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Competencias

Competencias
comunicacionales
comunicacionales
Grupo y liderazgo

Grupos y
Liderazgo

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Nueva organización:
competencias conversacionales
El despliegue de la palabra, su ejercicio, la palabra en acción, en sentido práctico
no lleva la noción de conversación.

La palabra no existe por sí sola, sino en relación con el otro, aunque ese otro sea
yo mismo, esa relación nos coloca en lo que llamamos conversación.

De la misma manera que Taylor cuando desagregó la destreza física en movimiento y


tiempo, desagregaremos la palabra, el poder transformador de la palabra, en un
conjunto especifico y concreto de competencias conversacionales.

Podemos reconocer tres subdominios en el interior de toda conversación:

El lenguaje, la emocionalidad y la corporalidad, (la cual no es solo privativa del


trabajo manual)

En el subdominio del lenguaje, como lo presentáramos anteriormente,


encontramos tanto la competencia del escuchar como la del hablar.

¿Podemos, acaso, dudar de la importancia de la competencia


de la escucha en un jefe de proyecto, en un psicólogo, en un
alumno, en un asesor?

Dentro de la escucha tenemos un conjunto de competencias conversacionales a


adquirir para incidir en la productividad.

En lo que hemos dado en llamar el habla, llevamos a cabo diferentes acciones


que inciden directamente en la efectividad de nuestro trabajo (proposición e
indagación). Podemos decir que de las acciones (recordemos la noción de
lenguaje generativo) que llamamos los actos del habla y los actos lingüísticos
básicos surgen las competencias conversacionales concretas.

Recodemos un poco: en el habla reside la forma en la que fundamos los juicios,


cómo los entregamos, cómo los recibimos, cómo pedimos, cómo ofrecemos,
etcétera.

Imaginemos un trabajador que no puede fundar sus juicios respecto de las


consecuencias de su trabajo, al haber emprendido una serie de acciones.

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¿Se imaginan un empleado que no sepa pedir, por ejemplo, un
aumento?

Interesante, ¿no?

En el subdominio de la emocionalidad, descubrimos que de acuerdo con la


emoción que predomine en el individuo, en un equipo de trabajo, en la empresa,
las acciones que se emprendan serán diferentes.

No sólo es necesario ganar competencias en los componentes de una


conversación, sino también ganar competencias en el tipo de conversaciones que
debemos sostener y reconocer. Por ejemplo, son muy distintas las competencias
que necesitaremos para hacer un reclamo de manera efectiva, de las
competencias para construir una relación personal.

El conocimiento como tal no garantiza desempeños superiores, las conversaciones


sí.

“Solo la acción puede ser productiva” (Echeverría, 2009, p.32).

Sin embargo, así como el movimiento puede ser más o menos productivo, las
conversaciones también.

Estas competencias hacen al conjunto de las competencias necesarias a adquirir


por parte del trabajador no manual. Las nuevas competencias pasan por una
apertura al aprendizaje; no basta con incorporar nuevas técnicas de oratoria para
mejorar nuestro hablar, esta competencia del hablar se transforma al incorporar
la competencia del escuchar, y esta a su vez, al incorporar la competencia de
cuestionar nuestra forma de pensar.

Estamos en una constante transformación y es necesario que la repensemos.

Necesitamos incorporar competencias genéricas.

Productividad e innovación
Metáfora que puede representar la productividad e innovación:

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Figura1

Podríamos interpretar que todos pueden aportar, aunque los criterios sean
diferentes; para acordar se puede borrar y volver a planificar.

Metáfora del trabajo productivo, innovador

Figura 2

Las competencias conversacionales remiten al tipo de trabajador no manual,


aquel que opera el poder transformador de la palabra; ello es igualmente válido
para el trabajo rutinario, para el trabajo contingente o el trabajo innovador. Sin
embargo, para cada uno de ellos, es posible que se requiera manejar tipos de
conversaciones diferentes.

En el caso de un trabajador rutinario, la productividad guarda más relación con el


apego a determinados procedimientos conversacionales estándar que con la
flexibilidad. En el caso del trabajador contingente, el tipo de procedimientos
expresa por sí mismo el peso de la contingencia de lo programable y de lo no
programable. La flexibilidad que se requiere para los procesos estándar es mayor.
Sin embargo, en el caso del trabajo innovador, sin negar la posibilidad de
desarrollar estructuras, la flexibilidad es todavía más alta.

La innovación, por definición, es la producción de lo nuevo. Ello implica que no


podemos saber de antemano cómo es el producto, de lo contrario, no sería
nuevo.

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En este tipo de trabajo se sustentan las llamadas competencias genéricas, la
escucha, las relacionadas al cumplimiento de las promesas, por ejemplo.

Este carácter flexible y abierto de estas competencias representa un parámetro


adicional para considerar la importancia del trabajo reflexivo y el aprendizaje.
Nuestra productividad e innovación va de la mano de nuestra capacidad para
aprender; no basta con incorporar conocimiento, es necesario aprender.

Figura 3

Metáfora de la productividad e innovación en crecimiento: también podría


interpretarse como nuestra capacidad de aprender adquiriendo competencias.

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Referencias

Echeverría R. (2009). Ontología del lenguaje. Buenos Aires: Granica S. A

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