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Ignacio Bosque: «Constricciones morfológicas sobre la coordinación», Lingüística es-

pañola actual IX, 1987, pp. 83-100.

CONSTRICCIONES MORFOLÓGICAS
SOBRE LA COORDINACIÓN*
Ignacio BOSQUE

1. INTRODUCCIÓN

Entre las muchas preguntas que plantea el estudio de la coordinación,


existe una que no parece haber interesado particularmente a nuestros gramáti-
cos y que resulta, sin embargo, fundamental. Es ésta: «¿Qué categorías sintác-
ticas se pueden coordinar?» La pregunta lleva inmediatamente a estas otras:
«¿Qué restricciones existen sobre las categorías coordinables?», «¿De qué prin-
cipios gramaticales pueden deducirse estas restricciones?» Muy pocos estudios
abordan la coordinación en español tratando de contestar a alguna de estas
preguntas, y lo cierto es que harían falta no pocas monografías para propor-
cionar respuestas satisfactorias. En este trabajo sólo abordaremos (y aun así
parcialmente) un factor de los que deben tenerse en cuenta si se emprende la
tarea de contestarlas: el papel que desempeña la morfología en la determina-
ción de esas constricciones y, más específicamente, la cuestión de en qué me-
dida pue- den deducirse de la naturaleza gramatical de las informaciones mor-
fológicas.
La capacidad de coordinarse es esencialmente una propiedad de las
unidades sintácticas. La independencia de los procesos que afectan a este tipo

* Deseo agradecer a Carlos Piera y a Margarita Suñer sus observaciones a una primera ver-
sión, algo más extensa, de este trabajo.
1
de unidades, frente a las morfológicas, ha sido postulada y debatida en nume-
rosas ocasiones. Una de las propuestas más explícitas en este sentido es la de
Chomsky (1970), que se refleja en (A):

(A) Las reglas sintácticas no pueden hacer referencia a la estructura


interna de las palabras.

(A) es una de las formas en que se presenta la llamada (entre otras de-
nominaciones) «hipótesis de la integridad léxica», que sostiene, como puede
verse, una independencia radical entre ambos componentes gramaticales.
Existen algunas variantes de (A). Entre ellas, unas especifican la naturaleza de
esas reglas sintácticas aludiendo explícitamente a «procesos de elisión o mo-
vimiento» (Selkirk), y otras hacen referencia al concepto de «regla transforma-
cional» (Lapointe). Puede verse un buen resumen de algunas de estas posturas
en Scalise (1984, cap. IV). La utilidad de (A) para el estudio de la coordinación
es innegable. Nos permite avanzar, en primer lugar, que no será posible coor-
dinar una parte de una palabra con un fragmento exterior a ella −como, por
poner un ejemplo, en *re[elaborar y editar] * reelaborar y reeditar− e incluso nos
permite explicar por qué el proceso léxico de formar comparativos sincréticos
no puede cruzar los límites de una estructura coordinada:

(1) a. Los más [grandes y notorios] esfuerzos.

b. *Los mayores y notorios esfuerzos.

(2) a. Más [bueno y abnegado] que su hermano.

b. *Mejor y abnegado que su hermano.

2
Ello no significa que (A) esté libre de problemas1. Sin embargo, intenta-
remos mostrar que todos los fenómenos morfosintácticos que abordaremos re-
quieren que (A) se mantenga, aunque haya de ser completado con algunas
otras generalizaciones más específicas.

Por lo que respecta a la coordinación de unidades sintácticas, son dos


(simplificando un poco) las generalizaciones fundamentales con las que se ha
operado durante un buen número de años. La primera es un principio que só-
lo autoriza la coordinación homocategorial:

(B) Sólo pueden coordinarse categorías sintagmáticas idénticas.

La segunda es la conocida constricción de J. R. Ross sobre las estructuras coor-


dinadas:

(C) Ninguno de los elementos de una estructura coordinada puede


ser desplazado por una regla de movimiento.

Aunque tampoco (B) deja de resultar problemático2, ninguna de las dificulta-


des que plantea (cuya resolución dista mucho de estar clara) está relacionada

1 Por ejemplo, ciertas amalgamas morfológicas no respetan (A), como en de[señor y la seño-
ra], mientras que las unidades léxicas que poseen una estructura sintagmática compleja
siempre lo hacen: *contigo y Pepe. Véase sobre esta cuestión Piera (1985).

2 Los problemas de (B) son fundamentalmente dos: El primer es el es el hecho (múltiples ve-
ces constatado) de que la coordinación heterocategorial es posible. Podemos coordinar sin-
tagmas adjetivales y preposicionales (astuto y sin escrúpulos), sintagmas nominales y oracio-
nes subordinadas (ni su nombre ni dónde encontrarlo), sintagmas adjetivales y oraciones (origi-
nal y como ya quedan pocos), sintagmas adjetivales y preposicionales (despacio y sin apetito),
sintagmas nominales y adjetivales (una buena persona pero algo raro), etc. Sobre la coordinación
heterocategorial en español, véase Rojas Nieto (1982: 19 y sigs.). (Este libro es un detallado
estudio descriptivo de la coordinación en español. No obstante, la autora se atiene estricta-
mente a los ejemplos de su corpus y, por consiguiente, no hace referencia a las posibles cons-
tricciones sobre las categorías coordinables.) Existen al menos dos formas de abordar la
3
con la naturaleza de las unidades morfológicas, lo que significa que, aunque
sus efectos hayan de ser restringidos, ha de ser mantenido en la gramática.

Por lo que respecta a (C), se ha propuesto que (B) puede muy bien cum-
plir sus funciones (Schachter 1977), puesto que existen muchas estructuras que
se excluyen simultáneamente por ambos principios.

En los últimos años se ha dedicado considerable atención a estudiar la


relación que existe entre la fonología, la morfología y la sintaxis, y en particu-
lar, a determinar qué información o informaciones deben tenerse en cuenta en
cada uno de estos componentes y cómo se debe representar en cada uno de
ellos. Las respuestas son, sin embargo, dispares (como se observa, por ejemplo,
al comparar los estudios que componen Richardson y otros 1983), y en este
trabajo no serán abordadas directamente. No entraremos, por tanto, a analizar
si procesos como el de cliticización, o los de contracción morfológica o incor-

coordinación heterocategorial. Las primera es relativizar (B) exigiendo solamente identidad


de funciones sintácticas. Ello excluiría, evidentemente, *Escribe bien y novelas, pero no es tan
evidente cómo excluiría *El libro de aventuras y que te gustó tanto, ni cómo permitiría Lo encon-
traron a las cuatro y borracho. La segunda forma de abordar este problema sería que proponen
Sag y otros (1985), quienes consideran las categorías gramaticales como conjuntos de rasgos
y proponen que la «archicategoría coordinada» posea al menos un subconjunto de los rasgos
de cada miembro de la coordinación.
El segundo problema de (B) es que existe la coordinación acategorial, es decir, es po-
sible coordinar segmentos que no constituyen categorías sintagmáticas de ningún tipo. De la
completa lista de ejemplos que extrae González Ollé (1979: § 8) de autores diversos entresa-
camos nacieron de o se fundaron en este principio; estando separado de o siguiendo a la palabra, y,
entre los ejemplos de textos medievales, de las e en las condiciones o por las e en las cercanías.
Parece claro que los segmentos nacieron de, siguiendo a o en las no son categorías sintagmáti-
cas. También creemos que existen dos formas de abordar la coordinación acategorial. La
primera sería descartar algunos de estos casos suponiendo que se trata de coordinación me-
talingüística. De hecho, es frecuente encontrar al segundo miembro de la coordinación en un
inciso parentético como (entre los ejemplos de González Ollé) mi inclinaci6n a −y mi conformi-
dad con− la mayoría, o cada generaci6n entiende a (y es entendida por) la precedente. Sobre la coor-
dinación disyuntiva metalingüística (Se puso una bata o albornoz), véase Rey-Debove (1978:
285). Para la coordinación acategorial no metalingüística sería necesario (segundo procedi-
miento) adaptar la teoría de los indicadores sintagmáticos generalizados (Kupin 1978,
Goodall 1983, 1984, Chametzky 1984), de forma que un constituyente pudiera ser dominado
simultáneamente y de forma inmediata por dos categorías coordinadas, algo completamente
imposible en el tipo de estructura sintagmática arborescente que suele aceptarse. No obstan-
te, el carácter marcado (y probablemente literario) de la coordinación acategorial hace difícil
estudiar sus límites.

4
poración nominal requieren un subcomponente específico dentro de la morfo-
logía léxica, o si, por el contrario, ello es innecesario si se postula un modelo,
(como, por ejemplo, el de Sadock 1985), en el que las informaciones sintácticas
y morfológicas se representan por medio de dos estructuras sintagmáticas in-
dependientes que deben satisfacer una serie de principios autónomamente es-
tablecidos. Nuestro propósito es tan sólo el de contribuir a determinar cuáles
son exactamente las generalizaciones que deben postularse en la gramática
española para explicar las construcciones coordinadas en las que intervienen
elementos clíticos, especificadores átonos y ciertas preposiciones y prefijos.
Nos interesa en particular qué clase de informaciones deben contener estas
generalizaciones y por qué algunas de ellas son más adecuadas que otras posi-
bles opciones.

En el § 2 analizaremos las construcciones coordinadas en las que inter-


vienen pronombres clíticos, y trataremos de mostrar que la coordinación cons-
tituye una prueba clara para determinar la relación configuracional que se es-
tablece entre la flexión y tales pronombres. En el § 3 propondremos un proceso
de reestructuración o reanálisis que, junto con (A), puede explicar la imposibi-
lidad de coordinar los complementos oracionales de los núcleos nominales nu-
los con especificadores átonos y los términos de preposición oracionales en las
subordinadas circunstanciales. En el § 4 propondremos que las restricciones
sobre las coordinaciones en las que intervienen especificadores átonos se ex-
plican sin acudir a procesos de apócope, y en el § 5 sugerimos que un análisis
basado en la hipótesis de los núcleos morfológicos nulos resuelve ciertos pro-
blemas que la coordinación de formas compuestas parece presentar a la hipó-
tesis de la integridad léxica.

2. LOS PRONOMBRES CLÍTICOS Y LA COORDINACIÓN

Consideremos la siguiente generalización gramatical:

5
(D) Dos verbos coordinados pueden compartir en español un pro-
nombre proclítico pero no un pronombre enclítico.

Esta restricción abarca descriptivamente las alternancias que se obser-


van en las oraciones siguientes:

(3) a. Lo [leyó y resumió] en un santiamén.


b. *[Lee y resúme]lo cuanto antes.
(4) a. Se [levantaban y sentaban] continuamente.
b. *Puede usted [levantar y sentar]se cuando quiera.
(5) a. No le [importa ni interesa] lo que digan.
b. *Debería [importar e interesar]le lo que dicen.
(6) a. Se dedica a [comprar y vender] libros.
b. *Se dedica a [comprar y vender]los.

S. Fernández Ramírez recoge en su Gramdtica algunos ejemplos litera-


rios de este uso, como (vol. IV, pág. 112) lo maniataron y subieron al caballo. De
hecho, nuestro ejemplo (5a) es casi reproducción del de Unamuno (Ensayos,
VII, 45) que registra Fernández Ramírez: Me acusan de que no me importan ni
interesan los afanes de los hombres.
Algunos hablantes no aceptan, sin embargo, estas construcciones, y exi-
gen que se repita el pronombre clítico, pero incluso estas mismas personas
aceptan sin dificultad que el proclítico compartido incida sobre un auxiliar o
alguno de los llamados «verbos de ascenso de clíticos», como en Se iban marchi-
tando y muriendo o No lo pudo traducir ni publicar. Así pues, para estos hablantes
(D) no se aplica a dos verbos, sino únicamente a dos proyecciones verbales
como las indicadas.

6
Las oraciones de (3) a (6) presentan cierta similitud con las estructuras
en las que una palabra relativa o interrogativa liga desde el subordinante
(COMP) dos posiciones argumentales nulas, situación que ha sido estudiada
con bastante detalle en la sintaxis inglesa. Se trata de oraciones como éstas:

(7) a. La novela [O’ que [O [O [Juan empezó] y [su hermano terminó]]]]

b. ¿Qué [O [O decía Juan] y [repetía Pedro]]?

Tanto en (7) como en (3a), (4a) y (5a) tenemos un elemento en una posi-
ción no argumental (la posición COMP lo es, y también la que ocupan los clíti-
cos dentro del SV) que liga dos posiciones argumentales nulas. No obstante, la
diferencia que existe entre (3a) o (4a) y (3b) o (4b) revela que no es la naturale-
za clítica del pronombre personal el factor esencial, sino la oposición entre el
estatus gramatical de los pronombres proclíticos y el de los enclíticos. Si apli-
camos (A) a (3)-(6), obtendremos resultados que a primera vista parecerán
parcialmente satisfactorios. La irregularidad de las oraciones de (b) está pre-
vista en (A), puesto que en esas oraciones coordinamos parte de una palabra
con otra unidad léxica, lo que (A) desautoriza, pero nos lleva a postular abier-
tamente que los pronombres proclíticos son palabras.
Se ha señalado muchas veces que los pronombres clíticos ocupan una
posición no del todo bien definida entre las palabras y los afijos. Sin embargo,
parece claro que los proclíticos no forman parte de la unidad léxica sobre la
que inciden, mientras que los enclíticos sí lo hacen. Ello no niega la caracteri-
zación habitual de los pronombres clíticos como una especie de «afijos verba-
les», en cuanto que carecen de acento primario, no pueden ser núcleos sintácti-
cos, no admiten modificadores ni pueden funcionar aislados y están subcate-
gorizados o seleccionados por el SV de forma parecida a lo que sucede con los
afijos (Klavans 1983 y Zwicky 1977, entre otros autores). No son estrictamente

7
afijos, sin embargo, en cuanto que se adjuntan a palabras, y no a raíces o bases
léxicas, y pueden incidir en ciertos casos sobre proyecciones verbales, y no
únicamente sobre verbos. Los procesos de cliticización constituyen, efectiva-
mente, una especie de «afijación sintagmática», pero si consideramos a los clí-
ticos estrictamente como afijos, como se propone, por ejemplo, en Zwicky
(1977), tendremos dificultades para explicar contrastes como los ya apuntados
entre prefijos y proclíticos: *re[elaborar y editar] frente a lo [leía y releía]. La gene-
ralización (A) no pierde en absoluto su utilidad si suponemos que los pro-
nombres proclíticos adquieren el estatus léxico de las palabras, y los enclíticos
sólo el de los afijos. Las propiedades que los clíticos comparten con las pala-
bras han sido ya señaladas (Klavans 1979). Su carácter átono coincide, como es
sabido, con el de no pocos especificadores nominales y adjetivales (artículos,
posesivos, ciertos auxiliares y adverbios de grado) y de él se deducen específi-
camente algunas propiedades que estudiaremos más adelante.

No es ocioso hacer notar que el pronombre enclítico que se menciona en


(D) ha de serlo de una de las formas coordinadas. De lo contrario no podría-
mos extender esta generalización a las construcciones en las que se produce lo
que a veces se ha llamado «ascenso de clíticos». En (8) no existe ningún pro-
nombre proclítico:

(8) a. *Para intentar [comprar o alquilar]lo.

b. Para intentarlo [comprar o alquilar].

Éste sería en realidad un problema menor si se aceptara que los clíticos


aparecen en una posición no argumental que liga una posición argumental nu-
la, que a su vez serviría (en casos como estos) de antecedente de las dos posi-
ciones nulas en los complementos verbales:

8
(9) Para [SV [SV intentarlo [SN__ ] comprar__ o alquilar__]].

Sin embargo, la cuestión de fondo se plantea en términos más generales:


la enclisis afecta a una sola palabra, mientras que la proclisis afecta a una pro-
yección sintagmática. En el caso del (mal) llamado «ascenso de clíticos», un
pronombre enclítico a una palabra actúa como si fuera proclítico respecto de
una proyección sintagmática. No entraremos, sin embargo, a analizar con más
detalle estas situaciones porque no afectan a los fenómenos que deseamos es-
tudiar, ni a la hipótesis que proponemos3. No obstante, e independientemente
de (A), puede decirse que (3b) y (4b) están también excluidas porque no res-
petan la relación estructural que debe existir entre un clítico y su huella. En las
oraciones (a), el clítico puede abarcar en su ámbito las dos posiciones nulas,
sobre las que posee mando de constituyente (c-command), pero en (3b) la posi-
ción nula que sigue a lee está fuera del alcance de lo. Para nuestros propósitos
en este trabajo, es suficiente con que la generalización (A) excluya, en alguna
de sus formas, estas secuencias.
Existe un factor importante, menos evidente que los hasta ahora señala-
dos, que resulta esencial para explicar las oraciones gramaticales de (3a) a (6a).
Se trata de la relación configuracional que existe entre los nudos sintagmáticos
que representan la flexión y los pronombres clíticos (llamémosles FL y CL). La
coordinación permite argumentar de forma clara que no es indiferente la rela-
ción estructural que exista entre ellos. Permite demostrar, de hecho, que una
estructura como (10a) es básicamente correcta, mientras que (10b) no lo es:

3 Debe observarse, no obstante, que la coordinación contrasta con la composición, puesto que
es sabido que algunos morfemas derivativos se adjuntan en español a las palabras compues-
tas, y no sólo a uno de sus componentes: [[costa][rric]][ense], y no *[costa[rric[ense]]]; [[san-
cho][panc]][esco], y no *[sancho[panc[esco]]]. No existen los adjetivos *ricense ni *pancesco. Véase
Scalise (1984).

9
(10) a.

(10) b.

En las coordinaciones verbales de (3) a (6) hemos buscado deliberada-


mente formas verbales idénticas en sus rasgos flexivos4. Podemos preguntar-
nos ahora por qué han de serlo. Consideremos las siguientes oraciones:

(11) a. Creí que aceptarías o aceptaríais mi propuesta.

b. *Creí que la aceptarías o aceptaríais.

(12) a. Se levantaba y se sentaban.

b. *Se levantaba y sentaban.

(13) a. Ibas o iban a contratarlo.

b. *Lo ibas o iban a contratar.

4Existen factores semánticos que impiden a veces que las coordinaciones permitidas por (D)
se lleven a cabo. Aunque estos factores no serán objeto de atención en este trabajo, conviene
señalar que no tenemos secuencias como *lo pensó y dijo ni *las encontré y compré. Parece que
es necesario que el conjunto que forman los verbos se interprete semánticamente como una
propiedad única, lo que, por otra parte, no es infrecuente en los procesos de coordinación.
Tampoco constituyen contraejemplos a (D) oraciones como toma y arréglalo, donde podría
hablarse de un complemento nulo de tomar cuya naturaleza queda fuera de los objetivos de
este trabajo. Véase el § 6.
10
¿Por qué no son gramaticales las oraciones de (b) y sí lo son las de (a)?;
o, dicho de otro modo, ¿cuál es exactamente la generalización apropiada que
las excluye? No es simplemente (D), puesto que (D) no diferencia entre (5a) y
(11b) o (13b). De hecho (D) no excluye estas oraciones, sino que las acepta. Pa-
ra que estas oraciones fueran gramaticales deberían ajustarse a la estructura
(10b), de forma que V’ se ramificaría desdoblándose para admitir coordinación
de dos nudos idénticos pero con flexiones distintas. Pero (10b) no existe, de
forma que estas secuencias sólo podrían ajustarse a (10a), donde el nudo FL
está más alto que CL (para nuestros propósitos es indiferente que FL sea el nú-
cleo de V’ en la proyección FL' o que lo sea de O'; lo importante es que CL esté
por encima de FL).

Consideremos, pues, (10a). Si se admite que dos verbos coordinados


pueden compartir un sujeto nulo, como en pro [canta y baila], ha de admitirse
que también comparten un mismo constituyente FL, más aún si se acepta que
FL es el núcleo de O. Ahora bien, lo que (11b) a (1 3b) exigirían para ajustarse a
(10a) es que FL se ramificara y admitiera coordinación de dos informaciones
flexivas, lo que resulta imposible. De forma análoga, no cabe pensar en coor-
dinaciones de categorías vacías pronominales como *pro y pro o *PRO y PRO
con rasgos flexivos diferentes o no.

Así pues, las oraciones (11b) a (1 3b) quedan descartadas porque no


pueden ajustarse a ninguna de las configuraciones descritas. Cabe pensar, en
consecuencia, que la gramática debe establecer que ni FL ni CL ni los pronom-
bres vacíos pueden desdoblarse y admitir coordinación, pero probablemente
sea más justo postular que esta restricción se deduce de su propia naturaleza
morfológica (cfr. más adelante el § 4). Debe tenerse en cuenta que no es ésta la
única propiedad que la flexión comparte con los pronombres clíticos. Ambos
tienen en común, además, la incapacidad, enteramente predecible, de funcio-
nar con valor contrastivo: es imposible contestar salí a la pregunta ¿saliste -tú o

11
salió ella? por la misma razón que lo es contestar lo elegía la pregunta ¿elegiste el
libro o la pelota?

Aunque creemos que (E) es una generalización aún demasiado específi-


ca, explica, junto con (A) y (B) todos los datos hasta ahora presentados:

(E) Ni las informaciones flexivas ni los elementos clíticos se pueden coordi-


nar.

En los apartados siguientes intentaremos mostrar que (E) se puede extender a


otras unidades sintácticas cuyo funcionamiento se asimila en ciertos aspectos
al de los pronombres clíticos.

3. UN PROCESO DE REESTRUCTURACIÓN LÉXICA

Los términos «reestructuración» y «reanálisis» se utilizan habitualmente


para designar los cambios en la estructura sintagmática que se obtienen de una
recategorización de los constituyentes en unidades diferentes de las que pro-
porciona la segmentación natural de una secuencia. Es frecuente que esa reca-
tegorización lleve consigo el paso (generalmente en esa dirección) de una es-
tructura de relaciones sintácticas a una de relaciones morfológicas. Puede ver-
se una breve introducción al concepto de «reestructuración» con bibliografía
seleccionada en Moreno (1985, § 2).
Supongamos que analizamos la secuencia El que elijas tú como un SN
con núcleo nulo: [El Ø [que elijas tú]], donde Ø representa un núcleo nulo (el
«sustantivo tácito» de algunos gramáticos). Observamos en (14) que la oración
de relativo que aparece en este sintagma no se puede coordinar con otra:

12
(14) a. *El Ø [que elijas tú] o [que elija ella]] Coordinación de O’

b. El Ø que [[elijas tú] o [elija ella]] Coordinación de O.

De forma análoga, aunque a veces sea posible coordinar un adjetivo con


una oración de relativo, como en (15a), es totalmente imposible hacerlo en la
situación anteriormente descrita, como se muestra en (15b):

(15) a. [[inteligente] y [que comprende todo] Coordinación de SA y O'.

b. *Lo [[triste] y [que más me duele]] Coordinación de SA y O'.


c. [[Lo triste] y [lo que más me duele]] Coordinación de SSNN.

Este tipo de fenómenos obedecen, en nuestra opinión, a un proceso de


reestructuración léxica obligatoria de artículo y relativo en un «relativo com-
plejo», término, como es sabido, que acuñó la gramática tradicional. Si esto es
así, el que o lo que se convierten por un proceso de reanálisis en una unidad
morfológica que adquiere las propiedades de una palabra. Nótese que es pre-
cisamente el artículo, y no otro determinante, el que interviene en este proceso
de recategorización:

(16) a. Ese [[que te regalaron] y [que te gustaba tanto]].

b. *El [[que te regalaron] y [que te gustaba tanto]].

Podría pensarse que el proceso que analizamos no es propiamente sin-


táctico (reanálisis), sino más bien fonológico o morfofonológico (proclisis),
puesto que el artículo es, como ya reconocía Cuervo (DCR, vol. III, 77b), una
forma «rigurosamente proclítica». Sin embargo, si fuera esta la naturaleza del

13
proceso en cuestión, no deberían ser correctas secuencias impecables como la
de Juan y de Pedro. La causa de que sean gramaticales estriba, en nuestra opi-
nión, en que no existe el pronombre la de (y sí, en cambio, el pronombre la que).
El proceso es, pues, sintáctico y no propiamente morfofonológico.
¿Cómo se excluyen entonces (14a), (15b) o (l6b)? Caben, en principio,
dos soluciones. Podría pensarse que esta reestructuración ha de ser sensible al
principio de subyacencia. No podríamos tener *lo [O’ [O’ que .. ]] porque lo y que
están separados por dos nudos cíclicos. Algo similar ocurre en la oración in-
glesa I dont want to sing or to dance, donde no podríamos tener, por idéntica ra-
zón, *I don't wanna sing or to dance. Cabe, sin embargo, otra explicación, que
consistiría en acudir simplemente a la generalización (A), de forma que la irre-
gularidad de esta oración tendría una explicación similar a la de las secuencias
agramaticales de (1) y (2). Conviene recordar que (1b) y (2b) no pueden ex-
cluirse, en sentido estricto, por el principio de subyacencia, puesto que los
SSAA no figuran entre los nudos cíclicos que este principio tiene en cuenta
(SN y O' para el español).
Tampoco es correcto excluir (14a) o (16b) por la generalización (B).
Veamos por qué. Si suponemos que el que es un relativo complejo cabría pen-
sar en una estructura como (17):

(17) *[O’ [COMP’ [lo que] dijo Juan e]] o [O’ que dijo Pedro].

Pero (17) no contradice (B), puesto que en (17) coordinamos dos categorías O'.
Sería inútil restringir (B) prohibiendo la coordinación de dos nudos O’ si sólo
uno de ellos contiene una variable ligada, puesto que entonces quedarían ex-
cluidas incorrectamente oraciones como Me dijo [[que vendría Luis] y [quién le
acompañaría]].
Así pues, es (A) y no (B) el principio gramatical que excluye las secuen-
cias agramaticales de (14) a (16). Es posible que (C) y (A) confluyan en cierto

14
sentido si se reformula (C) sin hacer mención expresa de las reglas de movi-
miento (por ejemplo, sustituyendo «mover» por «afectar», como se ha pro-
puesto para otros procesos sintácticos). En tal caso, es muy posible que algu-
nos de los efectos de (C) puedan quedar subsumidos en (A).
Creemos que el considerar que los relativos complejos son el resultado
de una reestructuración léxica tiene ciertas ventajas, como la de no descartar
que sintácticamente el o la puedan ser interpretados como artículos (no entrare
mos en el caso de lo, que presenta otras complicaciones ya clásicas), y que el
constituyente que encabezan pueda ser un SN con núcleo nulo. Si ello es así,
no hay por qué suponer que en Me leí [[este libro] y [el que está allí] coordinamos
un SN con una oración, sino simplemente dos SSNN.
Existen en español otras situaciones en las que no puede darse coordi-
nación por la existencia de un proceso de reestructuración similar al que he-
mos visto. La fusión de una preposición y el subordinante que en una sola con-
junción es un proceso histórico bien conocido. Las actuales conjunciones por-
que y conque eran las antiguas combinaciones con que y por que, ya transforma-
das en conjunciones antes de que se diera la fusión gráfica. La antigua conjun-
ción desque se formó por un proceso análogo. Aun así es frecuente analizar sin-
crónicamente las subordinadas causales como SSPP en los que el término de la
preposición lo constituye una oración. Ello explica que en Porque tú lo sabías
podamos tener Por eso, donde no hay conjunción causal alguna.
Creemos que existe un proceso de reestructuración léxica similar al que
hemos descrito más arriba, que interpreta la combinación «prep. + que» como
una conjunción. La agramaticalidad de (18a) se explica por la misma razón que
la de (14a):

(18) a. *Por[que lo digas tú] o [que lo diga ella]. Coordinación de 0’


b. Porque [lo digas tú] o [lo diga ella]. Coordinación de 0

15
No es la cohesión gráfica el factor esencial que excluye (18a). La prueba
más clara de que no lo es la encontramos al comprobar que toda la tradicio-
nalmente llamada «subordinación circunstancial» está sujeta al mismo proceso
de recategorización de SSPP en oraciones:

(19) a. *Sin [[que llamara] ni [que avisa]].


b. *Para [[que te distraiga] o [que te entretenga]].
c. *Hasta [[que llegó Pepe] y [que empezó el jaleo]].
(20) a. Sin que [[llamara ni avisara]].
b. Para que [[te distraiga o te entretenga]].
c. Hasta que [[llegó Pepe y empezó el jaleo]].

Como es de prever, este proceso de recategorización, que interpreta co-


mo conjunción la secuencia «prep. + que», no afecta a los complementos de las
categorías léxicas. La preposición de que frecuentemente los encabeza está
desprovista de contenido léxico y suele considerarse como un «marcador de
caso». Es claro el contraste entre (19) y (21):

(21) a. Seguro de [[que iría] y [que volvería]].


b. La decisión de [[que se fuera el uno] y [que se quedara el otro]].
c. Encima de [[que te esperamos] y [que te sacamos las entradas]].

Tampoco afecta a las preposiciones seleccionadas léxicamente, como en


Depende de [[que él esté de acuerdo] o [que ella le convenza]]. Tanto en un caso
como en el otro, la explicación es esencialmente la misma: las categorías léxicas
no tienen subordinadas adverbiales como complementos. El que sólo sean las
preposiciones no seleccionadas léxicamente (y, en consecuencia, las que po-
seen contenido léxico) las que intervienen en el proceso de reestructuración de
SSPP en subordinadas adverbiales ayuda considerablemente a explicar por

16
qué la evolución histórica de la lengua formó las conjunciones porque, conque o
desque (actual desde que), mientras que nunca han existido las conjunciones
*deque, *aque ni *enque (todo ello, pasando por alto la relativa imprevisibilidad
de los cambios históricos)5
La generalización (F) sirve de recapitulación:

(F) Existe en español un proceso de reanálisis que consiste en recate-


gorizar la secuencia 'A + que' (donde A es un artículo determina-
do) en un relativo complejo, y la secuencia 'P + que' (donde P es
una preposición no seleccionada categorialmente) en una conjun-
ción compleja.

No está de más recordar que (A) hace referencia específicamente al con-


cepto de ‘palabra’ (probablemente una de las unidades más polémicas de la
historia de la lingüística), mientras que (F) hace referencia a «unidades léxicas
complejas» para evitar la posible tendencia a identificar la integridad gráfica
con la integridad léxica. Así entendidas, las generalizaciones (A) y (F) excluyen
todas las secuencias gramaticales de este § 3.

5 Independientemente de estos factores, y por razones que no afectan al proceso de reestruc-


turación o reinterpretación léxica que analizamos, debe señalarse que en español se rechaza
la coordinación de SN y O’ en el término de una preposición: *Me habló de [Pedro] y [qué pen-
saba Juan; *Depende d[el día elegido] y [si Luis estará dispuesto]]. En consecuencia, no hay ambi-
güedad en Piensa en lo que quieras tú o Pedro, donde no cabe la interpretación *en [[lo que quie-
ras tú] o [Pedro]]. Esta dificultad se extiende a las oraciones no flexivas (es decir, a las llama-
das subordinadas de infinitivo) en los mismos contextos sintácticos:

(i) Antes de {cenar/la cena}] y de ver la película.


(ii) Antes de {cenar/*la cena} y ver la película.

Al parecer, el francés no se comporta igual, según se deduce de los datos que presenta Lo-
rian (1978: 347-348).

17
4. COORDINACIÓN Y APÓCOPE

Es bien sabido que existen en español un cierto número de palabras que


poseen una forma débil y otra fuerte. La débil suele ser un determinante átono
o un cuantificador bisílabo (un, mi, tan, algún, cualquier) y la fuerte un pro-
nombre o adverbio tónico o un cuantificador trisílabo (uno, mío, tanto, alguno,
cualquiera. Las formas débiles son resultados históricos de procesos de apócope
y nunca constituyen núcleos léxicos.
Existen varias opciones teóricas para tratar esta alternancia. Parece claro
que si no decimos *un de tus coches, *cualquier, grande o *algún muy barato es
porque no existen las formas *un Ø, *cualquier Ø o algún Ø (donde Ø represen-
ta una categoría nominal vacía). No obstante, y aquí surge la diferencia, puede
entenderse que es esta categoría vacía la que impide un proceso (sincrónico)
de apócope que sólo puede darse en una situación de adyacencia estricta, o
bien puede proponerse que las formas débiles y las fuertes están en distribu-
ción complementaria, de forma que estas últimas constituyen pronombres o
adverbios con valor anafórico, mientras que las primeras exigen, por razones
prosódicas, un núcleo léxico sobre el que incidir. Recientemente, Nespor y
Scorretti (1985) han comparado detenidamente ambas opciones, por lo que al
italiano respecta, y han apoyado la segunda de cuas con argumentos que no es
imprescindible reproducir aquí.
En nuestra opinión, el postular núcleos sintagmáticos nulos no lleva ne-
cesariamente a aceptar la hipótesis de la apócope como un proceso sincrónico.
No es necesario partir de *mío libro para obtener mi libro, ni de *tanto útil para
obtener tan útil, pero es cierto que se simplifica enormemente la gramática si se
evita duplicar sistemáticamente la relación de cuantificadores y numerales que
pueden ser determinantes o pronombres (este, poco, otro, más, cuatro, etc.) pos-
tulando núcleos nominales nulos en todos estos casos (este Ø, poco Ø, más Ø,

18
cuatro Ø). Así pues, podemos considerar la siguiente generalización, que no
menciona ningún proceso de apócope:

(G) Las formas débiles de los pronombres y los cuantificadores se


asimilan a los clíticos.

Recordemos una propiedad morfofonológica definitoria de los elementos clíti-


cos:

(H) Los elementos clíticos no pueden (por definición) incidir sobre


núcleos nulos.

Si aceptamos (G) y (H) no necesitamos excluir específicamente secuen-


cias como *un Ø o *tan Ø, puesto que los elementos clíticos no admiten núcleos
nulos. Es decir, no es necesario suponer un proceso sincrónico de apócope pa-
ra explicar por qué no existe *le [V Ø]. Ello no rechaza, sin embargo (lo que se-
ría absurdo), las relaciones históricas más que probadas entre formas apoco-
padas y clíticas, tanto por lo que respecta al origen de los artículos y los de-
terminantes posesivos como al de los mismos pronombres clíticos, pero tiene
la ventaja de ofrecer una única explicación para todas las secuencias agramati-
cales de (22):

(22) a. *Tan o más difícil.

b. *Me o te miró.

c. *Un u otro día.

d. *Mis y tus libros.

19
Es decir, en (22a) no podemos tener *[tan Ø] o [más difícil] porque lo im-
piden (G) y (H), ni tampoco *[tan o más] [difícil], porque lo impiden (G) y (E), ni
tampoco [tan] o [más difícil] porque lo impide (B). La secuencia queda descar-
tada porque cada una de las segmentaciones posibles está excluida por alguna
generalización independiente. El resto de las secuencias de (22) se excluyen de
forma análoga. En el caso de (22d) debe señalarse que este sintagma supera la
condición (B), pero no supera (E) al estar sujeto a (G).

Nótese que *[[tanto o más] difícil] no supera (B), mientras que [[tanto] o
[más difícil] no resulta excluida por ninguna de las generalizaciones propues-
tas. (22a) superaría (B) si se analiza en la forma [*tan o más] [difícil], pero, como
ya hemos señalado, no supera (E), puesto que está sujeto a (G).

Es muy posible que la relación de categorías no coordinables por razo-


nes de tonicidad sea mayor que la que se muestra en (22). Varios autores han
señalado la tendencia que poseen muchos auxiliares a comportarse como clíti-
cos (Kaisse 1983, Zwicky 1977: 10). Para el caso concreto del español, Suñer
(1986) propone que alternancias como lo que hubieras tú disfrutado / *lo que has tú
disfrutado se explican con claridad si suponemos que las formas monosilábicas
de haber se comportan como elementos proclíticos del participio. Nuestros da-
tos de las coordinación favorecen esta hipótesis: Había o habían elegido mal, fren-
te a *Has o han elegido mal. De nuevo, al igual que veíamos en (3a) −frente a
(3b)− es posible que un elemento proclítico sea compartido por dos bases: No
he visto ni oído nada.

5. NÚCLEOS MORFOLÓGICOS NULOS

Hasta el momento, el balance de las generalizaciones propuestas es el


siguiente: (A) ha de mantenerse en alguna de sus formas; (D) es un caso parti-
cular de (A); tal vez (C) sea un caso particular de (B) (deducción no esencial

20
para este trabajo); (E) ha de mantenerse, o quizá mejor deducirse de la natura-
leza misma de las unidades morfológicas, y lo mismo cabe decir de (H) y tam-
bién de (G). En este último apartado consideraremos una clase aparente de
contraejemplos a (A), y trataremos de mostrar que, analizados correctamente,
no afectan en absoluto a dicha generalización.
La existencia de secuencias como (23) y (24) ha sido observada por va-
rios autores:

(23) a. Coaliciones pre y poselectorales.


b. La situación política en centro y sudamérica.
c. Reacciones de filo y antiamericanismo.
(24) a. Lengua romance ultra y cisperenaica.
b. Naciones infra y superdesarrolladas.
c. Sociología pre y protohistórica.

Los ejemplos (23a y b) son nuestros; (23c) es casi idéntico a los ejemplos
que presenta Scalise (1984: 75), y el resto han sido extraídos por González Ollé
(1979: 156), que recoge una lista mucho más larga de ejemplos tomados de un
amplio conjunto de autores literarios. El que estos ejemplos se ajusten o no a
(A) dependerá, lógicamente, del análisis que se haga de ellos. Consideremos
los siguientes análisis de (23a): (p = prefijo; p' = complejo prefijal; A = adjetivo;
A' = complejo adjetival):

(25) a. [A [p [pre y post]] [A electorales]].


b. [[p [pre] y [A postelectorales]].
c. [A [A’ pre-Ø] y [A postelectorales]].

21
De estos tres análisis, (25b) es el primero que debe ser descartado, ya
que constituye una clara violación de (B). (25a) supondría una violación de
(A). No obstante, Quirk y otros (1985: 632) defienden explícitamente este análi-
sis para ejemplos ingleses como The patient was carefully observed in the pre and
post- operative phase of treatment. Nosotros proponemos que (25a) es un análisis
incorrecto, y que es preferible optar por (25c), donde coordinamos dos adjeti-
vos, uno de los cuales posee un núcleo nulo que se interpreta catafóricamente.

Antes de defender (25c) veamos un argumento claro contra (25a). Si


consideramos este análisis para ejemplos como pre e incluso poselectorales o pre y
hasta casi protohistórica, nos veríamos obligados a suponer que incluso pos y has-
ta casi proto son constituyentes, es decir, (25a) nos lleva a afirmar que los prefi-
jos configuran proyecciones sintagmáticas endocéntricas, lo que no sólo no
está justificado independientemente, sino que parece ser sencillamente falso 6.

Consideremos ahora (25c). El fenómeno que estudiamos es exclusivo de


la composición endocéntrica (que incluye la prefijación, como ya proponía la
gramática tradicional). Ello significa, por un lado, que Ø es el núcleo de (pre-Ø)
en esta estructura, y por otro, que los núcleos nulos que postulamos son pala-
bras, y no raíces ligadas. Es imposible extender este tipo de estructuras a la
derivación, como sugiere lo descabellado de *ordenación o Ø-miento o de *noti-
ciario o Ø-ero (por mucho que existan los sustantivos ordenamiento y noticiero).

El considerar que Ø es el núcleo nos lleva casi obligatoriamente a supo-


ner que también lo es en pura-Ø y simplemente o en radical-Ø y totalmente, lo que
no es en absoluto una conclusión no deseable, sino todo lo contrario, como ya
mostró Suñer (1975). Afirma la RAE (1973: 80) que «los adverbios en -mente
son las únicas palabras en español que poseen cuantitativamente dos acentos

6 Un razonamiento análogo podría sugerir que es preferible [con Ø] o [sin su permiso] a [con o
sin] [su permiso], puesto que tenemos con y también sin su permiso. No obstante, la coordina-
ción de preposiciones plantea problemas especiales, y no deseamos proponer abiertamente
que no existe y que ha de ser sustituida por la coordinación de SSPP uno de los cuales posee
una categoría vacía corno término de la preposición.

22
de intensidad, frente al principio general del acento único». La Academia con-
sidera -mente como palabra, por lo que respecta a las normas de acentuación.
Por otra parte, el origen nominal de -mente es bien conocido, como también lo
es su (relativamente) reciente pérdida de la autonomía gráfica, así como su ca-
pacidad (vedada a cualquier sufijo) de admitir encabalgamientos en poesía 7.
Es lógico suponer, por tanto, que Ø siempre es el núcleo en estructuras como
(25c).

El fenómeno que estudiamos es absolutamente productivo en la compo-


sición endocéntrica del alemán, tanto con prefijos (An-Ø und verkauf 'compra-
venta'; Ein-Ø und Ausgang 'entrada y salida') como con sustantivos (Literatur-Ø
und Musikgeschichte 'historia de la música y la literatura'; Mittag-Ø un und
Abendessen 'comida y cena'). La coincidencia con los ejemplos de (23) y (24), así
como los citados con adverbios en -mente estriba, de nuevo, en que siempre es
el núcleo del compuesto el elemento nulo.
La siguiente pregunta es: ¿cómo está regido el núcleo nulo que aparece
en (25c) y, por extensión, en las estructuras correspondientes a todas las se-
cuencias de (23)-(24) o a las de los adverbios en -mente? Parece lógico suponer
que esta categoría nula debe poseer un elemento rector y un ámbito o dominio
en el que esté ligada. El primero permitirá que ocupe una posición estructural-
mente adecuada (regida o 'protegida' por algún elemento) y el segundo permi-
tirá recuperar la información ausente si la categoría léxica con el mismo índice
que Ø se encuentra en este entorno. Nuestra propuesta es provisional, pero
consideramos que existen indicios de que el elemento rector puede ser el prefi-
jo en (23)-(24) y la forma adjetival ligada en el caso de los adverbios en -mente,
mientras que el ámbito en el que esas categorías vacías están ligadas es A' en
(25c) y el constituyente que domina inmediatamente a los adverbios coordina-

7'Todos estos argumentos nos llevan en este punto a una conclusión contraria a la de Scalise
(1984: 104), para que (al menos en italiano) -mente tiene simplemente el estatus de afijo. Si
nuestra propuesta de que existen núcleos morfológicos nulos es correcta, es natural la conse-
cuencia de que no existan afijos vacíos. A ello se debe añadir que hechos como los de (26) –
23
dos en el caso de -mente. La categoría adjetival nula no puede estar ligada más
allá del límite que impone ese constituyente. La oración (26b) es agramatical
precisamente porque ese límite se ha sobrepasado:

(26) a. La boda más ceremoniosa-Ø y solemnemente celebrada.

b. *La boda más ceremoniosa-Ø y más solemnemente celebrada.

(26b) sería aceptable en la interpretación en la que se coordinan dos sin-


tagmas adjetivales, pero no parece serlo en la interpretación en la que se coor-
dinan dos sintagmas adverbiales. Con las reservas naturales que requiere la
cuestión, podemos avanzar que existe algún tipo de generalización próxima a
(I):

(I) El núcleo morfológico nulo de una forma compuesta en un com-


plejo coordinado ha de estar regido por un prefijo o una base léxi-
ca radical, y ligado catafóricamente dentro del constituyente que
domina inmediatamente a las dos formas coordinadas.

La recuperación ha de ser catafórica, como prueba el que no tengamos


*antisovietismo o filo-Ø ni *proamericano o anti-Ø. La RAE (1973: 81, nota 34) ex-
trae el ejemplo bien y malhechores de un texto literario, en el que es evidente jue
no cabría *malhechores y bien-Ø. No obstante, en el caso de los coordinados en -
mente, la recuperación puede (o podía) ser anafórica en catalán (liberalment i
franca), y también en aragonés antiguo (falsament et malvada, Hanssen 1966:
265), leones antiguo (escura mientre et dubdosa, Corominas y Pascual 1980: II,
692b), portugués antiguo (pacientemente e humildosa, Pottier 1970: 227). La va-

más adelante− resultan incompatibles con la propuesta de que -mente es un simple afijo.
24
riación afecta, pues, a la forma en que el núcleo nulo está ligado, pero no a la
forma en que está regido8.
En resumen, el fenómeno gramatical que ilustran (23) y (24), y otras se-
cuencias similares, no debe ser interpretado como prueba de una inexistente
coordinación de dos fragmentos de una palabra, sino, por el contrario, como
muestra de que pueden postularse en la morfología principios análogos a los
que regulan la distribución de las categorías vacías en la sintaxis.

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8 El fenómeno que se ilustra en (23) y (24) es relativamente productivo. De hecho, basta que
el prefijo esté lexicalizado (es decir, que no se perciba como tal), para que sea imposible una
categoría vacía en la posición señalada. Es claro en este sentido el contraste entre bi-Ø o cua-
trimotor y *bi-0 o motocicleta.
25
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