El primero en hablar sobre un universo pulsante u oscilante fue el físico Richard
Tolman, del Instituto Tecnológico de California, cuyos estudios y propuestas fueron publicados a comienzos de la década de 1930. Un universo pulsante es cerrado, pero no desaparece después de colapsar, sino que inicia un nuevo ciclo expansivo; el proceso de expansión y contracción se reitera y pasa por numerosos nuevos ciclos. Si nuestro universo fuese pulsante, debería ser muchísimo más viejito que la edad que se le calcula de unos 13.700 millones de años, ya que los seguidores de este modelo calculaban para él 10.000 millones de años, cálculo que sólo medía el tiempo transcurrido desde el inicio del último ciclo de expansión. Según esta teoría, antes de este ciclo que estaríamos viviendo, habría existido un universo muy semejante al actual, y que, después de haberse expandido, se contrajo y formó el “Big crunch”. En cada cielo se producirían colapsos gravitacionales de conjuntos que se comprimen en sí mismos y disipan de nuevo toda su masa en forma de energía, para volver posteriormente a materializarse. Podría haber sucedido también que presiones internas hubieran frenado las contracciones y, antes del aniquilamiento atómico, hubiesen provocado explosiones directamente materiales. En ambos casos se trataría de una sucesión de fenómenos semejantes, trabajando en sistema cerrado dentro de un universo pulsante, o, más poéticamente, en un eterno retorno, sin fin dentro del tiempo, pero cuyo límite espacial quedaría fijado por las más lejanas regiones hasta donde las explosiones logren llegar para detenerse y transformarse en contracciones. Pero este modelo de universo pulsante, más allá de su posible violación a la segunda ley de la termodinámica, cayó en desgracia cuando el trabajo teórico de Roger Penrose y Stephen Hawking, ambos en la Universidad de Cambridge en ese momento, probó que no existía ningún mecanismo plausible capaz de producir pulsaciones. En términos específicos, Penrose y Hawking demostraron que el universo debía haberse originado a una densidad muchísimo mayor de la que se había contemplado y propuesto para el «rebote» de cada ciclo de un universo pulsante. En realidad, el trabajo de Penrose y Hawking no eliminó los universos pulsantes; simplemente suprimió todos los modelos existentes de universos pulsantes u oscilantes, anulando de este modo la justificación científica para tenerlos en consideración. Pero como muchas de las ideas en física, con el tiempo reflotan con nuevas argumentaciones. En octubre del año 2006, los físicos Paul Frampton, Louis J. Rubin Jr. y Lauris Baum, publicaron en el Physical Review, una nueva formulación para el modelo pulsante. En ella, propugnan cuatro nuevos conceptos claves que volverían al tapete de la discusión a este modelo, ellos son: expansión, vuelta, contracción y rebote. El universo, en su fase de expansión, la energía oscura que se sabe que contiene, y que actúa como una fuerza que hace que el universo se expanda aceleradamente, espolea a los fragmentos de materia alejándolos entre sí formando «aislados aglomerados» con el material que empuja a su paso. Al finalizar la fase, todos los objetos que cohabitan en el espacio, desde agujeros negros a átomos, se desintegrarían. Una vez, finalizada la fase, el actual tiempo llegaría a su fin, para dar comienzo a la vuelta de un nuevo inicio de éste. En la fase de la vuelta, cada uno de los elementos que contiene el universo colapsan y se contraen individualmente. En esto, la teoría difiere con la del Big Bang: en lugar de volver y aglutinarse en uno solo punto, se formarían infinitas aglomeraciones separadas de materia, las cuales al expandirse luego del rebote formarían nuevos universos. Uno de esos aglomerados podría ser el embrionador de nuestro universo. Se trataría de un ciclo que ocurriría una infinidad de veces, lo cual eliminaría el concepto de principio o final del tiempo, por lo que, no quedaría lugar para que haya existido un Big Bang. Para los autores de la idea, sus propugnaciones no violarían los principios de la termodinámica, con lo que le da viabilidad a que se considere al modelo de universo pulsante, con esta corrección, como una factibilidad realista. Primero, los cosmólogos ofrecieron un modelo de universo pulsante oscilante en la década de 1930, como alternativo al Big Bang, sin principio ni fin. Pero como lo mencionamos, dicha idea fue cuestionada debido a que no se conciliaba con las leyes de la física, incluyendo en ello, en espacial, a la segunda ley de la termodinámica, la cual establece que la entropía, como una medida de la magnitud de grado de desorden, no puede ser destruida. Pero si se produce un incremento de la entropía de una pulsante oscilación a la siguiente, el universo se iría volviendo cada vez más grande en cada uno de los ciclos. En otras palabras: el universo crecería como una galopante bola de nieve. Por otro lado, cada pulsante oscilación sucesivamente iría también tomando más tiempo en la medida que se irían produciendo. Por su parte, si se extrapola retrospectivamente en el tiempo las pulsantes oscilaciones, entonces éstas habrían sido cada vez más cortas, lo que implica a que ello conduce inevitablemente a un Big Bang. Pero como la idea de los propugnadores de esta nueva versión de la teoría del universo pulsante es la de eludir el Big Bang, ellos postulan que cualquier resto de entropía es una remota modificación para que coexista interacción. Por ello, consideran que cualquier casual modificación llega a universos separados, cada uno de ellos esencialmente vacíos de materia y entropía. Lo medular es, de que no exista materia alguna que cree insuperables dificultades con la contracción. La idea de volver al vacío es el argumento más importante de este nuevo modelo cíclico. También es clave dentro de las argumentaciones de la tesis de Frampton, Rubin y Baum, un supuesto matemático acerca de la presión y densidad de la energía oscura en la ecuación de estado. Ellos asumen que la energía oscura en la ecuación de estado es siempre inferior a –1. Lo último, los diferencia de lo propuesto en el año 2002 por los físicos Paul Steinhardt y Neil Turok, quienes, en su trabajo sobre un modelo cíclico semejante, asumen que en la ecuación de estado dicha energía no es nunca inferior a –1. En una ecuación de estado con esas características matemáticas, permite que la densidad de la energía oscura se vuelva igual a la del universo, con lo que la expansión matemáticamente se detiene justo antes del Big Rip
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