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ALBERTO VILLARREAL
Los jardines están cerrados; sus caminos no pueden seguirse; pero en tiempos de
optimismo podía leerse en las entradas: “Nunca acostumbrarse; la costumbre es espalda
ligera de la muerte".
Y una petición: “Si ocurre una historia; llevarla por las raíces; por donde nadie la vea”.
"O esperarla durante muertes y sucesivas muertes de gente que desea ser víctima de una
buena historia".
"Si me amas hazme víctima de una buena historia". Dijo ella.
Visto desde una historia, el sol es un foco rodante sobre un cielo plano, sin conexiones.
En otras épocas de optimismo se creía que el error después de constantes ensayos
desaparecería definitivamente. Entonces se inventó un método escénico para diseñar
jardines.
Consistía en introducir gente -pedacerías de voluntades- en espacios cerrados; someterlos
a sencillos experimentos de convivencia.
A la procreación, al aburrimiento, a la violencia, a la lucha por ganar metros cuadrados.
Vista desde el sol toda construcción humana tiene cuatro patas y es plana.
Toda idea tiene cuatro patas y es plana.
Toda esperanza es cuadrada, es plana y no tiene patas.
Toda historia es una línea plana sobre el suelo.
Obligados a moverse por pequeñas retribuciones, los internos del experimento buscaban
acomodarse en espacios reducidos.
La historia se adhiere a la tierra.
La historia: esa devastación que no siempre aparece.
Los experimentos arrojaban prodigios, malasangres, disparates.
Confecciones que debían ser transportadas al mundo de las plantas y las fecundaciones
florales.
El aburrimiento estimula el amor y la violencia.
Pegar y despegar.
Gente acomodándose difícilmente en pequeños espacios.
Comiendo, durmiendo, odiando a sus captores, con bata de enfermo, caminando,
representando un álamo, una cactácea, una semilla, una espina.
Pegar y despegar.
Pero los jardines están cerrados y la gente que participó en esos experimentos está
muerta.
Visto desde cualquier lado toda persona es un poste sosteniendo una historia plana para
unirse a otro poste.
Pegar y despegar.
Enganchar y desenganchar.
Así se explica la vida entre historias.
“Aprovechar la felicidad mientras esté presente” Aconseja un poste a otro mediante una
cinta plana.
Pero cuando el paraíso aparece, sencillo, comprensivo, nadie sabe qué hacer en él.
La presencia amable de lo que deseamos nos pone siempre en vergüenza.
Este teatro del mundo, tan apolillado, tan húmedo.
Tan en huesos de animal muerto.
No podemos reconocer que hay cosas ante las que no se debe hacer nada.
Sólo dejarlas ensuciarnos como un insecto ensucia el aire.
Quiero ser propaganda de la felicidad.
Quiero ser plano en mi felicidad.
"Si me amas dame una felicidad plana desde la que no pueda caer" Dijo ella.
Como la de un parque de niños, bardeado, señalizado.
Lleno de niños estúpidos o de niños genio.
De niños que son siempre las dos cosas.
De aquellos que aún no tienen historias en este mundo.
Alrededor: adultos; espectadores de niños que juegan sin miedo a la muerte.
Los niños tienen los ojos a la altura de las rodillas de los adultos.
Ojos de rodilleras.
Niños envejeciendo en arena.
En arena que los adolescentes orinan ebrios por las madrugadas.
En arena que los perros orinan por las noches.
Niños: ni un día sin llanto, practican tanto…
Lo usarán, lo usarán.
Yo quisiera un plato en el oído, una oreja de plato.
Redondo como el sol, plano como esta vida.
Cortar palabras sobre él antes de tragarlas. Oído de cuchillo filoso.
Una plaza donde ponga palabras en tendederos a secar.
Que el sol las consuma.
“No uses esas palabras frente al sol” Dijo mi madre.
“Soy el respaldo del sol, soy el bastón del sol” Dije yo.
“Soy el punto final que pone el sol”.
Decimos todos nosotros.
"Llévame amor por la puerta trasera del sol" Dijo él.
Masticar con el oído cerrado. Buenas maneras.
Con palabras se lava el plato de la oreja.
Se disipa el aburrimiento.
Se estimula el amor y la violencia.
“Confiar en palabras aunque no puedan decir nada”
Dice el público adulto a los niños.
Todo público es infantil, sin capacidad de cuidarse solo.
"Tu cabello en mis ojos hace un eclipse de sol" Dijo él.
"Abandóname en la puerta trasera del sol" Dijo ella.
Nosotros estamos en una ciudad que está en un desierto.
Estamos en una ciudad donde antes hubo un mar, playas.
Donde sólo queda la sal que son huesos de mar.
Arena de desierto que fue arena de mar.
Orinada por barcos; orinada por cangrejos.
Hoy orinada por gasolineras y cactus.
Lo líquido orina sólidos; las lágrimas orinan asesinatos reales y falsos.
"No he sabido amarte entre tanto mal dolor que tampoco ha sido buena felicidad"
Decimos todos.
Una ballena había encallado y cantaba sobre el plato de la arena.
La empujábamos para devolverla al mar.
Por tantos días.
Empujar piel escamada con manos secas.
Malos intentos que tampoco son buenas fallas.
Los niños miraban ese ojo grande y vidrioso del tamaño de sus cabezas.
Desde sus ojos a la altura de las rodillas.
Tanto dolor en sus ojos como en nuestras cabezas.
Ese pescado que podía comernos a todos se moría en el plato de la arena.
Le tiramos agua para que sobreviviera.
Hasta que fracasamos.
Y lloraron los que tenían siete años.
Que habían practicado tanto por siete años.
Y cuando se pudrió la carne y quedó la osamenta, la gente paseaba los domingos dentro
del esqueleto.
Se hicieron columpios y percheros en los huesos del animal muerto.
Así tuvo esa ciudad su primer teatro.
Gente adhiriéndose a los huesos de un animal. Civilizándose.
Todo esto lo hemos hecho con los huesos de animales o de hombres muertos.
Un escenario es una osamenta de historias.
Los turistas en la playa, acomodándose en los pequeños cuartos de las costillas y el
cráneo.
Acomodándose.
Animales de confort.
Pegar y despegar.
Enganchar y desenganchar.
"Reconfórtame en un amor que entre por la puerta trasera del sol" Se dice ella a sí
misma.
Humanos puestos en el lugar donde antes había un corazón, un hígado, un riñón.
Un órgano de su tamaño.
“Humildad” decía el jardín del mar; el jardín que se ha ido y que ha dejado este desierto.
El mar es un jardín cerrado.
Sus caminos no pueden seguirse.
Pegar y despegar.
II
Nada… nada lo suficiente… para condenar a alguien… es decir… hacer lo que hacen
todos, todos los días… eso, sí… que sea olvidable… hacer lo que nadie diría de sí
mismo… cuando quiere impresionar a otro… cuanto… cuanto… desperdicio de vida…
nosotros… sin poder usar la cinematográfica frase de… y dos semanas después… y diez
años después… mejoramiento de la vida… quitar los trozos aburridos… o en un close
up… ver sólo el rostro de lo que amamos… toda la pantalla… sin sobrantes… y cortar
la historia a lo esencial… no demasiado amor… no demasiado flaco… no demasiado
yo… romance típico… que al contarlo parezca mejor que los romances típicos… si me
hubieran puesto en otro tiempo… en otro cuerpo… hubiera hecho cosas memorables…
sostenido felicidades por dos horas… creído en la justicia, en dos frases… o quizá no…
porque siempre hay que decirse esto… o quizá no… para no mentir… poner al mundo
como algo desconocido… darle inocencia… quitarle instinto… o quizá sí… quitarle
verdad… la necesidad de certidumbre… animales de recolección, autoconservación y
caza… así de fácil; se entiende nuestra voracidad… siempre… que el corazón alcanza la
certeza… volver a preguntarse… dudar… humildad… no saber nada… para estar en
paz con todos… y contra todos… quizá… la única palabra nuestra… la única que puede
pasarse de padres a hijos… con humildad… con la inseguridad de esta piel delgada…
pasará… dicen los que ya les ha pasado todo… pasará… planas son las lápidas de la
tumbas y planas son las cunas para el nacimiento… una mesa hacia arriba para después de
nacer… y otra plana hacia abajo para después de morir… quizá es así… quizá… es así…
o no… desde la puerta trasera del sol… quizá es así… o quizá… pasará…como todo…
pasará… dos semanas después… diez años después… pasará… como todas las
historias… se despegará… pasará… pasará.