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LA INTUICIÓN TEOLÓGICA DE SAN FRANCISCO DE ASIS 167

A. CERKEN, OFM edición, Lothar Hardick OFM y Engelbert Grau OFM han reelaborado la traduc­
ción alemana de los Escritos de san Francisco disponible desde 1951 y la han
provisto de comentarios más amplios y actualizados. 2 Por último, hay que tener
presente que cada época contempla a su modo y manera a un determinado santo y
LA INTUICIÓN TEOLÓGICA DE SAN FRANCISCO DE Asís su carisma, por lo que -aun esforzándose por evitar cualquier parcialidad direc­
ta-, su visión es siempre perspectivista. Así ocurria también en nuestro estudio.
Adviértase, no obstante, que así se descubrirán líneas anteriormente ocultas o a las
Die theologische lntuition des heiligen Franziskus van Assisi, en Wissenschaft und que se les había prestado poca atención.
Weisheit 2 (1982) 2-25. Todo esto justifica nuestro ensayo de perfilar una vez más, partiendo de sus
propios Escritos, la intuición teológica de san Francisco. Ciertamente un artículo de
revista es, en el fondo, un marco excesivamente reducido para tal empresa, pero
INTRODUCCIÓN puede ser suficiente si sólo se pretende ofrecer un bosquejo global.
Podemos tomar como punto de partida la kénosis de Cristo, el abajamiento de
Indudablemente, Francisco de Asís no fue un especialista en teología, sino un
Dios en nuestro mundo humano, pobre, pecador y degradado, idea considerada
anto de la praxis cristiana. Pero como tal dio a la historia un impulso tan rico y
durante siglos como el núcleo de la visiém de san Francisco y que salta por doquier
mplio que ha podido atribuírsele, a él y a su carisma, u~a orientación teológica, la
a la vista en sus Escritos. Esta intuición fundamenta1.de Francisco ha sido explicada
scuela franciscana. Y esto ha sido posible porque su mismo carisma contenía ya
muchas veces con la tríada «cuna-cruz-altar». Es decir: la encarnación como abaja­
ma intuición teológica bien perfilada, aunque abierta. Su praxis no fue puramente
miento del Hijo de Dios en la existencia pobre y peregrina de los hombres (naci­
)ragmática; estuvo marcada por una espiritualidad y una teología concretas. En
sto se asemeja a los grandes santos miembros o fundadores de órdenes religiosas miento en un establo = cuna) se prolonga a lo largo de la vida de Jesús, alcanza en
ontemporáneos y anteriores a él: san Benito, san Bernardo de Claraval, santo la cruz su punto culminante de abajamiento y de pobreza (cruz), y logra su eficacia
histórica en una Iglesia pobre, en sus «humildes» sacramentos, especialmente en
)omingo de Guzmán.
las «simples» especies del pan eucarístico (altar) (d. CtaO 26-29). Sin duda con esta
La espiritualidad de san Francisco ha sido estudiada muchísimas veces; no hay tríada se abarca lo esencial de la intuición de san Francisco. La cuestión consiste en
[ue esperar, por tanto, que todo lo que se expone en un estudio reciente sea saber si es suficientemente rica. En cualquier caso parece justificado realizar nues­
ompletamente nuevo. Existen con todo motivos que justifican estudiar una vez tro estudio tomando como clave hermenéutica el entramado que acabamos de
nás el aspecto teológico de su carisma. El primero es un motivo externo, y consiste indicar. A la vez, hemos de admitir la posibilidad de que los textos se muestren
'n la celebración del octavo centenario de su nacimiento. Al respecto hay que decir «reacios» y exijan una ampliación de este entramado. En tal caso, deberemos estar
¡ue a menudo --quizá también precisamente con ocasión de este centenario-- se preparados para seguir los Escritos de san Francisco y cambiar nuestra concepción
)resenta a Francisco de modo parcial y fragmentario, sin que se vea la riqueza del previa.
'(ll1junto de su carisma, que brota y se desarrolla a partir de su unión con Cristo.
\ctualmente existe sobre todo el peligro, catastrófico para una comprensión del
;rancisco total, de desvincular el aspecto social y el aspecto teológico de su 1. TEOLOGÍA DE LA PALABRA
.'(Kación.
Un segundo motivo justifica nuestro estudio. En 1976 volvió a publicarse una En los Escritos de san Francisco, la exposición más extensa de una concepción
'd ición crítica de los Escritos de san Francisco conservados hasta nuestros días. Este teológica se encuentra, sin duda, en la segunda redacción de la Carta a todos los fieles.
r.lbajo ha sido realizado con tanto esmero y sobre la base de tantos manuscritos, Empieza en el versículo 4, introducido por el v. 3. Llama la atención que Francisco
¡lIC pucde afirmarse sin ningún temor que nunca hemos tenido a nuestra disposi­ desarrolle aquí la revelación de Dios en Cristo sobre todo como teología de la
j()11 1Il1.l L'dición tan excelente de nuestros documentos básicos. 1 En base a esta

Die Scllriftl'll des hciligCll Fmllzisklls vml Assísí. Einführung, Übersctzlmg l/lid FrllilltcrllIIg
k 1'.'"11" [lit' OpllsclIla des hl. Frallziskll5 von A5Sisi, Grottaferrata 1976 !5picilegium ""11 I ,olh,lr II.1fliick lInd Fngclhd Cr,lll. Sechste, vollig neu bearbeitl'tl' /\lIf1i1gl', W"r11YHO
':"//",,,'1111111'11111/11 t<lJllIl 11). (/'1',111:,;,",111;,,111' (Judit,,,,,, ;'1'/11"/1, t()IlHl 1),
flK A.GERKEN LA INTUICIÓN TEOLÓGICA DE SAN FRANCISCO DE A~IS Ih'l

lelbbra, no sólo en el sentido de querer comunicar a los fieles ,das pal,lbras del El primero es su alto aprecio del Evangelio. En la Leycnda Mayor de S,1Il
:spíritu Santo, que son espíritu y vida», sino también enel sentido de subrayar que Buenaventura, cuando se describen las últimas horas de la vida de Francisco, se
risto es «el Verbo del Padre". «Este Verbo del Padre, tan digno, tan santo y dice: «Después se prolongó, hablándoles acerca de la guarda de la paciencia, de la
;Ioriuso, anuncüíndolo el altísimo Padre del cielo por medio del santo ángel pobreza y de la fidelidad a la santa Iglesia romana, insistiéndoles en anteponer la
;abriel (fue enviado) al seno de la santa y gloriosa Virgen María, y en él recibió la observancia del santo Evangelio a todas las otras nom1as» (LM 14, 5a). Esto
'l'rdadera carne de nuestra humanidad y fragilidad), (2CtaF 4-5). coincide plenamente con lo que Francisco había pensado y vivido y con lo que
quería encomendar a sus hermanos: el Evangelio, como revelación de la verdad de
¿Es casual la elección de este vocablo, localizable sólo en el presente texto, o se Dios, por encima de cualquier otra disposición. El fundamento no puede ser otro
r,lta más bien de una visión general que puede encontrarse así mismo en otros que el hecho de que la revelación de Dios se le manifestara primera y fundamental­
ugares de los Escritos? Hay que responder afirmativamente a la segunda parte, mente a través de la palabra, una palabra relacionada ciertamente con la vida y con
~ues en muchos lugares en los que Francisco nombra la kénosis de la encarnación la praxis, una palabra que no es mera teoría, pero palabra a fin de cuentas.
le Cristo, a cuya luz contempla también la eucaristía, además de nombrar los
Debemos reflexionar también sobre algo muy importante en la idea que
('rminos «cuerpo y sangre», habla de <<los nombres y las palabras'>; por ejemplo, en Francisco tenía de Dios. Emplea una serie de expresiones para alabar a Dios Padre,
,1 C"i/rla a los Clérigos: «Nada, en efecto, tenemos ni vemos corporalmente en este
inasible e inefable, como fuente de todo bien. Es algo que no sólo aparece en el
nundo del Altísimo mismo, sino el cuerpo y la sangre, los nombres y las palabras, Cántico del hennano Sol (<<ningún hombre es digno de hacer de ti mención», v. 2),
,(lf los que hemos sido hechos y redimidos de la muerte a la vida» (CtaCle 3). De
sino también en otros lugares como, por'ejemplo, en ese himno que es el capítulo 23
orma similar, en un fragmento posterior de esa misma Carta, además de mostrar de la Regla no bulada: «Ninguna otra cosa, pues, deseemos, ninguna otra queramos,
;u preocupación por la custodia de las especies eucarísticas, Francisco dice: «De ninguna otra nos agrade y deleite, sino nuestro Creador, y Redentor, y Salvador,
gual modo, los nombres y las palabras escritas del Señor; donde se encuentren en solo verdadero Dios, que es bien pleno, todo bien, bien total, verdadero y sumo
ugares no limpios, recójanse y colóquense en sitio decoroso» (CtaCle 12). bien; que es el solo bueno, piadoso, manso, suave y dulce; que es el solo santo, justo,
veraz, santo y recto; que es el solo benigno, inocente, puro; de quien y por quien, y
I,a siguiente admonición de la Carta a toda la Orden resulta todavía más clara y
en quien está todo el perdón, toda la gracia, toda la gloria de todos los penitentes y
niÍs desacostumbrada para nuestros oídos: «y porque quien es de Dios escucha las
justos, de todos los bienaventurados que gozan juntos en los cielos» (1 R 23, 9).
~~alabras de Dios, por eso, los que más especialmente estamos designados para los
Jivinos oficios, debemos no sólo escuchar y hacer lo que dice Dios, sino también A partir de estas expresiones podemos atrevemos a denominar la intuición
:ustodiar los vasos y los demás objetos que sirven para los oficios y que contienen teológica de san Francisco, en primer lugar, como una teología de la palabra, más o
bs santas palabras, para que en nosotros vaya calando la celsitud de nuestro menos en el sentido siguiente: Dios, el solo bueno, no se queda aislado en su
~ 'reador yÉl vaya percibiendo nuestra sumisión. Amonesto por eso a todos mis soberanía, sino se autorrevela al hombre, pobre, frágil y pecador en un amor que se
hermanos y les animo en Cristo a que, donde encuentren palabras divinas escritas, entrega sin límites. La revelación de la bondad de Dios Padre se realiza mediante la
IdS veneren como puedan, y, por lo que a ellos toca, si no están bien colocadas o en Palabra personal, mediante la Palabra eterna del Padre. Y esto acontece porque esa
ligún lugar están desparramadas indecorosamente por el suelo, las recojan y las Palabra del Padre fue enviada al seno de la gloriosa Virgen María, y con su
repongan en su sitio, honrando al Señor en las palabras que Él pronunció. Pues son nacimiento la Virgen (y, a través de ella, el Padre en la última instancia) lo regaló al
l1luchas las cosas que se santifican por medio de las palabras de Dios y es en virtud mundo. Dios se autorrevela en la pequeñez humana, pero se revela ante todo a
,lt' bs palabras de Cristo como se realiza el sacramento del altar» (CtaO 34-37). través de la palabra. La Palabra del Padre, el Hijo de Dios hecho hombre, irrumpe
en el mundo en los «nombres y en las palabras» que abarcan y revelan toda la
¿Se trata de un concepto extravagante y mágico de Francisco, en virtud del cual historia de la salvación. También la realidad sacramental es una acción de la
¡tribuiría a las palabras de Cristo el mismo rango que a su cuerpo eucarístico? De realidad cristológica. Sólo así se comprende que Francisco reconozca <<las palabras
lH'c!1o, cuando afirma: «sino también custodiar los vasos y los demás objetos que y los nombres escritos del Señor» como símbolo real del mismo Señor, como el
,lrVCIl para los oficios y que contienen las santas palabras» parece que está identifi­ lugar donde se revela su señorío en nuestra pequeñez. Por eso, la reacción correcta
,dlldo incluso la palabra con el pan eucarístico. El hecho de que esta teología de la ante esta revelación amorosa de Dios en la palabra no puede ser otra que la
I"lidln.! ,,1\1 lIombrada, con estos o parecidos términos, en diversas ocasiones, fl'spuesta recíproca de amor por parte del hombre, permitiendo que la relación de
11111t ,,-,t rel lJUI' !lO se trata de una casualidad, sino de algo esencial para Francisco. Dios <1lcal1n' su meta: «Ninguna otra cosa, pues, deseemos ... ninguna otra nos
\",1111' )"1,, 111.1" dl'tl'nid¡11lll'lltl' sobre el fondo de otros dos hechos. ,¡gr,¡dl' v dl'll'ilt', sin(l nuestro Creador, y Redentor, y Salvador. .. »
,\, (,FRKEN LA INTU I(I( IN TI< 11{ X ;ICA m SAN FRAi'\CISCO DE ASÍS 171

('sIl' pensamiento es siempre el mismo: la autoenajenación


" , , , ,,,11,11 .j(' que es «el bien, todo bien, el sumo bien», diciéndole: «Tú eres amor, caridad ... tú
1, ~,'II,",I',
1,1IIlbil'll la Palabra es una condescendencia de Dios, un eres humildad, tú eres paciencia» (AID 4). Es una expresión teológicamente fasci­
," 1,1, , 1"" ,111 H ". hasta nuestra humanidad, culpabilidad y fragilidad. Así lo nante, y muy consecuente si se piensa seriamente que, por amor, la Palabra eterna
1, I .. ,1,It, I( ld( 1 el hecho de que «los nombres y las palabras» puedan encon­ del Padre se hizo «carne», «recibió» en el seno de María «la verdadera carne de
" , '11 111,I',.II'('S ind ignos, El hombre puede arrastrar por los suelos la Palabra de nuestra humanidad y fragilidad» (2CtaF 4), Pues esta encarnación de la Palabra
1", 1 ',11,1 1'I-'lIlCiscu, esto acontece siempre que el hombre deja de responder con eterna contiene como revelación -ya vimos qué es revelación- algo que ya existía
", '1 ,d .llllor de Dios. Para él, por tanto, también eso sería un «abandonar en en Dios antes de la encarnación y que proclama a los hombres precisamente en la
\'"II('S IIHI(,corosos» (d, CtaCle 11) la Palabra del Señor, encarnación. En la vida de Jesús -que empieza con su nacimiento en el portal de
Belén- se manifiesta de verdad el ser más íntimo de Dios, exteriorizado, revelado,
I'r,lIlcisco el conocimiento parece ser siempre global e intuitivo: el entendi­
111
hecho visible para los hombres en espera de su respuesta de amor.
l!t v()luntad y los sentimientos están integrados en la unidad del «corazón»,
'111(l, Id
!t'S LlIllbil>n Dios arriesgó su corazón cuando envió su Palabra a nuestro frágil ¿Y qué es en concreto este amor humilde que se desprende de su eternidad y
1IIIIdo v se entregó con ella. santidad y se pone a caminar al lado del hombre pecador, atormentado y débil?
Francisco no trató de expresar con mayor amplitud todo esto; para él el contenido
de esta revelación de Dios era muy práctico, estaba cargado de su propia experien­
11. LA KÉNOSIS DE LA ENCARNACIÓN
cia personal y muy cercano a su realidad concreta. Con todo, en base al relato de la
COMO AMOR REVELADO Y CONDESCENDIENTE
Navidad de Greccio escrito por Celano y a otros muchos datos que conocemos
sobre Francisco, una cosa aparece clara: Dios ha venido hasta nosotros en su Hijo
inerme, pobre, pequeño, no desde la altura, sino desde la pequeñez, El resplendor
Relata Celano en su descripción de la celebración de la Navidad en Greccio:
de su divinidad no brilla sólo sobre el portal de Belén, sino sobre todo lo pobre,
«Llegó, en fin, el santo de Dios, y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, humilde y pequeño de este mundo. También esto es muy consecuente. Cuando
las contempló y se alegró, Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey Dios se revela, su acción es paradigmática y universal, de lo contrario no sería
y el asno, Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la acción de Dios. Por eso, cuanto acontece en la encarnación del Hijo de Dios tiene
humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén, La noche resplandece como una expresión y alcance universal y vinculante. Cuando la luz que Dios nos ha
el día ... El santo de Dios viste los ornamentos de diácono .. , Luego predica al traído con su venida se proyecta sobre el mundo y sobre los hombres, no sólo nos
pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la revela quién es Dios, sino también quíén es el hombre. Con la venida de la Palabra
pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten mie!» (1 Cel85-86). de Dios a la oscuridad de nuestro mundo y con el nacimiento de Jesús en la noche,
se ilumina la oscuridad, se ilumina el mundo, resplandece la noche, no con su
¿Qué es lo que se destaca en esta descripción? Cuando Francisco habla del propia luz, sino con la luz de Aquel que ha elegido el mundo y la noche como lugar
lVÍU de la Palabra eterna en el seno de la Virgen María, como vimos anteriormen­ de su revelación.
. para él no se trata de ninguna teoría abstracta, sino de la verdadera encarnación
, b Palabra. Ve el pesebre de Belén como si estuviera ante sus propios ojos. El En esta perspectiva, la elección de las palabras empleadas por Celano en su
;Idblo de Belén está también en Greccio. El Hijo del Padre ha venido de veras al relato antes citado adquiere especial significado. «Allí la simplicidad recibe honor,
Illlldo v al hombre en su situación real y concreta de cada día. la pobreza es ensalzada, se valora la humildad.» No se trata de una alabanza a la
simplicidad, la pobreza y la humildad en sí mismas. Más bien se considera a
bu implica una incomprensible condescendencia por parte de Dios, posible
Greccio como sacramento de Belén: Belén brilla a través de los tiempos y se
110 gracias a su amor. Por eso Francisco está convencido de que la humildad del
manifiesta en Greccio o, como dice Celano, «Greccio se convierte en una nueva
¡jo de Dios hecho hombre, la humildad del hombre Jesús de Nazaret, «manso y
Belén». Como Belén se convirtió, con el nacimiento del Hijo, en el sacramento
IInilde de corazón» (d. Mt 11,29), es la revelación de una humildad previamente
,¡,slel1te en el corazón del Dios eterno. La humildad, en efecto, no es otra cosa que originario de Dios, así también Greccio se convierte en sacramento de Belén.
,111l(l! que se abaja y se une al pobre, identificándose con él y asumiendo su Francisco y los hombres que están a su alrededor se sienten concernidos por la
',,1 ¡110 gloria que Dios reservó a la pobreza en el nacimiento de su Hijo. La gloria que aquí
1l.' .1111 ,!II<' ('11 sus Alilhlll1zlIS del Dios altísimo Francisco se dirija a Dios eterno, aparen' !lOl'S 1.1 de una palabra humana, sino la de la Palabra divina. La oscuridad
172 A.GERKEN
LA INTUICIÓN TEOLÓGICA DE SAN FRANCISCO DE ASís 173

y la pobreza del mundo se convierten, en virtud del amor de Dios, en el lugar de la Estamos en la misma línea de lo que hemos expuesto hasta ahora. A Francisco
revelación de su gloria. se le concedió una visión en la que la luz de Dios y la alegría de la salvación
Sólo así podemos comprender la interrelación de las dos series de expresiones resplandeáan precisamente en el abismo, en ese punto del ser que era, aparente­
contenidas en el texto de Celano. Por una parte, la serie «pesebre, buey, asno, mente, el más alejado de Dios. La base de esta visión no podía radicar de ningún
simplicidad, pobreza, humildad, Rey pobre, la pequeña ciudad de Belén», y, por otra, modo en una ingenua mística de la naturaleza, ni en una mera embriaguez poética,
las expresiones «se alegró», «recibe honon>, «es ensalzada», «la noche resplandece insostenibles en una noche como aquella de San Damián. El fundamento no puede
como el día», el Rey pobre es el Rey eterno, alaba la pequeña ciudad de Belén con ser sino la certeza de la fe del Santo, en virtud de la cual le fue dado experimentar
«tierna afección». Con mucha frecuencia se pretende en nuestros días rescatar a que, en la encamación de su Hijo, Dios se hizo presente con su amor y con su luz, de
Francisco de ese nimbo donde se le habría colocado en tiempos posteriores, y manera definitiva y para siempre, en la noche de la lejanía y del abandono, en la
contemplarlo como guía genial del pueblo, preocupado por los movimientos noche de Belén. Para Francisco la mano del Creador estaba directamente unida a su
sociales de su época. Esto, y sólo esto, sería «histórico». ¡Cuán alejada se halla obra no ya a través de la creación en cuanto tal, sino porque Él mismo había
semejante visión del Francisco genuino e histórico, según puede reconocerse a cada asumido la fragilidad del hombre haciendo su yo el destino de éste. El amor de Dios
paso mirando los Escritos auténticos y las acciones del Santo! La figura interior, experimentado en Cristo, un amor que hizo de nuestra oscuridad su propia casa, le
espiritual de san Francisco está a millas de distancia de todos esos intentos que da a Francisco la fuerza para descubrir en la enfermedad yen la precariedad de su
suponen una escisión de su carisma. En modo alguno se necesita o es lícito dejar de existencia humana una luz que brota de la fuente original. Y como a partir de ese
prestar atención al ambiente humano concreto, sobrio y frágil, en el que Francisco momento el amor de Dios no reside solo en las alturas, pues en la encamación
vivió. Él es entera y plenamente un hombre de su época, de la Asís de su tiempo, de viene a nosotros desde la pequeñez, se abre un paréntesis que abraza y transforma
las tensiones sociales de aquel entonces. Pero su carisma consistió precisamente en con su misericordia todo el ámbito de nuestra vida, la alegría y el sufrimiento, la
descubrir en aquel mundo humano concreto, en su oscuridad y sus discordias, la vida y la muerte.
revelación del esplendor divino, porque la había descubierto antes en el rostro del Debe, por tanto, evitarse entender la espiritualidad de la creación según san
niño de Belén, en el rostro de Jesús. La realidad terrena, desnuda, «histórica» y la Francisco como una visión seccionada del mundo, en la que sólo cabrían la belleza
revelación de ese trasfondo nimbado de cielo --que también es una realidad­ y la alegría y de la que estarían excluidos el dolor y la culpa. Sería a todas luces una
están fusionadas en Francisco, no se pueden separar ya, pues él las ha entendido de falsa interpretación del Cántico del hennano Sol, como evidencian sobre todo sus
manera vital: en la encamación, la gloria de Dios eterno ha escogido nuestra últimas estrofas, añadidas posteriormente por Francisco, es verdad; pero que en
oscuridad y nuestra fragilidad, nuestra realidad terrena como el lugar de su vez de implicar una ruptura interna, muestran el fundamento sobre el que se basa
destello. su alabanza al Creador:
Otros acontecimientos de la vida de Francisco confirman que ésta fue una de
sus experiencias fundamentales. Escogemos, a título de ejemplo, el momento de la «Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor

génesis del Cántico del hermano Sol. Si se lee esta jubilosa y excepcional alabanza al y soportan enfermedad y tribulación.

Creador, el primer poema de la lengua italiana llegado hasta nosotros, desvinculada Bienaventurados aquellos que las sufren en paz,

de su fondo histórico, se piensa que fue escrita en una situación serena y sin pues por ti, Altísimo, coronados serán.

problemas. Como sabemos, no fue ése el caso. Celano relata que la noche anterior a Loado seas mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,

la composición del Cántico fue una noche llena de dolor. Francisco yaáa enfermo de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

en San Damián, cerca de Asís. No podía conciliar el sueño; le atormentaban los ¡Ay de aquellos que mueren en pecado mortal!

ratones; estaba al borde de la desesperación. Y justamente cuando se hallaba Bienaventurados aquellos a quienes encontrará en tu santísima voluntad,

sumido en aquel hundimiento humano experimentó la gracia de una promesa de pues la segunda muerte no les hará mal.

triunfo, una gracia que evidentemente concordaba con su manera de ser y de Load y bendecid a mi Señor

¡1l'nSar, y coincidía con su carisma. Al amanecer el día, estaba en condiciones de


y dadle gracias y servidle con gran humildad» (Cánt 10-14).

l( ll11 prender este mundo, donde había experimentado tan directa y concretamente

l '1 dolor y la fragilidad del hombre, como símbolo de la luz de Dios, y podía alabar
Si nuestro análisis es correcto, este último fragmento no es un cuerpo extraño
,11 (n\ldor por todas sus obras (2 Ce1213).
,111,ldid(l, SilHl l'l fundamento sobre el que se basa todo el Cántico. La experiencia de
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la que brotó el Cántico es precisamente la experiencia de un enfermo que siente y base pudo Francisco alcanzar la serenidad y vivir su propia vida unida al triunfo de
vive en propia carne la debilidad humana, los síntomas de la muerte; pero los vive Cristo; no necesitó combatir el mal con sus mismas armas, pues sabía que éste ya
de tal modo que, por la fe en el Hijo de Dios hecho hombre, no sólo atisba la había sido vencido y superado definitivamente por el amor, y que, si bien dispone
felicidad eterna sino que llega a saborearla. Por eso, y sólo por eso, puede llamar todavía de cierto campo de acción, carece de auténtico futuro,
hermana a la muerte y puede convocar al sol, a la luna y a toda la creación a la
alabanza de Dios. Fuera de esta clave histórico-salvífica, la alabanza de la creación
sería problemática e insostenible para un hombre como Francisco, a quien no le III. LA KÉNOSIS DE LA CRUZ COMO CULMINACIÓN

pasaban inadvertidas las injusticias sociales de su tiempo ni los pecados de muchos DEL AMOR REVELANTE

ministros de la Iglesia.
Pero el sentido e importancia de la visión que del mundo tiene Francisco posee El modo y manera como Cristo venció definitivamente el poder de las tinieblas
un alcance todavía mayor. Llama la atención que Francisco no afrontara como un radica en su asunción, es decir, en el hecho de afrontar en su propio cuerpo el asalto
revolucionario los problemas sociales de su tiempo ni las sospechas que pesaban del maligno, cargando sobre sí el pecado del mundo. Y esto lo hizo sobre todo en la
sobre la vida y el ministerio de los servidores de la Iglesia. Nunca se manifestó cruz. La recepción de los estigmas en el monte Alverna, hecho que ya en tiempos
superior a los demás o capaz de hacer las cosas mejor que los otros; nunca abrumó de Francisco se interpretó como el sello con que Dios lo marcaba con una vida
al pecador o a los pecadores ni trazó de convertirlos por la fuerza; nunca empleó la semejante a la de Cristo, es una demostración de que, para él, Cristo pobre es sobre
violencia, externa o interna, con armas materiales o con argumentos espirituales. todo Cristo crucificado, El Alverna es la meta a la que conduce el camino de san
I ,a única excepción en este ámbito es su actitud hacia los hermanos de la Orden Francisco. Al respecto, podemos observar lo siguiente, basándonos sobre sus
«que no son católicos», es decir, hacia quienes han ingresado en la Orden sin mismos Escritos.
aceptar sus valores espirituales fundamentales (cf. Test 31-33). Pero nunca tuvo el
En sus Escritos Francisco habla menos extensa y profundamente de la cruz de
comportamiento de un revolucionario con quienes no pertenecían a la Orden ni
Cristo que de la Palabra de Dios, el Evangelio, la encamación, la pobreza del Hijo
con los ministros de la Iglesia. 3 Dios. Los pasajes en los que se menciona la cruz se caracterizan por incluir el
Surge espontáneamente una pregunta: ¿Cómo puede un hombre que se pre­ motivo de la redención del hombre, el amor misericordioso de Dios, y exigir,
senta con un mensaje universal que concierne a todos y a todos llama a la conver­ inmediatamente después, una respuesta de amor mediante el seguimiento del
sión, no asegurar, proteger ni defender su misión? Frente al mal, Francisco sólo Crucificado. Así sucede, por ejemplo, en la oración que, según atestigua el Testa­
conoce una actitud, diametralmente opuesta a la del marxismo. Mientras éste mento, más repetía san Francisco en las iglesias: «Y el Señor me dio una fe tal en las
l'mplea la violencia para eliminar el mal y a los malos, es decir, todo lo que en su iglesias, que oraba y decía así sencillamente: Te adoramos, Señor Jesucristo, tam­
opinión está en contra de la futura sociedad sin clases, Francisco dice: «Y, si vemos bién en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, porque por
II oímos decir o hacer malo blasfemar contra Dios, nosotros bendigamos, hagamos tu santa cruz redimiste al mundo» (Test 4-5).
bien y alabemos a Dios» (1 R 17,19). Así pues, frente a los poderes de las tinieblas
Algo similar encontramos en 1 R 23, 1-3: «Omnipotente, santísimo, altísimo y
hancisco la única lucha que conoce es la de la práctica contraria. ¿De dónde saca
sumo Dios, Padre santo y justo ... te damos gracias por ti mismo, pues por tu santa
esta fuerza, esta paciencia? ¿Es sólo el resultado de la reflexión de que quien lucha
voluntad ... quisiste ... que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz (de
con violencia contra la violencia, refuerza todavía más la cadena de la discordia,
Cristo), y sangre, y muerte.» En estos dos pasajes podría verse sobre todo una
sumando injusticia a la injusticia? Sin duda, esta idea desempeñó un papel impor­
simple evocación de la muerte de Cristo en la cruz; pero, habida cuenta del
1,1 n tl' en su vida. Pero su actitud resulta mucho más comprensible si se observa a la
contexto, sería un error. También aquí la expresión está incluida en la respuesta de
luz de su experiencia de fe. En esta experiencia de fe vio cómo en la encamación
amor, en una praxis, en el caso presente, es verdad, no en la praxis del seguimiento
<. 'risto alcanzaba y vencía el abismo y el poder de las tinieblas con su ofrenda de
en la vida de penitencia o el servicio a los leprosos, sino en la praxis de la adoración,
.llllor, con la entrega de su existencia hasta el corazón de ese abismo. Sobre esta
que es una praxis decisiva, como muestra la diversidad de las oraciones y alaban­
zas de Dios que Francisco nos ha dejado. Éste no se limita a afirmar que Cristo se
':r,lI1,'i~'ll !lO quiere predicar en las parroquias más allá de la voluntad de sus entregú por nosotros hasta su muerte en la cruz y que nos redimió con esta entrega
,',IITI" I ,~, .l\lllllllt' 11"\,(,11 ulla vida irregular. Véase, al respecto, Test 7-10. SllY,l; lodo ''so lo l'xprl'sa en forma de acción de gracias, en forma de adoración y
176 A.GERKEN LA INTUJlIUNIH)LóGICA DE SAN f'RANCISCO DE !\Sl~ 177

reconocimiento, en forma de alabanza. Nos hallamos ante un discurso hOlllúlogo al una contemplación meramente teórica y guiar inmediatamente a la praxis de 1,1
que los exegetas atribuyen a los estratos más antiguos de la teología de 1,1S comuni­ adoración y del seguimiento. Eso no excluye en modo alguno, al contrario, qUI'
dades cristianas del Nuevo Testamento. tengamos en la cruz la culminación de la revelación divina y, por tanto, el centro
del Evangelio.
En los otros lugares donde Francisco menciona la cruz de Cristo, se percibe
inmediatamente su inclusión en la praxis del seguimiento. Así, un,l de las cuatro Por eso, el principio de la vocación de san Francisco, cuando reconoció en la
citas bíblicas con las que 1 R 1 caracteriza brevemente la vida de los hermanos capilla de la Porciúncula que Jesús le dirigía también a él la palabra con que envió a
menores es una palabra sobre el seguimiento de la cruz: «Si alguno quiere venir en los discípulos en misión, es al mismo tiempo una urgencia a recorrer ese camino de
pos de mí, niéguese a sí mísmo y tome su cruz y sígame (Mt 16,24)>> (1 R 1, 3). identificación con el Crucificado que le llevará hasta la cima del monte Alverna.
Idéntica línea vemos en la Admonición 6ª: «Reparemos todos los hermanos en el
¿Podemos aplicar a su experiencia de la cruz un rasgo fundamental de la
buen Pastor, que por salvar a sus ovejas soportó la pasión de la cruz. Las ovejas del manera de pensar de Francisco que ya nos llamó la atención al analizar su visión de
Señor le siguieron en la tribulación y la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la
la encarnación del Hijo de Dios? Nos referimos al hecho de que, para él, la pobreza
debilidad y la tentación, y en todo lo demás; y por ello recibieron del Señor la vida del ser terreno se ha convertido con la venida de Jesús en el lugar donde brilla la
sempiterna. Por eso es grandemente vergonzoso para nosotros los siervos de Dios
gloria de Dios, y que, por tanto, la luz brota de la oscuridad, la alegría nace de la
que los santos hicieron las obras, y nosotros, con narrarlas, queremos recibir gloria simplicidad, la felicidad de la humildad. ¿Puede pensarse en hablar, incluso en el
y honor.» Aquí aparece claramente una toma de postura frontalmente opuesta a terrible acontecimiento de la cruz, de revelación de la gloria de Dios y de la luz
una «teología de la cruz» de tipo hagiográfico, valga la expresión, y separada de divina? En caso afirmativo, habría que afirmar que la visión de san Francisco es
una praxis de la cruz. muy similar a la de la teología joánica del Nuevo Testamento. En efecto, como se
Incluso en el lugar donde Francisco expone, de manera ciertamente esquemáti­ sabe, en el Nuevo Testamento el evangelista san Juan presenta la hora de la cruz
ca pero completa, su concepción teológica, es decir, en la segunda redacción de la como la hora de la glorificación de Jesús (véase, por ejemplo, Jn 12,23ss.). ¿Qué hay
Carta a todos los fieles, cuando menciona la muerte de Cristo en la cruz introduce de ello en Francisco? .
inmediatamente -a diferencia de en el caso de la exposición de la encamación-la
En las Admoniciones encontramos un largo texto que considera que la gloria yel
praxis del seguimiento: «Y la voluntad de su Padre fue que su bendito y glorioso honor del hombre consiste en la unión con la cruz de Cristo: «¿De qué, pues,
Hijo, a quien nos lo entregó y el cual nació por nuestro bien, se ofreciese a sí mismo
puedes gloriarte? Pues, aunque fueses tan agudo y sabio que tuvieses toda la
como sacrificio y hostia, por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz; no ciencia y supieses interpretar toda clase de lenguas y escudriñar agudamente las
para sí mismo, por quien todo fue hecho (d. Jn 1,3), sino por nuestros pecados, cosas celestiales, no puedes gloriarte de ninguna de estas cosas; pues un solo
dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas (d. 1 Pe 2,21)>> (2CtaF 11-13).
demonio sabía de las cosas celestiales, y sabe ahora de las terrenas más que todos
Si se profundiza en el análisis de estos textos, se advierte que la encarnación los hombres, aunque hubiera alguno que recibiera del Señor un conocimiento
encierra una dinámica interna que conduce a la muerte salvadora en la cruz. Por especial de la suma sabiduría. Asimismo, aunque fueses el más hermoso y rico de
eso, en la muerte de cruz culmina para Francisco el camino de pobreza y de todos y aunque hicieses tales maravillas que pusieses en fuga a los demonios, todas
humildad iniciado por Dios en la encamación de su Hijo. Yeso explica también que estas cosas te son perjudiciales, y nada de ello te pertenece y de ninguna de ellas te
esta dinámica sea considerada en la 2CtaF como una unidad cuya meta y conse­ puedes gloriar. Por el contrario, es en esto en lo que podemos gloriarnos: en
cuencia práctica es el seguimiento de Cristo, un seguimiento concebido y previsto nuestras flaquezas yen llevar a cuestas diariamente la santa cruz de nuestro Señor
desde el mismo principio de todo ese proceso. T.o cual quiere decir, igualmente, Jesucristo» (Adm 5, 4-8).
que cuando se habla de una teología de la cruz en Francisco -se trata, más bien, de El raciocinio sobre el que se basa el texto es el siguiente: la cruz es el punto
una praxis del seguimiento de la cruz-, debe basarse sobre la teología de la culminante de la humildad de Dios y de su solidaridad con el hombre, a la vez que
revelación de Dios a través de la Palabra y de la Encarnación. La cruz es el punto de
el lugar del amor definitivo e insuperable de Dios. Y el amor de Dios es la gloria
mir,l externamente más visible del camino de la humildad divina.
divina, la gloria de Dios, la luz de Dios. Por eso en la cruz se revela también la
I 'recisamente por eso, puesto que el amor de Dios alcanza en la cruz una esencia del hombre, en ella se alcanza la luz y la gloria. La gloria del hombre
Im'did,l inimaginable, cargando sobre el Hijo el abismo del pecado y de las consiste en b p,nticipación en la cruz de Cristo, no en las riquezas ni en el prestigio
tinilNas para salvar a los hombres, Francisco procura en cuanto es posible evitar l'xll'rillr, pUl'" Sil'llllo im,lgl'll dI' Dios, es un ser llamado al amor y a la humildad.
17K A.CERKEN LA INTUIClOr-,; TECJI.ÓCICA DE SAN FRA:\C ISCO DE ASIS 17')

Sólo así se explica que en todos los relatos del acontecimiento del monte en contacto con la Palabra de Dios, una Palabra que había sido dirigid,l dios
Alverna, ocurrido dos años antes de la muerte de Francisco, se vincule el tema de la hombres de muchos siglos atrás? En los textos que hemos citado, Francisco indica
compasión con el Crucificado, e incluso el del horror ante la visión de la cruz, con el que su encuentro con la Palabra de Dios fue inmediato y directo. Esta inml'Ji,llcz
tema de la alegría y del júbilo. Sirva como ejemplo el relato de la Vida primera de fue posible porque experimentó en la palabra y en los sacramentos de la Iglesia la
Celano: «Se sentía envuelto en la mirada benigna y benévola de aquel serafín de continuación y actualización vivas de la revelación de Dios. Su fuerte acentuación,
inestimable belleza; esto le producía un gozo inmenso y una alegría fogosa; pero al desde el principio, de la «santa Madre Iglesia» como el único marco de una vida
mismo tiempo le aterraba sobremanera el verlo clavado en la cruz y la acerbidad de según el evangelio, aparece especialmente clara al final de la Regla bulada: «... para
su pasión. Se levantó, por así decirlo, triste y alegre a un tiempo, alternándose en él que, siempre sumisos y sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, firmes en la fe
sentimientos de fruición y pesadumbre» (1 CeI94). católica, guardemos la pobreza y la humildad del santo Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo que firmemente prometimos» (21{ 12, 4).
Tenemos aquí, en forma de relato vivencial, la típica teología de la cruz que en
el evangelio de san Juan presenta compenetradas en un mismo plano la muerte y la Respecto a esta manifestación, es indiscutible la inequívoca visión eclesial de
gloria. La visión de san Francisco sobre la encamación, en la que contempla la san Francisco, afirmada en muchos lugares. A nosotros nos interesa hacer aquí una
pobreza y el abajamiento de Jesús convertidos en el lugar de la luz y de la gloria de observación, partiendo del texto que acabamos de citar. Se ha afinnado continua­
Dios, parece mantenerse hasta la cruz, punto culminante de la tensión y del mente que Francisco se mantuvo siempre firme en su fe en la Iglesia, en su jerarquía
desgarro, según el criterio humano, pero que, según el criterio de Dios expresa la y sus sacerdotes, aunque fueran pecadores. Sirva de ejemplo esta palabra del
irrupción del amor y la gloria, por una parte, y, por otra, la del ocaso y la muerte. Testamento: «Después de esto, el Señor me dio, y me sigue dando, una fe tan grande
en los sacerdotes que viven según la norma de la santa Iglesia romana, por su
Esta visión implica, inevitablemente, una detenninada antropología. También ordenación, que, si me viese perseguido, quiero recurrir a ellos. Y si tuviese tanta
el hombre es el ser cuya esencia, es decir, el amor, no se logra siendo «cada vez sabiduría como la que tuvo Salomón y me encontrase con algunos pobrecillos (=
mayor», ni siendo «cada vez más fuerte», sino abajándose cada vez más profunda­ pecadores) sacerdotes de este siglo, en las parroquias en que habitan no quiero
mente, uniéndose a la cruz de Cristo, que «dio su vida por los amigos» On 15,13). predicar al margen de su voluntad» (Test 6-7).
De hecho, en base a cuanto sabemos por las biografías, es muy probable que la
recepción de las llagas en el monte Alverna incluya precisamente esa entrega «de la ¿Dónde radica la base de esta actitud? No es difícil dar una respuesta, después
propia vida por los amigos»: lo que más crucificó a Francisco durante los dos años de todo lo dicho. El misterio de la revelación de Dios al mundo se ha manifestado
anteriores a su muerte fue la división de la Orden, que había crecido demasiado en Cristo y en su Palabra como un misterio de kénosis, de desprendimiento. Por
hasta para él. Sufría viendo la desunión existente en ella y cómo muchos de sus eso también la permanencia viva de la revelación en la Iglesia ha de entenderse
hermanos no podían o incluso no querían seguir el ideal primitivo. El no abando­ como un misterio de kénosis. Lo cual significa que, para revelar el misterio de su
narlos, el amarlos, y amarlos en su fragilidad, «hasta la cruz», constituye el conteni­ pureza y de su amor, Dios no excluye al hombre pecador y vil; al contrario,
do y la causa de su experiencia de la cruz en el monte Alverna. El sufrimiento por la introduciéndose en el misterio de la fragilidad y de la pecaminosidad humanas,
Orden le grabó las llagas y, desde su amor creyente, supo que eran las llagas del muestra que es el amante auténtico y revela en ellas su santidad. El mismo Francisco
Crucificado, que no retuvo para sí su propia vida, sino que la entregó por todos da esa fundamentación cuando dice: «Y no quiero advertir pecado en ellos, porque
nosotros. miro en ellos al Hijo de Dios y son mis señores. Y lo hago por este motivo: porque
en este siglo nada veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios sino su
santísimo cuerpo y santísima sangre, que ellos reciben y solos ellos administran a
IV. PALABRA Y SACRAMENTO EN LA IGLESIA
otros. Y quiero que estos santísimos misterios sean honrados y venerados por
COMO NUEVA PRESENCIA DE LA KÉNOSIS DE CRISTO.
encima de todo y colocados en lugares preciosos» (Test 9-11).
LA IGLESIA COMO SACRAMENTO KENÓTICO
En este texto se afirma nítidamente que la Iglesia es un «sacramento kenótico»
y que, por tanto, no proclama all )ios sublime y su amor mediante la grandeza y la
FI1 nuestro punto de partida, en el que vimos cómo Francisco experimentó en sublimidad humanas; al contrario, Dios se sirve de la pobreza y de la fragilidad
1.1 1'1111111/'1/ la revelación del Dios viviente, no consideramos una de las cuestiones como signos de Sil gloria. La gloria de Dios es tan poderosa que su luz atraviesa
1l'1,1ljol1.ld,lS c()n dicho tema; concretamente: ¿Cómo entró Francisco, en el siglo XIJI, respl.mdl" 'j, '11 I¡' ¡ 'll'l'c,ldo hu 111,mo v se m,lnifil'sta -por ejemplo, en b euc.lrisl Íil ()
180 A. GEI{!(EN 1A INTUIClC)N TEOLOGICA DE SAN f[{ANClS(() 11I. i\SIS 1St

en la ordenación sacerdotal- a quien reconoce en la fe el carácter "l'll(llico de la en la Iglesia y negarse a aceptar el ofrecimiento de la salvación que l'n l'lId le bri nd<1
revelación de Dios. Cristo. Pero quien contempla con fe este misterio, acogeré1 la glori<1 de Dios en 1,)
figura pobre y humilde de la Iglesia.
Por consiguiente, ese eslogan que hoy se oye muchas veces: «Jesús sÍ, Id Iglesia
no», sería totalmente incomprensible para Francisco y una muestr,) de que, en Aquí puede verse a todas luces un paralelismo con la eucaristía. Quil'n recono­
lugar de haber entendido el misterio de Jesús en su auténtica profundidad, se ha ce a Cristo en las humildes especies del pan, tratará con respeto todo cuanto con
permanecido pendientes de la proyección de los propios deseos. El hombre Jesu­ ellas se relaciona y será obsequiado con la sublimidad y la gloria de Dios: «debe­
cristo, que es al mismo tiempo el Hijo de Dios, está ciertamente libre de todo mos... custodiar los vasos y los demás objetos que sirven para los oficios y que
pecado en sus actos humanos, pero no ha subordinado su amor y su presencia a los contienen las santas palabras, para que en nosotros vaya calando la celsitud de
méritos del hombre -¿a quién hubiera podido en tal caso brindar su gracia?­ nuestro Creador y Él vaya percibiendo nuestra sumisión» (CtaO 34). Siguiendo la
sino que los entrega a seres humanos y frágiles. Ésta es justamente -también en la línea de pensamiento de san Francisco, puede afirmarse de manera parecida que
historia de la Iglesia-la estructura interna de Belén y del Gólgota. Por eso destaca en quien, por la fe, reconozca en la figura de la Iglesia pobre y pecadora -incluida
Francisco con tanta fuerza el aspecto kenótico cuando habla de la eucaristía: su figura institucional, eclesial! sacramental, característica de su ministerio sacer­
.(¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase el mundo todo y exulte el cielo dotal-la gloria del amor de Cristo, irá calando «la celsihld de nuestro Creador» .
cuando Cristo, el Hijo de Dios vivo, se encuentra sobre el altar en manos del Para Francisco esta dialéctica del amor reside esencialmente en la fe, en virtud de la
sacerdote! ¡Oh celsitud admirable y condescendencia asombrosa! ¡Oh sublime fuerza kenótica de la revelación de Dim¡ en Cristo pobre.
humildad, oh humilde sublimidad: que el Seüor del mundo universo, Dios e Hijo A todo esto debe aüadirse otra cosa: san Francisco era perfectamente conscien­
de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una te de que un sacerdote que comprendiera esta relación, se sentiría afectado perso­
pequeüa forma de pan! Mirad, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante Él nalmente por ella y por su dinamismo interno. Por eso, cuando quería que la Iglesia
vuestros corazones; humillaos también vosotros, para ser enaltecidos por Él. En pecadora se configurara a Cristo, no confió nunca en el duro «Tú debes» ni en el
conclusión: nada de vosotros retengáis para vosotros mismos a fin de que enteros simple mandato, sino en la fuerza de Cristo, que se manifiesta en la debilidad y, por
os reciba el que todo entero se os entrega» (CtaO 26-29). consiguiente, en la profundización de la fe en el misterio de Cristo. Su predicación,
lejos de ser moralizante, quiere introducir en el misterio; y quiere introducir de
Una vez más encontramos esa ley estructurante que ya nos resulta familiar:
manera que su consecuencia ética, el seguimiento de Cristo, desempeñe siempre
,)quí se compenetran, por una parte, la humildad, la pequeüez y la condescenden­
un papel central. Así, en su Carta a los Clérigos les dice que tengan en cuenta que
cia y, por otra, la sublimidad y la celsitud, y esto de manera que la humildad de
administran los misterios eucarísticos y saquen las consecuencias pertinentes para
Dios se experimenta como lo más excelso de su sublimidad, como la cima de su
su propia vida: «Y donde se encuentre colocado y abandonado indebidamente el
glorié1. En su grandeza, Dios da siempre un paso más de lo que el hombre se atreva
santísimo cuerpo de nuestro Seúor Jesucristo, retírese de allí y póngase y custódiese
.1 pl'nsar o de lo que pueda imaginarse. Dios se indina, se hace pequeño -por
en sitio precioso» (CtaCle 11). Francisco creía que una asimilación profunda del
,111101'-. Ante este misterio del amor kenótico de Dios, Francisco no puede limitar­
misterio de la eucaristía transformaría a los mismos sacerdotes.
se ,1 la simple notificación o proclamación: su palabra se vuelve júbilo; el júbilo,
grito de admiración; la admiración, adoración. Viene automáticamente a la mente un episodio de la vida del papa Juan XXIII.

Siendo patriarca de Venecia, le informaron que el párroco de una aldea apartada
Precisamente por eso debe el hombre responder al amor condescendiente de
era un bebedor y descuidaba su feligresía. Se puso en camino y,llegado a la aldea,
1)ios con la praxis de una vida de amor. Como hemos oído antes, las sencillas
preguntó por él. Con cierto tono irónico le dijeron que estaría en la taberna. Allí lo
especies del pan, convertidas en la eucaristía en lugar de la revelación de Dios y de
encontró. Le pidió que lo acompañara. Ya en casa, en lugar de lanzarle reproches,le
Sll ,)mor, deben «ser honradas y conservadas en lugares preciosos»; y la misma

rogó que le oyera en confesión. El reconocimiento de la gloria de Cristo, mientras


((lllsl'cuencia vige respecto al misterio de la Iglesia, que no sólo acontece en la
administraba el sacramento de la penitencia al Patriarca, debió de hacer pensar a
1"lIdbr,) y l'n el sacramento, sino también en la administración de la palabra y del
aquel párroco mucho más que cualquier sermón.
'.dl J'.11l1l'lltO. Ilay que honrar a los sacerdotes, no sus pecados, reconociendo en

1,11, )s, l'1l S\I fr,)gilidad ya pesar de su fragilidad, al 1 lijo de Dios y el misterio de su

,I!ll )!l, 1I1,1I11iellto ,1ll10roSO. Para Francisco sólo el hombre que no ha reconocido el

111i',¡' '11') ti,· L1 ,1\1 tOl'l1ajel1ación de Dios en la vida de Cristo, puede escandalizarse

IH2 A.GERKEN LA INTUICIÓN TEOLóGICA DE SAN FRANCISCO 1)1' !\C,IC, 1S\

V. LA KÉNOSIS DEL SEGUIMIENTO Y SUS CONSECUENCIAS existencia kenótica del evangelio a partir de él mismo y, a la hora Lil' l',horI.1r, .1
SOCIALES. IMPLICACIÓN DEL DISCÍPULO EN LA EXISTENCIA quienes primero dirige su exhortación y su llamada es a sus hermanos: (,Flllpl"lll'n­
KENÓTICA DE LA REVELACIÓN DE CRISTO EN EL ESPÍRITU se todos los hermanos en seguir la humildad y pobreza de nuestro Señor jl'sllLTisll 1
y recuerden que nada hemos de tener de este mundo, sino que, como din' el
Apóstol, estamos contentos teniendo qué comer y con qué vestimos (1 Tim 6, H). Y
Con todo lo dicho no hemos reproducido todavía de manera completa la
deben gozarse cuando conviven con gente de baja condición y despreciada, con los
visión que de «1a Iglesia» tenía Francisco. En efecto, la Iglesia no sólo posee un lado
pobres y débiles, y con los enfermos y leprosos, y con los mendigos de los caminos.
institucional; más todavía, en cuanto signo y «sacramento», su faceta institucional
Y, cuando sea menester, vayan por limosna, Y no se avergüencen; y más bien
tiene la finalidad de hacer presente en el mundo la gloria de Cristo. Y esta gloria
recuerden que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios vivo omnipotente, puso su
---que es esencialmente un amor kenótico y autodesprendido--- se hace realmente
faz como piedra durísima (ls 50, 7) Y no se avergonzó; y fue pobre y huésped y
presente en el mundo cuando suscita una respuesta adecuada, cuando hombres
vivió de limosna tanto Él como la Virgen bienaventurada y sus discípulos. Y
concretos responden a ella en su misma vida. Para Francisco, en la medida en que
cuando los hombres los abochornan y no quieren darles limosna, den por ello
se reconoce la presencia de Cristo en el sacramento este reconocimiento se transfor­
gracias a 1)ios, pues por los bochornos padecidos recibirán un gran honor ante el
ma en respuesta, es decir, en praxis de adoración y en praxis de seguimiento.
tribunal de nuestro Señor Jesucristo» ( 1 R 9, 1-6).
Cuando habla de la humildad de Dios en la eucaristía, inmediatamente exhorta a
dm una respuesta: «Mirad, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante Él Si se quiere, puede decirse que el seguimiento de Cristo que este texto exige es
vuestros corazones; humillaos también vosotros, para ser enaltecidos por Él. En un seguimiento apostólico, pero un apostolado con características propias, dada su
cunc!usión: nada de vosotros retengáis para vosotros mismos a fin de que enteros estructura kenótica. En primer lugar es un apostolado con la propia existencia y
os reciba el que todo entero se os entrega» (CtaO 28-29). El seguimiento no puede que tiene, por tanto, un componente social en el mundo concreto. Cristo, que era
ser algo a medias, ha de ser total, de una pieza, pues el amor con que Cristo se rico, pues era Dios, no retuvo para sí su riqueza, sino que entró con su propia
,1l10nadó fue sin medias tintas, de una sola pieza. existencia en nuestra pobreza y pecaminosidad; éste fue el envío primario del que
La vida, que debe vivirse en respuesta a la revelación de Dios en Cristo, surgieron el Evangelio y la Iglesia; por tanto, seguir a Cristo significa asumir este
Francisco la llama -y aquí aparece una vez más el punto de partida de su intuición movimiento kenótico o, mejor dicho, insertar la propia existencia humana de
tl'Ológica, su visión de la Palabra de Dios- «vida del Evangelio». En la medida en seguidor en ese movimiento kenótico. Por eso, Francisco no retrocede ante los
que es institución, la Iglesia no ha de ser considerada el punto final, ni en dirección despreciados, los pobres, los leprosos; al contrario, va a su encuentro con la
hacia arriba ni en dirección a los lados, el mundo. Hacia arriba, en su relación con conciencia de haber sido enviado y de llevarles con su amor ---que es a la vez
Dios, la Iglesia es el lugar genuino donde se manifiesta, hoy y en todos los tiempos, «sacramento»- otro amor más profundo, distinto, mayor: el amor de Dios en
la revelación de Dios en Jesucristo, pero eso justamente: la revelación de Dios en Jesucristo.
('ri~t(), no la revelación de la Iglesia. Hacia los lados, la Iglesia es el marco donde
La dimensión social en la acción y en el pensamiento de san Francisco tiene,
debe darse la respuesta a la revelación de Dios, donde los hombres deben vivir «la
consiguientemente, una fundamentación y una estructuración cristológicas. Si se
vida del Evangelio». Así pues, la Iglesia es necesaria como «sacramento», como
quiere entender a Francisco, nunca debe perderse de vista esta estructura cristológica,
mediación de la salvación, función que Francisco siempre le reconoció; pero no es
que constituye el factor esencial de su acción social. Por eso volvemos a encontrar
1.1 Illeta de la salvación, al menos en su contenido institucional: la meta consiste en
aquí, en la implicación social de la vida evangélica, la interacción existente entre
1'1 seguimiento vivo de Cristo, un seguimiento que debe realizarse dentro de la
«pobreza y humildad», por una parte, y «gloria y honor», por otra: en el último
Iglesia. En la medida en que esto se lleva a cabo se da también una <<Iglesia» viva,
despierta respecto a sí misma: proviene del Evangelio ---que en la fuerza de Cristo texto citado, el bochorno sufrido a causa de los hombres produce un gran honor
IHlne,) la abandona como Iglesia de Cristo instihlcionallsacramental- y está ante el tribunal de Jesucristo. Éste está coronado de gloria precisamente porque se
11,11ll,)da a ser Evangelio viviente. anonadó previamente (Fil2, 5-11). Justamente por eso, porque se anonadó, porque se
hizo el esclavo de todos, por ser el Crucificado, Jesucristo es el Juez de vivos y
l'r,l11l'isco comprendió muy bien que esta llamada al seguimiento de Cristo muertos, el exaltado por Dios, el Rey de reyes y señor de señores. De este modo la
'-oll'11lpn' .ltdl1l' l'n primer lugar al propio corazón: nada se logra con exigir este fe de Francisco penetra la situación kenótica de la vergüenza, ve en ella la revela­
·'<",I~11111lil'nt(l.1 1.1 Iglt'sid si no lo pone en práctica uno mismo. Por eso empieza la cÍún de 1.1 gil 'rÍ,) de l1ios v pm>ck "dar gracias a Dios por ello», en la misma Iíne,) del
A.CERKEN LA INTUICI01" TEOLÓGICA DE SAN FRANCISCO DI, ¡"I'· IW')

',("lIlHII1 de la montaña: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y que el primer modo de predicar es el que se exige a todos, al que nunCl pucde
dig,lI1 con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa» (Mt 5,11). renunciarse y el único que será suficiente en el caso de muchos hermanos. Y
«cuando les parezca que agrada al Señor», pueden, respaldados con el testim(lni(l
Francisco advierte idéntica implicación entre miseria y gloria, expresada en
de la propia vida, dedicarse también a la predicación oral.
('"Id ocasión con los términos «amargo» y «dulce», cuando echa una mirada
rl'lrospectiva a su servicio a los leprosos. «En efecto, como estaba en pecados, me De una de sus Admoniciones se infiere que a Francisco le preocupó siemprl'
p.lrccía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, mucho el peligro de que los hermanos olvidaran el signo de la propia vida y se
y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que contentaran con la «letra» de la Escritura: «Dice el Apóstol: La letra mata, pero el
me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo» (Test 1-3). «Como espíritu vivifica (2 Cor 3, 6). Son matados por la letra los que únicamente desean
l'staba en pecados» significa: cuando yo vivía en la esfera de la evidencia egoísta y saber las solas palabras, para ser tenidos por más sabios entre los otros y poder
todavía no había experimentado el cambio de valores en la experiencia de la adquirir grandes riquezas que legar a sus consanguíneos y amigos» (Adm 7,1-2).
revelación kenótica de Cristo. Sólo la conversión creyente, de cuyo impulso inicial Lo decisivo, una vez más, es que cuando la palabra pierde su forma existencial
fue autor el Señor mismo, podía conducir a Francisco en medio de los leprosos y kenótica, cuando el cristiano la asume sólo intelectualmente, sin poner en práctica
luego ~n la inmersión en la existencia kenótica de Cristo- hacerle experimentar su carácter kenótico, en el fondo deja de ser Palabra de Dios y se vuelve simple
la realidad de la realidad, sin quedarse en la mera superficie externa: y la realidad letra, incapaz de transmitir vida alguna. El hecho de que la palabra haya perdido su
del servicio al leproso fue «dulce», fue experiencia de la gloria de Dios, de un Dios forma kenótica se evidencia en que el predicador o expositor de la sagrada Escritu­
que es siempre amor que se entrega. Aquí es donde tiene su lugar el compromiso ra quiere «ser tenido por más sabio entre los otros». Con ello niega el dinamismo de
social de san Francisco -y, añadimos, de los franciscanos-; sólo desde aquí la palabra, que urge a vivir entre los «pobres y despreciados», entre los que <<no
puede sacar su fuerza impulsiva. cuentan»; ya no vive siguiendo la palabra sino sólo su envoltura, su letra. Natural­
mente, aquí hay que tener en cuenta que Francisco no sólo considera pobres a los
Con todo ello esta vida según el evangelio alcanza, casi sin pretenderlo, otra hombres que carecen de bienes materiales, sino también y ante todo a los hombres
orientación, a saber, la orientación hacia la Iglesia mundanizada y necesitada de en su pecaminosidad y fragilidad, a los hombres que viven una vida pobre de
reforma. En este caso la existencia actúa como signo. Francisco nunca trató de sentar sentido y de esperanza. A ellos no les sirve en modo alguno una proclamación de la
a nadie en el banquillo ni de plantear reivindicaciones a la Iglesia. No hubiera sido Palabra «desde arriba», sin testimonio existencial, pues precisamente lo que les
congruente con su modo de entender el seguimiento de Cristo, desde la kénosis, interesa y lo que necesitan es la Palabra que es «espíritu y vida».4
como desprendimiento. No tenía derechos que reclamar; dice más bien: «Dichoso
el siervo que es hallado tan humilde entre sus súbditos como lo sería si se encontra­ Dicho de otro modo: Una reforma de la predicación, al igual que una reforma
se entre sus señores. Dichoso el siervo que siempre se mantiene bajo la vara de la de la vida cristiana, ha de ser siempre una reforma «en espíritu», en el Espíritu
corrección. Es siervo fiel y prudente el que en ninguna caída tarda en reprenderse viviente de Cristo. Cuando la palabra no se ha convertido en vida y signo, cuando
interiormente por la contrición, y exteriormente por la confesión y la satisfacción de no es espíritu, no puede actuar ni producir frutos. Es comprensible. Así como la
obra» (Adm 23). Palabra sólo pudo encarnarse y se encarnó en María «por obra del Espíritu Santo»,
así también sólo podrá encarnarse de nuevo y producir frutos <'por obra del
Quien quiera, pues, ejercer de manera kenótica, en la humildad, el derecho que Espíritu Santo». Y el Espíritu Santo, el Espíritu cercano a la vida y a la realidad, es
le corresponde por su oficio, no será reivindicativo y autoritario en sus plantea­ siempre eficaz.
III ientos e ideas de reforma, sino que seguirá el camino de poner en riesgo su
propia existencia. De ahí el constante esfuerzo de Francisco por considerar el Hay otro lugar donde Francisco traza todavía con más fuerza el paralelismo
,1 postolado sobre todo como un signo, como un ejemplo, como expresión mediante
entre la encarnación y el nacimiento de Dios de la Virgen María y el nacimiento de
1.1 propia l'xistencia, y, en segundo lugar, respaldado por ese signo existencial,
Dios a través de los signos, mediante las obras buenas que el hombre realiza:
lOm(l predicación oral. Dice a los hermanos que envía en misión: «Y los hermanos
qllc ,'.111, pueden comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos. Uno, que Así es como Francisco concibe su misión de predicar, como se deduce de 2CtaF ]:
110 ¡1J"tIIl1Ul'Van disputas y controversias, sino que se sometan a toda humana «Recapacitando que no puedo visitaros personalmente a cada uno dada la enfermedad y
debilidad de mi cuerpo, mc he propuesto comunicaros, a través de esta carta v de
( 11.1111 r.l por Di(ls v confiesen que son cristianos. Otro, que, cuando les parezca que
11H'IlSajl'ros, 1,1S palabras de nuestro Señor Jesucristo, que es el Verb(l dd Padre, V las
d);r.ldd ,d Sl'l1llr, ,lntll1cil'1l la p,llabra de Dios» (1 R 16,5-7). Del contexto se deduce \,,,1,1[,1''''' litol i"sl'írilll S,1I1to, que son espíritu y vida (In tl,64).»
I Sil A.CERKEN LA INTUICIÓ:--; TEOLÓGICA DE SAN rRANCISCo DE A,.I~ lH7

«Somos esposos (de Jesucristo) cuando el alma fiel se une, por el Espíritu Santo, a La razón es fácil de ver. El abajamiento de Cristo en la encarnación brota del
lesucristo. y hermanos somos cuando cumplimos la voluntad del Padre, que está amor de Dios, pero de un amor especiaL Brota de un amor y se expresa en un amor
en el cielo; madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo por el que va a lo que estaba perdido, y no ciertamente en el sentido de mantenerse al
amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas, que margen de ese extravío, sino en el sentido de hacerse uno de los extraviados. Este
debm ser luz para ejemplo de otros» (2CtaF 51-53). abajamiento es humilitas, «volverse polvo» (humus = polvo), humildad. Por amor,
Dios busca y visita con humildad el humus, el polvo, la tierra en su caducidad
mortal. Y como ese movimiento del amor de Dios empieza en Dios mismo, la
VI. DIOS ES AMOR, DIOS ES HUMILDAD humildad en sentido propio es algo característico de Dios: no consiste en primer
término en que Jesús, el Dios hecho hombre, conviva con los pobres y desprecia­
Queda todavía una pregunta, más especulativa aunque en modo alguno ajena dos, con los publicanos y pecadores; consiste sobre todo y esencialmente en que
1 la vida, a saber: ¿Cómo es ese Dios, de quien proviene semejante movimiento desciende de su riqueza divina y baja a nuestro mundo humano. La estructura
kenótico de revelación al mundo? La respuesta sólo puede obtenerse en la revela­ fundamental de la encarnación y de la venida de Dios a nosotros se comprende
:ión de ese mismo Dios, en tanto uno se abre a ella y conecta a ella su propia luego mejor viendo cómo se lleva a cabo esa encarnación humana de Cristo, en su
.'xistcncia. La primera carta de san Juan formula esta misma respuesta con las manera de vivir y en su predicación.
palabras: «Dios es Amor» (1 Jn 4,8). Y continúa diciendo, en dicho contexto: «En
~sto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos Con ello queda claro que para Franc,isco Dios es Aquel que «no se reserva nada
lmó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4,10). Es para sí mismo», Aquel que se regala, que se vacía, hasta el último grito de Jesús en
lIgo comprensible. Pues el dinamismo de la revelación desciende desde Dios y la cruz: «Tengo sed», con el que proclama esa sed de amor que llevó a Dios desde
.)enetra en el mundo pecador e incapaz de amar. Por otra parte también es claro su divinidad a la enajenación, a la búsqueda de lo que estaba perdido. Y con ello
l ue dicha revelación de Dios amor puede liberar al mundo de su pecado, de su queda también claro que, según Francisco, todo compromiso social cristiano sólo
)dio, de su muerte, y volverlo capaz de responder con amor a su amor. En Juan esta puede entenderse rectamente a partir de esa sed que tiene el mismo Dios. En esto
"espuesta de amor es una prolongación, una inmersión en el amor que viene de encontramos, dicho sea de paso, una coincidencia entre Francisco y la madre
)ios: «Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos Teresa de Calcuta, que entiende la búsqueda de los moribundos, su servicio a ellos,
Imarnos unos a otros ... Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros» (1 como una prolongación de ese grito de Cristo en la cruz. Dios tiene sed de los que
n 4,11-12), y no ciertamente porque nuestro amor, humano, posea la fuerza de están perdidos, de los moribundos, de los hombres sin esperanza, y los busca en su
lacer bajar a Dios y hacerle habitar entre nosotros --eso sería un grave rnalentendi­ Hijo. Los sigue buscando siempre que los hombres se dejan cautivar por el Evange­
lo, aunque corriente hoy en día-, sino porque Dios ya bajó y habita entre nosotros lio, por el Espíritu de Cristo en la Iglesia, transformándose así en «sacramentos»
1, por tanto, la respuesta a su amor es la única posibilidad y el único signo de vivientes del amor del Dios.
lemostrar que el amor que nos ha regalado libre y gratuitamente permanece en
nedio de nosotros.
VIl. ESTRUCTURA DE LA INTUICIÓN TEOLÓGICA

Para Francisco esta visión de la primera carta de san Juan es el fundamento de


u propia vida; lo aclara con la palabra «humildad", una palabra que dirige en DE SAN FRANCISCO

q ..;unda persona al mismo Dios y que no encontramos en san Juan. Francisco se


lfL've a decirle a Dios: «Tú eres el bien, todo bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y Si observamos los diversos momentos de esta intuición teológica, comproba­
wdadero. Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres mos que es muy unitaria. Llama ciertamente la atención -sobre todo si se la
',1Ciencia» (Al O 3-4). ¿Se trata de una evidencia que no merece atención y que compara con otras visiones actuales del misterio de Cristo-- que la resurrección de
L'sumiría todas las virtudes en Dios y se las atribuiría todas a Él? Es improbable. Jesús no entre a formar parte del conjunto del sistema como la encarnación y la
obre todo porque en la teología de la Iglesia existía precisamente una amplia y muerte en la cruz. Tan es así que en el índice de temas de la última edición alemana
,rolongdda tradición que afirmaba que sólo puede ser humilde el Hijo de Dios de los escritos de san Francisco no aparece la palabra «resurrección». ¿Cómo se
l'cho hombre, pero no Dios en sí mismo. En cambio, para Francisco es decisivo explica esto? ¿Tendremos que admitir que la coherencia y unidad de la visión de
lll' 1.1 humildad, como el amor, se afirme de Dios mismo en su eternidad. ¿Por san Fr,\I1cisco se logra a base de ocultar la victoria pascual de Cristo? Hay que
IIl' :'
ob.c,en·,lr 1.1'0 C()C,.lS desde más cerca. En primer lugar, por las investigaciones sobre
188 A.GERKEN LA INTUICIÓN TEOLóGICA DE ~AN FRANUS(() III ·\0,1', IIN

el Nuevo Testamento sabemos que en las cartas denominadas deuteropaulinas, la brotaron del costado de Jesús muerto (Jn 19,34). La sangre es Ul1d ,¡]usiún ,1 b
carta a los colosenses y la carta a los efesios, no aparece el concepto «resurrección», eucaristía, y el agua al bautismo, de manera que la expresión tiene un car.ícter
que es substituido por el de «exaltación», término que, junto con el concepto plenamente pascual: el cuerpo desgarrado de Jesús muerto se convierte en fUl'nte
«resurrección», también desempeña un papel importante en el evangelio de san de vida inagotable, eterna. Por tanto, una vez más encontramos en el evangelio dl'
Juan. Sin embargo, la carta a los colosenses y la carta a los efesios contienen una san Juan un pensamiento y una experiencia «sacramenta!», lo cual quiere decir que
visión il1tegral del misterio de Cristo. De ahí la cuestión sobre si Francisco se sirve en la experiencia de la muerte, de la pobreza y del anonadamiento se hace transpa­
de otra experiencia o de otra terminología para expresar lo mismo que nos indica la rente el amor de Dios en su sobreabundancia y, con ello, el triunfo y la gloria de este
palabra «resurrección de Cristo» en la teología paulina de la carta a los romanos. amor. Se manifiesta fuerte y glorioso, yendo hasta la pobreza y el abandono, hasta
la donación de la propia vida, sediento de lo que estaba perdido. Con ello, la
y éste parece ser realmente el caso. Deberíamos indicar con mayor frecuencia
pobreza no deja de ser pobreza, ni la muerte de Jesús deja de ser muerte y por tanto
el hecho de que, para Francisco, en el anonadamiento de Cristo ---en todas sus
terrible -y es importante que así sea, pues de lo contrario el amor no habría
formas, hasta en la fragilidad de los ministros de la Iglesia- es donde se muestra
llegado hasta el extremo, hasta lo último, hasta lo que estaba perdido. Pero como el
precisamente la gloria de Sil amor; que, por tanto, la victoria de Cristo, que por esencia
amor de Cristo tiene verdaderamente la fuerza de lo extremo y de lo último, del
sólo puede ser una victoria del amor, ya se manifiesta omnipotente en el tiempo, es
éscaton -así lo confirmó en su muerte--, la muerte ha sido aniquilada en su
decir, en la pobreza, en la humildad. La estrecha unión entre amargura y dulzura en
muerte. Aniquilada en la medida en que dio, agotándose, cuanto podía dar de sÍ.
el servicio a los leprosos, la compenetración entre anonadamiento y celsitud en la
Por eso brilla la cruz con el fulgor del triunfo, de la victoria de este amor.
celebración de la eucaristía y en la celebración de la Navidad en Greccio, la fusión
de dolor y alegría en la visión del serafín en el monte Alverna, todo ello nos está Como Francisco experimentó algo parecido, sus escritos hablan de la nobleza y
diciendo lo mismo. Ante nosotros tenemos una experiencia cristiana en la que gloria de la pobreza, del premio eterno y del juicio futuro, sin que apenas aparezca
están unidos el Viernes Santo y la mañana de Pascua, sin que un acontecimiento una palabra sobre el sentido de la resurrección de Jesús. El triunfo pascual se hace
suprima en modo alguno al otro. La pobreza sigue siendo pobreza, la muerte visible de otro modo: el poder y la exaltación de Cristo se hace legible en la fuerza y
muerte y el anonadamiento anonadamiento; pero han sido transformados por el en la gloria de su amor, que se manifiesta precisamente en la pobreza, el anonada­
amor y la fe, y se han convertido en sacramento de la gloria y de la vida. Para el no miento y la muerte. Por eso, Francisco muere una muerte real, humana, pero
creyente es algo irreconocible, algo totalmente incomprensible. Para el creyente cuanto en ella acontece está bañado con la luz de la vida eterna (d. 1 CeI109-111; 2
Francisco, esta transformación de los acontecimientos y de las cosas es algo real. Cel 217). Buenaventura expresa del siguiente modo la muerte de san Francisco:
«Cumplidos, por fin, en Francisco todos los misterios, liberada su alma santísima
Con ello Francisco -ya pudimos comprobarlo en otro lugar- tiene una gran
de las ataduras de la carne y sumergida en el abismo de la divina claridad, se
similitud con la teología joánica del Nuevo Testamento. En Juan, el Viernes Santo y
durmió en el Señor este varón bienaventurado» (LM 14, 6a). En la misma línea se
el Domingo de Pascua constihlyen una unidad, según la ley del grano de trigo que
encuentra la frase que Francisco pronuncia poco antes de su propia muerte,
muere (d. Jn 12,4). Así aparece claramente en diversos lugares del evangelio de san
ampliando el Cántico del hermano Sol: «Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana
11I"n. «Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí», dice Jesús en
la muerte corporal» (Cánt 12).'
In 12)2; y el evangelista añade: «Decía esto para significar de qué muerte iba a
l1lorir." Sin duda la elevación sobre la tierra significa en primer lugar la muerte en Este es el motivo por el que puede faltar en Francisco una teología de la
lTUZ, la pérdida de cualquier apoyo, el máximo desamparo. Pero también significa resurrección propiamente dicha. Sigue en pie la pregunta sobre si podemos tener
1.1 exaltación sobre la tierra de Cristo vencedor, su omnipotencia, su gloria. O hoy en día una experiencia de fe con esta estruchlra. Sabemos que con frecuencia
pensel110s en la palabra con que Pilato señala a Jesús: Ecce ¡lOmo, «Aquí tenéis al los cristianos de hoy siguen a Cristo envueltos en la experiencia de la ausencia de
1)( llllbre n On 19,5): ¿En el pensamiento del evangelista, esta palabra sobre el rey Dios, teniendo que mantenerse perseverantes en la oscuridad, soportando un
l( llOn.ldo de espinas y objeto de burlas no es al mismo tiempo una alusión a la absurdo aparente, en una palabra, «esperando contra toda esperanza». La base
gloriil dl' Jesús, el hombre auténtico y verdadero, el hombre en su pleno sentido?
111'lllus de ver aquí unidos ambos planos: El Jesús objeto de burlas, sufriente, Véase Octavianus ScHMUCKI, «Franziskus "Dei laudator et cultor". De orationis vi ,le
t!l'snlldado, desposeído de sus bienes y privado de sus derechos, es precisamente ffl'qIH'ntia in eius cum scriptis tum rebus gestis», en J,lIurentianum 10 (1lJhl)) 1-lh.24S-7S2
,,1 h(llllhn' l'n ..,u pleno sentido, el auténtico rey, tal como se ha dado a conocer a '\..1-',,) Id"lltic;l \'isi(m encontramos en s,lnta Clara; sus últimas palabras ,mies dI' ll)(lrir
I'¡J, 11, " I'n 1.1 III iSI11.1 líllL\1 Sl' l'nCUl'ntra la expresión sobre «la sangre y el agua» que 111l'1'1I1l .. 1I1 ""11< JI', ~,',l~ h"llllitll p()rque llll' creaste» (LCl4hal.
190 A.GERKEN

p,lra esta experiencia de fe la tenemos también en el Nuevo Testamento. Así, por LEONHARD LEHMANN, OFMCAI'
ejemplo, la historia de la pasión según san Marcos presenta los sufrimientos de
Jesús de manera distinta a como los presenta san Juan. En Marcos no hay realmente
ninguna luz, lo que brilla es la oscuridad de la muerte. El único Justo soporta el
peso concentrado del pecado y del absurdo hasta gritar: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por DEL TÚ DE DIOS AL TÚ DEL HERMANO
qué me has abandonado?» (Mc 15,34), grito que buscaríamos en vano en el
evangelio de san Juan. Con todo, en el evangelio de Marcos el centurión, viendo
La Bendición a fray León (BenL)
que Jesús había expirado de esa manera, dice: <<Verdaderamente este hombre era
Hijo de Dios» (Mc 15,39). En uno y otro evangelio estamos ante la experiencia de fe:
en el evangelio de Marcos en la oscuridad, como oposición a las tinieblas; en el de Vom Du Gottes zum Du des Bruders. Der Segen für Bruder Leo, en Franziskus,
Juan como luz que ilumina la realidad terrena, caída en la muerte, y que se Meister des Gebets, Werl/Westf., Dietrich Coelde Verlag, 1989,205-217.
convierte en signo de la vida eterna. Por principio, tendremos que cuidarnos de
etiquetar determinadas épocas de la Iglesia y de la experiencia cristiana. También
en nuestro tiempo nos hallamos ante un amplio espectro de experiencias cristianas, El pergamino de 14 por 10 centúuetros que Francisco le regaló a fray León, está
en las que encuentran su lugar y significado los distintos aspectos que hemos escrito por las dos caras. En el reverso de las Alabanzas de Dios se encuentra la
expuesto. Por eso no se obliga a nadie a copiar esa estructura básica de la experien­ siguiente bendición: .
cia de fe de Francisco, ni siquiera a los hombres que ven en él un guía espiritual en
su propio camino de seguimiento de Cristo y lo consideren modélico. El Señor te bendiga y te guarde;

te muestre su faz y tenga misericordia de ti.

Vuelva su rostro a ti y te dé la paz.

Traducción: Lluís Oviedo, OFM


El Señor te bendiga, fray León.

Rubén Camps, OFM


Bajo esta bendición de Francisco escribió, en tinta roja, fray León: «El bienaven­
turado Francisco escribió con su mano esta bendición a mí, fray León.» Y más abajo
añade: «semejantemente con su mano hizo este signo Tau y la cabeza».

Reavivar lo casi olvidado

El texto de la BenL escrita por Francisco reproduce casi al pie de la letra la


bendición de Aarón, del libro de los Números (Núm. 6,24-26). Francisco omite dos
veces la palabra «Señor» (Yahvéh, Dominus), repetida intencionadamente al prin­
cipio de las tres frases de la bendición aaronítica, repetición que los Padr2s de la
Iglesia consideraron como una alusión a la Trinidad:

Yahvéh te bendiga .. .

Yahvéh te ilumine .. .

Yahvéh te muestre.. .

Es evidente que la bendición de Francisco no está tomada directamente del


Antiguo Testamento. Concuerda más bien con una bendición que se impartía,
durante la Edad Media, en muchos obispados en la ordenación de los clérigos o en
1,] ll'Il'i1r,H'iún lit' 1<1 reconciliación de los pecadores, el día del Jueves Santo. Fran­

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