Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Para que algo sea recordado, primero debe ser olvidado, es decir,
reinterpretado, perder su literalidad (si es que alguna vez la tuvo) para que surja
precisamente como memoria, como algo en su necesidad de que no se fugue de
un tiempo presente (diferente al del pasado) el cual es tal (presente) porque lo
que viene de atrás se lee desde la apreciación del hoy, desde la necesidad de
que se adapte al siempre diferente ahora.(Y se enfatiza, necesidad de que se
adapte, porque no se está planteando aquí una apología de la imposibilidad del
conocimiento y del saber sobre lo humano o de un relativismo tan patrocinado
en estos días). Solo puede ser recordado algo –un hecho, un símbolo, un otro-
en tanto que ya no pertenece a aquello de lo que ya pasó porque ese algo sigue
sucediendo y solo sigue sucediendo cuando se acopla a la forma siempre
diferente, siempre deviniendo del ahora.
Cultura o mejor dicho culturas, ámbitos donde una especie de pacto de lo común
(siempre bajo palabra)permite lainterrelación -temporal y/o espacial- de
sujetos,necesidades, símbolos, significaciones, prácticas y sentidos, todos estos,
constituidos y constituyéndose hacia adentro y hacia afuera de dicha cultura);
culturas, decíamos, que a partir de esas memorias colectivas e individuales que
en ellas se gestan, permitirán –como dicePhilippeAriés-, una relación dialéctica
precisamente entre historia y memoria, dando oportunidad, dicha relación, a
adentrarse en la vida cotidiana, en las mentalidades, es decir en aquellas
experiencias que cierta forma de antropología y cierta forma de historia, se
encargan de mostrarnos con miradas diacrónicas, sincrónicas, en sus procesos
y en sus estructuras, donde unas son causa y consecuencia de las otras y
viceversa, complejidad que ni el antropólogo ni el historiador resuelven solos, ni
únicamente desde dentro de las “fronteras” de sus ciencias o disciplinas.
Pero pareciera que las ciencias sociales son solo, omuchos quisieranque fueran
solo ciencias de la memoria (nos enseñan a recordar el pasado, nos enseñan a
recordar al otro, nos hacen presentes algo, nos hacen presentes al otro),
pareciera que el recordar se presta a una técnica, a un método; ¿pero qué pasa
con el olvido?Tal vez no requiera de ello. ¿Podemos hacer (por medio de esas
técnicas y métodos) que el olvido se haga presente cuando uno de sus rasgos
es precisamente la ausencia? Lado ciego de todo recuerdo y compañero de
viaje necesario de éste en esa intención de recordar ¿Hay lugar para los
recuerdos si la memoria se satura de ellos?¿Mnemotropismo patológico lo que
la sociedad padece actualmente?
Y esa incertidumbre de la presencia tiene que ver también con los propios
sujetos en su individualidad, la cual es tal si se mantiene en su cualidad de
otredad, desde donde parte, dirá Esteban Krotz, la pregunta antropológica
fundamental que es la pregunta por la igualdad en la diferencia y la diferencia en
la igualdad; pregunta que implica a su vez los cuestionamientospor las
condiciones de posibilidad, límites, motivos y significaciones, por la
transformación, sentido y futuro de esas otredades que tanto a nivel colectivo
como a nivel individual parecen ser hoy amenazadas por aquello que Byun-Chul
Han denomina la omnipresente exigencia de transparencia y del rendimiento
(condición pornográfica de la actualidad) donde las cosas, las acciones, los
sujetos, se alisan y se allanan al ser insertadas “en el torrente liso del capital, la
comunicación y la información”, es decir, cuando se hacen operacionales y por lo
mismo se someten a los procesos de cálculo, dirección y control. Se hacen
transparentes cuando, “liberadas de toda dramaturgia, coreografía, de todo
sentido, se vuelven pornográficas”, entendiendo Han como pornografía el
contacto inmediato entre la imagen y el ojo. La sociedad de la transparencia que
es por lo tanto una sociedad positiva, anula a la dialéctica y a la hermenéutica,
es decir disuelve la negatividad que es la que permite que la realidad aparezca o
seavista de otra manera, diferente a la que se nos presenta en la inmediatez. La
sociedad de la transparencia es el infierno de lo igual, dirá Han quien considera
que frente a esto, la negatividad de lo otro y de lo extraño o la resistencia de lo
otro perturbaría y retardaría la lisa comunicación de lo igual; el problema es que
en este tiempo de lo igual, éste, como totalización del presente, provoca la
desaparición de aquella ausencia que sitúa al otro fuera de lo disponible. Bajola
lógica del capitalismo, el presente disponible es la temporalidad de lo igual
mientras que el futuro –que es el tiempo del otro- se abre al acontecimiento que
es absoluta sorpresa, imposible en las circunstancias actuales. La alteridad
tendría que mantenerse como una diferencia no perturbada por el consumirse y
por consecuencia tendría que respetar un grado pertinente de lo ignorado, de lo
olvidado para no ser cosificada y convertida en mercancía en el escaparate de lo
exótico, tan aceptado en estos tiempos de consumos y modas; pero el
capitalismo a la alteridad la hace suya, la elimina, sometiéndola al consumo al
igual que lo convertido en mero objeto de museo (también actualmente de
moda), aniquilando el pasado que bajo estas circunstancias es solo algo inerte,
indiferenciación contrahistórica; “la negatividad, como presente repetible, se
despoja de la negatividad de lo irrecuperable”, nos dice Han. Para contrarrestar
esto, para que la otredad sobreviva, nos tenemos que olvidar –en cierto grado- a
nosotros mismos y nos tienen que olvidar para ser siempre otros, incluso a los
muertos, en cierto sentido, hay que olvidarlos. Como argumenta Bernard
Crettaz, hay que denunciar la memoria contraída y conservadora “para aprender
el indispensable olvido…que ritualiza el duelo necesario y que permite
pertenecer a su tiempo La memoria no es un órgano de mera oposición con el
que podamos hacer presente lo pasado. En la memoria lo pasado cambia de
continuo. Es un proceso progresivo, vivo, narrativo (por la inevitable y necesaria
amnesia podríamos agregar). En eso se distingue del mero archivador de datos”;
por eso, si no olvidamos, solo tendríamos precisamente meros datos
memorizados pero no comprenderíamos su sentido, finaliza Crettaz.
Antes había un rasgo muy particular –que marca la diferencia con esta época de
la transparencia y el rendimiento- era la manera en que se manejaba la cuestión
de la nostalgia, la misma tenía el objetivo de poner a trabajar el pasado, de
hacer una elección de lo que recordaba -nos dice Manuel Cruz- y por lo mismo
estaba en nuestras manos, pero actualmente, la “selección” nos viene dada,
junto con esto, con tanto regreso al pasado(esa moda que aquí ya se ha
señalado) los sujetos no tienen tiempo para que recuerden por su cuenta; ¿lo
grave de esto? Es que la memoria ha sido desactivada, nos ha dejado de
pertenecer, o por lo menos es la intención, requisito para la reproducción y
conservación de la lógica del sistema socio-histórico-cultural imperante.
Es cierto que sin la memoria –como lo señala Candau- el sujeto se pierde, solo
vive el momento, pierde sus capacidades conceptuales y cognitivas, el mundo
estalla en pedazos y su identidad se desvanece; pero el saber olvidar, como
aquí se ha insistido, no es olvidar sino recordar de manera diferente y escoger,
según sean las circunstancias, cuando conviene apostar por la memoria y
cuando por el olvido; escoger en sentido histórico y antropológico y no en
sentido cuantitativo. Nietzsche dirá que para poder determinar el grado y el límite
del pasado que debe ser olvidado y así no se transforme en el sepulturero de lo
presente, se debe de conocer la fuerza plástica de cada humano, de cada
pueblo y de cada cultura. Esa fuerza plástica, nos dice, es la fuerza de crecer de
sí mismo y de manera propia, “de transformar lo pasado y lo desconocido, de
incorporarlo, de sanar las heridas, recuperar lo perdido y recomponer desde sí
mismo las formas quebrantadas”.