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Quiero volverme a Chiloé, quiero perderme

en bosques tutelares o en la arena

de un día de cristal tras de la lluvia,

de un tiempo de amistad para los nuestros.

Y sueño con los verdes pastizales,

con cerros de color de trigo y oro,

con reses que apacientan la verdura

como unos viejos dioses el reino que heredaron.

Te digo, soledad, les digo, multitudes,

allá en el sur es donde espera la alegría,

es en tus islas, Chiloé, donde hay que amarnos,

los hombres, las mujeres, dioses, diablos

y niños obviamente, pues si no, no habrá mañana.

Regreso pues a pie, por sueños, por cornisas

de vientos que salobres me abren ruta,

galopan sobre el mar, reman los montes

y vuelan bajo tierra en las arterias

de un tiempo por vivir y que aguardamos.

Me vuelvo, Chiloé, desde mi infancia,

desde mi arruga natural de edad madura,

desde el bastión de pueblo que se clava en mis entrañas,

en mi alto lagrimón de dignidad por conquistarse,

de plena libertad pese a los ogros cotidianos.

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