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Por eso estamos como estamos: La sociedad sudcaliforniana en contraste en

“Mi gordo” de Estela Davis


Por: Frederick Castillo Sánchez
Una de las grandes discusiones que se tiene presente en las artes y la literatura desde hace
ya varios siglos es si el arte, en general, debe tener algún compromiso social o simplemente
se debe de hacer con una finalidad estética. Esta cuestión ha llevado también a una pregunta
que aún es difícil de responder: ¿Para qué sirve la literatura? Muchas de las respuestas
dependen del enfoque y la definición que se le dé a la palabra “útil”, el gran problema que
se desprende es que, en muchas ocasiones, las posturas que apoyan lo “útil” o “el
compromiso social” se quedan solamente en el terreno político, dando como resultado una
literatura panfletaria de la derecha o izquierda.
Por otro lado, hay casos donde ambas posturas se fusionan, ya sea de manera
consciente o inconsciente por parte del autor, este es el caso del cuento de Estela Davis que
lleva por título “Mi gordo”. El cuento cumple con los requerimientos estéticos de la
literatura, narra una historia que, en pocas cuartillas, logra mantener la tensión a lo largo de
cada párrafo y a su vez nos brinda una radiografía de la sociedad sudcaliforniana a través
de la historia de la Lic. Patricia Hernández.
La historia se narra en primera persona, ésta se puede dividir en dos, la noche en la
que la protagonista decide volver a casa de sus padres y la forma en la que conoció a su
esposo. Las descripciones que brindan de la ciudad de La Paz hacen que el lector, en
especial el lector que vive en la capital del estado, sienta la historia más cercana debido a
los referentes populares de la urbe. Otro de los aspectos del cuento es el lenguaje, a lo largo
de la narración podemos encontrar un lenguaje que se aleja de los ya comunes
regionalismos, pero sin caer en un lenguaje culto, la sencillez en éste y la claridad en la
narración provoca que el lector fácilmente se adentre en la historia.
Como dije anteriormente, se puede dividir la historia en dos, una que va del pasado
hacia el presente, la cual inicia desde el regreso de Patricia Hernández a La Paz hasta el
momento en donde decide dejar de estudiar para convertirse en ama de casa, la otra
secuencia sucede en el presente, noche en que se describe la vida matrimonial y tras un
momento de catarsis decide escapar del lugar en el que vive y regresar a casa de sus padres.
Es importante dividir la narración porque de esta manera se pueden apreciar dos procesos
distintos que generan una evolución en la protagonista.
Claude Bremond realizó un trabajo titulado “La lógica de los posibles narrativos” el
cual se incluye en el libro Análisis estructural del relato. En el texto de Bremond se explica
que los textos narrativos se basan, a nivel estructural, en pequeños procesos que van
tejiendo el relato en secuencias y estas resuelven la historia, ya sea de manera positiva o
negativa. Recupero uno de los textos de la escuela estructuralista porque ayuda a explicar a
partir de la estructura de “Mi gordo” una abstracción de la sociedad sudcaliforniana. Si nos
basamos en la cronología presentada en el cuento, el primer gran proceso por el que pasa la
protagonista se podría catalogar, según los conceptos de Bremond, como un proceso de
degradación.
“Lo conocí hace dos años, cuando regresé de Guadalajara con mi título de
traductora y una maestría. Mamá me había dejado su coche nuevo. Me pidió que le pusiera
gasolina pero lo olvidé. Después de varios años de ausencia, andaba feliz reconociendo los
barrios de mi ciudad” Así es como inicia la narración de dicho proceso, el perfil de la
protagonista es de un alto nivel académico, en sus palabras y posteriormente sus acciones
hace notar una por regresar a su ciudad natal e insertarse en el mundo laboral, es decir que
Patricia Hernández es un personaje que cuenta aspiraciones de crecer personal y
laboralmente. En este punto, Bremond lo catalogaría como un proceso de posible mejora el
cual, con las acciones del mismo personaje, se puede cumplir o no. Conforme avanza la
narración, las acciones de la protagonista siguen un patrón contrario, es aquí cuando el
proceso de degradación se hace notar, la primera acción es el aceptar el cortejo del
mecánico que en un principio la ayudó, como ella misma describe le enamoró la actitud
dominante de éste:
Aunque iba muy bien arreglado y perfumado, desde entonces percibí en él ese
olorcito como de aceite. Era muy atractivo y mis amigas lo veían con ojos ansiosos,
pero él no se me despegó en toda la noche. Me gustó su actitud posesiva. Parecía
decir a todos “esta mujer es mía”. Creo que esa noche me enamoré.
Este pequeño párrafo tiene dos utilidades, la primera es describir la actitud de Armando
Cota, el esposo de Patricia, y la segunda utilidad es denotar una predestinación tanto del
futuro matrimonio con la actitud autoritaria de su esposo, como la evolución psicológica
que la protagonista tendrá conforme avanza el relato.
La segunda parte del proceso de degradación es el matrimonio, a pesar de la
oposición de sus padres a esto, Patricia Hernández acepa llevar a cabo el compromiso y con
ello, acepta las condiciones que el esposo le pone. El ser ama de casa es el punto más bajo
del proceso de degradación, puesto que la posición pasiva que asume la protagonista es
claramente contraria a todos los ideales con los que se nos presentó al momento de regresar
a la ciudad de La Paz. Al momento en que se narra la decisión de Patricia y la reacción de
los padres, la narradora hace evidente las diferencias entre los esposos y el futuro fracaso
matrimonial, otra forma de predestinación:
Lo que no quise entender entonces es por qué se molestaron tanto cuando decidí
casarme con mi gordo. […] En seguida decidieron que no estaba a mi altura. Que
era un bronco sin educación, que no manifestaba ningún interés en cultivarse y no
sé cuántas cosas más. […] Ciertamente, a diferencia de mí, él no hablaba más
idioma que el español y no le gustaba la lectura ni la buena música.
Después de la discusión sobre el matrimonio con sus padres y la decisión de ellos al no
acompañar a su hija, Patricia cierra ese proceso de degradación con un dialogo irónico
sobre su matrimonio y, a su vez, denota una esperanza inocente sobre su futuro como
esposa de Armando: “—Jamás esperé que me hicieran esto. Mi gordo no es el príncipe de
Inglaterra, pero es todo lo que quiero.”
La segunda historia, utilizando nuevamente los conceptos de Bremond, se
catalogaría como un proceso de mejora incumplido. La secuencia es más corta puesto que
sucede en una noche, la protagonista comienza a reflexionar sobre el modo de vida que
lleva con su esposo, describiendo los defectos de éste y el estado de insatisfacción
constante en el cual se encuentra. El proceso comienza desde el primer párrafo del cuento,
en él se describe el coito entre el matrimonio.
El sudor de mi gordo me inunda. Me penetra hasta los ojos por más que los aprieto,
y me arden. El ardor y el ruidoso chapaleo de su cuerpo sobre el mío, me impiden
concentrarme para alcanzar el orgasmo […]
El humor agrio mezclado con un vago olor a aceite quemado que despide su cuerpo
termina de distraerme […]

El comenzar la narración con una escena sexual nos brinda una perspectiva íntima de la
manera en que se establece la relación, el primer dialogo y la descripción que lo acompaña
ayuda a comprender la forma de ser de Armando Cota y el estado reflexivo por parte de
Patricia: “— ¡Termina, morrita, por favor!— procuro concentrarme. ¿El orgasmo será una
cuestión de tiempo? […]”, entre el ruego que emite su esposo y la pregunta retórica se
comienza a gestar un ambiente de inconformidad. Las descripciones sensoriales son
constantemente referidas, el olor, el tacto, incluso la forma en que ve a su esposo tendido en
la cama, nos ayudan a adentrarnos cada vez más en el pensamiento de la protagonista y nos
muestra el ahora asco que siente por su esposo.
El sentimiento de repulsión que la protagonista tiene hacia su marido llega a tal
punto que la lleva a cuestionar su matrimonio, el proceso comienza cuando en medio de la
narración, la protagonista utiliza una frase que, en una primera lectura puede pasar
desapercibida: “A tientas alcanzo la toalla, me seco la cara y abro los ojos”, la expresión
abrir los ojos, según nuestra cultura, es un eufemismo para describir la acción de darse
cuenta de la verdad, curioso y poco inocente es que aparezca justamente después del acto
sexual donde tuvo que soportar a un cuerpo por el cual siente repulsión encima de ella, en
el momento en que se libera de él y puede limpiarse, que también tiende a lo simbólico,
puesto que limpiar añade un sentido de proceso de purificación, es decir que al momento de
limpiarse saca de sí misma a su esposo, se libra de aquel ente repulsivo, al momento de
terminar esta acción, es cuando por fin ella puede abrir los ojos.
Otra de las acciones que marcan ese proceso de mejoramiento incumplido es la
decisión que toma, después de varias reflexiones sobre su esposo, de regresar a la casa de
sus padres. Esta última escena del cuento es muy rápida, un pequeño párrafo que ayuda a
dar un final sorpresivo. El hogar es visto como un retroceder del tiempo, el lugar donde ella
puede volver a tomar el control de su vida, donde podrá optar por otra dirección hacia su
futuro, pero esta acción, cuando está a punto de tocar la puerta, se interrumpe por el marido
de Patricia, aquí ese deseo por mejorar, por dirigirse a un lugar mejor se deshace, es decir
que regresa a la zona de degradación.
Un análisis estructuralista podría parecer algo muy superficial o superado, pero creo
que la propuesta de Bremond ayuda a entablar un dialogo más profundo con el texto debido
a que la estructura del mismo juega un papel importante dentro de la historia, tanto la forma
como el fondo están en sintonía.
Como dije al inicio del trabajo, muchas veces la literatura puede cumplir una labor
social, ya sea de manera consciente o inconsciente, puesto que al ser una abstracción de la
realidad o ficción que se basa en la realidad, es común que presente aspectos de la sociedad
en la que se basa. En el caso del cuento de Estela Davis, nos presentan a personajes que
son comunes en nuestro estado, se reflejan modelos sociales de los cuales constantemente
somos participes. Estas prácticas sociales son las que plasman a nuestro estado dentro de su
literatura, lejos del común exceso de copiar una jerga regional en el habla de los personajes,
la literatura se encarga de llevar a la ficción esa esencia de la sociedad y, al momento de
abstraerla, abre las puertas a la reflexión de la misma.
Tanto Patricia Hernández, como Armando Cota, los padres, incluso las amigas de
Patricia cumplen roles sociales que imitan a los de nuestra sociedad, es aquí donde la
función de la literatura se hace presente y nos permite cuestionar sobre las acciones que
constantemente repetimos como herencia de las generaciones pasadas, ¿Hasta qué punto
nosotros mismos estamos generando nuestro propio proceso de degradación? No es
sorpresa que nuestra sociedad tenga el estereotipo de pasividad del cual es acusada
constantemente, entonces ¿Patricia es un caso aislado o algo que nos representa? Puesto
que asume esta condición hasta el punto de llevarla al máximo, de cuestionarse hasta que
toca fondo.

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