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Darwinismo y teleología.

La necesidad de causas no materiales en la vida

La comprensión moderna de la naturaleza inicia, como hemos visto, con el


espíritu de interés matemático y experimental del siglo XVI. Su esfuerzo pretende
limitarse a la explicación de los entes con estricto apego a estos dos métodos. Las
confesiones que el científico extrae de la naturaleza, forzándola en los laboratorios, se
registran celosamente en el lenguaje matemático. La naturaleza, en este sentido, es lo
que la materia revela ser, es lo medible en la materia. La física moderna, por un afán
práctico y una renuncia explícita a la especulación metafísica, abandonó las preguntas
por los fines porque las que abordan la constitución material -asumida como lo único
real-, es definitivamente más útil. Esta forma de hacer ciencia devino en una
comprensión mecanicista del universo. Aunado a ello, la teoría darwiniana de la
evolución de las especias por la selección natural cerraría el círculo: todo es materia que
se conglomera en diversas formas, en cierta medida por la necesidad que imponen las
condiciones de materia; la otra causa es el azar o el encuentro afortunado, el tiempo
haría el resto. A la postre, la teoría mecanicista y la evolucionista habrían de lograr
progresos en la indagación, justamente por su exclusiva dedicación al estudio de lo
material. Esto serviría de argumento para defender que la única verdad y realidad reside
en el estudio de la materia.

Sin embargo, la aparición del hombre en el esquema evolucionista irrumpe con


el cuadro simple del mecanicismo. Según Leon Kass1, la mente y la conciencia, la libertad
y el propósito, conducen necesariamente a dos posibilidades (Cfr., Kass, 1985: 251): (1)
o el ser humano es reducido a la explicación mecanicista; o (2) la naturaleza guarda una
semejanza con lo humano. Esto implica la exclusión o la eventual admisión del principio
teleológico en la física. La teoría darwiniana ¿incluye o excluye causas teleológicas? El
propio Darwin parecía admitir principios teleológicos, al menos entretejidos en la
relación morfología-subsistencia. Entonces, ¿existe algún tipo de causa final aunada a la
causa material en la teoría evolucionista que explique de manera más clara la existencia
de características usualmente llamadas psíquicas, de la conciencia y de la libertad, que

1
Este apartado se concentra en el análisis de Leon Kass sobre la teoría de la teoría de la evolución y la
comprensión aristotélica de la naturaleza. Kass, Leon. (1985) Toward a More Natural Science. Capítulo
10: Darwinism, Teleology and The Place of Man. The Free Press, New York.
son evidentes no solamente en el ser humano, sino en múltiples especies animales
mayores?

Kass plantea la posibilidad de entender lo vivo atendiendo a dos aspectos: los


propósitos y el alma.

a) Los Organismos como Seres con Propósitos

Para entender la relación entre las dos posturas científicas, la teleológica y la


materialista-mecanicista, Kass propone considerar el problema desde una perspectiva
empirista en sentido llano: “It seems that we must ourselves take up the question afresh,
beginning whit what is first for us -on the one hand, living plants and other animals; on
the other, the confused term “teleology”.” (Kass, 1985: 252).

Existen diferentes modos de entender que hay finalidad en los entes vivos. El
principio general supone que en los organismos, como totalidades o en sus partes, hay
propósitos o fines. Un animal es alimento para otro, las alas de un ave sirven a su
permanencia en un ambiente determinado, etc. “Each plant or animal has a wordly
purpose” (Kass, 1985: 253). Pero si existe un propósito, es razonable pensar que exista
un fin abarcante, debe existir una mente que lo ordene, que disponga a un fin. De ahí la
segunda clase de teleología contenida como la voluntad ordenadora de un intelecto
trascendente que diseña un mundo.

Pero, explica Kass, “The primary home of teleology thought is the internal and
inmanent purpositiveness of individual organisms, in their generation, their structure,
their activities” (Kass, 1985: 254). La primera instancia de la teleología es la posible
evidencia de un tipo de causalidad al parecer observable (“That for the sake of whish”)
en el fenómeno de la naturaleza. Aquello por lo cual las cabras andan en manadas y van
a beber al río es para mantenerse vivas, sencillamente para vivir, y es por vivir que aún
teniendo sed huyan si un león las ataca. Kass desarrolla su argumento de manera más
precisa, apartando evidencias al respecto de su concepto de teleología:

(1) Generación. La primera instancia de telos puede entenderse como el fin


natural al que apunta todo desarrollo previo a la madurez de un animal o una planta. La
generación ya implica la tendencia a un fin. “Each stage depends on the preceding one
out of which it emerges, and prepares for the succeeding one into which it passes” (Kass,
1985: 254). Este proceso conduce al estado más completo de un ente vivo según su
propia especie; ese es su telos, su fin. La finalidad, en estos términos, es evidente si se
considera la madurez de un ser viviente.

(2) Madurez. Un organismo maduro y adulto formado completamente: “It is an


organic whole, an articulated whole, composed of parts. It is a structure, not a heap and
to be a structure means to have a function” (Kass, 1985: 255). La idea central está en la
palabra función. Función, explica Kass, no es un material o un mecanismo, sino el fin de
lo material y del mecanismo; la función de las partes del viviente es lo que hacen, lo cual
no es comprensible si no se considera al viviente como una totalidad: “an organic
whole”. La función es aquello por lo cual y para lo cual existe algo en un todo organizado.
Esto es, evidente en lo artificial, pero en lo natural no es algo oculto. La finalidad es la
existencia misma que los seres vivos logran en su mejor estado, esto es, la plenitud de
sus posibilidades en el pleno ejercicio de sus funciones. La función es lo que da cuenta
de las partes, de la totalidad de algo que es esto o aquello. La función implica un telos,
aquello por lo cual cada parte es lo que es y para lo cual otras partes también se
mantienen funcionando en un todo. Además, explica Kass, un organismo maduro
funciona, tiene movimientos y capacidades que no se limitan a su mera subsistencia,
pero que lo hacen ser lo que es: el coyote aúlla a la luna, el pavorreal despliega sus
plumas, etc. Todo comportamiento de un ser vivo lo hace ser lo que es, la totalidad de
sus funciones en su completa existencia. Incluso la capacidad autocurativa de una planta
o de un animal indican la tendencia a mantener la totalidad del ente.

(3) Movimiento y dirección. La tercera instancia de la finalidad, a decir de Kass,


es: “a directedness, an inner “striving” toward a goal, both in their coming into being
and in many of their activities” (Kass, 1985: 256). El camino hacia el océano de una
Tortuga que recién eclosionó, las plantas que crecen hacia la luz, las golondrinas que
anidan en cornisas protegiéndose de la intemperie. En todos estos casos existe una
finalidad, aquello para lo cual algo vivo se mueve en una dirección. Kass no afirma que
exista una especie de plan en la naturaleza que implique conciencia o deliberación, sino
“a directed and inwardly determined activity to and for a porpose” (Kass, 1985: 256)

(4) Colonias. La reunión de animales individuales para un fin, hormigas,


lombrices, lobos, seres vivos que se mantienen, alimentan, protegen y reproducen en
conjunto, de manera que ese movimiento unitario es “para” su propia existencia, es para
un fin.

(5) Es posible hablar de una quinta instancia de finalidad entendida como bondad
o aptitud. El buen funcionamiento de un órgano y aquello para o cual es indica un estado
de completitud, perfección o fin. “This holds for machines nor less than for organism…
The end is a standard as well as a god” (Kass, 1985: 257). El examen del buen
funcionamiento de los órganos de un ser vivo, una revisión médica, por ejemplo, es
factible sólo a la luz del bien pretendido como fin.

Sin embargo, Kass es conciente de la obvia acusación de cometer una falacia por
dar a la naturaleza atributos humanos o por explicar los fenómenos de la mente desde
una perspectiva animista que ya fue superada por la bioquímica y la neurología. Su
respuesta apunta a tres direcciones: (1) hay finalidad y es notoria en el fenómeno de la
vida; (2) las explicaciones vitalistas del fantasma en la máquina o de la máquina sin
operario son insuficientes; (3) la teleología y el mecanicismo son teorías
complementarias: la máquina se entiende por el fin y el fin es la actividad de un cuerpo
materialmente organizado.

Kass defiende la postura de que la comprensión de la vida es incompleta si se


cancela la pregunta por los fines y se asume como única cuestión a indagar el
funcionamiento del aspecto material. La pregunta “¿qué es?” tal o cual ente vivo obliga
a la pregunta por la finalidad. Podríamos pensar diferentes preguntas ejemplares. ¿Por
qué huye del río un animal sediento? ¿Por qué los animales se reproducen con algunas
parejas escogiéndolas entre otras? ¿Por qué hay parvadas o cardúmenes? La vida
muestra finalidades; organización estructural, tendencias, capacidades, movimientos
que apuntan a la completitud, al estado maduro y perfecto de un ente. Los griegos
emplearon el adjetivo teleion para designar ese estado de unidad, totalidad y
completitud, lo alcanzado, lo logrado, lo que llega a buen término, como lo que se
espera, por ejemplo, en el cuidado de la gestación humana y se obvia en un defecto
teratogénico o en un aborto espontáneo. Lo vivo tiende a un fin.

b) La enseñanza explícita del Darwinsmo: Nature Has No End


El abandono de la explicación teleológica puede rastrearse en la enseñanza del
darwinismo. Como hemos visto, existen dos principales explicaciones de la naturaleza,
la bíblica, que es teleológica y creacionista; la segunda es la teoría aristotélica, que es
teleológica, pero en una naturaleza eterna. Darwin opera el giro copernicano en la
comprensión de la naturaleza: no hay en la naturaleza nada eterno y nada creado, todo
es efecto de la conjunción entre materia, organismos y presión del ambiente, No
obstante, explica Kass: “the view of living beings as purposive, as self-producing, serl-
mantaining and self-reproducing, is in no way undermined by Darwin´s theory, In fact,
in certain respects, the theleological emphasis is accelerated.” (Kass, 1985: 259).

El principio de esta postura es que la selección natural propicia que las


variaciones adquieran “that perfection of structure and co-adaptacion which must justly
excites our admiration”. Según escribe Kass, el perfeccionamiento, el cambio pro bono,
no cancelaría causa teleológica, la confirma. La selección natural por vía de la adaptación
se explica a través de la herencia de variaciones morfológicas y funcionales de un ser
vivo que se continúa de una generación a otra y que favorece su subsistencia, dándole
ventajas para sobrevivir y reproducir esas ventajas en un ambiente. La selección natural
no procede por un fin, sino que acontece como un efecto suscitado por mutaciones cuya
explicación es oscura (azar, radiación, alimentación, combinación de genes,
modificación de genes…). Así, Darwin tiene éxito en escribir una teoría no teleológica de
la vida. Esto, sin embargo, acurre desde una óptica que atiende únicamente al aspecto
material.

Desde otra perspectiva, el carácter teleológico de los individuos se reafirma. Kass


apunta a tres evidencias. En primer lugar, refiere un pasaje de The Descent f Man.

“I was not, however, able to annul the influence of my former belief, then almost
universal, that each species had been purposely created; and this lead to my tacit
assumption that every detail of structure, excepting rudiments, was of some special,
though unrecognized, service. Anyone whit this assumption in his mind would naturally
extend too for the action of natural selection…” (Kass, 1985: 261).

Es decir, la estructura de los vivientes tiene un propósito, a saber, la vida del mismo
ente. Esto se confirmaría con una segunda observación de Kass:

“Darwin´s non teleological explanation -variation, inheritance, struggle for


existence- not only assumes but even depends upon the inmanent teleological character
of organisms.” (Kass, 1985: 261). La tendencia a la vida y a la reproducción suponen un
telos: la vida misma. Una tercera evidencia para el reconocimiento de Darwin sobre la
posibilidad de un diseño y, por ende, un fin, es la sospecha del científico al respecto de
la posibilidad de una Causa primera o Dios:

“Another source of conviction in the existence of God, connected with the reason and
not whit feelings, impresses me as having much more weight. This follows from the
extreme difficulty or rather impossibility of conceiving this immense and wonderful
universe, including man whit his capacity of looking far backwards and far into futurity,
as the result of blind chance or necessity. When thus reflecting, I feel compelled to look
to a First Cause having an intelligent mind in some degree analogous to that man”. (Kass,
1985: 262)

Además, continúa, “I cannot anyhow be contented to view this wonderful


universe, and specially the nature of man, and to conclude that everything is the result
of brute force” (Kass, 1985: 262). Estructura, reproducción y orden maravilloso del
mundo se oponen a la sola explicación del azar, la necesidad y la fuerza bruta, Darwin
se reservaba de admitir la existencia de un ente creador, pero sí reconoció “a Firts Cause
having an intelligent mind”, que si bien no era del todo compatible con la teoría de la
selección natural y de la herencia, sí resultaba inevitable para responder las objeciones
sobre el azar, la necesidad y la fuerza bruta, o que es al menos una hipótesis razonable,
aquella la de un Intelecto que diseñase las leyes de la naturaleza.

No obstante, la doctrina de la selección natural es tajante. No hay finalidad, sino


acaso la afortunada aptitud de algunos vivientes para sobrevivir y reproducirse,
heredando tales aptitudes a su descendencia en un medio que presiona. La
sobrevivencia y la reproducción no obedecen a propósitos o fines futuros. La paradoja
es que en la simple observación de la vida los animales y las plantas muestran fines en
sus movimientos (ya sea el de subsistir, crecer hacia la madurez o la reproducción), pero
la naturaleza no obedece propósito alguno y ningún viviente es un propósito de la
naturaleza. Kass interpreta la doctrina de la selección natural de la siguiente forma:
“Nature is blind and dumb, aimlessly but persistently going nowhere.” (Kass, 1985: 264).

La selección natural tiene un carácter ambiguo, pues si bien actúa para el


beneficio de los seres vivos como individuos (algunos sobreviven o se reproducen más),
estos beneficios los hereda o recibe la descendencia. En este caso, apunta Kass, “[…]
one should say that natural selection acts for the good of each kind of being (i.e. for the
good of species)” (Kass, 1985: 267). Con todo, si en la naturaleza existe una continua e
incesante procesión de especies, incluso la subsistencia y prosperidad de las especies
tampoco sería un fin ni un beneficio, sólo un acontecer. La perspectiva darwiniana hace
incompatibles a la naturaleza y al bien como fin porque es sencillamente un acaecer sin
propósito entre los márgenes del azar y la necesidad.

El único fin en la teoría darwiniana es la sobrevivencia, pero, cabe enfatizar,


tampoco la sobrevivencia es un fin, sino un efecto. Habría que reconocer alguna especia
de propósito, inclinación o telos en lugar de la mera relación causa-efecto del
materialismo mecanicista. Es necesario admitir que la naturaleza darwiniana es mero
acontecer, sin jerarquías ni fines; aunque cada individuo se ubique en algún estadio de
la cadena alimenticia, esto no obedece a ninguna clase de superioridad o propósito, sino
a la respuesta de un cuerpo con capacidades motoras y exigencias materiales,
estrictamente moleculares. No obstante, Darwin, insiste Kass, es ambiguo al hablar de
beneficios, mejoras y plenitudes en su teoría de la descendencia mejor adaptada. Pero
si hay individuos más aptos y su fin es su propia subsistencia, entonces reconocemos
que no es posible pensar a la naturaleza sin teleología. La teoría evolucionista es oscura
al respecto por verse forzada a oponerse a los modelos de la “especie eterna”, ya sea a
través de la idea creacionista o de la teoría de los eide. Entonces, la teoría evolucionista
es incompleta.

En este orden, cabe preguntar ¿cuál es el sentido de la evolución de tipos


superiores en la selección natural? Kass responde: “Somehow, as thousands of species
came and saw and went under, the processes of evolutions not only produced more and
more organisms, new species and new forms- or, in other words, produced more forms
for the expression of soul- but also higher grades of soul.” (Kass, 1985: 270). Este salto
abrupto a la cuestión del alma es justificado si, como explica Kass, se entiende por ella
lo que Aristóteles describió como entelecheia del cuerpo viviente: “the integrated vital
powers of a naturally organic body, always possessed by such a body while it is alive
(“animated”, “ensouled”), even when such powers are not actively at work (e.g. in sleep
or before maturation)” (ídem). Alma es lo visible en lo vivo, en sus movimientos,
relaciones, posibilidades, funciones y capacidades. Vida y alma refieren en el viviente al
principio viviente y al acto de ser. Lo vivo es lo animado. Los organismos más simples
tienen alma, las bacterias, los bacilos. Sus funciones y capacidades son pocos, crecen se
nutren y multiplican. Pero es en la diversidad de las posibilidades del alma donde es
factible hablar de superioridad: “luego de los organismos vivos más simples, tanto en su
morfología como en su potencialidad, escribe Kass, “ […] there were only two or perhaps
three more big “surprises” in the hierarchical history of soul: (1) the emergence of
sensitivity and awareness (i.e. of the sensitive soul); the emergence of locomotion and
with it desire(i.e., of the full-fledged animal soul); and finally, (3) the emergence of
speech and intellect (i.e. of rational soul).” (Kass, 1985: 271). Cada clase posee las
funciones de la clase anterior, pero ninguno de estos estadios más bajos posee las
características de la subsecuente. La diferencia en los modos de vida, en los tipos de
alma, es el fundamento de la posibilidad de emplear términos ontológicamente
comparativos entre los vivientes. El bacilo no solo tiene funciones diferentes al humano,
tiene menos, su existencia, sus movimientos y capacidades son mucho más limitados
que las del zoon logon echon.

En este sentido, la jerarquía en la vida, como anota Kass, la jerarquía en las almas,
“[…] is a hierarchy of openness and pourposiveness.” (Kass, 1985: 271), cuya mayor
expresión se ve manifiesta en la vida humana, la única cuyas posibilidades y actividades
superan la mera sobrevivencia. La conclusión de Kass, que no pocos dudaran en llamarla
antropocéntria, es que, si existe una tendencia ascendente en la evolución, el hombre
ocupa el puesto máximo: su razonamiento, dice, es filosófico y no moral, pues atiende
a lo que llama “the biopscycological evidence”: “Man is the peak, both in possessing the
highest, and also in possessing the complete range of faculties of soul” (Kass, 1985: 272).
Estas facultades que superan la mera sobrevivencia por medio del cuerpo son las del
lenguaje y la inteligencia por cuya acción el ser humano ha desarrollado formas políticas,
las ciencias y las artes. No se trata, explica Kass, de detalles particulares del genoma
humano, sino de los poderes del alma.

No obstante, para Kass hablar del alma humana no importa solamente para
referir un único caso ejemplar y mostrar con él la jerarquía en los entes. El alma humana
muestra la emergencia de capacidades en los vivientes que son superiores a las de la
mera subsistencia. Estas capacidades, en su mayor desarrollo, son las del lenguaje y la
inteligencia. El punto de Kass es tratar al respecto de las posibilidades ínsitas en un ente.
La teoría darwiniana de la evolución supone la aparición de disposiciones corporales
orgánicas -y de ahí funcionales-, que favorecen o aventajan a un individuo sobre otros.
La teoría evolucionista del origen de la vida, a su vez, explica que todo emergió a partir
del azar, de la necesidad química y del tiempo. Sin embargo, explica Kass:

“What is due to chance is, perhaps, the time and circumstance in which life firs
arose and also the beings in which the first steps of further ascent were taken. But what
emerged on these occasions were possibilities already present as possibilities in the
lower forms of life, and ultimately, in matter itself. Everything present to the higher
animals, including man, must have been “present” potencially in preanimated matter”
(Kass, 1985: 274).

Además:

“Matter has a character, matter has possibility, matter is prefiguratively alive.


Matter, if not actually alive, is potentially alive. […] Matter must not be thought of simply
as inert and passive, as resistance to acceleration, as little billiard balls, as waves or
particles, and understandable only externally and through laws of relation. Matter has
character; matter has possibility; matter is prefiguratively alive.” (Kass, 1985: 274-275).

No cualquier molécula puede formarse, ni cualquier clase de organismo, animal,


planta o sus mutaciones y variaciones, sino sólo las que son posibles. Esto implica un
modo de ser estable, pero que permite cambios limitados en un mundo que, en segunda
instancia, no hace nada en vano, sino que gesta o hace brotar, suscita movimientos,
órganos, incluso adaptaciones de los organismos en cada ecosistema y en el planeta, en
este planeta Tierra y no en otros.

Modos de ser y posibilidades o potencias son eide que tienen telos. Otra forma
de expresar esta idea es que el fin de la materia fue, desde siempre, devenir en cuerpos,
algunos de los cuales son animales, vivientes, entidades completas y capaces de vivir por
sí mismas, en un medio y en el esfuerzo de persistir y en el trabajo de ejercer sus
facultades en un medio apto para ello.

El punto de Kass es observar que en la naturaleza hay potencias y fines, y que


estas también están también contenidas en la materia. Una comprensión más certera
de la naturaleza debe evitar el rigorismo materialista que resulta incapaz de explicar en
fenómeno de la inteligencia y de la conciencia, pero también la negación de los procesos
de la materia o del desarrollo de los seres vivos en el tiempo; esto por el compromiso
de admitir una idea poco razonada del relato de la creación, pese a su profundidad para
la biología.2 Kass concluye su propuesta biológica del siguiente modo: “One comes closer
to the truth, perhaps, if one says that life, then sentient life, then intelligent life, came
to be and would most likely come to be if circumstances were not unfavorable to their
release.” (Kass, 1985: 275).

La emergencia de la vida no es un mero efecto, sino la realización de las potencias


vitales que trascienden a la necesidad atómica, que están conectadas en la materia
como aquello que por definición es para algo y se entiende sólo en su fin. El darwinismo,
en resumen, es incompleto si excluye de su comprensión de la vida a la finalidad y a las
potencias de la vida en un medio completo, aunque mutable.

La lectura que Leon Kass hace de la teoría darwiniana nos conduce a la necesidad
de considerar aspectos de la vida cuya explicación o causa no subyazca en la materia. La
consideración de la vida, según la atestiguamos en la experiencia ordinaria, habla de
finalidades, intenciones, intelecciones, pasiones, incluso cierta clase de libertad que no
se explica desde el rigorismo de la causa y el efecto de las reacciones pero que está, sin
embargo, prefigurada en la materia. Consideremos ahora las ideas de Hans Jonas al
respecto de la interioridad y la materialidad en la vida.

2
Cfr., Strauss, On Genesis. Y Brague, Remi. Lo propio del Hombre.

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