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Introducción.
Una de las debilidades que como seres humanos tenemos es nuestra facilidad de juzgar a los demás.
Es común que sin saber bien todos los elementos de los hechos que se escuchan o se conocen,
muchas personas rápidamente juzgan y en el peor de los casos, condenan a otros.
En el presente estudio hablaremos principalmente de por qué los creyentes no debemos actuar de
esa forma, juzgando nuestro hermano ni servir de tropiezo a otros.
Medite:
Una cosa es tener puntos de vista y normas distintas a las de otros hermanos, y otra es muy
diferente es inducir a alguien con nuestro ejemplo y conducta a violar las normas de su
propia conciencia.
En Jesús no hay lugar para pretensiones y soberbia, cada uno debe estimar a los demás
como superiores a sí mismo. El hermano fuerte debe estar dispuesto a recibir al débil. Las
convicciones personales deben estar fijadas en oración y en la Palabra, más nunca deben
ser motivo de desprecio por otros.
Hay que luchar por comportarse de tal forma que no sirva de piedra de tropiezo y causa de
caída a otros.
Para concluir:
El cristiano siempre está rodeado por distintas clases de personas: Buenas y malas, cristianos y no
salvos. Debe luchar cada día por agradar al Padre celestial, amando y sirviendo a quienes les rodean.
Quien quiere agradar a Dios debe aceptar los siguientes pasos de obediencia:
1- Dar por hecho que su conducta debe ser de calidad superior a la de aquellos que integran la
sociedad donde vive.
2- Por ser hijo de Dios debe tratar de mostrar semejanza a Dios incluso frente a aquellos que puedan
llamarse sus enemigos.
3- No aspirar a menos que la perfección que Dios le ha presentado como norma y meta de la vida.
4- Jamás criticar a otros creyentes pues cada uno dará cuentas a Dios de sí.
5- Hay que luchar por no servir de piedra de tropiezo a ningún creyente ni hacerlo desviarse del
camino por su culpa.
Dios le bendiga.
Tomado de: La palabra de Vida. El Maestro 3. Editorial Vida.