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Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Filosofía
Seminario de maestría: La estética en Walter Benjamin
Profesor: Luis Antonio Cifuentes
Estudiante: Nicolás Cuevas

La vitalidad del lenguaje

En el texto “La tarea del traductor” (1926) nos encontramos una relación muy fuerte entre
historia y lenguaje. Para elucidar un poco esta relación en este escrito voy a recuperar algunos
puntos del texto mencionado donde se encuentran las tensiones del propio lenguaje y las
cuales solo se dejan ver si las entendemos en su historicidad. A lo que quiero llegar, y de lo
cual partiré, es que el lenguaje puro o lenguaje de la verdad tiene un carácter vital y por tanto
es de carácter histórico, esta es su esencia.

La tarea del traductor tiene un carácter muy especial. Por un lado, parece que solo es
necesario que el traductor tome de una obra un montón de palabras en un lenguaje y las
traslade a su propio lenguaje, conservando el sentido de las mismas. Por otro lado, el
traductor puede querer traducir lo que el autor quería decir en su obra, así para ello deba
utilizar frases distintas a las que aparecen en la original, mientras se conserve el sentido. Sin
embargo, parece que el asunto no es simplemente cambiar unas palabras por otras o unas
frases por otras, en la tarea del traductor se nos revela un asunto mucho más profundo.

El ejemplo que nos deja ver la profundidad del problema y la relación que tiene el lenguaje
con la historia es el ejemplo sobre las palabras brot y pain. En su sentido pueden ser
radicalmente distintos, es decir, semánticamente pueden ser palabras distintas con estructuras
sintácticas distintas. No obstante, parece que si vamos más allá de la simple semántica y
lingüística, nos encontramos que ambas palabras quieren capturar lo mismo sin lograrlo
completamente; a saber, una experiencia del lenguaje puro.

Lo anterior indica que hay una diferencia fundamental entre lo dicho en una lengua y la forma
en que dicen. Dicho de otro modo, hay una distinción entre significar y el modo de significar.
La primera hace alusión al lenguaje puro, significar es siempre significar una experiencia del
hombre en el mundo. Mientras la segunda se refiere a los lenguajes, a la forma en cómo

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queremos manifestar o significar esa experiencia1. Esto muestra que el lenguaje está en una
tensión que podemos encontrar en todas las obras literarias con la característica de
traducibilidad.

Por un lado, el lenguaje puro es algo que está más allá de la semiótica pero que se manifiesta
en ella. Tiene la característica de ser comunicable pero nunca comunicado. Esta naturaleza
aparece al momento que se desmenuza una obra para traducirla. Si esta es traducible es
porque alude de alguna manera a ese lenguaje superior. Este tiene como característica
fundamental ser el fundamento de todas las lenguas.

Por otra parte, los lenguajes comunicativos son tan solo fragmentos de un lenguaje superior
al que nunca abarcan en su totalidad. Esto nos lo hace saber Benjamin con la imagen de la
vasija. El original y la traducción son fragmentos que hacen parte de una vasija completa; no
obstante, la unión de estos fragmentos no abarca de manera completa al lenguaje puro.

La tensión entre original y traducción se asemeja a la tensión entre naturaleza e historia. En


la primera Benjamin propone que entendamos la esencia del original desde la segunda porque
en ese rodeo que parte de la traducción hacia el original se revela la esencia de este último, a
saber, hacer alusión a un lenguaje puro. En el segundo caso, el autor nos propone entender la
naturaleza desde la historia. Esta propuesta nos ayuda a entender el movimiento de la realidad
concreta en sus tensiones. Por ejemplo, la tensión esencial que hay en el fenómeno de la obra
original y su traducción.

Esta tesis solo es posible mantenerla si partimos de que el lenguaje, tanto el puro como el
comunicativo, tienen una vitalidad, es decir, una historia o una supervivencia (p.11). La
esencia del lenguaje no es una estática, Benjamin dice que “las palabras escritas nunca
terminan su maduración” (p.13). De esta manera, el devenir histórico determina la esencia
del lenguaje. Esto quiere decir que la tarea del traductor nunca está completa, es una tarea
fallida que deja ver la ruptura entre el lenguaje comunicativo y el puro. Además, es una tarea
que deja claro la postura radicalmente histórica de Benjamin.

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La tarea del traductor es muy difícil porque solo se enmarca en esta segunda, al nivel del lenguaje
comunicativo. Esto indica que la tarea del traductor siempre es un fracaso porque al nivel del lenguaje
comunicativo nunca podrá capturar la experiencia. No obstante, esta tarea es de igual manera la esperanza
de elevar ese lenguaje al lenguaje puro.

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