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Es importante resaltar que hablar del cuerpo hoy, implica reconocer que es una construcción
social que posee un amplio grupo de connotaciones simbólicas que permiten concebirlo como
palabra, como mensaje y como fuente de una hermenéutica (Detrez, 2002). Es así que los
autores, parten de un recorrido en diversos aspectos, acerca de lo que la modernidad
estructuraba como cuerpo, ya que es uno de los momentos históricos más importantes y
esenciales en la construcción de éste y otros conceptos.
El cuerpo en la modernidad
De ahí, que la concepción moderna de cuerpo pueda ser vista como un prototipo u objeto
narrativo perteneciente a un territorio, en este caso occidente y a un momento histórico, el
cual nace en el Renacimiento y terminará a inicios de la Segunda guerra mundial. Es decir
que la noción moderna de cuerpo es una noción amarrada y limitada a un contexto social e
histórico determinado.
1
Estudiante del Doctorado Interinstitucional de Educación
2
Miembro de los consejos editoriales de la “Revista Brasileira de Educacão”, de la Revista Venezolana “Utopía
y praxis latinoamericana”, de la Revista Mexicana “Andamios” de la UAM, entre otras publicaciones
científicas.
3
Saúl Paciuk es fundador y director de Relaciones. Revista al tema del hombre, publicación uruguaya con más
de 17 años de antigüedad.
Para ambos autores, la dualidad dicotómica será una de las características principales de la
modernidad en la construcción de sus enfoques de referencia, por lo que es lógico que la
concepción moderna de cuerpo se estructure bajo un referente dualista, dicotómico e
irreconciliable, la mente-cuerpo.
Para hacer el análisis de dicho dualismo, Najmanovich, propone tres escenarios a tratar: el
artístico en el Quattrocento, el histórico científico en la matematización y la experimentación
y el filosófico en el giro cartesiano.
Esa perspectiva lineal, parte de una ilusión de realismo tomando como eje la geometrización
espacial, la cual a su vez constituye una nueva manera de percibir y concebir a la naturaleza.
Es así, que el cuadro renacentista pretende ser una "ventana" la cual da la impresión de estar
viendo el espacio y que se niega como superficie material y se transforma en un "plano
figurativo”. De ahí que se de origen a la producción de una corporalidad abstracta, proyectada
en un cuerpo desencarnado, heroico y anecdótico, que irá dando forma al imaginario de
cuerpo y de sujeto moderno.
Esto conllevó entre otras cosas, el surgimiento de la representación y la perspectiva como los
aspectos relevantes en la construcción de la ciencia, la filosofía y el arte modernos, los cuales
se concibieron como sistemas de re-presentación de la naturaleza y que como tal formarán,
según Pierre Francastel (citado por Najmanovich), una civilización donde la
“matematización de la experiencia se ira haciendo más relevante y extendida”. Ocasionando
que el sujeto moderno, quien es el que aporta en el descubrimiento de esas “representaciones”
pretenda no afectar ni ser afectado por el mundo, convirtiéndose en un espejo que entre
menos perturbe la imagen producida mejor será su tarea. El fin era convertirse en una ventana
al mundo, en definitiva, un sujeto objetivo y neutro.
Otra de las implicaciones del espacio matemático, es el surgimiento del ideal de medición
exacta del mundo, el cual pretendía relacionar directamente la medida con un patrón externo
superior, haciendo posible generar sus cualidades primarias (la extensión, el movimiento, la
inercia) que constituirían el único objeto de la ciencia. De este ideal, el cuerpo desaparece
del horizonte cognitivo de la modernidad, para dejar sólo un conjunto de propiedades
mensurables y medibles. El cuerpo moderno pasará de ser la criatura de Dios, a ser una
sustancia material y abstracta en el espacio infinito regido por las leyes, se convertirá en un
reducto eviscerado el cual se compone de aparatos medibles, un cuerpo separado de la mente,
de la emoción, del conocimiento, un cuerpo abstracto y desvitalizado.
En el aspecto filosófico, será la construcción cartesiana y/o el pensamiento racional, el cual,
en su esfuerzo por construir un modelo de entendimiento, partió de la posición paradigmática
de la filosofía, que se basa en una perspectiva dualista ontológica del ser: la relación entre el
pensamiento y el cuerpo (Gadotti, 2011).
Con su célebre cogito ergo sum, la tradición cartesiana reduce el problema de la existencia,
a la posibilidad de pensamiento, de tal suerte, que solo se existe si se piensa; esta postura
plantea la división de la existencia del ser: en el primer plano se encuentra el pensamiento
y/o el espíritu como fuente que llena, y en el segundo plano, deja al cuerpo como un
receptáculo habitable, como: una suma de partes sin interior, y el alma como un ser
totalmente presente a sí mismo sin distancia que a su vez, concreta físicamente el “nosotros
y el fuera de nosotros” (Merleau-Ponty, 1984), siendo el cuerpo la frontera entre el que
percibe y lo percibido. Desde este paradigma del pensamiento, el cuerpo es un mecanismo,
una sustancia regida por leyes inmutables, donde cada efecto es un producto necesario de una
causa. La mente se concibe únicamente con actividad racional, y como una sustancia
independiente. El cuerpo-mente será pues, una de las principales dualidades que marcará los
discursos de la modernidad.
Es por esto que el autor propone, desde una relectura a Freud, las formas en la que el
psicoanálisis analiza la relación del sujeto con el mundo mas allá de la dualidad. Son
particularmente la fantasía, y la acción específica escenarios que intentan romper dicha
dualidad, al establecer las relaciones entre el cuerpo y el cuerpo ajeno, el sujeto y el objeto.
De esta relación entre el sujeto que alucina y el sujeto que siente, se puede lanzar la siguiente
premisa, el cuerpo piensa. Para Paciuk, la acción específica, sin ser una acción de la psique,
estaría entonces (…) en la base de toda una serie de conceptos, desde el deseo a la
observación, pasando por la alucinación, el pensamiento, la percepción, y la ejecuta un
sujeto unitario y encarnado. Es lo que Merleau Ponty propone al afirmar que "Hay, sin duda
alguna, un acompañamiento motor de nuestros pensamientos".
Entonces, el cuerpo resulta ser el órgano del pensamiento (así como lo es de la percepción),
cambiando las relaciones dicotómicas entre necesidad y deseo y de cuerpo y psiquis,
transforma lo que sería la base fundamental del "logos". La acción específica es en última
instancia, una forma constitutiva al sujeto unitario, al yo corporal, al sujeto encarnado.
El sujeto encarnado
Desde esta perspectiva, nace una corriente de pensamiento que recoge las nuevas formas de
cuerpo y de ser sujeto; la llamada auto-organización, la cual plantea que “el ser sólo es
respecto de un no ser". El sujeto encarnado solo conoce y se reconoce a partir de la diferencia,
de lo alterno. El mundo que se conoce es un mundo enactuado8, es decir un mundo co-creado
entre sujetos y objetos, en la interacción con el ambiente. La enacción aleja a los sujetos de
las metáforas visuales y propone considerar una multiplicidad de formas de percepción del
sujeto encarnado en co-evolución con su ambiente.
Es por esto, que la enacción problematiza la representación como referente, ya que ve en ésta
un intento enfático porque el sujeto recobre lo externo del mundo y proyecte lo interno hacia
el mundo, partiendo del adentro y el afuera como escenarios de frontera. Las categorías que
en la representación estarían dadas, para la enacción, serían construidas por la experiencia de
cada sujeto, por los atravesamientos teóricos, estéticos, éticos, afectivos, eróticos y emotivos
que incluye en su propio devenir como sujeto encarnado.
Ahora bien, como último escenario, la autora propone además de los anteriores aspectos que
permitieron la consolidación filosófica del sujeto encarnado, a la complejidad como sistema
de pensamiento que rompe la dualidad. Para este paradigma el cuerpo no es sólo el territorio
propio sino el lugar múltiple de encuentro. Por lo que el cuerpo se gesta en la biología, se
desarrolla en el intercambio permanente de materia y energía con su medio ambiente, y está
además ávido de información. Se crea y recrea en los encuentros afectivos con otros seres,
crece en un mundo de sentido.
No se trata aquí, como dice Martín Barbero (2003) de reducir la subjetividad al cuerpo, sino
de reconocer la potencialidad original que éste tiene. Púes es la corporeidad la que engendra
un mundo, un tiempo y un espacio propios.
Bibliografía
Barbero, M. (2003). La educación desde la comunicación. Bogotá: Grupo editorial Norma.
Gadotti, M. (2011). Historias de las ideas pedagógicas. México, D.F.: Siglo XXI.