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INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE N° 127 “CIUDAD

DEL ACUERDO”

ESPACIO FORMATIVO: Historia Social y Cultural De La Literatura IV

PROFESOR: Marcos Muñoz

ALUMNA: Bianchiman y Mándola Ayelén

UNIDAD: Análisis de “Las flores del mal”

CURSO: 4° Año.

FECHA DE ENTREGA: 08/05/09


INTRODUCCIÓN

Estos textos poéticos pertenecen a Charles Baudelaire, el llamado escritor


maldito.
La poesía de este autor tiene la característica de alejarse del gran público
lector ya que a diferencia de la poesía romántica –al parecer- se aleja de los
grandes problemas públicos de la época. Los temas que aborda se eligen fuera o
en contra de los ideales románticos.

La época se prestaba a ello puesto que eran los días más “luminosos” del
Segundo Imperio Francés y Napoleón III. Una sociedad hipócrita que se
desenvolvía paralela a la victoriana inglesa, en dónde hablar de según que cosas
era tabú.

El objetivo del presente trabajo práctico es exponer, el análisis realizado a la


sección “Cuadros parisinos” de la obra de de Baudelaire Las flores del mal.

La estructura del trabajo está organizado de la siguiente manera: en primer


lugar, una introducción, en segundo lugar, el análisis, en tercer lugar una breve
conclusión y por último la bibliografía consultada.
ANÁLISIS A “CUADROS PARISINOS”

En estos cuatro poemas: Paisaje, El sol, Los siete viejos y El cisne,


Baudelaire revela la poesía de suburbio. El espectáculo de la gran ciudad le
envuelve de bruma y melancolía, a través de diversos personajes más o menos
marginados y a diversas horas del día y en variados elementos atmosféricos. Son
magníficos cuadros fotográficos que preludian ya el Impresionismo.

En cuanto al contexto en que es producida la obra “Las Flores del mal” se


puede decir que es realizada en la época del Segundo Imperio francés. Durante
este Segundo Imperio, Francia vive una gran expansión industrial, se completa su
red ferroviaria y se transforma París, adquiriendo el prestigio de gran potencia
nuevamente. También se desarrollan los barcos y la industria, ambos motivos del
fuerte crecimiento del comercio exterior y la exportación de capitales como así
también del desarrollo de la clase media. Todos estos datos pertenecen al
progresismo burgués del siglo XIX.

En el poema “Paisaje”, refleja una mirada desde lo alto, es decir como si el


poeta estuviera en lo alto de Paris, observando la gran ciudad y sus cambios.
Ubica en el poema, elementos que dan cuenta de esa mirada celestial: las
chimeneas, los campanarios y los mástiles de la urbe:

“Con las manos en el mentón, desde mi buhardilla,


Contemplaré el taller donde cantan y charlan;
Las chimeneas, los campanarios, esos mástiles de la urbe,
Y los cielos abiertos que hacen soñar con la eternidad”

En la segunda estrofa, se observan las huellas de la industrialización, las


fabricas, los materiales y cómo esos materiales afectan al medio ambiente:

“Es dulce ver nacer, a través de la bruma,


La estrella en el azul, la luz en la ventana,
Los ríos de carbón subir al firmamento
Y la luna verter su blanco encantamiento”

Los dramas que están contenidos en los densos pliegues de las perspectivas
ciudadanas, también aquí visiblemente dominadas desde lo alto, serán también
aquellos que nacen y se desenvuelven en un aislamiento del hombre entre las
masas de hombres, en un hacinado y presuroso extrañamiento de vida social,
como podían imaginarse sólo en las inauditas aglomeraciones urbanas que el siglo
XIX comenzaba a conocer:
“El tumulto, gritando inútilmente contra mi cristal,
No me hará levantar del pupitre la frente;
Pues estaré sumido en el deleite

De evocar a mí antojo la primavera,


De sacar un sol de mi corazón, y de crear,
Con mis ardientes pensamientos una atmósfera templada”

En el poema “El sol”, el poeta describe los barrios pobres parisinos y el


clima que los ciudadanos vivian:

“A lo largo del viejo del viejo arrabal, donde penden las casuchas
Las persianas, abrigo de secretas lujurias
Cuando el sol cruel golpea con rayos redoblados
La ciudad y los campos, los tejados y los trigos”

En la segunda parte del poema, muestra al Sol como a un Dios, como un


padre, creador de sus cosechas:

“Este padre nutricio, que odia a los cloróticos,


Despierta en los campos los versos como las rosas,
Hace que se evaporen los problemas hacia el cielo,
Y llena los cerebros y las colmenas de miel.
Él es quien rejuvenece a los que andan con muletas,
Y les hace alegres y dulces como muchachas,
¡y el que manda a las mieses a crecer y madurar
En el corazón inmortal que siempre quiere florecer!

“Cuando, igual que un poeta, baja a las ciudades,


Ennoblece la suerte de las cosas más viles,
Y entra como un rey, sin ruido y sin criados,
En todos los hospitales y en todos los palacios.”

El poema “El cisne” está dividido en dos partes y está dedicada al gran
escritor Víctor Hugo. En él, el artista mira la ciudad y observa la realidad que lo
rodea. Nos transmite su profundo y propio dolor ante el cambio experimentado
por su ciudad, mezclando tres temas diferentes. El primero de ellos es
Andrómaca, viuda de Héctor, héroe troyano. El segundo son los cambios urbanos
de París, que la vuelven irreconocible. Y por último el cisne fugitivo que huye de
su encierro en una jaula.

Encontramos en la primera parte de la composición poética, el primero de


los temas. Andrómaca simboliza la viudez, el amor y la fidelidad conyugal frente
a la crueldad de la guerra. Andrómaca, personaje de la Illiada, que sufre el horror
de ver morir a su marido y a su pequeño hijo, que es arrojado desde lo alto de una
torre mientras ella a la toman cautiva.
Baudelaire recuerda esta figura femenina y recuerda su tristeza. Utiliza esta
imagen para revelernos como ve a la ciudad de Paris en ese momento. Paris es
como una viuda sufrida que observa todo lo que está sucediendo:
¡Andrómaca, pienso en ti! Este riacho,
Pobre y triste espejo donde antaño resplandeció
La inmensa majestad de vuestros dolores de viuda,
Este Simoïs mentiroso que con vuestras lágrimas crece, 1

También en esta primera parte encontramos el segundo tema, mostrar


propiamente los cambios de la ciudad y su propio dolor:

El viejo París no existe más (la forma de una ciudad


Cambia más rápido, ¡Ah!, que el corazón de un mortal);2

Observamos aquí la sensación que le causa ese cambio abrupto que provoca
la modernidad en Paris. No describe la ciudad, sino menciona su sensación ante
las huellas de este avance recordando las antiguas formas de su ciudad:

Sólo veo sino con el espíritu todo este caserío,


Este montón de capiteles esbozados y los fustes,
Las hierbas, los grandes bloques verdecidos por el agua de las charcas,
Y brillando en las ventanas, el bric-a-brac confuso.3

Si proseguimos con la lectura de la poesía es aquí donde encontramos, por


último, el tercer cisne fugitivo:

Allí se mostraba antaño una casa de fieras;


Allá yo vi, una mañana, en la hora en que bajo los cielos
Fríos y claros el Trabajo se despierta, en que la basura
Empuja un sombrío huracán en el aire silencioso,

Un cisne que se había escapado de su jaula,


Y, con sus patas palmípedas frotando el empedrado seco,
Sobre el suelo áspero arrastraba su blanco plumaje.
Junto a un arroyo sin agua la bestia abriendo el pico

Bañaba nerviosamente sus alas en el polvo,


Y decía, el corazón lleno de su bello lago natal:

"Agua, ¿Cuándo lloverás? ¿Cuándo tronarás, rayo?"


Yo veo este desdichado, mito extraño y fatal,

Hacia el cielo algunas veces, como el hombre de Ovidio,


Hacia el cielo irónico y cruelmente azul,
Sobre su cuello convulsivo tender su cabeza ávida,
¡Como si dirigiera reproches a Dios! 4

1
Charles Baudelaire, Poesía IV “El cisne”, “Las flores del mal”, Bs.As., Losada, 2003
2
Charles Baudelaire, Poesía IV “El cisne”, “Las flores del mal”, Bs.As., Losada, 2003
3
Op. Cit.
4
Op. Cit.
Es a través de esta ave, el cisne, animal simbólico para varios poetas de la
época, que Baudelaire expresa su yo lírico. No presenta al ave como es un cisne
hermoso y blanco. Sino que es un cisne sucio, que se baña en polvo, y que añora
que vuelva el agua. Nos muestra así la nostalgia por lo que se fue.

En la segunda parte el poeta se revela resignado ante los hechos pero se


muestra, a la vez, orgulloso de que nadie le va a quitar los recuerdos que él posee
en su memoria:

¡París cambia! ¡pero, nada en mi melancolía


Se ha movido! palacios nuevos, andamiajes, bloques,
Viejos arrabales, todo para mí vuélvese alegoría,
Y mis caros recuerdos son más pesados que rocas.5

Y vuelve a utilizar la figura de Andrómaca para concluir su poema para


reforzar la idea de su pérdida añorando lo que ya no está. Andrómaca, llevada
prisionera a Grecia, busca los cocoteros de Troya:

Andrómaca, de los brazos de un gran esposo caída,


Vil rebaño, bajo la mano del soberbio Pirro,
Cabe una tumba vacía en éxtasis doblegado;
Viuda de Héctor, ¡ah! ¡Y mujer de Heleno!

Yo pienso en la negra, enflaquecida y tísica,


Chapaleando en el lodo, y buscando, la mirada huraña,
Los cocoteros ausentes del África soberbia
Detrás de la muralla inmensa de neblina;6

Para finalizar en los dos últimos versos, el autor francés realiza una
revalorización de lo que el siente. Y se une con las demás personas que han
sufrido una pérdida, como hermanándose en el dolor:

En cualquiera que ha perdido lo que no se encuentra


¡Jamás, jamás! ¡En los que beben lágrimas!
¡Y maman del Dolor cual de una buena loba!
¡En los flacos huérfanos secándose cual flores!

También en la selva donde mi espíritu se exilia


¡Un viejo Recuerdo resuena con la plenitud del cuerno!
5
Op. Cit.
6
Op. Cit.
Pienso en los marineros olvidados en una isla,
¡En los cautivos, en los vencidos!... ¡y en muchos otros todavía!7

En el poema “Los siete viejos”, la narración es la de una alucinación


diurna sufrida en las calles de Paris. En ella encontramos un viejo, un mendigo,
que pertenece a la clase baja, que no goza ningún privilegio. Este viejo está
multiplicado en siete formas iguales. El número de formas no es casual. Es un
número simbólico. Es el número de la perfección según el catolicismo. Y como se
sabe Baudelaire es un católico que no cree en la iglesia como institución, pero si
en el dogma católico.

La multiplicación de este hombre viejo de forma monstruosa, harapienta,


con las pupilas llenas de una gran maldad es donde encontramos la presencia del
yo poético. Aquí se representan el estado de ánimo de ese yo lírico multiplicado
en siete Sosías. Esta multiplicación se detiene ya que el viejo da la espalda
rápidamente y escapa perturbado. Quizás esta multiplicación tiene este
significado: el advenimiento de la modernidad para Baudelaire era signo de
inhumanización y pérdida de la individualidad del hombre.

CONCLUSIÓN

7
Op. Cit.
BIBLIOGRAFÍA
BAUDELAIRE, Charles, Las flores del mal, España, Colección Fontana,
1998.

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