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Homilías
Ciclos A, B y C
Prólogo
Ciclo A
cierto modo lo es. Sí, que lo es. Pues u-topía significa fuera de
lugar, por que está fuera de lugar material, fuera del mundo, "mi
Reino no es de este mundo" dirá Jesús.
El Reino requiere cambio y conversión. Los fariseos querían
cambio, pero dentro de su esquema intocable. También hablaban
de conversión, pero en el sentido de adecuarse más y mejor a sus
múltiples normas.
La conversión es la humildad, la aceptación desde la
misericordia de Dios, de nosotros mismos, de nuestra pobreza, de
los demás con sus defectos, y de cuanto nos rodea. El cambio
necesario es centrar todo en el Reino, y, no en las estructuras o
instituciones en que pretendemos encerrarlo. Son necesarias
algunas estructuras que lo hagan avanzar, pero sobran las que lo
encorsetan o encorsetan a las personas, que les impiden ser libres.
El camino es el Bautismo, pero con agua que limpia, con
Espíritu, viento impetuoso que transforma el mundo y con fuego que
quema la paja inútil de nuestras vidas. Pero tampoco nos vanaglo-
riemos de nuestro Bautismo, diciendo somos cristianos, tenemos
una larga tradición de instituciones y costumbres que lo avalan. Tal
vez sea como los de Efeso, que sólo habían recibido el bautismo
con agua, pero sin espíritu ni fuego.
Hoy comulgar es saborear las primicias del Reino. Salgamos
después, reflexionando y descubriendo la presencia del Reino en
nuestra tarea, en el trato con la gente, en la noticia que nos llegue
desde el punto más insospechado. El Señor y su Reino nuevo se
acerca.
Ciclo A - 9
Inmaculada Concepción
Gn 3,9-15.20. Ef 1,3-6.11-12. Lc 1,26-38.
hacia los que viven, tal vez muy cerca o entre nosotros mismos, en
condiciones infrahumanas, para que llegue a todos el Reino de Dios
que esperamos.
Las personas marginadas y desposeídas recobran su
dignidad, porque el Reino de Dios no se queda en palabras, sino en
hechos. Pues toda noticia sin hechos es mentira,
El Apóstol Santiago nos llama a "tener paciencia… porque
la venida del Señor está cerca". Y añade "no os quejéis unos de
otros para no ser condenados" pues con eso se retrasa o impide la
llegada del Reino. Está muy claro. Dios es Padre de cada uno, por
pecador que sea, ¿cómo nos va a conceder participar de su
intimidad sagrada, si rehúsas a un hijo suyo?
El Reino de Dios no viene por actos cultuales, sino que estos
son la consecuencia de que ya está aquí. La Eucaristía es la
asamblea de los que se sienten liberados por el Señor y proclaman
que ese Reino de Dios se ha hecho presente en ellos. Y celebran
la comida fraterna, en que ricos y pobres, grandes y chicos, blancos
y negros, en situación de igualdad, bendicen al mismo Señor,
participan de su misma mesa, comen el mismo pan y beben la
misma copa. Y saldrán a continuación a expandir la alegría, el amor
y la Buena Noticia que han gustado.
Ciclo A - 13
olvidar que ese pueblo de las tinieblas somos cada uno de nosotros
y cada uno ha recibido ese rayo de luz, nada menos que la
Misericordia gratuita. Si nuestro corazón no es misionero de los
marginados, de los pecadores, de la clase que sean, es que los
dones de Dios se nos han subido a la cabeza y la soberbia nos ha
cegado. Para no conocer nuestro barro y los maravillosos dones de
Dios y que el corazón se nos ha endurecido para comprender a los
que están en tinieblas. ¡Cuando somos nosotros mismos!.
Jesús insiste "Convertíos" como si dijera, cambiad la visión,
"porque el Reino está cerca" y os lo podéis perder, por estar
anclados a una institución. Pero basta que nos preguntemos, si todo
lo que hacemos está orientado a la extensión del Reino, a anunciar
la Buena Noticia del amor y la Misericordia, a diestro y siniestro.
Para esta misión llama a sus colaboradores, los primeros
discípulos. Y Hoy, a cuantos oímos y celebramos su Palabra.
"seguidme y os haré pescadores de hombres". Esto no quiere decir
que todos tengan que caer "como prisioneros en la red". Sino que
ningún hombre quede fuera del alcance de la palabra liberadora del
Evangelio.
Concluye Mateo que "Jesús recorría toda Galilea (todo el
mar de pecadores) (¿pude salir algo bueno de Galilea?) proclaman-
do la Buena Noticia y curando enfermedades…" Y esta es la misión
de los llamados por Jesús a la comunidad-iglesia, habiendo sido
previamente sanados y enriquecidos de los dones necesarios.
Digamos ahora, el participar de su Eucaristía.
Hay una clara diferencia; llamar a todos a sr cristianos, o
llamar a todos a sentirse partícipes del amor de Dios, que es el
Reino. En el primer caso la Iglesia trabaja para sí misma; en el
segundo procura servir a todos los hombres, inmersa en las
fronteras del mundo, para que el Reino de la justicia y de la paz
aflore desde dentro, porque el Reino está dentro, como una
pequeña semilla, pero de fuerza gigantesca.
Mas la tarea no se puede hacer sin unidad, ¡magnífica
llamad de san Pablo en la segunda lectura. No podemos servir al
Reino de Dios sin unidad. Una comunidad dividida es un anti-signo.
Y comulgando el mismo Cuerpo de Cristo, dejemos de lado
Ciclo A - 24
de Jesús, los que han recibido sus enseñanzas y las siguen. Son
los que traspasan la barrera del enemigo. "Amad a vuestros
enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que
os persiguen y calumnian". Esto ya no es humanidad, es divinidad.
Son los hijos de Dios, "los que hacen las obras de su Padre" como
señaló Jesús.
La búsqueda de esta forma de ser nos va configurando con
Dios. No como otras veces nos ha parecido a través de una pureza
moral, imposible de conseguir. O tal vez una complacencia, como
aludimos la semana anterior, de una conducta irreprochable.
Parece difícil o imposible llegar a esos niveles del espíritu.
Pero hay un camino en nuestra debilidad, es sencillo: la humildad
y las lágrimas. Son las que alcanzan la misericordia para ser como
Dios. La forma de hacer presente el Reino de Dios en medio del
mundo. Es precisamente y no hay otro que la reconciliación. el
perdón y la misericordia. Si no se siembran estos valores sobre la
tierra la naturaleza se desequilibra.
No recuerdo en qué parte del Talmud o de Sabios de Israel
leí: Que Dios se asustó de ver los derroteros que llevaba la
humanidad, cómo se hundían las maravillas y bellezas de la
creación, a causa de la libertad que le había otorgado al hombre
como señor de todo, y por ello decidió al fin crear la misericordia.
Visto el evangelio de hoy a la luz de la Pascua, nos encon-
tramos que quien ha realizado el amor al enemigo es Jesús y no
nosotros, amor a quien le desprecia, al incrédulo, al que le persigue.
Y da su vida por salvarle, pues sin Él su vida sería una cruel
amargura. Es un amor que atrae y enamora. A partir e ahí viene el
seguir sus pasos y dejarse imbuir de sus sentimientos, de su forma
de vivir. Y poco a poco, por vía del amor, asumir su misma naturale-
za.
Esto se da en la Eucaristía. Nos lo anticipa el rito del agua
y el vino: que el misterio del agua y del vino, sea signo de participa-
ción en la vida divina, con quien participa de la nuestra.
Ciclo A - 34
Domingo de Ramos
Is 50,4-7. Fil 2,6-11. Mt 27,11-54.
Jueves Santo
Ex 12,1-8.11-14. 1 Co 11,23-26. Jn 13,1-15.
Viernes Santo
Is 52,13-53,12. Hb 4,14-16; 5,7-9. Jn 18,1-19,42.
Vigilia Pascual
Gn 1,1-2,2. Gn 22,1-18. Ex 14,15-15,1. Is 54,5-14. Is 55,1-11.
Bar 3,9-15.32-4,4 Ez 36,16-28. Rm 6,3-11. Mt 28,1-10.
Domingo de Resurrección
Hch 10,34a.37-43. 1Co 5,6b-8. Jn 20,1-9.
el hastío?-
El miedo había hecho a Tomás huir lejos y alejarse y
desentenderse totalmente. Ahora le dicen que Jesús está vivo y no
le cabe en la cabeza- La cruz no aceptada le impide poder recono-
cerlo. Jesús le invita a palpar las llagas y entrar dentro de ellas. Y
fue entonces cuando reconoce a Jesús.
Algunos Padres ven las llagas como las hendiduras de la
roca donde se encuentra refugio. La roca es Cristo. Ahondar en las
llagas es palpar nuestras infidelidades y sentirlas perdonadas.
Quien quiera llegar a palpar a Dios tiene que pasar la barrera de la
humillación debe anonadarse. Y descubrir que todo está curado. Es
el encuentro con la misericordia que transforma. Entonces Tomás
hizo su profesión de fe "Señor mío y Dios mío".
La Pascua inicia la comunidad. Pero la vida de comunidad
no es un idilio romántico. Es un camino de amor y dolor entremez-
clados. De fallos, de humillación, de reconocimiento, de misericor-
dia, y perseverancia en el tiempo. Así surgió la comunidad que nos
presenta el Libro de los Hechos. Han de surgir conflictos, desave-
nencias, rupturas… y hasta odios. Pero el que permanece es
porque cree en la supremacía del amor sobre otras fuerzas como
obra del Espíritu que Jesús envió.
Resumimos en dos cosa: Primero que los cristianos viven
unidos. Si Tomás no vio al Señor es por ausentarse de los demás.
Tendría su justificación, seguro, como nosotros… La unión era
especial: oraban juntos, escuchaban la Palabra, celebraban la
Eucaristía, tenían todo en común, no había pobres ni ricos, ni clases
sociales, ni justos y pecadores. El amor lo había unido todo. Alguien
ha apreciado que eso es una utopía. Sí que lo es. Pero el que lo
afirma, seguro que es para no arriesgarse a cumplirlo. Si no,
¿Dónde está lo nuevo de la Pascua? El segundo punto es: eran
constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida
común, en la fracción del pan. La constancia no se ha de confundir
con rutina. Una comunidad que vive para conservar sus esquemas
y estructuras, no crece y muere. Muere con el tiempo y la historia la
supera.. ¡Animo a no morir, que Jesucristo resucitado es la Vida,
que saca de nuestras muertes!.
Ciclo A - 60
Pentecostés
Hch 2,1-11. 1 Co 12,3b-7.12-13. Jn 20,19-23.
Santísima Trinidad
Ex 34,4b-6.8-9. 2 Co 13,11-13. Jn 3,16-18.
Corpus Christi
Dt 8,2-3.14b-16a. 1 Co 10,16-17. Jn 6,51-58.
18 de junio de 2017
Asunción de María
Ap 11,19; 12,1-6.10. 1 Co 15,20-27. Lc 1,39-56.
nos dice que los cristianos debemos amar, suena a pura rutina. Y
el amor a Dios.. No creo que nadie tenga problemas de amar a
Dios, pues Él no molesta, ni reprocha, ni discute nuestras posturas;
hasta se da el caso que dos personas irreconciliables pueden
afirmar ingenuamente que aman a Dios. Mas el Evangelista Juan,
con todo énfasis dice que quien dice que ama a Dios y rechaza a su
prójimo es un mentiroso. Así se nos corta toda posibilidad de
evasión.
También Jesús corta toda posibilidad de evasión al decir:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Mirada la frase con óptica
psicológica parece pedir un imposible. Es una utopía. Podríamos
decir. No hay amor más fuerte que el que se tiene a uno mismo,
pues gracias a ese amor podemos sobrevivir. Podremos decir que
"al prójimo como a uno mismo" es un ideal, que por confundirse con
la esencia del Reino, es una tarea de por vida. El Reino de Dios no
viene a cubrir nuestro vacío interior, sino para comunicarnos con los
demás sin barrera ni frontera alguna. ¿Es que es poco, sentirse en
una unidad con todos formando un solo cuerpo? Y ¿Qué éste sea
el Cuerpo de Cristo?.
¿No es todo esto una utopía? Pues sí que lo es. Pero es
utopía nos hace bien, ya que nos impide la autosuficiencia de
pensar que todo lo hemos cumplido bien. Nos evita caer en el
fariseísmo. Hoy se nos invita a vivir en la utopía, pues el cristiano,
que se da a vivir el Evangelio dl Reino, es un personaje utópico.
Que está fuera de lugar, que no encuentra lugar en este mundo.
Que camina de espaldas a la corriente. San Pablo lo llamó "la locura
de la cruz". Tenía razón Jesús cuando dijo a Pilatos: "Mi Reino no
es de este mundo", es decir, es utópico.
Ya lo ha expresado san Pablo en la segunda lectura, que
gracias al Evangelio los cristianos pasan del culto a las cosas, los
ídolos, al servicio del Dios vivo y verdadero.
Entre todos los signos litúrgicos, la Eucaristía es el que
mejor manifiesta el primado del amor, a Dios y a los demás. Jesús
nos recuerda a todos, como en el Cenáculo: Con gran deseo he
querido comer esta cena con vosotros. ¿Lo diremos nosotros lo
mismo a los que nos rodean y al mundo entero, presente en cada
Eucaristía? ¿Entraremos aquí también en la utopía del amor al
Ciclo A - 120
Ciclo B
Noche Buena
Medianoche: Is 9,1-3.5-6. Tt 2,11-14. Lc 2,1-14.
en un punto inamovible..
El verdadero profetismo no se evade de los problemas de
los hombres, sino que viene a introducir en el mundo la liberación
del hombre. A esto se refiere la expulsión del demonio, aunque
puede parecer hoy una narración anacrónica. A veces se dice
"tengo un demonio", cuando el ser humano no puede controlar
ciertos impulsos que le llevan a acciones reprobables.
Jesús, actuando con el espíritu de Dios, vine a establecer la
guerra en el mismo interior del hombre y de la sociedad, para que
lo corrompido se aleje y sean libres y caminen según el espíritu.
Guerra que ha de sostener la Iglesia y cada cristiano. Y sus
armas no son políticas ni militares, sino la Palabra de Dios asimilada
y anunciada. Nuestra santidad de vida es la que restaurará la
libertad del hombre y de la sociedad, no agrediéndola con armas,
sino introduciendo el germen del espíritu en comunidades cristianas
que vivan el Evangelio. Sólo los santos pueden renovar la sociedad
de raíz. Nosotros, o lo somos, o nos dejamos renovar por ellos. La
comunidad cristiana es el lugar donde se proclama el Evangelio y
donde se debe vivir en plenitud.
Si hemos recibido el pan de la Palabra, nos acercaremos al
Pan Eucarístico que nos dé la nueva energía del espíritu que nos
empuje a renovar todas las cosas.
Ciclo B - 157
su misión limitada a los judíos y tuvo que venir Pablo para ir por
otros caminos y Marcos lo recoge.
No sería malo preguntarnos hoy, los que estamos reunidos
aquí, si miramos a los que sufren fuera, enfermos y endemoniados
(pecadores y malhechores). El Señor no quiere permanecer
encerrado. Jesús tiene el éxito en la mano, pero sus caminos son
otros. Se levantó a orar, saliendo a la soledad, ¡otro importante
mensaje! Es necesaria para la intimidad con el Padre y para
esclarecer ideas. Mensaje a los activistas cristianos, los que nunca
tienen tiempo para nada, cuya actividad los dispersa y transforma
en máquinas. No podemos alienarnos en lo que nos destruye. No
podemos perder en ningún momento la relación personal con Dios.
Puede que hoy en la Iglesia se necesite más que nunca de
la oración sincera y humilde. Y ese lugar solitario más que un lugar
físico, es el silencio interior, libre de preocupaciones materiales, de
rencores envidias juicios y rechazos. Con ese rechazo a lo material
y afectivo, necesario para la oración, se beneficia toda actividad. En
ese encuentro con el Padre, ve Jesús su misión "vamos a otra
parte". Marcos ve ahí el universalismo cristiano, que llega hasta la
pagana Tiro. Universalismo que choca con Pedro y los otros. Mas
ese es el plan del Padre.
Fue el camino de Pablo. Como Jesús no se detiene gozando
de complacencias. Es frecuente en grupos apostólicos y en
personas pasarse la vida formándose y encerrados en sí mismos,
es una vagancia justificada que no busca sino la autocomplacencia.
Pablo no ve en la evangelización sino una necesidad, no una
obligación. ¡Ay de mí si no evangelizo! Y la paga no es sino el placer
de poder anunciar el Evangelio. Y haciéndose todo para todos sin
reparo.
Lo que sería para nosotros :
1º renunciar a ciertos modos específicos para no atar el Evangelio
a una sola modalidad,
2º renunciar a ventajas que se me otorgan para que no sea
obstáculo a los de fuera,
3º estar siempre disponibles,
Ciclo B - 159
a naturaleza.
Comprometido Dios a mantener la vida del hombre y atado
por su alianza, envía a su Hijo. Quien, como recuerda Pedro, siendo
justo padeció por los injustos para llevarnos a todos a Dios.
Marcos en su breve Evangelio nos presenta a Jesús como
nuevo Noé, pasando 40 días, no en las aguas sino en el desierto.
Allí se mantiene fiel al plan divino. Rechaza la tentación fácil y
encuentra así la armonía con el universo. Signo de esa armonía es
la significativa frase de Marcos. "vivía entre alimañas y los ángeles
le servían". (Recordemos la profecía de Isaías, "allá en mi monte
santo…")
De aquí se lanza Jesús a su tarea apostólica, restaurar la
paz y la armonía de los hombres con Dios y entre sí mismos. Se fue
a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: "Está cerca el
Reino, convertíos y creed la Buena Noticia".
Después de reflexionar sobre este texto de la Alianza, es
normal que los Apóstoles interpreten el Reino como una invitación
a sentarse todos en la misma mesa sin diferencia de cultura, raza,
sexo, mejores o peores, justo o pecador. En esa mesa comemos el
Cuerpo de Cristo, bajo el signo de pan y vino, elementos de la
naturaleza y fruto del trabajo humano. Y comulgar, no es materiali-
dad de comer la Hostia consagrada, es sentirse solidarios con el
mundo y con el gran esfuerzo de millones de hombres y mujeres en
pro de la justicia y la paz. Y al salir colguemos también nuestros
"arcos de guerra" (antipatías y recelos) y volvamos a los hermanos
con el brazo permanente de la paz. Si hemos reafirmado nuestra
alianza con Dios, nadie puede que dar fuera, hasta la misma
creación.
Ciclo B - 167
su culto.
Diremos además que todo el Evangelio de Juan vuelve
sobre estas ideas centrales que por algo fueron escritas (no
olvidemos que este Evangelio es bastante tardío) pues ya el
cristianismo corría el peligro de transformarse en una religión más.
Es curioso preguntarse cómo hemos podido los cristianos
apartarnos de este ideal y transformar el cristianismo en un
complejo confuso de dogmas, leyes, preceptos y culto… Cómo
nuestro laicado dejó de tener conciencia de ser sacerdotal y
profético y hayamos puesto un sacerdocio exclusivamente jerárqui-
co y sin la menos participación del pueblo en los problemas de la
comunidad-iglesia.
Es bueno reflexionar esto en esta Cuaresma, al profundizar
en nuestra Alianza. También puede ser que alguno se alarme de
estas ideas. Sería muy triste que no se comprenda la novedad del
mensaje de Jesús y no se le dé entrada en nuestro cristianismo.
Por desgracia vivimos en nuestro catolicismo europeo un
tipo de cristianismo donde no tiene cabida “el pueblo de sacerdotes
y la nación santa”. El pueblo se ha marginado de una Iglesia
considerada casi exclusivamente como los obispos, sacerdote y el
Vaticano. Y es un lugar común cuando se habla de la Iglesia, en la
prensa o en cualquier conversación, no referirnos a los millones de
cristianos del mundo, sino a las cumbres jerárquicas. Y, aún peor
que a esa Iglesia no se la considera la aliada de Dios, sino de los
ricos o poderosos.
Después de que Jesús hubo expulsado a los mercaderes del
templo, algunos presentes, movidos por una conversión rápida y
superficial, “creyeron al ver los signos que Jesús realizaba”. Pero
Jesús desconfía de ellos, dice Juan, “porque él sabía lo que hay en
el interior de cada hombre”.
Y esto es un aviso importante: si nuestra fe, nuestro culto,
si nuestra ley y nuestra alianza no nacen del interior del corazón,
Jesús, que ve en lo íntimo, desconfiará de nosotros y de nuestro
cristianismo.
Al terminar con las palabras de S. Juan, podemos volver al
Ciclo B - 173
Domingo de Ramos
Procesión: Mc, 11,1-10.
Misa: Is 50,4-7. Flp 2,6-11. Mc 14,1-15,47.
Ciclo B - 179
Jueves Santo
Ex 12,1-8.11-14. 1 Co 11,23-26. Jn 13,1-15.
verdadero servicio a los demás. Quien no quiera ver esto, “no tiene
nada que ver conmigo”, dijo Jesús a Pedro.
La Eucaristía, por mucha solemnidad que tenga, no tiene
lugar en la nueva Alianza, si no es la expresión intensa de una real
y fraterna comunidad en la que nos lavamos los pies unos a otros.
Servir a los hermanos es en verdad un sacrificio, pero ese sacrificio
es la ofrenda de la nueva Alianza.
La celebración del Jueves Santo tiene ese toque de
intimidad que nos hace mirarnos a la cara para sentirnos mucho
más unidos, no sólo a los presentes, sino a toda la Iglesia universal.
Si la Eucaristía no puede ser entendida sin la comunidad
eclesial, cuerpo de Cristo, ni la Eucaristía ni la Iglesia pueden tener
sentido sin la primacía del amor como entrega generosa y total, del
amor que lava los pies, poniéndose de rodillas, por debajo, y
llevándose la suciedad del otro.
La Nueva Alianza se ha cumplido. La sangre del cordero nos
ha sido dad. Pero falta algo, la nuestra. La Eucaristía no acaba aquí,
porque esta mesa de la Nueva Alianza ha de prolongarse en
nuestras tareas diarias, en nuestra comunidad, en nuestros
quehaceres, con cada persona que tratemos. Si así lo hacemos,
algo nuevo pasará en el mundo.
Ciclo B - 181
Viernes Santo
Is 52,13-53,12. Hb 4,14-16; 5,7-9. Jn 18,1-19,42.
Vigilia Pascual
Gn 1,1-2,2. Gn 22,1-18. Ex 14,15-15,1. Is 54,5-14.
Is 55,1-11. Ba 3,9-15.32-4,4. Ez 36,16-28. Rm 6,3-11.
Mc 16,1-7.
Domingo de Resurrección
Hch 10,34a.37-43. Col 3,1-4. Jn 20,1-9.
Ciclo B - 186
Pentecostés
Hch 2,1-11. 1 Co 12,3b-7.12-13. Jn 20,19-23.
Santísima Trinidad
Dt 4,32-34.39-40. Rm 8,14-17. Mt 28,16-20.
peor es que se han quedado sin nada. Pero hay que recuperarlo.
El Dios Padre de la Biblia es un Dios que interviene a favor
del hombre oprimido, tanto yugos externos como interiores. Los
hebreos intuyeron una idea ampliamente desarrollada en nuestros
días, que la paternidad de Dios, no es tanto biológica, sino de llevar
al hijo hacia la madurez, hasta sentirse persona libre y responsable.
Así lo vio San Pablo cuando entendió que por el Bautismo éramos
engendrados para ser hijos, no esclavos; libres para una triple
libertad, de la ley, del pecado y de la muerte. Por lo que el cristiano
es llevado por el Espíritu de Dios al comprobar que no ha recibido
un espíritu de esclavitud, sino de hijo y puede decir “Abbá”, Padre.
Y del Hijo. Si Dios Padre es salvador, realiza esta tarea por
medio de Jesucristo. A menudo se separa a Jesús del Padre, como
si su obra fuera independiente. Esto es alterar las mismas palabras
de Jesús, que se presenta como obediente al Padre cuta voluntad
es la salvación de los hombres.
Hemos sido bautizados también en el nombre del Hijo, para
renacer a una vida nueva. Por este Bautismo nos comprometemos
a permanecer unidos a sus palabras, a su testimonio y a su amor,
ya que es el camino que conduce al Padre y a la libertad que el
Padre nos otorga.
Y del Espíritu Santo. Ya hablamos de él el domingo anterior.
San Pablo (segunda lectura) apunta que es él quien destruye las
cadenas del temor y de la esclavitud del pecado para que nos
sintamos libres. Somos hijos de Dios porque tenemos el espíritu de
la libertad.
Podemos ver cómo las tres personas de la Trinidad están
íntimamente relacionadas con el proceso liberador del hombre como
individuo y como comunidad. Así la Trinidad es un “Evangelio” o
Buena Noticia.
Y esta fe se nutre de la Eucaristía, en que el Padre nos
entrega a su Hijo, bajo las especies sacramentales, para que
podamos vivir libres en el Espíritu de la unidad. “Y sabed que yo
estpy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Ciclo B - 203
Corpus Christi
Ex 24,3-8. Hb 9,11-15. Mc 14,12-16.22-26.
dad ¿quién es ese Jesús en quien decimos creer? ¿Es algo más
que el hijo del carpintero?
Ciclo B - 227
Asunción de María
Ap 11,19; 12,1-6.10. 1 Co 15,20-27. Lc 1,39-56.
nueva humanidad.
María en el Nuevo Testamento no es la frágil doncella que
ha representado los pintores románticos, ni la reina ataviada de
sedas y pedrería como la pintado la piedad cristiana de los últimos
tiempos. María es pobre, humilde, sencilla, analfabeta, pero fuerte
con la fe y firme en la esperanza, arraigada en la estirpe humana,
que no se viene abajo en medio de las mayores contrariedades.
Un pueblo que celebra hoy la Asunción de la Virgen María
es un pueblo que camina con la cabeza levantada, no por el orgullo,
sino por la esperanza. Unas personas que hoy festejen a María
vencedora de la muerte, no pueden cruzarse de brazos ante un
mundo anhelante de vida digna, libre y con paz.
Nada tiene que ver esta María con esa piedad sosa y
sentimental, que se refugia como niño miedoso en las faldas de la
madre. La Asunción de María, al igual que la resurrección de Cristo,
subraya el optimismo cristiano: la paz es posible, la vida plena es
posible, pero ¡ojo! nada se nos da a espaldas de nuestra pereza,
que no es sino señal de desconfianza de Dios, ¡no hay nada que
hacer! Por eso no hacemos nada.
Comulgar hoy a Jesucristo es creer en nuestra resurrección:
“El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna y yo
lo resucitaré en el último día”.
Comuniquemos a todos, a cuantos nos rodean la gran
noticia de un Dios que se acuerda de todos nosotros. Seamos
testigos de la esperanza y promotores de la paz y el amor.
Ciclo B - 229
oración.
El hombre de verdadera fe, que tiene la experiencia de
haberlo recibido todo gratuitamente, es, por eso mismo, abierto,
generoso, y valora cuanto hay de bueno en cada persona, en cada
grupo, en cada institución, pasando por alto lo negativo. Y todo
procede de la clara vivencia de que cuanto tiene es inmerecido.
Empezamos la celebración reconociendo nuestros pecados
para saborear la Eucaristía como un inmenso don que no nos
pertenece. Así la Palabra y el Sacramento nos iluminan, nos
denuncian y nos transforman. Comulgar es renunciar a todo
prestigio y poder, y hasta la propia vida por el bien de los demás.
Gocemos viendo las manifestaciones del Espíritu en medio del
mundo y unámonos a cuantos trabajan por la concordia y la paz.
Ciclo B - 247
Hay que hacer notar que los cepillos no eran como los de
nuestras iglesias, sino que se entregaba al sacerdote, era, pues, un
gesto público, donde el rico era sobreestimado y el que daba muy
poco era infravalorado, además de soportar la consiguiente
humillación.
Podríamos pensar al hablar de esta viuda, las que también
Marcos dice que eran esquilmadas por los sacerdotes y poderosos
abusando de su indefensión.
En fin, diremos que el verdadero servicio a Dios y a los
hermanos es la entrega total de uno mismo con los bienes que se
poseen. Porque de Dios venimos y de El hemos recibido todo y de
Él somos. Y, ¿qué tenemos que no hayamos recibido de Él?
Aunque los textos de hoy se centran el dinero por ser signo
de lo que más se aprecia, hay que incluir otros muchos, como
nuestro tiempo, habilidades, nuestras fuerzas, nuestra inteligencia
y conocimientos, nuestro descanso, nuestras preocupaciones
particulares...
Es frecuente la excusa de que no damos porque no nos
sobra, pero en el fondo el dar es un problema de generosidad y ésta
está en función de nuestra fe y confianza en Dios.
En la Eucaristía Jesucristo se nos da, y se nos da todo y sin
regateos. Comulgar es asumirlo con todas las consecuencias. Es
darnos a nosotros mismos con el mismo gesto de Jesús. La
Eucaristía es el modelo de lo que es la entrega y también la
invitación. La Eucaristía nos hermana haciéndonos partícipes de un
solo cuerpo con Cristo, en el cual todo es de todos.
Ciclo B - 260
Ciclo C
Inmaculada Concepción
Gn 3,9-15.20. Ef 1,3-6.11-12. Lc 1,26-38.
Sagrada Familia
Eclo 3,2-6.12-14. Col 3,12-21. Lc 2,41-52.
Domingo de Ramos
Is 50,4-7. Flp 2,6-11. Lc 22,14–23,56.
Pilato, etc. Quizá nos sea más útil descubrir en qué medida hoy
seguimos reviviendo a esos personajes con ropajes distintos, y sin
comprender ni vivir a este contradictorio rey a quien hoy hemos
aclamado.
La paradoja de Jesús. Jesús entra triunfalmente en Jerusa-
lén aclamado como “rey que viene en el nombre del Señor” bajo el
signo de un malentendido que aún hoy día no logramos dilucidar,
expresando así esa dualidad de sentimientos que se anida en el
corazón humano.
Mientras que los discípulos interpretan la expresión del
salmo 118 como la entronización de un rey al modo humano y con
la clara intención de ascender al poder, y de usar el poder como
forma de dominio sobre los hombres, Jesús se siente rey al modo
de Dios, rey de paz y de mansedumbre, sin otra pretensión que
inaugurar una era basada en el amor. Por eso entra montado en un
burro y termina en la cruz.
Ahí tenemos una síntesis de la historia de los pueblos, y
también de la Iglesia: poder y amor, guerra y paz, dominio y
servicio.
También Jesús recita el salmo 118, pero sin parcelar sus
frases y sin distorsionar su sentido. Sentado sobre el burro reza la
antigua plegaria:
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque su miseri-
cordia es eterna. Desde mi angustia clamé al Señor; El me
atendió y me alivió. Dios está conmigo, El es mi apoyo.
Mejor es refugiarse en el Señor que confiar en los podero-
sos. Se me empujó para abatirme, pero el Señor vino en mi
ayuda. El es mi Salvador. No he de morir, mas viviré y
anunciaré las obras del Señor.
Abridme las puertas de la justicia y entraré y daré gracias al
Señor… Sólo los justos en trarán por ella. La piedra dese-
chado por los constructores se ha convertido en piedra
angular; maravilla a nuestros ojos. Este es el día que Dios
ha hecho, alegrémonos e él. ¡Bendito sea el que viene en el
nombre del Señor! El Señor es Dios. El nos alumbra.”
Ciclo C - 304
Jueves Santo
Ex 12,1-8.11-14. 1 Cor 11,23-26. Jn 13,34.
Viernes Santo
Is 52,13-53,12. Hb 4,14-16;5,7-9. Jn 18,1-19,42.
Vigilia Pascual
Gn 1,1-2,2. Gn 22,1-18. Ex 14,15-15,1. Is 54,5-14.
Is 55,1-11. Bar 3,9-15.32-4,4. Ez 36,16-28.
Rm 6,3-11. Lc 24,1-12
Ciclo C - 309
Domingo de Resurrección
Hch 10,34a.37-43. Col 3,1-4. Jn 20,1-9.
nosotros.
Son los testigos de la fuerza del Espíritu Santo. Son los que
han comprobado que la muerte no destruye, porque ha sido vencida
por el Señor de la muerte.
Toda esa legión de testigos aparece en la visión de Juan
reunidos en una solemne liturgia celestial de alabanza. Y con ellos
todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, en el abismo “Al
que se sienta en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la
gloria y el poder por los siglos de los siglos”.
Hoy somos nosotros invitados a participar en esa Liturgia,
porque somos la continuación de ese pueblo de santos. Pues
tenemos la certeza de que lo que el Espíritu Santo ha fortalecido en
ellos, lo hará también con nosotros.
Ciclo C - 315
Pentecostés
Hch 2,1-11. 1 Co 12,3b-7.12-13. Jn 20,19-23.
Santísima Trinidad
Pr 8,22-31. Rm 5,1-5. Jn 16,12-15.
Corpus Christi
Gn 14,18-20. 1 Co 11,23-26. Lc 9,11b-17.
Asunción de María
Ap 11,19; 12,1-6.10. 1 Co 15,20-27. Lc 1,39-56.
Cristo Rey
2 S 5,1-3. Col 1,12-20. Lc 23,35-43.