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JURÍDICO-CONSTITUCIONAL CUBANO
DURANTE LOS AÑOS 1933-1939. EL TRÁNSITO
HACIA UN NUEVO ORDEN CONSTITUCIONAL
Introducción
Uno de los elementos cardinales y distintivos de nuestra historia, intrínseco
además a la forja de la nacionalidad y al legado cultural cubanos, ha sido, sin
lugar a duda, nuestra prestigiosa tradición constitucionalista. Desde los inicios
del movimiento constitucional en España, a principios del siglo xix, para los
criollos se convirtió en necesidad imperiosa el hecho de que los destinos de la
Isla se rigieran por una Ley Fundamental.
Imbuidos por las ideas del Iluminismo del siglo precedente, los anhelos
constitucionales no solo buscaban la consagración jurídica de los llamados
derechos naturales o ponerle coto a las arbitrariedades de la dominación colo-
nial, sino que obedecían al requerimiento de una ordenación interna, tanto en
lo jurídico, económico, político y social, acorde con la realidad de Cuba, bien
distinta a la de la Metrópoli.
En las primeras décadas decimonónicas Cuba se hallaba en estado de plena
efervescencia política, donde los sucesos ocurridos en España a raíz de la ocu-
pación napoleónica, si bien no hicieron que Cuba fuera parte del eslabón de
colonias que se alzaron en busca de la emancipación, sí produjeron la eclosión
*Licenciado en Derecho.
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1
Ver Francisco Ayala: El problema del liberalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1941,
p. 16.
2
Eduardo Torres-Cuevas: “Los Orígenes del Liberalismo: Apuntes para un debate”, en Colectivo
de Autores: El liberalismo en el devenir histórico de América Latina y Cuba, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1994, p. 13. Para profundizar más sobre el tema del Estado Liberal y su
crisis puede consultarse “La Estructura Constitucional del Estado Liberal”, en Manuel García-
Pelayo: Derecho Constitucional Comparado, Alianza Universidad, Madrid, 1991, pp. 141 y ss.
También, pese a que abordan el tema de un modo mucho más general, pueden leerse Oswald
Spengler: La Decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, S.A., Madrid, 1950; y Max Weber:
Economía y Sociedad, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971.
3
Ver Hartmut Kaelble: Desigualad y Movilidad Social en los Siglos xix y xx, Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social, España, 1994, p. 40.
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Como dijera Fernando Álvarez Tabío: “El Estado moderno hubo de impo-
nerse como tarea fundamental la ordenación de una nueva justicia social,
basada en la satisfacción del interés general con preferencia al individual”,4
por lo que en las diferentes esferas del pensamiento humano, comenzaron a
experimentarse profundas transformaciones que respondían a tal panorama.
En el ámbito jurídico propiamente, a partir de inales del siglo xix y princi-
pios del xx, aparecieron muchos autores relevantes de la talla de León Duguit,
Maurice Hauriou, Herman Heller, Carre de Malberg, Carl Schmitt y
Hans Kelsen, para citar solo a algunos, los cuales se adentraron en una nueva
teoría del Estado, del Derecho, de la Constitución, donde el hombre empezó
a ser visto, no como un ente aislado con el derecho de desarrollar su esfera
individual hasta los límites en que interfería en la esfera de otro, sino como
parte de un conglomerado social con ines, derechos, necesidades y obligacio-
nes de interés superior.5 Estas nuevas doctrinas se volcaron hacia la búsqueda
de fórmulas que garantizaran eicientes sistemas de previsión social e ins-
trucción pública,6 y, rompiendo con todos los esquemas individualistas que
hasta ese entonces habían prevalecido, comenzaron a legitimar la interven-
ción del Estado en la esfera social, en la economía, en las relaciones privadas.7
Otro de los rasgos característicos de estas corrientes fue la importancia que se les
dio a los Servicios Públicos, al punto de que Duguit no solo los consideraba un
4
Fernando Álvarez Tabío: Origen y Evolución de los Derechos del Hombre, Imprenta UCAR,
García y CIA, La Habana, 1942, pp. 16-17.
5
Así vemos cómo Herman Heller considera que “… aunque que solo los hombres son capaces
de proponer conscientemente ines, el Estado, como toda institución humana, tiene una función
objetiva y social distinta los ines subjetivos de los hombres que lo forman; (Herman Heller:
Teoría del Estado,traducción de L. Tobío, Fondo de Cultura Económica, México, 1942, p. 225.)
y Carre de Malberg, aunque en otra dirección, reconoce que el Estado es “una colectividad
pública que se sobrepone a todas las agrupaciones particulares de orden doméstico o de interés
privado, o inclusive de interés público local, que puedan existir entre sus miembros”. R. Carre
de Malberg: Teoría General del Estado, versión española de José Lión Depetre, Fondo de
Cultura Económica, México, 1948, p. 22.
6
Ver lo que dicen al respecto Maurice Hauriou: Principios de Derecho Público y Constitucional,
traducción de C.R. del Castillo, Instituto “Editorial REUS”, Madrid, 1927, p. 119; y Duguit
en León Duguit: La Transformación del Estado, Traducción por Adolfo Posada, Francisco
Beltrán. Librería Española y Extranjera, Madrid, s/f, p. 118.
7
Ejemplo de ello es Kelsen, quien comienza dejando bien sentada la inexistencia de un Derecho
Natural, considerándolo incompatible con un orden positivo y con una teoría cientíica del
Estado, para después plantear: “Again and again the attempt is made to derive from the very nature
of the State and the human individual a limit beyond wich the competence of the State must not
be expanded, the freedom of the individual must not be limited. his attempt is typical of the
theory of natural law. A scientiic theory of the State is not in a position to establish a natural limit
to the competence of the State in relation to its subjects. Nothing in the nature of the State or the
individuals prevents the national legal order from regulating any subject matter in any ield of
social life, from restricting the freedom of the individuals to any degree. he competence of the
State is not limited by its nature; and in historical reality the actual competence of the diferent
States is very diferent. Between the liberal State of the nineteenth century and the totalitarian
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state of our days there are many intermediate stages”. Hans Kelsen: General heory of Law and
State, Harvard University Press, Massachusetts, 1946, p. 242. También Hauriou deiende la
que él llama “intervención del legislador” en las relaciones de trabajo, en todo lo concerniente
a los contratos, a la jornada laboral, a los seguros y al descanso semanal. Maurice Hauriou:
Ob. cit., p. 160.
8
No hay más que ver el concepto de Estado dado por Duguit: “El Estado no es (…) un poder
de mando, una soberanía; es una cooperación de servicios públicos organizados y controlados
por los gobernantes”. León Duguit: Manual de Derecho Constitucional, traducido por José G.
Acuña, Francisco Beltrán, Librería Española y Extranjera, Madrid, s/f, p. 71.
9
Carl Schmitt: Teoría de la Constitución, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1934,
p. 187.
10
La Constitución mexicana de 1917, en su artículo 5 prohíbe la concertación de contratos de
trabajo que menoscaben la libertad del hombre, así como regula que nadie puede ser obligado
a la prestación de trabajos personales sin que medie consentimiento y justa retribución. Por su
parte en el artículo 46 de la Constitución española de 1931 se establecía que el trabajo era una
obligación social protegido por las leyes. Ver la Constitución mexicana de 1917 y española de
1931 en Jorge de Esteban: Constituciones Españolas y Extranjeras, Biblioteca Política Taurus,
Madrid, 1977, t. II, pp. 445-509 y t. I, pp. 310-343, respectivamente.
11
Véase cómo la Constitución colombiana estipula en su Artículo 10 que la “propiedad es una
función social que implica obligaciones”. En ese mismo orden, en el Art. 10 de la Constitución
de Chile de 1925 se consigna: “El ejercicio de la propiedad está sometido a las limitaciones o
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reglas que exigen el mantenimiento y el progreso del orden social, y, en tal sentido, podrá la ley
imponerle obligaciones o servidumbres de utilidad pública a favor de los intereses generales
del Estado, de la salud de los ciudadanos y de la salud pública”. Moisés Poblete Troncoso:
Evolución del derecho social en América, Editorial Nascimento, Santiago-Chile, 1942, pp. 385 y
386.
12
Adolfo Nieto Piñeiro-Osorio: El concepto de Constitución, Imp. Fernández Solana y Ca.,
La Habana, 1952, p. 45.
13
Ver: “La Constituyente de 1940 es una lección de madurez nacional. El período 1935-1940.
Entrevista con Berta Álvarez Martens”, en Julio César Guanche: La Imaginación contra
la Norma. Ocho enfoques sobre la República de 1902, Ediciones la Memoria, Centro Cultural
Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2004, p. 20.
14
Adolfo Nieto Piñeiro-Osorio: Ob. cit., p. 45.
15
Uno de los principales exponentes de esta teoría fue León Duguit, según el cual la propiedad no
podía ser vista como un derecho natural, sino como una función social de los detentadores de
capitales, que implicaba la obligación de emplearla en acrecer la riqueza y la interdependencia
social. Ver León Duguit: Manual de Derecho Constitucional, traducido por José G. Acuña,
Francisco Beltrán,. Librería Española y Extranjera, Madrid, s/f., pp. 14 y 276. Esta teoría,
según Fernández Bulté, fue la única que se relejó explícitamente en la Carta Magna de 1940
(art. 87). Ver Julio Fernández Bulté: Historia del Estado y el Derecho en Cuba, Editorial Félix
Varela, La Habana, 2005, p. 297; y Filosofía del Derecho en Cuba, Editorial Félix Varela, La
Habana, 1997, p. 166.
16
Sobre las medidas más signiicativas adoptadas por el Gobierno de los Cien Días, véase: José
A. Tabares del Real: Guiteras, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, pp. 225-227
y 248-257; del mismo autor, “Proceso Revolucionario. Ascenso y Reflujo. (1930-1935)”,
en Instituto de Historia de Cuba: Historia de Cuba. La Neocolonia. Organización y Crisis.
Desde 1899 hasta 1940, Editora Política, La Habana, 1998, pp. 309-310; y La Revolución
del 30: Sus Dos Últimos Años, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 144-147;
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Juan J. Remos: “Gobiernos Provisionales y Transitorios del 1933 a 1940”, en Ramiro Guerra,
José, M. Pérez Cabrera, Juan J. Remos y Emeterio Santovenia (directores): Historia de
la Nación Cubana, t. VIII, Editorial Historia de la Nación, La Habana, 1952, p. 82; Enrique
Hernández Corujo: “Las Transformaciones del Derecho Constitucional Cubano desde el 12
de agosto de 1933”, en Revista Cubana de Derecho, Año XII, No. 4, octubre-diciembre, 1935, La
Habana, pp. 286-289; Lionel Soto: La Revolución precursora de 1933, Editorial SI-MAR S.A., La
Habana, 1995, pp. 644-672; Leonel de la Cuesta: Constituciones de Cuba, Alexandria Library
Incorporated, Miami, 2007, p. 119; y Francisca López Civeira: El Proceso Revolucionario de
los Años 30, Editorial Félix Varela, La Habana, 2000, pp. 138-141. Algunos de los Decretos
emitidos de mayor envergadura, como lo son el Decreto no. 2 059 de 9 de octubre de 1933,
que estableció la autonomía universitaria; el Decreto no. 2 232 de 18 de octubre de 1933,
de repatriación forzosa de extranjeros sin trabajo ni recursos; el Decreto no. 2 513 de 19 de
octubre de 1933. Reglamento para la ejecución del Decreto 1 693 de 1933 relativo a la jornada
laboral; el Decreto no. 2 355 de 25 de octubre de 1933, que creó la Secretaría del Trabajo;
el Decreto no. 2 583 de 8 de noviembre de 1933, más conocido como la Ley Provisional de
Nacionalización del Trabajo; y el Decreto no. 2 605 de 13 de noviembre de 1933. Reglamento
sobre la organización sindical, se pueden encontrar en Hortensia Pichardo: Documentos para
la Historia de Cuba, t. IV, Primera Parte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973,
pp. 73-77; 80-82; 84-88; 89-91; 92-97; 99-100, respectivamente.
17
Ver José A. Tabares del Real: La Revolución del 30. Sus Dos Últimos Años, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 272-274.
18
Enrique Hernández Corujo: Lecciones de Derecho Constitucional, Editora O’Reilly, La
Habana, 1942, p. 32.
19
Ver Fernando Martínez Heredia: Andando en la Historia, RUTH, Casa Editorial, La Habana,
2009, p. 160.
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20
Ver Pedro Martínez Fraga: La Crisis del Régimen Constitucional, Hotel Maylower,
Washington D.C. 1938, p. 23; así como Beatriz Bernal: Constituciones Iberoamericanas, Cuba,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2008, p. 32.
21
Francisca López Civeira: El Proceso revolucionario de los Años 30, Editorial Félix Varela, La
Habana, 2005, p. 189.
22
La presencia de estos últimos partidos vino dada por el ambiente de tolerancia política que se
vivió en Cuba a raíz del creciente movimiento popular en apoyo de la República española y en
contra del fascismo, lo que obligó al Gobierno a otorgar ciertas concesiones a las masas y desarrollar
una política entre cuyas líneas se comprendía la legalización de organizaciones de izquierda, entre
ellas el Partido Comunista. Ver: Federico Chang Pon: “Reajustes para la estabilización del sistema
neocolonial”, en Instituto de Historia de Cuba: Historia de Cuba. La Neocolonia. Organización
y Crisis. Desde 1899 hasta 1940, Editora Política, La Habana, 1998, p. 372.
23
Francisca López Civeira: La Crisis de los Partidos Políticos Burgueses en Cuba: 1925-1958,
Universidad de La Habana, Facultad de Filosofía e Historia, La Habana, 1990, pp. 34-35.
24
Francisco Ichaso: “Algunos Aspectos del Ideario del ABC”, en Conferencias de Orientación
Ciudadana. Los Partidos Políticos y La Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero
13-mayo 15, 1939, La Habana, 1939, pp. 95.
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25
Francisco Ichaso: Ob.cit., p. 101.
26
Juan Marinello: “La Cuestión Social en el Trabajo, la Inmigración y la Cultura. Criterios de
Unión Revolucionaria”, en Conferencias de Orientación Ciudadana. Los Partidos Políticos y La
Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero 13-mayo 15, 1939, La Habana, 1939, p. 240.
27
Gustavo Gutiérrez: “La Discriminación Racial ante la Constituyente”, en Conferencias de
Orientación Ciudadana. Los Partidos Políticos y La Asamblea Constituyente, Club Atenas,
febrero 13-mayo 15, 1939, La Habana, 1939, pp. 177-178. El Partido Demócrata Republicano,
pese a enmarcar el derecho de propiedad en el concepto de función social, muestra cierta
reticencia a la aplicación de medidas intervencionistas coactivas que pudieran inhibir la
iniciativa privada. Por lo visto, el cambio de nombre no signiicó viraje alguno en su política.
Ver Alberto Boada Miquel: “Problemas Constitucionales”, en Conferencias de Orientación
Ciudadana. Los Partidos Políticos y La Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero 13-mayo
15, 1939, La Habana, 1939, p. 226.
28
Adriano G. Carmona: “Conferencia” en Conferencias de Orientación Ciudadana. Los Partidos
Políticos y La Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero 13-mayo 15, 1939, La Habana,
1939, p. 244. Para indagar un poco más sobre la política de PAN puede leerse Impugnación
a la Constitución de 11 de junio de 1935. Resolución del Partido Agrario Nacional, Imp. La
Milagrosa, La Habana, 1935, pp. 19-24.
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29
Blas Roca Calderío: “Por la Igualdad de Todos los Cubanos”, en Conferencias de Orientación
Ciudadana. Los Partidos Políticos y La Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero 13-mayo
15, 1939, La Habana, 1939, p. 261.
30
Adriano G. Carmona: Ob. cit., p. 244.
31
“Programa Constitucional del Partido Revolucionario Cubano”, en Hortensia Pichardo:
Documentos para la Historia de Cuba, t. IV, Primera Parte, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1973, p. 301. Por su parte, el Partido Socialista Independiente exigía la sindicalización
forzosa de todos los trabajadores, sin importar su sector de procedencia. Ver: Claudio E.
Miranda del Pozo: “Conferencia”, en Conferencias de Orientación Ciudadana. Los Partidos
Políticos y La Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero 13-mayo 15, 1939, La Habana,
1939, p. 118.
32
Juan Marinello: Obra citada, p. 140. Sobre la universalización de la educación también habla
el Partido Popular Cubano. Ver Rafael Iturralde: “Partido Popular Cubano. Su intervención
en los Destinos Públicos”, en Conferencias de Orientación Ciudadana. Los Partidos Políticos y
La Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero 13-mayo 15, 1939, La Habana, 1939, p. 327.
33
Blas Roca Calderío: Ob. cit., p. 260. El PRC también se reiere a la concepción de “escuela
activa o escuela social”, que consistía en imprimir a la enseñanza pública el régimen educacional
inalista del trabajo manual, intelectual, profesional y artístico. Ver: “Programa Constitucional
del Partido Revolucionario Cubano”, en Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de
Cuba, t. IV, Primera Parte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 309.
34
Carlos Saladrigas: “Exposición del Programa del Conjunto Nacional Democrático”, en
Conferencias de Orientación Ciudadana. Los Partidos Políticos y La Asamblea Constituyente,
Club Atenas, febrero 13-mayo 15, 1939, La Habana, 1939, p. 278.
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35
Ver: Blas Roca Calderío: Ob. cit., p. 178 y “Programa Constitucional del Partido Revolu-
cionario Cubano”, en Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. IV,
Primera Parte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 302, respectivamente.
36
“Programa Constitucional del Partido Revolucionario Cubano”, en Hortensia Pichardo:
Documentos para la Historia de Cuba, t. IV, Primera Parte, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 1973, pp. 310-311. Partidarios a la autonomía municipal también se mostraron
los Partidos Social Demócrata y Acción Republicana. Ver: Carlos Portela: “Exposición
del Programa del Partido Social Demócrata”, en Conferencias de Orientación Ciudadana.
Los Partidos Políticos y La Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero 13-mayo 15, 1939,
La Habana, 1939, p. 161; y “Puntos Esenciales del Programa Constitucional de Acción
Republicana”, en Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. IV, Segunda
Parte, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 276, respectivamente.
37
Ver Arturo González Alfonso: “Conferencia”; Carlos Saladrigas: Ob. cit.; y Carlos
Portela: Ob. cit., todas en Conferencias de orientación ciudadana. Los Partidos Políticos y La
Asamblea Constituyente, Club Atenas, febrero 13-mayo 15, 1939, La Habana, 1939, pp. 77, 288,
y 159, respectivamente.
38
Ver el art. 16 del “Programa Constitucional de Acción Republicana”, en Hortensia Pichardo:
Documentos para la Historia de Cuba, t. IV, Segunda Parte, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1973, p. 273; y Alberto Boda Miquel: Ob. cit., p. 235.
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República sería elegido por voto popular, por un período de cuatro años, sin posi-
bilidad de reelección y con la facultad de disolver la Asamblea. También habría
un Consejo de Gobierno, cuyo Presidente sería designado por el Presidente de la
República y respondería por la política del Gobierno ante la Asamblea.39
Muy similar era la iniciativa del Partido Unión Revolucionaria Comunista
(fusión posterior del Partido Unión Revolucionaria y el Partido Comunista),
el cual, en sus Bases para el proyecto de Constitución, proponía igualmente
un sistema parlamentario donde el Órgano Legislativo fuese un Congreso
unicameral, cuyos Representantes serían elegidos por sufragio directo, igual
y secreto, en proporción de uno por cada veinticinco mil habitantes. El Poder
Ejecutivo recaería en un Presidente de la República y en un Consejo de
Gobierno compuesto de los Secretarios de Despacho, los cuales responderían
por los actos que refrendaran.40
Por su parte, el Partido Acción Republicana mantenía el Congreso
Bicameral, pero colocaba junto al Presidente de la República un Consejo de
Ministros sobre el cual recaía la responsabilidad de la política gubernativa,
cuyos miembros podían asistir a las sesiones de las Cámaras.41
Hasta ahora hemos podido constatar cómo en Cuba apareció toda una
gama de organizaciones políticas, las que, no obstante enmarcarse en diver-
sas ideologías, mostraban una postura nacionalista y una proyección hacia lo
social, hacia la consagración de intereses populares, hacia una modernización
institucional. Esto denotaba que en el país las ideas se estaban moviendo en
función de encontrar soluciones que estuviesen a la altura de la época que se
estaba viviendo y de los problemas que presentaba el país. También resulta
interesante cómo algunos de estos partidos coincidían en la aplicación de un
sistema parlamentario, o de presidencialismo moderado, en rechazo del sis-
tema de gobierno unipersonal.
39
“Programa Constitucional del Partido Revolucionario Cubano”, en Hortensia Pichardo:
Documentos para la Historia de Cuba, t. IV, Primera Parte, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1973, p. 295.
40
Ver “Bases para el proyecto de Constitución del Partido Unión Revolucionaria Comunista”,
en Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. IV, Segunda, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1973, pp. 305-307.
41
Ver “Puntos Esenciales del Programa Constitucional de Acción Republicana”, en Hortensia
Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. IV, Segunda, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 1973, p. 273.
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sumarse a las teorías más en boga, sino con el propósito de darle soluciones a
la situación política, económica y social en que se sumía el país, la cual since-
ramente brindaba una visión apocalíptica.
La crisis constitucional que abrumaba a la República desde la reforma de
1928 alcanzó su clímax con el derrocamiento de la dictadura. Cuba se iba a
ver estancada por un lapso de siete años en un estadio de provisionalidad
institucional caracterizado por continuos avatares internos, que pueden sin-
tetizarse en el paso de varios gobiernos, la promulgación de varias normas
constitucionales y golpes de Estado. Todo esto podía solo traducirse en una
gran inestabilidad política que postergaba la convocatoria a una Constituyente,
mientras el pueblo anhelaba con ansias dotarse de una Constitución moderna,
consecuente con la época, para así ver cristalizados de alguna manera tantos
años de lucha.42
Tales coyunturas sirvieron de telón de fondo para que muchos de los más
connotados juristas de Cuba —ya fuera a título personal o siguiendo una línea
partidista— expresaran sus criterios sobre cómo debería conigurarse el nuevo
orden constitucional hacia el cual inevitablemente nos dirigíamos, porque
como bien airmara Martínez Heredia, después de 1931, la idea de restaurar
la institucionalidad desapareció para ser sustituida por la de crear un nuevo
orden y una nueva Cuba.43 En discursos, folletos, libros y artículos se emitie-
ron opiniones provenientes de las más variopintas tendencias ideológicas y
políticas, eso sí, atemperadas a las nuevas orientaciones constitucionales que
hemos tratado en el capítulo.
Dentro de los temas más tratados en aquel entonces se hallaba la inclu-
sión de los derechos socioculturales y económicos en la nueva Constitución,
siendo Enrique Gay-Galbó uno de los que exigiera que nuestro nuevo texto
tenía obligatoriamente que guardar un sitio preferencial para la regulación de
instituciones de previsión, de cultura, de beneicencia social, para cuestiones
relativas al trabajo y a la agricultura, y a la supresión del latifundio a través de
la repartición de tierras.44
El gran municipalista Carrera Jústiz también concordaba con la idea de
que la nueva Constitución cubana esbozara de manera amplia la política social
que se debía seguir por el Estado, e incluso iba mucho más allá al proponer
42
Ver Julio Fernández Bulté y Julio Antonio Fernández Estrada: “La Constitución de 1940
desde nuestra perspectiva actual”, en Andry Matilla Correa: Estudios sobre Historia del
Derecho, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009, p. 83.
43
Fernando Martínez Heredia: Andando en la Historia, RUTH Casa Editorial, La Habana,
2009, p. 163.
44
Enrique Gay-Galbó: Nuestro Problema Constitucional, Librería Nueva, La Habana, 1936,
p. 34.
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45
Francisco Carrera Jústiz: La Reforma de la Constitución, Universidad de La Habana,
Facultad de Ciencias Políticas, Sociales y Económicas, La Habana, 1936, p. 20.
46
Ver Juan Clemente Zamora: Nuevas Orientaciones en Materia Constitucional, Editorial
Atalaya, S.A., La Habana, 1939, pp. 10-11. Otro que se pronunciaba a favor de la regulación de
las cuestiones sociales era Eugenio Domínguez Torres. Ver: Eugenio Domínguez Torres:
Cómo debe ser la nueva Constitución Cubana, La Habana, 1939, pp. 125-128.
47
Gustavo Gutiérrez Sánchez: Constitución de la República de Cuba, promulgada el 5 de julio
de 1940, Editorial Lex, La Habana, 1941, p. 13.
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48
Juan Clemente Zamora: Nuevas Orientaciones..., p. 14.
49
Ibídem: Nuevas Orientaciones…, p. 16.
50
Gustavo Gutiérrez: Constitución…, p. 15. Ver también el criterio de Diego Vicente Tejera,
en Diego Vicente Tejera: Los Derechos Individuales no son Incompatibles con un Régimen
Socialista, Editorial Atalaya, S.A., La Habana, 1940, p. 14.
51
Ramón Infiesta: La Crisis del Poder en Cuba, Tipografía de F. Verdugo, La Habana, 1937,
p. 31.
52
Ibídem: La Crisis del Poder…, pp. 34-35.
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53
Francisco Carrera Jústiz: Ob. cit., p. 20.
54
Juan Clemente Zamora: Nuevas Orientaciones..., pp. 30-31.
55
Francisco Carrera Jústiz: Ob.cit., p. 13. La idea del corporativismo en Cuba no era para
nada nueva. Ya desde mucho antes se planteaba la idea de convertir nuestro Congreso, o al
menos una de sus Cámaras, en un órgano corporativo. Al respecto puede verse José Antonio
Ramos: “La Senaduría Corporativa”, en Cuba Contemporánea, año II, t. IV, enero-abril, 1914,
pp. 134 y ss. Ver: También cómo Arturo Mañas proponía sustituir a nuestra Cámara Alta por
un Consejo Económico Corporativo en Arturo Mañas: Sobre una Reforma de la Constitución
Cubana, Imprenta F. Verdugo, La Habana, 1931, pp. 26-27.
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56
Francisco Carrera Jústiz: Ob. cit., pp. 15-16.
57
Ibídem, p. 17.
58
Ibídem: Ob. cit., pp. 18-19.
59
Ramón Infiesta: La Crisis del Poder…, p. 64.
310
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60
Ramón Infiesta: La Crisis del Poder..., pp. 68-70.
61
Ibídem: La Crisis del Poder..., pp. 76-77.
62
Ibídem: La Crisis del Poder…, p. 78.
63
Alberto Blanco: El Momento Constitucional en Cuba, Cultural, S.A., La Habana, 1937,
pp. 23-24.
64
Ver Eugenio Domínguez Torres: Ob. cit., pp. 75-81.
65
Ibídem: Ob. cit., pp. 93-94.
311
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66
Francisco Carrera Jústiz: Ob. cit., p. 25. Ver además el criterio de Eugenio Domínguez, que
proponía la creación de los llamados Concejos de Administración por Comisionados. Eugenio
Domínguez Torres: Ob. cit., pp. 87-91.
67
Francisco Carrera Jústiz: Ob. cit., pp. 27-28.
312
Aproximación al pensamiento jurídico constitucional cubano...
De los proyectos que analizaremos, uno de los más sui generis resultaba
el redactado por César Rodríguez Morini,68 el cual se alejaba de la clá-
sica teoría de la tripartición de Poderes e instituía un Estado dividido en
cinco poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Cultural y Económico-Social.
El Poder Ejecutivo iba a recabar en un Presidente, Jefe Supremo de todos
los Poderes (artículo13). El Legislativo se compondría de tres Cámaras inde-
pendientes: Una sería la Cámara Política, con iniciativa de las leyes civiles,
políticas y gubernamentales (artículo 28). Otra sería la Cámara Jurídica, la
cual tendría la responsabilidad de redactar los nuevos Códigos Civil, Penal,
Mercantil, y de Trabajo (artículo 33), y la tercera Cámara sería la Económica
(artículo 37).
El Poder Judicial, independiente y responsable, estaría formado por
el Presidente del Tribunal Supremo y sus Magistrados, los Presidentes de
Audiencias, los Jueces, los Correctores de Menores y demás funcionarios
judiciales (artículo 39). El Poder Cultural, que estaría compuesto por la
Universidad Nacional y sería una entidad autónoma, separada de la Secretaría
de Instrucción Pública, tendría a su cargo todo lo referente a la enseñanza, al
sostenimiento de las bibliotecas públicas y de asociaciones culturales.69 Este
Poder Cultural pudiera verse como un antecedente del Consejo Nacional de
Educación y Cultura contenido en la Constitución de 1940, que aunque no
estaba tan ampliamente desarrollado en su texto, tenía similares funciones.70
Por último, estaba el Poder Económico-Social, encarnado en un Comité
Central Ejecutivo que determinaría el plan conjunto de toda la economía
nacional y desarrollaría la política social y laboral del país (artículo 64).
Otro de los proyectos que vio la luz en este período fue el de José Portuondo
y de Castro, el cual se ideó inspirado indudablemente en el modelo conven-
cional suizo71. En dicho proyecto el Poder Legislativo quedaba depositado en
una Asamblea Nacional compuesta de un representante de cada cincuenta mil
68
César Rodríguez Morini: Anteproyecto de Constitución Política, Económica y Social, Cultural,
S.A., La Habana, 1933.
69
Ver artículos 53-61.
70
Ver artículo 59 de la Constitución de 1940, publicada en la Gaceta Oicial del 8 de julio de
1940.
71
Ver José Portuondo y de Castro: Proyecto de Constitución, Editorial Alberto Soto, La
Habana, 1934. En verdad, este modelo era prácticamente idéntico al de Suiza en muchos
sentidos, pudiéndose notar pequeñas diferencias como que el diseño de Portuondo de
Castro contaba con un órgano legislativo unicameral, mientras que Suiza, por su condición de
Estado federal y multinacional constaba de una Asamblea bicameral. Para abundar más sobre
el modelo suizo es recomendable consultar “El Derecho Constitucional de la Confederación
Suiza”, en Manuel García-Pelayo: Derecho Constitucional Comparado, Alianza Universidad,
Madrid, 1991, pp. 521-571.
313
Fabricio Mulet Martínez
72
Enrique Loynaz del Castillo: Proyecto de Constitución para la República de Cuba, Talleres
Tipográicos de “La Tribuna”, San José de Costa Rica, 1935.
73
En virtud del artículo 58 los Senadores ocuparían sus cargos por ocho años y serían renovados
por mitades cada cuatro años.
314
Aproximación al pensamiento jurídico constitucional cubano...
Junto al Senado se situaban los cuatro Poderes Públicos. Estos eran el Poder
Económico, encargado de administrar los recursos económicos del Estado,
así como de preparar el presupuesto y organizar la Hacienda Pública (artí-
culo 85); el Poder Militar, que dirigía las Fuerzas Armadas (artículo 86); el
Poder Administrativo, que, constituido por el Consejo de Ministros, tenía la
tarea de organizar los Servicios Públicos (artículo 87); y el Poder Judicial, cuyo
máximo organismo, el Tribunal Supremo, gozaba de bastante independencia,
pudiendo nombrar a los Magistrados de Audiencia y a los Jueces Municipales
(artículo 88).
Dentro del articulado del proyecto del General Loynaz del Castillo
podían hallarse algunos preceptos muy democráticos como la iniciativa popu-
lar de reformas constitucionales y el derecho de los electores de revocar a los
Senadores cuya continuación en el74 cargo fuese contraria a la libertad popular
(artículos 97 y 98). El artículo 101 permitía también acudir a plebiscito para
revocar a los Comisionados Municipales.
Igual de interesante resulta el proyecto elaborado por Juan Casasús,
según el cual el Poder Ejecutivo residiría en un Colegio Presidencial com-
puesto por cinco miembros, electos por sufragio directo, por un período de
tres años. Este Colegio sería presidido por uno de sus miembros, seleccio-
nado por el resto de sus colegas, los cuales podían variar su designación en
cualquier momento (artículo 104). El Presidente de dicho Colegio sería a la
vez Presidente de la República, pero no podía tomar decisión alguna sin la
consulta o autorización del Colegio, así como tampoco podía emitir orden,
decreto o resolución sin la irma del Secretario de Despacho correspondiente
(artículos 106 y 107).
El Poder Legislativo recaería en un Congreso de Representantes y un
Consejo Estamental (artículo 83). La elección del primer cuerpo seguiría
el criterio de representación proporcional (artículo 84), mientras que el
Consejo Estamental sería una cámara corporativa75 entre cuyas funciones
estaba inspeccionar el desempeño de la Administración Pública e intervenir
en la vida económica de la Nación y en la economía particular del Estado
(artículo 89).
74
Juan J. E. Casasús: La Nueva Ciudad del Sol, Cultural S.A., La Habana, 1937.
75
Artículo 87: El Consejo Estamental se compondrá de diez consejeros por provincia, elegidos en
cada una para un período de tres años por las siguientes corporaciones:
I. Representaciones obreras de la agricultura, la industria, el comercio y transportes terrestres,
navales y aéreos.
II. Representaciones patronales de la agricultura, la industria, el comercio y transportes
terrestres, navales y aéreos.
III. Asociaciones de profesionales liberales (ingeniería, medicina, abogacía, etc.).
IV. Universidades y demás instituciones de cultura.
V. Asociaciones de propietarios que no estuvieren comprendidas en el artículo segundo.
315
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76
Ver J.L. Abalo: La Forma Técnico-Funcional de Gobierno, Ediciones Montero, La Habana,
1939, pp. 128-279.
77
El artículo 61 ijaba un sistema proporcional para la elección de los Representantes, siendo un
45 % de estos elegidos por las Asociaciones de Trabajadores Capitalistas, otro 45 % por las de
los No Capitalistas, y un 10 % por las de los Profesionales y Artísticos.
78
En el apartado 3 del artículo 71 se enumeran todos los títulos acreditativos que se necesitaban
para aspirar un puesto en el Senado.
316
Aproximación al pensamiento jurídico constitucional cubano...
79
El Senado era, sin lugar a duda, el órgano supremo de este modelo. Tenía la potestad de
someter a impeachement, tanto al Presidente como a los Gobernadores y Secretarios, pudiendo
también remover a estos últimos en determinadas circunstancias y revocar los decretos
presidenciales. Todas sus atribuciones están contenidas en el artículo 74.
80
Ver el proyecto en J. L, Abalo.: La Forma Técnico-Funcional de Gobierno, Ediciones Montero,
La Habana, 1939.
317
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81
Ver Alberto Sánchez Ocejo: Proyecto de Reforma Constitucional, Jesús Montero, Editor, La
Habana, 1939.
318
Aproximación al pensamiento jurídico constitucional cubano...
82
El Dr. Casasús, en una obra posterior en coautoría con Juan B. Moré propuso, además, la
organización de un Tribunal de Garantías Constitucionales, que se situara por encima de los
Poderes del Estado en los casos de infracción constitucional o denegación de los derechos
fundamentales por parte de los Tribunales ordinarios, lo que ya había sido ensayado en la
extinta República española y aparecería en nuestro texto de 1940, lo que en forma de sala
especializada dentro de nuestro más alto Tribunal. Juan J. E Casasús y Juan B. Moré: La
Asamblea Constituyente y el Poder Judicial, Santa Clara, 1939, p. 18.
319
Fabricio Mulet Martínez
trato, de modo que, así adquirido, no pueda perderse sino por incumplimiento
de obligación, o por falta grave probada en expediente administrativo”.
También el proyecto de Abalo daba un tratamiento extenso y detallado a
la carrera administrativa, donde se ijaban los requisitos para ser funcionario
o empleado público, los grados o clases en que se dividían los cargos públicos,
los plazos en que se celebrarían oposiciones y otros aspectos como los referi-
dos a la reválida de los títulos (artículos 128-139).83
No cabe duda que los últimos acápites pueden resultarnos útiles a la hora
de demostrar la repercusión que tuvieron también en nuestro sector doctri-
nal las nuevas ideas político-constitucionales que en aquel momento domi-
naban el pensamiento en el mundo, existiendo además una gran diferencia
de opiniones en torno a la coniguración de nuestro nuevo ordenamiento
estatal. Pero igualmente se ha podido comprobar cómo, amén de las dife-
rencias de criterios, había un in común, que era sacar a Cuba de la crisis
institucional en la que estaba sumergida, y dotarla de una Ley Fundamental
que constituyera un pilar inquebrantable del nuevo orden constitucional por
crear.
Expusimos cómo se redactaron una serie de proyectos de Constitución,
los cuales probablemente en aquel entonces no tuvieron la repercusión (ni
tal vez la difusión) debidas, pero que se empeñaban en encontrar distintas
fórmulas para el gobierno del país, unas más viables que otras, algunas total-
mente ajenas a nuestra idiosincrasia jurídica, pero que demostraban el deseo
de borrar de una vez y por todas el régimen de gobierno unipersonal, tan
vilipendiado por muchos y al que se le achacaba ser una de las causas de la
crisis existente.
Pero, además, con todo y las diferencias en cuanto a criterios doctrina-
les de la que se ha hablado, tanto los preceptos contenidos en los proyectos
analizados, como las posturas asumidas por los tratadistas estudiados, es fácil
percatarnos cómo convergen entre ellos determinadas ideas que serían pieza
claves en la coniguración de la Constitución de 1940.
Así vemos cómo la carrera administrativa, la autonomía municipal y la
propiedad en su concepto de función social eran aceptadas casi por unani-
midad. Tampoco casi nadie objetaba la insuiciencia del recurso privado de
inconstitucionalidad, por lo que salvo algunas excepciones, regulación de la
acción pública se estimaba como prioridad, más aún teniendo la experiencia
83
Otro proyecto que desarrollaba la idea de la carrera administrativa era el de Juan Casasús, en
sus artículos 123-127.
320
Aproximación al pensamiento jurídico constitucional cubano...
de los fallidos intentos por impugnar la reforma de 1928, así como se proponía
en varios proyectos la organización del Tribunal de Cuentas.
Otro punto en el que no había discrepancia era en cuanto a la consagra-
ción de los llamados derechos sociales, culturales y económicos, con lo que se
beneiciaría principalmente a la clase de los trabajadores, que había sido fuerza
motriz en la Revolución del 30.
Por estas y otras razones es que no se puede desdeñar la función desempe-
ñada por los expositores de los postulados observados en estos últimos acápi-
tes y tildarlos de irrelevantes a la hora de la coniguración del texto de 1940,
amén de que la redacción de este recayera exclusivamente en los Delegados de
los partidos que pudieron participar en la Constituyente, cuyas proyecciones
ya fueron vistas en este trabajo.
A modo de epílogo
Sin ánimos de ser reiterativos, se quiere dejar ijados una serie de puntos que
han sido tocados a lo largo del trabajo, pero que nos sirven como una especie
de cierre, y cumplimentan con los objetivos que nos hemos trazados desde un
comienzo para su realización.
Este breve análisis del pensamiento jurídico-constitucional criollo en el
período 1933-1939 nos parece auténtica evidencia de que durante los años
estudiados, se fue paso a paso forjando el nuevo orden constitucional edii-
cado en 1940, en detrimento del añejo modelo liberal, que poco a poco fue
quedando rezagado hasta ser inalmente desechado por completo.
Como se ha hecho constar en diferentes momentos de esta investigación,
las nuevas orientaciones político-jurídicas impregnaron el pensamiento patrio,
de modo que ideas como la función social de la propiedad84 y la carrera admi-
nistrativa (artículos 105-117) quedaron plasmadas expresamente en la Carta
Constitucional de 1940, la cual albergó además todo un abanico de derechos
laborales, sociales y culturas, como el derecho al trabajo (artículo 40), la obli-
gatoriedad de los seguros sociales y por accidentes (artículo 65), el derecho a la
huelga (artículo 75), y la gratuidad y obligatoriedad de la instrucción primaria
(artículo 48).
También fruto de este período es que el texto de 1940 se apartara del presi-
dencialismo de la vieja escuela, y se optara por un modelo, semiparlamentario
84
Artículo 87: “El Estado cubano reconoce la existencia legítima de la propiedad privada en su
más amplio concepto de función social y sin más limitaciones que aquellas que por motivos
de necesidad pública o interés social establezca la Ley”. Ver también el artículo 90, donde se
declara proscrito el latifundio.
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