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considera que el aborto debería ser legal. La cifra supera en algunos puntos el
porcentaje para el total de la población (64 por ciento). Estos datos fueron
recabados en 2008 y es probable que ambas cifras hayan aumentado en estos
diez años, junto a la creciente visibilidad del movimiento de mujeres y de la
Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. El anuncio
del Presidente Mauricio Macri de que dará libertad a sus legisladores para tratar
el tema en el Congreso aceleró un debate en el que todos los actores que
intervienen, desde distintas posiciones, tienen una creencia común: la creencia
de que las religiones, sobre todo el catolicismo, a través de la Iglesia católica,
apostólica y romana, están relacionadas tanto a la pelea como a su resultado
legislativo y político.
Lo mismo ocurrió entre 2011 y 2012 durante el debate de la Ley 26.742, titulada
"Derechos Del Paciente, Historia Clínica Y Consentimiento Informado" y conocida
popularmente como “ley de muerte digna”. De acuerdo a esta ley, los individuos
tienen “autonomía de la voluntad” para rechazar procedimientos quirúrgicos, de
reanimación, o de soporte vital desproporcionados. En el caso de los enfermos
terminales, también se los dota del derecho a rechazar procedimientos de
hidratación o alimentación cuando los mismos produzcan como único efecto la
prolongación en el tiempo de ese estadio terminal. Tanto en el debate de dicha
ley como en el de su antecedente (una ley similar sancionada en la Provincia de
Río Negro), múltiples agentes católicos se movilizaron en contra, acudiendo a las
audiencias públicas en carácter de expertos y responsables de Organizaciones
No Gubernamentales, publicando notas en la Agencia de Información Católica y
en otros medios de comunicación y también a partir de comunicados y mensajes
de los obispos. En el caso de este debate, la fuerza de la Iglesia católica para
impedir la sanción fue tan insuficiente que la Conferencia Episcopal Argentina
manifestó sus reparos una vez ya sancionada la Ley. En una declaración de la
Comisión Ejecutiva de la CEA, los obispos criticaron la medida, denominando
“eutanasia pasiva” a la posibilidad, por parte de los pacientes, de rechazar la
hidratación y la alimentación a partir de directivas anticipadas.
la Ley 16.743, conocida como “ley de identidad de género” fue un caso similar a
estos. Esta ley, al igual que la de “muerte digna”, también se sancionó y se
promulgó en 2012 y reconoce el derecho con el que cuentan todas las personas
de hacer coincidir su cuerpo (incluida su genitalidad), su nombre, y su
documentación oficial, con su identidad de género autopercibida. El artículo 11
de esa ley establece el “derecho al libre desarrollo personal”. Este derecho
implica que todas las personas mayores de dieciocho años (la mayoría de edad
en Argentina) pueden acceder a intervenciones quirúrgicas totales y parciales, y
tratamientos hormonales para adecuar su cuerpo a su identidad de género
autopercibida, sin necesidad de requerir autorización judicial o administrativa. A
diferencia de otras leyes de este tipo, la Iglesia católica no emitió
pronunciamientos durante el tiempo que duró el debate en ambas cámaras. En
cambio, la Conferencia Episcopal Argentina emitió una brevísima declaración
luego de que la ley fuera sancionada. Teniendo en cuenta el tono de otros
documentos de este tipo, las críticas al proyecto presentes en esta declaración
fueron moderadas y, en comparación con otros documentos, muy contemplativas
de la situación y los reclamos de las personas trans. De este modo, en su
documento, los obispos marcaban que, si bien había que tener en cuenta “el
significado objetivo del dato biológico como elemento primario” en una
legislación sobre identidad sexual, esto no significaba “desconocer la realidad de
personas que sufren por estos motivos”. Nuevamente, la ley se sancionó por
mayoría y con un importante consenso social.
Todos estos casos tienen en común una serie de características: en todos los
casos, las leyes sancionadas reconocen formatos plurales de sociedad y de
identidad; en todos los casos fueron aprobadas por mayoría; en todos los casos,
los debates implicaron algún grado de oposición a la doctrina de la Iglesia
católica; en todos los casos, la capacidad de la Iglesia católica para impedir que se
sancionaran fue limitada.