Sie sind auf Seite 1von 22

IV.

Las etapas de ia industríalizacìán argentina

Diversos autores en la historiografía nacional han intentado dividir la


historia industrial de nuestros país en ‘fases’ o etapas difsrenciadas en las
qus resulta factible identificar, de manera m6s 0 menos estilizada, distintos
“modelos” de crecimiento -atendiendo al tipo de ramas industriales que 8n
cada caso motorizan ef prkeso expansivo, al origen del capital invertido,
a las ‘fuentes’ de donde provienen los aumentos de productividad
observados, 31 mayor o menor grado d8 apertura externa, etc&era. Desde
los estudios pioneros de A. Ferrer (1959), A. Dorhnan (1983), G. Di Tella y
M. Zyrneíman (1967), hasta aportes útrimos de D. Heymann (1980),
pasando por los ya citados trabajos de C. Díaz Alejandro (1963), P.
Gerchunoff y J. Uach (1975), D. Azpiazu et al. (1976), J. Katz (1969), J.
Villanueva (1972) y otros, la metodología de la ‘periodiración’ ha servido
con frecuencia cOrno instrumento descriptivo del proceso de industrializa-
cb5n que siguiera nuestro país.
Son Varias Ias fOrmaS en que se puede emplear Ia informacibn
estadistica y 81 materia1 histc5rico para construir *fases” o etapas estructufal-
mente diferenciadas dentro de una seiie de largo plazo; pero, tal como
veremos a continuacibn, los distintos enfoques brindan una descripción
mas o menos parecida a lo ocurrido. En Diaz Alejandro la construccibn de
‘fases’ se realiza comparando la estructura Industrial observada con aquélla
que, en teoría, debería haber tenido nuestro país en distintos momentos
seQún et patr6n ‘normal” internacional, dados el ingreso per cápita y la
pobtaci6n. Sin embargo, a raíz de lo idiosincr&ico de la estructura
dom&tica de precios relativos en el área industrial, el mismo autor
r8COnOC8 qU8 l .. . IaS Cifras empleadas 8n este CákuiO 8St&n SUjetaS a ta!@3

45
errores que resultaria aconsejable poner mayor Masis en tos cambios en
el Índice del grado relativo de industrializaci&? que sobre su nivet aparente’
(Diaz Alejandra, 1970).
Uno de tos autores del presenta trabajo (Ka&, 1969) ha examinado ta
existencia d8 *cortes estructurales” en la historia industriat argentina
computando la funci6n agregada de producci6n para et sector manufactu-
rero en un determinado período y sometiendo tuego a un test estadístico
ta hip6tesis de que las observaciones de períodos contiguos provienen -u
no- de la misma funci6n de producci6n. Tampoco aquí el test es
conctuyente en ta medida en que et rechazo de la hip&esis -esto es, el
rechazo de que una misma funcion de produccibn haya generado las
observaciones de ‘etapas’ contiguas- no permite afirmar fehacientemente
si estamos frente a un cambio de la funci6n de produccibn o meramente
frente a un cambio en et peso relativo de tas distintas ramas que comp@
nen et agregado con que se trabaja.
Otro autor que recurre a la ‘periodizacion’ del desarrollo industrial e& 0.
Heymann (1980). En este caso su inter6s radica en et estudio del ciclo
economice y para poder identificarlo no emplea un indicador único sino un
“Índice de difusi6n” dado por un conjunto de series -venias, empleo,
precios, etc.- que, tomadas al unisono, reflejan la existencia de un ‘punto
crítico” (o furning point en ta nomenclatura del Nationaf Bureau of
Economic Research que es la que adopta Haymann). Sin embargo, el
mismo autor, al comentar el m&odo empleado, acota: YAhora bien, aun
admitiendo que et consenso ciclico de series (...) sea raronabte para definir
tos puntos criticos de referencia, et criierio para identificar el ciclo no es aún
lo suficientemente preciso (...) De hecho pueden definirse tos puntos
criticos con un m&odo esencialmente cualitativo (. .J y dependerta del juicio
del analista ubicar tos mkimos y minimos cíclicos’.
En resumen, tos distintos ejercicios de “pertiixaci6n” del crecimiento
industrial de nuestro país contienen un monto mas 0 menos atto de
subjetividad unido a tknicas estadisticas de distinto grado de sufistticaci6n
y complejidad.
No obstante, es importante observar que los varios estudios menciona-
dos brindan una caracteriraci6n bastante parecida de lo ocurrido. Emergen
así con cierta claridad tas siguientes ‘fases” o ‘etapas” del proceso de
industrialización:

Pre - 1930
Etapas 1930 - 1943
del proceso 1946 - 1955
de ?950 * 1wt
industriatizaci6n 1%4 - 1974
1976 - 1961

46
Comencemos por 91 corte ‘pre-y-post-Am en el que no sbto insisten
economistas como Ferrer, Di Tella y Zymelmann, y Uiar Alejandro,
pensando tanto en el agotamiento de la frontera agrícola pampeana como
en la crisis internacional; tambi6n es crucial en el anålisis de un extenso
grupo de cientktas poiíticos que encuentra en el cambio de ias relaciones
triangulares Argentina-Gran f%etaha-Estados Unidos, en la firma del Pacto
Roca-Runciman y en el complejo tema de la neutralidad argentina en los
prolegbmenos de la Segunda Guerra Mundial un riquisimo laboratorio de
investigacibn social. (O’Connell, 1984; Rapoport, 1980; EscudB, 1983).
En general se describe la economia pre-1930 como una astructwa
sumamente abierta al comercio, pasiva en lo monetario y fiscal, y donde los
cambios clim6ticos internos y el ciclo econbmico de Gran Bretafia
constituyen las ‘fuentes’ rnhs notorias de inestabilidad domMica. El
control de cambios -que comienza a aplicarse en setiembre de 1931-, el
p8rmiSO pf6viO de impoftaCiOn6s -que entra 8n vigeflcia en nOvi8mbr8 de
1933 conjuntamente con una devaluaci6n del peso y con la implantación
de dos mercados de cambio, uno oficial y otro libre- y las modificaciones
introducidas por decreto entre 1930 y 1932 en la tarifa de avaliras y en
arancales de importacibn, constituyen las primeras manifestaciones de
politica econ6mica activa en una sociedad que habia vivido acostumbrada
a ta seguiacibn au?om&ica del patr6n oro. Pase a que en los ahos 1920
existen intentos de utilizaci6n del arancel externo como instrumento, de
politica de industriakacibn, ello debe verse como un hecho aislado
(Villanueva, 1972); recién a comienzos de Ia de-cada del treinta comienzan
a observarse distintas formas de intervencián activa del gobierno en politica
econdmica.
Tras los actos de gobierno d8 1931, el siguiente paso en este camino
de creciente intervenci6n estatal est& dado por los acuerdos que Argentina
firma en 1933 con Gran Bretaña y otros países europ8os aceptando
otorgarles divisas a pretio oficial para pagos por imponaciones hasta cubrir
los montos de compra de productos argentinos. LaS importaciones d8
terceros países, en cambio, debefAn hacerse al tipo de ca;mbio libre, siendo
Estados Unidos el principal afectado por esta norma. Aparece aquí el
bilateralismo que, junto con las regulaciones cambiarias y arancelarias
antes comentadas, habrla de constituir uno de los pilares centrales de la
política econ&nica de Ia diicada de los años treinta. Esta ‘etapa” d8l
desarrollo econ6mico argentino parece extenderse hasta la mitad de la
decada siguiente, momento en el qu6, con ta creacidn del Batxo de
CrBdito Industrial 8n 1944 y la implementaci6n de una vasta gama de
regulaciones extra-arancelarias de impotta&n, el psis entra en to que J.
Llack (1984) ha dado en Ilamar la etapa “mercado-internista’ de nuestra
enpansi& econ6mica.

47
Es importante observar que pese a los varias cambios de politica
econ6mica a que hace referencia nuestro pArrafo anterior, el crecimiento
industrial de la etapa 19331944 estA lejos de constituir una gran ‘disconti-
nuidad’ con et pasado. Tal como lo demuestra J. Villanueva, el proceso
de industrialiracr6n ‘...arranca muchos anos antes de la DBcada de la
Depresi6n Mundial’ y “...en 1935 el 78% de la producci6n industrial todavía
SS Ilevaba a cabo en firmas establecidas antes de 1930. Por otra parte, el
66% de los establecimientos industriales establecidos en el país había sido
fundado antes de 1930”. El mismo autor nos muestra que entre 1924 y
1930 se produce una fuerte expansibn de la inversibn industrial así como
un rapido crecimiento en la importacibn de equipos y maquinarias para la
industria; este fenómeno expansivo se concentra en sectores como
productos quimrcos y farmacduticos, articulos elktricos, alimentos y
bebidas; esto se suma, por supuesto, a los grandes frigoríficos, molinos
harineros, plantas azucareras, talleres mecánicos de mantenimiento y
reparación de ferrocarriles, plantas elaboradoras de tanino, etc., ya activas
en el medio local desde los primeros años del siglo.
Por otra parte, en un estudio reciente de los autores del presente trabajo
s8 observa que dentro de aquella temprana ola de industrialiraci6n anterior
a los años treinta, es posible hallar establecimientos industriales de gran
envergadura: las ptantas de Bunge y Barn, Siam Di Tella, Alpargatas, y
otras que no ~610 cuentan en el medio local con establecimientos fabriles
de gran actualizaci0n tecnol6gica para los est&ndares de la Bpoca, sino que
muy tempranamente comienzan a buscar formas de expansibn hacia
terceros mercados de la regidn latinoamericana; en este sentido se destaca
la radicaci6n de las antes mencionadas en el medio brasileño (Katz y
Kosacoff, 1984).
Entonces, admitiendo, como lo afirma Viltanueva, que la informacibn
existente no avala la idea de que en materia de crecimiento industrial
estamos frente a una clara discontinuidad con el pasado, observamos que
durante la etapa 193&1943 se produce: a) un creciente cerramiento al
comercio exterior: desciende del 24% al 19% del PBI en materia de
exportaciones y del 25Ok al 15% en materia de imponaciones cuando
comparamos 1925-29 con 1935-39; b) una caida en el ritmo de crecimiento
y en ta inversión fija; c) una expansián industrial m&s r6pida que la de la
ecanamía en su conjunto: la representacM del sector manufacturero en el
P8I pasa del 18% ~II 1929 al 27% en 1939; los sectores que mas rApida-
mente se expanden en dichos años son las refinerias de petr&eo, los
artículos de caucho y de goma, los productos quimicos y farmachticos y,
en menor medida, los textiles y confecciones; comienza tambik el
desarrollo de la industria metalmecánica con la fabricaciOn de electrodo-
m&ticos y la reparacián y fabricacibn de maquinaria textil y agrkola y de
máquinas herramienta sencillas.
Va: rus estudios microecor~bmicos de plantas industriales establecidas a
lo largo del periodo 1930-l 943 dan cuenta de lo idiosincrhtico y particular
de la r~dustriatizackk que toma cuerpo en dicha 8poca. Veamos, a titulo
de ejemplo, la evidencia empírica recogida en estudios como Ios de R.
Turri -planta productora de máquinas herramienta creada en 1937-, Ducito
-planta productora de rayún, fundada en ese mismo año por la firma
norteamericana DuPant- (Katz 1986a y 1986b3) y, finalmente Acindar -planta
productora de acero, puesta en marcha en 1943 en Rosario (Maxwell,
1977).
Estos estudios ponen du manifiesto diversos rasgos estructurales de la
industrialitaci6n de los años t 930-1943 que parece útil destacar, Entre
eHos, ios siguientes: 1) no 8s infrecuente que Ios productos con que se
inicia la sustituci6n de importacjones hayan sido copia da un diseño
extranjero largamente rezagado con respecto aI “estado del arte” internaci@
nal vigente aI momento de la copia; 2) el equipamiento fisico de la planta
fabril estaba compussto por máquinas usadas y autofabricadas, da un alto
grado de obsolescencia fisica y tecnol6gica; 3) el lay-out fabril era
sumamente primitivo, m%s producto de la casualidad que del planeamiento
ingenrerii; 4) el grado de integración vertical de los establecimientos fabriles
era puco menos que total, anie la falta de subcontratktas y abastecedores
de insumos, partes y componentes; 5) abundaban los criterios extraecon
micos en la búsqueda y contratacibn de personal calificado, en la compra
de maquinarias, etc., así como el autofinanciamiento empresario frente a Ia
falta de un mercado de capitales medianamente organizado, etcétera.
En otros términos, la evidencia disponible sugiere que 81 tipo de planta
industrial que emerge en ei medio local en esos años parece estar mucho
m& afectado por caracteristicas de "segundo mejor” -frente a la creciente
faka de abastecimiento internacional y a las progresivas dificuttades de
importacih- que ia industriaiizacih de años previos; ésta o tsien contaba
con cierto grado de “prutección natural” -producto de economias de
localización, costos de transporte, etc.- o, alternativamente, debía afrontar
con MI nivei adecuado de eficiencia operativa el reto de la competencia
externa derivado de la mayor apertura que caracterizá a la economia
nacional antes de la crisis de los años trewk

Vamos ahora a la “etapa’ siguiente: et ciclo expansivo 19451952. Este


mueslra un fuerte aumento del ciima reguiatorio en ei que se gesta el
desarrollo industrial. Ya vimos at discutir las politicas de financiam¡ecMo del
sector que en abri! de 1944 se crea e! Banco de Caédito Industrial,
apareciendo aqui por vez primera ia idea de financiamiento de medio y
jargo plazo para el desarrollo manufacturero. En ese mismo año se
aprueba el régimen de Proteccidn y Promocih de Ias Industrias de Interks
Nacianal (decreto 14.630) que estuvo en vigencia trece añas -basta 1957-

49
y que otorga beneficios promocionales a unas cuarenta actividades
declaradas de ‘int&s nacional’ a partir de esta iegisfacih. Al reglamentar-
tie, en 1944, el funcionamiento del Sanco de CrBdito Industrial estas ramas
resultaron ser las destinatarias directas de! apoyo de dicha agencia. 0,
Altimir, J. Sourrouilfe y t-4. Santamaría (1966) muestran c6mo entra 1946 y
1949 ‘existe una fuerte tendencia al crecimiento de los medios de pago
puesta a disposicih de fa indusha siendo tas ramas de Aiimentos y
Bebidas y de producción Tetitil las que mayor apoyo reciben. Es
importante observar que en dichos años das tercios del financiamiento
bancario a fa industria proviene justamente dei 8anCo Industrialti”
En mayo de 1946 se crea al Instituta Argentino para la Promocih del
Intercambio (IAPI) uno de cuyos objetivos centrales era el de administrar hs
cuotas de importación previstas en eI decreto 14.630.
En el curso de esos años, y a partir de una creciente participaci6n de la
Dirección Nacional de Fabricaciones Militares -que se crea en 194f-,
comienza a desarrollarse el ha de la produccih estatal, que incluye a ta
Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA) creada en 1947 como parte
del Plan Siderúrgico Nacional, a ATANOR que data de 1946, y ã todo el
grupo de plantas industriales adquiridas a países enemigos que se ponen
bajo ta 6rbita de fa Direcci6n Nacional de Industrias del Estado (DINlE) en
1947.
En esta “etapa” crece significativamente la intervenci6n del Estado en el
campo industrial, no ~610 a través de instrumentos indirectos -el control de
cambios y el r6gimen de permisos previos de importacih, fas cuotas y
prohibiciones de importacih, el financiamiento preferencial de medio y
largo plazo para proyectos industriales, etc.- sino tambih a travh de la
produccih estatal directa en campos como la siderurgia, diversas ramas
de la producción quimicã, etc. Concomitantemente con este proceso de
creciente intervenci6n estatal se desarrolla una amplia infraestructura
institucional pública encargada de poner en practica la Rlosofla intervenci@
nista por entonces prevalente. Asimismo, la industrializacih susttiutiva
basada en el desarrollo de industrias livianas se cáracterir6 por la
uthracih intensiva de mano de abra que, asociada a las dificultades de
aprovisionamiento de bienes de capital def extranjero y a tin escaso
desarrollo de estas industrias a nivel local, dio por resuttado un herte
crecimiento de la produccidn con caidas de fa produchidad laboral y un
claro replanteo del papel de los sindicatos en la sociedad local. Es en
estos años cuando el sector industrial se convierte en el motor de
expansih de ta economía en su conjunto y en el gran generador de
empleo.
Desde el punto de vista macroecon6mico esta ‘etapa’ del crecimiento
puede ser fkilmente asimilada al *modelo estilizado’ que se discute en el
capitulo ll de este trabajo. ta rápida expansión del período 19451948,
originada en las reservas de divisas -1.700 m+llones de db,lares- CQR que el
psis sale de la Segunda Guerra Mundial, lievb a que la disponibilidad real
de bienes y servicios creciera en esos anos de manera vertiginosa. Sin
embargo, la restricckk externa no tardb en hacerse sentir frente al gran
incremento de importaciones: en 1947 dicho incremento fue de 76% en
volumen físico ante ~610 un 1,4% de aumento en las exportaciones; de este
modo, ya en 1948 las reservas caian por debajo de los ISQ millones de
d6lares an tanto que se mantenían pendientes pernlisos de importaci6n por
unos 1.3X millones de d6tares. La inflación comienza a reflejar este
agotamiento del proceso expansivo y en 1951 alcanza a niveles del orden
del 50% anual. Todo esto, agravado Por la sequía de 1951-1952,
preanuncia cambios de direccibn en la potítica econbmica que el mismo
gobierno del peronismo comienza a implementar en 1952.
0, Heymann en el estudio previamente citado (1960) ubica el ‘pico”
cÍclico a que aqui se hace referencia en el primer trimestre de 1952, en
tanta que la funci6n agregada de produccih, estimada por uno de los
autores de este trabajo sobre información estadistica inherente al conjunto
de la industria manufacturera, muestra que las observaciones de 1953 y
1954 no provienen del mismo universo estadistico que generara la fumi&
estimada para et período 1946-1952.
Pero, mAs al16 de la ubicacibn formal del ‘coRe estructural*, lo cierto 8s
que a partir de 1951- 1952 se suceden cambios profundos. En cuanto al
escanaria macroeconómico, estos cambios afectan la política de ingresos
-congelamiento de salarios, elevacibn de precios agropecuarios, etc.-, la
polÍtica cambiaria y de control de importaciones, el manejo del capital
extranjero, efc. Mis específicamente en el plano industrial, la creciente
incapacidad det gobierno para contener el déficit fiscal -lo que empeora et
problema inflacionario- lleva a que se decida recurrir a ia ayuda del capitat
extranjero como fuente de financiacibn del proceso de acumulackk
industrial; se firman así convenios con empresas como Squibb, Mercedes
Sen& California Petroieoum Co. y Kaiser. Pese a que el verdadero impacto
da la inv8rsiQn extranjera directa ~610 comenzara a sentirse algunos años
mAs tarde -en 195&1959-, es importante observar que cada uno de estos
acuerdos involucra la institucionakacibn de un monopotio de hecho con
fuertes implicaciones en lo que hace a resefva de mercados, precios
internos, transferencias de ingresos entre sectores de la comunidad,
etc&era.
La industria de bienes de consumo durables, la fabricacibn de equipos
de capital para la industria textil, la producci6n de maquinaria agrkola y de
mAquinas-herramienta sencillas, y en general, todo el complejo de
industrias ektricas de consumo final, son las que en esos afios toman fa
delantera, en tanto que los sectores de indumentaria y de cueros y calzado
pierden parte del dinamismo que exhibieran en la dkada anterior.
El siguiente ciclo expansivo abarca desde 1958 hasta la recesián de
1962. Tras varios años consecutivos de saldo desfavorable 8n ej comercio
exterior Se registra un resultado positivo en 1953 y el ingreso y la demanda
giobal vuelven a repuntar; pero la caida de los precios internacionales
posterior a la guerra de Corea y ei incremento de importaciones muestran
con claridad que la restriccibn externa de la economía argentina es, en ese
mom8nt0, particularmente severa; por entonces, algunos Sectores opinaban
que ~610 una inyeccibn masiva de capital extranjero podía financiar el
sostenimiento de la acumulación de capital.
En el curso de esta nueva ‘fase’ del proceso de industrializaci6n el
sector manufacturero argentino hab& de recibir Cerca de 500 millones de
dblares de inversión privada directa de origen norteamericano; esto no ~610
va a modificar sustantivamente ta estructura del sector Industrial en tkminos
de participaciones sectoriales relativas, sino que tamblbn habrA de incidir
muy profundamente sobre la morfología y performance de los distintos
mercados industriales y sobre la organizaci6n y divisisjn sociat del trabajo
prevalentes tanto a nivel de rama como de planta fabril individual. Coma
muestran 0. Mallon y J* Sourrouille (1975): “...La política proteccionista
sufrid en esos años un vuelco fundamental: de aqu&la que correspondia
a los intereses de ciertos grupos de presi6n se pas6 a otra que dio libre
acceso al capital y ta tecnología extranjeros’. Debemos recordar que, tras
la caida del peronismo en 1955, el psis entra gradualmente en una etapa
de desmantelamiento del aparato estatal recibido y que ta firma -en
diciembre de t958- de un estricto stand by con el Fondo Monetario
Internacional, permitid d8SaCelerar ei ritmo inflacionario y retornar eI
proceso expansivo, esta vez con una masiva entrada de capitales externos
y en el marco de una economía menos regulada que la de los años
cincuenta.
En esta etapa es Claramente la industria automotriz la que fidera el
proceso de crecimiento. ‘Esta aporta más del 30% del incremento en el
producto bruto interno manufacturero en el intervalo 1958-1965 y aumenta
su participación 8n el producto bruto interno en 7 puntos* (Heymann, 1980,
phg. 34). Tras una participactón det 2,5% del PBI en 1951 la rama
automotriz absorbe el 10,3% del mismo en 1965, mostrando entre 1958 y
1965 una tasa anual de crecimiento dei 24 por cienro.
Vista fa importancia que adquiere en estos años et crecimiento de ia
industria automotriz -y el de todas sus ramas Satélites, como son autopar-
t8S, mAquinaS herramienta, 8tC.-, interesa examinar mas a fondo la
atmósfera macro y micro econ6mica en que se produce tanto la implanta-
cibn como el desarrotjo posterior de esta industria en nuestro medio. Ello
nos permitirá identificar varios rasgos recurrentes de nuestro modelo de
industrializaci6n que han pasado relativamente desapercibidos- hasta ej
presente y que creemos de gran importancia para comprender su carMer

52
idiosincrático. Veamos primero varios temas microeCon6micos relaciona-
dos con la implantacibn de la rama automotriz, para pasar luego a un
breve comentario de su incidencia a nivel macrosocial.
En los inicios de la dkada del cincuenta el país tiene 56 habitantes por
autombvil, índice que baja a 35 hacia el fin de esta “etapa’ del desarrollo
industriaf, esto es, hacia 1963-1964.
Dejando de lado el caso de ta Direcci6n Nacional de Fabricaciones e
investigaciones Aeronhuticas (DINFIA) que a partir de la F&brica Militar de
Aviones, creada en 1927, había producído hasta 1958 unos 13.ooO
rastrojeros y planeaba producir unas 2.ooO unidades anuales del Graciela
-un sedan dos puertas-, la verdadera fabricaci6n local de autom&iles
comen26 con Industrias Kaiser Argentina, MA, la que puso en venta
primeramente la Estanciera y el Jeep Willys y algo más tarde los autorn&¡-
les de pasajeros Kaiser CarabeHa, Bergantin, Renault Dauphine y Torino.
En 1958 producía unas 26.ooO unidades y hacia la mitad de la dkada
siguiente superaba los 3o.W vehículos anuales. Exclusión hecha de las
industrias de durables de consumo, que en esos ahos crecieron en el país
significativamente, Kaiser constituye probablemente la primera experiencia
dom&ica de producci6n metalmetinica de ‘grandes series’.
Ahora bien, esta producci6n posee rasgos tecnol6gicos particulares que
conviene recordar aquí a fin de comprender adecuadamente el impacto que
su establecimìento habria de ejercer sobre el medio industrial nacional en
los años subsiguientes a su puesta en marcha. Este g&ero de estableci-
miento fabril requiere la producci6n de bienes homogbneos, sujetos a un
alto grado de estandarizaci6n y normalizaci6n. El riguroso planeamiento
de la ‘línea” de producci6n hasta el nivel de los micramovimientos del
operario, el desarrollo de subcontratistas especializados, el control de
calidad externo 8 interno a la firma terminal, etc., constituyen condici6n sine
qua non para captar adecuadamente las economías de escala que
subyacen a este tipo de industrias que usan muy intensivamente equipos
*dedicados* caros -m6quinas tra~s~er. Es por ello que los departamentos
de ingeniería de diseño de producto, de fabricacidn y métodos y de
organización y planeamiento de la producci6n adquieren gran importancia
en este tipo de plantas industriales.
Pero el grupo Kaiser -en franca declinacidn en los Estados Unidos en
el momento de decidir su radicacibn en la Argentina- no contaba en su pais
de origen con una buena ingeniería propia que le permitiera brindar a la
subsidiaria local una adecuada tecnología de productos -planos de
conjunto, planos por piezas, etc.-; tampoco disponia de tecnologías de
fabricac¡& y de organiraci6n y métodos que hicieran innecesaria ta
CreaCi6n de ekncos locales de ingenieria. Este hecho fuerza a ta firma
local a desarrollar equipos t4cnicOS propios en una extensa gama de
especialidades que van desde el diseño de productos hasta el desarrollo

53
de subcontratistas independientes, pasando por la autofabricaci6n de
innumerabtes bienes de capita!. instrumentos de medición ab hoc,
dispositivos y m6scaras de mecanizado, etc. Los dos modelos inicialmente
fabricados -ta rural Estancisra y el Jeep reclamaban un número importante
de matrices y dispositivos que no pudieron importarse de Estados Unidos
y que tuvieron que fabricarse en el psis. Asimismo, y a fin de estandarizar
partes y subconjuntos entre ambos modelos, se recurrid dasde al comienzo
al redisefio local del bastidor, de tos ejes traseros y delanteros, de los
sistemas de transmisi8n, de la suspensi6n, etc. asi como a la construcción
de herramientas que pudi8ra Servir para mecanizar elementos comunes de
IOS distintos mod8los.
Junto a la ingenieria de producto y a Ia tecnotogía de fabricacih y
mkodos tambidn hubo que desarrollar localmente la tecnología de
organiza&? y ptñneamiento de la produccW, ya que la planta local y sus
relaciones con subcontratistas eran absolutamente idiosincr&icas yen nada
semejantes a las de las plantas automotrices de pakes m4s desarrollados.
En este plano, la ausencia inicial de subcontratistas independientes, la fatta
de costumbre por parte de los autopartistas locales de operar con ruthal
estrictas de control de catidad y de tolerancia tknica, y la palka
gubernamental d8 exigir un r6pido cronograma de integraci6n nacional 8n
los vehiculos fabricados, fuerzan a la firma a emprender una extensa tarea
de desarrul~o de proveedores imponiendo reglas estrictas de control de
calidad, de cumplimiento de cronogramas de entrega, etc. Tambibn hubo
de inducirse et desarrollo de ia ingenieria de diseño a nivel de los
Subcontratistas y de los proveedor83 de partes y subconjuntos. Todo esto
acab6 difundiendo en el medio metalmecWco nacional pr&ticas
tecnolbgicas y estAndar8S de calidad y de cumplimiento de cronogramas
inexistentes hasta entonces y que involucraban la tecnologia de diseño, los
m&odos de fabricacibn y la organitaci6n y divisi6n social d8f trabajo. En
otros tárminos: la industria automotriz afect6 profundamente et estado de
arte metálmechnico que dominaba en la sociedad locat.
Esto, sin embargo, no refleja todo io ocurrido en el plano microeconhi-
co, Las plantas automotrices que s8 instalan en la Argentina ast&n tejos d8
reproducir la escala operativa y la organixaci6n del trabajo que imperan por
es8 entonces en el mundo desarrollado: en lo que se refiere a tamaño, en
ningún caso se trata de plantas que superan el 10 6 15% de un “tamaño
tipico’ de fhbrica de pais industrializado; en materia de tecnologías de
fabricaci6n son signiftativamente menos automatizadas y mas “disconti-
nuas’ -producto esto ultimo de la gran variedad de modelos fabricados 8n
la misma ‘Unea”-; y en lo que atañe a organización industrial, son plantas
mucho mAs integradas verticalmente que las de paises desarrollados.
Todos estos factores contribuyen a que este tipo de estabkimi8ntos opere
con un mucho mayor down!ime -tiempo muerte que una planta d8 país

54
desarroliado, lo que explica, a su vea, que la productividad global de los
factores sea aqui marcadamente menor que en una planta automotriz de
una naci6n mhs madura.
En otros t&minos: Ias plantas automotrices qua se rnstatan localmente
no ~610 son idiosincr&ticas por su escala operattiva, por su tecnciogía de
procesos y por su organizacih y divisibn SO& dai trabajo, sino que,
ademAs, deben fonosament8 YecreaT en el medio local una significativa
cantidad de tecnologías de producto, de procesos, y de organizacih y
metodas que simplemente no se encuentran disponibles 8n ningún lado
para facilitar su funcionamiento. Acaban asi juntando Io peor de varios
mundos: una tecnoiogh ‘sub6ptima” de pioduccih y ufla ingenieria
domh?ica dedicada, en buena medida, a resolver los prablemas intrinsecos
de una escala inadecuada y de una orgawaci6n industriaI y divisibn social
del trabajo inmaduras. Suman 8ntonces deseconomias estáticas y
din6micas de escala y de organiracibn industrial que son las que, en ciltima
instancia, impiden salir dt31 estrecho circulo del mercado dom&tico o
regional.
Hasta aquí lo que se refiere al fen6meno microecon6mico qua subyace
a la radicacih local de ia industria automotriz en la mitad de los años
cincuenta. Como veremos luego, el proceso de gradual maduracibn
prOduCha y t8CnOi6giCa 8n 81 marco de una t8CnobqÍa altamente
‘Iowiizada’ y poco comparable con la de los paises d8 mayor desarrollo
relativo habría de continuar a lo largo de ias siguientes “fases’o ‘etapas* de
la evsiucih industrial, dando por resultado una industria manufacturera
cargada de rasgos idiosincrkicos en la organizacibn y en la divisi0n social
del trabajo. Pero mientras que en algunos campos de la produccibn
manufacturera se fue cerrando paulatinamente la brecha relativa que la
separaba del mundo industrializado, en otros campos dicha brecha fu8
amplihdose con el correr de los años. Sin embargo, antes de Hegar a
estos temas, consideramos necesario examinar ei impacto macroecon6mi-
co que tuvo la implantacidn de la industria automotriz en nuestro medio
económico y social.
Ya vimos que en 1959 el gobierno de/ Dr. Frondizi aprueba la ley t 4.780
relacionada con el tratamiento del capital extranjero; en es8 marco legal, el
decreto presid8nCial 3.639 de marzo de 1959 establece las condiciones
particulares en que se habrCI de organizar la radicaci6n de capitales para
el sector automotriz en los cinco afios subsiguientes, fijando un rápido
calendario de creciente integraciån nacional.
Como resultado de dicha IegistaciM se presentaron ante la Secretaría
de Industria 25 propuestas de inversiún automotriz. Y dado que dicha
Secretaria carecía en ese entunc8s de capacidad técnica Como para evaluar
y seleccionar proyectos, en t96Q se [lega a ta situacibn de que se

55
encontraban en operacibn 21 establecimientos para un mercado total de
menos de IoO.ooO vehiculos/año.
Este hecho revela, por un lado, un fenbmeno recurrente de la politica
industrial argentina que vuelve a repetirse en distintos momentos y en
relación con otros variós sectores de la industria (siderurgia, electrhica,
patroquimica): la escasa capacidad del sector públim para programar 8
instrumentar una estrategia sectorial de largo plazo. Pero tambibn reveta
un curioso rasgo de conducta oligopólica identificado por F. Knickerboker
en su tesis doctoral de Harvard (1973): firmas rivales tienden a reaccionar
frente a la cmducta de sus competidores con movimientos similares. R.
Jenkins, en su libro sobre la industria automotriz latinoamericana (19771,
cita una frase con la que el Presidente de General Motors explica su
inversi6n industrial en Argentina exactamente desde esta perspectiva. Dice
F. G. Donner: l . ..Para GM, así como para varios otros fabricant8s de
vehiculus, la ahernativa era producir en ta Argentina o retirarse del
mercado*. En otros t&minos, la expansión automotriz de hnales de la
década del cincuenta y principios de la del sesenta revela un fuerte
componente de desequilibrio y btisqueda de rentas oligop6licas por parte
de distintos grupos empresarios y la incapacidad del Estado Nacional de
*arbitrar” entre ellos en funci6n de algún modelo de “conveniencia social”.
Algunos años más tarde esto habria de ocasionar ingentes costos
sociales at pais, en oportunidad de plantearse la reorganizaci6n y
concentracibn de esta rama productiva, es decir, cuando una extensa
n6mina de las 21 firmas en operaci6n en 1960 tuvo que dejar el mercado
ante la imposibilidad de que la demanda domhtica diera cabida a
semejante número de establecimientos productores.
Un segundo conjunto de efectos macroecon6micos asociados a la
implantaci6n de la industria automotriz incluye temas tan variados como,
por ejemplo, el crecjmiento del déficit de los ferrocarriles ante la caída de
la demanda de servicios de transporte ferroviario, la fuerte incidencia que
la construcci6n de carreteras tuvo en la inversión pública y en el presupues-
to del Estado y, de una manera general, el sesgo que la presencia de la
industria automotriz hubo de imprimir en el uso del ahorro nacional -público
o privado. Obviamente se trata en todos los casos de temas que
demandarían individuafmente investigaciones particulares y que, por lo
tanto, trascienden los limites del presente estudio (en relacibn con ellos
véase: Sourrouille, 1980 y Jenkins, 1977). Pero aunque no examinemos
estos temas in etienso no podemos dejar de remarcar aqui que la
implantación del sector automotriz tuvo un generalizado impacto estructural
subre la sociedad nacional en planos organizativos, tecnol6gicos, de
asignaciún de recursos. etc., impacto que abarca no ~610 aspectos
microacunómicos reiacionados con la organiracián y divisi6n social del
trabajo, sino que tambihn involucra temas más generales da morfologia y

56
funcionamknto de muchos mercados metalmecánicos, de utilizacibn del
ahorro nacional, etc. En todos estos planos el país de ta post-industrializa-
ci automotriz es ciertamente muy distinto al de dkadas anteriores.

La siguiente “fase” del desarrollo industrial -lm-?974- constituye sin


duda la etapa más exitosa del proceso de industrializacibn que examina-
mos. Por de pronto, tal como io demuestra D. tleymann (196U, pág.31 ),
a diferencia de las otras etapas de crecimiento aquí identificadas, durante
este periodo no se observa ningún año en eI que la actividad económica
haya experimentado una caída de nivel absoluto. Por el contrario, la tasa
anual de crecimiento “entre puntas” -que alcanza prkticamsnte al 8%- es
la rnhs alta de los distintos ciclos aqui examinados. Crecen, simuh$nea-
mente, la productividad industrial -6% por año a lo largo del período-, tos
salarios, el empleo y las exportaciones,
La estructuraindustrial ralaiivamente nu8va que emerge durante el boom
de inversiones de 1958-I 961, en la que se observa una fuarte presencia de
fitiales locales de empresas extranjeras, experimenta en la década t964-
1974 un gradual proceso de afianzami8nto y de captacibn del mercado
domkstico en el marco de una secuencia madurativa de largo plazo que no
siempre ha sido adecuadamente comprendida en et debate econ6mico
nacionat.
Veamos, 8n primer lugar, el escenario macroecon6mico en el que se
inserta esta pedormance exitosa del sector manufacturero. El gobierno de
A. Frondizi ca8 en marro de 1962, en el curso de un agudo proceso
recesivo que cubre los años 1962-1963. El producto real psr cápita
desciende allí at mAs bajo nivel de toda la década y el nivel de desocupa-
ci6n de 1963 es del orden dat 10% de la PEA en ef Gran Bu8nOs Aires y
mayor aun en el interior. El triunfo d8 Arturo Illia 8n 1963 y la designacibn
de E. Blanco como Ministro de Ecor,omía marcan los inicios de la 8tapa
recuperatoria, la que se evidencia en 1964 y 1965 con ritmos de cr8Cimi8n-
to det ord8n del B”& para el PB1 y del 15% para la producci6n industrial
(Mailon y Sourrouille, p6g. 35). La nueva administraci6n pone en marcha
un programa monetario, fiscal y salarial expansivo; psro quizh la verdadara
explicación del Éxito alcanzado por la economia nacional en el conjunto de
la década que nos ocupa deba buscarss en el fuerte incremento que
registran en esos años nuestras expofiaciones -tanto primarias como no
tradicionales-; este hecho reduce notablemente el peso que la restriccibn
externa ha tenido tradicionalmente sobre el proc8so de crecimiento da
nues#ra economia. En tal sentido es importante observar que tras sw algo
inferiores a 1 DOO millones de dótares en 1961, las exportaciones totales
alcanzan un nuevo “platead de casi 4.ooO millones de d6iares a mediados
de los setenta.

57
La espiral precios-salarios se reaviva en 1365 y ei dima pokico en que
vive la sociedad argentina vuelv6 c3 Compiicarse ante ta creciente tensi6n
SindiCal. Falta de qqo de otros setims de la comunidad, ei gobierno
del Dr. iltia es derrocado por ei goIpe militar del Gral. Onyania quien 8n
1967 nombra Ministra de Economía al Dr. A. Krieger Vasana. Este pone en
marcha un plan de esltabiliracih diferente a los que se habían intentado
con anterioridad: junto aI congelamiento
de salarios también se pacta un
congetamiento de precios -gracias a io cual 81 SaiariQ real no cae tan
fueflemente como en l959- y junto a la contraccih del d&cit fiscal se
pone en marcha WI herte programa de inversih pública que lleva a
reactivar !a ec~nomia. Así, hacia 1968 se habia logrado bajar la inflacih,
restablecer una buena posicidn de reservas externas y expandir el nivel de
actividad económica.
Vayamos ahura aI panorama intra-industriai. La rama automotriz, pese
a mantener un saludable ritmo expansivo -partiCufarment8 entre 19139 y
1974- no registra un Crecimiento tan acelerado como el dei periodo de su
implantacibn, es decir, 1958-l 961. Algo parecido ocurre con ta industria de
maquinaria no el&rica, con el sector quimico y de materiales pl$stiCos, etc.
En otros tkrminos: tras tos aficc de ingreso al mercado, muchas de las
industrias ‘nuevas” registran un proceso de expansibn m& moderado por
la creciente Saturacibn de la demanda doméstiw. Por otra parte, de
manera gradual, y Sin que ello signifique una fuerte Incidencia sobre sus
ventas totales, estas ramas avanzando
van sobre mercados externos,
expandiendo de a poco sus expotiacianes. Es así, entonces, que et
complejo “mstalmecánico’ mantiene tina participación relativa de alrededor
d8 un tercio en el producto industrial, en tanto que la industria quimica, de
derivados del pet~6leo y los productos da! caucho incrementan su
participación relativa desde ei 15% ai 20%. A su vez, alimentos y bebidas
y textiles cantinúan perdiendo terreno refativo en un proceso que arrancara
en los atíoS de la postguerra y que continúa como tendencia de largo
plazo (Lcangeii y klirtOUiti8, 1980, pbg.8).
A nivel miCroecon6miCo este @ido CreCimi8ntO industrial tiene como
Contrapartida un concomitante desarroHo de ios departamentos de
ingeniería de un sxtenso número de firmas industriales grandes y media-
nas, tanto de capital nacional como subsidiarias de empresas extranjeras.
La ingenieria de diseño de productos, asi como la ingeniería de producción
y metodos y -algunos anos m6s tarde- la de organizacibn y planeamiento
de la produccM, irán ganando terreno y consolidando un rápido
cf8cimi8ntQ de la capacidad t8CnOl6gica intefna. ES impartante compren-
d8r que este tipo de proceso madurativo no pu8d8 ocurrir de la noche a
la mañana. En todo estabkcimiento industrial ileva tiempo desarrollar
distintos tipos de capacidades técnicas y de ingenieria y recrear un cambio
de actitud en t&cnkos y operarías en temas tates como el control de cali-
dad, el mantenimiento preventivo de equipos, la estandarización y
narmalizacion de partes, subconjuntos y componentes, la subcontrataci6n
de terceros, etc. Todo esto configura un proceso de maduracih
tecnologica deI conjunto sscietai que trasciende el plano de la @anta
industrial individual y que permea gradualmente a toda la trama comuni-
tana.
Consideramos que esta tem%ca madurativa ha sido escasamente
comprendida en la discusibn econ6mica nacionai (Katz, ISEEa y t986b).
At menos tres consecuencias din6micas de este preso de madurach
han sido identificadas en ia literatura de años recientes y nos parece
importante citarlas aunque ~610 sea brevemente.

Primero: se produce el ya mencionado incremento de la exportac& de


manufacturas de origen industrial. Tras haber s~do menos de 100 millones
de dblares en 1969 llegan a casi 900 millones de d6laras en 1974,
constfiuyendo asi casi una cuarta parte del total de nuestras exportaciones.
junto con la exportacion de autombviks se registra un fuerte avance en las
ventas externas de maquinas-herramienta, de equipamiento agricola, de
bienes de capital para ta industria alimenticia, etc.; tambibn ia industrra
quimica y petroquímica y la rama siderúrgica aumentan signifkatiuamente
el monto de sus exportaciones.
Segundo: aparece en esta etapa la exportacic5n de tecnologÍa de origen
nacional, ya sea a trav& de la de venta de ‘plantas completas’ “llave WI
mano” como de la provisi6n de asistencia tknica en produccr6n y la ces&
de licencias tecnol6gicas a firmas de terceros países (Ablin y Kati, 1985).
Tercero: junto a la exportac~bn de manufacturas de origen industrial y a
la venta de tecnologia de oricjen domhstico, tambih crecen laS inversiones
directas por parte de empresas industriales argentinas que optan por
radicarse con capital propio fuera de las fronteras nacionales iniciando así
un proceso de gradual internacionalización de ta estructura productiva
domMica (Katz y Kosacoff, 1984).
Tomados en conjunto estos tres hechos sugieren que, pari passu con
la industrializacrcjn sustitutiva de rmponaciones, se va gestando en esos
anos un proceso de maduración de las fuerzas productivas locales que, de
una forma u otra, invokra tanto a ta organizacih y división social det
trabajo como a Ja búsqueda de nuevos mercados internacionales para el
capital y la tecnolagia de origen doméstico. En suma, el pais parece estar
a Ia búsqueda de un nuevo modelo de insercion #n el escenario internacio-
nal.
Ahora bien, es obvio que todo este proceso madurattivo no carece de
costos, Hasta aqui hemas examinado sus aspectos positivos; pero no
pOd8moS dejar de plantear algunos de los costos sociales que conlleva
dicho modelo y que son los que la administracion militar -que asume la

59
conducción del país en 1976- habria de esgrimir para intentar un drAmat¡co
cambio de rumbo y un replanteo total de la estrategia de crecimiento
económico.
En el capitulo IIt de este trabajo vimos cómo el desarrollo del Sector
manufacturero en fodo el periodo de postguerra se bas6 en una masiva
transferencia intersectorial de recursos en la que el sector primario, las
clases pasivas, los sectores obreros -en especia! los no sindicalizados- etc.
financiaron ei proceso de acumuki6n de capital del sector urbanc-
industrial por Ia vía de un elevado nivel de protección externa -pagado por
81 consumidor-, de inversiones de capital con finanC¡aCih a tasas de interhs
negativo, de d8SgravaCiOneS fiscales al capital extranjero, de contratos con
el sector público con clhsulas de ‘cost&plus’, etc. Todos esfos constitu-
yen mecanismos gracias a los cuales el proceso de industrialización fue
financiado por la sociedad en su conjunto.
Resulta evidente que una situación de este tipo difícilmente podia durar
para siempre -sobre todo si se tiene en cuenta que el empresariado
industrial no lleg6 a concitar en al medio dom6sticu una atm6sfera de
consenso y legitimidad como la que posee en otros países del mundo
(BOletifl k!fOrR?ativO T8chk?t, diciembre de 1985). Por 81 Contrario 8s más
razonable pensar que dicha situacibn en algún momento debía poner en
marcha un proceso reactivo en el seno del cuerpo social, proceso que, en
este caso, tom6 forma a trav& det golpe militar de 1976. EI mismo ha sido
descrito en la literatura de tas ciencias Sociales comu un intento fracasado
de modificar algunos de los rasgos centrales del desarroilo económico
argentino de postguerra, entre ellos el carácter l endodirigido’ y fuertemente
protegido del proceso de industrializaci6n y el alto grado de poder sindical
subyacente en el modeto de crecimiento (Canitrot, 1981). Veamos
primeramente los cambios ocurridos a partir de 1976 a escala macroeconb
mica, para pasar luego a examinar en particular el Area industrial, tanto a
nivel de rama como a escala de planta fabril.
Tras haber agotado su curso, dejando las secuelas tradicionales de alta
inflacih, fuerte déficit fiscal y crisis del sector externa, la expansi6n de
1973-1974 derivó en un critico 1975 en el que el nivel de actividad
econ6mica comienza a caer, En marzo de 1976 la Junta Militar reemplaza
al gobierno civil en el marco de una situaci6n ca6tica e intenta desregular
y abrir la economia apoyándose en una masiva represión social. Es
frecuente distinguir dos etapas diferentes en el programa de política
econ6mica aplicado por el nuevo 8l8nCo de gobierno.
La primera d8 ellas cubre el período 19761978 y muestra at menos
cuatro “momentos” diferenciados en los que se recurre suc8sivamente a:
1) la liberaci6n de precios y el congelamiento de salarios (abril de 1976-
febrero de 1977); 2) la “tregua’ de precios con el sector empresário (abri I
de 1977-julio de 1977); 3) la politica monetaria activa en el marco de la

60
lib8racibn de precios y de la RexibilizaciOn de la politica salarial (julio de
1977-abril de 1978); y finalmente, 4) la apreciaci6n del tipo real de cambio
con una poltiica monetaria pasiva (abril-diciembre de 1978).
A lo largo de todo este período 19761978, que se denomina “etapa de
sin#ramien?o’ de la economia, se introduce un congelamiento de salarios
a un nivel equivalente al 60% de lo alcanzado por estos en 1975; se reduce
la tarifa media de importación desde el 93Oh al 52% a la par que se eliminan
los cambios múltiptas y las restricciones financieras a la importación;
asimismo, se reducen las retenciones a la exportacion y se fieva a un
miiximo de 25% los incentivos a ia exportacibn no tradicional. El nivel de
actividad econ6mica comienza a recuperarse en los inicios de 1977, año
que finaliza con un crecimiento del PBI del 5%, un fuerte incremento de las
exportaciones y, nuevamente, un saldo positivo de la cuenta corriente
externa y un aumento de tas resecas internacionales. Como dicen J.
Sourrouilie, B. Kosacoff y J. Lucangeli (1985) “...conforme a estos datos
parecía evidente qua ía economía estaba pasando por uno de sus clásicos
movimientos cíckos de reajuste posteriores a un programa de estabilita-
cibn ortodoxo, apoyado en una devaluaci6n masiva’.
Sin embargo, el índice dfr precios -tanto a nivel de consumidores como
de mercados mayoristas- giraba en torno al 150%, anual y se habia
acelerado en el segundo semestre de 1977. La inRaci6n, pues, no habia
retrocedido y esto lleva al gobierno a intentar un nuevo cambio de frente,
esta vez más directamente inspirado en el manejo monetario del balance
de pagos. Desde fines de 1978 se decide utilizar el tipo de cambio real
como instrumento antiinflacionario preanunciando, a travks de la “tablita’,
el ritmo de devaluaci6n esperado. Sa supone así que las tasas de interés
y de inflacjon domktica hab& de “converger’ hacia los valores internacio-
nales en et contexto de una situacion completamente abierta al movimiento
de bienes y capitales con et exterior. Como lo muestra A. Canitrot (198l),
la convergencia no tuuo lugar: “No se evidencib tendencia hacia la
aproximacidn de las tasas de inflación interna y externa ni tampoco a la
igualdad entre las tasas de crecimiento de los precios de los bienes
comerciables y no comerciables’. La sobrevaluaci6n del peso afee6
fuertemente al sector industrial; este fenbmeno, sumado a la existencia de
altas tasas de interk real, a la reducci6n de tarifas, y a la contracci6n del
m8rcado dom8stico -por el bajo nivel de demanda y por la creciente
competencia de sustitutos importados-, acabó superando toda posibilidad
de ajuste competitivo põr parte del empresario dom&ico. En 1981, y en
el contexto de una creciente incertidumbre relacionada con el posible
mantenimiento de la estrategia antiinflacionaria adoptada, se produce el
cambio de gobierno. La economía esta en plena recesi6n y el balance de
pagos se esta deteriorando, lo que fuerza a la autoridad a introducir dos
devaluaciones sucesivas en abrit y junio. Las mismas llegan demasiado

61
tarde: ia fuga de capitales de 1981 alcanza a fos 9.oQo miltones de d6iares
(htk y Melo, 1984).
El grado de endeudamiento del sector empresario ha tomado para ese
entonces proporciones inmanejables. Tal como lo explica uno de los
autores (ksacoff, 1964) de este trabajo: ‘Hacia mediados de 1962 se
establece un sistema de financiamienta de medio plaza (para el sector
industrial) basado 8n tasas d8 inte& reguladas, 81 que asociado al
creciente ritmo inflacionario, provocb una rApida “licuaci9n de pasivos*+ A
su vez, la revalorizaci& del tipo de cambio y la& restricciones a ta
importación resultantesdel abultado endeudamiento ext8mo (...) generaron
nuevamente condiciones de protecci6n para el industrial domktico, a
resultas de lo Cual 81 coeficiente de importaciones volv~6 a ios niveles
anteriores a la polirica de apertura.’
Visto ya Io ocurrido a escala macroecon6mica a lo largo d8 estos años,
corresponde ahora mirar con mayor d8ttáH8 la SituaCii>n industrial. Lo
haremos en tres planos distintos: a) et macfosectorial, atendiendo al
fximbi0 en et peso relativo que tienen las diversas ramas ds ia industria
dentro del producto industrial agregado; b) el sectorial, r8f8ridO at cambio
que se observa en la morfología d8 los distintos mercados industrialas y en
la divisibn social del trabajo predominantes a nivel de rama; finalmente, c)
el mieroecon~mico, relacionado con los cambios que sufre la tecnología
de organización y metodos de trabajo a escala de la planta fabril individual.
VeremoS que 8n cada uno de estos planos se registra un fenómeno
complejo de involucibn econ6mic&tecnol6gica que no ha sido mayormente
explorado por la prof8sidn hasta el+presente.
Comenzando a escala macrosectorial conviene recordar qua mientras
que en 1975 el sector manufacturero r8preS8ntaba el 27,8% del PH, en
7983 s&o constituía el 24,2% del mismo. Entre ambas fechas el producto
industrial cay6 mas de un 20%. En el curso de estos años pierden terreno
relativo las ramas m8talmecAnicas que habían iiderado el proceso
expansivo d8 las dos dkadas anteriores y ganan iarticipacibn varias
industrias intensivas en recursos naturales como son la petroquímica, et
cemento, la siderurgia, la putpa y papel, el aluminio. En general se trata de
plantas industriales surgidas ai amparo de regímenes especiales de
promoci6n -cuyo proyecto bien puede provenir de antes de 1976-
(Schvaner, 1978 y Azpiaru, 1988); dichas plantas cuentan con un fuede
monto de subsidio estatal y aparecen en el marco de una r6pla expansidn
y diversificaci6n de grupos empresarios de capital nacional bntre los que
figuran Celulosa, Garovaglio y Zorraquín, Pérez Companc, Bridas, Astra,
etc. Un nuevo juego de alianzas sociales entre ei capital nacional y sI
aparato 8statal parece emerger al amparo de la politica industrial de este
periodo (Schvarrar, 1983).

62
Es decir, las ramas que ahora experimentan rápido crecimiento son
ramas industriales que operan con cammodifies 0 cuasicsmmodities y
donde ia in~~~~~ieríade disena y de organizach y mhdos de psoducch
-tan esencial en el áma rnetalmeckka y en la producci6n de bienes de
capitab juega un papei mwho mwws importante. Se trata de ramas donde
el valor agregado doméstico disminuye y donde adquiera mayor significa-
ci6n ei tipo y Ia calidad de Icss recursos naturales con que cuenta el país y
la forma de organ1z~16t-1 industrial elegida para la sxplotaci6n de los
mismos (en relaci6n con al CASOde gas y petrcllea, vbase Guadagni, 1986).
los datas det último censo indican además que es en las industrias
regionales -asociadas n fos nuevos regirnenes provinciales de promoci&-~
industrial- y en las escaias intermedias de tamaños de platia donde se ha
logrado un cisrto avance 8n la participación relativa dentro del producto
industrial agregado; elfo cnvo!ucra a sectores ‘tradicionales” como alimentos
y bebidas, maderas y muebles, textiles, e?c&era.
En resumen, desde e( punto de vista agregada, el crecimiento industrial
de la útiima década imptica ta caida relativa del complejo metal y electrome-
cMco (Nochteff. 1904, Katz:, 1986b) y una expansi6n concomtiante de la
ramas de insumos bkrcos anaes mencionadas, asi como de las industrias
regionales asociadas a fos nuevos regirnenes promocionaies.
Pasando ahora at plano sectorial, resultan ciaros los cambios ocurridos
en la morfulogia y funcionamiento de los mercados y en la división social
del trabajo. Partiendo dei universo de las cien mayores empresas del país
en 1975 (Schvarzer, 1X33), vemos que en 1981 treinta y tres firmas no
aparecian ya en el grupo de la cien maycres; trece de ellas correspondian
a situaciones de desaparjci~n final por cierre, fusi6r1, etc. (entre ellas:
General Motors, Citrëren, Olivetti, Gurmendi, Santa Rosa, Safrar-Paugeot).
A su vez, y complementando la obsewaci6n a nivel agregado efectuada en
eI parrafo anterior, observamos que en la informacibn de las cien mayores
firmas de 1981 ingresan cinco empresas nuevas qua no Operaban en 1975:
Aluar (aluminio), Papel Prensa (papel para dianos), Río Colorado (compañía
de perforaci6n petrolera de Bridas y la firma italiana Saipem), Standard
Electric (equipos teiefbnicos, propiedad de ITT) y Equitel (idem, propiedad
de Siemens) I
Paralelamente ai cierre de plantas industriaias s8 produce un cambiu
sutitantivo en la morfobgia de diversos mercados manufactureros,
obse&ndose un aumento de la concentracibn econtjmica, en la rama
automotriz, en el sector siderúrgico, en diversas ramas productoras de
bienes de capital (m6quinasMherramienta, equipamiento agrícola, tractores),
en el campo textil, en ta praducci6n de cigarrillos, etc. En no pocos casos
-siderurgia, automotriz, textiles- este aumento de ConcentraMn ocurre en
el marco de la adquisici6n -y posterior cierre- de plantas fabriles por parte
de firmas competidoras, en circunstancias que dificilmente hubieran sido

63
admitidas por la legislaci8n antitrust nofleamericana u europea, pero que
resultan aceptadas localmente ante la debilidad del Cuadro jurídico-legat de
nuestro pais. Por otra parte, aunque el tema no ha Sido adecuadamente
explorado en nuestro medio, existe evidencia fragmentaria indicativa de que
las prácticas oligopóiicas de f1jaci6n de precios, de división de mercados,
etc., aumentaron durante estos anos junto con el crecimiento de la
concentración económica y con et nuevo Cierre de importaciones que la
economía sufre a partir de 1983 como consecuencia de su crítica situación
de balance de pagos.
TambiBn es fragmentaria la evidencia disponible sobre tos cambios en
las prácticas de SubcontrataMn o, dicho de otra manera, sobre los
aumentos en el grado de integraCi6n vertical y el consiguiente retroceso en
la divisi8n social del trabajo hacia formas organizativas menos rounda6our
o indirectas. En un trabajo de 1984, H. Petrei y J. de Melo (1984) indican
que cuatro de las nueve firmas por ellos examinadas habian aumentado el
grado de int8gración vertical con que Operaban; st empresario respectivo
Considerú que este ajuste de su conducta econbmica había sido ‘muy
importante” para su supervivencia. En otros términos, frente a la alternativa
de despedir mano de obra relativamente calificada -que cuesta volver a
conseguir y re-entrenar en oportunidad de una nueva reactivaci6n del nivel
de producción- no pocos empresarios optaron por aumentar et grado de
autoaprovisionamiento de partes, piezas y servicios, perdiendo economías
de especialización y desbaratando la infraestructura de subcontratistas
independientes que la industria había desarrollado paulatinamente durante
Iac dos décadas anteriores.
Un estudio reciente efectuado PUF uno de los autores del presente
trabajo confirma este hecho, en el marco de la industria local de mhquinas-
herramienta, constatando otras varias aAeraciones de la conducta
tecnológica a nivel microeconómico, que examinaremos con mayor detalle
seguidamente (Katz, 1986b). Este aumento en el grado de integración
vertical y el abandono de prácticas de subcontratacián y de producción
“indirecta” generalizadas en años anteriores d8b8 verse como una p&dida
importante del “capital tecnológico’ acumulado por nuestra so&dad en las
dkadas del sesenta y del setenta.
Pasemos al plano de la firma individual. Resutta claro que el programa
de política económica implementado a partir de 1976 modifk6 Sensible-
mente la relación obrerepatronal que prevalecía a nivel de fábrica. MAS
altá de ta obvia represión sindical que se observa en los primeros años d8
la administracibn militar, to cierto 8s que el costo Salarial cae sensiblemente
ante la liberaci6n de precios y el congelamiento de Salarios de 1976. Algo
más tarde el costo de ta mano de obra para el empleador habr6 de seguir
bajando anie la supresi6n de las cargas patronales para el sistema d8
seguridad social y de los aportes para el Fondo Nacional de Vivienda
(FONAVI) -15% el primero y 5% el segundo, sobre la nbmina salarial-.
En otros terminos, podemos suponer que hasta fines de 1979, en que
Ia suma de ia apreciaci6n del peso y de la reducci6n tarifaria comienzan a
tener un verdadero efecta represor de Ia infla&n, el empresario registra un
aumento def mark-up sobre costos y, al mismo tiempo, un mayor grado de
control sobre sus sindicatos de fábrica. Pero, a partir de allí, y frente a la
persistencia del ritmo inflacionario, Ia historia toma un cariz diferente. El
volumen físico de produccibn se contrae dram&amente ante la creciente
penetracibn de sustitutos importados y la concomitante caída de ta
demanda interna. No son pocas las ramas industriales que en esos años
operan a un escaso 10 a 2003 de la capacidad instalada. Asi, después d8
haber producido 26,ooO tractores en 1976 la industria local sblo llega a
fabricar 1.359 en 1981; en 1973 se alcanzaba la m&xima producci6n
hist6rica d8 mAquinas-herramienta con 22.500 unidades, en tanto que en
1982 ~610 se produjeron 2.516 mAquinas. Estos ejemplos se repìten
sistem&amente a travbs del espectro industrial, en particular en el campo
metal y electrome&nico.
La caida del volumen fisico de produccibn trae aparejada una creciente
incapacidad para mantener los gastos indirectos de la produc&n, entre los
que se incluyen los gastos destinados a Ia financiacibn de los departamen-
tos de ingeniería -de dise& de productos, de organización y métodos de
produccibn, de planeamiento y desarrollo de subcontratistas, etc. Es esto
lo que explica la reduccibn -y en muchos casos el cierre- de las oficinas
tknicas de fa empresa, que son laS que tuvieron a su cargo la ‘produc-
ci4n” de Ios conocimientos tecnológicos requeridos para diseñar nuevos
productos, para adaptar al escenario dom&& productos y procesos
traidos da/ exterior y, de manera m&s general, para aumentar la productivi-
dad y eficiencia dei personal directo de produccidn. Este efecto es
particularmente notable entre 1960 y 1982; y cubre todo et espectro
industrial aunque es indudablemente más severo en el area metal y
8lectromecMca.
Otro aspecto microecon6mico que caracteriza este período es la escasa
posibilidad de recuperaci& de ias inversiones efectuadas por la firma en
maquinarias y equipos al amparo de la modificaci6n del calendario
arancelario en bienes de capital. La sobrevaluaci6n del peso y la
eliminacidn de aranceles de importaci6n llevaron, durante 1979, a que un
número no pequeño de empresas se equipara; pero varios meses más
tarde, esas empresas se encontraron con que la contraccibn del mercad0
domktico tes impedia usar adecuadamente dichos equipos y recuperar la
inversi6n de capital en un tiempo aceptable. Se suman aquí la imposibili-
dad de recuperar el gasto de capital y la obSoleSc8nCia tecnol6Qica del
equipo por imposibilidad de reemplazarlo posteriormente.

65
En suma, a nivel de establecimiento individual, el periodo examinado
muestra: volúmenes da producción rn& pequafios que los iniciales; serias
phdidas d8 ‘capital t8cnol6gico’ 8videnciadas en la contracci6n -0
desaparicrón- de dspartamentos de ingeniería; equipamientos tecnol6gica-
mente obsoletos; inversiones no recuperadas; y, de manera m%sgensral,
empresarios dispuestos a operar en lo financiera -arbitrando entre monedas
y títulos, sacando SU Capital al e~t8fiOt, etc.-, más que ocupados d8 lo
tecnd6gico y prodwtiwo. En et plano sectorial esta “etapa” de ta historia
industrial domdstica ha dejado como herencia: un aumento en la conmntra-
ci6n econbmica; nuevos patrones de diversificaci6n interindustrial de
grupos empresariales domhicos que crecieron al amparo de regirnenes
especiales de protwck5n otorgados por el Estado; y eambius importantes
en la divisi6n socia! del trabajo en el seno de lay distintas ramas de
industria. Por Ultimo, a nivel del conjunto del sector industrial Ia reciente
dircada d8ja como secuela, por un lado, un marcado proceso de sstanca-
miento, en el Cual el sector industrial dej6 de ser et dinamizador d8 ia
8conomia y el generador de empleo; por otro lado, deja un cambio
fundamental en 8s peso relativo de los distintos Sector& de la industria
dentro del agregado; pierden terreno las ramas metal y electrometinicas
y la fabricaci6n de bienes de capital -sector8s relativamente m&s intensivos
8n valor agregado dom&ico y en ingeniería de diseiso d8 productos y d8
organizac& y m&odos de producci& y ganan posiciones relativas los
sectores productoras de insumos intermedios ds uso generalizado como
son ta Sid8rufgia, la petroquímica, el aluminio; asimismo se produce un
deterioro considerable def proces; de acumulacibn, a tal punto que tas
nuevas inversiones ds captiat no alcanzaron a cubrir ta amotiracibn det
stwk preexistente.
Cerramos aqui este capitulo dedicado al estudio historiográfico de tas
“etapas’ de la industrialiracih argentina. Et prdximo examina lo ocurrido
en cada una de estas “etapas” empleando informacibn estadística referida
a productividad, salarios, empleo, mArgenes brutos de ganancia y pr8cios
aelaths a dos dígitos da desagregacih de ta Ctasiftcaci6n Internacional
Industrial Uniforme @IU). Este arhlisis permitir& identificar cambios en las
“fuentes’ u orígenes del crecimiento industrial y en el proceso de distribu-
ci6n de los beneRCios de dse crecimiento en las distintas ‘fases” que hemos
raconocido en el preso da industriatizacih

66

Das könnte Ihnen auch gefallen