Unidas. 7 De hecho, en el caso
entre Nicaragua y Colombia, los problemas relativos al fallo han generado que Colombia
denuncie al Pacto de Bogotá de 1948 y que Nicaragua haya presentado dos nuevas solicitudes
a la Corte para resolver nuevas tensiones que se suscitaron con Colombia posteriormente a la
resolución de esta. En el caso de Perú y Chile, la Corte decidió no tratar el problema del
triángulo terrestre, por ejemplo, por lo que en el futuro ambos Estados soberanos deberán
resolver lo anterior en conformidad a la evolución del Derecho Internacional, ante la
posibilidad de que surjan nuevas controversias.
En segundo lugar, el argumento sustantivo cumple dos funciones cruciales: (i) refutar
la defensa chilena sobre la relevancia del acuerdo tácito e implícito; y (ii) demostrar que el
desarrollo progresivo del Derecho Internacional combinado con la importancia de la equidad,
favorece absolutamente a la postura peruana. Como consecuencia de lo anterior, este
argumento comprueba la crítica que se hace al eclecticismo adoptado por la Corte en el fallo
del presente diferendo marítimo.

4
LÓPEZ Escarcena, Sebastián (2014): “La Disputa Marítima entre Perú y Chile: comentario de la sentencia de la
Corte Internacional de Justicia, de fecha 27 de enero de 2014”, Revista Chilena de Derecho, vol. 41 Nº 3, pp.
1133 - 1153, pp. 1142.
5
Idem.
6
Ibídem, pp. 1133.
7
Carta de las Naciones Unidas, Artículo 1°.

2
Por una parte, el argumento chileno – acogido por la Corte – de un acuerdo implícito
y tácito, tiene dos problemas. Primero, filosóficamente y asumiendo que tal acuerdo existiese,
este no necesariamente encarna lo que es justo. Segundo, el reconocimiento de este
argumento por parte de la Corte resulta sorprendente, toda vez que dicho acuerdo carece de
fecha; junto con respetar un paralelo, pero careciendo de un punto de inicio; y, contradiciendo
la propia jurisprudencia de la Corte.8 En el diferendo nicaragüense-hondureño de 2007, la
Corte argumentó que “[...] el establecimiento de una frontera marítima permanente es un
asunto de gran importancia, y un acuerdo no debe ser presumido fácilmente”.9 Por lo tanto, la
posición de la Corte resulta absolutamente criticable, toda vez que asume un riesgo al sentar
el precedente de que es factible fijar fronteras marítimas en virtud de instrumentos jurídicos
no determinantes para el Derecho Internacional. De esta manera, “la definición de fronteras
marítimas es una materia de «especial gravedad» para ser deducida o presumida de cualquier
acuerdo celebrado entre las Partes”.10 En definitiva, al obviar la imprecisión respecto de la
extensión, el origen y el procedimiento de celebración del supuesto acuerdo, la Corte erró al
aceptar la existencia de un acuerdo implícito y tácito de una frontera marítima.11
Por otra parte, si bien es de común acuerdo que la Corte no puede fallar directamente
en virtud de la equidad, salvo que sea autorizada por la partes; es posible hacer uso de ésta
para realizar excepciones en equidad a las reglas jurídicas, o bien, integrar lagunas jurídicas.12
De esta manera, la postura peruana arguye que en la presente controversia jurídica, la Corte
puede hacer uso de la primera excepción previamente mencionada, a fortiori si se atiende la
evolución del derecho internacional. Esto se refleja, fundamentalmente, en uno de los
principios básicos del Derecho del Mar – aprobados, entre otros, por Chile y Perú en 1970 –
que consiste en el derecho “a establecer los límites de su soberanía y jurisdicción marítima en
conformidad con sus características geográficas y geológicas y con los factores que
condicionan la existencia a los recursos marinos y la necesidad de su racional
aprovechamiento”.13 En consecuencia, al utilizar la equidad para interpretar esta disposición,
la Corte ha de concluir que los límites marítimos se encuentran condicionados
restrictivamente a la evolución del Derecho Internacional, por lo que la postura peruana
puede y debería haber sido reconocida en su totalidad. Además, Ecuador, al ser parte de la
Declaración de 1952 y del Convenio de 1954, tenía el derecho a comparecer ante la Corte.14
De esta manera, la defensa chilena argumentó que, a lo largo del proceso, el comportamiento
de Perú respecto a la participación de Ecuador en este, demostraba que la postura chilena
tenía la razón.15 De la misma manera, la postura peruana afirma que si Chile fue y es reticente

8
NOVAK, Fabián y GARCÍA-CORROCHANO, Luis (2014): “Presentación y análisis general del fallo de la Corte
Internacional de Justicia de la Haya sobre el diferendo marítimo entre el Perú y Chile”, Revista Agenda
Internacional, vol. XXI, N° 32: pp. 23-49, pp. 35.
9
Véase párrafo 253 de la Sentencia de la Corte Internacional de Justicia en el caso del «Diferendo Territorial y
Marítimo (Nicaragua c. Honduras)», de 8 de octubre de 2007.
10
Op. Cit., Novak y García-Corrochano, pp. 44.
11
Ibídem, pp. 45.
12
AKEHURST, Michael (1974-75): “La Jerarquía de las Fuentes del Derecho Internacional”, British Yearbook of
International Law, vol. 47: pp. 273-285, pp. 280.
13
GAMBOA Serazzi, Fernando (2002): Tratado de Derecho Internacional Público (Santiago, Editorial
LexisNexis, primera edición), pp. 484.
14
Op. Cit., Winter, pp. 85-88.
15
Idem.

3
al uso de la equidad natural para un fallo directo, demuestra que la equidad favorece
precisamente a la postura peruana.
Por último, el pronunciamiento de la Corte es criticable – desde una perspectiva
fáctica – ya que deja sin resolver una serie de situaciones prácticas, a saber, el punto de inicio
de la frontera, junto con la extensión y curvatura del límite marítimo. Nuevamente, esta
inconsistencia fáctica demuestra que un fallo relativo no implica un fallo correcto.
Respecto del inicio de la frontera, la Corte determina al Hito Nº 1 como su origen en
vez del Punto 266, lo que es criticable tanto en su causa como en su consecuencia. Por una
parte, en su causa, el establecimiento del Hito N° 1 como origen implica tres problemas: (i)
que definiendo la frontera como una “sucesión de puntos extremos”, no esté claro cuál es el
punto a partir del cual se extienden los demás puntos; (ii) resulta extraño que el supuesto
acuerdo tácito surgido entre 1947 y 1954 no haya establecido un elemento fundamental como
lo es el punto de inicio de una frontera; y (iii) resulta aún más extraño que la Corte reconozca
que tuvieron que transcurrir quince años para alcanzar la materialización efectiva de este
punto de inicio en las Actas de 1968 y 1969.16 Por otra parte, en su consecuencia, la
inclinación de la Corte por el Hito N° 1 produjo el problema de la llamada “costa seca”, un
territorio costero en forma de triángulo perteneciente a Perú, pero con las aguas en propiedad
de Chile.17 Si bien desde una perspectiva jurídica esto resulta factible, el análisis desde un
punto de vista práctico es ciertamente confuso, ya que queda un territorio en Perú que colinda
directamente con el Océano Pacífico, pero sobre el cual no se puede ejercer soberanía. 18 De
esta manera, contra-factualmente, si la Corte hubiese optado por el Punto Concordia dicho
triángulo terrestre no habría existido.
En cuanto al inicio y la extensión de la frontera marítima, el fallo de la Corte es
impugnable en razón de tres problemas. Primero, es preciso señalar que la Corte no utilizó
ninguna fuente de Derecho Internacional ni se basó en instrumentos de delimitación marítima
confiables o ampliamente aceptados, sino que se fundamentó exclusivamente en un criterio
económico.19 Es decir, la Corte, al utilizar un argumento económico para fundamentar la
delimitación antes mencionada, no sustenta su dictamen en una fuente de Derecho
Internacional, sino que en un impreciso informe de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Segundo, incluso si es que se utilizara el
criterio económico, este adoleceria de suficiencia, ya que el establecimiento y delimitación de
las fronteras marítimas no responde exclusivamente al ámbito pesquero. Tercero, el
fundamento en el que se sustenta el criterio utilizado es inexacto, inconcreto e incierto para
establecer una extensión de ochenta millas naúticas, puesto que la práctica pesquera de las
partes era de sesenta millas, sin perjuicio, además, de que habían otras prácticas pesqueras
con diferentes distancias.20 Todo lo anterior y lo cuestionable de la delimitación se refleja en
la votación de los jueces respecto a este punto, en la que diez jueces estuvieron a favor y seis
en contra.21

16
Op. Cit., Novak y García-Corrochano, pp. 47.
17
Ibídem, pp. 39 y 38.
18
Idem.
19
Ibídem, pp. 46
20
Idem.
21
Ibídem, pp. 42.

4
En síntesis, aunque se realizó una apreciación positiva de la parte beneficiosa del fallo
de la Corte, la revisión crítica y analítica de este mismo es ponderadamente mayor. Por una
parte, la delimitación parcial de la frontera haciendo uso de un criterio equidistante, junto con
la concesión de una considerable área marítima, demuestran el reconocimiento y admisión
parcial de la argumentación peruana. Sin embargo, la Corte no entrega en su fallo una
justificación sólida para rechazar los 16.352 kilómetros cuadrados restantes, al fijar una
extensión inicial de la frontera siguiendo la línea del paralelo hasta las ochenta millas
naúticas.
Esta crítica fue demostrada por medio de una triple estructura argumental. Primero,
jurídico-práctica, afirmando que un fallo relativo no es sinónimo de un fallo justo, toda vez
que los problemas continuaron después de la resolución de la Corte, alejándose de la
conservación de la paz y la seguridad internacional, ejemplificado tanto con el caso entre
Nicaragua y Colombia como con el caso entre Perú y Chile. Segundo, sustantivamente,
haciendo énfasis en lo peligroso de admitir un acuerdo tácito que no posee con claridad fecha
exacta ni tampoco punto de inicio, siendo la misma Corte la que en el caso de Nicaragua y
Honduras afirma que un acuerdo así no debe ser fácilmente asumible; lo que se conjuga con
que debido a la evolución del Derecho Internacional y haciendo uso de la equidad para fallar,
la Corte debía darle a Perú la totalidad de su requerimiento. Tercero, fácticamente, se arguyó
que un fallo relativo no necesariamente es correcto puesto que deviene – en la práctica – en
una gama de problemas irresueltos, a saber, respecto del inicio de la frontera (problema de la
costa seca) y respecto de la extensión de esta. En virtud de todo lo previamente expuesto, la
postura peruana y su hipótesis crítica de que la relatividad del fallo de la Corte carece de
fundamentos jurídicos sólidos, además de no contribuir estrictamente a la mantención de la
paz y seguridad regional e internacional, ha sido debidamente probada.
Para concluir, desde una perspectiva tanto crítica como analítica, es perentorio
entender que dados los rasgos característicos del Derecho Internacional, el comportamiento
de los tribunales internacionales afecta directamente al desarrollo evolutivo de éste. 22 En este
sentido, cuando se prefieren las soluciones integrales sobre las soluciones justas, difícilmente
se alcanzará un alto grado de ambas; en cambio, cuando se prefieren las soluciones justas
sobre las soluciones integrales, la sociedad internacional recibirá un alto grado de ambas.
Por último, la República del Perú por más que siga manteniendo su postura férrea y
crítica a lo resuelto por la Corte Internacional de Justicia, nunca va a estar indispuesta a
cooperar con sus Estados vecinos. Ante todo, solidaridad, integración y colaboración
internacional debe primar ante la adversidad. Independientemente, de quien resulte
beneficiado o perjudicado luego de este proceso, nada impide que sean los Estados soberanos
los que avancen hacia una mayor estabilidad bilateral, regional e internacional. Con esto,
Perú rescata de toda esta coyuntura la “activación de mecanismos de cooperación que estaban
congelados”, permitiendo un nuevo periodo de relaciones exteriores.23

22
SALINAS Burgos, Hernán (2018): Apuntes de Clase.
23
RAMACCIOTTI, Beatriz (2014): “Mesa redonda post - La Haya”, Revista Estudios Internacionales, vol. 46, N°
179: pp. 151-152.

5
Bibliografía
AKEHURST, Michael (1974-75): “La Jerarquía de las Fuentes del Derecho Internacional”,
British Yearbook of International Law, vol. 47: pp. 273-285.

Carta de las Naciones Unidas, 1945.

GAMBOA Serazzi, Fernando (2002): Tratado de Derecho Internacional Público (Santiago,


Editorial LexisNexis, primera edición), pp. 484.

LÓPEZ Escarcena, Sebastián (2014): “La Disputa Marítima entre Perú y Chile: comentario de
la sentencia de la Corte Internacional de Justicia, de fecha 27 de enero de 2014”, Revista
Chilena de Derecho, vol. 41 Nº 3, pp. 1133 - 1153.

NOVAK, Fabián y GARCÍA-CORROCHANO, Luis (2014): “Presentación y análisis general del


fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya sobre el diferendo marítimo entre el
Perú y Chile”, Revista Agenda Internacional, vol. XXI, N° 32: pp. 23-49.

RAMACCIOTTI, Beatriz (2014): “Mesa redonda post - La Haya”, Revista Estudios


Internacionales, vol. 46, N° 179: pp. 145-177.

SALINAS Burgos, Hernán (2018): Apuntes de Clase.

Sentencia de la Corte Internacional de Justicia en el caso del «Diferendo Marítimo (Perú c.


Chile)», de 27 de enero de 2014.

Sentencia de la Corte Internacional de Justicia en el caso del «Diferendo Territorial y


Marítimo (Nicaragua c. Honduras)», de 8 de octubre de 2007.

WINTER, Luis (2013): La Defensa de Chile en la Haya (Santiago, Ediciones LyD, segunda
edición).

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