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UNIDAD 2: Elementos

Enunciacion: Elementos esenciales de la obligación son aquellos factores indispensables para su configuración, sin los cuales no es
posible concebir su existencia, ¿Cuáles son dichos elementos esenciales? El tema es opinable y la doctrina ha evidenciado criterios
no siempre coincidentes a la hora de enunciarlos. En nuestra opinión, los elementos esenciales de la obligación son cuatro: los
sujetos, el objeto, el vínculo jurídico y la causa fuente [MOISSET DE ESPANES, BUERES, CAZEAUX]. Los tres primeros son elementos
esenciales de carácter estructural, pues de su armónica integración surge la institución que nos ocupa, la causa fuente o generadora
es también un elemento esencial, pero de carácter externo, no estructural. La obligación no nace sin una causa fuente que la genere,
de allí su emplazamiento como elemento esencial. Pero ésta constituye, conceptualmente, una realidad distinta que la obligación
que ha generado, sin que ello importe desconocer la profunda vinculación que existe entre ambas.
1. Sujetos:
a. Concepto. Sujeto activo y pasivo. Su necesidad: El primer elemento de una obligación son los sujetos; en la
estructura de la obligación es crucial la existencia de 2 sujetos, al menos.
Los sujetos son las personas entre las cuales se establece el vinculo obligacional. La relación jurídica obligacional
debe tener al menos 2 sujetos: uno de ellos es el sujeto activo o acreedor; se lo llama sujeto activo porque
titulariza el crédito, antes de porque puede perseguir su cobro. En el polo opuesto esta el sujeto pasivo, el deudor,
obligado a dar una prestación (determinada o determinable), por la que debe responder con su patrimonio en el
caso de incumplimiento imputable.
El sujeto de la relación jurídica resulta de la respuesta a la pregunta quién ¿Quién es titular de la facultad, el sujeto
activo?: en la obligación es titular el acreedor ¿A cargo de quien esta el deber? En la obligación esta a cargo del
deudor.
Establecido que la existencia de sujetos es imprescindible en toda relación jurídica, va de suyo que también es
imprescindible en la obligación. En toda relación obligacional debe haber, pues, un sujeto acreedor y otro deudor,
o varios de ellos.
Con respecto a la determinación e indeterminación, lo dicho no obsta, sin embargo, a que el sujeto (activo o
pasivo) este provisionalmente indeterminado, pues basta que sea determinable, es decir, que sea susceptible de
determinación.
Por cierto que generalmente, tanto el acreedor como el deudor están determinados desde el nacimiento mismo
de la obligación. Pero en ciertas circunstancias tal determinación se produce con posterioridad al origen de la
relación obligacional, aunque siempre en tiempo anterior o simultaneo con el del cumplimiento; carecería de
sentido que no se supiera, en ese momento, quien debe cumplir (deudor), o a favor de quien se debe cumplir
(acreedor).
La indeterminación provisional del deudor se da en las obligaciones propter rem. La del acreedor ocurre,
verbigracia, en los títulos al portador (como pagaré a la orden, transmisible por simple entrega o por endoso), y en
las promesas de recompensa concebidas a favor de quien halle una cosa extraviada.
b. Quienes pueden ser sujetos: Pueden ser sujetos de las obligaciones las personas físicas y las personas jurídicas. De
acuerdo con el art. 23 CCyC “toda persona humana puede ejercer por si misma sus derechos, excepto las
limitaciones expresamente previstas en este Codigo y en una sentencia judicial”.
La regla respecto de la capacidad de las personas individuales o de existencia visible es en la duda, a favor de la
capacidad, o lo que es lo mismo, la capacidad se presume y la restricción se expresa.
Los sujetos de derecho, con aptitud para adquirir obligaciones, son las personas físicas y las personas jurídicas.
El art. 141 CCyC prevé: “Son personas jurídicas todos los entes a los cuales el ordenamiento jurídico les confiere
aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y los fines de su
creación”.
Es menester aclarar que el principio en materia de capacidad de las personas jurídicas es el inverso a las personas
individuales o físicas. Respecto de las personas jurídicas, la capacidad es taxativa y surge de su estatuto (art. 150
CCyC).
Las personas jurídicas son publicas o privadas (arts. 145 a 150 CCyC).
c. Condiciones requeridas

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i. Capacidad: Pueden constituirse en sujeto activo o pasivo de obligaciones tanto las personas físicas (arts.
22 y 23 CCyC) como las personas jurídicas, sean personas jurídicas de carácter publico o privado (arts. 141
a 143 CCyC).
Igualmente, las asociaciones civiles pueden ser sujetos de obligaciones (art. 168 CCyC), asi como las
simples asociaciones (art. 189 CCyC) y las fundaciones (arts. 193, 194 y ss. CCyC).
Para ser sujeto obligacional, se requiere que el sujeto tenga capacidad de derecho, o sea, la capacidad de
goce, de ser titular de un derecho. No es necesario que las personas físicas sean capaces de hecho, es
decir, capaces de ejercer sus derechos por si solos, pues faltándoles esta capacidad pueden actuar por
intermedio de sus representantes (arts. 100 y cc. CCyC).
Las personas jurídicas poseen capacidad de derecho para adquirir derechos o contraer obligaciones (art.
141 CCyC), pero deben hacerlo por intermedio de los órganos establecidos en sus estatutos, aun cuando
no haya una norma especifica del nuevo ordenamiento que asi lo establezca.
Ademas, debe tratarse de sujetos distintos, las calidades de acreedor y deudor no pueden coincidir en la
misma persona, pues de otro modo se opera la extinción de la obligación por confusión (art. 931 CCyC), ya
que nadie puede deberse a si mismo una prestación.
El art. 931 CCyC establece: “La obligación se extingue por confusión cuando las calidades de acreedor y de
deudor se reúnen en una misma persona y en un mismo patrimonio”.
ii. Determinación: Como regla o principio general se exige que los sujetos de la obligación estén
determinados; sin embargo, la ley admite, excepcionalmente, una indeterminación provisoria del sujeto
activo, que debe cesar en el momento del pago.
Constituyen casos de indeterminación del sujeto: los títulos al portador, los documentos a la orden, las
obligaciones ambulatorias o propter rem, las ofertas al publico, las promesas de recompensa por objetos
perdidos (por ejemplo una billetera con documentos personales), entre otras.
En este caso no se sabe quien es el acreedor, pues recién quedará individualizado este cuando se
presente a entregar el objeto perdido y a reclamar la recompensa. Mientras no se haya presentado
alguien a reclamarla, el sujeto activo de la obligación esta indeterminado.
En el caso de los títulos al portador, desde el mismo instante en que el firmante suscribe y entrega el
documento, para él la persona del acreedor queda indeterminada, porque ese titulo está destinado a
circular de mano en mano. El deudor solamente podrá saber a ciencia cierta quién es el acreedor cuando
éste presente el documento al cobro, momento en el cual se produce la individualización del acreedor.
Otro supuesto es la venta por cuenta de quien corresponda: el caso típico de los martilleros. El martillero
tiene un galpón con cosas muebles, y a la persona que compra no le importa el nombre de quien vende. El
martillero lo hace por cuenta de quien corresponda, aquel que le dio en consignación los bienes. El sujeto
dueño de la cosa está indeterminado.
El derecho civil admite cierta indeterminación de los sujetos en el nacimiento de la obligación, pero, al
momento de la extinción de la misma, ellos deben estar perfectamente determinados; tal es el caso del
pagaré: al momento del pago el acreedor debe esta cabalmente determinado.
El restante ejemplo es la oferta al publico. La oferta al publico no vinculaba al ofertante, ya que el Codigo
Civil no la había receptado. Esta oferta no había sido legislada en nuestro país hasta las sancion de la ley
24.240 (de protección del consumidor), la que en su art. 7 recepto la oferta indeterminada en los
siguientes términos:
“Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la emite durante el
tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de finalización, así como
también sus modalidades, condiciones o limitaciones.
La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por medios similares a
los empleados para hacerla conocer”.
d. Caso de las obligaciones reales o propter rem: Este tipo de obligación es una hipótesis de indeterminación relativa
del sujeto activo o pasivo. Lo característico de ella es que se constituye en función de cierta relación de señorío
que tiene una persona indeterminada sobre una cosa determinada. En rigor, no hay indeterminación del sujeto

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sino ausencia de su individualización, porque ello dependerá del momento en que se haga valer la obligación.
Se trata de obligaciones concernientes a una cosa, “que no gravan a una o más personas determinadas, sino
indeterminadamente al poseedor de una cosa determinada”. De ahí que la obligación viaje o ambule tanto activa
como pasivamente con la cosa a la cual accede, lo que se explica fácilmente porque siendo “una obligación que
comprende al que ha transmitido una cosa, respecto a la misma cosa, pasa al sucesor universal y al sucesor
particular.”. Son ejemplos de obligaciones propter rem: la deuda de medianería y el crédito respectivo; la deuda
por expensas comunes en la propiedad horizontal, la contribución a los gastos de conservación de la cosa en el
condominio, la obligación por mejoras necesarias o utiles, las cargas reales, etc.
En esta clase de obligaciones es inseparable la calidad de acreedor o deudor, de la condición de propietario de la
cosa en razón de la cual ha surgido la obligación. Por ello es ineficaz cualquier convenio que implique reservar o
ceder esa clase de obligaciones con independencia del carácter de propietario de la cosa de que se trate: juega ahí
“una prohibición implícita de la ley”. Tal convenio del acreedor con un tercero seria eficaz, entre las partes, para
desplazar entre ellas la ventaja pecuniaria a que la obligación se refiere, pero no alteraría la relación con el deudor.
En la doctrina se ha descripto una categoría de obligaciones caracterizadas por corresponder a quien detenta una
relación de señorío sobre una cosa; que nacen, se desplazan y se extinguen con dicha relación de señorío. Se las ha
calificado como situaciones intermedias entre los derechos personales y los derechos reales, denominándoselas
"obligaciones propter rem". Estas obligaciones también presentan características especiales, ya que participan de
las circunstancias propias de la titularidad real o posesoria de la cosa, sin que intervenga la voluntad de las partes,
pues todo ocurre por aplicación de la ley.
Así, si se transmite la cosa, la obligación sigue a dicha cosa pesando sobre el nuevo propietario y liberándose el
anterior titular. En otros términos, es inseparable la calidad de deudor de la condición de propietario de la cosa en
razón de la cual ha surgido la obligación. Y la persona del deudor no se determina sino en el momento en que la
obligación se hace valer. Por ello, se les denomina también obligaciones cabalgantes, ambulatorias o reales.
e. Deberes y cargas inherentes a la posesión:
(Pizarro) Las obligaciones propter rem no se asemejan a los derechos inherentes a la posesión (art.1932) y a su
contracara, los deberes inherentes a la misma normados en el art. 1933.
De la lectura armónica de ambos textos surge la existencia de unos derechos inherentes a toda relación de poder
de ejercer las servidumbres reales que corresponden a la cosa que constituye su objeto, y de exigir el respeto de
los límites al dominio reglados en el capítulo 4, título III del Libro Cuarto (arts. 1970/1982); y de unos deberes
jurídicos en cabeza de dichos sujetos, de restituir la cosa a quien tenga derecho de reclamarla, aunque no se haya
contraído obligación al efecto, y de respetar las cargas reales, las medidas judiciales inherentes a la cosa y los
límites al dominio antes referenciados.
La confusión entre estos derechos y deberes inherentes a la posesión con las obligaciones reales ha sido frecuente
en la doctrina argentina y condujo en el régimen del código anterior a que algunos proclamaren la existencia de
obligaciones propter rem allí donde sólo había meros derechos y deberes jurídicos —no obligacionales—
inherentes a la posesión. Un desenfoque conceptual que a esta altura es intolerable.
Decimos esto porque en verdad se trata de derechos y de deberes jurídicos particulares y no de obligaciones en
sentido estricto [12]. Derechos y deberes que gravitan sobre todos quienes se encuentran en situación de
poseedores o de tenedores, y a quienes se les imponen determinadas conductas específicas que no tienen
contenido patrimonial por sí mismo [13]. El titular de derechos inherentes a la posesión no es acreedor en sentido
estricto de nadie; como tampoco el poseedor o tenedor son deudores de persona alguna por el hecho de que
pesen sobre ellos deberes inherentes a la posesión que ejercen. De allí que parezca apropiada la terminología que
utiliza el art. 1933, cuando habla de “deberes” inherentes a la posesión [14].
La obligación propter rem, en cambio, participa de todas las notas estructurales e institucionales de la obligación,
por lo que en modo alguno puede ser tildada como una figura híbrida, que navega a media agua entre los derechos
reales y personales. No claudica de su naturaleza de relación personal por el hecho de presentar ciertas
particularidades en los aspectos atinentes a su transmisibilidad y extinción, que ponderan una situación de
conexión fáctica con la cosa. En la obligación propter rem hay un acreedor, un deudor, una prestación debida, un
vínculo jurídico entre aquellos y una causa fuente idónea para generarla. O sea, están presentes todos los

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elementos que configuran una obligación en sentido estricto. El crédito propter rem está en el activo del acreedor;
y la deuda propter rem, forma parte del pasivo patrimonial del deudor.
Tampoco deben ser confundidas con las cargas reales, que tienen naturaleza real y pertenecen al campo derechos
reales [15]. Las cargas reales son el aspecto pasivo de los derechos reales sobre cosa ajena [16]. Tal lo dispuesto
por el art. 1888, segundo párrafo, primera parte: “Con relación al dueño de la cosa, los derechos reales sobre cosa
ajena constituyen cargas o gravámenes reales”. Así, por ejemplo, el usufructo es el derecho real para su titular
(usufructuario), y constituye una carga o gravamen real para el nudo propietario de la cosa gravada con usufructo
[17].
En la carga real también encontramos la existencia de un deber jurídico particularizado, que no constituye
técnicamente una obligación.
i. Art. 1933: Deberes inherentes a la posesión. El poseedor y el tenedor tienen el deber de restituir la cosa a
quien tenga el derecho de reclamarla, aunque no se haya contraído obligación al efecto. Deben respetar
las cargas reales, las medidas judiciales inherentes a la cosa, y los límites impuestos en el Capítulo 4, Título
III de este Libro.
(Lorenzetti) Con respecto a la primera parte del articulo: Tanto el poseedor como el tenedor pueden tener
la obligación de restituir la cosa sobre la que ejercen el poder de hecho. Asi, por ejemplo, el usufructuario
tiene que devolverle la cosa al dueño acabado el usufructo. No siempre existirá el deber de restituir en la
posesión, ello dependerá del tipo de derecho que se ejerza y de la calidad del poseedor. En cambio,
cuando se trata de la tenencia, siempre existe esa obligación. La obligación de restituir existe aun cuando
“no se haya contraído obligación al efecto”. Ocurre que este deber es inherente a la posesión o a la
tenencia, al margen de cualquier contratación. Asi por ejemplo, quien encuentra una cosa perdida esta
obligado a devolverla (art. 1955).
Con respecto a la segunda parte de este articulo: El hecho de que la cosa se encuentre gravada con un
derecho real, como servidumbre o hipoteca, impone que quien posea la cosa deba respetarlo. Es una
consecuencia del ius persequendi característico de los derechos reales, y de su oponibilidad erga omnes.
No se trata en estos casos de obligaciones reales, ni siquiera de obligaciones, sino de cargas reales, esto es
el derecho real sobre cosa ajena visto desde el lado pasivo, esto es, de quien lo soporta.
Para alguna doctrina, el concepto de carga real abarca a los impuestos, tasas y contribuciones que pesen
sobre el objeto. Lo cierto es que el Codigo lso trata por separado (art. 1939) y cuando define a las cargas
reales no incluye estos deberes (art. 1888).
ii. Art. 1937: Transmisión de obligaciones al sucesor. El sucesor particular sucede a su antecesor en las
obligaciones inherentes a la posesión sobre la cosa; pero el sucesor particular responde sólo con la cosa
sobre la cual recae el derecho real. El antecesor queda liberado, excepto estipulación o disposición legal.
(Lorenzetti) Esta norma se refiere a las obligaciones reales, que se pretende que sean una situación
intermedia entre los derechos reales y los personales, tomando de estos últimos el contenido del vinculo
y de los primeros la circunstancia de que tal vinculo no se establece entre personas determinadas, sino
entre quienes revisten la calidad de titulares de una relación de derecho real o posesoria respecto de
alguna cosa, tanto en el aspecto activo (acreedor) como pasivo (deudor).
A estas obligaciones se las denomina propter rem porque van adheridas en la cosa: es la titularidad de
esta la que designa al sujeto pasivo de la deuda, y cuando aquella cambia por pasar la cosa a un nuevo
titular, cambia también el deudor, que pasa a serlo el nuevo titular. Tambien se las llama ambulatorias.
Las obligaciones propter rem son verdaderas obligaciones inherentes al derecho real o a la posesión y
con deudor designado por una titularidad real o posesoria, con la consiguiente posibilidad de liberarse sin
asentimiento del acreedor, renunciando a ella, mientras persiste siempre la garantía del cumplimiento de
la obligación, la que puede hacerse efectiva erga omnes sobre el objeto.
No deben ser confundidas con las “cargas o gravámenes reales”, que son los derechos reales sobre cosa
ajena (art. 1888) y que también se transmiten con la cosa, dado que son oponibles a todos.
Las obligaciones reales no pueden ser creadas por los particulares, pues a ello se opone el principio de
relatividad de los contratos (art. 959, 1022) en tanto se trata de obligaciones destinadas a proyectarse

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sobre terceros extraños a la relación contractual (sucesores particulares, no herederos).
Ni los autores ni los tribunales muestran conceptos claros y coincidentes sobre este tema.
Lo cierto es que existe en el Codigo algunos supuestos de obligaciones (acreedor – deudor – prestación
positiva o negativa) en los que se determina la titularidad activa o pasiva por obra y virtud de una relación
real o posesoria.
Se pueden citar, entre otras: los deberes inherentes a la posesión de la cosa (art. 1933), la obligación de
medianería y de contribuir al cerramiento forzoso (art. 2022), las obligaciones del superficiario que
transmite su derecho (art. 2123), la del usufructuario de formar inventario de pagar impuestos, tasas,
contribuciones y expensas (art. 2137, 2148), las derivadas de los limites al dominio (titulo III Cap. 4 del
libro IV).
En suma, las obligaciones reales existen, pero no constituyen una situación intermedia entre los derechos
reales y los personales. Deben ser ubicadas dentro de este último sector de los derechos subjetivos
porque son lisa y llanamente obligaciones, en las cuales el factor legal incide determinantemente en el
nacimiento, la transmisión y la extinción de las respectivas titularidades activas y pasivas, circunstancias
que siempre se verificaran vinculadas al nacimiento, la transmisión y la extinción de una relación real o
posesoria.
Con respecto a la responsabilidad del deudor: en las obligaciones reales el deudor se libera con la
enajenación y el abandono. La obligación ambula con la cosa.
En cuanto a la garantía, por regla, en las obligaciones, el deudor responde frente a ellas con todo su
patrimonio. Dice el articulo 242 que “Todos los bienes del deudor están afectados al cumplimiento de sus
obligaciones y constituyen la garantía común de sus acreedores, con excepción de aquellos que este
Codigo o leyes especiales declaren inembargables o inejecutables. Los patrimonios especiales autorizados
por la ley solo tienen por garantía los bienes que los integran”. Completa esta idea el articulo 743.
Sin embargo, en el caso de estas obligaciones inherentes a la posesión, se establece que el sucesor no
responde con todo su patrimonio sino, únicamente “con la cosa sobre la cual recae el derecho real”. El
caso típico es el de las expensas en la propiedad horizontal, ya que el sucesor de quien no las pago se
encuentra también obligado (art. 2049), pero responde solo con la unidad adquirida, por aplicación de
esta norma.
Dice finalmente el articulo 1937 que el antecesor queda liberado “excepto estipulación o disposición
legal”. Justamente, en el caso de las expensas, el articulo 2049 aclara que no hay liberación por el
abandono. Tampoco se libera el condómino que renuncia respecto de los gastos de conservación a los
que estaba obligado (art. 1991). En cuanto a lo que estipulen las partes, ello no afecta a terceros.
Es decir que la reforma asume la existencia de esta clase de obligaciones que se transmiten al sucesor
particular, que tantas polémicas suscito durante la vigencia del régimen anterior. Ademas, establece que
el sucesor responde solo con la cosa transmitida, criterio que también se encontraba discutido en torno al
alcance de las obligaciones propter rem.
iii. Normas del Libro IV, Titulo III, Capítulo IV:
ARTÍCULO 1970.- Normas administrativas. Las limitaciones impuestas al dominio privado en el interés
público están regidas por el derecho administrativo. El aprovechamiento y uso del dominio sobre
inmuebles debe ejercerse de conformidad con las normas administrativas aplicables en cada jurisdicción.
Estas restricciones son inherentes a la posesión o tenencia de una cosa, son deberes para unos y derechos
para otros, recíprocamente.
iv. Cargas reales (art. 1888) y medidas judiciales inherentes a la cosa
*ARTÍCULO 1887: Enumeración. Son derechos reales en este Código: a) el dominio; b) el condominio; c) la
propiedad horizontal; d) los conjuntos inmobiliarios; e) el tiempo compartido; f) el cementerio privado; g)
la superficie; h) el usufructo; i) el uso; j) la habitación; k) la servidumbre; l) la hipoteca; m) la anticresis; n)
la prenda.
*ARTICULO 1888: Derechos reales sobre cosa propia o ajena. Carga o gravamen real. Son derechos reales
sobre cosa total o parcialmente propia: el dominio, el condominio, la propiedad horizontal, los conjuntos

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inmobiliarios, el tiempo compartido, el cementerio privado y la superficie si existe propiedad superficiaria.
Los restantes derechos reales recaen sobre cosa ajena. Con relación al dueño de la cosa, los derechos
reales sobre cosa ajena constituyen cargas o gravámenes reales. Las cosas se presumen sin gravamen,
excepto prueba en contrario. Toda duda sobre la existencia de un gravamen real, su extensión o el modo
de ejercicio, se interpreta a favor del titular del bien gravado.
(Lorenzetti) Los derechos sobre cosa ajena importan cargas reales respecto del dueño. Asi, por ejemplo, si
sobre un inmueble pesa una servidumbre, esta es una carga real que debe ser soportada por los
sucesores de ese inmueble. La idea de carga real es al existencia de un derecho real adherido a la cosa,
que debe ser mantenido.
Las cargas reales son los derechos sobre cosa ajena vistos desde el lado de quien lo soporta. No deben ser
confundidas con las obligaciones reales, que constituyen obligaciones (no derechos reales) que se
transmiten con la cosa.
Con respecto a las medidas judiciales impuestas a la cosa, si sobre la cosa pesara alguna medida judicial,
esta debe ser respetada por los poseedores o tenedores de ella. Asi, por ejemplo, si se trabo alguna
medida cautelar (prohibición de innovar, secuestro, etc.). Otro caso podría darse si un interesado
consiguiese una orden judicial que obligase al poseedor a exhibir la cosa mueble.
v. Comparación con el régimen antecedente:
1. Arts. 497 y 2429 de Vélez
Art. 497: A todo derecho personal corresponde una obligación personal. No hay obligación que
corresponda a derechos reales
Art. 2429: El dueño de la cosa no puede compensar los gastos útiles o necesarios con los frutos
percibidos por el poseedor de buena fe; pero puede compensarlos con el valor del provecho que
el poseedor hubiese obtenido de destrucciones parciales de la cosa y con las deudas inherentes
al inmueble, correspondientes al tiempo de la posesión, si el propietario justificare que las había
pagado.
2. Art. 8 ley 13512 (Propiedad horizontal)
Los propietarios tienen a su cargo en proporción al valor de sus pisos o departamentos, salvo
convención en contrario, las expensas de administración y reparación de las partes y bienes
comunes del edificio, indispensables para mantener en buen estado sus condiciones de
seguridad comodidad y decoro. Están obligados en la misma forma, a contribuir al pago de las
primas de seguro del edificio común y a las expensas debidas a innovaciones dispuestas en
dichas partes y bienes comunes por resolución de los propietarios, en mira de obtener su
mejoramiento o de uso y goce mas cómodo o de mayor renta.
Cuando las innovaciones ordenadas por los propietarios fueren, a juicio de cualquiera de ellos, de
costo excesivo, o contrarias al reglamento o a la ley, o perjudiciales para la seguridad, solidez,
salubridad, destino o aspecto arquitectónico exterior o interior del edificio, pueden ser objeto de
reclamación formulada ante la autoridad judicial, y resuelta por el trámite correspondiente al
interdicto de obra nueva, pero la resolución de la mayoría no será por eso suspendida sin una
expresa orden de dicha autoridad.
Cualquiera de los propietarios, en ausencia del administrador y no mediando oposición de los
demás, previamente advertidos, puede realizar expensas necesarias para la conservación o
reparación de partes o bienes comunes con derecho a ser reembolsados. Podrá también,
cualquiera de los propietarios realizar las reparaciones indispensables y urgentes sin llenar los
requisitos mencionados, pudiendo reclamar el reembolso en la medida en que resultaren útiles.
En su caso, podrá ordenarse restituir a su costa las cosas a su anterior estado.
Ningún propietario podrá liberarse de contribuir a las expensas comunes por renuncia del uso y
goce de los bienes o servicios comunes ni por abandono del piso o departamento que le
pertenece.

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3. Nuevo régimen del art. 2049 y 2050
ARTICULO 2049.- Defensas. Los propietarios no pueden liberarse del pago de ninguna expensa o
contribución a su cargo aun con respecto a las devengadas antes de su adquisición, por renuncia
al uso y goce de los bienes o servicios comunes, por enajenación voluntaria o forzosa, ni por
abandono de su unidad funcional. Tampoco pueden rehusar el pago de expensas o
contribuciones ni oponer defensas por cualquier causa, fundadas en derechos que ellos invoquen
contra el consorcio, excepto compensación, sin perjuicio de su articulación por la vía
correspondiente. El reglamento de propiedad horizontal puede eximir parcialmente de las
contribuciones por expensas a las unidades funcionales que no tienen acceso a determinados
servicios o sectores del edificio que generan dichas erogaciones.
ARTICULO 2050.- Obligados al pago de expensas. Además del propietario, y sin implicar
liberación de éste, están obligados al pago de los gastos y contribuciones de la propiedad
horizontal los que sean poseedores por cualquier título.
f. Transmisión de la calidad de sujetos: Constituye regla general en la materia que las calidades de deudor y de
acreedor pueden ser transmitidas ya sea por sucesión universal o por sucesión singular, por acto entre vivos o
mortis causa.
Es decir, que resulta posible que se transmita de tal modo el derecho de crédito del acreedor y el deber jurídico del
deudor. La transmisión del derecho subjetivo del acreedor a un tercero por acto entre vivos deberá respetar lo
dispuesto por el Código Civil y Comercial para la cesión de derechos (art. 1614 y siguientes), en cuanto a las
limitaciones y condiciones de la transmisión. En cambio, cuando sea el deudor quien pretenda transmitir su calidad
de tal a un tercero por acto entre vivos, deberemos regirnos por lo dispuesto en los arts. 1632 y 1635 en materia
de cesión de deudas.
Entonces, los derechos peuden ser transmitidos por causa de muerte o por actos entre vivos. El CCyC se ha
referido a ellos tanto en el Libro Quinto (“Transmisio nde derechos por causa de muerte”), como en el Libro
Tercero (Cesión de derechos y cesion de deudas).
La transmisión en una obligación se produce cuando existe alguna sustitución en cualquiera de los sujetos de la
relación jurídica, en consecuencia, dicho cambio supone una sucesión en el carácter de acreedor y deudor, aunque
la relación jurídica obligatoria permanece intacta y vigente.
La sucesión, o transmisión, puede ser clasificada de distintos modos:
i. Casos
1. Según la extensión del titulo: Art. 400. Sucesores: Sucesor universal es el que recibe todo o una
parte indivisa del patrimonio de otro; sucesor singular el que recibe un derecho en particular.
a. A titulo universal: la sucesión a titulo universal se dará en el caso de fallecimiento de
una persona, al transmitirse todos los derechos y activos que componen su patrimonio a
sus herederos
b. A titulo particular: está referida a la transmisión de un objeto o derecho en particular,
ej.: legado de cosa cierta, cesión de créditos, etc.
2. Según el origen:
a. Legal: ocurre en virtud de la ocurrencia del supuesto factico dispuesto en la norma
(sucesión ab intestato del causante),
b. Voluntaria: se origina en la voluntad del individuo en cuyos derechos se sucede y que
causa la transmisión.
3. Según la causa de la transmisión:
a. Por acto entre vivos: se configurara cuando la eficacia de la transmisión no dependa del
fallecimiento de la persona de cuya voluntad emana el acto, la cual, solo puede ser a
titulo singular o particular.
b. Mortis causa: es aquella que producirá efectos desde el fallecimiento del causante,
pudiendo ser a titulo universal (herederos) a titulo singular (legado de cosa cierta).

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g. Pluralidad de sujetos:
Los sujetos o partes de la obligación pueden ser individuales o plurales. Es que como hemos dicho, la existencia de
un acreedor y un deudor hace a la existencia misma de la obligación, pero nada obsta para que exista pluralidad
activa (varios acreedores), pluralidad pasiva (varios deudores) o pluralidad mixta (varios acreedores y varios
deudores).
Veremos más adelante, al estudiar las distintas clasificaciones, que cuando la obligación interesa a una pluralidad
de sujetos, pueden presentarse distintas situaciones:
a. Obligaciones simplemente mancomunadas (art. 825 a 826 CCyCN): se trata de obligaciones de sujeto
plural, susceptibles de fraccionamiento, donde cada acreedor puede reclamar su cuota parte o bien corresponde
que cada deudor preste la suya. Ante la insolvencia de uno de los deudores, se perjudica el acreedor.
b. Obligaciones solidarias (arts. 827 a 849 CCyCN): en este caso, cada uno de los deudores está obligado a
pagar el todo o bien cada acreedor puede exigir el cumplimiento total de la prestación. La insolvencia de uno de
los deudores perjudica a los demás obligados pasivos.
c. Obligaciones concurrentes (arts. 850 a 852 CC): se trata de una categoría incorporada al nuevo Código,
que compromete necesariamente a una pluralidad de deudores, que deben el mismo objeto, pero en razón de
causas diferentes. También en este caso el acreedor puede reclamar toda la prestación a cualquiera de los
deudores, siendo que la insolvencia de uno de ellos afecta a los demás.
i. Casos: La pluralidad puede ser :
1. originaria, cuando tiene lugar desde el nacimiento de la obligación (ej.: en el contrato de
locación, generalmente el deudor del canon es plural, integrado por el locatario y el fiador), o
2. derivada, si deviene con posterioridad al nacimiento de la obligación (ej., si un contratante
fallece y ocupan su lugar varios herederos).
ii. Art. 825: Concepto. La obligación simplemente mancomunada es aquella en la que el crédito o la deuda
se fracciona en tantas relaciones particulares independientes entre sí como acreedores o deudores haya.
Las cuotas respectivas se consideran deudas o créditos distintos los unos de los otros.
h. El vinculo jurídico
i. Concepto e importancia:
El vínculo jurídico es un elemento no material que une ambos polos de la relación jurídica. Constituye, sin
dudas, el elemento que mejor caracteriza a nuestra institución, pues a partir de su configuración operan
los distintos efectos que el sistema ha previsto. Recibe su fundamento del propio ordenamiento jurídico.
La antigua definición de Las Institutas de Justiniano (Libro 3, Título 13) expresaba con elocuencia esta
realidad: La obligación es el vínculo jurídico que nos constriñe a pagar algo a otro, según el derecho civil").
"La palabra obligación, gramatical y jurídicamente tiene la suficiente entidad, claridad y fuerza como para
expresar por sí sola la idea y situación de ligamen, sujeción, atadura en que se encuentran el acreedor y el
deudor como sujetos, ambos, de una relación jurídica patrimonial de naturaleza obligacional"
Nadie duda de que en virtud de la obligación, entre acreedor y deudor se establece un vinculo jurídico.
¿Pero cual es la naturaleza de este vinculo? ¿Es un elemento esencial de la obligación?
Se ha dicho que no es esencial o propio de la obligación, sino que se trata, al contrario, de un elemento
común a todo derecho subjetivo. Se razona asi: el vinculo esta presente en toda relación jurídica, y por
ende también en la obligación; pero como carece de rasgos peculiares, no se justifica considerarlo
elemento tipificante de esta ultima. Este razonamiento es doblemente errado:
1. El hecho de que el vinculo este presente en toda relación jurídica no basta para negarle carácter
de elemento tipicio de la obligación, pues con idéntico criterio los sujetos y el objeto, que
también integran toda relación jurídica, podrían correr igual suerte. Por ese camino, la obligación
quedaría despojada de elementos propios hasta desaparecer como especie, para diluirse en el
genero “relación jurídica”.
2. No es verdad que el vinculo no sea tipificante de la obligación, al contrario, es precisamente el
vinculo jurídico el elemento que revela el carácter personal de la relación crédito – deuda y que
explica por qué el acreedor tiene el derecho de exigir y el deudor el deber de cumplir. Por las

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razones apuntadas, no cabe dudar de que el vinculo es esencial para distinguir una relación de
obligación.
El vinculo es un elemento inmaterial o puramente jurídico en el sentido de que solo es
aprehensible por medio de las normas que “enlazan” al acreedor con el deudor, situándolos
como polos opuestos de una misma relación jurídica. Esta relación se caracteriza y distingue de
otra por las particularidades de ese “enlace” que llamamos vinculo. Esquema: si Juan es
propietario, Pedro, Pablo, Diego, etc., deben respetar su derecho, pero ¿existe entre el primero y
los segundos un verdadero vinculo? No, al menos entendido como “enlace”. Es mas: a Pedro y a
los otros les puede resultar indiferente el derecho de Juan, pueden, incluso, ignorarlo. Pero si
Juan es acreedor de Pedro, la cuestión cambia, peus entre ellos si media un vinculo o “lazo
jurídico” con manifestaciones reales y concretas, asi, ¿Por qué Pedro debe comportarse de
determinado modo o, si se quiere, por que debe tolerar que su libertad se vea restringida?
Porque esta jurídicamente vinculado a Juan, a quien el ordenamiento le reconoce el derecho de
exigir aquel comportamiento, o de restringir la libertad de su deudor. Por eso, “obligación” y
“vinculo” son expresiones casi inseparables.
3. El vinculo y las posiciones jurídicas que ocupan acreedor y deudor
Con manifiesto apego a las teorías e ideas clásicas, se afirma que el vinculo es el elemento
jurídico que explica y justifica la situación de sujeción o sometimiento en que se halla el deudor.
Es decir, el vinculo es mirado exclusivamente desde el lado pasivo. Esta tesis debe ser revisada. Si
bien la mayoría de las veces es el deudor quien “sufre” los efectos del vinculo, esto no debe
conducir a ubicarlo en una situación de inferioridad o sumisión. Al contrario, acreedor y deudor
deben situarse en un plano de igualdad jurídica, y estar ambos dispuestos a prestarse reciproca
asistencia.
Es precisamente por esto que la regla favor debitoris, usada para favorecer al deudor, ha perdido
el vigor de antaño y hoy se postula su reemplazo por otra: “favorecer al mas débil”, sea este el
deudor o el acreedor. Ocurre que en el trafico jurídico actual es posible hallar obligaciones en las
cuales el acreedor es “débil”, como consecuencia de que el vinculo ha sido jurídicamente
preconcebido por el propio deudor, mediante clausulas que limitan, restringen o condicionan el
derecho de crédito.
En otras palabras, si bien el vinculo liga o ata al deudor, hay casos en los cuales el deudor asume
una posición jurídica “dominante” en relación con el acreedor. La realidad económica y jurídica
proporciona suficiente cantidad de ejemplos de esta clase de obligaciones como para justificar
con creces la necesidad de revisar la tesis tradicional. Ya no cabe pues decir que el vinculo liga,
ata o somete al deudor, ahora es mas apropiado sostener que el vinculo constituye un enlace
entre dos posiciones jurídicas que deben ser equivalentes.
4. Las virtualidades del vinculo: La fuerza jurídica del vinculo se deja sentir tanto sobre el acreedor
como sobre el deudor. Es en virtud del “vinculo” que el acreedor tiene el derecho de exigir la
observancia de determinado comportamiento y puede, incluso, ejercer medidas legitimas de
compulsión para lograr la satisfacción de su interes. Y el deudor, también en razón del vinculo,
esta obligado a observar ese comportamiento, lo cual puede ser computado como una
restricción de su libertad.
El vinculo esta estrechamente ligado a un fenómeno económico: el intercambio de bienes y
servicios, razón por la cual las personas vinculadas no pueden mantenerse “atadas”
indefinidamente, pues si asi fuera se inmovilizarían los bienes y servicios. El vinculo es siempre
temporario o transitorio. El deudor tiene el derecho de desvincularse, esto explica por qué el art.
904 CCyC prevé en qué casos procede el pago por consignación.
ii. Ligamen: El vinculo se establece entre “personas”. Las teorías patrimonialistas según las cuales el vinculo
es un nexo entre el acreedor y el patrimonio del deudor, o en su versión extrema, un lazo entre
patrimonios, alentaron la deshumanización del derecho. El hombre ha sido y seguirá siendo protagonista

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insustituible en las relaciones jurídicas. En el ámbito de nuestro derecho positivo, las normas jurídicas no
autorizarían una interpretación que tuviese como finalidad despojar a la “persona” del titulo de “deudor”
para adjudicárselo a su patrimonio.
Afirmar que el vinculo se establece “entre personas” no significa reducir al deudor a la condición de
“objeto” del derecho del acreedor. “Objeto” y “vinculo” son elementos muy diversos. El hecho de que el
acreedor este vinculado al deudor no quiere decir que el primero tenga un derecho “sobre” el segundo, ni
que este, como persona, este “sometido” a la potestad de aquel. El acreedor tiene derecho a obtener
“algo” que se halla dentro de la esfera de acción del deudor, ese “algo” no es el deudor mismo, sino uno
de sus bienes o el resultado de una conducta. De allí se extrae esta conclusión: el vinculo es el nexo
jurídico que justifica al acreedor y le reconoce el derecho de exigir de una persona determinada (de esa, y
no de otra) un bien o una conducta; el objeto es ese bien o la utilidad que le reportara esa conducta a que
tiene derecho el acreedor. La diferencia es esencial: hay casos en que el acreedor obtiene “el objeto” sin
que el deudor haya movido un dedo, pero el se mantiene “vinculado”. Es lo que ocurre con la obligación
ejecutada por un tercero. Así, si tengo derecho a que Juan me pinte una pared, el vinculo obligatorio
queda establecido entre el y yo. Si Juan no realiza la conducta que me debe (pintar la pared) puedo
recurrir a los servicios de Pedro; pero esto no quiere decir que el vinculo se haya desplazado: Juan sigue
siendo mi deudor, aunque yo obtuve el objeto de mi derecho de un tercero. En suma, no es posible
confundir el “vinculo” con el “objeto”.
El hecho de que el vinculo sea un ligamen entre personas explica por que los derechos y deberes que
atribuye e impone deben ser ejercidos, no solo de buena fe y sin abusos, sino, sobre todo, respetando los
derechos esenciales de las personas obligadas. De ahí que el Codigo prohíbe ejercer violencia sobre la
persona del deudor
iii. Coacción (art 724 y 730 CCyC): La coaccion fue considerada como uno de los elementos propios de la
obligación, empero, cuando cobró auge la teoría alemana del debito y al responsabilidad se advirtió que
no era asi, al comprobarse que la coaccion solo actuaba en caso de responsabilidad. Para quienes
disociaron “deuda” y “responsabilidad” la cuestión no ofrecia dudas: si la obligación se cumplia
normalmente no había responsabilidad ni coaccion. Los partidarios de la teoría “integradora” volvieron a
insistir sobre la importancia de la coaccion, esta vez no la presentaron como un elemento de la obligación,
sino como una virtualidad del vinculo jurídico. Ahora se dice que la coacción es un elemento del vinculo, y
si bien solo actua en caso de incumplimiento, antes de que este se produzca, se mantiene en potencia.
Pero de cualquier manera, sea en potencia, sea en acción, la compulsión integra el vinculo jurídico.
Al modo de ver de Wayar, la coaccion no es esencial para que una obligación exista como tal. Esto se
observa por medio del cumplimiento voluntario y de las obligaciones naturales.
1. El cumplimiento voluntario: cuando el deudor cumple voluntariamente la obligación no hay
compulsión. Esta afirmación, que no requiere prueba, conduce a negar que el vinculo quede
vacio de contenido cuando se lo despoja del elemento “compulsión”. Los argumentos que se han
ensayado para destruir esta tesis no son convincentes. Asi, se ha dicho que aun mediando
cumplimiento voluntario la coaccion existió en potencia, es decir, la mera posibilidad de ejercer
coaccion, aunque de hecho no se la ejerza, basta para considerarla esencial. Es esencial porque
siempre existe la posibilidad de ejercerla. Sin embargo:
a. Para que la coaccion pase de la potencia al acto es condición sin la cual que el deudor no
cumpla, de ello se sigue que siempre que el deudor cumpla espontáneamente no habrá
coaccion. En todo caso entonces, la compulsión integra el vinculo de las obligación
incumplidas
b. ¿Para que sirve la compulsión en potencia? Se nos dira, para presionar psicológicamente
al deudor. No obstante, los motivos por los cuales los deudores cumplen sus
obligaciones voluntariamente son variados, y no creo que se pueda afirmar que lo hacen
solo por “temor” de ser demandados. Tambien se dijo que la nocion de “vinculo”
personal es inservible, pues el problema jurídico de la obligación se plantea únicamente

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cuando el acreedor se ve precisado a exigir compulsivamente lo debido en el periodo de
ejecución del proceso. A esta afirmación se le puede reprochar: a) que es un reflejo de
las teorías patrimonialistas, merecedor, por tanto, de las mismas criticas; b) que le quita
todo valor jurídico al “deber de prestación”, ignorando que la obligación, antes y ahora,
ha sido caracterizada en razón de ese deber, y c) que el deudor que cumple
voluntariamente lo haría en virtud de un deber moral, y no jurídico, lo cual es
inadmisible. El cumplimiento voluntario demuestra que la coaccion no siempre es
necesaria.
2. Las obligaciones naturales: Afirmar que la compulsión integra el vinculo obligatorio es uno de los
argumentos mas fuertes que esgrimen quienes niegan que las obligaciones naturales contengan
verdaderos deberes jurídicos, pues en estas falta, precisamente, la posibilidad de coaccion. Se ha
llegado, incluso, a negar que en las obligaciones naturales haya un vinculo jurídico ante la
ausencia del elemento coactivo. Sin embargo, el hecho de que no haya coaccion no significa que
no haya vinculo. Es mas: hasta es dudoso que en verdad no haya coaccion, mas bien parece que
si la hay, pues de otro modo no se explicaría por que el deudor puede recurrir al pago por
consignación, que es un típico medio coactivo de cumplimiento. O sea, si bien el acreedor carece
de acción para exigir el cumplimiento, el deudor esta dotado de acción para pagar
compulsivamente. Pero aun aceptando que el acreedor no tenga acción ¿Cómo se explica que
tenga facultad para retener un pago voluntario? ¿No se nota aquí la presencia de cierto vínculo?
En definitiva, no se trata de negar la importancia de la coaccion, se trata de situarla en sus justos
limites: el vinculo jurídico puede desarrollarse sin compulsión.
i. El objeto y la prestación:
i. Concepto: (Alterini) El objeto es aquello sobre lo cual recae la obligación jurídica, es el qué de la relación.
Puede ser definido como el bien apetecible para el sujeto activo, sobre el cual recae el interés suyo
implicado en la relación jurídica “En una palabra, es un quid del cual la relación extrae su razón de ser
para el sujeto”.
Asi, el objeto de la relación de entregar la cosa vendida que tiene a su cargo el vendedor, es la cosa
misma; esta cosa es, precisamente, lo que pretende el comprador, acreedor de aquella obligación.
Distingo con el contenido: Desde que el Derecho regula conducta humana, el contenido de la relación
jurídica es cierta conducta humana, el comportamiento del sujeto pasivo destinado a satisfacer el interes
del titular activo respecto del objeto. En el ejemplo dado, consiste en la conducta o comportamiento del
vendedor tendiente a suministrar al comprador la cosa vendida que es el objeto, el centro de su interes.
En la obligación el contenido es denominado técnicamente como prestación. Un mismo bien puede ser
objeto de relaciones jurídicas distintas. Veamos: puede ser objeto de una relación real de dominio, y el
dueño (el vendedor de nuestro ejemplo) tiene facultades respecto de la cosa, que consisten en usarla,
gozar y disponer de ella con el consiguiente deber general, que incumbe a todos, de abstenerse de
realizar actos que puedan perturbarlo, pero es dable que también esa cosa sea objeto de una relación
obligacional (la cosa es objeto para el comprador), cuyo acreedor la obtendrá a través de la prestación
que haga el deudor. Obviamente el contenido de aquella relación real será la abstención general, y el de
esta relación obligacional, la prestación (la entrega en el caso) por parte del dueño vendedor.
Cuando la obligación es de dar, la calidad de objeto corresponde a la cosa, lo cual no plantea dificultades
en los términos que hemos analizado.
Mas problemático es hallar el objeto en las obligaciones de hacer, y en las de no hacer: en las de hacer se
considera objeto a la ventaja o utilidad que deriva del hecho debido (en un transporte, el ser trasladado a
determinado lugar), y en las de no hacer, la ventaja o utilidad que deriva de la abstención debida (en la
clausula de no establecer un comercio competitivo en determinada zona, la ventaja o utilidad que surge
de tal abstención). En ambos casos, cabe agregar, la consiguiente prestación es, respectivamente, la
actividad de transportar, y la efectiva abstención de concurrir en competencia.
ii. Distintas doctrinas (Calvo Costa):

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1. Teoria del comportamiento debido por el deudor: algunos autores niegan que el crédito por
dirigirse contra la persona del deudor, tenga un objeto, puesto que la prestación, en una
consideración profunda, solo puede clasificarse de contenido de crédito y no de objeto. En este
mismo sentido, un importante sector doctrinario ha sostenido que el objeto de la obligación esta
dado por la prestación (conducta del deudor) orientada a satisfacer un interes del acreedor: esto
se advierte con mayor claridad cuando la obligación es de hacer o de no hacer, aunque en las
obligaciones de dar, la cosa a entregar no seria mas que el objeto de la prestación (objeto del
objeto). Por lo tanto, a partir del pandectismo, se considero que el objeto de la obligación es
siempre el acto o conjunto de actos del deudor, aislado de su personalidad, es decir, la
prestación (conducta activa y omisiva del deudor).
2. Teorias patrimoniales: la teoría del comportamiento debido fue rechazada por gran parte de la
doctrina, afirmando que la conducta del deudor es en si misma incoercible ya que no es
materialmente susceptible de ser violentada para que el acreedor ejerza sobre ella el poder o
señorío que detenta en razón de la relación jurídica obligatoria. Se sostiene, en contrario a
aquella teoría, que el objeto de la obligación esta dado por la utilidad o interés que procura
obtener el acreedor de la relación jurídica obligatoria, y que el señorío del acreedor solo se agota
en el poder de ejecución forzada que posee este sobre el patrimonio del deudor.
3. Teorías que distinguen el objeto y el contenido de la obligación: el contenido también es incluido
por algunos autores como elemento intrínseco y estructural de la obligación, refiriendo que él
está constituido por la prestación, es decir, por el plan o proyecto del deudor destinado a dar
satisfacción al interes del acreedor. En consecuencia, se lo distingue asi del objeto, expresando
que este es aquello sobre lo cual recaerá la obligación (una cosa, un hecho, etc.). Para esta
postura (que anticipamos no compartimos) el objeto de la obligación es el bien o utilidad (la cosa
o hecho sobre el cual recae), mientras que el contenido es la prestación, es decir, la conducta a
realizar por el deudor para dar satisfacción al interes del acreedor. Asi concebido, el accionar del
deudor (contenido) es el medio para procurar al deudor el bien o utilidad que constituye el
objeto de la obligación; de tal modo, el interes del acreedor se vera satisfecho únicamente
cuando este obtenga el bien o utilidad esperados (objeto), y no con la conducta debida del
deudor (prestación o contenido) que puede resultar irrelevante en caso de incumplimiento, dado
que el acreedor puede obtener el objeto esperado al margen de ella (a traves de la ejecución
forzada de la obligación o de la ejecución de ella por un tercero).
Estimamos, por nuestra parte, que las nociones de objeto y contenido no pueden ser separadas,
ya que tanto el bien o utilidad esperados por el acreedor como la prestación (plan de conducta
del deudor para satisfacer el interes del acreedor) se encuentran amalgamados in obligatione,
aun cuando ante la hipótesis de incumplimiento de la obligación pueda el acreedor obtener
anómalamente el objeto al margen de la conducta del deudor, es decir, mediante una ejecución
forzosa directa o indirecta de la obligación. Ello asi, puesto que no resulta posible separar la
conducta del deudor del interes que espera ver satisfecho el acreedor, ya que el fin ultimo
perseguido por el acreedor no puede ni debe ser desestimado por el deudor al momento de
proyectar su conducta a prestar, ya que de otro modo se dificultara el cumplimiento de la
obligación. Es esa proyección de actividad que realiza el deudor la que integra el objeto de la
obligación, y no la conducta efectivamente prestada por este, dado que esta ultima constituye
una materialidad consumada, ingresando definitivamente en el ámbito de análisis del
cumplimiento o no de la obligación.
Adviertase que ante el incumplimiento por parte del deudor, una vez agotadas las vías de
ejecución directa (ejecución forzada o ejecución por un tercero a costa del deudor), el acreedor
intentara obtener el id quod interes (ejecución indirecta) que no es mas que el mismo interes del
acreedor satisfecho por equivalente, es decir, mediante una indemnización dineraria. En
definitiva, es importante destacar que aun satisfecha la obligación por equivalente, debe quedar

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en claro que el interes del acreedor se ha mantenido inalterable durante toda la vida de la
obligación.
En cambio, la conducta del deudor (que debe estar presente a la hora de concebirse la
obligación, que es cuando se proyecta su desarrollo) puede ser dejada de lado en caso de
incumplimiento, ya sea porque la prestación es fungible o bien porque se ingresa definitivamente
en la etapa de responsabilidad.
En definitiva, el objeto de la obligación esta compuesto por el interes del acreedor y por el plan
de conducta del deudor destinada a satisfacerlo, resultando ser ellos inseparables. No es posible
pues, a nuestro entender, concebir ontológicamente a la prestación (o contenido) como un
elemento diferente del objeto de la obligación.
Esto ha quedado claro, estimamos, con la redacción del art. 725 CCyC: “La prestación que
constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible, licita,
determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un
interes patrimonial o extrapatrimonial del acreedor”.
iii. Distinción entre objeto y prestación (art. 725 y 1003/1010 CC, aplicabilidad de las disposiciones del
Libro 1° Titulo IV Cap. 5 Secc. 1° y art 776 CC)
ARTICULO 725.- Requisitos. La prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y
jurídicamente posible, lícita, determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe
corresponder a un interés patrimonial o extrapatrimonial del acreedor.
ARTICULO 1003.- Disposiciones generales. Se aplican al objeto del contrato las disposiciones de la Sección
1a, Capítulo 5, Título IV del Libro Primero de este Código. Debe ser lícito, posible, determinado o
determinable, susceptible de valoración económica y corresponder a un interés de las partes, aun cuando
éste no sea patrimonial.
ARTICULO 1010.- Herencia futura. La herencia futura no puede ser objeto de los contratos ni tampoco
pueden serlo los derechos hereditarios eventuales sobre objetos particulares, excepto lo dispuesto en el
párrafo siguiente u otra disposición legal expresa. Los pactos relativos a una explotación productiva o a
participaciones societarias de cualquier tipo, con miras a la conservación de la unidad de la gestión
empresaria o a la prevención o solución de conflictos, pueden incluir disposiciones referidas a futuros
derechos hereditarios y establecer compensaciones en favor de otros legitimarios. Estos pactos son
válidos, sean o no parte el futuro causante y su cónyuge, si no afectan la legítima hereditaria, los derechos
del cónyuge, ni los derechos de terceros.
ARTICULO 279.- Objeto. El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley,
contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la
dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.
ARTICULO 280.- Convalidación. El acto jurídico sujeto a plazo o condición suspensiva es válido, aunque el
objeto haya sido inicialmente imposible, si deviene posible antes del vencimiento del plazo o del
cumplimiento de la condición.
ARTICULO 776.- Incorporación de terceros. La prestación puede ser ejecutada por persona distinta del
deudor, a no ser que de la convención, de la naturaleza de la obligación o de las circunstancias resulte que
éste fue elegido por sus cualidades para realizarla personalmente. Esta elección se presume en los
contratos que suponen una confianza especial.
1. El objeto como bien debido y como resultado de una conducta: (Wayar) El acreedor tiene
derecho a algo que, para darle un nombre se lo llama bien debido. Tal el objeto del derecho del
acreedor. Pero ¿Qué es el bien debido? Es toda entidad material o inmaterial que tiene valor
económico para el deudor y es apta para satisfacer el interes del acreedor. El bien debido no es
la conducta misma del deudor, sino el resultado o el producto de una conducta, aun en las
obligaciones de hacer y en las de no hacer.
a. Obligaciones de dar: en las obligaciones de dar (por ejemplo, un caballo, una mesa), el
objeto del crédito es sin duda, ese caballo o esa mesa, es decir, la cosa material. En esta

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clase de obligaciones, que se traducen en dar algo, el objeto del crédito es siempre ese
algo, y no la conducta del deudor que se limita a la simple entrega. Lo que satisface el
interes del acreedor no es la entrega, sino la cosa entregada. Es mas: puede faltar la
“conducta” del deudor, lo cual ocurriría si este se negara a entregar y sin embargo el
acreedor obtendrá la cosa si recurre a la actuación del oficial de justicia. Las cosas, en
suma, integran el objeto.
b. Obligaciones de hacer: cabe distinguir 3 subespecies:
i. Obligaciones de hacer encaminadas a la producción de un resultado (la
locación de obra por la cual el locador se obliga a construir una pared) En este
caso, ¿Cuál es el objeto del crédito que tiene el locatario? ¿Tendrá derecho a la
construcción, es decir, al hecho de construir la pared, o a la pared construida, o
sea, a la cosa que es el producto de la actividad del deudor? A mi modo de ver,
el objeto del crédito es la cosa, y no el comportamiento que la produce. No se
trata de desconocer la importancia que tiene la conducta del obligado, pero es
innegable que únicamente la cosa u obra concluida habrá de satisfacer el
interes del acreedor, a tal punto, que este podrá subrogar al deudor reticente y
procurar que un tercero, a costa de aquel, le proporcione el resultado
esperado.
ii. Obligaciones contraídas intuito personae o sea, en razón de las cualidades
personales del deudor, por ejemplo, la que asume un autor celebre para
escribir una novela. Parece irrefutable que el objeto del crédito que tiene el
editor es el escrito terminado, o sea, el resultado de la labor del escritor. El
hecho de que no pueda subrogarlo, por tratarse de una obligación intuito
personae, no cambia las cosas, puesto esto solo demuestra que la prestación es
insustituible, pero el objeto sigue siendo el mismo.
iii. Obligaciones que constituyen un “puro hacer”, la del modelo que se obliga a
posar para ser retratado. Aquí, el objeto del crédito es la utilidad que la
conducta complaciente del deudor le reportara al acreedor, esa utilidad es
también un resultado de la conducta del modelo. En algunos casos, aunque el
deudor se niegue a presar su conducta el acreedor podrá, de todos modos,
quedar satisfecho, asi si el modelo se negara a posar, bien podría el acreedor
utilizar una fotografía de aquel para extraer de ella la figura que desea modelar
o utilizar. No se ejercería violencia sobre la persona del obligado, ni este podría
impedir la utilización de la fotografía, en razón de que esta jurídicamente
vinculado con su acreedor. Esto se explica porque lo que le reporta utilidad al
acreedor es la imagen del modelo, no su “conducta”.
c. Obligaciones de no hacer: lo mismo sucede con las obligaciones de no hacer, por
ejemplo, la que asume un comerciante al no competir con otro vendiendo la misma
mercancía ¿Cuál es el objeto de este crédito? ¿la sola abstención del comerciante
obligado? No, el objeto del crédito es el beneficio o la utilidad económica que obtendrá
el acreedor, en razón de la abstención del otro comerciante. El objeto no es “la
conducta en si”, sino lo que se obtiene de esa conducta y que satisface el interes del
acreedor.
En definitiva, el objeto es siempre un bien, material o inmaterial que se obtiene como
resultado o producto de un obrar, positivo o negativo, del deudor. El derecho del
acreedor se dirige en suma, a obtener el resultado de una conducta, no a la conducta
misma.
2. La prestación como conducta y como medio para alcanzar un resultado. Consecuencia de la
distinción: ¿en qué consiste el deber de prestación? En una conducta o comportamiento que el

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deudor debe desplegar para producir el “bien” que habrá de satisfacer el interes del acreedor.
Ese comportamiento se llama prestación y constituye el medio con el cual el acreedor obtendrá
el objeto a que tiene derecho. La prestación no se confunde con el objeto: este es el resultado y
aquella el medio para lograrlo.
a. Obligaciones de dar: en las obligaciones de dar, la prestación se agota con la acción de
entregar. Mas exactamente, con la entrega el deudor cumple, desligándose del vinculo.
Aquí, la distinción entre “objeto” y “prestación” es nítida: aquello que se da es el objeto,
la acción de dar es la prestación.
b. Obligaciones de hacer: en las obligaciones de hacer encaminadas a la producción de un
resultado, la distinción también es nítida: la pared construida es el objeto, la acción de
construirla es la prestación. En las obligaciones contraídas intuito personae, la distinción
se formula asi, tomando como ejemplo el contrato de edición: el editor tiene derecho a
los escritos terminados; la prestación del autor consiste en la acción de escribir. Por su
carácter “personalísimo”, la prestación es esencial, pues únicamente el escritor
contratado puede cumplirla; pero esto no basta para identificar el “objeto” con la
“acción” de escribir. Asi, si el editor lo contrato para que escribiera una novela histórica,
el escritor no puede pretender cumplir entregando una serie de cuentos infantiles, pues
aunque cumplió con la “acción” de escribir, no produjo el “objeto” a que tenia derecho
el editor. En las obligaciones que constituye un “puro hacer”, como la ya recordada del
modelo, la prestación consiste en la “acción complaciente” del deudor que permite que
se utilice su imagen, en tanto que el objeto del crédito esta dado por la utilidad, el
beneficio o, si se quiere, el placer que aquella imagen puede proporcionarle. En el
contrato de trabajo, el trabajador cumple su prestación “poniendo a disposición del
empleador su fuerza de trabajo”; la prestación se cumple con el simple “estar
dispuesto” a trabajar. ¿Cabe decir que este simple “estar dispuesto” constituye el objeto
del derecho del empleador? No, el derecho del empleador tiene por objeto la fuerza de
trabajo de que dispone, aunque de hecho no la utilice.
c. Obligaciones de no hacer: en las obligaciones de no hacer, la prestación consiste en la
mera abstención, y el objeto del crédito es la utilidad o provecho que de esa conducta
omisiva se obtiene.
En suma, la prestación, en cuanto conducta del deudor, representa siempre el medio
con el cual se obtiene el bien que se le debe al acreedor.
d. Consecuencias de la distinción: de la distinción entre “objeto” y “prestación” se pueden
extraer diversas conclusiones:
i. No se pretende deshumanizar la obligación: se ha dicho que disociar el objeto y
la prestación, sobre todo para quitarla a la “conducta del deudor” el carácter
de objeto, constituye un punto de vista puramente patrimonialista, que
pretende deshumanizar la obligación. Claro, se cree que el derecho de crédito
es ejercido directamente sobre el bien, y que la conducta del deudor (y el
deudor mismo) quedan relegados a un segundo plano o, lo que es peor, son
desplazados de la relación jurídica.
La critica es inexacta y conduce a conclusiones erradas.
Poner el objeto “fuera” de la conducta en modo alguno significa deshumanizar
la obligación, ni mucho menos restarle importancia a la actuación del deudor.
Al contrario se ha dicho que la obligación crea un vinculo entre acreedor y
deudor, porque esta especie de relación es esencialmente personal; el deber
de prestación es, ante todo, un deber de conducta, y es esa conducta la que
normalmente satisface el interes del acreedor, pero no como conducta
considerada en si misma, sino como conducta productora de alguna utilidad o

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beneficio. Pues bien: el derecho del acreedor se dirige a esa utilidad, que es
una consecuencia del obrar del deudor. Hasta aquí, resulta imposible suponer
que se menosprecia u olvida la importancia que tiene el deudor y su
comportamiento.
En la ejecución forzada o en el cumplimiento por tercero, si bien “el obrar del
deudor” aparece reemplazado por otros medios, el vinculo personal entre
acreedor y deudor se mantiene intacto, pues sigue siendo el deudor el centro
de imputación del deber jurídico.
ii. La prestación y el contenido: la tesis según la cual el objeto de la obligación es
la prestación, o sea, el comportamiento del deudor, afronta serias dificultades
cuando le toca explicar la ejecución forzada o el cumplimiento por tercero. En
ambos casos debe reconocer que aunque el deudor no haya actuado, el
acreedor queda satisfecho. ¿Cómo es posible que el acreedor obtenga el objeto
sin la conducta del deudor si se viene afirmando que el objeto es,
precisamente, esa conducta?
Para resolver este problema es atinado recurrir a la diferencia entre “objeto” y
“contenido”. El primero, como ya se dijo, es el bien o utilidad que espera el
acreedor, el segundo es “el cumulo de facultades y deberes que el orden
jurídico atribuye e impone al acreedor y deudor, poderes y deberes dirigidos a
la obtención del objeto”. En este sentido, el deber de prestación es parte del
contenido, pues se trata de un deber de conducta mediante cuya realización se
obtiene el objeto. Pero el contenido es mas amplio, ya que se integra también
con los poderes del acreedor, entre tales poderes se cuenta el de pedir la
ejecución forzada o por tercero, en caso de que el deudor no ejecute la
prestación debida. Pero en uno y otro caso, es decir mediante el deber de
prestación, sea por ejecución forzada, el acreedor recibirá el objeto debido. Es
el contenido el que proporciona el objeto.
Por ultimo, la distinción entre “objeto” y “prestación” brinda el marco teórico
adecuado para explicar el pago por tercero, ya que en esta figura el acreedor
obtiene el objeto sin la actuación del deudor, y para justificar también la
necesidad de que la prestación tenga valor patrimonial, aunque el interés del
acreedor no sea patrimonial.
3. Distinción entre obligaciones de medio y de resultado (arts. 773 y 775 CC): el problema que
plantean las obligaciones llamadas “de medios” y “de resultado” debe ser examinado, por
razones de método, en los capítulos correspondientes a la responsabilidad civil, pues la cuestión
principal radica en saber sobre quien recae la carga de probar la culpa del deudor. Sin embargo,
por la conexión que este tema tiene con la materia que estoy tratando (objeto y prestación),
considero oportuno dedicarle unos párrafos para dejar sentada mi opinión.
Según la opinión tradicional, al diferencia entre una y otra categoría puede ser dibujada asi:
a. Obligación de resultado: es aquella en la cual el deudor asume el deber de realizar una
prestación especifica, encaminada al logro de un resultado concreto, de suerte que el
interes del acreedor queda satisfecho con la obtención de ese resultado (la locación de
obra en la cual el locador se obliga a construir una pared)
b. Obligacion de medios: es aquella en la cual el deudor solo promete el empleo diligente
de medios aptos para que normalmente se produzca el resultado querido pro el
acreedor, pero no asegura la obtención de ese resultado. En este caso, el deudor
cumple con solo emplear los medios prometidos, aunque no se logre lo deseado (la
obligación del medico de “atender” a un paciente)

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Como secuela lógica de tales premisas se configura el siguiente cuadro de cargas y
deberes probatorios:
i. En la obligación de resultado: puesto que el deudor ha prometido ese
resultado, si este no llega a producirse, al acreedor le bastara probar esa
circunstancia, es decir, el incumplimiento de la promesa. No deberá probar la
culpa, pues al incumplimiento se lo presume culpable. Le tocara al deudor, si
quiere liberarse de la responsabilidad, probar que cumplió, o que el
incumplimiento no les es imputable.
ii. En la obligación de medios: al incumplimiento no se lo prueba acreditando la
no obtención del resultado; es natural que asi sea, pues ese resultado no fue
“prometido” por el deudor. El acreedor deberá probar que el deudor no
empleó los medios técnicos adecuados, o que los empleo con negligencia o
imprudencia, es decir, deberá probar que el deudor obro con culpa. Tales son
las consecuencias que derivan de la teoría que divide las obligaciones en dos
categorías, según que el deudor prometa la obtención de un resultado o solo el
empleo de medios adecuados.
c. Falsedad de la clasificación. Fundamentos: con la critica se pretende revertir la situación
en que se hallan los acreedores “de medios”, que deben probar culpa del deudor si
pretender ser indemnizados. Ocurre que esa prueba es muy difícil (a veces imposible),
porque los “medios” consisten casi siempre en prestaciones científicas o técnicas del
deudor que, también casi siempre, el acreedor desconoce. De ahí que imponerle a este
la carga de probar que el deudor no presto los medios adecuados, o que lo hizo con
imprudencia, no es razonable y sirve de pretexto para consagrar sentencias injustas. Es
mucho mas lógico que sea el deudor quien pruebe que cumplió una prestación acorde
con las reglas de la ciencia o de la técnica, y que si no se obtuvo el resultado que el
acreedor esperaba, esta frustración se debió a causas extrañas a la prestación misma o
razones no imputables al deudor. Es esta la finalidad concreta que se persigue. Para
imponerla es necesario negarle validez a la clasificación de Demogue, que otrora rindió
frutos pero que hoy es ineficaz para resolver con justicia el conflicto de intereses que se
plantea en las relaciones jurídicas a las cuales pretende regular, en particular, en las
prestaciones que derivan del ejercicio de profesiones especializadas.
4. Impacto en la regulación de la responsabilidad civil en el Nuevo Código
La responsabilidad contractual y obligaciones consiste en que el deudor viola el deber de realizar
la prestación que es objeto de la obligación, lesionando de tal modo el derecho de crédito del
acreedor a quien causa un daño con su incumplimiento.
La responsabilidad extracontractual nace ante la comisión de un hecho ilícito, en donde el
dañador viola el deber genérico de no dañar a otro, el que constituye una verdadera clausula
general del daño injusto. Es decir, en esta responsabilidad aquiliana ninguna vinculación previa
existe entre las partes, las que “se conocen” a traves del hecho dañoso.
El CCyC ha logrado unificar la responsabilidad civil. Ello se advierte en su articulado, en donde el
Capitulo 1 del Titulo V en el Libro III, establece normas y principios sin distinguir entre el ámbito
contractual y el extracontractual de la responsabilidad civil, por lo cual el deber de reparar se
regirá por las mismas reglas, salvo contadas excepciones. De ello da cuenta el texto del art. 1716
en cuanto establece: “Deber de reparar. La violación del deber de no dañar a otro, o el
incumplimiento de una obligación, da lugar a la reparación del daño causado, conforme con las
disposiciones de este Codigo”.
5. Ejecución por tercero: art. 776 y 1022, 1025, 1026, y 1027 CC-
Se admite que la obligación de hacer sea ejecutada por una persona diferente al deudor, a
menos que de acuerdo a lo pactado, a la naturaleza o circunstancias de la obligación resulte que

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éste fue elegido por sus cualidades para realizarla personalmente, presumiéndose tal elección en
los contratos que requieren una confianza especial (conf. art. 776 CCyCN). El contenido general
de esta disposición luce aplicable en distintas circunstancias.
De un lado, compete al caso del cumplimiento normal de la obligación de hacer, donde se
habilita así el cumplimiento por terceros, cuando no se tratare de obligaciones intuitu personae.
Se admite así que la prestación pueda ser satisfecha por el propio deudor o por otras personas
por él designadas, con la excepción mencionada. La regla es especialmente relevante en cuanto a
la posibilidad de cumplimiento por dependientes suyos y, en tal sentido, luce coherente con la
consagración del principio de equiparación (art. 732 CCyCN), por el cual se admite la actuación
de auxiliares en representación de sus comitentes, igualándose las consecuencias del
incumplimiento de uno y otro.
De otro lado, el art. 776CCyCN anticipa la posibilidad de procurar el cumplimiento por un tercero
ante la mora del deudor. Este supuesto constituye una de las alternativas previstas para la
ejecución forzada, referida además en el art. 777 CCyCN.
Efectos
Si la prestación del servicio o la realización del hecho se realizan en el tiempo y del modo
debidos, operará el cumplimiento exacto de la obligación, contando el deudor con derecho a
obtener la liberación y el de rechazar las acciones del acreedor (conf. art. 731 CCyCN).
Pero de no ser así y resultar imputable al deudor el incumplimiento, el acreedor podrá optar por
la ejecución forzada (art. 730 y art. 777 CCyCN), con derecho a:
a) Exigir el cumplimiento específico: en materia de obligaciones de hacer existe un principio de
acuerdo al cual la ejecución forzada del hecho debido tiene por límite el empleo de la violencia
contra la persona del deudor. Ya en el antiguo derecho francés se afirmaba que nadie puede ser
obligado a prestar su hecho. Vélez Sarsfield, inspirado en autores como Marcadé, habría optado
por un sistema de acuerdo al cual debía distinguirse entre obligaciones cuyo objeto podía ser
separado del deudor y obligaciones en las que ello resultaba imposible: en el primer supuesto, el
uso de la fuerza pública para lograr el cumplimiento se admitía, no así en el segundo, pues ello
implicaría emplear la violencia personal, afectando la dignidad del obligado.
Así, por ejemplo, podría llevarse adelante la ejecución forzada, aplicándose distintos medios para
que una industria proceda al ensamble de una partida de heladeras (ej., mediante sanciones
pecuniarias, subcontrataciones, etc.), no así para que un escritor termine de redactar el guión de
una película.
El Código originario, en su art. 629 disponía: "Si el deudor no quisiere o no pudiere ejecutar el
hecho, el acreedor puede exigirle la ejecución forzada, a no ser que fuese necesaria violencia
contra la persona del deudor...".
El nuevo Código Civil no se pronuncia sobre el límite de la violencia física al tratar el
cumplimiento específico de estas obligaciones, siendo que éste puede alcanzarse mediante
medidas indirectas que no importan agredir la persona del deudor. Así las cosas, puede
interpretarse que este modo de ejecución forzada de la obligación podrá consistir en la
aplicación de condenaciones conminatorias (a ser requeridas por el deudor y aplicadas por un
juez).
b) Hacerlo cumplir por terceros a costa del deudor: esta forma de cumplimiento será posible si
no se trata de una obligación intuitu personae, según anticipáramos. Previamente, deberá
verificarse la mora del deudor.
Ahora bien, la ejecución por otro no puede significar una mayor onerosidad para el deudor,
cuando el acreedor obtuviese el cumplimiento de una prestación sustancialmente diferente.
Tampoco impedirá la indemnización del daño moratorio.
c) Reclamar los daños y perjuicios: también puede optar el acreedor por la satisfacción de su
interés mediante un sucedáneo, consistente en la indemnización de los daños y perjuicios

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derivados del incumplimiento. Será precisa la previa constitución en mora del deudor, con o sin
interpelación —según corresponda—, aplicándose las demás pautas correspondientes a la
reparación de los daños y perjuicios.
Claro está que si la obligación de hacer no pudiera concretarse sin culpa del deudor, se extinguirá
la obligación por imposibilidad de pago.
ARTICULO 776.- Incorporación de terceros. La prestación puede ser ejecutada por persona
distinta del deudor, a no ser que de la convención, de la naturaleza de la obligación o de las
circunstancias resulte que éste fue elegido por sus cualidades para realizarla personalmente. Esta
elección se presume en los contratos que suponen una confianza especial.
ARTÍCULO 777.- Ejecución forzada. El incumplimiento imputable de la prestación le da derecho al
acreedor a:
a) exigir el cumplimiento específico;
b) hacerlo cumplir por terceros a costa del deudor;
c) reclamar los daños y perjuicios.
ARTICULO 1022.- Situación de los terceros. El contrato no hace surgir obligaciones a cargo de
terceros, ni los terceros tienen derecho a invocarlo para hacer recaer sobre las partes
obligaciones que éstas no han convenido, excepto disposición legal.
ARTICULO 1025.- Contratación a nombre de tercero. Quien contrata a nombre de un tercero sólo
lo obliga si ejerce su representación. A falta de representación suficiente el contrato es ineficaz.
La ratificación expresa o tácita del tercero suple la falta de representación; la ejecución implica
ratificación tácita.
ARTICULO 1026.- Promesa del hecho de tercero. Quien promete el hecho de un tercero queda
obligado a hacer lo razonablemente necesario para que el tercero acepte la promesa. Si ha
garantizado que la promesa sea aceptada, queda obligado a obtenerla y responde
personalmente en caso de negativa.
ARTICULO 1027.- Estipulación a favor de tercero. Si el contrato contiene una estipulación a favor
de un tercero beneficiario, determinado o determinable, el promitente le confiere los derechos o
facultades resultantes de lo que ha convenido con el estipulante. El estipulante puede revocar la
estipulación mientras no reciba la aceptación del tercero beneficiario; pero no puede hacerlo sin
la conformidad del promitente si éste tiene interés en que sea mantenida. El tercero aceptante
obtiene directamente los derechos y las facultades resultantes de la estipulación a su favor. Las
facultades del tercero beneficiario de aceptar la estipulación, y de prevalerse de ella luego de
haberla aceptado, no se transmiten a sus herederos, excepto que haya cláusula expresa que lo
autorice. La estipulación es de interpretación restrictiva.
6. Requisitos: posibilidad, determinación, licitud, la patrimonialidad de la prestación y el interés
del acreedor
a. Posibilidad: La prestación debe ser de realización posible, tanto material como
jurídicamente.
Es materialmente imposible cuando contraría las leyes de la naturaleza o de la física (v.
gr., cruzar el océano a nado); la imposibilidad es jurídica, en cambio cuando a ella se
opone un obstáculo legal (v. gr., prendar un bien inmueble, ya que dicha garantía está
reservada exclusivamente para bienes muebles; o vender una cosa que se encuentra
fuera del comercio).
La imposibilidad debe ser originaria y no sobrevenida. El momento oportuno para
valorar la posibilidad e imposibilidad de la prestación coincide con el de la génesis
obligacional. Cuando la imposibilidad es sobreviniente, la obligación nace como tal,
aunque puede devenir ineficaz, sea por causas imputables a alguna de las partes o por
circunstancias fortuitas.
La imposibilidad debe ser absoluta en cuanto impide de manera definitiva, irreversible,

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que la prestación pueda ser objeto de la obligación.
No se da tal situación cuando opera una mera dificultad de hecho, transitoria
o superable.
Es preciso que la imposibilidad sea objetiva, en cuanto ella se produce con
total prescindencia de las condiciones particulares del obligado. Es meramente
subjetiva y no afecta la existencia de la obligación la imposibilidad
que impide al deudor realizar la prestación, pero que no obsta a que ella pueda
resultar apta para otra persona.
En suma, para que afecte el objeto de la obligación, impidiendo que ésta
nazca, la imposibilidad debe ser originaria, absoluta y objetiva.
b. Determinación: La prestación debe estar determinada al momento de nacer la
obligación o, al menos, ser susceptible de determinación ulterior. Es nula la obligación
que tenga un objeto absolutamente indeterminado.
Para que exista una obligación, su objeto debe estar determinado o resultar
determinable. El objeto está determinado cuando se encuentra identificado e
individualizado desde el nacimiento de la obligación, de tal modo que no puede ser
confundido con otro (ej.: en el caso de obligaciones de dar cosas ciertas, arts. 746/761
CCyCN). En cambio, es determinable cuando es factible la individualización del objeto
con posterioridad (ej.: en el caso de obligaciones de género, donde debe hacerse una
elección, arts. 762/763 CCyCN); también cuando se refiere a bienes ilíquidos (ej.: la
cuantía del daño resarcible será fijada por el juez en la sentencia, o por las partes en una
transacción).
c. Licitud: El objeto de la prestación debe ser conforme a la ley y a las buenas costumbres.
No se puede contratar sobre cosas que estén fuera del comercio, hechos imposibles,
ilícitos, contrarios a las buenas costumbres, libertad de las personas, libertad de
consciencia, etc.
La prestación no puede consistir en un hecho ilícito, sino por el contrario, debe ser
conforme a la ley, a la moral y a las buenas costumbres. En algún punto, hay
coincidencia entre el objeto imposible jurídicamente y el objeto ilícito, y los ejemplos
dados con relación al requisito anterior, bien podrían ser demostrativos de una
obligación de objeto ilícito (ej., contratación para ingresar a nuestro país determinados
bienes, a pesar de la prohibición de su importación).
De hecho, el nuevo art. 279 CCyCN, referido al objeto del acto jurídico y aplicable a las
obligaciones, se refiere a ambos requisitos, al expresar: "El objeto del acto jurídico no
debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas
costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana.
Tampoco puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea".
d. Patrimonialidad de la prestación: La prestación debe tener un valor pecuniario, en el
sentido de ser susceptible de apreciación patrimonial. Ello es así, como consecuencia del
carácter patrimonial del derecho creditorio en sí.
Si la prestación careciera de significación económica, es decir, si no fuera susceptible de
ser valuada en dinero, el acreedor no experimentaría daño patrimonial alguno por causa
de su inejecución.
Pero corresponde distinguir entre el objeto en sí y el interés del acreedor en obtenerlo:
este último puede no ser económico, sino afectivo, moral, etc., siendo suficiente que
sea serio, lícito y digno de la protección jurídica. De este modo, el acreedor puede tener
un interés puramente afectivo en adquirir un libro por haber pertenecido éste a sus
antepasados, pero éste siempre tendrá un valor económico, incluso muy alto, si por
ejemplo fuera un incunable.

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e. Interés del acreedor: El interés del acreedor ocupa un lugar relevante, junto al
comportamiento del deudor, en la estructura interna del objeto obligacional. Su
importancia se proyecta desde lo estructural hacia lo funcional, donde este componente
asume una dimensión superlativa, que pone en evidencia, una vez más, la estrecha e
inescindible relación que, funcionalmente, existe entre la obligación y su causa
generadora, particularmente cuando esta es un contrato.
Siguiendo una calificada doctrina, entendemos por interés una necesidad objetivamente
valorable de bienes o de servicios que la prestación del deudor debe satisfacer. El
interés puede ser patrimonial o extrapatrimonial, dentro de esta última categoría se
incluyen relevantes aspectos que hacen a la existencia humana, cuya consecución puede
procurarse a través de relaciones obligatorias (intereses culturales, religiosos,
deportivos, artísticos, morales).
La noción de interés requiere de algunas precisiones mayores cuando se la inserta junto
al comportamiento del deudor como objeto de la obligación. No cualquier tipo de
interés que pueda esgrimir el acreedor es invocable para dar sustento a su derecho de
crédito, y correlativamente, a la deuda que pesa sobre el deudor.
Una primera aproximación (demasiado amplia e inaceptable) seria considerar que el
interés del acreedor comprende todas aquellas posibles finalidades o intenciones
perseguidas por el acreedor a traves de la prestación. Tal solución es insostenible por
cuanto se prestaría a la mayor vaguedad, dando lugar a delicados problemas
interpretativos y generaría al mismo tiempo, una marcada situaciones de incertidumbre
respecto de los alcances de los derechos y deberes de ambas partes. La obligación
perdería su certidumbre jurídica si debiera depender de un elemento exclusivamente
atinente a la esfera interna del acreedor, de muy difícil valoración.
Por tal motivo, prevalece la idea de que el interés del acreedor debe ser buscado,
principalmente, dentro del propio título generador de la obligación. La causa fuente
generadora de la obligación se erige en un elemento objetivo revelador del interés del
acreedor.
El interés no solamente tiene importancia en la estructura de la obligación como
componente del objeto de la obligación. Su correcta valoración presenta también
significativa relevancia en la propia dinámica funcional de la relación obligatoria, al
punto de que nociones tan delicadas como el cumplimiento e incumplimiento
obligacional, o la resolución contractual, pasaran necesariamente por la ponderación de
dicho aspecto.
Es que el interés licito del acreedor no solamente debe estar presente al gestarse la
obligación, como condición de validez, sino que debe también, razonablemente,
mantenerse a lo largo de su existencia hasta el momento mismo en que se opere la
extinción.
De tal modo que:
• La extinción de ese interés puede, frecuentemente, devenir en causa extintiva
de relaciones jurídicas y en ciertos casos, abrir las puertas a delicados problemas de
responsabilidad civil.
• La subsistencia o no de ese interés es la pauta que determina que el acreedor,
ante el incumplimiento del deudor, opte por la vía de cumplimiento forzado o por otras
alternativas idóneas para satisfacerlo o, ante su frustración, acuda a las vías resolutorias
que la normativa le reconoce.
• En materia resarcitoria, el interés del acreedor es el que determina si la
reparación del daño opera in natura (cuando esta es posible material y jurídicamente) o
en forma dineraria

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• El interés frustrado del acreedor es determinante para la configuración del
daño patrimonial y moral que pueda derivar del incumplimiento obligacional.
• El interés es el que preside, en materia de la imprevisión y de lesión subjetiva, la
acción a ejercitar por el afectado (resolución y reajuste en el primer supuesto, nulidad o
reajuste en el segundo).
7. Quid del distingo entre el objeto y contenido de la obligación. (en Teorías que distinguen el
objeto y el contenido de la obligación)
Prestacion es la conducta que ha de desarrollar el deudor, a diferencia del objeto, que es el bien
debido
j. La revolución de la tecnología en las acciones creditorias:
La informática en las relaciones personales u obligaciones: Las realidades negociales se nos presentan como un
fluido devenir que incesantemente impacta en el derecho, y puesto que las obligaciones tienen sin lugar a dudas
por principal fuente a los contratos, la importancia que las nuevas tecnologías han adquirido en el derecho
patrimonial privado se hace patente.
Todo ello por cuanto estas nuevas tecnologías operan como instrumento de conexión o encuentro entre acreedor
y deudor, facilitando transacciones otrora clásicas y sujetas sin mayores inconvenientes a soluciones legales
establecidas paradigmáticamente, o bien posibilitando el nacimiento de nuevas figuras contractuales.
Pero las nuevas tecnologías no solo plantean dilemas en el momento genético de las relaciones contractuales, sino
también, durante su desarrollo y extinción, siendo asi, por ejemplo, el pago electrónico un fecundo hontanar de
cuestiones y problemas jurídicos.
Si procediésemos con rigor lógico y pulcra sistematica, seria claramente posible un estudio sobre el impacto de las
nuevas tecnologías en el derecho de las obligaciones, tratando entonces institutos como el pago electrónico bajo
una teoría general, como corresponde, y ello seria de utilidad ciertamente en el futuro; pero por ahora, el pago
electrónico se va gestando íntimamente vinculado con obligaciones de fuente contractual, con lo cual su estudio,
al menos por ahora, habrá de vincularse con la referida problemática negocial.
Para proseguir con rigor expositivo, tomamos como punto de partida las elaboraciones del Dr. Lopez de Zavalia en
torno a los elementos contractuales, por su claridad y precisión sistemática.
Descubrimos que, siguiendo esta clasificación, de los elementos de las obligaciones. (sujetos, y de allí derivadas la
capacidad y consentimiento; el objeto y la prestación, el vinculo y el tema de la causa) sirve para su estudio de los
presupuestos de los contratos, para los cuales se reserva únicamente como elementos la forma y el contenido.
Como expresamos, la aludida clasificación tiene el merito de no repetir los elementos de las obligaciones y los
contratos y por tanto tiene la perfección necesaria para conducir este análisis sin redundancias y se apoya en que
el objeto de estudio es uno solo: el derecho, y por tanto, no puede enfocarse repetidamente, lo que no es sino una
sola cosa ínsita o esencial al hombre: sus derechos y deberes.
Esta clasificación parte de una distinción primera a la que no es ajena la ciencia jurídica moderna, entre
presupuestos y elementos. Sin embargo, clásicamente, distinguianse los elementos esenciales de los naturales y
accidentales. Esos elementos esenciales podían ser comunes a todos los contratos, o específicos de algun tipo
contractual. Asi, en el caso del contrato de licencia de uso que reina en la industria del software, vendría a ser un
elemento essentialia propia el tener por objeto el uso de un determinado programa, sin que se transfiera su
propiedad intelectual al licenciatario.
Descartaremos en el análisis aquellos elementos en los que las tecnologías de la información y comunicación (TICs)
no logran gravitación que amerite consideraciones novedosas frente a la dogmatica corriente.
Pues bien, sentamos las bases tomando por presupuestos de los contratos requisitos que existen con
prescindencia del contrato, pero que operan como un prius lógico para su concertación, que existen aislados entre
si, pero a los que la idea conceptual del contrato los funde en una entidad pletórica de significación jurídica, la
capacidad, el poder de negociación, la idoneidad del objeto, tomando por elementos el contenido (donde se
incluyen los elementos esenciales propios y esenciales especiales, asi como los naturales y accidentales del
razonamiento clásico) y la forma, ello sin olvidar las “circunstancias” en que se desenvuelve el contrato.
Es ahora momento de aclarar la terminología. Los autores han llamado contratos informaticos no siempre a las

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mismas realidades jurídicas: algunos incluyen en esa denominación los contratos en que alguna de las prestaciones
principales tiene un contenido con objeto informatico (asi la enseñanza, distribución, transporte o transferencia de
hardware y software, entre otros. Otros, a los contratos celebrados a traves de medios informaticos o del uso de
tecnología como medio de expresión de la voluntad de las partes. Mas acertadamente, a nuestro entender, otros
los han definido de la manera mas genérica posible: “toda relación jurídica contractual en la cual la informática
tenga gravitación o incidencia”. Cabe, para no incurrir en excesos ni omisiones, deslindar los siguientes conceptos:
existen para la ciencia del derecho dos campos en que la incidencia de la tecnología obliga a buscar soluciones, o
despejar dudas:
i. Relaciones personales patrimoniales con prestaciones con objeto informatico llamados contratos
informaticos.
ii. Relaciones personales patrimoniales en que las partes manifiestan el consentimiento a traves de medios
informaticos: llamados contratos electrónicos, abarcativos de los contratos celebrados via internet.
iii. De allí es que podemos hablar de relaciones obligacionales informaticas tanto en los casos de contratos
de prestaciones con objeto informatico como cuando surgen de los contratos celebrados o en los que el
consentimiento de las partes se expresa a traves de medios informaticos.
En el caso de los delitos existe una división análoga, donde se agrupan las subespecies de los que se
cometen utilizando el computador como instrumento o medio, y los que se perpetran teniendo como fin
u objetivo a la misma tecnología.
En cierta medida, es imposible despejar la anarquía conceptual existente en esta materia hasta tano no se
logre un acuerdo sobre la posible autonomía de estos estudios dentro de la ciencia jurídica. Esta claro
que, si uno pretende estructurar una nueva rama jurídica, tendría que justificar la autonomía conceptual
de esta, ello llevaría a los defensores de la pretendida nueva rama del derecho a proponer como cobjeto
de estudio realidades en que el tratamiento automatizado de la información exige, cuando no establece,
una regulación propia y especifica para respetar la naturaleza de la cosa.
Sin embargo, no hemos hallado “realidades” vinculadas con la informática que exijan nuevos institutos,
suficientes para sostener una “nueva rama” del derecho. Si nosotros tuviéramos aquel punto de partida,
seguramente, nuestro concepto de contratos informaticos seria harto restringido, pero si vemos la
utilidad de estos estudios en la posibilidad de enfocar transversalmente problemas que fincan su
dificultad en lo “novedoso”, habremos de optar por un criterio mas amplio, para atraer la mayor cantidad
de realidades jurídicas y darles su correcto encuadre según los principios que son propios de las ramas
clásicas a que en verdad pertenecen. Todos ellos sin olvidar que, en ultima instancia, el derecho es uno
siempre.
iv. Incidencia de las tecnologías en los elementos de las obligaciones:
Consideraciones particulares en relación con los elementos: Dicho esto y respetando la línea
metodológica que acordamos ut supra, comenzamos por descartar la capacidad de un tratamiento
especifico por no alterar las reglas generales sobre el tema. Sin embargo, es interesante plantear el
probable caso de incapaces (sobre todo menores) que celebren contratos telemáticos adquriendo bienes
que en este punto no existe óbice alguno para omitir la aplicación del articulo 1041 del Codigo Civil. Asi, si
un menor celebra un contrato mediante la computadora de su padre, adquiriendo determinado bien, este
podría pedir la nulidad del acto jurídico. No debe ser rigurosa la prueba, pues no debemos olvidar que es
el proveedor quien lucra al emplear medios de contratación telemáticos, evitando asi contratar personal,
buscar espacio físico, etc. Y es el mismo proveedor quien debe arbitrar que el mecanismo de compra sea
lo mas seguro posible. Por ello, este proveedor asume un riesgo empresario propio y debe arbitrar los
mecanismos que impidan o disminuyan este tipo de situaciones. Claro esta que el representante legal
también podrá optar en numerosas ocasiones por el remedio de la revocación de la aceptación previsto
en el art. 34 ley 24.240
En cuanto al objeto, el rol principal en el análisis lo tienen obviamente los contratos “con objeto
informatico”, teniendo en cuenta que los contratos “celebrados por medio de computadoras” son tan
variados como tipos o voluntad concordante de partes exista, pues la gran mayoría de los contratos

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puede celebrarse por medio de computadores. En materia de ilícitos informaticos también encontramos
una distinción conceptual según que la nota informática este en el objeto de la acción lesiva o en su
instrumentación.
En los contratos celebrados o formalizados por medios electrónicos, el objeto, la prestación y el vinculo
dependerán de cada contrato y esos presupuestos remiten al estudio del contrato asi celebrado. Estos
contratos asumirán rol protagónico al tratar el consentimiento, por su parte, la forma y la prueba de los
contratos erigirán como elemento primario de análisis el objeto, el que impondrá la forma que la ley exija.
En cuanto al vínculo obligatorio derivado de un ilícito, no hay dudas de que tiene otras particularidades.
Se trata de una vinculación coactiva e ilegal y legal consecuencia de la infracción a la norma por la que se
origina el deber de reparar una vez configurado el delito o el llamado cuasidelito. Por lo mismo, surge la
sancion penal (en caso de incurrir en un “tipo” delictual previsto por el Codigo respectivo) o civil, reunidos
los extremos de atribución de responsabilidad.
v. Especial referencia a la prestación y al objeto: Nuestro método expositivo en el presente capitulo esta
ligado a la distinción entre prestaciones de dar, hacer y no hacer, lo que presupone ubicarnos ahora no
tanto en el contrato en si, sino mas bien en las obligaciones a las que dicho contrato da lugar.
Partimos de la generalmente aceptada distinción entre prestación y objeto como elementos de la relación
obligatoria: La prestación es la conducta que ha de desarrollar el deudor, a diferencia del objeto que es el
bien debido. Por lo tanto el deudor a través del despliegue de la conducta que constituye la prestación
acerca al acreedor el objeto o bien debido que constituye el interes de este.
Finalmente cabe recordar los requisitos de posibilidad, licitud, determinación o determinabilidad y
patrimonialidad de las prestaciones o el objeto según tiene dicho la doctrina para la materia de las
obligaciones y la necesidad de que, al pagar, exista objeto idóneo (integro, idéntico y con la disponibilidad
por parte del solvens).
Podemos afirmar que los contratos con objeto informatico operan como causa fuente de obligaciones de
dar, hacer o no hacer. Respecto a los contratos celebrados a traves de medios informaticos, las
prestaciones serán tan variadas como acuerdos sean posibles entre partes, por lo que resulta aplicable la
misma premisa. Por lo mismo, nos abocaremos a las prestaciones con objeto informatico:
1. Prestaciones de dar: La prestación de “dar” abarca la obligación de entregar “el objeto, la cosa o
bien informatico” por una parte, y de recibirla “y pagar o no el precio como contraprestación”,
claro esta, según sea la fuente.
Tales prestaciones son in genere idénticas para el mismo tipo de contrato (tema este ultimo,
designado como “causa fin objetiva” de las obligaciones con fuente en actos jurídicos en los que
hay una intencionalidad calificable).
Para el presente estudio podemos recordar que las fuentes de las obligaciones engendran de
manera inmediata el derecho y deber jurídico obligacional, personal o creditorio y, para los casos
en que la prestación consiste en la entrega de un bien e implica la constitución de un derecho
real, este nace de manera mediata y una vez cumplida la tradición.
Otras veces la entrega importa la transferencia del uso o la tenencia simplemente, o restitución a
su dueño. Ejemplo: locación o leasing de hardware o software, comodato, deposito.
En las “prestaciones de dar” que importen transferencia constitutiva de derechos reales
podemos verlo en las transmisiones y constitución del derecho de dominio (por ejemplo) sobre
hardware y las copias que contienen el software.
El hardware se rige por los derechos de las cosas y la titularidad sobre un determinado software
o base de datos, conforme a la ley de propiedad intelectual 11723, con la reforma introducida
por ley 25036. En la clasificación de las cosas, el hardware reviste actualmente el carácter de bien
mueble no registrable. De todos modos, en tanto el hardware importe una patente de invención,
también se somete a la legislación especial.
2. Prestaciones de hacer: para las prestaciones consistentes en “hacer” referidas a objetos
informaticos, podemos desarrollar o ejemplificar con variados tipos de conductas como instalar

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un programa, grabar archivos, arreglar los equipos, etc.; todas las cuales se rigen por las normas
propias del contrato que las origina: locaciones de servicio o de obra, relaciones laborales,
prestaciones esporádicas e inclusive gratuitas, complementarias de la compra del hardware, o en
el marco del periodo de vigencia de la garantía.
Respecto a esta ultima clasificación, según el tipo de prestación y objeto, Aparicio, con otro
criterio, al hablar de los contratos con “objeto informatico”, engloba los contratos de utilización
de bienes y servicios informaticos, los que pueden ser clasificados en contratos que tienen por
objeto el hardware, el software o bien prestaciones de servicios. Los primeros (de hardware)
pueden ser de venta, locación o leasing. Los segundos “de software” pueden ser de locación de
obra, cesion de derechos, licencia de uso o de desarrollo del software. Los terceros y últimos, y
aca nos centramos por ser comprensivos de prestaciones de “hacer” (el autor los llama relativos
a servicios) son de una gran heterogeneidad, e incluirían por ejemplo: los servicios de consejo,
los de provision de personal especializado, proyección, implementación y la gestion para reducir
las consecuencias de un evento dañoso que afecte los servicios informaticos y los servicios de
formación o adiestramiento, asi como los servicios de asistencia y manutención.
Encontramos particularmente interesante el contrato en que las prestacioens consisten en
aprendizaje o enseñanza, según se mrie, el que se rige por las normas propias del acuerdo, en
primer lugar, si fuera locación de obra o de servicio, y por las normas pertinentes estatuidas por
las leyes de educación en aprticular, siempre que tal instrucción fuere impartida en un
establecimiento estatal, y claro esta, por las reglas laborales o administrativas en lo atinente a la
retribución del docente y a sus derechos y deberes en general. La enseñanza de informática
jurídica se conoce como “iurismatica”.
3. Prestaciones de no hacer: son innumerables los ejemplos que pueden originarse tanto en
previsiones contractuales, como en las leyes especiales, generales o restantes fuentes que no son
del caso tratar de encorsetar en una enumeración que no ofrece interes tratar.
Retomando el hilo principal, decimos que las convenciones particulares, en tanto y en cuanto
imponen una obligación de abstención, y la ley especifica en su caso, como la derivada del tan en
boga respeto del derecho a la intimidad o del viejo deber de no dañar (que acompaña al hombre
desde que es hombre) obviamente dan origen a la responsabilidad contractual y extracontractual
en caso de incurrir en los presupuestos que les dan lugar.
k. El tema del vinculo y la causa: relevancia
Respecto del análisis del vinculo, este adquiere características especiales por las particularidades existentes en als
relaciones propias del mercado de uso masivo de las nuevas tecnologías de la informática y de las comunicaciones.
Resulta a todas luces evidente que, para los contratos celebrados telemáticamente, el vinculo adquiere las
características del contrato que se celebre, estando supeditado solamente a los vaivenes de la tecnología en la
seguridad de la autoría e inalterabilidad del contenido (firma digital y documentos informaticos), lo que hace al
vinculo ciertamente mas frágil o lo somete al uso de métodos para asegurar estos ingredientes de modo tal que
ellos aparezcan como incuestionables en la medida que alcancen ciertos estándares que exige la seguridad del
trafico. El empleo de la tecnología apta para conferir autoria e inalterabilidad a los documentos se va haciendo
paulatinamente accesible en cuanto a costos; propiciando grandes avances en las posibilidades probatorias para
este tipo de contrataciones; ello siempre que no se imposibilite la celebración de determinados actos jurídicos por
la existencia de formas impuestas incompatibles con la telemática.
Quede claro, en relación con este punto, que solo hemos mencionado una arista de la problemática que ofrece el
vinculo: por un lado, la formalización isntrumental publica o privada requiere de certezas y exactitudes ajenas hoy
a la precisión tecnológica de uso masivo excepto que se emplee la aprobada por las leyes especiales y por otro,
aquella que traduce los condicionamientos probatorios, pues no peude presumirse que alguien este sujeto a un
vinculo obligacional arbitrariamente, sino que ha de haber existido una causa fuente y esta, para adquirir su
plenitud jurídica, exige posibilidades probatorias.
Pero la nocion del vinculo conlleva una serie de consecuencias jurídicas sustanciales que merecen tratamiento a la

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luz de las nuevas tecnologías y del moderno derecho del consumidor.
En este ultimo sentido trataremos, también, el caso de contratos con objeto informatico. Ello por cuanto el lazo
que une a las partes en este tipo de vinculación jurídica tiene particularidades propias, que conviene destacar.
i. La situación de equidad que normalmente vincula ambas partes en la relación personal se ve eclipsada,
como se sabe, en aquellas circunstancias en las que el peso o el carácter que asume una de ellas la hacen
ubicarse en una situación preponderante respecto de la otra. En este aspecto, el proveedor se halla en
una situación netamente privilegiada respecto de su contraparte y los contratos adquieren normalmente
la modalidad de adhesión, esto es, de formulas predispuestas por el proveedor, que el usuario solo puede
aceptar o rechazar en bloque.
ii. Resulta esencial en este tipo de contratos el deber previo (etapa contractual) de asesorar, aconsejar e
informar, por parte del industrial fabricante, distribuidor o intermediario, al adquiriente y el deber de
explicitar sus necesidades por parte del usuario adquiriente. Dicho deber de información, en tanto
corolario del principio de buena fe, ha de proyectarse también a lo largo de todas las etapas del
fenómeno contractual.
iii. Tipos de vínculos contractuales mas comunes: el mas común es la compraventa, si a hardware nos
referimos, pero también se emplean la locación o el leasing para la provisión de bienes materiales
(equipos), la locación de obra o de servicios para las actividades colaterales y la concesión de licencias
para la provisión de bienes inmateriales (software).
El contrato informático como causa fuente de las obligaciones: La problemática contractual tiene
destacada importancia desde la perspectiva jurídica, toda vez, que los contratos operan como la principal
fuente de obligaciones en nuestro sistema jurídico.
Recordemos asi, la clasificación de los distintos tipos de causa perpetuada por Aristoteles, que distingue la
causa fuente o generadora, causa fin o finalidad, causa material o sustrato y causa formal (forma
constitutiva esencial) y asimismo podemos mencionar la causa ejemplar de la escolástica (causa modelo
de algo).
Para las obligaciones, la causa fuente o generadora, y a salvo las divergencias doctrinarias son: contratos,
ilícitos y obligaciones ex lege, la causa fin o finalidad puede distinguirse en objetiva (idéntica para cada
tipo) y subjetiva (móviles personales o psicológicos), lo que solo se aplica a los actos jurídicos, pues la
finalidad va asociada al acto inteligente y libre. En relación con las restantes, la causa material estaría
dada por las conductas humanas involucradas en toda relación creditoria, y la causa formal por la
sumatoria de los elementos constitutivos de la obligación. Por ultimo, la causa ejemplar es obviamente la
conducta modelo.
El estudio de la causa fin, como elemento de los derechos personales que emergen de actos jurídicos, y
como resultante de la voluntad, tiene relevancia en una orbita distinta a la aquí considerada y cuya teoría
general no aparece modificada por las transformaciones tecnológicas, pues tiene aplicación y vigencia
plena.
Es pertinente, a propósito de la causa, la referencia al tema ya analizado sobre la validez del
consentimiento vertido por medios informáticos, y como causa negocial sobre la transferencia electrónica
de fondos en el estudio sobre su naturaleza como negocios casuales o incausados, a los que remitimos.

Pago electrónico: Siendo el concepto de pago: el cumplimiento de la prestación que procura el objeto al acreedor, satisface su
interes y extingue el vinculo liberando asi al deudor. El incumplimiento específico de lo prometido es el efecto mas natural y propio
de toda obligación, el incumplimiento no deja de ser una patología jurídica. Ahroa bien, si al hablar de “pago” en un sentido técnico,
hemos aludido a la realización de una prestación (que puede ser de dar, hacer o no hacer) a traves de la cual procuramos el objeto
debido al acreedor, el pago electrónico habrá de ser esa conducta que satisface el interes del acreedro, pero efectuada a traves de
una serie de tecnologías que han dado origen a la expresión “pago electrónico”. Es decir, en el fondo, el “pago electrónico” pretende
aludir a “pago”, el termino “electrónico” que opera como un adjetivo, deja traslucir en esencia, la forma en que se realiza la
prestación. Asi lo electrónico no es el objeto, sino que el objeto es procurado a traves de ciertas tecnologías.
Ha de entenderse por pago electrónico “cualquier operación de pago efectuada con un tarjeta de pista/s magentica/s o con un

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microprocesador incorporado, en un equipo terminal de pago electrónico (TPE) o terminal de punto de venta (TPV)”. Y excluye “las
tarjetas privadas que no correspondan a la definición de pago electrónico anteriormente expuesta”.
Hasta aquí, entonces, esas técnicas que hacen “electrónico” al pago, se vinculan con el empleo de tarjetas que reúnen determinadas
cualidades técnicas, las que permite su interactividad con dispositivos lectores que registran el pago.
Evidentemente este concepto resulta harto restringido. Si nos interesa delimitar una categoría conceptual llamada “pago
electrónico”, debemos hacerla lo suficientemente extensiva de todos aquellos procedimientos para pagar que, por emplear las
nuevas tecnologías de la información, pueden exigir algún análisis especifico, como todos aquellos mecanismos de pagos basados en
la web.

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