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UNA SOCIEDAD DE MINISTROS Elton Trueblood PRESENTE CON FUTURO J.J. Churruarin (con Chris Shaw) LIDER A LA VISTA Fred Smith CAPACITE A SUS SANTOS George Mallone UNA SEPARACION INNECESARIA J. Norberto Saracco PUNTO DE ENCUENTRO J. Norberto Saracco OTRO CAMINO J. Miguel Juez EL ESPOSO PUEDE BESAR AL ESPOSO José Luis y Silvia Cinalli jPURAS EXCUSAS! Mark Mittleberg 10 NOTA Laconfusién que conduce al desperdi- cio imitil de valiosos — esfuerzos es una de Jas razones por las que la mayorfa de empresas elaboran descripciones de trabajo para cada puesto en la compafifa. La claridad en cuanto a Ja funei6n es el elemento que permite a cada em- pleado concentrar sus energies en una actividad specifica, la cual, combinada y sineronizada con el trabajo de otros, garantiza el alcance de los objetivos establecidos por el personal diree- tivo, El concepto obedece més a una cuestién de ogica que a modernos principios de gerencia. ‘Una de las primeras crisis en la Iglesia que nacia se origin6, precisamente, en una confusién de roles. Los apéstoles, ansiosos por cubrit todas las necesidades de los convertidos, termi- naron, como muchos pastores hoy, enredados en més actividades de las que podan manejar. Afortunadamente, la dficultad produjo una in- teligente reflexin sobre el origen del problema y arribaron a una decisi6n de valor estratégico incalculable: «No es conveniente que nosotros deseuidemos la palabra de Dios para servir ‘mesas» (Heh 6.2). Propusieron la eleeci6n de un grupo de colaboradores para que ellos pudieran ‘entregarse «a la oracion y al ministerio dela palabra» (Heh 6.4). Los apéstoles habfan tropezado con uno de Jos dilemas del ministerio. Servir en el ambito dela Iglesia nos provee una gran diversidad de oportunidades para obrar el bien. En medio de tantas opeiones, no siempre escogemos las actividades con mayor proyecci6n para el futuro. Sin pereibirlo, es posible quedar atrapado ‘un pastorado repleto de actividades con escaso porte al proceso de multiplicacién de Ia Iglesia, caracteristica esencial que define su vitalidad. Dichosamente, el Sefior no ha dejado li- brada al criterio de cada obrero Ie decisién de éCual es tu funcién? cémo invertir sus esfuerzos para resultar més produetivo y eficiente dentro de la Iglesia. En su sabidurfa ha provisto una descripeién de tra- bajo para los diversos ministerios del cuerpo de Cristo. Pablo la expone en la carta a los Efesios, cuando sefiala que Jesis «dio a algunos el ser spéstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar alos santos para la obra del ministerio, para la edificacién del cuerpo de Cristo» (4.11, 12). El texto echa por tierra, en forma definitiva, tuno de los més atrincherados conceptos en la Iglesia: que el trebajo del ministerio lo efereitan unos pocos profesionales que han reeibido un Tamado especial para desarrollarlo. Segiin ese pasaje el ministerio es responsabilidad de todos los santos; es decir, cada hijo de Dios debe estar activamente involucrado en la obra de extender el Reino. La funcién de los Iideres no es llevar a cabo el trabajo del ministerio, sino capacitar a su gente para que ellos lo realicen. El lider que entiende este concepto habré dado un paso de incalculable valor estratégico. Lograra prevenir que el ministerio no descanse sobre Jos hombros de una sola persona. El impacto de su labor se multiplicaré de forma exponeneial, pues equiparé a cada persona en su grupo con las herramientas necesarias para que se convierta en socia plena de los proyectos del Sefior. El impacto del evangelio se sentira por la accién de cientos de vidas comprometidas con el ministerio, cada una sirviendo en la funcién que Dios soberanamente le asign6. Con solo pensar en las postbilidades que oftece comprobaremos por qué Ia dinémica de este modelo resulta tan re eel 14 Hemos completado nuestra tarea como lideres cuando cada persona en nuestro grupo se convierte en socia de los proyectos de Dios Por Elton Trueblood ‘Suelo entablar conversaciones con las perso- nas a lo largo del dia. Muchas veces, como una ‘manera de introducirme en temas més espiri- tuales, pregunto si pertenecen a alguna iglesia. La mayoria de las respuestas son similares: ellas confiesan easistir> o no easistir» a algu- na. Pocas afirman estar involucradas en ella. Sospecho, entonces, que muchos identifican el concepto de iglesia con un evento al cual asis- timos, de la misma manera que presenciamos ‘una reunién, un partido de fttbol o un concier- to. Resulta dificil combatir este concepto procisamente porque la iglesia se ha dedieado a trabajar asiduamente la idea de montar «un espectculo» para las personas que van a sus reuniones. El éxito de una congregacién se mide exclusivamente en términos de la canti- dad de personas que acuden a estos eventos. Y, a decir verdad, no es un asunto muy complejo montar tn buen especticulo. No obstante, la vida espiritual deja de setlo en el momento en que las personas se convierten en espectadoras de un programa religioso. Cristo nunca llamé a las personas a frecuen- tar reuniones. Mas bien las desafié a tomar su ‘cruz, a negarse a si mismas y a seguirlo a él. «Tomad mi yugo sobre vosotros», exhort6 a los Doce (Mt 11.29). El yugo es un instrumento que se utiliza para que dos o més animales tiren Juntos de un peso. Asf lo entendié la Iglesia del Nuevo Testamento, Pablo lo utiliz6: , para designar a quienes colabora- ban con él en el ministerio (Fil 4.3). La medida de nuestra eficacia como Iideres yy pastores no radica en la cantidad de gente que se congrega en nuestras reuniones. Mas bien, la medida de nuestra eficaeia descansaré el mimero de individuos que hemos conse- guido movilizar hacia el trabajo de extender el Reino. Para que esto ocurra, la iglesia debe poseet ciertas caracteristicas. Ministros del pueblo Cada vez que equiparemos al ministerio con el lero, cedemos ante una mentalidad anterior sala creaciGn de la Iglesia, Los miembros del clero son profesionales de] ministerio, personas a quienes se les paga un salario por el servicio que prestan. Tienden a pensar que pertenecen a la elite del pueblo de Dios, precisamente con este concepto en mente servian los sacerdotes del Antiguo Testamento, En realidad, todas las culturas antiguas contaban con castas de sa- cerdotes, los cuales siempre gozaban de gran prestigio. Por lo general estaban vinculados al rey o al emperador. Cristo descart6 este modelo de manera dra- mitica, «Sabéis que los gobernantes de los gen- tiles se ensefiorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos. No ha de ser ast entre vosotros, sino que el que quiera entre vo- sotros llegar a ser grande, serd vuestro servidor, y el que quiera entre vosotros ser el primero, ‘erd vuestro siervo; asi como el Hijo del Hom- bre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20.25~28). Cuando envié a los Doce, no fue con la idea de que llevaran a cabo ceremonias, sino con el objetivo de liberar y sanar. En lugar de emplear sacerdotes, escogié hombres ordinarios del pueblo, gente sin formacién religiosa. Desearté Ja idea de un pueblo laico, porque en el reino de Jos cielos todos los hijos de Dios son sacerdotes ordenados al ministerio. Un pueblo penetrante Una iglesia sana est compuesta por un pueblo ‘que penetra. Es un pueblo que invade el mundo aspirando ser instrumento para su transfor- macién, Casi todas las analogias que utiliz6 Cristo para ilustrar el concepto de la misién de la Iglesia apuntan ala accién de penetrar: la sal penetra la comida, la luz penetra las tinieblas, la levadura penetra la masa. El acento nunca recae sobre el instrumento de la transformacién, sino en la funcién que cumple, Podemos afirmar, entonces, que la iglesia de éxito es aquella que consigue transformar su sociedad por la acei6n conjunta de sus miembros. Si nosotros hubiéramos preguntado, en el primer siglo, dénde estaba la Iglesia, nadie nos hubiera mandado a la esquina de tal y tal calle en la ciudad. Mas bien nos hubieran dirigido al lugar donde Pablo y sus amigos estaban fabri- cando tiendas. El mismo apéstol proclamé a los gtiegos: «El Dios que hizo el mundo y todo lo {que en él hay, puesto que es Sefior del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos por manos de hombres» (Heh 17.24). Desde esta perspectiva las reuniones puibli- ‘cas de la iglesia son apenas una muestra muy pequefia de la vide de sus miembros. Gran parte de las conversiones y los contactos que Jogran para el Reino ocurren en entornos infor- males, no programados ni organizados en un lugar en particular. Los mismos miembros son los gestores de los mejores avances, pues ellos stn activos en los lugares donde desempefian sus actividades cotidianas. La iglesia es mucho ‘més que una reunién semana. Un pueblo capacitado Ser iglesia no es simplemente movilizar al pueblo de Dios para el ministerio. Cuando las personas han sido movilizadas, pero carecen de la eapacitacién para realizar esa tarea, los resultados, por lo general, son muy pobres y aébiles. Una buena capacitacién ayuda a las perso- nas a crecer en su vida de devocién a Dios, en su servicio a los demés y en su capacidad de concebir la vida desde una perspectiva cris- tiana. Hl llamado de Cristo no es solamente a tomar su yugo, sino también a aprender de él La disposicién a ser enscfiados por él produciré mayor transformacién en nosotros. La vida espiritual deja de serlo en el momento en que las personas se convierten en espectadoras de un programa religioso. El trabajo especifico del pastor apuntara aun cambio en esos tres aspectos de la vida, Ademés de todo el trabajo de movilizar a las personas, buscaré la forma de estimular la vida espiritual del pueblo, ayudéndolo a aprender a cultivar las disciplinas que sostienen la intimi- dad con Dios. Esto no debe incluir solamente ensefianzas sobre los temas centrales de la vida espiritual, sino demostraciones practicas de cémo avanzar en cada rea, las cuales ofrecer por medio de su propio ejemplo. El camino principal por el cual logramos que la gente cultive buenos hébitos de reflexion es el diflogo. Piense en cudn h4bil fue Cristo en el uso de preguntas que despertaban en otros 15 18 nV) role Presente oola fufuro Por J. J. Churruarin (con Chris Shaw) En Génesis 18 encontramos una reveladora con- versacién entre Dios y Abraham. Ante la inmi nente destruceién de Sodoma, el Sefior declaré al patriarca: <2Ocultaré a Abraham lo que voy a hacer, puesto que ciertamente Abraham Lega ré a ser una nacién grande y poderosa, y en él serén benditas todas las naciones de la tierra?» (17-18). El hecho de que el Altisimo le participa~ raa Abraham sus deseos mAs intimos pareciera estar en relaci6n directa con la grandeza que Elle reservaba. Sin duda, I estatura del siervo crece en la medida que alcanza a comprender el coraz6n del Padre y a servir dentro de ese mar- El pasaje contiene otro sorprendente ele- mento. El proyecto de Dios para Abraham no se | POR ara ayyaeil terminaba con Ia muerte del patriarca. Mas bien, Abraham era apenas el primero de lo que llega ria a ser una extensa lista de obreros amados & sumarse al gran proyecto del Padre de aleanzar con bendicién a todas las naciones de la tierra. Es con esta proyeccién en mente que el Sefior afiade: ‘ (Lm 3.27). Cuando nos apresuramos a colocar a un joven ‘en posiciones de responsabilidad podemos acabar ‘quemando a este obrero. Sin embargo, cuando ‘observamos a un joven que ha aleanzado dominio de su vida natural, debemos complementar esta ‘conquista abriéndole oportunidades para que ‘rezca en el ejercicio de responder satisfactoria- ‘mente a sus responsabilidades. Como claramente sefiala el autor de Proverbios, la esperanza que se demora enferma el corazin (Pr 13.12). Una alianza estratégica Uno de los efectos del juicio de Dios sobre Israel consistia en que élles daria «muchachos por prineipes, ynifios caprichosos gobernarin sobre ellos» (Is 3.14). Si recordamos las desastrosas consecuencias que resultaron del consejo inex perto y poco sabio de los jovenes al rey Roboam GRe 12,119), entenderemos lo peligroso que resulta entregatles responsabilidades a quienes satin no estin preparados. No por nada el apéstol Pablo exhorta a Timoteo a que no imponga con. ligereza las manos sobre nadie (1T' 5.22). Los requisitos para gobernar sobre la casa de Dios claramente colocan el acento sobre un cardcter formado (1Ti 3.113). La mejor oportu- nidad para que ellos desarrollen su carécter en santidad y sabiduria esté en establecer relaciones de formacién con hombres y mujeres maduras en la congregacién. Este es el camino que recorti6 ‘Josué con Moisés, Eliseo con Elias y Timoteo con Pablo, En el marco de esta relaci6n el lider podra irentrendndolos en la obra, mientras corrigen fallas de cardcter y de servicio. Ala vez, estas relaciones asegurarén que los jovenes no termi- nen frustrados, aecediendo a espacios en los que pueden volear las energias y el entusiasmo que poscen para servir a Dios, Conclusion Un ministerio puede llegar a ser fructifero, pero si no dejé obreros formados su efectivided es limi- tada. Con la muerte de ese ministro permanecerd poco de su obra, En mi experiencia, el delegar en otros ancianos y pastores, mientras ain conser vela vida, me permite realizar las correcciones, alentarlos y acompafiarlos en la tarea que realizan, Siyo muero sin haber realizado esta labor, ellos tendrén que ira consultar a otros. Quizés no en- cuentren otro dispuesto a eeompafiarios y acaben cometiendo errores innecesarios. La palabra sabia de mi consejero espiritual me ha guiado tam- ign en el ministerio: «Bs preferible que tus hijos cometan errores mientras estés con ellos, pues les podras servir mejor. Si ellos cometen los errores cuando ya no estés, tal vez se eche a perder mucho elo que debias cuidar», ® Elauior 6 escrito, posta y cantautor. Pastor dela CConarogacin Cristiana y consejero de pastores, posce tuna vor proética muy reconccida en muchos ligares 41 mundo. Estécasedo con Sara Mabel Cabrera con ual tone tes hijos, ya adultos, Rovide on ta ciudad do Goya, Corientes, Argentina. Very aera Por John Eldredge Todos los hombres mueren; son muy pocos los que VIVEN verdaderamente El hombre més peligroso de la tierra es aquel B ue ha considerado su propia muerte. Todos Jos hombres mueren; son muy poeos los que vi ven verdaderamente, Claro, podemos construir una vida segura... y pasar nuestros Gltimos dias en un asilo para ancianos recordando alguna desgracia olvidada. Yo prefiero seguir intentan- do por otro camino. Por otro lado, cuanto menos procuremos « se abstienen de afirmar ‘que poscen Ia exclusividad dela verdad. El desa- fio para la Iglesia es demostrar la falacia de esta opinién, Del pluralismo al relativismo de la verdad Algunos pensadores cristianos han rechazado la singularided de Cristo y han abrazado el pluralis- mo. La coexistencia de las religiones en un sentido descriptivo y el pluralismo social son un hecho, pero estos pensadores han ido més all, han abrazado un pluralismo metafisico. Sostienen que todas las religiones constituyen vias igualmente vvélidas para Tlegar a Dios (ola suprema realidad divina) y que ninguna religién en particular puede pretender poseer la palabra final sobre la ver- dad. Ast, inconscientemente, se identifican con la octrina Vedanta del hinduismo: Jest es apenas tuno de los muchos caminos ala suprema realidad divina, un avatar (encarnacién) entre muchas ma- nifestaciones posibles de lo divino». Separarla «espiritualidad» de cualquier religion se acomoda muy bien al estilo posmoder- no de nuestra época. La principal preocupacion. de los eristianos som los aspectos més radicales y destructivos de la posmodernidad: su incredulidad respecto de la verdad absoluta, su rechazo de los ‘grandes relatos que dan sentido a la vida y su pos- tura de relativizar la verdad, Estos traen enormes 23 24 TEOLOGIA ‘mplicaciones para toda la Iglesia en su esfuerzo por vivir la totalidad del evangelio y evarlo a todo el mundo. La mentalidad posmoderna afirma que sim- plemente carecemos de acceso ala verdad abso- uta. Su argumento es que nuestras verdades son relatos construidos en el seno de nuestras comu- nidades sin una validacién externa dela verdad. Por lo tanto, consideran la verdad como tribal, de validez solo local. Ya que no existe una perspectiva neutral -o transcontextual— que permita juzgar centre historias que compiten, debemos aguantar ‘una multiplicidad de puntos de vista que pugnan por aleanzar la supremacia ya aceptacién, Lo que surja victorioso de esta contienda seré la verdad. A esta la define el poder, y a quienes afirman poser laverdad absoluta se les juzga como personas ‘que simplemente intentan imponer su vohuntad a otros. De esta manera, Jos pluralistas posmodernos sospechan de las autoridades religiosas y de sus pronunciamientos. Para ellos, la afirmacién de que Jestis es la Verdad encarnada puede ser bien una fachada para el imperiatismo colonial, el chauvi- nismo cultural o la intolerancia religiosa. Verdad y elecciones morales La misma sospecha se aplica a la moral: las catego- ras de «bueno 0 «malo» son los intentos de otros para imponer su voluntad sobre nosotros.

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