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La enfermedad
La época de Nietzsche se sentía orgullosa del historicismo, pero a él le fatigaba esta consideración, no
obstante a través de su actividad como filólogo encontraría un obrar “intempestivo” contrario a su
propio tiempo, sobre él y en favor de un tiempo futuro. Es así que con ese obrar intempestivo
identificaría la enfermedad que poseía su tiempo plagado de seres inertes.
Para Nietzsche el hombre que dice ser feliz teniendo en su espalda el pasado, está condenado a vivir
infeliz, porque todo lo recuerda y le pesa, por eso es necesario el olvido para liberar la carga, aunque es
imposible olvidar y hasta el sueño se le perderá. Por eso Nietzsche propone la “fuerza plástica” para
cicatrizar. La fuerza plástica es esa capacidad de regeneración para evitar que el pasado sepulte el
presente y aplaste la vida. Por lo tanto Nietzsche señala lo intempestivo: “hay un grado de practicar la
historia y una valoración de la misma en que la vida se atrofia y degenera.” (Nietzsche, 2010, pág.
696 ). El historicismo estaba muy arraigado en su tiempo, como en un principio mencionamos con los
estudios de Ranke que exponían un aspecto significativo dentro de la objetividad. Sin embargo este
rechazo le ayudó a revelar el peligro que representaba el historicismo, por este motivo: “intempestivo
es obrar contrario al tiempo y, por esto mismo, sobre el tiempo y en favor, de un tiempo futuro.”
(Nietzsche, 2010).
El hombre debe convivir con su historia y con su memoria, pero sucumbe ante ello porque no es capaz
de lidiar productivamente con su pasado y se vuelve un ser inerte. El ejemplo más concreto sería un
hombre que no tiene memoria como el animal, vive sin más, sin problemas, pero si posee memoria
puede morir fácilmente. En este sentido el hombre mira el rebaño, y observa que el animal se revuelca
en el campo y vuelve para mirarlo, para olvidar lo que miro, ante eso, el hombre se asombra, pues él
tiene que lidiar con el dolor de su propia memoria y enfrentar su enfermedad. Pues bien, el animal vive
de forma “ahistórica” y como dice Nietzsche: “quien no es capaz de tenderse, olvidando todo pasado,
en el umbral del instante, quien no sabe estar ahí de pie en un punto, cual una diosa de la victoria, sin
vértigo ni miedo, nunca sabrá lo que es la felicidad.” (Nietzsche, 2010, pág. 698). El olvido se muestra
necesario para vivir feliz y sin ningún pasado que pueda curtir las intenciones que posee la acción.
El hombre que comprende que el olvido es importante, establece un encuentro único con lo que hace
como si desconociera todo excepto lo que está haciendo en el momento. En tal sentido la historia es
necesaria, pero si sirve a la vida. Necesitamos la historia para vivir y para actuar. Particularmente un
fenómeno histórico en cuanto saber es un fenómeno muerto, donde se conoció la injusticia, los pesares
de una época, esto a ese tipo de historiador le va a producir náuseas. Pero ¿En cuanto a la vida? Sería
cosa distinta porque por medio de su fuerza plástica y un horizonte entendería perfectamente si le sirve
para su propia vida. Como vemos Nietzsche muestra que el olvido es necesario para forjar un tipo de
humano que entienda lo perjudicial que es volverse un ser inerte, inactivo y enfermo. Sin embargo
Nietzsche mostrará que la historia es necesaria en tres aspectos fundacionales tanto para el pueblo
como para el individuo.
Historia monumental, anticuaria y crítica
La historia forma parte del ser vivo de manera monumental, anticuaria y crítica. En la monumental
quiere recordar lo grande, hacer que perdure eternamente y esto le sirve al vivo en cuanto extrae lo
significativo, sin embargo este tipo de historia logra rozar el fanatismo si pasa por encima de la historia
anticuaria y crítica, como hemos dicho un exceso puede ser perjudicial y su lema podría ser “haced
que los muertos entierren a los vivos“. Por eso estos tres tipos de historia se encuentran degeneradas.
En la anticuaria encontramos que sirve para la vida cuando el historiador observa el pasado con amor y
quiere pensar que allí se pudo vivir, trasladó su esfera individual a la de su propio pueblo incluyendo a
los otros, entrando en una colectividad, pero se corrompe cuando brinda demasiada importancia a todo
lo antiguo y niega que el devenir y lo nuevo sea bueno, no le interesa el presente y lo rodea la
podredumbre por caer estrepitosamente en una acumulación, y es aquí, entonces, donde la crítica debe
de ir acompañada de un juez llamado “vida” que corte los diferentes fenómenos históricos
“acumulados”, por tanto, la historia crítica es necesaria para quien se quedó en lo anticuario, ya que la
anticuaria obliga a quedarse en medio de lo que alguna vez fue poniendo excesiva importancia en lo
singular y propenso en caer en la acumulación excesiva, aunque, sirve a la vida, pues piensa en él y en
los que vendrán. Así es como lo critico viene cortando de base todo lo arraigado que oscurezca los
fines, de este modo con la capacidad de entender el pasado y todas sus ramificaciones se va a necesitar
una “fuerza plástica” que ayude a comprender que la historia debe prestar un servicio para la vida, ya
sea monumental, anticuaria y crítica. Por consiguiente cada pueblo o cada ser necesita de estas tres
concepciones siempre y cuando sirvan para la vida y no se limite a un saber congelado que se pueda
convertir en moho, es decir, se vuelva una excesiva acumulación. Y así como el individuo por medio
del olvido encuentra una posibilidad, análogamente un pueblo descubre el “horizonte” necesario que
le ayude a identificar lo útil y, al mismo tiempo, observa lo que debe cerrar por considerarlo inútil
para su salud como pueblo y evitar caer en la contradicción y en la acumulación que satura el interior
de dicho pueblo. Hay que saber cuándo se requiere una dosis de historia y de olvido, se necesita, pues,
la capacidad de comprender cuando se exige. Por tal motivo el ser humano llega a ser humano cuando
logra diferenciar estos aspectos y logra, también, entender que de forma excesiva la historia es
perjudicial y hasta puede desprender su humanidad. Ahora nuestra época dice Nietzsche, la ciencia
crece y circunda el saber, lo posee de manera asfixiante y lo aleja más de la vida. Se necesita es vida y
esta debe estar instalada en la “acción” de cada ser humano, sin embargo, los modernos no logran esto,
pues parecen enciclopedias andantes, diría un antiguo griego si estuviera en nuestra época.
La crítica de Nietzsche a los seres inertes
El
ser humano tiene un interior que no corresponde con el exterior y un exterior que no contrasta con
ningún interior, vive indigesto por una acumulación que lo ladea, por tal razón el interior alemán se
encontraba perdido e inconexo, en una dualidad entre contenido y forma, lo cual significó copiar,
creyendo que serían más alemanes. El alemán se encuentra bajo el proceso de abstracción, el análisis,
el cálculo, el separar, la interioridad está sometida, inconexa, pareciera como si se tratara de la
concepción historicista reflejada en el espíritu del alemán que terminó en sabios hastiados y solitarios,
podridos por dentro, convertidos en enciclopedias andantes, acumulados de religiones y filosofías,
además de ser un pueblo “epígono” que heredó toda la tradición antigua y gran parte del cristianismo.
Acá se encuentra la sobresaturación de historia que va a terminar en una praxis calculadora que
paraliza lo vital. Cuando se acumula lo aprendido, el individuo se encierra en sí mismo, en su interior,
volviéndose tímido e inseguro, no es vida. Nadie exhibe su condición humana, se disfrazan de eruditos,
enciclopedias andantes que parecen vigilantes de la historia. De ahí que pensemos si son máquinas de
pensar o configuraciones de formación histórica. Se trata de máquinas viejas, curtidas, ensimismadas,
acarrean problemas que no son de ellos, y los toman como personales, esto es un absurdo, porque no
permite pensar el “aquí” y se vive es simulando otros pensamientos y épocas. De este modo lo que
importa es que la historia sea como ella es, de forma objetiva, conservada por máquinas incapaces de
ser originales. Únicamente simulan, de tal suerte que se castraron su interioridad y esto es irreversible.
Por este motivo, los que dicen ser críticos, lo único que hacen es echar a perder con sus modificaciones
o correcciones lo “portentoso”. Prefieren ir al autor de dicha obra, para estudiar sus trabajos anteriores
y para determinar si efectivamente utiliza los datos objetivos, porque debe ser el pasado el que les
indique que hacer desplazando la “acción” del historiador hacia un campo pasivo y si nos vamos un
poco más allá no exclusivamente se trata del historiador, también el individuo común, pues queda
inmovilizado frente a su pasado y no puede realizar ninguna acción que le sirva a su propia vida.
La verdad
El ser humano quiere ser el juez, quiere la verdad, pero no como conocimiento, sino como una verdad
que es capaz de ser el tribunal mismo. En el tránsito hacia esa verdad suele encontrarse vanidad y
envidia, entonces, se confunde ese propósito. Así unos pocos ejercen la verdad realmente, aunque en el
mundo existen servidores de la verdad, algunos pocos son justos. Este anhelo de justicia es cruda, es
más, la generosidad parece haber desaparecido entre algunos historiadores, ya que hay historiadores
dentro de su “objetividad” prefieren: “adaptar el pasado a la trivialidad de su propia
época.” (Nietzsche, 2010, pág. 721). Esa capacidad de “adaptación” se torna ingenua.
¿La objetividad entendida por el historicismo es una ilusión?
Sobre la objetividad historicista Nietzsche nos dice que es una superstición pensar que la imagen que
nos hacemos de las cosas, es realmente la esencia empírica de las cosas. Nietzsche pone un ejemplo: de
un pintor, el pintor se encuentra sumergido en las cosas, en su cuadro, es imposible que no lo esté. Esto
es según Nietzsche “entretejer lo individual con el conjunto” así es como el humano domina el pasado,
y se dirige hacia el arte que, en efecto, apunta hacia la vida.
El historiador al generalizar puede encontrar contrasentidos y errores, aunque esto es habitual en las
ciencias, hay que hacer resaltar ingeniosamente su belleza y poder dice Nietzsche, el genuino
historiador es aquel que por medio de lo que todos conocen es capaz de llegar a la profundidad
intempestiva y logra mostrar lo simple. Únicamente en virtud de esta constante fuerza, puede el
historiador llegar a estar en el sitio adecuado y tener su mirada en la vida. Mirando los logros de los
grandes en el pasado, se trata según él de: “un supremo mandamiento de alcanzar la madurez y de huir
del yugo paralizador de la educación actual”. Un ejemplo claro es la praxis de la justicia histórica, que
cuando es aplicada mata lo vivo: “su juzgar es siempre un aniquilar.” (Nietzsche, 2010, pág. 725).
El ser humano crea únicamente cuando está enamorado, volvemos a lo que se dijo, y nos damos cuenta
de lo bellas que son estas consideraciones intempestivas, pues solo cuando logra este estado, parece
como si esa forma ahistórica apareciera, es decir, se está singularmente enfocado en lo amado. El resto
parece olvidarse.
La Alemania de Nietzsche en las consideraciones intempestivas
Los alemanes en el contexto de Nietzsche eran memoriosos y llenos de peligros en su interioridad, por
ello se observaba la limitación del libre pensamiento y es cuando un estudiante de historia logra
aprender de su maestro y es dueño de su método, un muchacho maduro como dice Nietzsche pero
entonces más adelante estará “súper maduro” pero, se encuentra lleno de podredumbre. Y eso que
algunos se leen únicamente algún capítulo como dice Nietzsche, pues ya está listo para hacer ciencia.
El legado