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Niklas
Nadie en La Orden excepto nuestro padre, y mi madre, sabían que Victor y yo éramos
medios hermanos. Nuestro padre nos advirtió de nunca decirle a nadie, nunca hablar ni
siquiera en privado sobre nuestra relación. Y nunca lo hicimos.
Cuando sólo éramos unos niños fuimos alejados de nuestros hogares, de nuestra
infancia normal, de nuestras madres y nuestras comidas y nuestras imaginaciones fantásticas
y todo lo que habíamos conocido alguna vez, excepto el uno del otro. De nuestros juegos en el
campo con nuestros amigos, y aparentemente una media hermana que no creo que alguna vez
la conociera. ¿Era la niña con escaso cabello rubio y grandes ojos de muñeca que jugaba con
nosotros en el campo detrás de mi casa en Alemania? ¿La niña que se colgaba de Victor
cuando se raspó la rodilla y rasgó su vestido? No lo sé. Y nunca pregunté. Me importaba una
mierda una hermana que nunca conocí, y todo lo que me importaba era mi hermano y mi
padre y mi madre y el secreto que compartíamos y que era vital que guardáramos.
Cuatro años de brutal entrenamiento habían pasado en La Orden. Yo tenía once años.
Victor y yo no crecimos separados en nuestro tiempo aquí, simplemente crecimos muy
diferente.
Victor pudo haber sido el favorito de La Orden, la estrella creciente, el chico que un día
sería el Número Uno de Vonnegut, pero justo como yo lo hice, Victor guardó el secreto de
nuestro padre, nunca cuestionando la razón por la que nuestro padre, un asesino igualmente
de habilidoso como lo es mi hermano hoy, mentiría sobre tal cosa a La Orden a la que servía
con tal lealtad.
A pesar del secreto que guardaba, Victor era el más disciplinado, el más prometedor.
Éramos tan diferentes en ese entonces que incluso me empecé a preguntar si el secreto que
guardábamos era real.
A los once años de edad, quería… tener once años de edad. Mi hermano mayor, quien
dormía profundamente en la habitación junto a la mía, quería ser todo lo que nuestro padre
esperaba de él. Yo quería ir a casa, Victor era casa. Cada día pensaba sobre mi madre y hablaba
sobre ella como si nunca volvería a verla de nuevo, Victor nunca habló de su madre. Yo no
estaba hecho para esta vida, lo que sea que estuviera destinado a ser, aun cuando trataba
fuertemente de mostrar mi valor, Victor era un natural, una máquina, aprendía todo tan
innatamente como un niño aprendiendo a gatear.
En esta noche, estaba adolorido en mi cama por las costillas rotas del día anterior; el
pulgar roto; el labio inferior hinchado, mi castigo por no atinar mi objetivo en el primer
disparo a cien metros de distancia en casi total oscuridad y ser golpeado por otros veinte
chicos, la mayoría más grandes que yo.
Sabía que nunca sería tan bueno como Victor, sin importar cuán fuerte tratara. Y
finalmente, después de cuatro años de extenuante entrenamiento, había tenido suficiente y
decidí huir de ello.
El suelo estaba frío debajo de mis pies desnudos mientras caminaba silenciosamente
hacia la puerta abierta de mi habitación, la tela del pantalón de mi pijama rozando en mis
tobillos era el único ruido. Mis costillas dolían tanto que me esforzaba en una posición
agachada por el pasillo oscuro, apenas iluminado por la luz de la luna derramándose a través
de las ventanas que se alineaban en los techos altos. Un guardia sentado en una silla en el
extremo más alejado del pasillo, la parte posterior de su cabeza apoyada contra la pared y sus
ojos cerrados. No lo sabía en ese momento, pero los guardias que nos vigilaban nunca estaban
realmente dormidos en el trabajo, sólo era lo que nos hacía creer, en caso de que alguno de
nosotros intentara escapar alguna vez.
—Victor me voy a ir de este jodido lugar —susurré mientras sus ojos se abrían—, y
quiero que vengas conmigo.
—Apenas puedes caminar —añadió Victor, tomando nota de mi condición como si eso
terminaría la discusión—. Ahora regresa a tu habitación y ve a la cama. Nunca hablarás con
nadie sobre esto. Nunca lo contaría, pero los otros aquí, lo harán y lo sabes.
—No, hermano —dije como para recordarle nuestra sangre, esperando que eso lo
hiciera cambiar de parecer—. Quiero salir de aquí y sé que tú también lo quieres. —No
confiaba en esa creencia, sólo quería que fuera verdad.
Victor sacudió su cabeza. Luego extendió su mano hacia mí, colocándola sobre mi
hombro. Me miró de cerca a través de la oscuridad de la pequeña y austera habitación
equipada únicamente con una cama, un escritorio de metal y una mesa auxiliar con tres
cajones donde guardaba su ropa y artículos de aseo personal.
—Si corres —me advirtió—, te atraparán. —Sentí sus juveniles dedos huesudos cavar
gentilmente mi hombro—. Y no puedo soportar verte sufrir el castigo que te impondrán. —
Incluso a esa edad tan joven, Victor siempre habló con sofisticación y elegancia, a diferencia
de los niños normales. La mayoría de los chicos de la Orden lo hacían, incluso en ese aspecto a
menudo me quedaba corto. Mi palabra favorita era joder. Todavía jodidamente lo es.
Victor empujó aire a través de sus dientes para callarme, sus ojos ampliándose en la
oscuridad azul grisácea.
—¿Por qué estás tan asustado, Victor? —pregunté, sintiendo mi corazón hundirse hasta
las plantas de mis pies—. ¿Por qué no vendrás conmigo?
Victor suspiró.
Me miró y pude ver en su rostro algo que ya sabía, pero nunca quise creer: no tenía
miedo y nunca lo tendría; estaba dispuesto, aceptando completamente y no queriendo otra
cosa más que triunfar y destacarse en La Orden, hacer orgulloso a nuestro padre, sin importar
el costo.
—Quiero estar aquí —dijo—. Niklas, en un tiempo te sentirás de la misma forma,
entenderás que todo por lo que estamos pasando nos hará más fuertes, nos hará hombres. Le
dará un propósito a nuestras vidas. —Ya no sonaba como mi hermano, el chico con el que
jugaban bruscamente en el campo en Alemania, las palabras saliendo de su boca de trece años
eran las palabras de nuestros entrenadores y de su mentor. Y de nuestro padre.
—Eres mi hermano —dijo con devoción, pero luego con un suspiro añadió—, y eso te
hace mi única debilidad. Es por eso que está prohibido tener lazos como los nuestros y por
qué nunca podemos decir nuestro secreto, porque los lazos nos hacen débiles, y la debilidad
nos mata.
—Entonces ¿por qué no sólo les dices que soy tu hermano? ¡O me entregas como un
traidor, diles lo que quieras! —espeté, a pesar de que mantuve mi voz en un susurro—. Ellos
te favorecen… hermano. —No pude esconder el resentimiento y el dolor de mi voz—. Te
creerían a ti, y te amo lo suficiente que te seguiría la corriente con lo que fuera que les dijeras,
y me matarían y entonces ya no tendrías que preocuparte más por mí.
Victor se levantó disparado de la cama, la sábana que lo había cubierto revuelta por el
movimiento brusco, cayendo lentamente contra el colchón. Se puso delante de mí, mirando
fijamente mis ojos. Nunca lo había visto tan enojado, tan controlado por la emoción, pensé que
estaba viendo a los ojos de un extraño. Me asustó. Pero mayormente hizo que mi estómago
nadara en culpa.
—Nunca, Niklas, en mi corta vida, haría algo que te causara daño. —Se acercó más, sus
dedos de los pies tocando los míos, la calidez de su aliento sobre mi rostro llegando hasta mis
fosas nasales—. Si crees que podría, tal vez no eres de mi sangre, después de todo.
Y sabía que estaba hablando en serio, sabía que la lealtad de mi hermano hacia mí sería
inquebrantable en los años por venir, que haría todo lo que estuviera en su poder para
protegerme, incluso si significaba arriesgar su posición en La Orden. Y arriesgar su vida.
Salí de su habitación con nada más que mi pijama blanco. Bajé por el pasillo, pasé al
guardia que pretendía estar dormido, caminé directo hacia la puerta lateral y salí del edificio
hacia el cálido aire nocturno.
Nadie vino.
Me deslicé a través de una sección en la cerca donde se encontraba con la pared de
ladrillo de la puerta frontal de la propiedad, yo era lo suficientemente delgado para poder
empujar mi cuerpo a través de ella.
Nadie vino.
Caminé tan rápidamente como pude por la calle hecha de asfalto roto.
Pensé que era libre. Cada paso que daba, llegaban más cerca las luces que se reflejaban
en la superficie del lago desde el pequeño pueblo cercano, sentía que finalmente viviría de la
forma que quería. Imágenes de cuando era niño, jugando en el campo detrás de mi casa con
Victor y nuestros amigos y nuestra tal vez hermana, Naeva, empecé a sentir como si reclamara
la vida que me fue tomada.
Pero la culpa de dejar atrás a mi hermano fue lo que detuvo mis pasos.
Era un chico, vestido en un escueto pijama blanco, de pie con los pies descalzos en el
centro de una calle cubierta con la luz de la luna en Portugal, una brisa tranquila soplaba el
delgado material contra mis piernas huesudas; estaba ligeramente encorvado con mis brazos
cruzados sobre mi abdomen. Era una mancha fuera de lugar sobre una pintura, la única cosa
en la pintura que no pertenecía, realmente yo no pertenecía a algún lado. Pero mientras me
paraba ahí, viendo la cara de Victor en mi mente, esa culpa que se había colocado ahí antes de
que estuviera tan herido por las cosas que le había dicho, creció tanto que de repente me
sentía sofocado por ella. No podía dejar a mi hermano en ese lugar.
El guardia que antes fingió estar dormido estaba de pie en la entrada del edificio,
esperando por mí, vestido con una camiseta negra y unos pantalones militares negros metidos
dentro de unas botas militares; un bastón de policía colgaba de su puño.
—Pudiste haber continuado con esto —dijo el guardia—. ¿Por qué regresaste?
Podía escuchar su voz, pero mis ojos estaban apretados tan fuertemente debido al dolor,
que ya no podía decir dónde estaba parado. Estaba más cerca, sin embargo, eso era lo más que
sabía.
Lentamente, mis ojos se abrieron, mi visión estuvo borrosa por varios segundos.
Hice lo que me dijo, empujando a través del dolor y obligándome a ponerme de pie.
Levanté mi mentón para parecer fuerte y obediente; mis piernas estaban temblorosas sólo
debido al dolor, pero mantuve mi posición firme.
Pensaron que lloraría cuando fui despojado de mi ropa y azotado con un látigo.
Pensaron que les rogaría que se detuviera, ahogándome en mi propio vomito.
Lo tomé hasta que me desmayé. Un segundo más y habría llorado, estoy seguro, pero me
repuse de la humillación de un chico débil y sollozante por la agridulce aparición de la
inconciencia.
Esa fue la última vez que vi a mi hermano, Victor, durante muchos años. Pero nunca lo
olvidé, y nunca dejé de amarlo, y siempre guardé nuestro secreto. Pero juré un día ser más
como él, igualar su habilidad y su dedicación a La Orden, no sólo porque lo respetaba, sino
porque nunca quería ver de nuevo esa enojo dolido en sus ojos. Todo lo que hice a partir de
ese punto lo hice por mi hermano. En el momento en que lo vi de nuevo, Victor ya tenía nueve
asesinatos en su haber, el primero a la edad de trece, llevado a cabo una semana después de
que fui transferido. Y cuando cumplió diecisiete, un año después de que estuviéramos bajo el
mismo techo de nuevo, le dieron el cargo completo de Asesino, el asesino más joven designado
por La Orden.
Yo todavía era un fracasado, con un mentor desilusionado que sabía que nunca sería
enviado al campo.
Una ola de celos barrió sobre mí, pero esperaba haberlo escondido bien. Sin importar lo
que hiciera o que tan fuerte tratara, sólo parecía que caía más lejos de él, y sabía que nunca
estaría a su altura.
Pero era mi hermano, y ni siquiera un corazón celoso haría que alguna vez lo
traicionara. Creí en él cuando esa noche me dijo que nunca haría algo para lastimarme. Le creí
con toda mi vida y todo mi corazón y toda mi maldita alma.
Creí en él…
Traducido por Ateh
Niklas
La puta con grandes ojos marrones y tetas perfectas levanta la cabeza rubia
de mi pecho.
—¿Oíste algo de lo que acabo de decir? —pregunta ella, con los ojos rasgados.
La puta me gruñe.
Niega con la cabeza e inclina su cuerpo desnudo sobre mí, tratando de alcanzar
otro cigarrillo de mi paquete y luego encenderlo con el extremo del mío.
—Nada —dice ofendida—. Simplemente dijiste que querías hablar primero, así
que eso es lo que estaba haciendo, contándolo todo sobre mi rica hermana perra. Y ni
siquiera estabas escuchando.
Pero nunca he conocido a una mujer que dijera "Nada" y realmente quisiera
dejarlo. Perras y sus juegos mentales, si no fuera por su coño me mantendría lo más
lejos posible de todas ellas.
—Tal vez debería empezar a cobrar por mi tiempo —dice con un torrente de
humo de sus labios carnosos. Se escabulle hacia la cabecera de la cama y se sienta
desplomada contra éste, una larga pierna desnuda, la otra apoyada contra el colchón.
Me río ligeramente.
—Dije por mi tiempo —me corrige. —Esto de hablar mierda, por ejemplo. —Su
cabeza rubia cae hacia un lado y me mira con una sonrisa contagiosa—. Nunca te
cobraría por el sexo, Niklas.
Sonrío débilmente.
—Tengo que estar en algún lugar en una hora —dice con indiferencia.
Me mira con irritación, esperando a que continúe con ello, parpadeando con sus
ojos castaños.
Poco convencida, Jackie manipula el interior de su boca con los dientes, me mira
indecisa, y luego, de todos modos, alcanza su sostén en la alfombra manchada. Como
no quiero que se vaya —porque en realidad disfruto de su compañía, incluso cuando
no estamos follando— me trago mi ego ciertamente ridículo y digo—: Cuéntame más
sobre lo que pasó con esa perra hermana rica tuya. ¿Alguna vez se disculpó de evitarte
de esa manera, por impedirte pasar tiempo con tu sobrina. Katie? Ese es el nombre de
tu sobrina, ¿verdad? —En realidad había escuchado todo por lo que Jackie estaba
pasando antes, cuando estuve perdido en mis pensamientos pensando en mis propios
problemas con mi propia carne y sangre. Nunca he sido el tipo de hablar de mi mierda,
o de escuchar la de los demás. Cuando le había dicho antes de que quería “hablar
primero”, me refería a algo más en la línea de cotidiana mierda mundana: sobre el
cabello que encontré en mi maldita tortilla esta mañana, el taxi en que monté por
cinco kilómetros atrapado en el asiento trasero con dos idiotas adictos a los esteroides
cuyos brazos eran tan grandes que no podían llegar a sus axilas para aplicar
desodorante, he estado tomando taxis últimamente así Víctor e Izabel no sabrán que
todavía estoy en la ciudad, aunque si conozco a mi hermano, él sabe dónde estoy
ahora. Pero de alguna manera, al hablar acerca de por qué estaba tomando un taxi,
Jackie empezó a hablar de su hermana. Ah, sí, supongo que era porque mencioné que
había estado evitando a mi hermano.
—Entonces, ¿qué crees que debo hacer? —pregunta, y me doy cuenta de que
realmente quiere mi consejo.
Me encojo de hombros y luego llevo mis brazos hacia arriba, cerrando mis
manos detrás de mi cabeza.
—Ella puede ser tu hermana —le digo—, pero eso no hace que esté fuera de los
límites. Haz lo que tengas que hacer, quítale la mierda a golpes, si eso es lo que te hará
sentir mejor. —Mis ojos se encuentran con los de ella con advertencia y propósito—,
pero esa mierda que estuviste diciendo de llamar a Servicios de Protección Infantil
sólo para vengarte de ella, eso es jodido. Haz lo que tengas que hacer, pero sólo las
perras traicionan a sus familias así.
Jackie asiente varias veces en profunda contemplación de mi “consejo”, y
entonces sonríe, dejando escapar un suspiro, sus delgados hombros subiendo y
bajando por debajo de su pelo rubio despeinado.
Me río.
—Sí, puedo verlo ahora —paso una mano por delante de mí en demonstración—
, la llamaré: Estimado Niklas, ¿Debo Suicidarme? Claro, Si Sientes Que Deberías.
—Oh...
Izabel
Nora gira su cabeza rubia peinada con un moño apretado, para mirarme sobre la
azotea. Sus ojos marrones parecen negros en la oscuridad. Penetrantes. Hermosos.
Maliciosos, es extraño como la noche puede revelar los mecanismos internos de una
persona. Sonríe tan poco que apenas toca sus labios, pero lo veo ahí, en esas oscuras
piscinas mirándome con excitación y un tipo de dulce rabia asesina, no podría haberse
unido a un grupo de personas más adecuado.
Nos deslizamos nuestras máscaras hacia abajo y me señala con sus enguantados
dedos índice y medio.
Hemos estado escondiéndonos en esta azotea desde las siete de la noche cuando
los hombres de Randolf Pinceri cerraron el edificio por el día. Era la forma más fácil de
entrar: caminar entre los empleados e invitados durante el día y luego deslizarnos a
través de la puerta de la azotea durante la noche, mejor que intentar entrar desde
alguna de las entradas del piso inferior que están fuertemente vigiladas durante la
noche.
Como dos sigilosos gatos negros acosando su presa, Nora y yo nos movemos a lo
largo del edificio, permaneciendo escondidas en la cubierta de su sombra. Nuestros
trajes negros ocultan cada centímetro de nuestra piel. Nuestras cabezas están
cubiertas con máscaras, bajadas sobre nuestros rostros, dejando sólo nuestros ojos sin
tocar. Botas negras cubren nuestros pies. Guantes negros sobre nuestras manos y
muñecas.
Con mi ganzúa ya metida entre mis dedos vestidos de cuero, trabajo sobre la
puerta mientras Nora está parada a un lado con su arma en mano.
—Cinco segundos.
Sudor empieza a gotear por la línea de mi cabello debajo de la tela ajustada.
Muerdo fuerte el interior de mi boca, tratando de no tirar la ganzúa.
—Tres.
—Dos.
—Un hombre está posicionado justo afuera de la puerta del décimo piso —
dice—. Pero hay tres en el extremo lejano del pasillo.
Pasamos dos semanas analizando este edificio: enviando dentro a otros antes
que nosotros, mezclándose con los visitantes de día, quienes plantaron cámaras
ocultas para nosotros, enviando imágenes en tiempo real a Victor y James Woodard en
nuestro cuartel en Boston.
—Sólo hay una cámara de vigilancia en el pasillo —dice Victor—. Es fija. Esperen
mi señal.
Pasa todo un minuto, luego otro, y todo en lo que puedo pensar es cuántos
minutos tendremos Nora y yo para terminar con esto.
Nora abre la puerta cuidadosamente hacia el pasillo del décimo piso para no
dejarla que golpeé la pared y agarra al hombre haciendo guardia en el otro lado,
rompiendo su cuello antes de que pueda alcanzar su arma. Su pesado cuerpo se
desploma sobre sus brazos y juntas lo cargamos hacia la escalera y dejamos que la
puerta se cierre silenciosamente, ocultándolo de la vista de la cámara.
Sin perder tiempo, Nora y yo nos movemos rápidamente por el pasillo donde
justo al doblar la esquina, tres hombres vigilan el elevador.
Con nuestras armas silenciadas sacadas, damos la vuelta a la esquina para verlos
mirándonos de regreso con sus salvajes ojos redondos y manos rápidas.
—¡ALTO! —grita un hombre justo antes de que la bala de Nora pase volando a
través del aire y lo tiré como un pedazo de carne.
Apretando mi gatillo sin siquiera pensar en ello, pongo una bala en la cabeza de
otro hombre y se cae sobre el piso de losas blancas en un montón de peso muerto y
tela negra. El tercer hombre levanta su arma, pero Nora lo derriba antes de que pueda
disparar. Su arma golpea el piso y se desliza varios centímetros mientras él cae.
—Sí —dice Victor—. Está despejado, pero muévanse con rapidez; él no estará
lejos de su puesto por mucho tiempo.
Empujando la puerta con mi espalda para abrirla, arrastro el cuerpo dentro; las
largas y pesadas piernas golpean el piso alfombrado de lo que parece una oficina, con
un tun tun. Nora viene justo detrás de mí, dejando caer el segundo cuerpo.
—Limpia la escena —me dice mientras agarra al último cuerpo por los tobillos y
apuradamente lo arrastra hacia la misma dirección.
Agarro el arma del hombre que se había caído, metiéndola en mi bota, y luego
sacó un cuadrado de tela metido dentro de mi otra bota y limpio las pequeñas gotas de
sangre y una mancha notable, que han ensuciado el piso.
Nora sale de la oficina justo cuando acomodo la revista que se había caído en el
piso cuidadosamente de vuelta en la silla.
Sin una palabra, Nora y yo nos movemos rápido pasando el elevador y por el
pasillo hacia otra escalera. El sonido de nuestras botas golpeando los escalones de
concreto mientras bajamos ahora es más audible. Nuestra respiración está menos
controlada, pero sólo una sorpresa o un disparo podrían romper nuestra
concentración.
No estaba en el plan. ¿Por qué nos desviábamos del plan: usar las escaleras
directas al octavo piso, eludiendo a más hombres en el vestíbulo? La única razón por
la que salimos y tomamos a esos hombres era porque estaban ubicados demasiado
cerca de las escaleras, nuestra ruta de escape más segura.
—Entendido —dice Nora y se precipita directo a la puerta del noveno piso, esta
vez haciendo ruido contra la pared, sin importarle o sin darse el tiempo para
controlarlo.
—¿Quién mierd…?
—No te muevas. —Le dice al otro mientras este busca su arma en la parte de
atrás de sus pantalones.
—Mueve el cuerpo. —Me dice Nora, y hago lo que me ordena sin dudar o vacilar.
—De prisa.
—Él está a unos seis metros de la puerta del cuarto de vigilancia —nos dice
Victor acerca del guardia de la planta baja justo cuando regreso al vestíbulo.
Hay una sola cámara a nuestra derecha, pero contengo las ganas involuntarias
de mirarla. Puede que no identifique nuestros rostros cubiertos por las máscaras, pero
puede ver mis ojos, lo que me hace instintivamente cautelosa.
—Baja las manos, y que parezca natural —exige Nora, sabiendo que si el tipo en
la sala de vigilancia lo ve así, sabrá que algo anda mal—. ¡Dije que las bajaras!
—No mires hacia nosotras —dice ella—. Dije que pareciera natural.
Hace lo que le ordena, aparatando los ojos. Da un paso más y presiona la espalda
contra la pared y luego cruza los brazos sobre el pecho para lucir natural.
Los ojos del hombre se pliegan en confusión mientras sigue mirando hacia
delante, en lugar de nosotras. Su afilada mandíbula y su despeinado cabello oscuro se
mueven de un lado al otro de forma desconcertada.
—Si eres inteligente —dice Nora fríamente—, lo sabrás. Sino, estarás muerto en
menos de treinta segundos.
Unos silenciosos e intensos segundos pasaron dónde nadie dice nada. El hombre
continúa actuando casual incluso aunque desde este ángulo parecía a punto de
orinarse encima.
—Está dejando el cuarto de vigilancia —nos dice Victor por los auriculares.
Con eso, Nora camina inmediatamente desde la esquina con el arma apuntando
al tipo. Un segundo después, otra bala atraviesa el aire y el hombre cae al suelo,
muerto.
Piso seis.
—¿Ah? —es todo lo que puedo decir, estoy tan sorprendida por su pregunta.
Piso siete.
—¿En serio? —le digo con incredulidad y sarcasmo—. Yo diría que tus
habilidades comunicativas necesitan algo de práctica, eres demasiado contundente en
mi opinión. De todas las mierdas en las que eres buena —la señalo brevemente—, la
comunicación no es una de ellas.
Piso ocho.
—Creo que sí —dice en desacuerdo—. Digo las cosas como son. ¿Por qué, y
disculpa el cliché, darle vueltas al puto asunto? Lo que digo es que solo sigas adelante.
—¿Seguir adelante significa que quieres saber que tal es Niklas en la cama? —
podía escuchar el elevador acercándose ahora, el sonido del metal sobre el metal—.
Bien, si estuvieras tan a favor de seguir adelante, asumo que pasarías de preguntarme
y solo le pedirías a Niklas que te enseñara como folla.
Piso nueve.
Las puertas del elevador se abren muy lentamente, revelando al hombre del
cuarto de vigilancia parte por parte.
—Sí, bueno, es difícil hacerlo cuando no lo podemos encontrar —dice Nora—.
Piensa en ello como tú y yo estrechando lazos.
El hombre regordete en un traje mal ajustado nos mira desde el elevador con los
ojos abiertos. Alcanza su arma. Con mi mirada puesta en Nora, alzo mi pistola hacia él
y presiono el gatillo.
—¿Estrechando lazos? —le digo mientras el gran peso del cuerpo del hombre
cae al piso del ascensor con un ruido sordo. Una bolsa de papas fritas y otros
alimentos de la máquina expendedora caen de su mano. Enfundo mi arma en mi bota,
y cada una, Nora y yo, toma un tobillo y empezamos a arrastrar su cuerpo fuera.
—Sí —dice con otro encogimiento de hombros, deja caer la pierna en la oficina
vacía y comienza a levantarse—. ¿Por qué no?
Izabel
Pinceri se pone de pie lentamente, moviendo las manos, con las palmas hacia
arriba, hacia afuera a sus costados a modo de rendición, aunque más tranquilo de lo
que esperaba.
—Ahora, vamos a hablar de esto —dice en una encantadora voz relajada, el tipo
de voz que ha dominado el arte de seducir a las mujeres—. No hay necesidad de
violencia. Qué les parece si bajan las armas y tenemos una conversación civilizada.
—Este es todo tuyo 53642.70 —me incita Nora, manteniendo su arma apuntada
sobre Pinceri, quien no parece afectado por el hombre muerto a su lado.
Su sonrisa parece más como una mueca ahora, y gira su cabeza en un ángulo,
mirándome de reojo. Entonces abre los brazos ampliamente frente a él, con las palmas
hacia arriba, y dice:
—¿Es por eso que están aquí? —pregunta, ladeando su bien arreglada cabeza
hacia el otro lado.
—Y piensan que matando a dos de mis hombres de más confianza —dice Pinceri
con aplomo—, simplemente les daré esa información, siempre puedo contratar más
hombres. —Sonríe—. Y ustedes no me matarán porque soy el único que puede darles
aquello por lo que vinieron aquí. —Se estira hacia arriba con ambas manos y
casualmente tira de la solapa de la chaqueta de su traje como para enderezarla.
Él no se inmuta —tal vez sólo un poco, pero de nuevo, eso podría haber sido
simplemente yo pensando que él debería hacerlo.
Sonrío, a pesar de que él no puede ver nada de mi rostro además de mis ojos, y
doy otro paso hacia él.
—Oh, ya sabes cómo funcionan estas cosas —provoco, él puede no ver la sonrisa
en mi rostro, pero seguramente puede escucharla en mi voz—. Sabes que si pudimos
llegar a esta habitación sin activar ninguna alarma, no habríamos venido aquí si no
estuviéramos preparadas.
Sintiendo que tal vez él no nos cree, Nora se empuja de la mesa y camina a lo
largo de ella hacia él. Sacando una fotografía de su bota, la arroja sobre la mesa frente
a Pinceri.
Pinceri sonríe.
Él cae contra la alta silla de cuero detrás de él, una mano involuntariamente
agarrando la mesa para mantener el equilibrio; la fotografía de su esposa deslizándose
lejos debajo de sus dedos mientras él se hunde más profundamente en el cuero.
Y entonces se ríe.
—Dos mil millones de dólares son más importantes para mí que cualquiera —
dice sin dudar, sin arrepentimiento—. Incluso que mi esposa.
—¿Victor?
Victor
Ella traga, de pie con los brazos cruzados mientras mira sólo a la pantalla con la
imagen en directo de su marido siendo alimentada a través de la cámara oculta en el
rostro enmascarado de Izabel.
Izabel
—Elimínalo —escucho a Victor decir.
—Puedes irte a la mierda —escupe las palabras—. Y dile a quienquiera que sea
tu cliente, que pueden hacer lo mismo.
—Tu esposa es nuestro cliente —y soy testigo de cómo su sonrisa cae antes de
apretar el gatillo y salpicar sus sesos contra la pared.
—Dos minutos —digo mientras ella balancea la puerta abierta—. No creo que
vayamos a lograrlo.
—Lo haremos.
Espero que tenga razón porque si no lo hacemos, si no logramos atravesar la
puerta de la azotea antes de que la alarma automática se active, saldremos y los
hombres de Pinceri estarán estacionados en la planta baja probablemente esperando
por nosotras afuera para el momento en que bajemos por un costado del edificio.
—No, los ascensores son demasiado lentos —dice Nora; el sonido de nuestras
botas golpeando el concreto hace eco por la escalera detrás de nosotras, mucho más
fuerte esta vez—. Conté el tiempo que le tomó al ascensor llegar al noveno piso
cuando el guardia de la sala de vigilancia llegó arriba, así como el tiempo que nos tomó
en las escaleras bajar, somos más rápidas.
Sin saber cuántos segundos tenemos de sobra, cuando llegamos al techo, empujo
ambas manos sobre el pomo de la puerta y aprieto los dientes, empujándola para
abrirse con todas mis fuerzas, haciendo una mueca mientras me preparo para el
sonido de la alarma.
No se dispara. Lo hicimos.
A pesar de que sin duda hemos ganado algo de tiempo al no activar la alarma, no
nos detenemos ni por un segundo para descansar, hay un rastro de cadáveres que
quedan en el edificio y es sólo cuestión de tiempo antes de que alguien tropiece con
uno y de aviso. Me gustaría descansar, más que nada, porque esta estúpida máscara
pegándose a mi cabeza como un grueso par de medias está haciendo que mi cabeza
pique como loca, al igual que lo hacía cuando tuve piojos en el compuesto en México,
pero tendré que soportar la picazón por un poco más de tiempo.
—Dijiste que no le tenías miedo a las alturas. —La mochila de Nora está
asegurada a su espalda antes que incluso la mía lo estuviera.
Agarra el artefacto de metal del cable desde donde voy a descender y lo sujeta a
mi arnés, fijándolo firmemente en su lugar.
—No le tengo miedo a las alturas —le digo y trago nerviosamente—. Es sólo que
es un maldito largo camino hacia abajo.
Ella me sonríe y tironea una última vez de mi arnés para asegurarse de que es
seguro.
Y sin tiempo para tener ningún tipo de dudas, agarro mi apretado cable en mis
manos enguantadas, doy un paso por encima de la pared del tejado y empiezo a
impulsarme hacia abajo.
Por el quinto piso, bajando por un costado del edificio, esa pequeña pizca de
miedo que tenía se ha drenado completamente de mi cuerpo.
Después de liberarme del cable, lo primero que hago es quitarme esa maldita
máscara y meterla en la parte delantera de mi body, entre mis pechos. Al instante
siento alivio a medida que el aire inunda mi picante y sudorosa piel.
Izabel
—Creo que fue bien —digo mientras vamos por la carretera oscura, casi vacía—.
Nadie vivo nos vio, el tiempo se nos estaba acabando, pero fue perfecto, y…
—Es un idiota, Nora —digo—. Eso es todo lo que sé, y es una mierda que ya
sabias, ¿en su lugar por qué no tratas de conocer a Fredrik? Él necesita a una mujer.
Nicklas… bueno, creo que todo lo que alguna vez vas a conseguir de él es un buen
polvo o dos.
Eso no salió bien, no era mi intención insinuar que creía que debe ser “bueno” en
la cama. Afortunadamente apagamos los micrófonos hace mucho tiempo y Victor no
está escuchando más… hablando sobre incomodidad.
Nora atrapa mi mirada, y cuando se la regreso hay una sonrisa bailando en sus
labios.
—Un buen polvo o dos es todo lo que quiero.
—Solo por curiosidad —digo—, ¿alguna vez tuviste sentimientos por un hombre
antes? —Levanto mi espalda del asiento, girando en un ángulo tal que ella tiene toda
mi atención—. Quiero decir, ¿algo más que sexo?
Nora hace ruido con sus labios sin pintar y niega con la cabeza.
—Bueno, nunca se sabe —digo con confianza—. Esa pequeña y sucia palabra con
A tiene una tendencia a acercarse sigilosamente a uno, y no hay absolutamente nada
que puedas hacer al respecto cuando lo hace.
—Bueno, entonces retracto lo que dije de Fredrik, Niklas es una mejor opción
para ti. A demás, Fredrik podría tener algo con esa camarera.
—¿Por qué? Parece que le gusta. Han sido dos semanas, y él no la ha perdido o
no se ha deshecho de ella aún, creo que es dulce. Él necesita a alguien así.
—Oh, Izabel —dice Nora en un tono compasivo—, ese hombre no puede estar
con una chica dulce e inocente como ella. Confía en mí en esto: nadie puede
reemplazar a Serafina, excepto una mujer que es prácticamente su igual, recuerda mis
palabras.
No quiero creer eso. Quiero que Fredrik sea feliz, y hasta ahora Emily, una
camarera de buen corazón que no sabe nada sobre nosotros, parece que ella podría
ser alguien para darle a Fredrik esa felicidad. Elijo no creerle a Nora. Por supuesto, en
el fondo de mi mente, no puedo evitar preguntarme si ella tiene razón. Porque
normalmente la tiene.
—¿No crees que tu vida sería más fácil si no dejas que los lazos se pongan en el
camino?
Lo pienso.
—¿Por qué?
—Porque creo que el amor hace a una persona más fuerte —respondo.
—Bueno, creo que está equivocada —digo—. Amar a alguien significa que tienes
algo en la vida por lo cual luchar, algo por lo cual vivir. Supongo que no lo sabrías,
nunca has sentido amor, por lo cual no lo puedes entender.
Decido dejarlo en paz, concluyendo que no hay nada más que pueda decirle a
alguien como Nora, porque ella es, en cierto sentido, no tan humano como el resto de
nosotros.
—De hecho —continua—, la amé por un largo tiempo antes de que tuviera que
matarla a causa de mis sentimientos por ella. Vive y aprende, nunca cometeré ese
error de nuevo.
Le sonrío con un dejo de sarcasmo.
—Dices eso, Nora, pero un día, veras que tengo razón. Recuerda mis palabras.
—No —digo—, no me arrepiento de amar a Javier. Porque ese amor que sentí
por él fue lo único que me mantuvo viva los nueve años que pase en ese complejo. Me
dio fuerza, me mantuvo viva. No era el mismo tipo de amor que siento por Victor, pero
era amor, sin embargo me salvo.
Por primera vez en la historia, desde que nos conocimos Nora y yo, parecía no
tener una respuesta que valiera la pena.
Estoy decepcionada que no sea el caso este día. Lo único que queda de él es su
deliciosa esencia en la almohada junto a mí, y en todas las sábanas, y el dolor de
bienvenida entre mis piernas por el sexo que tuvimos anoche.
Tal vez de eso es lo que se trata todo esto, el por qué una reunión ha sido
convocada: Dorian se está volviendo a integrar a nuestro círculo.
Si, tiene que ser eso, trato de decirme mientras tomo una respiración y me alejo
del espejo. Pero eso no sofoca los nervios que siento en mis entrañas.
—Gracias —le digo al guardia parado fuera de las puertas cuando las abre para
mí.
Tomo una respiración profunda cuando entro en la gran habitación y cinco pares
de ojos están sobre mí, siguiendo cada uno de mis movimientos mientras hago mi
camino a lo largo de la mesa hacia mi asiento a la derecha de Nora. Ahora se sienta a la
derecha de Victor, lo cual me molesta en varios niveles, pero sé que es mejor no decir
nada sobre eso en voz alta.
—Es bueno estar de vuelta —dice con una sonrisa aún más grande que la mía.
—En cualquier otro caso —continúa—, Flynn ya estaría muerto, pero esto es un
asunto delicado. No confío en él —Dorian me mira con pesar a través de la mesa—,
pero tampoco creo que sus razones para estar aquí sean engañosas.
—¿Así que vas a hacer un trato con sus empleadores? —habla Nora con
sospecha en su voz.
—No —le corta Victor, y luego mira directamente a Dorian con una especie de
amenaza silenciosa—. Mi Orden permanecerá siendo mi Orden, como Dorian y yo
hemos discutido. Nunca nada se llevará a cabo de lo que no esté totalmente de
acuerdo. Ningún cambio tomará lugar en mi organización a menos que yo sea el que
los haga. No les deberé nada y ellos cumplirán con mis términos, o no conseguirán
nada. —Los ojos de Victor caen sobre cada uno de nosotros en turnos mientras explica
con rígida certeza—. Si se hace un acuerdo, nada va a cambiar a parte de la adición de
un nuevo cliente. No me dejaré intimidar por el gobierno; no me veré amenazado; no
voy a ser controlado.
Trago saliva, sabiendo que Victor nunca hace una amenaza que no llevará a cabo.
¿Pero Tessa? Es una mujer inocente, ¿realmente la mataría si Dorian o estos hombres
para los que trabaja lo traicionaran? Tengo que creer que no lo haría, que esto es sólo
para mostrar que puede mantener a raya a Dorian.
—Aun así —dice Victor—, tú, ni nadie en mi Orden podrá darle jamás a Flynn
cualquier información que yo no haya autorizado. De aquí en adelante, Flynn sólo
tomará órdenes de mí; no habrá paso de órdenes o información de cualquier tipo a
Flynn a menos que yo lo ordene específicamente. Flynn no va a ir a misiones solo, ni
dirigirá ninguna misión. Deberá estar acompañado por uno de ustedes, Niklas, o un
agente de la Primera División, en todo momento.
Me doy cuenta de que Fredrik está mirando silenciosamente a Nora con un poco
más de interés del que estoy acostumbrada a verle mostrar, y no estoy segura de sí me
gusta o no. Ni siquiera estoy segura de entenderlo.
Dorian ladea la cabeza hacia un lado, estudiando a la hermosa, astuta rubia que
no hace mucho tiempo le disparó en ambos hombros, lo hizo quedar como un tonto, lo
manipuló con una habilidad que nunca podría igualar, y le obligó a confesarnos quién
es realmente. Es debido a ella que está en esta situación con Victor. Me pregunto a
cuánto de él le encantaría nada más que envolver las manos alrededor de su garganta
y ahogarla hasta la muerte.
—Eres muy hermosa —dice con una voz juguetona suave; sus brillantes ojos
azules brillando bajo la luz fluorescente por encima de la mesa—. Pero eres una
maldita perra bocazas. —Él sonríe, inclinándose hacia adelante, presionando el pecho
contra el borde de la mesa justo como Nora—. No sirvo a ningún puto maestro —
dice—, pero si tengo que elegir, siempre hará la elección que se adapte a las
circunstancias.
James Woodard, que ha estado muy callado todo el tiempo, mira a Dorian con los
ojos muy abiertos, velados por una fina capa de pánico.
—Esas son palabras atrevidas —dice ella—. Tal vez deberías matarlo, Victor. —
Nunca quita sus ojos de Dorian.
Esas son lo que todas sus "palabras atrevidas" habían sido: sólo palabras para
meterse debajo de la piel de Nora. Tengo la sensación de que Victor debe haberlo
percibido, conociendo la personalidad confrontacional de Dorian.
—No es que yo esté tomando algún lado —habla Fredrik por primera vez—,
pero debe tenerse en cuenta, Nora, que tampoco eres exactamente de confianza plena
aquí.
—¿Entonces qué estás diciendo? —le pregunta Dorian con acusación—. ¿Estás
admitiendo algo, o simplemente nos estás advirtiendo de antemano cómo es probable
que resultes ser?
Me dirijo a Victor.
—Entonces, ¿quién va contigo y Dorian para reunirse con esta gente?
—pregunto—. Me ofrezco voluntaria.
—No, Fredrik será el único que se unirá a mí para la reunión. Y tengo otra cosa
en mente para ti.
—¿Oh?
—Sí —dice—, pero primero tenemos que discutir tu misión de anoche con Nora.
—Está bien —digo, tanto como una afirmación y una pregunta. Pongo las dos
manos sobre la mesa y tomo asiento de nuevo; siento los ojos de Nora en mí desde el
lado, pero me centro sólo en Victor—. Tan bien como fue, no me puedo imaginar que
tendrías tantas cosas negativas que decir acerca de mi rendimiento.
—La misión fue orquestada sin problemas —dice Victor—, pero tu rendimiento
dejó poco digno de elogiar —trago saliva con fuerza—. Gustavsson, tú y Woodard
pueden irse; llévense a Flynn con ustedes.
James Woodard levanta su gran peso de la silla y recoge el maletín y taza de café
de la mesa.
—No me siento bien de todos modos —dice él, viéndose un poco pálido y
sudoroso ahora que lo pienso. Probablemente por eso es que ha estado tan callado
durante todo este tiempo.
—Infórmame de nuevo esta noche —le dice Victor a Fredrik mientras los tres se
dirigen hacia las puertas de doble altura—. Luego te haré saber más información
sobre cuando nos vamos.
—Gracias —dice.
Una vez que las puertas se cierran, Victor se pone de pie y me mira
directamente; cruza las manos juntas delante de él.
Empieza a pasearse.
Traducido por âmenoire & AsheDarcy
Izabel
—Entonces, ¿exactamente qué hice, Victor, que dejó “poco para ser elogiado”?
—Está bien. —Nora se levanta de la silla en sus altos tacones negros. Su esbelto
cuerpo en forma de reloj de arena está abrazado por un vestido negro ajustado que se
extiende hasta sus rodillas. En el estilo típico de Nora, tiene un escote bajo hecho de
tela carmesí cayendo sobre sus levantados pechos en un patrón con volantes
ondulados. Su largo cabello rubio cayendo por el centro de su espalda,
manteniéndose alejado de su cara maquillada con su distintivo labial rojo oscuro, ojos
pintados oscuros y cremosa piel de porcelana.
—Pero sí lo noté —digo—. Pocos segundos después de que pusiera sus manos
bajo la mesa, lo detuve antes de que pudiera ir por el arma escondida.
Suspiro.
—Para empezar, él nunca debió haber puesto sus manos bajo la mesa —añade—
. Si Nora no hubiera estado ahí, vigilando, no estarías sentada ahí en este momento.
Con enojo creciendo dentro de mí, tomo una respiración profunda para
mantenerlo a raya. Porque sé que tienen razón y tan avergonzada como me siento
justo ahora, estoy más enojada conmigo que con ellos.
—Pudo haberte dicho que sí, que cambiaba de idea cuando le diste la última
oportunidad de hacerlo —contesta Victor instantáneamente—. Pudo haber jugado con
tus emociones el tiempo suficiente para comprarse más tiempo, para distraerte.
—Y mientras pensabas —aporta Nora—, sobre por qué piensas que no está bien
matarlo debido a que cambió de opinión, la alarma en el edificio se hubiera activado y
salir de ese edificio viva hubiera sido mucho más difícil de lograr.
—Pero eso es por lo que estábamos ahí —digo, mirando entre ambos, tratando
de justificar mis acciones—. Lograr que cediera la información. Si escogía hacerlo,
¿por qué no dejarlo?
—Porque eso no es por lo estaban ahí, Izabel —me corrige Victor—. Tu misión
era darle la oportunidad de ceder la información a cambio de la vida de la señora
Pinceri, pero en el momento en que eligió no hacer eso, y te di la orden de matarlo,
debió haber estado muerto un segundo después.
Bajé la mirada hacia la mesa, dejado salir una respiración larga y profunda.
—Y esa es la otra cosa que hiciste mal —dice Nora—. Cuando se te da una orden,
la ejecutas, sin preguntas, sin vacilaciones. No después de darle al objetivo “otra
oportunidad”, no después de burlarte de él un poco para satisfacer tú enojo, sino justo
en ese momento, matas al objetivo.
—Está bien —digo con rendición—. Sí. Veo lo que hice mal y están en lo
correcto. Lo haré mejor la próxima vez.
—Nunca remueves tu máscara hasta que estás lejos de la escena, Amor —dice
Victor—. Preferentemente no hasta que estés dentro del vehículo de escape, hay
cámaras por todos lados, no sólo dentro y alrededor de la ubicación del objetivo, sino
en todos lados: farolas e intersecciones, negocios, teléfonos celulares, removiste tu
máscara en el momento que tus pies tocaron el suelo.
—Está bien —digo con otra serie de asentimientos—. Eso fue estúpido, lo
admito.
Victor se mueve hacia mí. Se sienta sobre la mesa junto a mí con sus manos
dobladas flojamente entre sus piernas abiertas.
—Pero a pesar de las cosas que hiciste mal —ofrece en una voz más suave e
indulgente—, lo hiciste bien.
Levanto la mirada hacia él, asintiendo una vez, agradeciéndole con mis ojos. No
puedo sonreír, estoy demasiado decepcionada conmigo para ir tan lejos.
—Mejoraré —le digo a Victor, dando un vistazo hacia sus ojos indulgentes—. Lo
que sea necesario, lo dominaré.
—Te creo —dice y me ofrece muy suavemente una sonrisa privada sobre sus
deliciosos labios, momentáneamente, me recuerda el dolor entre mis piernas.
Escucho atentamente.
Finalmente Victor toma asiento de nuevo. Un sobre manila está sobre su mesa; lo
toma con sus largos dedos y separa el pequeño broche de metal, sacando una serie de
fotografías.
—El objetivo es una mujer —dice, empujando gentilmente las fotos a través de la
mesa así podemos estirarnos por ellas—. Su nombre es Francesca Moretti; no será tan
fácil de encontrar porque el cliente no está seguro sobre cuál mujer en la propiedad
Moretti es Francesca. Y aparentemente, la mayoría de las personas ajenas tampoco
saben quién es la verdadera Francesca.
Bajo la mirada hacia una fotografía mientras Nora pasa a través de algunas otras.
La fotografía fue tomada dentro de lo que parece una elaborada mansión. Cuento seis
mujeres en el frente de la foto, todas se parecen entre ellas en varias formas: cabello
castaño claro justo pasando sus hombros; piel clara color caramelo; ataviadas
espléndidamente en vestidos reveladores en diferentes tonos marfil y rojo y azul;
sandalias con joyas y tacones altos. Cada una de ellas sostiene una copa de champaña;
están sonriendo, relacionándose con los invitados.
—Y hay más de seis de ellas —continúa, asintiendo hacia las otras fotos frente a
Nora; ella las empuja a través de la mesa hacia mí—. De acuerdo a estas fotos, tomadas
sólo hace algunos días, hay al menos doce señuelos, necesitarán averiguar cuál de ellas
es la verdadera Francesca Moretti, y esa no es ni siquiera la parte más difícil de la
misión.
—He tenido reservas sobre mandarte en esta misión, quiero ser claro.
—¿Por qué? —Estoy acostumbrada a esto, a Victor preocupándose por mí, así
que no hago un gran escándalo por ello aunque me molesta un poco, aun así entiendo
y lo amo más por eso.
—Así que una vez que nos encontremos con la verdadera Francesca Moretti,
¿qué se supone que vamos a obtener de ella?— pregunta Nora. Saca la silla en la que
normalmente se sienta Fredrik y se acomoda—. Estoy asumiendo que no debemos
matarla enseguida si encontrarla ni siquiera es la parte difícil.
—Sí — confirma Victor—. Pero no va a ser fácil. La seguridad que Moretti tiene
a su alrededor en todo momento es de primera categoría. Moretti es muy rica, y se
cree que tiene la lealtad de la policía, así como algunos funcionarios de gobierno, es la
forma en que ella y su madre, antes que ella, han sido capaces de manejar su negocio
sin ser tomadas por las autoridades, Moretti tiene muchos clientes prominentes,
influyentes de todo el mundo.
—Francesca Moretti es una madam —dice Victor—. La madam con más éxito en
Italia, tal vez incluso en el mundo. Los clientes vienen de todas partes para comprar
sexo de sus trabajadores, a quien ella llama cyprians, y sólo emplea a los mejores.
—Bien, entonces no entiendo por qué estabas preocupado de que no podría ser
capaz de manejar una misión como esta.
—Las mujeres, y los hombres, empleados por Moretti no buscaron sus vidas
como trabajadoras sexuales —dice Victor—. Los que trabajan bajo su pie de hierro
fueron una vez como tú, Izabel —recupera otra fotografía del sobre y lo desliza hacia
mí—, al igual que la hija del cliente; fueron vendidos a Moretti tras ser secuestrados.
La ira está creciendo dentro de mí, pero la guardo para mí y miro hacia abajo a
la fotografía. Una brillante, sonriente, inocente sonrisa con los dientes muy blancos y
brillantes ojos marrones, está mirando hacia mí. Hay una marca de nacimiento debajo
de su ojo izquierdo del tamaño y la forma de una astilla de almendras. Lleva un
uniforme de porrista rojo y blanco. Su cabello marrón-miel está recogido en una cola
de caballo, envuelto por cintas rojas y blancas.
—Olivia Bram tenía quince años de edad cuando fue secuestrada mientras
estaba de vacaciones con sus padres. Su madre se suicidó poco después. Eso fue hace
siete años. Su padre ha estado buscándola desde entonces, le tomó todo ese tiempo
llegar a esta posibilidad.
—¿Así que el cliente aún no está seguro de que Francesca Moretti es la que
compró su hija? —pregunta Nora—. ¿Y por qué ir tras el comprador y no el
secuestrador?
Con aire ausente deslizo la foto de Olivia Bram sobre la mesa para Nora.
—El cliente cree que es Moretti —dice Victor—. Y he visto sus pruebas, todo lo
lleva a Moretti, y admito que parece prometedor. Pero si está en lo correcto o está
equivocado, Moretti sigue siendo un trabajo de tres millones de dólares y es nuestro
para llevar a cabo. En cuanto al responsable de su secuestro, ese camino quedo frío
después de tres años, por lo que el cliente comenzó a enfocarse en el comprador en su
lugar.
—¿Izabel?
—No pueden matar a Moretti —oigo decir a Victor, pero su voz suena muy lejos
porque estoy en profundos pensamientos—. Bajo ninguna circunstancia se permite
que sus emociones, ira, o necesidad de venganza, se ponga en el camino de esta
misión. Si Moretti no es llevada al lugar de donde puede ser transportada al cliente, no
habrá día de pago y toda la misión será un esfuerzo inútil, ella no puede ser asesinada.
—¿Es por eso que me dijiste la historia personal sobre el cliente y su hija? —
pregunto, sabiendo que estoy en lo correcto acerca de esto—. Recuerdo lo que me
dijiste en el avión a Los Ángeles cuando me llevaste a mi primera misión para matar a
la esposa de Arthur Hamburgo encerrada en esa habitación secreta: “Cuanto menos
sepas sobre su vida personal, menos riesgo hay para ti de implicarte emocionalmente”,
¿me dijiste sobre Olivia Bram, el suicidio de su madre y la venganza de su padre,
porque quieres ver si puedo conseguir pasar a través de esta misión sin ser nublada
por mis emociones?
Victor asiente.
Sus palabras llenan mi corazón con calidez, pero aún soy incapaz de sonreír.
Acabo asintiendo, lento y sutil, y sé que él entiende lo mucho que aprecio su
preocupación por mí. En todo caso, sólo ha intensificado mi necesidad de probarme, a
mí misma.
—Piensa en esta misión como una preparación para México —comenta Nora
finalmente—. No puedes estar en el interior conmigo cuando lleguemos allí, pero me
imagino que todavía va a ser bastante la trasgresión emocional simplemente estar allí
en México, donde se produjeron las peores cosas que te han pasado. —Sus ojos
sostienen los mío, y por un breve momento tengo la sensación de algo que pasa entre
nosotras, un secreto que sólo ella y yo compartimos sobre el niño que tuve con Javier.
Pero Nora tiene razón: estar en ese lugar es una trasgresión emocional no hay
otra manera de decirlo. Cuando regresé a México con Victor, Dorian, Niklas y Fredrik,
después de que Victor me prometió que me ayudaría a tener mi venganza y mató a
todos los hombres, yo era una persona diferente. Era una asesina llena de rabia,
controlada por la venganza. Cuando deslicé mi espada a través de las gargantas de los
hermanos de Javier, Diego y Luis, lo hice con una mente enferma. Lo disfruté; me
regocije en la sangre pegajosa, caliente, que fluía a través de mis dedos; sonreí, lo
disfruté. Eso es no tener el control de mi venganza, es estar siendo controlada por ella.
—Voy a hacer lo que tenga que hacer, Victor —miro a ambos, pero luego sólo a
Victor—, incluso si es algo que no quiero hacer, lo haré. Lo que sea necesario.
—Bueno —dice—. Porque puede llegar el momento en que tienes que hacer
algo que nunca harías de otro modo, nada acerca de esta profesión es fácil.
—Bien, así que ¿que se supone que debemos hacer cuando lleguemos a Italia,
exactamente? —pregunto—. ¿Pretenderemos ser compradores, o qué?
Victor hace una pausa y dice:
Izabel
Me río.
Mis ojos y los de Nora se juntan como dos imanes a través de la mesa.
Claramente está tan sorprendida como yo.
Frunzo el ceño sólo de pensar en ser propiedad de Niklas. Pero es lo que es, y un
trabajo es un trabajo, y haré lo que tenga que hacer.
—No va a ser así de simple —digo en voz alta, conociendo a Niklas mucho mejor
que ella—. Dudo que Niklas vaya a estar entusiasmado sobre hacer un trabajo, o algún
favor, para Victor.
—Bueno, si ese es el caso —dice ella—. Entonces ¿por qué no sólo enviamos a
alguien en lugar de Niklas? ¿Por qué desperdiciar tiempo con Niklas cuando puedes
sólo enviar a alguien más?
—Si le dicen a Niklas los detalles de esta misión, y que ustedes —me mira
directamente—, estarán en ella, acordará participar.
—Mi hermano es el único hombre en quien confió para ir en esta misión contigo
—dice—. Si no puedes convencerlo de ir, estaré enviando a una mujer de la Primera
División para ir en tu lugar.
—Y la otra razón por la que quiero a Niklas en esta misión —continúa Victor—,
es porque la naturaleza de la misión requiere a alguien como él. Conociendo a mi
hermano, es el mejor operador en mi Orden para este trabajo.
—Niklas debería estar en el bar para las nueve en punto esta noche —
contesta Victor.
—Se van a Italia en la mañana —dice y luego desliza una pequeña memoria USB
a través de la mesa hacia Nora—. Todo lo que necesitan saber los tres sobre la misión
está aquí. La contraseña para acceder a los archivos se la daré a Izabel esta noche. —
Mira directamente hacia mí—. Sería sabio no ir a ese bar esta noche con alguna
esperanza de arreglar esta cosa entre mi hermano y yo; es una pérdida de tiempo en
este momento; concéntrense sólo en la misión.
Nora se levanta en toda su alta y hermosa gloria y pavonea sus caderas a lo largo
de la mesa hacia las puertas de salida.
—Parece que podrías dormir con él, después de todo —digo, rodando mis ojos.
Victor levanta una ceja, pero no dice nada, no le importan cosas como esa, pero
seguramente, en algún lugar dentro de esa metódica cabeza suya, lo encuentra
divertido.
—Sólo es que realmente ha pasado mucho tiempo desde que he estado en una
misión seria. Me estaba aburriendo con estos insignificantes golpes de venganza de
mujeres desdeñadas y vigilancias monótonas, esta misión en Italia, esta… Francesca
Moretti, es como un dulce para mí.
Mira hacia Victor como diciendo: “¿Terminamos aquí? Porque estoy ansiosa por
comenzar.”
Nora empuja la puerta para abrirla, la habitación llenándose con más luz de las
lámparas fluorescentes en el cielo del pasillo de afuera, y desaparece de la vista.
—¿Qué te hace pensar que la lealtad que tu hermano te tiene siempre será
inquebrantable, Victor?
Era la última cosa que esperaba escuchar. Tanto que estoy atónita ante tales
palabras simples, pero aun así sumamente profundas.
El único corazón que he visto alguna vez en ese hombre es uno desfigurado por
putrefacción.
Victor se inclina y toca con sus labios calientes la esquina de mi boca. Después el
otro lado.
Me deja de pie ahí; el sonido de sus zapatos de vestir haciendo eco por el pasillo
es interrumpido cuando la puerta finalmente se cierra detrás de él.
Paso mucho de mi tiempo con un pequeño grupo de personas en las que cada
uno tiene su propio conjunto de jodidos problemas que las personas normales en este
bar no podrían comprender, y mucho menos igualar. Pero si alguna vez vuelvo allí de
nuevo, a nuestra Orden, el interés todavía está en el aire. Tengo miedo de lo que
podría hacer si veo a mi hermano otra vez, sólo me fui porque quería matarlo.
Detrás de mí, oigo la campana por encima del anillo de la puerta cuando alguien
entra, pero no miro hacia atrás. Jay normalmente tampoco lo hace, por lo general sólo
una mirada rápida, pero me doy cuenta que sus oscuros ojos viran en esa dirección,
lleno de interés e intriga, una señal segura de que quien acaba de entrar no es un
regular, y probablemente tiene un bonito par de tetas.
No las miro, doy una calada de mi cigarrillo, mirando fijamente la televisión. Jay
les pregunta si les gustaría algo de beber, pero declinan y nos deja a nuestra
privacidad.
—Sí, bueno —digo con una sonrisa—, déjenme afuera de éste. —La miro—.
Puede que quieran dejarme afuera de, oh no sé, ¿todos ellos? —Pongo el cigarrillo
encendido en el cenicero, tomo mi trago, y vuelvo a mirar la televisión—. ¿Qué está
haciendo Psico Perra Barbie aquí?
Izabel suspira y apoya los brazos en la barra, frunciendo ligeramente sus largos
y delgados dedos juntos. Yo como que quería mirarla, porque por mucho que me
molesta, es la única persona en nuestra Orden que... por la que siento lástima. Ella no
pertenece allí. Es una chica ingenua con ambiciones ridículas que van a ser su muerte
algún día. Hace un par de años que no me habría molestado en absoluto —incluso
intenté matarla por mí mismo— pero las cosas han cambiado desde entonces y ahora
se siente más como una responsabilidad que como una amenaza. Creo que en algún
momento empecé a verme a mí mismo en la mujer de mi hermano: forzados a una
vida que no quería a una edad temprana, abusados de maneras inimaginables, pero
una luchadora y una sobreviviente, y, por lo que tuvo que pasar, no tiene miedo de
matar. Todavía sólo puedo tolerarla, pero de todos nosotros, Izzy es lo más parecido a
un ser humano, y supongo que respeto eso. Es cierto, ella es aún más humana de lo
que yo soy.
—Niklas —dice Izabel dice con rendición—, se trata de una misión importante,
y…
—Terco como una mula —oigo decir a Nora, y me doy la vuelta rápido y me
encuentro a su cara tan cerca que puedo oler su pasta de dientes y ese lápiz labial
carmesí que lleva y el perfume que esparció entre sus tetas.
—No creas que no te mataré delante de toda esta gente —gruño en voz baja,
desafiándola a decirme una puta palabra más.
Nora casualmente se desliza fuera del taburete en sus tacones negros y un
vestido negro ajustado que abraza sus curvas de reloj de arena.
—Voy a dejarte este a ti —dice a Izabel con indiferencia, y luego se va hacia los
baños.
Miro de regreso al frente otra vez, curvando los dedos alrededor del pequeño
vaso de chupito, oprimiendo ausentemente mis dientes juntos.
—Mi hermano puede conseguir a alguien más —digo, firme—. No tengo que ser
yo, son chorradas.
—No —dice, inclinándose hacia mí, así puedo mirarla, pero no lo hago—, no son
chorradas. —Suspira profundamente, preparando su intento de hacerme cambiar de
opinión, porque sabe que conmigo es mejor que sea bueno—. Sé que no me debe
favores, Niklas, y sé que tú prefieres que arda cuando orinas a ayudarme con cualquier
cosa, pero te pido... por favor, ven con nosotros en esta misión.
—No voy —la corté, resolviendo terminar con esto para que pueda volver a ver
un partido de fútbol que no me importa, beber whisky que probablemente me va a
hacer sentir como la mierda más tarde, y con el tiempo subir a mi habitación
desmayarme en una cama que duele más que cualquier bala haya logrado.
Eso sin duda consigue mi atención, pero soy cuidadoso de no dejar que Izabel se
dé cuenta de la magnitud de la misma. Tengo mis sospechas acerca de lo que podría
ser el razonamiento detrás de la estipulación de Victor, pero necesito más
información.
—No seas un idiota —dice a la defensiva, y me siento mejor ahora que por fin me
he metido bajo su piel un poco, estaba empezando a pensar que había perdido mi
toque—. Sólo déjame explicarte todo antes de decir que no —añade.
—Explícate —digo con toda seriedad, haciendo un gesto con mi mano—. Pero la
respuesta seguirá siendo no.
—Nos está enviando a Italia para encontrar y secuestrar a una señora llamada
Francesca Moretti... —el resto de sus palabras se desvanecen en los pliegues más
oscuros de mi mente.
Francesca Moretti era todo lo que tenía que decir, sabía los detalles básicos de
esta misión antes de que los dijera. Y, a su vez, me di cuenta de por qué mi hermano
sólo me permitirá a mí acompañar a Izzy allí. No sé si sentirme aliviado por la
estipulación, o pensar en mi hermano aún menos de lo que ya lo hago porque va a
dejarla ir en una misión como esta al fin y al cabo, con o sin mí.
Izabel me dice todo lo que, en su mayoría con una voz tranquila y frases
entrecortadas que se detienen y comienzan de nuevo después de que Jay y clientes
cercanos se muevan dentro y fuera del alcance del oído. Luego mete la mano en su
bota y desliza en una USB a través de la barra para mí, la cual guardo en el bolsillo
inmediatamente.
—La contraseña es MX37A —dice en voz baja, inclinándose hacia mí—. A Nora y
a mí nos dieron la oportunidad de mirar por encima de todo, antes de venir aquí.
—Izzy —dije, sin mirarla—, ¿por qué diablos quieres hacer algo como esto?
Después de lo que pasó en México, no lo entiendo. Hay algo fundamentalmente
equivocado en ti, mujer.
—Realmente me molesta bastante que Victor siga pensando que soy una chica
arruinada y traumatizada por su pasado, estoy cansada de que eso continúe siendo
arrojado en mi cara, Niklas. —Su expresión se endurece, la mandíbula tensa—. No
tengo miedo de ella. No me estremezco y retrocedo cuando Victor me toca porque fui
violada. No tengo recuerdos debilitantes de mi antigua vida cuando alguien dice una
palabra detonante a mí alrededor, tal vez debería, pero no es así. Lo he superado, por
lo que ¿por qué no todo el mundo acaba de superarlo? —Fue más una declaración
climatizada que una pregunta.
—¿Así que ella está trabajando para mi hermano ahora? —Estoy en el limbo.
—Como dijo Nora, es una larga historia, pero sí. Niklas, al igual que con lo que
hay entre tú y Victor, eso no es por lo que vine aquí, te necesito en esto.
Ella se inclina más cerca de mí, sus pintados ojos oscuros clavados en los míos
con indignación, sus fosas nasales dilatadas, está harta de mi mierda, ahora esa es la
Izzy a la que estoy acostumbrado.
—Supéralo, imbécil —gruñe y desliza el vaso bajo su palma, lejos de mí—. Todos
hemos perdido gente que amamos. Todos hemos hecho cosas que lamentamos, cosas
que nos gustaría poder deshacer, cada uno de nosotros, Niklas. —Se inclina aún más
cerca, cerrando el espacio entre nosotros, así que sólo puedo oír, o probablemente
más, de modo de que entienda perfectamente la intensidad de sus palabras—. Pero
Victor sólo ha tenido siempre su amor por ti en mente, mató a su padre para
protegerte. Y si mal no recuerdo, antes de que supieras sobre lo que realmente pasó
con Claire, trataste de matarme para protegerlo.
Izabel dice la verdad, y no estoy por encima de admitirlo, pero hay una cosa que
ella no entiende.
Me inclino hacia ella en este momento, endureciendo mi mandíbula, mis ojos tan
duros y fríos como los de ella.
—¿Por qué? ¿Por algo que él hizo? ¿Sientes que muriera? —Niego con la cabeza
y miro por delante de mí, sin tener nada más que decir, ya he dicho más de lo que
quería.
Al principio, creo que está buscando que le tenga lástima de alguna manera
retorcida, pero cuando la miro y veo a la gravedad de sus palabras en su cara, no
puedo dejar de creer que quería decir lo que dijo, que su culpa corre de manera
mucho más profunda de lo que podía saber.
—Niklas —continúa en voz baja, enojada y llena de dolor—, vivo con la culpa de
estar viva todos los días. Muchas personas han muerto en mi lugar. Y cuando pienso
en Claire, me siento culpable de que estoy aquí y ella no, porque la amabas y mereces
ser amado de la misma manera en que amo a tu hermano, no importa la cantidad de
idiota que seas. —Se detiene, sus pequeños hombros subiendo y bajando con un
suspiro—. No te culpo por odiarme. Pero es lo que es, Niklas, y lo único que puedo
hacer es al menos tratar de hacerme útil. Podrías hacer lo mismo, en vez de pasar el
tiempo por aquí con tu whisky y lo que queda de tu patética vida.
El impulso de decirle que se fuera, tal vez incluso exprimir su pequeña garganta
en la mano, está ahí, en algún lugar profundo dentro de mí, pero en su lugar, no hago y
ni digo nada. Mi silencio me molesta más que cualquier cosa que ella dijo, no creo que
ninguna mujer haya logrado nunca hacerme callar como ella acaba de hacer.
—¿Qué demonios te hace pensar que voy? —le grito sobre la música.
Sigue caminando, pero mira hacia atrás una vez el tiempo suficiente para
responder:
—¡Porque tomaste el USB! —Su forma alta, delgada, vestida de negro teje su
camino a través de la barra, recorre seis mesas llenas más y luego sale por la puerta
principal.
Fredrik
—Te dije que te tendría uno esta noche —dice con entusiasmo—. Quiero decir,
me preocupé al principio, teniendo un solo día para llevarlo a cabo, pero lo hice.
—¿En dónde está él? —pregunto casualmente cuando paso por delante de él y
coloco el maletín en el piso al lado del sofá.
—Sí —le digo, pescando las llaves de mi bolsillo—. Me voy a duchar primero.
Sin interés de hablar sobre mis encuentros sexuales, que han sido solo con una
mujer últimamente, no respondo. Dante no es mi tipo para conversar, es desagradable
y poco profesional y nunca ha dicho algo que recuerde que se acerque a ser profundo
o inteligente. Solo lo mantengo cerca porque puede conseguirme los criminales que
necesito poner en mi silla. Sabe en dónde encontrarlos en cualquier momento, como
atraerlos a los callejones oscuros y edificios abandonados para noquearlos y
traérmelos. Por supuesto, soy perfectamente capaz de hacer esas cosas, pero no tengo
el tiempo. Y le pago bien para que lo haga por mí.
—Te pago lo suficiente para que puedas comprar tu propia mujer —agito una
mano, con la palma hacia arriba—. Cada ciudad tiene sus putas caras.
—Oh, pero no quiero pagar por una —dice—, quiero una que quiera dormir
conmigo, ¿sabes? Al igual que tú.
—Sí, supongo que tienes razón —dice—. Pero tal vez al menos podrías decirme
como lo haces, en algún momento darme algunas sugerencias.
—Pensaré en ello. —Es una conversación ridícula, pero no va hacer ningún bien
decirle eso.
Cuando abre la puerta de entrada, me doy cuenta demasiado tarde que nunca ha
estado completamente cerrada, me sorprende ver a Emily de pie del otro lado de esta,
vestida con vestido de gala para la cena en la que está trabajando.
Cierro los ojos por un momento e inhalo una respiración mezclada con pesar,
porque sé que debió de haber escuchado todo.
Dante mira de un lado a otro entre nosotros, tan sorprendido como lo estoy de
ver a esta joven mujer parada ahí. Nunca traigo a las mujeres a mi casa, siempre a
hoteles, pero he estado trayendo a Emily. Porque me estaba comenzando a gustar.
Nunca le había dicho a Dante sobre ella.
Emily, con cabello castaño dorado largo cubriendo sus hombros, dobla las manos
delante de ella; su rostro esta abatido, herido.
—Mira, eres un chico maravilloso, por lo menos, pensaba que lo eras, pero solo…
lo siento Fredrik, pero no voy a ser una de tus putas.
Para empezar, nunca la debí de haber perseguido. Es una chica dulce, inocente y
hermosa que quiere ser enfermera para ayudar a salvar vidas; soy un monstruo
oscuro y malvado que siente gran placer en llevar al borde de la vida a los hijos de
puta. Y esa oscuridad crece dentro de mí cada día. A veces, la tortura ya no es
suficiente. Y eso me asusta. Un poco.
—Sí, lo estoy —le digo, confiando en mi capacidad de leer a una persona; que es,
después de todo, parte de mi trabajo—. No tenía miedo —continuo—. Solo decepción.
—Lo era.
—Bueno, usted lo puede hacer mejor —dice Dante, y realmente me gustaría que
dejara de hablar y trajera el hombre del maletero—. No necesitas a una buena chica,
después de todo, mierda jefe, necesitas a alguien como tú.
Tal vez no le estaba dando al chico suficiente crédito, esa es la primera cosa
inteligente que le he escuchado decir.
Izabel
Diez minutos antes de salir, y aún no hay señales de Niklas. Echo un vistazo a
una mujer llamada Blythe que está cerca de la entrada del avión con botas militares y
lápiz labial color malva oscuro y sombra de ojos; el pelo largo y oscuro cae sobre sus
hombros; un ceño está grabado en su boca. Blythe se ve tan sumisa, como Nora débil y
vulnerable. Pero Victor cree en su capacidad de lograr una acción tipo misión
imposible, así que supongo que debo tener más confianza en su juicio, sólo que no
quiero que ella tomar mi lugar en esta misión.
—Él va a venir —le respondo a Nora, sintiendo sólo el cuarenta por ciento de
confianza ya. Ansiosamente entonces echo un vistazo a mi teléfono en mi mano.
El alivio me recorre cuando veo a Niklas, vestido con un traje negro, corbata a
rayas y zapatos de vestir, caminando hacia el avión con dos maletines, uno aferrado a
cada mano y una bolsa de viaje arrojada sobre un hombro, definitivamente no
acostumbrada a verlo en un traje.
—Él está aquí —le digo a Nora rápidamente mientras dejo los asientos y hago
mi camino a la entrada del avión.
Después de que Niklas se despide de Blythe y Elric, se acerca a mí, sus ojos color
verde azulado barren sobre mí de arriba a abajo de manera escrutadora.
—Te tendrás que cambiar en el avión —dice—. Espero que hayas traído algo
más adecuado para llevar, no puedes vestirte con esa mierda.
—No pienso eso —le digo ofendida—. Traje el armario entero prácticamente.
Pero aún no estamos allí, así que no importa lo que llevo.
—Bueno, es algo bueno que no crea en una vida futura —digo amargamente por
detrás.
Niklas no contesta.
Los ojos de Niklas se encuentran con los míos brevemente, entonces mira hacia
otro lado y tira abiertos los pestillos del maletín sobre la mesa.
—Así que... —hago una pausa, tratando de encontrar las palabras, y con la
esperanza de mover el incómodo silencio—, …Victor dice que eres el mejor hombre
para este trabajo. ¿Nos podrías decir por qué?
El avión despega.
—Así que has interpretado este tipo de roles antes —asumo—. ¿Con mujeres
como Francesca Moretti? ¿Qué hay en el otro maletín?
—No —dice sin tener que pensar en ello—. No como Francesca Moretti. He
jugado a ser amo de mujeres antes; he sido el comprador de ellas —me estremezco
interiormente con su admisión—, incluso he jugado a ser vendedor. Pero con
Francesca Moretti, las apuestas son más altas, el riesgo es mayor, y el juego más
mortal. No sé por qué Victor permite que hagas esto. Y hay un millón en efectivo en el
otro maletín. —Mira hacia abajo a su tablet, pasando su dedo índice sobre la pantalla.
—Porque él sabe que puedo —le digo, tratando de ocultar el hielo en mi voz. Me
aguanto y no vuelvo a mencionar el asunto—. Bueno, entonces ¿cuál es el plan?
—¿Quieres decir que no tiene ya uno? —pregunta, a pesar de que salió como un
comentario ligeramente sorprendido. No levanta la vista de la pantalla. —Pensé que
Victor y su nuevo juguete tendrían todo resuelto ya. —Nora y yo nos miramos
brevemente la una a la otra.
Niklas finalmente la mira por unos pocos segundos; aversión hierve bajo la
superficie de su expresión desinteresada.
—Personalmente prefiero que el papel sea tan real como se puede ser
—añade—. Y nunca dejo de interpretar mi personaje, tampoco.
Una sonrisa, casi demasiado débil para ser vista, tira de una esquina de la boca
de Niklas.
Él sonríe y dice con frialdad—: ¿Cómo has entrado, de todos modos? Estoy
seguro de que tu coño no está hecho de oro, así que ¿cómo convenciste a mi hermano
que te dejara entrar?
—Yo soy la razón por la que Nora entró —corto fríamente antes de que Nora
tenga la oportunidad de responder—. Si quieres saber la verdad, Victor la dejó porque
es lo que yo quería.
Niklas sonríe, ¿por qué sonríe?, y luego manipula el interior de la boca con sus
dientes. Espero, sofocada por el tenso silencio, que haga algún comentario sarcástico
acerca de lo que le dije, por ser el gilipollas bocazas que sólo Niklas puede ser. Pero en
cambio, sólo mueve la cabeza con algún tipo de expresión conocedora que me deja
perpleja. E incómoda. Y ni siquiera sé por qué. Ah, claro, porque la verdadera
experiencia de Niklas está en saber cómo meterse bajo mi piel con muy poco esfuerzo.
Esto va a ser una misión para recordar. O más bien, que estoy bastante segura de que
voy querer más que nada, olvidar.
Nora y yo pasamos los siguientes veinte minutos diciéndole a Niklas todo lo que
pasó después de que dejó nuestra sede en Boston esa noche. De cómo recluté a Nora,
la aceptación de Victor de mi decisión, la tortura de Fredrik a Dorian, y la decisión de
Victor de reunirse con los empleadores de Dorian y ver lo que tienen que ofrecer. Lo
llenamos con cada detalle, pequeños y grandes, pero me abstengo de decirle algo
sobre la conversación que Victor y yo tuvimos acerca de por qué mató a Claire. No sólo
Niklas deja claro de antemano que no quiere hablar de ello, sino que no es mi labor
hacerlo, tampoco. Sé que tengo que dejar que Victor y Niklas trabajen este asunto
entre ellos. Y sé que no tenemos tiempo de sobra para hablar, o discutir sobre ello. Es
una pérdida de tiempo en este momento; solo hay que centrarse en la misión. Victor
estaba en lo cierto. E incluso Niklas siente que esta misión es demasiado importante,
demasiado peligrosa, para perder el tiempo discutiendo sobre el reclutamiento de
Nora, o expresar ampliamente su aversión por ella.
Por el momento, la tolera. Después que esta misión haya terminado, y todos
estemos todavía vivos, entonces sólo puedo preguntarme qué tipo de represalias
podría utilizar.
Nora, sentada junto a Niklas, ahora en su amplia sección del avión, cruza sus
largas piernas y se pone más cómoda. Sin mirarlo contesta resueltamente, sin sonrisas
o seducción.
—No mucha. Cuando tenía diecinueve años, fui enviada a una misión en Dubai,
donde me vendieron como esclava sexual de un jeque rico. Mi trabajo consistía en
matar a su hijo. Ni decir, que eso es exactamente lo que hice. —Mueve un brazo y lo
descansa sobre el respaldo del asiento, apoyando un lado de su cara en sus dedos—.
Fue mi única misión de esa naturaleza —continúa—, y mis dueños también eran
encubiertos y también sufrí poco abuso por parte del jeque antes de tener el trabajo
hecho, pero puedo asegurarte que puedo llevar esto a cabo, interpreto cualquier papel
que necesite interpretar. Aprendo rápido.
—¿Pero qué tan lejos irás? —pregunta, la pregunta enlazada con reto.
—Lo lejos que iré por una misión, Niklas, es mucho más de lo que tú alguna vez
irás. —Inclina su cabeza gentilmente hacia un lado, sus largos dedos deslizándose de
su cara mientras lleva su brazo hacia atrás, colgándolo sobre la parte trasera de la
silla—. Aprenderás eso sobre mí lo suficientemente pronto. —Nada sobre Nora
sugería ahora que todavía trate de seducirlo, es toda Nora Kessler, la peligrosa
banshee que no debe ser tomada a la ligera.
—Tú por el otro lado —dice—. Sólo tendrás que ser muy cuidadosa y mantener
tu boca cerrada. Yo me encargaré del resto. Pero mantener tu boca cerrada es más
importante en esta misión como nunca lo será. ¿Crees que puedes hacer eso?
—Sólo dime qué necesito hacer, Niklas —digo fríamente—. Deja el acto de
intimidación parental conmigo de una vez y hagamos nuestro trabajo con un poco más
de profesionalismo.
—Sí, eso no es exactamente como se hacía las cosas en México —digo—. La cosa
de la cirugía plástica y los entrenadores de etiqueta de cualquier forma. La parte de
“sacrificadas frecuentemente”, desafortunadamente, era la forma en que se hacían las
cosas. Suena como si de mayor clase fuera un mucho mejor trato.
—No —dice Niklas—. No lo es. No confundas mayor clase con más seguro.
Necesitas recordar que nunca estás segura mientras estés en presencia de estas
personas, especialmente de Francesca. ¿Asumo que Victor te advirtió sobre su
reputación?
Asiento.
Echo un vistazo a la pantalla de nuevo; Nora se mueve para sentarse junto a mí,
así puede leer el texto.
Leo rápidamente a través de las pocas reglas, absorbiendo cada una de ellas
como si estuviera a punto de tomar un examen. Cuando llegó a la número seis, trago
fuerte
Mantener una expresión recta y sin emociones sobre tu rostro en todo momento, a
menos que estés siendo complacida o herida.
—No, solo pensé que como Victor quería que fueras con nosotras que…
—No Izzy —dice finalmente, y levanto mis ojos hacia los suyos de nuevo—.
Nadie a va a tocarte. Y sí, es por eso que Victor me quería en esta misión contigo,
porque sabe que no dejaré que nada te pase… —se detiene y una pista de una sonrisa
aparece sobre su boca—… bueno, al menos nada que pudiera considerarse…
imperdonable.
Asiento lentamente, y con alivio, a pesar del incomodo escalofrío que me dejó la
última parte
—Ahora tú, por el otro lado —dice—. No puedo hacerte promesas. —Sonríe.
Niklas asiente.
Mira brevemente a Nora de nuevo, y una sonrisa ladina pasa sobre sus rasgos.
—Ahora sobre sus nombres —dice—. Adoptaré una vieja tradición italiana, una
tradición Moretti, de todas formas: mis chicas sólo pueden tener nombres con tres
letras. Más de tres implican que una chica se ha ganado un lugar más alto junto a su
amo que una esclava. —Apunta a Nora—. Tú seres Aya. —Luego mira hacia mí y
dice—: y tú serás Naomi.
—Está bien —digo—. ¿Cuál será exactamente la diferencia entre Aya y Naomi?
Furiosa, dejo salir mi respiración fuerte y larga, cruzando mis brazos sobre mi
pecho y presionando mi espalda contra el asiento.
—¿Cómo voy alguna vez a aprender si todos sigue tratándome como una niña?
Puedo interpretar el rol de una esclava, Niklas…
—¡Y eso es exactamente por lo que no lo serás! —espeta, sus ojos duros, llenos
de autoridad y determinación, su repentino cambio de humor me sorprende.
—Es suficientemente malo que estés haciendo esto —dice—. Las cosas que
verás; el ambiente, la mierda que ni tú ni yo seremos capaces de detener, a la que
tendremos que fingir que estamos acostumbrados, que yo disfruto, a la que tú eres
indiferente, es un riesgo lo suficientemente grande teniendo a alguien como tú, quien
fue una esclava por nueve años —reitera mi propio argumento—. Pero ir tan lejos
como volverte una esclava de nuevo, no va a pasar, podría también arrojar el gas al
fuego.
Por un largo tiempo sólo lo miro, y luego miro hacia Nora. Ella se encoge de
hombros casualmente, pero no dice nada del asunto. No hay mucho que pueda decir,
realmente, porque sabe igual que yo que Niklas no es del tipo que cede, lo que dice es
lo que se hace, y eso es todo.
Me giro para mirar a Niklas de nuevo, quien se sienta en su pulcro traje,
esperando por mi respuesta.
—¿Así que asumo que seré una pretenciosa perra adinerada de nuevo como lo
fui en mi primera misión con Victor? —Recargo mi espalda contra el asiento y cruzo
mis piernas. Como que extraño interpretar ese rol, la primera vez que me convertí en
Izabel Seyfried, como un personaje de todas formas, ser ella era excitante.
—Pero como dije antes —continúa—. Sólo mantén tu boca cerrada, tu boca
normal de todas formas. —Se detiene y me mira directo a los ojos—. Y me disculpo
por adelantado, que quede asentado.
Pasamos el resto del vuelo revisando la terminología y las reglas y cómo Nora y
yo debemos actual y vestir y comportarnos en todo momento.
Tal vez siento un falso sentido de seguridad conociendo por qué Victor envió a
Niklas con nosotras, porque no estoy tan nerviosa como probablemente debería
estarlo. Sino que me siento segura. Más que eso, estoy abrumada con determinación y
emoción. Porque sé que puedo hacer esto. Puedo probarles que puedo estar en este
“ambiente” y no ser afectada por ello. Aun cuando no voy a realmente interpretar el
rol de esclava en esta misión, tal vez todavía pueda mostrarle a Victor que puedo
manejarlo y que puede cambiar de opinión después y dejarme interpretar el rol de
esclava en la misión en México.
Niklas
Izabel no está ni de cerca tan nerviosa como debería estar, pero ya llegará
a estarlo. Una vez que esté dentro de ese lugar, sintiendo docenas de ojos peinando
cada centímetro de ella, comenzará a sentir las repercusiones de su decisión de seguir
adelante con esto. Hará exactamente lo que dijo que no hace: estremecerse y
retroceder cuando alguien la toque; tendrá debilitantes recuerdos de su antigua vida
cuando alguien diga una palabra detonante, piensa que ha superado lo que le sucedió
en México, pero nadie se sobrepone a algo así, tan fácilmente. Nadie.
Aunque yo estaré allí para atraparla cuando caiga, tendré que estarlo, así no va a
conseguir que nos maten. Y ella ya me desprecia, por lo tanto cualquier cosa a la que
tenga que recurrir para lidiar con ella durante esta misión, por lo menos no cambiará
tanto la relación ya tumultuosa entre nosotros.
Nunca.
Voy hacia las puertas del balcón y las empujo para abrirlas con las palmas de mis
manos hacia el suave aire de otoño. Izabel y Nora hacen un recorrido en la habitación
para comprobar si hay dispositivos de audio o video. Es poco probable que hubiera
algo aquí ahora ya que nadie sabía que veníamos, pero nunca está de más estar
seguros. Esta es precisamente la razón por la que partimos tan rápidamente, en lugar
de darle tiempo a la gente de Moretti para contemplar y planear la llegada de un
nuevo cliente.
—Lo mismo aquí —dice Izabel, dando un paso hacia adelante—. Entonces, ¿cuál
es nuestro primer movimiento?
Me giro desde las puertas dobles de cristal y las miro a las dos. Izabel lleva un
fino vestido color crema que cuelga justo por encima de sus rodillas, tensado
alrededor de su pequeña cintura por un delgado cinturón negro. Lleva un par de
zapatos de tacón color crema con una delicada correa sobre la parte superior de sus
pies. Nora, necesitando parecer más de mi propiedad que Izabel, usa un sencillo
vestido color gris pizarra, pero es más largo, terminando dos pulgadas por debajo de
las rodillas y que queda colgando libremente sobre su cuerpo; lleva zapatos blancos
de suela plana que llegan debajo de sus tobillos. Sus cabellos están peinados en
apretadas colas de caballo en la parte posterior de sus cabezas. Únicamente Izabel
lleva joyas y un pequeño bolso negro. Ambas son malditamente hermosas. Son
papeles como estos los que hacen que este trabajo valga la pena.
Pellizcando mi boca en uno de los lados a medida que las observo de arriba a
abajo, contemplo nuestro siguiente movimiento.
—Digo que nos zambullamos directamente —respondo—. Creo que les he dicho
lo suficiente en el avión.
Miro a Izabel.
Pasamos una gran cantidad de tiempo en el vuelo repasando todos los detalles
de la misión, cada plan en caso de que un plan se vaya a la mierda. No estoy
preocupado por estas personas creyendo quien digo ser; mi identidad como Niklas
Augustin quedó firmemente establecida en su lugar hace un año, lista y esperando por
cualquier misión donde ese papel en particular sería necesario. Teniendo a James
Woodard, y a otros expertos como él a nuestra disposición, y teniendo muchas
conexiones fuera de la Orden de Victor, nos permite crear identidades creíbles con
vidas falsas que datan tan atrás como las necesitemos. Tengo alrededor de otras
treinta identidades firmemente arraigadas a mi disposición. Pero eso no significa que
Francesca Moretti, o quienquiera que envíe en su lugar, confiará en mí de cualquier
manera. Perfectamente espero tener la desconfianza de todas las personas que
podrían encontrarse involucradas en los negocios de Moretti.
Varias horas después, me estoy reuniendo con una mujer conocida sólo como
Miz Ghita, en un restaurante a las afueras del centro de la ciudad. Tomó un par de
llamadas telefónicas después de conseguir los números apropiados de uno de
nuestros pocos contactos dentro de Nápoles, pero esas llamadas me llevaron a Miz
Ghita, quien, con suerte, me llevará hacia Francesca Moretti. Sólo tenemos una
oportunidad en esto. Tengo confianza en mi capacidad para sacar esto adelante, pero
no tomo por sentado los rumores y las advertencias que me han dado sobre conseguir
pasar a Miz Ghita, al parecer es una mujer dura, dura como el acero.
Me pongo de pie como cualquier caballero haría a medida que Miz Ghita se
aproxima: mis manos están dobladas cuidadosamente hacia abajo frente a mí, mi caro
Rolex está a la vista, un solo anillo grueso de oro y diamantes en mi dedo anular
opuesto; levanto mi barbilla de una manera culta.
Miz Ghita, una mujer de sesenta y algo de estatura y construcción mediana, con
canoso cabello marrón cortado por debajo de sus orejas adornadas por ordinarios
pendientes, asiente hacia mí mientras el mesero saca la silla para ella. Me siento sólo
después de que ella lo hace; Izabel y Nora, en ese orden, toman sus asientos después.
—Mi tiempo es valioso, Sr. Augustin, tenga eso en cuenta antes de elegir
desperdiciar algo de él. —Desestima el intento del mesero de tomar su orden de
bebida, y él se inclina y se aleja—. ¿Tiene un número? —Mira a través de la pequeña
mesa hacia mí.
Asiento.
Lo coloco sobre la mesa y lo deslizo a través de la corta distancia hacia ella. Ella
lo toma en sus largos dedos protuberantes cubiertos por anillos, y entonces abre la
solapa, mirando dentro brevemente hacia el dinero. Los pensamientos de Miz Ghita
permanecen ocultos, pero el hecho de que no rechace la oferta de inmediato es prueba
suficiente de su aprobación. Veinte mil dólares americanos sólo para encontrarme con
ella es más que suficiente para demostrar mi valor financiero. Pero demostrar que soy
rico, y que puedo permitirme el lujo de las prostitutas de Moretti, es la parte fácil.
Demostrar que no soy un oficial encubierto o un agente de gobierno, o alguien enviado
para secuestrar o asesinar a Francesca Moretti, no sé, por ejemplo, para apaciguar a
un padre enojado, será la parte difícil.
Ha pasado un tiempo desde que he estado en una misión como ésta —espero
malditamente no estar demasiado oxidado.
Sonrío.
—Oh, vamos, Miz Ghita —digo, inclinando mi cabeza—, usted y yo sabemos que
lo que hago para ganarme la vida no tiene absolutamente nada que ver con si
podemos o no llegar a un acuerdo, sólo mi capacidad para pagar por mi compra.
—¿Pensé que su tiempo era valioso, Miz Ghita? Por mucho que respeto el suyo,
usted debería tomar en cuenta que encuentro el mío igual de valioso y preferiría no
desperdiciarlo. —Me muevo hacia atrás, presionando mi espalda contra la silla—.
Ahora si pudiéramos seguir adelante con los asuntos importantes, necesito hacer una
compra antes de que la semana haya terminado.
Izabel y Nora se paran segundos después; Nora mantiene la cabeza baja y las
manos dobladas delicadamente frente a ella; Izabel, capaz de mostrar un poco más de
personalidad, mira a Miz Ghita a los ojos, pero aparece recatada, sumisa, igual. Miz
Ghita nota esto rápidamente, pero no le pregunta por ello. El dinero que estoy a punto
de llevarme es lo más importante.
—¿Por qué no se sienta, Sr. Augustin? —Ella levanta la mano decorada con
anillos, haciendo un gesto hacia mi silla—. Estoy segura de que podemos hacer
arreglos para acelerar su compra… si, por supuesto, puedo aprobarlo.
Me vuelve a mirar.
—Comprendo que no está aquí por nuestros servicios —dice Miz Ghita—. Que
busca una compra completa. Normalmente no hacemos eso, Sr. Augustin.
Asiento.
—Soy consciente; pero es igual, una compra total es lo que necesito. Estoy
seguro de que puede hacer una excepción.
Ella asiente, no como para estar de acuerdo de que puede hacerlo, sino de que lo
considerará. Es verdad, los ciprianos pertenecientes a Francesa Moretti usualmente no
son vendidos completamente a los compradores; sólo sus servicios están en el
mercado. Pero la familia Moretti también está en el negocio de los esclavos sexuales –
he oído las historias; cuando trabajaba como comprador en una misión de La Orden.
Amos. Vendedores. Compradores. Mercancía viva y que respira. Pero no busco una
chica en el mercado; busco una cipriana que ya no sería considerada vendible. Ésa es
nuestra misión: encontrar a Olivia Bram, comprarla y devolverla a Estados Unidos, y
luego capturar a Francesa Moretti para que el padre de Olivia Bram se encargara de
ella a su modo.
—Quizás —dice Miz Ghita—. Pero eso requeriría una reunión con la mismísima
Madam Francesa. —Ella sonríe de repente, como si la probabilidad de que eso no
sucediera de alguna manera la complaciera—. Y conseguir una reunión con Madam no
es algo fácil.
—Puedo asegurarle —digo con confianza—, que puedo proveer lo que sea que
Madam necesite para conseguir una audiencia.
—Beberé lo mismo.
El mesero se va a cumplir el pedido enseguida. Miz Ghita una vez más se vuelve
hacia mí, obviamente sintiendo que ha recuperado el control; Miz Ghita es una mujer a
quien no le gusta perder, y el momento en que la desafíe parándome de la mesa, con la
intención de irme, ella se vio obligada a bajar su poder sobre mí un poco sólo para
hacer que me quedara. La enojó. Ahora siente que se está vengando de mí por eso
sabiendo que no hay manera de que Francesa Moretti accederá a reunirse conmigo.
—Necesitaré saber —dice Miz Ghita—, qué pretende hacer con la mercancía
antes de que podamos avanzar más. Y usted debe saber que gastamos una gran
cantidad de dinero en prepararlas, así que su oferta de compra debe ser el doble de lo
que fue puesto en la mercancía, de otro modo no podremos tener una ganancia.
El mesero se acerca con cuatro vasos y una alta botella de agua con gas. Pone un
vaso frente a Miz Ghita, luego frente a mí, pero cuando va a darle uno a Izabel y a Nora,
levanto la mano para detenerlo.
—Eso no será necesario —digo, sosteniendo su mirada que se encoge con la mía
sólida. Él asiente una vez y pone los dos vasos que quedan en la mesa, lejos de Izabel y
Nora, y luego llena el mío y el de Miz Ghita. Luego toma los vasos vacíos y se va con
ellos apretados entre los dedos, los vasos tintineando.
—No permitimos transacciones con los amos fuera de Dubai —dice Miz Ghita en
voz baja—. Por razones personales y de negocios que no tengo la libertad de discutir
con usted, no hacemos acuerdos con ellos bajo ninguna circunstancia, por ninguna
cantidad de dinero. —Sus duros ojos marrones se mueven de izquierda a derecha para
examinar nuestros alrededores, asegurándose que no haya nadie al alcance del oído—
. Si tiene algún trato con ellos, Sr. Augustin, entonces no podemos hacer negocios.
Miz Ghita toma un trago de su vaso, sus ojos observándome sobre el borde,
evitando a Izabel.
—Veo —dice, poniendo el vaso frente a ella—. ¿Por qué, si está tan apresurado
que necesita una para el final de la semana, se tomaría la molestia que conlleva de
abrir otra… cuenta con un establecimiento con el que no ha hecho negocios antes?
¿Por qué simplemente no comprar en el que compró… —Hace un gesto con la mano
hacia Nora, luego hacia Izabel—, estás dos? Ambas son hermosas. Y parecen muy…
mansas. —Mira a Izabel, levantando las delgadas cejas—. Excepto por ésta; ella es
diferente.
—No estamos aquí para discutir sobre mis chicas —digo calmadamente, pero
con un aire de autoridad—. Sino para responder su otro interrogante… ¿por qué no
querría tomarme la molestia? ¿Estuve equivocado en creer que su mercancía está
entre la élite del mundo?
—Siéntese, Miz Ghita Moretti —digo, y todo su rostro se congela en una muestra
sorprendida, la cual intenta ocultar rápidamente y recuperar la compostura.
Apoyando los codos en la mesa, levanto los brazos, juntando las manos frente a
mí, la derecha cubriendo la izquierda.
—Invertir, Miz Moretti, no es una apuesta cuando tiene algo que los hombres, y
mujeres, más ricos del mundo pagarán altas sumas por poseer.
La mirada de Izabel pasa sobre mí vagamente por el costado; Nora nunca levanta
la mirada del regazo.
—¿Quién eres? —Miz Ghita me mira con sospecha, fríamente—. Sabes quién soy
yo; hazme el mismo honor.
—Los detalles de mi identidad —digo—, son para los ojos y oídos sólo de
Madam. Pero le daré un mensaje que le puede pasar, en el cual estoy seguro será el
factor decisivo en la decisión de darme una reunión. —Hago una pausa y tomo un
sorbo de agua, tomándome mi tiempo—, y aprobación de la compra, por supuesto. —
Bajo el vaso.
Miz Ghita traga nerviosamente, con irritación, pero mantiene su conducta firme
e inalterable. Endereza la espalda y los hombros bajo su oscura blusa, para
mantenerse al mismo nivel que yo.
Poniendo los dedos una vez más sobre el sobre, los deslizo de regreso sobre la
mesa hacia ella.
—Dígale a Madam que antes de que yo deje esta ciudad, o bien ella y yo somos…
—Hago un gesto con la mano con un giro de la muñeca—, nuevos socios de negocios, o
ayudaré a sacarla del negocio dándole mi dinero a Madam Carlotta en Milán en
cambio. Oigo que Madam Carlotta ha triplicado su ingreso el año pasado. —Sonrío.
Pero sólo un poco.
Asiento.
Niklas
—Supongo que sólo te tomé más como del tipo complicado, terco.
—Aunque —opina Nora—, la ruta que tomaste podría ser contraproducente. Las
amenazas no siempre dan resultados.
—Bueno funcionó —dice Izabel—. Pensé que se iba a ir y que ese sería el final.
—Una vez que estemos dentro, las cosas cambiarán —le digo—. Después de
averiguar cuál de los señuelos es Francesca Moretti, me reuniré con ella, le soltaré
alguna chorrada sobre mi negocio si tengo que hacerlo, pero luego cambiaré hacia la
verdadera razón por la que vine aquí: para comprar una nueva chica. Le demostraré
que no estoy tratando de ser una amenaza para su operación… a menos que ella
quiera que lo sea, y eso no es probable, así que lo más probable es que simplemente lo
deje hasta ahí.
—Estás haciendo que esto suene demasiado fácil, Niklas —opina Nora desde el
sofá en el centro de la espaciosa habitación.
—Si estuviese haciendo esto yo solo, sería mucho más fácil: no soy yo quien me
preocupa. —Mis ojos caen sobre Izabel al fin, pero antes de que ella tenga la
oportunidad de discutir, me encierro dentro del baño y salto a la ducha.
—No esperaba tener noticias de ella tan pronto —digo, colocando el teléfono en
la mesa de café en frente de mí—. Quieren reunirse con nosotros esta noche a las
diez… el dinero es el que manda.
—Sácalo todo aquí —le digo mientras paso, dirigiéndome hacia el armario
donde cuelga el traje del “Sr. Augustin”—. Recuerda, interpreta tu papel, Izzy, e
interprétalo bien o no salimos vivos de esta.
—¿Como una chica que necesita que a golpes la hagan entrar un poco en razón?
—interrumpo—. Nunca aceptaré a Izzy como un operativo… y sabes tan bien como yo
que ella no tiene nada que hacer en esta mierda. —Apunto mi dedo índice hacia Nora
y luego a mí, de ida y vuelta—. Tú y yo, ¿hemos estado haciendo esto durante cuánto
tiempo? Oh, es cierto… desde que éramos niños. Ella debería estar viviendo con esa
mujer en Arizona, yendo a los jodidos bares los viernes por la noche, siendo follada
hasta la mierda por perezosos imitadores de estrellas de rock de veinticuatro años;
saliendo con sus amigas, tocándose las tetas unas a otras en su fase de exploración…
no trabajando para una organización de asesinato de mil millones de dólares, con poca
o ninguna experiencia, yendo a misiones como ésta que sólo abrirán viejas heridas y
cortarán nuevas… ella no está lista, y nunca lo estará, así que cierra la puta boca antes
de que yo te la cierre.
Comienza a decir algo, seguramente para discutir las cosas que acabo de decir,
pero se tranquiliza, y me sorprende, me confunde inclusive: nunca he esperado menos
de ella que una pelea. En cambio, respira hondo y dice indiferente y serena:
—¿Qué estás haciendo, Niklas? —pregunta con desconfianza, en voz baja así
Izabel no escucha.
En lugar de explicarse, Nora niega con la cabeza, como si sabe algo que yo no y
luego se mueve hacia el baño, caminando junto a mí.
Dos horas más tarde, los tres estamos vestidos y listos para salir. Miz Ghita
insistió en que un auto nos recogiera en el hotel, lo que significa que Miz Ghita puede
matar tres pájaros de un sólo tiro: conocer la ubicación de donde nos estamos
quedando, controlar cómo y cuando llegamos y dejamos la finca Moretti, y dejarnos
sin nuestra privacidad hacia y desde la finca porque el auto en el que seremos llevados
estará absolutamente lleno de micrófonos ocultos, y todo lo que digamos y hagamos
en él será observado y grabado.
Un auto negro nos recoge en frente del hotel. Me siento al lado de la ventana con
Izabel a mi lado y Nora al otro lado de ella. Sólo hay otro hombre en el auto con
nosotros: el conductor, quien, probablemente, es más que un conductor.
Nora se sienta con la espalda recta, los ojos bajos, las manos cruzadas con
delicadeza en su regazo, sus largos y agraciados dedos —menos el desaparecido para
el que ya tengo la excusa perfecta— parcialmente ocultos en los pliegues de la suave
tela de su pequeño vestido. Todo su maquillaje se ha ido: sin labios rojos carmesí ni
ojos ahumados, pero todavía es bastante impresionante. Eso es lo que un comprador
podría desear: una mujer que es más bella sin maquillaje, que es disciplinada, frágil y
pequeña. En cierto modo me maravilla, la transformación de Nora de la asesina
banshee manipuladora a una pequeña cierva, delicada y sumisa. Ella es buena. Puede
no gustarme, pero tengo que admitir que es buena en lo que hace. Y ella tenía razón:
es una rápida aprendiz.
También tengo que admitir que Izabel parece más cómoda en su piel de Naomi
de lo que habría esperado de ella. Se sienta muy cerca de mí, su muslo derecho
presionado contra mi izquierdo, y cuando me mira, con esos brillantes ojos verdes
suyos, no veo un rastro de Izabel en ellos. Ella es Naomi, mi dulce y dispuesta
compañera que no dudaría en dejarme hacer lo que quisiera con ella incluso si decido
hacerlo delante de una docena de personas… por supuesto, yo nunca le haría algo así,
y ella lo sabe. Yo podría; oh, las cosas que podría hacer para vengarme de mi hermano.
Podría tomar ventaja de esta situación de tantas maneras...
—¿Conseguiré darle nombre? —pregunta Izabel como Naomi en una dulce voz
que por un momento me toma por sorpresa; ella apoya su cabeza en mi hombro.
—Pensaré en ello —le digo sin ninguna emoción, ninguna expresión en mi
rostro; ahora estoy en mi piel de Niklas Augustin.
Pongo mi mano en su muslo, subiendo sólo un poco su vestido, para ver cómo
reacciona. Espero sentirla tensa bajo mi palma. Ella me sorprende cuando en su lugar
me sonríe con un rubor en sus mejillas, y luego toca la comisura de mi boca con sus
labios una vez.
Niklas
Traducido por Ateh y Xhex
La finca de Moretti es más o menos como esperaba que fuera, verde césped
balanceándose y el paisaje inmaculado, fuentes de piedra y mármol en ambos lados de
la calzada lisa que se extiende en una perfecta línea recta hasta el frente de la mansión
de cinco pisos y muchos metros por delante. Agua, iluminada por luces doradas, se
rocía desde la parte superior de las fuentes. Más luces doradas se colocan a lo largo
del camino de entrada a cada lado, a juego con linternas eléctricas que sobresalen de
la hierba cada tres metros. La mansión en sí es enorme, con seis imponentes columnas
blancas saludándonos en la entrada, tan altas y anchas que en realidad me siento
bastante pequeño caminando por debajo de ellas. El brazo de Izabel se enlaza con el
mío a mi derecha; Nora a mi izquierda, los ojos bajos, como siempre.
Después de ser requisados, despojado de mi arma, y conectado a cables, Miz Ghita nos
recibe en la puerta, vestida con un largo vestido negro que cuelga hasta los tobillos, y
las joyas suficientes en las manos, muñecas, orejas y alrededor de su cuello de pavo
para alimentar dos países del tercer mundo. Alrededor de la cabeza lleva un sombrero
de punto negro de clase con dos plumas negras colocadas a un lado.
―Por aquí, señor Augustin. ―Miz Ghita es toda negocios, algo que agradezco.
La seguimos a través del gran vestíbulo, más allá de una imponente estatua de Venus
de Arles y luego otra de Neptuno con su tridente y delfín, y somos llevados a la gran
sala donde decenas de personas están mezcladas, bebiendo copas de vino y
mordisqueando hors d 'oeuvres, lo cual es exactamente el tipo de atmósfera por la que
nunca saldría de mi camino para sufrir, todas las narices en el aire, el olor del dinero y
las tetas de plástico y el narcisismo, voy a necesitar un cartón de cigarrillos, un quinto
de whisky y una Jackie cuando esta misión termine.
―Sr. Augustin ―dice Miz Ghita en su voz de mujer rígida y vieja―, este es Trevor
Chamberlain; Trevor, él es Niklas Augustin. ―Sacudo la mano del hombre bajo―. Es
director ejecutivo de The Chamberlain Corporation ―continúa―. Puede estar
familiarizado con ella.
Nos reímos a la ligera. Trevor bebe su vino. Me doy cuenta de sus ojos en la falda
Izabel. Y luego en Nora.
Una mujer aparentemente joven, de veinte años intermedios, se acerca con una
bandeja de copas de vino. Ella, al igual que el resto del servicio haciendo sus rondas,
está vestida con un sencillo vestido negro que cae justo por encima de las rodillas. Un
pedazo de tela negro está atado alrededor de su pequeña cintura, dando forma a su
figura de reloj de arena y pechos pródigos. Va sin joyas, sin maquillaje, sus pequeños
zapatos negros son de suela plana, nunca me mira a los ojos, incluso cuando me sirve.
Tomo una copa de vino de la bandeja, inclina la cabeza y se voltea a Izabel,
ofreciéndole lo mismo.
Izabel me mira primero, sonríe, batiendo sus ojos. Asiento y luego ella misma toma un
vaso.
Pero la criada no le ofrece Nora el mismo lujo, y esto confirma dos cosas: que es lo
mismo que "Aya", y la empleada lo sabe, porque un esclavo conoce a otro esclavo
simplemente como una oveja conoce otra oveja.
Siento los ojos de Miz Ghita en nosotros tres, mirando, esperando que uno de nosotros
lo arruine.
Le entrego mi maletín a Nora, lo sostiene con ambas manos hacia abajo delante de
ella.
―Muchacha ―le digo, y ella se detiene, gira lentamente pero se detiene de estar de
frente a Miz Ghita sin mirarla directamente.
―Haz lo que dice ―consiente Miz Ghita, y luego la chica se vuelve hacia mí, con los ojos
fijos en el suelo.
Miz Ghita escucha; Trevor Chamberlain bebe su vino, mira a Izabel de nuevo, y luego a
Nora.
Se da la vuelta. Poco a poco, para que pueda examinarla, con cuidado para no dejar
caer la bandeja en equilibrio sobre una mano. Tiene el cabello largo y oscuro, casi
negro, que se sumerge más allá de su cintura, piel clara de color caramelo cremoso,
profundos ojos marrones, y gruesos labios llenos que por sí solos podrían enviar
incluso al hombre más insensible o calloso al borde de la mendicidad sexual.
La chica hace exactamente lo que digo, curvando los dedos delgados de la mano
izquierda alrededor del tallo de un vaso y levantándolo. Lo sostiene allí, inmóvil.
Tomo un sorbo ocasional de mi vaso y digo, sin apartar los ojos de la chica:
―Cualquiera puede ser comprado, Miz Ghita; pregúntele al Sr. Chamberlain aquí.
―Tomo otro sorbo―. ¿No está de acuerdo?
Es importante vincularse con los compradores, sobre todo delante de los vendedores
―a los vendedores no les gusta cuando los compradores se vinculan, ya que tienden a
tener palabras acerca de la mercancía a espalda de los vendedores, o enfrente de
ellos―, señalan las cosas que no les gusta, consultan y sopesan los pros y los contras,
arrojan luz sobre los defectos que el otro comprador podría no haber notado de otra
forma. Pero esto también es parte del juego; los compradores no son realmente
amigos, quieren señalar los defectos, sobre exagerarlos, incluso compensarlos, todo
para disuadir a otro comprador de hacer una oferta demasiado alta ―o en absoluto―
por su mercancía. Realmente no me importa el juego, o cualquiera de esta mierda;
sólo quiero poner nerviosa a Miz Ghita, ponerla en su lugar, intimidarla
adecuadamente mostrándole lo difícil que puedo hacer su negocio si no consigo lo que
quiero al final.
bandeja en la mano, y la otra con la copa en la misma posición durante mucho tiempo,
tiene que haber conseguido su peaje por ahora.
―No estoy en el mercado para una morena, de todos modos ―digo finalmente―. Estoy
buscando algo un poco más ligero, tal vez una miel. Y además, no me gustan las chicas
zurdas; hay algo… ―agito mi mano libre en un gesto―… no natural sobre ellos. ―Me
río a la ligera y agito la sirvienta a la distancia―. Llámame supersticioso.
Trevor Chamberlain eleva una ceja mientras su boca toca el borde de su copa; parece
estar teniendo en cuenta mi comentario, semilla plantada, anotación para mí. Este
comprador particular, ahora ni siquiera va a revisar alguna chica que le interesa por
“zurda”, y, o bien ofrecer menos de lo que habría hecho por una chica diestra, u
ofrecer nada en absoluto, lo que lo hace un idiota crédulo.
―Sus supersticiones ―interpone Miz Ghita―, son sólo eso, Sr. Augustin. ―Se vuelve a
Trevor Chamberlain; una serena sonrisa ajustada en su rostro―. Está todo en lo que
usted elija creer; las personas zurdas son únicas, por no mencionar el tipo más
creativo, sería lamentable dejar pasar la oportunidad de poseer una. ―Sus ojos fríos
pasan sobre mí, diciéndome que puede arreglar cualquier cosa, y entonces mira a
Trevor―. Madam Francesca estará aquí en breve; por favor, disfrute de su espera,
sirviéndose de lo que necesite. ―Traducción: Por favor, converse con cualquiera aquí
aparte de este hombre.
―Dígame, Sr. Augustin ―dice Miz Ghita de manera sospechosa―. ¿Por qué un hombre
que tiene esa intolerancia con las imperfecciones tendría a una chica con tan solo
nueve dedos? ―Mira hacia las manos de Nora.
―Tengo la sensación de que estás asumiendo que cuando la compré, los diez dedos
estaban intactos ―le ofrezco una sonrisa sutil, levantando una esquina de mi boca; con
una chispa en mis ojos.
―Es poco probable que madame Francesca haga negocios con cualquiera que
desfigure su propiedad, empleamos mucho dinero, tiempo y recursos para moldear
nuestra mercancía hasta la perfección.
―¿Por qué les importaría a cualquiera de ustedes lo que hago con mi propiedad una
vez que sea mía? ―pregunto.
―Oh, me importa un carajo ―responde; aprieta sus labios hacia un lado―. Pero
madame Francesca es, diría yo, particular con sus piezas, ¿cree que un gran pintor
apreciaría a un hombre que destruya aquella creación en la que puso su corazón y
alma, luego de que se lo lleve a casa desde la subasta? ¿Querría un arquitecto que el
rascacielos que pasó años diseñando y construyendo fuera demolido para poner un
estacionamiento en su lugar? ―Sus pequeños y brillantes ojos castaños se vuelven
más fríos y ladea su cabeza a un lado―. Madame Francesca se enorgullece de su
trabajo, esta es otra razón por la que somos exigentes y cuidadosos sobre a quién le
vendemos definitivamente.
―Aya ―digo sin observar a Nora―. Mira a madame Ghita y dile por qué te quitaron el
dedo, y cómo llegaste a convertirte en mi posesión.
Nora, aún sosteniendo el maletín, levanta la cabeza, mira a la derecha hacia Miz Ghita
pero nunca mantiene el contacto visual por más de un segundo, sabe que mantenerla
implicaría que son iguales.
―El dedo de Aya fue removido por su antiguo amo por ser desobediente, madame
―dice Nora en una voz suave y mansa―. El amo Niklas compró a Aya debido a su
imperfección. ―Baja la cabeza inmediatamente después.
Ojos fríos de Miz Ghita cambian al mirarme, y en realidad puedo ver una pequeña
chispa de credulidad ―y sorpresa― oculta en su interior.
―Ya veo ―dice con una mirada estrecha―. Así que supongo que está en el mercado en
busca de una chica zurda, entonces. ―Unos tenues destellos de burla pasan a través de
sus ojos.
Mi boca se levanta en una esquina y tomo un último sorbo de mi vino, dejando la copa
en una bandeja cuando otra sirvienta pasa con una en la mano.
―No esperaría nada menos que una dura negociación, Miz Ghita.
―Bueno, lo mismo ―dice ella―. Esa chica zurda en particular no está en venta.
―Para ser honesto ―declaro―. No sólo estoy interesado en chicas zurdas, busco
defectos; los defectos hacen a una mujer única, le dan personalidad. Pero por
curiosidad, ¿por qué es esa chica en particular, no está a la venta?
Miz Ghita mira hacia atrás a la sirvienta de cabello oscuro a seis metros de distancia,
serpenteando a través de las multitudes con su bandeja en la mano.
―Es una de las favoritas de madame Francesca ―dice Miz Ghita, y al instante siento un
cambio en Izabel.
Quizá era sólo instinto que la mirara en ese momento, sabiendo su historia con Javier
Ruiz, cómo era su favorita, no lo sé, pero me doy cuenta cuando su mandíbula se tensa.
Fue sólo una fracción de segundo, pero lo vi; afortunadamente nadie más lo hizo. El
rostro suave, sonriente, obediente de Izabel nunca se tambalea, y levanta su copa de
vino y se la pone en los labios.
―Entiendo de favoritos muy bien, lo admito ―le digo a Miz Ghita, mirando a Izabel con
significado, que Miz Ghita atrapa de forma inmediata.
―Me pregunto qué defecto tiene esta ―dice, esperando que le responda.
―El defecto de Naomi no es tan visible, pero le puedo asegurar que tiene uno ―le digo,
y dejo las cosas así.
Miz Ghita mira a Izabel por encima con el barrido calculado de los pequeños ojos
duros, sólo espero que no me pida demostrarlo, porque a diferencia de mi hermano,
no he visto ninguna otra parte del cuerpo de Izabel como para saber si hay algo mal en
él. Tal vez debería remediarlo luego, cuando regresemos al hotel, hacer que Izzy se
retuerza un poco, hacerla arrepentirse haber deseado ser parte de esta misión, le
enseñará a su terco trasero.
―Estoy muy curiosa por saber lo que es ―dice, mirando a Izabel más de una vez, antes
de que sus ojos de buitre, llenos de expectativas, caigan sobre mí, es una cosa tan
pequeña, pero por alguna razón quiere saber y quiere saberlo ahora. Y no puedo
negárselo. Se vería sospechoso ocultárselo porque es algo muy insignificante; y acabo
de pavonear el dedo faltante de Nora, y le admití a Miz Ghita que busco defectos en
mis chicas, daría la impresión de que estoy orgulloso de ellos, y no mostrar la falla de
mi chica "favorita", sería sospechoso. Joder, ¿qué digo?
Miro a Izabel, y ella está mirando hacia mí, con carácter dulce, confiado, sin miedo,
más controlada en esta situación de lo que claramente estoy yo.
Maldita sea, ella es hermosa. Más impresionante que la estatua desnuda de Venus de
Arles en nuestro camino hacia acá, con una cintura y caderas como un reloj de arena,
los pechos de tamaño medio, pero llenos y perfectos, puedo ver lo que mi hermano ve
en ella ahora, supongo. Sin embargo, eso no hace a Izzy menos perra bocazas.
Izabel pasa sus dedos sobre la cicatriz de bala en su estómago y luego se encuentra
con mis ojos antes de volver su atención a Miz Ghita, mi corazón se hunde, y trago una
dosis gruesa de culpa y arrepentimiento porque fui yo el que le dio esa cicatriz.
―¿Puedo explicarle a madame Ghita cómo llegué a tener la cicatriz? ―me pregunta
Izabel con una voz suave, aunque internamente hay un conflicto silencioso entre
nosotros dos: Me disparaste y eres un hijo de puta, Niklas. Lo sé, y lo siento, Sarai;
Siempre estaré arrepentido y siempre seré un bastardo.
Izabel regresa a su vestido y tira hacia arriba, deslizando sus brazos en las delgadas
tiras de las mangas, todo el mundo mira.
―Me dispararon ―dice, dándome la espalda para que pueda subir la cremallera―. En
Los Ángeles, California, por un hombre muy enfermo. ―Sólo se escucha el disgusto en
su voz, y sólo yo puedo sentir la pulla.
Una vez que la cremallera está arriba, dejo caer en mis manos y ella se da vuelta.
―Ya veo ―dice Miz Ghita, mirando sólo a Izabel, con ganas de saber más―. ¿Y qué le
pasó a este hombre enfermo? ¿Está… tratado?
―No, madam, todavía está libre por ahí en algún lugar hasta donde yo sé. Pero… ya no
le temo más. ―Siento sus ojos en mí, pero no le devuelvo la mirada―. Porque tengo a
Niklas para protegerme.
―Supongo que fue algo bueno ―le dice a Izabel, pero me está mirando sólo a mí―, que
el Sr. Augustin te encontrara.
Los tres ―menos Nora― giramos la cabeza con atención mientras un grupo de
hombres y mujeres emergen de una entrada arqueada a nuestra izquierda.
Niklas
Tres. Cinco. Seis. Ocho. Nueve mujeres que se parecen estrechamente entre
sí, que parecen hermanas de sangre, salen de entre un grupo pequeño de hombres de
traje; sus acompañantes para la noche, supongo.
Miz Ghita camina hacia los dos, los extremos de su vestido negro silban sobre
sus piernas, sus llamativas joyas tintinean.
―Todavía no ―le digo a Izabel sin mirarla, empujando las palabras a través de
mis dientes como un ventrílocuo. Aprieto mi brazo alrededor de ella, deteniéndola.
Asiento hacia ella desde el otro lado del espacio de ocho metros, y la mujer con
el ostentoso escolta traba sus ojos conmigo brevemente, lo suficiente para llamar mi
atención.
Los tres conversan; primero de nosotros, estoy seguro, y luego se les da la
misma cantidad de atención discreta a los otros pocos huéspedes de pie en la
habitación. No esperaba ser el único hombre en cuestión aquí esta noche, y estoy
contento por eso; no todas las sospechas recaerán en mí.
Finalmente Miz Ghita, y la mujer más orgullosa entre los nueve con su escolta
aún más orgulloso, caminan hacia nosotros.
―Agradezco la invitación para estar aquí esta noche, Miz Moretti ―le digo,
dirigiéndome a ella correctamente―. Y en tan poco tiempo.
Asiento.
―Sí ―le digo―, pero prefiero hablar de ello en privado. ―Echo un vistazo
alrededor de la habitación brevemente y añado―: Cuando el tiempo lo permita, por
supuesto.
Una pequeña sonrisa manipula una esquina de mi boca, pueden engañar a cada
huésped en esta mansión, pero yo no soy como los demás invitados. Son hombres y
simplemente ajenos, unas pocas mujeres, que están aquí por el sexo, y ninguno de
ellos tiene ninguna pista acerca de que esta mujer es un señuelo de la verdadera
madam. Probablemente darían una mierda de todos modos, porque a diferencia de mí,
que técnicamente no están aquí por Francesca Moretti.
Miro a Izabel, y luego de vuelta al señuelo.
Los ojos del señuelo cambian al mirar a Miz Ghita. Ella parece desconcertada,
como si no supiera qué decir, pero esta vez se trata del escolta masculino quien la
corta, lo cual me sorprende.
―Yo soy Emilio Moretti ―se presenta con orgullo en un grueso acento
italiano―. El hermano de Francesca. ¿En qué negocio dijo que estaba, señor… Augustin
era? ―Ladea la cabeza hacia un lado, escudriñándome bajo sus duras cejas oscuras.
Ah, eso explica su carácter intocable, es casi tan alto en la cadena alimentaria
aquí como Miz Ghita. Y aunque ni en un puto segundo creo que esta mujer en
particular es Francesca Moretti, tengo la sensación de que Emilio es quien dice ser.
Después de todo, el señuelo, que sólo puede pretender ser Francesca, necesita la
ayuda de los asesores más cercanos y de mayor confianza de Francesca. Y en el caso
de una prominente familia italiana como esta, no hay nadie más cercano y de más
confianza que otros miembros de la familia.
La sirvienta zurda de delante hace otra ronda con una bandeja de vino, y tomo
una copa; mi calmada atención nunca sale de Emilio.
―En realidad, Emilio ―tomo otro sorbo sólo para provocar el momento―, se
hace una gran cantidad de dinero, como usted dice, remodelando casas, si sabe lo que
está comprando. Pero para ser honesto, no es exactamente lo que hago.
―Entonces, ¿qué es, señor Augustin, lo que hace… exactamente? ―Toma una
copa de la bandeja y la lleva a los labios; sus ojos permanecen en mí, sin parpadear,
por encima del borde mientras bebe lentamente.
―Eso ―digo con confianza―, también es mejor discutirlo en privado ―le sonrió
al señuelo de pie junto él―, con madam. Sin ánimo de ofender, Sr. Moretti, pero no
discuto mis proyectos empresariales con alguien que no sea el que se sienta a la
cabecera de la mesa. Claramente, no eres esa persona.
Los ojos oscuros de Emilio destellan, y mira a Miz Ghita de pie junto a la
tranquila sirvienta sujetando la bandeja de vino.
―Sí, pero su negocio familiar sospecho que da una mierda sobre su opinión de
mi tono; mi cuenta bancaria es lo que importa, ¿cierto, Miz Moretti? ―Miro al señuelo.
Ella toma una copa de la bandeja de vino justo cuando otra de las mujeres que
se parece a ella se acerca sin escolta.
―Bueno, sólo tengo una chica favorita ―digo sin pausa―. Pero lo que busco en
ellos son defectos. Defectos particulares, sin embargo; definitivamente no soy el tipo
de hombre que podría poner su polla en una mujer que tiene la cara de un caballo.
―Sus intentos de meterse bajo mi piel, Sr. Moretti, son infantiles. ―Entonces
me inclino hacia él, bajo mi voz y digo―: Realmente debe mantener la boca cerrada;
está haciendo quedar mal a su familia delante de toda esta gente. ―Chasqueo mi
lengua y su cara morena enrojece; miro a la falsa Francesca y añado casualmente―:
Parece que podría utilizar una mejor ayuda por aquí, estaría dispuesto a ofrecerle
algunas sugerencias. Más tarde, cuando tengamos nuestra reunión privada.
―Sí ―regresa―. Los dos tienen muy baja tolerancia para otros hombres.
―No creo que hayamos sido presentados. ―Estiro una mano―. Mi nombre es
Niklas Augustin.
―Valentina Moretti ―dice, y beso la parte superior de ésta, dejando que mis
labios permanezcan más tiempo del que lo hicieron en la mano de la falsa Francesca.
―Pido disculpas, señor Augustin ―dice Miz Ghita de repente―, pero madam
Moretti tiene otros invitados con los que hablar, y una demostración en treinta
minutos; realmente debemos seguir nuestro camino.
―No dejen que las entretenga ―digo, mirando primero a la falsa Francesca y
por último a Valentina.
―Bueno, creo que ambos sabemos que esa mujer no es Francesca ―susurro en
su oído―. Pero tengo la sensación de que ya sé cuál de ellas es.
―Igual yo ―dice Izabel, sonrojándose, fingiendo―. ¿En quién estás pensando?
―Te lo diré cuando esté un cien por ciento seguro de ella misma.
―Bastante justo, pero mientras tanto ―dice Izabel en voz baja, siempre
sonriendo como si simplemente estuviéramos disfrutando el uno del otro―, deberías
tratar de no molestar a nadie, Emilio parece una verdadera pieza de trabajo; él
probablemente podría estropear esto para nosotros. Presta atención a la advertencia
de Miz Ghita; no hagas esto más difícil de lo que ya va a ser.
―Sé lo que estoy haciendo, Izzy. ―Permanezco con las manos cruzadas delante
de mí, asintiendo a los invitados a medida que caminamos un poco.
―Sí, estás siendo Niklas Fleischer ―replica, como si eso fuera algo malo.
―No hay mucha diferencia entre los dos ―digo sobre el verdadero yo y el
falso―. Además, lo peor que puedo hacer es mostrar debilidad, y dejar que otro
hombre me menosprecie en público es una debilidad sin importar qué rostro estoy
usando. La verdadera Francesca Moretti es fuerte, una mujer viciosa, o no estaría en el
negocio en la posición en que está. Mi suposición es que no me dará tiempo de su
maldito día si soy del tipo que me pondré de rodillas y lameré la mierda de sus botas.
―Tal vez sea así ―dice Izabel―, pero probarte a ti mismo a expensas de su
hermano probablemente no es la forma más segura de ir sobre ello.
―Se veía para mí como que quitarme la ropa en ese momento salvaría nuestros
culos. Supongo que algo bueno salió de ti pinchándome, después de todo. ―Entonces
añade mordazmente―: Pero lo que más me molesta fue que ni siquiera lo recordaras.
―Perdone a Aya, amo ―dice Nora cuando se pone de pie, caminando alrededor
del vino―. A-Aya no vio a la chica.
Miz Ghita está al lado de nosotros, tirando de la sirvienta en el suelo, pero con
un poco de menos rudeza.
―Ve a tus habitaciones ―exige―, y sal de tu ropa sucia. Quédate allí hasta que
Emilio te dé permiso de salir.
Dos mujeres, que lucen más como amas de llaves que como esclavas, vienen
detrás de ella con una fregona, una escoba y un recogedor y comienzan a limpiar el
desastre. El resto de nosotros da un paso fuera del camino. La mayoría de los clientes
ya se han aburrido con la exhibición y están regresando a sus conversaciones, parece
que la falsa Francesca ha desaparecido de la habitación por completo, aunque no
recuerdo ver qué pasó. Supongo que mi pequeña discusión con Izabel me
desconcentró más de lo que pensé. ¿Qué demonios está mal conmigo? Nunca me he
salido de un personaje antes, o he estado lo suficientemente distraído para que
pudiera arruinar mi cubierta.
Ella se gira hacia Miz Ghita, quién la está mirando hacia abajo con esos ojos
fieros de buitre, y Nora dice:
―Estoy empezando a pensar, señor Augustin, que no tenemos una chica que se
adapte a sus necesidades, después de todo. Dedos faltantes, cicatrices, la gracia de un
cervatillo aprendiendo a ponerse de pie ―mira a Nora con disgusto, luego me mira a
mí―, espero que ésta vaya a ser castigada como corresponde.
―La exhibición tendrá lugar en el salón de baile en diez minutos ―dice Miz
Ghita―. Se espera que dure una hora; después de eso lo llevaré a reunirse en privado
con madam. ―Empieza a alejarse, pero se da la vuelta y añade en voz baja para que
sólo nosotros tres podamos escuchar―: Hasta ahora parece que ha pasado, Sr.
Augustin, pero debería saber que si es un fraude, aquí por cualquier razón distinta a la
que dice, lo vamos a averiguar.
Pero algo no encajaba en toda esta situación donde Olivia Bram estaba
contemplada. Sé cómo funcionan estas cosas, he estado ahí, sentada a los pies del amo,
sentada junto a Javier en mi silla justo como estoy sentada ahora junto a Niklas. Sé lo
que va a salir a ese escenario en algunos minutos, porque lo he visto. Atestigüé cientos
de compras justo como la que presenciaré esta noche, en elaboradas mansiones justo
como ésta, rodeada de pervertidos ricos quienes están, en su propia forma, sobre la
ley. Están aquí por esclavos que no han sido estropeados, jóvenes y hermosos,
mujeres y hombres tan serviles, tan bien entrenados para que nada pueda
romperlos… porque ya han sido rotos.
Pero lo que no encajaba era que si Olivia Bram tenía quince años cuando fue
secuestrada, ahora tendría veintidós, siete años en cautiverio es un largo tiempo para
no ser desvirgada, violada repetidamente, sé esto por experiencia. No hay manera de
que Olivia Bram todavía fuera considerada apta para comercializar en una
demostración como ésta, especialmente ésta. No tienes que realmente ver a los
esclavos para saber que son de la más alta calidad, lo cuales incluye algunos que no
serán compañeros sexuales, los vírgenes costarían tres veces más que cualquier otra
chica, belleza exquisita, completa obediencia, y la mayoría jóvenes. Olivia Bram, con
veintidós años, ya en el mercado durante siete años no cumpliría con el criterio para
estar disponible en un lugar como éste. Incluso Nora y yo no seríamos lo
suficientemente buenas para ser vendidas en ese escenario.
Positivo. Piensa positivo Izabel. Fuiste mantenida cautiva por dos años más de lo
que Olivia Bram ha estado desaparecida; si fuiste lo suficientemente fuerte para
mantenerte viva, entonces Olivia también podría estarlo.
Sí, todavía podría estar viva… pero nada puede convencerme de que esté aquí
en esta mansión. Y tengo la sensación que Niklas ya sabe esto, probablemente lo ha
sabido todo este tiempo. La única razón por la que estamos aquí es por Francesca
Moretti. Sólo después de que la encontremos podremos encontrar a Olivia Bram. Viva,
o al menos una pista de lo que era cuando estaba viva.
Niklas
Valentina Moretti sale hacia el escenario y camina para pararse frente a un alto
podio de cristal con un micrófono adherido a la parte superior. Sabía que ese parecido
particular jugaba un rol más grande que el que jugó en el gran salón. Y sabía que había
algo más importante sobre ella, algo diferente que la diferencia de sus otros señuelos.
Esta mujer en particular definitivamente tenía algún tipo de poder alrededor, lo viste
en la manera que camina. La manera en que sus ojos oscuros pasan sobre los invitados
como si fueran su presa, viste poder y confianza como un abrigo, y esa es razón
suficiente para que sea mi primer sospechoso.
―Para aquellos que han estado aquí antes, por favor mantengan en mente las
reglas. Para aquellos que son nuevos. ―Valentina me mira directamente, primero y
antes que nadie, y luego a algunos otros invitados―. Las reglas son como sigue.
Coloca ambas manos a los costados del podio de cristal; no hay nada arriba de
él que estuviera siendo leído porque conoce las reglas de memoria.
Este hombre en particular es un maestro, como lo serán todos los escoltas que
traigan la “mercancía” al escenario. Y la chica joven de cabello rubio caminando
delante de él probablemente ha pasado los últimos meses de su vida siendo entrenada
para este preciso momento. Ella podría haber acabado de salir de la escuela
secundaria; una joven estudiante recién comenzando, trabajando como camarera en
algún lugar; o tal vez incluso todavía en la escuela secundaria cuando fue secuestrada.
Todavía es joven; no puede ser mayor de diecinueve años. Me pregunto cuánto tiempo
le tomó a él romperla.
―¿La chica tiene alguna peca en la zona del pecho? ―opina Trevor, su voz suave
rodando sobre el público como si también estuviera hablando en un micrófono.
El maestro señala cada peca; puedo ver unas cuantas pecas más oscuras en sus
brazos, pero el maestro es inteligente en no llamar la atención sobre algo que no está
en cuestión.
―Tener fluidez en dos idiomas ―comienza él―, así como tocar un instrumento
sugiere que la chica podría haber venido de una familia acaudalada: ¿todavía está
siendo buscada? ―Su pregunta se traduce: No estoy interesado en comprar a una
chica cuya familia tiene los medios y la riqueza suficientes como para encontrarla
finalmente.
Le echo un vistazo a Izabel sentada a mi lado, y está tan poco afectada como lo
estaba cuando entró aquí: mira y escucha en silencio; su expresión es tranquila y
serena, ni siquiera un ceño fruncido legible en su rostro… pero sólo es cuestión de
tiempo.
Tampoco Izabel.
Esta chica en particular, con cabello rubio rojizo hasta la cintura, piel rosa
pálido con cientos de pecas, no puede tener más de veinte años. Como cualquier otra
alma rota sacada antes que ella, permanece de pie desnuda, obediente y
hermosamente delante de los buitres que esperan a desmenuzarla.
Izabel
¿Qué significa esto? ¿Por qué no estoy echando humo bajo la superficie?
¿Cómo puede ser que pueda sentarme aquí en esta silla y ver a estas indefensas chicas
―oh, y a ese pobre chico― ser pinchadas y miradas boquiabiertas, tratadas como
ganado en una subasta, y no querer volar fuera de esta silla y matar todas estas
malditas personas? No es porque no me importe, o que sea como estas malvadas
piezas de mierda. Jesús, ¿una persona puede estar tan insensibilizada a algo que ya no
le afecte en absoluto?
Creía en mí lo suficiente como para saber que por lo menos podría conseguir
atravesar la misión sin desenmascararnos, sé que puedo sacarla adelante sin importar
lo que piense Niklas, pero no esperaba ni por un segundo que en el fondo estaría así
de tranquila.
Pero soy una profesional; incluso más que Niklas e Izabel con su ridícula riña
―deberían simplemente follar y acabar de una vez con eso― y no voy a estropear el
personaje, a pesar de lo desesperadamente que quiero señalarle la verdadera
Francesca Moretti a Niklas y poner este espectáculo en camino. Porque sé quién es. Lo
he sabido desde el momento en que entramos a este lugar. Y es tan buena
interpretando su papel como lo soy yo… oh, ella definitivamente es buena.
Niklas
―Madam lo verá ahora ―dice Miz Guita después de descender de los escalones
del escenario frente a mí.
―¿Nada de lo que vio se ajusta a sus necesidades? ―inquiere Miz Ghita; su voz
está mezclada con censura contenida.
Miro en su dirección.
Me siento en la silla de gran tamaño; Izabel se sienta junto a mí; Nora en el piso
a mis pies con mi maletín.
Y Nora pagaría por lo que había hecho. De una forma u otra, pagaría.
Emilio toma asiento en el sofá directamente frente a mí; su fría y oscura mirada
nunca titubeando; recuesta su espalda confortablemente sobre el sofá, levantando la
pierna derecha sobre su rodilla izquierda a la altura de su tobillo, revelando sus
calcetines negros de vestir entre el dobladillo de sus pantalones y el brillante negro de
sus zapatos de vestir. Sus dedos se entrelazan casualmente sobre su estómago.
Me giro hacia la falsa Francesca mientras camina alrededor del escritorio.
Lamo la sequedad de mis labios lentamente. Podría tener que cambiar las cosas
un poco, revelar partes del Sr. Augustin enfrente de esta gente que he estado
reservando solo para Francesca, solo para conseguir mi tiempo a solas con ella.
Sonrío ligeramente hacia Emilio, solo para medirlo, y por supuesto, él quiere
matarme por ello.
Miz Ghita finalmente se sienta en el sofá de dos plazas para unirse al resto de
nosotros.
―Cualquier persona con los medios ―dice Emilio―, puede falsificar una
identidad tan segura como la tuya parece ser, pero eso no significa nada.
Es curioso cómo el más irritante del grupo Moretti también parece ser el más
inteligente. A excepción de la real Francesca, quien yo creía, sería, de todos ellos quien
inevitablemente haría mi papel mucho más difícil de representar.
―Podrías ser un oficial de policía ―acusa Emilio. Hace una pausa y agrega―: O
un agente encubierto de cualquier número de organizaciones buscando una persona
desaparecida que tu cliente cree que tenemos, porque estás buscando una chica en
particular, ¿no?
Realmente sabes algo, Emilio y te doy el crédito por estar demasiado cerca de la
verdad para tu propio bien, pero lo siento, no va a funcionar esta noche.
La sirvienta se mueve por el corto espacio hacia Miz Ghita y el señuelo sin
nombre en el sofá de dos plazas, ofreciéndoles una copa; sólo el señuelo sin nombre
toma una copa; lo acerca a sus labios pintados y me mira sobre el borde mientras
toma un pequeño sorbo.
―Sí ―le digo con otra sonrisa de confianza―, pero fui atrapado con mi polla
dentro de una de las chicas en venta esa noche, vamos, Emilio, tú y yo sabemos que si
hubiera estado encubierto, y no fuese uno de los criminales, nunca hubiera llegado tan
lejos como para follar en realidad a la mercancía. Los policías, agentes, van tan lejos al
hacerse daño encubiertos; inhalando mierda por sus narices, llenando sus venas de
drogas, incluso soportar una paliza, pero no van a lastimar o violar a nadie inocente.
Sonrío un poco más, me gusta molestar a este tipo; tengo que admitir que ha
traído un poco de alegría a mi mal humor últimamente.
Levantando la espalda del sofá, se inclina hacia adelante y apoya los codos en la
parte superior de sus piernas, sus dedos entrelazados. Mira a Nora, pero luego sus
ojos oscuros caen sobre Izabel, y no me gusta lo que está pensando, no necesito ser
capaz de leer la mente para tener una idea general de lo que está pasando dentro de
su cabeza.
Vuelve su atención a la segunda criada que ha estado de pie en la sala en
silencio, esperando tener algún pedido.
―Ven aquí, chica ―le dice Emilio con un gesto de los dedos, curvándolos hacia
él.
―Emilio, no creo que… ―dice Miz Ghita pero se corta; la mano de Emilio se
dispara, callándola.
―Ahora no, madre ―espeta, pero nunca me quita sus ojos oscuros de encima―.
Si el resto de ustedes hiciera su trabajo, no tendría que hacerlo por ustedes. ―Mira a la
chica―. Quítate el vestido.
―Naomi está fuera de los límites ―le digo a Emilio―. No me importa lo que
estás tratando de probar, pero no será con ella. ―Sin mirar a Nora digo―: Aya, de pie y
quítate el vestido.
Miz Ghita y la falsa Francesca hacen un extraño ruido entrecortado que suena
como un grito reprimido cuando la fuertemente marcada espalda de Nora es revelada,
el señuelo sin nombre permanece inalterado. Rayas de piel en carne viva, rosa, gris y
viscosa, entrecruzan la espalda en un patrón de caos y brutalidad, desde la parte
superior de los hombros a la parte superior de su culo. Algunas cicatrices, puestas allí
por Fredrik Gustavsson, todavía están frescas, irregulares, pero rígidas, con costras e
inflamadas zonas rojas. Y al igual que el dedo meñique faltante de Nora, esto también
va a funcionar a mi favor, de lo contrario nunca hubiera acordado traer a Nora en esta
misión. Está demasiado dañada físicamente para ser considerada propiedad
adecuada; especialmente el tipo de propiedad que un amo llevaría con él a reuniones
sociales.
Parece incluso que Emilio está sorprendido por la aparición de Nora; la mira
embobado, incluso se ve un poco horrorizado. Y Bianca, la criada zurda, no puede
dejar de mirar a Nora, aunque por suerte para ella soy el único en la habitación que
parece darse cuenta de su desobediencia.
Después de un largo rato sin que nadie diga nada, miro a Emilio y digo
casualmente:
Asiento.
―Oh, no me digas ―digo―, nunca has tenido que golpear una de tus chicas, casi
hasta el borde de la muerte, señor Moretti. ―Mi mirada es tranquila y serena, sádica.
Tal vez lo hagas, Emilio, pero tu malvada hermana asesina, creo que se complace
en golpear chicas hasta que casi no les queda vida.
Sin mover su cabeza, Emilio mira a la falsa Francesca. Ella asiente hacia él, y
luego él se vuelve hacia mí. Segundos después, está desabrochando el botón en su
pantalón de vestir.
Ah, bien, así que quiere jugar sucio, literalmente. Una lástima para Nora.
Su polla está en su mano, puedo decirlo sin tener que mirarla directamente.
―No ―respondo―, no soy del tipo modesto, pero tengo que advertirte ―miro a
su polla inquisitivamente, frunzo mi boca de un lado y levanto una ceja, entonces miro
de nuevo a sus expresión oscureciéndose―, te puedes arrepentir después.
Emilio y Miz Ghita simultáneamente ven a la falsa Francesca sentada detrás del
escritorio, el señuelo sin nombre aún no despega los ojos de mí. Los hombros
delicados de la falsa Francesca suben y bajan con una respiración pesada. Se levanta
de la silla y camina alrededor de la mesa hacia mí. Permanezco sentado mientras se
aproxima, una falta de respecto que no pasa desapercibida.
―¿No se va a poner de pie, Sr. Augustin ―dice Miz Ghita desde el sofá de dos
plazas―, para que pueda estar cara a cara con madam?
Sonrío oscuramente.
―Lo haré cuando la verdadera madam sea la que se pare enfrente de mí.
―Que absurda acusación. Vienes aquí a mi casa, bebes mi whisky, ocupas lugar
en una de mis demostraciones por no ofertar en algo, y acepto reunirme contigo
después de todo, ¿y ahora me llamas impostora? ―gruñe y gira su mano enfrente de
ella por la muñeca―. Creo que tu tiempo aquí ha terminado, Sr. Augustin. Madre,
muéstrale a él y a sus… acompañantes la puerta.
―Es hora de que te vayas ―insiste, mirándome a los ojos, sin pestañar,
desafiándome a hacerlo enojar, lo cual espero malditamente hacer.
―Madam Francesca ―digo―, si quieres que me vaya, todo lo que tienes que
hacer es decirlo y me iré tranquilamente.
Ahora Miz Ghita viene hacia mí, su largo vestido negro silbante sobre sus
piernas apresuradas.
―Ha agotado su bienvenida, Sr. Augustin ―dice con ácido en su voz. Entonces
señala a la falsa Francesca de pie al lado de Emilio―. Le ha faltado el respeto a madam,
y eso nos era tolerado.
―Entonces, dinos ―desafía Miz Ghita―, ya que piensas que eres tan inteligente,
¿a quién en esta habitación se lo implicas?
Sonrió, mirándola.
―Sácalo de aquí ―escucho a Miz Ghita gruñir desde atrás, y entonces cuatro
hombrees en trajes se precipitan rápidamente en la habitación, pistolas levantadas
hacia mí.
Antes, no estaba del todo seguro, ahora, juzgando la mayoría de los rostros en
la habitación, es sin lugar a dudas que cada uno de ellos están aterrorizados de
Francesca Moretti: la madre amargada, el devoto hermano y aunque por alguna razón
en menor grado por alguna razón, los señuelos que creo que son hermanas o primas
de Francesca y Emilio. Por cualquier medio ninguno de ellos son inocentes, son tan
culpables de compra y venta, y una variedad de castigos crueles que repartieron a los
esclavos, pero ninguno de ellos son tan crueles y asesinos como creo que lo es
Francesca.
Izabel
¿Es solo yo, o esta gente tiene miedo de respirar? Vaya… está bien, no
esperaba esto. En lo absoluto. Estaba segura que la doble sentada en el sofá de dos
plazas era la verdadera Francesca. Más temprano en la muestra, estaba convencida de
que era Valentina. Pero nunca me hubiera imaginado que era ella. Quiero mirar hacia
Nora solo para ver si hay algo en su rostro, pero… aún estoy un poco asustada para
moverme, o atraer la atención sobre mí. Sabía al entrar en esto que Francesca Moretti
era una zorra malvada, pero hay más de esto de lo que imaginé, hay mucho más para
ella, me hace rechinar los dientes y ni siquiera ha hablado aun.
Nora
¡Ahora estamos llegando a alguna parte! Oh, Dios, estaba comenzando a
enloquecer jugando a este patético y obediente felpudo. Pero ahora las cosas están
mejorando. Y viene siendo la maldita hora de que Niklas la hiciera salir. Me alegro que
eligiera a la mujer correcta. Me estaba comenzando a preguntar.
Ahora solo me pregunto si Niklas e Izabel saben en lo que se han metido. Esa
mujer puede parecer frágil en ese pequeño y bonito vestido de esclava, sus rasgos sin
maquillar pueden parecer suaves, impecables y aun amables, pero es cualquier cosa
menos amable (un demonio vive bajo esa carne). He visto gente como ella, enfrentado
y matado a personas como ella, y me excitan; hacen mi trabajo mucho más
interesante, más peligroso, y vivo por estos tipos de trabajos. Buen… en un papel
diferente, por su puesto.
Niklas
Francesca lentamente baja el brazo a su lado. En silencio da unos cuantos
pasos hacia adelante, Emilio, la falsa Francesca y Miz Ghita se mueven hacia atrás para
despejar el camino, y, sin duda para mantenerse fuera del alcance de su mano. Los
cuatro hombres con armas se inclinan y mantienen la posición. Permanezco en donde
estoy, audaz e imperturbable en su presencia autoritaria. Ni Augustin o Fleischer se
rebajarían a esa mierda; no me importa si es una loca asesina, pero tengo que seguir
desempeñando el papel de Augustin, pretender que ella y yo somos lo mismo: dos
gotas de agua sádicas.
―Me intrigas, Sr. Augustin. ―Su voz es vino tinto mezclado con arsénico, sus
ojos oscuros son estanques interminables de malevolencia y belleza, quieres alejar la
mirada, pero no puedes.
―Me complacería, Niklas, tener una reunión privada contigo. ―Gira solo su
cabeza para ver a la falsa Francesca y dice―: Dame tu vestido, Bianca.
Dos chicas la esperan en el trono, una a cada lado; la de la izquierda está parada
junto a una bandeja plateada que parece tener todo tipo de maquillaje y herramientas
para aplicar el maquillaje; la de la derecha está parada con un peine en una mano y
algo en la otra que estoy suponiendo podrían ser adornos para el cabello de algún
tipo… estoy sorprendido que nadie haya entrado y puesto una corona sobre la cabeza
de la perra.
Emilio pasa junto a nosotros tres y va hacia su hermana. Noto que a pesar de
que él hace lo que ella le dice que haga, no tiene miedo ―en su mayor parte― de
acercarse a ella cuando quiere, hablarle libremente cuando quiere, o tocarla cuando
quiere. Nadie más sería capaz de hacer eso. Francesca probablemente lo mataría
rápidamente. O, al menos en el caso de sus hermanas y su madre, puede que sólo
terminen consiguiendo que les saquen la mierda a golpes: son sangre de Francesca
después de todo.
―Por favor ―dice Francesca, desplegando su mano hacia mí―, ponte cómodo.
―Hace un gesto hacia el mobiliario colocado cerca del escalón inferior de la tarima.
Emilio desciende los escalones justo cuando nosotros caminamos hacia el sofá,
y en el momento en que Emilio se mueve fuera del camino de su hermana, las dos
esclavas que habían estado esperando a su izquierda y derecha, se ponen a trabajar en
su cabello y maquillaje; otra va arriba y atomiza perfume en su dirección.
Quiero mirar a Nora, ver si luce nerviosa, pero no lo hago. Además, sé que ella
no me tiene miedo: le permitió a Fredrik torturarla.
Emilio aparece frente a mí, con un látigo de cuero colgando de su mano. Con
una sonrisa torcida lo tiende hacia mí.
―A menos que desearas que yo hiciera los honores ―sugiere, mirando a Nora.
Pienso en ello.
―Claro, ¿por qué no? ―respondo con indiferencia, con el encogimiento de mis
hombros―. No dejaría que otro hombre toque a Naomi, pero Aya podría beneficiarse
de ser azotada por alguien que no sea yo. La hará envidiar a Naomi más de lo que ya lo
hace, y tal vez trabajará más duro para ganarse el mismo respeto. Además, vine aquí
para hacer negocios y realmente no quiero perder tiempo lidiando con otras
cuestiones.
―Naomi, es muy… obediente para alguien que no es una esclava ―dice
Francesca.
―Sí, lo es. ―Miro a Izabel a mi lado―. Naomi es de la manera que quiere ser; da
la casualidad que resulta que elige ser lo que yo más adoro acerca de ella.
Izabel como Naomi sonríe tímidamente, sus ojos verdes esquivando los míos.
―¿Y qué es lo que más adoras acerca de ella? ―Cuanto más habla Francesca de
Izabel más siento como si estuviera yendo hacia algo.
―Su amabilidad ―le respondo a Francesca, mirando a Izabel a los ojos―. Hay
un fuego peligroso dentro de esta chica, pero lo cubre con compasión y amor, cosas
que soy incapaz de poseer, está considerablemente llena de defectos; a veces actúa
demasiado rápido, es demasiado impaciente para su propio bien; habla antes de
pensar; y admito que a veces me enloquece. Pero más que nada, Naomi es muy…
humana. Y admiro eso de ella. ―Me detengo el tiempo suficiente para darle a Izabel
una débil sonrisa que sólo ella puede ver, y algo destella en sus ojos. Entonces me lo
sacudo, la mierda que sea que fue, y miro lejos de Izabel, dejando caer mi mano de su
rostro―. Ella sigue siendo obediente a mí, seguro ―le digo a Francesca―, pero a pesar
de su obediencia, a veces todavía puede meterse en problemas conmigo.
―Quiero que la beses ―dice Francesca, y se siente como un desafío sin ser
obvio.
Me volteo para mirar a Francesca sentada allá arriba en su trono; las esclavas
trabajando furiosamente en su cabello y maquillaje. Francesca mira hacia mí con ojos
relucientes, haciéndose más oscuros a medida que son pintados con sombras de ojos
negras y grises.
Algo tan simple como un beso no debería ser una razón para detenerse, mucho
menos cuestionarlo: ya he hecho una pausa, así que sé que no puedo cuestionarlo o
Francesca sabrá que estoy lleno de mierda y que “Naomi” no es más mi chica de lo que
lo es Claire. Pero besar a Izabel es cualquier cosa menos sencillo, y aunque nunca
esperé terminar esta misión sin tener que abusar de Izabel de alguna manera, un beso
es la última cosa que querría. De todas las cosas indecibles que podría haber sido
obligado a hacer, besarla es la peor. Es un acto demasiado íntimo… follarla hasta
dejarla sin sentido habría sido más fácil.
Hundo mi cabeza hacia ella y poco a poco toco sus labios con los míos; mi mano
cuidadosamente envuelta a un lado de su cuello. Quiero apretarlo, como lo haría con
cualquier puta común como Jackie en quien puedo sacar mis jodidas agresiones, pero
no puedo. No puedo y no sé por qué. En su lugar, deslizo mi lengua en su boca y
encuentro la suya. Y no puedo aguantarlo; siento mis labios aplastándose lentamente
contra su boca mientras nos tragamos el aliento del otro. Quiero ―necesito―
apartarme, pero tampoco puedo hacer eso. La beso largo, profundo y con fuerza hasta
que siento como que estoy andando al margen de mis emociones; que están
desgarrándome como manos en el Infierno estirándose hacia mí mientras salto por
encima de las llamas, tratando de halarme hacia abajo con ellas al pecado, y tan fuerte
como trato de escapar, una parte de mí quiere que me tomen. Quiero pecar. Quiero
besarla.
Y así lo hago.
Y no me detengo.
Izabel
Niklas
El agudo ¡crack! del cuero golpeando la espalda de Nora rompe el beso, y
cuando lo hace, Izabel está mirándome, sin pestañear, sus labios húmedos ligeramente
separados tal como lo están los míos, lo suficientemente cerca que todavía puedo
sentir su aliento en mi boca.
Le sonrío.
―Creo que eres un buen mentiroso ―señala―, pero tu capacidad para ocultar
tus sentimientos es atroz. ―Su sonrisa se extiende; sus ojos oscuros se arrastran sobre
mí taimadamente, como si me estuviera desmenuzando, tratando de descifrarme y
sabiendo que está haciendo un maldito buen trabajo en eso. Bueno, está loca: no tengo
sentimientos por Izabel; preferiría… (trago con fuerza y alzo la barbilla)… en palabras
de Izzy: preferiría que me arda cuando mee.
―¿Recuerdas ese día ―le susurro al oído desde atrás, mi pecho presionando
contra su espalda―, en esa habitación rodeada por muros, sólo tú y yo y una vieja
cicatriz bajo la que enterraste tu uña, girando y removiendo, hasta que la cicatriz se
desprendió de la piel y la sangre corrió por mi pecho? ―Empujo el látigo hacia arriba
entre sus piernas para que ella pueda sentir el cuero rígido entre sus labios inferiores.
Luego, en una voz que Emilio realmente pueda escuchar, le digo a Nora―: Contéstame.
―Y luego me aparto de su oreja.
―Sí, amo, Aya recuerda su error con la chica. Aya no debería haberlo humillado.
Doy un paso lejos de ella. Más lejos. Más lejos. Y entonces chasqueo el látigo en
la espalda de Nora. De nuevo. Y otra. Y otra vez. Nora nunca se mueve, no hace un
sonido, y tengo que preguntarme si golpearla le ha afectado en absoluto. Me detengo a
los cinco latigazos, porque, como he dicho antes, estoy aquí por negocios y no quiero
perder tiempo con otras cuestiones.
Izabel se levanta del sofá con el vestido en la mano, y cuando nos pasamos el
uno al otro moviéndonos en direcciones opuestas trabamos miradas un instante,
accidentalmente, y luego miramos a otro lado con la misma rapidez.
―Las chicas estarán aquí pronto ―anuncia Miz Ghita a Francesca―. Tengo que
advertirte, hija, que la de la Casa Cinco, la que creemos que será la más adecuada para
el Sr. Augustin, no fue muy cooperativa. Hoy tenía a tres de sus clientes bien
remunerados los cuales se vio obligada a cancelar para venir aquí.
―Muy bien ―dice Miz Ghita, pero nada acerca de su comportamiento, todo
tenso, sugiere que esté de acuerdo con la idea. Luego, sin decir una palabra camina de
regreso hacia el ascensor.
Izabel y Nora finalmente toman de nuevo sus asientos; Izzy en el sofá; Nora a
mis pies, ya no desnuda.
―Podría haber cabido un poco más aquí ―dice, su mirada poco impresionada
moviéndose sobre los billetes.
―Sí, y lo hizo ―digo―. Eso es un millón menos los veinte mil que pagué para
reunirme con tu madre, y los cincuenta mil que pagué para reunirme con tu hermana.
―Le sonrío y añado inteligentemente―: Apuesto que odias que conseguir tu audiencia
sea gratuito.
―No fue un error ―le digo―. Quería que supieras exactamente lo que necesito,
y que mi preferencia es importante para mí de modo que consiga lo que quiero. Tal
como le dije a Miz Ghita en el restaurante: el dinero no es problema.
Momentos más tarde, el elevador escala el metal otra vez, casi sin sonido; la
parte superior aparece a la vista y entonces los rostros de Miz Ghita y la chica
sirviente de más temprano, a quien Nora derribó. Las puertas de vidrio se deslizan
abriéndose y Miz Ghita, sujetando el codo de la chica, camina llevándola hacia
adelante y hacia Emilio.
―Yo la castigaré ―dice, y por el más breve de los momentos, incluso Emilio
parece incómodo.
Deja caer una vez más su brazo a su lado y entonces camina a la izquierda,
haciendo un gesto con la mano, palma hacia arriba, de modo que Ela se acerque a
Francesca en el estrado. Creo que Emilio tenía algo más en mente como castigo, quizás
otra golpiza como la que Nora tuvo, y que sería él quien la llevaría a cabo, pero el giro
de los eventos lo tenía tenso incluso a él; había algo poco familiar oculto en sus ojos,
algo que no esperaba que Emilio poseyera: incomodidad. Pero lo ocultaba bien. A
diferencia de su madre, quien estaba paradas al lado del sofá junto a mí, mirando no a
una sino a cada cosa inanimada. Tenía el indiscutible sentimiento de que no quería
estar aquí.
Entonces levanta la mirada a su hija sentada en su trono y dice con tanto coraje
como puede reunir.
―Iré a esperar escaleras abajo por las chicas. ―Y empieza a caminar hacia
afuera.
Miz Ghita inhala su aliento, su boca ligeramente abierta, junta sus manos tras
su espalda y vuelve a mirar a cualquier parte sin realmente ver.
Izabel está sentada derecha ahora, puedo sentir su cuerpo tenso junto al mío,
sabe tanto como cualquiera que algo jodido está a punto de pasar.
Nora está… quieta, sin emoción, inmóvil, más imperturbable que cualquier
persona que hubiera visto. Creo que quizás es mejor en mi trabajo que yo mismo.
La pierna de Izabel está presionada contra la mía, pero no creo que lo note. No
Izzy… no arruines el personaje. Por favor, joder, no arruines el personaje.
La chica llamada Ela; suave, inocente, asustada, se apoya en sus rodillas frente
al trono de Francesca e inclina su cabeza hacia abajo, todo el camino hasta el piso, sus
palmas planas contra el mármol. Mi estómago da vueltas cuando la chica parada junto
al mostrador de maquillaje coloca unas pequeñas tijeras de jardín en la palma de
Francesca. No Niklas… no jodas el personaje.
Emilio mira desde la parte inferior del estrado, sus manos también juntas en su
espalda, sus hombros tensos, elevándose ligeramente; veo su mandíbula flexionarse
como si estuviera moliendo sus dientes nerviosamente. Cada una de las otras chicas
sirvientes en la habitación se para perfectamente quieta; nadie respira, nada
parpadea, pero todos, incluyéndome, desearían estar en otro lugar.
―Ya que ambas son tan parecidas ―dice Francesca sobre Ela y Nora, tomando
la mano de Ela―, compartirán deformidades también.
El grito espeluznante de Ela pone mis dientes al borde y cada músculo en mi
cuerpo se tensa cuando la hoja de las tijeras de jardín se desliza a través de carne,
tendón y hueso. Puedo oír el metal sobre el hueso en mi cabeza, crujiendo, raspando,
cortando a través de mi subconsciente donde Augustin está tratando malditamente de
calmar a Fleischer, mantenerlo bajo control en su momento crucial. Oscuro líquido
rojo rocía la elegante túnica blanca de Francesca, manando del dedo separado
mientras trabaja las tijeras en su mano, cortando y cortando hasta que el dedo
meñique está completamente separado. Los dedos de Izabel están hundiéndose en mi
pierna, y si no fuera por mis pantalones, sus uñas estarían en mi piel. Solo mira el piso.
¿Cómo llegó mi mano a su cintura? La aprieta gentilmente, esperando calmarla, a
pesar que sé que no lo hará, lo hago de cualquier forma.
Izabel
Excepto Nora.
¿Cómo puede soportarlo? ¿Cómo puede sentarse allí en el piso sin más que un
músculo tenso o una mandíbula apretada, o una vena palpitando en su cuello, o
nudillos blancos? El dedo de la chica está siendo cortado, justo como lo fue el tuyo, Nora;
¡La chica está siendo torturada por lo que tú hiciste!
La chica cae sobre sus rodillas en el piso del escenario, sangre manchando sus
ropas, el brillo escarlata contra el blanco puro de su vestido. Sangre reluciendo sobre
el mármol blanco bajo ella, sobre la lujosa túnica blanca de Francesca Moretti. Ni
siquiera recuerdo levantar mi cabeza y ver esas cosas, ahora no puedo mirar a otro
lado. Los gritos de la chica son llevados por la habitación, y por un largo tiempo, es lo
único que puedo oír; sollozos ominosamente amplificados por el violento palpitar de
mi sangre en mi cabeza.
―Ahora, madre, puedes irte. Llévate a Ela contigo y haz que el doctor atienda su
herida.
―¿Hay algún problema con tu chica? ―Oigo que dice Francesca, pero su voz
suena tan lejana; no estoy pensando correctamente. Todo lo que veo es rojo, rojo, rojo,
rojo. Sangre y rabia, sangre y rabia.
―Se pone un poco remilgada algunas veces ―le dice Niklas a Francesca, aún
acariciando mi cabello, y extrañamente, es suficiente para confortarme de alguna
forma.
Emilio está mirándome otra vez con esa enervante sonrisa suya, está
planeando algo. Atrévete, imbécil. Lo que sea que es, estoy lista para ti.
Alejo la mirada de Emilio justo mientras Miz Ghita camina pasando con la chica
del brazo. Lágrimas bajando por su rostro; camina encorvada con su mano mutilada
presionada sobre su pecho por la otra; el frente de su vestido está empapado de
sangre. El elevador las encierra dentro de sus paredes de vidrio y las lleva hacia abajo
fuera de la vista.
¿Cómo infiernos vamos a encontrar a Olivia Bram en todo esto? Apuesto a que
Niklas nunca anticipó que Francesca pudiera traer “algunas” de sus cortesanas aquí
para que las viera. Esto podría tomar por siempre, literalmente. No vamos a encontrar
a esa chica de la forma en que están yendo las cosas. Algo me dice ―o me recuerda―
que llevar a Olivia Bran a casa, a su padre, nunca iba a pasar. Odio más que nadie aquí,
pensar que renunciar a ella es la única opción, y concentrarnos en raptar a Francesca.
Pero es eso lo que empiezo a sentir. Ella ya no está aquí. O quizás nunca estuvo aquí.
Olivia Bram está muerta.
―Ha estado en nuestro radar desde hace ocho años, Sr. Faust ―dice Dan
Barrett, uno de los superiores de Flynn, a través de la mesa alargada frente a mí,
vestido con su mejor traje barato―. Si quisiéramos derribarle…
―No haga que suene más fácil de lo que es, Sr. Barrett ―le digo yo―. ¿Cree que
estaría aquí sentado frente a usted de este modo si fuera así de simple?
Un lado de la boca de Dan Barret se aprieta; sus fosas nasales se ensanchan casi
como lo hacen las de Izabel cuando no se sale con la suya, sólo es sexy cuando ella lo
hace; en este hombre me hace querer darle un puñetazo en la cara. No ha sido nada
más que un bocazas desde que llegamos aquí: intentando intimidarme sin descanso;
señalando las cosas que sabe, algunas de las personas que he matado (aunque ni
siquiera una fracción del número real), su manera de mantener algo sobre la cabeza
para hacerme cooperar. Eso no le llevará a ninguna parte, Sr. Barrett, a excepción de su
propio terreno personal en el cementerio que pasamos de camino hacia aquí.
Ellos jamás terminarían por completo la vigilancia, lo sé, pero harían que algo
de ello pareciera a que están manteniendo su parte del trato, y algo es mejor que nada.
―Quiero ver los archivos, todo, que Flynn les dio de nosotros.
―Pero de todos modos ―digo―, tengo curiosidad por saber qué tipo de
información les dio Flynn.
―Sólo denle los archivos ―dice Connors con el gesto desdeñoso de su mano―.
Tenemos copias.
―Está bien, Sr. Faust ―dice, asintiendo―, le daremos los archivos en…
―¿Le importa si, mientras esperamos ―comienza Connors, cruzando las manos
sobre la mesa frente a él―, le decimos lo que nosotros sabemos de Vonnegut, al
menos, para que podamos colaborar cuando llegue el momento? ¿Conseguir una
ventaja?
―Si así lo quieren ―digo, abriendo mis manos hacia él―. Pero no les ofreceré
nada en forma de información, o incluso mi opinión sobre la información que tienen
de mi antiguo empleador, hasta que me ponga de acuerdo en que voy a trabajar con
ustedes.
―Pido disculpas, Sr. Faust ―dice Connors, tomando el control de los daños―. El
Sr. Masters tiende a hablar sin pensar; tiene que entender que por lo general
trabajamos al otro lado de la valla, no con los… criminales, por así decirlo. Lo admito,
incluso para mí es un poco difícil estar sentado en esta mesa, tener una conversación
aparentemente civil con un asesino a sueldo y… ―hace una pausa y mira torvamente a
Gustavsson; un bulto baja por el centro de su garganta―… y un hombre como él.
―Oh, estoy seguro de que eso no es del todo cierto, Sr. Connors; no soy el
primer “sicario” con el que ha hecho negocios, ni Gustavsson es el primer…
especialista con el que ha estado en la misma habitación sin cadenas en las muñecas y
tobillos.
―No, no son los primeros ―dice Connors―, y no serán los últimos, pero todavía
no es un hecho común, así que por favor tengan paciencia con nosotros.
Gustavsson se atraganta con una pequeña risa, incluso yo casi me reí de esa.
―Bueno, lo que quiero decir, Sr. Gustavsson, es por qué es… como es. Hay una
diferencia bastante grande entre lo que usted hace y lo que yo hago. ―Al menos no
está tratando de ser argumentativo como Dan Barrett que debe haber nacido con ese
omnipresente ceño.
Fredrik suspira y cruza las piernas, luego entrelaza los dedos y descansan las
manos sobre su cintura.
―¿Por qué no me lo dice usted? ―dice con una sonrisa burlona―. ¿No hay ya
suficiente información sobre mí en esos archivos suyos?
―Parece que tengo un buen número de ellos. ―Fredrik frunce los labios―. Es
un poco inquietante, en realidad.
―Yo también ―habla Dorian Flynn; sus ojos cambian de dirección cuando se da
cuenta de que lo estoy mirando.
―¿Podemos seguir con esto? ―espeta Barrett; se mastica el interior de la
boca―. Sus archivos estarán aquí en cualquier momento…
―¿Dónde está el resto? ―pregunto, mirando hacia una pila de unas sesenta
hojas recién impresas de papel. Comienzo a desplazarme a través de ellas,
escudriñando el texto en busca de palabras clave; luego voy leer todo más a fondo.
Levanto la mirada sólo con mis ojos; mi mano en pausa sosteniendo una hoja
de papel sobre la pila.
―Él está diciendo la verdad ―dice Barry Connors con una inclinación de
cabeza―. El Sr. Flynn afirmó que era difícil para él tener acceso a cualquier archivo.
―Señala la carpeta―. Todo lo que tenemos de tu Orden está ahí. ―Está mintiendo,
pero lo dejaré pasar por ahora.
―Pero dijeron que me han estado siguiendo desde hace ocho años.
―Pensé que la CIA había hecho algo más de… trabajo externo, ¿por así decirlo?
―digo―. ¿Por qué seguirme hasta aquí? ¿Pensé que perseguir a asesinos alrededor de
los EE.UU. era más del interés del FBI?
―Sí, pero usted trabajó para Vonnegut, y Vonnegut es para cada cuenta una
amenaza externa para los Estados Unidos. Usted era su asesino de mayor rango; no
podemos encontrarlo, así que nosotros vamos a donde usted va.
―Y además ―dice Kenneth Ware―, no somos técnicamente la CIA; estamos en
una división completamente diferente.
Interesante. Algo tan subterráneo como lo que somos nosotros, de lo que nunca
he oído hablar. Sé lo que es SAD, pero de acuerdo con el Sr. Ware y su énfasis
clandestina en el "especial" adicional, supongo que SSAD no representa a los
Defensores de la Seguridad Social para las Personas con Discapacidad.
Sigo escudriñando los documentos mientras ellos hablan. Flynn está sentado
incómodamente a mi lado.
―¿Y tienes algo que decir sobre esto? ―le pregunto―. Has estado terriblemente
callado, aunque no tan callado como esos dos. ―Asiento hacia los dos hombres que no
han dicho una palabra más que sus nombres desde que se sentaron: Ryan Miller es el
calvo, David Darros es el que tiene acento alemán.
Sin decir una palabra, miro hacia los archivos y comienzo a leer para mí. Todo.
Y mientras estoy tomando nota en mi memoria, también archivo mis propios archivos
de los hombres que desean asociarse conmigo:
Rya Miller y David Darros, no haberme dicho nada me dio mucha información
sobre ellos, todavía encaja en un perfil. Miller es nuevo en todo esto; su falta de
confianza, no se ve en control como los demás hombres; traga un montón, no se puede
quedar quieto y toca constantemente su traje como si le distrajera de su propia
incomodidad provocada por su falta de experiencia; no me puede mirar a los ojos, y la
única vez que lo hizo, en realidad sonrió como su fuera el nuevo en la clase y esperaba
hacer un amigo. Por el otro lado, David Darros, me está viendo a los ojos en este
momento y no quiere amigos; está tranquilo y sereno, está muy confiado en su traje,
sabe moverse y tiene demasiada experiencia para estar incómodo. De una manera,
Darros se parece mucho a mí. Solo me pregunto cuánto.
Con todo, me comprometeré a trabajar con ellos, pero lo que no saben es que
en lo que se refiere a Vonnegut, solo trabajaré con ellos para ayudarme a mí mismo.
Yo seré el que acabaré con Vonnegut, y la información que tienen sobre él me ayudara
a hacer eso. Tomaré el control de La Orden después de que eliminé a Vonnegut; y por
estar en el interior, trabajando detrás de escenas con organizaciones que han
dedicado muchos de sus años de servicio para encontrar a Vonnegut, ya sabré a
quiénes tengo que matar después, liquidándolos uno por uno y sacando sus garras de
La Orden que algún día controlaré.
―¿Eso es una amenaza, Sr. Faust? ―dice en voz alta Barrett, entrecerrando los
ojos.
―Sí, lo es, Sr. Barrett. Y no tengo la costumbre de hacer amenazas que no soy
capaz de llevar acabo. ―Enderezo mi saco y luego doblo mis manos sin apretar sobre
la mesa.
Barrett sonríe.
―Lo tenemos, Sr. Faust ―advierte―. A ambos, dos hombres que tal vez no
estén en la lista de buscados aún, pero ten en cuenta que es solo porque lo hemos
alejado de ellos. ―Se inclina sobre la mesa, mirándome―. Lo podemos atrapar ahora
mismo, podríamos matarle ahora mismo.
―Por favor, Sr. Barrett ―abro la mano con la palma hacia arriba, y casualmente
hago un gesto hacia su bolsillo de la chaqueta―, por qué no le hace a su hijo, el que
está en Maine, una llamada, antes de decir nada más.
Los dos siguen hablando del hombre sentado en la sala de Daniel Barrett, mi
hombre de la Primera División: que estaba sentado ahí, en la oscuridad, cuando Daniel
llegó a casa del trabajo hace horas; que mi hombre le dijo a Daniel que no lo lastimaría
y que lo único que quería que Daniel hiciera era esperar por esta llamada telefónica.
Y entonces Connors llama a su esposa en Nueva York y pasan por la misma
conversación sobre la mujer sentada con ella en su cocina.
―Sí, voy a casa, Abbs ―le dice, la esperanza de que esté viva cuando llegue ahí
está escrita por todo su rostro―. Estaré tarde para cenar, pero estaré ahí.
Eso es más de lo que puede decir que les diste a ellos sobre nosotros.
―El Sr. Faust nos está amenazando ―dice Connors―, del mismo modo en que lo
estás amenazando, así que cálmate, y siéntate; nadie va hacer daño. ―Me mira a través
de él con más de esa esperanza en sus rasgos―. ¿Qué esperabas, Dan, que entrara en
esta reunión sin estar totalmente preparado? Recuerdas por qué hemos establecido
esta reunión para empezar, ¿verdad? Victor Faust sabe lo que está haciendo, y ―me
mira directo a mí―, no me avergüenzo de admitir que es mejor en esto que nosotros.
―Se vuelve de nuevo hacia un enojado Barrett―. Pero es por eso que está aquí, Dan,
así que vamos a poner esta asociación en marcha, echa la desconfianza y las amenazas
a un lado y vamos a empezar de nuevo. Sin problemas. ¿Está bien?
Connors me mira.
La carta que jugué es mi manera de dejarles saber a todos ellos que si alguna
vez me traicionan, arreglan matarme, que habrá la más grave de las consecuencias. Tal
vez no tenga información de Kenneth Ware, Mark Masters, Ryan Miller o David Darros
aún, pero la tendré después de que esta reunión termine, ahora sé quiénes son y he
visto sus caras.
Barrett se desliza muy lentamente de nuevo en su silla. Una vez que se ha
calmado me mira y asiente.
Los nueve hablamos cerca de una hora sobre lo que cada uno de
nosotros sabíamos de Vonnegut, Gustavsson y yo solo les di la información que
acordamos antes de venir aquí, como estoy seguro que ellos hicieron. Discutimos
largamente sobre los que cada uno de nosotros propone hacer primero para atrapar a
Vonnegut, pero al final todos llegamos al acuerdo que eso tomará tiempo, un montón
de recursos, posiblemente varias misiones en cubierto para obtener más información,
y que nada pasará esa noche. Antes de que podamos derribar a un hombre, tenemos
que saber quién es exactamente, cómo se ve, el equipo de Connors y Barret ni siquiera
saben dónde comenzar. Pretendo tener una idea, que tengo un poco más sobre la
verdadera identidad de Vonnegut de la que tienen ellos, solo para mantener el
señuelo. Pero lo que realmente tengo es a alguien quien creo que ha visto a mi antiguo
empleador en carne y hueso, Izabel es la llave, y nadie tiene esa clave más que yo.
Afortunadamente Dorian Flynn no sabe nada de lo que Nora me dijo en la habitación
ese día sobre Izabel. Otras cinco personas en mi Orden lo saben, pero confío en ellos
para mantenerlo así. En su mayor parte.
―Mientras tanto ―habla Connors―, tenemos otro trabajo que esperamos estés
interesado en asistirnos.
Connors asiente y mira a Ware, dándole la señal. Los labios cerrados de Ware
sonríen apretadamente mientras abre ansiosamente su laptop en la mesa, se inclina
sobre su silla y saca algo de su portafolio de cuero que está en el suelo, se endereza, y
saca un folder de archivo mucho más grueso del que les di, al menos un centímetro de
grosor, lleno con lo que parece ser un montón de fotografías de 8.5x11 de tamaño;
unas cuantas se deslizan por la parte alta fuera del folder cuando lo coloca en la mesa.
Las baraja de nuevo en una pila ordenada, pero no antes de que vea la sangre y los
cadáveres; cuerpos en posiciones al azar, amarrados a muebles, fotografías de escenas
de crimen, sin duda.
―Tengo un especial interés en asesinos seriales, Sr. Faust ―dice Ware y ahí
está: su obsesión no tan bien escondida con la sangre y aquellos que la anhelan lo
suficiente como para matar por ella de forma regular. Abre el archivo. Aún está
sonriendo, y encuentro algo divertido el cómo mira hacia Gustavsson más que a mí
mientras se explica―. He estado rastreando a uno por diez años y estoy bastante
interesado en su intuición. ―Mira solo hacia mí mientras añade cuidadosamente―:
Aunque, si es posible por supuesto ―mira hacia Fredrik―, me gustaría que el Sr.
Gustavsson pudiera trabajar conmigo en este caso personalmente.
―Sí, entiendo eso ―divaga el Sr. Ware, pasando a través de la pila de fotos de
escena de crimen―, pero este caso en particular es bastante parecido a encontrar a
Vonnegut; no tenemos una identidad de este asesino serial, solo su M.O. , y creo que
tenemos una mucho mejor oportunidad de desentrañar la identidad con su intuición.
Y hay algo sobre el M.O., que el Sr. Gustavsson ―miró a Fredrik de nuevo, está vez con
un brillo de emoción en sus ojos―, puede encontrar… familiar, por falta de una
palabra menos invasiva.
Ware asiente tres veces, su sonrisa creciendo, pero antes de que Ware pueda
responder, Fredrik añade:
―Cualquier cosa que sea, estoy seguro que es interesante, pero tengo el
presentimiento que me está poniendo en el mismo nivel que aquel que está cazando,
no soy un asesino serial, Sr. Ware; aunque un torturador serial, no me gusta la forma
en la que suena, pero tengo que admitir que es más seguro decir que al menos eso es
más verdadero, pero hay una gran diferencia entre yo y un asesino serial.
―Sí ―concuerda Ware, emocionado―, hay una diferencia entre usted y los
asesinos seriales, pero esté asesino serial en particular, Sr. Gustavsson, perdóneme
por decirlo como es, pero tiene suficiente en común con usted que… bueno… ―Ware
traga y mira hacia Connors y Barret, claramente aprensivo sobre dejar salir el resto de
sus palabras.
Fredrik une sus manos sobre la mesa y se inclina hacia adelante, inclinando su
oscura cabeza a un lado inquisitivamente, intimidantemente, solo como Gustavsson
puede hacer, él es bastante bueno haciendo a un hombre hablar con tan solo una
mirada, a veces incluso sin sus herramientas de trabajo que coloca en una bandeja a
un lado de él. Kenneth Ware traga de nuevo, sus ojos pasan sobre las fotos de escenas
del crimen.
―Bueno… que por un segundo estaba seguro que usted era el asesino serial que
estaba cazando. Cuando el Sr. Flynn vino con su información de la nueva Orden
organizada del Sr. Faust, y leí su archivo, fue como si una maldita luz del cielo se
abriera sobre mi cabeza, estaba seguro que usted era mi asesino, convencido de ello
porque su M.O y el M.O. del asesino eran tan similares que pensé que no podía haber
dudas.
―Yo fui quien lo sacó de tu espalda ―revela Dorian Flynn, orgulloso―. Puedes
hacer alguna mierda enferma, pero sabía que no eras un maldito asesino serial.
―Entonces, ¿cuál es está similitud? ―pregunta Fredrik; cruza sus brazos sobre
su pecho―. Y cómo puedes estar tan seguro que no soy quien estás cazando, solo
porque Dorian dice que no soy el indicado, no lo hace cierto.
Alejando el malestar, Ware sonríe animadamente de nuevo, y saca unas
cuantas fotografías de la pila, deslizándolas a través de la mesa hacia mi vista y la de
Fredrik.
―Las víctimas ―dice Ware―, a todas les faltan sus dientes, aunque no fueron
extraídos de las bocas de la víctima, fueron arrancados; las encías siempre están
abiertas y destrozadas, ningún indicativo de una extracción limpia. ―Alza su dedo
índice para indicar que tiene más―. Y como si los dientes faltantes no fueran lo
suficientemente familiares, todas las víctimas son encontradas atadas a sillas, toda
clase diferente de sillas, a diferencia de su… bueno esa silla que regularmente usa para
hacer interrogaciones, pero sin embargo sillas.
Ware tiene la cara roja, pero se las arregla para defenderse lo suficientemente
rápido.
―Sí, me doy cuenta de eso ―dice―, pero creí que habías evolucionado, como la
mayoría de los asesinos seriales hacen. La última víctima, antes de la más reciente, fue
encontrada hace tres años; estaba seguro que habías evolucionado desde ese
entonces, optando por extracciones más limpias, y formando posiblemente un lazo
con una silla en particular y decidido a apegarte a ella.
Fredrik ríe, hasta que se da cuenta que no se puede burlar de Ware por el
apego al comentario sobre hacer un lazo con una silla cuando Fredrik lo tiene, de
hecho, tiene un lazo muy especial con su silla de dentista. Por supuesto, no puedo leer
su mente, pero estoy seguro que es lo que estaba pensando, es lo que yo estaba
pensando también.
―Él fue encontrado hace tres meses ―comienza Ware―, aquí en los Estados
Unidos en Atlanta, Georgia. Aún el mismo M.O.; nada sobre la técnica del asesino había
evolucionado. ―Asiente en dirección a Flynn―. Y de acuerdo al Sr. Flynn, tenías una
coartada para el momento del asesinato, ni siquiera estabas en el país.
―Sí. ―David Darros, el calmado, experimentado habla por primera vez; su voz
es suave, con todo confiado, y con un acento fuerte―. Y eso es por lo que estoy aquí.
―Es definitivamente alemán; aunque su acento es mucho más pesado que el de mi
hermano―. Estoy aliado con la Interpol. Este asesino serial es buscado en cinco países:
Francia, Suiza, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos.
―Y eso son solo los países donde los cuerpos encontrados han sido vinculados
a este asesino serial, hasta el momento ―dice Barrett, jugando finalmente al “policía
bueno” por un cambio―. Creemos que hay más.
Sonrío ligeramente.
―Por supuesto ―digo con una sonrisa burlona―. No estamos en este negocio
por la publicidad, o la fama, Sr. Connors, sin duda, revelen todo como quieran.
―¿Trabajar en este caso con el Sr. Ware te interesa? ―le pregunto, sabiendo
que lo hace. Un asesino con su modus operandi es demasiado tentador como para
dejarlo pasar, sé un poco sobre eso.
Fredrik lo considera, tallando sus mejillas lisas con sus dedos. Entonces asiente.
Valentina asiente.
―Sí ―dice, y luego nos mira una vez más, claramente no estando cómoda
hablando frente a nosotros de este “Sian”.
―Trataré con Sian yo misma ―le dice Francesca a Valentina en inglés por lo que
entendemos con claridad. Eso sólo quiere decir que quiere que sepamos qué está
pasando, y eso me preocupa inmensamente.
―Vengan ―dice, gesticulando―. Dado que estás aquí, Niklas, y eres un huésped
que paga generosamente, me gustaría mostrarte mi manera de tratar con una puta…
una verdadera puta.
Niklas se levanta del sofá, llevándome con él. Nora nos imita.
Entonces camina por delante de Valentina, y todos salvo la chica esclava siguen
detrás de ella. Entramos al elevador de vidrio y Valentina persona el botón del tercer
piso, y allí vamos, a lo desconocido y eso me asusta. No es un camino largo, unos pocos
pisos, y el elevador no es particularmente lento, pero se siente como si tomara una
eternidad, y deseo que así fuera. Me encuentro mirando a Emilio desde atrás,
observando su lucha en su piel cobriza; el contorno de su rígida mandíbula; la
manzana de Adán subiendo y bajando en su garganta. Y miro a Francesca parada a su
lado, y ella es su opuesto; calmada y poderosa, alta y peligrosa, emocionada y
vengativa, una mujer que prospera con los castigos injustos, que parece tener los
huevos de su pobre hermano aplastados figurativamente en su mano por lo que si él
alguna vez se opone a ella, ella se asegurará de que nunca lo olvide. Pero su relación
sigue siendo un misterio para mí, ahora más que nunca, no creo que haya estado
alguna vez tan confundida.
Mis ojos se disparan de la mujer a la puerta abierta todavía varios metros por
delante cuando un grito rasga el aire. Un grito. Un grito enfadado. Dos, tres voces
diferentes; una más fuerte y más beligerante que las otras. Y en medio de todos los
gritos y chillido, escucho el diminuto llanto de un bebé y mi corazón muere un poco
con cada centímetro que me acerco más a lo desconocido.
―¡Por favor! ¡No se la lleven! ―ruge la voz de una mujer joven, viajando por el
corredor y dirigiéndose a mis oídos sin ser invitada, siento como si estuviera siendo
castigada.
―¡DAME A MI BEBÉ! ―Sian intenta salir volando fuera de la cama cuando una
enfermera le entrega un bebé llorando a Francesca, pero es contenida por la fuerza
bruta de las otras tres enfermeras―. ¡NO LA TOQUES! ―Pelea contra sus captoras; sus
gritos sin duda llenan todo el tercer piso de la mansión; y Emilio no es el único en el
cuarto temblando, tengo que apretar mis puños con fuerza para tranquilizar mis
manos.
Sian intenta una vez más salir de la cama luchando por su bebé, pero Valentina
se mueve hacia ella como una serpiente golpeando y la abofetea tan fuerte en el rostro
que momentáneamente es sorprendida a la sumisión; cae contra el cabecero, la parte
trasera de su cabeza golpeando contra la madera gruesa y con detalles.
Por un momento fugaz, tan rápido que estoy sorprendida de haberlo visto en
absoluto, noto que los ojos de Emilio y Sian se fijan en el otro a través del corto
espacio, pero apartan las miradas rápidamente, supongo que para que Francesca no lo
note.
Intento no mirar más, a ninguno de ellos, pero descubro que es difícil no mirar
a Sian, yaciendo en la cama de esa manera, manchada con su propia sangre, lágrimas
brillando en su rostro mientras observa indefensa mientras otra mujer sostiene a su
bebé, a quien amenaza a su bebé. Y recuerdo todo nuevamente sobre un niño que fue
tomado de mí en una situación tan familiar que por un segundo siento que todavía
estoy en México. Casi pierdo la compostura. Me siento a tan solo un respiro de mandar
por los aires el personaje; la sangre agolpándose en la cima de mi cabeza; siento mis
manos doliendo por Pearl, o un arma, o lo que sea que pudiera usar para pegarle en la
cabeza de la malnacida y matarla, muerta, muerta, muerta. Pero no lo hago.
Permanezco en calma, sin emociones, pareciendo inafectada por lo que estoy viendo y
lo que aún queda por ver.
―No tengo razones para mirarla, Francesca ―dice Emilio, y se niega a moverse.
―Se ve igual a ti ―le dice Francesca; acusación rasgando su voz, pero suave y
maliciosa.
―No es mi hijo, hermana. Te lo he dicho antes y te lo diré cada día hasta que me
creas… no es mi maldito bebé. Nunca toqué a esa ramera.
Sian mira a la pared, limpiándose las lágrimas de sus mejillas; no hay ira en su
rostro aguijoneado por las duras palabras de Emilio; como si las aceptara, las
entiende.
―Se lo juro, madam ―dice Sian―, él nunca ha puesto siquiera un dedo sobre mí.
―Oh, pero sí lo hizo ―responde Francesca, su voz mezclada con dulce muerte―.
Mi hermano te ha puesto un dedo encima y dentro de ti; te ha follado aquí mismo en
esa cama, y te ha follado en los cuartos de los sirvientes, y tan pronto como tu coño
sane por haber dado a luz a su niñita, te follará de nuevo y de nuevo… hasta que yo lo
detenga.
Entonces empiezan a discutir en italiano, gritándose entre sí; las venas visibles
en la cabeza de Emilio; los ojos de Francesca amplios y feroces; el bebé gime en sus
brazos flojos. Y entonces Emilio alarga el brazo y toma al bebé de ella, sosteniéndolo
con cuidado como para no aplastarlo o dejar caer a la niña, mientras al mismo tiempo
él y Francesca siguen gritando a la cara del otro en un idioma que no entiendo. Pero al
igual que antes, cuando Francesca y Valentina estaban hablando, no toma mucho
darse una idea general de lo que están diciendo: Francesca se niega a ceder en su
acusación de que Emilio y Sian han dormido juntos, y que la bebé es de él. Emilio sigue
diciéndole que está paranoica, incluso quizás le está diciendo que está loca, nunca
podría saberlo, pero me sorprende la demostración, ver a un hermano una vez muy
devoto que no se atrevería a hacer nada por enojar a su hermana, ahora cara a cara
como su igual. Y Francesca no lo mata por eso. Sigue enfurecida con él.
Se acerca a Emilio.
―Vende el maldito niño ―espeta él―. No es mío; me importa una mierda lo que
hagas con él.
―¡Maldita perra jodida! No-no, por favor… ¡se lo ruego, madam! ―No puede
decidir cuál cara usar: la obediente o la vengativa, sabiendo que ninguno la ayudará.
A mi lado, Niklas no se ha movido. Ha estado parado allí, tan calmo como creo
que nunca antes lo he visto, y observaba esta escena desarrollarse con poco más que
interés. Por un momento, lo vi sonreír sombríamente, una esquina de su boca se había
levantado en el preciso momento cuando Francesca lo miró, y es desconcertante lo
increíble que fue para mí. Esa es la razón por la que Francesca nos trajo, el por qué
quería que Niklas viera esto: su acto anterior la había convencido de que eran
parecidos, y ahora quiere mostrarse, o quizás presumir.
Francesca, con el cabello de Sian apretado en una mano, hace un gesto con la
otra a Valentina ahora parada a los pies de la cama sosteniendo la bebé.
―Dámelo ―le dice ella, y creo que está hablando del bebé hasta que veo un
destello de plata cuando Valentina saca un cuchillo de debajo de su vestido, sujeto a
una vaina en su muslo.
Pero ninguno de nosotros puede moverse para hacer algo. ¡Piensa, Izabel,
piensa! ¿Qué demonios hago? Tal vez Francesca sólo va a lastimarla; no puedo romper
el personaje ahora, no puedo romper el personaje para nada, pero no la dejaré matar a
la chica. ¡Tengo que hacer algo! Miro a Emilio, sus ojos apenas ocultando su inquietud,
y siento como si sus pensamientos no fueran muy diferentes de los míos.
―Entonces si esta chica es nada para ti, hermano ―dice a la vez que arrastra a
Sian, pateando y llorando a través del suelo hacia Emilio―, puedes observarme rajar
su garganta.
Y entonces él lo hace.
Eso parece haber complacido a Francesca, una sonrisa oscura divide su rostro.
Emilio se acerca un paso; su mano derecha se mueve a lo largo del brazo de ella,
encima de la bata para encontrar la piel desnuda de su muñeca. Sus largos dedos
varoniles tocan los delicados con suavidad, tiernamente y con afecto prohibido. Y
entonces la boca de él encuentra la de ella; su lengua se desliza entre sus labio y la
besa tan apasionadamente como cualquier hombre ama a una mujer con su último
aliento. Jadeo en silencio, ante el cuchillo en la mano de él, el intercambio de poder, el
beso prohibido que me conmueve y me hace sentir incómoda al mismo tiempo.
Pero entonces qué… jadeo nuevamente, esta vez tan bruscamente que sé que si
alguien estaba prestando atención entonces seguramente lo escucharon, pero soy el
menor de los intereses de cualquiera en este momento. Observo el cuchillo en la mano
de Emilio como un inevitable accidente de auto en cámara lenta… va a matar a
Francesca, va a matar el pago de Victor…
»Ella es una sobreviviente, Miz Moretti. ―Sian baja la frente hasta el suelo―.
Conocí a una chica como ella una vez, obligada a una vida de esclavitud, violada por
hombres que ella sabía que la matarían si alguna vez le decía a su amo; obligada a
sentir ciertos… sentimientos por un hombre que le mostró su afecto porque era la
única manera de que ella supiera cómo mantenerse viva. ―Trago. Duro. Y lo odio por
esas palabras que sé que son sobre mí. Y todavía, me preocupo por él de maneras que
no comprendo. Detiene su caminata enfrente de la cabeza de la chica; su largo cabello
negro desgreñado yace en el brillante piso blanco; la punta de los relucientes zapatos
de vestir de él casi tocan los dedos de ella. La mira hacia mientras habla―. Y ahora,
después de dar a luz a un bebé que nunca sostendrá, alimentará, tocará, nombrará o al
que le cantará canciones de cuna porque no tengo ningún interés en comprar a un
maldito niño, luchará más que nunca cuando me la lleve. Y ella me odiará
inmensamente por ello. ―Su cabeza se gira hacia Francesca. Hay una oscura sonrisa
jugando discretamente en sus facciones―. Esta, Miz Moretti, es precisamente el tipo de
puta defectuosa que estoy buscando.
Sian se pasa las manos por la cara y solloza sobre sus palmas; su espalda,
cubierta por una túnica blanca, se estremece mientras tiembla; se enrosca en posición
fetal y gime, regresando la atención a su hija recién nacida que amamanta el pecho de
otra mujer a solo metros de distancia. De nuevo, noto a la mujer en el pasillo
persignando su pecho y murmurando oraciones. Y otra vez, atestiguo más del Emilio
real cuando se queda a un metro de distancia con un cuchillo en su mano y un enorme
agujero en su corazón, sin poder hacer uso de uno u otro. Sabe que si se opone, si se
niega a que Niklas se lleve a Sian, su malvada hermana la matará. Y quizá sabe que si
mata a Francesca, Sian morirá de todas formas porque ninguno de ellos saldrá vivos
de la mansión.
―Te venderé a la chica ―dice―. Por todo lo que llevas en ese maletín tuyo.
¿Todo? ¿Pero entonces que vamos a usar para comprar o negociar por Olivia
Bram? ¿El dinero de Victor? Él se va enojar.
Niklas sostiene el maletín hacia Francesca y ella lo toma. Sian lucha hasta estar
de rodillas, levantándose con ambas manos y agarra los pantalones de vestir de Niklas
tirando y acariciando la tela entre sus puños.
―Por favor, ¡si me compra, compre a mi bebé! ¡Se lo ruego, amo, por favor! ―Su
voz está ronca de tanto llorar y gritar―. ¡POR FAVOR! ―ruge hacia Niklas y su voz se
quiebra.
Niklas se agacha frente a ella, lentamente, con tal facilidad y poder. Ladea su
cabeza hacia un lado, estudiándola; luego hacia el otro lado. Estira el brazo y le limpia
la mejilla con el dorso de los dedos. Después la otra mejilla. Luego le aparta unos
mechones de cabello que yacen sobre su frente, metiéndolos detrás de su oreja,
tomándose su tiempo. Los ojos azul oscuro de ella están enrojecidos; el lado blanco
está rayado y trazado por pequeñas venas inflamadas; lágrimas bajan por sus mejillas,
goteando de su barbilla. Niklas toca la piel amoratada bajo su ojo izquierdo con la
yema del pulgar, gentilmente y con el mismo consuelo falso que Francesca había
intentado darle al bebé cuando intentaba calmarlo.
―De ahora en adelante ―dice Niklas con una voz tranquila y aterradora―. Serás
conocida como Lia. ―Su pulgar se mueve hacia su boca, trazando su labio inferior,
deteniéndose en el medio, separando el labio suavemente de sus dientes. Sian traga
desesperadamente; le mira directamente a los ojos, sabiendo que su nuevo amo la
obligará a ello. ―Hablarás solo cuando te hablen; harás toda y cada cosa que te diga
que hagas, y lo harás para satisfacerme o serás ―él se lame la sequedad de los labios―,
castigada de maneras que harán que desees que hubiera permitido que la madam te
matara. ―Se inclina y presiona sus labios sobre los de ella muy suavemente, como si
estuviera probando su sabor en la boca, un nuevo juguete del cual no podía esperar
para llevar a casa y abrir. Cada parte de ella. Física y emocionalmente. Por un
momento olvido quién es él; estoy tan tranquilamente sorprendida por su actuación
que comienzo a preguntarme si todavía sigue siendo un acto; mi corazón late
violentamente en mi pecho.
―No tengo idea de lo que ves en este tipo de comportamiento incivilizado ―le
dice Francesca a Niklas. Su albornoz se separa; es imposible no notarlo, aunque a ella
no le importa y sigue hablando exhibiendo su cuerpo desnudo―. Te guste el desafío o
no.
Niklas sonríe.
―¿Desea comprar a más de una chica? Ciertamente eso se puede arreglar. ―Sin
apartar la mirada de Niklas, llama a las mujeres en el pasillo―. Les sugiero que entren
aquí y logren que esta habitación se limpie.
Las mujeres corren a la habitación y comienzan a limpiar a la vez: quitando las
sábanas ensangrentadas de la cama, sacudiendo, barriendo; lucen aterrorizadas. Me
pregunto si las sirvientas viven aquí también. Me pregunto cuántas veces se han
acurrucado juntas en algún lugar como lo estaban en el pasillo mientras este
espectáculo con Sian seguía, y planeaban escapar; o matar a Francesca, demasiado
temerosas de hacer cualquiera.
Sí, no es esta vez, es porque ya te gastaste todo el dinero del cliente en la chica
equivocada.
***
Las cortesanas son llevadas a la mansión minutos más tarde; Miz Ghita viene a
alertarle a Francesca de su llegada a la planta baja.
―¿Por qué no me sigue? ―le dice Francesca a Niklas―. No, por favor deje a sus
chicas aquí. Me gustaría la oportunidad de hablar con usted en privado.
―Por favor, no me dejes sola… durante mucho ―susurro, pero no tan bajo
como para que Francesca no pueda oírme.
Niklas se inclina y presiona sus labios sobre los míos. Se aleja y abro mis ojos,
mirando hacia él, fingiendo estar atemorizada.
―Nadie la lastimará aquí. ―Le escucho decir a Francesca, pero nunca aparto los
ojos de Niklas―. Sheila ―llama en voz alta, una de las sirvientas deja de sacudir y se
para atenta―. Ve por dos guardias y mantenlos fuera de esta habitación. Nadie entra o
sale si no es de tu personal.
Niklas
Estoy preocupado por haber dejado a Izzy sola en este lugar. Sé que puede
encargarse de sí misma hasta cierto grado, y ―no puedo creer que vaya a decir esto―
sé que conservará su papel, pero es Emilio el que me preocupa. Acabo de comprar ―y
golpear― a la mujer de la que creo que él podría estar enamorado, y que acaba de dar
a luz a su hijo, aparte de su hermana, soy su persona menos favorita en esta mansión.
"Naomi", como ya sabe todo el mundo aquí, es mi punto débil. Y Emilio es del tipo que
va directamente al punto débil.
Francesca se acerca.
―Dijiste algo más temprano esta noche ―comienza―. Acerca de una traición
familiar. ―Hace girar su mano por la muñeca―. ¿Qué su hermano lo traicionó? No
puedo sino sentir empatía. ―No sabes el significado de esa palabra―. Tenemos mucho
en común ―añade.
―Sí, eso parece ―digo. No, no tenemos nada en común, eres una loca.
―No puedo dejar de querer profundizar más dentro de esa cabeza tuya
―continúa―. Ambos somos almas dominantes que prosperan en el poder; ambos nos
deleitamos en el castigo; ambos hemos sido traicionados por nuestros hermanos, y
parece que ambos tenemos una debilidad que no podemos ocultar.
―¿Niklas?
―Hablemos sobre algo más, ¿podemos? ―sugiere―. Deduzco que ese amor es
un tema sensible para ti; lo es para mí también; me gusta hablar de ello tanto como a
ti. Dime sobre tu hermano, entonces.
―Mató a la mujer que amaba. ―¿Por qué estoy contándole esta mierda tan
libremente? ¿Tan fácilmente? Le tomó a Jackie más tiempo que esto el conseguir
cualquier cosa de mí, y la había estado follando por semanas. Quizás es porque
Francesca es una completa extraña, y nunca la veré otra vez después de que todo haya
acabado. Porque estará muerta. Quizás solo necesito sacar todo. Oh, qué lindo. Escogí
una lunática como psicóloga.
―¿Hermano mayor?
Asiento.
Sonrío oscuramente.
Sonríe.
―No sabes nada sobre mí o mi hermano ―digo―. ¿Cómo sabrías si fuera leal y
devoto a él?
―Porque tu hermano aún está vivo. Si una de mis hermanas hubiera matado al
hombre que amo, mi venganza no tendría misericordia y sería rápida. La lealtad no es
diferente al amor; haces cosas por ella que de otra manera no harías; sientes una
terrible y consumidora necesidad de responsabilidad por mantenerla; vas más allá
por demostrarla; y más que todo, aceptas el dolor que crea porque negarlo sería negar
la lealtad en sí misma. La única diferencia entre la lealtad y amor es que por amor,
haces todas esas cosas porque deseas hacerlo, y lo haces una y otra, y otra vez. La
lealtad es aprendida, el amor es orgánico.
―Puede que estés en lo cierto ―digo, volviendo a mirarla―. Pero aún no sabes
suficiente sobre mí como para estar teniendo esta conversación. ―Me levanto del
sofá―. Mis disculpas, pero realmente necesito irme. Gracias por la tarde. Estaré en
contacto.
―Puedo decir que eres muy fuerte, estás destinado a grandes cosas
―continúa―, justo como yo antes de hacer algo con ello, antes de medir el momento y
tomar lo que era mío. Pero por todo el poder que mantiene tu máscara en su lugar,
detrás de ella, siento como si hubiera un alma herida, muriendo por liberarse. Y
amaría estar más familiarizada con ella.
―¿Y qué piensas ―empiezo―, que esta alma herida muriendo por liberarse,
está destinada a hacer?
Toca mi labio inferior con la punta de su dedo; sus ojos oscuros barriendo mi
boca.
―Mata a tu hermano ―susurra sobre mis labios, rozando los suyos contra los
míos―. Cobra tu venganza, y entonces toma lo que es tuyo por derecho.
Desliza su lengua en mi boca; mi cuerpo, no mi mente racional, reacciona a la
carne cálida. Mis manos rápidamente encuentran sus caderas, sujetando la carne en
mis dedos rígidos; presiono su cuerpo contra la puerta, arrancando la túnica que se
abre enfrente de mí, sus pechos desbordando mis manos. La beso fuertemente,
hambrientamente.
Enderezo mi traje.
―Me gustaría quedarme más tiempo ―digo―. Pero seré honesto contigo; no me
siento bien dejando a mis chicas solas con tu hermano enojado vagando sin su correa.
Francesca sonríe, y entonces cierra su túnica sobre ella, suelta, de modo que
sus pechos están aún fácilmente a la vista.
―Entiendo perfectamente ―dice. Camina hacia mí, estira su mano y pasa sus
dedos hacia abajo por la longitud de mi corbata. Parece estar pensando algo y
entonces dice―: ¿Por qué no te unes a mí otra vez mañana antes de irte? Solo tú y yo;
deja a tus chicas en tu hotel. Eso me dará también tiempo adicional para pensar a cuál
de mis cortesanas te mostraré la próxima vez. Mañana puedo tener cinco o siete de
ellas para que mires.
Y eso me dará tiempo suficiente para averiguar cómo voy a sacarte de esta
mansión, atarte y amordazarte para poder recoger el día de pago.
***
―Lo siento, Niklas ―dice Izabel, como Naomi, mientras entro en la habitación
sin Francesca―. Traté de hablar con ella, decirle que no le harías daño si cooperaba,
pero no me escucha.
Miz Ghita ―bajo las órdenes de Francesca de darme lo que sea que necesitara
antes de escoltarnos fuera de la mansión― está parada en la puerta abierta,
esperando.
―Le daré algunas ropas ―dice, y entra en la habitación con nosotros y abre el
clóset.
―Muéstrame.
―Abre tus piernas y muéstrame ―repito, esta vez con un aire de advertencia.
Agarrando la parte trasera de su cabeza con una mano, tiro la píldora por su
garganta con la otra, empujando mi dedo profundamente de modo que sé que la ha
tragado. Se atraganta, empuja mi agarre, sus ojos humedeciéndose por la picazón.
Entonces cierro su boca con una mano y la sostengo allí firmemente.
―Traga.
En cierta forma, sí. Por otro lado, esta reacción en particular hacia su cabello
siendo robado, no me sorprende tampoco.
Las puertas del elevador se abren y nos encaminamos a nuestra suite. Bajo a
Sian sobre la cama en el dormitorio privado opuesto al área de la sala principal, y hago
un barrido a la habitación buscando cualquier aparato electrónico en caso de que
hayamos tenido algún visitante indeseado mientras estuvimos en la mansión. Izabel y
Nora esperan en la sala principal sin romper el personaje.
―Maldita sea, mujer ―digo, riendo, soltando las palabras entre dientes.
¡Bang! Pequeños puntos negros aparecen ante mis ojos cuando mi cabeza
golpea la pared.
―Al diablo con esto. ―Escucho decir a Izabel―. Me voy a la cama. ―Y escucho la
puerta del cuarto privado ser cerrada.
Tomo a Nora por su garganta y cambiamos lugares; la azoto tan fuerte como
puedo contra la pared, mirando su cara, nuestras narices casi tocándose; mis dedos
van alrededor de su garganta y su mandíbula. He querido hacer esto como revancha
por mucho tiempo, perra.
―¿Pensaba que podrías manejarlo? ―le gruño de regreso―. Hice lo que tenía
que hacer, pudo haber sido mucho peor.
―¿Qué carajos está mal contigo? ―sisea, mirando hacia mí―. ¿Creía que nunca
te salías del personaje? Tengo que decir, estoy decepcionada.
―¿Cómo es eso?
Me inclino hacia ella, empujándome contra ella incluso aunque pelea para
quitarme de encima; es todo un acto, me tiene justo donde me quiere. Estoy tan duro
como una jodida roca. Y ella lo sabe; puede sentirlo entre sus piernas, esa mirada en
su cara no tiene precio. Restringiendo su mano izquierda contra el suelo, tomo su
labio inferior con mis dientes y lo muerdo, lo suficientemente fuerte para que duela,
pero no lo suficiente para que no le guste; su otra mano está enredada en la parte
trasera de mi cabello, jalándolo.
―Te diré qué, Nora Kessler ―digo, soltando su labio de mis dientes―. Pondré
mi polla dentro de ti y podemos dejarlo así.
Ella ríe.
―No realmente, no. ―Me presiono contra ella, dejándola sentirlo, y tomo su
labio inferior con mis dientes de nuevo. Ella trata de darme una bofetada para
alejarme, pero solo sonrío y me froto contra ella más furo―. Pero de verdad solo
quiero poner mi polla dentro de ti, he tenido un día realmente estresante, y es como
quiero relajarme. Te gustará, lo prometo. ―Entonces estiro mi mano libre y abro mis
pantalones de vestir, deslizándolos sobre mi trasero solo lo suficiente para así poder…
trabajar.
Nora trata de patearme lejos de ella, (vamos bebé, sé que eres más fuerte que
eso) pero la sostengo abajo sin dificultad.
Izabel
―Siento que esto te haya pasado ―le susurro, aunque creo que no puede oírme.
***
―Está haciendo pis. ―Mira a la puerta del baño, y después a mí, como si se
estuviera asegurando que Niklas no puede escuchar lo que está a punto de decir. Una
sonrisa se desliza en su boca―. Él…
Niklas
Izabel está sentada en el balcón cuando salgo del baño en mis bóxers. Paso a un
lado de Nora, caminando a través de la habitación principal con la cama gigante, ella
fue una buena follada, no estoy seguro si lo haré de nuevo, pero nunca digas nunca.
Me reúno con Izzy afuera.
―Niklas ―dice una vez que me siento en la silla de hierro forjado frente a ella;
una mesa a juego nos separa―. Sé que no eres uno de los habladores, pero quiero
preguntarte algo personal.
Deslizo mis codos atrás en los brazos de la silla, entrelazo mis dedos sobre mi
regazo y estiro mis piernas cómodamente. Siendo una punzada de culpa, pero la
ignoro.
―No, no soy de los que hablan ―digo―, ¿pero qué quieres saber? A menos que
sea sobre… ―señalo con mi pulgar hacia la habitación, indicando a Nora―, cualquier
cosa que haya pasado con ella la noche pasada.
Ella sacude su cabeza.
―No, no es sobre eso ―dice y la punzada de culpa anterior se convierte en
decepción, por qué, no tengo idea, pero no me gusta.
Siento que sus ojos quieren mirarme, pero continúa mirando hacia el frente,
mirando hacia los cientos de tejados salpicando la ciudad a sus pies. Tengo el
presentimiento de que esto es serio.
―Alguna vez… bueno, solo me estaba preguntando si tú, o alguien más en
nuestra Orden, incluso cualquiera que ustedes conocieran cuando tú y Victor
trabajaban para Vonnegut, se haya tenido alguna vez que preocupar sobre…
embarazos… ¿o haya tenido que tratar con niños?
Me encuentro sorprendido, ¿se dónde carajas ha salido esto?
―No me digas que estás embarazada, Izzy, eso sería la misma cosa que estar
orinando en mi Cheerios.
Izabel me miró duramente.
―¡No! ―dijo rápidamente, como si mientras más lo creyera hubiera más
oportunidad de que fuera verdad―. No, definitivamente no estoy embarazada. ―Se ve
ofendida; me río internamente―. Estaba pensando en eso por… Sian. Cuando yo
estaba en el complejo, las chicas se embarazaban todo el tiempo.
―¿Qué tiene que ver eso conmigo o cualquier otro en nuestra Orden?
Realmente estás preguntando sobre Victor, ¿no es así?
La mirada en sus ojos responde la pregunta antes de que sus palabras lo
hicieran. Traga nerviosamente y mira de nuevo a la ciudad.
―No hagas esto algo que no es ―me regaña―. Es una preocupación legítima,
considerando nuestra línea de trabajo, ¿qué pasa si alguien se embaraza? ¿Cómo es
que Victor, o incluso tú, tratarían con los embarazos?
No me puedo sacudir el sentimiento que la razón por la que Izabel está
preguntando esta clase de cosas, tiene más significado de lo que está mostrando. Pero
como sea, no me importa indagar más a fondo en su cabeza. Está bien, tal vez quiero
indagar un poco, bueno, quiero indagar mucho. Pero no voy a hacerlo. No es de mi
jodida incumbencia.
―Tú y James Woodard ―comienzo―, son dos de los pocos que no han sido…
castrados. ―No puedo evitar reírme cuando Izzy me mira con disgusto, sus cejas
arriba sobre su frente, se ve ofendida, era lo que estaba buscando.
―No somos animales ―dice―. No somos castrados, ¿me estás diciendo perro?
No, Izzy, realmente no eres un perro…
Río de nuevo, dejando mi cabeza caer hacia atrás. Entonces la miro y digo:
―Todos somos unos jodidos animales, especialmente ese adoptado hermano
tuyo con el que eres tan suave.
―Fredrik no es un animal, Niklas ―lo defiende, decepción en su voz―. Pero no
deberías juzgar, tú no eres tan humano.
―Lo admito, soy un animal ―digo―. Y si alguna vez le preguntas a Gustavsson
tú misma, admitiría la misma cosa; de cualquier manera, para responder tu extraña
pregunta: vender bebés no es nuestro estilo; Victor tal vez sea un bastardo asesino a
sangre fría ―no pude resistirme―, pero nunca recurriría a algo como eso.
―¿Entonces qué haría? ―Me mira directamente. ¿Qué eso en sus ojos? ¿Miedo?
¿Esperanza? ¿Un poco de ambos? Maldición, me está matando no saberlo. Está
escondiendo algo, ¿pero qué?
―Para empezar ―digo alzando mi dedo índice―, Victor, como sabes, es todo
precauciones, primero y principalmente. La mayoría de nuestra Orden que no han sido
esterilizados, es un mandato que lo esté. Las excepciones son personas como Woodard
quienes ya tienen familias, o miembros quienes puedan beneficiar a la Orden de
alguna forma quedando embarazadas.
Por la mirada sorprendida en la cara de Izabel, es obvio que mi querido
hermano no había tenido tiempo de decirle esta parte todavía. Sonrío imaginándome,
frotando mis manos metafóricamente en mi mente, emoción por ser el que le diga las
noticias, cualquier pequeña cosa que pueda hacer la vida de mi hermano más difícil,
voy a tomarla.
―¿Beneficiar a nuestra Orden por quedar embarazada? ―Parece confundida,
tal vez queriendo haberme escuchado mal.
Asiento sonriendo, y entonces enciendo un cigarrillo.
―Algunos operativos quienes trabajan en el interior ―comienzo―, como ya
sabes, tienen que fingir sus papeles, al cien por ciento, lo que incluye comenzar
familias y mezclarse con la sociedad que vive en casas con vallas blancas. Un operativo
en el que trabajé con Vonnegut había estado casado con una mujer encubierto por
quince años, tuvo seis niños con ella antes de que dejara La Orden.
Izabel sacude su cabeza con incredulidad.
―¿Cómo es eso una misión de encubierto? ―pregunta―. Después de quince
años y una familia, ¿cómo sigue siendo una misión? Creo que para entonces era algo
muy diferente.
―Para algunos, seguro ―digo, asintiendo inhalando mi cigarrillo―. Y estoy
seguro que ese operativo amaba a los niños que había hecho con su esposa, tal vez
incluso amaba a su esposa, pero un buen operativo, como Victor por ejemplo, aún
puede dibujar la línea incluso después de quince años de matrimonio; él seguiría
siendo capaz de hacer lo que tiene que ser hecho cuando y si el momento llega.
―¿Qué estás intentado decir, Niklas? ―Me fulmina con la mirada.
Estoy intentando decirte, Izzy, decirte sin rodeos, que mi hermano puede que
te ame, pero siempre será Victor Faust, que tarde o temprano, va a darse cuenta que
eres sólo otra Claire.
―Estoy intentando decirte ―digo en voz alta―, que no hay lugar para niños en
nuestro mundo. Nunca lo ha habido y nunca lo habrá. Y si un operativo se embaraza, o
deja embarazada a una mujer, tendrá que encargarse de ese operativo de la manera en
que Victor considere apropiada; en algunos casos, podría despedir al operativo, darle
un pase libre para vivir su vida, pero puedes apostar tu culo a que él o ella serían
vigilados hasta el día que mueran.
―¿En otros casos? ―pregunta.
Me encojo de hombros, y entonces respondo:
―Sólo digamos que casi todo el mundo ha arreglado eso, Izzy.
Me mira directamente.
―Excepto por mí ―dice, buscando en mi rostro por respuestas, algún tipo de
entendimiento que tal vez sólo yo puedo darle―. ¿Por qué crees que Victor no me ha
presionado para la esterilización?
―Bueno, por un lado ―digo―, no está preocupado que quedes embarazada
porque no puede embarazarte.
―¿Y por otra parte?
Espera.
Pero me encuentro sin palabras que decir, nunca esperé ser abofeteado en la
cara por esto, de todas las cosas. ¿Por qué mi hermano no solamente la presionó sino
que le ordenó esterilizarse? Es muy impropio de él, tan distinto a Victor que no creo
nunca antes haber estado tan confundido como lo estoy ahora.
―¿Niklas?
Me recuperé y miré a Izzy.
―Como dije, no puede dejarte embarazada así que no hay razones para que te
preocupes. ―Poniendo mi cigarrillo en el cenicero de la mesa entre nosotros, me
inclino hacia ella―. ¿Por qué me estás preguntando estas cosas, de todas maneras? Y
no digas que sólo tienes curiosidad. Hay más en esto que eso; se ve en tu cara.
Izabel
Niklas
Izabel aparta la mirada de mis ojos, se encoge de hombros; igual que yo, está
encubriendo el verdadero peso de su respuesta.
―Nadie va a ponerte un maldito dedo encima, Izzy ―digo, mirándola a los ojos;
ella mantiene su mirada hacia delante en los tejados―. Esa es la razón por la que
Victor me envió aquí contigo, porque sabe que nada de eso te sucederá conmigo a tu
lado. ―Hago una pausa, buscando su cara por algo todavía oculto, y agrego―: Pero no
es esta misión la que te preocupa, ¿o no?
Ella no responde.
―Sabes ―digo, mirando los tejados con ella―, si tuviera algo que decir al
respecto, no tendrías permitido ir a México.
―Entonces es algo bueno que no tuvieras que decir algo al respecto ―espeta.
―Oye, entiendo por qué quieres ser parte de esto, pero es el último lugar en el
mundo en el que deberías estar.
―Ya hemos tenido esta discusión ―señala―. ¿Por qué te importa, de todas
maneras, lo que hago o a dónde voy?
Miro por encima de mi hombro para ver a Nora parada debajo de la entrada del
balcón, sus brazos cruzados.
Me sonríe.
Hay un ¡crash!, dentro de la suite, y los tres salimos corriendo a través de las
puertas del balcón. Sian se está levantando del suelo junto a una lámpara derribada
cuando la encontramos.
―¡Aléjense de mí! ―grita, alzando una mano hacia nosotros mientras intenta
equilibrar su peso en el suelo con la otra―. ¡Aléjense! ¡AYUDA! ¡QUE ALGUIEN ME
AYUDE!
Izzy corre hacia el costado de Sian y la abraza, cubriendo su boca con la mano.
Sian intenta quitársela, pero sigue demasiado débil para hacer otra cosa que luchar; la
droga que le di anoche todavía está saliendo de su sistema.
―¿Dónde está mi bebé? ―chilla suavemente―. Por favor, tienen que dejarme ir.
Con un suspiro, me muevo hacia ellas, y a medida que más me acerco, más
retrocede Sian de mí y entra en los brazos de Izzy. Me agacho frente a ella, pero
mantengo un metro de distancia para que no se sienta amenazada por mí más de lo
que ya está.
―Lo lamento ―le digo―, pero no hay nada que pueda hacer para recuperar a tu
bebé; habría sido demasiado sospechoso y ninguno de nosotros habría salido de esa
lugar con vida.
―¡Esa zorra está loca! ¡Tienes que regresar por mi bebé! ¡Y Emilio!
―Lo amo ―dice, el resentimiento alzando su voz―. Me ama. ¿Y quién eres? ¿Por
qué me estás diciendo estas cosas? ¿Por qué me tienes aquí? ―Entonces empieza a
llorar y lucha nuevamente contra Izabel―. Te envió para probarme, ¿cierto? ―Está
histérica―. ¡Matará a Emilio! ¡No, lo que dije es mentira! ¡No me ama! ¡Lo juro!
―No puedo decirte quiénes somos ―digo―, pero vas a decirme algo.
―Estoy buscando una chica ―comienzo―, una chica en particular que sé que no
está en esa mansión… probablemente es una de las cortesanas de madam Moretti.
¿Dónde están sus cortesanas?
Los ojos de Sian se disparan entre Nora parada detrás de mí y yo. Está insegura
de decirme algo, pero está comenzando a confiar en nosotros.
―Las cortesanas viven por todas partes en la ciudad ―dice―. Tienes sus
propios hogares; los Moretti ni siquiera tienen que vigilarlas mucho, no como a las
chicas de la mansión. Son leales a esa mujer demente; están instaladas con todo lo que
necesitan: ropa, atención médica, comida, ¿quién querría escapar o reportar a los
Moretti a la policía? Viven mejor que la mayoría de las personas. Y están protegidas.
―Sacude la cabeza, mira al suelo―. Quise ser una cortesana… ―vuelve a sacudir la
cabeza―, no debido al sexo o al dinero, sino porque era una manera de salir. Ese era
mi plan y el de Emilio: convencería a su hermana para conseguir que me liberara del
servicio, para ser una cortesana, más pronto de lo normal, y luego de que estuviera en
mi propia casa, lograríamos escaparnos.
―¿Y creíste que haría eso? ―dice Izabel detrás de ella―. Estuvo jugando
contigo, usándote. Un hombre como Emilio no conoce nada sobre el amor. Es un
bastardo de corazón frío, mira lo que le ha hecho a esas chicas a tu alrededor.
―No ―lo defiende Sian, volviendo la cabeza en ángulo para poder mirar a
Izabel a los ojos―. Emilio nunca heriría a esas chicas, no como madam lo hace. Las
azota, lo sé, y las maltrata muchas veces, pero sólo porque tiene que hacerlo. ―Los
ojos de Sian caen sobre mí―. Estoy asumiendo, ¿igual que tú anoche cuando me
golpeaste? ―No hay falta de condena en su voz.
Asiento.
―Debido a Emilio ―dice Izzy―. Ella lo ama y quiere que él la ame, pero matar a
Sian ―Izabel me mira―, sabía que eso lo empujaría al límite; nunca la perdonaría. Pero
el bebé, eso lo cambió todo; la traición final, y entonces eso fue algo que Francesca no
podía perdonarle. Haría lo que fuera por vengarse de su hermano: matar a Sian, o
venderla a alguien, un hombre, que no solamente la lastimaría, sino la violaría
diariamente, era su venganza final contra su hermano.
―Basta de todo esto ―dice Nora, caminando alrededor de mi silla en sus bragas
y camiseta sin mangas, sus brazos cruzados―. Cuéntanos sobre las cortesanas; ¿cómo
las encontramos?
―No… no lo sé. Todo lo que sé es lo que dije. Lo siento. ¿Qué van a hacer
conmigo?
Esa es la pregunta apremiante: ¿qué demonios voy a hacer con esta chica? Todo
el plan se ha ido a la mierda ahora que he gastado todo el presupuesto del cliente en
Sian; ahora que la tengo aquí y no a Olivia Bram.
―Mi familia vivía en Miami cuando fui secuestrada ―dice―. Pero eso fue hace
mucho. No sé si tengo familia ya. Pero no entiendes… no puedo irme de aquí sin Emilio
y nuestra hija. No lo haré.
Me levanto de la silla.
―Izzy ―digo, acercándome al armario con sólo los bóxer puestos―. Voy a
encontrarme con Francesca en media hora. Tú y Nora van a quedarse con la chica;
Nora te pondrá al corriente, y no discutas conmigo al respecto; Francesca solicitó
específicamente encontrarse conmigo a solas.
―Bien. ―Me saco los bóxers y me pongo un par fresco, luego tomo un traje
limpio del armario. Necesito una jodida ducha, pero tendrá que esperar.
―No, Izzy ―le digo, abotonando mis pantalones―. Deberías quitarte la ropa
más a menudo frente a las personas, es agradable allí abajo.
Me gruñe.
―¿Estoy suponiendo ―dice Nora―, que necesitas que una de nosotras contacte
al cliente y le deje saber que tendremos a Francesca para él? ¿A qué hora deberíamos
decirle de la reunión para la entrega?
―Nunca iba a suceder, Izzy. Sabías que iba a ser así. Sé que tenías esperanza,
sobreviviste, después de todo, pero tu situación fue una en un millón. Lo siento, pero
no hay nada que podamos hacer por Olivia Bram.
Pero tengo un plan. Algo de lo que analicé con Nora anoche. Me siento mal por
no despertar a Izzy para dejarla entrar en la discusión, pero es lo que es.
El trabajo de Nora e Izabel es velar por Sian, sobre todo para que no trate de
correr y terminar causándonos algún problema y empacar todo; dejar el hotel y
esperarme en el avión privado.
Izabel
―Por favor, estoy agradecida de que me estén ayudando ―dice Sian―, pero no
puedo salir de Italia sin Emilio y nuestra hija. ¡Simplemente no puedo!
Me giro para verla de pie a mi lado; no puedes ayudar a esa chica, sus ojos me
dicen.
Estoy diciendo lo que hay que decir para conseguir que confíen en nosotros, mis
ojos le dicen.
Nora asiente.
―Ven con nosotros ―le digo―, y cuando salgas por esa puerta, simplemente
mantén la calma y actúa con normalidad, saborea tu primera experiencia real de
libertad; piensa en tu hija y Emilio y en reunirte con ellos pronto, y te prometo que lo
harás si sólo confías en mí.
―Sí.
Niklas
Francesca se pasea por una línea de nueve cortesanas todas de pie en una fila
confusa: dos de ellas siguen preguntando qué está pasando; dos más me están dando
miradas de “vete al infierno”; una está llorando porque piensa que hizo algo mal y fue
traída aquí para ser asesinada; las otras cuatro piensan que busco comprar sus
servicios y estaban felices de satisfacerme hasta que las rechacé. Ahora están también
diciéndome con sus ojos que me vaya al infierno.
―Muy bien. ―Miz Ghita me mira con odio y se va, cerrando la puerta.
Francesca da un paso más en esa provocativa manera y rodea con los dedos la
pequeña cerradura en el pomo de la puerta, dándole vuelta. Está vestida con otra bata
hoy, blanca, por supuesto, pero carente de sangre de chicas inocentes. Y apuesto a que
no hay nada de debajo de esta.
―Ayer por la noche ―dice, acercándose a mí―, después de que te habías ido,
pensé mucho acerca de nuestra reunión.
―¿Y? ―Doy una calada a mi cigarrillo; estoy en el sofá, los dos pies en el suelo,
con las piernas separadas.
Sonríe débilmente.
―Y me gustas, Niklas ―dice―. Nunca he conocido a nadie como tú, y creo que
podríamos aprender mucho del otro.
Se detiene frente a mí; su cabello largo y oscuro cubre sus hombros. Coloco el
cigarrillo en el cenicero en la mesa final.
Ella sonríe. Entonces suelta la correa que sujeta la bata y queda desnuda ante
mí. La túnica cae al suelo.
Deslizando mis manos de sus muslos exteriores al interior, las muevo hacia
arriba y abajo de la carne sensible, sintiendo el calor bajo mis palmas.
―¿Eso es todo? ―digo, y muevo mis dedos entre sus labios húmedos, sin entrar
en ella, cierra los ojos, saboreándolo―. ¿Hay algo más?
―Está bien ―dice, y se sienta a mi lado―. Seré directa entonces, tengo una
propuesta para ti.
Ella gira mi cabello entre sus dedos, su brazo alrededor de la parte de atrás de
mi cuello.
―Me conoces demasiado bien ya ―le digo, y toco con mis labios una esquina de
su boca.
―Y aquí conmigo ―me sucede con esa voz sedosa―, tendrás el respeto que te
mereces; nunca vas a vivir a la sombra de otra persona; nunca tendrás que
preocuparte por el dinero porque se te pagará más de lo que jamás hayas visto en tu
vida ―mira profundamente mi ojos―, y harás lo que quieras, follar a quien quieras
follar, desfigurar a quien quieras desfigurar, y nunca se me ocurriría quitarte algo que
es legítimamente suyo.
Iba a matarme… después de todo lo que había hecho por él, mi hermano iba a
matarme. Y la chica de la que estaba enamorándose, la chica a la que traté de matar,
tuvo más misericordia por mí que él.
Sólo estoy vivo hoy a causa de ella. Y soy una persona diferente hoy a causa de
ella.
―Sabes ―digo, deslizando una mano entre los muslos de Francesca y apretando
la carne―, tengo que admitir, tu oferta es tentadora.
―¿Qué pasa con Emilio? ―pregunto, y luego tiro de su pezón con los dientes.
―No hablaba de eso ―le digo, y luego le beso la garganta―. Estoy hablando,
¿pensé que lo amabas?
―Lo amo ―dice, jadeando―, pero eso no quiere decir que tenga que
contenerme por él; él no se contuvo por mí, ¿verdad? ―Es tan cortante, esta, es otra
forma en que piensa que está vengándose de Emilio.
―Y, ¿qué pasa con esa chica tuya? ―dice con voz entrecortada en mi boca―.
¿Supongo que entiendes la línea entre el amor y la lealtad?
Con las piernas de Francesca envueltas alrededor de mí, su culo en mis manos,
me levanto con ella a horcajadas sobre mi cintura, y la llevo a la gran mesa de madera
entre dos grandes ventanales que dejan entrar una abundancia de luz natural. Y la
dejo sobre él, empujando el contenido de este fuera del camino, esparciendo artículos.
Abro sus piernas delante de mí con las manos. Pero cuando veo su cara, mirándome
con esos ojos oscuros sin fondo, le doy la vuelta sobre su estómago en su lugar,
tirando de su cuerpo hacia abajo así sus pies tocan el suelo. Quiero hacerle daño;
quiero descargar mis frustraciones en ella, y lo haré.
Ella grita cuando la penetro rudamente; sus manos agarran el borde de la mesa,
pero está demasiado lejos de su alcance así que presiona sus dedos contra la madera
plana para un mejor agarre. Envolviendo la parte trasera de su largo cabello alrededor
de mi mano dos veces, tiro de su cuello hacia atrás, y la follo desde atrás con abandono
violento.
―Eso es todo, Niklas. ―Oigo su voz entrecortada en algún lugar en medio de la
rabia en que mi mente se ha convertido―. Eso es… descárgate en mí. Toda tu ira, tu
odio, así es como me gusta, violento y cruel.
Empujo más duro, no sabía que era posible y ella grita mi nombre, una y otra
vez; su voz ahogada por el placer y el dolor y se queda sin aliento lentamente cuando
tiro de su cabeza hacia mí.
Y el rostro de Victor.
Y el rostro de Claire.
Una lágrima cae por mi mejilla. Aprieto mis malditos dientes y empujo más
fuerte. Francesca grita, y no me detengo hasta que me vengo. Y cuando he terminado,
salgo y me echo encima de ella; su espalda subiendo y bajando con respiraciones
pesadas; empuja su culo hacia mí, con ganas de más.
―Síííí, Niklas ―susurra con voz sedosa, empujando su culo hacia mí con más
fuerza, como si mi charla de venganza, castigo y muerte la excitara―. Debes matarlo.
―Voy a acabar con él ―le digo, y muerdo el otro lado de su cuello―. En donde
le va a doler más. Pero nunca lo voy a matar porque es mi hermano y lo amo.
―Tan leal ―dice Francesca como si se burlara de mí―. ¿Qué vas a hacer
entonces? ―pregunta―. ¿Dónde le harás más daño?
Pero me detengo en seco cuando veo a una de las hermanas de Francesca, la sin
nombre que tenía sus ojos en mí durante la primera reunión antes de descubrir a la
verdadera Francesca.
Mierda…
―Te voy a mostrar la forma más segura de salir de aquí ―dice, y luego coloca el
arma en mi mano, es mi arma, me doy cuenta.
¿Qué coño…?
―Ve por el lado izquierdo de la mansión ―dice con urgencia en su voz―. Verás
tu auto estacionado. Voy a subir a comprar más tiempo. Si madre entra en la
habitación, no saldrás de la propiedad.
Ella sonríe, empuja la puerta y me voy sin decir nada más. Sólo cuando estoy
dentro de mi auto, salgo de la propiedad sin recibir un disparo en la puerta, y llego a
tres kilómetros de la mansión, dejo escapar el aliento. Mis dedos están blancos en el
volante; una vena palpita en el lado izquierdo de mi cabeza thumpthumpthumpthump
rápidamente.
Niklas
Izabel
¿Qué he hecho? ¿Por qué me siento tan… como la peor persona del mundo?
―Niklas… ―trato de decir, pero me doy cuenta que el sonido de mi voz muere
antes de que su nombre salga.
―¡Emilio!
Cuando Emilio la ve, alivio y angustia invaden sus rasgos; no puede moverse
hacia ella al menos que quiera recibir un disparo, pero él… oh Dios mío, sí la ama.
Puedo verlo en sus ojos.
―Los seguí cuando dejaron la mansión ―dice Emilio, pero no puede apartar sus
ojos de Sian―. Ahora déjenla ir; déjenla ir o los mataré.
―¿Quiénes son ustedes? ¡Lo sabía! Son un fraude. Sian, ¿te hicieron daño? ¿Él te
tocó? ―Su voz empieza a subir, empieza a moverse hacia delante de todas formas,
queriendo llegar a Sian, hasta que Niklas y Nora le recuerdan quién está a cargo, y se
detiene.
―Ellos me ayudaron ―dice Sian por sobre las pocas filas de asientos―. Nadie
me lastimó, Emilio.
Los ojos de Emilio se mueven rápidamente entre Sian y Niklas; tiene una clara
necesidad de respuestas.
―Sal del avión ―le advierte Niklas a Emilio, caminando hacia adelante para
forzar a Emilio a retroceder.
―Siéntate ―le digo a Sian, y me levanto del asiento. Bajo la mirada hacia su
torturado rostro, buscando su mirada, esperando hacerla confiar en mí―. Por favor
solo espera aquí; déjame hablar con ellos.
―Retrocede, Izabel.
―Niklas, por favor… se aman, hasta eso es obvio para mí; déjalo entrar al avión.
―Mentira. ―Niklas mantiene sus ojos y arma fijas en Emilio―. Este hijo de puta
está enfermo; la familia entera está demente; ¡se folla a su hermana por el amor de
Dios!
―¡Nunca la he follado! ―ruge Emilio. Sube de nuevo las escaleras a pesar de las
armas apuntadas a su rostro. (Por favor no le dispares, Niklas, por favor no le
dispares)―. Francesca y yo fuimos cercanos toda nuestra vida, más cercanos que
cualquiera de nuestras hermanas; éramos todo lo que el otro tenía… y tienes razón,
¡nuestra familia está demente! Pero Francesca, mientras crecía, su amor por mí
evolucionó a algo… diferente. Nunca me rendí a él completamente, pero hice lo que
tenía que hacer… ¡Y nunca la follé! Necesita ayuda, siempre la ha necesitado. Pero no
voy a ser el que le ayude, he querido irme por años.
―¿Entonces por qué estás todavía aquí? ―pregunta Niklas, y puedo darme
cuenta que no cree una sola cosa de lo que Emilio está diciendo… o no quiere
hacerlo―. ¿Por qué rendirse ante Francesca siquiera?
―Francesca era una perra malvada. ―Niklas dice lo que piensa―. Le concedo
eso, pero además de la mierda que hizo a puerta cerrada, no parecía mucho más… su
seguridad inclusive era una broma para mí. Si temías que te siguiera, dudo que
hubiera llegado lejos.
―Nuestra hija ―dice Sian, llorando, palpando el rostro de Emilio con sus
manos―. ¿Dónde está?
―Tengo un plan, amor. ―Emilio besa sus labios, su nariz, sus ojos, el moretón
debajo de un ojo―. Solo estoy feliz de que estés bien. ―Mira a Niklas―. Gracias, no
estoy seguro de quién demonios eres, y todavía no me agradas, pero gracias por
ayudar a Sian.
Emilio nos mira a los tres en turnos, inseguro, reacio, pero agradecido y
ultimadamente dispuesto.
¡Esto no puede ser real! ¡Un golpe de suerte sólido e inesperado para encontrar
a Olivia Bram! Pensé que de seguro la esperanza estaba perdida, que nunca
estaríamos cerca de llevarla a casa. Bajo la mirada a la mano de Emilio, casi temerosa
de tomar el dispositivo por miedo a que solo se desvaneciera y todo fuera solo un
sueño.
―Es suyo ―dice Emilio, urgiéndome a tomarlo.
―Gracias.
Justo antes de que Emilio lleve a Sian a bajar los escalones, se suelta de su
mano y lanza sus brazos alrededor de mí.
Ni siquiera le responde.
Emilio y Sian le asienten a Nora por último, justo antes de descender los
escalones y desaparecer de la vista.
―¿Niklas? ―digo.
―¿Qué?
Los tres revisamos los perfiles de las chicas en la memoria por veinte minutos,
más de cien de ellos, hasta que finalmente ocurre un milagro y vemos el rostro de
Olivia mirándonos fijamente, la misma marca de nacimiento debajo de su ojo
izquierdo, del tamaño y forma de la astilla de una almendra, cabello castaño y ojos
castaños y cansados. La vida le ha pasado la factura, pero está viva.
―Tal vez podemos terminar esta misión con algo para mostrar ―dice Nora―.
Llevarle a su hija de vuelta podría ser suficiente para satisfacerlo; Victor puede decirle
al cliente que Francesca Moretti fue asesinada en defensa propia, que no pudo haber
sido evitado.
―Estoy listo cuando ustedes lo estén ―dice―. Nora, quédate aquí; si alguien
viene a buscarnos, avísame. No quiero caminar hacia ninguna emboscada cuando
volvamos.
―¿No lo estuve? ―Niklas está siendo jocoso, sabe que está llena de mierda, yo
sé que está llena de mierda―. Entonces cuando esté de vuelta, no te importará tratar
otra vez.
―Voy a dejar esto claro, si Olivia Bram no está ahí, no podemos esperarla, y no
podemos quedarnos aquí por otra noche; sé que quieres salvarla, pero…
―Lo que sea o quien sea ―dice, manteniendo sus ojos en el camino―, va a estar
enojado, y va a estar buscándonos a los tres. Había cámaras en cada cuarto de esa
mansión, estoy seguro de que estoy en cámara… matando a Francesca, entre otras
cosas.
Y nuestro ADN, en las copas de vino; las huellas dactilares de Nora en la pared
donde Niklas la azotó; mi cabello por todo el piso. En realidad todo fue inevitable; si
las cosas hubieran salido como lo planeado y hubiéramos conseguido secuestrar a
Francesca, todavía estaríamos siendo perseguidos hasta cierto punto, pero si hay un
Papá Oso ahí afuera más terrorífico que Francesca, eso cambia mucho las cosas. La
única cosa que me consuela es que sin importar qué rastros de nuestras identidades
tuvimos que dejar atrás, todos somos todavía muy difíciles de encontrar, no teniendo
verdaderas vidas fuera de La Orden de Victor, sin evidencias en papel, sin nada de
nada. Pero todo lo que se requiere es un desliz, una pequeña cosa, y podíamos
terminar tan muertos y olvidados como las personas que estábamos contratados para
matar.
Creo que Dorian Flynn sabía que algo no estaba bien al segundo que recibí la
llamada, cuando Victor le dijo que no encontrara en un viejo barco de pesca llamado
Valerie Lou. Pero el chico vino de todas formas, y tengo que respetarlo por eso. Los
tres hemos estado navegando sobre el agua, adentrándonos en el mar por una hora
ahora, pero siento el bote desacelerando, escucho los engranajes cambiando mientras
nuestro conductor, Mack quien trabaja para Victor también, finalmente nos detiene en
el desolado Atlántico. El bote apesta a pescado, pero estoy acostumbrado a vivir en la
costa; y está lleno con viejos anzuelos y secas redes rotas y… bueno es una mierda de
bote y voy a necesitar una ducha después de esto.
Por unos cuantos minutos todo lo que puedo escuchar es el agua golpeando
gentilmente un lado de Valerie Lou mientras se balancea en la superficie. Nadie habla.
Nadie se aclara la garganta. Nadie se mueve así que ni siquiera el sonido de la tela
interrumpe al sonido del agua. Pero a pesar del casi perfecto silencio, los
pensamientos pasando por todas nuestras mentes, mayormente la de Dorian, estoy
seguro, son suficientemente altos como para ser escuchados.
Entonces Dorian se inclina y se saca una bota, solo una bota, lo que encuentro
divertido.
Se pone de pie.
―No voy a tratar de convencerlos de otra cosa ―continúa, mirando solamente a
Victor. Sonríe, y una clase de paz pasa por sus ojos debajo de la luz de la luna―. Una
parte de mí quiere hacerlo, pero la verdad es que siempre tenía miedo de hacerlo por
mí mismo, así que me están haciendo un favor.
―Me aseguraré que Tessa obtenga la llave de la caja fuerte ―dice Victor.
―Gracias.
Más silencio.
Pero siempre hablaba sobre esas cosas como si fueran una broma; hacía
comentarios sabiondos y reía y entonces más tarde estaba en una cama con alguna
chica al azar porque el sexo era lo que lo hacía sentir mejor, típico de Dorian Flynn; no
puedo decir que soy demasiado diferente en ese aspecto, en realidad. Regularmente
me pregunto si él no fuera de la manera que era, descarado y temerario y bocazas
porque quisiera morir en el campo. Pero no me importaba demasiado, empatía o no,
Dorian era su propio hombre, y nunca fui su cuidador. Tenía, y aún tengo, suficiente
con mis propios demonios con los que lidiar, y lo mío era suficientemente pesado
como para llevarnos a nosotros cuatro al fondo del Atlántico con Valerie Lou. La única
diferencia entre yo y Dorian en este momento es que él quería morir y yo no estaba
listo. Aún.
―Como leí en los archivos que Dan Barret me dio ―comienza Victor―, los
muchos archivos que tú, Flynn, les diste traicionándome, me encontré con algo
bastante interesante.
¿Oh? Esto era nuevo para mí, también. Alzo una ceja, escuchando atentamente.
―Lo sé ―dice, y entonces alza sus ojos―. Lo sé… creo que la única cosa que
lamento, Victor, es que tú lo hayas leído.
Entonces Dorian se gira, colocando su espalda hacia Victor, y sus ojos hacia la
vastedad del océano ante él. Tengo que preguntarme qué está pensando, porque
siempre me pregunto sobre lo que un hombre está pensando cuando sabe que está a
punto de morir. Encuentro más y más que estoy bastante intrigado con el
pensamiento: ¿Qué está pensando? Que tan solo eso me está envolviendo como un
asesino.
―Entonces ¿le dijo a sus superiores todo lo que pasó con Nora? ―pregunto―
¿Todo lo que fue dicho?
―Sí.
―No podía permitir que la traición de Flynn se deslizara a través de las grietas.
―Mira hacia el agua―. Me molesta inmensamente que incluso lo haya reconsiderado,
incluso por el bien de Izabel. Pero hice lo que tenía que ser hecho. Y seguiré haciendo
lo que debe ser hecho. Izabel tendrá que entender.
―¿Y si no lo hace?
―Lo hará.
Asiento y digo:
―Bueno si significa algo, creo que ella entenderá. Es fuerte, Victor; tal vez es
demasiado emotiva a veces, pero creo que está en esto para largo plazo. ―Hago una
pausa, miro hacia arriba y continúo―: Y nunca podría estar seguro antes, pero
realmente creo que no está comprometida a esta vida solo por ti. La quiere por sí
misma también.
―Sí, lo hace.
―Este trabajo con Kenneth Ware de encontrar a este asesino serial ―dice―, te
lo estoy dejando completamente a ti. Haz con él lo que quiera hacer, trabaja con Ware
tan cercanamente como quieras, toma la misión por ti mismo y obtén el pago
completo. ―Mira por delante de él―. Tengo demasiado en mi plato donde Vonnegut y
La Orden son importantes, para estar ocupándome con otros, menos importantes
asuntos, no importa cuánto dinero esté en juego.
―Entiendo.
Ese último comentario, se sintió como una advertencia, dirigida hacia mí.
―Bueno no te preocupes por mí; sé que me fui hasta el fondo un rato después
de Seraphina, pero creo que voy a estar bien, estoy bien ahora. ―No estoy bien. Solo
diferente.
―Creo que ese es ―dice Izabel cuando llegamos a una puerta a un lado de la
calle―. Segundo piso.
―¿Quiénes son? ―Llega una voz suave pero exasperada a través de la grieta.
―Soy Izabel. ―Señala en mi dirección―. Y este es Niklas.
Izabel me mira, sin estar segura de qué decir, pero entonces regresa y
responde:
―Tenemos algo para ti; si nos dejas entrar puedo explicarte. Sólo tomará un
minuto.
―Lo siento ―dice la chica y va a cerrar la puerta―, pero lo que sea no estoy
interesada.
La chica queda inmóvil con un agudo pero silencioso jadeo; sus ojos se lazan de
un lado a otro entre Izabel y yo. Le toma un momento, pero intenta volver a cerrar la
puerta.
―No. no lo soy. Mi nombre es Alana. Y estoy ocupada, por lo que tendrán que
disculparme…
―No sé quién demonios son ustedes ―dice, casi tartamudeando―, pero será
mejor que salgan de mi apartamento o llamaré a seguridad.
―Tu nombre es Olivia Bram ―dice Izabel, moviéndose con cuidado hacia ella―.
Fuiste secuestrada cuando tenías quince años mientras estabas de vacaciones con tus
padres y has estado perdida por siete años. Vinimos para llevarte a casa. ―Izabel
tiende la mano, supongo que para calmar a Olivia porque ella se ve asustada, pero
Olivia da otro paso hacia atrás―. Tu padre se encuentra aquí en Italia esperándote
―agrega Izzy.
―Mi nombre es Alana ―dice la chica, que sin lugar a dudas es Olivia Bram, y
entonces alcanza un pequeño cajón en la mesita detrás de ella que sostiene la lámpara.
―No busques el arma ―la advierto, golpeando con mi dedo índice el costado de
mi arma presionada contra mi muslo―. No estamos aquí para hacerte daño, sólo para
llevarte a casa.
―Esta es mi casa ―dice Olivia, y hay un tono mordaz en sus palabras cuando
cambia el miedo por desafío―. No me voy a ir a ninguna parte. ―Se cruza de brazos
encima de la blusa negra; la parte superior de tres botones ha quedado desabotonada,
revelando su escote. Usa una larga falda negra suelta que cae hasta sus rodillas. Está
descalza.
―Tu padre te ha estado buscando por años, Olivia ―dice Izabel, siguiéndola.
―A esas personas no les importas una mierda ―la interrumpe Izabel―. Y sólo
te protegen porque eres su fuente de ingresos. ¿Qué crees que sucederá cuando seas
mayor, y los clientes bien pagos quieran a alguien más joven para satisfacer sus
fetiches enfermizos? ¿Crees que los Moretti van a pagarte tu vivienda y poner comida
en tu mesa cuando dejes de darles beneficios?
―No espero vivir tanto tiempo ―responde Olivia; una pequeña sonrisa se
desliza en sus labios―. Que se vaya a la mierda el hacerse vieja, mis tetas no se
mecerán hasta mis rodillas cuando muera. Voy a morir hermosa, fuerte y sexual, voy a
morir de la misma manera que viví. Y todavía tengo mucho tiempo. ―Menea sus
caderas cuando se aproxima a Izabel, deteniéndose frente a ella y alargando la mano
para tocar el rostro de Izabel.
Izzy se lo permite.
―No sé qué demonios le sucedió a tu cabello ―dice Olivia, alisando con sus
dedos la mejilla de Izabel―. Pero eres hermosa. Podría arreglarlo para ti; podría hacer
muchas cosas para ti… ―me mira y sonríe―, por ambos, si me dejaran.
Olivia echa la cabeza hacia atrás y ríe, entonces se aparta, pasa a mi lado y
regresa a la sala en dirección a la puerta principal.
―Creo que deberían irse ―dice, poniendo la mano en el picaporte―. Tengo un
cliente en veinte minutos.
―Vas a venir con nosotros ―exijo―. Aunque tenga que ponerte sobre mi
hombro…
―Sí, lo haremos ―digo―, tan pronto como esta chica se ponga unos malditos
zapatos…
―No ―dice Izzy suavemente, y mis hombros rígidos se suavizan con una caída
desalentadora―. Ella está rota y no hay nada que podamos hacer para ayudarla.
―No le digan a mi padre que me encontraron ―dice Olivia―. Si viene aquí, sólo
terminará haciendo que se suicide. Y además, no quiero verlo. Nunca quise volver a
verlo. Esa vida acabó. ―Y entonces cierra la puerta en nuestras caras; la cerradura de
metal al otro lado se desliza en su lugar.
No hablo de camino al avión, pero mi silencio no se debe solamente a que no
hayamos podido ayudar a Olivia. Todo tipo de mierda pasa a través de mi cabeza,
desde las pocas personas que me importan, a las muchas que no. E incluso en el avión,
sobrevolando el océano, me mantengo retraído. Nora me pregunta una vez sobre esa
sugerencia de “volverlo a intentar”, pero no le doy importancia y a ella no parece
importarle. Izabel quiere hablarme, pero tiene miedo de decir algo. Y es mejor de esa
manera. No puedo hablar con ella en este momento; Izzy menos que todas las
personas.
Cuando partí en esta misión, pensé que tal vez podría encontrar en mí alguna
manera de perdonar a mi hermano. Quería. Porque él es lo único que tengo en el
mundo. Pero simplemente no pude hacerlo. Y ahora sé que nunca lo haré, algunas
cosas no pueden ser perdonadas. ¿Me matará por lo que he hecho? Nah. No es como si
lo hubiera delatado a desconocidos, solamente pateé su jodido castillo de arena.
Construirá uno nuevo. Y yo podría patearle ese también.
Izabel
Estar en casa nunca se ha sentido tan bien; pasados unos pocos días, se
sintieron más como semana y si no vuelvo a ver ese lugar de nuevo, no me quejaré.
James Woodard es la primera persona que veo cuando los tres, incluyendo
Niklas, entramos, nerviosos, al edificio en nuestra sede de Boston. Se ve mejor que
cuando lo vi por última vez, no tan enfermizo.
―¿Está todo bien? ―pregunto.
Él se acerca a mí con un portátil escondido debajo de su brazo.
―Mucho mejor ―responde―. Pensé que tenía un ataque al corazón poco
después de que se fueron; corrí al hospital y descubrí que sólo estoy estresado. ―Se
ríe―. El doctor me preguntó qué hacía para ganarme la vida y yo dije: Trabajo para
una organización de asesinato subterránea; soy su chico informante, y el médico rió y
dijo: Bueno, mi sugerencia es que le diga a su jefe que le dé unos días de descanso o va
a matarlo a usted también.
Me río.
―Victor está arriba en su oficina ―me dice―. Está esperando.
Trago saliva, calmando mi respiración, trato de calmar mis nervios. James y yo
miramos a Niklas al mismo tiempo, probablemente pensando en lo mismo: ¿uno de
ellos va a matar al otro? Trato de respirar y calmar mis nervios.
―¿Qué le pasó a tu cabello? ―dice James.
Toco mi cabello y poso como si fanfarroneara.
―Me corté el cabello; ¿no te parece? ―Sólo sonrío.
Niklas se aparta de nosotros y se dirige directamente hacia el ascensor; Nora y
yo lo seguimos.
―Niklas, por favor no hagas nada de lo que te arrepentirás ―declaro cuando
ocupamos el ascensor.
―Es probablemente mejor si me dejan solo con mi hermano.
―No, no lo es ―le digo―. Voy a entrar ahí contigo.
―¿Asustada de que me mate? ―Niklas sonríe.
Sí… una pequeña parte de mí tiene miedo, pero no sé por qué.
―No ―digo, porque la mayor parte cree que no lo hará―. Sólo quiero estar allí.
Cuando bajamos del ascensor, el pasillo se siente más corto de lo habitual; en
cualquier momento llegaremos a las puertas dobles de la sala de reuniones y mi
corazón late con fuerza violentamente contra mis costillas. Niklas no pierde el tiempo,
empuja una puerta y la atraviesa, o no tiene miedo a las represalias de Victor, o está
totalmente preparado para enfrentarlo, creo que es ambas cosas.
Niklas es la única persona a la que Victor reconoce cuando entramos en la
habitación. Se pone de pie desde la mesa alargada de reuniones, deja las manos en la
parte superior de la misma, con la espalda arqueada.
―Niklas. ―Victor asiente.
―Victor. ―Niklas asiente.
La tensión en la sala ya me sofoca.
―Izabel, Nora, necesito que salgan. ―La voz de Victor es calmada, pero se siente
ominosa. Todavía no nos mira.
Excelente. Sabía que esto iba a suceder.
―Victor…
―Ahora.
Finalmente sus ojos se encuentran con los míos desde el otro lado de la larga
mesa, y en ellos hay algo que no creo haber visto nunca. Un escalofrío se desliza hasta
la parte de atrás de mi cuello. No necesito más palabras; Nora y yo giramos sobre
nuestros talones y salimos inmediatamente.
Niklas
Sonrío. Doy una calada. Asiento. Escucho. Vamos a decirlo todo. Sonrió un poco
más.
―Cree lo que quieras sobre lo que pasó esa noche ―dice―. Pero no sabía que
estabas enamorado de Claire…
―¡No digas su nombre! ―rujo, apuntando dos dedos hacia él, el cigarrillo entre
ellos. Me aparto de la mesa y continuo―. Nunca me digas su nombre otra vez.
―Pero eres bueno en eso ―digo, con frialdad―. Eres muy bueno en hacer que
la gente crea que es alguien que no eres, Izabel será la próxima en morir a causa de
tu…
―Aparte de Claire ―hablo, con calma―, ¿quieres saber lo que más me duele?
―Que realmente pensaras que fui a esta misión para destruirte. ―Niego; mi
corazón se siente pesado―. Quiero decir que el pensamiento cruzó mi mente, pero
nunca pensé en realmente hacerlo; nunca fue mi verdadera intención. Fui, Victor ―mis
palabras se convierten en hielo―, porque no me gustaba que Izabel estuviera allí. ¿Y
sabes qué? ―Doy un paso hacia él, se mantiene firme, y lo miro a los ojos. Empiezo a
decir una cosa, sobre Izabel, pero decido no hacerlo y digo otra―. En cuanto a matar
Francesca Moretti, sí, al final, lo admito, y no me arrepiento, la maté porque quería; lo
hice con el único propósito de hacerte la vida más difícil.
―Pero no fue hasta ese momento ―le digo, mirando hacia atrás―, ni algún
momento antes de eso, que hice alguna cosa por despecho.
―El cliente ―le digo―, puede encontrar a su hija con facilidad. Volvimos por la
chica por el último minuto y tratamos de llevarla a casa, pero ella… en palabras de
Izabel, estaba demasiado rota. No es mi problema. ―Rodeo mi barbilla y luego
agrego―. Voy a pagar al cliente el dinero adeudado. Tengo un montón de dinero, y
realmente no me importa una mierda nada de eso. Tengo cosas más importantes por
las que preocuparme.
―Lamento lo de Claire.
―A la barra ―contesto.
―Yo… quería decirte en el avión que… no quise decir lo que dije, que fuiste
egoísta y oportunista, Niklas, sé que salvaste a Sian porque no querías verla morir. Y lo
siento.
Empiezo a alejarme.
Ella asiente, dándome las gracias con los ojos, y entonces me deja ir.
Izabel
Victor
En el momento en que la puerta se cierra detrás de ella, la sonrisa desaparece
de mi rostro. Miro fijamente a la puerta por un largo rato, pensando. Hay tanto en lo
que pensar, tanto que considerar. Me doy vuelta hacia la mesa y abro las correas de mi
maletín. Dentro hay un archivo devolviéndome la mirada, el que adquirí
recientemente de Dan Barrett. Lo saco del maletín y lo coloco en la mesa, deslizando
mis dedos por las hojas de papel fotocopiadas atrapadas dentro. Lo abro en la primera
página. Y luego leo la escritura de Dorian Flynn de nuevo por quinta o sexta vez:
―No estoy segura para qué me trajiste aquí, si no es para echar un polvo, pero
me alegra que llamaras.
Le lanzo una paca de billetes de cien dólares, y luego una segunda. Y luego una
tercera.
Jackie mira fijamente el dinero en sus manos, con los ojos ensanchados, el color
verde resaltado; alguien como ella probablemente nunca ha visto mil dólares de una
sola vez, y mucho menos sostener cincuenta.
―¿Qué demonios? ―Levanta la vista hacia mí―. ¿De dónde sacaste esto?
―Trabajé por ello. ―Me dejo caer de nuevo a su lado en la cama, cruzando los
tobillos―. Es tuyo.
―Claro que puedes ―insisto, apartando sus manos, el dinero aún en ellas―. Y lo
harás. Porque lo mereces.
―Oye, eso no es… Niklas, pensé que nunca pagabas por sexo. ―Sonríe. Y se
ruboriza como una jodida muñeca kewpie: realmente no tengo idea de qué es una
muñeca kewpie, si se sonroja, o de dónde vino esa referencia.
―Maldición mujer, ¿te tienes en tan alta estima así que te pagaría cincuenta mil
dólares por, qué, diez noches contigo o algo así?
―No te estoy dando el dinero por el sexo ―le digo―. Sólo quiero que consigas
salir de ese apartamento de mala muerte que tienes; comprarte algo bonito; tal vez
llevar a esa sobrina tuya a Disneyland, o lo que les guste hacer a los niños pequeños…
ese puto país de las maravillas de Harry Potter, no sé… simplemente que salgas y
pases un buen rato.
―Oye, nada de esa mierda emocional ―le digo―. Me pone incómodo. ―Ella
sonríe y estiro la mano y limpio otra lágrima de su rostro, y luego sonrío también―.
Simplemente pienso que eres una buena amiga, Jackie, y esos son un poco difíciles de
encontrar.
Sonríe abiertamente.
―Que un hombre puto y estúpido como tú pudiera ser tan… dulce.
―Hago lo que quiero ―digo y la beso con fuerza y luego bajo entre sus piernas.
Hago lo que quiera… porque soy dueño de mí mismo. Y lucharé por lo que sea
que necesite para estar completo. Quien sea que necesite para estar completo.
FIN
Incluso los asesinos profesionales necesitan
vacaciones, pero para Victor Faust, sus vacaciones en
Venezuela son algo más que relajación y tiempo a solas
con Izabel Seyfried. Es una oportunidad para
sincerarse con Izabel: decirle la verdad sobre por qué la envió a Italia con su hermano,
la verdad detrás de su interés por Nora Kessler y sobre su conocimiento del hijo de
Izabel con su antiguo captor. Pero antes de que Victor pueda volcar su alma, la
realidad demuestra que, para algunos asesinos, las vacaciones son sólo quimeras.
Pero cuando todo haya terminado, puede que Victor no tenga la fuerza para
recoger lo que queda y seguir adelante. Porque el evento lo cambia. Porque el amor lo
cambió. Y porque, a diferencia de antes cuando pensaba que eso era lo mejor, no
puede imaginar una vida sin Izabel en ella.
Traductores
Adaly
âmenoire
Apolineah17
AsheDarcy
Ateh
Flochi
Jenn Cassie Grey
Mae
Martinafab
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Simoriah
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