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Javier Echeverría

Introducción
a la Metodología
de la Ciencia
La Filosofía de la Ciencia
en el siglo )0(
)
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)
)
)
)
ÍNDICE

)
)
)
Prólogo .................................................................................... 1 )

1. El Círculo de Viena ......................................................... 7


1.1. Introducción ............................................................... 7 )
1.2. La ciencia unificada ....................................... 10 )
1.3. El lenguaje fisicalista .................................................. 12 )
1.4. El criterio empirista de significado ............................ 13
1.5. Verificación ................................................................. 16 -)
1.6. Inducción y probabilidad ............................................ 19

2. La concepción heredada ................................................. 23


)
2.1. Introducción ............................................................... 23
2.2. Contexto de descubrimiento y contexto de justifi­ )
cación ......................................................................... 25 )
2.3. Versión inicial de la concepción heredada .............. 28
)
2.4. La axiomatización de teorías .................................... 30
2.5. La distinción teórico/observacional .......................... 34 )
2.6. Las reglas de correspondencia ................................... 37 )
2.7. Modelos de una teoría científica ............................... 44 )
2.8. Reducción y explicación científica ............................ 50
2.9. Críticos de la concepción heredada .......................... 59 )
2.9.1. Quine y Putnam sobre la distinción analítico/ )
sintético ........................................................... 59 )
2.9.2. Toulmin y el instmmentalismo ...................... 63
2.9.3. Hanson y la observación científica ................. 66 )
)
3. El falsacionismo popperiano .......................................... 75 )
3.1. Introducción .............................................................. 75
3.2. Las teorías científicas ............................................. 77 )
3.3. El problema de la inducción .................................... 80
VIII índice

3.4. La falsabilidad com o criterio de demarcación 83


3.5. Grados de corroboración de una teoría ...................... 86
3.6. La tesis del tercer mundo .............................................. 91
3.7. El realismo crítico .......................................................... 94
3.8. La verosimilitud .............................................................. 98

4. Paradigmas y revoluciones científicas .......................... 103


4.1. Introducción ................................................................ 103
4.2. Los paradigmas científicos ......................................... 103
4.3. Ciencia normal y revoluciones científicas ................ 108
4.4. Las matrices disciplinarias ......................................... 113
4.5. Inconmensurabilidad entre paradigmas ................... H5
4.6. Filosofía de la ciencia e historia de la ciencia ........ H9

5. Los programas de investigación científica ................... 123


5.1. Introducción ................................................................ 123
5.2. El falsacionismo metodológico refinado ...................... 124
5.3. Los programas de investigación científica .................. 130
5.4. Heurística positiva y negativa ........................................ 134
5.5. Historia interna e historia externa ............................... 140
5.6. La filosofía de las matemáticas de Lakatos .................. 143

6. La concepción estructural de las teorías científicas 149


6.1. Introducción ................................................................ 149
6.2. Suppes y la concepción no enunciativa ...................... 132
6.3. El problema de los términos teóricos ......................... 135
6.4. Estructura de las teorías científicas ............................. 104
6.5. Kuhn y la concepción estructural ................................ 121
6.6. Redes teóricas y elementos teóricos ............................. 125
6.7. Reducción en la concepción estructural .................... 183
6.8. Aplicaciones de la concepción estructural .................. 195
6.9. La concepción semántica ............................................. 198

7. Crítica de la ciencia ........................................................... 209


7.1. Introducción ................................................................... 209
7.2. Feyerabend y el pluralismo metodológico .................. 212
7.2.1. Crítica del método científico ............................. 213
7.2.2. Todo vale ............................................................. 216
7.2.3. Inconmensurabilidad ......................................... 218
7.2.4. Ciencia, arte y sociedad libre ........................... 221
índice
IX

7.3. Ciencia e ideología ......................................................


224
7.3.1. El cientifismo .................................................... 224
7.3.2. La proletarizaron de la ciencia 229
7.4. Ciencia y política ..........................................................
234
Apéndice. Consideraciones sobre una semiología de la
ciencia ...................................................................................
241
I. Introducción .................................................................
241
II. El T ra cta tu sy l^ a filosofía del atomismo lógico 242
La designación y las figuras de los hechos en las cien­
cias formales y en las ciencias empíricas 247
IV. Ensamblajes de signos ..................................................
253
V- Propuestas para una semiología de la ciencia 259
Bibliografía sobre la filosofía general de la ciencia 263
Bibliografía en castellano sobre filosofía de la ciencia 29 5

índice de nombres propios y términos


313
PRO LO G O

El predominio de la ciencia entre los seres humanos com o m odo


de conocimiento de la realidad manifiesta en el presente siglo su
máxima influencia. N o sólo la naturaleza, sino también la sociedad
e incluso los propios individuos van siendo estudiados conforme al
método científico. Profundamente interrelacionada con la tecno­
logía, la ciencia no se limita a conocer el mundo: también lo trans­
forma. Las consecuencias de dicha actividad resultan hoy en día
evidentes.
Y, sin embargo, la noción misma de ciencia queda por definir.
Casi toda forma de saber reclama para sí el calificativo de científi­
ca, presuponiendo que ello es bueno, prestigioso y clarificador. Los
filósofos de la ciencia, sin embargo, no han conseguido ponerse de
acuerdo en lo que respecta al criterio de demarcación. El Círculo
de Viena, Popper y muchos otros han intentado, a lo largo del si­
glo xx, ya que n o definir la ciencia, sí al m enos establecer un
criterio que permitiera distinguir lo científico de lo que no lo es.
N o cabe duda de que se ha progresado en el tratamiento de esta
cuestión. Pero, aun así, cada una de las propuestas ha podido ser
criticada y rectificada.
La versión tradicional, que encuentra sus orígenes en el racio­
nalismo del siglo XVII e incluso antes, caracteriza la ciencia por su
método. Se trata de una idea muy difundida. Los científicos, en
particular, usan la noción de método científico con convicción, casi
com o si fuese equivalente o sinónima de la propia ciencia. Una
amplia tradición avala esta tesis. El método axiomático, el método
experimental, la inducción y la deducción, el análisis y la síntesis,
las conjeturas y las hipótesis, la formalización y la matematización,
el recurso a las reglas de inferencia lógica, el razonamiento proba-
bilístico y, en general, la fijación de una serie de reglas que deben
Prólogo
2

seguirse en la investigación científica, muestran que el método


científico posee un rico contenido, que ha dado lugar a importan­
tes avances en el conocimiento de lo real.
La definición del método científico tropieza, sin embargo, con
dificultades similares a las que plantea la delimitación de la noción
de ciencia Hay métodos que valen, que son efectivos, que permi­
ten el descubrimiento, cuando no la invención. Esto puede bastar
para el uso de la ciencia, pero no para reflexionar sobre ella. Otra
form a de abordar el problem a consiste en distinguirla de otras
formas de saber, como la religión, el arte o la metafísica, basándose
en métodos que le sean propios. Mas, com o veremos, la cuestión
sigue abierta. No basta con decir: la ciencia, para los científicos. Ni
siquiera Am érica es para los americanos; porque, ¿quiénes son
éstos? 'Y sobre todo, ¿quiénes no lo son? Definir las fronteras de la
ciencia, aunque sea epistemológicamente, constituye una labor
condenada al fracaso. También la topología es una ciencia, que
tiene com o objeto de estudio, entre otras cuestiones, la propia
distinción interior/exterior/frontera. Si tuviera fronteras, la ciencia
también podría tener temperatura, densidad o cualquier otro atri­
buto estudiado en una ciencia concreta que, metafóricamente, se
le atribuyese a la ciencia en su globalidad.
Tampoco es suficiente afirmar su infinitud, su ilimitación, su
apertura. Aparte de que la historia de la ciencia proporciona mu­
chos contraejemplos de ello, y algunos muy actuales (no hay que
olvidar el renacimiento de la ciencia como saber secreto), postular
ese tipo de calificativos supone una actitud tan susceptible de
crítica com o la tendencia demarcacionista.
De ahí que en la presente obra se opte por una opción mucho
más modesta. Siendo su tema la metodología científica y su ProP°"
sito general e introductorio, parece obligado aludir con cierto
detalle a los métodos científicos efectivamente usados a lo largo de
la historia. Y no sólo a los métodos: también a los instrumentos.
Suele olvidarse, en efecto, que la actividad científica conlleva la
utilización de una serie de recursos (números, figuras, esquemas,
tablas, algoritmos, instrumentos de medida, aparatos de laborato­
rio, medios de procesamiento, difusión y almacenamiento de cono­
cimientos, etc.) cuya materialidad y conformación ha de ser anali­
zada, y en su caso explicada, en la medida en que el desarrollo de la
ciencia y sus aplicaciones han ido parejas a la invención de todos
esos artefactos, cuyo uso competente caracteriza al científico. Por
Prólogo
3

otra parte, la ciencia es una actividad social y, en los últimos siglos,


está fuertemente institucionalizada. Los medios de investigación
son costosos, sobre todo en las ciencias experimentales, y la cien­
cia produce beneficios económ icos, al igual que consecuencias
sociales de todo tipo. Considerada tradicionalmente como factor
de progreso, e incluso como uno de los más importantes, el presen­
te siglo ha puesto en tela de juicio esta aseveración, a la vista de
algunos de los resultados que la ciencia, junto a su inseparable
aliada, la tecnología, ha producido en los medios natural y social.
Ello sin tener en cuenta que hablar de la ciencia, pero no de las
ciencias, y de la metodología científica, pero no de las metodologías
científicas, implica ya una opción unificadora que,» cuando menos,
habrá de ser sometida a crítica y a eventual justificación.
El segundo volumen de la presente obra estará dedicado bási­
camente a estas cuestiones. Antes, sin embargo, ha parecido opor­
tuno dedicar un volumen previo a los diversos debates teóricos, o
metateóricos, que han tenido lugar entre epistemólogos, científi­
cos, historiadores y filósofos a lo largo de este siglo. La filosofia de
la ciencia, a diferencia de la Wissenschaftstheorie del siglo x lx en
Alemania, es un producto de nuestra época. Su nota distintiva
estriba, quizás, en haber tratado de ligar directamente la reflexión
sobre la ciencia a la actividad concreta de los científicos. En este
sentido, para la filosofía de la ciencia, es incuestionable la impor­
tancia de la historia de la ciencia, incluida la actual. Pero teniendo
siempre en cuenta que la actividad m ism a del historiador está
cargada de teoría, p 0r a u n a expresión de m oda en los
últim os años. No basta un acercamiento ingenuo a la ciencia;
menos que a ninguna otra forma de saber. De ahí que, antes de
tratar de los m étodos e instrumentos científicos, haya parecido
conveniente introducir diversas concepciones de la metodología
que, contrapuestas entre sí, ayuden al lector a aproximarse a la
m etodología y al instrum ental científico con ánim o crítico. El
triunfo de la ciencia y la gloria de los científicos no deben impedir­
nos analizar su actividad con tanto rigor, si ello fuera posible, como
el que ellos mismos aplican a sus objetos de estudio.
El presente volumen, con excepción del apéndice sobre una
semiología de la ciencia, en el que se p r0ponen algunas tesis
propias, básicamente se pretende informativo y, a poder ser, episte­
mológicamente neutro. Intento fracasado apriori. La propia selec­
ción de los tem as tratados (el Círculo de Viena, la concepción
Prólogo
4

heredada, Popper y el falsacionismo, Kuhn, Lakatos, la concep­


ción estructural, la concepción semántica y algunas de las diversas
críticas de la ciencia), así como la extensión relativa en el desarro­
llo de la materia, implican ya una teoría, una concepción previa
sobre lo que es más relevante en la filosofía actual de la ciencia.
Y hay presupuestos, cómo no. Sin embargo, ello no impide que la
pretensión del autor haya sido, en primer lugar, exponer las distin­
tas epistemologías, abordadas desde sus propios planteamientos,
teniendo en cuenta en segundo lugar las críticas a las que otros
autores las han sometido posteriormente, para terminar agrupán­
dolas en tendencias o líneas de pensamiento que hayan tenido una
amplia repercusión internacional, desbordando los límites gremia­
les y nacionales. Muchos filósofos de la ciencia relevantes no son
tratados, acaso, con la debida atención. Y entre los seleccionados,
muchas cuestiones importantes quedan sin abordar. Se ha preten­
dido huir de la excesiva especialización, tratando de componer un
volum en que pueda servir a u n público amplio y, sobre todo,
interesado en la ciencia en general, además de en su propia ma­
teria.
Se ha pretendido asimismo ofrecer una guía introductoria al
amplio cam po de la epistem ología de la ciencia, sin entrar en
filosofías particulares (de la física, de la matemática, de la biología,
de las ciencias sociales, de la tecnología), que serán abordadas en
parte en el segundo volumen. Cada capítulo está precedido de una
breve introducción a los temas que van a tratarse, así como de las
referencias bibliográficas más directamente accesibles al público
lector en lengua castellana. También la bibliografía general, que
aparece al final del libro, responde a los m ism os criterios. Se
ofrece, por una parte, una bibliografía básica sobre filosofía general
de la ciencia, sin entrar en precedentes históricos anteriores al
siglo xx y, por otra, una selección relativamente amplia de las
obras existentes en castellano sobre estos temas, sean originales o
traducciones. Se intenta así facilitar un primer acceso a un públi­
co no especializado.
Al cabo, esta obra ha sido pensada como un instrumento auxi­
liar para la docencia, en los últimos niveles del bachillerato y en los
primeros de la universidad, pero sin presuponer unos conocimien­
tos filosóficos o científicos previos. Huyendo de la trivialización, se
pretende más bien señalar problemas epistemológicos que resol­
verlos. Aun así, se parte de la idea de que la filosofía de la ciencia
Prólogo
5

ha realizado en este siglo progresos considerables, aunque sólo sea


en el sentido de afinar sus instrumentos para la crítica y el análisis
conceptual. En función de ello, se han preferido subrayar los
m om entos y autores que más han contribuido a desmentir los
tópicos y los lugares com unes que, con demasiada frecuencia,
siguen predominando en los discursos plausibles que hacen refe­
rencia a la ciencia. Si no se llega a delimitar lo que es la ciencia o el
método científico, sí se clarifican al menos algunas de las cosas que
no son científicas, conforme al viejo talante crítico de la filosofía.
De esta manera, y aunque la lectura de los dos volúmenes de la
presente obra pueda hacerse perfectamente por separado, al estar
escritos desde perspectivas distintas, la reflexión epistemológi­
ca previa permitirá afrontar la lectura de la parte dedicada pro­
piamente a los m étodos e instrum entos científicos, basada en
ejemplos históricos procedentes de varias disciplinas, en mejores
condiciones para una aproximación ponderada a la metodología
científica, tal y como ésta ha sido efectivamente practicada.
La génesis de esta obra reside en la prolongada actividad
docente desarrollada por el autor desde 1978 en sus clases de
metodología de la ciencia, para alumnos de primer curso de las
secciones de filosofía, psicología y pedagogía de la Universidad del
País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Si algún acierto hubiera,
se debe sin duda a todos los estudiantes que han seguido esos
cursos. Pero también a profesores que han colaborado con el
departamento y han impartido junto conmigo esta docencia, como
María Sol de Mora, Óscar González, María Albisu, Andrés Rivadu-
11a, Yosu Yurramendi, Alfonso Martínez de Lizardui, Nicanor Ur-
súa, Jesús Ezquerro, Álvaro Moreno y Agustín Arrieta. Procedentes
de la Universidad Complutense de Madrid, Mari Carmen Mataix y
Javier Ordóñez también aportaron su amplia experiencia en la
materia en la fase de creación de la facultad de Filosofía. Especial
elogio merece Andoni Ibarra, que además de esa labor docente se
tomó el trabajo de leer todo el original e introducir valiosísimas
mejoras, sobre todo en el capítulo 6 , referente a la concepción
estructural. Miguel Sánchez Mazas, como director de departamen­
to, orientó en todo momento las líneas generales de la enseñanza
de la metodología en la facultad de Zorroaga, además de impulsar­
me al estudio y a la investigación. Y en último lugar, porque fue el
primero, quiero mostrar mi especial agradecimiento a Ramón
Valls, fundador de la facultad, con quien tuve el privilegio de
P rólogo
6

compartir la docencia de la metodología de la ciencia durante el

curs*^ aimque^púeda parecer egoísta decirlo, las críticas a que dé


lugar esta obra deben dirigirse a quien esto firma. Sólo así se
avanza en el pensamiento.
JAVIER ECHEVERRIA
Febrero de 1988
1. EL CÍRCULO DE VIENA

1.1. Introducción

El Círculo de Viena se constituyó formalmente en 1922, en torno a


la cátedra de filosofía de las ciencias inductivas que había pasado
a ocupar Moritz Schlick. Al principio era un centro de reunión y
debate, pero a partir de 1929, tras la publicación de su primer
manifiesto teórico (obra de Carnap, Neurath y Hahn), adquirió
consistencia como una escuela con concepciones propias sobre la
ciencia.
Suele atribuirse al Círculo, si no la fundación, el primer impul­
so a las investigaciones y estudios sobre filosofía de la ciencia. Sin
embargo, su s tesis básicas provienen de la com binación en un
programa articulado de posturas que ya habían mantenido previa­
m ente otros autores, precedentes de lo que Blum berg y Feigl
llamaron en 1931 positivismo lógico. Aunque tenga a Hume y a
Com te com o predecesores lejanos, el Círculo de Viena es una
escuela netamente alemana en su origen. Tras la crítica del mate­
rialismo m ecanicista por parte del neokantismo de Helmholtz y
Hermann Cohén con su escuela de Marburgo, el físico Ernst Mach
derivó hacia un neopositivismo que negaba todo tipo de elementos
a priori en las ciencias empíricas. Paralelamente, la física teórica
iba a dar un giro fundamental con la aparición de la teoría einstei-
niana de la relatividad y de la m ecánica cuántica, cam bios que
tuvieron una influencia enorme en los neopositivistas. La inciden­
cia del convencionalismo de Poincaré y Duhem también se dejó
sentir en el Círculo de Viena, al igual que la creación de la lógica
matemática, perfectamente configurada a partir de la publicación
de los Principia Mathematica por Russell y Whitehead en 1905.
El C írculo de V ien a
8

Ya en 1907, el economista Neurath había fundado un grupo de


trabajo con el matemático Hahn y el físico Frank, que se ocupaba
de filosofía de la ciencia, término netamente opuesto en Alemania
a la Naturphilosophie, en la medida en que rechazaba la especula­
ción metafísica sobre las ciencias de la naturaleza, y propugnaba el
contacto directo de los filósofos con los científicos. En este sentido,
la publicación del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein
en 1921, con su célebre tesis según la cual «el mundo es la totali­
dad de los hechos, no de las cosas»,' reforzó notablemente las ideas
neopositivistas, máxime por cuanto Wittgenstein ofrecía un enlace
perfectamente adecuado entre la tradición em piristay la nueva
lógica matemática: Schróder y Hilbert, ju n to con la Escuela de
Varsovia, que agrupaba a importantes lógicos polacos, pasaron a
ser referencias obligadas desde la misma constitución del Círculo.
Sus miembros fueron en su mayor parte personas con forma­
ción científica: Karl Menger, Hans Hahn, Philipp Frank e incluso
Kurt Gódel asistían regularmente a las sesiones, junto con Schlick,
Carnap, Neurath, Feigl, Kraft, Waismann y otros muchos. Momento
importante fue la publicación en 1923 de Der logische Aufbau der
Welt Por Carnap, así como las explicaciones de éste a los miembros
del Círculo sobre el contenido de dicha obra a partir de 1925. La
distinción de Russell entre hechos atómicos y moleculares,' con la
paralela distinción entre proposiciones atómicas y moleculares,
permitía aplicar el aparato de la lógica de enunciados a las ciencias
con contenido empírico. Por este motivo pasó a ser habitual la
denominación empirismo lógico o, incluso, atomismo lógico, junto
a otras como empirismo científico o empirismo consistente. En 1926
surge la Sociedad de Ernst Mach, formada por este mismo grupo
de pensadores, los cuales a partir del Manifiesto de 1929 pasan
a denominarse definitivamente Círculo de Viena. Con ellos vino a
confluir la Escuela de Berlín, formada en torno a Hans Reichen-
bach, y que contó con figuras como Richard von Mises y posterior­
mente Cari Hempel. También el conductismo norteamericano, por
lo que se refiere a la psicología, acabó coincidiendo con las postu­
ras básicas del Círculo, motivo por el cual en 1929 ya estaba en
con dicion es de organizar su primer congreso internacional en 1 2

1 L. WITTGENSTEIN, Tractatus..., § 1- L P- ' ’ ó d e Ia tr a d u c c ió n ca stella n a .


2 B. RUSSELL, La filosofía del atomismo lógico, P- ^ 78 d e l v o lu m e n Lógica y
conocimiento, tr a d u c c ió n de J. M uguerza.
Introducción
9

Praga, que tuvo continuidad en las reuniones de Kónigsberg, Co­


penhague, otra vez Praga, París y Cambridge.
En 1930 salió la revista Erkenntnis, bajo la dirección de Carnap
y de Reichenbach. Asimismo se publicaron una serie de monogra­
fías bajo el lema «Ciencia unificada», y se logró llegar a la fase de
máxima actividad en la primera mitad de la década de los treinta.
Pero el ascenso del nazismo, junto a las diversas vicisitudes perso­
nales de miembros relevantes del Círculo (Carnap y Frank pasaron
a ser catedráticos en Praga, Feigl se trasladó a Iowa, y Hahn murió
en 1934), señalaron el principio del fin del Círculo de Viena. La
condición de judíos de muchos de sus miembros contribuyó en
buena medida a que comenzasen a pensar en salir de los países de
habla alemana, y así Carnap se estableció en Chicago en 1936, y
Neurath marchó a Holanda tras el asesinato de Moritz Schlick en
1938, a manos de un perturbado. Neurath trató de continuar la
publicación de Erkenntnis en La. Haya, bajo el título de The Journal
ofUnified Science, y Carnap sacó a la luz en los Estados Unidos la
International Enciclopedy for the Unified Science. Finalmente el
propio Feigl hubo de huir a los EE.UU., y el nazismo disolvió los
grupos de Berlín y de Varsovia, con lo cual el Círculo de Viena dejó
de existir como tal.
Esto no significa que su influencia decayera. Muy al contrario.
La emigración de varios de sus miembros a los Estados Unidos y a
otros países, prestigiados por la aureola de perseguidos por el
nazismo, permitió una rápida internacionalización de sus teorías,
principalmente en los países y universidades anglosajones. Ello dio
lugar, si se quiere, a una segunda fase del empirismo lógico. Aquí
adoptaremos el criterio de distinguir estas dos etapas, tanto por
motivos históricos como por las diferencias entre las posturas del
Círculo de Viena propiamente dicho y de lo que más tarde se ha
venido en llamar concepción heredada.
Para leer los principales escritos de los miembros del Círculo
de Viena hay que remitirse a las publicaciones ya señaladas: Er-
kenntnis, Journal o f Unified Science, International Enciclopedy for
the Unified Science. g n (engUa castellana la recopilación más acce­
sible es sin duda la de Ayer,' aunque también Kraft» Weinberg3 5
4

3. A J. AYER (c o m p .) , E l positivism o lógico (M éxico, FCE, 1965).


4. V. KRAFT, E l Círculo de Viena (M adrid, T aurn s, 1966).
5. J. R. WEINBERG, Examen del positivismo lógico (M adrid A guilar 1959)
El C írculo de V ien a
10

escribieron obras expositivas accesibles sobre las tesis y la evolu­


ción del Círculo. También hay traducidas varias obras de Carnap,
así como algunas de Reichenbach y de Brigdman (véase la biblio­
grafía) .
Entre los estudios sobre el positivism o lógico que no son
traducciones, conviene consultar el ensayo de Pascual Casañ Mu­
ñoz titulado Corrientes actuales de filosofia de la ciencia: I. Positi­
vismo lógico, aparecido en 1984.

1.2. La ciencia unificada

El proyecto institucional —y también teórico— común a casi todos


los miembros del Círculo de Viena es la elaboración de la ^ nc’-c^°~
pedia para la ciencia unificada. Dentro de la tradición de Mach,
Avenarius, etc., sus posturas son netamente contrarias a la metafísi­
ca, y m uy particularm ente a tendencias com o las de Hegel o
Heidegger. Carnap escribió el célebre artículo «La superación de la
metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje», afirmando
que <<en el campo de la metafísica, análisis lógico ha conducido al
resultado negativo de que las pretendidas proposiciones de dicho
cam po carecen totalmente de sentido»? Los textos metafísicos
clásicos están constituidos por pseudoproposiciones, totalmente
estériles desde el punto de vista del conocimiento científico. Según
Carnap, en esas obras se encuentran dos tipos de pseudoproposi­
ciones: unas porque contienen palabras a las que con criterio
erróneo se supone un significado, y otras que están mal cpnstruidas
sintácticamente. Lo que luego ha llamado Hempel cn^eno empins-
ta de significado, así com o la inadecuación de la form a de las
proposiciones filosóficas a las prescripciones de la lógica matemá­
tica, permitieron al positivismo lógico aplicar radicalmente la na­
vaja de Ockham, descartando del pensamiento científico numero­
sos conceptos y trabajos llevados a cabo por la filosofía especulativa.
El proyecto del Círculo estriba en conform ar una fil°sofia
científica ^as matematicas (y la lógica), así como la física, son los6 7

6. R . CARNAP, en A. J. AYER, E l positivism o lógico, PP' 66-87.


7. Id., ibid., p- 66.
L a c ie n c ia u n ific a d a
11

dos grandes modelos a los que debe tender toda forma de discurso
científico. El programa positivista de Comte en el siglo xix debía
ser culminado, convirtiendo la biología, la psicología y la sociolo­
gía en ciencias positivas. En la convocatoria de la Preconferencia
de Praga, en 1934, cuyo objeto era preparar el Primer Congreso
Internacional sobre Ciencia Unificada, este objetivo se señala como
general para todas las ciencias:

H a y q u e tra ta r s o b r e lo s fu n d a m e n t o s ló g ic o s d e t o d o s lo s á m b ito s
c i e n t í f i c o s , y n o s ó l o d e l a m a t e m á t i c a y d e l a f í s i c a .»

El tem a del que iba a ocuparse inicialmente era «Filosofía


científica», pero se m odificó: «Congreso para la U nidad de las
Ciencias». Se convocaba a científicos de diversas disciplinas para
reflexionar sobre la unidad de la ciencia y sobre la m anera de
lograrla: los problemas lógico-sintácticos, los de la inducción y la
probabilidad, las aplicaciones de la lógica a otras disciplinas, la
sociología científica y la historia de la ciencia eran señalados expre­
samente como ámbitos de trabajo del Congreso. Pero, de hecho, la
historió de la ciencia fue muy poco investigada por el Círculo de
Viena, que abundó, en cambio, en trabajos sobre biología, psicolo-
Sla y semiótica, entendidas desde un punto de vista conductista.
Entre las distintas tendencias existentes dentro del Círculo en
relación con dicha unificación de la ciencia, acabó imponiéndose
el jisicalismo, formulado por Otto Neurath, y aceptado finalmente
por Carnap, cuyo estricto empirismo e inductivismo le había acer­
cado en un principio a¡ solipsismo. El fisicalismo se interesa por
los enunciados observacionales, que serian la base de cada una de
las ciencias positivas. Al comparar la forma lógica de dichos enun­
ciados (por ejemplo, jyar/ observa y la máquina fotográfica saca
fotos) se comprueba que es la misma: la unificación de la ciencia
debe llevarse a cabo reduciendo todas las proposiciones observa­
cionales a lenguaje fisicalista, con lo cual se mostraría que existe
un núcleo com ún a todas las ciencias positivas. La reducción a
lenguaje fisicalista es, pues, el medio de llevar a cabo el programa
para la unificación de la ciencia, y para ello hay que partir siempre
de enunciados empíricos, y preferentemente observacionales.

8. Erkenntnis, 5 (1 935), p. 1.
9. S o b re to d o e n s u ¡)er logische Aufbau des Welt (| Je r |¡n W e lk re is-V e rla g
1928).
El Círculo de Viena
12

1.3. El lenguaje fisicalista

Carnap defendió en un primer momento la reducción de los con­


ceptos sociales, culturales e históricos a los conceptos del psiquis-
m o propio, mediante reducciones sucesivas: tanto los conceptos
ajenos com o los propios debían ser reducidos primero a concep­
tos físicos, y luego a conceptos psíquicos propios. Los fenómenos
del psiquism o individual, en la medida en que traducen hechos
físicos, fundamentarían desde el punto de vista epistemológico la
reducción del conocimiento de las distintas ciencias a una misma
ciencia unificada. Pero esta posición fenomenalista de Carnap en­
contró oposición, por no garantizar suficientemente la intersubj eti-
vidad del conocimiento científico. De ahí que el fisicalismo, que se
basaba directamente en proposiciones expresadas en lenguaje ob-
servacional, y con la misma forma lógica para todas las ciencias
empíricas, acabara imponiéndose. Tal y com o afirma el propio
Carnap en 1932,

el lenguaje fisicalista es un lenguaje universal, esto es, un lenguaje al cual


puede traducirse cualquier proposición»

D ich o lenguaje fisicalista tiene com o elemento característico y


constitutivo las proposiciones protocolares, ^as cuales fueron estu­
diadas por Otto Neurath en su conocido artículo titulado, precisa­
mente, «Proposiciones protocolares»."
Según Neurath, la ciencia unificada consta de proposiciones
protocolares y de proposiciones no protocolares; en todo caso,
unas y otras son proposiciones fácticas. Las primeras no son las
proposiciones primarias (por ejemplo, para el sujeto individual),
como a veces tendió a pensar Carnap, sino que son discemibles por
su forma lingüística:

Por ejemplo, una proposición protocolar completa podría decir:

10. R. CARNAP, Psicología en lenguaje fisicalista», en A . J. AYER, E lp o s itiv is -


m o ló g ic o , P- 171.
11 En A . J. AYER, E l p o s itiv is m o ló g ic o , PP- 205-214.
El criterio empirista de significado 13

«Protocolo (je otto a las 3.17: {la forma lingüística del pensamiento
lc^Ot|o a:las 3.16 era: (a las 3.15 había en el cuarto una mesa percibida por

Todavía estamos, sin embargo, en un lenguaje fisicalista trivial.


El len áíaj'é filealista altamente científico, que estaría completa­
mente dépuradb & elementos metafísicos, exigiría que cada uno
de los térmirid' Presedés en dicha p ro p o sició n (p or ejem plo,
'Otto') fuese sustituiddj51:ll:un sistemá'de determinaciones fisicalis-
tás, por ejemplo definiendo la pos'ici'ón del nombre 'Otto' en reía
Ción 'a otros nombres propios: 'Enrique', etc. Pero en una
piolosiCi&ri protocolar del’ renguaj e fisicalista trivial, es esencial
que aparéca alkúnilinbre propio, con lo cual se trata de conser­
var el' caráCtcf141 ¿rVaCiónal de dicha proposición.
Las, leyes, cientmcas y, en general, los enunciados utilizados
por los científicos„súrgirían a partir de las proposiciones protoco­
lares por vía inductiva. Esta es otra de las características principa­
les, desde el punto de vista metodológico, del Círculo de Viena, así
com o de la Escuela de Berlín: las ciencias empíricas están basadas
en la inducción.
Por supuesto, las proposiciones protocolares no pueden con­
tradecirse; Neurath precisa que, en estos casos, también es posible
eliminar proposiciones protocolares, por su forma, del sistema
científico. En este sentido, las proposiciones protocolares requie­
ren verificación, y están regidas por el criterio empirista de signi­
ficado.

1-4. El criterio empirista de significado

El Círculo de Viena distinguió la ciencia de la metafísica basándose


en un criterio epistemológico de significatividad cognoscitiva. En­
tre la multiplicidad de enunciados posibles, hay dos tipos propia­
mente científicos: las proposiciones analíticas o contradictorias y
las que pueden ser confirmadas por la experiencia. Las primeras
recogen los enunciados de las matemáticas, de la lóg ica y, en

12. En A . J. AYER, E l p ositiv ism o ló g ico, p. 208.


El C írculo de V ien a
14

general, de las ciencias formales. El positivismo lógico considera


todas estas ciencias no empíricas o, si se quiere, estrictamente
sintácticas. En cuanto a las ciencias que poseen un contenido
empírico, todos y cada uno de sus enunciados han de ser confirma-
bles, al menos en principio, por la experiencia.
La verificabilidad pasa a ser, por tanto, el criterio para distin­
guir la ciencia de otros tipos de saber. Pero, a su vez, este criterio
de significación empírica ha sufrido algunas modificaciones. Tal y
com o afirma Hempel en su artículo «Problemas y cambios en el
criterio empirista de significado»" el Círculo de Viena exigía al
principio que dicha verificación fuese completa y por medio de la
observación:

U n a o r a c i ó n S t ie n e s i g n i f i c a d o e m p í r i c o s i y s ó l o s i e s p o s i b l e i n d i c a r
u n c o n j u n t o fi n i t o d e o r a c i o n e s d e o b s e r v a c i ó n 0 „ 02 ’ ••• f J’,, t a le s q u e , s i
son verdad eras S e s n e c e s a r i a m e n t e v e r d a d e r a t a m b i é n ."

Al depender dicho criterio de las propiedades del condicional


lógico, hubo que matizarlo, dado que toda proposición analítica
sería inferible a partir de un conjunto finito de oraciones cuales­
quiera; y asimismo oraciones observacionales contradictorias entre
sí nos permitirían inferir correctamente cualquier proposición,
que de esta manera tendría significación empírica. Para evitar estas
consecuencias inadecuadas de la primera formulación del criterio,
hubo que excluir de la significatividad empírica los enunciados
analíticos, así como exigir que el conjunto de proposiciones obser­
vacionales 0„ fuese consistente.
Esto produjo dos consecuencias importantes: por una parte,
las ciencias formales quedaron radicalmente escindidas de lo que
Carnap llamó ciencias reales (Realwissenschaften), y Por otra, las
ciencias empíricas debían satisfacer determinados requisitos lógi­
cos en sus inferencias, y en particular debían de adaptarse a las
formalizaciones derivadas de la lógica matemática entonces vigen­
te E1 modelo de una ciencia será aquel que ha podido ser axiomati-
zado, total o parcialmente, y que funciona en su razonamiento en
virtud de reglas de derivación adaptadas a los preceptos de la meta-
lógica.

13. E n A. J. AYER, E l positivismo lógico, pp. 115-136.


14. Ibid., p. 118.
El criterio em pirista de significado 15

Pero, aun así, el criterio de significación empírica seguía pre­


sentando problemas. El principal de ellos estribaba en que los
enunciados universales en general, y más concretamente las leyes
científicas, quedaban excluidos del edificio de la ciencia. Un enun­
ciado del tipo

«todos los cisnes son blancos»

no puede ser inferido necesariamente a partir de un número finito


de observaciones. Surge aquí el llamado problema de la inducción,
ya señalado por Hume, pero que en el siglo xx va a ser ampliamen­
te discutido a partir de las argumentaciones de Popper.
Aparte de otros problemas ligados a las peculiaridades de la
tabla de valores de verdad del condicional lógico, Hempel señaló
una nueva dificultad: de acuerdo con el criterio empirista de signi­
ficado, una oración existencial («existe un cisne blanco») es plena­
mente verificable, desde el punto de vista observación al, pero su
negación no, por ser universal; ello plantea una importante dificul­
tad lógica, pues algunos enunciados serían admisibles mientras que
su negación no, siendo así que, desde tiempos de Aristóteles, está
plenamente admitido que si un enunciado pertenece a un determi­
nado dominio científico, su negación también tiene sentido en él,
independientemente de que sea verdadera o no.
El debate que surgió en torno a estas cuestiones fue m uy
amplio, y no se trata aquí de desarrollarlo." Hempel, por ejemplo,
consideró que «mientras nos esforcemos por establecer un criterio
de verificabilidad para las oraciones individuales de un lenguaje
natural, en términos de sus relaciones lógicas con las oraciones
observacionales, el resultado será demasiado restrictivo o demasia­
do amplio, o ambas cosas»." Algunos autores, como Carnap, inten­
taron resolver la cuestión tratando a fondo el problem a de la
inducción y, en particular, la lógica probabilitaria.'7 otros prefirie­
ron distinguir en la estructura de una teoría aspectos distintos de
los estrictamente lógicos, suscitando la cuestión de los términos
teóricos, los términos observacionales y las reglas de correspon-

15. V é a s e p o r e je m p lo A. RIVADULLA, Filosofía actual de la ciencia (M ad rid,


E d itora N acional, 19 84), d o n d e se e stu d ia n d eta lla d a m en te esta s c u e stio n e s.
16. A, J, AYER, E l positivism o lógico, p. 123.
17. V éase, m ás adelan te, 1.6.
E l C írculo de V ien a
16

dencia." Pero sobre todo la crítica de Popper a la verificabilidad


com o criterio de significación empírica tuvo un impacto enorme,
haciendo que estas posturas iniciales del Círculo de Viena fueran
consideradas como un empirismo excesivamente ingenuo. Vere­
mos todas estas cuestiones más adelante.

1.5. Verificación

Las expresiones y fórmulas de la lógica y de las matemáticas no han


de verificarse, por ser analíticas. Pero el resto de los enunciados
científicos ha de ser comprobable en la realidad, y a poder ser por
observación. , , . .. .
Wittgenstein estableció en el Tractatus una dependencia lógica
entre los enunciados científicos y las proposiciones elementales
(cuyo equivalente en el Círculo de Viena son las protocolares):

L a p r o p o s ic ió n e s u n a fu n c ió n d e v e r d a d d e la p r o p o s ic ió n e le m e n -

Pero este criterio se reveló excesivamente estricto: no es posi­


ble inferir los enunciados generales a partir de los atómicos. Y
desde el punto de vista de la metodología de la ciencia, las leyes
científicas, que son proposiciones cuantificadas universalmente,
constituyen componentes fundamentales en una teoría científica.
El Círculo de Viena osciló entre la verificación y la simple
confirm ación de dichos enunciados. En su primera época, aún
creía en la posibilidad de u n a verificación concluyente de los
enunciados científicos, a partir de las proposiciones elementales.
Pero posteriormente fue derivando hacia tesis menos estrictas, aun
afirmando, com o sucede con Schlick,2° clu e el últim o Pa so de
verificación ha de consistir en observaciones o en percepciones
de los sentidos.

18, V éase, m á s adelan te, 2.6.


to Trnrtntn<z s 5, p. 113 d e la tr a d u c c ió n castellan a .
20 M. S C H L Iciq «M ea n in g a n d V e rifica tion », e n Phüosophical Revieu,, 45
(1936), pp. 3 3 7 -3 6 9 .
V e r ific a c ió n
17

Los enunciados generales, las leyes científicas y, muy en parti­


cular las teorías, no pueden ser verificadas directamente, confron­
tándolas con la empiria. Lo que sí puede hacerse es extraer las
con secu en cia s lógicas concretas de u n a ley o de u n a teoría y
comprobar que, efectivamente, la experiencia ratifica dichos resul­
tados. Este procedimiento de verificación, que en realidad nunca
es total respecto de la ley o de la teoría, ya que siempre hay otras
consecuencias que todavía no han sido verificadas, reviste particu­
lar importancia en el caso de las predicciones. Para el Círculo de
Viena, y posteriormente para otros muchos filósofos de la ciencia,
lo esencial del saber científico es su capacidad de predecir exacta­
mente fenómenos fisiconaturales. Al ser verificada la corrección de
una determinada predicción, las teorías y las leyes, si no verifica­
das, quedan al menos confirmadas, aunque sea parcialmente. El
astrónomo Leverrier, por ejemplo, predijo la existencia de un octa­
vo planeta en el sistema solar, Neptuno, como una consecuencia
que se derivaba lógicamente de la m ecánica newtoniana. Años
después, el 23 de septiembre de 1846, otro astrónomo, J. G. Galle,
comprobó por observación que, efectivamente, el planeta predicho
existía. Y otro tanto sucedió ulteriormente con Plutón. Para el
empirismo lógico, estos logros son paradigmáticos de lo que debe­
ría ser la metodología científica. No puede decirse que la teoría
haya quedado totalmente verificada, pero sí tiene lugar una confir­
mación objetiva de dicha teoría. Consecuentemente, una determi­
n ada ley universal, o teoría, h a de reducirse p or la vía de la
inferencia lógica a sus consecuencias empíricas concretas y deter­
minadas: una vez llevada a cabo esta labor, propiamente deductiva
(y común a las ciencias formales), tiene lugar lo más propio de las
ciencias empíricas: la confrontación de dichas predicciones con la
experiencia, que puede confirmar o no lo previsto. La verificabilidad
experimental de sus predicciones caracterizaría a la ciencia frente
a otros tipos de saber humano.
Verificar, al decir de Kraft» es «comprobar la conformidad de
un hecho predicho con uno observado». Una teoría científica posee
contenido empírico porque es capaz de predecir hechos concretos
y perceptibles; es aceptable en la medida en que sus predicciones
hayan sido confirmadas empíricamente.

21. V. KRAFT, E l Círculo de Viena, p, 137,


El Círculo de Viena
18

Ahora bien, estudios ulteriores han mostrado que los procedi­


mientos de verificación no son metodológicamente tan inocuos
como se supuso en el Círculo de Viena. Sucede con frecuencia, por
ejemplo, que los aparatos de observación y de medición presupon­
gan por su propia construcción algunas otras teorías científicas, e
incluso la teoría misma que se trata de verificar, con lo cual se
incurriría en cierto círculo vicioso, desde el punto de vista metodo­
lógico, en los procesos de verificación empírica. Los térm inos
teóricos (por ejemplo, masa, electrón, etc.) sólo son traducibles a
términos directamente observacionales por medio de una serie de
artilugios científicos que genéricamente suelen denominarse re­
glas de correspondencia. Posteriormente" habremos de ocuparnos
de esta cuestión, que desborda el marco epistemológico del Círcu­
lo de Viena, pero que supuso una fuerte objeción a sus postulados
observacionales como criterios de verificación empírica.
Aunque basándose en otras argumentaciones, ya en el propio
Círculo de Viena surgieron objeciones al criterio wittgensteiniano
de verificación concluyente (por derivación lógica a partir de pro­
posiciones elementales) e incluso contra la propia noción de verifi­
cación. Neurath y Hempel, por ejemplo, afirmaron que las proposi­
ciones sólo pueden ser confrontadas con otras proposiciones, y no
con hechos: de ahí su insistencia en la delimitación de los enuncia­
dos protocolares como base empírica de una determinada teoría.
La cuestión de la verificación y de la confirmación, por otra
parte, está ligada a un tema fundamental para la filosofía de la
lógica: la teoría de la verdad. La concepción clásica de la verdad,
presente ya en Parménides, pero formulada de manera explícita
por Aristóteles, la conceptuaba como una adecuación entre el decir
y el ser: decir las cosas como son era sinónimo de discurso ver­
dadero. El empirismo lógico renunció a la categoría de ser, así
como a la de cosa, por metafísicas, sustituyéndolas por la de ^ie~
chos•Pero desde el punto de vista de la concepción de la verdad,
siguió adherido al criterio clásico de la adequatio o corresponden­
cia entre proposiciones y hechos. Los enunciados científicos pue­
den ser verificados en la m edida en que se correspondan a los
hechos observados o, si se prefiere, las observaciones empíricas
han de concordar con las predicciones realizadas por los científi­
cos. El criterio de verificación sufrió, por tanto, nuevos embates

22. V éa se, m á s ad elan te, 2.6 .


Indu cción y probabilidad
19

desde los defensores de otro tipo de teorías sobre la verdad científi­


ca, como la teoría de la coherencia o la concepción pragmatista de
la verdad. T od o lo cu a l dio lugar a diversas m od ifica cion es
de dicha noción de verificación.
Una de las distinciones que, en etapas ulteriores, fue general­
mente aceptada por los miembros del Círculo es la que diferencia
verificación y verificabilidad. Una proposición es verificable cuan­
do, al menos en principio, es posible llevar a cabo experimentos y
observaciones empíricas concordes con lo dicho en la proposición.
En cada momento, no todas las proposiciones empíricas han sido
efectivamente verificadas, pero sí lo han sido algunas, y las demás
son verificables en principio. Esta corrección, m uy importante,
matizaba el criterio de cientificidad inicial.
Schlick habló de una comprobabilidad en principio, mientras
que Carnap prefería el término de verificabilidad en principio.
Asimismo Ayer" introdujo otro matiz, al distinguir entre verificabi­
lidad en sentido fuerte, cuando una proposición puede quedar
establecida concluyentemente por medio de la experiencia, y veri­
ficabilidad en sentido débil, cuando la experiencia sólo permite
determinar que esa proposición es probable en un grado lo sufi­
cientemente elevado. Surge así un nuevo concepto de verificación,
cuyos orígenes están en Reichenbach y en el propio Carnap: el
probabilístico, ligado a las investigaciones que se llevaron a cabo
en esta época sobre lógica inductiva y lógica probabilitaria.

1.6. Inducción y probabilidad

Tal y com o ha mostrado Rivadulla,24 lag tegis de C arnap fueron


evolucionando,- desde sus posiciones verificacionistas iniciales ha­
cia una afirmación de la confirmación progresiva, e incluso de un
grado de confirmación de los enunciados empíricos. En 1935 ya
admitía la confirmabilidad como criterio, y a partir de 1949 va a
desarrollar su teoría del grado de confirmación, que enlazará el
empirismo inicial del Círculo de Viena con la lógica probabilitaria.

p á g in a ^ l A' J ' AYER’ Lenguaje’ verdad y lógica (B a rce lo n a , M artín ez R o c a , 19 7 1 ),

A. RIVADULLA, F ilosofia a ctu a l de la cien cia, cap . III.


20 E l C írculo de V ien a

La confirmación de un enunciado, según Carnap, es estricta­


mente lógica: los datos observacionales han de ser confrontados
lógicamente con las consecuencias que se derivan de una determi­
nada ley o teoría. Si en un momento dado disponemos de una serie
de datos, o¡, obtenidos por observación, y de una serie de hipótesis
explicativas de esos datos, hem os de determinar la probabilidad
de cada una de las hipótesis il, con respecto a las observaciones con
que se cuenta en un mom ento dado. La com paración entre las
probabilidades respectivas, que definen el grado de confirmación
de cada hipótesis, nos permite elegir como hipótesis confirmada
aquella que, para unos determinados datos observados, posee ma­
yor grado de probabilidad. Considerar como admisible una hipóte­
sis, y como descartable otra, es una decisión estrictamente lógica;
pero en dependencia de una lógica probabilitaria, que no lleva a
elegir la hipótesis verificada o totalmente comprobada, sino aque­
lla que, en relación con las demás y con los datos observacionales,
tiene un mayor grado de probabilidad.
Surge así el concepto de grado de confirmación de un enuncia­
do científico, que conlleva la previa cuantificación de la noción de
confirmación: lo cual es posible apelando a la teoría de la probabi­
lidad. Una hipótesis posee una probabilidad inductiva, que va au­
mentando o disminuyendo según las nuevas observaciones confir­
men o no dicha hipótesis. El valor de una hipótesis va ligado al
mayor o m enor núm ero de datos em píricos conform es a dicha
hipótesis. Consiguientemente, el científico admite unas u otras
hipótesis en función del aumento de su grado de confirmación.
Hay una lógica inductiva, de base netamente probabilista, subya­
cente a las teorías empíricas. Lejos ya del criterio wittgensteiniano
de la verificación concluyente, por vía deductiva a partir de unas
proposiciones elementales cuya verdad ha sido sólidamente esta­
blecida por la vía de la observación, en los últimos desarrollos del
Círculo de Viena se acaba apelando a una lógica inductiva, que a su
vez Carnap intentó axiomatizar en forma de cálculo lógico. En la
obra ya mencionada de Rivadulla pueden seguirse las sucesivas
tentativas de Carnap en este sentido.
En cualquier caso, el empirismo lógico acabó confluyendo en
una afirmación de la inducción como el método principal de las
ciencias empíricas. La lógica inductiva permitiría fundamentar el
criterio de significación empírica, inicialmente basado en la verifi-
cabilidad observacional, y finalmente en el grado probabilístico de
Indu cción y probabilidad
21

confirmación de una determinada hipótesis. Entretanto, y desde


otras posturas, se hacían críticas de principio a las tesis del Círculo
de Viena y de sus epígonos. Así sucedió, en particular, con Popper,
quien va a orientar la metodología científica en un sentido muy dis­
tinto.
2. L A C O N C E P C I O N H E R E D A D A

2.1. Introducción

A partir de la dispersión del Círculo de Viena, el program a del


empirismo lóg ico siguió desarrollándose, principalmente en los
países anglosajones, donde fue la tradición dominante hasta 1950.
La. Lógica de la investigación áentífica de Popper, que ya había sido
publicada, tardó en adquirir influencia, debido al predominio insti­
tucional del verificacionismo y del inductivismo frente al falsacio-
nismo y deductivismo popperianos, com o también al simple hecho
de que la obra no había sido traducida al inglés. Cabe afirmar, por
tanto, que todos los avances habidos en filosofía de la ciencia hasta
prácticamente el final de la década de los cincuenta tuvieron lugar
en la estela del positivismo lógico, convenientemente corregido y
mejorado por diversas influencias, com o la de la filosofía analítica
oxoniense o el pragmatismo norteamericano. E l análisis de las
teorías por m edio de la lógica fue matizándose y haciéndose más
com plejo, tanto por la influencia de la filosofía del lenguaje com o
por el propio desarrollo de la lógica, y en concreto de la metamate-
mática. Las aportaciones de Tarski, al revitalizar la semántica de
los sistemas formales, o los resultados de Gódel, poniendo límites a
las investigaciones metateóricas exclusivamente sintácticas, contri­
buyeron asimismo a dichas modificaciones del positivismo lógico.
La crítica epistemológica, por su parte, obligó a renunciar al empi­
rismo ingenuo del Círculo de Viena.
Pero, en cualquier caso, durante más de veinte años los filóso­
fos de la ciencia estuvieron implícitamente de acuerdo en una serie
de postulados básicos sobre las teorías científicas a los que, a partir
del momento en que los críticos de dichas presuposiciones com en­
La concepción heredada
24

zaron a llevar a cabo sus ataques, Putnam englobó en 1962 baio el


Hempel
lativo de ~ " « p c « 5 n heredada Ireceived ^ Camap’ .
agel son nombres claves en el desarrollo de dicha concepción,
pero también el operacionalismo de Brigdman o el conductismo
de Skinner, junto a una pléyade de científicos que, tanto en las
. . . <áe facto en
ciencias naturales como en las sociales, participaban
dicha epistemología. El mismo Popper, uno de los primeros críti-
, . admitía algunas de sus tesis principales,
eos de la received uiew,
A partir de los anos cincuenta comienza a producirse una serie
de críticas concretas sobre diversas afirmaciones de la concepción
heredada: así las de Quine y Putnam sobre la distinción analítico/
sintético; las de Chisholm y Goodman en torno a los condicionales
contrafácticos y a la tesis de la extensionalidad de las leyes científi­
cas; las de Rapoport, Kaplan y Achinstein en relación

nuevamente, pero esta vez con respecto al problema clave de la


o p o sició n entre lo observa cion a l y lo teórico, o la de Patrick
Suppes al analizar la noción de reglas de correspondencia. Todas
estas críticas y dificultades, junto a las que los propios defensores
de la concepción heredada, habían encontrado, como el dilema del
teórico de Hempel, la solución Ramsey a la cuestión de los térmi­
nos teóricos; o los propios progresos de Carnap, en su desarrollo de
la lógica probabilitaria, dieron lugar a que en la década de los
sesenta hubiera una profunda crisis de confianza en las tesis de la
concepción heredada, apareciendo incluso las primeras alternati­
vas a la misma debidas a Popper, Hanson, Putnam y Toulmin. Todo
este proceso de debilitamiento de sus postulados culminó con la
La estructura de las revoluciones científi-
publicación por Kuhn de
(1962), en la que se echaba por tierra la mayor parte de las tesis
cfeSdicha concepción, fundamentalmente por ahistóricas y desliga­
das de la ciencia real.
El debate cristalizó en un simposio celebrado en Urbana del 26
al 29 de marzo de 1969, cuya convocatoria refleja bien las tesis
centrales de la concepción heredada y también da cuenta de las
profundas críticas de que se les ha hecho objeto: «Tradicionalmen
te, los filósofos de la ciencia han construido teorías científicas
como cálculos axiomáticos, en las cuales a los términos y enuncia­
dos teóricos se les da una interpretación parcial y observable por
medio de reglas de correspondencia. Recientemente, la pertinen­
cia de este análisis ha sido discutida por u n buen núm ero de
Contexto de descubrim iento y de justificación 25

filósofos, historiadores de la ciencia y científicos».' El simposio


debatió a fondo dichas cuestiones, y con ello levantó el acta de
defunción de la concepción heredada, que a partir de ese momento
quedó abandonada por casi todos los epistemólogos.
Pese a que no sea hoy en día una concepción aceptada, su
conocimiento resulta imprescindible para comprender los debates
posteriores y las nuevas concepciones sobre metodología científi­
ca. De ahí que la lectura de obras como las de Carnap, Hempel y
Nagel, así com o la edición de Frederick Suppe de las Actas del
simposio de Urbana, con una amplia introducción suya a la con­
cepción heredada, sean imprescindibles para quien quiera conocer
más a fondo esta tendencia epistemológica que, durante muchos
años, preponderó netamente con sus concepciones sobre las teo­
rías científicas, y de cuya influencia todavía quedan muchas secue­
las, sobre todo entre los científicos no especialmente versados en la
evolución de las ideas sobre metodología.
Los lectores en lengua castellana pueden remitirse, por ejem­
plo, al tratado de Nagel, ¿a estructura de la ciencia, así como a los
dos libros de Hempel, Filosofia de la ciencia natural y La explica­
ción científica: estudios sobre filosofia de la ciencia. j;n cuanto al
simposio de Urbana, sus Actas, que incluyen los interesantes deba­
tes entre autores tales como Hempel, Cohén, Achinstein, Bohm,
Putnam, Kuhn, Shapere, Suppes, Toulmin y el propio editor, Frede­
rick Suppe, también han sido traducidas en 1979 al castellano.'

2.2. Contexto de descubrimiento y contexto de justificación

Una de las ideas más ampliamente aceptadas por todos los defenso­
res de la concepción heredada, implícita o explícitamente, es la

h L as a c ta s de d ic h o s im p o s io , in c lu id o s lo s d e b a te s q u e s ig u ie r o n a c a d a
p o n e n c i a , fu e r o n p u b l i c a d a s p o r F r e d e r ic k S u p p e e n la o b r a The Structure o f
Scientific Theories ( 1974); q u e h a sid o tr a d u c id a a l ca s te lla n o p o r Pilar C astrillo y
E loy R ad a (M adrid, E d itora N acional, 1979) c o n el títu lo La estructura de las teorías
científicas. S u p p e a ñ a d e u n a a m p lia in t r o d u c c ió n a lo s o ríg en es, d esa rrollo y criti­
c a s a la c o n c e p c ió n h e r e d a d a , q u e se h a c o n s t itu id o e n la v e r s ió n e s tá n d a r d e la
m ism a. E n este cap itu lo se g u im o s e n v a rio s p u n to s d ich a in tr o d u cc ió n de F rederick
Suppe.
2, F. SUPPE, La estructura de las teorías científicas.
La concepción heredada
26

, r-> • i i i 3 No es lo m ism o có m o se
propuesta por Reichenbach en 1938.
llega a un resultado científico y cómo dicho resultado se expone y
justifica luego ante el público. En el caso de Kepler, mencionado
expresamente por Reichenbach, la analogía entre la Santísima
Trinidad y el sistema solar le sirvió para desarrollar sus investiga­
ciones; pero la teoría final, empíricamente justificada, nada tenía
que ver con expeculaciones teológicas. De ahí que, según Reichen­
bach, las cuestiones relativas al contexto en que se verifican los
descubrimientos científicos no son objeto de la epistemología ni de
la filosofía de la ciencia, sino de la psicología y de la historia. Lo
único que interesa a la filosofía de la ciencia es el resultado final, la
manera en que son expuestas y justificadas las teorías cuando ya
constituyen un producto elaborado. La génesis de las teorías y su
descubrimiento no poseen virtualidad desde el punto de vista de la
epistemología científica.
Durante muchos años esta distinción, así como la exclusión del
contexto de descubrimiento de la reflexión epistemológica, fue
generalmente admitida por los filósofos de la ciencia. La influencia
de las investigaciones metamatemáticas de la escuela de Hilbert
fue, en este sentido, muy grande. No sólo había que partir de las
teorías tal y como habían quedado finalmente articuladas por sus
descubridores o divulgadores, tomando como referencia principal,
por ejemplo, los libros de texto o las grandes obras de los científi­
cos, sino que incluso había que intentar un paso más, reduciéndo­
las a sistemas formales al m odo de las teorías matemáticas: la
aritmética y la teoría de conjuntos reducidas a la lógica por autores
com o Frege, Zermelo, Fraenkel, Von Neumann, Russell, etc.; la
geometría axiomatizada por Hilbert; el cálculo de probabilidades
por Kolmogorov; la teoría de núm eros por Gentzen, etc. Como
consecuencia de esta concepción, los estudios de historia de la
ciencia y las primeras tentativas de hacer una historia social de
la ciencia, o posteriormente una sociología de la ciencia (propues­
ta por Merton ya en 1945), quedaban separados de la filosofía de la
. 4 Para la concepción heredada, la elaboración de una epis-
ciencia. ^ ^

3 H REICFIENBACH Experience and prediction (C h ica g o, U n iv ersity o f C h i


cago Press, 1938) pp. 6-7.
P a ra la h is to r ia d e la c ie n c ia in t e r p r e t a d a e n f u n c ió n cj.e la e v o lu c ió n
s o c ia l, e c o n ó m ic a y té c n ic a , la o b r a c lá s ic a es la d e J o h n D. B ern a , d o s d e .cuyos
ocial d& lei cÍGfxcid t r a d u c c ió n de
lib ro s h a n sid o tra d u cid o s al castellan o: H istorias '
Contexto de descubrim iento y de ju stificación
27

temología general de la ciencia sólo podía hacerse a partir de los


resultados finales de la investigación científica, investigando su
estructura sintáctica, así como sus relaciones con la experiencia. El
origen histórico de los conceptos, leyes y teorías científicas, y el
modo en que sus descubridores habían ido llegando a ellos, era
cuestión de los historiadores de la ciencia. Los epistemólogos ha­
bían de trabajar a continuación, partiendo de esas construcciones
científicas como algo ya elaborado y terminado, presto a confron­
tarse con la experiencia.
En el seno mismo del positivismo surgieron algunas tenden­
cias criticas al respecto, en buena medida por influencia del segun­
do Wittgenstein, y concretamente de sus philosophische Untersu-
chungen, traducidas al inglés en 1953.*5 La insistencia en el uso del
lenguaje científico, así como en la filosofia psicológica por parte de
Wittgenstein, supuso un primer revulsivo en contra de la distinción
de Reichenbach, sobre todo para autores como Hanson y Toulmin.
Surgió así una tendencia a considerar a las teorías científicas como
autenticas Weltsanschauungen 0 concepciones del m undo, en la
m edida en que todo lenguaje lo es. La tarea de la filosofía de
la ciencia pasaría así a convertirse en el estudio de las especificida­
des de las Weltsanschauungen científicas, en función de los siste­
mas lingüístico-conceptuales que las caracterizan, incluyendo el
uso de dichos sistemas, con sus aceptaciones y rechazos. Surgían
así las primeras tendencias a interrelacionar la filosofía de la cien­
cia con los estudios de historia y sociología de la ciencia, que
posteriormente culminarían en la obra de Kuhn.
Pero estas primeras tentativas apenas afectaron a la mayoría de
los defensores de la concepción heredada, que permanecieron fie­
les a la distinción estricta entre la fase del descubrimiento y la fase
de la justificación de lo descubierto, dentro de la investigación
científica. En la primera fase, en efecto, puede haber influencias
metafisicas, religiosas, políticas, etc., que impulsen la actividad del
científico. Pero en el momento de la justificación de sus teorías se
impone la racionalidad más estricta y la dura confrontación de sus

J. R. C a p e lla (B a rce lo n a , P e n ín s u la , 19 6 7 ), y La ciencia en la historia¡


d e E li d e G o r ta ri (M é x ico , N u e v a Im a g e n , 1 9 7 9 ). E n lo q u e r e s p e c t a a la s o c io lo ­
gia de la c ie n cia , p u e d e c o n su lta rse la o b r a de R o b e rt K. M erton, r . , . ,
cie n cia ^ Ect s o c l° l ° 9 ia de la
’ tr a d u c c ió n d e N éstor A. M igu ez (M adrid, A lianza, 1 9 7 7 , 2 v o lú m e n e s).
5. L. WITTGENSTEIN, philosophical investigations (O x fo rd B la c k w e ll 1 9 53)
L a con cep ción heredada
28

predicciones y de las consecuencias de sus teorías con la experien­


cia. De ahí que el em pirism o antimetafisico de la con cep ción
heredada se haya centrado exclusivamente en el análisis del con­
texto de justificación de las teorías científicas.

2.3. Versión inicial de la concepción heredada

Ya Mach, complementado por algunas aportaciones de Poincaré,


había expuesto las tesis principales de la concepción heredada.
Para él las teorías se ocupan de las regularidades de los fenóme-
nos, proponiendo té r m in o s teóricos P * ™ ~ ra cte n zar - e incluso
explicar— dichas regularidades. Conforme a la matización de Poin­
caré, esos térm inos teóricos, al igual que los axiom as de cada
teoría, caso de haberse llegado a la axiomatización de la misma,
__•______ utilizadas para referirse a los fenómenos,
son simples convenciones ^ ’
pero los términos teóricos han de ser definidos explícitamente en
lenguaje fenoménico y no son otra cosa que abreviaciones de6tjdes
descripciones fenom énicas, tal y com o lo subraya Suppe.
términos teóricos, en las teorías más desarrolladas, llegan a ser
matemáticos, al igual que las leyes fundamentales de la teoría. Pero
todo este utillaje teórico siempre ha de ser traducible a lenguaje
fenoménico por la vía de las definiciones.
La primera versión de la concepción heredada aparece con la
u j m mno Der Loqische Aufbau der Welt. En dicha
versión todas fas proposiciones o teoremas de una teoría científica,
y en particular sus predicciones, han de ser expresables en lenguaje
observacional acerca de fenóm enos, tal y com o ya vim os en el
capítulo anterior. La experiencia sensorial propia es, para Carnap,
el último criterio de verdad de las descripciones fenoménicas que
los científicos hayan llevado a cabo. El solipsismo implícito fue
corregido posteriormente por el fisicalismo en el Círculo de Viena,
pero la concepción heredada en sus desarrollos posteriores vino a
establecer como nociones fundamentales de su teoría de la ciencia

ease F S U P P E es^n4C^ura ¿as teorías científicas, PP' ^ ^ '


a e d i c i ó n e s t á n d a r d e la o b r a e s , s in e m b a r g o , la d e 1 9 2 8 , y e s t á
p u b lic a d a e n B erlín p o r W e lk re is-V e rla g .
V ersió n inicial de la con cep ción heredada
29

la distinción entre fo teórico y lo observacional, asi como ias req¡as


de correspondencia G definiciones operacionales como modo de
conectar ambas componentes de una teoría científica. Surge así la
versión inicial estándar concepción heredada, que Frederick
Suppe ha resumido de la manera siguiente:

Esa versión inicial de la concepción heredada concebía las teorías


científicas como teorías axiomáticas formuladas en una lógica matemática
L, que reunía las siguientes condiciones:
f La .teoría se formula en una lógica matemática de primer orden
con identidad, L.
H- L o s té rm in o s n o ló g ic o s o con sta n tes d e L se d iv id e n en tres clases
d isju n ta s lla m a d a s v o c a b u la r io s .

a) El vocabulario lógico „e COmpone de constantes lógicas (inclui­


dos términos matemáticos).
b) El vocabulario observacional y0 que contiene términos observacio-
naies.
c) El vocabulario V„ que contiene términos teóricos.

III- L os términos de l /0 se interpretan com o referidos a objetos


físicos o a características de los objetos físicos, directamente observables.
IV. H a y un co n ju n to de p ostu la d os te ó ric o s t, cuyos únicos térm i­
nos no lógicos p erten ecen al/,. y
V-Se da una definición explícita de los términos de V, en términos de
Vo mediante reglas de correspondencia C, es decir, para cada término F' de
v>debe darse una definición de la siguiente forma:
(%) ( F s x : O sxrJ ,

donde Ox es una expresión de i que contiene símbolos sólo de Vo v


posiblemente del vocabulario logico. 3

Con lo cual ¡as teorías científicas, supuestas axiomatizadas, y


teniendo en cuenta que en sus inferencias, razonamientos, dilemas,
ejemplificaciones, etc., hacen uso de cierto aparato lógicop mues­
tran en cualquier caso una primera estructura, cuyas componentes
principales serían: una lógico-matemática, que incluye las constan­
t e Y los funtores lógicos, pero también los números y el aparato
matemático utilizados (en el caso de la teoría de Newton el cálcu­
lo diferencial), otra teórica, específica de la teoría, que incluye 8

8. F. SU PPE, ]_^a estructura de Las teorías científicas, p p 35,35


La concepción heredada
30

tanto los términos teóricos (masa, fuerza, etc.) como las leyes de la

/ m o v im ie n to d e lo s a stros ca íd a d e lo s v r a v e s e tc J v una d e

eos así como, recíprocamente, interpretar conforme a las leyes de


la teoría los fenóm enos (aparatos de medida y de observación,
significado de los términos, etc.). La concepción heredada preten­
día así tener una caracterización general de las teorías científicas
más desarrolladas, corno la mecánica, la termodinámica, el elec­
tromagnetismo, etc. La tercera exigencia (III) precisaba el requisi­
to fisicalista, y de alguna manera también la tendencia a la unifica­
ción de la ciencia por reducción de todas las teorías científicas a
lenguaje fisicalista.
Sin embargo, esta versión inicial de la concep¿ión heredada
pronto iba a encontrarse con diversas dificultades, que afectaban a
todas y cada una de sus cinco exigencias, con exceppión, quizá, de
la cuarta, que fue la menos afectada por los debates ulteriores.

2.4. La axiomatización de teorías

La axiomatización de las teorías científicas tiene su primer paradig­


ma en los Elementos de Euclides, con sus definiciones, nociones
comunes y axiomas com o punto de partida para la demostración
de los teoremas propios de la geometría de aquella época. Pero en
el siglo xix, a partir del descubrim iento de las geom etrías no
euclídeas, la autoevidencia de los axiomas, que siempre había sido
una convicción ligada al axiomatismo more geométrico, va a esa
parecer por completo, suscitando profundos cambios en la propia
concepción del m étodo axiomático. Obras com o la de Hertz en
mecánica o la de Hilbert en geometría ,9 Pasaron a ser l ° s nuevos

rior de investigaciones Científicas, Instituto Jorge Juan, 1953).


La axiomatización de teorías
31

modelos de teorías axiomatizadas. En cuanto a los epistemólogos,


acaso las posturas más claras a la hora de expresar ese cambio de
con cep ción del m étodo axiom ático sea Poincaré, cuando en su
Ciencia e hipótesis afirma:

Los axiomas geométricos no son, pues, ni juicios sintéticos


hechos experimentales. apnon m
, , Son,convenciones: nuestra elección entre todas las convenciones posi-
es es a guiada p0r |os hechos experimentales, pero permanece nhre, v
sólo está guiada por la necesidad de evitar toda contradicción 1...L fin
otros
i términos,
-o , axiomas
los . , ,la geometría
de . , no son sino
■ definiciones
j ^ s
disjra-

E1 axiomatismo moderno no sólo no acepta la evidencia de los


axiomas de las teorías, sino tampoco la intuitividad de los términos
básicos de las mismas: para Elilbert los términos 'punto', 'recta',
'plano', etc., no tienen significado por sí mismos. Son conceptos
indefinidos, que sólo cuando se combinan por m edio de unos u
otros axiomas comienzan a quedar implícitamente definidos. Esta­
blecidas unas reglas de inferencia lógica, a partir de los axiomas
puede deducirse una serie de teoremas, pero hasta este momento
nada tiene significado; el cálculo es pura sintaxis. Unicamente
cuando, una vez derivadas las expresiones bien formadas que pue­
den inferirse de los axiom as y de los térm inos prim itivos (n o
definidos), comenzamos a buscar interpretaciones de dicho cálculo
formal, los términos comienzan a adquirir significado y los axio­
mas pasan a ser verdaderos o falsos. Cada sistema axiom ático
puede poseer varios modelos o interpretaciones empíricas diferen­
tes. La semántica de una teoría axiomatizada nos permite hablar de
verdad o falsedad.
Si esta concepción del axiomatismo, que procede de las mate­
máticas y de la lógica, se aplica a las ciencias empíricas, estamos en
plena co n c e p ció n heredada. L o prim ero que hay que indagar
en una teoría con contenido empírico es su estructura sintáctica,
que consta de los siguientes elementos:

^ Los términos primitivos de la teoría, no definidos.

A R R o d o V ? R n n f f ’ La SCÍenCe et Vhy P ° tése (1 9 0 2 ) , tra d u cid a al c a ste lla n o p o r


á r S ó n ) p 57 ’ L° l° ^ ó t e s ¿ (M adrid, E sp a sa -C a lp e, 1963, 3.a
32 La concepción heredada

2) La estructura lógica que se va a utilizar para form ar y


derivar proposiciones.
3) Los axiomas que se han elegido para derivar a partir de ellos
todos los teoremas de la teoría. Para una misma teoría puede haber
varios sistemas de axiomas, lo cual plantea la cuestión de cuáles
son los preferibles.

Las reglas de correspondencia van a permitirnos traducir todo


el vocabulario teórico V„ así como los postulados T y sus conse­
cuencias, a lenguaje observacional. La semántica de la teoría siem­
pre es, en último término, dependiente de la observación, y por
tanto también de las reglas concretas de correspondencia que se
utilicen.
Pero antes de llegar al problem a de la traducción de V, a
lenguaje fenoménico aparece ya una primera cuestión: eran muy
pocas las teorías físicas, y por supuesto muchas menos las quími­
cas, biológicas o de las ciencias sociales y humanas, que estaban
axiomatizadas conforme a los preceptos de la escuela formalista de
Hilbert en matemáticas. Al tratar de considerar la filosofía de las
ciencias empíricas como algo similar a la metamatemática, desde
el punto de vista del análisis sintáctico de las teorías, surgieron
numerosos problemas, tanto desde la perspectiva lógica como en
lo que respecta al proyecto mismo. Se produjeron disensiones
entre los propios defensores de dicha concepción: Hempel, por
ejemplo, criticó las virtudes de la axiomatización para las teorías
empíricas, al m enos en su s últim os escritos, pues al principio
también él había aceptado la concepción estándar de las teorías
com o cálculos axiomáticos." En su debate con Suppes en 1969,
Hempel admite que dicha concepción estándar puede valer para
las matemáticas, pero pone en duda su utilidad, incluso a título
exclusivamente metodológico, para las teorías físicas. Se opone en
particular a la noción de cálculos no interpretados.
Pero los problem as con respecto a la axiomatización de las
teorías con contenido empírico habían surgido m ucho antes, en
pleno auge de la concepción heredada. Veamos únicamente dos de
ellos.1

11. C. G. HEM PEL, F orm ulación y form a liza ció n de las teorías científicas,
e n F . SUPPE, La estructura de las teorías científicas, p p. 2 8 4 -2 8 5 . V éa se ta m b ié n
p. 141.
La axiom atización de teorias 33

El primero lo presentó la mecánica cuántica. Toda tentativa de


axiomatización de la misma sobrepasaba la estructura lógica ini­
cialmente admitida: una lógica de enunciados de primer orden con
identidad. Y asimismo la solución propuesta por Ramsey al proble­
ma de los términos teóricos" desbordaba ese marco lógico. Motivo
por el cual había que modificar la exigencia I de la versión ini­
cial, por demasiado restrictiva.
El segundo surgió ligado a los condicionales contrafácticos.
Los cálcu los lógicos L, de primer orden y con identidad, son
extensionales; es decir, que en ellos se cumple el principio leibni-
ciano de sustitución salva veníate. O dicho intuitivamente: en ese
tipo de lógicas sólo puede recogerse el modo indicativo, de entre
los distintos tipos de modos que usan los científicos en sus razona­
mientos. Ahora bien, no quedaba nada claro que las leyes científi­
cas fuesen exclusivamente extensionales, precisamente porque uti­
lizan con frecuencia los condicionales contrafácticos. Veámoslo en
un ejemplo, estudiado por Suppe."
El condicional contrafáctico

Si se cayera este cristal frágil, se rompería

interpretado conforme al condicional material, propio de las lógi­


cas de primer orden, sería verdadero de todo cristal frágil que no se
cayera. Como también sería verdadero, lógicamente hablando, este
otro condicional contrafáctico

Si este cristal frágil se cayera, no se rompería

de todo cristal frágil que no se cayese. Pero fisicamente este segun­


do condicional es falso. Chisholm y Goodman, entre otros, estudia­
ron esta cuestión, relacionando el último el problema de los con­
trafácticos explícitamente con las leyes científicas .12
14 Para G ood­
13
man, todo condicional del tipo anterior depende una serie de

12, V éase e l a p a rta d o siguiente.


13, F, SUPPE, La estructura de las teorías científicas, pp. 57-58,
14, V é a se R. CHISHOLM , «The C on trary to F a c t C on d ition al», e n Mind, 55
(1946), pp. 2 8 9 -3 0 7 , se c c ió n II, a si c o m o N. GOODMAN, «The P roblem o f C oun terfac-
tu a l C o n d itio n a ls», e n Journal o f Philosophy, 4 4 (1974), pp. 11 3 -1 2 8 , y e n p articular
p. 116.
34 La concepción heredada

condiciones relevantes, que se dan por supuestas implícitamente:


que estemos en el campo gravitad onal de la Tierra, que el cristal
no caiga por un plano inclinado, que la superficie de choque sea
más dura que el cristal, etc.'s Pero ni aun añadiendo explícitamente
dichas condiciones al contrafáctico puede inferirse fisicamente la
rotura del cristal: siempre hay que suponer, además, alguna ley
científica que, al cabo, es la clave del fenómeno que se pretende
inferir. Si sólo añadimos condiciones relevantes, nos veremos lle­
vados a analizar lo que sucedería si alguna de dichas condiciones
no se diese; es decir, a nuevos condicionales contrafácticos, con lo
cual se produciría un círculo v icioso. Y , a su vez, si hacem os
depender la verdad de un condicional contrafáctico de las leyes
científicas, éstas habrían de estar previamente confirmadas, lo cual
planteaba a su vez problemas con los solos recursos de la lógica
de primer orden, ya que los propios contrafácticos forman parte de
dicha confirmación.
De ahí que la conclusión final de Chisholm y Goodman apunta­
se a subrayar el carácter no extensional de los condicionales con­
trafácticos, proponiendo la introducción de lógicas modales (es
decir, con operadores modales del tipo 'es posible que', 'es necesa­
rio que', etc.) para el adecuado tratamiento de dichos condiciona­
les. Ello desbordaba el marco de los cálculos de primer orden con
identidad, constituyendo un m otivo más para la sustitución del
criterio I de la versión inicial de la concepción heredada.

2.5. La distinción teórico/observacional

Otro de los presupuestos fundamentales de la concepción heredada


de las teorías científicas estriba en la división de su vocabulario
básico, y por consiguiente también de sus proposiciones, en dos
clases: términos teóricos y términos observacionales. El problema
surge ya con términos com o 'frágil', dado que se está en contra de
toda con cep ción esencialista, y por lo tanto hay que proponer
algún enunciado observacional para que dicho término tenga signi­
ficado en una teoría física, pero se vuelve mucho más acuciante1 5

15. V é a s e N . GOODMAN, « T h e P ro b le m o f C ou n terfa ctu a l C on d ition a ls,.


La distinción teórico/observacional 35

cuando consideramos términos com o 'masa', 'electrón', etc. De ahí


que uno de los problemas básicos de la concepción heredada fuese
la eliminación de los términos teóricos, para lo cual se hicieron
diversas propuestas y tentativas.
Hay dos tipos de interpretación de los términos de V,: una
realista y otra instrumentalista; y ambas son compatibles con la
concepción heredada.
Puede pensarse que términos com o 'electrón', 'campo', etc.,
así com o sus derivados — 'salto del electrón de una órbita a otra',
'm odificación de la trayectoria de un rayo de luz por influencia de
un campo gravitacional', etc.— , corresponden a otras tantas propie­
dades de objetos no observables, com o el electrón o el campo, pero
que existen realmente. Esta es la interpretación realista de los
términos teóricos, en la que, de alguna manera, se reproduce el
debate clásico sobre los universales (géneros, especies) y su exis­
tencia real, siendo así que lo que observamos siempre son indivi-
dúos. Incluso en la concepción fenoménica he'redada de Mach y de
la Aüjbau de Camap, la postura realista sigue siendo válida, restrin­
giéndose simplemente el ámbito referencial :de las teorías a los
fenóm enos, y no a cosas u objetos; pero dichos fenóm enos son
reales y, por lo tanto, los términos teóricos aluden a entidades
realmente actuantes en los fenómenos.
Asimismo puede pensarse que los términos teóricos son sim­
ples instrumentos útiles para hacer predicciones sobre el ámbito
fenorhénico; mas sin afirmar por ello que dichos términos teóricos
tengaii i'éfei-erites reales. Lo importante de una teoría sería salvar
las apariencias, explicar lo que observemos por medio de construc­
ciones teóricas bien elaboradas, cuya eficacia se muestra precisa­
mente al predecir nuevos fenómenos y al explicar los ya conocidos;
pero 'sin que ello nos lleve más allá, a afirmar que con dichos
coneeptos hem os descubierto la realidad del ámbito estudiado,
máxime cuando se sabe que el progreso científico posiblemente
acabará suprimiendo dichos conceptos y reem plazándolos por
otros términos teóricos, que a su vez serán más o menos útiles para
predecir y explicar. Esta es, genéricamente hablando, la posición
instrumentalista. En mecánica cuántica, por ejemplo, a menudo se
han mantenido este tipo de tesis en la escuela de Copenhague.
Pero, ya en 1931, había objetado Ramsey a la concepción instru­
mentalista que si todo el papel de los términos teóricos estriba en
predecir nuevos hechos observables, ¿por qué incluirlos en la
36 L a con cep ción heredada

estructura de las teorías científicas, en lugar de hablar exclusiva­


mente en términos observacionales, de y0? Observación similar a
la de Schlick en 1938)6
A partir de este debate interno, Hempel form uló el llamado
dilema del teórico, que a su vez ha dado lugar a múltiples debates
entre los defensores de la concepción heredada. L o enuncia así:

S i l o s t é r m i n o s y p r i n c i p i o s d e u n a t e o r í a s ir v e n p a r a s u p r o p ó s i t o , s o n
in n e c e s a r io s , c o m o s e a c a b a d e s e ñ a la r , y si n o s ir v e n p a r a su p r o p ó s i t o ,
s in d u d a r e s u lta n in n e c e s a r io s . P e r o , d a d a u n a t e o r ía c u a lq u ie r a , su s
t é r m i n o s y p r i n c i p i o s o s i r v e n p a r a s u p r o p ó s i t o o n o . L u e g o l o s t é r m in o s y
p r in c ip io s d e c u a lq u ie r te o r ía s o n in n e c e s a r io s .!7

No vamos a entrar en pormenores acerca del debate suscitado


por esta cuestión, que llegó a grados de sutileza'que para sí hubie­
ran querido los escolásticos. Mencionaremos únicamente la tenta­
tiva de Ramsey, que en realidad había sido propuesta con mucha
anterioridad, de zanjar este tipo de discusiones eliminando los
térm inos teóricos de cualquier teoría con un número finito de
axiomas. La solución Ram sey al problema de la eliminabilidad
de los términos teóricos ha sido retomada posteriormente por Sneed
y por la concepción estructural," por lo cual conviene aludir a ella,
aunque sea muy brevemente.
El esquema de dicha solución es el siguiente: si a,, a,„ son
términos teóricos de T y w „ xit„„ son los axiomas en los que
intervienen dichos a , se trata entonces de presentar T com o una
teoría con un único axioma: y, . . 41,„.
Si ahora consideramos otras fórmulas semejantes a las xv, y las
llamamos obteniéndose estas últimas sustituyendo en las pri­
meras cada una de las apariciones de los térm inos teóricos a,

16. Véase F. P. RAM SEY, The Foundations ofM athem atics and other L o g ic a l
Essays (L ondres, K egan Paul, 1931), pp. 194-255, y M . S cH u cx, Gesammelte Aufsiitze
(H ild e sh e im , O lm s, 1 9 6 9 ), pp. 6 7 -6 8 .
17. V é a se C. G . h e m p e l , «T h e o r e ticia n 's D ile m m a » , en f e i g l , s c r iv e n and
MAXWELL (eds.), M in n e s o ta Studies f o r the P h ilo s o p h y o f Science (M in n e a p o lis,
U niversity o f M in n esota P ress, 19 5 8 ), v o l. II, pp. 3 7 -9 8 , y en esp ecial la s e c c ió n 5, así
c o m o la v e r s ió n r e n o v a d a d e l d ile m a d e l t e ó r i c o e n C . G . H E M P E L , Aspects o f
Scientific Explanation (N u e v a Y o r k , F re e P ress, 1 9 6 5 ), p. 190. E sta ú ltim a o b r a ha
s id o tra d u cid a p a r cia lm e n te (B u e n o s A ir e s , P a id ó s , 1 9 7 5 ) c o n e l títu lo Confirma­
ción, inducción y creencia racional.
18. V é a se , m á s adelan te, 6.3.
Las reglas de correspondencia 37

por variables predicativas 1:1„ llegaríamos al enunciado de Ramsey


para T:

3 (fil) (3 ) ( w ' - . . .

con lo cual, si ahora construimos la teoría T\ reemplazando el


axioma único de T por el enunciado de Ramsey, habremos conse­
guido que todos los teoremas de T0 sean teoremas de T y de T , pero
con la peculiaridad de que en T ya no habrá términos teóricos de
V„ al haber sido sustituidos en todos los enunciados derivables del
axioma único por variables predicativas cuantificadas existencial­
mente. Se evitan así las entidades teóricas, al aludir a ellas median­
te el cuantificador existencial, pero sin mencionarlas de forma
explícita ni decir cuáles son, poniéndoles nombre.
El propio Hempel criticó la solución de Ramsey al problema
de la eliminación de los términos teóricos pero, independiente­
mente de ello, la propuesta de Ram sey recurría a su vez a una
lógica con cuantificadores, desbordando así el marco de los cál­
culos lógicos L admitidos en el primer requisito de la versión
inicial.
Conviene subrayar que, en el marco de la concepción hereda­
da, la problemática de la distinción teórico/observacional siempre
estuvo centrada en los términos teóricos, y m ucho menos en el
lenguaje observacional propio de las teorías. De ahí que las críticas
de H anson ) 9 según el cual «tod a observación está cargada de
teoría» tuvieran particular repercusión sobre uno de los postulados
centrales de la concepción heredada.

2.6. Las reglas de correspondencia

Toda teoría axiomatizada parte de unos términos primitivos, indefi­


nibles, que sólo se determinan mutuamente por los axiomas que se
adopten en dicha teoría. Sin embargo, para el desarrollo de las
demostraciones hay que introducir luego una serie de términos
definidos en función de los primeros. Requisito esencial del méto-1 9

19. Véase 2.9.3.


38 La concepción heredada

do axiomático ha sido siempre que todo concepto de la teoría sea


definido explícitamente en función de los términos primitivos.
En el caso de las teorías con contenido empírico, este requisito
sólo era necesario para los términos teóricos, pues se presuponía
que los observacionales no presentaban problemas. Por eso, en un
principio, el positivismo lógico exigía definiciones explícitas de
todos y cada uno de los términos teóricos, sin excepción. Todo
enunciado de una teoría debía de ser traducible a términos obser­
vacionales, incluidas las leyes fundamentales o axiomas. El criterio
empirista de significado, por otra parte," manteniéndose en la
tradición según la cual sólo hay significado donde hay proposicio­
nes, comportaba la consecuencia de que todos los términos habían
de ser reducibles a observaciones, al menos en principio.
Para solucionar esta cuestión se afirmó la necesidad de que en
toda teoría científica se estableciese una serie de reglas de corres­
pondencia que permitieran traducir el vocabulario teórico V, a
términos observacionales. Dichas reglas fueron concebidas en un
principio com o definiciones explícitas, siguiendo el modelo del
axiomatismo de Hilbert. De acuerdo con dicha exigencia, a cada
concepto teórico debería corresponderle biunívocamente un tér­
mino observacional. Sin embargo, este ideal se reveló pronto irrea­
lizable, aparte de conllevar problemas múltiples que obligaron a
buscar otro tipo de soluciones. Carnap señaló que los términos
disposicionales, como 'frágil', no eran definibles explícitamente
mediante términos observacionales. Probemos, por ejemplo, con
una definición como ésta:

U n o b j e t o X e s fr á g il s i y s ó l o s i s a t i s f a c e l a c o n d i c i ó n s ig u ie n t e : d a d o
u n in s ta n te t, si X r e c i b e u n g o l p e s e c o e n t, e n t o n c e s X s e r o m p e r á e n t .2 21
0

Si procediéramos así, tendríamos que expresar a continuación esta


definición en términos de una lógica de primer orden, conforme al
esquema del requisito V:

Fx (t) (Sxt —>- Bxt),

20. Véase 1.4.


21. Véase F. SUPPE, La estructura de las teorías científicas, p. 3 7 , a s í c o m o
R. CARNAP, «Testability an d M eaning», e n Philosophy ofiScience, 3 (1936), pp. 4 2 0 -
4 6 8 , y 4 (1937), pp. 1-40, e n p articu la r la se c c ió n 7.
Las reglas de correspondencia 39

lo cual podría leerse en palabras: X es frágil (Fx) si y sólo si en todo


instante t, el qu e x reciba en ese instante u n golpe seco (Sxt)
conlleva el hecho de que en el mismo instante x se rompa (Bxt).
Ahora bien, este enunciado, conforme a la definición del con­
dicional de la lógica de primer orden, será verdadero también de
cualquier objeto que nunca sea golpeado, dado que el condicional
siempre resulta válido cuando el antecedente es falso. Con lo cual
no hemos logrado definir adecuadamente el término teórico 'frágil'
que, sin embargo, sí tiene un uso efectivo en las teorías físicas co­
rrespondientes.
De ahí que se optase poco después por las definiciones opera-
cionales que había propuesto Brigdman, inspirándose en las con­
cepciones de Mach, y más en concreto en las criticas que este autor
hizo a la definición de masa dada por Newton:

L a c a n t i d a d d e m a t e r ia e s l a m e d i d a d e é s t a m e d ia n t e s u d e n s i d a d y s u
v o l u m e n , c o n j u n t a m e n t e [...]. D i c h a c a n t i d a d e s lo q u e e n t e n d e r é m e d i a n ­
t e e l t é r m i n o m a s a (m a s s ) o c u e rp o (b o d y ) e n l a e x p l i c a c i ó n q u e s i g u e .22

Para Mach esta definición

e s u n a p s e u d o d e fin ic ió n . E l c o n c e p t o d e m a s a n o r e s u lt a m á s c la r o al
d e s c r i b i r l a m a s a c o m o e l p r o d u c t o d e l v o l u m e n p o r la d e n s i d a d , y a q u e la
d e n s i d a d m i s m a d e n o t a s i m p l e m e n t e l a m a s a p o r u n i d a d d e v o l u m e n .23

Por este motivo propuso otra definición muy diferente, basada


en la tercera de las leyes newtonianas del movimiento, o principio
de acción y reacción:

L a r a z ó n d e la s m a s a s d e d o s c u e r p o s e s la r a z ó n in v e r s a n e g a tiv a d e
la s a c e l e r a c i o n e s m u t u a m e n t e i n d u c i d a s p o r d i c h o s c u e r p o s .24

Esto permitía medir la masa experimentalmente, y no sólo en


función de la interacción de dos cuerpos en el campo gravitacio-
nal, sino también en función de las atracciones y repulsiones de
dichos cuerpos al interactuar eléctrica o magnéticamente.

22. I. NEWTON, P rin cip io s m a tem á tico s de la filo s o fía natural, def. 1, tra d u c­
c ió n d e A. E s c o h o t a d o (M adrid, E d ito ra N acion a l, 19 8 2 ), p. 2 2 3 .
23. E. MACH, The S cien ce o fM e c h a n ic s (L on d res, O p e n C o u r t P u b l., 19 6 0 ),
p. 300.
24. E. MACH, The S cien ce o fM e c h a n ic s , p. 303.
40 La concepción heredada

La definición machiana del concepto teórico 'masa' ha dado


lugar a numerosos comentarios, en los cuales no vamos a entrar
aquí. Pero no cabe duda de que constituyó una especie de paradig­
ma para el operacionalismo de Brigdman, al proponerse una defi­
nición que proporcionaba a la vez un método concreto y preciso
para medir el concepto recién definido. De ahí que Brigdman, al
tratar de introducir el concepto de longitud, insistió en definirlo
basándose en operaciones físicas:

P a r a e n c o n t r a r la lo n g it u d d e u n o b je t o t e n e m o s q u e r e a liz a r a lg u n a
o p e r a c i ó n fí s i c a . A h o r a b i e n , e l c o n c e p t o d e l o n g i t u d q u e d a f i j a d o c u a n d o
la s o p e r a c io n e s p o r m e d io d e la s c u a le s s e m id e la lo n g it u d e s t á n fija d a s ,
e s to e s , q u e el c o n c e p t o d e lo n g itu d e s , n i m á s n i m e n o s , e l c o n ju n t o d e
o p e r a c i o n e s m e d i a n t e l a s c u a l e s s e d e t e r m i n a l a lo n g i t u d . Y , e n g e n e r a l ,
p o r u n c o n c e p t o c u a lq u ie r a n o s ig n ific a r e m o s m á s q u e u n c o n ju n t o d e
o p e r a c i o n e s . E l c o n ce p to e s s in ó n im o d e l co rre s p o n d ie n te c o n ju n to d e o p e ­
r a c io n e s . '

Pero las definiciones operacionales presentan muchos proble­


mas teóricos. Popper, en SU Conjeturas y refutaciones, lo mostró
claramente:

C o n t r a e s t a c o n c e p c i ó n ( o p e r a c i o n a l i s t a ) , c a b e m o s t r a r q u e la s m e d i­
das p re s u p o n e n teorías. N o h a y m e d i d a a l g u n a s i n t e o r í a p r e v ia , y t a m p o c o
h a y o p e r a c ió n q u e p u e d a s e r d e s c r it a s a tis fa c to r ia m e n te e n té r m in o s n o
t e ó r i c o s . L a s t e n t a t i v a s d e h a c e r l o s o n c i r c u l a r e s ; p o r e je m p l o , la d e s c r i p ­
c i ó n d e l a m e d i d a d e u n a l o n g i t u d n e c e s i t a u n a t e o r í a ( r u d im e n t a r ia ) d e l
c a lo r y d e la m e d id a d e u n a te m p e r a tu r a ; p e r o é s t a s a s u v e z in c lu y e n
m e d id a s d e lo n g it u d e s .'

En efecto, Brigdman entendía la longitud en función de una se­


rie de operaciones físicas, entre las cuales se incluía llevar una
barra rígida de metal una y otra vez hasta medir el intervalo del que
se tratase, pero un presupuesto indispensable de dicha operación,
entre otros muchos, es que la barra no se dilate, lo cual comporta
la necesidad de describir la operación para una temperatura cons­
tante de la barra, y por tanto requiere la previa definición de 2 6
5

25. P. W. BRIGDMAN, T h e L o g ic o f th e M o d e m P h y s ic s (L on d res, M a cm illa n ,


1960), p. 5.
26. K. R. POPPER, C o n je ctu re s & R e fu ta tio n s (L o n d r e s , R o u t ie d g e K e g a n
P au l, 1 9 6 3 ), p. 6 2 . E x iste u n a t r a d u c c ió n titu la d a E l d e s a rro llo d e l c o n o c im ie n to
científico. C on jetu ra s y refu ta cion e s (B u e n o s A ires, P a id ós, 1967).
Las reglas de correspondencia 41

temperatura, que, a su vez, requiere la de longitud, como subraya


Popper.
Pero los problemas iniciales del operacionalismo no fueron
estos. A Brigdman se le criticó sobre todo que si, como sucede con
muchas magnitudes y conceptos teóricos, un término es ampliado
por la propia evolución de la ciencia, es preciso introducir una
nueva operación para definirlo, con lo cual el concepto se modifi­
ca. Por ejemplo, a partir de cierta distancia ya no se utilizan barras
rígidas para medir longitudes, sino, por ejemplo, t e o d o l i t o s . Y no
cabe duda de que, por una parte, los teodolitos presuponen otro
tipo de teorías (como la óptica, que desde luego presupone a su vez
la definición de longitud), ni de que por otra las operaciones físicas
que se llevan a cabo con un teodolito para medir una distancia son
muy diferentes de las que se ejecutan con una barra rígida. A l
operacionalismo siempre le quedaría por justificar que se trata del
m ism o con cepto teórico, lo cual no resulta nada fácil. A esta
objeción, paradójicamente, Brigdman contestó diciendo que es la
ciencia la que está en un error y que, efectivamente, hay distintos
conceptos según los diversos instrumentos de medida, afirmación
ésta que ni siquiera los más recalcitrantes defensores del empiris­
mo y de la concepción heredada podían aceptar.
Y sin embargo, pese a sus graves insuficiencias metodológicas,
el operacionalismo ha seguida teniendo, y todavía conserva, un
notable predicamento en determinadas ciencias, como el conduc-
tismo skinneriano o diversas tendencias taxonomistas, y en general
en las ciencias sociales. Entre los metodólogos y epistemólogos
quedó rápidamente abandonado.
Carnap propuso una nueva solución al problema de las reglas
de correspondencia, exigiendo que fuesen enunciados de reduc­
ción que caracterizasen parcialmente los términos teóricos .27 Pero
también en e s t e c a s o cabe más de un enunciado que reduzca l o s
términos teóricos a observacionales para cada término t e ó r i c o . Por
ejemplo: un objeto también se revela frágil al hacerlo girar brusca­
mente, o al someterlo a sonidos de alta frecuencia. Hay varias
reglas de correspondencia para cada término t e ó r i c o , c a d a u n a d e
las cuales sólo lo define parcialmente, según Carnap. De ahí que el
requisito V se propusiera también a modificación, con arreglo a
este nuevo criterio; pero tampoco aquí desaparecían l a s c r í t i c a s , t a l

27, R. CARNAP, «Testability an d M eaning», s e c c ió n 5.


42 La concepción heredada

y com o señaló Hempel en 1952, en relación con términos teóricos


co m o 'masa', 'm om ento', 'cuerpo rígido', 'fuerza', 'temperatura
absoluta', 'presión', 'volumen', 'electrón', 'protón' y otros:

L os té rm in o s d e e s te tip o no se in tro d u c e n m e d ia n te ca d e n a s de
definición o reducción basadas en observables; de hecho, no se introducen
m ediante ningú n proceso analítico consistente en asignarles significado
individual. Más bien las construcciones usadas en una teoría se introducen
a la vez estableciendo un sistem a teórico form ulado en sus propios térm i­
nos y dando a este sistem a una interpretación experim ental, que a su vez
confiere un significado em pírico a dichas construcciones teóricas.28

Surge así la con cep ción de las teorías científicas co m o un


todo, que tanto predicamento iba a tener en los años posteriores;
pero en el m arco de la con cepción heredada, sucede todavía en
relación con la idea originaria de las teorías como cálculos lógicos
que, una vez construidos, encuentran interpretaciones empíricas
globalmente, y no concepto a concepto. Las reglas de correspon­
dencia pasaron a ser un sistema interpretativo, y no ya un conjunto
disgregado de enunciados de reducción de lo teórico a lo observa­
ble para cada uno de los términos teóricos básicos de dicha teoría.
Las dificultades habidas con el concepto básico de reglas de
correspondencia, así com o las anteriormente reseñadas en torno a
la axiomatización, a la lógica L de una teoría, a lo s térm inos
teóricos e incluso a la versión estrictamente fisicalista de las teo­
rías, que pasó a ser sustituida por una versión semántica más
general por influencia de las investigaciones de Tarski, dieron
lugar a que en la década de los cincuenta la versión inicial fuese
reemplazada por lo que Frederick Suppe llama la versión final de la
concepción heredada, y que enuncia en los siguientes términos:

Las teorías científicas tienen una form ulación canónica que satisface
las condiciones siguientes:

1) Existe un lenguaje de prim er orden, L (susceptible de am pliación


con operadores m odales), en térm inos del cual se form ula la teoría, y un
cálcu lo lógico K , definido en térm inos de L.
2) Las con stan tes p rim itivas, no lógicas o descrip tivas (esto es, los
«térm in os») de L, se dividen en dos clases disjuntas:

28. C . G . h em p el , Fundamentais o f Concept Fonnation in Em pirical Science,


(C h ica go, U niversity o f C h ica g o P ress, 19 52), p. 32.
Las reglas de correspondencia 43

ya, que contien e sólo los térm inos de observación;


Vj, q u e c o n t i e n e l o s t é r m i n o s n o o b s e r v a c i o n a l e s o t e ó r i c o s ;
0 debe contener al m enos una constante individual.

3) El lenguaje L se divide en los siguientes sublenguajes, y el cálculo K


se divide en los siguientes subcálculos:

a) El lenguaje de observación, L0, es un su b len gu aje de L q u e n o


contiene cu antificadores ni operadores m odales, y contiene térm i­
nos de y 0, pero ninguno de V,. El cálculo asociado K0 es la restric­
ción d e K a L0y debe ser tal que todo térm in o no y0 (esto es, no
prim itivo) de L0 esté explícitam ente definido en Ka; además de esto,
K0 debe adm itir al m enos un m odelo finito.
b) El lenguaje de observación ampliado lógicamente, Lo, no con tien e
térm inos V, y puede considerarse que está form ado a partir de L0,
añadiéndole los cuantificadores, operadores, etc., de L. Su cálcu lo
asociado K0 es la restricción de K a L0
c) El lenguaje teórico, L,, es el s u b le n g u a je d e L q u e n o c o n tie n e
térm inos yO su cálculo asociado K, es la restricción de k a L,.

Estos su blen gu ajes ju n to s no agotan a L, porque L tam b ién con tien e


enunciados mixtos, e sto es, a q u e llo s en lo s q u e al m e n o s a p a re c e u n
térm ino V, y otro V0- Adem ás se supone que cada uno de los sublenguajes
anteriores tiene su propio stock de predicados y/o de variables funcionales
y que L0y L0' tienen el mismo stock, el cual es distinto del de L,.
4) L„ y sus cálculos asociados reciben una interpretación semántica
que satisface las siguientes condiciones:

a) El dom inio de in terp retación con sta de acon tecim ien tos, cosas, o
mom entos concretos y observables; las relaciones y propiedades de
la interpretación deben ser directam ente observables.
b) El valor de cada variable de La debe asignarse m ediante una expre­
sión de L0.

D e a q u í se sigu e q u e c u a lq u iera d e esta s in terp reta cio n es d e L0 y K0,


am pliada m ediante apropiadas reglas adicionales de verdad, se convertirá
en una interpretación de L j y K0r. Se pueden concebir las interpretaciones
de L0y K 0 c o m o interpretaciones semánticas parciales de L y K, y se
requiere adem ás que no se dé ninguna interpretación sem ántica observa-
cional de L y K distinta de las dadas por tales interpretaciones.
5) Una interpretación parcial de los términos teóricos y de los enuncia­
dos de L que los contienen se consigue m ediante las dos clases de postula­
dos siguientes: los postulados teóricos T (esto es, los axiom as de la teoría)
en que sólo aparecen los térm inos de V,, y las reglas de correspondencia o
postulados C, que son enunciados mixtos. Las reglas de correspondencia C
deben satisfacer las siguientes condiciones:

a) E l conjunto de reglas C debe ser finito.


b) C debe ser lógicam ente com patible con T.
44 La concepción heredada

c) C no contiene términos extralógicos que no pertenezcan a Ya o V,.


d) Cada regla de C debe contener, esencial o no vacuamente, al menos
un término yay al menos otro V ,.293
0
Bien se v e por la longitud de la caracterización final de la
concepción heredada (motivo por el cual hemos reproducido ínte­
gro el pasaj e), por las múltiples presuposiciones ontológicas que se
hacen en ella, y sobre todo por el carácter ad hoc de muchas de las
soluciones finales, que sólo aparecen para evitar determinados
problem as técn icos, que la co n ce p ció n heredada y a estaba en
plena crisis en la década de los cincuenta. Es el momento en que,
aparte las críticas más o menos concretas, van a surgir opositores
m ucho más frontales, en particular los que van a atacar la única
componente de la versión inicial, y del propio positivismo lógico,
que aún queda incólume: lo observacional.
Pero antes de que ello suceda la concepción heredada todavía
va a producir aportaciones que tendrán interés para el desarrollo
ulterior de la filosofía de la ciencia en el siglo xx, m otivo por el
cual conviene detenerse brevemente en ellas, antes de pasar a las
primeras posturas netamente críticas con respecto a la concepción
heredada.

2.7. Modelos de una teoría científica

La palabra 'modelo' suele dar lugar a ambivalencias, ya que se usa


en sentidos bastante diferentes. Suele hablarse, por ejemplo, del
m odelo a partir del cual se hace una pintura o una reproducción, a
veces se entiende a m odo de maqueta, y no falta la acepción que
co n sid e ra el m o d e lo c o m o a lg o id ea l a lo cual tender, p ero
que nunca se alcanza propiamente. En filosofía de la ciencia, en
cam bio, dich o término se usa (o debería usarse) en un sentido
técnico, derivado de las investigaciones llevadas a cabo por Tarski
sobre la semántica de los sistemas form ales, y posteriorm ente
según lo que se ha venido llamando en lógica teoría de modelos."

29. F. SUPPE, La estructura de las teorías científicas, pp. 71 -7 2 .


3 0 . V é a s e A . TARSKI, Logic, Semantics, Metarnathernatics, t r a d u c c ió n d e J. H .
W o o d g e r (O x f o r d , C la r e n d o n P ress, 1 9 5 6 ). E x iste tra d u ció n al c a stella n o d e E. C o ­
l o m b o d e l a rtícu lo fu n d a m e n ta l d e d ich a r e c o p ila c ió n , c o n e l títu lo « L a c o n c e p c ió n
Modelos de una teoría científica 45

Aun restringiendo así el significado del término 'modelo' a las


teorías científicas, cabe distinguir hasta cinco sentidos diferentes
en el uso de dicho concepto en relación a las teorías .31

1) Modelos lógicos. Son las interpretaciones semánticas de un


sistema de axiomas (por ejemplo, del cálculo de una teoría) tales
que los axiomas son verdaderos para dichas interpretaciones. Los
m odelos no tienen por qué ser entidades lingüísticas, pero sí han
de ser isom orfos en su estructura lógica a la de la teoría.
2) Modelos matemáticos. Son representaciones aritméticas de
una teoría empírica; es decir, un conjunto de proposiciones mate­
m áticas que tienen la m ism a form a que las leyes de la teoría.
También hay isomorfismo estructural.
3) Modelos analógicos. Son representaciones físicas tridimen­
sionales de un ob je to o de un sistema, c o m o p or e jem p lo un
planetario, o los m odelos (M ecá n icos del éter de K elvin, o en
general los gráficos. También hay isomorfismo.
4) Modelos teóricos. Conjunto de asunciones sobre un objeto
que permiten atribuirle una estructura interna, com o por ejemplo
el m odelo atómico de Bohr, o el m odelo de la mesa de billar para
la teoría cinética de los gases. Suelen identificarse con la teoría,
recibiendo una interpretación realista.
5) Modelos imaginarios. Conjunto de asunciones sobre un obje­
to que muestran lo que debería de ser si satisficiese determinadas
condiciones que, de hecho, no satisface. Ejemplos: el m odelo de
Poincaré para una geom etría de L obachevsk i, o el m od elo de
campo magnético propuesto por Maxwell. Estudian los objetos y
los sistemas como si fuesen así, y poseen en cualquier caso una
importante función heurística.

En el caso de la con cep ción heredada, la utilización de los


modelos de una teoría surge con la versión final de la misma, y en

se m á n tica d e la v e r d a d y lo s fu n d a m e n to s d e la se m á n tic a » (B u e n o s A ir e s , N u e v a
V is ió n , 1972).
31. E s t a d i s t i n c i ó n p r o c e d e d e C r is tin a B i c c h i e r i , e n la i n t r o d u c c ió n a la
t r a d u c c ió n italian a d e l lib r o d e M AR Y HESSE, M od elli e analogie nella scienza (M ilán,
F eltrin elli, 1 9 8 0 ), p p. 7 -9 . L a o b r a o rig in a l se titula Models andAnalogies in Science
(N o tre D a m e , U n iv e rsity o f N o tre D a m e P ress, 19 66).
46 La concepción heredada

concreto con la propuesta de Carnap en 1956 de las interpretacio­


nes parciales de los términos teóricos:
No mantenemos que quepa una interpretación completa de L„ sino
sólo una interpretación indirecta y parcial que dan las reglas de correspon­
dencia.32

Aunque Carnap no llegó a definir con exactitud la noción de


'interpretación parcial', lo cierto es que co m e n z ó a utilizarse
de inmediato, dando lugar a las críticas de Achinstein 3335y de Put-
4
nam." Este último fue quien propuso la siguiente interpretación de
la tesis camapiana: interpretar parcialmente términos V, y enuncia­
dos de L es especificar una clase no vacía de modelos propuestos
con más de un miembro.
Esta idea ha tenido gran éxito en los años ulteriores, pero ha
suscitado asim ism o una viva discusión en torno a la n oción de
m odelo de una teoría con contenido empírico, y en particular a si
dichos m odelos pertenecen o no a la estructura de la teoría. Las
investigaciones de Sneed surgen, de alguna manera, en este con ­
texto."
Elempel, Nagel, Freudenthal, Braithwaite, Elesse y otros mu­
chos debatieron esta cuestión en la década de los sesenta. Nagel,
por ejem plo, caracterizaba así a la con cep ción heredada en su
tratado de 1961, La estructura de la ciencia:
Convendrá distinguir tres componentes en una teoría:
1) Un cálculo abstracto que es el esqueleto lógico del sistema explica­
tivo y que «define implícitamente» las nociones básicas del sistema.
2) Un conjunto de reglas (de correspondencia) que asignan de modo
efectivo un contenido empírico al cálculo abstracto, poniéndolo en
relación con los materiales concretos de la observación y la experi­
mentación.

32. R . C A R N A P , « T h e M e th o d o lo g ic a l C haracter o f T h e o re tica l C o n c e p ts » ,


en FEIGL y SCRIVEN (eds.), M inn esota Studies in the P h ilosop h y o f Science, v o l. I,
p p. 3 3 -7 6 , y e n c o n c r e to la p. 46.
33. Véase P. ACHINSTEIN, C oncepts o f Science (B a lt im o r e , J o h n E Jopkins,
1 9 6 8 ), p. 82.
34. H. PUTNAM , «W hat Theories are N ot», en N AGEL, SUPPES y TARSKI (eds.),
Logic, Methodology and Philosophy o f Science: Proceedings o f the 1960 International
Congress (S ta n ford , S ta n ford U n iv ersity P ress, 1 9 6 2 ), p p. 2 4 0 -2 5 1 , y en c o n c r e to las
pp. 145-146.
35. V é a se , m ás adelante, 6 .2 , 6 .3 y 6.4.
Modelos de una teoría científica 47

3) Una interpretación o modelo del cálculo abstracto que provea a la


estructura esquelética de carne, por así decirlo, en términos de
materiales conceptuales o visualizables más o menos familiares.36

Como bien ha señalado Suppe,37 Nagel no está pensando exclu­


sivamente en m odelos matemáticos de una teoría, o lógicos, que
satisfacen los axiomas de la misma en el sentido de Tarski, sino en
modelos icónicos, com o el de Bohr, a los cuales llamábamos antes
modelos teóricos. Tanto para Nagel com o para Hesse, aunque esta
ultima amplía el concepto de m odelo, no restringiéndolo a mate­
riales visualizables y familiares,383
0toda teoría científica debe tener
4
9
ese tipo de m od elos, los cuales son com ponentes esenciales e
integrantes de las teorías. El propio Kuhn utilizará algunas veces la
noción de paradigma en el mismo sentido.
M as la versión estándar de la con cep ción heredada es más
estricta: para Braithwaite los m odelos de una teoría han de ser
conjuntos de proposiciones con la misma estructura de la teoría:

Un modelo de una teoría T es otra teoría M que se corresponde con T


en cuanto a la estructura deductiva [...] el modelo es otra interpretación
del cálculo de la teoría."

Quien más ha criticado la versión del concepto carnapiano de


interpretación parcial en términos de clases de modelos ha sido el
m ism o autor que propuso esa versión c o m o posible: Putnam."
Para él, dicha interpretación consiste en la especificación de una
clase de modelos propuestos para la teoría T. Y una especificación
así, según Putnam, debe utilizar términos de gran envergadura,
tales co m o 'magnitud física', que todavía no han sido definidos
dentro de la teoría T, de tal manera que la clase de m od elos M
propuestos para T sería muy amplia, y de muchos de sus elementos

36. E. NAGEL, The Structure o f Science (N u e v a Y ork , H a rcou rt B r a c e , 1 9 6 1 ),


p . 9 0 , así c o m o la s p p . 95-97. E x is t e t r a d u c c ió n al c a s t e lla n o d e N é s t o r M í g u e z
(B u e n o s A ir e s , P a id ó s, 19 68).
37. F. SUPPE, L a estructura de las teorías científicas, p p. 125 y ss.
38. Véase M . HESSE, F orces andFields (T o t o w a , L ittle fie ld , A d a m s , 1 9 6 5 ),
pp. 23 -24.
39. R. B. B R A ITH W A IT E , «M od els in Empirical Science», en N A G E L , SUPPES y
TARSKI, Logic, Methodology..., p. 22 5.
40. H. P U T N A M , «W hat Theories are N ot».
48 La con cepción h eredada

no podríamos saber si son interpretaciones que satisfacen la teoría


T o no. De lo cual concluye que la clase de los modelos propuestos
no está bien definida, y por tanto es inaceptable. En el fondo, lo que
Putnam quiere atacar en la con cep ción heredada es la propia
distinción entre teórico y observacional, como veremos al final de
este capítulo. Pero al hacerlo, ha sugerido una noción que será
retomada por la concepción estructural, si bien en un sentido dife­
rente.
Frederick Suppe ha respondido a Putnam defendiendo la ver­
sión de la interpretación parcial como clase de modelos, si bien él
también se muestra en desacuerdo con la concepción heredada. Al
hacerlo, a su vez ha propuesto una nueva idea que tendrá gran
desarrollo en las investigaciones de Sneed, motivo por el cual
conviene aludir a ella:

P u t n a m d i c e q u e , s e g ú n 4 (la versión de la interpretación parcial como clase


de modelos), la s t e o r í a s c u y a s c o n s e c u e n c i a s o b s e r v a c i o n a l e s s o n f a l s a s n o
t ie n e n n in g ú n m o d e lo e n M ; e s t o e s in a c e p t a b le , y a q u e u n a t e o r ía s e m e ­
ja n t e s e r ía fa ls a , p e r o n o s e r á u n s in s e n t id o . S in e m b a r g o , e s t a o b je c ió n
c o n f u n d e la v e r d a d e m p ír ic a c o n la v e r d a d s e m á n t ic a . L a c l a s e M d e
m o d e lo s d e T d e fin e , e n e fe c t o , u n c o n ju n t o d e m u n d o s q u e r e s u lt a n
c o m p a t i b l e s c o n l a s u p u e s t a v e r d a d s e m á n t i c a d e T. T o d a s la s c o n s e c u e n ­
c i a s L 0 d e T s o n s e m á n t i c a m e n t e v e r d a d e r a s e n c a d a u n o d e t a le s m u n d o s .
D e a h í q u e l a d e f i n i c i ó n d e M s e a ta l q u e n o s e a n u n c a v a c ía , a n o s e r q u e T
s e a ló g ic a m e n te c o n t r a d ic t o r ia . S i T es e m p ír ic a m e n te v e r d a d e r a o fa ls a s e
r e d u c e a la c u e s t i ó n d e s i d e s c r ib e fie lm e n t e c o n d i c i o n e s q u e s e d a n e n e l
m u n d o ; p e r o e s t o n o e q u i v a l e s i n o a l a c u e s t i ó n d e s i e l m u n d o r e a l (o u n a
p a r t e d e él) e s t á o n o e s t á e n M . D e d o n d e s e d e d u c e q u e s i s e m a n t i e n e la
d is tin c ió n e n tr e v e r d a d s e m á n t ic a y e m p ír ic a , c o m o s e d e b e , la o b je c ió n
d e P u t n a m d e s a p a r e c e . '"

En el capítulo 6 verem os de qué m anera retom an Sneed y


la concepción estructural este tipo de ideas, que trascienden ya la
concepción heredada y proyectan la filosofía de la ciencia hacia
direcciones nuevas. En cualquier caso, y para resumir el debate
suscitado en la década de los sesenta en torno a la cuestión de los
modelos de una teoría científica, cabe afirmar que los defensores
de este tipo de interpretación parcial de las teorías veían en ella las
siguientes ventajas:4142

41. F. SUPPE, La estructura d e la s teo ría s científicas, p. 122.


42. C. BICCHIERI, en M. HESSE, M odelli..., p. 22.
M odelos de una teoría científica 49

1) Los modelos desempeñan un papel muy importante en la


construcción de las teorías, al servir como guías en la búsqueda de
su estructura formal.
2) Los modelos interpretan completamente los términos teóri­
cos de la teoría.
3) Al atribuir significado a los términos teóricos, los modelos
conectan la teoría con los datos experimentales. Por lo tanto, son
una versión mejorada de las reglas de correspondencia clásicas,
que ya no presentan las dificultades lógicas de éstas, al optar
decididamente por una función semántica de dichos modelos.
4) Los modelos extienden las teorías a nuevos ámbitos observa-
cionales, y por tanto desempeñan una función heurística importan­
te, que posibilita el crecimiento y desarrollo de una teoría.

Las críticas internas a la versión final carnapiana de la concep­


ción heredada suscitaban así nuevos problemas, que pocos años
después serían retomados por otros filósofos de la ciencia, pero
desde puntos de vista totalmente distintos a la tradición neopositi-
vista. La década de los sesenta es pues una fase de crisis para la
con cepción heredada, que va a dar lugar, por una parte, a que
algunos autores formados en ella se desliguen de la misma, tal y
como veremos en el último apartado del presente capítulo, como
asim ism o a la difusión de ideas contrarias a ella, com o las del
propio Popper, que habían estado como congeladas en sus aspectos
fundamentales durante muchos años. Pero el abandono generaliza­
do de la misma sólo tendrá lugar a partir del embate del historicis-
mo kuhniano, que parte ya de posiciones totalmente heterogéneas
a las de la tradición neopositivista.
Entretanto, sin embargo, los defensores de la concepción here­
dada lograron todavía plantear nuevos problemas, que han pasado
a ser esenciales en los años posteriores, aunque para ser tratados
con criterios muy diferentes a los de Carnap, Hempel y otros. Pese
a ello, merece la pena recordar algunas de las principales cuestio­
nes que ocuparon a estos autores en sus últimos años de preponde­
rancia en la epistemología contemporánea.
50 La concepción heredada

2.8. Reducción y explicación científica

La reducción de unas ciencias a otras era el lema fundamental del


Círculo de Viena en su proyecto de elaboración de una ciencia
unificada. Del mismo modo que Frege, Russell y la escuela forma­
lista de Hilbert habían reducido las matemáticas a la lógica, hacien­
do surgir la teoría de los sistem as formales, y su metateoría o
metamatemática, las ciencias empíricas debían ser reducidas a
lenguaje fisicalista, e incluso algunas ciencias a otras, como las
ciencias sociales a la psicología (entendida ésta al modo conductis-
ta) y ésta a su vez al fisicalismo. La impronta del positivismo de
Comte, aunque muy lejana, seguía dejándose notar.
El progreso científico está ligado, según el neopositivismo, a
los p rocesos de reducción de teorías, entre los cuales hay dos
perfectamente válidos, puesto que lo suscitan: según el primero
una teoría altamente corroborada tiende a ampliar su campo origi­
nario, reduciendo a sus términos y a su marco teórico ámbitos
fenoménicos que hasta entonces habían sido investigados con téc­
nicas muy diferentes; el ejemplo clásico es el de la extensión de la
mecánica clásica de partículas a la mecánica de cuerpos rígidos,
pero también puede valer la extensión de los métodos físicos a la
psicología (psicofisica de finales del siglo xix) o la de los métodos
estadísticos a las ciencias humanas y sociales (psicometría y socio­
metría del siglo xx). El segundo procedimiento fundamental para
la reducción de unas teorías científicas a otras tiene lugar cuando
varias teorías altamente corroboradas, cada una en su dominio,
siendo éstos en principio muy diversos, se incluyen en o se reducen
a otra teoría más amplia. Así ocurrió con la mecánica newtoniana,
que en su desarrollo absorbió varias teorías precedentes, como las
de Copérnico y Kepler en astronomía y la de Galileo sobre la caí­
da de los graves, pero asimismo podrían citarse muchos ejemplos,
incluso recientes, com o la aparición de la teoría de sistemas en
ciencias sociales.
Ahora bien, ¿cómo encajar estos procesos de cambio científico
con la estructura de las teorías, tal y como ésta había quedado
definida en la concepción heredada, sea en su versión inicial o en
su versión final?
El prim er tratamiento del problem a lo proporcionaron en
1956 Kemeny y Oppenheim: según ellos, una teoría T, reduce la
R edu cción y exp licación cien tífica 51

teoría Tj cuando T, contiene los mismos datos observacionales que


T2, y los presenta en forma más sencilla. El programa fisicalista se
mantenía, pues, en todo su rigor, dando por supuesto que en una
teoría todo es traducible a términos observacionales, por medio de
las reglas de correspondencia."
En 1961 Nagel propuso otra definición de la reducción entre
teorías, que pasó a ser la tesis estándar de la concepción heredada
al respecto. Para Nagel, una teoría es reducible por otra si puede
ser lógicamente derivable de ella, lo cual sólo puede suceder, por
supuesto, si ambas teorías son lógicamente consistentes entre sí y
el vocabulario de la primera (la reducida) puede obtenerse a partir
del de la segunda, tanto en lo que respecta a la componente teórica
como a la observacional, mediante definiciones o leyes-puente. Lo
cual da lugar a una cuestión que será de gran importancia en los
años siguientes, y que puede verse ya, en forma ambivalente, en
este pasaje de Nagel:

L a s le y e s d e la c ie n c ia s e g u n d a n o e m p le a n n in g ú n t é r m in o d e s c r ip t i­
v o q u ç 4n o s e u s e c o n m á s o m e n o s e l m i s m o s i g n i f i c a d o e n l a c i e n c i a p r i ­
m era .

No está claro, en efecto, que en los p rocesos de redu cción


científica el significado de los términos, incluso el observacional,
no se modifique. No es lo mismo observar los fenómenos astronó­
m icos desde una perspectiva copernicana (o kepleriana) que en­
marcarlos en el aparato conceptual newtoniano. Nagel reconoce
esta dificultad para el segundo tipo de reducción científica, admi­
tiendo que la teoría reductora puede conllevar la introducción de
nuevos términos teóricos y de diferentes reglas de correspondencia
con respecto a la teoría reducida. De ahí que para que efectivamen­
te haya un proceso de reducción por asimilación de varias teorías
en una m ás general, hace falta que cada una de las primeras, y
desde luego la teoría reductora, tuviesen su vocabulario teórico
adecuadamente fijado y consolidado. Pero no basta con ello." Todo
término teórico nuevo, que no apareciese en las teorías reducidas,
ha de ser confrontado con cada uno de los términos teóricos de las4 5
3

43. V éa se J. G. KEMENY y P. OPPENHEIM, «O n R ed u ction », e n Philosophical


Studies, 7 (1 956), p p. 6 -1 9 .
44. E. NAGEL. The S tm ctu re o f Science, p. 339.
45. E. NAGEL, The Structure o f Science , pp. 35 3 -3 5 4 .
52 La concepción heredada

primeras, al objeto de precisar su s relaciones, a poder ser por


m edio de definiciones o de leyes, de tal m anera que, u n a vez
cum plido este segundo requisito, todas las leyes de las teorías
reducidas puedan ser deducidas a partir de las premisas y reglas de
correspondencia de la teoría reductora, con lo cual se logrará que
también lo sean sus teoremas. Y por último, todas estas transforma­
ciones de las teorías reducidas han de haber sido corroboradas por
la experiencia.
Surge así el paradigma de lo que más tarde se llamará concep­
ción acumulativa del progreso científico. La ciencia avanza median­
te procesos de reducción de unas teorías a otras nuevas, y en cada
paso el contenido empírico de las teorías precedentes ha de ser
perfectamente expresable, deducible y corroborable con el nuevo
vocabulario, axiomas, cálculo lógico y reglas de correspondencia
de la nueva teoría. Implícitamente se afirma que las antiguas teo­
rías no deben ser abandonadas, sino mejoradas, perfeccionadas y
englobadas en otras más generales. Como veremos más adelante,
este tipo de planteamientos fueron uno de los principales caballos
de batalla a partir de los años sesenta, cuando autores como Kuhn,
Hanson, Feyerabend e incluso Bohm rechazasen enérgicamente
esta concepción del progreso científico.
Pero independientemente de ello, el concepto de reducción
científica, en la medida en que abrió el debate sobre una cuestión
m ucho más amplia, la de las relaciones entre teorías científicas,
pasó a ser uno de los centrales de la filosofía de la ciencia en los
últimos años, como veremos más adelante."
Otro concepto importante estudiado a fondo por la concepción
heredada es el de explicación.
La teoría aristotélica de la ciencia consideraba que el conoci­
miento científico es un conocimiento por causas. Su influencia fue,
en este aspecto, profundísima, al menos hasta el siglo xix, a pesar
de la radical crítica de Hume a la noción de causalidad. La ciencia
moderna, dentro de su tradición esencialista, no sólo aspiraba a
elaborar una descripción adecuada del mundo, sino que mediante
sus teorías pretendía lograr además una explicación de los hechos
observables, y una explicación causal; Newton y su célebre lema,
Hypothesis non fingo, han encarnado el prototipo del científico que4 6

46. Véase, m ás adelan te, 6.7.


Reducción y explicación científica 53

pide que las teorías sean explicativas, por considerar esto como el
objetivo principal de la ciencia.
Una vez aceptada la crítica humeana a la noción de causalidad
por parte del Círculo de Viena, se planteó sin embargo la necesidad
de m antener el concepto de explicación com o algo central en
filosofia de la ciencia, ya que no el de explicación causal. Popper se
ha ocupado ampliamente de la cuestión, y ello ya en su obra La
lógica de la investigación científica, de 1934. Allí afirmaba que, si
no el principio de causalidad en su interpretación esencialista, el
científico debía seguir manteniendo un principio metodológico si­
milar al de causalidad:
Se trata de la sim ple regla de que no abandonarem os la búsqueda de
leyes u n iversa les y de u n s is te m a teó rico co h eren te, n i c esa rem o s en
nuestros intentos de explicar cau salm ente todo tipo de acontecim ientos
qu e p od em os describir: e s ta reg la g u ía al in v e s tig a d o r cien tífico en su
ta re a ."

Dicha tesis de Popper no fue bien recibida por los neopositivis-


tas ni por los instrumentalistas, dentro de la concepción heredada.
En cambio, sí aceptaron su afirmación de que las teorías científicas
han de ser explicativas: «Teorías que describan ciertas propiedades
estructurales del mundo que nos permitan deducir, valiéndonos de
con dicion es iniciales, los efectos que se trata de explicar»." La
diferencia va a estribar en que la explicación científica no tiene por
qué ser pensada en términos de causa y efecto. La primera propues­
ta en este sentido proviene de Carnap, aunque todavía está orienta­
da a un ámbito restringido de las teorías científicas:

La tarea de la explicación consiste en transform ar un concepto dado,


más o menos inexacto, en otro exacto, o m ejor aún, en sustituir el primero
p o r el segundo. L la m a m os al con cep to dado (o al térm in o u sad o en su
lugar) explicandum y al con cep to exa cto (o al térm in o) p ro p u esto para
ocu p ar el lu gar del prim ero explicatum. El explícatum debe ser introduci­
do p o r m e d io d e re g la s e x p líc ita s d e u so; p o r ejem p lo , m e d ia n te u n a
defin ición que lo in corp ore a un sistem a bien con stru id o de con ceptos
cien tíficos lógico-m atem áticos o em píricos." 4 9
8
7

47. K. R . POPPER, L a ló g ica d e la in v e s tig a ció n cien tifica , ed. cita d a , p. 59.
V éa se ta m b ié n el a p a r ta d o 3 .7 , n o ta 36.
48. 1Ib íd . p. 5 9 , nota.
49. R. CARNAP, L o g ic a l F o u n d a tio n s o f P ro b a b ility (C h ica g o , U n iv ersity o f
C h ic a g o P ress, 19 5 0 ), p. 3.
54 La concepción heredada

Tres páginas más adelante precisa todavía más los requisitos


que debe cumplir el explicatum: ser similar al explicandum, que sus
reglas de uso estén formuladas con exactitud, que resulte fructífero
y que sea simple, en la m edida de lo posible, en función de los
requisitos anteriores."
Pero este tipo de explicación está planteada únicamente como
la relación entre dos conceptos de teorías distintas cuando una es
reducida por la otra: entonces hay conceptos de la segunda que
explican los de la segunda. Cabe incluso hablar de la explicación
com o relación entre teorías, y no ya sólo entre conceptos; así lo
hace Popper, al referirse a uno de los grandes ejemplos de reduc­
ción científica que él estudia, el de la química a la física a partir de
la clasificación de los elementos en función de su estructura ató­
mica:

todos los h allazgos de la qu ím ica pu eden ser explicados com pletam ente
(es decir, deducidos) de los principios de la física.5’

Mas el propio Popper señala que, estando relacionados entre sí


los procesos de reducción y explicación científica, el primero es
algo más que una simple explicación de una teoría por otra: impli­
ca además una comprensión teórica, y ello no sólo en el caso de las
ciencias hum anas o sociales, com o se afirmará con frecuencia,
sino incluso en ciencias de la naturaleza, como la biología.
La explicación científica no sólo afecta al reemplazo de un
concepto por otro, ni a la reducción teórica, sino sobre todo a la
explicación de los hechos y de los fenómenos. De ahí que hiciese
falta un estudio más general de la noción de explicación, que fue
iniciado en 1954 por Hempel y Oppenheim, y continuado poste­
riormente por Hempel y por Nagel.
En primer lugar, hay que distinguir entre diferentes tipos de
explicación, entre los cuales la explicación causal no sería más que
uno entre varios. Al respecto se han propuesto muchas clasificacio­
nes. Nagel distingue cuatro tipos: la explicación deductiva, la pro-
babilística, la teleológica (o funcional) y la genética." Nosotros nos5
2
1
0

50. R. CARNAP, Lógica! Foundations ofProbability, pp. 5-7.


51. K. R. POPPER, Objeciive Knowledge (O x fo rd , C la r e n d o n P r e s s , 1 9 6 2 ),
p. 2 9 0 . E xiste tr a d u c c ió n al c a ste lla n o d e C arlos S olis (M adrid, T e c n o s , 1974).
52. E. NAGEL, The Structure o f Science , pp. 32 y ss.
Reducción y explicación científica 55

53
atendremos a la clasificación más amplia propuesta por Speck,
que se adapta m ejor a las ideas de Hempel, precisándolas en
función de aportaciones ulteriores. De acuerdo con ello la explica­
ción científica podría ser de los siguientes tipos:
1) Explicación nomológica-deductiva, que es la fundamental
para la concepción heredada, en la propuesta de Hempel y Oppen-
heim. En todo esquema de explicación científica de un enunciado
E, el explanandum, habría que distinguir en el explanans dos tipos
de proposiciones: unas, las condiciones antecedentes, que pueden
describir las condiciones iniciales en las que se produce la observa­
ción que hay que explicar, o estados de cosas, o incluso hipótesis
concomitantes; llamémoslas A,, A^. La segunda componente
estaría integrada por aquellas leyes científicas, L„ L„, en su
enu n ciación general, que perm iten explicar el fenóm eno, o en
su caso el concepto científico. Son las premisas del explanans. El
esquema general de la explicación nomológica-deductiva sería, por
tanto:
A„ A„ Ak
Explanans S
-L,, L„
E E x p la n a n d u m
y Hempel precisa que se deben cumplir las siguientes condiciones:

a) El explanandum d ebe ser c o n s e c u e n cia lógica del ex­


planans.
b) El explanans debe contener leyes generales y éstas deben
ser realmente efectivas en la derivación del explanandum.
c) El explanans debe poseer algún contenido empírico.
d) Las proposiciones que com ponen el explanans deben ser
verdaderas."
Estos cuatro requisitos son llamados por Hempel y Oppenheim
condiciones de adecuación, siendo las tres primeras lógicas y la
cuarta la condición empírica de adecuación.53
4

53, J. SPECK (ed.), H a n d b u ch ivissen sch a ftsth eo re tisch e Begriffe (G ó ttin g e n ,


V a n d e n h o e c k R u p re ch t, 19 80, 3 v o l s .) ,v o l . 1, p p. 1 7 5 -1 9 0 .
54, V éase C. G. HEMPEL, A s p e c t s o f Scientific E x p la n a tio n , pp. 6 y s s ., a s í
c o m o p p. 2 4 7 -2 4 9 .
56 La concepción heredada

2) Explicación estadística. Tam bién estudiada por Hem pel,


conform e al m ismo esquema anterior. La diferencia estribaría en
que al m en os una de las leyes L. del explanans habría de estar
formulada en términos estadísticos.
A su vez habría dos tipos de explicación estadística: la deducti-
vo-estadística, en la que se utiliza una ley estadística, formulada en
términos de la teoría de la probabilidad, y la inductivo-estadística,
en la que se subsume algún suceso bajo leyes estadísticas, pero no
por deducción matemática a partir de la teoría de la probabilidad.
Posteriormente, en su posfacio a Aspects o f Scientific Explanation,
en 1976, H em pel ha precisado que «una explicación estadística
debe mostrar que el explanandum ha de tener alta probabilidad de
ocurrir»."
L os restantes tipos de explicación científica son menos rele­
vantes para la concepción heredada, que siempre ha insistido en el
m odelo nom ológico-deductivo, es decir en la explicación a partir
de leyes científicas, pero también se utilizan en particular en biolo­
gía y en las ciencias humanas.

3) La explicación genética, a base de describir de qué manera


ha evolucionado el explanandum. Se da por supuesto que no se
mencionan todos los estados evolutivos previos, eligiéndose sólo
aquellos que, hipotéticamente, tienen relevancia causal para el
desarrollo del sistema.

4) Explicación disposicional, que ha sido desarrollada especial­


mente por Carnap y Ryle," a partir de los conceptos disposiciona-
les propugnados por el primero. Un ejemplo de este tipo de explica­
ción, en la que se vuelve de alguna manera a la antigua explicación
causal, sería la ruptura de una ventana al ser golpeada p or un
martillo, hecho que se produciría en base al concepto 'frágil' adju­
dicado al cristal y que permite explicar el fenóm eno sin recurrir
explícitamente a ninguna ley científica cuantitativa.5
6

55. Aspects o f Scientific Explanation (e d . 1 9 7 6 ), p p. 9 9 -1 0 2 . P ara las s u ce si­


v a s m o d ific a c io n e s qu e H e m p e l, a la v ista d e las o b je c io n e s q u e ib a n su rg ie n d o , ha
in t r o d u c id o a su c o n c e p t o d e e x p l i c a c i ó n e sta d ística , p u e d e v e r s e la o b r a d e G . H .
VON WitiGHT, E xp lica ción y comprensión, tra d u cció n d e L u is V e g a (M a d rid , A lia n z a ,
1 9 7 9 ), pp. 2 9 y ss.
56. G. RYLE, D e r B e g r ijf des Geistes (S tu ttg a rt, 1 9 6 9 ), p . 1 1 4 ; e x is t e u n a
t r a d u c c ió n in g le s a (L o n d r e s , H u tc h in s o n , 1 9 4 9 ), The concept o f Mind.
Reducción y explicación científica 57

5) Explicación racional, denominación propuesta por Dray575 0


6
9
8
para aplicarla en particular al tipo de explicación de los aconteci­
mientos que se produce en las ciencias históricas. Sería a su vez
disposicional, pero añadiendo un matiz importante: la intencionali­
dad propia de las acciones humanas. Este tipo de explicación se
sitúa en un ámbito exclusivamente pragmático.

6) Explicación teleológica, término clásico muy utilizado para


las ciencias biológicas y humanas, y que en este siglo suele recubrir
para m u ch os autores los actos intencionales. En 1943, Rosen-
blueth, Wiener y Bigelow escribieron un importante artículo sobre
el tema de la explicación científica, titulado «Behavior, Purpose
and Teleology». Aportaban en él la noción de retroacción negativa,
importante para los sistemas homeostáticos o autorregulados, tan
frecuentes en los seres vivos, mas también en muchas estructuras
cibernéticas. Braithwaite y N agel también se ocuparon de esta
cuestión:" la posición general de la con cep ción heredada sería
subsumir las explicaciones teleológicas o finalísticas, e incluso las
intencionales (acciones dirigidas a un objetivo), bajo el modelo de
explicación causal, e incluso hacerlas compatibles con el modelo
de cobertura legal de Hempel (Covering Law Model), es decir, con
la explicación nomológica-deductiva.
A l respecto se ha producido ulteriormente la importante con­
tribución, en 1971, de V on Wright." Siguiendo ideas propuestas
por Elisabeth Anscom be en su obra Intention,6° Von Wright se ha
interesado en la tradicional propuesta aristotélica de los silogismos
prácticos para intentar analizar la naturaleza de la explicación
teleológica. El silogismo práctico podría ser descrito así:

[...] el punto de partida a la premisa mayor del silogismo menciona


alguna cosa pretendida o la meta de actuación; la premisa menor refiere
algún acto conducente a su logro, algo así como un medio dirigido a tal

57. W . D RAY , Laws and Explanation in H istory (O x fo r d , O x fo r d U n iversity


P ress, 1957).
58. R . B . b r a i t h w a i t e , Scientific Explanation (N u e v a Y o r k , H a rp er, 1 9 5 3 ).
E x is te t r a d u c c ió n a l c a s t e lla n o (M a d r id , T e c n o s , 1 9 6 5 ), titu la d a L a explicación
científica. Para NAGEL, véase The Structure o f Science, cap . 12.
59. G. H. V O N w r i g h t , Explanation and Understanding. N o s r e fe r ire m o s a la
m e n c io n a d a tr a d u c c ió n castellan a .
60. G . E. N . ANSCOMBE, Intention (O x fo rd , B la ck w e ll, 1957).
58 La concepción heredada

fin; por último, la conclusión consiste en el empleo de este medio para


alcanzar el fin en cuestión."

Este tipo de silogismo, según V on Wright, sería la clave para


com p ren d er lo que es la intencionalidad y la teleología en las
acciones humanas. U n ejem plo concreto de dicho silogism o o
inferencia práctica sería:

Ase propone dar lugar a p.


A considera que no puede dar lugar a p a menos de hacer a.
Por consiguiente, A se dispone a hacer a.6
626
1 3

Resulta así, siempre según Von Wright, que el explanandum de


una explicación teleológica es una a cción , y que p o r tanto su
análisis debe llevarse a cabo conform e al esquema anterior de los
silogismos prácticos, característicos de las acciones intencionales.
El razonamiento anterior explica el evento a, pero no en términos
nom ológicos-deductivos, por una parte, ni se limita a explicarlo,
por otra. El silogismo práctico permite, además de la explicación
de un fenómeno o evento, su comprensión. Con ello, V on Wright
amplía el debate hacia un tema clásico, que desde luego sale fuera
del marco de la concepción heredada, y retorna algunos puntos de
la tradición hermenéutica: el de la explicación versus la compren­
sión en ciencias humanas. V olverem os más adelante sobre este
punto."

Otra importante contribución de V on Wright, en la que sinto­


niza con las tesis de Dray en tom o a la explicación racional, estriba
en una característica específica de las ciencias humanas, consisten­
te en la retrodicción, que se opone al objetivo metodológico de las
ciencias físicas, que según la concepción heredada sería la predic­
ción. Para V on Wright, la retrodicción, o explicación de un suceso
en base a sus condiciones previas de posibilidad, sería el objetivo
principal de ciencias c o m o la historia o el con d u ctism o, pero
también de la cosmología, la geología o la teoría de la evolución.
Estas ideas de V o n W right han sido a su vez m odificadas,
basándose en las críticas que se le hicieron en el S im posio de

61. G. H. von wright , Explanation and Understanding, p. 48.


62. G. H. von wright , Explanation and Understanding, p. 126.
63. V é a s e n o ta 1 d e l c a p ítu lo 7 (v o lu m e n I I ) d e esta obra.
C ríticos de la con cep ción heredada 59

Helsinki de 1974,646 5p e ro seguir el detalle de d ich o debate n os


llevaría a cuestiones que desbordan los planteamientos de la con ­
cepción heredada.
Baste pues co n decir, a título de resumen, que también en el
caso de la explicación han surgido diversas críticas al m o d e lo
hempeliano de cobertura legal, pero en cualquier caso su misma
form ulación, co n todas las adiciones y perfeccionam ientos que
llevó a cabo el prop io H em p el, abrió asimismo nuevas líneas de
investigación y de estudio para la filosofía de la ciencia.

2.9. Críticos de la concepción heredada

2.9.1. Q U I N E 'Y P U T N A M SO B R E L A D IS T IN C IÓ N A N A L ÍT IC O /S IN T É T IC O

E n 1.4 hem os visto que la distinción de Carnap entre ciencias


formales (Foi-malwissenschaften) y ciencias reales (Realwissen-
schaften) o de con ten id o em pírico estaba basada en el tipo de
enunciados que correspondía a cada uno de esos dos tipos de cien­
cias. Las matemáticas, la lógica y las ciencias formales en gene­
ral, utilizan proposiciones analíticas, excluyendo las proposiciones
contradictorias, por ejemplo por el m étodo de reducción al absur­
do. El resto de las ciencias, en cambio, aunque pueden ser auxilia­
das por conceptos y técnicas lógicas y matemáticas, se distingue de
éstas porque también cuentan, y en ello reside su especificidad,
con proposiciones sintéticas. La teoría de la ciencia del Círculo de
Viena, y por supuesto también la de la concepción heredada, tenía
com o uno de sus pivotes principales la distinción entre proposicio­
nes analíticas y sintéticas.
Com o es sabido, esa distinción proviene de Kant. En la Crítica
de la razón pura K ant afirma que un juicio, del tipo A es B, es
analítico cuando el predicado B pertenece al sujeto com o algo que,
implícitamente, está contenido en él," y co m o ejem plo de juicio
analítico alude al enunciado «tod os los cuerpos son extensos».

64. J. MANNINEM y R. TUOMELA (eds.), E ’Lsays on Explanation and Understan­


ding, tra d u cid o p a rcia lm e n te p o r L u is V e g a a l c a ste lla n o (M a d r id , A lia n z a , 1 9 8 0 ).
65. I. KANT, K ritik der reinen Vernunft, I n t r o d u c c ió n I V , b 10.
60 La concepción heredada

Cuando el predicado no está contenido en el sujeto, aunque pueda


estar en relación con él, el ju icio es sintético. Para Kant todos los
juicios matemáticos son sintéticos, con excepción de los enuncia­
dos propiamente lógicos, com o «el todo es mayor que la parte». Y
además sintéticos a p riori, es decir, que n o son co n o c id o s p or
m edio de la experiencia. T am bién en la física hay, para Kant,
algunos enunciados sintéticos a priori, com o el principio de acción
y reacción en las leyes del movimiento.
Aunque el C írculo de V iena iba a negar estas últimas tesis
kantianas (para ellos las matemáticas son puramente analíticas, y
las ciencias empíricas proceden en todos sus enunciados no lógi­
cos de la experiencia), había mantenido la distinción entre proposi­
ciones analíticas y sintéticas, precisamente porque ello le permitía
zanjar el problem a de las m atemáticas y de la ló g ica en tanto
ciencias, para pasar a ocuparse exclusivamente de lo que en verdad
formaba parte de su programa empirista: las Realwissenschaften. El
siguiente pasaje de Carnap es claro al respecto:

Las proposiciones (con sentido) se dividen en las siguientes clases:


En primer término, aquellas proposiciones que son verdaderas por su
forma («tautologías», según Wittgenstein, que corresponden aproximada­
mente a los «juicios analíticos» de Kant); éstas no dicen nada acerca de la
realidad. Las fórmulas de la lógica y de la matemática son de esta clase.
Por sí mismas no son enunciados empíricos, pero sirven para transformar
dichos enunciados. En segundo término, existen las formas inversas de
esas proposiciones («contradicciones»). Éstas son contradictorias y por lo
tanto falsas en virtud de su forma.
Para todas las demás proposiciones la decisión sobre su verdad o su
falsedad radica en las proposiciones protocolares, por lo cual son «propo­
siciones empíricas» (verdaderas o falsas) y pertenecen al dominio de la
ciencia empírica. Cualquiera otra proposición que se constmyera y que no
encajase en alguna de estas dos clases pasaría a carecer automáticamente
de sentido.66

Los enunciados analíticos y las tautologías (entre las cuales se •


incluyen todos los axiomas y teoremas de las matemáticas) quedan
identificados, agotando el campo de lo a priori. No hay enunciados
sintéticos a p rio ri para la concepción heredada. L os enunciados

66 . R . C A R N A P , « D i e Ü b e rw in d u n g d er M e ta p h y sik d u rch L o g is c h e A n a ly s e
d e r S p r a c h e » , e n Erkenntnis 2 (1 9 3 2 ), pp. 82 -8 3 .
Críticos de la concepción heredada 61

sintéticos son todos a posteriori, es decir, empíricos: se obtienen


por inducción, según Carnap en 1932, a partir de las proposiciones
protocolares. El resto de las frases gramaticalmente construibles,
pero que no son ni analíticas ni sintéticas, quedan excluidas de la
ciencia.
Quine, en un célebre artículo publicado en 1951, «D os dogmas
del empirisMo »,6768lanzó un virulento ataque contra la distinción
misma analítico/sintético. Para él era insostenible y debía ser aban­
donada, porque no tenía ninguna utilidad para la ciencia. En pri­
mer lugar, hay dos tipos de enunciados analíticos: los lógicos y los
que ponen en relación términos sinónimos. Si decimos que «nin­
gún soltero es casado» estamos en el segundo de los casos. Si
«ningún hombre no casado es un hombre casado» en el primero.
Y ocurre que la noción de sinonimia está lejos de ser clara, com o
quedó claro en el largo debate que se produjo ulteriormente al
respecto." Y en segundo lugar: la verdad de un enunciado sintético
no se llega a dilucidar confrontándolo con la empiria. Quine es un
defensor de la concepción holista de las teorías científicas, que las
considera co m o un todo, y no com o un conjunto disgregado de
proposiciones individualizadamente verdaderas:

[...] nuestros enunciados acerca del mundo extemo se someten como


cuerpo total y no individualmente al tribunal de la experiencia sensible.697
0

Este segundo dogm a del empirismo, es decir la concepción


atomista y no holista de las teorías, viene a coincidir, según Quine,
con el primero: la distinción analítico/sintético.
Numerosos defensores de la concepción heredada replicaron a
Quine, en su mayor parte a base de aportar ejemplos de enunciados
analíticos y sintéticos, com o manera de defender la distinción.
Pero com o señaló Putnam en 1962, en su no menos célebre artícu­
lo «The analytic and the synthetic»,7° tan erróneo es negar la exis­

67. W . V . O. Q U IN E , « T w o D og m a s o f E m p iricism », en P h ilo s o p h ia l Review,


6 0 (1 9 5 1 ), p p . 2 0 -4 3 . E x iste tra d u cc ió n al ca stella n o d e M a n u e l S acristán d en tro de
libro de QUINE, D es d e un p u n to de vista ló g ic o (B a rce lo n a , A r ie l, 1962).
68. P ara d ic h o d e b a te e n t o rn o a la s in o n im ia p u e d e le e r se la r e c o p ila c ió n
de artículos hecha por T O M Á S M O R O SIM PSO N (ed.), Sem án tica filo s ó fic a (B u e n o s
A ir e s, S ig lo X X I , 1973).
69. W. V. O. QUINE, D es d e un p u n to de vista ló g ic o , p. 45.
70. H. P U T N A M , « T h e an alytic an d the sy n th etic» en P h ilo s o p h ica l P a p ers
(C a m b r id g e , C a m b r id g e U n iv ersity P ress, 1 9 8 0 , 2.' e d .), v o l. 2 , p p. 3 3 -3 6 ..
62 La concepción heredada

tencia de enunciados analíticos y sintéticos com o sobrevalorar la


im portancia de dicha distinción. Su tesis fue que «sobrecargar
la distinción analítico/sintético es otro de los motivos que distor­
sionan al m áxim o los escritos de la filosofía convencional de la
ciencia», ' es decir, de la concepción heredada. Para Putnam hay
efectivamente enunciados analíticos, com o los hay sintéticos, pero
no todos los enunciados científicos son analíticos o sintéticos. La
mayoría de las definiciones científicas, e incluso las leyes, son
enunciados de los que no podem os afirmar que sean analíticos ni
sintéticos. Con lo cual da en el fondo la razón a Quine: la distinción
no es útil para la filosofía de la ciencia y debe ser abandonada.
El artículo de Putnam, aunque también tuvo réplicas, produjo
un gran impacto, tanto por la serenidad con la que estaba escrito
com o por lo convincente de sus argumentos en favor de la existen­
cia de conceptos de grupos de leyes, es decir de grupos de leyes
que determinan la identidad de un concepto científico, com o el de
energía, pero sin por ello definirlo. Para tales conceptos la distin­
ción anterior no es útil, y sin embargo son conceptos científicos
fundamentales.
El ataque de Putnam a la distinción analítico/sintético llevó
aparejado, com o era de prever, un ataque paralelo a la distinción
teórico/observacional, que al cabo depende estrechamente de la
primera. En efecto, tal y com o ha mostrado Frederick Suppe:

La idea de que los enunciados son analíticos o sintéticos en este


sentido es central a la concepción heredada, al conferir racionalidad a su
dependencia de la distinción teórico/observacional. La distinción teórico/
observacional divide los términos no lógicos de una teoría en yQy V „
donde los términos de y0 se refieren a cosas directamente observables.
Como L0 se ve limitado a los términos no lógicos de VQy tiene una
estmctura lógica limitada, todos los enunciados de La son analíticos o
sintéticos en sentido estricto. Hemos visto antes que lo que Camap preten­
día con su uso de postulados de significado era separar los enunciados de L
que tienen contenido significativo de los que tienen contenido fáctico. Por
tanto, cualquier enunciado no analítico s de L, tomado junto con los
postulados de significado A/, sería tal que « M , S » tendría consecuencias L0
que permitirían que .S' fuera inductivamente confirmado o disconfirmado
por separado. (Como M se supone que es analítico y que no tiene conteni­
do fáctico alguno, los elementos de juicio directamente observables inci­
den solamente sobre la verdad de .v, y no de la de M .) Por consiguiente, s 71

71. H. P U T N A M , «T h e analitic and the synthetic», en PhilosophicalPapers, vol. 2,


página 33.
Críticos de la concepción heredada 63

sería sintético. Así pues, la función de la distinción teórico/observacional


es garantizar que todo enunciado no analítico de L es sintético: los enun­
ciados La no analíticos son sintéticos; y todo enunciado de L que contenga
términos V, con consecuencias observables comprobables será sintético.
Sin embargo, hemos visto que los enunciados de L no pueden dividirse en
aquellos que tienen contenido significativo y los que tienen contenido
Fáctico; o para decirlo de forma más específica, los enunciados de M no
tienen exclusivamente contenido significativo, puesto que contienen con­
ceptos de grupos de leyes. Por tanto, la mayoría de los enunciados de L no
s o n ni analíticos ni sintéticos. De ahí que no pueda sostenerse la racionali­
dad de la distinción teórico/observacional.727 5
4
3

Quine y Putnam habían apuntado, por tanto, al centro mismo


de la concepción heredada. Se trataba de la primera gran «anoma­
lía», por usar el término kuhniano a título de metáfora, para la cual
no se encontraba com ponenda en el marco de dicha concepción.
El prop io Hempel, al convencerse de que la distinción analítico/
sintético era insostenible para la ciencia, abandonó la distinción
teórico/observacional." C on lo cuál estos primeros críticos de la
concepción heredada comenzaron a minar fuertemente la confian­
za que hasta entonces la mayoría de los epistem ólogos le habían
otorgado, dando lugar a que algunos de ellos volvieran sus ojos
hacia posturas alternativas, com o la de Popper, o incluso radical­
m ente opuestas a la co n c e p ció n heredada, c o m o las de K uhn,
Feyerabend y Lakatos.

2.9.2. T O U L M IN Y EL IN S T R U M E N T A L IS M O

Stephen Toulmin se opuso desde sus primeras obras publicadas, en


1953 y 1961, a varias de las tesis de la c o n c e p c ió n heredada,
llegando a ejercer una influencia bastante considerable com o críti­
co de la misma. Su posición general respecto a las teorías científi­
cas es instrumentalista. Para él, ni las leyes ni las teorías son
verdaderas ni falsas." Para poderlas aplicar a los fen óm en os se

72. F. SUPPE, L a estructura de las teorías científicas, p. 107.


73. Véase C. G. H EM PEL, «T heoreticians D ilem m a» y Aspects o f Scientific E x-
planation.
74. ST. TOULMIN, The P h ilosop h y o f Science (L o n d r e s , H u tc h in s o n , 1 9 5 3 ).
E x is te t r a d u c c ió n al c a s te lla n o (B u e n o s A ir e s , M ir a s o l, 1 9 6 4 ). V é a s e ta m b ié n S T .
TOULMIN, Eoresight and Understanding (L o n d r e s , H u tch in so n , 1 9 6 1 ).
75. ST. TOULMIN, The Philosophy o f Science, pp. 77 -78.
64 La concepción heredada

requieren instrucciones complementarias, sin las cuales los enun­


ciados nóm icos de las teorías, e incluso muchos conceptos funda­
mentales de las mismas, no podrían ser identificados en el ámbito
fenoménico. Argumento que con posterioridad retomará Lakatos,
com o veremos en el capítulo 5.
En relación con la con cepción heredada distinguió, co n oca­
sión de su «Postscriptum » a las /'Icías del Simposio de Urbana,
hasta cuatro puntos de divergencia con ella, que son expuestos en
forma de cuestiones de la manera siguiente:

la) ¿Existe alguna forma o algún simbolismo estándary obligatorio


para analizar la estructura axiomática de cualquier teoría científica, sea la
que sea?
lb) ¿Es la forma axiomática la única «estructura lógica» legítima para
la ciencia o puede haber otrasformas lógicas dentro de las que pueda ser
legítimamente analizado el contenido de una teoría científica?
le) ¿Cuál es la naturaleza de la «correspondencia» por la que los
elementos formales de una teoría_ científica adquieren relevanáa o inter­
pretarán empírica?
Id) ¿Puede el contenido intelectual clt la ciencia natural en un cierto
corte temporal de su desarrollo ser expresado como una red sistemática de
relaciones lógicas?"

La respuesta a la primera pregunta la considera ya dada por los


filósofos de la ciencia de la década de los sesenta: ya no se trata de
buscar una forma única de lenguaje, com o la fisicalista, que tuviese
preferencia con respecto a las demás com o m odo de expresión de
las teorías científicas. Por el contrario: para Toulmin, muy influido
p or el Wittgenstein de las Philosophische Untersuclmngen en este
punto, cada teoría posee su lenguaje propio, y la adopción de una
nueva teoría lleva consigo un cambio de lenguaje. Pueden incluso
aparecer térm inos n u evos, p ero lo que siem pre ocurre en un
proceso de cambio científico es que los términos antiguos cambian
de significado. El significado de los términos científicos, contra lo
que pensara la con cepción heredada con su observacionalismo y
co n su creencia en una base empírica com ún a todas las teorías,
depende de cada teoría. Las teorías son una VUeltanschauung;, una7 8
6

76. ST. TOULMIN, «P roscn p tu m : La estructura d e las teorías cien tíficas», en


F. SUPPE, r ía estru ctu ra de la s teo r ía s cien tífica s, pp. 656-671.
77. ST. TOULMIN, en F. SUPPE, r ía estru ctu ra de la s teo r ía s cien tífica s, p. 661.
78. ST. TOULMIN, T h e ríh ilo s o p h y o f S cien ce, pp. 13 y ss.
Críticos de la concepción heredada 65

visión del m undo. Buscar una forma de lenguaje com ún a todas


ellas, p o r m uy formalizada que esté, es una tarea vana, porque
supondría privarlas de su especificidad, de lo que caracteriza a
cada una com o concepción del mundo, o al menos del ámbito que
es objeto de su estudio.
Respecto a la segunda pregunta, Toulmin responde netamente
que la axiom atización n o es la única form a útil para el análisis
científico, y m enciona las taxonomías c o m o otro tipo de análi­
sis que no es reducible al método axiomático. Con lo cual choca de
nuevo frontalmente con otro de los pivotes de la concepción here­
dada. N o sólo se niega el fisicalismo, sino incluso la reducción de
las teorías científicas a sistemas axiomatizados.
La tercera cuestión, al ser de carácter netamente epistemológi­
co, le parece a Toulmin la manzana de la discordia: los filósofos de
la ciencia n o se pondrán de acuerdo al respecto. P or su parte,
además de manifestar su simpatía hacia alguna de las críticas de
Putnam en el S im posio a las reglas de correspon den cia y a la
reducción de la epistemología al contexto de justificación, punto
éste en el que Toulmin está en estricto desacuerdo con la concep­
ción heredada, opta p o r los m odelos c o m o lazo entre las leyes
científicas y la experiencia. Las leyes son esquemas, formas: son los
m od elos de las teorías los que nos perm iten aplicar las leyes a
los fenóm enos."
V a a ser, sin em bargo, la cuarta cuestión la .que m ejor le
permita exponer concepciones que van a ser retomadas en gran
parte por la filosofía de la ciencia posterior a la concepción hereda­
da. Según Toulmin, y de acuerdo en este punto con Shapere, se ha
prestado muy poca atención a las lagunas, fallos e incoherencias de
una teoría, entendidas no com o avatares desafortunados y corregi­
bles, sino co m o elementos constitutivos de su estructura. Y sin
em bargo son ellas, m ucho más que la aplicación de los cálculos
deductivos, las que suscitan la investigación científica y promueven
el desarrollo de las teorías. Ahora bien, esos «agujeros teóricos»
n o pueden ser incluidos ni tratados en un cálculo form alizado,
y precisam ente de ello proviene la insuficiencia del axiomatis-
mo para reflejar las teorías en toda su complejidad y sus insuficien­
cias:

79. ST. TOULMIN, T h e T h ilo s o p h j o f S cien ce, p. 165.


66 La concepción heredada

Una ciencia típica, lejos de formar un sistema lógico completo, perma­


nece como tema vivo y activo, como campo de desarrollo de la investiga­
ción gracias a sus fallos lógicos y a sus inconsistencias; su real carácter
atípico, no sistemático, no axiomático es lo que genera la verdadera
persecución de los problemas."

La filosofía de la ciencia, continúa Toulm in, debe dejar de


interesarse por las teorías científicas asentadas, como la geometría
o la mecánica, para investigar las teorías en su proceso de constitu­
ción y de desarrollo, con todas las discontinuidades que ello puede
implicar en su estructura lógica; por lo mismo, la estructura de una
teoría no puede ser recogida en sistemas formalizados:

Ha llegado la hora de ir más allá de la imagen estática, «instantánea»,


de las teorías científicas a la que los filósofos de la ciencia se han autolimi-
tado durante tanto tiempo y de desarrollar una «imagen móvil» de los
problemas y procedimientos científicos, en cuyos términos la dinámica
intelectual del cambio conceptual en la ciencia llegue a ser inteligible, y
transparente la naturaleza de su racionalidad.8I
Es claro que se anuncian nuevos tiempos. Toulmin no conse­
guirá aglutinar en torno a sus ideas una escuela capaz de relevar
a la concepción heredada, pero con su insistencia en la dinámica
de las teorías, y en la importancia de la historia y del contexto de
descubrim iento para la epistemología, está escribiendo con su
«Postscriptum» al Simposio de Urbana el acta de defunción de la
concepción heredada. Sus trabajos ulteriores sobre el cambio de
los con cep tos," aunque desbordan ya el objetivo concreto del
presente apartado, confirman su carácter de precursor de las nue­
vas corrientes de pensamiento que, ya en la década de los sesenta, y
en buena medida por la influencia de autores como Toulmin, iban
a desplegarse como alternativas netas a la concepción heredada.

2.9.3. H A N S O N Y LA O B S E R V A C IÓ N C IE N TÍFIC A

Hanson también se vio influido profundamente por el Wittgenstein


de las Philosophische Untersuchungen, llegando a adoptar posturas8
2
1
0

80, ST, TOULMIN, en F, SUPPE, La estructura de las teorías científicas, p. 66 7.


81, ST, TOULMIN, en F, SUPPE, La estructura de las teorías científicas, p. 6 6 9 .
82, ST. TOULMIN, Human Understandind (1 9 7 2 ). E x is te u n a t r a d u c c i ó n d e
N éstor M igu ez, titu la d a La comprensión humana (M adrid, A lianza, 1977).
Críticos de la concepción heredada 67

críticas asimismo muy claras y radicales en contra de varios de los


postulados centrales de la concepción heredada. Con lo cual resul­
taría que el mismo autor, Wittgenstein, cuya obra contribuyó en
g r a n m anera a la creación del Círculo de Viena, al m enos com o
catalizador del m ism o, fue tam bién el que contribuyó, m u ch os
años después y por influencia del llamado «segundo Wittgenstein»,
a su decadencia.
La oposición principal de Hanson, al igual que sucedía en el
caso de Toulmin, pero también en el de Putnam (aunque apenas
hayamos insistido en este último punto), es a la restricción de la
filosofía de la cien cia al con texto de ju stifica ción . En su ob ra
Patrones de descubrimiento, y ya desde el principio de la misma, se
queja de que los filósofos desfiguren las teorías físicas, aludiendo
muy pocas veces a los conceptos que de verdad utilizan los cien­
tíficos:

La razón es simple. Ellos han considerado como paradigmas de la


investigación física sistemas completamente desarrollados como la mecá­
nica celeste, la óptica, el electromagnetismo y la termodinámica clásica y
no ciencias no acabadas, dinámicas y el proceso de búsqueda, como la mi­
cro física.83

Y este error básico arrastra consigo otros, en cadena. Las


nociones de observación, de hecho, de hipótesis, de ley, incluso de
teoría, están fosilizadas a fortiori por esta falta de contacto de los
filósofos de la ciencia con la investigación real, al centrarse exclu­
sivamente en las venerables teorías históricas, y entre ellas sólo en
las m ás respaldadas y acreditadas. De ahí que Hanson opte por
considerar uno a uno todos y cada uno de los conceptos fundamen­
tales de la epistemología neopositivista, para irlos analizando y cri­
ticando.
Aquí sólo nos centraremos en dos de sus análisis, el de obser­
vación y el de causalidad, en la medida en que el primero ha tenido
u n a enorm e incidencia y el segundo n os permite ver u n nuevo
planteamiento de la noción de explicación científica.
Las tesis de Hanson sobre la observación científica, que vamos
a ver a continuación, estaban influidas profundamente por la psico-

83, N. R. HANSON, Patrones de descubrim iento. Observación y explicación,


t r a d u c c ió n d e E. G a r c ía C a m a r e ro y A. M o n t e s in o s (M ad rid, A lia n z a , 1 9 7 7 ), p . 7 3 .
O b ra s o rig in a le s d e 1 9 5 8 y 1 9 7 1 , r e sp e ctiv a m e n te .
68 La concepción heredada

logia de la Gestalt, cuyos autores principales menciona repetidas


veces, así como por Wittgenstein. Pero ya Duhem las había prelu­
diado, en un pasaje que Hanson cita explícitamente y que merece
la pena recordar:

Entre en un laboratorio, acérquese a una mesa atestada de aparatos,


una batería eléctrica, alambre de cobre con envoltura de seda, pequeñas
cubetas con mercurio, bobinas, un espejo montado sobre una barra de
hierro. El experimentador está insertando en pequeñas aberturas los extre­
mos metálicos de unas clavijas con cabeza de ébano. El hierro oscila y el
espejo sujeto a él envía una señal luminosa sobre una escala de celuloide;
los movimientos de vaivén de esta mancha luminosa permiten al físico
observar las pequeñas oscilaciones de la barra de hierro. Pero pregúntele
qué está haciendo. ¿Le contestará: «Estoy estudiando las oscilaciones de
una barra de hierro que transporta un espejo»? No; dirá que está midiendo
la resistencia eléctrica de las bobinas. Si usted se queda atónito, si usted le
pregunta qué significan sus palabras, qué relación tienen con los fenóme­
nos que ha estado observando y que usted ha advertido al mismo tiempo
que él, le contestará que su pregunta requiere una larga explicación y que
usted debería seguir un curso de electricidad."

Las observaciones que se efectúan en los laboratorios nunca


son triviales ni inmediatas: requieren unos conocimientos previos.
El neófito es incapaz de percibir lo que capta u n especialista al
estudiar los resultados de un análisis o de un experimento. Hay que
conocer la jerga correspondiente, saber por qué cada instrumento
está dispuesto como lo está, tener idea de lo que es significativo y lo
que no en los resultados obtenidos, etc.
Pero ampliando este tipo de consideraciones, que en principio
pueden parecer triviales, Hanson va a formular una cuestión clave
para la ulterior filosofía de la ciencia y que la concepción heredada
no había advertido. Si contraponemos a dos científicos que defien­
den teorías contrapuestas sobre los mismos fenómenos, ¿perciben
ambos lo mismo al observar un experimento?
Para ilustrar la cuestión propone dos ejemplos, uno biológico y
otro que puede resultar más accesible:

Pensemos en Johannes Kepler. Imaginémoslo en una colina mirando


el amanecer. Con él está Tycho Brahe. Kepler considera que el Sol está
fijo; es la Tierra la que se mueve. Pero Tycho, siguiendo a Aristóteles, al
menos en esto, sostiene que la Tierra está fija y que los demás cuerpos8 4

84. P. D uile.m , l^ a th éo riep h y siq u e (París, A lean , 1914), p. 218.


Críticos de la concepción heredada 69

celestes se mueven alrededor de ella. ¿V en Keplery Tycho la misma cosa


en el E ste, a l amanecer?"
Para responder a la pregunta de nada vale investigar sus res­
pectivas imágenes retinianas: «La visión es una experiencia. Una
reacción de la retina es solamente un estado físico, una excitación
fotoquím ica ».8 9Tycho y Kepler están viendo el mismo objeto físico:
868
5 7
un disco luminoso y brillante, de un color blanquecino amarillo,
situado en un espacio azul sobre una zona verde. Pero no observan
lo mismo. William James resolvía el problema afirmando que sus
interpretaciones de los datos sensoriales son diferentes:

Naturalmente, ellos ven la misma cosa. Hacen la misma observación,


puesto que parten de los mismos datos visuales. Pero lo que ven lo
interpretan de una forma diferente. Interpretan los datos de una manera
distinta."

Pero a Hanson esta solución no le parece suficiente. La psico­


logía de la Gestalt ha mostrado, con múltiples experimentos, que
sobre una misma imagen se pueden ver objetos diferentes:

Decir que Kepler y Tycho ven la misma cosa al amanecer sólo porque
sus ojos son afectados de un modo similar es un error elemental. Existe
una gran diferencia entre un estado físico y una experiencia visual.

O también:

Es demasiado fácil decir que Tycho y Kepler, Simplicio y Galileo,


Hooke y Newton, Priestley y Lavoisier, Soddy y Einstein, De Broglie y
Bom, Heisenberg y Bohm hacen las mismas observaciones pero las utili­
zan de forma diferente. Esto no explica las controversias existentes en las
ciencias en proceso de búsqueda. Si no hubiera ningún sentido en el que
las observaciones fueran distintas, no podrían ser usadas de forma diferen-

Como puede comprobarse, Hanson está atacando uno de los


pivotes más firmes de la concepción heredada y del neopositivis-

85. N. R. HANSON, P a tro n es..., p. 79.


86. N. R. HANSON, P a tro n es..., p. 81.
87. W. JAMES, T h e P rin cip ies o f P sjc h o lo g y (N ueva Y ork , H olt, 1890-1905),
vol. I, p. 222, y vol. II, pp . 4, 78, 80 y 81.
88. N. R. HANSON, P a tr o n e s ..., p. 84.
89. N. R. HANSON, P a tr o n e s ..., p. 99.
70 La concepción heredada

m o: la com ún base sensorial y observacional de las percepciones


sensoriales. Esa tesis sólo puede ser mantenida cuando el filósofo
de la ciencia ha estudiado las teorías ya constituidas y aceptadas, en
el marco de las cuales sus cultivadores efectivamente ven igual los
fenómenos. Pero en las fases de descubrimiento, con las controver­
sias entre teorías que suelen acompañarla, la cuestión debe ser
planteada en otros términos. Investigar la lógica del descubrimien­
to implica elaborar una nueva teoría sobre la observación científi­
ca, para lo cual Hanson aporta la siguiente tesis fundamental:

La visión es una acción que lleva una «carga teórica». La observación


de x está moldeada por un conocimiento previo de x. El lenguaje o las
notaciones usados para expresar lo que conocemos, y sin los cuales habría
muy poco que pudiera reconocerse como conocimiento, ejercen también
influencias sobre las observaciones."

Si volvem os ahora al ejem plo imaginario de I-Cepler y Brahe


viendo el Sol, Hanson concluye que los campos visuales respecti­
v o s tienen una organización diferente, desde el punto de vista
conceptual. Y desde luego, la observación científica no es inmedia­
ta ni ingenua. Está cargada conceptualmente y determinada por el
contexto en el cual tiene lugar, y en dicho contexto influyen las
teorías científicas.
Con lo cual resulta que la distinción teórico/observacional de
la con cep ción heredada, que ya había sido criticada y debilitada
por diversos autores, va a sufrir un último y definitivo embate con
esta argumentación de H anson, basada en último término en la
psicología de la Gestalt, pero también en las Philosophische Unter-
suchungen de Wittgenstein, obra que Hanson cita explícitamente
para matizar sus tesis con respecto a ella, en particular en lo que se
refiere a la distinción entre «ver» y «ver com o».
Entre las imágenes y el lenguaje hay un abismo, afirma Han-
son. El lenguaje observacional, caso de mantenerse esa noción, no
se reduce a imágenes ni a sensaciones: cada uno de sus términos
posee una componente teórica y conceptual. Esta tesis de Hanson
ha hecho fortuna, co m o verem os en los capítulos posteriores, y
suele ser mencionada con aprobación por la mayoría de los filóso­
fos de la ciencia ulteriores.9
0

90. N. R. HANSON, P a tro n es..., p. 99.


Críticos de la concepción heredada 71

A l estudiar la cuestión de la causalidad y d e la explicación


científica H anson va a retomar similares argumentos, e incluso a
precisarlos todavía más. Parte de la pretensión laplaciana según la
cual, a partir de un estado del universo y de todas las leyes causa­
les, podría predecirse (y retrodecirse) tod o estado futuro (o ante­
rior) de dicho universo:

Una inteligencia que conociera en un instante dado todas las fuerzas


que animan a la naturaleza y la situación respectiva de los seres que la
componen, si por otra parte fuese lo suficientemente capaz como para
someter todos esos datos al análisis, en una misma fórmula llegaría a
englobar los movimientos de los cuerpos más grandes del universo, así
como los del átomo más ligero: nada sería incierto para ella, y el porvenir
y el pasado estarían presentes ante sus ojos. El espíritu humano ofrece, en
la perfección que ha sabido dar a la astronomía, un débil esbozo de dicha
inteligencia. '

Hanson va a criticar esta concepción laplaciana, en base a que,


según él, las explicaciones que recurren a cadenas causales siem­
pre están cargadas por presuposiciones no explícitas. A l igual que
en el caso de la observación, «las llamadas causas están cargadas
de teoría desde el principio al fin».9
92 Explicar un fenóm eno x no
1
consiste en buscar su causa antecedente, sino en insertarlo en un
sistema conceptual, en una teoría, en cuyo marco cobra sentido y
significado; mientras que en otra teoría igual es irrelevante. P or
poner un ejemplo clásico:

Galileo estudió la Luna frecuentemente. Está surcada de agujeros y


discontinuidades; pero decir de éstos que son cráteres — decir que la
superficie lunar esta llena de cráteres— es insertar astronomía teórica en
las observaciones personales. ¿Un valle natural profundo es un cráter? Los
mineros excavan abrupta y profundamente, pero su resultado ¿ e s m á s q u e
un agujero? No; no es un cráter. Un pozo abandonado no es un cráter;
tampoco lo es el vórtice de un torbellino. Decir que una concavidad es un
cráter equivale a comprometerse con su origen, decir que su origen fue
violento, rápido, explosivo. Las explosiones de artillería producen cráte­
res, e igualmente los hacen los meteoritos y los volcanes. Los dibujos de la
superficie de la Luna serían simplemente dibujos de una esfera marcada
con hoyos. Pero Galileo v i o c r á t e r e s . 93

91. M. LAPLACE, E .ssa z P h ilosop h iqu e su r ¿es P rob ab i¿ités (París, 1814), 2.» ed.,
PP. 3-6.
92. N. R. HANSON, P a tro n es..., p. 143.
93. N. R. HANSON, P a tro n es..., p. 145.
72 La concepción heredada

Hanson llama la atención así sobre un aspecto de la lógica del


descubrimiento que no había sido advertido: no ya sólo la observa­
ción, o la explicación científica, están influidas por las teorías, es
decir, por sistem as con ceptu ales sin los cu ales ni se ve, ni se
entiende ni se puede llegar a explicar ningún fenómeno, sino que
la propia elección de los térm inos en el lenguaje observacional
orienta luego la investigación en una dirección o en otra, y por lo
tanto puede ser heurísticamente más o menos afortunada. La histo­
ria de la ciencia está llena de ejemplos en los que una inadecuada
elección de las denominaciones dio lugar a que los planteamientos
teóricos que se desarrollaban por medio de ese vocabulario fuesen
mal recibidos por la comunidad científica, dando lugar con ello a
que dichas teorías no llegaran a ser aceptadas, teniendo que ser
redescubiertas mucho tiempo después: Desargues en la geometría
perspectiva y Listing al descubrir la topología son dos ejemplos,
entre otros muchos que se podrían aportar.
Hanson insiste, por consiguiente, en el aspecto sistêmico de las
teorías científicas, y en concreto de su vocabulario y de su termino­
logía. Abre con ello una nueva vía de investigación, que retomare­
mos en el apéndice, y con la cual podemos dar por concluido este
breve examen de sus críticas, particularmente agudas y contunden­
tes, a la concepción heredada:

Las palabras de causa se parecen a la jerga de un juego, como se


señaló anteriormente. 'Revocar', 'triunfo', 'finura' pertenecen a la fraseolo­
gía del bridge. Cada término contiene implícitamente todo el modelo
conceptual del juego; no se puede entender propiamente ninguna de estas
ideas sin entender las restantes. Así también 'alfil', 'torre', 'jaque mate',
'gambito' se interrelacionan entre sí y con todas las demás expresiones que
se usan al jugar al ajedrez o escribir sobre él.
Lo mismo ocurre con 'presión', 'temperatura', 'volumen', 'conductor',
'aislante', 'carga' y 'descarga', 'longitud de onda', 'amplitud', 'frecuencia',
'elástico', 'tensión', 'esfuerzo' y 'deformación' en el campo de la física;
'ingestión', 'digestión', 'asimilación', 'excreción' y 'respiración' en biolo­
gía; 'herida', 'veneno', 'umbral', en medicina; 'árbol de ruedas', 'escape',
'péndulo' y 'volante', en relojería. Para entender cada una de estas ideas
completamente, es necesario conocer toda la trama de conceptos de la
correspondiente disciplina. Esto ayuda a mostrar cómo las palabras de
causa están cargadas de implicaciones teóricas en relación con sus pala­
bras de efecto."

94. N. R. HANSON, P a tro n e s ..., p. 151.


Críticos de la concepción heredada 73

La concepción atomista de la concepción heredada, basada en


la pretensión de que cada término (teórico u observacional) posee
significado por sí mismo, ha de ser rechazada, porque induce sobre
la reflexión epistemológica una pseudoproblemática que, por mu­
cho ingenio que se despliegue luego para resolverla, no tendrá la
menor utilidad, por estar totalmente desligada de la actividad real
de los científicos. Las teorías son sistemas conceptuales, y cada
uno de los términos de su vocabulario sólo adquiere significado, si
además de uno o varios referentes empíricos o fenoménicos, los
restantes términos de la teoría delimitan, acotan y precisan dicho
significado. Concepción ésta de las teorías que, como es claro, está
ya en oposición frontal a la tradición del atomismo lógico, o episte­
mológico, como sería la caracterización más adecuada.
3. EL FALSACIONISMO POPPERIANO

3.1. Introducción

Karl R. Popper es uno de los filósofos de la ciencia más importan­


tes del siglo xx. En su juventud estuvo en contacto con el Círculo
de Viena, aunque sin adherirse a sus tesis fundaméntales. Su crítica
del inductivismo, su afirmación de que la observación siempre está
impregnada de teoría y el establecimiento de un nuevo criterio de
dem arcación científica (la falsabilidad), le han llevado a ser uno
de los prim eros críticos influyentes del positivismo lógico en su
primera versión, si bien compartió puntos básicos de la concep­
ción heredada. Su influencia ha sido muy grande, y no sólo entre
los epistemólogos, sino también entre num erosos científicos. Sin
embargo, tardó en ejercerse. Lógica de la investigación científica
(Logik der Forschung) fue publicada en 1934, cuando el Círculo de
Viena estaba en pleno auge. Y aun sin pasar inadvertida, lo cierto
es que sólo a partir de la edición inglesa de 1959 (The Logic o f
Scientific Discovery), completada con una serie de apéndices res­
pecto de la edición original, com enzó a tener la enorme repercu­
sión que la ha convertido en una de las obras clave en la filosofía de
la ciencia de nuestro siglo. Previamente había escrito, entre 1930 y
1932, Die Beiden Grundprobleme der Erkenntnistheorie, que no fue
publicada hasta 1979, por T. Eggers. Sus primeros títulos de gran
impacto fueron La miseria del historicismo (en 1957, aunque en
1944-1945 ya había aparecido en la revista Económica) y La socie­
dad abierta y sus enemigos (1945). Otras obras célebres, y de mayor
interés para la metodología científica, son Conjeturas y refutacio­
nes (1962) y Conocimiento objetivo (1972), donde Popper expone
con mayor detalle su teoría del conocimiento y sus discutidas tesis
sobre el tercer mundo.
76 E l falsacionism o popperian o

Asimismo tiene gran importancia el P ost scriptum a la Eógica


de la investigación científica. En principio fue concebido para ser
añadido a la edición inglesa de 1959 de dicha obra, para lo cual
Popper trabajó intensamente desde 1951 a 1956. A la postre, algu­
nos de dichos apéndices cobraron entidad propia, decidiendo Pop-
per publicarlos en un volum en separado, que bajo el título Post­
Script: f f t e r Twenty Pears llegó a estar en galeradas en 1956-1957.
P ero una serie de problem as de salud, y más en con creto de la
vista, le impidieron terminar la labor de corrección de pruebas, y
la obra no se publicó hasta 1983. Está formado por tres volúmenes,
que han sido editados separadamente, aunque su redacción fue
conjunta, y en su inmensa mayoría está fechada en 1962. Los tres
han sido traducidos al castellano, bajo los títulos de P x a lism o y
e l objetivo de la ciencia, E l universo a b ierto y P eoría cu á n tica y e l
cism a en físic a , al igual que otras obras de Popper, entre las cuales
han de ser mencionadas P úsqueda sin térm ino: una autobiografía
in te le c tu a ly E I jjojj su cerebro, esta última en colaboración con
John Eccles.
Pese a esta tardía publicación de m uchos de sus escritos, la
influencia de los m ism os fue grande a través de los alum nos y
discípulos de Popper, quien es autor asimismo de num erosos ar­
tículos en revistas especializadas. Su pensamiento se difundió so­
bre t o d o en la década de los cincuenta y de los sesenta en los
Estados Unidos, y a continuación en el resto del mundo, llegando a
constituirse en referencia) para la mayoría de los epistem ólogos.
Popper siempre ha mantenido esencialmente sus posturas ini­
ciales, en las que con sideraba que el p u n to de partida para la
reflexión filosófica sobre la ciencia eran las teorías científicas, así
com o su contrastación negativa con la experiencia, por la vía de la
falsación. Dichas teorías siempre son conjeturas sobre el mundo, y
no instrumentos de análisis del mismo ni generalizaciones en base
a datos em píricos. La actividad del cien tífico d ebe ser crítica,
tratando de refutar las teorías vigentes en cada m om ento y contri­
buyendo de esta manera al progreso científico, que tiene lugar por
integración y mejora del conocim iento anterior. El propio Popper
ha dado el n om b re de realism o crítico al con ju n to de sus tesis
básicas y bajo dicha rúbrica se han agrupado num erosos autores
que, sin constituirse propiamente en escuela, sí han experimentado
una profu n da influencia de sir I-Cari R. Popper. Algunos de sus
discípulos, com o Lakatos (véase el capítulo 5), han acabado sepa-
Las teorías científicas 77

rándose de algunas de las ideas del maestro, en particular p or lo


que hace al carácter normativo y ahistoricista que debería tener la
filosofia de la ciencia. La polémica de Popper con Kuhn (véase el
capítulo 4) es clave en este sentido.
En cualquier caso, y pese a la influencia retardada de muchos
de sus escritos fundamentales, la figura de Popper resulta impres­
cindible para com prender el desarrollo de la epistemología en el
siglo xx, incluidas las posturas de sus críticos.

3.2. Las teorías científicas

La principal n ovedad que introdujo P op p er en la m etodología


científica estriba en la im portancia atribuida a las teorías. Para
Aristóteles la reflexión sobre la ciencia debía empezar por la bús­
queda de los principios p rop ios a cada ciencia, es decir, de los
términos máximárnente universales que eran objeto de dicha disci­
plina. Para el empirismo lógico el fundamento del saber científico
eran las proposiciones protocolares, en la medida en que expresan
hechos elementales. 'P opper se centrará en un tipo diferente de
construcción, cuya estructura no es simple ni inmediata: las teorías
científicas. «Las ciencias empíricas — afirma Popper— son siátemas
de teorías; y la lógica del conocimiento científico, por tanto, puede
describirse com o una teoría de teorías.»' La filosofía de la ciencia,
p o r tanto, queda planteada c o m o una disciplina metateórica, o
metacientífica (com o se dirá posteriormente), cuyos objetos princi­
pales de reflexión son las teorías científicas, y n o las ideas, ni los
universales, ni los hechos más simples y elementales. Esta tesis
popperiana, cuya influencia en las investigaciones posteriores ha
sido muy grande, puede rastrearse en autores que le precedieron,
com o el convencionalista Duhem; pero lo cierto es que a partir de
la Ilógica de la investigación científica ha pasado a ser patrimonio
com ún de las distintas escuelas, por lo cual ha de ser considerada
com o propiamente popperiana.
Popper utiliza asimismo una metáfora que ha hecho fortuna:

1. K. R. POPPER, I ló g ic a d e la in v estig a ció n c ien tífica , traducción de V íctor


Sánchez de Zavala (M adrid, T e c n o s , 1962), cap. III, p. 57.
78 El falsacionismo popperiano

Las teorías son redes que lanzamos para apresar aquello que llamamos
«el mundo»: para racionalizarlo^ explicarlo y dominarlo. Y tratamos de que
la malla sea cada vez más fina.

La razón científica funciona pues a base de construir sistemas


peculiares de conocimiento del mundo, al objeto de poder explicar
los fenómenos (y no sólo describirlos), y lo que es más, con la meta
final de dominar la naturaleza, lo cual equivale en muchos casos a
transformarla. La ciencia no es un saber inerte o pasivo con respec­
to a su objeto. En la tarea del científico cabe rastrear una voluntad
de dom inar la naturaleza, particularmente clara en el caso de la
tecnología que de la ciencia se deriva. Y el instrumento principal
para llevar a cabo esa labor son las teorías, que por lo mismo han
de ser el punto de partida de la reflexión m etodológica sobre la
ciencia. P opper, sin em bargo, n o es un instrumentalista, co m o
veremos más adelante. Ya en 1934 criticó explícitamente el instru-
mentalismo de Mach, Wittgenstein y Schlick, y en el Post scriptum
el de Berkeley.
Hay cuatro m odos de contrastar una teoría. Cabe, en primer
lugar, estudiar la coherencia interna de la misma, investigando las
diversas consecuencias que pueden derivarse de ella y viendo si
son contradictorias o no. Asimismo puede estudiarse si una teoría
es empírica o no, en virtud de su forma lógica: Popper, en la estela
del Círculo de Viena en este punto, admite en ló g ica de la investi­
gación científica que puede haber teorías puramente tautológicas,
que corresponderían a las ciencias no empíricas, com o la lógica y
las matemáticas. En tercer lugar, unas teorías pueden ser compara­
das co n otras, al objeto de averiguar si la nueva teoría com porta
algún adelanto científico respecto de la anterior. Por último, una
teoría se contrasta al aplicar empíricamente las consecuencias que
se derivan de ella. La contrastación teoría/experiencia no es, por
tanto, sino uno de los procedimientos metodológicos destinados a
evaluar el interés de una teoría científica. Con Popper aparece ya
uno de los temas que será más estudiado posteriormente: la evalua­
ción de una teoría relativamente a otra. Sin embargo, él se centrará
fundamentalmente en el cuarto tipo de contrastación, introducien­
d o el criterio de falsación de una teoría p o r m edio de la expe­
riencia.2

2. K. R. POPPER, Iló g ic a d e la in v estig a ció n cien tífica , p. 57.


Las teorías científicas 79

Otra aportación popperiana, retomada después p o r H anson y


otros m uchos, estriba en la crítica a la que somete al concepto de
experiencia directa e inmediata, que sin duda era una de las n ocio­
nes básicas del atom ism o lógico. Y a en 1935, P opper critica las
teorías de la ciencia que suponen que ésta se construye a partir de
experiencias que van siendo ordenadas y recopiladas.34 6En 1972, al
5
publicar su O bjective Knoivledge, su pensamiento al respecto resul­
ta mucho más claro y tajante. T od o un parágrafo está consagrado a
desarrollar la tesis de que «todo conocim iento — incluso las obser­
vaciones— está impregnado de teoría (Theory-Im pregnated )» . N o
hay tabula rasa alguna en el ser humano. Siempre se parte de algún
conocimiento previo; en último término, Popper admite la existen­
cia de disposiciones innatas en el conocim iento humano. Resulta
interesante mencionar el aspecto genético que en Popper adquiere
esta tesis clásica:

Si no fuese absurdo hacer este tipo de estimaciones, diría que el 99,9


por too del conocimiento de un organismo es heredado o innato y sólo
una clécima parte consiste en modificaciones de dicho conocimiento in­
nato.

Estas disposiciones innatas, por consiguiente, están impregna­


das de teoría, entendiendo el término «teoría» en un sentido am­
plio. L os órganos sensoriales, en particular, incorporan genética­
mente teorías anticipatorias.7 N o hay ningún tipo de percepción
que sea inmediata o simple; todas están previamente influidas por
esas «teorías» subyacentes.
En realidad, y com o ya hemos visto en 2.9, este tipo de tesis ya
habían sido defendidas por Elanson en su obra P atrones de descu­
brim iento de 1958, al afirmar que «la visión está cargada de teoría»8
y remitir dicha tesis a Pierre Duhem com o precedente,9 así com o a
la psicología de la G estalt y al Wittgenstein de las Investigaciones
filosóficas. La tesis de la inconmensurabilidad entre teorías, defen-

3. K. R. POPPER, I ló g ic a d e la in v estig a ció n c ien tífica , p. 101.


4. K. R. POPPER, C on ocim ien to o b jetivo (Madñd, T ecnos, 1974), p. 74, párr. 18.
5. K. R. POPPER, C o n o cim ien to o b je tiv o , p. 75.
6. K. R. POPPER, C o n o cim ien to o b je tiv o , p. 75.
7. K. R. POPPER, C o n o cim ien to o b je tiv o , p. 76.
8. N. R HANSON, P a tr o n e s de d escu b rim ien to ..., p. 99.
9. P. DUHEM, C a th éo riep h isiq u e, p. 218.
80 El falsacionism o popperiano

dida por Kuhn y por Feyerabend'° ha acabado de centrar el debate


filosófico en torno a esta cuestión. La relevancia otorgada por
Popper a las teorías, frente a la concepción inicial del Círculo de
Viena, que centraba su análisis en las proposiciones y en los térmi­
nos, ha contribuido en gran medida a provocar este giro radical en
la epistemología científica del siglo xx.
Popper se mostró de acuerdo con la concepción heredada en
que, de ser posible, las teorías deberían de estar axiomatizadas.
Pero, a diferencia de los neopositivistas, siem pre insistió en la
universalidad de las leyes científicas, así como de m uchos de sus
enunciados y conceptos. Ello es una condición necesaria para que
se pu edan hacer predicciones, y asim ism o para que la ciencia
cumpla su función explicativa que, si ya no ha de serlo en base al
principio esencialista de causalidad, sí lo puede ser por medio del
principio m etodológico de causalidad, que com o ya hem os visto
en 2.8 Popper propugnó contra el neopositivismo y el instrumen-
talismo.
Sin embargo, las teorías son conjeturas, hipótesis generales
que permiten explicar los fenómenos. Nunca son verdaderas, pero
sí pueden ser falsadas, lo cual debe llevar al científico a rechazar­
las, como veremos a continuación.

3.3. El problema de la inducción

La segunda gran divergencia entre Popper y el Círculo de Viena, y


en concreto con Rudolf Carnap, con el que polemizó al respecto,
así com o con R eichenbach, se refiere al papel de la in d u cción
dentro de la m etodología científica. Ya en Lógica de la investiga­
ción científica alude a ello, pero posteriormente ha vuelto varias
veces sobre el tema. Nos limitaremos aquí a la exposición de los
argumentos iniciales.’ ’
Popper considera que una inferencia es inductiva cuando pasa
de enunciados singulares (o particulares) a enunciados universales,1*
0

10, V éase, m á s ad elan te, 4 .5 y 7 .2 .4 .


11 P a ra d e s a r r o llo s m á s a m p lio s , p u e d e c o n s u lta r s e la o b r a d e RIVADULLA,
F ilo so fía a ctu a l de la cien cia (M a d r id , E d it o r a N a c io n a l, 2 .a e d . e n E d . G r e d o s ,
[1 9 8 6 ]).
El p rob lem a de la indu cción 81

tales como hipótesis, leyes o teorías. El problema de la inducción


consiste en indagar si las inferencias inductivas están lógicamente
justificadas, y bajo qué condiciones lo están. Para ello, afirma
Popper, habría que formular alguna ley lógica que fundamentase
dichas inferencias: el principio de inducción. Pero, a diferencia
de otras leyes lógicas, Popper afirma que dicho principio de induc­
ción no puede ser una ley lógica, en el sentido de la lógica formal
del siglo xx, es decir, u n a tautología o u n enunciado analítico.
Habría de ser un enunciado sintético y, desde luego, un enunciado
universal.
Y aquí surge el problema: ¿cómo sabemos que dicho enuncia­
do universal, fuese el que fuese, sería verdadero?

S i in t e n t a m o s a fir m a r q u e s a b e m o s p o r e x p e r ie n c ia q u e e s v e r d a d e r o ,
r e a p a r e c e n d e n u e v o ju s t a m e n t e lo s m is m o s p r o b le m a s q u e m o tiv a r o n s u
in t r o d u c c ió n : p a r a ju s t ific a r lo t e n e m o s q u e u tiliz a r in fe r e n c ia s in d u c t iv a s ;
p a r a ju s t ific a r é s ta s h e m o s d e s u p o n e r u n p r in c ip io d e in d u c c ió n d e o r d e n
s u p e r io r , y a s í s u c e s iv a m e n t e . P o r ta n t o , c a e p o r s u b a s e e l in t e n t o d e
f u n d a m e n t a r e l p r in c ip io d e i n d u c c i ó n e n la e x p e r ie n c ia , y a q u e lle v a
in e v it a b le m e n t e a u n a r e g r e s ió n in fin it a »

Este círculo vicioso, que constituye la médula del problema de


la inducción, ya había sido advertido por Hume en su Treatise o f
Human Nature.1 2 4Numerosos autores se han ocupado de la cuestión
131
tanto para aclararlo como para profundizar en él o tratar de solu­
cionarlo." Muy resumidamente, y simplificando, podría ser expues­
to así:
Supongamos que queremos inferir, a partir de n observaciones
según las cuales «el agua hierve a 10 0 grados centígrados» un
enunciado universal al respecto, mediante el cual se asevera que
también en el experimento n +1 el agua hervirá a los 100 grados.
Esa diferencia sólo es válida en el caso concreto del agua si admiti­
m os u n principio de in d u cción m ás general, que por ejem plo
podría aseverar: efectuadas n observaciones de un fenómeno x, y
habiendo advertido en todas ellas (para un n suficientemente gran-

12. K. R. p o p pe r , Lógica de la investigación científica, p. 29.


13. D. HUME, Treatise o f Human Nature, lib r o j te r c e r a p a rte , a p a r t a d o s VI
y XII.
14. U n a o b r a m u y a c c e s ib le e s la d e m a x BLACK, Inducción y probabilidad
^Madrid, C átedra, 19 79), q u e in c lu y e u n a e x ce le n te in t r o d u c c ió n a c a r g o d e A lfon so
G a r c ía S u á re z , titu la d a «H isto ria y ju s t ific a c ió n d e la in d u c c ió n .
82 El falsacionism o popperiano

de) que se produce el acontecim iento Y , podem os concluir que


X Y. A hora bien: ¿có m o podem os estar seguros de que este
principio más general es válido? L o más que puede ocurrir es que
hayamos observado que en cierto número finito de ocasiones, N,
ha resultado válido en todo tipo de acontecimientos empíricos. Mas
de ello no podemos concluir que es universalmente válido, pues de
hacerlo estaríamos presuponiendo ya la inferencia inductiva para
fundamentar el propio principio de inducción, siendo así que di­
cho principio había sido formulado al objeto de justificar las infe­
rencias inductivas.
Kant trató de resolver el problema afirmando que el principio
de inducción era válido &priori. Dicha solución no resulta satisfac­
toria para Popper, quien optará p or una solución muy diferente:

Y o s e g u ir ía a f i r m a n d o q u e e s s u p é r f l u o t o d o p r i n c i p i o d e i n d u c c i ó n ,
y q u e l l e v a f o r z o s a m e n t e a i n c o h e r e n c i a s l ó g i c a s .I

Para Popper, la m etodología científica es esencialmente de-


ductiva, y no inductiva. Dada una teoría T, deducimos consecuen­
cias de la misma, c„ c2, c„. Dichas consecuencias han de ser
contrastables empíricamente, pero entendiendo dicha contrasta-
ción c o m o posibilidad de refutación de la teoría T si los datos
empíricos no coinciden con las predicciones c, emanadas de T:
nunca com o verificación de la teoría T. V em os así que la afirma­
ción popperiana de las teorías científicas com o las auténticas uni­
dades de partida de la metodología científica es coherente con su
crítica del inductivism o, en la m edida en que esta co n ce p ció n
m etodológica haría depender a las teorías de los hechos observa­
dos, y n o al revés. P opper se remite a Liebig y a D u h em co m o
antecesores de estas tesis antiinductivistas. Pero en su caso dichas
tesis van a complementarse con una nueva aportación metodológi­
ca, que será objeto del siguiente apartado.

15. K. R. POPPER. iló g ic a d e la In v e s tig a c ió n c ie n tífic a , p. 28.


L a falsabilidad c o m o criterio de dem arcación 83

3 .4 . l^ a falsabilidad como criterio de demarcación

El problema de la demarcación entre ciencia y metafísica ÇAbgren-


gungskriterium) es considerado por Popper, com o por el Círculo de
Viena, c o m o una cuestión capital para la filosofía de la ciencia.
Pese a esta com ún perspectiva, en la que se muestra la incidencia
que sobre su pensamiento tuvieron los debates de los atomistas
lógicos, la solución propuesta por Popper será muy diferente. Pop-
per rechaza la inducción c o m o criterio de dem arcación precisa­
mente porque no considera que sea un criterio satisfactorio. Y se
remite a Kant com o al autor en el que el problema de la demarca­
ción adquirió una importancia prioritaria. La solución de los positi­
vistas le parece naturalista, mientras que para Popper dicho proble­
ma n o es exclusivo de las ciencias naturales. Si aceptásemos las
propuestas de Wittgenstein o de los vieneses, afirma Popper, partes
muy importantes de la ciencia (com o las leyes científicas) habrían
de ser consideradas com o extracientíficas, al no proceder de obser­
vaciones repetidas que inductivamente han dado lugar a enuncia­
dos universales. D e ahí que el criterio neopositivista de demarca­
ción, basado en la verificación o en la confirmación, pero de hecho
sustentado en el m étodo inductivo com o marca de la cientificidad,
ha de ser radicalmente modificado.
Para Popper la ciencia no es nunca un sistema de enunciados
ciertos e irrevocablemente verdaderos, sino tod o lo contrario. La
cien cia n u n ca alcanza la verda d, sin o que se a p roxim a a ella
proponiendo sistemas hipotéticos com plejos (las teorías científicas)
que permiten explicar más o m enos fenóm enos empíricos, pero
nunca todos los hechos que se pueden presentar en una disciplina
determinada y en un momento histórico dado com o base empírica
de dicha ciencia. Los científicos deducen, a partir de dichos siste­
mas hipotéticos, consecuencias que coinciden en mayor o m enor
grado co n la experiencia. P ero las teorías científicas nunca son
categóricas, sino conjeturales. La función de la empiria consiste en
refutarlas, o en el mejor de los casos en corroborarlas en un cierto
grado, pero n o en ratificar ni en confirmar las teorías.
Surge así el nuevo criterio de demarcación entre ciencia y no
ciencia: una teoría es científica si puede ser falsada por medio de la
experiencia (en el caso de las teorías empíricas) o por medio de su
contradictoriedad interna (en el caso de las teorías lógicas y mate-
84 El falsacionismo popperiano

máticas). Para Popper, «las teorías no son nunca verificables empí­


ricamente»," pero sí han de ser contrastables con ella. En lugar de
elegir un criterio positivo de contestación, hay que tomar uno ne­
gativo:

N o exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado, de una


vez para siempre, en un sentido positivo; pero sí que sea susceptible de
selección en un sentido negativo por medio de contrastes o pruebas
empíricas: ha de serposible refutarp o r la eyperiencia un sistema científico
empírico.
La posibilidad de mostrar la falsedad de una teoría científica
mediante la experiencia, p or ejem plo a través de las predicciones
que deductivamente se derivan de ella, es el signo distintivo del
saber científico frente a otro tipo de saberes. Esta falsabilidad es un
criterio de demarcación, pero no de sentido. Aquello que no versa
sobre la experiencia ni es falsable p o r ella puede perfectamente
tener sentido, p ero sin ser científico. P op p er n o reprocha a la
metafísica clásica, ni en general a la religión, o a la poesía, o al arte,
su ausencia de sentido, c o m o sí hicieran Carnap y el Círculo de
Viena. El afirma incluso que la metafísica puede tener valor para la
ciencia empírica." L o que ocurre es que, entre aquellos enuncia­
dos empíricos que tienen sentido (por ejemplo, «surgirá una bola
de fuego del cielo» y «aparecerá el corneta fíalley el año 1986») el
p rim ero n o es falsable y el segundo sí; en esa m edida, só lo el
segundo es un enunciado científico.
Popper propone la falsabilidad corno criterio de demarcación
basado en una asimetría lógica entre la verificabilidad y la falsabili­
dad. U n enunciado universal nunca es deductible a partir de los
enunciados singulares, por muchos que éstos sean, com o ya vimos
en el análisis popperiano del problem a de la inducción; pero, en
cambio, un enunciado singular sí puede contradecir un enunciado
universal, y por lo tanto refutarlo.

En consecuencia, por medio de inferencias puramente deductivas


(valiéndose del modus tollens de la lógica clásica) es posible argüir de la
verdad de enunciados singulares la falsedad de enunciados universales.'1 9
8
7
6

16. K. R. POPPER, Iló g ic a ..., p. 39.


17. K. R. POPPER, Iló g ic a ..., p. 40.
18. K. R. POPPER, Iló g ic a ..., p. 38.
19. K. R. POPPER, Iló g ic a ..., p. 41.
La falsabilidad como criterio de demarcación 85

La relación m etodológica adecuada entre teoría y experiencia


es pues la tentativa de falsación. U n enunciado universal del tipo
«todos los hombres son mortales» no puede nunca ser comprobado
experimentalmente, por muchos que fuesen los casos singulares en
los que, en efecto, se certificase que también este individuo singu­
lar había muerto. En cambio, es muy fácil refutar dicho enunciado
por la vía de la experiencia. Bastaría mostrar (incluso observacio-
nalmente) que un determinado hombre no ha muerto — por ejem­
plo, tras varios siglos de existencia— para que el enunciado univer­
sal quedase, si n o plenamente refutado, sí puesto seriamente en
cuestión. En esa medida, dicho enunciado puede ser plenamente
aceptable en una disciplina científica c o m o la biología, p o r su
enorm e contrastabílídad co n la experiencia. Y otro tanto cabría
decir de enunciados científicos más especializados, com o los enun­
ciados de leyes, que normalmente son proposiciones universales
que se refieren a la experiencia, y que por consiguiente pueden ser
falsados co n facilidad con sólo un contraejemplo fáctíco que se
encuentre. Por el contrario, otro tipo de afirmaciones nunca p o ­
drían ser refutadas experimentalmente, o cuando m enos sólo se­
rían falsables con grandes dificultades y de forma dudosa. La facili­
dad para la falsación empírica caracteriza el saber científico, y por
lo mismo cabe distinguir grados de contrastabilidad en unas u otras
teorías.
La regla lógica fundamental en las ciencias empíricas pasa a
ser el modus tollens, cuya forma de expresión es la siguiente:

[(p q) « Y P

Para demostrar que una proposición p es falsa, basta dem os­


trar deductivamente su contradictoria, — p. Y , a su vez, para ello
puede seguirse la vía indirecta (paralela desde el punto de vista
deductivo a la clásica reductio ad absurdum) de examinar alguna
de las consecuencias, q, que se derivan de la p ro p o sició n p. Si
conseguimos demostrar:

por un lado P y
y por otro q

podem os concluir
86 El falsacionism o popperiano

con lo cual hemos logrado nuestro objetivo de refutar p: la hipóte­


sis p ha de ser eliminada (quitada, tollere) porque si la admitimos,
dado que de ella se deduce q y q es falsa (por ejemplo, porque
com probam os empíricamente que no ocurre q) llegamos a un
absurdo; luego hemos de aceptar la falsedad de p, en virtud de que
de lo verdadero nunca se deduce lo falso.
Vem os pues que Popper conjuga su tesis de la estructura
deductiva de las ciencias empíricas con la contrastación teoría/
empiria en base a esta regla deductiva que es el modus tollendo
tollens, y que sería de continua aplicación en el razonamiento
experimental. Por el contrario, la verificación y el modus ponens
no tienen aplicación en las ciencias experimentales en el caso de
los enunciados universales. La asimetría entre enunciados univer­
sales y singulares, desde el punto de vista de las propiedades
lógicas del condicional, es la tesis que sustenta el criterio popperia­
no de falsabilidad.
O bsérvese que, com o y a sucedió en el caso del Círculo de
Viena, Popper no exige una falsación ya efectuada para atribuir
carácter científico a una proposición, sino la falsabilidad en princi­
pio. Una teoría auténticamente científica es la que no sólo se limita
a presentar sus hipótesis y sus consecuencias, sino que además
delimita los distintos modos en los que dichas consecuencias po­
drían ser refutadas experimentalmente. La metafísica clásica no se
ha preocupado nunca de este aspecto, limitándose a enunciar y a
argumentar sus tesis, pero sin sugerir los medios concretos me­
diante los cuales dichas teorías podrían ser contrastadas con la
experiencia. En cam bio, la ciencia sí lo ha hecho, en m ayor o
menor medida, y por eso la falsabilidad es un criterio adecuado de
demarcación.

3.5. Grados de corroboración de una teoría

El talante del científico ha de ser crítico: su actitud epistémica debe


ser la tentativa de refutar las conjeturas que van siendo presentadas
para explicar los fenómenos empíricos. Si de una teoría se deriva
un conjunto de consecuencias y, a su vez, somos capaces de formu­
lar una serie de enunciados contradictorios con dichas consecuen-
G rados de corroboración de una teoría 87

cias, poseemos una serie de falsadores potenciales de dicha teoría.


Para que una teoría sea falsable ha de prohibir, como mínimo, un
contecimiento empírico. Dicho acontecimiento puede ser descri­
to por medio de términos mediante diversos enunciados básicos
singulares, que Popper llama hom otípicos para subrayar que se
refieren a un mismo evento empírico. Dichos enunciados son posi­
bles falsadores de la teoría y el científico experim ental h a de
ingeniarse para elaborar experimentos que permitan dilucidar la
verdad o la falsedad de dichos falsadores.

P o d r í a m o s d e c i r q u e s i l a c l a s e d e l o s p o s i b l e s f a l s a d o r e s d e u n a t e o r ía
=s « m a y o r » q u e l a c o r r e s p o n d i e n t e d e o t r a , l a p r i m e r a t e o r í a t e n d r á m á s
o c a s i o n e s d e s e r r e f u t a d a p o r l a e x p e r i e n c i a ; p o r t a n t o , c o m p a r a d a c o n la
s e g u n d a t e o r ía p o d r á d e c ir s e q u e a q u é lla e s «fa ls a b le e n m a y o r g r a d o » . L o
c u a l s i g n i f i c a a s i m i s m o q u e l a p r i m e r a t e o r í a d ice m á s a c e r c a d e l m u n d o
d e la e x p e r ie n c ia q u e la s e g u n d a , y a q u e e x c lu y e u n a c la s e m a y o r d e
e n u n c i a d o s b á s i c o s . 20

Este pasaje de Lógica de la investigación científica muestra la


idea que subyace al tratamiento que Popper propone de la nocióh
positivista de contenido empírico de una teoría. Es posible estable­
cer gradaciones en el contenido empírico de las diversas teorías, y
por tanto introducir cierto «índice de cientificidad», pero por vía
negativa, en base a los falsadores de cada teoría. Si, dada una teoría
T, los enunciados básicos prohibidos por ella van aumentando, en
la medida en que cada vez hace más predicciones y sobre ámbitos
de fenómenos más amplios, dicha teoría será progresivamente más
fácil de falsar. Para Popper, el objetivo principal de la ciencia
estriba en construir teorías de este tipo: fácilmente falsables, y por
consiguiente con mayor contenido empírico. Las mallas de las
teorías científicas, retomando la metáfora antes mencionada, han
de ser ca d a vez m á s finas, en el sentido de que su grado de
falsabilidad es cada vez mayor.
Formalizar la noción de grado de falsabilidad de una teoría, sin
embargo, presenta dificultades. En efecto, las clases de los posibles
falsadores son infinitas, y por tanto ese «aumento» de los enuncia­
dos básicos incompatibles con una teoría ha de ser tratado cuida­
dosamente. En la Lógica de la investigación científica, Popper pro­
pone hasta tres soluciones a esta dificultad: el número cardinal de

2 0 . K. R . P O P P E R , Lógica..., p. 107.
88 El falsacionismo popperiano

una clase, el concepto de dimensión y la relación de subclasifica­


ción. Finalmente opta por esta última posibilidad, formulándola de
la manera siguiente, para el caso más sencillo, que es el de los
enunciados científicos:

Se dice que un enunciado x es «falsable en mayor grado» o «más


contrastable» que el enunciado y — o, en símbolos, que Fsb(x) > Fsbfy)—
cuando y solamente cuando la clase de los posibles falsadores de x inclu­
ye a ^a clase de los posibles falsadores de y com o una subclasepropia
suya. '

A sí pues, la teoría de conjuntos, y en concreto la relación de


inclusión, viene a ser el recurso utilizado para definir la n oción
de grado de contrastación. A partir de ello, P opper introduce la
noción de probabilidad lógica, que es diferente de la probabilidad
numérica que surgió de la teoría de juegos de azar y que se utiliza
en estadística. La probabilidad lógica de un enunciado es com ple­
mentaria con su grado de falsabilidad. Puesto que, basándonos en
la relación de subclasificación, p o d e m o s com parar el grado de
falsabilidad de dos enunciados, también podem os afirmar que uno
es más probable lógicamente que el otro, cuando tiene un m enor
grado de falsabilidad. Una teoría que n o es falsable de ninguna
manera, porque no prohíbe ningún acontecimiento empírico, tiene
un grado de falsabilidad igual a O y, p o r tanto, su probabilidad
lógica es 1; y viceversa, las teorías o los enunciados científicos más
falsables son los menos probables lógicamente. L o cual no quiere
decir que este últim o tipo de enunciados o de teorías n o sean
científicos, sino todo lo contrario. Las teorías que tienen probabili­
dad lógica 1 n o dan ninguna in form a ción sobre la empiria: las
teorías empíricamente preferibles, en el sentido de que son plena­
mente científicas, son aquellas cuyo contenido em pírico es muy
alto, y por consiguiente su probabilidad lógica muy baja. El conte­
nido empírico de una teoría equivale a su grado de falsabilidad," al
menos desde el punto de vista de la comparación relativa de unas
teorías con otras.
En obras posteriores Popper ha vuelto sobre esta cuestión, que
tiene gran im p orta n cia d en tro de su teoría de la ciencia. E n
Ilógica de la investigación científica Popper había usado el término2 1

21. K. R. POPPER, I ló g ic a ..., p. 108.


22. K. R. POPPER, Iló g ic a ..., p. 115.
Grados de corroboración de una teoría 89

de Pewahrungsgrad, traducido por Carnap en su T’estability and


NLeaning com o grado de confirmación de una teoría. La caracteriza­
ción lógica de dicha noción dio lugar a una amplia polémica, en la
que intervinieron Tichy, Grünbaum, Kemeny, Miller y los propios
Carnap y Popper." Por parte de este último, siempre se mantuvo la
tesis de que el grado en que una teoría ha resistido a las contrasta-
dones no tiene por qué satisfacer las reglas del cálculo de probabi­
lidades, tesis ésta que había sido implícitamente aceptada por nu­
merosos epistemólogos. Por eso Popper introdujo en Conjeturasy
refutaciones (y tam bién en el Post scriptum) la nueva denomina­
ción de grado de corroboración, que tiene la ventaja de no poseer
connotaciones verifícacionistas. Intuitivamente, una teoría posee
mayor grado de corroboración cuando ha resistido más críticas y
contrastaciones más severas, y no cuando ha sido «más verificada».
Para medir dicho grado hay que recurrir al contenido de la misma,
y para ello a su improbabilidad lógica: así, la teoría de Einstein
implica más contrastaciones posibles que la de Newton, y por tanto
posee mayor contenido y mayor poder explicativo. A l contrastar
una teoría T, siempre poseem os una información básica previa e,
c o n respecto a la cual se p rod u ce la contrastación. La actitud
crítica o falsacionista tiende a maximizar dicha inform ación, a
diferencia de la actitud verificacionista. Cuanto mayor sea la im­
probabilidad del falsador potencial, tanto mayor será el apoyo que
la teoría reciba, caso de que la teoría T resista dicha falsación, ya
que su contenido empírico habrá aumentado considerablemente.
Por el contrario, si se produce una constatación de algo plausible y
probable el con ten id o em pírico de la teoría n o aumenta. Para
Popper sólo han de contar las contrastaciones severas, es decir las
más improbables con respecto a la información que poseemos. La
predicción de Adams y de Leverrier, que llevó al descubrimiento
del planeta N eptuno, era sumamente improbable; precisamente
por ello supuso un fuerte apoyo a la teoría de Newton, que era la
única que permitía la p red icción de un h e ch o tan im probable
estadísticamente. Este tipo de ejemplos representa para Popper el
paradigma de la actitud crítica de los científicos y la medida del
grado de corroboración. 2 3

23. Véase una amplia e xp osición de este tema en RIVADULLA, F ilo so fía a ctu a l
d e la c ien cia , ca p . IV.
90 E l falsacionism o popperiano

De ahí que, si la probabilidad de un suceso a es p (a), se defina


el grado de contrastabilidad de a, C, (a) como:

C, (a) = 1 - p (a)

C, (a) mide así el contenido, el cual debe aumentar en cada


contrastación que la teoría o la hipótesis supere. Si concebim os b
co m o tentativa de refutar a, la severidad m ayor o m en or de la
contrastación puede ser a su vez medida mediante la improbabili­
dad de b, que a su vez depende de C, (b). Si llam am os, entonces,
C(a, b) al grado de corroboración de a mediante b, hemos de exigir,
por una parte, que C(a, b) sea menor o a lo sumo igual que C,(a), y
p o r otra que C(a, b) aumente con C,(b). Popper propuso en un
primer m om ento la definición siguiente de C(a, b):

C(a, b) - P (a' b> ~P (b>------


p(b, a) -p (a , b) + p (b )

y en una segunda fase de su investigación, en la que añadió la


inform ación básica c de la que se dispon e en el m o m e n to de
la contrastación de a mediante b, definió el grado de corroboración
de la manera siguiente:

C(a, b, c) P ( b' ac) ~ P (b' c) --------


p (b , ac) - p(ab, c) + p (b , c)

donde se usa la noción p(b, a), o verosimilitud de a con respecto a


b, propuesta por Fisher.
E l estudio del grado de corrob ora ción confluía así co n las
investigaciones popperianas en torno a la noción de verosimilitud,
a las que nos referiremos en 3.8.
Mas independientemente de los detalles técnicos ligados a este
p roblem a del grado de corrob ora ción , así c o m o a la polém ica
suscitada por el mismo, sí cabe señalar que, mediante esas contras-
taciones severas, los científicos llevan a cabo un proceso racional
de aproximación a la verdad, aumentando de forma progresiva el
contenido empírico de las teorías. Para ello seleccionan una serie
de problemas, proponen conjeturas para solucionarlos, someten
dichas conjeturas a contrastaciones severas y aumentan así el gra-
L a tesis del tercer m undo 91

d o de co rro b o ra ció n de las teorías. L o cual n o obsta para que


cualquier teoría, p o r alto que sea su grado de contrastación y de
corroboración, siempre pueda ser refutada: el modus tollens pasa a
ser un órgano de la crítica racional, y no del razonamiento categó-
24
rico.
C o n respecto al progreso científico, P op p er mantiene tesis
evolucionistas, llegando a defender incluso un cierto esquema
neodarwinista, según el cual son las m ejores teorías las que van
sien do seleccionadas a lo largo de la historia de la ciencia p o r
medio de esta metodología falsacionísta. Los experimentos crucia­
les desempeñan un papel fundamental al respecto. Esta noción dqj
progreso científico ha sido muy criticada por autores com o Nagel
y Bunge," así com o por otros muchos epistemólogos a cuyas críti­
cas nos referiremos explícitamente en el capítulo 5.

3.6. La tesis del tercer mundo

En su obra Conocimiento objetivo, Popper propone la siguiente dis­


tinción:

Sin tomar las palabras 'mundo' o 'universo' muy en serio, podemos


distinguir los siguientes tres mundos o universos: primero, el mundo de los
objetos físicos o de los estados físicos; segundo, el mundo de los estados de
conciencia o de los estados mentales, o quizá de las disposiciones conduc-
tuales para actuar; y tercero, el mundo de los contenidos objetivos del
pensamiento, especialmente del pensamiento científico y poético y de las
obras de arte.

Las leyes y teorías científicas, en particular, pertenecerían a


este tercer m undo, que el prop io P opper pone en relación con la2 7
6
5
4

24. Véase K, R. POPPER, «L a lógica de las ciencias sociales», en disputa d el


p o s itiv is m o en la so cio lo g ía a lem a n a , de ADORNO e t a l (B arcelona, G n ja lb o , 1973),
pp. 101-119.
25. E. NAGEL, e s tr u c tu r a d e la c ie n c ia , trad u cción d e N é s to r M ígu ez
(B uenos Aires, Paidós, 1986), pp . 84 y ss.
26. M. BUNGE, T si. in v estig a ció n c ien tifica , tra d u cción d e M a n u el Sacristán
(Barcelona, A riel, 1969), p. 334.
27. K. R. POPPER, O b je c tiv e K n o iv led g e, edición revisada (O x ford , Clarendon
Press, 1979), p. 106.
92 El falsacionismo popperiano

teoría platónica de las ideas y con la teoría hegeliana del espíritu


objetivo, sí bien para diferenciarse netamente de ambos filósofos.
Por el contrario, tanto Bolzano com o Frege son aceptados com o
precedentes directos de esta tesis popperiana. Al afirmar la existen­
cia objetiva de este tercer mundo, Popper se va a manifestar contra­
rio a toda forma de convencionalismo, así com o a las concepciones
que consideran los co n ce p to s, las leyes y las teorías científicas
c o m o entidades lingüísticas, c o m o estados mentales subjetivos
o com o disposiciones para la acción.
La m etodología de la ciencia adquiere co n ello una vertiente
ontológica: ¿qué tipo de entidad poseen las construcciones creadas
p o r los cie n tíficos a lo largo de la historia, y sob re las cuales
reflexionan en este siglo los m e to d ó lo g o s y los filó s o fo s de la
ciencia? La tesis popperiana del tercer m undo tiene al m enos el
mérito de haber abierto esta discusión, devolviendo a la teoría de la
ciencia toda su envergadura conceptual, que había salido bastante
malparada tras las simplificaciones neopositivistas. Por otra parte,
el debate abierto por Popper ha sido amplio y de gran interés, por
lo cual conviene detenerse un m om en to en la presentación que
Popper hace de su tesis.
El punto de partida de la misma es la distinción entre teoría del
conocim iento y epistemología. Para Popper, la teoría del co n o ci­
miento tradicional, y concretamente la tradición empirista de L oc-
ke, Berkeley, Hume y Russell, ha centrado su análisis en el con oci­
m iento subjetivo, ligado al individuo. La epistem ología, p o r el
contrario, debe ocuparse del conocimiento científico, que él conci­
be sin sujeto. La tesis del tercer m undo, y p or consiguiente de la
existencia objetiva de las teorías científicas, va ligada a su propues­
ta de una epistemología sin sujeto. E n lugar de centrarse en las
creencias del científico o en la singularidad de sus invenciones, el
ep istem ólogo debe investigar los problem as, las conjeturas, los
libros, las revistas científicas, etc. La ilustración popperiana de
dicho tercer mundo son las librerías y las bibliotecas, así com o los
laboratorios y los experim entos científicos que tienen lugar en
ellos. La epistemología subjetivista es irrelevante," y además, así
co m o una epistem ología objetivista que estudie e investigue ese
tercer mundo puede aportar muchísima luz al estudio del segundo,
el de los estados mentales o de conciencia, la influencia recíproca 2 8

28. K . R . popper, O b je c tiv e K .n ow led ge (1979), p. 111.


La tesis del tercer mundo 93

no es cierta. Aunque nosotros actuemos continuamente sobre ese


tercer mundo, modificándolo y corrigiéndolo, es sin embargo con­
siderablemente autónomo.
En apoyo de sus tesis Popper ofrece una argumentación b io­
lógica. N o sólo hay que estudiar las conductas o los actos de pro­
du cción de los seres animales, incluidos los hom bres, sino que
debem os investigar también las estructuras conform e a las cuales
dichas acciones tienen lugar, incluidas las estructuras materiales
del cuerpo animal. Y, lo que es más, debemos estudiar el efecto de
retroacción (feedback relation) que las propiedades de las estructu­
ras producen sobre la conducta de los animales. L o que está en
cuestión, por consiguiente, es la existencia independiente y objeti­
va de las estructuras mismas, poi- ejemplo neuronales o genéticas,
que serían los objetos p o r excelencia de ese tercer m undo. P or
supuesto, también en las acciones humanas, incluidas las obras de
arte, cabe discernir ese tipo de entidades. Pero el tercer mundo no
sólo surge de las acciones humanas. U n libro de logaritmos, dice
Popper, puede haber sido escrito por un ordenador, y sin embargo
expresa determinadas estructuras pertinentes en ese tercer mundo.
En el caso de las matemáticas, es claro que Popper se aproxima a lo
que tradicionalm ente se ha llam ado platonism o, p o r lo que se
refiere a la existencia de los objetos matemáticos.
Miguel Ángel Quintanilla, comentando estos pasajes de la obra
de Popper, afirma:

La teoría del tercer mundo no sólo supone una concepción formalista


cuyo complemento habría de ser una ideología individualista, sino que el
formalismo se presenta aquí como una autentica metafísica idealista de
estilo platónico."

Pero las teorías popperianas sobre la ciencia también han sido


adscritas, siguiendo en esto las afirmaciones del propio Popper, a
una concepción realista. Así, Rivadulla habla del realismo conjetu­
ral de Popper y califica su epistemología asimismo com o realista."
También la escuela de Elelsinki (Tuomela, Niiniluoto, etc.) ha revi­
talizado las tesis realistas de P op p er, p o r lo cual habrem os de
detenemos en este punto, resumiendo lo esencial del debate.2 0
3
9

29. M. A. q u in t a n il l a , Id e a lis m o y fi lo s o fía d e la c ien cia (Madrid, T ecn os,


1974), p. 144.
30. A. r iv a d u l ia , F ilo so fía a ctu a l de la á en á a , PP- 295 y 317, respectivamente.
94 El falsacionism o popperiano

3.7. El realismo crítico

Popper siempre se ha manifestado en contra de la teoría subjetivis-


ta del conocimiento, cuya versión más radical era la solipsista del
Aufbau de Carnap. Mas la objetividad de la ciencia no ha de estar
fundamentada en un lenguaje fisicalista, o en una base empírica
observacional. La ciencia es producto de acciones hum anas, y
como tal un objeto social:

Podem os considerar el conocim iento objetivo — la ciencia— com o una


in stitu ción social, 0 un conjunto o estructura de instituciones sociales.3i

Aunque el conocimiento y la investigación propia de los indivi­


du os tenga sin duda su importancia, lo cierto es que la ciencia
surge a partir de la cooperación y de la competición institucionali­
zada de los científicos. El tercer m undo descrito en el apartado
precedente sería el ámbito ontológico en donde se depositan las
objetivaciones de la investigación científica, y muy en particular
aquellas que han tenido una repercusión efectiva sobre la sociedad
de la que surgieron. El mismo aprendizaje del conocimiento cientí­
fico ha de ser visto desde esta perspectiva: no como una repetición
de experiencias, que inductivamente proporcionarían a cada sujeto
individual los enunciados y las leyes científicas generales, sino
como un proceso de prueba y error que cada científico asimila en
algunos ejemplos característicos, a partir de los cuales asume o no
las teorías vigentes socialmente en su tiempo.
Popper es, pues, un realista, pero sin que ello conlleve una
reducción fisicalista de toda objetividad científica. Su oposición al
empirismo de Bacon, Hume, Mili y Russell no radica en la confron­
tación de éstos con el idealismo, punto en el que Popper también
coincide, sino en la epistemología subjetivista que, unida al empi­
rismo, les llevaba a afirmar que «todo conocimiento se deriva de la
experiencia de los sentidos»." Por el contrario, para Popper el3 2
1

31. K. R. POPPER, Realism o y el objetivo de la ciencia , t r a d u c c ió n de M arta


S a n sig re (M adiid, T e c n o s , 19 8 5 ), p. 136.
3 2 . D e f i n i c i ó n d e R u s s e l l d e l empirismo e n la Encvclopaedia Britannica,
a r t íc u lo «T he L im its o f E m p ir icis m », m e n c io n a d o p o r P o p p e r e n d ic h a e n c ic lo p e ­
dia, p. 121, n o ta 56.
95
El realism o crítico

problem a epistemológico básico no es el del origen de las ideas,


sino el de la verdad de las teorías. Y para estudiarlo hay que partir
de teorías ya constituidas, producidas por momentos anteriores en
el desarrollo social, que a continuación son contrastadas con la
experiencia. Ésta desempeña una función negativa y crítica; nunca
engendra las teorías. Las observaciones siempre presuponen un
con ocim ien to d isposicion al previo, que n o sólo proviene de la
structura de nuestros órganos sensoriales, sino también del con­
texto teórico y de las informaciones básicas a partir de las cuales se
despliega la investigación científica. La ciencia es sistemática por­
que siempre procede conforme a conjeturas y a problemas previa­
mente enunciados, que para el sujeto individual son innatos y
objetivos, porque com o tales le vienen dados en su p roceso de
aprendizaje. Se aprende también de la experiencia, pero sobre todo
cu an d o ésta es u sa d a críticam ente, com o contrastación de las
hipótesis y de las teorías vigentes.
Surge así lo que Popper llam a el realism o crítico. Frente al
racionalismo clásico, desde Platón hasta Leibniz, pasando por Des:-
cartes, que caracterizaba a la ciencia por la posesión de un método
que podía con du cirn os al descubrim iento de la verdad, Popper
afirma tajantemente:

1) No existe método para descubrir una teoría científica.


2) No existe m étodo para cerciorarse de la verdad de u n a
hipótesis científica, es decir, no existe método de verificación.
3) No existe método para averiguar si una hipótesis es «proba­
ble» o probablemente verdadera .33

Sin embargo, ello no le impide definirse como un racionalista.


Lo que ocurre es que, para él, la función de la razón es crítica y
negativa. Las teorías científicas se distinguen de los mitos única­
mente porque pueden criticarse, e incluso porque buena parte de
los científicos se dedican a esa labor crítica recurriendo para ello a
la experiencia, pero también a los esquemas lógicos de pensamien­
to que, como el modus tollens, posibilitan el ejercicio de ese tipo de
razón. La epistemología no ha de ser justificacionista en el sentido
tradicional del término. Nuestras creencias y nuestras teorías sobre

33. Encyclopaedia Britannica, p- 46.


96 El falsacionismo popperiano

la realidad no se pueden justificar positivamente, porque de una u


otra form a sean verdaderas. Pero sí cabe dar razones de p or qué
preferimos una teoría a otras: porque constituye una aproximación
más cercana a la verdad, e incluso porque podem os tener razones
para conjeturar que sea verdadera, aunque sólo sea para p od er
investigarla más a fo n d o , p roced ien d o a su falsación eventual.
Nuestras preferencias científicas sólo se justifican críticamente, y
en relación al estado actual de la cuestión. En el fondo, no se trata
ni siquiera de justificar las teorías racionalmente, sino de elaborar
una epistemología que permita definir el concepto de preferencia
racional entre teorías y entre hipótesis:

El problema epistemológico de Hume — el problema de dar razones


positivas, o el problema de la justificación— puede ser reemplazado por el
problema totalmente distinto de explicar — dar razones críticas— por qué
preferimos una teoría a otra (o a todas las demás que conocem os) y
finalmente por el problema de la discusión crítica de las hipótesis para
descubrir cuál de ellas es, comparativamente, la que hay que preferir:"

La verdad continúa siendo el objetivo de la ciencia, pero por la


vía negativa: buscam os razones para rechazar lo que hasta ahora
había sido considerado verdadero y sólo aceptamos las teorías que,
pese a las más severas contrastaciones, todavía no han sido falsa-
das. Sólo se aprende y se incrementa el conocimiento por medio de
la crítica racional.
Esta metodología o epistemología popperiana se completa con
una posición ontológica realista: pero su afirmación del realismo
metafísico resulta m ucho más prudente y matizada que sus tesis
epistem ológicas. Para P opper, hay razones a favor del realismo
metafísico, pero también razones en contra. A su juicio priman las
primeras, y p o r eso se ha considerado durante toda su vida un
realista; pero ello no equivale a decir que sus tesis ontológicas sean
afirmadas con la misma radicalidad y claridad que sus tesis episte­
mológicas.
Para Popper, la teoría de que todo el mundo es un sueño mío
(solipsismo extremo) o la teoría hegeliana de que todo el mundo es
un despliegue de la idea son irrefutables; y por eso m ism o han de
ser rechazadas. «La irrefutabilidad no es una virtud, sino un vicio»,34

34. lELncyclopaedia ü r ita n n ic a , p. 63.


97
El realismo crítico

afirma explícitamente." El realismo popperiano parte en cam bio


del hecho de que, desde un principio, nos m ovem os en el terreno
de la intersubjetividad, lo cual es totalmente contrario al solipsis-
m o y al subjetivismo científicos. Podría entonces pensarse que las
teorías científicas, al ser productos sociales, son simples conven­
ciones o instrumentos útiles. Pero Popper también va a someter al
instrumentalismo a una aguda crítica.
El acepta, desde luego, que las teorías científicas son instru­
m entos útiles, pero n o sólo eso: además son conjeturas sobre la
realidad. La ciencia tiene un objetivo, que es la explicación. Se trata
de buscar explicaciones satisfactorias de los explicanda, y para ello
el explanans debe de cumplir una serie de condiciones:

En primer lugar, debe entrañar lógicamente al exphcandum. En se­


gundo lugar, el explicans tiene que ser verdadero, aunque, en general, no
se sabrá qíie’es verdadero; en cualquier caso no debe saberse que es falso,
ni siquiera después del examen mas crítico... Para que el explicans no sea
ad hoc tiene que ser más rico en contenido: debe de tener una variedad de
consecuencias contrastables que sean diferentes del exphcandum.

La concepción popperiana de la explicación científica se ins­


cribe en la tradición de la concepción heredada: una explicación es
satisfactoria cuando se formula en términos de leyes universales y
condiciones iniciales contrastables y falsables. Cuanto mayor sea el
grado de corroboración de las leyes y de las hipótesis, tanto más
satisfactoria resulta la explicación. Ello nos lleva a buscar teorías
cuyo contenido sea cada vez más rico. Y aunque no existan, según
Popper, explicaciones últimas, que son propias dy concepciones
esencialistas contra las cuales también está Popper, sí cabe defen­
der un esencialismo modificado, basado en afirmar que toda expli­
ca ció n tendrá tarde o tem prano una explicación m ejor y más
universal, en rechazar las preguntas del tipo «¿qué es?», y en dejar
de caracterizar a cada individuo p o r el conjunto de sus notas o
propiedades esenciales. La postura de Popper es más próxima en
esto a la de Platón: las leyes de la naturaleza serían descripciones 3*
6
5

35. E n cy clo p a ed ia T tritan n ica , p. 1 2 2 .


36. E n cy clo p a ed ia T tritan n ica , p. 173.
37 Véase el artículo de P o p p e r «Tres co n ce p cio n e s sobre el co n o cim ie n to
h u m a n o , re im p re s o e n C o n je tu r a s y refu ta cio n es, cap. 5, sec. V , así c o m o «Realis­
m o y el o b je tiv o de la ciencia», p p . 175 y ss.
98 El falsacionismo popperiano

conjeturables de las propiedades estructurales ocultas en la natura­


leza, y que se trata de descubrir. Las leyes o teorías deben ser, por
lo mismo, universales; deben formular aserciones sobre todas las
regiones espaciotemporales del mundo; y deben versar sobre pro­
piedades estructurales relaciónales del m undo."
Popper es consciente de que esta postura realista también está
sujeta a crítica, y él mismo proporciona argumentos en contra de la
misma. P ero cabría decir que es la preferible entre las diversas
metateorías existentes en torno al conocimiento científico (subjeti­
vism o, em pirismo, positivism o, idealismo, esencialismo, instru-
mentalismo, etc.).

3.8. La verosimilitud

Preferimos una teoría a otra, en última instancia, porque es más


verosím il: porque se aproxim a más a la verdad, aunque nunca
vayamos a poder demoltrar de ninguna teoría que es verdadera. El
aumento del contenido empírico de las teorías, y el hecho de que
las nuevas teorías hayan de p o d e r explicar tam bién lo que las
precedentes explicaban, llevan a P opper a concebir el progreso
científico com o una paulatina aproximación a la verdad:

Podemos explicar el método científico y buena parte de la historia de


la ciencia como el proceso racional de aproximación a la verdad.3 39
8

Sin embargo, Popper se va a encontrar con grandes dificulta­


des a la hora de definir de manera precisa el concepto de verosimi­
litud, máxime teniendo en cuenta su rechazo del inductivismo. Su
idea inicial es sencilla: la verosimilitud de una proposición depen­
de de la cantidad de verdades y de falsedades que dicha proposi­
ción implica. Y otro tanto cabe decir respecto de las teorías. D e ahí
que tanto en Conjeturasy refutaciones c o m o en Conocimiento
objetivo proponga la siguiente caracterización de la mayor o menor
verosimilitud entre dos teorías:

38. K . R. P O P P E R , «Realism o y el ob jetivo de la ciencia», en (C on jetu ra s y


r efu ta cio n e s, pp. 177-178.
39. K. R. POPPER, C o n je tu r a s y refu ta cio n es, pp. 57-58.
99
La verosimilitud

Intuitivamente hablando, una teoría T, tiene mayor verosimilitud que


otra teoría T2 Si y sólo si:
^ sus contenidos de verdad o falsedad (o sus medidas) son compara-
o^Bren el contenido de verdad, pero no el de falsedad, de T es
mayor que el de T2; o bien >
3) el contenido de verdad de T, 'no es mayor que el de T 2, pero si su
contenido de falsedad."
Esta definición ha sido criticada' désdé diversas perspectivas.
En primer lugar, no sería válida para el' caso en que hubiera teorías
■ conmensurables, com o afirmarán Kuhti y Feyerabend. En segun-
d'o lugar, y com o ha señalado Tichy, se presupone implícitamente
que los respectivos contenidos de verdad y de falsedad de'T 2 están
incluidos com o subconjuntos en los de Tj. Y,' además, taV y Cómo ha
hecho ver Newton-Smith, la definición falla en el caso c|ue el
cierre deductivo de una teoría (es decir, el conjunto de prbpósitio-
nes que puedan derivarse de sus axiomas o postulados) sea hilriito;
ya que entonces estaríamos comparando dos conjuntos infirátóS:.lW
cual sucede prácticamente en todas las teorías físicas interesantes,
de las cuales puede suponerse que conllevan consecuencias (verda­
deras o falsas) para todos y cada un o de los puntos del continuo
espacio-temporal, y para las cuales, por tanto,, el cierre deductivo
es un conjunto infinito de proposiciones, independientemente de
que dichas teorías sean verdaderas o falsas.
Tichy, Miller y Grünbaum han profundizado más en sus críti­
cas, mostrando que, de acuerdo con las concepciones popperianas,
y partiendo de sus propias definiciones de la verosimilitud, ocurre
que las teorías que poseen un elevado contenido de verdad tam­
bién tienen un alto contenido de falsedad. Por lo cual la determina­
ción cuantitativa de las verosimilitudes respectivas no resulta deci­
soria. Rivadulla, que ha estudiado ampliamente el debate, incluidas
las sucesivas m ejoras propuestas p o r P opper, concluye que «la
com paración de la verosimilitud de dos teorías falsas n o es via­
ble».4'4
1
0

40. K. R. POPPER, O b je c tiv e K n o w led g e (1979), p. 52.


41. A. RIVADULLA, F ilo s o fía a c tu a l d e la cien cia , P- 159. V éase tam bién para
este d eb a te p. 173, y e n gen era l t o d o el cap. IV , d o n d e se estu dia n a f o n d o las
cu estion es técnicas del m ism o. Para las referencias de K em en y, M iller, T ich y, etc.,
véase la bibliografía final.
100 E rfa Isac i o n is m o popperiano

Sin embargo, para el realismo científico que acepte las tesis


deductivistas de Popper, así como su criterio de demarcación falsa-
cionista, proporcionar u n a adecuada definición de la noción de
verosimilitud resulta imprescindible, si se quiere mantener la tesis
central de que la investigación científica constituye un proceso de
aproximación progresiva a la verdad. De ahí que tanto los autores
recién m encionados com o algunos de los principales epistemólo-
gos de la escuela de Finlandia, agrupados en torno a la figura de
Hintikka, se hayan ocupado ampliamente de esta cuestión.
No vamos aquí a entrar en los detalles técnicos de sus propues­
tas, que excederían del nivel en el que se enmarca la presente obra.
Nos limitaremos, por tanto, a describir brevemente el sentido de su
tentativa. Para Niiniluoto, «deberíamos de encontrar alguna forma
de relativizar la noción de verosimilitud al poder de expresión de
las teorías».424
3No se trata, pues, de definir la verosimilitud como la
aproximación a una verdad general: ninguna teoría científica toma
a la totalidad de la realidad como su ámbito de investigación, por
mucho que sus leyes y sus enunciados sean universales. De ahí que
el propio Niiniluoto plantee el problem a de la verosim ilitud en
térm inos m uy distintos, tratando de definir en prim er lugar la
mayor o menor distancia a la verdad de determinados enunciados
de un lenguaje L de primer orden. Se retorna así una propuesta de
Tichy en 1974, que había sido criticada por Miller y por el propio
Niiniluoto. En el caso de este último, se recurrirá a la teoría de
Hintikka de las componentes o constituyentes de una teoría."
Lo cierto es que las propuestas popperianas han dado origen a
lo q u e se llam a el problem a lógico de la verosimilitud, que ha
pasado a ser uno de los más importantes en la filosofía de la ciencia
de los últimos años. Ello implica ya un cambio considerable con
respecto al verificacionismo del Círculo de Viena y de la concep­
ción heredada. Laudan, defensor del concepto de program a de
investigación, que centra el progreso científico en la resolución de
problemas, y no en la paulatina aproximación a la verdad, había
indicado en 1979 que «nadie ha sido capaz de decir ni siquiera qué

42. I. NIINILUOTO, «O n t h e T r u t h l i k e n e s s o f G e n e r a lis a t io n s » , e n B u r r s -


HINTIKKA, B a s ic P ro b le m s in M eth od olog y a n d Lingu istics, p. 124.
43. V é a se J. HINTIKKA, «O n t h e d i f f e r e n t I n g r e d ie n t s o f a n E m p i r i c a l
T h e o r y » , e n SUPPES-HENKIN e t a l. (e d s.), L o g ic, M e th o d o lo g y a n d P h ilo s o p h y o f
S c ie n c e I V (A m ste rd a m , N o rth H o lla n d , 19 7 3 ).
La verosim ilitud 101

debe entenderse por 'más cerca de la verdad', por no hablar de


ofrecer criterios para determinar cómo se podría medir esa proxi­
midad» 44 Esta deficiencia ha sido subsanada por los epistemólogos
finlandeses, lo cual no equivale a decir que el problema haya sido
resuelto. Sí es cierto que las concepciones realistas de Popper, así
como su interés por la noción de verosimilitud en tanto que carac­
terística epistemológica de las teorías científicas, y del progreso
como búsqueda de la verdad, han seguido suscitando investigacio­
nes y estudios, a veces altamente complejos.
Ocurre, sin embargo, que también en esos años comenzaron a
aparecer historiadores y filósofos de la ciencia que aportaban nue­
vos problem as a la epistemología científica que desbordaban el
marco del debate entre el falsacionismo popperiano y el verifica-
cionism o positivista, e incluso la caracterización de las teorías
com o sistemas formales con sus vocabularios (teórico y observa-
cional) y s u s axiom as. T odo lo cu a l tiene su in cid en cia en el
problema dé la verosimilitud, ya que éste está concebido y ha sido
tratado en términos de la previa reducción de las teorías a sistemas
formales; y, desde luego, tomaba siempre como términos de com ­
paración a teorías conmensurables entre sí. De ahí que antes de
retomar la cuestión de la verosimilitud en el marco de los métodos
inductivos y probabilitarios, convenga detenerse en estas nuevas
aportaciones que van a suponer un giro radical en la problemática
de la filosofía de la ciencia en el siglo xx.

44. L LAUDAN, Progress and its Problems (B erkeley, U n iv ersity o f C a lifo rn ia


Press, 1977), pp. 12 5-12 6.
4. PARADIGMAS Y REVOLUCIONES
CIENTÍFICAS

4.1. Introducción

Al igual que la Ilógica de la investigación científica de Popper en


1935, la publicación en 1962 de la obra de Thom as S. Kuhn, tía
estructura de las revoluciones científicas, marca una nueva etapa
en la filosofía de la ciencia del siglo xx. Com o en el caso de Popper,
la influencia de este libro no fue inmediata. En 1963 Popper publi­
có su segunda gran obra sobre metodología científica, Conjeturasj
refutaciones, que m a rcó el auge principal de las c o n c e p cio n e s
popperianas, junto co n la traducción inglesa en 1959 de su obra
clásica de 1935. La célebre polémica Popper-Kuhn, mantenida en
el C oloquio Internacional sobre Filosofía de la Ciencia celebrado
en Londres en 1965, permaneció desconocida para el gran público
hasta 1970, cuando Lakatos y Musgrave la dieron a conocer' en una
obra traducida en 1975 al castellano co n el título I m críticay el
desarrollo del conocimiento. La coincidencia básica entre las ideas
de Lakatos y las de Kuhn, así com o la revisión de la obra de Kuhn
llevada a cabo p or Stegmüller en 1973, acercando sus aportacio­
nes a las de la co n c e p c ió n estructural, supusieron la definitiva
difusión de la obra kuhniana, que ya estaba siendo discutida am­
pliamente p or los especialistas.
Pese a este retraso en la im p osición de C a estructura de las
revoluciones científicas com o un clásico de la metodología científi-

1.1. LAKATOS y A E. MUSGRAVE, C r itic i.s m a n d th e G r o iv th o jf K n oiv led g e


(Cam bridge, Cam bridge Um versity Press, 1970), traducido p o r F. H ernán (B arcelo­
na, G rijalbo, 1975) c o n el título G a c r ítica fy e l d esa rro llo d e l co n o cim ien to .
2. W . S T E G M Ü L L E R , H h eorien d yn a m ik (B erlín -N u eva Y o rk , Springer, 1973),
traducido p o r A . E). M oron es (M i.xicc,. D ianoia, 1975). Véase, tam bién, 6.5.
104 Paradigmas y revoluciones científicas

ca, su influencia ha sido muy grande. Fue traducida al castellano en


1971,3 si bien la edición más aconsejable es la de 1975 (y posterio­
res), al incluir el Post scriptum de 1969, en el cual Kuhn responde a
algunos de sus críticos.
Asimismo es importante el escrito traducido al castellano con
el título Segundos pensamientos sobre paradigm as, e n e l cu a l
Kuhn matiza sus posiciones iniciales sobre los paradigmas, profun­
dizando en las nociones de comunidad científica y de matriz disci­
plinar. Aparte las obras de Kuhn de caFácter netamente histórico,'
imprescindibles para conocer con detalle sus estudios historiográ-
ficos sobre la ciencia, su obra de 1977, P a tensión Pial,’ en la
que se recopilan diversos artículos publicados en revistas especial"-
zadas, completa su reflexión metodológica.
Kuhn ha introducido en la teoría de la ciencia diymos concep-
tqs que son de com ún aplicación hoy en día: paradigmas, ciencia
normal, anomalías, crisis, revoluciones científicas, comunidades
científicas, etc., y sobre todo ha subrayado la enorme importancia
de los estudios m inuciosos sobre historia de la ciencia com o algo
previo y necesario para la elaboración de una concepción filosófica
de la ciencia. Su reproche fundamental a P opper estribará en la
visión continuista y acumulativa del progreso científico que éste
defendió; p or el contrario, para K uhn la ciencia avanza a base de
crisis y rupturas, que implican cambios radicales en la concepción
del m undo, y a las cuales llamará revoluciones científicas. La tesis
de la inconmensurabilidad de los paradigmas, posteriormente radi­
calizada p or su discípulo Feyerabend, ha dado lugar a una im por­
tante discusión que todavía continúa.
Independientemente del carácter un tanto impreciso de algu­
nos de sus conceptos, y de su constante autorreivindicación com o
historiador de la ciencia, y no com o filósofo de la ciencia (Kuhn es
físico por su formación, interesado posteriormente en la historia de3 6
5
4

3. T. S, KuuN, e s tr u c tu r a d e la s rev o lu cio n es c ie n tífica s, trad u cción de


A . C o n tín (M é x ico , F o n d o de Cultura E c o n ó m ic a , 1975), qu e in cluye la P osd ata
de 1969.
4. T. S. KUHN, S e g u n d o s p e n s a m ie n to s s o b r e p a r a d ig m a s , tra d u cción de
D iego Ribes (Madrid, T ecn os, 1978).
5. T. S. KUHN, T sz rev o lu ció n co p em ica n a , traducción de D . Bergadá (Barce­
lona, Ariel, 1978).
6 . T. S. KUHN, T sz ten sió n esen cia l, trad u cción de R o b e rto H elier (M éxico,
F o n d o de Cultura E con óm ica , 1982).
Los paradigmas científicos 105

la física, y sólo más tarde en la metodología general de la ciencia),


lo cierto es que sus aportaciones han supuesto un revulsivo para la
teoría de la ciencia en este últim o tercio del siglo xx y que su
influencia aún se mantiene viva.

4.2. Los paradigmas científicos

El término 'paradigma' ha sido utilizado p or los gramáticos para


designar los diversos tipos de declinación de una palabra o de
conjugación de un verbo: dentro de un núcleo com ún, que es la
raíz, existen en las lenguas diversas variantes que caracterizan un
paradigma (por ejemplo, la primera declinación o conjugación del
latín), y que se distinguen entre sí por los respectivos sufijos o fle­
xiones.
D icho concepto fue utilizado en teoría de la ciencia por prime­
ra vez p o r Ch. Lichtenberg (1742-1799) y en nuestro siglo p or
Wittgenstein en sus Philosophische Untersuchungen. Kuhn lo pre­
senta en el capítulo III de / m estructura de las revoluciones científi­
cas co m o «un m odelo o patrón aceptado »7 p or los científicos de
una determinada época, que normalmente ha llegado a ser vigente
tras imponerse a otros paradigmas rivales. Una determinada rama
del saber pasa a ser una disciplina científica precisamente cuando
surge y triunfa un paradigma. Ejemplos de paradigmas científicos
serían el análisis aristotélico del m ovim iento de los cuerpos, el
cálculo p tolem aico de las p osicion es planetarias, la revolución
copernicana, la mecánica de N ewton, la teoría química de Lavoi-
sier, la m atem atización maxwelliana del electrom agnetism o, la
teoría einsteiniana de la relatividad, y muchos otros, acaso menos
famosos, pero cuya delimitación en la historia de la ciencia sería el
objetivo principal, a fin de evitar estudios históricos basados exclu­
sivamente en la acumulación de datos, hechos y descubrimientos.
L os libros de texto utilizados para la form ación de los nuevos
científicos suelen constituir expresiones más o m enos adecuadas
de dichos paradigmas, sobre todo en los dos últimos siglos. En la
etapa de sus estudios los científicos se han familiarizado con deter-

7. T. S. KUHN, estru ctu ra ..., p. 51.


106 Paradigmas y revoluciones científicas

minados lenguajes y técnicas cuya eficacia para resolver deterrin-


nados problemas ha marcado profundamente su m od o de consi­
derar los fen óm en os, adscribiéndoles al paradigma vigente en
la com unidad científica de su época. Las tesis doctorales, co n la
profunda impronta que dejan en la formación de los investigado­
res, así com o los primeros trabajos de experimentación, han tenido
lugar en ese mismo ámbito teórico. T od o ello origina una serie de
creencias y hábitos intelectuales comunes a numerosos científicos,
que p o r ello m ism o form an una com unidad. Puede haber, p or
supuesto, paradigmas y comunidades rivales, con las correspon­
dientes pugnas p o r el p od er académ ico y científico. La ciencia
vigente en un m om ento dado implica la constitución y el afianza­
miento de uno de esos paradigmas.
La noción kuhniana de paradigma, tal y com o es formulada en
1962, fue considerada com o sugerente, pero también criticada por
su vaguedad por autores com o Shapere, Toulmin y Mastermann.
Esta última distinguió hasta 21 sentidos diferentes en la utilización
kuhniana del término, agrupables en tres grandes grupos:

/) .¿Aspectofilosófico (o metafísico) del paradigma, que daría la


im agen del m u n d o y los elem entos básicos de creencia de los
científicos sobre lo que sea la realidad: sería el caso del atomismo,
del mecanicismo, de la matematización de la realidad, del fenom e­
nalismo, etc.
2) ¿Aspecto sociológico del paradigma, ligado a la estructura y a
las relaciones internas y externas de la com unidad de científicos
que detentan un m ism o paradigma: un paradigma conlleva un
aspecto institucional, tanto nacional com o internacionalmente (so­
ciedades científicas, apoyo a determinadas líneas de investigación,
publicaciones periódicas, manuales utilizados en la docencia uni­
versitaria, congresos, academias, etc.) que permite discernirlo con
respecto a otros paradigmas rivales.
3) ¿Aspectopropiamente científico del paradigma, ligado a los
problemas ya resueltos y a los principales ejemplos que son expli-8

8. D. SHAPERE, «T h e structure o f scientific revolu tion s», en ~Ph i lo sop b ic a l


Reviene*, 73 (1964), pp. 383-394.
ST. T O U L M IN , «¿Es útil la distinción entre ciencia normal y ciencia revolucio­
naria?», en LAKATOS-MUSGRAVE, C riticism ...
M. MASTERMAN, «The nature o f a paradigm», en LAKATOS-MUSGRAVE, C ritid sm ...
Los paradigmas científicos 107

cados gracias a la utilización del paradigma. Mastermann califica


este tercer aspecto com o paradigmas construidos.

La noción kuhniana de paradigma fue criticada también por su


sociologism o, implícito en 1962 y claramente afirmado a partir de
los Segundos pensamientos de 1969-1970, cuando Kuhn responde a
sus opositores precisando dicha noción:

Un paradigma es aquello que los miembros de una comunidad científi­


ca, y sólo ellos, comparten; y a la inversa, es la posesión de un paradigma
común lo que constituye a un grupa de personas en una comunidad
científica, grupo que de otro modo estaría formado por miembros inco­
nexos.

Según K uhn, la sociología de la ciencia habría desarrollado


m étodos em píricos para identificar estas com unidades, y consi­
guientemente los paradigmas existentes en un m om ento histórico
dado: los científicos adscritos a un mismo paradigma están ligados
p o r elem entos com unes durante su p eríod o de aprendizaje, se
sienten responsables del log ro de determ inados objetivos en la
investigación, colaboran en equipos, se com unican entre sí, han
leído básicam ente la misma literatura, reciben y escriben en las
mismas revistas, asisten a determinados congresos, pertenecen a
las mismas sociedades, se envían para consulta mutua previamente
sus prepublicaciones, se citan los unos a los otros, etc. La polivoci-
dad de la n oción de paradigma puede ser corregida mediante esta
delim itación precisa de las com unidades científicas a partir del
m o m e n to en que paradigm a y com u n id a d científica vien en a
ser nociones que se definen mutuamente. M uchos filósofos de la
ciencia, sin embargo, no están de acuerdo con esta reducción so­
c io ló g ic a de un c o n c e p t o que, en la filo s o fía kuhniana de la
ciencia, seguiría siendo fundamental, y de ahí que la concepción es­
tructural, aun partiendo de p o sicio n e s m uy diferentes, c o m o
veremos, haya dado un nuevo impulso a las teorías kuhnianas. Tal y
c o m o el p ro p io K u h n re c o n o ce , el form alism o p rop u esto p o r
Sneed para la reconstrucción de las teorías científicas ofrece un
nuevo instrumental de análisis de la ciencia, en el que los con cep­
tos básicos de Kuhn tienen cabida.9

9. T. S. K U H N , «E l ca m b io de teoría c o m o ca m b io de estructura: co m e n ta ­
rios sobre el form a lism o de Sneed», en T eo rem a , V II (1977), pp. 141-165.
108 Paradigm as y revolu cion es científicas

4.3. Ciencia normal y revoluciones científicas

En la etapa precientífica, los hechos son recopilados de manera


bastante fortuita, precisam ente p o r carecer de un criterio que
permita seleccionarlos. La observación y la experimentación ca­
sual, así co m o los datos provenientes de la artesanía, constituyen
esa prim era am algam a a la que todavía n o se le p u ed e llamar
ciencia. Plinio y las historias naturales baconianas del siglo xvíi
son ejemplos citados por Kuhn de esta fase de la investigación. En
ellas se yuxtaponen hechos que luego serán relevantes junto con
algunos sin importancia, así com o otros demasiado complejos para
p o d e r integrarlos en una teoría en esa etapa histórica. E n esas
recopilaciones se omiten, por supuesto, numerosos datos que pos­
teriormente serán considerados com o importantes.
C o n respecto a esos hechos van surgiendo interpretaciones
diferentes, provenientes sea de la metafísica, de la religión o de
otras ciencias. L o sorprendente será la desaparición de to d o ese
cúmulo de creencias dispersas, precisamente en el m om ento de la
con stitu ción de un paradigma. Este surge norm alm ente p o r el
triu n fo de una de las escuelas anteriores, la cual se centra en
el estudio de una parte pequeña de los datos recopilados: K uhn
pone com o ejemplo a los creadores de la teoría de la electricidad.'0
Pero lo importante es que, tras la constitución de un paradigma, la
investigación cambia radicalmente: sólo algunos experimentos y
fen óm en os son interesantes, pero éstos han de ser investigados
sistemáticamente, y n o al azar. La investigación com ienza a ser
dirigida (caso de Franklin), y paralelamente a ello los demás inves­
tigadores com ienzan a interesarse progresivamente p or dicha es­
cuela, hasta el punto de que las demás decaen. «El nuevo paradig­
ma — dice K uhn— supone una definición nueva y más rígida del
cam po.»" Este se desglosa de otros ámbitos de conocim iento, con
los que pudo estar antes en contacto directo, y tiende a constituirse
c o m o disciplina especial y diferenciada. Surgen revistas, socie­
dades, cátedras y departamentos universitarios que cultivan esa
nueva área de especialización. El paradigma se asienta progresiva-1 0

10. T. S. KUHN, _L¿z estru ctu ra ..., p. 42.


11. T. S. KUHN, estru ctu ra ..., p. 46.
C iencia n orm al y revolu cion es científicas 109

mente, comienza a obtener resultados que retroalimentan la inves­


tigación y acaba convirtiéndose en ciencia vigente.
La etapa precientífica y la constitución de un paradigma dan
origen a lo que Kuhn llama una etapa de ciencia norm al Al distin­
guir esta fase histórica K uhn encontrará argumentos poderosos
contra la metodología falsacionista de Popper, que incluso han sido
aceptados parcialmente p or éste." En efecto, durante la etapa de
ciencia norm al el cien tífico n o es crítico ni intenta refutar las
teorías científicas vigentes. Kuhn define la etapa de ciencia normal
de la manera siguiente:

C ie n c ia n o r m a l s ig n ific a in v e s t ig a c ió n b a s a d a fir m e m e n te e n u n a o
m á s r e a l i z a c i o n e s c i e n t í f i c a s p a s a d a s , r e a l i z a c i o n e s q u e a lg u n a c o m u n i d a d
c ie n t ífic a p a r tic u la r r e c o n o c e d u r a n te c ie r t o t ie m p o c o m o fu n d a m e n t o
. . . . 13
p a ra su p r a c tic a p o s te r io r .

Dichas realizaciones son relatadas en los libros de texto ad


usura, o si n o en obras clásicas co m o la Física de Aristóteles, los
Elementos de Euclides, el Fílmagesto de Ptolomeo, los Frincipia y la
Óptica de Newton, la Electricidad de Franklin, el Tratado de quími­
ca de Lavoisier o la Geología de Lyell, cada una de las cuales dio
origen a una auténtica disciplina científica, normalmente por des­
glose respecto de un saber previo. Así explicitado el paradigma, la
investigación tomará esas obras o manuales c o m o base para las
indagaciones ulteriores: se tratarán de resolver los problemas no
solucionados todavía en esas obras clásicas, se generalizarán di­
chos problemas, se trasladarán a nuevos campos no previstos por
los creadores del paradigma, etc. Las teorías contrapuestas al para­
digma vigente quedarán arrumbadas c o m o simples curiosidades
históricas, o bien com o errores a evitar. Hay muchos fenómenos y
datos recopilados en la etapa precientífica que ni siquiera deben
ser investigados:

L a s o p e r a c i o n e s d e l i m p i e z a s o n la s q u e o c u p a n a la m a y o r í a d e l o s
c ie n t ífic o s d u ra n te t o d a s su s ca rre ra s. C o n s titu y e n lo q u e a q u í lla m o
c ie n c ia n o r m a l. E x a m in a d a d e c e r c a , t a n t o h is t ó r ic a m e n t e c o m o e n el
la b o r a to r io c o n t e m p o r á n e o , e sa e m p r e s a p a r e c e ser u n in te n to d e o b lig a r 1
3
2

12. LAKATOS-MUSGRAVE,
13. T. S. KUHN, I y i estru ctu ra ..., p. 33.
110 Paradigmas y revoluciones científicas

a la naturaleza a que encaje dentro de los límites preestablecidos y relativa­


mente inflexibles que proporciona el paradigma."

Durante esta fase los científicos no buscan nuevas teorías, y ni


siquiera nuevos fenómenos. La ciencia normal investiga zonas muy
pequeñas, pero con gran minuciosidad. La tarea principal estriba
en articular y organizar cada vez m ejor, en form a de teoría, los
resultados que se han ido obteniendo. La com unidad científica
correspondiente selecciona los hechos que le interesan, que Kuhn
clasifica en tres grupos: los que el paradigma ya ha mostrado que
son particularmente reveladores, las predicciones derivadas del
paradigma que todavía no han sido ratificadas empíricamente y, por
últim o, los experim entos que permiten articular m ejor el para­
digma e ir resolviendo sus dificultades residuales. La determina­
ción precisa de constantes físicas (com o la de la gravitación univer­
sal, el número de Avogadro o el coeficiente de Joule) es uno de los
ejemplos más característicos de este tercer tipo de investigaciones
empíricas en la fase de ciencia normal, que para K uhn es el más
importante de los tres y el que permitd justificar la idea de progre­
so cien tífico ligado al paradigma: enunciar leyes cuantitativas
que precisen matemáticamente las leyes básicas puede ser otro
ejemplo.
Asimismo la ciencia normal consagra una buena parte de sus
esfuerzos a la resolución de puntes, es decir, problemas que p o ­
drían tener solu ción en prin cipio, co n fo rm e a los criterios de
cuestiones plausibles que siempre establece un paradigma. Estos
enigmas o pu^ples pueden no ser importantes. Las etapas de ciencia
norm al se caracterizan precisam ente porq u e en ellas se puede
dedicar muchísimo tiempo y esfuerzo a la tentativa de solucionar
problemas de escasa relevancia, pero co n m ucho sentido dentro
del paradigma.
E n cualquier caso, en toda etapa de ciencia norm al existen
numerosas anomalías, es decir hechos que de ninguna manera son
explicables en el marco conceptual del paradigma y que incluso lo
contradicen. Los ejemplos históricos que prop orcion a K uhn al
respecto son muchos:

El estado de la astronomía de Ptolomeo era un escándalo, antes de la


propuesta de Copémico. La nueva teoría de Newton sobre la luz y el color1
4

14. T. S. KU H N , estru ctu ra ..., p. 52.


Ciencia normal y revoluciones científicas ni

tuvo su origen en el descubrimiento de que ninguna de las teorías existen­


tes antes dá paradigma explicaban la longitud ael espectro, y la teoría de
las ondas, que reemplazó a la de Newton, surgió del interés cada vez mayor
por las anomalías en la relación de los efectos de difracción y polarÍ2ación
con la teoría de Newton.'s

La existencia de anomalías puede ser conocida durante mucho


tiempo sin que por ello el paradigma vigente se venga abajo. En ese
sentido, K u h n n o puede estar de acuerdo co n el falsacionism o
p o p p e ria n o , a la vista de los m últiples ejem plos en los que se
muestra que hechos contradictorios co n una determinada teoría
no conllevan su refutación ni su falsación efectiva. Pero conform e
dichas anomalías se van revelando cada vez más insalvables, y
con form e se multiplican en núm ero y en diversidad de ámbitos
donde se producen, el paradigma va entrando en crisis. Se inaugu­
ra c o n ello una nueva etapa en el desa rrollo h istó rico de un
paradigma, que acabará dando lugar a una revolución científica
que hará triunfar un nuevo paradigma.
¿C óm o se producen estos procesos de cambio científico, según
Kuhn? Nunca es una simple anomalía la que derriba un paradigma
vigente. Confrontados a una dificultad irreductible, los científicos
«inventarán numerosas articulaciones y m odificacion es^ ^ toe de
su teoría para eliminar cualquier con flicto aparente».' Las leyes
básicas de la teoría que caracteriza a un paradigma suelen conver­
tirse, para sus defensores, en una especie de tautologías, no refuta­
bles p o r muchas observaciones que se hagan. E l paradigma n o
podrá ser rechazado — afirma Kuhn— mientras no surja otro rival de
él .'7 Una vez que un ámbito de saber ha com enzado a funcionar
científicamente, mediante paradigmas, ya no puede dejar de hacer­
lo. D e ahí que los científicos en las épocas de crisis de un paradig­
ma com ien cen a hacer surgir nuevas hipótesis y nuevas teorías,
entrándose con ello en la etapa llamada de proliferación de teorías.
El paradigma en crisis engendra en su decadencia una multiplici­
dad de salidas posibles contrarias a algunos de sus postulados fun­
damentales:
La transición de un paradigma en crisis a otro nuevo del que pueda
surgir una nueva tradición de ciencia normal está lejos de ser un procedí-1
7
6
5

15. T. S. KUHN, -L¿z estru ctu ra ..., p. 114.


16. T. S. KUHN, -L¿z estru ctu ra ..., p. 129.
17. T. S. KUHN, -L¿z estru ctu ra ..., p. 131.
112 Paradigmas y revoluciones científicas

miento de acumulación, al que se llegue por medio de una articulación o


una ampliación del antiguo paradigma. Es más bien una reconstrucción
del campo a partir de nuevos fundamentos, reconstrucción que cambia
algunas de las generalizaciones teóricas más elementales del campo, así
como también muchos de los métodos y aplicaciones del paradigma."

La sustitución de un paradigma implica una revolución científi­


ca. Y lo que es clave en relación a la polém ica K u h n /P op p er, el
nuevo paradigma será incom patible en algunos aspectos funda­
mentales con el anterior.

Las revoluciones científicas se inician con un sentimiento creciente, a


menudo restringido a una estrecha subdivisión de la comunidad científica,
de que un paradigma existente ha dejado de funcionar adecuadamente en
la exploración de un aspecto de la naturaleza.'

Esto da lugar a la aparición de nuevas sociedades y publicacio­


nes científicas, que entran en pugna institucional con los defenso­
res del paradigma tradicional. El paralelismo con las revoluciones
políticas es explícito en Kuhn, y p or eso concibe los procesos de
cam bio científico c o m o auténticas revoluciones en la disciplina
correspondiente. Conforme, de entre las muchas teorías opositoras
al paradigm a anterior, se va decan tan do una que aglutina esa
oposición y logra mejores resultados experimentales o instituciona­
les en la lucha contra la ciencia vigente, el nuevo paradigma se va
implantando progresivamente: los libros de texto anteriores son
reemplazados por otros nuevos, los viejos instrumentos de labora­
torio caen en desuso. La historia de la ciencia va recogiendo todos
esos documentos resultantes de la pugna entre comunidades cientí­
ficas por im poner un nuevo paradigma o derribar el anterior.
Esta con cep ción kuhniana de la historia de la ciencia resulta
ser cíclica. En efecto, el paradigma emergente reproduce en forma
diferente el ciclo del anterior, entrándose al p o c o tiem po de la
revolución científica en una nueva etapa de ciencia normal, con las
mismas características generales antes vistas, si bien esta vez nu-
cleada en torno a un nuevo paradigma.1 9
8

18. T. S. KUHN, estru ctu ra ..., p. 133.


19. T. S. KUHN, _Z1¿7 estru ctu ra ..., p. 149.
Las matrices disciplinarias 113

4.4. Las matrices disciplinarias

Antes de abordar las consecuencias derivadas de las propuestas


kuhnianas para investigar la historia de la ciencia conviene que nos
detengamos en los perfeccionam ientos ulteriores que él m ism o
introdujo en sus teorías, y concretamente en la propia n oción de
paradigma, que va a ser reemplazada, por lo menos a nivel técnico,
por la de matri^ disciplinaria. Cierto es que ello no ha impedido que
el término 'paradigma' siga siendo de com ún uso en la m etodolo­
gía científica.
Una matriz disciplinaria posee tres tipos de componentes: ge­
neralizaciones simbólicas, m odelos y ejemplares.
Las generalizaciones simbólicas serían características distinti­
vas del lenguaje usado por cada comunidad científica, y en particu­
lar por aquellas componentes formales o fácilmente formalizables
de dicho lenguaje: las figuras de la geometría euclídea, las ecuacio­
nes cartesianas, el lenguaje infinitesimal, el análisis matemático, el
cálculo tensorial, la estadística o los sím bolos de la tabla de los
elementos químicos, por ejemplo. Cada paradigma posee, si se ha
desarrollado com o tal, su propio utillaje conceptual y operatorio.
Los modelos poseen una vertiente ontológica y otra heurística.
Interpretar, por ejemplo, los fenómenos térmicos desde el paradig­
m a cinem ático implica afirmar que el calor de un cuerpo es la
energía cinética de sus partículas constituyentes; de ahí la vertiente
ontológica inherente a la adscripción de un paradigma a un deter­
minado modelo. Por otra parte, al interpretar un sistema físico (por
ejemplo, un circuito eléctrico) desde un determinado paradigma
(com o el de un sistema hidrodinámico) se posibilitan nuevas hipó­
tesis y líneas de investigación que caracterizan la heurística de un
determinado paradigma. Estos ejemplos puestos por Kuhn en sus
Segundos pensamientos sobre paradigm as" ilustran al m en os la
segunda com ponente de una matriz disciplinaria, que retom a en
buena medida los aspectos filosóficos u ontológicos ya distinguidos
anteriorm ente en un paradigma. P or supuesto, al adscribir un
fenómeno a un determinado modelo ontológico-cientíñco o a otro,
la heurística correspondiente se modifica radicalmente.2 0

20. T. S. KUHN, S e g u n d o sp e n s a m ie n to s ..., p. 16.


1 14 Paradigmas y revoluciones científicas

En cuanto a los ejemplares, son soluciones de problemas con ­


cretos, a partir de las cuales (y p or im pacto de su efectividad) se
puede explicar científicamente un fen óm en o y conven cer a los
n eófitos de la im portancia del paradigma. L os ejercicios y los
ejemplos propuestos a la teoría en los libros de textos se correspon­
den bastante bien con lo que Kuhn llama ejemplares de una matriz
disciplinaria.
Una matriz disciplinaria concreta puede contar con otras com ­
ponentes, pero al m enos ha de poseer objetivaciones de las tres
anteriores. Entre los científicos adscritos a un m ism o paradigma
existe un com prom iso de aceptación de las generalizaciones sim­
bólicas, de los modelos y de los ejemplares correspondientes. Ha­
blan el mismo lenguaje, utilizan los mismos instrumentos de labo­
ratorio, interpretan los fenómenos en el mismo marco ontológico
y, desde luego, han tenido y reproducen cara a sus alumnos y al
público la misma formación en lo que respecta a la selección de los
problemas más característicos resueltos por la teoría que ellos de­
fienden.
Esta redefinición de las teorías kuhnianas tam poco ha estado
exenta de críticas, ' p ero en general cabe señalar que la nueva
terminología propuesta por Kuhn no ha llegado a imponerse ni a
desplazar a la expuesta en [ m estructura de las revoluciones científi­
cas. D ejando de lado, p or lo tanto, las matizaciones ulteriores al
pensamiento de K uhn que se podrían introducir a partir de sus
nuevas obras, podem os volver sobre su m arco descriptivo de la
historia de las teorías científicas, que al ca b o ha sido el que ha
p rod u cid o un considerable im pacto en la filosofia de la ciencia
actual, en buena medida p o r su op osición al progreso científico
por acumulación y falsación que propusiera Popper.2 1

2 1 . V éa se en ese m ism o v o lu m e n , S eg u n d o s p e n s a m ie n to s ..., la segunda


parte, q u e con tien e un en sayo de F. Suppe sob re «E jem plares, teorías y matrices
discipIm an as» y u n debate gen era l entre v a n o s autores s o b re las p o s ic io n e s de
ICuhn, así com o el libnto de A. E. M USGRAVE, T n x seg u n d os p en sa m ie n to s d e K u h n ,
traducción de Rafael Beneyto (Valencia, T eorem a, 1978).
^conmensurabilidad entre paradigmas 115

4.5. Inconmensurabilidad entre paradigmas

Hemos visto que Kuhn criticaba no sólo la concepción acumulati­


va del progreso científico, proponiendo una nueva visión disconti-
nuista de la historia de la ciencia, sino también el falsacionismo
popperiano. Una teoría científica nunca es refutada ni dejada de
lado exclusivamente por haber sido falsada empíricamente:

Una teoría científica se declara inválida sólo cuando se dispone de un


candidato alternativo para que ocupe su lugar [...].
La decisión de rechazar un paradigma es siempre, simultáneamente,
la decisión de aceptar otro, y el juicio que conduce a esta decisión involu­
cra la comparación de ambos paradigmas con la naturaleza y la compara­
ción entre ellos."

El estudio de las revoluciones científicas implica, p or consi­


guiente, n o sólo centrarse en las anomalías que van surgiendo
respecto del paradigma anterior, sino también en la emergencia
del n u evo paradigma, en su relación co n los datos em píricos, y
sobre todo en su relación con el otro paradigma.
En este punto Kuhn va a introducir una de las tesis que mayor
debate ha suscitado de entre todas las propuestas p o r él en / m
estructura de las revoluciones científicas: la inconmensurabilidad
entre los paradigmas rivales.
K u h n va a analizar el p ro c e s o de revolu ción científica p o r
analogía con los cambios de visión. Según señala K. Bayertz, en
Kuhn cabe distinguir tres tipos de diferencias entre un paradigma y
su rival:

1) D iferentes problem as p o r resolver e, incluso, diferentes


concepciones y definiciones de la ciencia de la que se ocupan.
2) Diferencias conceptuales entre ambos paradigmas, ligadas
al diferente lenguaje teórico y a la distinta interpretación ontológi-
ca de los datos analizados.
- 3) Diferente visión del mundo, en el sentido de que dos defen­
sores de distintos paradigmas no perciben lo mismo.2 3

22. T. S. KUHN, estru ctu ra ..., pp. 128-129.


23. K. BAYERTZ, W ^issensch aftstheorie u n d P a ra d ig m a b eg rijf (Stuttgart, M etz-
ler, 1981).
116 Paradigmas y revoluciones científicas

La importancia de estas tesis para la m etodología científica es


indudable, pues atacan el principal dogma del positivismo: la exis­
tencia de una base empírica (observacional, sensorial) com ú n a
todos los científicos. Kuhn, por el contrario, compara una revolu­
ción científica con un cambio en la visión del mundo. Los científi­
cos que defienden el viejo y el nuevo paradigma poseen concepcio­
nes diferentes de lo que es la disciplina científica de la que se
ocupan (o cuando m enos de los problem as que debe afrontar),
utilizan conceptos teóricos distintos, hasta el punto de que aunque
los términos usados fuesen los m ism os (por ejemplo, el término
«masa» para un newtoniano y para un einsteiniano), ha habido un
cambio de significado al insertarse dich o térm ino en u n o u otro
paradigma; y, p or último, y lo que es más importante, las propias
percepciones que se tienen del mundo son distintas.
En apoyo de estas tesis Kuhn proporciona numerosos ejemplos
extraídos de la historia de la ciencia.242
5El descubrimiento científico,
por ejemplo en el caso del oxígeno por parte de Lavoisier, no tiene
lugar en el m om ento en que (con Priestley) dicho gas es liberado
en forma pura: Priestley aún percibía dicho gas com o desflogistiza-
d o, y p o r tanto estaba inm erso en el paradigma del flogisto. El
p ro p io Lavoisier tardó en poseer una p ercep ción de d ich o gas
con form e al nuevo paradigma. K uhn concluye que un descubri­
m iento científico n o es a contecim iento de un día, sino que, al
menos en los casos de revoluciones científicas, puede ser muy bien
reinterpretado com o descubrimiento fundamental aposteriori, en
el m om ento en que el nuevo paradigma permite reinterpretar qué
hechos son importantes y significativos y cuáles no.

Las diferencias entre paradigmas sucesivos son necesarias e irreconci­


liables,"

afirma Kuhn, y pueden ser tanto sustanciales (u ontológicas: la luz


com o corpúsculos o com o ondas), com o epistemológicas (concep­
ciones respectivas de la ciencia, heurística, m etodología), c o m o
perceptuales. La aceptación de un nuevo paradigma p or parte de
la comunidad científica frecuentemente modifica el concepto mis­
m o de la ciencia correspondiente, y lo que es más,

24. T. S. KUHN, estru ctu ra ..., caps. I X y X .


25. T. S. KUHN, L^a estru ctu ra ..., p. 165.
^conmensurabilidad entre paradigmas 117

cuando cambian los paradigmas, el mundo mismo cambia con ellos,2


562
2
4 7

lo cual implica un cam bio incluso en la p ercepción de los fen ó­


menos:

durante las revoluciones, los científicos ven cosas nuevas y diferentes al


mirar con instrumentos conocidos y en lugares en los que ya habían
buscado antes,'

por lo cual,
en tiempos de revolución, cuando la tradición científica normal cambia, la
percepción que el científico tiene de su medio ambiente debe ser reeduca­
da; en algunas situaciones en 1^ que se ha familiarizado debe aprender a
ver una forma (Gestan) nueva.

Las teorías de Hanson sobre la percepción de los científicos,


así c o m o las investigaciones de la p sicología de la Gestalt, son
repetidamente invocadas por Kuhn en apoyo de sus tesis sobre las
revoluciones científicas y la inconmensurabilidad de los paradig­
mas sucesivos, j ello tanto en / m estructura de las revoluciones
científicas co m o en sus Segundospensamientos sobre paradigmas.
K uhn n o cree en los datos sensoriales p or su inmediatez para el
con ocim ien to científico, ni m ucho m enos en su capacidad para
dilucidar, en tanto que base empírica estable, entre dos paradigmas
rivales. El problema principal de los procesos de cambio científico
es el de la incompatibilidad entre las respectivas concepciones, así
c o m o la inexistencia de una experiencia neutra y objetiva que
actuaría com o juez de paz entre las teorías rivales, dando la razón a
quien más la tuviese. T o d o ello ha dado lugar a que sobre K uhn
hayan caído acusaciones de irracionalismo a la hora de explicar los
p ro ce so s de cam bio científico, abriéndose c o n ello un am plio
debate entre los filósofos de la ciencia poskuhnianos.
Dentro de dicha polémica Feyerabend, inicialmente discípulo
de Kuhn, ha mantenido tesis muy radicales. Aportando en apoyo de
las misma un amplio material procedente de sus estudios históri­
cos, Feyerabend ha mantenido las tesis siguientes:

24. T. S. KUHN, P a estru ctu ra ..., p. 176.


25. T. S. KUHN, P a estru ctu ra ..., p. 176.
26. T. S. KUHN, P a estru ctu ra ..., p. 177.
27. N. R. HANSON, P a tr o n e s de d escu b rim ien to ... V éase, tam bién, 2.9.3.
118 Paradigm as y revoluciones científicas

1) Existen sistemas de pensamiento (acción, percepción) que


son inconmensurables.
2) El desarrollo de la percepción y del pensam iento en el
individuo pasa por etapas que son inconmensurables entre sí.
3) Existen teorías científicas que son mutuamente inconmen­
surables aunque en apariencia se ocupen del «mismo objeto». No
todas las teorías rivales tienen esa propiedad y aquellas que tienen
la propiedad sólo la tienen mientras sean interpretadas de una
forma especial, por ejemplo, sin hacer referencia a un «lenguaje de
observación independiente»."

Entre dos teorías hay cambios ontológicos, cambios concep­


tuales y cambios perceptivos. En particular, uno ,de los casos más
sutiles es el del cambio de significado de un mismo término teóri­
co, cuestión ésta que ha dado lugar a amplios debates sobre la
paradoja del cambio de significado.3' No existe un lenguaje observa-
cional estable y previamente existente; cada paradigma, o cada
teoría, selecciona qué hechos son relevantes y cuáles ni siquiera
son científicamente pertinentes. Puesto que las respectivas selec­
ciones son heterogéneas en el caso de paradigmas opuestos, la
experiencia no puede servir para resolver la contraposición entre
teorías rivales. Con ello, Kuhn y sus discípulos asestaron un duro
golpe al empirismo lógico.3 1
0

30. P. FEYERABEND, Tratado contra el método, p p . 2 6 7 y 2 6 9 -2 7 0 . V éase,


tam b ién , 7.2.
31. A p a rte d e la s o b r a s d e F e y e ra b e n d , K u h n y H a n s o n y a c ita d a s , p u e d e
le e rse d e FEYERABEND, «O n th e 'M e a n in g ' o f S c ie n tific T e rm s», e n Journal o fP h ilo -
sophy, 6 2 (1 9 6 5 ), p p. 2 6 6 -2 7 4 , a s i c o m o o tro s a r tícu lo s, c o m o lo s d e P. ACHINSTEIN
«O n t h e M e a n in g o f S c ie n t ific T e r m s » , e n Journal o f Philosophy, 6 1 (1 9 6 4 ), p p .
4 9 7 -5 0 9 ; M. D rvirr, «A gain s In co n m e n s u ra b ility », e n Australasian Journal o f Philo­
sophy, 5 7 :1 (1 9 7 9 ), p p. 2 9 -4 7 ; A. FINE, «H ow to C o m p a r e T h e o r ie s : R e fe r e n c e a n d
C h a n ge», e n Nous, 9 (1975), pp. 17-32; H. FIELD, «T h eory C h a n g e a n d th e In d eterm i-
n a c y o f R e fe r e n c e » , e n Journal o f Philosophy, 7 0 (1 9 7 3 ), p p. 4 6 2 -4 8 1 ; M. MARTIN,
«R e fe re n tia l V a r ia n c e a n d S c ie n tific O b je ctiv ity », e n B ritish Journal f o r the P h ilo­
sophy o f Science, 2 2 (1 9 7 1), p p . 1 7 -2 6 ; a s í c o m o la s o b r a s d e C. R . KORDIG, The
Justification o f Scientific Change (D o rd re ch t, R eidel, 1971); G. S. SCHEFFLER, Science
and Subjectivity (N u eva Y o rk , B o b b s M errill, 1 9 6 7 ); y e l s e g u n d o v o lu m e n d e lo s
Philosophieal Papers d e H. PUTNAM, Mind, Language and Reality (C a m b rid g e, C a m ­
brid ge U niversity P ress, 1975), d o n d e se a b o r d a n e sta s c u e stio n e s.
Filosofía de la cien cia e h istoria de la cien cia 119

4.6. Filosofía de la ciencia e historia de la ciencia

U na de las principales aportaciones de Kuhn a la m etodología


científica estriba en su insistencia en la importancia de los estudios
históricos m inuciosos com o etapa previa a la elaboración de teo­
rías generales sobre la ciencia o sobre cada disciplina científica.
Aunque dicha tesis pueda parecer trivial, lo cierto es que, salvo
h on rosa s excepciones (entre las cuales Lovejoy y Koyré, com o
también Metzger, fueron muy importantes para el propio Kuhn), la
historia de la ciencia ha sido una disciplina muy poco desarrollada
hasta hace unos años. Antiguamente algunos grandes autores escri­
bían artículos biográficos o proporcionaban referencias históricas
para ilustrar sus propios trabajos; así ocurrió con Lagrange, Priest-
ley y Delambre, al igual que con la célebre obra de Montucla. A fi­
nales del siglo XIX científicos como Kopp, en química, Poggendorff,
en física, Sachs, en botánica, Zittel y Geikie, en geología, o Klein,
en matemáticas, elaboraron estudios importantes, que hoy en día
constituyen una referencia obligada. Esta primera tradición' histo-
riográfica, la de la historia escrita por científicos, suele limitarse
sin embargo a ilustrar con ejemplos y antecedentes históricos la
ciencia contemporánea a cada uno de ellos.
Una segunda tradición historiográfica tenía objetivos más ex­
plícitamente filosóficos. Ya el propio Francis Bacon, com o luego
Condorcet y Comte, subrayaron el interés que tiene el conocimien­
to de la gén esis y del aprendizaje de los con cep tos científicos
básicos. Pero la historia de la ciencia estaba m ás que n ada al
servicio de la ilustración de tesis filosóficas generales sobre la
ciencia, como sucede explícitamente en el caso de Whewell, Mach
o Duhem, con lo cual los resultados de la investigación histórica
presentaban una serie de insuficiencias, quedándose a veces la
tentativa a un nivel meramente programático.
La nueva historiografía de la ciencia, que es la que le interesa a
Kuhn, surge con autores com o Alexandre Koyré, quien investiga
épocas históricas anteriores profundizando en el modo de pensar
de entonces, y tratando de com prender las investigaciones y los
debates correspondientes en su propio contexto, y no por referen­
cia a la ciencia actual. Ya no se trata de ilustrar ni de introducir los
métodos científicos contemporáneos a base de una presentación de
los mismos bajo la advocación de algunas ilustres figuras del pasa-
120 Paradigm as y revoluciones científicas

do, sino de profundizar en la época estudiada independientemente


de que m u chas de su s figuras, ideas y resultados no tengan la
menor relevancia para la ciencia actual.
Basándose en este cambio conceptual en la historiografía de la
ciencia, ésta ha comenzado a constituirse en distintos países como
disciplina independiente, separada por una parte de la historia de
la filosofía, pero también de las facultades de historia, en la medida
en que dichos estudios requieren de un contacto estrecho con las
facultades de ciencias. Este fenómeno le parece a Kuhn muy im­
portante, hasta el punto de que él m ismo h a trabajado durante
varios años en un programa de historia y filosofía de la ciencia en la
Universidad de Princeton, en el que colaboraban historiadores,
científicos y filósofos, si bien desde perspectivas y programas neta­
mente diferenciados. Kuhn es partidario de mantener esa estructu­
ra, de tal m anera que los estudios históricos sean previos a la
formación de los filósofos y m etodólogos de la ciencia. Otra gran
novedad del siglo xx, que mantiene la misma tendencia, consiste
en las elaboraciones de historias generales de la ciencia, y no ya
sólo de disciplinas concretas, como ocurrió hasta el siglo xix. Ello
da lugar a que los historiadores requieran de una formación espe­
cial, que ya no se restringe a una sola especialidad.
La fu n ción m etodológica de la historia de la ciencia queda
perfectamente ilustrada en las críticas que el propio Kuhn hace a
Popper. Frente a concepciones sistemáticas o puramente normati­
vas de la ciencia, com o por ejem plo el criterio de dem arcación
basado en la falsabilidad, Kuhn propone que se hagan estudios
empíricos previos para ver cómo se ha producido el cambio cientí­
fico a lo largo de la historia: basándose en ello afirmará que el
progreso científico no es acumulativo, así como que una teoría no
es dejada de lado por refutación empírica o por algún experimen­
to crucial, sino únicam ente cuando ha surgido frente a ella un
nuevo paradigm a que está en con dicion es de sustituirla com o
nueva ciencia normal. En su polémica con Popper de 1965,32 Kuhn
da por aceptadas por parte de Popper varias de sus tesis en La
estructura de las revoluciones científicas: hay revoluciones científi­
cas y la ciencia no progresa por acumulación, no hay observación
científica sin teoría que la impregne, las teorías científicas son

32. Véase LAKATOS-MUSGRAVE, C riticism ... D ich o texto de K u h n ta m b ién está


trad u cid o en L a ten sión ese n cia l, pp. 290-316.
F ilosofia de la cien cia e h istoria de la cien cia 121

xplicativas y versan sobre objetos reales, etc. La obra de Popper,


Conjeturas y refutaciones, matizaba en efecto algunas de las posi­
ciones demasiado rígidas de su obra de juventud, la Lógica de la
investigación científica. Sin embargo, para Kuhn seguía privilegian­
do excesivamente los momentos de cambio y de revolución cientí­
fica a la hora de insistir en el talante falsador o refutador propio de
los científicos. La historia de la ciencia, en cambio, muestra que
numerosísimos científicos en las más diversas disciplinas jam ás
han considerado sus teorías como conjeturas y mucho menos han
intentado falsarias experimentalmente. Las etapas de ciencia nor­
mal nos muestran a un tipo de científico muy diferente al científico
crítico concebido por Popper; sin embargo, también esas etapas
han de ser estudiadas por los historiadores, e incluidas'en la refle­
xión de los metodólogos. Hacer una historia o una metodología de
la ciencia basada sólo en los momentos estelares de la misma (las
grandes revoluciones, las grandes teorías) supone perder de vista
aspectos que sólo pueden ser claros para quienes investigan minu­
ciosamente las diversas épocas históricas, desprovistos de perjui­
cios metodológicos previos.
La historia de la ciencia se convierte así en un complemento
imprescindible para la reflexión metodológica; y no cabe duda de
que, al menos en este punto, las tesis de Kuhn han triunfado ple­
namente desde los años setenta. Surge, sin embargo, u n nuevo
problema: ¿qué es la observación de los datos históricos? ¿Acaso
cabe recaer en la ingenuidad del empirismo lógico de Viena, pen­
sando que los estudios de historia em pírica pueden engendrar
teorías explicativas, y no ya sólo descriptivas, de cada etapa históri­
ca? Kuhn, ciertamente, no piensa así, pero sus tesis han dado a su
vez pábulo a un cierto tipo de estudios históricos que acumulan
una gran cantidad de datos, pero sin que en muchos casos lleguen
a ser pertinentes para las fases ulteriores de la investigación his­
tórica.
Una última variable del problema, sobre la que volveremos
también en capítulos ulteriores, estriba en la distinción entre histo­
ria interna y externa. La historia externa trataría de las actividades
de los científicos en tanto grupo social dentro de u n a cultura
determinada." En cambio, la historia interna se centraría exclusi­
vamente en el desarrollo de las ideas, experimentos e investigacio-

33. T. S. K U H N , L a ten sión ese n cia l, pp. 134 y ss.


122 Paradigm as y revoluciones científicas

nes de los científicos prescindiendo de esas mediaciones exterio­


res, sobre la base de que lo importante en filosofía de la ciencia
consiste en analizar el cambio científico, entendiendo por tal los
cam bios conceptuales, heurísticos, metodológicos y ontológicos.
Para Kuhn, aun aceptando el interés de la historia externa, puede
hacerse perfectamente una historia de la ciencia exclusivamente
interna:

Comparados con otros profesionales y con otras empresas creativas,


los practicantes de una ciencia madura están aislados en realidad del
medio cultural en el cual viven sus vidas profesionales:"

En cualquier caso, y pese a precisiones adicionales que po­


drían hacerse, la obra de Kuhn señala un viraje importante de la
metodología de la ciencia: a partir de ella el papel de los estudios
históricos adquiere gran relevancia.

34. T. S. K U H N , L a ten sión esencia l, p. 143


5. LOS PROGRAMAS DE INVESTIGACIÓN
CIENTÍFICA

5.1. Introducción

Imre Lakatos fue un filósofo húngaro muy influido en su juventud


por Hegel, que, a partir de los 40 años de edad, dio un acentuado
viraje que le llevó hacia posiciones popperianas. En 1970-1971
afirmó que «las ideas de Popper constituyen el desarrollo filosófico
más importante del siglo xx»,' poniendo su figura al nivel de las de
Hume, Kant y Whewell. Sin embargo, criticó las divulgaciones que
se habían hecho de las ideas de Popper por parte de Ayer, Meda-
war, Nagel y otros, que para Lakatos suponen un falsacionismo
dogmático que no existe en absoluto en el autor de la Lógica de la
investigación científica. El falsacionismo de Popper es, por el con­
trario, metodológico, y Lakatos cree que todavía es mejorable por el
falsacionismo metodológico refinado, que será su propuesta princi­
pal en filosofía de la ciencia. Una teoría nunca es refutada por la
observación ni por un experimento crucial sino, como bien había
señalado Kuhn, por otra teoría rival. Los científicos abandonan una
teoría por otra en fu n ción del m ayor contenido em pírico de la
segunda, caracterizado por el descubrimiento y la corroboración
de algunos hechos nuevos y sorprendentes, pero asimismo en fun­
ción de su m ayor potencial heurístico. Ello d a lugar a que las
teorías hayan de ser evaluadas en la historia en función del progra­
ma de investigación en el que se insertan, y no aisladamente en
confrontación con la experiencia.

1.1. LAKATOS, La metodología de los program as de investigación científica,


t r a d u c c ió n d e J u a n C a rlo s Z a p a te r o (M adrid, A lianza, 1 9 8 3 ), p. 80 .
124 Los programas de investigación científica

Lakatos aceptó varias de las tesis de Kuhn, com o la existencia


de anomalías para toda teoría científica y la im portancia de la
historia de la ciencia para la epistemología. Al respecto acuñó, por
una parte, la distinción entre el centro firm e de una teoría (no
falsable empíricamente) y su cinturón protector, así com o las nocio­
nes de historia internay externa de una teoría. Muy interesado en la
filosofía de las matemáticas, insistió en la importancia de la lógica
del descubrimiento científico, más que la de la justificación ulte­
rior de los resultados obtenidos. A l respecto, las conjeturas y las
pruebas, sucesivamente modificadas, son indispensables para com ­
prender el desarrollo de las matemáticas, en oposición a una filoso­
fía formalista de las matemáticas, que las considera en función del
m étodo euclídeo, y n o co m o ciencias cuasi-empíricas, co m o sos­
tendrá Lakatos.
M u erto prem aturam ente a los 51 años (el 2 de febrero de
1974), buena parte de sus escritos han sido publicados p o r sus
discípulos, com o John Worrall, Elie Zahar, Gregory Currie, etc. La
mayor parte de ellos están traducidos al castellano, en particular
en los tres volúmenes siguientes, publicados por Alianza Editorial:
Pruebasy refutaciones, I ai metodología de losprogramas de investi­
gación cientíjicay ^Matemáticas, cienciay epistemología, si bien
también están disponibles otros volúmenes, co m o T a crítica y el
desarrollo del conocimiento (1970), de Lakatos y Musgrave (eds.)
(que recoge las ponencias del C oloquio de Londres de 1965, con
las críticas de Lakatos a Kuhn), editado por Grijalbo, su Historia de
la cienciay sus reconstrucciones racionales (Tecnos) (que incluye
las réplicas de Feigl, H all, K ürtge y K u h n a las propuestas de
Lakatos), así c o m o el artículo «L a crítica y la m e to d o lo g ía de
programas científicos de investigación», editado p o r Cuadernos
Teorema.

5.2. El falsacionismo metodológico refinado

Y a en su artículo de 1968 (Teorema, 1982) Lakatos tomaba com o


punto de partida las críticas de K uhn a Popper, señalando que el
autor de T a estructura de las revoluciones científicas había atacado
sobre todo a un Popper que en realidad nunca existió en las obras
El falsacionismo metodológico refinado 125

de P op p er, aunque sí en las de algunos de sus divulgadores e


intérpretes. Com o ejemplo prototípico de dicho falsacionismo dog­
mático, cuya tesis básica estriba en que la ciencia no puede probar,
pero sí refutar empíricamente una teoría, Lakatos cita la afirma­
ción de Medawar: «La ciencia puede realizar co n certeza lógica
completa la recusación de lo que es falso».2
Por el contrario, Lakatos distingue el falsacionismo metodoló­
gico, en dos versiones distintas, a las que denom ina P opper, y
Popper2. Aunque en sus propios escritos Lakatos ha oscilado un
tanto sobre la atribución de una postura u otra a su maestro, cabe
resumir sus tesis diciendo que el falsacionismo m etodológico inge­
nuo (Popper,) sería la posición más característica de sir Karl, sobre
todo en f m miseria del historicismo y en la Sociedad abierta. En
otros escritos de Popper se encuentran ideas claves para el falsacio­
nismo refinado, pero en realidad ésta es una propuesta que corres­
ponde al propio Lakatos, siendo su aportación más propia al debate
sobre m etodología iniciado a partir de la obra de Kuhn.
La versión estándar del popperianismo establecía que la cien­
cia avanza por medio de «conjeturas audaces depuradas por duras
refutaciones».34Dichas falsacíones se llevan a cabo p o r m edio de
enunciados observacionales, o proposiciones básicas, a las cuales
Popper denominó falsadorespotenciales de una teoría. Estos vie­
nen caracterizados sintácticamente, p o r su form a lógica, c o m o
enunciados existenciales espacio-temporalmente singulares, del
tipo «hay un planeta en la región espacio-temporal k». Pero tam­
bién son discernibles pragmáticamente: el valor de verdad de los
falsadores potenciales ha de ser decidible p o r m ed io de algún
procedimiento experimental posible y aceptado en el momento his­
tórico en que tenga lugar la falsación. Si hay conflicto entre una
teoría y una falsación empírica de este tipo, la teoría debe ser aban­
donada.
Lakatos, en cambio, afirma que «no podemos probar las teorías
y tampoco podemos refutarlas»5 por procedimientos exclusivamen­

2. P. B. MEDAWAN, T h e ^ A rt o f th e S olu b le (Londres, M ethuen, 1967), p á g i­


na 144.
3. I. l a k a t o s , T a c r itic a fy la m eto d o lo g ía d e lo s p r o g r a m a s c ie n tífico s d e
in v estig a ció n , trad u cción de Tose M anuel A lca ñ iz (V alencia, C u adern os T eorem a ,
1982), p. 9.
4. K. R. p o p p e r , T ó g ic a d e la in v estig a ció n c ien tífica , p. 97, sección 28.
5. I. l a k a t o s , T a m eto d o lo g ía ..., p. 27.
126 Los programas de investigación científica

te em píricos, y ello basándose en dos motivos. Primero, porque


como ya afirmara Hanson, «no hay demarcación natural (psicológi­
ca) entre las proposiciones observacionales y las proposiciones
teóricas».678Segundo, porque «ninguna proposición fáctica puede
nunca ser probada mediante un experimento»' debido a su vez a
que toda prueba conlleva una deducción lógica, y las proposiciones
sólo pueden derivarse a partir de otras p rop osicion es, y no de
hechos. Am bos argumentos, el lógico y el psicológico, permiten a
Lakatos desterrar definitivamente las tesis empiristas de la compro­
bación o de la refutación de teorías por m edio de la experiencia.
Consecuentemente con ello, Lakatos y sus discípulos también
atacaron el concepto popperiano de refutación de una teoría por
medio de un experimentum crucis, analizando detalladamente, en­
tre otros, los clásicos ejem plos del experimento de M ichelson-
Morley, los experimentos Lummer-Pringsheim y la observación de
Chadwick en 1914 de la decadencia de rayos beta.' Lakatos conclu­
ye que «lo s experimentos cruciales no existen, al m en os si nos
referimos a experimentos que pueden destruir instantáneamente a
un programa de investigación ».9 Sí cabe, en cam bio, que cuando
una teoría ya ha sido sustituida por otra, retrospectivamente se le
atribuya a algún experim ento el haber refutado a la primera y
corroborado a la segunda. Pero el abandono de la teoría «refutada»
nunca depende exclusivamente de un solo experimento.
Al objeto de introducir su falsacionismo refinado, Lakatos va a
mantener una tesis aparentemente sorprendente para la tradición
empirista: «Las teorías más admiradas no prohíben ningún aconte­
cimiento observable ».10 Parecería que estamos en las antípodas de
los falsadores potenciales de Popper, pero lo que en realidad pre­
tende Lakatos es proponer una distinción fundamental en sus tesis
metodológicas: la de centro firme y cinturón protector de una teo­
ría. Para ello expone un ejemplo imaginario de investigación cien­
tífica, que merece la pena reproducir en su totalidad:

La historia se refiere a un caso imaginario de conducta anómala de un


planeta. Un físico de la era preeinsteiniana combina la mecánica de New-

6. I. LAKATO S, l^a m etodología..., p. 2 6 .


7. I. LAKATO S, l^a m etodología..., p . 9 8 .
8. I. LA KA TO S, L^a m etodología..., p p . 9 8 y ss.
9. 1. LA KA TO S, L^a m etodología..., p . 1 1 4 .
10. 1. LAKATO S, l^a m etodología..., p . 2 7 .
El falsacionismo metodológico refinado 127

ton y su ley de gravitación (/v) con las condiciones iniciales aceptadas (i) y
calcula mediante ellas la ruta de un pequeño planeta que acaba de descu­
brirse, p. Pero el planeta se desvía de la ruta prevista. ¿Considera nuestro
físico que la desviación estaba prohibida por la teoría de Newton y que, por
ello, una vez confirmada tal ruta, queda refutada la teoría N? No. Sugiere
que debe existir un planeta hasta ahora desconocido, p', que perturba la
ruta de p. Calcula la masa, órbita, etc., de ese planeta hipotético y pide a un
astrónomo experimental que contraste su hipótesis. El planeta p' es tan
pequeño que ni los mayores telescopios existentes podrían observarlo: el
astrónomo experimental solicita una ayuda a la investigación para cons­
truir uno aún mayor. Tres años después el nuevo telescopio ya está dispo­
nible. Si se descubriera el planeta desconocido p', ello seria proclamado
com o una nueva victoria de la ciencia newtoniana. Pero no sucede así.
¿Abandona nuestro científico la teoría de Newton y sus ideas sobre el
p l a n e t a perturbador? No. Sugiere que una nube de polvo cósmico nos
oculta el planeta. Calcula la situación y propiedades de la nube y solicita
una ayuda a la investigación para enviar un satélite con objeto de contras­
tar sus cálculos. Si los instrumentos del satélite (probablemente nuevos,
fundamentados en una teoría poco contrastada) registraran la existencia
de la nube conjeturada, el resultado sería pregonado com o una gran
victoria de la ciencia newtoniana. Pero no se descubre la nube. ¿Abandona
nuestro científico la teoría de Newton junto con la idea del planeta pertur­
bador y la de la nube que lo oculta? No. Sugiere que existe un campo
magnético en esa región del universo que inutilizó los instrumentos del
satélite. Se envía un nuevo satélite. Si se encontrara el campo magnético,
los newtonianos celebrarían una victoria sensacional. Pero ello no sucede.
¿Se considera este hecho una refutación de la ciencia newtoniana? No.
O bien se propone otra ingeniosa hipótesis auxiliar o bien... toda la historia
queda enterrada en los polvorientos volúmenes de las revistas y nunca
vuelve a ser mencionada."

Una teoría, por sí misma, jamás prohíbe ningún acontecimien­


to em pírico, porque siempre hay otros factores que pueden tener
influencia sobre él: basta proponer la correspondiente hipótesis ad
hoc, según la cual ese tercer factor hace fallar a la teoría, para que
ésta quede preservada de la refutación por medio de datos observa-
cionales. Las estratagemas convencionalistas, com o las llamó Pop-
per, salvan a la teoría de la falsación por vía experimental.
Esto conecta con el debate en torno a lo que se ha llamado
tesis Duhem-Quine, la cual es enunciada por Quine en los términos
siguientes: «S e puede mantener la verdad de cualquier enunciado,
suceda lo que suceda, si realizamos ajustes lo bastante drásticos en
otras partes del sistema... Y al contrario, por las mismas razones 1

11. I. LA K A TO S, l^a m etodología..., p p . 2 7 -2 8 .


128 Los programas de investigación científica

ningún enunciado es inmune a la revisión»." Los medios para ello


son múltiples: se puede introducir un nuevo concepto, o una sutil
distinción; se pueden modificar las definiciones de los términos
involucrados en la proposición a salvar; se pueden proponer hipó­
tesis auxiliares; se pueden cambiar las condiciones iniciales del
problem a... Lakatos analiza en varias de sus obras esta amplia
variedad de recursos, que finalmente confluirán en la noción de
cinturón protector de una teoría, y precisamente por ello defiende
el criterio ligado al falsacionism o refinado: cualquier parte del
con ju n to de la ciencia puede, efectivamente, ser m odificada y
reemplazada, pero con la condición de que dicho cambio suponga
un progreso científico, es decir que conduzca al descubrimiento de
hechos nuevos. Las estratagemas que sólo sirven para salvar las
teorías aceptadas, sin que el usarlas dé lugar a nuevos conocimien­
tos factuales, no son aceptables para el falsacionismo de Lakatos.
La tesis central de dicho, falsacionism o estriba en que una
teoría nunca puede ser falsada por la observación ni por experi­
mento alguno, pero sí por otra teoría: «ningún experimento, infor­
me experimental, enunciado observacional o hipótesis falsadora de
bajo nivel bien corroborada puede originar por sí mismo la falsa-
ción. No hay falsación sin la em ergencia de u n a teoría mejor»."
Conforme había señalado Kuhn al hablar de dos paradigmas rivales
como paso previo a toda revolución científica, Lakatos va a inten­
tar sintetizar el falsacionism o popperiano con dicha aportación
kuhniana al afirmar que sí puede haber falsación de una teoría,
pero sólo por medio de una estructura teórica compleja interesan­
te, que previamente ha de estar constituida en sus partes principa­
les. Para explicar los procesos de cam bio científico, el problem a
metodológico que hay que resolver no es la contraposición teoría/
experiencia, sino los criterios de evaluación entre teorías rivales,
huyendo del psicologismo, del sociologism o o del irracionalismo
que apuntaban en Kuhn, para proponer u n criterio racional de
elección p or parte de los científicos, y general para tod a s las
ciencias y comunidades científicas.
Y al respecto Lakatos tiene una propuesta clara, mediante la
cual va a precisar definitivamente la diferencia entre los dos tipos1
2

12. W. V. O. Q UINE, F rom a F o g ic a l F o in t o fJ F ietv (Harvard University Press,


1953), cap. II.
1 3 .1. L A K A TO S, _ZAz m e to d o lo g ía ..., p . 50.
El falsacionismo metodológico refinado 129

de falsacionismo: el de Popper y el que el propio Lakatos, inspirán­


dose en Popper y mejorándolo, va a defender en el resto de sus
obras:

El falsacionismo refinado difiere del ingenuo tanto en sus reglas de


aceptación (o criterio de demarcación) como en sus reglas de falsactón o
eliminación.
Para el falsacionista ingenuo cualquier teoría que pueda interpretarse
com o experimentalmente falsable es «aceptable» o «científica». Para el
falsacionismo refinado una teoría es «aceptable» o «científica» sólo si tiene
un exceso de contenido empírico corroborado con relación a su predece-
sora (o rival). Esta condición puede descomponerse en dos apartados: que
la nueva teoría tenga exceso de contenido empírico (aceptabilidadi)y
que una parte de ese exceso de contenido resulte verificado (aceptabili-
dadí)- El primer requisito puede confirmarse inmediatamente mediante
un análisis lógico apríori; el segundo sólo puede contrastarse empírica­
mente y ello puede requerir un tiempo indefinido.
Para el falsacionista ingenuo una teoría es falsada por un enunciado
observacional («reforzado») que entra en conflicto con ella (o que decide
interpretar como si entrara en conflicto con ella). Para el falsacionismo
refinado, una teoría científica T queda falsada si y sólo si otra teoría T ha
sido propuesta y tiene las siguientes características:
/) T tiene un exceso de contenido empírico con relación a T; esto es,
predice hechos nuevos, improbables o incluso excluidos por T.
2) T explica el éxito previo de T; esto es, todo el contenido no refutado
de T está incluido (dentro de los límites del error observacional) en el
contenido de T'. 4
3) Una parte del exceso de contenido de T' resulta corroborado.'

Lakatos, por consiguiente, se mantiene dentro de la tradición


del empirismo, si bien en su criterio de demarcación, que supone
una postura radicalmente nueva en la filosofía de la ciencia del
siglo xx, apunta u na posibilidad para comparar entre sí teorías
rivales no empíricas: por ejemplo lógicas, o matemáticas. Pero la
experiencia ni prueba ni refuta las teorías. Una teoría, en tanto
conjetura que es, siempre acabará siendo sustituida por otra; pero
no por cualquiera de entre todas las que proliferaron en la fase de
crisis del paradigma, por decirlo en términos de Kuhn; sino por
aquella que, en primer lugar, incluya lo fundamental de la anterior,
pero que además la supere, entendiendo por tal el establecimiento
de nuevas predicciones em píricas que puedan resultar incluso

14. I. LAKATOS, -ZAz m eto d o lo g ía ..., pp. 46-47.


130 Los programas de investigación científica

sorprendentes para los defensores de la teoría anterior, pero que


luego se ven confirm adas experimentalmente. Lo factual sigue
desempeñando una función primordial como criterio de demarca­
ción: sólo es científico aquello que predice hechos nuevos, hasta
entonces desconocidos. Pero por sí mismo no refuta a una teoría:
simplemente orienta la elección de los científicos en favor de una u
otra teoría, siempre bajo el supuesto de que ya había dos, como
mínimo, en contraposición.
Con lo cual Lakatos se pronuncia, con cierta impronta hegelia-
na, sobre dos temas esenciales en la filosofía de la ciencia en el
siglo xx: la dem arcación entre ciencia y no ciencia y el cam bio
científico, manteniendo la componente pragmática (elección ra­
cional de una teoría u otra), pero a la vez un criterio puramente
epistemológico de cientificidad: la predicción de hechos nuevos.

5.3. Los programas de investigación científica

La utilización de las hipótesis ad hoc, con las cuales los científicos


conseguían salvar sus teorías de las refutaciones mediante la expe­
riencia, ha sido conocida y criticada desde hace siglos. Moliére, en
ejemplo citado por Lakatos, ridiculizó en su Malade imaginaire a
los médicos que explicaban que el opio produce sueño a causa de
una supuesta virtus dormitiva en dicha sustancia. Se trata, tanto
para el convencionalista Duhem como para el falsacionista Popper,
de proporcionar reglas metodológicas generales para impedir ese
tipo de ardides antifalsacionistas. Pero no todo este tipo de ajustes
de las teorías para que no sean contradichas por la empiria son
ilegítimos. Hay algunos que producen nuevos descubrimientos, y
que, por consiguiente, han de ser considerados como admisibles.
Los científicos que defienden una teoría siempre tratan de preser­
var al centro firme de la misma de la refutación, construyendo en
torno al mismo un cinturón protector de hipótesis auxiliares, cam­
bios de significado de los términos, etc. Esta actitud, que en algu­
nos casos puede ser perfectamente racional, permite explicar asi­
mismo la existencia de anomalías, subrayada por Kuhn, que pese a
contradecir la teoría no dan lugar a que su s preconizadores la
abandonen.
Los programas de investigación científica 131

Pero entonces, con clu ye Lakatos, u n a teoría no puede ser


evaluada independientemente de los resultados que este tipo de
recursos contra la falsación ocasionen:

C u a lq u ier teo ría cien tífica debe ser eva lu a d a en con ju n ción con sus
hipótesis auxiliares, condiciones iniciales, etc., y especialm ente en unión
de su s predecesoras, de form a que se p u ed a apreciar la clase de cam bio
que la originó. Por tanto, lo que evaluam os es una serie d e teorías, y no las
teorías aisladas.'5

Esto trae consigo una consecuencia fundamental para la teoría


de la ciencia. Las unidades básicas para el análisis epistemológico
ya no son las teorías, ni m ucho m enos su confrontación con la
experiencia, sino las sucesiones de teorías, es decir los programas
de investigación científica. Cada teoría conlleva un desarrollo, un
despliegue, suscitado como mínimo por las tentativas de salvarla
de la refutación; con lo cual lo que debe ser valorado es toda esa
evolución, que a veces puede llevar consigo profundos cambios en
la propia teoría o, si se prefiere, la aparición de teorías nuevas que,
procediendo genéticam ente de las anteriores, las m ejoran o las
modifican, de manera sustancial, por lo que llegan a diferenciarse
netamente de su s predecesoras. El falsacionism o m etodológico
refinado, precisam ente por afirmar que la contraposición tiene
lugar entre dos teorías, entre las cuales los científicos adoptan la
que posee u n m ayor contenido em pírico, lleva forzosam ente a
la noción de programa de investigación, que es definida por Laka­
tos en los términos siguientes:

T e n e m o s u n a serie de teorías, T,, T 2, T 3... en la q u e c a d a te o ría se


obtiene añ adien do cláu su las auxiliares, o m edian te represen tacion es se­
m án ticas de la teo ría p revia con objeto de acom od ar algu n a an om alía, y
de form a que cada teoría tenga, al m enos, tanto contenido com o el conte­
nido no refutado de sus predecesoras. Digamos que una serie tal de teorías
es teóricam en te p rog resiva (o q u e con stitu ye un cam bio d e la problem ática
teóricam ente progresivo) si cada n u eva teoría tiene algún exceso de con te­
n id o em p írico con resp ecto a su p red eceso ra ; esto es, si p red ice a lgú n
hecho nuevo e inesperado hasta entonces. Digamos que una serie de teoría
teóricam ente progresiva es tam bién em píricam ente p rog resiva (o qu e c o n s­
tituye un cambio d e la problem ática empíricam ente progresivo) si una parte
de ese exceso de con ten id o em pírico resu lta, adem ás, corrob orad o; esto
es, si c a d a n u eva teo ría in d u c e el d e s c u b rim ie n to rea l de a lg ú n h ech o

15. 1. LAKATOS, L a m etod ología ..., p. 48.


132 Los programas de investigación científica

n u ev o . Por fin, llam arem os p rogresivo a un cambio de la problem ática si es


p rogresivo teó rica y em píricam en te, y regresivo si no lo es. «A c e p ta m o s »
los cam bios de prob lem áticas com o científicos sólo si, por lo m enos, son
teóricam ente progresivos; si no lo son, los rechazam os com o pseudocientí-
fico s.161
7

Hay que estudiar la historia de la ciencia en función de estos


nuevos criterios, localizando en cada momento los programas de
investigación progresivos, que engendran nuevos conocimientos, y
distinguiéndolos de los regresivos. Por supuesto que u n mismo
programa puede ser progresivo durante una primera etapa históri­
c a y luego estancarse: in clu so es lo que tarde o tem prano les
sucede a todos ellos. Conforme afirmara Popper en este sentido,
pero tam bién Kuhn, para Lakatos toda teoría científica y todo
programa de investigación están destinados a ser abandonados y
sustituidos por concepciones opuestas a ellos, que predicen hechos
insospechables para el prográma antiguo. Los conceptos de ciencia
normal (pero nunca como algo estático, sino en continuo progre­
so), de crisis del paradigma lcuando las hipótesis auxiliares o las
propuestas semánticas dejan de producir nuevos descubrimientos)
y de revolución científica quedan englobados en el marco episte­
m ológico del falsacionism o refinado. Y en este sentido, Lakatos
puede pretender haber intentado una síntesis entre Kuhn y Popper,
con cierto ribete hegeliano.
Pero la nueva noción de programa de investigación engendra a
su vez dos importantes consecuencias para la filosofia de la ciencia.
La primera consiste en la íntima relación que se establece entre las
nociones de ciencia y progreso. Si la preferencia racional de los
científicos por una teoría u otra, o por un programa y otro rival,
depende del mayor contenido empírico, entonces la elección entre
dos teorías rivales siempre debe orientarse en favor de aquella que
suponga un mayor progreso para la ciencia: «El carácter empírico
(o científico) y el progreso teórico están inseparablemente relacio­
nados»." Lakatos menciona explícitamente a Leibniz com o el pre­
decesor de esta tesis que, según él, fue aceptada por la generalidad
de los científicos. La dem arcación entre ciencia y no ciencia no
depende tanto de la falsación, experimental de las hipótesis, ni por
supuesto de su confirmación, cuanto, exclusivamente, de lo que

16. I. lak atos, La metodología..., pp. 48 -4 9 .


17, I. lak atos, La metodología..., pp. 54.
Los programas de investigación científica 133

engendran desde el punto de vista de las novedades empíricas.


Mientras un programa de investigación vaya dando lugar a nuevos
descubrimientos, por m uchas anomalías que le afecten, siempre
será aceptado por los científicos. Únicamente cuando se anquilosa
y se estanca comenzarán los investigadores a fijarse con mayor
insistencia en dichas anomalías.
En segundo lugar, la predicción y ulterior corroboración de
algunos h e ch o s nuevos p asa a ser el objetivo principal de las
ciencias empíricas. Las teorías y los programas de investigación
deben ser evaluadas en fu n ción de su contenido fáctico, pero
entendiendo éste como producción de novedades, y en particular
de predicciones que sean prácticamente imposibles de hacer desde
el programa de investigación rival. La inconmensurabilidad kuh-
niana adquiere aquí una nueva versión. El descubrimiento y la
predicción de hechos nuevos y sorprendentes para los científicos
anteriores es la marca principal de una revolución científica, de la
sustitución de un programa de investigación por otro rival. Aunque
no en los términos de Lakatos, concepciones parecidas pueden
encontrarse en Claude Bernard, el célebre médico francés autor de
la Introduction á l'étude de la médécine expérimentále (1865), al
que Lakatos no menciona. En dicha obra puede leerse:

Las teorías no son más que hipótesis verificadas m ediante un núm ero
m ás o m enos con siderable de hechos. A qu ellas que han sido verificadas
por el m ayor núm ero de hechos son las m ejores; m as no por ello son las
definitivas, sino que n u n ca h a y que creer en ellas de u n a m a n era ab so­
luta.18

Y si bien para Lakatos las posturas de Bernard serían las de un


falsacionista ingenuo, que continuamente insiste en que si un he­
cho está en contradicción con una teoría hay que abandonar la
teoría, la insistencia en la función del descubrimiento de hechos
nuevos como criterio de racionalidad científica puede encontrarse
en Bernard, igual que en Leibniz o en otros teóricos de la ciencia
anteriores al siglo xx.

18, C. b e r n a r d , Introduction á l'étude de la médécine expérimentále (París,


G arn ier-F lam m arion , 19 66), p. 23 1.
134 Los programas de investigación científica

5.4. Heurística positiva y negativa

Un programa de investigación científica no sólo va a estar caracte­


rizado por el contenido empírico que posea en un momento dado,
sino también por su potencial heurístico, n oción que en buena
medida fue propuesta a Lakatos por sus discípulos (Zahar, Wor-
rall), y que ha pasado a convertirse en una de las más característi­
cas concepciones lakatosianas, al par que una de las más criticadas
por sus adversarios. La heurística de un programa de investigación,
en principio, consiste en un conjunto de técnicas para la solución
de problemas científicos. Si mencionamos el ejemplo de la mecáni­
ca de Newton, que Lakatos ha escogido para explicar muchas veces
su metodología, resulta que el centro firme del programa newto-
niano estaría formado por las tres leyes del movimiento, y como tal
no puede ser falsado, porque los newtonianos habían elaborado un
gran cinturón de hipótesis auxiliares para protegerlo: la óptica
geométrica, la teoría de la refracción atmosférica, etc., que en
cualquier caso permitían descartar las anomalías que se hubiesen
obtenido por observación. La heurística del programa, en cambio,
está caracterizada básicamente —según Lakatos— por el cálculo
diferencial, la teoría de la convergencia y las ecuaciones diferen­
ciales e integrales. El programa newtoniano no sólo está definido
por la mecánica o por la óptica, sino también por el utillaje mate­
mático utilizado, el cual por sí mismo proporciona una serie de
cuestiones para resolver dentro del propio programa de investiga­
ción, y com o rasgo distintivo del mismo, que no se encuentra en
los programas rivales.
Pero desde u n punto de vista m ás general, la heurística se
constituye por medio de una serie de reglas metodológicas, algunas
de las cuales pueden ser muy generales, e incluso estrictamente
filosóficas, como en el caso del mecanicismo cartesiano, Lakatos
distingue dos tipos de reglas: unas positivas y otras negativas. La
heurística negativa n os dice qué tipo de rutas de investigación
deben evitarse. La heurística positiva, en cam bio, cuáles deben
seguirse. La primera impide que se le aplique el modus tollens al
centro firme del programa, aconsejando prescindir de las anoma­
lías en las investigaciones. La heurística positiva impide que el
científico se pierda en el océano de anomalías dándole una serie de
tareas a resolver que suponen —o pueden suponer, si la investiga-
Heurística positiva y negativa 135

ción tiene éxito— otras tantas ampliaciones y desarrollos del pro­


grama.
Veamos ambos tipos de heurística en el ejemplo del programa
newtoniano. Cuando emergió «se encontraba inmerso en un océa­
no de anomalías y en contradicción con las teorías observacionales
que apoyaban a tales anomalías»;192 0pero ello no afectó para nada al
centro irrefutable del programa, por decisión metodológica de sus
defensores. Bastaba con trabajar en el cinturón protector, modifi­
cando las hipótesis auxiliares que subyacían a las observaciones o
contraejemplos, o cambiando las condiciones iniciales, para que el
programa siguiese adelante sin preocuparse por la «prueba empíri­
ca» que sus adversarios argüían en su contra. La historia imaginaria
del comportamiento de un científico newtoniano, referida en 5.2,
muestra bien de qué manera se pueden construir ingeniosas hipó­
tesis al objeto de que el núcleo del programa no sea afectado. Los
newtonianos, incluso, tuvieron la habilidad de ir destruyendo las
propias teorías observacionales que subyacían a los «contraejem­
plos», transformando cada dificultad en una nueva victoria de su
programa, como señaló el m ism o Laplace." Pero en general ello
no es necesario. La heurística negativa de un programa de investi­
gación no sólo puede estar caracterizada por la construcción de
ese cinturón protector o escudo contra las anomalías, sino incluso
por prescindir pura y simplemente de ellas. Son fenómenos que no
m erece la pen a estudiar, o al m enos que todavía no se está en
condiciones de investigar: pero por muy corroborados que estén
observacionalmente, las teorías no se ven afectadas en lo esencial
por ellos.
Esto está relacionado con la existencia de una heurística positi­
va en el programa de investigación, como subraya Lakatos:

Pocos científicos teóricos implicados en un programa de investigación


se ocupan excesivamente de las «refutaciones». Mantienen una política de
investigación a largo plazo que anticipa esas refutaciones. Esta política
de investigación, u orden de investigación, queda establecida, con mayor o
menor detalle, en la heurística positiva del programa de investigación.21

19. I. LAKATOS, La metodología..., p . 6 6 .


20. I. LAKATOS, La metodología..., p. 67. Véase también M. LAPLACE, Exposition
du systéme du monde (P arís, B a ch e lie r, 1 8 2 4 , 5 .a e d .), lib r o IV, c a p . 2.
21. I. LAKATOS, La metodología..., p. 68 .
136 Los programas de investigación científica

Esto puede hacerse, por ejemplo, enumerando una secuencia


de modelos crecientemente complicados y que simulan la realidad,
los cuales han de ser investigados uno por uno en orden creciente,
pero sin pasar al siguiente, ni m ucho m enos a la contrastación
empírica, antes de que los problemas teóricos no hayan quedado
básicamente resueltos en los modelos más simplificados. La heurís­
tica positiva hace concentrarse al científico en dichos ámbitos de
investigación, ignorando los contraejemplos «reales» o los «datos»
disponibles. Veámoslo de nuevo en el caso de Newton:

En prin cipio, N e w to n elaboró su program a para un sistem a planetario


con un punto fijo que representaba el S ol y un único punto que representa­
b a a un planeta. A p a rtir d e este m o d e lo d e r iv ó su le y d e l in v e r s o d el
cuadrado para la elipse de K ep ler. Pero este m o d elo contradecía la tercera
ley de la dinám ica de N e w to n y por ello tuvo que ser sustituido por otro en
q u e ta n to e l S o l c o m o e l p la n e ta g ir a b a n a lr e d e d o r d e su c e n tr o d e
gra ved a d com ún. Este ca m b io n o fu e m o tiv a d o p o r ninguna ob serva ción
(e n este caso los datos n o sugerían « a n o m a lía » ) sino p o r una d ificu lta d
teórica para desarrollar el program a. Posteriorm ente elaboró el p rogram a
p a ra un n ú m e ro m a y o r d e p la n eta s y c o m o si s ó lo e x is tie s e n fu e rza s
h elio cén trica s y n o interplanetarias. D esp u és, trab ajó en e l supuesto de
que los planetas y e l S ol eran bolas de m asa y n o puntos. D e n u evo, este
cam bio no se debió a la observación de una anomalía. L a densidad infinita
qu ed ab a e x c lu id a p o r una te o ría v e n e ra b le (n o sistem atizad a). P o r esta
razón los planetas tenían que ser expandidos. Este cam bio im p licó d ific u l­
tades m atem áticas importantes, absorbió el trabajo de N e w to n y retrasó la
p u blicación de los Principia durante m ás de una década. Tras haber solu­
cion ado este rom pecabezas, co m en zó a trabajar en las «b o la s giratorias y
sus o scila cion es». Después adm itió las fuerzas interplanetarias y com en zó
a trabajar sobre las perturbaciones. L le g a d o a este punto em p ezó a intere­
sarse c o n m á s in te n s id a d p o r lo s h ech o s. M u c h o s d e e llo s q u ed a b a n
p erfectam en te exp licad os (cu alitativam en te) p o r el m o d e lo , p ero sucedía
lo con trario con m uchos otros. Fue entonces cuando c o m e n z ó a trabajar
sobre planetas com bados y no redondos, etc.22

Com o puede observarse, la heurística positiva posee una fuerte


com ponente teórica, y puede prescindir ampliamente de la con ­
trastación con la experiencia en tanto el programa de resolución
de cuestiones teóricas no haya sido ejecutado, o al menos mientras
no haya producido progresos teóricos claros. Lejos de procederse
mediante el esquema simple de hipótesis y comprobación (o refuta­
ción em pírica), un program a de investigación posee su propia

22. LLAKATOS, La metodología..., p. 69. •


Heurística positiva y negativa 137

dinámica, com o dirán los estructuralistas, y ello independiente­


mente de cuestiones subjetivas o colectivas ligadas a los creadores
y defensores de dicho programa o a sus adversarios. Cabe incluso
cierto grado de programación previa de los pasos que caracterizan
a dicha heurística positiva, según Lakatos. Punto éste que le ha sido
muy criticado, entre otros por Newton-Smith, que considera esta
hipótesis de una heurística positiva precisa com o algo incompati­
ble con las posturas realistas que, por otra parte, Lakatos también
defiende."
La heurística va a desempeñar un papel muy importante para
le evaluación entre dos teorías rivales, en particular cuando éstas
son observacionalmente equivalentes. Puesto que Elie Zahar ha
dedicado especial atención a este tema, en lo que sigue nos aten­
dremos al ejemplo por él estudiado, referente a la contraposición a
principios de este siglo entre los programas de investigación de
Einstein y de Lorentz.2 242
3 5
Para Elie Zahar, tanto Lorentz com o Einstein desarrollaron
auténticos programas de investigación que, siendo diferentes, te­
nían también núcleos comúnes, contrariamente a lo afirmado por
Feyerabend, quien ha polem izado con Zahar sobre este punto."
El centro firme del programa de Lorentz estaba constituido por
las ecuaciones de Maxwell para campos electromagnéticos, por las
leyes newtonianas del m ovim iento y por la transform ación de
Galileo, más la ecuación:

/
F = e ( D + — v A H)

que suele ser denom inada fuerza de Lorentz. La heurística del


programa estaría constituida por el principio m etafísico de que
todos los fenómenos físicos están gobernados por acciones que se

23. H. W . NEwroN-SmrrH, L a racionalidad de la ciencia, tra d u cc ió n d e M a r c o


A u r e lio G a lm a rin i (B a r c e lo n a , P a id ó s, 1 9 8 7 ), p p. 98 y ss.
24. E n l o q u e s ig u e r e s u m im o s l o s d o s a r tíc u lo s d e E lie Z a h a r , « W h y d id
E in ste in 's P ro g r a m m e su p e rse d e L o r e n t z 's ? » , I y II, e n British Jou rn a lfor the P h ilo -
sophy o f Science, 2 4 (1 9 7 3 ), pp. 9 5 -1 2 3 y 2 2 3 -2 6 2 .
25. P. K. F E Y E R A B E N D , «Zahar on Einstein», en British Journal f o r the P h ilo -
sophy o f Science, 2 5 (1 9 7 4 ), pp. 2 5 -2 8 , y E. ZAHAR, « M a c h , E instein and the rise o f the
m o d e m S c ie n c e » , ibíd., 2 8 (1 9 7 7 ), pp. 195-213, así c o m o E. Z A H A R , «E instein's debt
to L o re n tz . A r e p ly to F e y e ra b e n d an d M ille r » , ibíd., 29 (1 9 7 8 ), pp. 4 9 -6 0 .
138 Los programas de investigación científica

transmiten a través del éter. En el desarrollo de dicho programa


pueden distinguirse hasta tres teorías sucesivas, cada una de las
cuales supone un progreso respecto de la teoría precedente; entre
ellas la teoría de las fuerzas moleculares y la teoría de correspon­
dencia de estados. Pues bien, según Zahar, en 1905 esta teoría era
observacionalmente equivalente a la teoría de la relatividad einstei-
niana en dicha fecha: es decir, que una y otra podían explicar los
mismos fenómenos empíricos, aunque fuesen contradictorias entre
sí. No había mayor contenido empírico en ninguna de las dos, y no
lo hubo hasta 1915, año en que Einstein explicó por medio de su
teoría la precesión del perihelio de Mercurio, que era imposible de
explicar en términos newtoniano-lorentzianos. Y sin embargo, va­
rios científicos relevantes prefirieron ya desde 1905 la teoría de
Einstein a la de Lorentz: así Planck, Klein y Minkowski, entre otros.
El propio Lorentz acepta ya públicamente la teoría de la relatividad
en 1914, y privadamente a partir de 1908, prácticamente. ¿Por qué
dichas preferencias por una y otra, siendo así que eran observacio­
nalmente equivalentes, y por tanto ninguna excedía a la otra por el
contenido empírico?
En función de sus heurísticas respectivas —dirá Zahar— y en
concreto por las distintas concepciones ontológicas de ambos con
respecto a la física. Lorentz afirm aba la existencia de u n éter
infinito e inmóvil en el que la carga electromagnética está distribui­
da de manera continua. Los electrones serían regiones esféricas del
éter en las que la carga no es nula. La carga total, al igual que la
cantidad de movimiento de Descartes, permanece constante, pero
el m ovim iento de los electrones crea u n cam po lum inoso que
atraviesa el espacio a la velocidad constante c. Lorentz llegó inclu­
so a afirmar que el electrón no tiene masa material, sino electro­
magnética. En resumen: Lorentz proponía dicha teoría del electrón
com o algo intermedio entre éter y materia, con lo cual lograba
explicar electromagnéticamente la interacción existente entre éter
y partículas, definida precisamente por la ecuación de la fuerza de
Lorentz. Pero toda su con stru cción se basaba en la existencia
del éter, cuyas propiedades analizaba por medio de las ecuacio­
nes de Maxwell.
Einstein, en cambio, rompe con las ideas del éter y del espacio
y tiempo absolutos: cada acontecimiento puede ser referido me­
diante cuatro coordenadas (t, x, y, z) a cualquier sistema de referen­
cia inercia!, y no ya a uno privilegiado que permaneciese inmóvil
Heurística positiva y negativa 139

con respecto al éter, com o en el caso de Lorentz (y de Newton).


Y e s ta con cepción ontológica diferente del espacio y del tiempo,
que Einstein había adoptado ya desde su juventud por influencia de
su maestro Ostwald, va a dar lugar a una heurística muy diferente.
Según Zahar, habría dos reglas heurísticas fundamentales para
Einstein:

1) Las teorías deben de satisfacer el requisito de coherencia


interna, y por lo tanto la ciencia debe presentarse como una repre­
sentación coherente, unificada, armónica, simple y organizada­
mente compacta del mundo. El aparato matemático usado por una
teoría encarna estas características de simplicidad y de compleji­
dad, y por tanto constituye un criterio para preferir una teoría a
otra. Si se quiere, en último término hay motivos estéticos impor­
tantes en la heurística einsteiniana, caracterizados por la exigencia
de no barroquismo: hay que usar un número mínimo de conceptos
y relaciones primitivas.
2) La segunda regla heurística einsteiniana tiene que ver con
su convicción de que Dios nb juega a los dados, y que por lo mismo
no hay accidentes en la naturaleza. En concreto, los fenóm enos
naturales en los que se muestra algún tipo de simetría responden
siempre a algún principio de simetría m ás profundo y de mayor
envergadura conceptual, que debe mostrarse en las teorías. Por
ejemplo: la simetría entre los movimientos de una magneto hacia
el conductor, y del conductor hacia la magneto, ha de ser explicada
por la teoría en base a u n m ism o aparato m atem ático (con la
simetría correspondiente, en su caso), cosa que no sucedía en las
teorías de Lorentz.
Tras un estudio muy detallado de este episodio histórico, Zahar
concluye que los científicos de la época prefirieron el programa de
Einstein al de Lorentz porque, pese a ser observacionalmente equi­
valente, era heurísticamente superior, en el sentido de que la aplica­
ción de las reglas básicas de su heurística positiva conseguía formu­
lar problemas nuevos, que en el marco de las teorías de Lorentz no
tenían sentido. Y aunque dichas conjeturas (muchas de ellas sor­
prendentes e inesperadas) sólo encontraron alguna corroboración
experimental varios años después, el mayor potencial heurístico de
las teorías de Einstein inclinó la balanza a favor de su programa
de investigación. Aunque no la comunidad científica alemana en su
conjunto, sí figuras de enorme prestigio e influencia prefirieron
140 Los program as de investigación científica

por motivos heurísticos un programa a otro, pese a que no poseye­


ra un mayor contenido empírico. Y para Zahar esta elección fue
perfectam ente racional, no tanto por los resultados ulteriores,
cuanto porque la heurística es una componente esencial de todo
programa de investigación, junto con su contenido empírico.
Este ejemplo, así como otros posteriormente desarrollados por
los discípulos de Lakatos," ilustra bastante bien la noción de poten­
cial heurístico de un programa de investigación, que en m uchos
casos ha resultado decisiva en la historia para que los científicos
optaran por una u otra teoría, entre dos contrapuestas.

5.5. Historia interna e historia externa

Desde el punto de vista de las relaciones entre la filosofía de la


ciencia y la historia de la ciencia, Lakatos continúa la obra de
Kuhn, destacando la importancia de los estudios históricos minu­
ciosos y llevándolos efectivamente a cabo junto con sus discípulos.
Parafraseando a Kant, Lakatos afirma que «la filosofía de la ciencia
sin la historia de la ciencia es vacía; la historia de la ciencia sin la
filosofía de la ciencia es ciega»." La metodología científica puede
proporcionar a los historiadores criterios normativos y definitorios
sobre lo que es una teoría, sobre su estructuración interna y acerca
de las reglas para la evaluación de las teorías, de tal manera que la
investigación en los archivos y documentos esté orientada teórica­
mente y no sea puramente empírica y descriptiva; pero a su vez el
normativismo y los criterios epistem ológicos propuestos por los
filósofos de la ciencia deben de ser confrontados con los datos
históricos ofrecidos por los historiadores. De alguna manera, la
historia de la ciencia es la base o el contenido empírico de la filo­
sofía de la ciencia.
Para Lakatos la historia de la ciencia, al objeto de hacerla
inteligible y no simplemente descriptiva, h a de ser reconstruida 2 7
6

26, RADNITZKY e t a l., P r o g r e s o y r a c io n a lid a d e n la cien cia , t r a d u c c ió n d e


L u is M e a n a (M a d rid , A lia n z a , 1 9 8 2 ); v é a s e e n p a r tic u la r lo s a r t íc u lo s d e W orra ll,
Z a h ar, U rb a ch y W atkin s.
27, I. LAKKros, H is to r ia d e la c ie n c ia y s u s r e c o n s tr u c c io n e s ra c io n a le s ,
t r a d u c c ió n d e D ie g o R ib e s (M ad rid, T e c n o s , 1 9 8 2 ), p. 11.
H istoria interna e historia externa 141

racionalmente. Aparte de los factores sociales, psicológicos, etc.,


que ciertamente influyen en la ciencia (a lo cual Lakatos da el
nom bre de historia externa), el epistemólogo ha de preocuparse
también de la reconstrucción racional de la historia de la ciencia,
estudiando las teorías en su evolución y en sus modificaciones y
contraposiciones en función de factores internos a las propias
teorías. Surge así la historia interna de la ciencia, sobre la cual
puede haber, a su vez, concepciones contrapuestas. La interrelación
entre historia y filosofía de la ciencia culmina con la elaboración
de dich a historia interna, que debe ser com plem entada con la
historia externa, en la que se puede insistir m ás en los factores
ajenos a la propia comunidad científica: condiciones económicas y
sociales, situación política, características individuales de los cien­
tíficos, etc. En general, Lakatos atribuye u n m ayor peso a las
concepciones intérnaliátas’ que autores com o Bernal," partida­
rios de explicar la evolución dé la ciencia en funCión de los cam­
bios económ icos, sociales y tecnológicos habidos en las distintas
etapas históricas.
Pero incluso en relación a la historia interna las posiciones
pueden ser muy distintas. Lakatos las sintetiza en cuatro: inducti-
vistas, convencionalistas, falsacionistas y, por último, su propia
metodología de los programas de investigación. Estas cuatro con­
cepciones son normativas, y permiten reconstruir la historia inter­
na conforme a criterios diversos. Todas ellas han de ser, en cual­
quier caso, complementadas con teorías externas empíricas para
explicar los factores residuales no racionales. Ninguna de las cua­
tro agota, por consiguiente, el trabajo de la historia de la ciencia:

L a h is to r ia d e la c ie n c ia e s s ie m p r e m á s r ic a q u e s u r e c o n s t r u c c ió n
r a c i o n a l . P e ro la re c o n s tru c c ió n ra c io n a l o h is to ria in te rn a e s p rim a ria , la
h is to ria e x te rn a s ó lo s ecu n d a ria , y a q u e lo s p r o b le m a s m á s im p o rta n te s d e
la h is to ria e x te rn a s o n d e fin id o s p o r la h is to ria in te r n a ."

Según los inductivistas, la historia interna se basaría en una


serie de descubrimientos de hechos firmes, así como en las poste­
riores generalizaciones inductivas. Para los convencionalistas ha­
bría también descubrimientos factuales, com pletados luego por 2 9
8

28. V éase J. D. BERNAL, Science in H istory (L o n d res, W a tts, 1 9 6 5 ), 3.a e d .


E x iste t r a d u c c ió n ca s te lla n a (B a rce lo n a , ed. P e n ín s u la ).
29. I. LAKATOS, Historia de la ciencia..., p. 38.
142 Los program as de investigación cientifica

sistemas de organización de los mismos en torno a unas u otras


nociones, definiciones y axiomas (sistemas de casillas, dice Laica­
tos), cuyas modificaciones también han de ser estudiadas en dicha
historia interna. La historia interna de los falsacionistas está articu­
lada, en cambio, en torno a una serie de conjeturas audaces, que
van aumentando en contenido empírico las unas sobre las otras, y
sobre todo en torno a los sucesivos experimentos cruciales que han
ido refutando una tras otra a dichas conjeturas generales, o teorías.
«La metodología de programas de investigación, por último, enfatiza
la rivalidad prolongada, teórica y empírica, de programas mayores
de investigación, problemáticas estancadas y progresivas, y la victo­
ria, lentamente conseguida, de un programa sobre otro.»3°
La historia interna, se quiera o no, depende por lo tanto de las
diferentes filosofías, que siempre subyacen al trabajo del historia­
dor. No es lo mismo buscar en los documentos y archivos una serie
de experimentos cruciales, los cambios de las axiomatizaciones y
presentaciones de las teorías al objeto de lograr mayor simplicidad
en su presentación, o los programas de investigación rivales, con
sus correspondientes heurísticas. El historiador siempre es selecti­
vo. Para que, además, logre una reconstrucción racional de los
hechos históricos, ha de llegar a proponer una versión radicalmen­
te m odificada de los m ism os. Eso sí, con el apoyo docum ental
oportuno, que Lakatos acostumbra poner en notas a pie de página,
mientras la historia de la ciencia propiamente dicha seria la ver­
sión reconstruida de dichos documentos. El inductivismo es utópi­
co y el convencionalismo y el falsacionismo simple son insuficien­
tes. En cualquier caso, «una historia sin ningún 'sesgo' teórico es
imposible».3' De ahí que una historiografía de la ciencia que haga
abstracción de los debates teóricos habidos en la filosofía de la
ciencia en el siglo xx sea, ajuicio de Lakatos, inadecuada. Historia­
dores y filósofos de la ciencia han de trabajar conjuntam ente,
aunque sus cometidos sean diversos.3 1
0

30. I. LAKATOS, Historia de la ciencia..., p. 38.


31. I. LAKATOS, Historia de la ciencia..., p. 42.
La filosofía de las m atem áticas de Lakatos 143

5.6. La filosofía de las matemáticas de Lakatos

Como ya se indicó en la Introducción de esta obra, buena parte de


los filósofos de la ciencia del siglo xx han elaborado sus epistemo­
logías respectivas tomando como referente principal para sus teori­
zaciones sobre la ciencia a la física, y muy concretamente el paso
de la mecánica newtoniana a la einsteiniana y a la emergencia de la
mecánica cuántica. Así sucedió con el Círculo de Viena, con Pop-
per, con la concepción heredada y con Kuhn. Para muchos de estos
filósofos de la ciencia parecería a veces que las matemáticas, la
lógica, en general las ciencias formales, caen fuera del saber cien­
tífico, por no responder a los sucesivos criterios de demarcación
que han ido proponiendo. De no ser así, las matemáticas quedan
separadas del resto de las ciencias, por no ser empíricas. Las cien­
cias formales constituirían un capítulo aparte de la filosofía de la
ciencia.
Lakatos va a oponerse a esta tendencia tan generalizada duran­
te muchos años: «El objeto de mi contribución consiste en mostrar
que la filosofía matemática moderna está profundamente inmersa
en la epistemología general, y que sólo en este contexto puede ser
comprendida»." Consecuentemente con ello, tratará de conectar
las nociones de falsacionismo sofisticado, programa de investiga­
ción y heurística con las teorías matemáticas.
Para Lakatos ha habido tres grandes tentativas de organizar el
conocimiento matemático como sistema deductivo: la euclídea, la
empirista y la indUctiuista. Lo esencial en u n sistem a deductivo
(formalizado o no) estriba para Lakatos en la transm isión de la
verdad (o de la falsedad) desde unas zonas del sistem a a otras,
habiendo al respecto varias posibilidades, que caracterizarán otras
tantas maneras de hacer filosofía de las matemáticas.
Una teoría es euclídea cuando las proposiciones de la cúspide,
es decir los axiomas, son verdaderas, y dicho valor de verdad se
transmite a todas las demás proposiciones y teoremas de arriba
hacia abajo, en virtud de la corrección lógica de las pruebas. De
acuerdo con esta concepción, una teoría matemática sólo contiene
proposiciones verdaderas (tautologías, según Carnap) y no conjetu-3 2

32. I. LAKATOS, Matemáticas, ciencia y epistemología, t r a d u c c ió n d e D ie g o


R ib es (M adrid, A lianza, 19 81), p. 16.
144 Los programas de investigación científica

ras ni refutaciones. El significado asimismo se inyecta en la cúspi­


de, en los términos primitivos: los términos definidos ulteriormen­
te n o son m ás que abreviaturas, y p or lo m ism o teóricam ente
supérfluos.
Una teoría es empirista si las proposiciones de la base (enuncia­
dos básicos) son verdaderas (o falsas), fluyendo luego dicho valor
de verdad hacia arriba por m edio de conjeturas generales someti­
das a contrastación con los enunciados básicos por vía hipotético-
deductiva, resultando dichas conjeturas verdaderas o falsas en fun­
ción del resultado de la confrontación entre sus consecuencias y
los enunciados básicos. Si, además, sólo admitimos inyecciones de
significado en la base (c o m o sería el caso de las proposicion es
protocolares de Neurath), entonces estaremos elaborando una teo­
ría estrictamente empirista, según Lakatos. La base de una teoría
puede ser fáctica, pero también aritmética, probabilística a poste-
riori o cualquier otra cosa. Mientras una teoría euclídea puede
verificarse, una teoría empirista es falsable, pero no verificable.
El programa inductivista supone, para Lakatos, «un; esfuerzo
desesperado por construir un canal en el que la verdad fluyera
desde los enunciados básicos hacia arriba, estableciendo así un
principio lógico adicional, el principio de retransmisión de la ver­
dad». " Sin embargo, la lógica ha ido criticando desde el siglo xvii
esa pretensión, que todavía se mantiene en Carnap y en sus segui­
dores, afirmando y perfeccionando los canales deductivos en con­
tra de los inductivos» La tentativa de corregir dicho programa por
la vía del inductivismo probabilista, mediante el cual puede darse
alguna retransmisión de la verdad, aunque sólo sea parcial (o de
algún grado de confirm ación), hacia arriba, ha sido ya refutada:
«Popper mostró, en su crítica a la versión probabilista de la teoría
de la inferencia inductiva, que n o puede haber ni siquiera una
transferencia parcial de significado y verdad hacia arriba»."
Frente a las tres concepciones anteriores, Lakatos va a propo­
ner un nuevo tipo de teoría, la cuasi-empírica, que permitirá dar un
nuevo giro a la filo so fía de las matemáticas. U na teoría cuasi-
empírica nunca será verdadera, aunque podrá estar bien corrobo­
rada; pero siempre será conjetural.3 5
4

33. I. LAKATOS, M a tem á tica s, cie n cia y ep istem olog ía , p. 21.


34. L LAKATOS, M a tem á tica s, cie n cia y ep istem ología, p. 21.
35. I. LAKATOS, M a tem á tica s, cie n cia y ep istem ología , p. 21.
La filosofía de las matemáticas de Lakatos 145

Caben dos caracterizaciones de las teorías cuasi-empíricas: una


lógica Y otra histórica, ambas por oposición a las teorías euclídeas.
Logicamente se distinguen de la manera siguiente:

Un sistema es euclídeo si es la clausura deductiva de aquellos de sus


enunciados básicos que se asumen como verdaderos. De otro modo es un
sistema cuasi-empírico.363
8
7

Mas la distinción desde el punto de vista histórico resulta más


reveladora del pensamiento de Lakatos:

E l desarrollo de una teoría euclídea consta de tres etapas: primera, la


etapa precientífica, ingenua, de ensayo y error, que constituye la prehisto­
ria de la materia; sigue el período fundacional que reorganiza la disciplina,
recorta los bordes oscuros y establece la estructura deductiva de la médula
segura. Todo lo que queda entonces por hacer es solucionar problemas
dentro del sistema, principalmente construir pmebas o confutaciones de
conjeturas interesantes [...].
El desarrollo de una teoría cuasi-empírica es muy diferente. Este
desarrollo parte de problemas, seguidos de soluciones arriesgadas; luego
vienen los tests severos, las refutaciones. El vehículo del progreso se
encuentra en las especulaciones audaces, la crítica, la controversia entre
teorías rivales, los cambios de problemas. La atención se centra siempre
en los bordes oscuros. Las directrices son crecimiento y revolución perma­
nente, no fundamentos y acumulación de verdades eternas.

C o m o se ve, la diferencia básica entre teorías euclídeas y


cuasi-em píricas es heurística, aunque también el falsacionism o
com o criterio de evaluación conlleva una distinción epistemológi­
ca fundamental. Pues bien; de acuerdo con estas distinciones,
Lakatos afirma la tesis, tras el fracaso de las tentativas de funda-
mentación de las matemáticas, de que «las teorías matemáticas, al
menos las más importantes, son cuasi-empíricas, al igual que las
teorías científicas»." L os matemáticos parten de problemas, y no
de axiomas, y proceden por medio de conjeturas y pruebas, que son
sometidas a crítica y a falsación por contraejemplos o por análisis
lóg icos, siendo a continuación mejoradas: a lo largo de dichas
m odificaciones de las teorías al intentar resolver problemas, así
co m o al cam biar de problem ática, van apareciendo auténticos

36. I. LAKATOS, M a tem á tica s, cie n cia y ep istem ología , p. 48.


37. I. LAKATOS, M a tem á tica s, cie n cia y ep istem ología , pp. 49-50.
38. I. LAKATOS, M a tem á tica s, cie n cia y ep istem ología , p. 50.
146 Los programas de investigación científica

programas de investigación, de manera similar a las restantes cien­


cias.
Existe, sin embargo, una diferencia importante entre las teo­
rías matemáticas y las teorías con contenido empírico, que radica
en sus fálsadores potenciales. Hay, en primer lugar, falsadores
potenciales lógicos, com o la reducción al absurdo o el descubri­
miento de contradicciones. Pero ¿hay también algo similar a los
hechos firmes de las teorías empíricas? Lakatos aporta al respecto
la nueva n oción de falsadores heurísticos. La función de dichos
falsadores consiste en cambiar los problemas por otros más impor­
tantes, es decir en aportar nuevos problemas, que dan lugar a
nuevas líneas de investigación y al abandono de las anteriores. De
esta manera se pueden producir auténticas refutaciones heurísti­
cas." Asimismo, el estancamiento de un programa de investiga­
ción, la ausencia de nuevas pruebas o de nuevos problemas, puede
dar lugar a su reemplazamiento por otro tipo de técnicas y de con­
cepciones.
En cualquier caso, Lakatos también se opone a lo que él llama
filosofía formalista de las matemáticos¡ cuyo representante mas
con spicu o sería Carnap. Dos son los puntos de desacuerdo: la
identificación de las teorías matemáticas con sus abstracciones
axiom áticas formales, es decir con los sistem as form ales en el
sentido de Hilbert; y por otra parte la reducción de la filosofía de
las matemáticas a metamatemática. Ello da lugar, entre otras cosas,
a una total desconexión entre la filosofía de las matemáticas y la
historia de las matemáticas: «De acuerdo con la concepción forma­
lista de las matemáticas, éstas no tienen propiamente historia»."
No sólo Carnap y el positivismo lógico, cuyas concepciones han
tenido una influencia perjudicial para la historia y la filosofía de las
m atemáticas, sino el propio Tarski y la escuela de Hilbert han
cometido este error. Para Lakatos, por el contrario, hay que investi­
gar en su detalle, y desde un punto de vista histórico, los descubri­
mientos en matemáticas tal y com o se produjeron, y no ya tal y
como suelen ser expuestos en los tratados, incluyéndolos en teorías
euclídeas en las que desaparecen por completo los problemas de
los cuales surgieron los teoremas y los conceptos matemáticos y en3 0
4
9

39. I. LAKATOS, M atem á ticas, cien cia y epistem ología, p. 63.


40. I. LAKATOS, P ru eb as y refutaciones, la ciencia d el descubrim iento m a tem á ­
tico , tr a d u c c ió n de C arlos S olís (M adrid, A lianza, 19 86), 3 .a ed ., p. 17.
La filosofia de las matemáticas de Lakatos 147

las que las pruebas originarias, con sus diversos matices y desarro­
llos, quedan sustituidas por pruebas estándar que históricamente
sólo se obtuvieron jposteriori. La tesis de Lakatos en contra del
formalismo, el cual considera como una de las formas más destaca­
das del dogmatismo en matemáticas, puede resumirse de la manera
siguiente:

Las matemáticas informales y cuasi-empíricas no se desarrollan me­


diante un monótono aumento del número de teoremas indubitablemente
establecidos, sino que lo hacen mediante la incesante mejora de las conje­
turas, gracias a la especulación y a la crítica, siguiendo la lógica de pruebas
y refutaciones.'

Frente al enfoque deductivista en matemáticas, Lakatos es


partidario de insistir en los aspectos heurísticos de las mismas; o, lo
que es lo mismo, en tratar de explicar la lógica del descubrimiento
en matemáticas (como en general en la ciencia), más que la lógica
de la justificación ulterior de dichos descubrimientos. La distinción
entre los contextos de descubrimiento y de justificación, y la insis­
tencia en el primero para elaborar u n a teoría de la ciencia que
pueda ser confrontada luego a la historia real de la misma, resulta
un punto fundamental en toda la metodología científica de Lakatos,
y muy en particular en el caso de las matemáticas, en la medida en
que toda la etapa de investigación previa a la obtención de resulta­
dos prácticamente no suele ser tenida en cuenta en la enseñanza de
las teorías matemáticas.
Consecuentemente con ello, Lakatos ha propugnado una refor­
m a radical de los m étodos docentes en matemáticas, y m uy en
concreto de los libros de texto habituales, que él considera ejem­
plos característicos del dogmatismo en ciencia.

Mientras que Popper mostró que quienes pretenden que la inducción


es la lógica del descubrimiento científico están en un error, estos ensayos
pretenden mostrar que quienes pretenden que la deducción es la lógica
del descubrimiento matemático están también en un error. Mientras que
Popper ha criticado^ estilo inductivista, estos ensayos intentan criticar el
estilo deductivista.

41. I. LAKATOS, Pruebas y refutaciones ..., P- 20.


42. I. LAKATOS, Pruebas y refutaciones ..., P- 166.
148 L o s program as de investigación científica

En defensa de sus tesis Lakatos ha estudiado con gran detalle


diversos episodios de la historia de las matemáticas que, conforme
a sus conceptos, reconstruye racionalmente en base a su historia
interna. Reconstrucciones que, com o es lógico, han sido criticadas
por diversos autores."

4 3 . V é a s e , p o r e je m p lo , J. AGASSI, « T h e L akatosian R e v o lu tio n » , en R . S.


COHEN, P. K. FEYERABEND y A. W. WARTOFSKY (ed s.), Essays in m em ory o f Im re Lakatos
(Dordrecht, Reidel, 1976), pp. 9-21, así com o S. FEFERMAN, «The L og ic o f Mathemati-
cal D iscorvery», en PSA , 2 (1978), pp. 309-327; JESÚS HERNÁNDEZ, «Algunas notas a la
filo s o fía de las m atem áticas de I. L a k a tos., en S. ÁLVAREZ, F. BRONCANO y M . A .
QUINTANILLA (eds.), A cta s d e l IS im p o s io H is p a n o -M e x ic a n o de filo s o fía , vol. I: F ilo s o ­
f í a e h is to ria de la cie n c ia (Salam anca, U niversidad de Salamanca, 1986), pp. 164-
179. L a o b r a b á s ic a s o b re e l te m a e s la d e P. J. D A vis y R. HERSH, The M a th e -
m a tica lE x p e rie n ce (Boston, H oughton M ifflin, 1982), y en particular las pp. 354-359.
D ich a obra acaba de ser pu blicada en castellano p o r la editorial L a b or (B arcelona,
1988).
6. LA CONCEPCIÓN ESTRUCTURAL
DE LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS

6.1. Introducción

Suele considerarse que la obra de J. Sneed, The Logical Structure o f


Mathematical Physics, publicada en 1971,' suscitó un cam bio de
rumbo en la filosofía contemporánea de la ciencia. Y ciertamente
su im portancia es com parable a la de obras co m o Lógica de la
investigación científica de Popper o a La estructura dé las revolucio­
nes científicas de Kuhn, en el sentido de que, al igual que ellas, ha
supuesto un punto de referencia en la evolución de la reflexión
episte mo lógica.
Sin embargo, la concepción estructural no surge únicamente a
partir de dicha obra. Ulises Moulines menciona otras dos fuentes
de influencia en la constitución de la misma:1 2 los trabajos de la
escuela de Stanford (sobre todo de Patrick Suppes, pero también
de McKinsey y Adams, entre otros), así com o las ideas de Thomas
Kuhn sobre la ciencia normal y las revoluciones científicas. Por su
parte, la concepción estructural, en su versión Sneed-Stegmüller,
pretende integrar con cepciones sobre la ciencia que han tenido
influencia en este siglo: la perspectiva axiomatizadora, el empiris­
mo de base, la importancia de la historia de la ciencia, la influencia
de la teoría sobre las observaciones, la dinámica o diacronía de las
teorías, etc. Existe asimismo una segunda escuela, que también
concibe las teorías com o estructuras, pero que difiere en puntos

1. J. D. SNEED, The L o g ic a l S tru ctu re o f M a th e m a tic a l P h y s'cs (D ordrecht,


R ein del, 19 7 1), segunda e d ició n de 1979, p or la que citarem os.
2. C. U. MOULINES, « L e role de W . Stegm üller dans l'ép istém ologie alle-
m ande con te m p o ra in e », en A rch iv e s de P h ilo sop h ie, 50:1 (1987), pp. 3-22.
150 151
Concepción estructural de las teorías científica Introducció

importantes con respecto a las propuestas de Sneed y sus seguido­ La concepción estructural trata de integrar en la estructura de
res: utiliza espacios de estados para la formalización, en lugar de la las teorías empíricas aspectos pragmáticos de las mismas, así como
técnica del predicado conjuntista, y, al suponer que todos los sus cambios, sus expansiones, los procesos de reducción científica
términos de una teoría son teóricos, distingue a continuación entre e incluso, en la propuesta de Moulines, la propia comunidad cientí-
lo observable y lo no observable. Suele llamarse a esta segunda g a. Lo cual supone u n a novedad importante con respecto a la
tendencia concepción semántica de las teorías, y ha sido defendida concepción heredada, que va a permitir una fuerte interrelación
por Suppe, van Fraasen y Giere, entre otros. , omponentes históricas e incluso sociológicas de las teorías
Nos referiremos aquí a ambas, aunque más ampliamente al científicas, tratando de englobar en dicha concepción algunas de
programa S de Suppes-Sneed-Stegmüller, como ha sido denomina., las propuestas principales de autores como Lakatos y Ki^hn, como
do por Scheibe, en la medida en que su desarrollo e influencia ha este mismo reconoció en un conocido artículo de 1976.
sido mayor, sobre todo en Europa: Alemania Federal, Finlandia, En resumen, la concepción estructural, que ha contado con
Polonia, Holanda y España. notables aportaciones por parte de autores como Balzer, Moulines,
La concepción estructural, denominación que contrapondre­ Diederich, Mayr y otros, además de los ya mencionados, se presen­
mos a la de concepción semántica, para distinguir ambas tenden­ ta com o u n a con cep ción de la ciencia que tom a en cuenta su s
cias, no tiene relación alguna con el estructuralismo francés, a no aspectos pragmáticos, bolistas y diacrónicos, Por o p osición a la
ser con la obra del matemático Bourbaki, y ello en un aspecto muy concepción heredada, m arcada por u n a m etodología sintactico-
técnico. De ahí que Stegmüller haya propuesto el nombre de «nue­ semántica, atomística y puramente sincrónica.
vo estructuralismo» para marcar la distinción, si bien ha seguido Con excepción de la obra de Sneed, que no ha sido traducida,
haciendo fortuna la terminología de concepción estructural de las los lectores en lengua castellana disponen de una bibliografía bas­
teorías (Structuralistic View). tante amplia a la que remitirse para conocer la concepción estruc­
La novedad principal consiste en tratar de llevar a cabo una tural expuesta por sus propios defensores. Las tres obras de Steg­
axiomatización informal de ¡as teorías científicas, y ya no al modo müller Teoría y experiencia, Estructura y dinámica de teorías y La
de la metamatemática, como en la concepción heredada. Para ello concepción estructuralista de las teorías, s°bre todo estas dos últi­
Suppes propuso la técnica del predicado conjuntista, que fue adop­ mas, son importantes como exposiciones de las tesis básicas. Como
tada por Sneed y tras él por todos los seguidores de la concepción es sabido, Stegmüller, quien llegó a escribir una obra conjunta con
estructural. Al ser dicha técnica muy similar a la utilizada por el Rudolf Carnap, modificó por completo sus concepciones epistemo­
grupo francés Nicholas Bourbaki en sus É/emenís de Mathémati- lógicas a partir de 1970, agrupando en torno a su cátedra en
<7ues> Stegmüller ha afirmado que dicha concepción supone una Munich a varios de los principales investigadores de la concepción
ampliación del programa Bourbaki a las ciencias empíricas, lo cual estructural. Asimismo es de destacar la obra de Ulises Moulines,
podría suponer una nueva tentativa, aunque en base a postulados Exploraciones metacientíficas, flue constituye quizá la primera gran
m uy diferentes de los del Círculo de Viena, de unificación de la aportación en lengua española a la filosofía de la ciencia a nivel
ciencia. De hecho, en el desarrollo de la concepción estructural se internacional. La obra de Andrés Rivadulla, aunque escrita desde
han aplicado las mismas técnicas al análisis y reconstrucción de diferente perspectiva, tam bién es aconsejable en su capítulo 7
diversos tipos de ciencias: físicas, químicas, biológicas, económi­ como introducción a la concepción estructural. En cuanto al libro
cas, sociales, humanas, etc. Lo cual supone uno de sus mayores de Jesús Mosterín, Conceptos y teorías en la ciencia, los capítulos 7
atractivos, al menos como pretensión e independientemente de los y 8 son de lectura conveniente en este tema.
resultados obtenidos.

4. t . S . KUHN, « T h e o r y -c h a n g e a s s t r u c tu r e -c h a n g e » , e n Erkenntnis, 10
3. N. BOURBAKI, Élements de Mathématiques (pa rís He r m a n n 1 9 5 6 s s .). (1 976), pp. 14 1 -1 6 5 .

ir VAi&Jcw g ]
152 Concepción estructural de las teorías científicas

6.2. Suppes y la concepción no enunciativa

Tal y como hemos visto en el capítulo 2, y en particular en 2.4, uno


de los postulados esenciales de la concepción heredada estribaba
en la pretensión de que las teorías científicas han de ser axiomatiza-
das para que la reconstrucción racional de las mismas pueda ser
llevada a cabo, y a poder ser con el m ism o rigor con el que la
escuela formalista de Hilbert y sus seguidores había procedido con
respecto a las matemáticas, posibilitando así el estudio metamate-
mático de propiedades como la consistencia, completud, categori-
cidad, etc. Numerosas objeciones habían surgido en contra de esa
pretensión de axiomatizar las teorías con contenido empírico, todo
lo cual dio lugar a que se comenzase a buscar otro tipo de alternati­
vas en el momento de la crisis de la concepción heredada. Patrick
Suppes y sus seguidores en Stanford propusieron una solución por
m edio de lo que se llama axiomatización informal de las teorías
científicas. En lugar de pretender analizar las teorías como siste­
m as de enunciados, Suppes propugna la utilización de la teoría
informal de conjuntos para la caracterización de las teorías empíri­
cas. Tal y como lo expone Stegmüller:

Según el enfoque de Carnap la teoría ha de axiomatizarse dentro de un


lenguaje formal. Carnap tenía la firme convicción de que sólo los lenguajes
formales podían ofrecer las herramientas adecuadas para conseguir la
precisión deseada [...]. El enfoque de Suppes es enteramente distinto. Al
igual que Bourbaki, y a diferencia de Carnal). Suppes sólo usa la lógica
informal para conseguir la axiomatización. De acuerdo con ese plantea­
miento, él y sus colaboradores fueron capaces de mostrar que las teorías
físicas reales podían ser axiomatizadas de forma precisa sin recurrir a
lenguajes formales.'

Para llevar a cabo esa axiomatización informal Suppes recu­


rrió a la técnica del predicado conjuntista, que ya había sido usada
por el grupo Bourbaki para definir las estructuras matemáticas.
Dicho predicado, al determinar la clase de modelos que lo satisfa­
cen, caracteriza extensionalmente la teoría, en función de dicha
clase de m odelos. No hace falta, por consiguiente, reducir las

5 . W . s t e g m ü l l e r , L a co n ce p ció n e s tru c tu ra lis ta d e la s teorías, traducida


por José Luis Zofio (Madrid, Alianza, 1981), p. 14.
Suppes y Ia con ceP ción no en u n ciativa 153

teorías científicas a cálculos lógicos, lo cual era imprescindible en


la con cep ción heredada. De acuerdo con ésta, en una teoría T
había que elegir unos cuantos enunciados, los axiomas, a partir de
los cuales se pudiesen derivar todos los teoremas por medio de un
cálcUio lógico L, que en la versión inicial era un cálculo de enun­
ciados con identidad. Mas, com o ya vimos, eran m uy pocas las
teorías de las ciencias empíricas en las cuales este objetivo fuese
factible. En la axiomatización conjuntista de Suppes, por el contra­
rio, basta con definir un predicado, x es un T, para cada teoría T:
aquellas estructuras que, en tanto modelos de dicho enunciado, lo
satisfacen en el sentido de Tarski, caracterizan directamente el
contenido de la teoría.
El ejemplo clásico procede de las matemáticas, y se refiere a la
estructura de grupo. Sneed lo pon e com o ejem plo en su obra
básica, siguiendo a Suppes:

(DG) x es un grupo si y sólo si existen D , tales que:

n x = < d ,.>
2) D es un conjunto no vacío;
3) es una función cuyo dominio es D x D y cuyo rango es un
subconjunto de D;
4) para todo a, b, C E D,
a. (boc) = (a.b).c;
5) para todo a, b e D, hay un e e D tal que a = boe;
6) para todo a, b e D, hay un e e D tal que a = e.b.

De esta manera hemos definido que el predicado conjuntista «es


un grupo». Aquellos x que lo satisfacen, forzosamente entidades con-
juntistas, dadas las propiedades 2 y 3, son modelos matemáticos de
dicha estructura, o del predicado que la define. En términos más
fam iliares se dice que «son grupos». O tam bién, com o m ostró
Suppes en lenguaje más riguroso: si considerásemos una axiomati­
zación de la teoría de grupos, y a continuación la clase de los
m odelos que satisfacen dicha axiomatización, es fácil comprobar
que dicha clase coincide con la de los modelos de la axiomatiza­
ción informal: las dos axiomatizaciones son coextensivas.6

6. J . D . s n e e d , T h e L o g ic a l..., pp. 9-10. Véase tam bién P. Sueros, Introduc-


tio n to L o g ic (Nueva York, 1957); existe tra d u cción al castellan o (M éxico, CECSA,
1964), pp. 2 4 9 -2 5 9 de la edición original, en Van Nostrand.
154 Concepción estru ctu ral de las teorías científicas El prob lem a de los térm in os teóricos 155

En el caso de estructuras matemáticas más complejas, como el teorías con métodos modelo-teóricos. Ello dio lugar a una alterna­
cálculo de probabilidades, las dificultades para mostrar que las dos tiva real a la epistemología estándar dominante. Frente a la consi­
clases son iguales pueden ser mayores; pero cabe hallar un método deración de las teorías como clases de enunciados (con su vocabu­
que permite asociar a cada modelo de la presentación axiomática lario, su s reglas de correspondencia, etc.), la postura de Sneed
otro de la presentación mediante el predicado conjuntista, con lo su p u so la aparición de u n a co n ce p ció n rival en filosofía de la
cual el problem a se soluciona, y Sneed puede concluir: «Lo que ciencia, sobre todo en la medida en que los instrumentos de análi­
tenem os que hacer para axiomatizar una teoría matemática es sis formal eran precisos y rigurosos, además de aportar una nueva
determinar una clase de entidades teórico-conjuntistas ».7 concepción de las teorías:
Esta aportación de Suppes, mejorada ya por Adams en el senti­
do de ampliarla a las teorías físicas, es importante desde el punto La concepción que m antendré es ésta: los enunciados (statem ents) de
de vista de la génesis de la concepción estructural. Sin embargo, cualquier teoría científica axiom atizada (inform alm ente) son, groseram en ­
Sneed construyó un aparato conceptual diferente y muy elaborado, te hablando, enunciados sobre las entidades que satisfacen 'x es un S'.9
en el que, adem ás de la técn ica del predicado conjuntista, se
trataba de superar la oposición teórico/observacional, se definían
las com p on en tes del n ú cleo de u n a teoría y se incluían en la 6.3. El problema de los términos teóricos
estructura de la misma las aplicaciones propuestas A, las cuales
quedaban ligadas al núcleo de la teoría por su inclusión en la clase
de los modelos potenciales parciales de la teoría, Mpp: en este nuevo En el capítulo 2 vimos que la distinción de la concepción heredada
concepto y en las condiciones de ligadura (c o n s tr a in ts ) verán Kuhn entre lenguaje teórico y lenguaje observacional se vio sometida a
y Stegmüller las novedades principales de la obra de Sneed. una serie de críticas, basadas en diversos argumentos, que dejaron
La contribución de Suppes, siendo interesante por suponer un muy debilitada la aparente claridad de dicha distinción. El propio
giro conceptual con respecto a la filosofía estándar de la ciencia en Carnap se vio llevado en 1960 a matizar considerablemente sus
el siglo xx, no lleva por sí m ism a a la con cep ción estructural. posturas iniciales, como también vimos que hizo Hempel. Carnap,
Buena prueba de ello es que la concepción semántica se inspira a por ejemplo, se expresaba así:
su vez en las ideas de Suppes. Según Stegmüller el estructuralismo
supone u n a ampliación del programa Bourbaki ,8 que pasaría a Y o p e n s a b a to d a v ía q u e to d o s lo s té rm in o s c ie n tífic o s p o d ía n ser
aplicarse no sólo a las matemáticas, sino también a las ciencias con introdu cidos com o térm inos d isposicion ales en base a térm inos observa-
cion ales p o r m edio de defin icion es explícitas, o a través de las llam ad as
contenido empírico. Pero lo cierto es que dicha influencia no ha
frases reductivas, las cuales constituyen un tipo de definiciones condicio­
sido directa, y que los trabajos de Suppes y Adam s están m ás nales. Hoy día pienso, de acuerdo con la m ayoría de los em piristas, que la
relacionados con la génesis de la obra de Sneed. Así com o una con exión entre los térm inos observacionales y los de la cien cia teórica es
teoría matemática deja de ser caracterizada por sus axiomas, sus significativam ente m ucho m ás indirecta y débil que lo que yo pensaba en
términos básicos y sus reglas de derivación, para serlo por la clase m is prim eras form ulaciones, o en las del op eracion alism o.'9
de modelos que satisfacen una axiomatización informal tipo Bour­
baki, la utilización de la misma técnica para las teorías físicas va a Sin embargo, el problema seguía siendo importante, a u n q u e
ser la línea de investigación en la que surgirá la obra de Sneed. ninguna solución resultase satisfactoria. A partir del artículo de Put-
Adams añadió al predicado conjuntista it e m s cuya referencia era nam, W h y T h e o r ie s A r e N ot, publicado en 1962, la cuestión de pre­
propiamente física, tratando a continuación de caracterizar dichas cisar cuál es el papel exacto de los términos teóricos dentro de las

9. J. D. s n e e d , The Logical..., p. 12.


7. J. D. SNEED, The Logical..., p. 11. 10. R. c a r n a p , «Theoretische Begriffe der Wissenschaft», en Zeisch rift f u r
8. W. s t e g m ü l l e r , La concepción..., p. 17. die Philosophische Forschung, 14 (1960), p. 224.
156 Concepción estructural de las teorías científicas El problema de los términos teóricos 157

teorías científicas con contenido empírico ha sido denominado el péndulos, etc. En sus presentaciones estándar suelen distinguirse
desafío de Putnam. cuatro partes: la m ecánica de partículas propiam ente dicha, la
L os intentos de solución han sido m uchos, y aquí no serán mecánica del sólido rígido, la mecánica de los cuerpos deforma-
considerados en su detalle." Muchos de ellos, com o los de Tuome- bles y la m ecánica de los líquidos y de los gases. A u n estando
la y Niiniluoto, así com o los de la concepción semántica, siguen interrelacionadas entre sí (para analizar esta relación surgirá en
vías diferentes a aquella por la que optó Sneed, que va a ser muy 1977 la noción de red teórica), hay diferencias importantes entre
definitoria de la concepción estructural. ellas, tanto por lo que respecta al aparato matemático que cada una
En forma resumida, y sin entrar en grandes tecnicismos, cabe utiliza (las generalizaciones sim bólicas de Kuhn) co m o por los
decir que Sneed y Adam s admiten la existencia de dos ámbitos objetos a los que atañen: partículas y sistemas de partículas, defor-
conceptuales diferentes en las teorías científicas: por una parte las mables o no, sólidas o no, etc. Sneed opta por considerarlas com o
aplicaciones empíricas desarrolladas por la teoría, a las que deno­ teorías diferentes, en la medida en que sus respectivas estructuras
minarán aplicaciones propuestas, y por otra una estructura conjun- matemáticas son distintas. A continuación, centra su estudio en la
tista ligada al predicado que satisfacen las aplicaciones, el núcleo m ecánica clásica de partículas, e incluso acota todavía más el
de la teoría, mediante el cual las propuestas no formalizadas de ámbito de su análisis, al considerar sólo las aplicaciones en las que
Kuhn y de Lakatos van a quedar definidas con precisión. La estruc­ se supone que las partículas tienen una masa invariable a lo largo
tura matemática de la teorías, en particular las de la fisica matemá­ del tiempo y, por otra parte, en las que dichas partículas se supo­
tica, que son las que estudió Sneed, constituye dicho núcleo: y nen reducidas a un punto, sin tamaño.
hemos visto que con las técnicas de Suppes puede ser estudiada L a m etod olog ía de Sneed es, co m o puede verse, analítica:
mediante la axiom atización por el predicado conjuntista. Pero reduce el problema tratado a los casos más simples, en la medida
aparte de dicho núcleo, las teorías poseen también otro tipo de en que de su estudio podrá inferirse más fácilmente la estructura
componentes, que posibilitan su aplicación a la empiria. El propó­ matemática asociada a dicha teoría. Y aun así hay que adoptar una
sito de Sneed estribó en desglosar por sus pasos las diversas com ­ nueva decisión metodológica. Dado que MCP puede presentarse de
ponentes, de tal manera que se obtuviese al final la estructura de la maneras muy diferentes, que com portan aparatos matemáticos
teoría. diversos (por ejemplo, la newtoniana, en la que 'masa', 'fuerza' y
En The Logical Structure o f Mathematical Physics Sneed analiza 'posición' son los conceptos primitivos, pero también la lagrangia-
a fon d o el problem a de los términos teóricos y las tentativas de na, en la que se parte de posiciones generalizadas, de las fuerzas y
solucionarlo propuestas por Ram sey y por Craig, así c o m o los de la energía cinética, o la hamiltoniana, cuyos conceptos básicos
defectos de las mismas. N o entraremos aquí en dicho análisis," también son diferentes), se trata de limitarse a una de ellas, la de
porque lo esencial es comprender el nuevo criterio de teoricidad N ewton, dejando para luego el problem a de las relaciones entre
de Sneed, así como la manera en que lo ejemplifica para el caso de dichas formulaciones «equivalentes» de MCP.
la mecánica clásica de partículas (M CP). Dicha teoría posee, por Planteada así la cuestión, se trata de definir el predicado con ­
una parte, una estructura matemática bien definida; pero por otra juntista 'x es una MCP'. Para ello Sneed recurre a la axiomatización
permite hacer afirmaciones sobre el mundo: se aplica a los fenóme­ de M C P propuesta por M cK in sey, Sugar y Suppes," de tipo in­
nos astronómicos, a la caída de los graves, al m ovim iento de los 1 2 formal:

11. Véase A. RIVADULLA, Filosofía actual de la ciencia, cap. 5 p ara u n estu d io x es una MCP si y sólo si existen p , t, s, m y 1 tales que:
m á s a m p lio .
12. Véanse las obras de SNEED, The Logical... MOULINES, Exploraciones meta-
científicas, y RIVADULLA, F ilosofía actual de la ciencia, así com o la de STEGMÜLLER, 13. J. C. M cK INsEy, J. C. C. SU G A R y P. C. SUPPES, .Axiom atic Foundations o f
Estructura y dinámica de teorías, p a ra u n a e x p o s i c i ó n m á s p r e c is a y d e ta lla d a d e l C la s s ic a l P a rticle M e c h a n ic s » , e n Journal o f R a tion a lM ech a n ics andA nalysis, II
te m a d e lo s té rm in o s t e ó r ic o s . (1 9 5 3 ), pp. 2 5 3 -2 7 2 .
158 Concepción estructural de las teorías científicas El problema de los términos teóricos 159

1) x = < P, T, m, I >; conjuntista no tienen el m ism o valor. El séptim o, por ejemplo,


2 ) P es u n c o n j u n t o fin ito , n o v a c ío ; reproduce la form ulación de la segunda ley de Newton (fuerza
3 ) T e s u n in t e r v a lo d e n ú m e r o s re a le s ;
igual a m asa por aceleración), por lo cual debe desempeñar una
4) .1 es u n a fu n c ió n d e P x T e n el c o n j u n t o d e te r n a s o r d e n a d a s d e
n ú m e r o s r e a le s ta le s q u e , p a r a t o d o p E P y p a r a t o d o t E T e x is t e la
función diferente a la de los items anteriores, en los cuales no están
d e r iv a d a s e g u n d a d e la f u n c ió n s, D .1 (p ,t); involucradas leyes científicas, sino m ás bien con ceptos, o a lo
5 ) m es u n a fu n c ió n d e P e n lo s n ú m e r o s reales tal q u e p a ra t o d o p E P sumo el aparato matemático requerido por la teoría.
es m (p ) > O ; De ahí que Sneed vaya, de alguna m anera, a desglosar el
6) f e s u n a fu n c ió n d e P x T x / e n e l c o n j u n t o d e tern a s o r d e n a d a s d e
n ú m e r o s re a les tal q u e , p a ra t o d o p E P y p a ra t o d o t E T e s
predicado 'x es una MCP', al objeto de analizar mejor la estructura
/ 1 (p " i ) a b s o lu t a m e n t e c o n v e r g e n t e ;
de dicha teoría, tratando siempre de caracterizarla extensional-
i e / mente, por medio de clases de modelos.
7) P a ra t o d o p E P y p a ra t o d o t E T e s v á lid a la e c u a c i ó n
El primer paso consiste en considerar únicam ente los items.
m (p )-D 2.1(p, t ) = E p , t, i )
i i k 1 - 6 , lo cual nos va a permitir definir un nuevo predicado conjuntis­
ta, que Sneed llamará mecánica de partículas (MP):
Esta axiomatización informal de MCP está hecha, como puede _*
verse, en base a los conceptos de partícula (p), tiempo ( t ) , posición í|
y e s u n a M P si y s ó l o si e x is t e n P , T , s, m , 1 ta le s q u e :
(. 1 , para marcar su carácter vectorial), masa (m) y fuerza ^tam bién .g
vectorial). Ninguno de estos con ceptos está definido. Frente al .Ç 1) y = < P, 7;
atomismo epistemológico de la concepción heredada, que atribuía 2) P es un conjunto finito, no vacío;
3) 7 ' e s u n in t e r v a lo d e n ú m e r o s re a le s ;
un significado a cada término por medio de las reglas de corres- ...
4) :s es u n a f u n c ió n d e P x T e n R x R x R tal q u e p a r a t o d o p E p y
pondencia, el método modelo-teórico estudia globalmente dicho ' p a ra t o d o t E T existe D 2 "1(p, t ) ;
predicado: los modelos que lo satisfagan caracterizarán, en prime- i­ 5) tyi es u n a f u n c ió n d e P e n R tal q u e p a r a t o d o p E P es m (p ) > O ;
ra instancia, la estructura matemática de MCP. Sneed llama M a la ■' 6 ) f e s u n a f u n c i ó n d e P x T x / e n R x R x R tal q u e p a ra t o d o p E p y
p a ra t o d o t E T es E / t, i ) a b s o lu t a m e n t e c o n v e r g e n t e .
clase de los m odelos que satisfacen, en el sentido de Tarski, el i i E / f(p ,
predicado 'x es una MCP' así caracterizado.
Considerem os, por ejemplo, u n sistem a físico m uy simple, % Exactamente igual, podem os preguntarnos por los m odelos
formado por un planeta p y sus dos satélites s, y s2. Si hacem os % que satisfacen el nuevo predicado 'y es una MP'; desde luego todo
abstracción de sus respectivos tamaños, y los reducimos a puntos; y elemento de M lo hace; pero hay otros m uchos m ás m odelos que
si prescindimos de las eventuales variaciones de sus masas a lo satisfacen el nuevo predicado, ya que hem os prescindido de una
largo del tiempo; y si tam poco tenem os en cuenta otro tipo de condición restrictiva particularm ente fuerte: la segunda ley de
variables que influyan en su movimiento, centrándonos exclusiva­ Newton. Llamemos M p a la clase de los m odelos que satisfacen el
mente en las tres partículas, sus posiciones variables en el intervalo predicado 'y es u n a MP'. M , , es entonces la clase de los modelos
/ y las respectivas fuerzas de atracción que se ejercen entre sí, f potenciales de la m ecánica clásica de partículas; en efecto, todo
hemos elaborado un modelo matemático del sistema físico inicial: elem ento y de M , , p u ed e ser u n m odelo de MCP, siem pre que
tiene sentido preguntarnos si ese modelo del sistema formado por introduzcam os en y u n a con d ición restrictiva equivalente a la
el planeta y los dos satélites satisface o no el predicado 'x es una segunda ley de Newton.
MCP'. Ocurre entonces que, entre todos los modelos que nosotros Hemos distinguido así dos com ponentes de la estructura de
podríamos considerar, hay algunos que lo satisfacen y otros que no. MCP, M y M . Pero todavía estam os m uy lejos de poder hacer
La clase M de los modelos efectivos de MCP está definida. afirmaciones empíricas, al m enos en todos los casos. En efecto,
Sin embargo, y en ello radica la novedad de Sneed, la clase Ai ocurre que tanto m com o f son términos teóricos, lo cual nos va a
no basta para caracterizar la teoría MCP. Los 7 ítems del predicado dificultar la dilucidación de los elementos de la clase M.
160 Concepción estructural de las teorías científicas

Véamoslo con el ejemplo del satélite p y los dos planetas s, y s2.


Si quisiésemos medir la masa m/ d e si sólo podríam os hacerlo,
aplicando exclusivamente los ítems de MCP, en función de la masa
m¡, de p , o de la m a sa m 2 d e s2. Supuesto que m idiésem os las
posiciones respectivas de p y de Si, calculásemos las respectivas
derivadas segundas en el instante t (es decir, sus aceleraciones),
midiésemos las fuerzas de atracción entre p y s,, y aplicásemos el
ítem 7, podríamos aparentemente calcular la masa de S2 en función
de la de p. Esto en realidad no es posible, porque en MCP la fuerza
también es un concepto teórico; pero admitamos por un momento
que pudiésemos calcular la masa mi en función de la de p. ¿C óm o
habríamos medido, entonces, la masa mp? Sólo podría ser en fun­
ción de la de s2, lo cual nos llevaría a presuponer m2 conocida. Pero
la cuestión se repite: m 2 sólo puede haber sido medida en función
de las acciones que sobre s2 ejercen 5 , o p, con lo cual estaríamos
en un círcu lo v icio s o . B ien entendido que el argum ento sería
similar para el caso de las fuerzas de atracción mutuas.
Resulta entonces que para determinar las masas de las tres
partículas hemos de conocer previamente alguna de ellas, lo cual
sólo lo podem os hacer si presuponemos algún otro m odelo en el
que dicha partícula (por ejemplo, el planeta p) esté inserto com o
elemento de P (por ejemplo, el sistema solar). Pero aquí el argu­
mento se repite, y se debe apelar a otro modelo efectivo de MCP en
el que alguno de los astros del sistem a solar esté inserto (p or
ejemplo una galaxia); y así sucesivamente.
En resumen: la determinación de la masa en MCP (al igual que
la de la fuerza) presupone siem pre otro m o d e lo efectiv o de la
teoría MCP. Y en virtud de esta peculiaridad Sneed dirá que / y m
son (en M CP) términos teóricos. N o sucede lo mismo con la posi­
ción .1, ni con los restantes conceptos no definidos (tiempo, partícu­
la). La posición (o el tiempo) pueden ser medidos para cada partí­
cula (p, s,, 52) sin apelar para nada a la segunda ley de Newton.
Naturalmente, habrá que apelar a otras teorías científicas para
determinar 1 (o t), com o la geometría física. Sneed acepta plena­
mente el dictum de Hanson según el cual toda observación (o toda
medición, com o señaló Popper) está cargada de teoría. La diferen­
cia estriba en que al m edir la p o s ic ió n de 5, no se presupone
ningún modelo efectivo de MCP (en el que fuese válida por tanto la
ley fundamental, o ítem 7), como sucedía en el caso de la masa y de
la fuerza. Sin ser conceptos observacionales, 'partícula', 'posición'
El problema de los términos teóricos 161

y 'tiempo' son conceptos no teóricos para MCP. La teoricidad o no


teoricidad son siempre, para Sneed, relativas a una teoría, en este
caso a la mecánica clásica de partículas.
Por eso el nuevo criterio de teoricidad propuesto por Sneed ya
no mantiene la op o sició n teórico/observacional, sino la nueva
con trap osición entre co n cep tos T -teóricos y con cep tos T -n o-
teóricos. Uno de los motivos para establecer esta nueva distinción
es el aludido anteriormente, de presuposición de otro modelo efec­
tivo para determinar un con cepto T -teórico en un determinado
modelo, como el del sistema p — si— s2. Pero hay otras dificultades,
. n las que aquí no entraremos, que justifican la conveniencia de
esta distinción, fundamental en la concepción estructural.
A sí pues, la clase M no es determinable tan fácilm ente, en
virtud de que en MCP hay términos MCP-teóricos, cuya medición
en un determinado m odelo plantea dificultades. Así com o había­
mos caracterizado la ley fundamental de M CP (el item 7) de una
manera exclusivam ente conjuntista al distinguir entre M y A4,„
ahora tenemos que dar un paso más, distinguiendo entre los con ­
ceptos MCP-teóricos y los MCP-no-teóricos: y ello extensionalmen-
te, mediante clases de modelos.
El procedimiento de Sneed consistirá en eliminar del predica­
do conjuntista todos los términos teóricos de la teoría T, y para ello
define un tercer predicado conjuntista, que a su vez determinará
una tercera clase de m odelos, M pp:

z es una cinemática de partículas (CP) si y sólo si existen P, T) .1 tales


que:

1) z = < P, T, >.
2) P es un conjunto finito, no vacío.
3) T es un intervalo de números reales.
4) g es una función de P x T en R x R x R tal que para todo p E P y
para todo t E T existe D2.l(p, t).

En este nuevo predicado conjuntista, com o puede observarse,


han sido eliminados los dos términos M C P-teóricos, que eran la
m asa y la fuerza, m anteniéndose lo s tres restantes, M C P -n o -
teóricos. A la clase de los modelos que satisfacen el nuevo predica­
do 'z es una CP' la designa Sneed M p6, y la llam a clase de los
modelos potenciales parciales. Se obtiene c o n ello una tercera
componente estructual de la teoría MCP, que nos permite caracte-
162 Concepción estructural de las teorías científicas

rizar conjuntistamente los términos MCP-teóricos frente a los que


no lo son. Mediante este procedimiento, que ya nos ha permitido
distinguir tres clases de modelos en la estructura de MCP, Sneed
consigue discernir gracias a las clases M, A4„ y (extensionalmen-
te) lo que en la con cepción heredada se distinguía, bien o mal,
intensionalmente, por medio de los términos 'ley', 'teórico' y 'ob-
servacional'. La diferencia entre A4„ y , es de gran importancia,
co m o hizo ver el p rop io K uh n .'4 Y en ella estrib a u n a de las
primeras grandes aportaciones de Sneed al análisis y reconstruc­
ción formal de la estructura de las teorías científicas.
Con ello todavía no está resuelto totalmente el problema de los
térm inos teóricos (aunque en esta obra n os limitaremos a lo ya
esbozado de lo que se ha venido en llamar solución Ramsey-Sneed
a dicho problem a)," ni tam poco hem os term inado de dilucidar
todas las componentes estructurales de una teoría T.
Volvamos a MCP, al objeto de señalar otra dificultad, que va a
permitirnos distinguir una cuarta componente (C, de constraints),
con la cual, además, habremos terminado de caracterizar el núcleo
de una teoría.
Tal y com o ha subrayado Sneed posteriormente,'6 el n u evo
criterio de teoricidad no está definido para individuos, sino para
propiedades de individuos: la m asa de p, su posición, etc. Por lo
mismo, es admisible tanto desde posiciones realistas como conven-
cionalistas o instrumentalistas. La concepción estructural pretende
ser ontológicamente neutra, limitándose a caracterizar la estructu­
ra de las teorías científicas y analizar sus interr elación es de una
manera estrictamente formal, sin presupuestos ontológicos.
Puesto que ello tiene lugar por medio de clases de modelos,
hemos de considerar el caso, frecuentísimo en las teorías físicas, en1 6
5
4

14. T . S. kuhn , «T h eo ry -ch a n g e ...., p. 1 4 3 de la trad u cción c astellan a


(Teorem a, VII, 1977).
15. Sneed introduce h a sta tres correcciones en el enunciado de Ram sey
(véase 2.5) h asta proponer u n nuevo enunciado empírico central, que en el caso
general adopta la forma:

ItftE b A C (x , R , p )A ic A I A ¡ y / y e . t A i b iA y E z } c i d s i

Para u n a am plia explicación de las sucesivas correcciones al enunciado de


Ramsey, así como el significado de los signos del enunciado final, véase r i v a d u u a ,
Filosofía actual de la ciencia, VII, 1, y en particular p. 24 8 .
16. J. D. s n e e d , The Logical..., p. 38.
El p ro b lem a de los térm in os teóricos 163

que dos modelos distintos de una misma teoría tengan intersección


no vacía. En MCP, por ejemplo, la Tierra puede formar parte del
sistema Tierra-Luna, pero también del sistema solar. Ambos mode­
los, a los que p od em os llam ar M, y M2, son hasta el m om ento
totalmente independientes, aunque ambos satisfagan el predicado
~x es u n a MCP'; sin em bargo, físicam ente es claro que hay una
relación entre M, y M2, al ser la partícula T ierra' elem ento de
ambos y admitirse que la m asa de la Tierra ha de ser la misma en
M, y en M2; y no sólo la masa: también el movimiento de la Tierra
en M, está correlacionado con su movimiento en M2. Por otra parte,
estas relaciones entre los distintos m odelos que cuenten con un
elemento común son esenciales para la investigación científica: lo
habitual es calcular las fu n cion es teóricas (com o la m asa de la
Tierra) en u n o de d ich os m odelos (por ejem plo, M¡) y utilizar a
continuación dicho valor para calcular otros valores de la función
m en el m odelo M2. Hay que introducir restricciones a las asigna­
cion es de valores de las fu n cion es (m y f, en particular) en los
distintos modelos de MCP, que no son físicamente independientes,
y por tanto tam poco lo pueden ser en la reconstrucción formal.
Sneed propone para ello una nueva componente de las teorías,
las ligaduras (constraints), que formarán un conjunto C que ha de
ailaclirlé á 114; A4„ y para determinar el núcleo de u n a teoría.
DiChaS tdridiciones de ligadura no sólo afectan a la identidad de los
valdfel dé las fu n cion es para u n m ism o individuo en diferentes
múdelos, sino también a la extensionalidad de algunas de las fun-
cidhés teóricas: en el caso de MCP, si consideramos por ejemplo el
rtiddélo formado por una balanza en cuyos dos platillos se compa
rafi masas, es claro que, al añadir en uno de los platillos unidades
dé medida, las masas respectivas se suman. Esta propiedad exten -
siónal de la función-masa (y por supuesto de otras muchas magni­
tudes físicas) ha de ser introducida entre todos los modelos de MCP
com o condición de ligadura. La suposición de que un sistema de
partículas puede ser identificado con lá sum a de sus m asas y la
resultante de las fuerzas en el centro de gravedad del sistema es
otro ejemplo de la gran frecuencia con la que las ligaduras debidas
a la aditividad de las funciones teóricas de MCP intervienen decisi­
vamente en la investigación científica. Las constraints son funda­
mentales dentro de una teoría, y por tanto C ha de ser incluido en
la estructura formal básica de la misma. En la reconstrucción de la
term odinám ica llevada a cabo por M oulines las con dicion es de
164 C on cepción estru ctu ral de las teorías científicas

ligadura desem peñan incluso una función primordial, en mayor


medida que en la obra de Sneed de 1971.17
No ofrecem os aquí la definición formal de las ligaduras pro­
puesta por Sneed, dada la complejidad técnica de la cuestión. Baste
con esta presentación intuitiva, basada en el ejemplo de MCP, para
com probar que los términos teóricos conllevan u n nuevo proble­
m a en la reconstrucción m odelo-teórica de las teorías, que en la
concepción estructural se pretende resolver mediante las condicio­
nes de ligadura C.
En su Logical Structure o f Mathematical Physics de 1971 Sneed
incluía además una función, r, definida entre A4„ y M^, como quinta
com ponente del núcleo de una teoría. Posteriormente se ha visto
que su inclusión no resulta imprescindible, motivo por el cual nos
limitaremos a las cuatro ya señaladas, M, A4,„ A4„„ y C. Conviene
recalcar que todas ellas son entidades matemáticas y que su papel
estriba, por una parte, en caracterizar la ley fundamental de una
teoría, además de su predicado conjuntista y, por otra, en ofrecer
u n tratam iento con ju n tista a las fu n cion es T-teóricas, y T -no-
teóricas (y no ya conceptos teóricos y observacionales, como en la
concepción heredada) que pueden intervenir en una teoría T.
Sneed analizaba a continuación los problemas inducidos por la
existencia de leyes especiales, com o la tercera de Newton, o la de
Hooke, estrecham ente ligadas a MCP pero distinguibles de esta
teoría. En particular, dichas leyes especiales obligaban en algunos
casos a introducir nuevas ligaduras. La aparición posterior de la
noción de red teórica, como veremos en 6.6, ofrece un tratamiento
m ás sencillo de este problem a, motivo por el cual aplazarem os
aquí la consideración del mismo.

6.4. Estructura de las teorías científicas

El análisis sneediano de la mecánica clásica de partículas no sólo


permitía afrontar el problem a de los térm inos teóricos, sino que
adem ás ofrecía u n a definición precisa de la estructura de u n a

17- V é a s e C . U . MOULINES, Exploraciones m etacientíficas (Madrid, Alianza,


1982), apartado 2 .6 , y en particular pp. 148 y ss.
E structura de las teorías científicas 165

teoría, y en particular de su n ú cleo, com o h em os visto en el


apartado anterior. Sin embargo, hasta el m om ento sólo hem os
trabajado con modelos matemáticos, sin abordar la cuestión de las
afirmaciones empíricas ligadas a la teoría MCP: el empirical claim
en términos de Sneed. Para ello se va a definir una nueva com po­
nente de la estructura de las teorías, también en términos conjun-
tistas. Se trata de las aplicaciones propuestas (intended applica-
tions).
T oda teoría científica, en efecto, com ienza a desarrollarse a
partir del estudio de unos cuantos dominios empíricos, los cuales
suelen denominarse, por influencia de Kuhn, aplicaciones paradig­
máticas: en el caso de MCP el sistema solar, o la caída de los graves,
o la oscilación de los péndulos. El descubrim iento de que una
misma estructura matemática, o a lo sumo una especificación de la
m ism a, por m edio de leyes adicionales, puede ser aplicada al
estudio de fenómenos empíricos diversos constituye un paso im­
portante en la constitución de una teoría T. El desarrollo de este
_tipo de investigaciones, con las sucesivas ampliaciones o expansio­
nes del núcleo de T, va a ser el equivalente estructuralista de lo que
Kuhn llamó ciencia normal. La idea de Sneed consistió en añadir a
la estructura de una teoría una quinta (y última) componente, la
clase A de las aplicaciones propuestas, la cual nos va a permitir
caracterizar extensionalmente esta fase de la construcción de 7',
que tiene ya u n a relevancia empírica, pero que incluye también
aspectos pragmáticos y diacrónicos.
C ada u n o de los elem entos de A va a ser, para Sneed, un
m odelo parcial de T: no incluirá funciones teóricas, sino única­
mente descripciones no teóricas. No todas las aplicaciones pro­
puestas por los científicos tendrán éxito; pero los sistemas físicos
que van a ser investigados empíricamente han de satisfacer, como
mínimo, el predicado que caracterizaba a los modelos potenciales
parciales, A4PP¡ Esta tesis constituye una de las grandes especificida­
des de la concepción estructural, y suele expresarse en la forma
A c MTppi Con ello se impone una condición global a las aplicacio­
nes posibles de la teoría, manteniendo el carácter holista de toda la
reconstrucción sneediana.
Dentro de la clase de las aplicaciones propuestas, A, puede
además distinguirse una subclase, A0, de aplicaciones paradigmáti­
cas.18 Son aquéllas a partir de las cuales, genéticamente, se consti­
tuyó históricamente la teoría T; y asimismo pueden corresponder a
166 C oncepción estru ctu ral de las teorías científicas

los ejem plos y problem as principales que pueden ser resueltos


mediante T, y que por lo tanto son utilizados desde el punto de vista
de la enseñanza como introducción a T. No cabe dar reglas genera­
les para distinguir A,: com o señala M oulines,'9 hay u n aspecto
pragmático en A, que depende de cada teoría concreta, así como de
su desarrollo y emergencia en la historia de la ciencia. Por eso la
concepción estructural define dichas aplicaciones desde un punto
de vista exclusivamente extensional, como una clase que en cual­
quier caso ha de estar contenida en Lo importante es que tanto
A como A0 forman parte de la estructura de la teoría. Por oposición
al modo de proceder de Adams, para quien dos teorías eran una y
la misma si coincidían en la superestructura matemática definida
por el predicado conjuntista ’x es u n T'," para Sneed dos teorías
matemáticamente equivalentes pueden diferir por sus aplicaciones
propuestas y paradigmáticas: y dicha diferencia es estructural, no
exterior a dichas teorías.1
012Una misma estructura matemática pue­
2
9
1
8
de aplicarse a dom inios empíricos m uy distintos, lo cual traerá
como consecuencia que, al menos desde el punto de vista heurís­
tico, las teorías no sean equivalentes. Como puede observarse, la
concepción estructural retoma así las tesis de Lakatos relativas a
la potencia heurística de las teorías."
Las aplicaciones paradigmáticas, por otra parte, están intrínse­
cam ente unidas a la teoría T, en cuya constitución surgieron.
Mientras la teoría siga siendo considerada válida sus aplicaciones
paradigmáticas también lo serán. En cambio, otras especificacio­
nes de T podrán quedar invalidadas, sin que ello afecte al núcleo de
la teoría.
La con ce p ción estructural, en esta fase en que la obra de
Sneed de 1971 era el referente principal, mantiene así una idea
sobre las teorías que, metafóricamente, ha sido descrita por Mouli-

18. Dentro de la concepción estructural hay dos tendencias, u n a de las


cuales define el núcleo sin distinguir en él las aplicaciones paradigmáticas (única­
m en te la s in ten cion ales o p ro p u estas), y otra qu e sí su b ra y a el p ap el de esta s
últimas. The Logical Structure o f Mathematical Physics y Exploraciones metacientifi-
cas son dos obras representativas al respecto.
19. C. U. m o u l i n e s , Exploraciones metacientíficas, p. 85.
20. E. W . a d a m s , «The Foundations o f Rigid Body M echanics...», en h e .n k i n -
s u p p e s -t a r s k i (eds.), The A xiom atic M ethod (North H olland , A m ste rd a m , 1 9 5 9 ),

pp. 2 5 0 -2 6 5 .
21. J. D. s n e e d , The Logical..., pp. 119 y ss.
22. Véase cap. 5, 5.4.
E structura de las teorías científicas 167

nes en los términos siguientes, que comparan una teoría T a un


pulpo:
la c a b e z a d e l p u l p o s e r í a el n ú c le o ; el fo n d o d e l m a r , d e l q u e el
p u lp o o b tie n e s u a lim e n to , s e r ía el c a m p o d e a p lic a c io n e s y lo s t e n t á c u lo s
r e p r e s e n ta r ía n la s le y e s e s p e c ia le s . P a ra el p u lp o (la teoría) s ó lo e s v ita l e
im p r e s c i n d i b l e s u c a b e z a (e l n ú c le o ) y u n a c i e r t a p o r c i ó n s e g u r a d e l
a m b i e n t e e n q u e v iv e (la s a p l i c a c i o n e s p a r a d i g m á t i c a s ) . E n c a m b i o , a l
p u l p o s e le p u e d e n c o r t a r a l g u n o s t e n t á c u l o s (le y e s e s p e c ia le s ) s i n q u e
d e je d e e x istir c o m o p u lp o (c o m o teo ría ). I n c lu s o a v e c e s p u e d e r e g e n e r a r
n u e v o s t e n t á c u lo s (c o n s tr u ir n u e v a s le y e s especiales)."

En términos más precisos: el análisis de MCP permite distin­


guir M, A4,„ A4,„„ C y A, y dentro de A la subclase A0- A4„ es la matriz
de la teoría, la clase de todos sus modelos posibles. Sus elementos
son entidades matemáticas que pueden satisfacer en principio el
predicado 'x es MCP1. Dicha clase ha de ser luego restringida a^«=
por medio de la eliminación de los términos teóricos, obteniéndose
junto con M y con C el núcleo K de la mecánica clásica de partícu­
las. Para completar el análisis de la estructura de la teoría, hay que
añadir, por último, las aplicaciones propuestas, es decir, aquellos
ámbitos empíricos de los que efectivamente se ha comprobado que
satisfacen el predicado conjuntista. La propuesta de u n a nueva
aplicación supone una modificación en la estructura de la teoría,
pero no en su núcleo. Con lo cual la reconstrucción sneediana está
en condiciones de asumir todas las estratagemas convencionalis-
tas, emisión de hipótesis auxiliares, etc., que atañen a las aplicacio­
nes propuestas (o al cinturón protector, en terminología de Laica­
tos), pero no al núcleo de la teoría.
A la vista de la generalidad y flexibilidad de esta caracteriza­
ción de la estructura de MCP, Sneed va a ampliar su propuesta a
todas las teorías de la Física Matemática, y posteriormente la con­
cepción estructural seguirá ese programa aplicándolo a otras disci­
plinas científicas." Surge así la primera definición de la estructura
de las teorías, según la cual una teoría T caracterizada extensional-
m ente p or el predicado con ju n tista «es u n a T», con sta de d os
componentes principales, el núcleo K (Sneed todavía lo denomina
H) y el conjunto de aplicaciones propuestas A, de las cuales, forman
parte las aplicaciones paradigmáticas A0:2 4
3

23. C. U. m o u l i n e s , Exploraciones metacientíficas, p. 86 .


24 . V éa se , m á s a d e la n te , 6 .8 .
168 C on cepción estru ctu ral de las teorías científicas E stru ctu ra de las teorías científicas 169

x es una teoría d e la Física M atem ática si y sólo si existen K y A tales teoría de la física matemática ».262
7La cuestión tenía relevancia por­
que: que Kuhn había caracterizado su noción de ciencia normal por la
p osesión por parte de tod os los m iem bros de u n a com u n id ad
1) x = < K , A > científica de la m ism a teoría o paradigm a. Pero el con cepto de
2) K = < M e M av r, M , C > es un núcleo de una teoría de la física m a­
«tener una teoría» era todavía intuitivo. La aportación de Sneed
tem ática;
3) A es un conjunto tal que A está contenido en ^ ^ constituye la prim era tentativa de definirlo en térm inos lógico-
formales, recurriendo com o siem pre a la técn ica del predicado
Añadamos las condiciones siguientes: conjuntista. Tentativamente, Sneed propone la siguiente defini­
ción:
4) Si y e A, en ton ces y es un sistem a físico;
5) Si J es exclu sivam en te el conjunto de todos los dom inios de m iem ­ Si p es u n a p e r s o n a y < K ,I > es u n a teo ría de la F ísica M atem ática,
b ros d e A, e y , z e A, en ton ces y está relacion ad o con z; 2 entonces p tie n e < K ,I > e n el tie m p o t s i y só lo si :
6) S i y , z e A, en ton ces y es el m ism o tipo de sistem a físico que z- 5
1) H ay una expan sión de K , tal que p cree en el m om en to t que 1 e
Con ello tenem os ya todas las condiciongs necesarias y sufi­ Ne
2) S i e s u n a e x p a n s ió n d e K tal que, p a ra tod as ex p a n sio n es de K
cientes para que una entidad < K, A > sea considerada ciomq una tales que p cree en t que / E N e N i c N y p cree en t que I E Nt í, enton­
teoría de la física matemática. ces:
Resulta así que una teoría es una estructura matemática abs­ a) p tien e evid en cia o b serva cion a l en t de que / e Nk;
tracta junto con el conjunto de sus aplicaciones empíricas. Con ello b) p cre e en t que existe u n t tal qu e / E Nz y M S N o . ”
Sneed ha logrado recoger en su formalización lo que en la concep­ E l propio Sneed aclara a con tin u ación el sentido de dicha
ción heredada correspondía al ámbito sintáctico y semántico de definición. La prim era exigencia requiere que u n a persona que
una teoría. te n g a u n a te o r ía c r e a a l menos en una de las aserciones asociadas a
La reconstrucción formal de las teorías propuestas por Sneed dicha teoría. La segunda caracteriza la aserción m ás fuerte de la
tam bién permite incluir en la estructura de las teorías aspectos teoría que la persona p cree en un instante dado, exigiendo que
pragmáticos de las mismas, lo cual constituye una novedad impor­ para que ello suceda tiene que haber alguna evidencia observacio-
tante con respecto a todos los análisis axiomáticos y formales que nal para dich a aserción, con el fin de que la creencia de p sea
hasta aquí se habían hecho. El último capítulo de la obra de Sneed, racional y conforme al empirismo.
de gran interés, está d ed ica d o a este tipo de problem as, y en Independientemente del mayor o menor acierto de esta defini­
general a la dinámica de las teorías, por oposición a la concepción ción, la tentativa de Sneed tiene gran interés para el desarrollo de
heredada, cuyos análisis estáticos y exclusivamente sincrónicos la filosofía de la ciencia, en la m edida en que ésta com ienza a
habían sido criticados ya por m u ch os autores, entre los cuales ocu parse, con u n considerable grado de form alización y en el
Kuhn es el que obtuvo mayor repercusión. Al final de The Logical marco de la concepción estructural, de las actitudes epistémicas y
Structure o f Mathematical Physics, por consiguiente, Sneed va a preposicionales como cuestiones epistemológicamente relevantes.
confrontar sus ideas con las de Kuhn, abriendo con ello un nuevo Asimismo, avanzado este octavo capítulo, Sneed afronta la
capítulo para la concepción estructural y en general para la filoso­ cuestión del cambio científico y de la manera en que puede produ­
fía de la ciencia en el siglo xx. cirse, tanto para las personas como objetivamente en la historia de
Sneed com ienza este capítulo diciendo que «consideraremos la ciencia, el abandono de una teoría por otra, o la reducción de
con algún detalle la cuestión de qué es para una persona tener una
26. J. D. SNEED, T h e L o g ica l..., p. 249.
25. J. D. SNEED, T h e L o g ica l..., pp. 160 y 183. 27. J. D. SNEED, T h e L og ica l..., p. 266.
170 C oncepción estru ctu ral de las teorías científicas

un a teoría a otra. Pero éstos son temas de los que n os vam os a


ocupar a continuación, con lo cual conviene concluir este aparta­
do con una breve descripción del marco conceptual en el que debe
ser utilizada la formalización de las teorías científicas propuestas
por Sneed.
La tesis principal es que, al menos en las teorías más desarro­
lladas, siempre hay una cierta estructura matemática asociada a
una teoría T: llamemos S a dicha estructura. Puesto que tratamos
de teorías con contenido empírico, hay una serie de sistemas (físi­
co s, en la o b ra de Sneed) que son m od elos de la teoría, en el
sentido de que satisfacen el predicado conjuntista definido por la
estructura matemática S. Esto permite una caracterización exten-
sional de la teoría 7', la cu a l q u ed a definida p or su s m odelos
efectivos, M, pero también por sus modelos parciales, potenciales,
condiciones de ligadura, etc. Habría la posibilidad, asimismo, de
proponer una definición intensional de las teorías científicas par­
tiendo de las propuestas de Sneed, como ha indicado Mosterín:

L a e s t r u c t u r a a s o c ia d a c o n u n a te o r ía p u e d e c o n s id e r a r s e (in te n c io ­
n a lm e n te ) c o m o lo q u e d e c o m ú n t ie n e n t o d o s lo s m o d e lo s d e e s a te o ría ,
l o s r a s g o s o p r o p i e d a d e s c o m u n e s a t o d o s e l lo s o (e x t e n s i o n a l m e n t e )
c o m o la c la s e d e t o d o s lo s m o d e lo s d e l a t e o r ía ."

En la estructura de la teoría hay dos componentes principales:


el núcleo y las aplicaciones propuestas. Sólo las especificaciones
ulteriores del núcleo pueden ser falsadas, pero no el núcleo mis­
mo. Para sustituir una teoría por otra tiene que haberse constituido
otro núcleo teórico, con algunas aplicaciones propuestas, que lue­
go irán aum entando en número e importancia. En este sentido,
como veremos en el parágrafo siguiente, la concepción sneediana
va a ser capaz de integrar los aspectos dinámicos, e incluso algunos
pragmáticos, de las teorías científicas en su evolución histórica.

p. 1 5 1 . 2 8 . J. m o s t e r ín , Conceptos y teorías de la ciencia (M a d rid , A lian za, 19 84),


K u hn y la concepción estructural 171

6.5. Kuhn y la concepción estructural

Hemos visto en el apartado anterior que Sneed alude en la última


parte de su libro de 1971 a algunas de las tesis de Kuhn, mostrando
q u e en el nuevo marco modelo-teórico adquieren un sentido preci­
so. Wolfgang Stegmüller dedicó en 1973 u n amplio estudio a la
obra de Kuhn, poniéndola en relación con la contribución sneedia-
na." Su tesis consiste en que la obra de Sneed proporciona una
base conceptual que permite formular los aspectos lógicos de las
tesis de Kuhn, y no sólo los referentes a la historia de la ciencia. En
concreto, las nociones kuhnianas de inmunidad de un paradigma o
u n a teoría a la falsación, de que u n a persona disponga de una
teoría, y el no abandono de un paradigma por el hecho de que se
hayan realizado «experiencias refutadoras», son perfectamente in­
teligibles, e incluso algunas de ellas m uy naturales, en el marco
sneediano.3° Stegmüller llega incluso a afirmar en esta obra, punto
que matizó luego ,2 31 que:
0
3
9

s e g u r a m e n t e el m a y o r m é r ito d e l m é t o d o d e S n e e d c o n s i s t e e n p e r m itir
u n a c o m p r e n s ió n m e jo r d e la n o c ió n d e c ie n c ia e n T . S . K u h n .323

Otro tanto cabría decir del caso de Lakatos, según el propio Steg­
müller:

Su c o n c e p t o d e Programa d e in vestigación n o e s t á e n c o n t r a d ic c ió n
c o n la s id e a s d e K u h n . P or el c o n tr a r io , s e g ú n s e in te rp re te e s e c o n c e p to ,
c o in c id e o b ie n c o n el c o n c e p t o d e c ie n c ia n o r m a l e n el s e n t id o d e K u h n ,
o b ie n c o n u n c a s o e s p e c ia l d e l m i s m o (p r o g re s o d e la c ie n c ia n o r m a l s in
r e tr o c e s o s ). E l co n cep to d e fa lsa c ió n d el fa lsa cio rd sm o refin ado d e L a k a ­
t o s , e n c a m b io , c o n s t it u y e e n fo r m a p r e c is a u n m é t o d o p a r a e lim in a r la
fis u r a a r r a c io n a l, p e ro e s to s e d e b e a q u e , a p e s a r d e l c o n fu n d e n t e m a r c o
c o n c e p t u a l e n el q u e a p a r e c e in c lu id o e n L a k a t o s , e s e c o n c e p t o e q u iv a le
« e n lo e s e n c ia l» a l c o n c e p to d e red u cción d e te o r ía s ."

29. V é a s e W . s t e g m ü l l e r , E stru ctu ra y din á m ica d e la s teoría s, t r a d u c c ió n


d e C. U. M o u lin e s (B a r c e lo n a , A riel, 1 9 8 3 ), c a p . IX.
30. W. STEGMÜLLER, E stru ctu ra y d in á m ica d e la s teoría s, p. 24.
31. V é a s e W . s t e g m ü l l e r , L a co n c e p c ió n e stru c tu ra lista d e la s teo ría s, in­
t r o d u c c ió n .
32. W . s t e g m ü l l e r , E stru ctu ra y d in á m ica d e la s teoría s, p. 41.
33. W . s t e g m ü l l e r , E stru ctu ra y d in á m ica d e la s teoría s, p. 45.
172 C oncepción estru ctu ral de las teorías científicas

A la vista de esta situación, en 1975 se celebró un Simposio


sobre Filosofía de la Ciencia en London (Ontario, Canadá), al cual
asistieron Kuhn, Sneed y Stegmüller, al objeto de clarificar sus
respectivas posturas y sus posibles interrelaciones. Las tres contri­
buciones fueron publicadas al año siguiente en la revista Erkennt-
nis, constituyendo, en particular el artículo de Kuhn, otro impor­
tante referente en la evolución de la filosofía de la ciencia en el
siglo xx.
Las posturas de Kuhn, en general, son netamente elogiosas
ante la obra de Sneed, aun sin entrar en el detalle técnico de las
mismas. Kuhn afirma desde el principio que «lo que me ha intere­
sado del formalismo de Sneed son los temas cuyo análisis preciso
hace posible, no el aparato técnico concreto que se desarrolla para
tal propósito»." Dicho de otra manera: independientemente de que
ese form alismo pueda ser m ejorado, o corregido, o que llegue a
proponerse otro tipo de técnica de análisis lógico de las teorías
muy diferente a la de Sneed, Kuhn considera que siempre estará
planteado el desafío de lograr resultados parecidos a la hora de
hacer formalmente inteligibles numerosas cuestiones básicas en la
ciencia que la concepción heredada no podía ni siquiera abordar
adecuadamente:

L o q u e m e h a lla m a d o d e s d e el p rin cip io la a te n c ió n e n el fo r m a lis m o


d e S n e e d e s q u e in c lu s o s u fo r m a e s tr u c tu r a l e le m e n ta l e s c a p a z d e c a p ta r
ca r a cte r ís tic a s sig n ifica tiv a s d e la teo ría y la p rá c tic a cien tíficas q u e brillan
n o t a b le m e n t e p o r s u a u s e n c ia e n lo s fo r m a lis m o s a n te r io r e s q u e m e s o n
c o n o c i d o s .3
35
4

Por pon er dos ca sos sencillos com o ejemplo: según Kuhn,


físico de form ación, la distinción entre la clase de los m odelos
potenciales parciales y la clase de los m odelos parciales es m uy
pertinente como ilustración de algunas fases de la enseñanza de la
física: hacer la transición de a n es lo que se intenta por medio
de los laboratorios y de los problemas que aparecen al final de los
capítulos de los libros. Hay estudiantes que a partir de las ecuacio­
nes y estructuras matemáticas pueden muy bien resolver proble-

34. T . S. K U H N , «El ca m b io de teoría co m o ca m b io de e str u ctu r a s, en


Teorema, VII:2 (1 97 7), pp. 1 4 1 -1 6 5 , traducido de Erkenntnis, 10 (1 97 6), pp. 1 7 9 -
199.
35. T. S. KUHN, E l cambio..., p. 143.
Kuhn y Ia con cepción estru ctu ral 173

mas físicos, pero en cambio no son capaces de enunciar ecuacio­


nes para los problemas que se les presentan en los laboratorios o
que han formulado por medio de palabras. Y además:

E n s e g u n d o lu g a r, y c a s i c o m o corolario d e lo a n terio r, la im a g in a c ió n
crea d o ra q u e s e n e c e s ita p a r a h a lla r u n e le m e n to d e M p q u e c o r r e sp o n d a a
u n e le m e n to d e « „ p o co típ ico (por e je m p lo , u n a m e m b r a n a o u n a c u e r d a
en v ib ra ció n , a n te s d e q u e a m b a s c o s a s c o n stitu y e r a n a p lic a c io n e s n o r m a ­
le s d e la m e c á n ic a n e w to n ia n a ) e s u n o d e lo s crite rio s p o r lo s q u e a v e c e s
s e p u e d e d is tin g u ir a lo s g r a n d e s cie n tífic o s d e lo s c ie n tífic o s m e d io c r e s .36

Así pues, ya en este primer punto concreto, a Kuhn le parece


que las distinciones propuestas por Sneed en el núcleo mismo de la
teoría son pertinentes desde el punto de vista de la física, y no úni­
camente artificios lógicos para solucionar un problema concreto.
Pero el in terés m ayor p or parte de K u h n se refiere a las
condiciones de ligadura:

L a id e a d e lig a d u r a , ju n t o c o n la id e a r e la c io n a d a d e a p lic a c ió n ,
c o n s titu y e lo q u e creo e s la in n o v a c ió n c o n c e p t u a l c e n tr a l d e l fo r m a lis m o
d e S n e e d ; d e e lla s e s ig u e o tr a e s p e c ia lm e n te n o ta b le . P a ra él, c o m o p a r a
m í, la e s p e c ific a c ió n a d e c u a d a d e u n a te o ría d e b e in c lu ir la e sp e c ific a c ió n
d e a lg ú n c o n ju n t o d e a p lic a c io n e s p a r a d ig m á t ic a s ."

Las divergencias de Kuhn con respecto a las propuestas snee-


dianas tienen que ver con esta valoración positiva del concepto
constrain t o ligadura, por seguir la traducción preconizada por
Moulines. A su entender, debería de atribuírseles una posición
todavía más fundamental de la que ya tienen dentro de la recons­
trucción estructural de las teorías científicas:

¿N o s e p o d ría n in tro d u cir la s a p lic a c io n e s y la s c o n d ic io n e s de lig a d u ­


r a c o m o n o c io n e s p r im itiv a s , d e ja n d o q u e la in v e s tig a c ió n u lte r io r re v e la ­
r a la m e d id a e n q u e d e e lla s s e s e g u ir ía n c r ite r io s p a r a l a id e n t id a d d e
te o r ía s y p a r a la d is t in c ió n t e ó r i c o /n o t e ó r ic o ? "

Para Kuhn, por consiguiente, la propia teoreticidad de los


conceptos científicos debería de estudiarse, en primer lugar, relati-3
8
7
6

36. T. S. KUHN, El cambio..., p. 144.


37. T. S. K uttx, El cambio..., p. 145.
38. T. S. KUHN, El cambio..., p. 150.
174 Concepción estructural de las teorías científicas

vamente a una aplicación dada, y, en segundo lugar, debería de


determ inarse en fu n ción de la n ecesidad (o no) de introducir
condiciones de ligadura a la par que dicho concepto. Una función o
concepto puede ser teórica para la mayoría de las aplicaciones de
la teoría, pero ello no equivale a afirmar que lo sea para todas:

U n a f u n c ió n o u n c o n c e p t o d e t e r m in a d o p o d r ía e n t o n c e s s e r t e ó r ic o
e n a lg u n a s a p lic a c io n e s d e la te o r ía y n o te ó r ic o en o tr a s , r e s u lta d o q u e n o
m e p a r e c e p u e d a o r ig in a r e x c e s iv o s p r o b le m a s . L o q u e e s e r e s u lta d o
p u e d e p a r e c e r q u e e s tá a m e n a z a n d o y a s e a b a n d o n ó d e h e c h o h a c e tie m p o
a l r e n u n c ia r a la e s p e r a n z a d e u n le n g u a je d e o b s e r v a c ió n n e u t r o ."

Ésta sería la divergencia principal, así como el hecho de que


en la obra de Sneed, aunque las revoluciones científicas pueden
resultar inteligibles, y en un sentido bastante parecido al de Kuhn,
no se concede la atención debida a este problema que, sin embar­
go, Kuhn sigue considerando importantísimo para la filosofia de la
ciencia. Sí se recon oce, en cam bio, com o u n o de los grandes
méritos del formalismo sneediano, el que la dinámica y la evolu­
ción histórica de las teorías pueda ser asumida por el mismo, a
diferencia de otras concepciones epistemológicas, netamente ahis-
tóricas. En particular la distinción entre núcleo y núcleo estructu­
ral ampliado (o núcleo expandido), debida básicamente a Stegmü-
11er, le parece particularmente útil para algunas teorías científicas,
como la propia mecánica de partículas, en varias de cuyas aplica­
ciones es imprescindible añadir la ley de la elasticidad de Hooke al
núcleo de MCP para lograr un adecuado análisis de dichas aplica­
ciones.
En resum en, y com o ha podido verse al hilo del artículo de
Kuhn, las coincidencias entre m uchas de sus tesis básicas y las
de la concepción estructural son grandes, y esto ya en esta primera
fase de desarrollo de dicha concepción, sobre la base del impulso
de Sneed y las contribuciones de Stegmüller. Ello ha llevado a que,
en algunos sectores, la concepción estructural haya sido considera­
da incluso como una continuación y un perfeccionamiento de las
sugerencias de Kuhn, que fueron muy revulsivas en su momento
pero que carecían del rigor teórico suficiente como para aglutinar
en su torno una escuela de investigadores que pudiera tomar el
relevo de la concepción heredada en la filosofía de la ciencia del3 9

3 9 . T . S. kuhn, E l cam bio..., p. 152.


Redes teóricas y elementos teóricos 175

presente siglo. El propio Stegmüller, con su ob ra de 1973, ha


contribuido bastante a ello.
Sin embargo, y como veremos a continuación, el estructuralis-
mo se ha desarrollado siguiendo vías que de ninguna manera están
preludiadas en las obras de Kuhn. Sucede un poco lo mismo que
con el caso de Lakatos, algunas de cuyas ideas centrales, efectiva­
mente, pueden ser reinterpretadas en términos de la concepción
estructural. Pero de ahí a considerar a ésta com o u n a continua­
ción, en el sentido acumulativo del término, de las propuestas de
Lakatos, media un abismo.
La co n clu sió n principal, en tanto n o lleguem os todavía al
tratamiento que la concepción estructural propone para analizar y
reconstruir los procesos de cambio científico, lo cual tendrá lugar
mediante el concepto de reducción,40consistiría en admitir que hay
muchos puntos de coincidencia entre las propuestas de Kuhn y las
de Sneed, si bien los orígenes de sus respectivas tesis, así como la
evolución ulterior de sus investigaciones y de las de sus discípulos
son muy diferentes, aun manteniendo como puntos de acuerdo el
reconocimiento de la importancia de la historia de la ciencia para
la epistemología, así como la relevancia de los aspectos pragmáti­
cos de las teorías científicas, ligados a sus comunidades científicas
correspondientes.

6.6. Redes teóricas y elementos teóricos

La em ergen cia de u n a teoría n o sólo se caracteriza p or el par


< K , A. >, ni m ucho m enos su desarrollo histórico ulterior. MCP,
por ejemplo, da lugar a MCNP (m ecánica clásica newtoniana de
partículas), en la cual se incluye también el principio de acción y
reacción. Y otro tanto cabe decir de los cuerpos no rígidos. Surgen
pues leyes especiales, comunes a una serie de aplicaciones, pero no
a otras. No pueden ser integradas en la estructura de MCP, pero sí
mantienen con ella una relación interteórica importante que, entre
otras cosa s, dio lugar a u n a de las m od ifica cion es que S need

4 0 . V éase, m á s adelan te, 6 .7 .


176 Concepción estructural de las teorías científicas

introdujo en el enunciado de Ram sey. Son las especializaciones


de MCP.
El propio Sneed, pero sobre todo Stegmüller ,414 2propusieron
ampliar el núcleo estructural de la teoría para recoger estas leyes
especiales. Si, en el caso de la m ecá n ica clásica de partículas,
queremos considerar además la tercera ley de N ewton (principio
de acción y reacción), o la ley de la elasticidad de Hooke, hemos de
añadir un ítem especial que amplíe las siete exigencias que hasta
ahora han definido el predicado «es una M C P ». Por supuesto, la
introducción de estas expansiones llevaba consigo la aplicación de
las mismas técnicas de análisis formal en relación al núcleo am­
pliado, y en concreto daba lugar a la molesta aparición de condicio­
nes de ligaduras especiales: no resultaba nada fácil analizar por
separado las leyes y las ligaduras especiales.
Pese a que esta propuesta de los núcleos expandidos le había
parecido muy promkedora a Kuhn, en 1977 Sneed y Balzer van a
proponer una nueva noción, la de red teórica, que va a revelarse
mucho más flexible y fértil» Puede incluso afirmarse que la intro­
ducción de las redes y de los elementos teóricos supone el comien­
zo de una segunda etapa en la concepción estructural; y no porque
la dicotom ía núcleo/aplicaciones propuestas sea modificada, sino
p orqu e las relacion es interteóricas van a encontrar p o r fin un
marco formal para su adecuado tratamiento. Asimismo, determina­
dos aspectos de la historia de la ciencia, com o lo que intuitivamen­
te puede considerarse la evolución de una teoría, van a poder ser
reconstruidos por m edio de un instrumental conjuntista relativa­
mente simple.
La metáfora popperiana anteriormente m encionada (las teo­
rías son redes con las cuales tratamos de apresar el m undo) va a
encontrar así una caracterización precisa, básicamente diacrónica.
U na red teórica va a estar form ada p o r un tejid o de elementos
teóricos, que, a partir de la emergencia de la teoría (o más bien del
primer elemento teórico de la red), va a desplegarse en la historia,
dando lugar a una estructura que, sin la componente falsacionista
para el paso del elem ento antecedente al siguiente, retomará en

41. Véase W. STEGMÜLLER, E s tru ctu ra y dinám ica de las teorías , p. 149.
42. W . B A L Z E R y J. D . S N E E D , « G e n e r a liz e d N e t Structures o f E m p ir ic a l
T h e o r ie s » , I y II, e n Studia Lógica, X X X V L 3 (1 9 7 7 ), pp. 1 9 5 -2 1 1 , y X X X V I I (1 9 7 8 ),
pp. 167-194.
Redes teóricas y elementos teóricos 177

cierta medida la noción de Lakatos de un programa de investiga­


ción. El progreso de la ciencia tendrá lugar mediante la construc­
ción de dichas redes teóricas, algunas de las cuales pueden exten­
derse en el tiempo durante más de un siglo.
D esde el punto de vista del análisis formal, cada uno de los
elementos teóricos de la red va a tener, com o mínimo, las com po­
nentes que Sneed asignaba en 1971 a la mecánica clásica de partí­
culas, y en general a toda teoría: el núcleo K y las aplicaciones
propuestas A. En concreto, cada elemento teórico expresará alguna
ley fundamental, aunque dichas leyes estén en dependencia las
unas de las otras, surgiendo por especialización de la ley inicial.
Así, MCP será un elemento teórico que dará lugar al nuevo elemen­
to D N P (dinám ica newtoniana de partículas), y éste a su v ez a
D A R G (dinámica de acción y reacción generalizada), especifica­
ción del cual será D ARE (dinámica de acción y reacción específi­
ca); y así podríamos seguir, retomando tanto la estructura diacróni-
ca del desarrollo h istórico de esta ram a de la F ísica c o m o el
aspecto sincrónico, conforme al cual puede ser expuesta hoy en día
en un libro estándar de texto. Resulta así más fácil reconstruir
algunos de los aspectos pragmáticos de las teorías científicas. Tal
ha sido la opción adoptada por Moulines en el capítulo 2, apartado
4 de sus Exploraciones metacientificas,43que aquí tomaremos como
base para definir los elementos y las redes teóricas. El conjunto de
aplicaciones propuestas de una teoría, al que Sneed denominaba 1
y Moulines A, conlleva en efecto un aspecto pragmático que no
debe ser soslayado. En la caracterización sneediana ese aspecto era
reconocido, pero no com o componente estructural..Moulines pre­
tende eliminar ese residuo «p la tó n ico » de la form alización de
Sneed:
No podemos suponer que A está «dado» de una vez por todas como lo
está el núcleo. La concepción sneediana del dominio de aplicaciones tiene
indeseables, e innecesarias, connotaciones platónicas: A sería una entidad
existente de manera absoluta, con independencia de la determinación
pragmática de sus límites. En cambio, parece más realista tomar A como
una identidad genidéntica (y en este sentido más parecida a una sociedad
que a un sistema formal). El concepto de aplicación propuesta es, si se lo
toma en serio, relativo a seres humanos y tiempos históricos. Las aplicacio­
nes propuestas las propone alguien (la comunidad científica o algún sub­
grupo dentro de ella) en un momento dado. En consecuencia, considero
que, en una reconstmcción más adecuada del dominio de aplicaciones

43. C. U. MOULINES, E x p lo ra c io n e s m etacien tifica s, pp. 108-116.


178 C oncepción estructural de las teorías científicas

(p r o p u e s ta s ), é s te d e b e ir in d is o lu b le m e n t e lig a d o a d o s tip o s d e e n tid a d e s


q u e n o a p a r e c e n en el a p a ra to s n e e d ia n o orig in a l: c o m u n id a d e s cie n tífica s
(a b r e v ia d a m e n te C C ¡) e in t e r v a lo s h i s t ó r i c o s ( d e s ig n a d o s p o r h .). E n la
n o c i ó n d e e le m e n t o t e ó r ic o a q u í p r o p u e s t a in te r v ie n e n , p o r ta n to , adem án,
d e u n n ú c le o K y u n d o m in io ^ d e a p lic a c io n e s , u n a c o m u n id a d c ie n tífic a
C C y u n in te r v a lo h is t ó r ic o h.

Esta adición de dos nuevas componentes estructurales tiene


ventajas e inconvenientes, como el propio Moulines señala. Incluir
los intervalos históricos en que los elementos teóricos fueron des­
cubiertos, investigados e interr elación ados con otros elementos
teóricos, permite estrechar las relaciones entre la filosofía de la
ciencia y la historia de la ciencia, objetivando las teorías com o
constructos vigentes durante un determinado intervalo. Por otra
parte, incorporar las comunidades científicas a la estructura de la
teoría, aparte de ir en el sentido de los Segundos pensamientos de
Kuhn y de los intentos de Sneed y Stegmüller por reconstruir
estructuralmente los aspectos pragmáticos de las teorías científi­
cas, permite a su vez interrelacionar la filosofía de la ciencia con la
sociología de la cibncia, subrayando el hecho de que las teorías son
productos sociales, con com ponentes económ icas, tecnológicas,
institucionales y, por supuesto, militares, com o verem os en el
último capítulo. En lugar de restringirse al tercer mundo popperia-
no, las teorías científicas también se interrelacionan con otro tipo
de actividades humanas, y pueden influir, y ser influidas por éstas.
Pero a su vez hay inconvenientes derivados de esta inclusión de CC,
y h en los elem entos teóricos. El principal: que ni la noción de
intervalo histórico ni la de comunidad científica han salido todavía
del nivel intuitivo y preteórico, por lo cual, como señala Moulines,
son conceptos «borrosos».
Respecto al primero propone una consideración cualitativa,
sin llegar a identificar dichos intervalos históricos con intervalos
de números reales, sino permaneciendo en la escala ordinal clásica
en los estudios de historia de la ciencia, es decir, en intervalos
entre fechas. Y en cuanto a la n oción de com unidad científica,
podría ser caracterizada de la manera siguiente:
1) Es un grupo de personas; el grupo com o tal normalmente
dura m ás de una generación (una com unidad científica es una
entidad genidéntica).

44. C. U. MOULINES, E x p lora cion e s m etacien tífica s, p. 112.


Redes teóricas y elem entos teóricos 179

2) Los m iem b ros del g ru p o se co m u n ica n entre sí en u n


«lenguaje científico» específico.
3) Todos ellos participan de técnicas de medición específicas y
de procedimientos observacionales y de cálculo para contrastar sus
hipótesis."

Esta caracterización presenta, sin duda, insuficiencias, y el


propio Moulines recon oce que no hay criterios de dem arcación
claros para las comunidades científicas, es decir, que son objetos
borrosos. Pero independientemente de estos defectos, las ventajas
antes reseñadas, más otras que se podrían argüir, apoyan esa modi­
ficación del esquema sneediano.
De acuerdo con ello, un elemento teórico queda definido de la
manera siguiente:
T es un elemento teórico si y sólo si existen K, A, CC y h, tales
que:
1) T = < K , A , C C , h > ;
2) K es un núcleo;
3) A c P
4) CC es una comunidad científica;
5)' h es un intervalo histórico; 46
6) CC se propone aplicar K a A durante h.

En las tres primeras condiciones se sintetizan las exigencias


propuestas por Sneed para las teorías físicas, pero sin entrar en
consideraciones ontológicas, com o hacía Sneed al exigir que las
teorías versasen sobre sistemas físicos. Únicamente la tercera mo­
difica y m ejora la term inología sneediana. En cam bio las tres
últimas condiciones son novedades, que como hemos visto tratan
de dar mayor amplitud a las posibilidades de análisis basados en la
concepción estructural.
Un elemento teórico puede asociarse perfectamente a lo que
en la terminología tradicional se ha venido llamando ley científica.4
6
5

45. C. U. MOULINES, E x p lo ra c io n e s m e ta cien tífica s, p. 113.


46. C. U. MOULINES, E x p lo ra cio n e s m eta cien tífica s, p. 114. Obsérvese que ya
n o se con sidera la clase i * „ de los m od elos poten ciales parciales, sino el con ju n to
de sus partes, lo cu a l im plica agrupar a su vez los m odelos potenciales parciales por
clases, al objeto de caracterizar con ju ntistam en te su s sim ilitudes y sus diferencias
por su pertenencia co m ú n (o no) a u n a de dichas clases de Mpp.
180 Concepción estructural de las teorías científicas

Cada una de las leyes científicas que poseen entidad propia, en el


sentido de que, aunque estén relacionadas con otras leyes e incluso
dependan de ellas, no son coextensivas -con las mismas, pueden
definir sus elementos teóricos respectivos. A continuación dichos
elementos entrarán en relación con otros, constituyendo entidades
más complejas, trabadas e interconectadas; pero sólo surgirán au­
ténticas redes teóricas cuando haya una ordenación parcial entre
dichos elementos teóricos, que permita de alguna manera jerarqui­
zarlos. En la mayoría de los casos se presuponen estructuras arbo­
rescentes para las redes teóricas.
Dicha ordenación entre algunos elementos teóricos va a surgir
con la relación de especialización teórica, la cual depende a su vez
de u n a relación previa, la especialización nuclear, que es defini­
da así:

Si K y K ' son dos núcleos tales que K = < j. ® » , ^ - y K' =


< l i r 1„Aepp, M\ C >, entonces K ' es una especialización nuclear de
K si y sólo si:

1) M'p = Mp,■
2)

3) M' c M;
4) C c C .474
8

Mientras que la especialización teórica se define:

Si T y T ' son elementos teóricos tales que T = < K, A, CC, h >


y T = < K', A', CC, h' >, entonces T es una especialización teórica
de T si y sólo si:

1) K' es una especialización nuclear de K;


2) A' c A;
3) CC = CC;
4) h h',48

47 . C. U. M OULINES, Exploraciones metacientíficas, p . 1 1 4 . O b s é r v e s e q u e


M o u lin e s m o d ific a e l o r d e n , c o n r e s p e c t o a S n e e d , d e la s c o m p o n e n t e s d e l n ú c le o
d e u n a te o ría . A h o r a lo d e te r m in a n te e n p r im e r lu g a r e s Mp, e s d e c ir , la c la s e d e
m o d e lo s p o te n c ia le s ; lu e g o y s ó lo e n ú lt im o té r m in o M.
48. C. U. MOULINES, Exploraciones metacientíficas, pp. 11 4-115.
Redes t e ó r ic a s y e l e m e n t o s t e ó r i c o s 181

donde esta última relación de orden debe de ser entendida como la


precedencia en el sentido histórico habitual de un acontecimiento
sobre otro. No queda claro, en cambio, lo que sea la igualdad entre
dos com unidades científicas: o cuando m enos, la igualdad en­
tre ambas no puede ser analizada conforme a la metodología for­
malista y conjuntista que se aplicaba al estudio y a la definición de
las restantes componentes de los elementos teóricos T y T'.
En cualquier caso, la diferencia entre la especialización n u ­
clear y la teórica estriba en que la prim era no posee ninguna
com ponente pragm ática, por lo cual puede ser utilizada com o
relación de orden parcial para definir las redes teóricas por aque­
llos que no estén de acuerdo con la adición de esas componentes
pragmáticas a la estructura de las teorías.
Con ello estamos ya en condiciones de definir la noción de red
teórica, que va a ser el nuevo concepto central de la concepción
estructural, así entendida:

R es una red teórica si y sólo si:

1) R es un conjunto de elementos teóricos;


2) R está parcialmente ordenado por la relación de especializa­
ción teórica;
3) para cada par T„ i) tal que / „ 7 ic R, CC, = CC;
4) para cada par T „ f tal que T,,f E R, h.= h¡.49

Las redes teóricas que, además, tengan un primer elemento,


son denominadas arbóreas. Al elem ento teórico que precede a
todos los dem ás se le llama elemento teórico básico de la red.
Todos los elementos teóricos de una red arbórea surgen a partir del
primero en función de la relación de especialización teórica: ésta
resulta así ser muy importante para la reconstrucción de las estruc­
turas de red en la historia de la ciencia.
Asimismo pueden definirse otros conceptos diacrónicos, tales
com o los de evolución teórica, evolución progresiva y evolución
perfecta. A este objeto se considera previamente la relación de
precedencia inmediata entre dos redes teóricas diferentes, R y R':

Rprecede inmediatamente a R ' si y sólo si:

49. C. U. M OULINES, E x p lo ra cio n e s m e tacien tífica s, p. 115.


182 Concepción estructural de las teorías científica

1) A> A \
2) CC(R) = CC(R');
3) h (R ) < h ( R ) ;
4) no existe ningún R. con R, R y R. # R ' tal que R. satisfaga
la condición 2 con respecto a R y R ' y h (R ) < h (R ,) < h (R ');

a partir de lo cual ya se puede definir el concepto de evolución


teórica:

E es una evolución teórica si y sólo si E es una sucesión finita


de redes teóricas tal que, para dos redes cualesquiera R.,
pertenecientes a E se cumple:

1) R precede inmediatamente a R,,,;


2) Para cualquier l \ perteneciente a i?,,, existe un D pertene­
ciente a i?, tal que es una especialización de 7 1, 50

L o importante es, por lo tanto, que algún elemento teórico de


una de las redes esté conectado con algún elemento teórico de la
otra por m edio de la relación de especialización teórica: sólo en
este caso cabe hablar de evolución teórica.
A partir de las anteriores definiciones puede seguirse avanzan­
do en el análisis formal, no sólo de aspectos diacrónicos de las
teorías, sino también de algunas cuestiones pragmáticas. La mecá­
nica newtoniana, por ejemplo, no sólo es una red teórica arbórea,
sino también una evolución teórica. Su elemento básico es D ARE
(dinámica de acción y reacción estricta, que cubre las tres leyes de
Newton), el cual precede inmediatamente a DDD (dinámica depen­
diente de la distancia) y a DDV (dinámica dependiente de la veloci­
dad). DDD, a su vez, precede inmediatamente al elemento teórico
DCID (dinámica cuadrático-inversa de la distancia), y éste a DGP
(dinámica gravitacional de partículas). En cuanto a DFS, precede
inmediatamente a dos elementos teóricos: DFSL (dinámica de fric­
ción simple lineal) y DFSC (dinámica de fricción simple cuadráti­
ca). Y to d o e llo para un prim er intervalo h istórico, que es el
estudiado con mayor detalle por Moulines en el capítulo 3, aparta­
do 3, de sus Exploraciones metacientíficas; los demás períodos son
estudiados de la misma manera.

50. C. U. MOULINES, E x p lo ra c io n e s m eta cien tífica s, p . 280.


Reducción en la concepción estructural 183

En cuanto a los aspectos pragmáticos, dada una red R durante


un intervalo h, la comunidad científica CC puede mantener diver­
sas actitudes epistémicas con respecto a sus aplicaciones propues­
tas A(R). Consideremos el subconjunto F(R) de A(R), llamado do­
minio firm e de aplicaciones, Y form ado por todas aquellas aplica­
ciones de R que CC considera válidas durante el intervalo h. Asi­
mismo cabe definir otro subconjunto de A(R), el dominio supuesto
de aplicaciones, S(R), con respecto al cual no toda la comunidad
( Y • pero sí un subconjunto de ella CC (en el caso límite una sola
persona), cree que se trata de un dominio válido de aplicaciones de
p De acuerdo con estas definiciones, un proceso de cambio cientí­
fico podría ser caracterizado com o el paso de algunos elementos de
S(R) a F(R).
Por último, de entre las diversas nociones de tipo histórico y
pragmático que propone M oulines en el marco de la concepción
estructural, cabe m en cionar d os de ellas, en la m edida en que
precisan el tratamiento estructuralista de la cuestión del progreso
científico:

E es una evolución teórica progresiva si y sólo si:


1) E es una evolución teórica;
2) para todo 12„ R, e E, si / < j , entonces F(R¡) c F(R¡).
E es una evolución teórica perfecta si y sólo si:
1) E es una evolución teórica progresiva;
2) para todo R, E E, existe I 2 X e E tal que i < j y S(R,) c F(12i).

La mecánica newtoniana de partículas resulta así, con arreglo


a estas definiciones, ser una evolución teórica parcialmente pro­
gresiva, pero no perfecta.

6.7. Reducción en la concepción estructural

En 2.8 h em os visto la m anera en que la co n c e p c ió n heredada


trataba las cuestiones de la explicación y reducción científicas, que
han ocu pado un papel relevante en la filosofía de la ciencia del

51. C. U. MOULINES, E x p lo ra c io n e s m eta cien tífica s, p. 282.


184 C on cepción estru ctu ral de las teorías científicas

siglo xx. La con cepción estructuralista va a introducir a su vez


importantes novedades en ambas cuestiones, si bien atribuirá una
función mucho más destacada a la reducción científica, y en gene­
ral a las relaciones interteóricas, que a la explicación científica, la
cual pasa a ser un caso particular de relación entre teorías.
En efecto, el m odelo de cob ertu ra legal de H em pel estaba
centrado en la explicación de los hech os, rem itiéndolos a leyes
científicas (y en su caso a condiciones iniciales: explicación nomo-
lógico-deductiva) que permitían explicarlos. La concepción estruc­
tural va a introducir, en cam bio, un concepto modelo-teórico de
explicación, tal y como lo denominó Stegmüller. La conversión de
este autor a la concepción estructural comportó una rectificación
de las posturas que había expuesto en una obra anterior," centrada
en la explicación de hechos. Por el contrario, lo que ahora hay que
explicar no son hechos aislados, sino sistemas de objetos, y en el
ca so de MCP sistem as de partícu las en m ovim iento. C am bia
el explanandum, pero también el explanans: éste no se reduce ya a
enunciados nómicos, más las condiciones iniciales, sino que refleja
la totalidad de la teoría, tal y com o ésta queda sintetizada en el
enunciado Ramsey-Sneed:

La e x p l i c a c i ó n d e u n t ip o d e fe n ó m e n o s (m o v im ie n to s ) d e d e t e r m in a ­
d o s s is t e m a s (c in e m á t ic a s d e p a r tíc u la s ) s e r e d u c e a u n e n u n c ia d o e m p ír i­
c o c o m p l e j o , s e g ú n e l c u a l , e s t o s s i s t e m a s p u e d e n e x p a n d i r s e e n m o d e lo s
d e l p r e d i c a d o f u n d a m e n t a l c o r r e s p o n d i e n t e a u n a t e o r í a ."

Ya no se explica un hecho, sino un sistema de fenómenos: por


ejemplo el sistem a solar, con todas las interrelaciones entre sus
diversos astros, sin las cuales no tiene sentido tratar de explicar el
movimiento de ninguno de sus planetas. Y dicho explanandum sólo
puede ser explicado cuando, u n a vez am pliado conform e a las
técnicas ya vistas de Sneed, el enunciado empírico básico de la
teoría nos muestra que, efectivamente, dicho sistema satisface el
predicado conjuntista: el sistema solar es una MCP. En lugar de un
análisis m icrológico de la explicación científica, la con cep ción 5 3
2

52, V éase W, STEGMÜLLER, P rob lem e u n d R esu lta te d e r W issensch aftsth eorie
u n d a n a ly tisch en P h ilosop h ie, v o l . I: W iss en s ch a ftlich e E rk lü ru n g u n d B e g rü n d u n g
(B e r lín , S p r i n g e r , 1 9 6 8 ).
53, W, STEGMÜLLER, E s tru c tu ra y d in á m ica de la s teo ría s, p- 1 4 9 .
R edu cción en la con cepción estru ctu ral 185

estructural propone un análisis macrológico, en el que interviene


toda la teoría (incluidas las ligaduras), y ya no sólo sus leyes y sus
condiciones iniciales. Tal y como lo señala Cadevall,

el s e n tid o p r im a r io d e e x p lic a c ió n e s la e x p lic a c ió n d e r e g u la r id a d e s .


S e c u n d a r ia m e n t e la s le y e s , ju n t o c o n la s c o n d ic io n e s in ic ia le s , p e r m ite n
e x p lic a r f e n ó m e n o s in d iv id u a le s ."

La explicación nomológico-deductiva surge como consecuen­


cia de u n tipo de explicación previa, que da razón de todo u n
ámbito de fenómenos adscribiendo a dicho sistema como modelo
de una determinada teoría; sólo a partir de esa explicación modelo-
teórica tiene sentido, a continuación, acometer la explicación de
hechos y de fenóm enos singulares. Y por ello, así com o el expla­
nandum es un sistema, y no un hecho aislado, el explanans es el
en u n cia d o central em pírico de la teoría (enunciado Ram sey-
Sneed), y no únicamente las leyes y condiciones iniciales.
Sin embargo, la concepción estructuralista presta mucha ma­
yor im portancia al concepto de reducción científica, que nos va a
permitir dar u n tratamiento adecuado a los restantes ca sos de
explicación, de los que tam bién se ocupó, aunque m ucho m ás
sucintamente, la concepción heredada: explicación de un concepto
científico (teórico o no), explicación de una ley e, incluso, explica­
ción de una teoría por otra, que era uno de los casos de reducción
científica.
El origen del tratamiento estructuralista del tema de la reduc­
ción está en los trabajos de Adams, en 1955 y 1959," en los cuales
se utilizaba el método de Suppes del predicado conjuntista aplicán­
dolo a la reducción de la mecánica del sólido rígido a la mecánica
de partículas: los conceptos de la primera teoría eran reducibles a
los de la segunda, y además la primera teoría era derivable a partir
de la segunda. Moulines resume así la propuesta de Adams, modifi­
cándola para mostrar el método modelo-teórico que le subyacía.

T e s r e d u c ib le a T 's i y s ó lo s i e x is te u n a r e la c ió n d i n á m i c a p e n tr e c a d a
e s t r u c t u r a x e x p r e s a d a e n e l l e n g u a j e d e T y e s t r u c t u r a s x ', (n o r m a l m e n t e
m á s d e u n a ) e x p r e s a d a s e n e l l e n g u a j e d e T ' t a l q u e :5 4

54. M. CADEVALL, «El concepto de explicación en la concepción estructura-


lista», E n rah on ar, 12 (1985), p. 13.
55. Véase ADAMS, 1955, y «The Foundations...»
186 C oncepción estructural de las teorías científicas

(xpx', yx', e M[T']) JC e M[7],565


7
lo cual puede ser interpretado de la manera siguiente: si una teoría
T es aplicable a un cierto ámbito empírico, esto equivale a decir
que dicho ámbito es un modelo de la teoría T; la reducción de T
por T surge cuando se puede inferir que cualquier ámbito de
aplicación de T tiene un dominio p-correspondiente que es modelo
de T; y en cuanto a la noción intuitiva de que la teoría reductora
debe ser más «fina» que la reducida, esto se expresa en términos
m odelo-teóricos diciendo que para cada modelo x de T la teoría
reductora T debe dar lugar a varios modelos x'h correspondientes
a x por la relación p, que satisfagan el predicado conjuntista de la
teoría T'.
Adams todavía exigía la derivabilidad de T a partir de T'. La
concepción estructural en sus desarrollos ulteriores va a renunciar
a este requisito. Ya en su obra de 1971 Sneed revisó el trabajo de
Adams, adecuándolo a sus propias propuestas. En 1976 Stegmüller
simplificó el planteamiento de Sneed, y emitió la conjetura de que
la red u cción sería la relación b ásica que conectase u n par de
teorías en el desarrolllo revolucionario de la física. En el artículo
ya m encionado de 1977 y 1978,5' Balzer y Sneed suscitan una
importante modificación en el concepto de reducción, al proponer
las secuencias de teorías, o redes teóricas, en la denominación,
ulterior. Los procesos de reducción de teorías tendrían lugar, se­
gún la nueva tesis, en base a elementos teóricos. Por consiguiente,
las redes teóricas son el m arco adecuado para llevar a cabo el
estudio de las relaciones de reducción. Subyace además la tesis de
que toda relación interteorética sería expresable como una combi­
nación de reducción, especialización y teorización. Con ello la
cuestión de la reducción se inserta en un ámbito más amplio: el de
las relaciones interteóricas. Mantiene un lugar privilegiado dentro
de d ich o ám bito, pero y a no es la ú n ica relación que perm ite
analizar los cambios científicos. En cualquier caso, una tesis gene­
ral dentro de la concepción estructural estriba en que la reducción
puede tener lugar entre teorías muy diferentes: el problema de la
inconmensurabilidad, planteado por Kuhn y por Feyerabend, pue­
de ser afrontado en principio con esta nueva con cep ción de la
reducción científica.

56. C. U . MOULINES, E x p lora cion e s m etacien tífica s, p . 1 9 7 .


57. BALZER-SNEED, «Generalized Net...», nota 42.
R edu cción en la con cepción estru ctu ral 187

Dentro de estos avances en el estudio del tema por parte de los


defensores de la concepción estructural, merece la pena m encio­
nar asimismo, aparte de las contribuciones de Mayr," la propuesta
de Moulines en 1976 de una reducción aproximativa, por contrapo­
sición al anterior co n cep to de reducción exacta de las teorías
científicas." Para precisar esa noción recurre al concepto topológi-
co de uniformidad, dentro de la teoría de filtros. También Mayr, en
1981, se ha ocupado de esta reducción aproximativa.5 6
9
5 1En la reduc­
806
ción aproximativa u n m odelo de u n a teoría T era reducido por
aproximación, por medio de estructuras uniformes, de modelos de
la teoría T: la reducción de T por T tiene lugar por medio de sus
m odelos, y no de su s leyes ni de su s conceptos. Mayr señaló la
dificultad de que esa secuencia de estructuras aproximativas podía
no tener un límite.
Las aportaciones han seguido siendo muy num erosas en los
últim os años, y b u e n a parte de ellas han ido en el sentido de
estudiar el problema de las relaciones interteóricas, en general, y
sólo en el m arco de dichas investigaciones precisar el concepto
metateórico de reducción. Cabe m encionar la celebración de un
Simposio en Bielefeld en 1983 sobre «Reducción en la ciencia», en
el cual se produjeron aportaciones de los principales estudiosos de
dicha cuestión dentro de la concepción estructural.6,
Al tratarse de un tema que está en pleno análisis e investiga­
ción dentro de la concepción estructural, no es fácil resumir las
tesis principales, ni siquiera dar por definitivas ninguna de ellas.
Nos limitaremos por lo tanto a exponer brevemente algunas de las
aportaciones m ás relevantes, independientemente de que luego
haya habido o vaya a haber mejoras.
Para Sneed y Stegmüller, todavía bastante próximos a la tradi­
ción de la concepción heredada en el tratamiento de la reducción,
ésta podría caracterizarse de la siguiente manera:

Para que T reduzca a la teoría T:

58, V é a s e M A Y R , « I n v e s t ig a t io n s o f t h e C o n c e p t o f R e d u c t i o n » , e n Erkenn t-
nis, 1 0 :3 .
59. V éase MOULINES, 1976.
50. V é a s e M AYR, 1 9 8 1 .
61. W. BALZER, D. A. PEARCE y H. J. SCH M ID T (co m p .), R e d u c tio n in S cie n ce
( D o r d r e c h t , R e id e l, 1 9 8 4 ).
188 C oncepción estructural de las teorías científicas

1) Debe ser posible deducir las leyes fundamentales de T a


partir de las de T'.
2) En el caso de modelos concretos, esto significa que si s' es
una aseveración de T que describe u n sistem a físico, y s es la
sentencia correspondiente de T para dicho sistema, entonces s' es
verdadera si y sólo si s es verdadera.

A estas dos condiciones le añadieron Balzer y Sneed una ter­


cera:

3) Si R es u n a relación de reducción entre T y T', R debe


resultar de una correspondencia «fragmento a fragmento» entre los
conceptos básicos de ambas.
Pero la investigación m ás prom etedora es, sin duda, la que
inserta el tema de la reducción dentro de la cuestión más general
de las relaciones interteóricas, lo cual supone ya la aceptación de
las nuevas nociones de elementos y redes teóricas para llevar a
cabo el correspondiente análisis. Al respecto nos atendremos a la
exposición de Moulines en sus Exploraciones metacientíjicas, de
1982.62 Su tesis es clara:

N o e s p r e c is o n i c o n v e n ie n te id e n tific a r la r e la c ió n d e r e d u c c ió n c o n
la d e d e d u c c ió n , n i t e n e m o s p o r q u é e m b r o lla r n o s c o n e l p r o b le m a d e lo s
c a m b i o s s e m á n t i c o s . B a s t a c o n e s t a b l e c e r u n a c o m p a r a c i ó n e n t r e la s
e s t r u c t u r a s c o r r e s p o n d ie n t e s d e a m b a s t e o r ía s q u e t e n g a la s p r o p ie d a d e s
i n t u i t i v a m e n t e r e q u e r i d a s .63

El p ro b le m a del cambio de significado en to d o p r o c e s o


de reducción de una teoría T por otra T había sido el caballo de
batalla en los últimos años, como ya vimos en los capítulos prece­
dentes. Aunque los térm inos teóricos de T y T ' aparentemente
coincidan, por utilizar el mismo vocablo, sin embargo, sus signifi­
cados podían ser muy diferentes por insertarse en marcos teóricos
diversos. En cuanto a la derivabilidad lógica de unas leyes por
otras, planteaba a su vez problemas, aunque sólo fuese porque los
propios términos usados en la formulación de dichas leyes podían
ser diferentes, pese a que aparentemente fuesen iguales. La concep­
ción estructural puede salvar am bos problem as a la vez, ya que

62. C. U. MOULINES, Exploraciones metacientíjicas, 2 .8 .


63. C. U. MOULINES, Exploraciones metacientíjicas, p p . 1 9 6 -1 9 7 .
R edu cción en la concepción estructural 189

tanto la teoría reducida T como la reductora T están caracterizadas


=xtensionalmente por los modelos que las satisfacen, los cuales a
su vez son entidades conjuntistas. De ahí que los p rocesos de
reducción, y en general todas las relaciones interteóricas, puedan
ser investigados con métodos conjuntistas (y topológicos) aplicados
a su s m odelos respectivos, prescindiendo por com pleto de los
aspectos enunciativos y nómicos mediante los cuales suelen pre­
sentarse las teorías, por influencia de la concepción heredada.
Veamos, pues, la cuestión de las relaciones interteóricas, la
cual, intuitivamente hablando, alude al no aislamiento y a la inter­
acción de las teorías. Algunas podrán ser rivales (como afirmaban
Kuhn y Lákatos), y otras serán englobadas en una m ás general
(como veíamos en el caso de Carnap y Nagel, al estudiar la reduc­
ción). Las habrá que surjan por especificación de una teoría prece­
dente, como en los ejemplos de evolución teórica mencionados al
final del apartado anterior, e incluso puede hablarse de influencia
de unas teorías sobre otras, por ejemplo cuando se elabora una
teoría en u n determ inado ám bito científico p or analogía con
u n a teoría corroborada y efectiva en un dominio diferente de la
ciencia. Todos estos ejemplos, y otros más que podrían aportarse,
pertenecen al debate general sobre las relaciones interteóricas,
para lo cual hay que clarificar en primer lugar esta noción: y aquí
es donde la n oción de red teórica va a revelar su potencialidad,
además de sus contribuciones, vistas anteriormente, al análisis
formal de los aspectos diacrónicos (e incluso algunos pragmáticos)
de las teorías:

D a d o u n e l e m e n t o t e ó r i c o T d e u n a r e d R, e x i s t e n e l e m e n t o s t e ó r i c o s
T', T ", ... d e o t r a s r e d e s R R " ... q u e p a r c i a l m e n t e c o n t r i b u y e n a d e t e r m i ­
n a r e l m o d o c o m o l a c o m u n i d a d CC(R) u s a e l n ú c l e o K d e T p a r a a p lic a r lo
a l d o m i n i o A d e T. E s t o o c u r r e a t r a v é s d e r e l a c i o n e s d e d i v e r s a í n d o l e
e s t a b l e c i d a s e n t r e l o s c o n c e p t o s d e T y lo s d e T', T", e t c . A t a le s r e l a c i o n e s
l a s l l a m a r e m o s g e n é r i c a m e n t e relaciones interteóricas. "

Se trata de un cam po apenas explorado en la filosofía de la


ciencia. Salvo en el caso de las nociones de explicación y reduc­
ción, hay otros m uchos tipos de relaciones entre teorías (influen­
cia, antagonismo, desarrollo, etc.) que sólo son manejadas por los
filósofos e historiadores de la ciencia de u n a m anera intuitiva.6
4

64. C. U. MOULINES, Exploraciones metacientíjicas, p. 192.


190 C o n c e p c ió n estructural de las teorías científicas

Elaborar una tipología de dichas relaciones sería, por consiguiente,


la primera labor que debe llevarse a cabo. C o m o una primera
contribución al respecto, Moulines propone cuatro tipos de rela­
ciones interteóricas, que ejem plifica en el caso de la m ecánica
clásica de partículas: reducción, presuposición (o teorización),
aproximación y equivalencia.65 N o entraremos aquí en el detalle de
su argumentación.
Nos limitaremos a aludir brevemente a los conceptos de reduc­
ción exacta y de reducción aproximativa (o aproximación interteó­
rica), sin entrar en el detalle técnico, lo cual implicaría la introduc­
ción de un aparato top ológ ico que ya ha sido expuesto en otras
obras accesibles.66
Am bos conceptos están íntimamente ligados al problema de la
inconmensurabilidad entre teorías, la cual puede producirse, bási­
camente, por dos motivos: porque dos teorías T y T'posean diferen­
tes conceptos teóricos, irreductibles los unos a los otros, o porque,
además, las propias observaciones de los científicos que defienden
T y T', respectivamente,; sean incompatibles entre sí, pese a versar
sobre el mismo ámbito de fenómenos: en 2.9, al hablar de Hanson,
y en 4.5, al referirnos a K uhn, se han m en cion a d o ejem plos y
argumentos al respecto. Stegmüller denominó a estos dos tipos de
inconmensurabilidad, teórica y empírica, respectivamente, afir­
m ando que la segunda era la más preocupante desde el punto de
vista de la racionalidad de la ciencia .67 En la reunión de Ontario ya
m en cion a d a , K u h n d e fe n d ió la tesis de que, en el ca so de la
inconmensurabilidad empírica, es decir, cuando hay un cam bio
radical de paradigma o una revolución científica, la divergencia
entre las respectivas estructuras de las teorías T y T no sólo llega al
núcleo, sino que alcanza uno de los niveles más profu n dos del
mismo: el de los m odelos potenciales parciales. nB sería diferente
de M'pp, y la reducción de una clase a la otra difícilmente sería fac­
tible.
La pretensión de la con cep ción estructural estriba en que el
aparato teórico-modelístico, perfeccionado con técnicas topológi-
cas basadas en la convergencia de filtros de Cauchy, va a permitir
un tratamiento adecuado y racional de ambos tipos de inconmen-

65. C. U. MOULINES, E x p lo r a c io n e s m eta cien tzfica s, p. 202.


6 6 . C. U. MOULINES, E x p lo r a c io n e s m eta cien tzfica s, 2.8 y 2.9.
67. W. STEGMÚLLER, T ,a. co n cep ció n ..., pp . 98 y 103.
R ed u cción en la c o n cep ció n estructural 191

^urabilidad, y para ello son válidos los con cep tos de reducción
exacta y aproximativa. N o basta con determinar los elementos de
las clases MeP y M 'p„, definiendo a continuación una corresponden­
cia biunívoca entre ambos, y demostrando de esta manera que las
teorías T y V son coextensivas en sus m odelos potenciales parcia­
les: dos teorías rivales pueden versar sobre los m ism os sistemas
em píricos, desde el pu n to de vista extensional y, sin em bargo,
diferir entre sí. Ello es perfectamente posible desde el punto de
vista conjuntista, en el mismo momento en que los modelos poten­
ciales parciales, además de considerarse elementos de una clase,
pasen a ser elementos o subespacios de un espacio topológico. Si
las estructuras topológicas inducidas sobre los M y son dife­
rentes, habrá biunivocidad, pero no equivalencia estructural entre
T y T ' . Y ello ha ocurrido más de una vez, com o muestran diversos
casos históricos, com o el de las teorías de Newton y de Einstein. La
contraposición entre ambas afectó a las propias unidades de medi­
da; y por supuesto que, al utilizarse métricas diferentes, las estruc­
turas topológicas de los y A/' a su vez difieren.
T o d o lo cual, e independientemente del resultado de las solu­
ciones propuestas por la concepción estructural al problema de la
inconmensurabilidad, nos permite extraer una consecuencia im­
portante para el desarrollo de la misma: el paso hacia la utilización
de estructuras topológicas, y n o ya puramente conjuntistas, pare­
ce de una perfecta coherencia dentro de dicho programa metateó-
rico de investigación' y efectivamente ha sido dado p o r autores
com o Moulines, Mayr, Mormann y otros."
Pero veamos ya el tratamiento de la reducción exacta y aproxi­
mativa, siguiendo nuevamente la exposición de Moulines. El con-
cept-:, de reducción exacta de Adams y de Sneed puede ser reformu­
lado en los términos siguientes:

U n a r e d u c c i ó n d e T a T 1 e s u n a r e l a c i ó n i n t e r t e ó r i c a , l l a m é m o s l a p,
e n t r e l o s m o d e l o s p o t e n c i a l e s d e T y l o s d e T (e s d e c i r , p c M p x M 'p) tal
que:
1) A c a d a m o d e l e , ;k : T le c o r r e s p o n d e al m e n o s u n m o d e l o
p o t e n c i a l d e T r, e s d e c i r D ,(p ) M„;
2) p (e s d e c i r , !3 r e l a c i ó n i n v e r s a d e p) e s u n a f u n c i ó n (a u n a r e l a c i ó n
q u e s a t is fa g a e s ta s d o s p r i m e r a s c o n d i c i o n e s la l l a m a r e m o s u n a « c u a s i -
r e d u c c ió n » );68

68. V éase, p o r ejem p lo, T. M O R M A N N , «T o p o lo g is clie A spekte Strukturalisti-


s c h e r R e k o n s tr u k t io n e n » , e n TELrkenntnis, 21 (1 9 8 5 ), p p . 3 1 9 -3 5 9 .
192 Concepción estructural de las teorías científicas

3) los modelos de la teoría reducida se pueden «derivar» de los de la


reductora:
< v , v ' > E p y x 'e M '---- > x e M [...];

4) los dominios de aplicaciones propuestas A y A ' también están en


correspondencia-p o, para ser más exactos, en la relación no teórica
correspondiente a la correspondencia-p (es decir, la relación que p induce
al nivel de los modelos parciales), a la cual llamaremos y p.697012

Posteriorm ente Balzer y Sneed dieron otra definición de la


reducción exacta en términos de redes teóricas," pero la presente
definición puede bastar com o criterio estructuralista de reducción
entre teorías. C o m o puede com probarse, han desaparecido los
problemas ligados a los términos teóricos y a las leyes de T y de T',
manejándose únicamente un lenguaje m odelo-teórico, conform e a
la m etodología de análisis y reconstrucción de las teorías propug­
nadas por Sneed y sus seguidores. L o cual no equivale a decir que
los problem as ligados a la inconmensurabilidad hayan dejado de
existir, sino que son a bord ad os en u n m a rco con cep tu al m uy
diferente al de la con cepción heredada.
En cuanto a la reducción aproximativa, o aproximación inter­
teórica, la idea intuitiva que le subyace en el caso de dos elementos
teóricos I "y I ' (o en la versión inicial, dos teorías) es la siguiente, tal
y com o la expone López Cerezo:7' se trata de «aproximar», en una
topología adecuada, n modelos de T mediante, al menos, n sucesio­
nes de modelos de 7 de tal forma que el límite de cada una de las
sucesiones o procesos de aproximación sea isomórfico a su modelo
respectivo. L ogrado esto, el m é to d o seguido para la reducción
exacta p u ed e repetirse. E n definitiva, se trata de construir un
elemento-teórico-puente entre T y T', que incluya los m odelos de T
más los m odelos isom órficos a los m odelos de T'.
La exposición técnica que p rop on e Moulines, de la cual sólo
aludiremos a los primeros pasos," parte de dos convenciones pre­
vias. El signo ’o’ sirve para indicar la relación de especialización
entre dos núcleos de elementos teóricos distintos (véase apartado
precedente). Si, además, suponemos que u es una cuasi-reducción

69. C. U. MOULINES, Exploraciones metacientlficas, pp. 214 y ss.


70. BALZER-SNEED, «Generalízed Net...».
71. J. A. L O P E Z C E R E Z O , «Estructuras y contrastación», tesis doctoral leída
en 1984 en la Universidad, de Valencia, pp . 169 y ss.
72. C. U. MOULINES, Exploraciones metacientlficas, pp. 214 y ss.
Reducción en la concepción estructural 193

e n t r e A4„ y y H y / / ' s o n lo s n ú c le o s r e s p e c tiv o s , p o d e m o s


c o n s i d e r a r u n H 'o t a l q u e H 'o 6 H ' . E n t o n c e s t o m a m o s la e x p r e s i ó n
e p _1 ( H ' o ) c H ' c o m o u n a a b r e v i a c i ó n d e la c o n d i c i ó n s ig u ie n te :

V X, x' (< X, > E 0 y x' E P f * o 'j n c„ X P (m) n c),

d a n d o p o r s u p u e s t o q u e c a d a x ’ E M o' t i e n e u n a i m a g e n - p ’ e n M .
A p a r t ir d e l o c u a l la r e d u c c i ó n a p r o x i m a t i v a t i p o p ' f s e d e ­
fin e :

D a d o s d o s e le m e n t o s t e ó r ic o s T = < K , A > y V = < K ', A ' > , d ir e m o s


q u e < T , p, T ' , A ' . > e s u n a a p r o x i m a c i ó n t i p o p l / 4 d e T a T en A 'o s i y
s ó l o si:

1) p e s u n a c u a s i - r e d u c c i ó n d e T a V .
2) A ’o C A ’.
3) V H ( H a K 3 K ’0, T 'o ( T 'o = < K ' 0, A ' . > y K ' 0 o -K ' y p 1 ( K ’ .) C H ) .
4) < A , Â ' . > 4 P.

L a s id e a s in tu itiva s q u e está n d etrá s d e e sta d e f in ic ió n s o n las s ig u ie n ­


tes. T e s la t e o r í a « m e n o s d e s a r r o ll a d a » o « m á s p o b r e » q u e q u e r e m o s
r e d u c ir , y T ' e s la t e o r í a « m á s d e s a r r o l l a d a » o « m á s r ic a » , d e s t i n a d a a
d e s e m p e ñ a r e l p a p e l r e d u c t o r . Se s u p o n e q u e T se a p r o x im a a T ', p e r o s ó lo
d e n t r o d e u n s u b c o n ju n t o p r o p i o A 'o d e l d o m i n i o to ta l d e a p lic a c io n e s A '
d e T '. E n té r m in o s m á s in tu itiv o s , V « c u b r e m á s » q u e T . A ' o es el d o m in i o
« e x p lic a d o » ta n t o p o r T c o m o p o r T ', p e r o es ju sta m en te s ó lo u n s u b d o m i­
n io d e A '. E ste A 'y, se h alla e n u n a c o r r e s p o n d e n c i a c u a s i-r e d u c t iv a p c o n la
t o t a lid a d d e l d o m i n i o A d e T , p e r o n o se tra ta d e u n a c o r r e s p o n d e n c i a
r e d u c t iv a e x a c ta ; es s ó l o u n a c o r r e s p o n d e n c i a a p r o x i m a d a d el t ip o p '/ 2, tal
c o m o se e x p r e s a e n la c o n d i c i ó n 4. L a c o n d i c i ó n 3 s ig n ific a q u e t o d a s las
e s p e c ia liz a c io n e s d e T tie n e n su im a g e n e s p e c u la r a p r o x im a d a e n T ', de tal
m o d o q u e lo s m o d e l o s d e c a d a e s p e c ia liz a c i ó n d e T se p u e d e n « d e r iv a r »
a p r o x im a d a m e n t e d e lo s d e la e s p e c ia liz a c ió n c o r r e s p o n d ie n t e e n T , en el
s e n t id o e x p r e s a d o m á s a rrib a .

Así definida la aproximación interteórica, a continuación M ou­


lines muestra que dicha definición puede aplicarse perfectamente
a las teorías de Kepler y de Newton (gravitación), partiendo de un
trabajo previo de Scheibe.7 74
3
Las relaciones entre las teorías científicas han sido asimismo
analizadas p o r los estructuralistas, sobre tod o a partir de la pro-

73. C. U. MOULINES, E x p lo r a c io n e s m eta cien tlfica s, p. 215.


74. Véase SCHEIBE, 1973.
194 Concepción estructural de las teorías científicas

puesta de Moulines en 1984,7' en términos de vínculos (links). Así


com o las condiciones de ligadura permitían caracterizar formal­
mente las relaciones entre los modelos de una misma teoría, por lo
cual podían ser consideradas com o puentes intermodélicos inter­
n os, la trabazón entre las diversas teorías puede a su v e z ser
analizada mediante puentes intermodélicos externos, que vinculan
a m odelos de una teoría con m odelos de otra teoría distinta. Ello
permite, por una parte, afinar el análisis de la estructura de las
teorías singulares y, por otra, caracterizar la estructura global de la
ciencia. Las teorías científicas, incluso las pertenecientes a redes
teóricas diferentes, dejan de ser entidades aisladas, para formar
parte de manera orgánica en la estructura científica global.
La mecánica clásica de partículas, por ejemplo, aparece com ­
plementada, ya en las investigaciones de Newton, con elementos
teóricos de la óptica o de la geometría física. Modelos de MCP son
también m odelos de una determinada teoría óptica, sin la cual no
habría, por poner el caso más inmediato, ni siquiera observación
precisa del m ovim iento de los planetas. L os vínculos tratan de
caracterizar formalmente dicha relación entre los modelos de am­
bas teorías, y de incorporarla a la estructura de cada una.
Para ello se define un vínculo L (link) entre dos teorías T y T'
com o una relación binaria entre los modelos potenciales de ambas,
M ¡T) y M ¡T ) En el caso de la mecánica clásica de partículas MCP
y ae la geometría física euclidiana (G EO ), L c A 4„ (M CP) x A 4„
(GEO). Con ello establecemos una relación entre las clases respec­
tivas de m odelos potenciales. Si, además, queremos precisar que
dicha relación tiene lugar de una manera determinada, se añade
una condición adicional. En el caso de MCP y GEO ello ocurre con
respecto a la función de posición 5 de M C P y los conceptos de
distancia y ángulo (d, a, respectivamente) de GEO. Si consideramos
un m odelo x de MCP, x = < P, T, s, m , f > y su correspondiente
modelo x ' de GEO (al que suponemos definido de manera incom ­
pleta con la distancia y el ángulo en el lugar tercero y cuarto de la
n-upla ordenada de GEO), x' = < d, a, ... entonces la condi­
ción adicional se expresaría así:75

75. C. U. M OULINES, « L in k s , L o o p s an d the G lo b a l S tructure o f S c ie n c e » , en


Philosophia Naturalis, 21 (1 9 8 4 ), pp. 2 5 4 -2 6 5 . L a recien te obra de B a lz er, M o u lin e s y
S n e e d , An Architectonics f o r Science (B e r lín , S p rin ger, 1 9 8 7 ), c o n v ie r te la n o c ió n d e
vínculo (link) e n fu n d a m e n ta l, in c lu y é n d o la e n e l n ú c le o d e u n a teoría .
Aplicaciones de la concepción estructural 195

< x, s, x ', d, a > I e M t (MCP) x II(MCP, 3) x A 4„ (GEO)


x II(GEO 3,4).

Así definidos los vínculos L„ la clase L de todos ellos pasa a ser


una nueva componente de la estructura de una teoría en los traba­
jo s más recientes de la concepción estructural.76
Resumiendo las conclusiones que pueden extraerse a partir de
este recorrido sucinto sobre la reducción en la concepción estruc­
tural, que habrá de ser com pletado con la lectura de los pasajes
citados, cabe afirmar que a partir de la inserción del tema de la
reducción en el m arco más general de las redes teóricas y de las
relaciones interteóricas, así com o el tratamiento de la misma en
términos m odelo-teóricos, permite abrir una nueva vía de investi­
gación en filosofía de la ciencia, muy importante, pero a su vez
altamente técnica, tanto por la propia complejidad del formalismo
sneediano y de la teoría de m o d e lo s , c o m o sobre to d o p o r la
utilización de recursos topológicos que en ningún caso son trivia­
les, motivo; por el cual los hemos obviado en esta obra introducto­
ria. El m ero h ech o de que la co n c e p ció n estructural afronte la
cuestión de la inconm ensurabilidad, e independientem ente del
m ayor o m enor acuerdo que haya con respecto a sus posiciones
teóricas y a los resultados obtenidos, supone ya un logro importan­
te, en orden a mantener un alto nivel formal en el análisis lógico de
las teorías, si b ien c o n recursos técn icos m uy diferentes a los
usados por la concepción heredada.

6.8. Aplicaciones de la concepción estructural

El método modelo-teórico de análisis y reconstrucción de la estruc­


tura de las teorías científicas surgió, com o hemos visto con la obra
de Sneed en 1971, a partir de las teorías físicas altamente matemati-
zadas, co m o la m ecánica clásica de partículas. D icha teoría fue

76. C. U. MOULINES, «Links, Loops...», y también W. BALZER, C. U. MOULINES y


J. D. S N E E D , «T h e Structure o f Em pirical S cience: L oca l and G lo b a l», en R. B A R C A N -
MARCUS ( c o m p .) , L o g ic , M e thodology and Ph ilosoph y o f Science, V II (A m ste rd a m ,
N o r th H o lla n d , 1 9 8 6 ), p p . 2 9 1 -3 0 6 .
196 Concepción estructural de las teorías científicas

estudiada con mucho detalle por Sneed, y de alguna manera consti­


tuye el «paradigma» de la concepción estructural. Pero en la mis­
ma obra de 1971 Sneed también esbozaba las líneas maestras de lo
que podría ser la reconstrucción estructural de las teorías mecáni­
cas de Lagrange y la teoría de los cuerpos sólidos rígidos. Ambos
análisis fueron perfeccionados posteriormente, el primero por Bal-
zer y Moulines en 198177 y el segundo por Moulines en 1974.78 Este
mismo autor llevó a cabo la reconstrucción estructural de la ter­
modinámica de los sistemas simples en equilibrio en 1975, ocupán­
dose Balzer de la geometría física en 1978. Hasta aquí, por consi­
guiente, la co n ce p ció n estructural p erm a n eció en su ám bito
originario, circunscrita a la física.
Se planteaba, sin embargo, el desafío de aplicar la metodología
de Sneed a otro tipo de teorías, y muy en particular a las pertene­
cientes a materias diferentes de las ciencias naturales. La tradición
fisicalista h a dom inado la filosofía de la ciencia en el siglo xx,
habiendo dado lugar a diferentes críticas, como las procedentes del
ámbito de las ciencias humanas y sociales, por este exclusivismo.
Parafraseando a Aristóteles, podría decirse que la física h a sido
para los filósofos de la ciencia del presente siglo la ciencia primera,
como ya hemos señalado en la introducción, mientras que todas las
demás eran ciencias segundas. La metateoría, o m etaciencia, o
filosofía general de la ciencia, ha sido elaborada sobre el modelo o
aplicación paradigmática de las teorías físicas, mientras que las
restantes teorías científicas han tenido que adecuarse b u en a o
malamente al corsé metateórico que emanaba de las ciencias de
la naturaleza (Realwissenschaften, en la terminología de Carnap),
que a la hora de la verdad quedaban prácticamente reducidas a la
física.
El método estructuralista de reconstrucción de las teorías pa­
recía m ejor preparado que otras con cep cion es epistem ológicas
para abordar este desafio, que es el m ás radical si se pretende
elaborar una filosofía auténticamente general de las ciencias. Y ello
por varios m otivos: en prim er lugar, porque sólo requería u n a
axiomatización informal de las teorías a analizar, lo cual era más
fácil de lograr que la redu cción de m u ch a s de ellas a sistem as

77. V é a se b a l z e r -m o u l i n e s , «O n T h e o r ic ity » , e n Synthese, 44 (1 9 8 0 ),


pp. 46 7-49 4.
78. V é a se m o u l in e s , 1974.
Aplicaciones de la concepción estructural 197

form ales en el sentido de la con cepción heredada. En segundo


lugar, porque no presuponía criterios de significatividad de los
términos de la teoría ni tampoco de demarcación entre ciencia y
no ciencia. Estas dos cuestiones serian fundam entales para el
Círculo de Viena, pero desde luego no para Sneed y sus seguidores,
por grande que sea su formación com o físicos o científicos. Y en
tercer lugar, al caracterizar extensionalmente las teorías, en fun­
ción de los sistemas empíricos que eran modelos de las mismas, se
abría considerablemente el abanico de teorías eventualmente cien­
tíficas y reconstruibles al m odo de Sneed. No hay que olvidar,
aunque no haya sido especialmente recalcado, que la considera­
ción del problem a de la dem arcación entre ciencia y no ciencia
como el fundamental para la epistemología, ha traído como conse­
cu en cia im prevista en el presente siglo la dem arcación de las
matemáticas y de la lógica. En primer lugar (como ciencias pura­
mente formales y auxiliares para la transformación de las teorías
con contenido empírico), la demarcación de la física; a continua­
ción, en tanto ciencia paradigmática de lo que debe ser una ciencia
auténtica, la dem arcación de la biología (o de la historia), cuyos
principios explicativos se pretenden diferentes a los de la física; y,
por poner un término a este proceso de atomización, la demarca­
ción de las ciencias humanas y sociales, para las cuales pensadores
de distintas tendencias han reivindicado status claramente diferen­
ciados de los de la física, desde el punto de vista de la filosofía de la
ciencia. En resumen, y como era de esperar: el lema de la ciencia
unificada ha producido una enorme diversificación y separación
entre las filosofías particulares de la ciencia: matemáticas, biología,
historia, psicología, sociología, economía, etc.
De ahí el interés que ha tenido la aplicación de la concepción
estructural a teorías científicas que muy poco o casi nada tenían
que ver con la física. La primera tentativa en este sentido fue la de
Diederich y Fulda, en 1978,798 1intentando reconstruir con los méto­
0
dos m odelo-teóricos de Sneed la teoría del valor de Marx, perfec­
cionada poco después por García de la Sienra." En la misma línea,
Hándler aplicó el formalismo sneediano a la teoría neoclásica del
equilibrio económico," y ello tanto desde el punto de vista sincró-
79. V é a se d i e d e r i c h - f u l d a , Estructuras sneedianas, e n El Capital de M arx,
t r a d u c c ió n d e C. U. M o u lin e s (M éx ico, U NAM , C u a d e r n o s d e crític a , 9 [1 9 8 1 ]).
80. V é a se GARCÍA DE 1A B1ENRA, 1982.
81. V é a se HANDLER, 1980.
198 C oncepción estructural de las teorías científicas

nico com o del diacrónico. Asimismo se ha utilizado el concepto


modelo-teórico para analizar teorías químicas, biológicas (como la
teoría darwiniana de la selección natural, en un trabajo todavía
inédito de Magí Cadevall), genéticas, psicofisiológicas y, por poner
quizá los dos ejem plos m ás notables, tam bién a la teoría de la
literatura de Jakobson 82 y a la teoría de la neurosis de Freuchfl3
aventuras estas dos que ni el filósofo de la ciencia más liberal del
mundo, fuese popperiano o neopositivista, hubiese dejado de consi­
derar una locura hace sólo veinte años.
Los resultados de algunos de estos análisis han sido reciente­
mente sintetizados y publicados por Stegmüller,84 el cual ha selec­
cionado precisamente los ejemplos aparentemente más distantes
desde el punto de vista del contenido con respecto al origen fisico­
matemático de la concepción estructural: la teoría de la literatura
de Jakobson, la teoría del intercambio económico, la teoría de la
decisión según Jeffrey, la teoría del valor económ ico de Marx y
la teoría de la neurosis de Freud. Con ello la concepción estructu­
ral se muestra, al menos tentativamente, como una auténtica meto­
dología de análisis formal, en la m edida en que prescinde de la
apariencia heterogénea de los contenidos de las diversas teorías
científicas para interrelacionarlas en función de sus estructuras
form ales. Otra co sa es que, com o dice el propio Stegm üller ,85
dichas reconstrucciones sean pertinentes o no en relación a las
propias teorías reconstruidas.

6.9. La concepción semántica

La concepción heredada propugnó análisis de las teorías científicas


con contenido empírico tomando como referencia la metamatemá-
tica, que conlleva la previa reducción de una teoría matemática
(como la aritmética o la geometría) a términos de sistema formal.
Sin embargo, com o vim os en el segundo capítulo, aparecieron

82. Véase BALZER-GOTTNER, 1982.


83. BALZER, 1982b.
84. W. STEGMÜLLER, Th eorie u n d B rfahrung, T e il H (B e r lín , S p r in g e r ,
1986).
85. W. STEGMÜLLER, Theorie und Erfahrung, pp. 3 6 0 -3 6 1 .
La con cepción sem án tica 199

num erosas dificultades para caracterizar las teorías físicas como


sistem as form ales, m otivo por el cual Suppes y su s discípulos
introdujeron la axiomatización informal por medio de la técnica
del predicado conjuntista como alternativa a las axiomatizaciones
de las teorías físicas que tratasen de reproducir el programa forma­
lista de Hilbert para las m atem áticas. Surge así la concepción
semántica en filosofía de la ciencia, por oposición al análisis bási­
camente sintáctico de la concepción heredada. Van Fraasen esta­
blece la siguiente distinción entre ambas:

La representación sintáctica (syntactic picture) de una teoría la identi­


fica con un cuerpo de teoremas, formulados en un lenguaje particular que
ha sido elegido para expresar dicha teoría. Esto podría contraponerse con
la alternativa de presentar en primera instancia una teoría identificando
una clase de estructuras como sus modelos. En esta segunda perspectiva
(semántica) el lenguaje usado para expresar la teoría no es básico ni
- • 86
único.

Sin embargo, esta concepción semántica no es ni mucho me­


nos unitaria. La propia concepción estructural puede ser conside­
rada com o una de sus corrientes, particularmente activa y flore­
ciente en los ú ltim os años. Beth, Suppe, Giere y Van Fraasen
representarían una segunda corriente, coincidente en algunos pun­
tos b á s ico s co n la co n ce p ció n estructural, pero divergente en
otros. La escuela polaca de Wojcicki y Przelewski también recurre
a métodos modelo-teóricos para el análisis de las teorías científicas,
si bien m anteniendo ciertos a sp ectos de lo que en el presente
capítulo h em os llam ado con cep ción enunciativa de las teorías.
Y, desde luego, podrían mencionarse otros muchos autores dentro
de la corriente semántica en filosofía de la ciencia, com o Dalla
Chiara, Toraldo e incluso algunos trabajos pioneros de Von Neu-
mann.
En el presente apartado n os referirem os a la tendencia de
Suppe, Giere y Van Fraasen bajo la denominación de concepción
semántica, y ello a pesar de que los matices entre estos tres autores
también son importantes, sobre todo desde el punto de vista onto-
lógico. Nuestro objetivo consistirá en exponer los puntos funda­
mentales de esta nueva epistemología científica, particularmente 8 6

86. B. VAN FRAASEN, The Scientific Im a ge (O x fo rd , O x fo r d U n iv ersity P ress,


1980), p. 44.
200 Concepción estructural de las teorías científicas

orientada hacia las ciencias físicas, así com o sus divergencias con
la con cepción estructural, en la medida en que ello nos permitirá
profundizar más, esta vez por vía crítica y negativa, en las tesis de
Sneed y sus seguidores.
En este sentido, y antes de pasar a la concepción semántica en
el sentido restringido en que aquí vam os a usar dicha denomina­
ción, merece la pena considerar brevemente las críticas a la obra
de Sneed procedentes de la escuela polaca recién mencionada.
En su amplio comentario a The Logical Structure ofMathemati-
cal Physics, Marian Przelewski," tras subrayar repetidamente la
gran importancia de la obra de Sneed, llevó a cabo una serie de
críticas al respecto, acabando por contraponer el m étodo modelo-
teórico usado por ella y por sus colaboradores al método conjuntis-
ta-teórico de Sneed y de los estructuralistas. Przelewski muestra
que la distin ción sneediana entre térm inos T -teóricos y T -n o -
teóricos puede ser expresada en términos clásicos de la teoría de
m odelos, sin necesidad de recurrir a las nociones conjuntistas de
Sneed, e incluso ve una serie de ventajas en la presentación m ode­
lo-teórica de dicha distinción. Intuitivamente hablando, su pro­
puesta es la siguiente: un término de un lenguaje L es teórico con
respecto a la teoría T si y sólo si su interpretación intencional
(noción paralela a la de aplicación propuesta) es dependiente del
conjunto A de axiomas de la teoría T .888 Partiendo de esta definición,
7
la condición de que la clase de los m odelos potenciales parciales
contenga a la clase de las aplicaciones propuestas, tesis fundamen­
tal de Sneed con respecto al contenido em pírico de una teoría T,
puede a su v ez expresarse en térm inos m odelo-teóricos. Por lo
tanto, no habría necesidad de renunciar a la presentación enuncia­
tiva o lingüística de las teorías, porque dos de las tesis principales
de Sneed pueden quedar recogidas en la terminología estándar de
la teoría de modelos.
Przelewski ve dos ventajas en la presentación modelo-teórica.
La primera, que permite referirnos a los diversos términos y axio­
mas de la teoría, que en la concepción estructural quedaban implí­
citos, caracterizados sólo conjuntistay extensionalmente. La según-

87. M. PRZELEWSKI, «A S et T h e o r e tic V e r su s a M o d e l T h e o r e tic A p p r o a c h to


th e L o g i c a l S tru ctu re o f P h y s ic a l T h e o r i e s » , e n Studia L ó g ic a , X X X I I I : 1 (1 9 7 4 ),
pp. 91 -112 .
88. M. PRZELEWSKI «A S e t...» , p. 97.
La concepción semántica 201

da, que, desde su punto de vista, el método conjuntista-teórico de


Sneed se inclina más hacia el instrumentalismo que hacia el realis­
mo, por lo cual no sería neutro ontológicamente.
Si pasamos ahora a la concepción semántica de Suppe, Giere y
Van Fraasen, encontraremos otro tipo de crítica a la concepción
estructural.
La concepción semántica coincide con la estructural en varias
de sus críticas a la co n c e p ció n heredada, y en con creto en los
siguientes puntos:

1) La consideración sintáctica de las teorías, com o conjuntos


de enunciados deductivamente inferidos a partir de unos axiomas,
resulta insuficiente para la física. Por el contrario, hay que llevar a
cabo un análisis semántico de las mismas a partir de la clase de los
modelos de dichas teorías, com o afirma Van Fraasen:

Presentar una teoría es especificar una familia de estructuras, sus


modelos; y en segundo lugar, especificar ciertas partes de esos modelos
(las subestructuras empíricas) como candidatas para la representación
directa de fenómenos observables.8991
0

2) La distinción teórico-observacional no es aceptable, pero,


sin em bargo, sí cabe mantener (en el caso de Van Fraasen), la
distinción observable/no observable referida a las entidades físicas,
pero no a los conceptos o términos, que siempre son teóricos:

Los términos o conceptos son teóricos (son introducidos o adaptados


según los propósitos en la construcción de una teoría). Las entidades son
observables o inobservables."

La noción de 'observable' alude a entidades putativas, que pue­


den existir o no: p o r ejem plo, un caballo vola d or, según V a n
Fraasen, es observable, mientras que el número 17 no lo es, com o
tam poco la masa de un cuerpo.
En relación con esta distinción Van Fraasen propone otra,
entre observar y observar que, para cuya ilustración ofrece el si­
guiente ejem plo.9' Si se presenta una pelota de tenis a una tribu
recientemente descubierta en las islas Filipinas, y que está todavía

89. B. VAN FRAASEN, The Scientific Image, p. 64.


90. B. VAN FRAASEN, The S cientific Image, p. 14.
91. B. VAN FRAASEN, The Scientific Image, p. 15.
202 Concepción estructural de las teorías científicas

en la Edad de la Piedra, ciertamente observarán algo: moverán la


pelota, la botarán; pero no observarán que es una pelota de tenis,
porque no poseen los correspondientes conceptos. Pues bien, es
característico de la actividad del científico observar que, y no
puramente observar; de ahí que la distinción teórico/observación ¡
de la concepción heredada sea inválida.
La concepción semántica rompe así con la filosofía estándar de
la cien cia en el siglo xx, la cual se centraba en el análisis del
lenguaje científico y su eventual estructuración en tanto que siste­
ma formal axiomatizado. Van Fraasen afirma tajantemente que «la
principal lección de la filosofía de la ciencia en el siglo xx podría
muy bien ser ésta: ningún concepto que dependa esencialmente
del lenguaje tiene alguna importancia filosófica ».92 El problema de
los térm inos teóricos, el teorem a de Craig, los en u n ciados de
Ramsey y de Carnap, los lenguajes empíricos, etc., han sido cuestio­
nes mal planteadas: pseudoptoblemas. No existe lenguaje observa-
cional puro, y si existiera, no sería traducible a términos de los
lenguajes naturales." El análisis sintáctico estándar de las teorías
es inadecuado y debe ser reemplazado por u n estudio semánti­
co, cuyo punto de partida serán los modelos determinados por una
teoría:

El trabajo esencial de una teoría científica es proporcionarnos una


familia de modelos, para ser utilizada en la representación de los fenóme­
nos empíricos."

Hasta aquí las tesis de la concepción estructural y las de la


con cepción sem ántica son similares; pero las diferencias van a
surgir de inmediato.
Van Fraasen, por ejemplo, reprocha a la concepción estructu­
ral su tendencia a identificar las teorías con esas clases de m o­
delos:

Aun cuando una teoría se exponga siem pre presentando una clase de
m odelos (estructuras), no podem os identificar a q u élla con ésta, p orqu e

92. B. VAN FRAASEN, The Scientific Image, p. 56.


93. B. VAN FRAASEN, The Scientific Image, p. 56.
94. B. VAN FRAASEN, «A F o rm a l A p p r o a c h to th e P h ilo s o p h y o f S cie n ce », e n
R. G. COLODNY (ed.), Paradigms &, Paradoxes (U n iversity o f P ittsb u rg P ress, 1 9 7 2 ),
p. 310.
La concepción semántica 203

una clase no puede ser verdadera o falsa. Así que la teoría tiene al menos
que incluir algo más; por ejemplo, una afirmación o aseveración acerca de
esta clase.95

Como puede verse, la divergencia atañe al contenido empírico


de las teorías, que según la con cep ción sem ántica conlleva la
posibilidad de que las teorías puedan ser verdaderas o falsas. Ello
no equivale a resucitar las cuestiones de la verificación y de la
falsación com o criterios de dem arcación de la cientificidad. La
verdad de una teoría, considerada globalmente, no es importante
para la ciencia. Pero en tanto las teorías físicas dicen cosas sobre el
mundo, y pueden ser aceptadas o puestas en duda, deben tener
algún tipo de relación con el problema clásico de la verdad y de la
falsedad de sus afirmaciones.
La concepción estructural, por el contrario, niega la falsedad o
la veracidad de las teorías científicas .96 Su metodología se orienta
a la caracterización de la estructura formal de unas y otras, a partir
de cuya especificación pueden abordarse las relaciones que, en
virtud de sus componentes estructurales, las distintas teorías tienen
entre sí. La aceptación de una teoría por una comunidad científica
en un momento histórico dado, y su rechazo en una etapa ulterior,
no son signos de verdad o de falsedad, sino de aplicación efectiva
(o intencional) de una estructura matemática a distintos ámbitos
em píricos. El estructuralism o no con cibe el progreso científico
como una aproximación a la verdad; se limita a analizar y a recons­
truir las redes y evoluciones teóricas que engendran los científicos
mediante sus investigaciones.
Para la concepción semántica, al menos tal y como la expone
Van Fraasen, esto no basta. En su The Scientific Image de 1980 este
autor h a defendido, en contra del realism o científico, lo que él
llama empirismo constructivo. Para Van Fraasen el realismo cientí­
fico podría ser caracterizado en los siguientes términos:

El objetivo de la ciencia consiste en proporcionarnos, mediante las


teorías, una historia (story) literalmente verdadera de cómo es el mundo;

95, B, VAN FRAASEN, «O n t h e Q u e s t i o n o f I d e n t i f i c a t io n o f a S c ie n t if ic


T h e o r y », e n Crítica , X V II:51 (1 9 8 5 ), p p . 2 1 -3 1 .
95. V éase, p o r eje m p lo , el a rtícu lo d e P É R E Z RANSANZ «Qué e s u n a te o ría
e m p ír ic a » , e n Crítica, X V III:5 2 (1 9 8 6 ), p. 1 1 8 p a r a este tip o d e tesis.
204 Concepción estructural de las teorías científicas

la aceptación de una teoría científica incluye la creencia de que es verda­


dera.9'

El empirismo constructivo que él propugna, en cambio, puede


ser definido así:

El objetivo de la ciencia consiste en proporcionarnos teorías que sean


empíricamente adecuadas; la aceptación de una teoría sólo incluye la
creencia de que es empíricamente adecuada.9 989
7 10

Ahora bien, ¿qué significa esa adecuación empírica de una


teoría? En prim era aproxim ación cabe decir que «una teoría es
empíricamente adecuada si lo que dice sobre las cosas y eventos
observables de este mundo es verdadero —exactamente si salva los
fenómenos—»." C om o se ve, la s teoría s tien en q u e ver c o n la
verdad, en la m edida en la que hay fenóm enos que, com o luego
veremos, han de tener algún tipo de isomorfismo con los modelos
que caracterizan matemáticamente a dichas teorías. En términos
más precisos, la adecuación empírica se produce «si la teoría tiene
al m enos un modelo que engloba adecuadamente todos los fenó­
menos»,m entendiendo por tales todos los fenómenos observables.
Hay proposiciones que no deben de ser confundidas con las aseve­
raciones que las expresan en un determinado lenguaje, que han de
ser verdaderas en una teoría; ésta no sólo consiste en una clase de
modelos.
Ronald Giere distinguió dos aspectos en toda teoría científica:
la definición teórica y la hipótesis teórica. La primera atañe a la
clase de sus modelos; la segunda, en cambio, consiste en la propo­
sición según la cual ciertas entidades reales en el mundo pertene­
cen a una clase de sistemas que se corresponden isomórficamente
con los modelos de la teoría. La definición teórica delimita así una
clase de sistemas mediante las leyes de la teoría: dichos sistemas
podrían, en principio, representar los fenóm enos conform e a la
teoría. La hipótesis teórica comporta un contenido empírico neto,
y por lo mismo puede ser verdadera o falsa: afirma que algunos de
los sistemas del mundo pertenecen a la clase anterior.

97. B. VAN FRAASEN, The Scientific Image, p. 8.


98. B. VAN FRAASEN, The Scientific Image, p. 12.
99. B. VAN FRAASEN, The Scientific Image, p. 12.
100. B. VAN FRAASEN, The Scientific Image, p. 12.
La concepción semántica 205

Dichos sistemas no son los fenómenos, por ser éstos demasia­


do com plejos. Hay que idealizarlos previamente, seleccionando
únicamente algunos aspectos de los mismos. Y en esta selección
interviene la teoría: el procedimiento es constructivo. Tanto los
conceptos como las funciones de la teoría (posición, tiempo, masa
y fuerza en la mecánica clásica de partículas) nos permiten elegir
en los fenómenos aquello que es pertinente para la teoría, dejando
de lado todo lo restante. De la misma manera, una vez selecciona­
do e idealizado un sistema, la ciencia sólo se ocupa de él, haciendo
abstracción de los demás fenómenos y sistemas que pueden tener
influencia sobre él. Al aplicar el aparato matemático y conceptual
de T, y en particular su s leyes, el científico tendrá ocasión de
contrastar su hipótesis teórica, dilucidando si el sistema físico así
idealizado pertenece o no a la clase determinada por la definición
teórica.
Complementando estas ideas de Giere, que suponen una dife­
rencia importante entre la concepción semántica y la estructural,
Van Fraasen va a introducir la noción de espacio-de-estados, muy
importante en su,conceptualización de las teorías físicas. Ana Rosa
Pérez,RaRpnz, quien se ha ocupado de confrontar algunos aspec­
tos de ig,,-p,oncepción estructural con las tesis de Van Fraasen,
sintetiza estas últimas de la manera siguiente:

Una teoría física utiliza un modelo matemático para representar el


comportamiento de cierta clase de sistema físico. Un sistema físico se
define especificando el conjunto de estados que el sistema es capaz de
adoptar. Estos estados se representan mediante elementos de cierto espa­
cio matemático que Van Fraasen llama el espacio-de-estados. Normalmen­
te, una teoría física se ocupa de una clase grande de sistemas dividida en
subclases, y especifica un espacio-de-estados para cada subclase.m

El paso de un estado a otro viene determinado por las leyes de


la teoría; estas nuevas configuraciones de los sistemas físicos ideali­
zados podrán tener luego, o no, su correspondiente isomorfo en los
fenómenos observados. Cuando sucede así decimos que la teoría es
empíricamente adecuada, pero también que su hipótesis teórica
es verdadera. Hay o debe haber un isomorfismo entre los fenóme­
nos observables y las subestructuras de los modelos matemáticos1 0

101, A. R. PÉ RE Z RANSANZ, «El c o n c e p to d e teoría em p írica se g ú n V a n F raa­


s e n ', e n Crítica, X V II:51 (1 9 8 5 ), p p . 3 -2 0 .
206 Concepción estructural de las teorías científicas

(espacios-de-estados). Las teorías científicas nos proporcionan imá­


genes del mundo, que pueden ser pertinentes o no. O com o dirá
Giere:

Entendemos la palabra 'teoría' como algo que incluye a la vez la clase


o lo^modelos y una amplia ristra de hipótesis que utilizan dichos mode­
los.

Una teoría no es ni una clase de m odelos (com o piensan los


defensores de la concepción semántica que afirman los estructura-
listas) ni un conjunto de conjeturas que versan sobre los fenóm e­
nos observables, que luego habrían de ser verificadas, com proba­
das, corroboradas o falsadas. Las teorías científicas deben de ser
caracterizadas p or la clase de sus m odelos, pero también p or las
hipótesis que les otorgan con ten id o em pírico, o si se prefiere
verdad o falsedad.
Entre los principales defensores de la con cepción semántica
hay también diferencias y matices, sobre tod o en sus pronuncia­
mientos ontológicos. Vim os que Van Fraasen se definía en 1980
co m o un antirrealista, aunque posteriormente ha m odificado un
tanto sus posturas, com o lo subrayó León Olivé.10
103 En cambio, Giere
2
ha mantenido el realismo constructivo, defendiendo una filosofía
naturalista de la ciencia frente a las epistemologías que tienden a
fundamentar la ciencia metodológicamente, com o las de Carnap,
Reichenbach y Popper, y por oposición asimismo a la metametodo-
logía de Lakatos y de Laudan. Com o consecuencia propugnará una
concepción evolucionista de la ciencia, c o n cuyas tesis básicas
terminaremos esta breve exposición de la concepción semántica.
Giere interpreta que la obra de Kuhn supuso la defensa de una
filosofía naturalizada de la ciencia: prolongando las tesis kuhnia-
nas, afirma que la filosofía de la ciencia n o p osee una fu n ción
normativa, sino básicamente descriptiva de lo que es la ciencia. En
consecuencia, la historia de la ciencia desempeña un papel rele­
vante.
Para Giere, «el problema que afronta una filosofía naturalista
de la ciencia consiste en explicar c ó m o criaturas co n capacidad

102. R. G IE R E , «Philosophy o f Science Naturalized», en ~Philosophy o f S cien ­


c e , 52 (1985), p. 331.
103. Véase L. O u v E , «R ealism o y antirrealismo en la c o n c e p c ió n semántica
de las teorías», en C rítica , X V IL 5 1 (1985), pp. 31-40.
La concepción semántica 207

natural co m o la nuestra llegan a aprender tanto sobre los detalles


de la estructura del m undo ».'04 Ello n o proviene de una facultad
abstracta dada de una vez p o r todas, la razón, sino de nuestra
capacidad para adaptarnos al m undo e interactuar con él. Preten­
der buscar normas generales para el conocimiento científico, inde­
pendientemente de la etapa histórica en la que uno se sitúe y del
grado de adaptación al m undo p rop io de la especie humana en
dicho período, es una pretensión equivocada: «El naturalista niega
que haya base alguna para normas que trasciendan a la sociedad en
su actual contexto fisico ».lt>5 E n lugar de empeñarse en definir lo
que sea la racionalidad en abstracto, el filósofo de la ciencia debe
asumir posturas evolucionistas en lo que respecta a la metodología
científica. La axiom atización de las teorías, p o r ejem plo, p u d o
suponer en un m om ento dado uno de los objetivos de los científi­
co s ; p ero h o y en día n o sucede así. L os m é to d o s de la ciencia
pueden evolucionar y modificarse, al igual que los criterios episte­
m ológicos de cada época.
L os m odelos que caracterizan a una teoría no están dados de
una vez por todas, sino que son construidos por los científicos. En
cuanto a las hipótesis teóricas, suponen la con fron ta ción de las
teorías con algo real que presenta alguna similitud con los modelos
construidos: de ahí la denominación de realismo constructivo para
sus posturas ontológicas y epistemológicas que, com o puede verse,
comportan asimismo una fuerte componente naturalista y otra evo­
lucionista.

104. R. G IE R E , «Philosophy o f Science Naturalized», pp. 339-340.


105. R. G IE R E , «Philosopliy o f Science Naturalized», p. 341.
7. CRÍTICA DE LA CIENCIA

7.1. Introducción

El auge de la ciencia y de la tecnología en el siglo xx, su progresiva


influencia en las m ás diversas áreas del saber hum ano y de la
actividad social, y muy en particular sus aplicaciones militares y
políticas, de las que las bombas de Hiroshima y Nagasaki serían la
expresión paradigmática, han dado lugar a una serie de reflexiones
críticas con respecto a la ciencia, hechas desde perspectivas muy
diferentes. Ha habido críticas de tipo económ ico, basadas en el
enorme coste de algunas investigaciones cuya función social resul­
ta luego muy escasa, cuando no negativa; otras de tipo ecológico,
por las graves consecuencias que determinados experimentos cien­
tíficos, así como la aplicación tecnológica de sus resultados, conlle­
van para el entorno natural; otras de tipo moral, dependientes de
los problemas éticos suscitados por líneas de investigación como la
biotecnología, la sociobiología, la fecundación in iritro, los trasplan­
tes de órganos, etc.; así com o críticas de tipo político, que han
señalado la función ideológica y de control social que determina­
das teorías desempeñan, sin olvidar la dependencia económ ica y
tecn ológica a la que el progreso científico som ete a los países
menos desarrollados desde el punto de vista de la investigación. La
pretendida neutralidad política y social de la ciencia, así como su
función progresiva, han sido atacadas con diversos argumentos. Se
abre así un campo de reflexión sobre la ciencia que, sin ser exclusi­
vamente epistemológico o filosófico, en m uchas ocasiones ofrece
un contrapunto adecuado a las teorizaciones que analizan exclusi­
vamente los aspectos formales y estructurales de la actividad cientí­
fica, sin entrar en sus consecuencias prácticas.
210 C rítica de la ciencia

En el presente capítulo sólo nos ocuparemos de aquellas críti­


cas que hayan llegado a articularse com o reflexiones generales
sobre la ciencia, dejando para el segundo volumen aspectos más
específicos, como el célebre debate sobre la explicación y la com ­
prensión en ciencias humanas y sociales.' El primer apartado esta­
rá dedicado a la figura de Feyerabend y a su epistemología «anar­
quista», y ello no tanto por la corrección de sus tesis, cuanto por el
efecto revulsivo al que dieron lugar en la comunidad de metodólo-
gos y epistemólogos. Sus tesis sobre la inconmensurabilidad de las
teorías, sus provocativas comparaciones entre la ciencia, el arte y
el mito (y ello en la tradición demarcacionista característica de la
filosofía de la ciencia del presente siglo), sus ideas sobre la ciencia
en u n a sociedad libre, en la que estuviese separada del Estado
(como la religión) y sometida a un control democrático que contra­
pesase el poder de los especialistas, así como la gran difusión que
sus obras han tenido en lengua española, hacen imprescindible una
breve introducción a sus tesis.
Las obras de Feyerabend han sido ampliamente traducidas:
Contra el método, Tratado contra el método, Cómo ser un buen
empirista, La ciencia en una sociedad libre, Adiós a la razón y
algunas otras (véase bibliografía) están actualmente disponibles,
así como diversos comentarios a sus teorías en distintas revistas.
Nos limitaremos básicamente a las referencias citadas.
El segundo apartado está dedicado a trabajos de grupos radica­
les, com o el francés Survivre o el norteamericano Science for the
People, en contra del cientifismo, ideología que impregnaría nues­
tra época, llegando incluso a cumplir una función similar a la que
en otras épocas desempeñó la religión. Esta línea de pensamiento

1. D ich a p olém ica se in icia y a en el siglo xix, a partir d el m om en to en que


D roysen p ropon e los térm inos de exp lica ción y com p ren sión (Erkliiren/ Verstehen)
p a ra señ a la r las diferen cias m etod ológ ica s entre u n a s y otras cien cia s, a sí com o
D ilth ey la n o c ió n d e c ie n c ia s d e l e s p íritu (G eistesw issenschafien). La tra d ición
h erm en éutica h a h ech o u so h abitual de esa distinción, por op osición al m on ism o
m e to d o ló g ico del p ositivism o. El deb a te es p a rticu la rm en te im portan te p a ra las
c ie n cia s h u m a n a s y s o cia le s (historia, a n trop olog ía , p sico lo g ía , etc.) y a él n o s
referiremos m ás ampliamente en el segundo volum en de esta obra. Muy im portante
h a sido en estos últim os años la con tribu ción de G. H. von Wright, co n su Explana,
tion a nd U nderstanding (1971), que h a abierto u n debate en el que h an participado
D avidson, Tuom ela, M anninen y otros. El debate se h a con ecta d o así a cu estion es
co m o la ló gica d e la a cción , las a ctitu d es p rep os icion a les, la diferencia entre causas
y razones, etc.
In trodu cción 211

crítico ha tenido mucha menor difusión en lengua española, pese a


su interés. La recopilación de Jean-Marc Lévi Leblond (Auto)crítica
de la ciencia, inmediatamente posterior al mayo del 6 8 , así como
otras publicaciones, como la del propio Lévi Leblond, La ideología
de/en la física contemporánea, o la recopilación de los Rose, La
radicalización de la ciencia, ofrecen, sin embargo, unos materiales
suficientes para una primera introducción en este tipo de reflexión
crítica. Particular interés tienen las tesis sobre la proletarización
del trabajo de los científicos, hechas desde una perspectiva marxis­
ta, a las que se hará una breve alusión. El papel de los artefactos
usados por los científicos en sus investigaciones, así como el de las
instituciones que apoyan o boicotean unas u otras líneas de investi­
gación, y el de los órganos de difusión del pensamiento científico,
serán más ampliamente considerados en el volumen segundo de
esta obra.
El últim o apartado del presente capítulo aborda el debate
su scita d o en filosofía de la cien cia en los últim os a ñ os por la
aparición de teorías biológicas con u n a particular carga social:
la ingeniería genética, la sociobiología, la biotecnología, etc. Aun
dentro del criterio aplicado en el presente volum en de abordar
sólo aspectos de la filosofía general de la ciencia en el siglo xx, y
de evitar consecuentemente problemáticas filosóficas derivadas de
una ciencia concreta, lo cierto es que los debates suscitados entre
filósofos de la biología tienen suficiente generalidad como para ser
mencionados ya desde ahora, al suscitar problemas clave en filoso­
fía de la ciencia actual, com o la interacción de las teorías y los
instrumentos tecnológicos que permiten investigarlas y desarro­
llarlas. La obra reciente de José Sanmartín, Los nuevos redentores,
ofrece al respecto contribuciones que merecen ser comentadas, en
tanto aparición en nuestro ámbito cultural de una nueva línea de
pensamiento, a la que se podría denominar filos o fa crítica de la
ciencia, y que sin duda tendrá desarrollo en los próximos años, al
replantear la noción misma de actividad científica, insertándola en
su ámbito social. Es aconsejable al respecto la lectura del núm e­
ro 82/83 de la revista Anthropos (1988), dedicado monográficamen­
te a este tema.
Podrían haberse seleccionado otras varias referencias para
ilustrar las diversas reflexiones filosóficas críticas con respecto a la
ciencia. Mas aparte de la amplitud misma del tema, que precisaría
de u n a obra específica, y del carácter introductorio del presente
212 C rítica de la cien cia

volumen, se han preferido aquellas tesis que, estando insertas en la


tradición epistemológica y metodológica del presente siglo, abor­
dada en los capítulos anteriores, se plantean con suficiente genera­
lidad como para suponer un revulsivo crítico contra filosofías de la
ciencia puramente descriptivas y normativas, como ha sido el uso
en amplios sectores del pensamiento del siglo xx.

7.2. Feyerabend y el pluralismo metodológico

La obra de Feyerabend Against Method, dos veces traducida al


castellano,' abrió una viva polémica entre los filósofos de la ciencia
durante los años setenta. Sus provocativas tesis en favor del «anar­
quismo» (luego dadaísmo) epistemológico, así como sus ulteriores
ataques al prestigio de la ciencia y de sus expertos, han supuesto un
cierto revulsivo crítico en la epistemología contemporánea.
Las ideas de Feyerabend en contra del racionalismo com ien­
zan a desarrollarse ya en 1946, teniendo ocasión de precisarse en
Viena en sus contactos con el círculo de Víctor Kraft y con Ehren-
haft, quien llegó a dicha ciudad en 1947. Influido asimismo por
Popper (a quien co n o ció en 1948), Mili, Lakatos y B recht, su
formación como físico y como filósofo se fue completando durante
su estan cia en Londres, en Bristol y, sob re todo, en Berkeley
(California), donde es profesor de filosofía en 1958. Allí conoció las
teorías de Kuhn, pero asim ism o tina práctica educativa en un
medio plurirracial y de mezcla de culturas entre sus estudiantes,
que iban a dejar una profunda huella en sus ideas.' Convertido al
«anarquismo», y en profundo debate con Lakatos, pronto se trans-

2. feyerabend p u b licó en 1970 s u en sa y o A g a in s t M e th o d : O u tlin e o f an


A n a r c h is tic T h e o ry o f K n o w le d g e e n lo s M in n e s o ta S tu d ie s in th e P h ilo s o p h y o f
S c ie n c e vol. IV, qu e fue tra d u cid o p o r F ra n cisco H ernán (Ariel, 1974). P osterior­
mente, en 1975, pu blicó u n libro titulado A gains M ethod en Londres (NLB), trad u ci­
do por Diego Ribes (Tecnos, 1981). Esta últim a traducción cuenta co n u na introduc­
ció n especia l del propio Feyerabend e incluye asim ism o cin co a pén dices a d icion a ­
les. Las te s is d e fe n d id a s e n a m b a s o b r a s s o n sim ilares, y p a s a je s e n te ro s s o n
idénticos, pero tam bién existen m atices y diferencias entre las dos.
3 V é a n s e la s referen cia s a p o rta d a s p o r el p r o p io F ey era b en d so b re su
trayectoria intelectual en L a cie n c ia en u n a s o c ie d a d libre, PP- 126-142.
F eyeraben d y el plu ralism o m etodológico 213

formó en el enfant terrible de la epistemología científica, pasando


sus obras a tener una gran difusión internacional.
Resumiremos aquí sus tesis en cuatro grandes grupos.

7.2.1. CRITICA DEL M ÉTODO CIENTIFICO

Tal y como expusimos en el prólogo, la idea de un método preciso


y común a todas las disciplinas, o cuando menos a muchas de ellas,
fue constitutiva de la noción misma de ciencia moderna. El more
geométrico y el método experimental, como también la reductibili-
dad a sistemas formales de las teorías científicas, han sido algunas
de las tentativas de caracterizar metodológicamente la actividad
científica. Las tesis de Kuhn, con su insistencia en la relevancia de
las comunidades científicas y sus respectivas pugnas, similares a las
luchas políticas, por imponer uno u otro paradigma, supusieron un
fuerte ataque a este tipo de teorías metacientíficas. De todo este
debate, así como de sus propios estudios sobre historia de la cien­
cia, Feyerabend va a extraer tesis radicales, contrarias al proyecto
mismo de definir la ciencia por un único método. A ello opondrá la
afirmación de un pluralismo metodológico como condición nece­
saria para el progreso científico:

L a id e a d e u n m é t o d o q u e c o n t e n g a p r in c ip io s fir m e s , in a lte r a b le s y
a b s o lu t a m e n t e o b lig a to r io s q u e r ija n el q u e h a c e r c ie n tífic o t r o p ie z a c o n
d i f ic u l t a d e s c o n s i d e r a b l e s a l s e r c o n f r o n t a d a c o n lo s r e s u l t a d o s d e la
in v e stig a c ió n h istó r ic a . D e s c u b r im o s e n t o n c e s q u e n o h a y u n a s o la reg la,
p o r p la u s ib le q u e s e a , y p o r fir m e m e n te b a s a d a q u e e s té e n la e p is te m o lo ­
g ía , q u e n o s e in frin ja e n u n a o c a s ió n u o tr a .4

El atomismo antiguo, la revolución copernicana, el atomismo


moderno, la teoría ondulatoria de la luz y otras muchas surgieron
contraviniendo, explícita o implícitamente, reglas metodológicas
generalmente aceptadas, y que parecían imprescindibles para que
una teoría pudiese ser aceptada como científica. O dicho de otra
manera: muchas veces las revoluciones científicas han conllevado
cam bios m etodológicos importantes. Con frecuencia ha habido
que seguir, incluso, reglas contrarias a las prescritas. La idea de un
m étodo fijo y estable, o la n oción paralela de u n a racionalidad

4. P. K. fe ye r a b e n d , T ra ta d o co n tra e l m étodo, p. 7.
214 C rítica de la ciencia

invariable a lo largo de los tiempos, han de ser abandonadas.'


Feyerabend llegará a proponer un procedimiento contrainductivo,
basado en la contradicción sistem ática de teorías y resultados
experimentales bien establecidos. Dicho procedimiento se desglosa
en dos reglas «contrametodológicas»:

E n p rim e r lu g a r e x a m in a r é la c o n tr a r re g la q u e n o s r e c o m ie n d a d e s a ­
rro lla r h ip ó te s is in c o n s is te n te s c o n teorías a c e p t a d a s y a lta m e n te c o n fir­
m ad as. '

En lugar de tratar de perfeccionar las teorías heredadas, si­


guiendo dentro del marco canónico en el que fueron descubiertas
y elaboradas, el científico debe de intentar oponerles ideas contra­
puestas. El criticismo popperiano y el falsacionismo refinado de
Lakatos adoptan así su máxima expresión. En lugar de contrastar
las teorías con la experiencia, y aunque ello se hiciese con un
propósito falsacionista, para Feyerabend hay que proponer ideas
distintas, recurriendo como fuente de inspiración para ello incluso
a teorías antiguas y desechadas, tanto por haber sido «falsadas»
como por proceder de fuentes metafísicas, religiosas o míticas. El
conocimiento científico no avanza por acumulación: «es un océano
de alternativas incompatibles entre sí (y tal vez inconmensurables)».'
De ahí que, si se quiere progresar, haya que actuar en form a
intempestiva, oponiéndose a lo plausible en cada momento históri­
co dado.

L a s e g u n d a c o n tr a r re g la a fa v or d e h ip ó te s is q u e s e a n in c o n s is te n te s
c o n las observaciones, los hechos y los resultados experim entales no n ecesi­
ta ninguna d efen sa especial, p u e s n o e x iste u n a s o la teo ría in te re sa n te q u e
c o n c u e r d e c o n to d o s lo s h e c h o s c o n o c id o s d e s u d o m in io .8

No sólo las teorías navegan en un «océano de anomalías», sino


que ello es bueno. Hay que tratar de descubrir otras nuevas, que
socaven más rápidamente el prestigio de las teorías admitidas y
su sciten su reemplazo por otras a ritmo m ás rápido. Hay que
buscar sistemas conceptuales que choquen con los datos experi-5 8
7
6

5. T ra ta d o con tra el m étod o, p. 12.


6. T ra ta d o con tra el m étod o, p. 13.
7. T ra ta d o co n tra el m étod o, p. 14. (Subrayados del propio Feyerabend.)
8. Tra tad o con tra el m étod o, p. 15.
F eyeraben d y el plu ralism o m etodológico 215

mentales aceptados, e incluso que propongan nuevas formas de


percepción del mundo, hasta entonces ignoradas. De esta manera
se procede contrainductivamente: en lugar de inferir hipótesis y
leyes inductivamente a partir de las observaciones contrastadas, el
científico progresista actúa a la inversa.
Ello no equivale a decir que la contrainducción pase a ser la
nueva regla metodológica general de la actividad científica. Feyera­
ben d precisa que «mi intención no es sustituir u n conjunto de
reglas generales por otro conjunto: al contrario, mi intención es
conven cer al lector de que todas las metodologías, incluidas las
más obvias, tienen sus límites».91
0
Paralelamente a estas críticas a la noción de método científico,
y en particular al m étodo inductivo, cabe hallar en Feyerabend
rechazos radicales de casi todas las cuestiones epistemológicas que
ocuparon a los defensores del positivismo lógico y de la concep­
ción heredada.
Hay que prescindir, por ejemplo, de distinciones tales com o
la de contexto de descubrimiento y contexto de justificación, así
como de la oposición entre términos teóricos y términos observado-
nales. La fase de descubrimiento puede ser perfectamente irracio­
nal, y sus prácticas estar en oposición a lo que luego el epistemólo-
go tratará de hacer al reconstruir racionalm ente una teoría. El
descubrim iento científico no está sujeto a m étodo fijo, com o ya
vimos. Por lo mismo ha de chocar con el contexto de justificación.
Por otra parte, la ciencia sólo puede llegar a existir, en m uchos
ca sos, si el científico prescin de p or com pleto del con texto de
justificación. Desde el punto de vista del pluralismo metodológico
la distinción es irrelevante, y debe ser abandonada. Asimismo hay
que dejar de contraponer las epistem ologías prescriptivas a las
descriptivas. La distinción entre lo que debería ser la ciencia y lo
que en efecto es no su pon e u n a frontera, sino únicam ente un
recurso de trabajo para el filósofo y el historiador de la ciencia.
No sólo los argumentos de Popper, Hanson y Kuhn contra la
oposición entre lo teórico y lo observadonal, sino la propia teoría
del aprendizaje, deben llevarnos a rechazar asimismo el problema
de los términos teóricos. Tanto las teorías como las observaciones
pueden ser rechazadas?' Los hechos observados no constituyen

9. T ra ta d o c o n tra e l m étod o, p. 17. (Subrayados del propio Feyerabend.)


10. T ra ta d o c o n tra e l m étod o, p. 155.
216 C rítica de la cien cia

una base sólida para la ciencia, ya que pueden ser descartados por
razones teóricas. Lejos ya de presuponer una base empírica común
a los seres humanos, Feyerabend afirma que una misma persona
pasa en su fase de aprendizaje por etapas perceptuales contra­
puestas:

U n n iñ o n o p o s e e u n m u n d o p e r c e p tu a l e s t a b le q u e u tiliz a r p a r a d a r
s e n t i d o a l a s t e o r í a s q u e s e le p r o p o n g a n . M u y a l c o n t r a r i o , e l n i ñ o
a trav iesa v arias e ta p a s p e rc e p tu a le s q u e só lo e stá n te n u e m e n te c o n e c ta d a s
u n a c o n o tr a »

Todo ello n os lleva al tema de la inconm ensurabilidad, que


será tratado más adelante. Pero ya en esta primera aproximación se
prefiguran las tesis de Feyerabend al respecto.
Tampoco las teorías científicas presentan una estructura co­
mún, si se entiende por tal una serie de elementos que se presenten
en cada desarrollo científico .111213En función de los problem as que
afronten recurrirán a unos métodos o a otros. Dicho pluralismo,
que no sólo es un hecho histórico, sino algo conveniente para el
progreso, es la base que permite a Feyerabend negar la existencia
de una «racionalidad científica» que pudiera ser guía de la investi­
gación científica. No hay una lógica ni una estructura para ello. El
científico hará uso de cuanto tenga a mano: «Sugerencias heurísti­
cas, concepciones del mundo, disparates metafísicos, restos y frag­
mentos de teorías abandonadas...»." Hay que desmitificar la activi­
dad científica, aproximándola precisamente al mundo del arte y del
mito. Frente a la sacralización de reglas metodológicas, el pluralis­
mo afirmado por Feyerabend va a conducirle a una tesis que ha
dado lugar a amplios debates, y que él mismo ha tenido que matizar
más de una vez: todo vale.

7.2.2. TODO VALE

Por oposición a la idea de un método científico, y como idea clave


de su epistemología anarquista, Feyerabend propuso en 1970, y
repitió en 1975, su conocido lema «todo vale». Posteriormente ha

11. T ra ta d o co n tra e l m étodo, p. 155.


12. T ra ta d o co n tra e l m étodo, p. XV. (Prólogo a la ed ic ió n castellan a.)
13. T ra ta d o co n tra e l m étodo, p. XV.
F eyeraben d y el p lu ralism o m etodológico 217

matizado ese enunciado," m as lo cierto es que en torno a él se


ha desatado suficiente polémica com o para que, independiente­
mente de la voluntad de su autor, haya venido a caracterizar toda
una posición epistemológica, considerada como no racionalista.
Ciertamente Feyerabend llegó a afirmar que «este principio
abstracto es el único principio de nuestra metodología anarquis­
ta»," pero ocho años después también precisó que «todo vale no es
el prim er y ún ico 'principio' de u n a nueva m etodología que yo
recom iendo ».115
16 8Asimismo su reivindicación del anarquismo episte­
4 17
m ológico no tom a su s raíces del movimiento político del mismo
nombre, sino m ás bien del uso normal de dicho término o, si se
trata de buscar antecesores entre los grandes pensadores, de Mili,
de Hegel y de Kierkegaard. En su Introducción al Tratado contra el
método Feyerabend se distancia del puritanismo anarquista y rei­
vindica para sus posturas el calificativo de dadaístas. «Espero —afir­
ma— que tras la lectura del presente opúsculo el lector me recuer­
de como un frívolo dadaísta, y no como un anarquista serio .»'7
Resulta pues necesario entender el sentido en el que Feyera­
bend afirma que, en metodología científica, todo sirve. Él propug­
na un liberalismo metodológico, que no restrinja la investigación
científica, encorsetándola en reglas a las que habría de someterse.
Así co m o la id ea de libertad sólo puede aclararse mediante las
acciones mismas que la crean también los procesos de creación de
teorías científicas van engendrando la noción de método. Ésta no
les preexiste. No hay un programa de investigación que dirija la
labor científica, contrariamente a lo que afirmara Lakatos. El Tra­
tado contra el método de Feyerabend forma parte de u n debate
entre él y Lakatos, a quien acabó dedicándole dicha obra. Para
Feyerabend el progreso de la ciencia requiere una libertad metodo­
lógica para los científicos. Caracterizarlo por el hallazgo de nuevos
hechos, com o propugnaba Lakatos, no resulta correcto, porque
ello im plica presu p on er lo que Feyerabend llam a principio de
autonomía de los hechos: «Dar por supuesto que los hechos existen,
y que están disponibles independientemente de que se consideren
o no alternativas a la teoría que ha de ser contrastada»." Por el

14, V éase, p o r ejem plo, L a cie n cia en u n a s o c ie d a d lib re, pp. 40-42.
15. T ra ta d o co n tra e l m étod o, p. 22.
15. P. K. FEYERABEND, L a cie n cia en u n a s o c ie d a d libre ; p. 41.
17. T ra ta d o co n tra e l m é tod o, p. 6, nota 12.
18. T ra ta d o co n tra el m é to d o , p. 21.
218 Crítica de la ciencia

contrario, la descripción de un hecho concreto no sólo depende de


alguna teoría determinada: hay hechos que sólo pueden descubrir­
se cuando se formulan alternativas a la teoría. Los hechos científi­
cos se producen en un contexto formado por «un conjunto comple­
to de teorías, en parte coincidentes, factualmente adecuadas, pero
inconsistentes entre sí ».19 Conviene plantear numerosas alternati­
vas a una teoría dada, si se quieren descubrir nuevos hechos. La
proliferación de teorías y la invención de alternativas constituyen
una parte esencial del progreso científico. La apariencia de éxito
de una teoría, su estabilidad en el seno de una comunidad científi­
ca y durante un periodo histórico, no son signos de que sea verda­
dera, sino más bien de un estancamiento, o incluso de la transfor­
mación de dicha teoría en ideología:
La pluralidad de opinión es necesaria para el conocimiento objetivo, y
un método que fomente la pluralidad es, además, el único método compa­
tible con una perspectiva humanista.20

En este ámbito de pensamiento debe ser entendido el lema


todo vale, com o también la defensa que Feyerabend hace de las
teorías históricamente periclitadas, sean científicas, metafísicas
o de cualquier otro tipo, como fuente de inspiración y.de invención
de alternativas: «No existe ninguna idea, por antigua y absurda que
sea, que no pueda mejorar el conocimiento».2' El lem a todo vale
puede ser tom ado com o u n a «regla» o «principio» m etodológico
porque es el que menos obstaculiza el progreso científico, por una
parte, pero tam bién porque es el m ás adecuado a la actividad
científica en una sociedad libre, como luego veremos.

7.2.3. INCONMENSURABILIDAD

La tesis de que hay teorías científicas rivales que son inconmensu­


rables entre sí había sido anticipada por Hanson y afirmada explíci­
tamente por Kuhn, quien luego ha vuelto sobre el tema, conectán­
dolo con los procesos de cambio revolucionario en ciencia .22 Para

19. Tratado contra el método, p. 22.


20. Tratado contra el método, p. 29.
21. Tratado contra el método, p. 31.
22. V é a s e 2 .9 .3 y 4 .5 , a s í c o m o la r e c ie n te o b r a d e T. S. K U H N , What are
Scientific Revolutions (MIT, 1983).
F eyeraben d y el p lu ra lism o m etodológico 219

Feyerabend se trata de una cuestión fundamental, por la incidencia


que tiene en el tema de la racionalidad científica. «Dada la ciencia
—afirma—, la razón no puede ser universal y la sinrazón no puede
excluirse.»" Quienes se niegan a admitir que los científicos usan
teorías inconmensurables lo hacen para mantener el primado de la
razón en la actividad científica. Y si bien Feyerabend no niega que
la ciencia tenga componentes racionales, no acepta que la ciencia
se agote en razón. De esta m anera se opone a u n a antiquísima
tradición, aportando para ello diversos argumentos que habremos
de resumir brevemente.
En primer lugar, la ciencia del siglo xx ha abandonado toda
pretensión filosófica para convertirse en una profesión, y en una
profesión con prestigio social. Funciona como una empresa que, al
igual que las demás, trata de prestigiar sus productos. La autoridad
que se atribuye a los científicos no tiene tanto una base teórica
cuanto una base social. Segúir postulando una racionalidad cientí­
fica abstracta, por lo mismo, equivale a utilizar una determinada
estrategia para encubrir intereses que nada tienen que ver con la
razón en el sentido clásico del término.
Por otra parte, determinadas teorías científicas, como la de la
relatividad, la teoría cuántica, la teoría aristotélica del movimiento
o las cosm ologías antigua y m oderna han adquirido suficiente
complejidad como para ser consideradas por analogía a los lengua­
je s naturales. Así como éstos, tal y como afirmara Whorff,2 5no se
242
3
limitan a rep rod u cir ideas o eventos, sino que con form an los
h e ch o s y los estados de cosa s, tam bién las teorías científicas
conllevan concepciones del mundo. Por eso mismo hay inconmen­
surabilidad entre ellas, en el sentido de que no pueden ser interre­
lacionadas por medio de las relaciones lógicas usuales: inclusión,
exclusión, solapamiento, etc.
También las percepciones pueden ser inconmensurables entre
sí. A partir de estímulos iguales, distintos sistemas de clasificación
mentales pueden producir objetos perceptuales que no son compa­
rables. Feyerabend m enciona al respecto investigaciones de la
psicología de la percepción, y en particular los trabajos de Piaget
sobre el aprendizaje infantil." Ampliando esas tesis al caso de las
23. Tratado contra el m étodo, p. 157.
24. B. L. WHORFF, Language, Thought and Reality (MIT P ress, 19 56), p. 121,
c ita d o p o r F e y e r a b e n d e n Tratado contra el m étodo, p. 214.
25. J, PIAGET, L a construcción de lo real en el niño, pp. 5 y ss.
Feyerabend y el pluralismo metodológico 221
220 Crítica de la ciencia
d e r e la c io n e s d e d u c tiv a s e n tr e d o s te o r ía s . S ó lo p o s te r io r m e n te se
t e o r ía s c ie n t ífic a s , e n l a m e d id a e n q u e é s t a s s e h a n c o n fig u r a d o
in t e r e s ó e n l a h e t e r o g e n e id a d d e la s p e r c e p c io n e s y d e lo s m é t o ­
c o m o a u té n tic o s s is te m a s c o g n itiv o s , F e y e r a b e n d a c a b a r á s u a m ­
d o s . E n e l c a s o d e e s t o s ú lt im o s , e n p a r t i c u l a r , s u p l u r a l i s m o
p lio e s t u d io s o b r e la c u e s t ió n d e l a in c o n m e n s u r a b ilid a d c o n la s
m e t o d o ló g ic o s u p o n e u n n u e v o m a r c o t e ó r ic o e n e l q u e a s u m ir
tre s te s is y a m e n c io n a d a s e n 4.5:
e s ta d iv e r g e n c ia m e t o d o ló g ic a e n tr e te o r ía s riv a le s .
L a p rim e ra tesis es q u e 'ex is te n sistem a s de p e n s a m ie n to (acción ,
percepción) que son in con m en su rab les [...].
T al es el contenido de m i segunda tesis sobre la inconm ensurabilidad. 7.2.4. CIENCIA, ARTE Y SOCIEDAD LIBRE
Z el desarrollo de la percepción y del pensam iento en el individuo pasa por
etapas inconm ensurables entre sí [...].
M i tercera tesis afirm a quellos puntos de vista de los científicos, y en P a ra F e y e ra b e n d n o h a y re g la s g e n e ra le s m e d ia n te las c u a le s p u e d a
particular sus puntos de vista sobre m aterias básicas, son a m enudo tan p r e f e r ir s e u n a t e o r í a c ie n t í f i c a a o tr a . Ú n ic a m e n t e e n l o s c a s o s
; diferentes com o las ideologías su byacentes a las distintas culturas. M ás e s p e c ífic o s p u e d e n e s tu d ia r s e lo s p r o c e d im ie n to s s e g u id o s p o r u n o
aún: existen teorías científicas m utuam ente inconm ensurables aunque en u o tro c ie n tífic o p a r a in v e s tig a r y o b te n e r re s u lta d o s . P o r lo m ism o ,
z a p a rien cia se o cu p en d el «m ism o ob jeto»1 N o tod as las teoría s rivales
la c ie n c ia e s tá m u c h o m á s p r ó x im a d e la s a rte s y d e la s h u m a n id a ­
tienen esta propiedad, y las que tienen la propiedad, sólo la tienen m ien ­
tras sea n in te rp re ta d a s de u n a fo rm a esp ecia l; p o r ejem p lo , sin h a cer d e s d e lo q u e l o s f iló s o f o s d e m a r c a c io n is t a s h a n a c o s t u m b r a d o
referen cia a un «len gu aje de observación in d ep en d ien te».262 7 d e c ir. L a r a c io n a lid a d c ie n tífic a es in s e p a r a b le d e la p r á c tic a c o n ­
c r e ta , y n o p u e d e s e r e n t e n d id a f u e r a d e e lla . C o n s e c u e n t e m e n t e
E je m p lo s d e t e o r ía s in c o n m e n s u r a b l e s e n t r e s í lo s e r ía n l a c o n e s ta s te s is , e n e l p r ó lo g o a la e d ic ió n c a s te lla n a d e s u Tratado
t e o r ía c u á n t ic a fr e n t e a la m e c á n ic a c lá s ic a , la t e o r ía d e l ím p e t u contra el método, F e y e r a b e n d s e n te n c ia . «L a s filo s o fía s d e la c ie n ­
fre n te a la m e c á n ic a n e w to n ia n a , o el m a te r ia lis m o fre n te a l d u a lis ­ c ia y la s te o r ía s d e l c o n o c im ie n t o y p o lític a s (in c lu y e n d o la s m a r ­
m o m e n t e / c u e r p o . L a i n c o n m e n s u r a b ilid a d a f e c t a a lo s p r o p io s x is ta s ), c u a le s q u ie r a q u e s e a n , r e s u lta n s e r absolutamente super-
p r in c ip io s d e d ic h a s te o ría s , y n o a e n u n c ia d o s c u a le s q u ie ra . P o d rá fluas».28
h a b e r m u c h a s s e m e ja n z a s e n tr e t e o r ía s in c o n m e n s u r a b le s , p e r o E l p a r a le lis m o e n tre la c ie n c ia y e l a rte fu e tra ta d o p o r F e y e r a ­
e llo n o im p e d ir á q u e s u s c o n t e n id o s n o s e a n c o m p a r a b le s , n i q u e b e n d a m p lia m e n t e e n 1 9 8 1 ,29 t o m a n d o c o m o p u n t o d e p a r t id a el
re s u lte im p o s ib le , c o n tr a lo q u e p r e te n d ie r a n P o p p e r y s u s s e g u id o ­ tr a b a jo d e a r q u ite c to s y p in to r e s d e lo s s ig lo s x v y x v I e n
res, d ilu c id a r s u s r e s p e c tiv a s v e r o s im ilitu d e s , n i q u e s e a in a b o r d a ­ e l d e s c u b r im ie n t o d e la g e o m e t r ía p e r s p e c tiv a . T a n t o e n e s te c a s o
b le la re d u c c ió n d e u n a te o r ía a o tra , o la e x p lic a c ió n d e u n a p o r la c o m o en la s n a rra c io n e s m ític a s d e los g rie g o s , a rtis ta s y c ie n tífic o s
o tra . B u e n a p a r te d e la s p r e te n s io n e s d e la filo s o fía c lá s ic a d e h a b r ía n d e s a r r o lla d o u n a s e r ie d e fo r m a s e s tilís tic a s , c a d a u n a d e
la c ie n c ia fr a c a s a n a la h o r a d e a b o r d a r e s te tip o d e c o n tr a p o s ic io ­ la s c u a le s t ie n e p r e t e n s ió n d e v e r d a d , o a l m e n o s d e p r e s e n t a r la
n e s e n tr e te o r ía s in c o n m e n s u r a b le s , a u n q u e p u e d a n s e r fa c tib le s re a lid a d . C a d a e s tilo d e p e n s a m ie n to a c u ñ a s u p r o p io c o n c e p to d e
e n e l c a s o d e te o r ía s m á s s e n c illa s . v e r d a d y e l é x it o m a y o r d e u n o o d e o t r o t a m p o c o e s u n c r it e r io
T a l y c o m o h a p r e c is a d o e n La ciencia en una sociedad libre, el o b je tiv o , p o r q u e t a m b ié n la n o c ió n d e é x ito e s tá c o n fo r m a d a d e n ­
c o n c e p t o d e in c o n m e n s u r a b ilid a d d e F e y e r a b e n d n o c o in c id e t r o d e c a d a m a r c o c o n c e p t u a l. E le g ir u n o u o tr o e s t ilo , t a n t o e n
e x a c t a m e n t e c o n e l d e K u h n . K u h n l a c e n t r a b a e n e l c a s o d e lo s a r te c o m o en c ie n c ia , es u n a c t o s ia lié c r e p e n d e deTaüsihiaC ión
c o n c e p to s , d e la s p e r c e p c io n e s y d e lo s m é to d o s p r o p io s a p a r a d ig ­ h is t ó r ic a . M u y r a r a s v e c e s s e t r a ir d e u n a e le c c ió n - c o h s c ie n te . L a
m a s in c o n m e n s u r a b le s . F e y e r a b e n d lle g ó a la n o c ió n d e in c o n m e n ­ p r e f e r e n c i a p o r u n a u o t r a t e o r i a c ie n t ífic a n o e s t a g u i a d a p o r
s u r a b ilid a d e n tr e te o ría s , y a e n 1958, p o r u n a v ía d ife r e n te a la d e
K u h n ,” e n la q u e la in c o n m e n s u r a b ilid a d s ig n ific a b a a u s e n c ia
28. Tratado contra el m étodo, p . XVII. (P rólog o a la e d ic ió n c a s te lla n a .)
29. P. K. FEYERABEND, A d iós a la razón. V é a s e p a r tic u la rm e n te e l c a p ítu lo
26. Tratado contra el método, pp. 2 6 7 , 2 6 9 y 2 6 9 -2 7 0 resp ectivam en te.
titu la d o «C ie n cia c o m o arte», p p. 1 2 3 -1 9 5 .
27. La ciencia en una sociedad libre, p. 75.
222 C rítica de la cien cia

reglas racionales a lo Popper. sino por la coyuntura histórica en la


que el científico está inm erso._ En este sentido, las ciencias son
áftesTLa historia delas ideas y lahigtoiii'dela'cultiffrésuna parte
consustancial de la investigación científica. Frente ah défflar c acio-
n'ismo, Feyerabend trata de aproximar-el conocimiento científico a
otras formas de saber humano.
Incluidos los mitos. Ya en su Tratado contra el método afirmaba
que «la ciencia es muctio_más_semejante al mito de lo que cual­
quier filos¿ffá eÍén iifica está dispuesta á recon ocer»." Posee un
sistema de creencias básicas, que son defendidas enérgicamente
por la mayoría de los científicos. Sin dogmatismo, afirma Feyera­
ben d en la estela de Kuhn, la cien cia n o existiría.3' L a prop ia
imposición de la ciencia se ha prod u cido por lá fuerza, y no por el
convencimiento. Ello no sólo porque ha exterminado otras muchas
form as de saber, en el caso de los países no occidentales, sino
porque la propia enseñanza de la ciencia es obligatoria: «Mientras
un americano puede elegir hoy la religión que prefiera, todavía no
le está permitido exigir que sus hijos aprendan en la escuela magia
en lugar de ciencia. Existe una separación entre Estado e Iglesia,
pero no separación entre Estado y ciencia».3 12
3
0
Independientemente de la mayor o menor fortuna al afirmar la
familia com o principio de elección y obligatoriedad, frente al Esta­
do, lo cierto es que insiste en esta interrelación ciencia/Estado, y
sobre todo en la forma no democrática en que tiene lugar:

L a m a n e r a e n q u e s e a c e p ta n o r e c h a z a n la s id e a s c ie n t ífic a s e s
r a d ic a lm e n te d is tin ta d e lo s p r o c e d im ie n t o s d e d e c is ió n d e m o c r á t ic a .
A c e p t a m o s l e y e s c i e n t í f i c a s y h e c h o s c i e n t í f i c o s , l o s e n s e ñ a m o s e n la s
e s c u e l a s , l o s c o n v e r t i m o s e n b a s e d e im p o r t a n t e s d e c i s i o n e s p o l í t i c a s , p e r o
t o d o e l l o s i n h a b e r l o s o m e t i d o j a m á s a v o t a c i ó n . 33

Estas ideas han sido ampliamente tratadas en L a ciencia en


una sociedad libre. Feyerabend plantea allí diez tesis que resumen
bastante bien su pensamiento al respecto, por lo cual terminare-

Tratado contra e l método, p. 289.


30.
Tratado contra el método, p. 293. Véase, también, T. S. KU H N , L a fu n ción
31.
d el dogma en la investigación científica (Cuadernos Teorema, 1979).
32. Tratado contra e l método, p. 294.
33. Tratado contra e l método, p. 296.
Feyerabend y el pluralism o m eto d o ló g ic o 223

mos esta breve exposición de sus concepciones con el enunciado


de las mismas.34

1) Las tradiciones no son ni buenas ni malas, simplemente son.


Entre el humanitarismo y el antisemitismo no cabe un juicio «ob je­
tivo»: la racionalidad es una tradición entre otras, y no el árbitro
de ellas.
2) Una tradición adopta propiedades deseables o indeseables
cuando se compara con otra tradición.
3) Las tesis 2 y 3 pueden recordar al relativismo de Protágoras;
y efectivamente, dicho relativismo es razonable y civilizado.
4) Cada tradición tiene sus formas peculiares de ganar adeptos:
por convencimiento, por la fuerza, por m edio de la propaganda...
5) L o s criterios de eva lu ación de un p ro c e s o h istórico no
pueden ser determinados previamente, ni en general: surgen en
virtud de las a ccio n e s que engendran d ich os p ro ce so s, y p or
lo m ism o sólo pueden ser evaluados por comprensión de esas ac­
ciones.
6) Hay al m enos dos form as de decidir colectivam ente una
cuestión: el cambio dirigido y el cambio abierto. En el prim ero
algunos participantes (por ejem plo, los educadores) adoptan una
tradición bien determinada y sólo aceptan las respuestas que se
corresponden con esos criterios. En el segundo, la tradición que se
va a adoptar no está determinada: se desarrolla a m edida que el
cambio sigue su curso.
7) Una sociedad libre es una sociedad en la que se conceden
igualeg derechos e igual posibilidad de acceso a la educación y a
otras posiciones de poder a todas las tradiciones.
8) Una sociedad libre no se impone: surgirá cuando la gente
que resuelve problemas concretos colabora en su creación.
9) Las discusiones para sentar las bases de una sociedad libre
son discusiones abiertas, y no dirigidas.
10) Una sociedad libre insiste en la separación de la ciencia y
del Estado.

Sobre esta última tesis, que acaso pueda tener un mayor inte­
rés, Feyerabend vuelve ampliamente en la segunda parte de dicha

34. E l e n u n c i a d o y c o m e n t a r i o d e e s t a s t e s is d e F e y e r a b e n d e s t á e n La
ciencia en una sociedad libre, pp. 2 6 -3 1 .
224 C rítica de la ciencia

obra. Según él, el predominio de la ciencia es una amenaza para la


democracia, y desde luego dificulta la constitución de esa sociedad
libre, en la medida en que se opone frontalmente a esa «igualdad
de oportunidades» para las diferentes tradiciones. No puede afir­
m arse (racionalmente) la prim acía de la tradición científica. Ni
m u ch o m en os puede seguirse aceptando el predom inio de los
expertos. Sus decisiones han de ser sometidas a control democráti­
co. El hom bre de la calle puede y debe supervisar la actividad
científica. Porque ésta «no está fuera del alcance de las lu ces
naturales de la raza humana»."
La ciencia —termina Feyerabend— es una ideología más y debe
ser separada del Estado, de la misma forma que la religión está ya
separada de éste. ¿Será el Estado —cabría preguntarse desde sus
propios planteamientos— otra tradición más, que debería ser igua­
lada a otras formas de organización política? ¿Y la familia? ¿Y el in­
dividuo?
Las preguntas serían muchas, pero no es el objeto de esta obra
criticar las concepciones sustentadas por los autores comentados.

7.3. Ciencia e ideología

7 .3 .1 . EL C IE N TIF IS M O

El m ovimiento de mayo del 6 8 , profundam ente crítico, alcanzó


también a la ciencia. Y no sólo a sus formas de enseñanza, sino
también a la propia investigación. Numerosos grupos de técnicos e
investigadores llevaron a cabo, paralelamente, acciones y reflexio­
nes críticas sobre sus actividades. Aunque muchos de esos debates
y manifiestos se han perdido, quedan suficientes documentos para
poder com prender en qué sentido iba esta «filosofía crítica de la
ciencia», que tuvo la particularidad de ejercerse también práctica­
mente.
La revista Internationale Situationniste, por ejemplo, formula­
ba de esta manera sus tesis sobre la ciencia, a través de Eduardo
Rothe:35

35, La ciencia en una sociedad libre, p. 113.


C ien cia e id eología 225

L a im p o s ib ilid a d a c t u a l d e in v e s t ig a r y d e a p lic a r la c i e n c i a s in c o n t a r
c o n e n o r m e s m e d io s , h a p u e s t o e l c o n o c im ie n t o , e s p e c ta c u la r m e n t e c o n ­
c e n t r a d o , e n la s m a n o s d e l p o d e r , y lo h a d ir ig id o h a c i a lo s o b je t iv o s d e l
E s t a d o .363
7

Al servicio del capital, la ciencia cumple una función alienante


en la sociedad actual. Su proyecto de liberar a los hombres de la
dependencia respecto de la naturaleza ha resultado fallido, al ha­
cerlos depender de u n a nueva form a de alienación, de la cual
constituye una de las más importantes superestructuras ideológi­
cas. Com parable a la religión por su actual función social, ha
engendrado su correspondiente casta de sacerdotes: los especialis­
tas. Sonia y Maurice Dayan han descrito esta dependencia de la
ciencia con respecto al Estado en los términos siguientes:

C o n c e d ie n d o lo s m e d io s p a r a la in v e s t ig a c ió n , el E s t a d o c o n t r o la y
s e le c c io n a , p e r o s e c o n v ie r te a l m is m o t ie m p o e n a p o y o , s i n o e n p r o m o ­
to r, d e la c ie n c ia . L os s a b io s s o n a s í in c it a d o s a a d o p ta r u n a c o n c ie n c ia d e
s e r v id o r e s d e l E s t a d o , s u t ilm e n t e m e z c l a d a c o n la c o n c i e n c i a d e t r a b a ja r
p o r el b ie n p ú b lic o . A c a m b io , la c ie n c ia a p o r ta al E s ta d o la g a r a n tía d e s u
u n iv e r s a lid a d , r e fo r z a n d o la c la s e d e a u to r id a d q u e él p r e t e n d e o b t e n e r d e
la « v o lu n t a d g e n e r a l» .

O dicho de otra manera: las comunidades científicas han perdi­


do la relativa autonomía de la que gozaron en otras épocas históri­
cas, pasando a depender, por una parte, de la gran industria, y por
otra de la política científica del Estado correspondiente. Dicha
modificación de la actividad científica no es neutra. La aplicabili-
dad de los resultados científicos se mide, en primera instancia, en
forma de beneficios económicos para la entidad patrocinadora, lo
cual da lugar de inmediato a que determinadas líneas de investiga­
ción (y por lo tanto teorías) sean preferidas a otras. La pretendida
universalidad y el prestigio de la ciencia, por otra parte, desempe­
ñan una función ideológica muy importante, al servir como refren­
do, a través de los técnicos y de los especialistas, de las políticas

36, E. ROTHE, «L a c o n q u é t e d e l 'e s p a c e d a n s le t e m p s d u p o u v o ir » , e n


Internationale Situationniste, 12 (se p tie m b re d e 19 7 9 ), p p. 8 0 -8 1 .
37, S. y M . DAYAN, «P ara u n a n á lis is c r ít ic o d e la c ie n c ia y s u s fu n c io n e s » ,
t r a d u c id o e n J . M . L É vt LEBLOND y A. JAU B E R T (e d s .), (A u to)crítica de la ciencia,
t r a d u c c ió n d e E va G r o s e r (M éx ico, N u ev a Im ag en , 1 9 80), p. 47 . O rig in al p u b lic a d o
e n P arís (S eu il, 19 75).
226 C rítica de la ciencia

científicas de los Estados y multinacionales, concretada en sus


líneas prioritarias, cuando no altamente secretas.
Asim ism o la com paración entre la ciencia y la religión fue
ampliamente desarrollada durante esos años de actividad crítica.
En 1971 la revista Suruivre acuñó un texto que puede ilustrar bien
este tipo de concepciones," y cuyo título, La nueva Iglesia univer­
sal, deja clara la tesis básica: «La ciencia ha creado su propia
ideología, que tiene m uchas de las características de una nueva
religión, que podríamos llamar el cientifismo. Dicha ideología ha
reemplazado a las religiones tradicionales. Se enseña obligatoria­
mente en todos los niveles educativos y está difundida en todas las
clases sociales, si bien resulta m ás poderosa en los países más
desarrollados y en las profesiones intelectuales»." Basada en reali­
dad en una serie de mitos, que los autores del artículo van a tratar
de delimitar, pretende además que dichos mitos son los únicos
verdaderos, por estar fundados en razón. Los tecnólogos, los tecnó-
cratas y los expertos son los sumos sacerdotes dé dicha religión,
pero la gran mayoría de los científicos están dispuestos a aceptar su
pertenencia a dicho «clero», con tal de no ser excomulgados de la
comunidad científica. Organizada jerárquicamente, esa Iglesia uni­
versal está profundamente interrelacionada con el poder político,
militar y económico, conforme a la tradición de todas las grandes
religiones. Puestos a enunciar su credo, el grupo Survivre opta por
las formulaciones más extremas de sus artículos de fe, y ello no
porque piensen que todos los científicos los suscribirían tal cual,
sino porque en esas expresiones se encuentran los fundamentos
últimos de dicha ideología, que luego podrá ser matizada y suaviza­
da convenientemente por sus usuarios:
Mito 1. «Sólo el conocim iento científico es u n conocim iento
verdadero y real; es decir, sólo lo que puede ser expresado cuanti­
tativamente o ser formalizado, o ser repetido a voluntad bajo condi­
ciones de laboratorio, puede ser el contenido de un conocimiento
verdadero.» De acuerdo con este mito, el conocimiento científico
es «universal, válido en todo momento, en todo lugar y para todos,
más allá de las sociedades y de las formas culturales particulares»."3
0
4
9
8

38, «L a n u e v a I g le s ia u n iv e r s a l» , e n Survivre, g (a g o s t o y s e p t ie m b r e d e
1971), pp. 3 1 0 y s s . , e n LÉvt l e b l o n d , (A uto)crítica de la ciencia, pp. 48 -5 7 .
39, «La n u e v a Iglesia u n iv ersa l», p p. 4 8 -4 9 .
40, «La n u e v a Ig lesia u n iversa l», p p. 5 0 -5 1 .
C ien cia e ideología 227

Mito 2. “Todo lo que puede ser expresado en forma coherente


en términos cuantitativos, o puede ser repetido en condiciones de
laboratorio, es objeto de conocimiento científico y, por lo mismo,
válido y aceptable. En otras palabras, la verdad... es idéntica al
conocim iento, es decir, idéntica al conocimiento científico .»41
Este segundo mito, siendo el recíproco del primero, perfeccio­
na la teología del cientifism o, dando validez a todo cuanto sea
uantificable, formalizable o experimentable en laboratorio, inde­
pendientemente de su mayor o menor interés intrínseco, o de su
fu n ción social. La aplicación de la m etodología científica a las
actividades militares, en concreto, justifica este tipo de investiga­
ciones y las hace científicamente probadas, o al m enos dignas de
ser estudiadas. Los laboratorios experimentales pueden ser, en este
casó, países y regiones enteras, com o ocurrió en Vietnam para
el caso de las armas químicas o biológicas, o en Chile y en Argenti­
na con teorías económicas.

Mito 3 (o concepción mecanicista, formalista y analítica de la


naturaleza). «Átomos, moléculas y sus combinaciones pueden ser
enteramente descritos según las leyes matemáticas de las partículas
elementales; la vida de la célula en térm inos de m oléculas; los
organismos pluricelulares en términos de poblaciones celulares; el
pensamiento y el espíritu (incluyendo todas las clases de experien­
cia psíquica) en términos de circuitos de neuronas, las sociedades
animales y hum anas, las culturas hum anas, en términos de los
individúol que las com ponen .»4243
No cabe duda de que la unificación de la ciencias por reduc­
ción á lenguaje fisicalista participaba de este tipo de mentalidad
Cientifista.

Mito 4. «El papel del experto: el conocim iento, tanto para su


desarrollo como para su transmisión a través de la enseñanza, debe
ser dividido en numerosas ramas o especialidades [...]. Para cual­
quier cuestión perteneciente a un determinado campo, sólo corres­
p on d e la opin ión de los expertos en este ca m po particular; si
abarca varios campos, sólo lo es la opinión colectiva de los exper­
tos de todos estos campos.»

41, «La n u e v a Ig le sia u n iv e rsa l», p. 51.


42, «La n u e v a Ig le sia u n iv e rsa l», p. 52.
43, «La n u e v a Ig le sia u n iv e rsa l», p. 5 2 .
228 Crítica de la ciencia

Este parcelamiento de los objetos de estudio, regla básica del


método analítico desde Descartes, es una de las claves del cientifis-
mo y, en particular, fundamenta el poder de los expertos, la jerar-
quización del conocimiento científico y la posibilidad misma de su
cómoda administración estatal. Las decisiones, los informes deter­
minantes, han de ser competencia de los expertos en la materia.
Paralelamente, éstos deben de usar un lenguaje incomprensible
para la población, al modo de las viejas lenguas sagradas, garanti­
zándose con ello el respeto y la admiración de las masas ignoran­
tes. Pero, sobre todo, «nadie puede pretender por sí m ism o un
conocim iento válido de ninguna parte com pleja de la realidad»."
Ha de ser el Sanedrín de los científicos el que dictamine en último
término sobre lo que es verdadero y falso.

Mito 5. «La ciencia, y la tecnología surgida de la ciencia, y sólo


ellas, pueden resolver los problemas del hom bre .»4 45
El cientifismo es una religión incluso por su misión salvífica.
También en este caso el reino de los cielos está lejano, por supues­
to. La tarea de los científicos consiste en «aproximarse a la verdad»,
aunque ésta nunca vaya a ser alcanzada en el tiempo histórico; y
conducir a la grey de sus conciudadanos hacia ella, claro está.

Mito 6. «Sólo los expertos están calificados para participar en


las decisiones, porque sólo los expertos 'saben '.»46
Ratificación de uno de los dogmas anteriores del cientifismo
que, sin embargo, es imprescindible para transformar la comuni­
dad científica en Iglesia, coyi su correspondiente jerarquía y curia,
ya que no Papado. En la vieja tradición racionalista e ilustrada, la
nueva Iglesia universal adopta formas republicanas de gobierno.
El grupo Suruivre, al enunciar estos mitos, no está afirmando
su falsedad. Por el contrario: «Como todos los mitos, los del cienti­
fismo contienen algunos sólidos elementos de verdad: el hecho de
que se pretendan fundados en razón les concede un poder suple­
mentario ».47 Su propósito consiste en denunciar la utilización ideo­
lógica y cuasi-religiosa de numerosos logros de la ciencia al objeto

44, «La nueva Ig le sia u n iv e rsa l», p. 53.


45, «La nueva Ig le sia u n iv e rsa l», p. 53 .
46, «La nueva Ig le sia u n iv e rsa l», p. 53.
47, «La nueva Ig le sia u n iv e rsa l», p. 54 .
C ien cia e id eo lo gía 229

de justificar nuevas formas de explotación. En este mismo sentido,


aunque ahora desde posiciones marxistas, irán las críticas de Lévi
Leblond y otros autores, como veremos en el siguiente apartado.

7.3.2. LA P R O L E T A R IZ A C IÓ N D E LA C IE N C IA

La crítica de Lévi Leblond a la actual investigación científica parte


de una tesis básica, de raigambre marxista: «La actividad científica,
com o cualquier otra, no es separable del conjunto del sistem a
social en que se practica ».48 Podría pensarse que, entre el siglo xvii
y el xix, la investigación científica era individual, e incluso artesa-

nal. Cada científico trabajaba por su cuenta, y era propietario de los


resultados producidos y libre para elegir las líneas a seguir. Escasa­
mente institucionalizadas, las relaciones de jerarquía que se produ­
cían tenían su origen en el mutuo reconocimiento de los méritos.
Es cierto que ya había importantes instituciones científicas, deter­
minantes en muchos casos de lo que era digno de atención y lo que
no. El artículo de Frank E. Manitel, «Newton, autócrata de la
ciencia »,49 expone claramente las estrategias y las argucias de New­
ton en su lu c h a p or el p od er cien tífico de la é p o ca d esd e la
presidencia de la Royal Society, tanto a nivel nacional (contra
Flamsteed) com o internacional (polémica con Leibniz). Y no hay
duda de que podrían aportarse otros m uchos ejemplos de la in­
fluencia de las academias, sociedades científicas y laboratorios en
la atribución de los méritos y en el logro de apoyos y difusión para
unas u otras líneas de investigación.
Pero el siglo x x supone un cambio radical al respecto. Con la
progresiva institucionalización de toda la actividad científica, y
sobre todo, con la industrialización de la investigación, los meca­
nismos de producción que rigen otras formas de actividad humana
han pasado a insertarse profundamente en la ciencia. Hay que
hablar de trabajo de los científicos, y en concreto de división del

48, J. M, LÉVI LEBLOND, L a id eología de/ en la fís ic a contem porá nea, tra d u c­
c i ó n d e J . J o r d á (B a r c e lo n a , A n a g r a m a , 1 9 7 5 ). E l o r ig in a l fu e p u b lic a d o e n Les
Tem ps M od em es, 3 3 7 -3 3 8 (1 9 7 4 ). V é a se e n c o n c r e to la p. 8 5 d e d ic h a tra d u c c ió n .
49. V é a s e FR AN K E. M AN UEL, «N ew ton, a u tó c r a t a d e la c ie n c ia », e n D. A.
R o s r o w (ed .), Filósofos y estadistas, tr a d u c c ió n de E. d e C h a m p o u r c in (M éxico, FCE,
19 7 6 ), p p. 4 9 0 -5 2 8 d e l origin al, titu la d o Ph ilosoph ers a nd R in gs: Studies in L e a d e r-
ship (N u ev a Y o rk , G. B ra zille r, 1 9 7 0 ).
230 C rítica de la cien cia

trabajo. Esto se manifiesta por una parte en la división entre disci­


plinas, cada vez más aisladas entre sí; pero también en el abismo
abierto entre teóricos y experimentadores, restringidos cada uno
de ellos a sus respectivas tareas dentro de un proyecto investigador;
y asim ism o en la aparición de auténticos «patronos», que han
perdido el contacto real con cualquier tipo de investigación cientí­
fica y sólo se dedican a funciones administrativas y políticas, al
objeto de recabar fondos, administrarlos, cuidar la imagen del
equipo investigador, firmar contratos, tener influencia política, etc.
Una cuarta novedad estriba en la parcelización de la enseñanza de
la ciencia, de tal m anera que se pierda la idea de globalidad,
acostumbrando a los futuros investigadores a trabajar sólo en el
campo que les ha sido asignado, y a dejar en manos de otros las
decisiones generales sobre qué líneas seguir, o cómo aplicarlas, o
cóm o conectarlas con investigaciones en otras disciplinas. Todo
ello transforma a los científicos en trabajadores, y la investigación
científica en una empresa, estructurada com o cualquier otra, y
determinada por las reglas del capitalismo. El mismo reconoci­
miento del mérito ya no depende tanto de la creatividad científica
cuanto de factores sociales externos a la propia investigación:
buena red de public relations, fácil acceso a los medios experimen­
tales, obtención de fondos económicos, pertenencia a una institu­
ción prestigiosa, etc." La ciencia artesanal clásica, en la que cada
científico o grupo de científicos era relativamente propietario de
los resultados de su actividad y libre para orientarla en un sentido u
otro, ha sido reemplazada por una ciencia industrializada, dando
lugar a lo que Lévi Leblond llama proletarización de los científicos.
Ello es particularmente claro en el caso de los técnicos de labora­
torio, que ni siquiera son mencionados en las publicaciones finales,
pero también resulta válido para los investigadores en situación
eventual, cuya inserción en la comunidad científica depende de
tener un buen patrón, de seguir al pie de la letra las instrucciones
que éste imparta y de limitarse al trabajo que le ha sido asignado.
La concesión de prem ios (como el Nobel) y honores (doctorados
honoris causa, etc.) es otro ejemplo del mismo fenómeno:

En todos los casos se recom pensa menos la com petencia estrictam en­
te c ie n tífic a d el in d iv id u o , q u e y a h e d ic h o q u e te n d ía a p e rd e r to d o 5
0

50. J. M. LÉVI LEBLOND, L a ideología..., p. 33.


C ien cia e id eología 231

s e n tid o , q u e su c a p a c id a d p a ra fu n c io n a r en el sen o d e la in s titu c ió n


científica y de hacer funcionar a ésta: existencia de u na im portante red de
relacion es en el m edio, acceso a los organ ism os de decisión , aceptación
de la lucha por el poder y la fama, relaciones de com petencia, com plicidad
con los colegas, son los factores de éxito.515 3
2

Particularmente importante es, en este sentido, la separación


entre tres tip os de p rá ctica científica, en la cu a l se ratifica el
principio de división del trabajo científico. Lévi Leblond distingue
las siguientes:

1) La investigación propiamente dicha: descubrimiento de le­


yes, propiedades y fenómenos todavía desconocidos. En esta activi­
dad sólo participan sectores muy limitados de la ciencia, y dentro
de cada uno de ellos un número escaso de investigadores.
2) El desarrollo, mediante el cual se aplican los resultados ya
establecidos para resolver diferentes problemas: nuevas teorías y
nuevas técnicas experimentales para evidenciar unos efectos teóri­
camente previstos. Mediante este-, con cep to, n o sólo se retorna
críticamente la distinción habitual entre investigación y desarrollo
(I+D), sino también, como el propio Lévi Leblond señala, la oposi­
ción kuhniana entre ciencia revolucionaria y ciencia normal. Gran
parte de los científicos se dedica a esta segunda actividad.
3) La enseñanza, cuya función es descrita en los siguientes
términos: «Ya que el mantenimiento y la continuación de la activi­
dad científica dependen de la formación de una suficiente mano de
obra especializada y del apoyo al m enos implícito de cierta frac­
ción de la sociedad, es evidente que la difusión de los conocimien­
tos científicos form a parte integrante de la práctica científica en
general»." En relación a las otras fases de la actividad científica, la
enseñanza está considerablem ente desvalorizada. Sus m étodos
siempre son los mismos. Los manuales repiten esquemas y conteni­
dos, presentando en general exposiciones puram ente teóricas,
exageradamente formalistas y en las que cualquier huella de la
actividad científica real que llevó a tales resultados (problemas,
heurística, debates, etc.) ha sido cuidadosamente borrada." Aque-

51. J. M. LÉVI LEBLOND, L a id eología..., p . 3 7 .


52. V é a s e J . M . LÉVI LEBLOND, L a id eolo g ía ..., PP- 3 8 - 4 0 p a r a l a d i s t i n c i ó n
e n tre lo s tre s t ip o s d e p r á c t ic a c ie n tífic a , y p . 4 0 p a r a la c it a c o n c r e t a .
53. J . M . LÉVI LEBLOND, L a i d e o l o g í a . PP- 5 3 - 5 4 p a r a la c r it i c a d e la a c t u a l
e n s e ñ a n z a d e la c i e n c ia .
232 C rítica de la cien cia

líos manuales que tratan de romper con esa tradición, presentando


las cuestiones en su aspecto histórico, encuentran oposición entre
los enseñantes. La ciencia ha de presentarse como un saber seguro
y estable, que puede ser aplicado sin sombra de duda. Investigado­
res, técnicos y enseñantes constituyen los tres grandes sectores de
la empresa científica.
Esta división se refleja en las universidades, en los institutos de
investigación y en los laboratorios, con las consiguientes diferen­
cias de sueldo, de función y de responsabilidad. Así estructurada, la
actividad científica «reflejaría tam bién u n a cierta con cep ción
de las ciencias de la naturaleza como uno de los pocos campos de
expansión aparentemente indefinidos, abiertos todavía a la volun­
tad de dominación de la burguesía ».545 6La noción de progreso indefi­
nido de la ciencia encubre así unos intereses económicos. Siendo,
además, uno de los cam pos de actividad económ ica en el que los
trabajadores tienen menor conciencia social, debido en parte a la
ilusión por el prestigio social que su trabajo podría llegar a propor­
cionarles, la ciencia industrializada pasa a ser uno de los ámbitos
primordiales de acumulación de capital. La proletarización de los
científicos, por lo mismo, ha avanzado a gran ritmo durante el si­
glo xx.
La división del trabajo científico constituye el mecanismo fun­
damental de control y de alienación de los científicos, y ello en la
triple vertiente ya m encionada: jerarquización de las funciones
individuales, especialización de las disciplinas y separación de los
tres tipos de práctica científica." El científico se ve alienado de
los resultados de su trabajo, y ni siquiera llega a alcanzar el signifi­
cado concreto del mismo: «Oscuro ejecutor del cálculo teórico o
de la experim entación, sólo tiene u n a visión m uy lim itada del
proceso global en el que se inscribe su trabajo»." La producción de
conocim ientos ha quedado tan parcelada como la producción de
cualquier tipo de bienes materiales, estando sujeta a las mismas
leyes que ésta. La investigación científica no es u n a actividad
separada del contexto social en que se produce, que no es otro que
el capitalista; e incluso es uno de los ámbitos de producción más
beneficiosos para el capital.

54. J. M. LEVI LEBLOND, L a id eología..., p . 4 3 .


55. J. M. LÉvi LEBLOND, L a id eología..., p . 4 4 .
56. J. M. LÉVI LEBLOND, L a id eología..., p . 7 5 .
C ie n c ia e id eo lo gía 233

Consecuentemente, ya no cabe mantener la idea de un método


científico, o de una epistemología científica. Nociones de ese tipo
son una superchería." También los especialistas en filosofía de la
ciencia son víctim as de la parcelización del saber." Al no tener
acceso al conocim iento científico tal y com o éste es practicado,
tienen que contentarse para sus reflexiones con las versiones vulga­
rizadas de su actividad que algunos científicos acceden a publicar.
D ichos escritos divulgatorios están m uy cargados de ideología,
vinculada precisamente a los grandes valores epistemológicos del
pasado, que en nada responden a las condiciones reales actuales en
las que se desarrolla la investigación. «A falta de u n a práctica
científica propia, los que reciben este discurso en el segundo grado
no están capacitados para separar el núcleo de conocimiento racio­
nal de su ganga ideológica .»559 Dicho de otra manera: la metaciencia
8
5
7
es un discurso llamado al fracaso, o cuando menos al error, debido
a que el propio discurso justificativo y expositivo de los científicos
está falseado, y ello necesariamente en la sociedad actual.
Conviene subrayar, como último punto, que estas críticas de
Lévi Leblond no se dirigen a la tecnología, como suele ser habitual,
y que tam poco excluyen a los países del bloque soviético de sus
análisis. La crítica es global, y afecta a la ciencia contemporánea.
Ciertamente se reconoce el profundo enlace entre ciencia y tecno­
logía, pero la tesis de la proletarización de la ciencia afecta a la
investigación científica propiamente dicha, y en concreto a la física
de partículas, que es la que Lévi Leblond conoce más a fondo por
su propia formación. Dicha rama de la física tuvo enorme éxito a
partir de la segunda guerra mundial por las aplicaciones militares
que se le suponían. Cuando resultó que no iba a ser así, según Lévi
Leblond, para entonces la máquina productora de investigación
científica ya estaba en m archa, y no podía ser parada, por los
fuertes intereses económicos a ella ligada. Basándose en este ejem­
plo se ilustra la tesis de la dependencia de la investigación científi­
c a de la infraestructura y de los intereses econ óm icos que la
sustentan. Está periclitada la noción tradicional de ciencia, basada
en conceptos com o 'verdad', 'conocim iento puro', 'liberación del
hombre mediante la ciencia', etc. Seguir hablando de ella desem-

57. J. M. LÉvi LEBLOND, L a ideología..., p . 7 6 .


58. J. M. LÉVI LEBLOND, L a ideología..., p . 4 9 .
59. J. M. LÉVI LEBLOND, L a ideología..., p . 4 9 .
234 Crítica de la ciencia

peña, sin em bargo, una importante función ideológica. Pero la


ciencia en el siglo xx es una actividad económica lo suficientemen­
te relevante com o para que el control de la misma haya escapado
de manos de los científicos. Estos, con excepción de los que pasan
a la dirección de la política científica y a la administración de los
fondos y beneficios correspondientes, se han proletarizado en su
inmensa mayoría. Nociones epistemológicas com o 'progreso inde­
finido', 'teoría/observación', 'investigación/enseñanza', 'ciencia
normal/revolucionaria' o incluso 'programa de investigación' tie­
nen una carga ideológica y justificativa del actual status que ha de
ser denunciada:

E s actualmente la ciencia la que cada vez con más vigor apoya y


estructura las formas de la ideología impuesta por la clase social en el
poder, la burguesía. La ciencia se invoca para cubrir con una máscara de
objetividad y tecnicismo la dominación de esa clase [...]. La ciencia sirve
asimismo para justificar todo el aparato de la jerarquía social proporcio­
nándole unos criterios «objetivos»?30

7.4. Ciencia y política

Entre los muchos aspectos que ha adoptado la crítica de la ciencia


en los últimos años, gran parte de las aportaciones se han centra­
do en la crítica de la tecnología, más que de la ciencia propiamente
dicha. Dejando de lado esta cuestión, que será tratada especifica-
mente en el volumen II de la presente obra, vamos a centrarnos en
el últim o apartado de este capítulo en algunas especulacióties
surgidas a partir de ciertas teorías b io ló g ica s, según las bales
buena parte de los m ales que sufre la hum anidad podrían ser
solucionados por medio del avance científico basado en la ingenie­
ría genética y en la biotecnología asociada a ella. La sociobiología
será objeto de particular atención, en la medida en que sus tesis se
han divulgado en los últimos años, y han sido asimismo objeto de
crítica por parte de los mismos científicos y de algunos filósofos
de la ciencia; encontraremos así nuevos aspectos de la actividad
científica, p oco considerados por los epistemólogos estudiados en
los capítulos precedentes.60

60. J. M. LÉVI LEBLOND, L a ideología..., p. 87.


Ciencia y política 235

En la reciente obra de José Sanmartín, por ejem plo,6' la cien­


cia m oderna no sólo viene caracterizada por un afán de co n o c i­
miento de la naturaleza, sino también por la voluntad de dominio
de la misma. La energía nuclear, debido a su coste, a sus riesgos y a
su baja rentabilidad, n o ha dado los resultados apetecidos p or
quienes vieron en ella el medio para solucionar problemas estruc­
turales de la e con om ía mundial. L a b iotecn ología , en cam bio,
aparecía a finales de los setenta y principios de los ochenta com o
una alternativa posible, a la hora de suscitar una nueva revolución
industrial que resolviese m u ch os de los graves problem as que
acosan a la esp ecie humana. L o s agentes de dicha rev olu ción
serían los m icrobios, manipulados genéticamente.
Por ejemplo, el petróleo. La bacteria Desulfovibrio que se desa­
rrolla en el petróleo y produce dióxido de carbono, podría generar,
previo tratamiento genético, grandes bolsas de dióxido de carbono
que fa v o re cie se n la extra cción del petróleo. P ero tam bién en
lo que se refiere a la alim entación: bastaría injertar gen es de
microorganismos en genotipos de plantas para lograr que éstas se
adaptasen a medios de cultivo inhabituales, com o los desiertos, las
salinas o las azufreras volcánicas: o las bacterias productoras de
insulina, y en general de medicamentos; o las que limpian de ganga
los minerales, facilitando su purificación; o los biochips, que darían
lugar a una nueva generación de ordenadores, los ordenadores
moleculares, mucho más potentes que los actuales. Y sobre todo
el propio ser humano. Si la causa de las guerras, de la violencia, y
de otros muchos males sociales, es la agresividad inherente al ser
humano, por estar inscrita en su có d ig o genético, se trataría de
separar y cortar del genotipo humano su «parte enferma», respon­
sable de la conducta agresiva .0 En estas y en otras cuestiones, «el
ingeniero genético corriente era el que se presentaba a sí m ismo
co m o salvador de la hum anidad», afirma Sanmartín. M uchos
autores, com o Feinberg, reivindicaban por lo mismo plena libertad
y a p o y o para los cien tíficos en el desarrollo de estas líneas de 64
3
2
1

61. J. SANMARTÍN, Los nuevos redentores. Reflexiones sobre la ingeniería gené­


tica , la s o c io lo g ía y e l m u n d o f e l i z qu e n o s p r o m e te n ( B a r c e l o n a , A n t h r o p o s ,
1987).
62. J. SANMARTÍN, L o s nuevos redentores..., p p - 5 7 -6 3 y 8 1 -8 5 p a r a d a t o s m á s
a m p lio s s o b r e es ta s c u e s t io n e s , q u e a q u í r e s u m im o s e n b a s e a d ic h a o b ra .
63. J. SANMARTÍN, L o s nuevos redentores..., p. 83.
64. J. SANMARTÍN, L o s nuevos redentores..., p . 6 6 .
236 C rítica de la cien cia

investigación, que se ofrecían tan prometedoras .65 Partiendo de la


premisa de que el comportamiento del ser humano está predeter­
minado por su código genético, bastaría modificarlo, por medio de
la ingeniería genética, para lograr corregir muchos de sus defectos
constitutivos: tal fue el último desarrollo, marcadamente ideológi­
co, de algunos defensores de la biotecnología.
Sanmartín somete estas tesis a una dura crítica, tanto en sus
aspectos epistemológicos como políticos e ideológicos. El neodar-
winismo afirma que la unidad de selección es el individuo, mien­
tras que la unidad de mutación es el gen y la unidad de evolución
es la especie. La novedad de la sociobiología va a consistir en
afirmar que el gen no es sólo unidad de mutación, sino también de
selección. Y las consecuencias de esta propuesta teórica son, como
veremos a continuación, múltiples.
La vida, en efecto, habría tenido su origen en la aparición de
algunas macromoléculas de ADN capaces de reproducirse por au-
torreplicación. Aun habiendo sufrido mutaciones, dichas m acro­
moléculas han sabido sobrevivir hasta el presente, pasando de uno
a otro ser vivo. «Aparentemente se reproducen cuerpos; realmente
lo que sucede es, sin embargo, que se replican genes »,666 7sería la
tesis de la sociobiología. Q uienes luchan por la existencia son
genes, y no individuos:

E n u n s en tid o d a rw in ia n o , el o rg a n is m o no v iv e p o r sí m ism o. Su
función prim ordial ni siqu iera es reprodu cir otros organism os: reproduce
genes y sirve para su transporte temporal... El organismo individual es sólo
un vehículo, parte de un com plicado m ecanism o para conservar los genes
y p rop agarlos con la m ín im a p ertu rb ación b ioq u ím ica [...]. El organism o
es el sistem a que tiene el A D N para fabricar m ás A D N .6'

Com o el propio W ilson señala a continuación, el problem a


teórico más complejo para la sociobiología es, consecuentemente,
el altruismo. Hay fenómenos, incluso a nivel genético, que favore­
cen la reproducción de otro más que la de uno mismo; y ello tanto
en la especie humana como en el reino animal. El propio D a rw in

65, V é a s e G . FEINBERG, C la v e s cie rta s (B a r c e lo n a , S a lv a t, 1 9 8 6 ), p . 2 7 2 ,


c ita d o p o r J . SANMARTÍN e n L o s n u ev os redentores..., p. 67, n o ta 41.
6 6 , J, SANMARTÍN, L o s n u evos redentores..., p. 117.
67, E, O. WILSON, S ociob iolo gía : la n u e v a síntesis, t r a d u c c ió n d e R. N avarro
(B a rce lo n a , O m e g a , 1 9 8 0 ), p. 3 d e l origin al, p u b lic a d o e n 1 9 7 5 (C a m b rid g e, M a ss.,
B elknap).
C ien cia y política 237

se había ocupado de este problema, al que consideraba «a primera


vista com o insuperable, y en general fatal para toda mi teoría ».68
Para tratar de resolverlo p rop u so el con cep to de selección de
grupo. Los sociobiólogos, en cambio, van a postular una solución
genetista para esta anomalía de la teoría neodarwiniana, hablando
de genes más aptos y de una selección basada en la adaptación y en
las mutaciones de dichos genes en los diversos cuerpos en cuyos
genotipos se insertan. La ley fundamental para explicar el compor­
tamiento de los individuos pasa a ser la del egoísmo de los genes,
como afirma Dawkins:

Se demostrará la tesis de que tanto el egoísmo individual como el


altruismo individual son explicados por la ley fundamental que yo denomi­
no egoísmo de los genes.697
0

Hay ocasiones en que, para mejor lograr su objetivos egoístas,


los genes han de fomentar comportamientos altruistas en los orga­
nismos animales en los que están insertos: dichas conductas, esta­
dísticamente hablando, posibilitan al final una mayor reproducción
de esos genes, aun cuando los organismos o cuerpos tengan que
sacrificarse en beneficio de otros. El concepto de gen pasa a ser
central en la sociobiología y, por lo m ism o, om nicom prensivo.
Dawkins, siguiendo en esto a Wilson y a Hamilton, lo define así:

¿Qué es el gen egoísta? No es sólo una simple porción física de ADN.


Al igual que en el caldo primario, es todas las réplicas de una porción
particular de ADN, distribuidas por todo el mundo.

Los genes son los mismos, independientemente de que sus


portadores sean individuos diferentes. Son, pues, auténticos áto­
mos biológicos, que perduran desde millones de años. Los indivi­
duos y las especies pasan a ser simples representaciones que sus­
tentan una nueva forma de sustancia primera, consistente en los
genes. Dado que la ingeniería genética permite manipular y modifi-

68. C. DARWIN, O n th e O r ig in o f S p e c ie s b y M e a n s o f N a tu r a l S e le c tio n


(L on d res, M u rray , 1 9 5 9 ), p. 2 5 9 .
69. R . DAWKINS, E l g e n egoísta , p. 2 3 . T r a d u c c ió n d e J. R o b le s (B a rcelon a ,
L a b o r , 1 9 7 9 ). E l o r i g i n a l s e t i t u l a T h e S e lfis h G e n e (O x fo rd U n iv e r sity P re s s,
1976).
70. R. DAWKINS, E l g en egoísta, p. 153.
238 Crítica de la ciencia

car los genes, las posibilidades de transformar la naturaleza, el


h o m b re y la sociedad pasan a ser, p o r lo m ism o, infinitas. La
sociobiología, complementada co n la ingeniería genética, tendrá
un gran papel en el futuro de la humanidad, según W ilson. La
función salvadora de la ciencia encuentra así una de sus expresio­
nes más puras en los últimos años.
D esd e la publicación en 1975 de la obra básica de W ilson,
Sociobiología, surgieron numerosas críticas. Science fo r the People
creó en Cambridge un grupo específico dedicado a la sociobiolo­
gía, cuyas críticas fueron esencialmente en la línea siguiente:

Durante más de un siglo, la idea de que el comportamiento social


humano está determinado por imperativos evolucionistas y limitado por
predisposiciones innatas o Reredadas, ha sido propuesta como una justifi­
cación de determinadas políticas sociales. Las teorías deterministas han
sido tratadas y ampliamente mantenidas no tanto por su pretendida corres­
pondencia con la realidad sino por su obyjo valor político, su valor como
un tipo de excusa social de lo que existe.

La sociobiología sería la última de las teorías científicas que es


prom ovida y difúndida p or la fúnción ideológica que cumple, al
intentar mostrar «que el presente estado de las sociedades huma­
nas es el resultado de las fuerzas biológicas y la naturaleza biológi­
ca de las especies humanas».7172
73 Science f o r the People llevaba así la
crítica a un terreno político. Y , c o m o lo ha señalado Sanmartín,
«este ataque tuvo un efecto boomerang. N o fueron previstas bien
sus consecuencias. A l criticar desde un punto de vista político las
ideas sociobiológicas, todo pareció reducirse a un enfrentamiento
ideológico entre los partidarios de un régimen liberal y un régimen
marxista».74Michael Ruse, por ejemplo, al defender a la sociobiolo­
gía de este tipo de ataques, llevó de imediato la polémica hacia la
libertad de investigar:

Una de las glorias del ser humano es la forma en que investiga su


propio mundo, ya sea a través de la ciencia, la literatura, la filosofía o

71. E. O. WILSON, S ociob iología: la nueva síntesis, p. 593.


72. E. ALLEN e t a l, «S o cio b io lo g y , a n ew b iologica l determ m ism », en S ocio-
b io lo g y Study G ro u p o f B o s to n (eds.), ~Biology is a S o c ia l ~Beapon (M inneapolis,
Burgess, 1977), p. 3.
73. E. ALLEN e t a l , « S ociobiology ,..» , p. 1.
74. J. SANMARTÍN, la ?s nuevos red en tores..., pp. 133:124.
Ciencia y política 239

cualquier otro medio. Creo que la investigación libre es algo, en sí mismo,


bueno y que proscribir prima faáe tal investigación es un error."

Y aunque algunas líneas de investigación pudieran ser prohibi­


das en casos excepcionales, la sociobiología no sería una de ellas,
con clu ye Ruse. La acusación de racism o y de n eon a zism o del
grupo Science fo r the People con respecto a la sociobiología, hecha
en la New York Review de noviembre de 1975, dio lugar en particu­
lar a una amplia polémica que, tal y com o lo subraya Sanmartín, 75 767
no hizo más que favorecer la difusión de dicha teoría: en sólo ocho
años el libro de Wilson, de más de mil páginas y con un contenido
especializado, vendió más de 100 000 ejemplares, aparte la difusión
que sus ideas tuvieron p o r fuentes indirectas, c o m o el Reader's
Digest.
N o se trata aquí tanto de examinar las teorías sociobiológicas
ni las críticas que recibieron de autores com o Lewontin, Sahlins y
otros. N os interesa más co m o ejemplo de las consecuencias que
puede tener la crítica de las teorías científicas, p o r una parte, y
c o m o á m bito d o n d e se ha planteado la cu estión crucial de la
libertad de investigación.
Los ejemplos hasta aquí mencionados de crítica de la ciencia, y
otros muchos que podrían haber sido aportados, muestran en efec­
to un rasgo común: sean científicos, filósofos o sociólogos quienes
han llevado a ca b o dichas críticas, e independientem ente de las
argumentaciones empleadas, la reacción de la comunidad científi­
ca ha sido similar: excluir a los críticos, denunciando el carácter
n o científico de sus posiciones, reafirmar la libertad de investiga­
ción científica y, paralelamente, reconducir la polém ica a los m e­
dios de divulgación científica, obteniendo con ello una gran difu­
sión para las teorías atacadas, aunque sea por vía negativa. Resulta
así que la actividad científica deja de producirse en el ámbito de las
revistas especializadas y de los congresos, para pasar a desarrollar­
se también en los mass media. La ciencia del siglo x x se expresa a
través de papers, comunicaciones, manuales y traducciones; pero
tam bién en las revistas y artículos de divulgación científica, en
películas y film aciones para el gran público y, en general, en los

75. M. RUSE, S o cio lo g ía (M a d rid , C átedra, 1 9 8 3 ), p. 116. T r a d u c c ió n de


S o cio b io lo g y : S en se o r JSJonsen.se? (D ord rech t, Reidel, 1980).
76. J. SANMARTIN, L a?s n u ev o s red e n to re s ..., pp. 204-205, nota 110.
77. Véase al respecto M . RUSE, S o cio b io lo g ía , capítulos 5 y 6.
240 Crítica de la ciencia

diversos medios de opinión. El control de la información pasa a ser


otro de los objetivos de cada comunidad científica, en la medida en
que las luchas entre las teorías rivales deja de ser una pu gn a
exclusivamente teórica, para convertirse en una batalla social y
política. V olv erem os más ampliamente sobre este p u n to en el
volumen II de la presente obra.
Asimismo la libertad de investigación e, inversamente, el con ­
trol social de la investigación científica, pasan a ser dos cuestiones
centrales en los actuales debates sobre la ciencia. Numerosos Esta­
dos y empresas planifican la investigación, definiendo líneas priori­
tarias en fu n ción de la com petencia tecnológica a la que se ven
sometidos. Por su importancia estratégica y económica, numerosos
resultados y líneas de investigación son considerados com o secre­
tos. El prop io acceso a las fuentes de inform ación y a los medios
instrumentales para llevar a cabo las investigaciones son controla­
dos. La ciencia encuentra así límites externos a su propia actividad,
dando lugar a que la propia noción de comunidad científica resulte
borrosa. Considerada c o m o uno de los m otores principales del
progreso econ óm ico y del desarrollo social, la ciencia actual deja
de ser una profesión liberal para socializarse en alto grado. T o d o
ello abre un nuevo flanco de reflexión sobre la actividad científica,
m uy p o c o a b ord a d o p o r los filó s o fo s de la ciencia, y que, sin
embargo, tiene especial importancia si se quiere hablar de la cien­
cia real que hoy en día se practica, y n o de una ciencia idealizada,
que tom a c o m o referentes venerables ejemplos históricos, desli­
gándose y haciendo abstracción de aspectos en donde la epistemo­
logía se enlaza con la ética, la política y la sociología. La relación
ciencia/tecnología, en particular, comienza a ser estudiada sólo en
los últimos años.
E stos aspectos, que se desprenden inmediatamente de los
ejemplos citados de crítica de la ciencia en este capítulo, habrán de
ser objeto de más amplia consideración en el segundo volum en
de la presente obra.
A P É N D IC E .
C O N S ID E R A C IO N E S S O B R E
U N A S E M IO L O G ÍA D E L A C IE N C IA
(Artículo publicado en C r ític a [México], XVIL51 [1985], pp. 71-96.)

I. Introducción

Una de las principales insuficiencias de la filosofía de la ciencia en


el siglo xx, a pesar de los evidentes logros habidos en la recons­
trucción y el análisis de las teorías científicas, estriba en la separa­
ción entre las ciencias formales y las ciencias con contenido empí­
rico. La distinción p ro ce d e de Carnap, y q u ed ó generalm ente
aceptada por el Círculo de Viena a partir de su artículo de 1935 en
TELrkenntnis: Form ahvissenschaft u n d F ealw issenschaft.' Tiene un
regusto kantiano, pues permite mantener bajo una forma nueva la
op o sició n analítico/sintético, que había sido criticada p or W itt-
genstein en el Fractatus, al afirmar que las llamadas proposiciones
analíticas eran pseudoproposiciones (apartado 5.534). La filosofía
ulterior de la ciencia, pese a sus múltiples críticas al program a
neopositivista, n o ha conseguido rom per esa separación. Puede
afirmarse que las F eahvissenschaften, y en particular la física, han
m arcado profundam ente la teoría de la ciencia en nuestro siglo.
Cuando se habla de teorías científicas se está aludiendo casi siem­
pre a teorías físicas (Copérnico, Galileo, Newton, la termodinámi­
ca, la m ecánica cuántica, la teoría de la relatividad, etc.) y sólo
algunas veces a teorías biológicas (el evolucionismo darwiniano, la
selección natural, la genética, la sociobiología) o a teorías químicas
(Lavoisier, Bohr, etc.). Falta por analizar y reconstruir la historia y
la estructura de las teorías matemáticas, de las teorías lingüísticas1 2

1. R. CARNAP, «Form alw issenscliaft u n d Realw issenscliaft», d r d e n n t n is 5


(1935), pp. 30-31.
2. Cito p o r la traducción de T ierno Galván del T ra cta tu s P o g ico-P h ilosop h i-
c u s (Alianza Editorial, M adrid, 1973), p. 153.
242 Apéndice

y, por supuesto, de las teorías lógicas, que no se ve por qué habrían


de quedar excluidas com o objeto de la filosofía de la ciencia, más
allá de lo que hoy en día se llama filosofía de la lógica.
Y aun cuando esa labor se lleve a cabo, para lo cual se están
dando en los últimos años los primeros pasos, queda mucho para
que se pueda proponer una teoría general de la ciencia que tras­
cienda la división entre ciencias formales y ciencias físico-natura­
les; por no hablar de las ciencias humanas o sociales, e incluso de
la tecnología: aquí nos atendremos únicamente a la primera divi­
sión, asentada a partir de la propuesta carnapiana.
Esta insuficiencia depende de muchos factores, entre los cua­
les v oy a resaltar uno: la inadecuada teoría del conocimiento que
marcó desde su origen al positivismo lógico y, en cierta medida, a
la filosofía analítica inmediatamente ulterior. Se tratará, pues, de
criticar esa gnoseología, tomando com o ejemplos característicos
de ella el Tractatus de Wittgenstein o La filosofía del atomismo
lógico de Russell. El argumento principal será el siguiente: dichas
teorizaciones del conocim iento humano son inadecuadas para el
caso del con ocim ien to científico, que no responde de ninguna
manera al esquema simple (y en concreto a la n oción de signo)
utilizado por ambos autores y, con distintas variantes, por sus suce­
sores.
Llevaré a cabo esta crítica desde posturas racionalistas. C on­
viene precisar, para evitar malentendidos, que dicho término se
remite mucho más a autores como Leibniz y Saussure, injustamen­
te olvidados por los filósofos de la ciencia, que a la pléyade de
cultivadores de la palabra razón que abundan hoy en día. Al final se
desprenderán algunas propuestas nuevas, forzosamente provisiona­
les, que dan contenido al apelativo, perfectamente reemplazable
por otro, de semiología de la ciencia.

I I E l Tractatus y L a filosofía del atomismo lógico

Para Wittgenstein el mundo es la totalidad de los hechos, y no de


las cosas (apartado l . l ).3 C ada h ech o está constituido p or una

3. Tractatus..., p. 35.
£1 Tractatus y L a filo s o fía d el a tom ism o ló g ico 243

configuración (Konfiguration) de objetos (apartado 2.0 2 72 ).4 E l


mundo es la totalidad de los hechos atómicos, o estados de cosas
(Sachverhalten•), independientes entre sí y sin nexo de causalidad.
D ejaré de lado la adecuación o inadecuación de estas tesis
ontológicas, pasando a la gnoseología wittgensteiniana, cuyas pri­
meras formulaciones son las siguientes:

2.1) Nosotros nos hacemos figuras (Bilder) de los hechos (Tatsachen).


2.12) La figura es un modelo de la realidad.
2.13) A los objetos corresponden en la figura los elementos de la
figura.5

Llamo la atención sobre esta última afirmación, característica


del atomismo lógico, sobre todo en su ulterior versión russelliana.
Las figuras que nosotros nos hacem os de los hechos poseen ele­
m entos (los átom os ló g ic o s ), que han de corresponder co n los
elementos de los hechos, que son los objetos. Más adelante puede
leerse:

2.16) En la figura y en lo figurado debe haber algo idéntico (identisch)


para que una pueda ser figura de lo otro completamente.
2.17) Lo que la figura debe tener en común con la realidad para poder
figurarla a su modo y manera —justa o falsamente— es su forma de figura­
ción (Form der Abbildung)67

Com o puede observarse, se presupone una teoría de la verdad


com o adequatio, concordancia o correspondencia entre hechos y
figuras de los hechos, cuyo invariante sería precisamente la forma
de figuración. D ich o más claramente por el propio Wittgenstein:

2.21) La figura concuerda con la realidad o no; es justa o equivocada,


verdadera o falsa;'

y un p o co más adelante:

2.224-2.225) No se puede conocer sólo por la figura si es verdadera o


falsa. No hay figura verdadera a priori 8
4. Tractatus..., p. 43.
5. Tractatus..., p. 43.
6. Tractatus..., pp. 45 y 47.
7. Tractatus..., p. 47.
8. Tractatus..., p. 49.
244
Apéndice

Aquí tenemos las razones de la crítica wittgensteiniana a los


enunciados analíticos. Siempre debe haber correspondencia y con­
cordancia entre dos estratos epistemológicamente distintos: la figu­
ra y lo figurado. El pensamiento va a ser la figura lógica de los
hechos (apartado 3) y la proposición es la expresión del pensamien­
to perceptible por m edio de los sentidos (apartado 3.1). Así pues,
los elementos del signo proposicional deben corresponderse con
los objetos, por ejemplo designándolos, y para que se pueda hablar
de verdad es im prescindible que, en el signo proposicion al, la
configuración de los signos simples, o nombres, sea la misma que
la con fig u ra ción de lo s ob jetos en el estado de cosa s (aparta­
d o 3.21). C ada uno de lo s ob jetos puede ser n om brado, y sus
relaciones, conexiones o configuraciones pueden ser figuradas en
las proposiciones por medio de la adecuada combinación de signos
simples. Gracias a todo ello, el discurso que articula proposiciones
de este tipo puede ser verdadero.
Baste tod o esto para recordar brevemente pasajes perfecta-
' mente con ocidos del Tractatus. Las tesis gnoseológicas del atomis­
m o ló g ico se perfilan en ellos con toda nitidez: existen signos
simples, que nombran directamente a los obj etos, y el isomorfismo
entre la con figuración de objetos y la de signos es la raíz de la
verdad o falsedad del discurso científico. Es verdad, por ejemplo,
que Wittgenstein es el autor del Tractatus porque los signos 'Witt-
genstein' y 'Tractatus' designan objetos que estuvieron ¡Je hecho en
la relación 'ser autor de'. Quedan los manuscritos com o corrobora­
ción empírica de la verdad de dicho enunciado.
A hora bien; esta última constatación plantea problem as de
envergadura. ¿Q ué necesidad hay de los manuscritos o de la edi­
ción príncipe, donde el editor da fe de que el individuo susodicho
es, efectivamente, el autor del texto editado? Obsérvese que no es
inmediato que el Tractatus y el manuscrito del Tractatus sean lo
mismo. Cabe entender que el Tractatus adopta co m o una de sus
expresiones la figura de manuscrito; pero también adopta muchas
más. L o que entendemos por Tractatus es un objeto m ucho más
complejo, que incluye la primera edición, pero también las siguien­
tes y sus traducciones, en particular al inglés o al español. La pro­
posición

'Wittgenstein es el autor del Tractatus'


gj Tractatus y La filosofia del atomismo lógico 245

o incluso

'Wittgenstein escribió el Tractatus'

no rememoran el hecho empírico de un individuo, llamado Witt­


genstein, escribiendo notas en cuadernos que luego bautizó Tracta­
tus Logico-Philosophicus. Si prestamos confianza a los editores y a
las conven ciones relativas a las portadas de los libros podem os
¡maginar, pero nada más que imaginar, ese hecho. O lo que es más:
inferimos ese hecho desde nuestra aceptación de las convenciones
usuales respecto a la autoría de textos filosóficos. La proposición
no surge para figurar un hecho percibido por alguien, sino que se
indu ce a partir de otro h ech o: la presencia física de un libro.
Ocurre, sin embargo, com o veremos más adelante, que este nuevo
hecho es de una naturaleza muy peculiar: es una configuración de
signos ordenados según páginas y líneas.
Para los empiristas acérrimos que vean en los manuscritos la
confirmación de que, en efecto, Wittgenstein escribió fisicamente
el Tractatus, valga a su vez el argumento siguiente: también ese
manuscrito es un conjunto de signos, por una parte, y, por otra, el
término Tractatus no sólo designa ese manuscrito. El Tractatus
existe para la comunidad científica porque fue editado, y lo que es
más, porque fue editado conforme lo había dejado escrito Wíttgens-
tein. Esta correspondencia entre dos sistemas de signos distintos, la
grafía de Wittgenstein y las letras de imprenta, es condición suie
qua non de la existencia de un objeto correspondiente al término
Tractatus, Y en general de la existencia de cualquier objeto o hecho
científico, com o veremos luego.
Russell, co m o es sabido, radicalizó las tesis del empirismo
lógico al priorizar el conocimiento directo (acquaintance) como el
último reducto de esa correspondencia entre hechos atóm icos y
proposiciones atómicas. Parafraseando la tesis russelliana en La
filosofía del atomismo lógico, referida a Sócrates, podríamos decir:

Nosotros no conocemos directamente a Wittgenstein y por tanto no


podemos nombrarlo. Cuando empleamos la palabra 'Wittgenstein' hace­
mos en realidad uso de una descripción,

9 B. RUSSELL, «La filosofía del atom ismo ló g ic o », en L ó g ic a y conocim ien to,


trad u cción de J M uguerza (M adrid, Taurus, 1966), p. 281, m od ifica n d o el nom bre
p ro p io 'Sócrates' p o r 'W ittgenstein'.
246 Apéndice

o en términos más generales:

Un nombre, entendido en su sentido estricto lógico de palabra cuyo


significado es un particular, sólo podrá aplicarse a un particular directa­
mente conocido por el que habla, puesto que no es posible nombrar algo
de lo que no se tenga conocimiento directo.'

Coherentemente con estas tesis, los nombres propios se redu­


cen para Russell, en el sentido estricto del término, a los demostra­
tivos 'esto', 'eso' y 'aquello.

'Esto está a la izquierda de aquello'

sería el enunciado atómico por antonomasia.


Pero obsérvese que si al decir esa frase no se señala, a la vez
que se pronuncia,

'Esto está a la izquierda de aquello',

no se puede decidir sobre la verdad o falsedad del enunciado. Lo


cual equivale a constatar, en el extremado ejemplo russelbano, que
no sólo existen objetos y signos elementales del tipo 'esto' o 'aque­
llo', sino que para que un enunciado sea verdadero por co n o c i­
miento directo hace falta, com o mínimo, otro sistema de signos, a
saber: los gestos indicativos que se simultanean a la pronunciación
de los vocablos 'esto' y 'aquello', gracias a los cuales sabemos a qué
objetos del mundo estamos aludiendo.
L legam os así a un prim er punto importante: n o basta una
única figura de los hechos y de los componentes objetuales. A de­
más del manuscrito del Tractatus es necesaria la edición original, o
alguna traducción, para poder hablar de esa obra; además de los
términos 'esto' y 'aquello', hacen falta deícticos no fón icos para
aludir a los objetos. En general, hacen falta al menos dos sistemas
de signos, más una correspondencia biunívoca y conform e entre
ambos, para que una proposición que expresa un conocim iento
directo o empírico pueda ser tachada de verdadera o de falsa.

10. B. RUSSELL, «L a filosofía...», p. 281.


La designación y las figuras de los hechos 247

III La designación y las figuras de los hechos en las ciencias


formales y en las ciencias empíricas

D ejem os ya de lado estos ejemplos tan sencillos, y por otra parte


tan trillados, para aproximamos a enunciados más verosímiles en
la actividad práctica de un científico.
Com encem os por un matemático que dice:

«Sea / la función y = x».

Si hablam os de la fu n ción f, y ésta se expresa m ediante la


ecuación y = x, sabemos que se está hablando de una función que
hace corresponder a cada valor de la variable x el valor y = x, es

f x —>f(x) = x

El signo f no designa cosa u objeto alguno, sino exactamente lo


que luego llamaremos un ensamblaje de signos. Por supuesto, los
signos x e y pueden tener diversas significaciones: pueden ser
números, puntos o cualquier otro tipo de entidades. Pero lo que en
primer lugar designa / (véanse, si no, los dos puntos para marcar
esa relación de designación) es la secuencia de signos que expresa
la estructura básica de una función de dos variables, com o podría
hacerlo para n variables. El signo ’f designa otros signos: precisa­
mente aquellos que aparecen a la derecha de los dos puntos que
separan el signo de su designatum. Exactamente igual, las expre­
siones

y = f(x ) o f(x) = x

son ecuaciones, y no cosas ni hechos. La interpretación clásica de


dichas ecuaciones, procedente de la Geometría de 1637 de Descar­
tes, consiste en la figura 1 , con lo cual tenemos ahora una nueva
relación de designación. L a ecuación y = x designa (o expresa
analíticamente) a la diagonal del primer y tercer cuadrantes de un
sistema de referencia cartesiano, independientemente del significa­
do que, a su vez, pueda atribuirse a los puntos de dicha diagonal.
De nuevo un signo o, mejor, un ensamblaje de signos, designa otro
ensamblaje de signos y no de cosas.
248
Apéndice

FIG. 1

Estamos tan habituados a utilizar las figuras geométricas que


tendem os a pensarlas co m o auténticos objetos. Pero no hay tal,
com o muy bien subrayó Leibniz en su Dialogus de 1677;" la bisec­
triz de la figura 1 no es más que una de las expresiones sensibles de
algo muy distinto, que es el con cep to de bisectriz de dos recas
perpendiculares. Dicho concepto, a su vez, sólo nos es accesible en
tanto lo expresamos mediante un ensamblaje o configuración de
signos, en este caso fónicos: 'bisectriz', 'rectas' y 'perpendiculares'.
Por dondequiera que se tome, el matemático siempre designa unos
signos por m edio de otros, sean éstos figuras, números, palabras,
signos algebraicos, etc. La ecuación de la bisectriz de dos ejes
cartesianos es y = x porque existen múltiples intercorresponden­
cias y concordancias entre todos esos sistemas de signos, los cuales
nunca se reducen a dos, com o fácilmente puede comprobarse, al
menos en los casos en que quepa una decisión sobre la verdad o
falsedad de una proposición matemática.
D ich o de otra manera: términos com o 'recta', 'curva', 'circun­
ferencia', 'triángulo', etc., pueden tener su origen en una lengua
natural, com o el griego o el latín. Al constituirse un nuevo sistema
de signos — las figuras geométricas— , dichos términos pasan a tener1

11. G. w . LEIBNIZ, P h ilo s o p h is c h e S c h rifte n (V ora u sedition der A k a dem ie,


Reihe V I, Faszikel 1 [19 8 2 ]), pp. 60-64.
La designación y las figuras de los hechos 249

un uso técnico preciso, distinto del habitual: hay que poner nom ­
bre a las figuras además de proporcionar su referencia en forma de
trazo geométrico, pero siempre sabiendo que dicho trazo empírico
y a es sign o de otra cosa, pues n o en va n o la 'ticegats perm ite
demostrar teoremas y propiedades de validez general. Con Descar­
tes 'recta' viene a significar más que otra cosa 'ecuación lineal de
prim er grado co n dos variables': co m o puede com probarse, el
lenguaje ha cam biado totalmente co n respecto a Euclides. Ha
aparecido un nuevo sistema de signos (tanto de vocabulario com o
de letras algebraicas) cuya pretensión estriba en reducir al sistema
anterior, expresando en el nuevo lenguaje cuanto sea demostrable
en el de los geómetras clásicos y engendrando a su vez nuevas posi­
bilidades combinatorias, impensables en el sistema precedente.
D escrito a m uy grandes rasgos, este tipo de p roceso se ha
repetido una y otra vez en el caso de las ciencias formales. Unos
sistemas de signos toman co m o referentes sem ánticos, cuando
menos parciales, a sistemas preexistentes.
Pasemos a las ciencias empíricas, respecto de las cuales puede
perdurar más la convicción injustificada de que tienen que ver con
objetos o cosas. Imaginemos para ello un astrónomo que observa el
cuerpo celeste llamado Venus. Reconstruyamos el trabajo de ob ­
servación de nuestro astrónomo de la manera siguiente:
En primer lugar, el astrónomo jam ás ve a Venus. L o que él
percibe es, supongamos, la imagen de dicho astro sobre la lente
telescópica. Dicha imagen es un signo, tanto por su artificialidad
com o porque su contextura física está mediatizada por toda una
teoría óptica que permite la construcción del telescopio y da senti­
do y h ace perceptible dicha im agen c o m o la de Venus. Pierre
Duhem '2 y luego N. R. Hanson" subrayaron que un profano y un
científico no ven lo m ism o en un laboratorio ni en un aparato de
observación. Nuestro astrónomo captará, pues, aspectos que pasa­
rían com pletam ente inadvertidos al leg o, el cual habría de ser
instruido por medio, incluso, de la deixis para que pudiera aperci­
birse de todas las imágenes y detalles significativos para aquel que
sabe v e r desde un punto de vista a stron óm ico. En la pantalla
telescópica sólo se aprende a ver el movimiento de Venus porque 1 3
2

12.P. DUHEM, L a th éorñephysique (París, 1914), p. 218.


13. N . R . HANSON, P a tr o n e s de d e s cu b rim ie n to , tr a d u c c ió n de E . G a rcía
Camarero (M adrid, A lianza, 1977), pp. 96-97.
250
Apéndice

las observaciones propias van siendo corroboradas por alguien


com petente en el lenguaj e observacional propio al instrumento
astronómico usado.
Y aun con estas primeras m ediaciones, todavía se está muy
lejos de la intelección de un enunciado científico, y por lo mismo,
del hecho correspondiente. La determinación de la posición astro­
nómica de Venus se hace en función de dos variables: el espacio y
el tiempo. Su situación espacial se establece, por ejemplo, basándo­
se en la coincidencia 0 correspondencia biunívoca entre la imagen
de Venus en la lente y una serie de marcas previamente trazadas
que posibilitan una traducción de lo observado a datos cuantifica-
dos. L a alineación o concordancia entre el o jo del científico, la
marca artificial y la imagen de Venus (obsérvese la triplicidad de
sistemas involucrados) es condición sine qua non para poder
afirmar:

Venus está en la posición x

Lodavía queda por determinar la variable temporal. Para ello,


por ejemplo, se puede parar el correspondiente cronómetro en el
m ismo momento en que ojo, marca e imagen están alineados. La
coordinación entre el acto de observar la imagen en la lente y el
acto de pulsar el cronóm etro permite establecer la proposición:

Venus está en la posición x en el instante t.

A continuación hay que fijar el valor de x y t. Lanto en un caso


co m o en otro, el sistema de marcas previamente trazadas en la
lente y en c ] cronómetro constituyen algoritmos que nos permiten
calcular rápidamente dichos valores. Por cierto, en el caso del reloj
interviene todavía otro tipo de correspondencia entre sistemas de
signos: las posiciones de la aguja y las marcas del cuadrante, más la
mirada alineada Jd observador. Lodos esos algoritmos, bien enten­
dido, presuponen e involucran otras tantas teorías científicas traba­
josamente elaboradas para medir el espacio y el tiempo, así com o
reglas aritméticas y propiedades geométricas.
Las observaciones así cuantificadas van a repetirse, hasta llegar
a formar una tabla de las posiciones de Venus. Esta tabla conlleva
la aparición de un nuevo sistema de signos, cuyo tratamiento suele
ser estadístico y frecuencial: a cada instante t se ]e hace correspon-
La designación y las figuras de los hechos 251

der, no ya una situación x observada empíricamente, sino la media


aritmética de las posiciones x obtenidas en repetidas observacio­
nes. A un en el caso más sencillo, en el que sólo se recurre a la
media aritmética, la observación científica siempre está mediatiza­
da por la repetición de la observación, y nunca por la expresión
sígnica de un «hecho real».
Las tablas astronómicas, si pensamos, por ejemplo, en Tycho
Brahe, pueden luego engendrar, por vía inductiva, hipótesis gene­
rales sobre el con ocim ien to de los astros, que son sometidas a
constrastación y a debate en el seno de una determinada com uni­
dad científica, previa publicación de los resultados que se obtuvie­
ron y de las hipótesis que se infieren de ellos de manera plausible
para el momento histórico del que se trate. Sólo en este momento,
tras la pu blicación de las observaciones en form a escrita, cabe
hablar de enunciados científicos y, por ejem plo, alguien podría
concluir finalmente algo tan trivial astronómicamente com o que:

El lucero matutino es el lucero vespertino.

Pues bien, la verdad del enunciado fregeano depende del esta­


blecim ien to de trayectorias continuas inferidas, en base a una
teoría, a partir de las tablas observacionales que expresan científi­
cam ente el m ov im ien to de am bos luceros. L o que sustenta la
verdad del enunciado es la estricta coincidencia entre ambas tra­
yectorias, y por consiguiente la concordancia entre sus tablas res­
pectivas. D icho de otra manera: el término 'lucero matutino' signi­
fica astronómicamente su tabla o su trayectoria, y no otra cosa.
Esto es exactamente lo que se publica en una revista científica: el
nombre propio del objeto en correspondencia con las observacio­
nes realizadas. El significado primigenio, desde el punto de vista
astronóm ico, n o es ni m u ch o m en os el ob jeto celeste, sino su
expresión cuantificada en un determinado sistema de signos.
En resum en: c o m o 'lu cero matutino' y 'lucero vespertino'
significan astronómicamente, en el marco de una teoría y de unos
determinados procedimientos experimentales, diversas trayecto­
rias y tablas; y com o 'tablas de posiciones' significa 'corresponden­
cia espacio-temporales estadísticamente analizadas'; y com o 'c o ­
rrespondencia espacio-temporal' significa 'método de m edición y
de cálculo por m edio de cronómetro y lente telescópica'; y com o
'cronómetro' y 'lente telescópica' presuponen sistemas de marcas;

ÍZ VALÊNCIA S
252 Apéndice

y com o por supuesto la visión del astrónomo ha sido educada para


captar los signos pertinentes, así com o sus conexiones en la ima­
gen sobre la lente, en función de todos estos considerandos, y de
algunos más que todavía podrían inferirse tras un análisis más fino
del enunciado fregeano, resulta que la proposición es verdadera.
Puede ser que, en la im aginación popular, bajo el concepto
'lucero matutino' caiga un objeto; pero en la ciencia astronómica
lo que cae bajo ese ensamblaje de signos es otro (y a su vez otros,
en cadena) ensamblajes de signos, de tipo muy distinto.
Puede ahora entenderse co n toda claridad el sentido de la
crítica inicial a las teorías empiristas del significado. El lucero
matutino es, en primer lugar, su tabla (o cualquier otro ensamblaje
de signos que exprese astronómicamente el movimiento observa­
do), al igual que el vespertino. El lucero matutino es el mismo que
el lucero vespertino porque la tabla T¡ es idéntica a la tabla 2, y no
porque tengan una misma referencia. El análisis de los enunciados
científicos debe tener lugar por sus pasos lógicos, incluyendo en
ello los aspectos pragmáticos, y no prescindiendo de las importan­
tes mediaciones inducidas por los diversos sistemas de signos invo­
lucrados en la verdad de un enunciado, para dar un salto epistemo­
lógicam ente mortal a objetos, referencias, cosas, etc., que están
más allá del trabajo concreto del científico experimental.
Extraeremos de lo anterior la siguiente conclusión: la interco­
rrespondencia entre tres o más sistemas de signos sustenta las
n ocion es de verdad y falsedad de las proposiciones científicas,
tengan contenido empírico o no. L o que conocemos, lo que pensa­
mos conforme al saber científico, siempre depende de signos, y es
verdadero o falso según haya concordancias o discordancias entre
los diversos sistemas sígnicos a los que recurrimos. La dependencia
del conocimiento científico respecto de los diversos tipos de carac­
teres es estricta. Ello no equivale a afirmar un fenomenalismo, ni a
descartar la cuestión ontológica, tanto en el caso de las ciencias
formales com o en el de las ciencias empíricas. En efecto, la noción
de signo incluye la existencia de designata, y p or lo tanto n o se
reduce a la de fenóm eno, porque la relación de designación está
suj eta a reglas precisas. Y, por otra parte, la existencia real de cosas
u obj etos puede ser inferida (y no simplemente creída, en virtud de
una irrenunciable fe en el realismo científico) en base a argumen­
tos racionales, a saber: la intercorrespondencia entre múltiples
sistemas de signos, y la convergencia entre los diversos ensambla-
Ensamblajes de signos 253

je s que aluden a un m ism o designatum, constituye un criterio


bastante más claro y racional de la existencia de objetos y hechos
reales, con los cuales, en cualquier caso, mantenemos una relación
cognoscitiva eminentemente compleja, y no simple, inmediata ni
directa, com o afirma la gnoseología del atomismo lógico.

IV. Ensamblajes de signos

D ad o que la n oción fundamental que hem os adoptado es la de


ensamblajes de signos, conviene contextualizarla y explicar breve­
mente el porqué de su elección.
En su célebre artículo titulado «El concepto de verdad en los
lenguajes formalizados»," Tarski no sólo hizo importantes aporta­
ciones en orden a caracterizar la noción de verdad, sino que: llamó
la atención sobre dos distintos mecanismos para denominaren un
metal enguaje signos del lenguaje-objeto. Para él, mencionar una
palabra (por ejemplo, el término 'verdad') es una operación com ­
parable a la de poner nombre. Todo signo o conjunto de signos con
sentido puede tener nombre propio en el lenguaje correspondien­
te, en virtud de la operación de mención.
Tarski estudió también otro procedim iento para denominar,
cuyo interés apenas había sido advertido por los lógicos: se trata de
los nom bres que describen la estructura de una expresión o se­
cu en cia de signos, c o m o p or ejem p lo al deletrear una palabra
con form e al orden en que aparecen sus letras. A sí, a la palabra
'verdad' n o só lo le correspon de este n om bre p rop io, sino que
también puede ser denominada metalingüísticamente mediante la
com posición de los nombres propios de sus letras integrantes 'y',
'e', ’d', 'a', ’d'.
Esta distinción tiene gran importancia en el contexto de su
trabajo, com o luego la tendrá en las investigaciones de Gódel. El
propio Tarski subraya:
El hecho de que sea posible hacerle corresponder a toda expresión, y
en particular a toda expresión del lenguaje en cuestión, por una parte un1
4

14. A . t a r s k i , « L e c o n c e p t d e v é r ité d an s le s la n g a g e s fo r m a lis é s » , tra d u c­


c ió n d e G . G . G ran ger, e n Logique, sémamique, métamathématique (París, A . C olín ),
v o l. I.
254 Apéndice

nombre individual y por otra una expresión que es la traducción directa de


dicha expresión en metalenguaje, desempeñará un papel decisivo en la
construcción de la definición de verdad, como se verá en el parágrafo si­
guiente.'s

No deja de llamar la atención que, para investigar la concep­


ción clásica de la verdad (com o adequatio entre ser y decir, o entre
figura y figurado), se presuponga en el segundo mecanismo meta-
lingüístico de nom inación buena parte de lo que constituye el
núcleo básico de dicha concepción. En efecto, entre los dos nom­
bres del término 'verdad' no sólo existe la relación de poseer un
mismo nominatum, sino que además ha de haber una adecuación,
o mejor, una correspondencia signo a signo con mantenimiento de
la ordenación en el ensamblaje de signos al que se le está poniendo
nombre en el metalenguaje. Antes de llegar a la noción de proposi­
ción, y por lo tanto a la definición de verdad, las dos formas de
nombrar una expresión presuponen ya una concordancia. Tarski
no llega a analizar esta petitio principa, pero desde luego sí la
afirma con toda claridad, com o una especie de postulado:

Al nombre 'nieve' le corresponde el nombre: 'palabra compuesta de


las cinco letras siguientes, n, i, e, y, e 1
56

Bástenos con hacer dos observaciones al respecto. Primera: la


definición tarskiana de verdad precisa perentoriamente de tres
sistemas de signos para poder ser correcta: el lenguaje-objeto y las
dos formas de denominar sus fórmulas o signos elementales, las
cuales han de intercorresponderse. Segunda: la noción de sucesor
(o de siguiente) está implícitamente aceptada en toda escritura
formalizada tipo Tarski, y por tanto no es una noción aritmética,
com o piensan Peano o Frege, sino ante todo semiótica.
Basándose en ella, Tarski va a introducir una operación sígnica
muy importante para la lógica y para los lenguajes formalizados: la
de concatenación de signos. Se trata de una operación definida en
el m etalenguaje, gracias a la cual va m os a p oder construir un
nombre para cualquier expresión del lenguaje formalizado a partir
de los nom bres prop ios de los signos elementales, que Tarski

15. A. TARSKI, «Le concept...», p. 178.


16. A. TARSKI, «Le concept...», p. 164.
Ensamblajes de signos 255

previamente introduce: 'ng' (signo de negación), 'cu' (cuantifica-


dor universal), 'in' (inclusión), etc.
La concatenación se define por medio de cinco axiomas, cuya
im portancia es grande, por ser la primera tentativa de definir y
formalizar un recurso semiótico tan habitual com o el de escribir o
pronunciar una palabra (o un signo) tras otra. N o entraremos en el
estudio de esos axiomas. S ólo nos interesa aquí la propuesta de
Tarski porque en ella, independientemente de tesis ontológicas
com o las que vim os en Wittgenstein, y que en Tarski no aparecen,
se expresa a la perfección lo que llamaremos atomismo semiótico,
cu ya influencia en la ló g ica ulterior será enorm e, y que p or lo
m ism o ha de ser objeto de crítica a continuación.
Quine retomó esta parte del trabajo de Tarski y sintetizó estas
tesis gnoseológicas de la manera siguiente:

La teoría de la concatenación puede ser contemplada como teniendo


que ver con secuencias finitas de algún tipo de objetos. Dichos objetos,
llamados átomos, también se consideran como secuencias, a saber, se­
cuencias de longitud uno.'

Es decir, que un lenguaje formalizado se com pone de secuen­


cias, que Quine dice de objetos, a mi entender injustificadamente,
pues ya vim os que los científicos trabajan con signos. Dichas se­
cuencias son descom ponibles y concatenables. Por un lado, nos
llevan a las secuencias de longitud mínima (átomos o signos ele­
m entales; tam bién se les llamará in dividu os), p or otra parte a
expresiones de longitud mayor que las dos secuencias que se con­
catenan. L a teoría de la con ca ten a ción de Q uine perm ite una
fundamentación lógica de la aritmética elemental, pero, a su vez,
Quine demuestra que dicha teoría es equivalente a la aritmética
elemental. El programa de aritmetización de la lógica, por la vía
del metalenguaje, com ienza así a estar en su apogeo. Culminará
con los trabajos de G ódel, basados también en las n ocion es de
secuencia, longitud y concatenación.
En relación con toda esta problemática Bourbaki presenta, en
sus Elementos de matemáticas,18una propuesta formalista, inspira-1 8
7

17 W . V . O . Q U IN E , «C o n ca te n a tio n as a B a sis fo r A r ith m e tic » , en Selected


L o gic Papers (N u e v a Y o r k , R a n d o m H o u s e , 1 9 6 6 ), p. 71.
18 N BOURBAKI Elem ents ofALathem atics: Theory o fS e ts (P a r ís - R e a d in g ,
H e r m a n n -A d d is o n -W e s le y , 19 74 [2 .a e d .]).
256 Apéndice

da en último término por Hilbert, que merece la pena considerar.


Una teoría matemática es, antes que nada, un sistema de signos
escritos, entre los cuales cabe distinguir signos lógicos, letras y
signos específicos de cada teoría. Todos ellos se mezclan y com bi­
nan en ensamblajes, algunos de los cuales tienen sentido dentro de
la teoría y otros no:

Una teoría matemática (o simplemente una teoría) contiene reglas que


nos llevan a afirmar que ciertos ensamblajes de signos son términos o
relaciones de la teoría, así como reglas que nos llevan a afirmar que ciertos
ensamblajes son teoremas de la teoría.*

Estas reglas de formación de ensamblajes no son objeto de la


matemática formalizada, sino de la metamatemática, es decir, de lo
que aquí llamamos, con mayor generalidad, semiología de la cien­
cia. El propio Bourbaki hace otra advertencia, particularmente
pertinente para nuestro objeto:

Desde un punto de vista intuitivo, muchas entidades matemáticas


pueden ser consideradas como colecciones o conjuntos de objetos. No
buscamos una formalización de dicha noción: en la interpretación forma­
lista que sigue la palabra 'conjunto' debe ser considerada como estricta­
mente sinónima a 'término'. En particular frases como 'sea X un conjunto'
son, en principio, totalmente supérfluas, ya que toda letra es un término,1
20
9

y un p oco antes:

por abuso de lenguaje se dirá a veces que ciertos símbolos son ensambla­
jes, más bien que denotan ensamblajes: expresiones como 'el ensamblaje
A' o 'la letra x' deberían ser reemplazadas, en rigor, por 'el ensambla­
je denotado por A' o 'la letra denotada por x'.21

Importantes precisiones, que sirven de apoyo a las tesis mante­


nidas en el presente trabajo: la ciencia siempre trabaja con signos
que denotan otros signos.
Pues bien, resulta así que las matemáticas, y en general las
teorías científicas que han llegado a un suficiente nivel de desarro­
llo, son antes que nada escritura. Además, esa escritura está com ­
puesta por signos, cada uno de los cuales puede ser considerado

19. N. BOURBAKI, Elem ents..., p . 16.


20. N. BOURBAKI, Elements..., p. 65.
21. N. BOURBAKI, Elem ents..., p. 17.
Ensamblajes de signos 257

(por abuso de lenguaje) com o si se tratase de un objeto: así 'V e ­


nus', función f, número 1, etc. Y, en tercer lugar, si queremos utili­
zar la noción de verdad, dichos ensamblajes, según Tarski, han de
poder ser denominados por medio de dos expresiones metalingüís-
ticas.
Las aportaciones que se pretenden hacer aquí son dos: en
primer lugar, la ciencia no sólo trabaja con secuencias de signos,
sino en general co n ensam blajes. Estos n o tienen p o r qué ser
lineales ni unidimensionales: las tablas bi- o n-dimensionales, las
figuras geométricas, etc., son ejemplos, ya en las ciencias formales,
de que el lenguaje científico no se reduce a secuencias de signos.
En segundo lugar, así com o el lenguaje-objeto siempre es un
sistema de signos, asimismo los metalenguajes para hablar de él y
poner nombre a esos signos son sistemas sígnicos. Si a una marca
de un cronóm etro, que ya de por sí es un signo, le ponem os un
nombre del tipo '5' o '9', estamos utilizando un sistema de guaris­
m os para designar o nombrar las marcas de un cuadrante; y otro
tanto si designamos una figura por su ecuación.
Bajo la noción de ensamblaje, por ser más amplia, pueden ser
pensados una m ultiplicidad de sistemas sígn icos a los que las
ciencias empíricas recurren continuamente en su labor investiga­
dora: desde las fotografías a las tablas de datos proporcionadas por
un ordenador, pasando por los planos, los árboles ló g ico s o la
grabaciones magnetofónicas. Los ensamblajes pueden ser n-dimen-
sionales, e incluso no discretos ni secuenciales: lo esencial es que
exista un sistema de signos que, metalingüísticamente, pueda to­
mar a esos ensamblajes por objetos y designarlos y ponerles nom­
bre. Las tablas de posiciones y las trayectorias son un buen ejem­
plo, para el caso de Venus, de la variedad de recursos metalingüísti-
cos a los que la ciencia recurre.
Se entenderá, por consiguiente, el interés que la noción bour-
bakiana de ensamblaje presenta para una filosofía general de la
ciencia. Más adelante se verá en qué* dirección puede progresar la
investigación hacia una semiología de la ciencia, partiendo de estos
fundamentos críticamente obtenidos. Antes de pasar a ello convie­
ne resaltar, sin embargo, dos puntos:
En primer lugar, el atomismo semiótico tiene el grave defecto
de pensar que cada signo elemental puede ser considerado aislada­
mente, com o si de un objeto subsistente por sí m ism o se tratara;
siendo así que la noción de signo evita esta tendencia a la substan-
258
A p é n d ic e

cialización de los objetos de la ciencia y, por otra parte, inserta a


cada signo en un determinado sistema sígnico en el seno del cual
tiene sentido y es inteligible dicho signo como elemental, pero no
fuera de él. Las tesis de Saussure son m uy ilustrativas en este
punto:

D e fin ir a l t é r m in o c o m o la u n ió n d e c ie r t o s o n id o c o n c ie r t o c o n c e p t o
( v a l g a n f i g u r a y f i g u r a d o , o s i g n o y d es ig n a tu m e n l u g a r d e s o n i d o y
c o n c e p t o ) s e r ía a is la r lo d e l s is t e m a d e l q u e fo r m a p a r te ; s e r ía c r e e r q u e s e
p u e d e c o m e n z a r p o r l o s t é r m i n o s y c o n s t r u i r e l s i s t e m a h a c i e n d o la s u m a ,
m i e n t r a s q u e , p o r e l c o n t r a r i o , h a y q u e p a r t ir d e l a t o t a l i d a d s o l i d a r i a p a r a
o b t e n e r p o r a n á l i s i s l o s e l e m e n t o s q u e e n c i e r r a ."

Esta observación general vale también para los sistemas de


signos científicos, y no sólo para los términos de las lenguas usua­
les. Un signo elemental, un átomo, no tiene sentido simplemente
por lo que désigna, sino también por sus interrelaciones y oposicio­
nes con los restantes signos de dicho lenguaje formalizado o es­
critura en general. Las intercorrespondencias, esenciales para
analizar la noción de verdad, sólo son definibles entre sistemas
complejos, y no entre signos aislados.
En segundo lugar, si las teorías matemáticas son, antes que
nada, puras escrituras de ensamblajes de signos, a las que ulterior­
mente se les encontrará una pluralidad de modelos, y si la concep­
ción estructural en filosofía de la ciencia supone la ampliación del
programa bourbakista a las ciencias empíricas, de tal manera que
las teorías científicas con contenido empírico son, al menos en sus
núcleos no ampliados, estructuras matemáticas abstractas, encon­
tramos entonces una nueva vía de investigación de las teorías y,
sobre todo, de las relaciones interteóricas, en base a la reconstruc­
ción semiológica de dichas teorías, y no sólo a su reconstrucción
lógica. Una «misma» teoría puede mantener en lo esencial una
misma estructura lógica en dos estadios de su evolución histórica
pero, en cambio, haber variado su estructura semiológica, determi-
nable a partir de los distintos sistem as de signos a los que se
recurre para expresarla y para desarrollarla. Particularmente im­
portantes son al respecto los problemas generales de transforma­
ción y de traducción entre unos sistemas de signos y otros.

2 2 . F . DE SAUSSURE, C urso d e lingü istica general, tra d u c ció n de A m a d o A lón -


so (Buenos Aires, Losada, 1954), pp. 193-194.
P r o p u e s t a s p a r a u n a s e m io lo g ía d e la c i e n c i a 259

De esta propuesta general se derivan las siguientes considera­


ciones, plenamente provisionales, com o se dijo al principio, pero
que tienden a la elaboración de u n a posib le sem iología de la
ciencia en base a los resultados obtenidos de los análisis y críticas
precedentes.

V. Propuestas para una semiología de la ciencia


Dato 1 J El conjunto de signos que estoy escribiendo, y que apa­
rentemente han sido preescritos y pueden ser reescritos o releídos,
está organizado por concatenación o yuxtaposición de signos, los
cuales forman ensamblajes (palabras, frases, párrafos, apartados,
etcétera) A su vez>unos ensamblajes se yuxtaponen a otros, for«
mando ensamblajes más complejos.

Definición I. Denominaremos transcripción a la operación que


permite trasladar u n os ensam blajes de signos de u n espacio o
sistem a sígnico a otro, conform e a reglas de correspondencia.
Ejemplos de transcripción: la lectura, la audición, la cita, la copia,
la impresión, etc.

Dato 1 2 Dado el actual texto y su texto antecedente, del cual


soy m ecanógrafo, existe u n sistem a normalizado de signos que
determina a ambos. El manuscrito, al igual que el discurso pronun­
ciado o el texto mecanografiado, no son sino modelos empíricos de
dicho sistema, el cual preexiste a toda lectura, habla, escritura o
audición, sean individualizadas o colectivas. La operación de trans­
cripción sólo es posible en virtud de la preexistencia del sistema
normalizado.

Dato 1 3 DI sistema normalizado es categórico, en tanto exis­


ten múltiples modelos empíricos de él que son isomorfos, aunque
sea parcial o localmente, entre sí.

Dato 1 4 Las comunidades científicas están caracterizadas por


la utilización de un determinado sistema sígnico normalizado.

Tesis 1 Hay conocim iento científico en la m edida en que los


sistemas de signos son transcribibles entre sí, aunque sea parcial-
ZDU Apéndice

mente. La transcripción es la operación determinante del con oci­


miento científico.

Tesis 2. Las ciencias empíricas siempre poceden por transcrip­


ción de sistemas de signos más complejos (por ejemplo, las percep­
ciones de los hechos) a sistemas de signos más simples (por ejem­
plo, las proposiciones, pero también las tablas, esquemas, fórmu­
las, etc.). Aun sin suponer un sistema último de signos (lo cual
implicaría una tesis propiamente ontológica) sí es cierto que cual­
quier objeto de conocimiento sólo puede ser investigado científica­
mente en la medida en que dispongamos de reglas e instrumentos
de transcripción: las palabras, los números, las ecuaciones, las
figuras, los planos, las fotografías y, en general, otros m odos de
reproducción parcialmente conforme.

Tesis 3 . La com unicación, difusión, transmisión, enseñanza,


almacenamiento y divulgación de la ciencia implican, asimismo,
transcripciones conformes de unos sistemas de signos a otros. Por
poner un ejemplo paradigmático: el examen expresa la competen­
cia sígnica de un estudiante, de la misma manera que las traduccio­
nes, las publicaciones, etc., expresan otros tantos niveles de com ­
petencia sígnica, es decir, de conocim iento científico poseído por
alguien. Transcribir el discurso hablado, tomar notas y apuntes,
fo to co p ia r, elaborar fich as b ibliográ fica s, introducir datos en
com putadoras (o extraerlos), citar y, en general, otras m uchas
formas del trabajo científico cotidiano son, de la misma manera,
m odos de transcripción de unos sistemas de signos a otros.

Hipótesis 1. Si admitimos que el conocimiento perceptivo tam­


bién conlleva conexiones entre distintos sistemas de signos (desde
las impresiones en la retina hasta las codificaciones neuronales,
pasando por las vibraciones de las cuerdas vocales), todos esos
procesos pueden a su vez quedar englobados en la categoría gene­
ral de transcripciones sígnicas o, si se prefiere, en la de transforma­
ciones semióticas, dado que nada garantiza que las transcripciones
de ese tipo sean conformes.
Obsérvese que, de aceptarse esta hipótesis, las teorías raciona­
lista y empirista del con ocim ien to pueden ser integradas en un
mismo marco epistemológico, con sólo variar los sistemas de sig­
nos que son los referentes últimos de cada una de ellas: en un caso
Propuestas para una semiología de la ciencia 261

las ideas; en otro las percepciones, si pensamos en el empirismo y


racionalismo clásicos.

J esis 4 * n to<^a operación de transcripción se precisan, com o


mínimo, tres sistemas diferenciados de signos. Una teoría del signo
basada en relaciones binarias, elementales e inmediatas, es inade­
cuada, pues toda relación semiótica es compleja, en el sentido de
que implica más de dos sistemas intercorrespondientes de signos.

Definición 2. Llamaremos sigruante a todo sistema de signos


capaz de interrelacionarse por correspondencia biunívocas, aun­
que sean parciales, con otros sistemas de signos.
Obsérvese que los signantes no sólo pueden ser seres huma­
nos, sino también aparatos científicos. Puede haber signantes indi­
viduales o colectivos. Estos últimos están caracterizados por la
com ún posesión de un sistema normalizado o, si se prefiere, por
ser m odelos empíricos, isom orfos parcialmente entre sí, de dicho
sistema abstracto.
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a cción , 58 Aristóteles, 18, 6 8 , 77, B igelow , 57


accion es hum anas, 94 109, 196 b io lo g ía , 54, 56, 197,
Achinstein, P., 24, 25, arte, 216, 2 2 1 211
46 artes, 2 2 2 B lum berg, 7
A dam s, E. W ., 89, 149, asimetría, 84, 8 6 B oh m , D ., 25, 52, 69
154, 156, 166, 185, astronom ía, 1 1 0 B ohr, N . H . D ., 45, 47,
186, 191 atom ism o 241
adecu a ción em pírica, epistem ológico, 158 B olza n o, B., 92
204 - ló g ic o , 73, 79, 243, B o m , M ., 69
afirmaciones 244, 253 Bourbaki, N ., 150, 152,
em píricas, 165 - sem iótico, 255, 257 154, 255, 256
analítico, en un ciado, A venanus, R., 10 Brahe, T ., 6 8 , 70
63, 81 A vogadro, A., 110 Braithwaite, R. B., 46,
analítico/sintético, 24, axiom as, 28, 31, 32, 47, 57
59, 61-63, 241 142, 143, 145, 153, Brecht, B ., 212
anarquismo, 2 1 2 154, 200 B n gdm an, P. W ., 10,
- e p istem ológ ico, 217 axiom ática, estructura, 24, 39-41
anom alía, 131, 136 64 Broglie, L .-V . de, 69
anomalías, 104, 110, axiom atización, 24, 28, Bunge, M ., 91
111, 115, 124, 130, 30, 32, 42, 65, 153,
133-135 207 Cadevall, M ., 185, 198
A nscom be, G .E.N ., 57 - in form a l, 150, 152, cálcu los ló g ic o s , 42,
antimetafí sico , 154, 158, 196, 199 153
em pirism o, 28 axiom atizaciones, 199 ca m b io cien tífico, 50,
aparatos de m ed ición , axiom atizar, 14, 20, 80, 64, 111, 117, 118,
18, 30 152, 154 120, 122, 128, 130,
- de o b serva ción , 18, A yer, A . J., 9, 19, 123 169, 175
30 - con cep tu a l, 6 6
aplicaciones B a con , F., 94, 119 - de sign ificado, 64,
paradigmáticas, Balzer, W ., 151, 176, 116, 130, 188
165-167, 186, 188, 192, 196 carga teórica , 70
- propuestas, 154, base em pírica, 18, 64, Carnap, R., 7-12, 14,
156, 165-167, 170, 83, 116, 216 15, 19, 20, 24, 25,
177, 200 Bayertz, PC, 115 28, 35, 38, 41, 45,
a p rox im a ción a la Berkeley, G ., 78, 92 46, 49, 53, 56, 59-62,
verdad, 90, 98, 203 B em al, J., 141 80, 84, 89, 94, 144,
aproxim arse a la Bernard, C., 133 146, 151, 152, 155,
verdad, 228 Beth, E. W ., 199 189, 202, 206, 241
314 índice de nombres propios y términos

C asañ M u ñ o z , P ., 10 c ie n tifism o , 2 1 0 , 2 2 4 , c o n c e p c io n e s d el
C au ch y, A ., 190 226-228 m undo, 219
cau sa, 7 2 c in tu r ó n p r o te c to r , con cep to, 53, 62
ca u sa lid a d , 5 2 , 5 3 , 6 7 , 124, 126, 128, 130, - c ie n t ífic o , 185
7 1 , 80 135, 167 - t e ó r ic o , 16 0
cau sas, 5 2 , 71 C ír cu lo d e V ie n a , 1, con ce p to s, 27, 54, 72,
c e n tro fir m e , 1 2 4 , 126, 7 -1 0 , 13, 14, 16 -21, 146, 158, 159, 201,
13 0, 13 4, 137 23, 28, SO, 53, 59, 205
c ib e rn é tica s, 60, 67, 7 5 , 7 8 , 80, - c ie n t ífic o s , 1 1 9 , 173
estru ctu ras, 57 83, 84, 86, 100, 143, - n o t e ó r ic o s , 161
c ie n c ia , 1, 2 , 5 3 , 7 8 , 150, 1 9 7 ,2 4 1 - o b s e r v a c io n a le s , 160
8 3 , 86 , 9 4 , 9 5 , 11 6, C ohén , H .,7 , 25, - T . n o t e ó r ic o s , 161
119, 12 0, 13 0, 132, c o h e r e n c ia , 139 - T . t e ó r ic o s , 161
139, 17 1, 19 7, 2 0 5 , c o n d ic io n a le s
co m p o n e n te s d e una
2 0 9 -2 1 1 ,2 1 3 ,2 1 5 , c o n t r a fá c t ic o s , 2 4 ,
teoría, 100
2 1 9 ,2 2 1 ,2 2 4 ,2 2 6 , 3 3 , 34
C o m te , A ., 7 , 11, 50 ,
2 2 8 , 2 3 0 , 2 3 2 -2 3 5 , c o n d ic io n e s in ic ia le s ,
119
2 3 9 ,2 4 0 ,2 5 6 ,2 5 7 , 5 5 , 9 7 , 1 3 1 , 1 3 5 , 185
c o m p r e n s ió n , 5 4 , 58,
260 - d e a d e c u a c ió n , 55
2 1 0 ,2 3 3
- industrializada, 2 3 0 , - d e lig a d u r a , 15 4,
c o m p r o b a b ilid a d , 19
232 1 6 3 , 1 7 0 , 1 7 3 , 17 4,
c o m p r o b a c ió n , 126
- m e ta física , 13 17 6, 194
c o m u n id a d c ie n tífic a , C o n d o r ce t, J .A M ., 119
- n o rm a l, 10 4, 108,
7 2 , 10 4, 106, 107, c o n d u c t is m o , 8 , 2 4 , 4 1 ,
109, 11 0, 12 1, 132,
110, 11 2, 14 1, 151, 58
16 5, 16 9, 171
169, 183 2 0 3 ,2 4 0 c o n fir m a c ió n , 16,
- u n ifica d a , 9, 5 0 , 197
co m u n id a d e s 1 8 -2 1 , 8 3 , 129
c ie n c ia /E sta d o , 2 2 2 ,
c ie n tíñ c a s, 178, 179, c o n je tu ra s , 7 6 , 8 0 , 86 ,
223
1 8 1 ,2 1 3 ,2 2 5 ,2 5 9 9 5 , 9 7 , 1 2 1 , 12 4,
c ie n c ia s, 222
c o n c e p c ió n 12 5, 1 4 2 -1 4 5 , 147,
- b io ló g ic a s , 57
acu m u la tiv a, 52 206
- c o n c o n t e n id o
e m p ír ic o , 241 - atom ista, 6 1 , 73 c o n o c im ie n t o
- cu a si-e m p írica s, 124 - e n u n ciativ a, 199 c ie n t ífic o , 9 2 , 9 8 ,
- e m p írica s, 1 7 ,2 1 , - estru ctu ral, 3 6 , 10 3, 2 0 7 , 2 2 6 -2 2 8 , 2 3 3 ,
3 2 , 5 0 , 6 0 , 7 7 , 133, 107, 1 4 9 -1 5 1 , 154, 242, 252
1 5 3 .2 4 7 , 2 4 9 ,2 5 7 , 156, 16 2, 16 6, 168, c o n t e n id o e m p ír ic o ,
260 171, 1 7 4 -1 7 6 , 181, 17, 5 2 , 5 5 , 86 , 88 ,
- fo r m a le s, 14, 17, 5 9 , 183, 1 8 6 -1 8 8 , 190, 89, 98, 123, 129,
1 4 3 .2 4 1 .2 4 2 .2 4 7 , 195, 196, 198, 199, 1 3 1 , 1 3 4 , 1 3 8 , 14 2,
249 2 0 2 , 2 0 3 , 205 2 0 0 , 203
- h istó rica s, 57 - e v o lu c io n is t a d e la co n te x to de
- hum anas, 54 , 5 6 -5 8 , c ie n c ia , 2 0 6 d e s c u b r im ie n to , 2 5 ,
242 - heredada, 9, 2 4 -3 0 , 6 6 ,2 1 5
- h u m anas y so cia le s, 34, 37, 4 2 , 44 , 48 , - y d e ju s t ific a c ió n ,
196, 197 4 9 , 5 3 , 6 0 -6 4 , 66 , 69, 147
- naturales, 2 4 , 83 , 7 0 ,9 7 , 143, 1 5 1 -1 5 3 , c o n t r a d ic c ió n , 31
196 158, 172, 199 c o n t r a d ic c io n e s , 68 ,
- reales - holista, 61 146
(R ealw issen sch aften ), - n o en u n cia tiv a , 152 c o n t r a e je m p lo , 85
14, 59 - p ra g m á tic a d e la c o n t r a e ie m p lo s , 13 5,
- so c ia le s , 2 4 , 4 1 , 5 0 , verdad, 19 13 6, 145
54, 242 - sem án tica, 15 0, 15 4, - d e ju s t ific a c ió n , 2 5 ,
c ie n t íñ c o , p ro g r e s o , 156, 1 9 8 -2 0 3 ,2 0 5 , 65, 6 7 , 215
218 206 c o n t r a in d u c c ió n , 2 1 5
índice de nombres propios y términos 315

c o n tra in d u c tiv o , 2 1 4 d e fi n i c i ó n t e ó r ic a , 2 0 4 , e n s a m b la je d e sig n o s ,


co n tra s ta ció n , 7 2 , 8 2 , 205 2 4 7 , 2 5 2 -2 5 4 , 2 5 6 ,
8 4 , 86 d e fin ic io n e s , 3 1 , 3 8 , 258, 259
c o n v e n c io n a lis m o , 9 2 , 5 1 , 6 2 , 142 en señ an za , 1 4 7 , 2 2 2 ,
142 - o p e r a c io n a le s , 3 8 -4 0 2 2 4 ,2 2 7 ,2 3 0 ,2 3 1 ,
co n v e n c io n a lista s, D e la m b r e , J .-B ., 119 260
p o s ic io n e s , 12 7, 141 d e m a r c a c ió n , 83 e n u n c ia d o u n iv ersa l,
c o n v e n c io n e s , 2 8 , 31 d e s a fio d e P u tn a m , 156 8 1 , 8 4 ,8 5
C o p é m i c o , N ., 5 0 , 11 0, D e sa rg u e s, G ., 72 e n u n c ia d o s a t ó m ic o s ,
241 D e sc a r te s, R ., 9 5 , 13 8, 16
cosas, 35, 2 4 2 , 2 4 7 228, 24 7 , 249 - b á s ic o s , 14 4, 145
c o s m o lo g ía , 58 d e s c u b r im ie n to , 2 7 , 7 0 , - g en e ra le s, 16 , 17,
C raig, W ., 1 5 6 ,2 0 2 7 2 , 1 1 6 ,2 1 5 - m ix to s, 43
c re e n c ia , 1 0 6 , 2 0 4 d e s c u b r im ie n to s , 13 3, - o b s e r v a c io n a le s , 11
c re e n c ia s , 9 5 , 1 0 8 , 2 2 2 1 4 1 ,1 4 6 - sin gu la res, 8 0 , 84
crisis, 10 4, 11 1, 132 - c ie n t ífic o s , 2 6 - u n iv ersa les, 15, 80,
c rite r io d e d ia c r ó n ic a , 1 7 6 , 177 83
d e m a r c a c ió n , 1, 8 3 , d ia c r ó n ic o s , a s p e c to s , e p is te m o lo g ía , 2 6 , 92,
8 4 ,1 3 0 1 5 1 ,1 6 5 ,1 8 2 , 189 1 2 4 ,1 4 3
- e m p irista d e D ie d e r ic h , W ., 151, - an arquista, 2 1 6
sig n ific a d o , 10, 13, 197 - d e la c ie n c ia , 4
14, 38 d ile m a d e l t e ó r i c o , 3 6 - sin su je to , 92
- d e s ig n ific a c ió n d in á m ic a , 66 , 1 3 7 , 16 8, - su bjetivista , 9 2 , 94
e m p ír ic a , 15, 16, 20 174 ep i stem o ló g ic o s,
- d e t e o r ic id a d , 16 1, d in á m ic o s , a s p e c to s , c rite r io s, 2 0 7
162 170 escritu ra , 2 5 6
c r ite r io s d e d is p o s ic io n e s innatas, E s c u e la d e B e r lín , 8 ,
d e m a r c a c ió n , 14 3, 79 13
203 d ista n c ia , a la v e r d a d , - d e C o p e n h a g u e , 35
critic a , 9 5 , 9 6 , 14 5, 100 - d e H e lsin k i, 93
14 7, 2 0 9 ,2 1 3 ,2 3 3 , D r a y , W ., 5 7 , 58 - d e F in la n d ia , 100
234, 239, 240 D u h e m , P . , 7 , 68 , 7 7 , - d e V a r s o v ia , 8
- r a c io n a l, 96 79 , 82, 119, 130, 249 e s e n c ia lis m o , 9 7
c ritica s, 210 , 2 1 5 e s p a c io s d e e sta d os,
c r ít ic o , 1 0 9 , 12 1, 2 1 1 , E c c le s , J., 7 6 1 5 0 ,2 0 5 ,2 0 6
2 1 5 ,2 4 7 e c o n o m ía , 197 e s p e c ia liz a c ió n
c u a s i-e m p ír ica , teoría , E g g e rs, T ., 75 n u cle a r, 1 8 0 , 181
1 4 4 ,1 4 5 E h ren h aft, 2 1 2 - t e ó ric a , 1 8 0 , 181
C urrie, G ., 124 E in s t e in , k , 6 9 , 8 9 , E sta d o, 2 2 4 , 2 2 5
1 3 7 -1 3 9 , 191 estática , im a g e n , 66
C h a d w ic k , J., 126 e je m p la r e s, 114 estru ctu ra, 1 5 7 , 2 0 3
C hiara, M . L . D alla , e le m e n t o t e ó r ic o , 1 7 8 , - d e la te o r ía , 4 7
199 179, 182 - d e las te o ría s, 1 5 1 ,
C h ish o lm , R ., 2 4 , 3 3 , - b á s ic o , 181 167, 194
34 e le m e n t o s t e ó r ic o s , - - c ie n t ífic a s , 16 2,
1 7 5 -1 7 7 , 18 0, 181, 164
D a w k in s, R ., 2 3 7 186, 192 - g lo b a l d e la c ie n c ia ,
d e d u c c ió n , 5 6 , 12 6, e m p ir is m o , 2 3 , 6 1 , 129 194
147, 188 - c o n s t r u c tiv o , 2 0 3 , - m atem ática, 166,
d e d u c tiv is m o , 23 204 168, 170
d e d u ctiv ista , e n fo q u e , - l ó g i c o , 17 , 18, 2 0 , e stru ctu ra lism o, 1 5 0 ,
147 2 3 , 7 7 , 118 154
d e d u c tiv o s , ca n a les, e m p irista , te o ría , 14 3, estru ctu ras, 1 4 9 , 1 5 3 ,
144 1 4 4 ,2 6 0 202
316 índice de nombres propios y términos

etapa p re c ie n tífic a , fa lsa b ilid a d , 7 5 , 8 3 , 8 4 , - m a te m á tic a , 143


108, 10 9, 145 86-88 - d e la s m a te m á tic a s,
e u c líd e a s, te o ría s, 14 3, fa ls a c ió n , 7 6 , 7 8 , 85, 1 2 4 , 1 4 3 , 1 4 4 , 146
145 86, 11 1, 1 2 5 , 12 8, - n a tu ra lista d e la
E u c lid e s, 3 0 , 1 0 9 ,2 4 9 12 9, 13 2, 14 5, 171, c ie n c ia , 2 0 6
e v o l u c i ó n t e ó ric a , 182 203 F ish er, R . A ., 90
- - p e r fe c t a , 183 fa ls a c io n is m o , 2 3 , 7 5 , fís ic a , 5 4 , 1 4 3 , 173,
- - p r o g r e s i v a , 183 10 1, 11 1, 11 5, 128, 1 9 6 , 1 9 7 , 2 0 1 , 241
e x p a n sió n , 169 12 9, 142 fis ic a lis m o , 11, 12, 2 8 ,
e x p a n sio n e s, 176 - d o g m á t ic o , 1 2 3 , 125 5 0 , 65
e x p e r ie n cia , 14 , 17, 19, - m e t o d o ló g ic o , 125 fisic a lista , 3 0 , 4 2 , 6 4 ,
2 7 , 2 8 , 6 5 , 6 9 , 79, - - r e fi n a d o , 1 2 3 , 196
81, 83-85, 9 4 , 95, 12 4, 12 6, 12 9, 131, F la m ste e d , J., 2 2 9
117, 118, 126, 131 171 fo r m a lis m o , 147
- se n sib le , 61 - s o fis tic a d o , 143 F ra asen , B . v a n , 15 0,
e x p e r im e n to , 19, 68 , fa lsa cio n ista , 1 9 9 ,2 0 1 - 2 0 3 ,2 0 5 ,
110, 12 6, 1 2 8 ,2 0 9 m e to d o lo g ía , 109 206
- c ru c ia l, 9 1 , 120, fa lsacion istas, F raenkel, A . A ., 2 6
123, 12 6, 142 p o s ic io n e s , 141 F ra n k , P ., 8 , 9
e x p e r im e n tu m c r u c is , fa ls a d o re s h e u rís tico s, F ra n k íin , B ., 1 0 8 , 10 9
126 146 F reg e, G . , 2 6 , 5 0 „ 92,
e x p e rto s, 2 2 4 , 2 2 7 , 2 2 8 - p o te n c ia le s , 8 7 , 12 5, 254
e x p la n a n d u m , 5 5 , 56, 1 2 6 ,1 4 6 F reu d , S ., 198
5 8 , 18 4, 185 fa lsa s, te o ría s, 6 3 , 2 0 3 F reu d en th a l, H ., 4 6
ex p la n a n s, 5 5 , 5 6 , 9 7 , fa lse d a d , 6 0 , 8 4 , 87, F u ld a, D ., 19 7
184, 185 9 9 , 1 4 3 ,2 0 3 ,2 0 6 , fu n c io n e s T -te ó ric a s ,
e x p lic a c ió n , 5 0 , 5 2 -5 4 , 246, 252 164
58, 67, 7 1 ,7 2 , 97, F e ig l, H ., 7 -9 , 124 - T -n o -te ó r ic a s , 164
18 4, 1 8 5 ,2 1 0 F e in b e r g , G ., 2 3 5 fu n d a m e n t a c ió n d e las
- ca u sa l, 5 3 , 5 4 , 5 6 , fe n o m e n a lis m o , 2 5 2 m a tem á tica s, 145
57 fe n o m enalista,
- d e d u ctiv a , 54 p o s ic ió n , 12
- d is p o s icio n a l, 56 fe n ó m e n o s , 2 8 , 3 0 , 3 5 , G a lile o , 5 0 , 6 9 , 7 1 ,
- estad ística, 56 54, 65 , 184, 201, 13 7, 241
- g e n é tica , 5 4 , 56 2 0 2, 205 G a lle , J. G ., 17
- n o m o ló g ic o - F e y e ra b e n d , P. K ., 52, G a r c ía d e la S ierra , K .,
d e d u ctiv a , 5 5 , 5 7 , 18 4, 6 3 , 8 0 , 9 9 , 1 0 4 , 11 7, 197
185 13 7, 1 8 6 ,2 1 0 ,2 1 2 , G e ik ie , 119
- p ro b a b ilística , 54 21 5-22 3 g e n e r a liz a c io n e s
- r a c io n a l, 5 7 , 58 filo s o f ía an alítica, 2 3 , s im b ó lic a s , 1 1 3 , 157
- t e le o ló g ic a , 5 4 , 57, 242 G e n tz e n , G ., 2 6
58 - d e la c ie n c ia , 3 , 2 6 , g e o lo g ía , 58
e x p lica n d a , 97 2 7 , 4 4 , 4 8 , 7 7 , 11 9, g e o m e t r ía , 66 , 7 2
e x p lic a n d u m , 5 3 , 54, 129, 130, 1 4 0 -1 4 3 , G estalt, 6 8 -7 0 , 7 9 , 117
97 16 9, 17 8, 19 6, 197, G ie r e , R . N ., 1 5 0 , 1 9 9 ,
e x p lica n s, 97 2 0 2 ,2 0 6 ,2 1 1 ,2 2 1 , 2 0 1 ,2 0 4 -2 0 6
e x p lic a tu m , 5 3 , 54 2 3 3 ,2 4 2 G b d e l, K ., 8 , 2 3 , 2 5 3 ,
e x ten sion a l, - c ie n t ífic a , 10, 11 255
c a r a c te r iz a ció n , 170 - c r ít ic a d e la c ie n c ia , G oo d m a n , N ., 2 4 , 3 3 , 34
e x te n sio n a lid a d , 163 2 1 1 ,2 2 4 g r a d o d e c o n fir m a c ió n ,
e x te n sio n a lm e n te , 17 0, - fo r m a lista d e las 19, 2 0 , 89
197 m a tem á tica s, 146 - d e c o n t r a s ta c ió n , 88
- d e l le n g u a je , 23 grados de
falsa, fig u ra , 24 3 - d e la l ó g ic a , 2 4 2 c o n tra sta b ilid a d , 85
índice de nombres propios y términos 317

- c o r r o b o r a c i ó n , 86 , - t e ó r ic a , 2 0 4 , 2 0 5 - d e m e d id a , 41
8 9 , 9 0 , 97 - t e ó r ic a s , 2 0 7 in te n c io n a lid a d , 5 7 , 58
G rim b a u m , A ., 8 9 , 99 h istoria, 5 8 , 1 1 9 , 142, in te n c io n a lm e n te , 170
197 in te r c o r r e s p o n d e n c ia ,
H ahn, H .,7 -9 - d e l a c i e n c i a , 3 , 11 , 252
H a ll, 124 2 6 , 2 7 , 10 5, 112, in t e r co r r e s p o n d e n c ia s ,
H a m ilto n , 2 3 7 115, 116, 119-121, 258
H á n d le r, E. W ., 197 124, 132, 14 0 -1 4 2 , in te rp re ta ció n
H a n s o n , N . R ., 2 4 , 2 7 , 16 9, 175, 17 6, 178, e m p ír ic a , 6 4
37, 5 2 , 6 7 -7 2 , 7 9 , 2 0 6 ,2 1 3 - instrum entalista, 35
11 7, 12 6, 16 0, 190, - extern a, 121, 122, - p a rcia l, 2 4 , 4 3 , 4 6 -4 8
2 1 5 ,2 4 9 1 4 0 ,1 4 1 - realista, 35
h e c h o , 17, 6 7 , 2 1 8 , 2 5 0 - interna, 121, 1 4 0 - in te rp re ta cio n e s
- n u e v o , 132 14 2, 148 p a rcia le s, 45
h e c h o s , 18, 3 1 , 5 4 , 7 7 , - - y e x te rn a , 121, - sem á n tica s p a rcia le s,
8 2 , 1 0 8 , 110, 11 6, 124 43
11 8, 1 2 4 , 12 6, 133, - d e las m a te m á tica s, in terv a lo h is tó r ic o , 17 8
14 1, 1 8 4 ,2 1 4 ,2 1 7 , 14 6, 148 in v e s tig a c ió n c ie n tífic a ,
242, 244, 247 - s o c ia l d e la c ie n c ia , 27, 65, 229, 230, 232
- a t ó m ic o s , 2 4 3 , 2 4 5 26 - y d e s a r r o llo , 231
- n u e v o s , 12 8, 130, - y filo s o f ía d e la ir ra cion a l, 2 1 5
133 c ie n c ia , 120 ir ra cio n a lis m o , 117
H e g e l, G . W . F ., 10, h o lista s, a sp e c to s , 151 irrefu tabilid ad , 96
1 2 3 ,2 1 7 H o o k e , R ., 6 9 , 164,
H e id e g g e r, M ., 10 17 4, 176
H e is e n b e r g , W ., 69 J a k ob son , R ., 198
H u m e , D ., 7 , 15, 52,
H e lm h o ltz , H ., 7 Jam es, W ., 69
8 1 , 9 2 , 9 4 , 9 6 , 123
H e m p e l, C ., 8 , 10, 14, J effrey, W ., 198
15 , 18, 2 4 , 2 5 , 3 2 , id e a lis m o , 94 J o u le , J. P ., 110
36, 37, 42 , 46 , 49, ju i c io s s in té tico s a
id e o lo g ía , 2 1 8 , 2 2 4 ,
5 4 -5 7 , 5 9 , 6 3 , 155, p rio r i, 31
2 2 6 ,2 3 3
184 id e o lo g ía s , 220 ju s t iñ c a c ió n , 2 7
H ertz, H ., 30 id e o l ó g i c o , 2 3 8
H e ss e , M ., 4 6 , 4 7 im á g e n e s, 7 0 , 2 0 6 K a n t, I., 5 9 , 6 0 , 8 2 , 8 3 ,
h eu rística , 4 9 , 7 2 , 11 3, in c o n m e n s u r a b ilid a d , 1 2 3 ,1 4 0
13 4, 1 3 5 , 13 7, 139, 7 9 , 10 4, 11 5, 11 7, K ap lan , A ., 2 4
14 0, 14 3, 1 4 5 ,2 3 1 13 3, 19 0, 19 1, 195, K e lv in , W . T h ., 45
- n eg a tiv a, 13 4, 135 2 1 0 ,2 1 6 ,2 1 8 - 2 2 0 K e m e n y , J. G ., 5 0 , 89
- p o sitiv a , 13 4, 138, in c o n m e n s u r a b le s, K e p le r , J., 2 6 , 50,
142 alternativas, 2 1 4 6 8 -7 0 , 136, 193
h e u r ís tic o , p u n to de in d u c c ió n , 13 , 15, 19, K ierk eg a a rd , S ., 2 1 7
vista, 166 2 0 , 8 0 , 8 3 , 14 7 K le in , C h . F ., 11 9, 138
h e u r ís tic o s , a sp e c to s , in d u c tiv is m o , 2 3 , 8 2 , K o lm o g o r o v , A . N ., 2 6
147, 9 8 , 142 K o p p , H ., 119
H ilb e rt, D ., 8 , 2 6 , in d u ctiv ista s, teoría s, K iirtge, 124
3 0 -3 2 , 38, 5 0 , 146, 14 1, 14 3, 144, 147 K o y r é , A ., 119
15 2, 1 9 9 ,2 5 6 in d u c tiv o s , ca n a le s, K ra ft, V ., 8 , 9, 1 7 ,2 1 2
H in tik k a , J., 100 144 K u h n , T . S ., 2 4 , 2 5 , 2 7 ,
h ip ó te sis, 2 0 , 2 1 ,6 7 , in s titu c io n e s, 211 47, 5 2 , 6 3 , 7 7 , 8 0 ,
8 0 , 86 , 9 5 , 9 6 , 1 3 3 , in stru m e n ta lism o , 6 3 , 99, 103-105, 107-124,
206 7 8 , 8 0 , 9 7 , 201 128-130, 132, 140,
- a d h o c , 1 2 7 , 13 0 in stru m en talistas, 53 143, 149, 151, 154,
- a u xilia res, 13 0, 13 1, in s tru m e n to , 68 156, 157, 162, 165,
13 4, 13 5, 167 in s tru m e n to s, 2 169, 171-175, 178,
318 índice de nombres propios y términos

186, 189; 190, 20 6, in v e stig a ció n , 2 3 9 , - n e w to n ia n a d e


212, 213, 215, 220 240 p a rtícu la s, 183
- d e in v estig ar, 2 3 8 m ed id a s, 4 0
L a g r a n g e , J .-L , 119, lib r o s d e t e x to , 2 6 , M e n g e r , K ., 8
196 10 5, 109, 11 2, 114, M e r to n , R . K ., 2 6
L a k a to s, I ., 6 3 , 6 4 , 7 6 , 147, 177 m e ta c ie n cia , 1 9 6 , 2 3 3
103, 12 3-12 6, L ich te n b e rg , C h ., 105 m eta cie n tífica ,
128-130, 132-135, L ie b ig , J., 82 d iscip lin a , 7 7
137, 140-148, 151, ligaduras, 16 3, 164 m e ta c ie n tífic a s , teoría s,
156, 166, 167, 171, L is tin g , J. L , 7 2 213
175, 177, 189, 20 6, L o b a c h e v s k i, N . I., 45 m e ta físic a , 13, 8 3 , 84 ,
2 1 2 , 217 L o c k e , J., 92 86 , 9 3 , 1 0 8 , 2 1 8
L a p la ce , M ., 135 ló g ic a , 2 3 , 5 9 , 7 8 , 14 3, m etalen g u aje, 2 5 3 -2 5 5
L audan, L , 100, 206 1 9 7 ,2 5 5 m eta len g u a jes, 2 5 7
L a v o isie r , A .- L , 6 9 , - in d u ctiv a , 19, 2 0 m e ta ló g ic a , 14
10 5, 10 9, 1 1 6 ,2 4 1 - m atem ática, 2 9 m e ta m a tem á tica , 2 3 ,
- p ro b a b ilita ria , 15, 3 2 , 5 0 , 1 5 0 , 1 9 8 ,2 5 6
L e b lo n d , J. M ., 2 2 9
1 9 ,2 0 , 2 4 m e ta m a tem á tica s, 2 6
L e ib n iz , G . W ., 95, 132,
ló g ic a s m o d a le s , 34 m e ta m a te m á tico ,
1 3 3 ,2 2 9 ,2 4 2 , 2 4 8
L ó p e z C e r e z o , J. A ., estu d io , 152
le n g u a je , 6 4 , 70
192 m é t o d o , 1, 9 5 , 2 1 3 5..
- c ie n t ífic o , 2 7 , 17 9,
L oren tz, H. A ., 13 7 -1 3 9 2 1 5 ,2 1 7
2 0 2 ,2 5 7
L o v e jo v , A . 0 ., 119 - a x io m á t ic o , 3 1 , 38,
- ñ s ica lista , 12, 13, 30,
L u m m e r , O . R ., 126 65
50, 94, 227 - d e la s c ie n c ia s
L y e ll, C h ., 109
- fo rm a l, 152 e m p ír ic a s , 20
- o b je to , 2 5 3 , 2 5 4 , 2 5 7 M a c h , E ., 7 , 8 , 1 0 ,2 8 , - c ie n t ífic o , 2 , 2 1 5 ,
- d e o b s e r v a c ió n , 4 3 , 3 5 , 3 9 , 7 8 , 119 216, 233
1 7 4 ,2 2 0 M a n u e l, F. E ., 2 2 9 - c o n ju n tis ta -te ó r ico ,
- - a m p li a d o , 4 3 M a rx , K ., 197, 198 200,201
- o b s e r v a c io n a l, 7 2 , m arxista, 2 2 9 - ex p e r im e n ta l, 2 1 3
1 5 5 ,2 0 2 M asterm an n, M ., 106, - in d u c tiv o , 8 3 , 2 1 5
- t e ó r ic o , 4 3 , 155 107 - m o d e lo -t e ó r ic o , 200
L ev errier, U .-J .-J., 17, m atem áticas, 5 9 , 6 0 , m e to d o lo g ía
89 7 8 , 9 3 , 14 3, 147, anarquista, 2 1 7
L é v i L e b lo n d , J .-M ., 153, 154, 197 - d e la c ie n c ia , 9 2 ,
2 1 1 ,2 3 1 ,2 3 3 m atriz d iscip lin a r, 104 122
L e w o n tin , R . C ., 2 3 9 - d iscip lin a ria , 113, - c ie n t ífic a , 17, 2 1 , 2 5 ,
le y , 2 0 , 6 7 , 16 2, 16 4, 114 8 2 , 11 6, 140
185 M a x w e ll, N ., 4 5 , 137, m e to d o lo g ía s , 2 1 5
- c ie n tífic a , 3 4 , 179 138 m é to d o s , 2 0 7 , 2 1 6
- ló g ic a , 81 M a y r, D ., 151, 187, 191 M e tz g e r, El., 119
le y e s , 2 7 , 2 8 , 3 0 , 3 8 , M c K in s e y , J. C ., 149, M ich e ls o n , A . A ., 126
51, 52, 62, 63 , 65, 157 M ili, J. S ., 9 4 , 2 1 2 , 2 1 7
8 5 , 9 1 , 9 7 , 1 1 0 , 11 1, m e cá n ic a , 66 M ille r, D ., 8 9 , 9 9 , 100
17 7, 18 5, 1 8 8 ,2 0 4 , - c lá s ic a d e p artícu la s, M in k o w s k i, H ., 138
205 5 0 , 15 6, 157, 159, M is e s , R . v o n , 8
- c ie n tífic a s , 13, 161, 16 4, 16 7, 176, m ito , 2 1 6 , 2 2 7
1 5 -1 7 , 2 4 , 3 3 , 55, 56 , 194, 195 m ito s , 222 , 2 2 6 , 2 2 8
8 0 , 8 3 , 1 5 9 , 180 - c u á n tica , 33 m o d e lo , 1 8 6 , 1 8 7 , 2 4 3
- e sp e c ia le s, 16 4, 17 5, - d e c u e r p o s r íg id o s , - d e u n a te o r ía , 4 7
176 50 - - c ie n tífic a , 4 8
- estad ísticas, 56 - M e d a w a r, P. B ., 123, - e fe c t iv o , 161
lib erta d de 125 - m a te m á tic o , 2 0 5
índice de nombres propios y términos 319

m o d e lo s , 4 4 , 4 9 , 6 5 , N e w t o n , I., 3 9 , 5 2 , 6 9 , P e a n o , G ., 2 5 4
113, 136, 15 2 -1 5 4 , 89, 105, 1 0 9 -1 1 1 , p e r c e p c ió n , 7 9 , 1 1 7 ,
158, 159, 1 6 1 -1 6 3 , 13 4, 13 6, 139, 157, 1 1 8 ,2 2 0
16 7, 17 0, 18 4, 192, 15 9, 16 0, 164, 176, p e r c e p c io n e s , 1 1 6 , 2 1 9 ,
19 4, 19 7, 1 9 9 ,2 0 1 , 18 2, 19 1, 19 3, 194, 261
202, 204, 206, 207, 2 2 9 ,2 4 1 P é re z R a n sa n z , A . R .,
2 5 9 , 261 N e w to n -S m ith , W . El., 20 5
- a n a ló g ic o s , 4 5 9 9 ,1 3 7 P ia g e t, J., 2 1 9
- e fe c t iv o s , 170 N iin ilu o to , I., 9 3 , 100, P la n c k , M . K . E ., 138
- ic ó n ic o s , 4 7 156 P la tón , 9 5 , 97
- im a g in a rio s, 45 n o t e ó r ic o , 174 P lin io , 108
- ló g ic o s , 4 5 , 4 7 n o m b r e s p r o p io s , 2 4 6 , p lu ra lism o
- m a te m á tic o s, 4 5 , 4 7 , 2 5 3 ,2 5 4 m e t o d o ló g ic o , 212 ,
165 n o m o ló g ic o -d e d u c t iv o , 2 1 3 ,2 1 5 ,2 2 1
- p a rcia le s, 1 7 0 , 172 m o d e lo , 56 P o g g e n d o r ff, J. C h .,
- p o te n cia le s , 159, n ú c le o , 17 0, 17 4, 176, 119
1 7 0 ,1 9 4 177 P o in c a r é , El., 7 , 2 8 , 3 1 ,
- -p a r c ia le s , 154, - d e la te o ría , 15 6 45
16 1, 16 5, 17 2, 190, - d e u n a te o ría , 1 5 4 , p o lític a , 2 3 4
200 162-164 p o l í t i c o , p u n to d e
- t e ó r ic o s , 4 5 , 4 7 n ú c le o s e x p a n d id o s , vista, 2 3 8
m od u s p on en s, 86 176 P o p p e r , K . R ., 1, 15,
- tolle n s, 8 4 -8 6 , 91, 16, 2 1 , 2 3 , 2 4 , 4 0 ,
95, 134 o b je to s , 2 4 3 , 2 4 4 , 2 4 6 , 41, 49, 53, 54, 63,
M o lié r e , 130 248 7 5 -7 7 , 7 9 -8 1 , 83, 84 ,
M o n tu c la , J.-É ., 119 o b s e r v a b le /n o 86 , 88 , 8 9 , 9 1 -9 5 , 9 7 ,
M o r le y , E. W ., 126 o b s e r v a b le , 201 9 8 , 1 0 1 , 10 3, 10 4,
M o rm a n n , T h. ,1 9 1 o b s e r v a c ió n , 14, 2 0 , 1 0 9 , 11 2, 11 4, 12 0,
M o s te r ín , J., 1 5 1 , 170 3 2 , 3 7 , 66 , 6 7 , 6 9 , 121, 1 2 3 -1 2 7 , 129,
7 0 , 7 2 , 12 0, 12 1, 1 3 0 , 13 2, 14 3, 14 4,
M o u lin e s , C . U ., 149,
123, 128 1 4 7 , 14 9, 1 6 0 ,2 0 6 ,
15 1, 16 3, 166, 173,
1 7 7 -1 7 9 , 182, 183, o b s e r v a c io n a l, 2 4 , 2 9 , 2 1 2 ,2 1 5 ,2 2 0 ,2 2 2
3 0 , 1 6 2 ,2 1 5 p o s ic ió n
18 5, 18 7, 188,
o b se rv a cio n a lm e n te in stru m en talista, 35
19 0-194, 196
equ iva len tes, p o s itiv is m o l ó g i c o , 10,
m u n d o , 9 1 , 9 8 , 15 6,
137-139 23 , 38, 116, 242
203, 204, 207, 242,
o b s e r v a c io n e s , 16, 18, p ositiv ista s, 83
243
68 , 8 3 , 9 5 ,2 1 4 p o t e n c ia h eu r ís tic a ,
M u sg ra v e , A . E ., 103,
o b se rv a r, 201 , 202 166
124
O liv é , L ., 2 0 6 p o t e n c ia l h e u r ís tic o ,
o n t o ló g ic a s , 1 7 9 , 2 4 3 1 2 3 , 1 3 4 , 1 3 9 , 14 0
N a g e l, E ., 2 4 , 2 5 , 4 6 ,
o n t o ló g ic o s , 1 6 2 ,2 0 6 p ra gm á tica ,
4 7 , 5 1 , 5 4 , 5 7 , 91 ,
o p e r a c io n a lis m o , 2 4 , c o m p o n e n t e , 181
123, 189
4 0 , 4 1 , 155 p r a g m á tic o s , a s p e c to s ,
n atu raleza, 11 0, 139,
O p p e n h e im , J. R ., 50, 1 5 1 , 16 5, 16 6, 16 8,
235, 5 4 , 55 17 0, 17 5, 17 7, 182,
n e o p o s itiv is m o , 50, O stw ald , W ., 139 18 3, 1 8 9 ,2 5 2
6 9 -7 0 , 80
p ra g m a tis m o , 23
n e o p o sitiv is ta , 6 7 , 83 paradigm a, 1 0 6 -1 0 9 , p r e d e c ir , 17
n e o p o sitiv is ta s, 53 1 1 1 -1 1 3 , 1 2 0 ,2 1 3 p r e d e c ir s e , 71
N e u m a n n , J. L . v o n , p aradigm as, 10 3 -1 0 5 p r e d ic a d o c o n ju n tista ,
2 6 , 199 - r iv a le s , 1 1 5 , 1 1 7 , 150, 1 5 2 -1 5 4 , 156,
N eu rath , 0 ., 7 -9 , 1 1 -1 3 , 128 1 6 1 , 16 4, 16 7, 17 0,
18, 144 P a rm é n id e s, 18 185
320 índice de nombres propios y términos

p re d icció n , 17, 58, analíticas, 13, 59, redes teóricas, 175,


130, 133 241 177, 180, 182, 186,
pred iccion es, 18, 28, - y sintéticas, 60 195
35, 80, 82, 110, 129 - atóm icas, 245 red u cción , 12, 30,
preferen cia racional, - elem entales, 16, 18 50-52, 54, 65, 151,
96, 132 - em píricas, 60 171, 175, 183-189,
Pñestley, J., 69, 116, - observacionales, 126 191, 192, 195
119 - p rotocola res, 12, 13, - al absurd o, 146
prin cip io de in d u cción , 77 - aproximativa, 187,
81, 82 - sintéticas, 59 190, 192
- m e to d o ló g ico , 53 - teóricas, 126 - exacta, 190-192
principios, 77 Protágoras, 223 red uctio ad absurdum ,
pru eb a y error, 94 85
Pringsheim, E ., 126
pruebas, 145-147 refutación, 125
probabilidad, 19, 2 0
Przelewski, M ., 199, refutaciones, 126, 135,
- lógica, 88
200 144, 145, 147
proba b le, 19
psicología , 50, 197 reglas de
p ro b le m a de la P to lo m e o , 109, 110, corresp on d en cia , 15,
dem arcación , 197 Putnam, EL, 24, 25, 18, 24, 29, 32, 37,
- in d u cció n , 15, 80, 46-48, 59, 61-63, 65, 38, 41, 42, 49, 51,
81, 84, 67, 155 158
- ló g ic o de la R eicb en b acb, EL, 8-10,
verosim ilitud, 1 0 0 quím ica, 54 19, 26, 27, 80, 206
problem as, 114, 115, Q uíne, W . V . O ., 24, relación m terteorética,
134, 145, 146, 166, 59, 61-63, 127, 255 186
172, 231 Quintanilla, M. A ., 93 relaciones entre teorías
- nuevos, 139, 146 científicas, 52
program a de racional, ele cció n , 140 - in terteóncas, 176,
investigación, 1 0 0 , racionalidad, 27, 133, 184, 187-189, 190,
126, 133-136, 140, 190, 207, 213, 216, 195
143, 171, 177, 217 223 religión, 108, 222, 225,
program as de - científica, 219, 221 226, 228
investigación, 123, racionalista, 95, 260 retrod icción , 58, 71
130-132, 137, 141, Ram sey, F. P., 24, 33, rev olu ción científica,
142, 146 35-37, 156, 162, 184, 111, 112, 132, 133
p rogreso, 101, 132, 185, 202 revolu cion es
145, 232 R a pop ort, P., 24 científicas, 103, 104,
- d e la cien cia, 2 17 razón, 207, 219, 242 108, 116, 117, 120,
- cien tífico, 50, 52, realidad, 1 0 0 1 7 4 ,2 1 3
76, 91, 98, 100, 104, realism o, 93, 96, 97, Rivadulla, A ., 19, 20,
110, 115, 120, 128, 10 0 , 201 93, 99, 151
183, 203, 209, 213, - cien tífico, 203 R o s e , H . y S., 211
218 - con stru ctivo, 206, Rosenblueth, 57
p roleta n za ción de la 207 R othe, E ., 224
ciencia, 2 2 9 , 233 - critico, 76, 94, 95 Ruse, M ., 239
- de los cien tíficos, realista, 96, 177 R ussell, B ., 7, 8, 26,
230, 232 realistas, posturas, 137 50, 92, 94, 2 4 2 , 245;
p rolifera ción de recon stru cción 246
teorías, 1 1 1 , 218 racional, 141, 142, Ryle, G ., 56
p ro p o s ició n , 19, 243, 152
254 - de las teorías, 196 Sachs, J., 119
- analítica, 14 red arbórea, 181 Sahlins, M . D ., 239
p rop o sicio n e s, 18, 126, - teórica, 157, 164, salvar las apariencias,
143, 252 176, 181, 189 35
índice de nombres propios y términos 321

- lo s fe n ó m e n o s , 204 sistêm ico, aspecto, 72 - de con ju n tos, 26


Sanm artín, J., 211, Skinner, B. F., 24 - del co n o cim ie n to ,
235, 236, 238, 239 Sneed, J. D ., 36, 46, 92, 242
Saussure, F., 242, 258 48, 107, 149-151, - de la e v o lu ció n , 58
Scheibe, E ., 150, 193 153-179, 184-188, - /ex p erien cia , 78, 128
Schlick, M ., 7-9 , 16, 191, 192, 195-197, - matem ática, 143,
19, 36, 78 200, 201 154, 198, 256
S cbrü der, F., 8 sociedad, 223-225 - de m o d e lo s , 44, 200
sem ántica, 31, 32, 42, sociología , 197 - d e la verd a d, 18
44, 199 - de la cien cia , 2 6 , 2 7 , teorías, 17, 26, 28, 53,
sem án tico, 168, 2 0 1 , 107, 178 54, 73, 78, 95, 131,
202 Sócrates, 245 133, 155, 214, 218
s e m io lo g ía d e la Soddy, F., 69 - b iológ ica s, 241
cien cia, 3, 24 1 , 242, solipsism o, 28, 96, 97 - científicas, 18, 23,
256, 257, 259 solipsista, teoría, 94 25, 27, 29, 42, 6 6 ,
Shapere, D ., 25, 65, Sp eck, J., 55 76, 77, 83, 87, 91,
106 Stegmüller, W ., 103, 97, 101, 114, 118,
sign ificado, 38, 49, 51, 149-152, 154, 171, 120, 145, 152, 156,
71, 73, 144, 158, 252 172, 174-176, 178, 193, 196, 198, 206,
significados, 188 184, 186, 187, 190, 213, 216, 219, 241,
sign o, 249, 255, 258, 198 256, 258
261 Sugar, J. C. C., 157 - del co n o cim ie n to ,
signos, 244-247, 252, Suppe, F., 25, 28, 29, 221
253, 256, 257, 259 33, 42, 47, 48, 62, contrapuestas, 6 8
silogism o p rá ctico, 57, 150, 199, 201 em píricas, 146
58 Suppes, P., 25, 32, 149, - euclídeas, 146
S im plicio, 69 150, 152-154, 157, - físicas, 67, 154, 179,
sincrónica, 185, 199 195, 196, 199, 203
m e tod olog ía , 151 - lingüísticas, 241
sin cró n ico , aspecto, Tarski, A ., 23, 42, 44, - lógicas, 242
177 47, 146, 153, 158, - m atem áticas, 145,
sin cró n ico s, análisis, 253-255, 257 146, 241, 258
168 tautología, 81 - quím icas, 241
sinonim ia, 61 tautologías, 60, 1 1 1 , - rivales, 137, 145,
sintáctica, 23, 201 143 191, 220, 240
sintáctico, 168, 199, tautológicas, 78 teórica, co m p o n e n te ,
202 taxonom ías, 65 30
sintáctico-sem ántica, tecn ología, 78, 209, te ó rico , 24, 29, 162,
m e tod olog ía , 151 228, 233, 234, 240, 174, 200, 215
sintaxis, 31 242 - /ob serv a cion a l, 34,
sintético, en u n ciado, teleología, 58 37, 62, 63, 70, 154,
63, 81 tener una teoría, 169 161, 2 0 1 , 2 0 2
sintéticos a p r io r i, 60 teorem as, 31, 32, 52, - y ob serva cion al, 48
sistema, 188 143, 146, 147, 153, tercer m u n d o, 91-94,
- físico , 168 199 178
- form al, 198, 202 teoría, 20, 37, 46, 51, térm ino observacional,
sistemas, 73, 184, 197, 71, 79, 85, 125, 127, 38
204, 205 128, 153, 166, 168, térm inos, 41
- de signos, 246, 185, 186, 193, 199, - observacion ales, 15,
248-252, 254, 201, 203, 251 18, 29, 36, 38, 41,
256-261 - científica, 64, 95, 51, 215
- físicos, 170 100, 1 3 1 ,2 0 2 , 204 - prim itivos, 31, 38
- form ales, 23, 26, 50, - d e la cok eren cia , - teóricos, 15, 18, 24,
101, 146, 199, 213 18, 19 28-30, 33, 35-38, 41,
322 índice de nombres propios y términos

4 2 , 4 5 , 4 9 , 5 1 , 155, 10 1, 127, 14 3, 144, - t e ó r ic o , 3 2 , 51


156, 1 5 9-16 2, 164, 2 0 3 ,2 0 4 ,2 0 6 ,2 2 1 , W a is m a n n , F ., 8
16 7, 1 8 8 ,2 0 2 ,2 1 5 227, 233, 243, 244, W e in b e r g , J. R ., 9
- T -n o -te ó r ic o s, 2 0 0 2 4 6 , 2 5 1 -2 5 4 ,2 5 8 W e lta n sc h a u u n g , 6 4
- T -te ó ric o s, 2 0 0 - e m p ír ic a , 4 8 W e lts a n s c h a u u n g e n o
tesis D u h e m -Q u in e , - se m á n tica , 4 8 c o n c e p c io n e s d el
127 v e rd a d e ra , fig u ra , 2 4 3 m u n do, 27
T ich y, P., 8 9 , 9 9 , 100 verdaderas, W h e w e ll, W ., 11 9, 123
to p o lo g ía , 72 p r o p o s ic io n e s , 55 W h ite h e a d , A . N , 7
t o p o ló g ic o , e sp a c io , - te o ría s, 5 5 , 6 3 , 8 0 , W h o r ff, B . L , 21 9
191 203 W ie n e r , N ., 57
T o ra ld o , G ., 199 v e rifica b ilid a d , 1 4 -16, W ils o n , E. O., 23 6 -2 3 9
T o u lm in , St., 2 4 , 2 5 , 19, 84 W ittg e n s te in , L , 8 , 16,
2 7 , 6 3 , 6 5 , 6 7 , 106 v e r ifica ció n , 13, 1 6 -20, 2 7 , 6 0 , 6 4 , 6 6 -6 8 , 7 0 ,
T u o m e la , R ., 9 3 , 156 83, 86, 95, 203 78 , 79 , 83, 105,
T y c h o , 69 v e r ific a c io n is m o , 2 3 , 2 4 1 -2 4 5 ,2 5 5
101 W o jc ic k i, R ., 199
U n id a d d e las C ie n cia s, v e r o sim ilitu d , 9 0 , 9 8 - W o rr a ll, J., 12 4, 134
11 101 W rig h t, G . H ., 5 7 , 5 8
u n ific a c ió n d e la v ín c u lo s , 1 9 4 , 195
c ie n c ia , 15 0, 2 2 7 v i s i ó n d e l m u n d o , 11 5, Z a h a r, E . G ., 1 2 4 , 13 4,
116 137-140
verd ad , 18, 3 1 , 6 0 , 83, v o c a b u la r io l ó g i c o , 2 9 Z e r m e lo , E . F. F ., 2 6
87, 95, 96, 98, 99, - o b s e r v a c io n a l, 2 9 Zittel, K. A . R. von , 119

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