su medio antes de dominarse a si mismo” Henri Wallon
Desde su nacimiento y sujeto a la condición humana de un proceso de
maduración el bebé atraviesa por diferentes etapas de relación con el medio. No solo se encuentra incapacitado de realizar movimientos coordinados y apropiados para la obtención de resultados, sino que también carece de una adecuada percepción del mundo exterior. Asimismo, basándose en su desarrollada capacidad afectiva, el bebé establece con el otro un vínculo que le permitirá relacionarse con el exterior y satisfacer sus necesidades. Al irrumpir en el bebé la necesidad, este la manifiesta a través de explosivas y desordenadas reacciones de movimiento. La emoción se convierte así en una función expresiva accesible para el lactante, es por medio de este mecanismo que logra establecer sus primeros vínculos con el adulto. Las manifestaciones emotivas comportan dos tipos de reacciones: vegetativas y motrices. Si la emoción une ambas reacciones debe existir una función intermediaria que participa de la una y de la otra. Esta es la función postural, que engloba todas las reacciones tónicas, viscerales o motrices del organismo. El comportamiento emocional se caracteriza por la coordinación de las manifestaciones internas y visibles, viscerales y expresivas.
El rasgo más importante de la emoción es para el bebé su función expresiva, e
incide en el exterior modificándolo a través del otro. La emoción posee una doble función: asegurar la adaptación al entorno y preparar los siguientes estadios de desarrollo abriendo nuevos canales de relación. Las manifestaciones afectivas tienen circulación en doble sentido, por un lado provocan reacción en los demás, y por el otro es motivo de atracción para el niño. Él los produce y comprueba sus efectos acercándose así más a la representación que a la acción.
Según Wallon: …”las emociones, esencialmente función de expresión, función
plástica, son una formación de origen postural y tienen por material el tono muscular. Su diversidad está ligada a la hiper o a la hipotensión del tono, a su libre afluencia en gestos o en acciones o a su acumulación sin salida y a su utilización en el lugar por espasmos. A través del tono, que recibe sus estimulaciones de todas las superficies de excitación: exteroceptiva, laberíntica, propioceptiva, interoceptiva, están constantemente como en tensión latente por la suma de las incitaciones que nacen en el organismo o que llegan a él”…
Estas disponibilidades emocionales interactúan por intermedio del tono y
permiten reaccionar al organismo en los diferentes dominios de la actividad regulada y medida esta por diversas clases de sensibilidades. Todas estas sensibilidades no sólo están relacionadas por su carácter afectivo sino que conectan a su vez con reacciones motrices, lo que permite que la vida vegetativa este influenciada tanto por las secreciones glandulares como por las contracciones musculares, llamadas actividad tónica, que es la que le proporciona a los músculos de primer grado consistencia y forma determinada.
La función postural, al unir estrechamente las reacciones motrices y viscerales,
posibilita la función expresiva de la emoción, reconociéndola el entorno y afirmándose en el lactante. Así, la mímica inicial, si bien al comienzo no tiene un carácter específicamente psicológico, sino exclusivamente fisiológico, al situarse en un contexto determinado – ambiente humano – se modela sobre él, traduciendo rápidamente necesidades afectivas.
La movilidad se divide en propiofectiva y exterofectiva. La movilidad
propiofectiva está fundada en la contracción tónica de los músculos. En tanto que la movilidad exterofectiva resulta de contracciones fásicas, es decir, de sus reducciones rápidas; la función tónica es, por lo contrario, la que mantiene en todo momento los músculos en la forma que han tomado y que le da un grado variable de consistencia. Esta función al ejercerse sobre todos los músculos del cuerpo regula constantemente sus diferentes actitudes. Los estados de hipotonía, de hipertonía o de espasmo de donde proceden las emociones se deben también a las variaciones locales o generalizadas del tono, pues a las modificaciones del tono y de las actitudes están ligadas las modificaciones de la sensibilidad afectiva. Entre las dos hay reciprocidad de acción inmediata. Así se especifican y se intensifican las emociones.
El papel que juega en la vida psíquica se debe al dominio particular de la
sensibilidad y del movimiento de donde nace la emoción, dominio de la sensibilidad y de las reacciones posturales. Es el dominio de las actitudes, es decir, de una actividad muscular que está más en relación con el cuerpo mismo que con los objetos exteriores. La progresiva organización del movimiento se establece con el progreso de las relaciones entre el ser vivo y el medio. El movimiento es, por tanto, indispensable para la edificación del ser, y pertenece a la estructura de la vida psíquica. El movimiento es la emoción exteriorizada; es todo lo que puede testimoniar la vida psíquica, la traduce por completo, al menos hasta el momento en que aparece la palabra.
La importancia de la obra de Wallon reside en percibir con claridad la relación
entre la emoción, el movimiento y la integración social del bebé.