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EL PECADO EN EL MUNDO

¿Qué es el pecado?

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar
ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en
primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado
no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la
vida del hombre y sobre la historia” (n. 386). El pecado consistió en que el “hombre, tentado por el diablo, dejó morir
en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento
de Dios”2. De este modo, “el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección
de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien”

Consecuencias del Pecado.


Las consecuencias no son sólo personales. La ruptura con Dios trae una ruptura con la comunidad ya que existe en
el mundo una solidaridad más amplia que la meramente biológica. Por ello las consecuencias del pecado no se limitan
al pecador concreto. El pecado paradigmático : “se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y
del mal” (Gn 3, 5). Todo pecado, en el fondo, tiene esa misma intención: ser como dioses; no importa su contenido.
Pero hay que subrayar que la ruptura de la amistad original tiene lugar por la intervención de la libertad humana; no
se trata, por tanto, de un destino fatal del hombre

El Catecismo de la Iglesia describe muy bien de qué modo las Escrituras manifiestan las consecuencias pecado: “La
armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las
facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la unión entre el hombre y la mujer es
sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). La
armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf. Gn 3,17.19). A causa
del hombre, la creación es sometida “a la servidumbre de la corrupción” (Rm 8,21). Por fin, la consecuencia
explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se realizará: el hombre “volverá al polvo del
que fue formado” (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf. Rm 5,12)”5. El pecado no
es, por tanto, el incumplimiento de una ley exterior, sino la infidelidad a una Persona, de quien se ha recibido la vida
y su sentido. Bien lo explicita el Concilio Vaticano II: “Lo que la Revelación divina nos dice coincide con la experiencia.
El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos
males, que no pueden tener origen en su santo Creador. Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su
principio, rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su ordenación tanto por lo que
toca a su propia persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la creación” (Constitución Gaudium
et spes, N° 13).

El pecado no es la última palabra.


Sin embargo el pecado no dice la última palabra. “La Biblia muestra reiteradamente que, cuando Dios creó el mundo
con su Palabra expresó satisfacción diciendo: ‘que era bueno’ (Gn 1,21), y cuando creó al ser humano con el aliento
de su boca, varón y mujer, dijo que ‘era muy bueno’ (Gn 1,31). El mundo creado por Dios es hermoso. Procedemos
de un designio divino de sabiduría y amor. Pero por el pecado se mancilló esta belleza originaria y fue herida esta
bondad. Dios, por nuestro Señor Jesucristo en su misterio pascual, ha recreado al ser humano haciéndolo hijo/a y le
ha dado la garantía de unos cielos nuevos y de una tierra nueva (cf. Ap 21,1). Llevamos la imagen del primer Adán,
pero estamos llamados también desde el principio a realizar la imagen de Jesucristo, nuevo Adán (cf. 1 Cor 15,45). La
creación lleva la marca del Creador y desea ser liberada y ‘participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Rm
8,21)’” Por lo tanto, el alejamiento que el ser humano experimenta con respecto a Dios, se contrapone con la cercanía
que Dios tiene con el ser humano en la persona de Jesús. Jesús, que significa “Dios salva”, se hace historia y se encarna
en el vientre de la Virgen María. Así se planifica toda la historia de la salvación: el ser humano no logra romper con
su pecado lo que Dios quiere restablecer con su amor y su gracia. Ante esta misión salvadora de Jesús, se puede decir
con San Pablo: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5,20).

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