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EMETERIO S.

SANTOVENIA
PRESIDENTE DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CUBA

1
EL
PROTOMEDICATO

LA HABANA
DE

PROLOGO POR EL DR. JOSE R. ANDREU


MINISTRO DE SALUBRIDAD Y ASISTENCIA SOCIAL
E L P ROTOMEDICATO DE L A H ABANA
MINISTERIO DE SALUBRIDAD Y ASISTENCIA SOCIAL
MINISTRO: Dr. José R. Andreu. SUB SECRETARIO: Dr. Antonio Maceo. JEFE DE LA
SECCION DE ASUNTOS VARIOS: Sr. Carlos M. Arteaga.

CUADERNOS DE HISTORIA SANITARIA


Dirigidos por el Sr. César Rodríguez Expósito Historiador de la Salubridad y
Asistencia Social

PROXIMOS CUADERNOS
CENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL DR. JUAN
GUITERAS GENER (4 de enero de 1952).

EL PRIMER HOSPITAL DE LA HABANA, por el Dr. Guillermo


Lage, Director de la Escuela de Salubridad y Medicina
Tropical del “Instituto Finlay".
INDICE CULTURAL E INFORMATIVO MEDICO CUBANO
(Año de 1 9 5 1 ) . por el Dr. José A. Martines Fortín y Foyo, de
las Academias de Ciencias y de la Historia.
RESEÑA HISTORICA DE LA ORDEN NACIONAL DEL
MERITO CARLOS J. FINLAY, por el Dr. Carlos M. Piñeiro
y del Cueto, Secretario del Consejo Supremo de la Orden y
Letrado Consultor del Ministerio de Salubridad y Asistencia
Social.
UN BROTE DE VIRUELA, por el Sr. César Rodríguez Expósito,
Historiador de Salubridad.
LAS EPIDEMIAS EN CUBA, por el Dr. José A. Martínez Fortún y
Foyo, de las Academias de Ciencias y de la Historia.

OTRAS PUBLICACIONES

---Obras Completas del Dr. Carlos T. Finlay.


—Obras Completas del Dr. Juan Guiteras Gener.
—Obras Completas del Dr. José A. López del Valle.
C U A D E R N O S DE H I S T O R I A S A N I T A R I A EMETERIO S. SANTOVENIA

PRESIDENTE DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CUBA

EL PROTOMEDICATO
DE

LA HABANA
PROLOGO POR EL DR. JOSE R. ANDREU,
MINISTRO DE SALUBRIDAD Y ASI STENCIA SOCIAL

LA H A B A N A 1 9 5 2
I N D I C E

Pròlogo ............................................................................. ........ ...... ....... 11


Orígenes del Protomedicato en Cuba ................................. ..... ........... 15
Servicios médicos en las flotas .............................................. .......... ...... 19
De facultativo de flota a protomèdico real ................................... ....... 21
Leyes de Indias ............................................................................... 22
Previsiones de Felipe II ....................................................... ............. .. .. 24
Prima de Medicina ....................................................................... ..... ... 28
Salud perfecta y vida larga ............................................................. ....... 28
El título del Protomèdico ......................................................... ......... ... 31
Jurisdicción y competencia ................................................... ............... 35
La Medicina en el siglo XVIII .......................................... ..................... 36
Vanidad y erudición de Teneza ............................................................. 40
El ejercicio de la Medicina ..................................................... ..... .......... 41
Servicios adicionales del Protomèdico ................................................ 42
Libelos infamatorios ................................................ —— .......... ............ 46
Medicina y Farmacia .............................................................................. 47
Tarifa de precios de medicinas .......................................................... 49
Lázaro del Rey Bravo ................................................................ ....'.......... 53
La capacidad legal de Teneza como médico......................................... 56
Tribunal de Estado ........................ ........... ............ ........................ ...... 58
Avatares del Tribunal .............................................................................. 60
Espíritu de renovación ............................................................................ 61
El médico inglés ............................................................................ .......... 63
Controversias .......................................................................................... 64
Vicisitudes .................................................................... .......... ............... 66
Declinación ............................................................ ....... .......................... 67
José de la Luz y Caballero ................................... ............ .......... ......... 71
Extinción del Protomedicato ................................................................. 72
Anverso y reverso ................................................................................... 75
Apéndice...................... ........................... .... .................. ....... ........ .....-
La Historia no es una novela; es la vida. Y la vida es
así: anverso de gloria, reverso de dolor.

GREGORIO MARAÑON
PROLOGO

Nuestra historia sanitaria no debe quedar escrita y dispersa,


solamente, en las hojas de la prensa diaria, de las revistas ni de las
citas ni relatos de los libros científicos. Es demasiado importante
esta labor realizada en Cuba a través de todos los tiempos, para
quedar relegada al solo testimonio múltiple y fugaz de la
información periodística, diluida entre las publicaciones de la
época. La grandeza de esa ejecutoria sanitaria debe ser recogida y
fijada en bloque en las páginas de la Historia.
Este fué el primer propósito que inspiró al Gobierno de
Presidente Dr. Carlos Prío Socarras, al crear en los nuevos
presupuestos de la Nación el departamento de Historia de la
Salubridad. Y podemos afirmar con énfasis, que se ha iniciado el
trabajo lento pero efectivamente para reunir todos los datos,
antecedentes, documentos y testimonios fehacientes sobre aquella
labor, a fin de ofrecerle al pueblo de Cuba y todo el Continente una
versión histórica de nuestro pasado sanitario en todos los órdenes,
y que sirva de fuente cierta para que los historiadores puedan
beber en ella y obtener datos y documentos que estimen necesarios
en la redacción de los aspectos de nuestra Historia relacionados
con la salud pública.
Se inician teniendo como emblema el noble rostro de nuestro
gran Finlay y no podrán tener mejor comienzo que con la
publicación del presente, los “Cuadernos de Historia Sanitaria” del
Ministerio de Salubridad y Asistencia Social.
La pluma sobria y elegante; el saber caudaloso y el supremo
rango historicista del Dr. Emeterio S. Santove- nia, escritor
eminente y Presidente de la Academia de la

— 11 —
Historia, dan marcadísimo relieve y singular prestigio al inicio de
tan importante proyecto publicitario con el cual pretendemos
señalar diversas jornadas de la Sanidad Cu-r baña y contribuir así a
la mejor información pública sobre disciplina tan útil, a fin de que
se pueda examinar con la mayor objetividad el largo proceso de la
misma y dar cimientos bastantes al juicio que la labor realizada
merezca.
Considero uno de los mayores honores de mi carrera
sanitaria promover esta publicación; hacer este prólogo y unir con
estas palabras de prohemio mi nombre al del ilustre historiador
que ha escrito este interesante trabajo sobre el Real Tribunal del
Protomedicato de La Habana,
Larga es la lista de ejemplares y magníficas obras de historia
y literatura debidas a la insuperable y encomia- ble laboriosidad y
a la pulcra calidad de escritor de Santo- venia desde la obra
magistral a la monografía. Su infatigable investigación y su certera
visión crítica de hechos y personas han enriquecido valiosamente
la bibliografía cubana. La diáfana transparencia de su estilo
proyecta luz sobre las circunstancias más diversas y complejas.
Guiado por él es una aventura maravillosa llena dé deliciosas
sorpresas y de novedosas bellezas el tránsito por los caminos de la
historia. Haberlo, pues, seleccionado para el estudio monográfico
que forma este cuaderno fué un acierto evidente.
Muestra indiscutiblemente el acierto de esta selección el
interesante estudio sobre el Real Protomedicato de La Habana,
instituido por Felipe V, el 9 de julio de 1709, antecedente lejano de
la tutela y dirección del Estado sobre el ejercicio de la medicina y la
vigilancia y cuidado de la salud pública.
Ha sabido Santovenia darle al relato histórico un vivo y
continuado interés; presentar sus orígenes, funciones y peripecias
con ahorro de lo meramente documental y estéril y con
abundancia, en cambio, de lo humano. En pluma menos amorosa
de lo histórico y menos experta en la revitalización del pasado, este
cuaderno carecería de amenidad y de belleza; se hubiera quedado
en farragosa y densa enumeración de fechas y en seca y fría
relación de hechos

— 12—
oficiales. Pero, gracias a Santovenia, este cuaderno se lee* con
creciente y ávido interés, casi como si fuera un relato vital o
novelesco.
Por sus páginas transcurre la figura voluntariosa de
Francisco Teneza y Rubira, “doctorado, pero no en medicina
sino en derecho civil” que logró, no obstante, la gracia de ser
designado protomèdico y regir en sus comienzos y por varios
años el Real Tribunal del Protomedicato de La Habana,
cumpliendo el deseo del Rey de “que sus vasallos se
conservasen en perfecta salud y alcanzaran larga vida”, para lo
cual como Santovenia acota “era menester atribuir a
funcionarios de la Corona el encargo de vigilar la capacidad y
conducta de los dados a tratar las dolencias del cuerpo
humano”.
Justifica Santovenia tal designación, aparte de las
atribuciones de la Real Soberanía y el estado de la medicina en
la época con las siguientes palabras: “Francisco Teneza, Doctor
en Derecho y familiar del Santo Oficio, ganó crédito ejerciendo
como médico. El curandero había alcanzado reputación de
facultativo en opinión de corporaciones, funcionarios y
particulares, sus amparadores en las gestiones culminantes en
la creación del Real Tribunal del Protomedicato de La Habana.
Por lo demás, en Teneza concurrían circunstancias de aquellas
que destacaban a los hombres que en su época pretendían
eliminar o atenuar dolores y padecimientos corporales”.
¡Cuánta diferencia entre esa época distante de los
protomédicos y la actual, y qué de progresos técnicos,
legislativos y reglamentarios en favor de la salud pública!
Las últimas páginas del Cuaderno hablan del estable-
cimiento en La Habana, allá por los principios de segundo
cuarto del Siglo XIX, de la Junta Superior de Medicina y
Cirugía y del eclipse del Real Tribunal del Protomedicato.
Asoma en esas páginas finales el nombre insigne del Dr. Tomás
Romay que se distinguía como “el primero en muy diversas
actividades humanas”. Se exponen en ellas las preocupaciones
y el consejo de Dn. Francisco de Arango y Parreño sobre la sana
conveniencia de la fijación de reglas para lograr que los
aspirantes a profesores

— 13—
de la interesante y difícil ciencia tuviesen serios estudios y largas
prácticas.
Otras instituciones de superior eficiencia sucedieron a las del
Protomedicato. Su extinción, dice Santovenia, “se produjo Sin
mengua para la historia del mismo”. Esa historia cobra vida e
interés en la monografía que avalora este cuaderno, el primero de
los que nos proponemos publicar sobre la Sanidad cubana. No
serán ociosas estas publicaciones dirigidas por César Rodríguez,
en quien se unen la capacidad técnica, la riqueza cultural y la más
acendrada vocación.
Nada sirve mejor para el más firme asiento de. las
instituciones vigentes que el estudio y examen de los .tanteos,
primeros pasos y avatares de los que los precedieron.
La. Sanidad Cubana tiene ciertamente páginas numerosas
acreditativa^ de conducta ejemplar y de abundante eficacia! cuyo
repaso alienta a los que hoy dirigimos, deseando Vencer errores y
obstáculos y superar, si a tanto nos alcanzan las fuerzas, los
aciertos que lograron nuestros antecesores.
Volver sobre esas páginas y darles nueva vida con el aliento
de una pluma brillante y conceptuosa, sería útil porque en el
contraste con el pasado encuentra el ánimo emprendedor! fuentes
próvidas de experiencias y enseñanzas con las cuales afrontar las
responsabilidades del presente y aspirar a las mejores
realizaciones del porvenir.

Dr. José R, Andrea

- 14-
Orígenes del Protomedicato en Cuba
Hasta fines del primer tercio del siglo XVII los aspirantes a
cirujanos, barberos, boticarios y parteras de Cuba necesitaban
‘examinarse en Nueva España, de cuyo Protomedicato dependía la Isla.
El cabildo secular de La Habana quiso eliminar este molesto y enojoso
trámite, y suplicó a la Corona que confiriese a Francisco Muñoz de
Rojas, médico español, graduado en Sevilla y residente en la capital de
Cuba, la función oficial de apreciar la capacidad de tales aspirantes y
autorizar a los aptos para ejercer sus respectivas profesiones. En 9 de
septiembre de 1634 Muñoz de Rojas presentó en el Cabildo el titillo a su
favor otorgado por el Rey y la justificación del pago de dos mil
cuatrocientos reales por el oficio adquirido. El oficio tenía anejas
atribuciones para vigilar la práctica de la Medicina..
En La Habana del XVII hubo protomèdico .mientras vivió Muñoz
de Rojas: su muerte produjo la cesación del mentado ministerio aquí. De
nuevo en la Isla quedar ron el arte y la ciencia de curar a la merced de
individuos que se introducían como médicos y cirujanos ~—la Medicina
y la Cirugía constituían entonces profesiones distintas y separadas— sin
adecuada suficiencia ni legítimo título. El historiador José Martín Félix
de Arrate aseveró que cualesquiera cortos principios de meros pasantes
bastaban a aquéllos para venderse por verdaderos y aprobados profesores
en ambas facultades.
En el año de 1695 llegó Francisco Teneza y Rubira a La Habana
con antecedentes académicos y experiencias profesionales que él cuidó de
exhibir. Antecedentes académicos: "matrículas, actos, lecciones,
exámenes y otros 1literarios trabajos y pensiones que para conseguir
tanto grado como el doctorado se padecen en escuelas, oposiciones,
lección de veinticuatro horas de puntos rigurosos

— 15—
para haber conseguido con singular aplauso el título de examinador en su
facultad y profesión en la insigne Real y Pontificada Universidad de
Orihuela, reino de Valencia”. Experiencias profesionales: acumulación de
4‘.los créditos que motivaron que en la Armada de Flota que salió de Cádiz

el día 18 de julio del año de 1695 a cargo del general don Ignacio de
Barrios Leal” se le contratase “para médico de dicha flota, ofreciendo mil
pesos por sólo el viaje, con manos libres y otros gajes y emolumentos de
primera mesa, pasaje, cajas y criados sustentados”. El encargo así recibido
fué por él desempeñado, a su entender, con primor y acierto que
satisficieron a todos los de la Flota.
Teneza estaba doctorado, pero no en Medicina, sino en Derecho
Civil. Su afición a curar se robusteció en la travesía de Cádiz a La
Habana, ya él en función médica. Quien en este puerto hizo elogiosa
mención de sus labores en la flota de Barrios Leal ni siquiera aludió al
título científico o a la gracia regia —el título de médico o la gracia de
protomèdico— que lo tuviesen habilitado para asumir con verdadera
capacidad la función de facultativo de naos y galeones. Esto no se hallaba
claro. Aunque él dijo que le fueron pagados “enteramente los un mil pesos
estipulados por los grandes créditos y aciertos en las curaciones” logrados
en la jornada oceánica y que en La Habana quedó enfermo e
imposibilitado de seguir viaje, quizá tales asertos sólo fueron hijos de la
propensión a alterar la verdad en provecho propio.
El Tribunal del Santo Oficio de Cartagena de Indias hizo a Teneza
familiar de la Inquisición. Con el título de tal el agraciado entró en
relaciones con el gobierno municipal de La Habana en septiembre de 1699.
La nueva función quedó añadida a las que él enumeraba para ganar
terreno en el vecindario habanero y en la opinión de funcionarios y
organismos de la Isla.
La presencia.de Teneza en La Habana resultó factor de la mayor
importancia en las gestiones enderezadas a satisfacer la necesidad de que
en Cuba hubiese Real Tribunal del Protomedicato. El hecho de que en la
capital de la Isla no existiese protomèdico desde la muerte de

16-
Final del acta de la sesión del Ayuntamiento de La Habana de 9 de septiembre
de 1634.

ARCHIVO MUNICIPAL DE LA HABAN A


En la sesión celebrada por el Cabildo Secular, en La Habana, el 9 de
septiembre de 1634, presentó Francisco Muñoz de Rojas, médico
español, graduado en Sevilla, el título de Protomèdico de La
Habana y la justificación del pago de dos mil cuatrocientos reales
por el oficio adquirido.
Francisco Muñoz de Rojas era debido a que ningún profesor había solicitado
el oficio vacante. El doctor Francisco Teneza —por doctor lo tenían los
vecinos del principal puerto antillano y por doctísimo se tenía él— promovió
expediente para la creación del Real Tribunal del Protomedicato en La
Habana.
Servicios médicos en las flotas
Protomédicos fueron llamados los primeros médicos de los Reyes. En el
siglo XV los médicos de cámara, con títulos de protomédicos, fueron jueces
supremos en las causas relativas al ejercicio del arte y de la ciencia de curar.
Los Reyes Católicos y Felipe II elevaron más aún la dignidad de los
protomédicos.
En la época de Juan de Austria fué de notar la importancia de los
servicios médicos en las flotas españolas. El hermano de Felipe II tuvo en
Lepanto un buen equipo sanitario. Los dos profesores ilustres que lo
acompañaban, Dionisio Daza Chacón y Gregorio López Madera, debieron de
hallarse asistidos de numerosos médicos, cirujanos, cirujanos menores y
barberos. Así lo creyó un maestro en la Medicina y en la Historia, el doctor
Gregorio Marañón, al llegar a conclusiones definitivas en el estudio de la
vida en las galeras en tiempo de Felipe II. En la campaña de Túnez, en el año
siguiente al de la batalla de Lepanto, “llevaba Don Juan un estado mayor
médico compuesto de cuatro protomédicos, veinticinco cirujanos y quince
barberos, más cuatro boticarios”. A veces los médicos sobresalientes, que lo
eran tanto por letras como por ciencias, asumían funciones de consejeros
políticos de los jefes en las empresas navales de importancia.
Mucha luz logró expandir Marañón alrededor del médico contratado
para el mejor servicio de una flota, como lo fué Francisco Teneza en la que lo
trajo a La Habana. “La presencia del médico a bordo, con su equipo de
cirujano mayor y cirujanos menores —palabras de Marañón—no aparece
hasta el final del siglo XVI, y no para las galeras, sino para las flotas de las
Indias.”

—19 —
Esto era superior al régimen de las galeras. En las galeras solía haber
solamente barberos y cirujanos de heridos, que eran “profesionales de
ínfima categoría, gente sin estudios, dotados de alguna habilidad
empírica para bizmar, emplastar y hacer la cirugía menor”, que podían
ejercer "sin más que adquirir un título mediante el pago de cuatro
escudos de oro”. En flotas y galeras hubo protomédicos, frecuentemente
rodeados de prerrogativas y prestigios extraordinarios.
“El cargo de protomèdico de las galeras —escribió Marañón— era
uno de los grandes puestos de la Medi- - ciña, generalmente antesala del
codiciado protomedicato del Rey, como ocurrió con Cristóbal Pérez de
Herrera, el fundador del Hospital General de Madrid, mucho menos
famoso de lo que merece su estupenda figura [...] El protomèdico de las
galeras de España tenía a su cargo la inspección de los servicios
sanitarios en las naves; y él mismo servía en las escuadras; y, con
frecuencia, no sólo como médico, sino como consejero militar y aun como
jefe director de las tripulaciones, si la ocasión era propicia '
En las flotas de Indias, con personal exento de cadenas y otras
ignominias —que cadenas y otras ignominias sufrían los condenados a
galeras—, la posición de los protomédicos no pudo ser inferior, sino
superior, en siendo posible, a la alcanzada por los de las galeras. Sin
embargo, el servicio médico en las flotas no siempre resultó excelente.
Difícil solía ser la tarea de encontrar facultativos capaces para largos y
riesgosos viajes por mar cuando los curadores de cuerpos eran harto
solicitados y no mal pagados en tierra. Por otra parte, pobrísimos eran los
elementos de que disponían los protomédicos de a bordo. El doctor
Marañón arribó a estas conclusiones después de hablar de los
protomédicos navales en el siglo XVI:
“Menos útiles eran, sin duda alguna, los internistas que socorrían
a los enfermos. Nos basta para juzgarlo el leer la lista de las medicinas
que, según los documentos, levaban en su botiquín las naos y galeones y,
a veces, las galeras. Recordemos sólo lo que más de un siglo después
aconsejaba un práctico tan excelente como el doctor

—20 —
González para equipar la farmacia de un navío. Se compone el botiquín de
aguas aromáticas, licores, ácidos, jarabes, electuarios, extractos, píldoras,
espíritus, sales, bálsamos naturales, tinturas, polvos, escaróticos, aceites, un-
güentos y simples. Podemos asegurar que ninguno de ellos servía para
nada.”
Como médico de una flota había desembarcado Francisco Teneza en el
puerto de La Habana. Sólo lo había sido durante un viaje iniciado en Cádiz.
Pero ya esto era bastante en un hombre propenso a la audacia, como lo
demostrara tomando plaza de curador de cuerpos sin título adecuado. El
Doctor —para él resultaba secundario serlo en Derecho, no en Medicina—
sabía manejar intereses y pasiones para labrar fama y bienestar. Lo que otros
sacaban en preeminencias de los servicios médicos en las flotas constituía una
buena razón para que él tratase de obtener para sí análogos o parecidos
adelantos.

De facultativo de flota a protomèdico real

Teneza abonó hábilmente su prosperidad. El conocía, seguramente, la


trayectoria ascendente que por lo común recorría un médico naval. Fuese
como fuera su pasado científico, en La Habana se dedicó a la curación de
cuerpos y formó a lo largo de varios años el expediente necesario para llegar a
más.
Palabras de Teneza informaron que desde 1695 hasta 1708 había
ejercido el ministerio médico con asiduidad y a satisfacción de autoridades y
particulares, que en él apreciaron “suficiencia, literatura, erudición, celo,
desinterés, puntual asistencia a los enfermos, aciertos y caridad”, todo en
beneficio de la ciudad y en socorro de los necesitados y pobres de ella. Con
tales antecedentes, adornados con los relativos a los estudios de Filosofía,
Teología y Sagrada Escritura a que era dado Teneza, él fué eficazmente
recomendado al Rey, en 1708, por el cabildo secular, el gobernador, el obispo,
el teniente general, tribunales, comunidades y p e r s o n a s principales de
La Habana.

—21 —
La exposición de méritos y servicios de Teneza en memoriales salidos de
La Habana con destino al monarca español tuvo por finalidad robustecer la
pretensión de que se crease en Cuba, con residencia en su capital, el Real
Tribunal del Protomedicato. Las razones expresadas por el Ayuntamiento
resultaron instructivas en la Corte. El Ayuntamiento subrayó la
conveniencia de evitar el desorden y las perniciosas consecuencias provenien-
tes del hecho de que en La Habana curasen como médicos y cirujanos
personas que transitaban por este puerto desprovistas de suficiencia, y
solicitó del Rey la fundación del Protomedicato, como escribió Arrate, para
que exacta y rigurosamente corrigiese un abuso perjudicial a la vida humana
e injurioso a la Real Facultad Médica.
Las instancias oficiales y privadas dirigidas por los habaneros a la
Corona en relación con Teneza y el Protomedicato fueron oídas en la Corte. Y
en 9 de julio de 1709 fué conferido el título de protomèdico de La Habana a
Teneza. La expedición de tal título tuvo aparejada la creación del Real
Tribunal del Protomedicato de La Habana, con jurisdicción y prerrogativas
semejantes a las concedidas a sus iguales en Indias.
Natural fué que en Teneza recayese la designación de protomèdico de
La Habana. Sus planes no fallaron. El médico de flota ya era protomèdico
real. La tradición que señalaba la elevación del facultativo naval a posiciones
de justicia y gobierno se exhibía en Teneza. Fuera de lo que en todo esto
hubiese de personal aprovechamiento, la isla de Cuba era favorecida con el
establecimiento en su capital de una institución que entrañaba innegable
progreso.

Leyes de Indias
La remisión de la naturaleza y el alcance del Real Tribunal del
Protomedicato de La Habana a las reglas adoptadas para el gobierno y
jurisdicción de los ya existentes en Indias tuvieron mucha importancia. Se
hizo aplicable a Cuba lo legislado sobre protomédicos, médicos, cirujanos y
boticarios del Nuevo Mundo desde el empe-

-22-
radoU Carlos V hasta el rey Carlos II. Las leyes sobre tas indicadas
materias que para Indias salieron de las reales manos en el curso de cerca de
dos siglos comprendieron normas enderezadas a mejorar el arte y la ciencia
de curar, a saber:
1. El emperador Carlos y la Emperatriz Gobernadora, en Madrid, 15
de octubre de 1535, mandaron que los impedidos de ser médicos, cirujanos y
boticarios por leyes y pragmáticas de Castilla se sometiesen a la misma
prohibición en Indias, y que ninguno se titulase doctor, maestro o bachiller
sin ser examinado y graduado en Universidad aprobada. Los contraventores
de esta disposición incurrían en las penas establecidas por derecho, las que
harían ejecutar las Justicias Reales, facultadas para obligar a exhibir los
títulos acreditativos de la verdad,
2. El Emperador y la Emperatriz Gobernadora, en Valladolid, 10 de
abril de 1538, ordenaron que los virreyes, presidentes y gobernadores de
Indias hiciesen visitar las boticas de sus distritos, y, en habiendo medicinas
corrompidas, las hicieran derramar y arrojar, en forma que no fuese posible
usarlas, por el daño que podían causar.
3. Felipe II, en Madrid, 11 de enero de 1570, dictó instrucciones
para los protomédicos generales que debían ser nombrados.
4. Felipe II, en El Pardo, 12 de febrero de 1579, mandó que los
protomédicos no diesen licencia en Indias a ningún médico, cirujano,
boticario, barbero o algebrista, ni a los demás que ejercían las facultades de
Medicina y Cirugía, si no parecían personalmente ante ellos para ser
examinados y eran encontrados hábiles y suficientes para usar y ejercer, y
que por ninguna licencia o visita de botica llevasen más derechos que el
trestanto de lo que percibían los protomédicos de Castilla,
5. Felipe IV, en Zaragoza, 9 de junio de 1646, dispuso que los
catedráticos de Prima de Medicina en las Universidades de México y Lima
fuesen protomédicos.
6. Felipe IV, en Madrid, 13 de septiembre de 1621 y 20 de agosto de
1648, mandó que no se consintiese en Indias a ningún género de personas
curar de Medicina ni

— 23—
Cirugía en no teniendo los grados y la licencia del correspondiente
protomèdico que disponían las leyes. Los fiscales de las Audiencias debían
sobre esto pedir lo que conviniese. A los Ministros se haría cargo por la omi-
sión en averiguar y ejecutar lo ordenado. Todo ello había de guardarse en los
lugares de españoles, y no en los de indios.
7. Carlos II y la Reina Gobernadora ordenaron que los protomédicos
residentes en Indias, y que no fuesen de los generales, guardaran en el
examen de médicos y cirujanos y en la visita de boticas, como en todo lo de-
más perteneciente a su ministerio, las leyes reales, de cuyo cumplimiento
debían cuidar los Presidentes y las Audiencias.
De las enumeradas leyes de Indias las más extensas y expresivas fueron
las dictadas por Felipe II en 11 de enero de 1570 y por Felipe IV en 9 de junio
de 1646, ambas redactadas con especial cuidado. La primera, para instruir
adecuadamente a los protomédicos generales. La segunda, para realzar y
ampliar sus funciones, hechas extensivas a la enseñanza universitaria.

Previsiones de Felipe II

Felipe II deseaba que sus vasallos se conservasen en perfecta salud y


alcanzaran larga vida. Cuidado regio era proveerlos de médicos y maestros,
encargados dé regirlos, enseñarlos y curar sus enfermedades. A este fin se
fundaban cátedras de Medicina y Filosofía en las principales Universidades
de Indias. Para los reinos de acá, como para los de allá, eran importantes la
noticia, la comunicación y el comercio de plantas, yerbas, semillas y otras
cosas medicinales que podían conducir a la curación y salud de los cuerpos
humanos. En consideración a estas razones, el Rey resolvió enviar
protomédicos generales a Indias, proveyéndolos del primer grado y de la su-
perintendencia en los demás, con el uso y ejercicio de cuanto por derecho les
era permitido. Y fué su voluntad que ellos adecuasen sus procederes a las
siguientes instrucciones:

— 24—
Felipe II
MUSEO REAL
'

El rey Felipe II mostró interés sumo en la


preparación de protomédicos y en el adecuado
empleo de sus facultades en Indias.
Además, guió los pasos de estos facultativos
hacia la investigación de las propiedades
curativas de vegetales del Nuevo Mundo.
1. En el lugar adonde llegaran habían de enterarse de los médicos,
cirujanos, herbolarios y otras personas curiosas en esta [acuitad que
existiesen y que juzgaran entendidos y conocedores de algo, y tomar de ellos
relación de yerbas, árboles, plantas y semillas medicinales que hubiese en la
provincia en que se hallaran.
2. Se informarían de la experiencia adquirida acerca de las cosas
expresadas, del uso, facultad y cantidad de tales medicinas, de cómo se
lograban, de los lugares de cultivos y de la variedad de árboles y plantas, y
sobre todo esto escribirían.
3. Harían experiencia y prueba de todo lo posible. En no siéndolo,
procurarían informarse de personas expertas para que, en posesión de la
verdad, refiriesen a la Corona el uso, facultad y temperamento de las
sustancias vegetales aludidas.
4. De todas las medicinas, yerbas y simientes que hubiese en Indias y
que les parecieran notables harían envíos a Castilla, si allá no existían.
5. Escribirían con buen orden, concierto y claridad la historia
natural, en conformidad con su juicio y sus letras.
6. Residirían en ciudad donde hubiese Audiencia y Cancillería, y su
jurisdicción se limitaría a tal ciudad y cinco leguas alrededor, aunque
podrían examinar y dar licencias a personas de las respectivas provincias que
voluntariamente, a ese efecto, acudiesen a los lugares de la residencia de los
protomédicos generales.
7. No examinarían, removerían ni impedirían el uso de su oficio a
persona que para ejercer tuviese licencia de quien podía darla.
8. La presencia de un protomèdico general excluiría el uso del oficio
por cualquier protomèdico no general dentro de la jurisdicción de aquél.
9. El presidente y los oidores de la respectiva Audiencia tasarían los
derechos del Protomedicato General, teniendo en consideración la calidad de
la tierra y estando obligados a enviar relación de las tasaciones al Real y
Supremo Consejo de Indias.

27
10. En los casos en que, conforme a su juicio, debiesen proceder
contra alguna o algunas personas, los protomédicos generales se harían
acompañar de oidores de Audiencia para sentenciar, y, si la causa se ofreciera
en lugar donde no hubiese Audiencia, se asesorarían de gobernador,
corregidor o alcalde mayor y, a falta de éstos, de la justicia ordinaria, de
manera que no pudiesen fallar por sí solos,

Prima de Medicina

Felipe IV tuvo por merced y voluntad suyas que el Protomedicato de


Nueva España se hallase unido y anejo a la cátedra de Prima de Medicina de
la Universidad de México y que su jurisdicción se extendiera a Puebla de tos
Angeles y Veracruz, con todo lo demás que se comprendía en el nombre de
Nueva España, y que el Protomedicato del Perú, Panamá, Portobelo y lo que
se comprendía en el nombre de Provincias del Perú se agregase a la cátedra
de Prima de Medicina de la Universidad de Lima. Esta disposición fué
acompañada de las siguientes pautas:
1. Los catedráticos de Prima mientras regenteasen esías cátedras
serían protomédicos, presidirían las juntas y concurrencias y harían lo
demás de la incumbencia de los protomédicos.
2. La Cotona concedía tal preeminencia para alentar a los sujetos
estudiosos de la Facultad a trabajar y conseguir el mejor puesto de su
profesión.
3. Sin embargo de estar unido el Protomedicato a la Cátedra, el
catedrático había de obtener del Virrey título de protomèdico, con
especificación de partes, letras, cláusulas y obligación de llevar confirmación
regia desde cierto tiempo.

Salud perfecta y vida larga


El Protomedicato en Indias adquirió fuerza jurídica en los tiempos de
Felipe II. Desde que este monarca dictó las instrucciones por las cuales
debían regirse los

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Felipe V MUSEO DEL PRADO
El primer Borbón de España, Felipe V, confirió en 9 de julio
de 1709 el título de Protomèdico de La Habana a Francisco
Teneza. Así quedó creado en la capital de Cuba el Real
Tribunal del Protomedicato. Felipe V necesitó ocuparse con
el Protomedicato de La Habana en distintos momentos de
su largo reinado.
protomédicos generales que se nombrasen para las pro- vincias de
Ultramar el noble y humanitario oficio quedó unido a los progresos,
tan lentos entonces, del arte que manejaban médicos, cirujanos,
boticarios, barberos y algebristas. Felipe II habló con claridad y
sinceridad: él deseaba que sus vasallos se conservasen en perfecta
salud y alcanzaran larga vida. Y para esto, importante en relación con
la prosperidad de su señorío en tierras en las que no se ponía el Sol,
era menester atribuir a funcionarios de la Corona el encargo de vigilar
la capacidad y conducta de los dados a tratar las dolencias del cuerpo
humano.
Las instrucciones de Felipe II sobre protomédicos generales
enfocaron un aspecto importante de las riquezas naturales de Indias.
Era cierto que el Nuevo Mundo alargaba al Orbe Antiguo, entre otras
novedades, la consistente en una excelente variedad de vegetales
aplicables a la prevención y curación de enfermedades. La botánica de
Indias era una hermosa realidad. Notable fué el interés con que aquel
rey español dispuso que se investigase y anotara todo lo que de
utilidad y provecho medicinales podía obtenerse de árboles, plantas,
yerbas y semillas en este lado del Atlántico.
Leyes de Indias dadas por dos de los Felipes, el II y el IV,
depararon vida y prestigio al Protomedicato. El primero prohijó
medidas serias para hacerlo un instrumento de bien público. El
segundo elevó su rango al unir la condición de protomèdico a la de
catedrático de Prima de Medicina. A otro Felipe, el V, Borbón por
añadidura, tocó hacer extensivas a Cuba aquellas prudentes prag-
máticas.

El título del Protomèdico

El ayuntamiento de La Habana, que con tanto interés se había


ocupado en recomendar la creación del Real Tribunal del
Protomedicato en la capital de Cuba, tuvo, por la índole de sus
atribuciones, el privilegio de registrar el título expedido por Felipe V
en favor de Francis-

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co Teneza y satisfacer el trámite relativo al formal establecimiento de
la nueva oficina de gobierno y justicia en resguardo de la salud
humana.
Sin embargo de haberse datado el 9 de julio de 1709, en Madrid,
el título del protomèdico de La Habana y su jurisdicción, Teneza no lo
presentó en el Ayuntamiento sino en 13 de abril de 1711. En este día
se juntaron Pablo Caverò, gobernador de lo político, auditor general de
la gente de guerra del presidio habanero y oidor supernumerario de la
Audiencia de Santo Domingo, los alcaldes ordinarios Agustín de
Arrióla y Pedro Benedit Ho- rruitiner, los regidores Francisco
González de Carvajal, Vicente Joseph Valdés, Juan de Prado y
Carvajal, Andrés Rubio de Villa, Luis de Palma y Morales, Joseph de
Pedroso y Juan Díaz de León y el procurador general Miguel
Sotolongo, a fin de conocer, en cabildo, la petición de Francisco
Teneza, médico de La Habana y familiar del Santo Oficio de la
Inquisición, para que se le diese posesión del Protomedicato, con
exhibición del título que le había otorgado Felipe V. Los reunidos
oyeron la lectura del real despacho y acordaron obedecerlo, acatarlo y
cumplirlo. En consecuencia, resolvieron poner a Teneza en uso y
posesión del Protomedicato de La Habana con todos los privilegios y
prerrogativas anejos al oficio, autorizarlo para que ocurriese adonde le
convi~ nieva en lo referente a la insignia y encargar a los comisarios
anuales que, con asistencia del Procurador General, se personaran en
las casas del Gobernador de lo Político a fin de determinar sobre los
derechos que debía percibir el Protomèdico. Y, “habiéndose tocado la
campanilla”, Teneza entró en la sala capitular y prestó en la forma
acostumbrada el j u r a m e n t o a que se hallaba obligado.
El título presentado por Teneza al Ayuntamiento estaba
encabezado y firmado por el rey Felipe y dirigido al Protomèdico. Se
refería a los antecedentes de la creación del oficio, a la tramitación
dada al negocio y al alcance de las funciones asignadas al nuevo
funcionario real. Por el concejo, justicia y regimiento de la ciudad de
La Habana se habían expuesto al Monarca los muchos excesos
cometidos en ella por médicos, cirujanos, fleboto-

- 32-
Final del acta de la sesión del Ayuntamiento de La Habana de 13 de abril de
1711.

ARCHIVO MUNICIPAL DE LA HABAN A


El Ayuntamiento de La Habana celebró sesión en 13 de abril de
1 7 1 1 para conocer el título de Protomèdico de aquélla con-
ferido al doctor Francisco Teneza y Rubira. El Cabildo acordó
poner al Doctor en uso y posesión del expresado empleo. Y,
“habiéndose tocado la campanilla”, Teneza entró en la sala
capitular y prestó el juramento a que se hallaba obligado.
míanos y otros de la misma facultad introducidos en ocurrencias de
armadas sin títulos suficientes, ni medicamentos precisos, de lo que se
seguían graves desgracias y perjuicios para el bien común. Se le había
representado que, para poner remedio a tan considerables daños,
convendría que existiese en la plaza frecuentada por sus flotas un
protomèdico que privativamente conociera de tales causas, como en
Cartagena de Indias. Y se le había suplicado que nombrase al doctor
Francisco Teneza protomèdico, por concurrir en su persona las
circunstancias requeridas para semejante ministerio. Las instancias del
Cabildo Secular, la opinión del Capitán General y los informes de
comunidades religiosas y personas principales de La Habana habían sido
vistos por el Consejo de Indias, el que tenía por acreditados la inteligencia,
el desinterés, el acierto y la experiencia de Teneza. Por todo ello,
condescendiendo a lo alegado y pedido por autoridades y vecinos de La
Habana, el Rey eligió y nombró a Teneza protomèdico de esta plaza y su
jurisdicción, con facultades para ejercer el empleo en todos los casos y cosas
al mismo anejos y concernientes.
La Corona procuró puntualizar las atribuciones del Protomedicato de
La Habana. Los médicos y cirujanos sujetos a la jurisdicción real que
tuviesen títulos o aprobaciones de tribunales hispánicos de la clase del que
se creaba no debían ser impedidos ni molestados en forma alguna. Los que
se hallasen en necesidad de ser examinados, así como los boticarios sujetos
a visitas, pagarían derechos conforme a un arancel que habían de acordar el
capitán general de la Isla y los capitulares de La Habana. Estos
funcionarios y los demás vasallos del Rey en esta jurisdicción quedaban
obligados a guardar a Teneza honras, gracias, mercedes, franquicias y
prerrogativas análogas a las gozadas por los otros protomédicos de Indias.

Jurisdicción y competencia
La real cédula creadora del Protomedicato de La Habana fué explícita
en cuanto a la jurisdicción del Tribunal por razón de la materia, ya que lo
equiparó a sus iguales existentes en Indias. En cambio, fué omisa respec-

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to de la competencia fuera de la ciudad de La Habana y del territorio
de ella dependiente. ¿Podía el Protomedi- cato de La Habana exigir que los
facultativos y los botica- rios de Santiago de Cuba se sometiesen a su
potestad?
Cualesquiera que fuesen las interpretaciones a que se prestara el
texto de la real cédula de 9 de julio de 1709, de hecho la región
correspondiente al gobierno de Santiago de Cuba no se sujetó a la
autoridad del Real Tribunal del Protomedicato de La Habana. La
pragmática de Felipe
V hablaba de la ciudad de La Habana y su jurisdicción, y ésta llegaba
hasta los lugares que señalaban los límites occidentales de Santiago de
Cuba o de Cuba, como solía decir y escribir la gente del siglo XVIII al
referirse a la parte oriental de la Isla. A mayor abundamiento, la distancia
entre las dos principales plazas de esta Antilla justificaba la carencia de
competencia en el Protomedicato de La Habana para comprobar las
aptitudes y vigilar las actividades de médicos, cirujanos, barberos,
algebristas, parteras y boticarios de Santiago de Cuba.
La experiencia robusteció la independencia de Santiago de Cuba en
relación con el Protomedicato de La Habana. En Santiago de Cuba no
fueron observadas las normas dictadas por la Corona para mantener y
robustecer la autoridad del Real Tribunal existente en la capital de la Isla.
A la plaza oriental llegaban facultativos de España y Tierra Firme, y su
capacidad era apreciada por títulos o licencias que nada tenían que ver con
el Protomedicato de La Habana o por dictámenes emanados de profesores
locales. Ciertamente, estos hechos no inquietaron al Real Tribunal de La
Habana, ni lo movieron, por consiguiente, a producir quejas o
reclamaciones.

La Medicina en el siglo XVIII


La época de la creación del Real Tribunal del Protomedicato de La
Habana era de extrema penuria científica en España y sus dominios
ultramarinos. Era la época dentro de la cual expiró “Carlos II, el
desdichado, con su reino, como su ánima, paralítico”. A esto añadió el
doctor Marañón: En el siglo XVIII, como en todos, hubo en

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España de todo: malo y bueno. Pero, aun teniendo en cuenta estas
salvedades, estos altos y bajos en el nivel de la cultura y de la prosperidad
general del país, es evidente que el contenido de la centuria, bien
exprimido y estrujado, da muy poca sustancia a la gloria del genio español
[...] Aquel final del reinado de Carlos II debió tener todas las apariencias
de que era algo más profundo que la disolución de una dinastía: parecía un
ensayo general del fin de España.” Esta declinación hispánica se manifestó
gravemente en la Medicina. “El siglo XVIII —-sentencia de Marañón—
fue de tristísima inopia para la Medicina. Las Universidades, en su
primera mitad, estaban en plena decadencia, y, dentro de ellas, era la
Facultad Médica la más afectada por la vacuidad y la garrulería de sus
profesores;.” La incapacidad política no podía dejar de reflejarse en el
desarrollo científico.
El estado de los estudios médicos en las Españas del siglo XVIII, con
mayores veras en la orilla de acá que en ¡a de allá, constituía un caso de
excepción dentro del progreso universal de esta ciencia. Con referencia al
ámbito hispánico, Marañón escribió: "Había literatos, teólogos, eruditos;
es decir: todo lo que se puede hacer con la inteligencia y unos libros, lo
hizo entonces, como siempre, y a veces en máxima medida, el español. Pero
la Medicina, por aquella época, había dejado ya de ser, en el Mundo, lo que
era hasta un siglo antes: mera palabrería, exposición de aforismos ridículos
y de sistemas disparatados y sectarios; y había empezado a ser una ciencia
de observación rigurosa y de experimentación.” No podía haber ciencia
experimental en no existiendo un ambiente propicio, un espíritu de
colaboración y un mínimo de conocimientos técnicos. "En España faltaban
en absoluto todas y cada una de estas circunstancias propicias.” A juicio
de Marañón, fué Gaspar Casal, que “tuvo la suerte de no ser
universitario”, quien salvó el crédito de España para el activo de la
medicina universal en el siglo XVIII.
En aquel tiempo hubo en España una perniciosa confusión de
médicos y no médicos dedicados a opinar sobre enfermedades y a ver
enfermos sin una preparación medianamente pasable. Ningún otro autor
ha podido denunciar

37-
con mayor autoridad que Marañón, por su doble condición de ilustre
profesor e historiador ilustre, la miseria científica que afligía a España y su
vasto imperio ultra- marino. Ni uno solo, ni uno de los médicos del primer
tercio del XVIII, ha dejado un ápice de gloria legítima a la ciencia
española. Adscritos a las sectas sistemáticas de Hipócrates, de Gasendio,
de los químicos, etc., se eternizaban en disputas disparatadas, sin acercarse
a observar al enfermo; y. en tanto, éste se moría, en el caso mejor falto de
asistencia, porque muchas veces se aceleraba su fin con las bárbaras
sangrías y con las dietas de hambre más rigurosas.” Por genio pasó, en tal
medio, Solano de Luque, porque se molestaba en tomar el pulso a sus
pacientes y en discurrir sobre tal cual síntoma con increíble
incongruencia. "Así sucedió que gentes no médicas invadieron su terreno
a los doctores, y, tal vez por lo mismo que no se habían incapacitado para
discurrir en las aulas, alcanzaron reputación superior a la de los más
conspicuos. [...] Pero es más: actuó de médico y escribió de medicina
Torres de Villarroel, famosísimo tunante, embaucador y mentiroso hasta el
cinismo, que ha logrado una fama honorable porque escribía con indudable
gracia, aunque es siempre fácil ser gracioso cuando no se tiene
responsabilidad ” La estulticia no reconocía fronteras ni respetaba
valladares. Universitarios y profanos, aquéllos con menos experiencia que
éstos, procedían como impunes enemigos del género humano.
Lo que ocurría en la España de Europa se reflejó fielmente en la
España de Indias. En la ciudad de Santiago de León de Caracas, en
momentos en que Francisco Teneza era tenido por médico en La Habana,
se produjeron acedas controversias en torno a la actividad de personas
dedicadas a curar. Del barbero español Manuel Espinosa se dijo que
practicaba la flebotomía y curaba apostemas u otras cosas exteriores con
mayor acierto y más crédito que el médico graduado Francisco Guerra
Martínez. Al doctor Fernando Gómez de Munar, también graduado, se
pidió por el capitán general de Venezuela la exhibición de título y despacho
de facultativo en tanto que semejante exigencia no se extendía a los
muchos curanderos que había en Caracas. Vecinos pudientes y gentes
pobres se re-

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firieron a la capacidad y a la cavidad de los intrusos. Advirtieron que
Gómez de Munar tenía carácter duro y trataba con improperios a los
enfermos y a las personas que requerían su asistencia o lo llamaban. Y
loaron la presteza, afabilidad y eficacia con que el practicón Miguel Díaz
de Perea acudía a moradas y lechos de pacientes aun en medio de epidemias
de viruelas y fiebre amarilla. En rigor, los caraqueños apreciaban en los
curanderos que domante numerosos años suplieron a los médicos aptitud
para salvar cuerpos y caridad para aliviar espíritus.
Cuba no podía ser una excepción en la situación general de la
Medicina en España y sus vastos dominios ultramarinos. En el tiempo del
establecimiento del Real Tri- bunal del Protomedicato en La Habana se
desarrollaban aquí empeños de asistencia social. "Pero ni a estos asilos de
beneficencia, ni a los hospitales, ni a la misma salud pública —escribió
Jacobo de la Pezuela —, se podía atender cumplidamente donde no se
estudiaba Cirugía, ni Medicina, por faltar profesores de ambas ciencias,
donde con la general pobreza moraban poco los facultativos que venían a
buscar suerte en América y preferían, como era natural, ejercer su facultad
en más ricos países. Sólo por contrata o a sueldo de pudientes hubo en la
capital de Cuba muy contados médicos: tenía la generalidad del vecindario
que valerse de algunos prácticos y curanderos; y de tan añeja causa
suponemos que derive esa tendencia tradicional en las familias de La
Habana y demás pueblos a remediarse a sí mismas practicando, como la
llaman los del arte, "la medicina casera” y generalmente con acierto en
meras indisposiciones y comunes casos.” El cuadro así pintado reflejaba el
estado de la ciencia médica en el mundo hispano.
Francisco Teneza, doctor en Derecho y familiar del Santo Oficio,
ganó crédito ejerciendo como médico. El curandero había alcanzado
reputación de facultativo en opinión de corporaciones, funcionarios y
particulares, sus amparadores en las gestiones culminantes en la creación
del Real Tribunal del Protomedicato de La Habana. Por lo demás, en
Teneza concurrían circunstancias de aquellas que destacaban a los
hombres que en su época pretendían eliminar o atenuar dolores y
padecimientos corpóUales.

— 39-
Vanidad y erudición de Teneza
Solía Francisco Teneza soltar la lengua o dejar correr la pluma en
alabanza de sus aptitudes y méritos. En su tiempo estuvo en boga la
exhibición del dominio por una sola persona de conocimientos acerca de
diversas materias, y él, por temperamento, no pudo apartarse de lo que era
norma demasiado corriente. No quiso él tampoco confiar a la ajena
iniciativa la enumeración de las buenas obras debidas a su inteligencia e
ilustración. De todo esto resultó una fuerte combinación de vanidad y
erudición en el fundador del Real Tribunal del Protomedicato de La
Habana.
De suficiencia, literatura, erudición, celo, desinterés, puntual
asistencia a los enfermos y caridad puesta en el ejercicio de la Medicina
habló Teneza, atribuyéndose todo eso, en abono de la conducta observada
por quienes en La Habana apoyaron su aspiración a ser el titular del Real
Tribunal del Protomedicato. Sin embargo de haber gestionado el oficio para
sí con diligencia suma, tuvo a bien manifestar que de su parte no había
habido más que el sacrificio de la voluntad a la obediencia y gratitud
debidas a especial honra, aceptada con resignación. Consideró cristiana
modestia, refiriéndose a un enemigo suyo, advertir que “ni el agrado, ni el
rigor, ni lo afable, ni lo rígido, ni el agasajo, ni el beneficio, ni la caridad”
usados por él habían sido suficientes para corregir a su contrario: mezcla
de blanduras y durezas que con notorio desenfado se atribuyó.
En punto a vanidad, la de Teneza se manifestaba sin restricciones. El
Doctor se holgó de repetir que los su je-’ tos “más literados y
condecorados”, transeúntes y estantes de La Habana, celebraban y
aplaudían obras suyas en que centelleaba lo adquirido por él en "erudición
y humanas letras historiales, naturales, metheorológicas, horológicas, te-
lescópicas, ópticas, hydráulicas, mithológicas, arisméticas y otras muchas y
con más especialidad en el insondable e inmenso mar de las Leyes y
Sagrados Cánones”. A su entender, en él se juntaban ciencias y letras en
extensión y profundidad de difícil hallazgo.
En la enumeración de sus saberes incluyó Teneza su erudición. La
muy fácil de las citas era por él manejada

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tan amplia como arbitrariamente. En un alegato relativo a su
capacidad académica mencionó, entre otros autores, a Platón, Cicerón,
Séneca, San Pablo, Ulpiano, San Isidro, San Anacleto, Molina,
Covarrubias y Valenzuela. En armonía con lo imperante en su época,
Teneza se complacía en ilustrar sus asertos en idioma castellano con los
correspondientes textos en latín. v

No tuvo mucho que ver con el prestigio y la eficacia del Real


Tribunal del Protomedicato de La Habana lo que Teneza decía y repetía
mientras andaba apoyado en las muletas de su preferencia: la vanidad y la
erudición. Pero él era hombre de su tiempo, del tiempo en que la Me- dicina
en las tierras dominadas por el rey de España, lejos de avanzar con
celeridadad semejante a la lograda en otros pueblos, estaba manejada,
entretenida y mal servida por sujetos que, en vez de saber de esta ciencia y
de otras cosas, más sabían de otras cosas que de esta ciencia.

El ejercicio de la Medicina
Poco después de quedar establecido el Real Tribunal del
Protomedicato en La Habana surgió una cuestión privativa de su
competencia. Puesto que el Tribunal debía vigilar los modos y medios
empleados en las curaciones y podía autorizar o prohibir para hacerlas a
prácticos establecidos y consagrados por la aceptación pública, Teneza
entendió que se hallaba en el deber de evitar que Carlos del Rey continuase
ejerciendo la Medicina en la capital de la Isla. Rey carecía de título de
médico y se negaba a someterse al examen de Teneza.
El Protomèdico quiso impedir que Carlos del Rey continuase curando
en La Habana. Rey, alegando que llevaba largo tiempo ejerciendo la
Medicina, recurrió a la Corona y al Consejo de Indias. Y Felipe V resolvió
que el título de protomèdico que él había concedido a Teneza no podía
perjudicar a Rey, amparado por la mucha práctica y acreditada experiencia
de veinte años.
Carlos del Rey quedó afirmado en el derecho a curar sin poseer título
médico ni sufrir examen. Felipe V man-

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dò que Teneza sobreseyese sus inquietudes acerca de Rey. Mandó más:
mandó que el Protomèdico cuidase de que no se embarazase ni
impidiera, ni por él ni por otra persona alguna, a Rey el uso, ejercicio
y continuación de la facultad de Medicina.
La aplicación que de su autoridad pretendió hacer Teneza en
perjuicio de Rey y las instancias de éste en la Corte tuvieron
consecuencias superiores a las concernientes al mantenimiento del
derecho de curar lícitamente por efecto de la práctica y experiencia de
cuatro lustros. En reconocimiento de la potestad regia para resolver
como se resolvió el caso del acreditado curandero de La Habana, el
mismo Teneza escribió: “Mayormente quando el criar médicos y
darles aprobación para poder curar es una de las regalías supremas
reservadas a la Soberanía.” Criar o crear médicos por la Corona era,
sencillamente, conferir especiales autorizaciones para ejercer la
Medicina a personas que no habían recibido enseñanza universitaria
ni se habían sometido al examen del Protomedicato. Estaba claro que
se podía ejercer la Medicina dentro de la Ley al cabo de cualquiera de
estos tres trámites: la obtención de título universitario, la aprobación
de examen por el Protomedicato y la concesión proveniente del Rey.

Servicios adicionales del Protomèdico

El protomèdico Teneza prestó en La Habana servicios


adicionales a los de gobierno y justicia correspondientes a su
ministerio. El habérsele asignado sueldo de seiscientos pesos anuales
entreveró obligaciones y devociones suyas. Teneza era médico de
pobres, atendía a los enfermos del Hospital de San Felipe y Santiago y
procuraba aliviar a los atacados de lepra.
El capitán general de la Isla, el obispo Gerónimo Val- dés y el
ayuntamiento de La Habana pusieron atención, como señaló Teneza,
en “el desabrigo, desacomodo y necesidad que padecían los pobres
enfermos tocados de la lepra en esta ciudad”. Para remediar de alguna
manera la triste suerte de los leprosos, fueron requeridos los auxi-

— 42—
El obispo Gerónimo Valdés

CASA DE BENEFICENCIA Y MATERNIDAD DE LA HABANA


El obispo Gerónimo Valdés, de imperecedera
memoria en La Habana por sus obras de
beneficencia y su enérgica intervención en otros
negocios públicos de Cuba, recomendó la
creación del Real Tribunal del Protomedicato en
la capital de la Isla. Luego, durante los primeros
lustros del Tribunal, lo apoyó moral y
oficialmente aun frente a los adversarios del
Protomedicato.
lios de Teneza, traducidos en el tratamiento de ellos, en la
administración de sus cortos bienes y limosnas y en la donación de los
terrenos de la huerta del Doctor para el local del establecimiento. El
celo, desinterés y caridad del Protomèdico y de su colaborador el
presbítero Juan Pérez de Silva fueron coronados con los reales
despachos de 19 de junio de 1714 que mandaron fundar el Hospital de
San Lázaro y enviar de Nueva España a sus administradores, Teneza
y Pérez de Silva, dos mil pesos por una sola, vez y cien anualmente,
todo para alivio y consuelo de aquellos infelices.
El gran prelado Valdés, que en La Habana llevaba adelante
tareas de fundador, pudo informar a la Corona, cuando Teneza llevaba
algún tiempo manejando los intereses de los leprosos de San Lázaro,
acerca de la gestión administrativa del Protomèdico. En extremo
favorables le fueron el dictamen del Obispo y el consiguiente despacho
regio. Teneza pudo escribir que las alabanzas a él tributadas eran
efecto de la dedicación de dinero de su peculio a las atenciones del
Hospital y de la aplicación al mismo que hacía de "solicitud, desvelo,
pasos, agencias, consultas, desazones y otros muchos cuidados en
servicio de Dios Nuestro Señor y en beneficio de dichos pobres sin
emolumento, salario ni otro gaje”, pero con el placer de ser útil al Rey
y a la república en cuyo seno llevaba tantos años, desde que se
avecindara en ella, ejecutando actos de caridad y misericordia.
El obispo Valdés tuvo a bien encabezar a los peticionarios que se
dirigieron a la Corona para que otorgase a Teneza mercedes
demostrativas de la pública gratitud que le era debida. En 8 de mayo
de 1716 el Rey lo nombró médico del Hospital de San Juan de Dios. El
Protomèdico se ufanaba de estar correspondiendo a esta gracia con la
puntual asistencia que de él recibían los enfermos.
Las buenas cualidades de Teneza radundaban en notorias
prestaciones de asistencia social en La Habana. Decisivamente influyó
en esto su inclinación a no reducir su actividad al cumplimiento de las
obligaciones que le imponía el Real Tribunal del Protomedicato. En
medio de las exageraciones en que incidía al referirse a sus aptitudes y

-45-
merecimientos, fuese cual fuera la medida de unas y de otros, se
producía un género de servicios que de veras favorecía a la capital de la
Isla.

Libelos infamatorios
Hubo en La Habana gente insatisfecha con los pro- gresos que en
su reputación y ajrraigo alcanzaba Teneza. El mismo Teneza dijo al
Rey que en presencia de su prosperidad moral se había producido este
fenómeno: “Levantó el grito la emulación con tal fuerza que resonó
contra mí el eco de mortal enemiga en el sagrado trono de los oídos de
V. M., acriminando con torcido informe mis desinteresados desvelos,
retorciéndolos en conveniencias propias, suponiéndome diferentes
excesos en mi obrar." En realidad, el Protomèdico hizo algo más que
despertar envidias: persiguió y encarceló a vecinos de La Habana. Es-
tos elevaron sus quejas al Rey. Y el Rey ordenó amparar y libertar a los
que lloraban, oprimidos, bajo la rigidez del Protomèdico.
Felipe V mandó cancelar y recoger el despacho por el cual Teneza
fuera nombrado médico del Hospital de San Juan de Dios y lo
sustituyó en tal empleo con el doctor Francisco del Barco, quien ya
prestaba servicios facultativos en el estabecimiento. Tanto
desabrimiento como esto, o acaso más, causó a Teneza el hecho de que
se aprovechase por sus enemigos la desgracia en que él había caído para
esparcir libelos infamatorios en versos impresos contra su buen
crédito, padeciendo él así el dolor de ver que, por cristiano, celoso y
cumplidor de sus obligaciones oficiales, resultaba víctima de despojo y
vejación.
Con prescindencia de su voluntad, no sin ofensa para su persona,
el nombre de Teneza figuró en los orígenes de la imprenta en La
Habana. El libelo infamatorio en verso dado a la estampa contra su
buen crédito debió de publicarse en el año de 1719, cuando la letra de
molde empezaba a ser usada en la capital de la Isla. Ya de un modo, ya
de otro, aparecían entreveradas las primeras manifestaciones de la
imprenta y las actividades médicas o protomédicas. A 1707
correspondía la obra Diserta-

—46_
ción mèdica sobre que las carnes de cerdo son saludables en las
Islas de Barlovento, escrita por el médico cubano Francisco González
del Alamo y considerada por el sabio José Toribio Medina como el más
antiguo impreso habanero. Los versos ofensivos para Teneza debieron
de referirse muy particularmente al ejercicio de la Medicina.
El revés que sufrió Teneza por decisión de Felipe V demandó toda
la energía y constancia del lastimado para que quedase sin efecto. En
1720 el capitán general Gregorio Guazo Calderón informó al Rey en
abono de la conducta del Protomèdico. El propio Teneza elevó al Con-
sejo de Indias documentos acreditativos de sus excelentes procederes.
En 18 de septiembre de 1722 un despacho regio ordenó cancelar y
recoger el que privara a Teneza del empleo de médico del Hospital de
San Juan de Dios, empleo en el que fué reintegrado con los
emolumentos, honores y privilegios anejos al mismo. Teneza estimó
que su reposición era debida, más que a la representación por él elevada
a la Corona, a los testimonios en su favor firmados por el gobernador
Guazo Calderón y el obispo Valdés. Valdés no regateó en momento
alguno su apoyo al Protomèdico.

Medicina y Farmacia
Las atribuciones del Protomedicato, puesto que alcanzaban a los
boticarios, fueron en La Habana aplicadas a los mismos, a la venta de
medicinas y a los médicos que invadían la esfera de acción de los
farmacéuticos. Medicina y Farmacia cayeron por igual bajo la
vigilancia del Protomèdico. Este debía examinar a boticarios, es-
pecieros y herbolarios con cuidado semejante al puesto en la
comprobación de la capacidad de físicos, cirujanos y ensalmadores, así
como vigilar sus maneras de proceder.
En una de las confusiones mentales en que de vez en cuando
incidía, queriéndolo o sin querer, Teneza dijo que en abono de la
dogmática y práctica Moral Teológica podían servir el papel y parecer
que él había elevado al Rey para formar el arancel de los precios de las
medicinas en la ciudad de La Habana. Si la rectitud inspiró la cornpo-

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sición de tal arancel, estuvo bien relacionarlo con la Moral
Teològica. De no ser asi, la expresión de Teneza tuvo mucho de
despropósito. En cambio, fuera de duda quedó el buen juicio con que el
Protomèdico se ocupó en reglar el comercio de las medicinas.
No se hallaba exenta de gravedad la tendencia de los médicos a
convertirse en boticarios. Era éste un fenómeno social frecuente en los
dominios de España. Por las fechas en que Teneza trataba de poner en
orden las cosas tj actividades de médicos y boticarios en La Habana se
registró en Caracas el caso de que hubiese una sola farmacia, que
pertenecía al portugués Juan Barbosa, precipitado en la quiebra
mercantil a causa de que los médicos no renunciaban al hábito y
beneficio de despachar sus recetas en sus propias moradas. El Real
Tribunal del Protomedicato de La Habana necesitó substanciar
denuncias relativas a la injerencia de médicos en la función asignada a.
los boticarios.
Los boticarios habaneros Juan Antonio Vázquez y Joseph de
Urrutia ocurrieron al Protomèdico requiriendo la intervención y
autoridad del Real Tribunal para que en acto de estricta justicia
prohibiese a numerosos médicos y cirujanos tener boticas privadas con
violación de leyes vigentes en Indias. Teneza dictó varios autos sobre la
observancia de tales leyes, pero no fueron ejecutados por falta de
auxilio eficaz. Vázquez y Urrutia alzaron sus quejas hasta el Consejo
de Indias. De acuerdo con dictamen de éste, el Rey dispuso que se
librase despacho enderezado a todos los jueces de Cuba para que se
cortase el abuso de los médicos en perjuicio de los boticarios. En ello
contempló y aplaudió Teneza un cumplido reconocimiento de la
diligencia y equidad con que había procedido en beneficio de la
república en que él ocupaba alto oficio.
La administración de justicia por el Protomedicato no era fácil ni
agradable, como se vió en el pleito entre boticarios y médicos. En
cumplimiento de reales órdenes y en resguardo de los vecinos de La
Habana, Teneza tuvo que afrontar tempestades de contradicciones,
según su lenguaje. El atribuyó parte de lo que ocurría a la verdad

—48
de que el Tribunal era nuevo. En su defensa y en defensa de la
jurisdicción regia, en servicio de la Corona y de la pública salud de
esta ciudad, el Protomèdico puso en jueqo “tolerancia, fortaleza,
constancia, magnanimidad, sagacidad, prudencia y otras muchas
virtudes a expensas de costos, molestias, vejaciones, ruegos,
instancias, persuasiones, pasos, estudios, consultas, desvelos y otras
muchas intolerables pensiones y trabajosAunque en esta enumeración
de virtudes y esfuerzos estuvo presente la hipérbole tan del gusto de
Teneza, lo cierto era que su ministerio requería inusitada entereza en
la conducta.

Tarifa de precios de medicinas

Teneza se ocupó con particular interés en formar nn arancel o


tarifa general de precios de medicinas para ser aplicado en La Habana.
De su iniciativa dió conocimiento a la Corona. A principios de 1723
consideró conveniente llevar adelante su proyecto. No poco debió de
influir en esta decisión su deseo, de acuerdo con las necesidades
colectivas, de poner en orden las relaciones entre la Medicina y la
Farmacia sin perder de vista el mejor servicio público.
El Protomèdico, al adoptar la primera de las medidas formales
respecto de la composición de la tarifa de precios de medicinas,
determinó requerir la cooperación de boticarios de La Habana. Con
ellos quiso efectuar la tarea que se había impuesto. Los pasos de este
negocio se produjeron así:
1. En 10 de enero de 1723 Teneza, con el carácter de
Protomèdico de La Habana y su jurisdicción, dictó auto con los
fundamentos de que deseaba ser útil al común de esta ciudad y demás
lugares de su distrito, dar entero cumplimiento a su oficio y demostrar
cuán en beneficio de todos sus moradores era que las medicinas que se
despachaban en las boticas tuviesen precios señalados para su venta. A
objeto de hacer arancel o tarifa general de tales precios, mandó citar a
los maestros boticarios Juan Antonio Vázquez, Lázaro del Rey Bravo y
Joseph de Urrutía, a quienes juzgaba “de toda satisfacción y

— 49—
cumplida ciencia”. Y fijó las tres de la tarde del día siguiente
para iniciar en su morada las reuniones que él y ellos debían
celebrar, ante el escribano real Agustín Hen- ríquez, hasta dejar
terminado el expresado arancel.
2. En 11 de enero de 1723 se juntaron Teneza, Vázquez, Rey
Bravo, Urrutia y Henríquez en el local del Real Tribunal del
Protomedicato de La Habana y comenzaron a formar la tarifa
general de precios de medicinas. Sus labores, que fueron diarias,
quedaron terminadas en 3 de febrero de 1723. Todos los asistentes
suscribieron el documento contentivo del arancel.
3. En 8 de marzo de 1723 el Protomèdico, ante el Escribano,
dictó resolución por la cual, visto el arancel formado para la venta de
medicinas, mandó que el mismo fuese guardado, cumplido y ejecutado
sin transgresión alguna, so pena de diez ducados de multa por cada
vez que dejase de ser observado.
Ya la ciudad de La Habana y su jurisdicción tenían Tarifa
General de Precios de Medicinas. Con este título el Protomèdico la
dió a la estampa. De nuevo Teneza se relacionó estrechamente con la
imprenta, que se hallaba en sus orígenes en la capital de Cuba.
Impresor habanero era el francés Carlos Habré. En su taller,
pobre de material tipográfico, de procedencia gala, fué compuesta,
“con licencia de los superiores”, la Tarifa General de Precios de
Medicinas. El folleto así formado, con la data de 1723, fué uno de los
primeros hechos en la ciudad de La Habana. En la página inicial,
como adición a la portada, pudo leerse lo siguiente, aquí fielmente
reproducido:

ARANCEL
O
TARIFA GENERAL, DE PRECIOS DE las MEDICINAS
Simples y Compuestas, GALENICAS, y CHIMICAS, ANTIGUAS y
MODERNAS; que fe han de Vender en las Boticas para el bueno y
Cumplido Ufo de la MEDICINA.
MANDADO EXECUTAR POR EL Sr. DOCTOR Dn. FRANCISCO
TENESA GARCIA de CACERES RAMON de MONCADA Y RUBIRA,
Juez Mayor Alcalde Examinador

-50-
1

Portada de uno de los más antiguos impresos hechos en Cuba


Francisco Teneza estuvo ligado a los orígenes de
la imprenta en la capital de Cuba. Fué él quien
dirigió la formación de un arancel o tarifa
general de precios de medicinas para la ciudad
de La Habana y su jurisdicción, puesto en letras
de molde en la imprenta de Carlos Habré, en La
Habana, 1723. Un ejemplar de este impreso —
verdadera y rarísima joya de la bibliografía
cubana'— se conserva en la Biblioteca de la
Sociedad Económica de Amigos del País, en La
Habana.
Prothomedico de la Ciudad de la HAVANA y fu Jurisdicción, y de los Reales
Exercitos y Armada de fu Mageftad Medico del Real Hofpital de San Phelipe y
Santiago, [Orden de San Juan de Dios] de dicha Ciudad, con efpecial
incumvencia en el; Mayoral Adminiftrador General del Real Holpital de San
Lazaro della, todo por fu Mageftad; y Familiar del Santo Officio de la
Inquificion.
Executado con la Affiftencia de los Maeftros Boticarios de toda fu
Aprobación para la Obfervancia puntual en efta dicha Ciudad, y de mas
Lugares y Ciudades del Distrito.

La formación de la Tarifa General de Precios de Medicinas


dirigida por Teneza —en la descuidada ortografia del impreso apareció
Tenesa, y no Teneza— dejó en claro algunos particulares concernientes al
Protomèdico. Quedó así testimonio de que su nombre y apellidos completos
eran los de Francisco Teneza García de Cáce- res Ramón de Moneada y
Rubira y de cuáles eran las funciones oficiales que desempeñaba. Muy de
acuerdo con la habitual ampulosidad de Teneza estuvo lo de llamarse juez
Mayor Alcalde Examinador Protomèdico y Mayoral Administrador
General del Real Hospital de San Lázaro, dos de los títulos por él
exhibidos. Pero lo esencial consistió en el servicio que, por obra del Real
Tribunal del Protomedicato, prestó el nuevo arancel en resguardo del
interés público.

Lázaro del Rey Bravo

El Protomedicato no descuidaba en La Habana la necesidad de situar


dentro de sus justos límites las respectivas actividades de médicos y
boticarios. Claramente se había visto que sostenía el derecho de los
segundos tratando de evitar que los primeros preparasen y despacharan
sus propias recetas. Pero los excesos no eran sólo debidos a los médicos. Los
boticarios los cometían también, y con la circunstancia agravante de
comprometer la salud pública.
En 1723 seguía residiendo en La Habana el boticario Lázaro del Rey
Bravo. Supo el Protomèdico de los abusos de aquél "en el ejercicio de su
oficio en grave perjui-

-53-
ció de la salud pública”, y contra él inició causa criminal. Lo que
pudo reducirse a la mera instrucción de un processo en averiguación de la
certeza de actos delictuosos alcanzó inusitadas dimensiones por efecto de la
violenta actitud adoptada por Rey Bravo “en desacato y resistencia ra la
real justicia” ejercida por el “Tribunal del Protomedicato, dando de palos
al ministro alguacil fiscal de su juzgado traidora y alevosamente,
cogiéndole entre puertas en las casas de su morada, adonde fué de orden
verbal a cierto requerimiento”. Tamaña demasía complicó el caso de Rey
Bravo y puso en berlina al Protomedicato. Este tenía a fines de 1723
incoadas cuatro causas crimínales contra el iracundo y peligroso boticario.
La acción del Protomedicato contra Rey Bravo fué enérgica. El
Tribunal hizo quemar “algunas medicinas por adulteradas y nocivas a la
pública salud”, las que el culpado vendía “en su oficina por buenas y
suficientes Hizo más: redujo a prisión al peligroso boticario y trabó
embargo sobre sus bienes.
En el conflicto entre Rey Bravo y el Protomedicato chocó éste con
fuertes obstáculos. Protomèdico habanero seguía siendo Francisco Teneza,
convertido en blanco de la inquina de Rey Bravo y de la enemiga de otros
funcionarios de la justicia colonial. El gobernador Gregorio Guazo
Calderón dictó auto dispositivo de que le fuesen entregadas las causas que
estaba instruyendo el Real Tri- bunal del Protomedicato contra Rey Bravo.
Conjuntamente con el escribano encargado de notificar esa resolución a
Teneza se presentó ante el mismo el ayudante de guardia del Capitán
General con orden de poner preso en el castillo de El Morro al Protomèdico
si se negaba a inhibirse del conocimiento de los procesos contra el irascible
e influyente boticario. Teneza consideró que aquello violaba el respeto
debido a los jueces y a los derechos natural, civil y de gentes en lo que
enseñaban que cada quien ejerciese sólo lo que le estuviera cometido, pero,
bajo la amenaza esgrimida, entregó los autos y apeló para ante el Rey y el
Consejo de Indias.
El Protomèdico estimó que el hecho de habérsele arrebatado el
conocimiento de lo principal en las causas contra Rey Bravo no le vedaba
adoptar medidas de se-

-54-
guridad respecto de la persona y los bienes del culpado, y mandó retenerlo
en prisión y ratificó el embargo de sus propiedades. El Capitán General
decretó la libertad provisional de Rey Bravo mediante fianza hipotecaria,
que el procesado constituyó sobre casas de su pertenencia. Teneza tuvo
esto por una violencia más de Guazo Calderón, quien ya conocía la
apelación para ante el Rey y el Consejo de Indias, a los que, a su entender,
había pasado el conocimiento de los autos.
La soltura del Rey Bravo engendró una nueva controversia. Con el
fundamento de que él era casado en España, de que su mujer se hallaba en
Cádiz y de que una real cédula prevenía a las justicias que no consintiesen
que en Indias demoraran hombres cuyas esposas estuviesen en Europa, el
conde de Casa Bayona, alcalde ordinario de La Habana, inició
procedimiento criminal contra Rey Bravo, mandó llevarlo preso a El
Morro, se dispuso a enviarlo a España y dictó auto por el cual autorizó al
reo a disponer de sus bienes a su arbitrio. Todo esto fué concebido y
llevado adelante con el propósito de echar por tierra cuanto había realizado
Teneza.
La situación del Real Tribunal del Protomedicato en el ruidoso caso
de Rey Bravo empeoró en medio de las cuestiones forales suscitadas por
Guazo Calderón y Casa Bayona. El Gobernador, requerido para que
coadyuvase a la defensa del decoro debido a la soberana y suprema
potestad regia y para que compeliese al reo a satisfacer costas causadas en
los autos seguidos por el Protomedicato, "no quiso prestar el auxilio ni
para lo uno ni para lo otro”. El Alcalde Ordinario, a quien fueron
enderezados requerimientos del Protomedicato, se negó a oírlos. Hasta el
escribano del Tribunal, Gaspar Fuertes, se abstuvo de cumplir el deber de
notificar al Conde providencias dictadas por el Protomèdico.
La intervención de Casa Bayona en los escándalos de Rey Bravo
culminó en la salida del mismo hacia España en la ocasión de flota de
mediados de 1724. Así quedó burlada la acción del Protomedicato. No
había podido Teneza triunfar en la pugna originada por la venta de
medicinas adulteradas y nocivas a la salud pública.

-55-
Teneza expresó a Felipe V que él se había separado del conocimiento
de las causas instruidas contra Rey Bravo. A esto lo habían llevado las
vejaciones con que de continuo lo molestaban el Gobernador y demás justi-
cias, empeñados en impedir que usase y ejerciera libre y
desembarazadamente la autoridad aneja a su oficio. Además, Guazo
Calderón pretendía privar al Protomedicato del conocimiento de negocios
judiciales que le estaban atribuidos por el real título de su creación.
Felipe V no se mostró tardo ni omiso ante las controversias
habaneras que tanto comprometían la autoridad del Protomedicato. En real
cédula dada en Buen Retiro el 30 de julio de 1724 se dispuso que las
cuestiones forales suscitadas por la conducta de Rey Bravo pasasen a la
Audiencia de Santo Domingo, el más alto tribunal de las Antillas. En el
entretanto el intrépido y agresivo boticario se ocupaba en querellarse
contra Teneza ante el Consejo de Indias.

La capacidad legal de Teneza como médico


Como si Francisco Teneza hubiese adivinado a lo que podían llegar
las intrigas de Lázaro del Rey Bravo en España, había tratado de evitar que
saliese de La Habana al amparo de auto dictado por el alcalde ordinario
Casa Bayona. El Protomédico no se equivocó. Rey Bravo, armado con una
certificación expedida por el escribano del Protomedicato de Madrid según
la cual no aparecía que se hubiese despachado carta, permiso ni facultad
para curar en favor de Teneza, lo acusó de ejercer la Medicina ilegalmente.
El Consejo de Indias acordó que por el capitán general de Cuba se
constriñese a Teneza a presentar el título original de su licencia.
Para Teneza, que llevaba tres lustros encabezando en La Habana el
Real Tribunal del Protomedicato, la acusación de Rey Bravo constituía un
agravio anonadante. Pero lo peor no consistía en la denuncia del violento
boticario: lo peor consistía en que, ciertamente, Teneza carecía de
competente carta, licencia o facultad para ejercer la Medicina. En rigor, él
no era graduado en esta facul-

-56-
tad, ni había pasado examen protomèdico alguno, ni había alcanzado
merced regia que lo capacitase para curar. En cambio, lo favorecían el
consentimiento implícito de la Corona y la práctica médica de treinta años.
Rey Bravo pudo ser incontenible en el afán de resistir y acusar a
Teneza. Mas Teneza disponía de extraordinarios recursos para defenderse
eficazmente. En La Habana, con fecha 22 de julio de 1725, Teneza terminó
una larga carta dirigida al Rey, á quien deseaba que Dios guardase muchos
años, tantos como la cristiandad necesitaba. En este manuscrito el
Protomèdico exhibió las buenas razones que lo habilitaban para ejercer
lícitamente el arte y la ciencia de curar.
El caso de Carlos del Rey constituía un precioso antecedente en favor
de Teneza. Este había pretendido, en los primeros tiempos del Tribunal,
privar a Rey del derecho de ejercer la Medicina porque carecía de título
universitario y de licencia protomédica. La Corona había amparado a Rey
ordenando a Teneza que se abstuviese de embarazar a aquél en la
continuación del oficio de curar, porque era mucha la práctica y estaba
acreditada la experiencia adquirida por quien llevaba veinte años
atendiendo enfermos. Y el tiempo que Teneza contaba como facultativo,
primeramente en una flota real, luego en la ciudad de La Habana y por
último como protomèdico, siempre con aciertos reconocidos y alabados,
pasaba de tres décadas.
Además de la buena y larga práctica médica que favorecía a Teneza,
apoyaba su posición el título de protomèdico real. De esta manera la
Corona, aunque indirectamente, confiriéndole la facultad de examinar y
habilitar a médicos, cirujanos, barberos, algebristas, parteras, boticarios y
cualesquiera otras personas dedicadas a aliviar a enfermos y eliminar
enfermedades, le había hecho objeto de una merced de indiscutible
legitimidad. El caso de Carlos del Rey permitía a Teneza recordar que
“criar médicos y darles aprobación para poder curar” era una de las
regalías supremas reservadas a la Corona. Felipe V, nombrando
protomèdico de La Habana a Teneza, había usado la prerrogativa de criar o
crear médicos. Y bien

57-
creado estaba quien sumaba hasta treinta años en el oficio de curar y
más de quince en la vigilancia del ejercicio de la Medicina en todas sus
manifestaciones.
A Teneza no fué posible presentar al Capitán General título de
médico, porque el universitario que poseía era de abogado, ni licencia
protomédica, porque no se había sometido a examen alguno. En cambio,
manejó precedentes que le bastaron para suplir el título y la licencia. Su
mejor defensa consistió en la fuerza que al derecho adquirido por su
práctica y experiencia médicas deparaba ia regia gracia que era fuente de
su dignidad protomédica.

Tribunal de Estado

El Real Tribunal del Protomedicato de La Habana nació y vivió


durante muchos años bajo la influencia de Francisco Teneza García de
Cáceres Ramón de Moneada y Rubira. El improvisado facultativo de
galeones llegado a protomèdico real jamás dejó de mostrarse erudito,
activo, absorbente, autoritario y vanidoso. Estas prendas, de tan varia
calidad, pesaron en la suerte del Tribunal, ya próspera, ya adversa.
El Tribunal estuvo formado al principio únicamente por Teneza,
quien actuaba con uno de los escribanos numerarios. En los albores del
segundo cuarto del siglo XVIII ingresó en el Tribunal el doctor Luis
Fontayne, francés por nacimiento, poseedor de excepcional crédito
profesional y nombrado por el Rey en calidad de segundo de Teneza.
Teneza favoreció las iniciativas que adicionaron las tareas de examinar a
médicos, cirujanos, boticarios, barberos, algebristas y parteras con loables
funciones de asistencia social.
El aumento del número de asuntos de la incumbencia del Real
Tribunal afirmó la necesidad de darle carácter plural. En el año de 1739 se
componía de tres protomé- dicos y un fiscal. Eran nombrados
interinamente por el Capitán General, con opción progresiva desde la
plaza de Fiscal hasta la de Primer Protomèdico o Presidente, “con

-58-
firmados por la Real Persona en todos los casos de as~ censo y
vacante”. Al Consejo de Indias correspondía expedir los reales títulos.
Distintivos de cada uno de los miembros del Real Tribunal del
Protomedicato eran el tratamiento de Seño- ría, el uso de dosel e insignias
de puño de oro y otras apreciables manifestaciones de autoridad y
prominencia. El goce de estos honores fué sometido en más de una oca-
sión a juicio y debate, llevados hasta las gradas del trono español y hasta el
Consejo de Indias. En tales controversias triunfó el Tribunal.
Ni la existencia de la Real y Pontificia Universidad en La Habana ni
la presentación de títulos expedidos por otros centros hispánicos de altos
estudios privaron al Protomedicato de la capital de Cuba de la potestad
con que lo dotaron las leyes de Indias en general y la voluntad de Felipe V
en particular. Los miembros del Real Tribunal llegaron a ser llamados
jueces examinadores, visitadores y alcaldes mayores de médicos, cirujanos,
flebotomianosi hernistas, algebristas, oculistas, destiladores, parteras, le-
prosos y boticarios. Las pruebas a que era sometido ca'* da aspirante se
iniciaban con las relativas a su filiación ca* tólica apostólica romana, a sus
estudios universitarios y a su conducta. Luego era recibido a examen
teórico y práctico, consistente, por espacio de no menos de dos horas, en
preguntas sobre el pulso, la orina y cualesquiera otros puntos de Medicina
y Cirugía. Y quedaba aprobado si contestaba bien y cumplidamente y
prestaba juramento de defender el misterio de la Purísima Concepción de
la Virgen María, usar con rectitud su facultad, hacer limosnas a los
pobres, guardar las leyes y pragmáticas reales, curar todas las
enfermedades cometidas a su disciplina, visitar pacientes, conducir
discípulos y ejecutar cuanto más le incumbiese como depositario de los
privilegios, gracias, mercedes, exenciones, prerrogativas e inmunidades
inherentes a su profesión. En lo que tenía de capacidad para aprobar o
suspender a graduados universitarios, el Protomedicato adquirió el
carácter de tribunal de Estado, al que se hallaba reservada la potestad de
autorizar el ejercicio de las carreras de Medicina, Cirugía y Farmacia.

-59-
Las funciones examinadoras del Real Tribunal del
Protomedicato tuvieron que adecuarse a las reformas que
experimentaban las enseñanzas de la Medicina y la Ci- rugía. La
clasificación y capacidad de médicos y cirujanos se determinaban más
concretamente en la medida en que mayores resultaban sus estudios.
Médicos cirujanos eran los que ejercían la profesión sin limitación
alguna. Médicos, los que únicamente atendían afecciones internas.
Cirujanos latinos, los que sólo trataban enfermedades externas.
Cirujanos romancistas, los que, llamados a curar dolencias externas,
también intervenían en las internas en casos de urgencia. El
Protomedicato no pudo dejar de tener en cuenta las mudanzas que se
producían en la preparación académica de médicos y cirujanos.

Avatares del Tribunal


Nuevas necesidades en los servicios médicos y farmacéuticos
explicaban, si no justificaban, la tendencia a acrecentar la composición
del Protomedicato de La Habana. En 1793 la Corona aprobó la
elección de un segundo fiscal hecha por el Real Tribunal. El Rey
admitió entonces la conveniencia de que hubiese quien sustituyera al
Fiscal en sus ausencias, enfermedades o impedimentos legítimos.
La muerte del Primer Protomèdico en 1798 produjo un
movimiento general entre los miembros del Tribunal. El Capitán
General cubrió la vacante causada por el deceso del Protomèdico
Primero con el Segundo, que optó por ella, y ascendió al Tercero a
Segundo, al Fiscal a Tercero y al Fiscal Segundo a Fiscal Primero. El
Consejo de Indias aprobó lo decretado por el gobernador de La
Habana.
En la Corte se advirtió que lo tolerado en 1793 degeneraba en un
hábito peligroso para la regia prerrogativa. En 1799 el Consejo de
Indias prohibió que se volviese a dar la Fiscalía Segunda, declarando
que “el Fiscal en caso de enfermedad o ausencia debía poner a su costa
uno que desempeñase sus funciones, sin que por ello adquiriera
derecho a la plaza”. Pero en España había

— 60—
también quienes gustaban internarse en el terreno de la corruptela que el
Consejo de Indias quería eliminar.
La Regencia de España e Indias la Regencia de las Españas— confirió
en 1811 al doctor José Antonio Bernal la plaza de Fiscal Segundo, no
obstante hallarse suprimida. La reclamaron varios aspirantes, que se
creían más beneméritos que Bernal, y el propio Tribunal, que llegó a
nombrar a un hijo del Protomèdico Primero. La Regencia se mantuvo
firme en el uso de un derecho que consideraba exclusivamente suyo en
aquel momento, y en 1812 anuló la elección hecha por el Protomedicato y
ratificó a Bernal en la Fiscalía Segunda.
A despecho de las enormes dificultades que afligían a la Nación, la
Regencia observaba detenidamente la organización de tribunales
ultramarinos como el del Protomedicato de La Habana. Su actitud
respecto de la Fiscalía Segunda no dejaba lugar a dudas acerca de su celo.
Y su sano interés no se hallaba limitado a la mera provisión de empleos:
llegaba a la entraña misma de la institución.

Espíritu de renovación
La Regencia de las Españas contó con las inspiraciones y los
servicios de individuos ilustrados e inclinados a elevar el nivel de las
ciencias, lina real cédula librada en Cádiz en 18 de noviembre de 1812
pautó la realización de nuevos esfuerzos en bien del ejercicio de la Medi-
cina y profesiones auxiliares. En los fundamentos de este documento se
expresaron serias consideraciones:
“Entre las muchas providencias que desde el principio del
descubrimiento y pacificación de las provincias de Ultramar se dieron para
lograr el bienestar y felicidad de sus habitantes merecen singular atención
y elogio las que se dirigieron a proporcionarles los medios de instruirse en
todas las ciencias, especialmente en aquellas que tienen por principal
objeto la conservación de la salud y remedio de las muchas y peligrosas
enfermedades que afligen al hombre, acreditándose en estas disposiciones
la ilustración y

- 61-
benéfica solicitud del Gobierno, que dispuso por la ley P lib. 5, tít. 69, del
Código Ultramarino el envío de hábiles profesores con el nombre de
protomédicos, revestidos de la competente autoridad para desempeñar los
delicados encargos que eran propios de su instituto, conforme a las ideas y
conocimientos que se tenían en aquellos tiempos relativamente a un
asunto tan interesante. Posteriormente; con la mira de perfeccionarle y
darle aquel arreglo que exigen su especial calidad y trascendencia, se
crearon en Nueva España, el Perú y otros reinos Tribunales del Pro-
tomedicato y se exigieron, en las respectivas Universidades, Cátedras de
Medicina, en el Hospital de Naturales de México un anfiteatro
anatómico, y últimamente en el de San Andrés de la propia ciudad una
Cátedra de Clínica
La ley de Indias citada por la Regencia era la real Cédula dada por
Felipe II, en Madrid, el 11 de enero de 1570. De su sabiduría hablaba el
hecho de que al cabo de doscientos cuarenta y dos años aún se la tomase
como punto de referencia para proseguir una buena política médica. El
espíritu de renovación exhibido en el siglo XVI remanecía en los albores
del XIX.
La Regencia recordaba los progresos logrados en Europa por las
ciencias fundamentales y auxiliares de la noble y útil profesión médica.
Por otra parte, llamaban su atención los abusos que podían haberse
introducido en la España ultramarina por ignorancia o malicia en los di-
versos ramos de la enseñanza. Y deseaba organizar a la mayor brevedad
parte tan necesaria de la instrucción pública y darle la extensión y
perfección a que podía aspirarse. Para ello era indispensable conocer el
orden y método con que se manejaban las corporaciones encarga-das de su
dirección económica y gubernativa, cuáles eran sus fondos, existencias,
origen e inversión y formalidades que se observaban en la administración
y custodia de sus caudales, con todo lo demás que fuese conveniente saber.
La Regencia del Reino resolvió preguntar al Tribunal del Protomedicato
de La Habana: a) cuáles eran sus funciones, días y horas que ocupaba en
llenar las obligaciones que le eran anejas, individuos que lo componían y
sus salarios, gajes o adehalas; b) qué número de facultativos había
examinado en el último decenio, con distinción de

— 62—
médicos, cirujanos, farmacéuticos, flebotomianos, comadrones y
comadres; c) qué derechos, propinas o adehalas satisfacía,
respectivamente, cada uno, su distribución y partícipes; d) el origen de
sus fondos y fines a que estaban destinados; e) si había en caja tres llaves,
quiénes eran los claveros y con qué formalidades se movían en ella los
caudales; f) a qué autoridad pública se rendían las cuentas; g) qué medios
podrían adoptarse para dar a la facultad todo el esplendor y lustre que se
merecía, a fin de aumentar el número de los profesores; h) qué método de
enseñanza se seguía y si convendría establecer otro, sobre lo que se
formaría y remitiría el correspondiente proyecto; i) en qué estado se
hallaba y qué progreso había hecho el ramo de botánica.
La real cédula de 18 de noviembre de 1812, enviada por la Regencia
del Reino a la Capitanía General, pasó al Protomedicato de La Habana.
Este debió de comprender que las interrogaciones y los requirimientos
hechos desde España traducían inquietudes oficiales nutridas por un
temor y por un anhelo: el temor de que las cosas dependientes del Real
Tribunal no anduviesen bien y el \ anhelo de perfeccionar este
instrumento de bien público. En la constitución de las Españas firmada
en Cádiz se leía que entre las principales obligaciones de todos los es-
pañoles se hallaban la de amar a la Patria y la de ser justos y benéficos.
La mejora del Protomedicato de La Habana procurada por la Regencia
del Reino respondía a las ansias de ascensión colectiva a que habían
pretendido dar satisfacción las Cortes Generales y Extraordinarias de la
Nación.

El médico inglés

Los adelantos generales del país marcaban los pasos del Real
Tribunal del Protomedicato. Este había surgido bajo los auspicios del
cabildo secular de La Habana. ¿Por qué no había de mantenerse en
estrecha relación con los gobiernos municipales dentro del territorio de
su jurisdicción?

^63-
En colaboración trabajaron en San Juan de los Remedios el Cabildo
Secular y el Real Tribunal del Proto- medicato con la mira de facilitar el
ejercicio del arte y de la ciencia de curar. En 1813 ambas corporaciones
auto tizaron a Manuel Otis Hall, médico inglés, natural de Londres, para
atender enfermos por término de un año, el que se consideraba necesario
para que él dominase el idioma español. El ensayo resultó satisfactorio. El
Real Tribunal le expidió licencia de médico —en el documento del caso se
expresó que el facultativo era católico—, y sus aciertos, los aciertos del
"médico inglés”, como popularmente se le llamaba, le depararon excelente
fama.
La admisión del médico inglés Otis Hall al ejercicio de su facultad
en San Juan de los Remedios cuando aún desconocía casi por completo la
lengua de sus nuevos clientes demostró la amplitud del criterio del Real
Tribunal del Protomedicato. Semejante flexibilidad se hallaba aconsejada
por la escasez de personas idóneas en empeños de aliviar y curar.
Importancia, y grande, poseía el hecho de que el Protomedicato de La
Habana dejase sentir su autoridad a muchas leguas a la redonda.

Controversias

La solución dada por la Regencia del Reino a las dificultades


suscitadas en La Habana en torno a la presencia de José Antonio Bernal
en el Protomedicato no cerró la puerta a nuevos conflictos. Una real
orden de 16 de septiembre de 1815 pretendió restablecer la composición
que el Tribunal tenía en 1808, cuando no existía la Fiscalía Segunda. De
esta disposición quiso valerse el Protomedicato para excluir a Bernal. La
controversia fué transferida a España.
La Junta Superior Gubernativa de Medicina, la Fiscalía ij el
Consejo de Indias dictaminaron que Bernal debía mantenerse en la
función que le había asignado la Regencia. Fernando VII, conforme con
tales pareceres, ratificó en 1818 la designación recaída en Bernal. Pero no
limitó la expresión de su soberana voluntad al men-

-64-
tado trámite: hizo conocer al Protomedicato de La Habana el desagrado
que su modo de proceder le había producido.
Mientras en la Metrópoli se substanciaba el pleito entre el
Protomedicato y el Fiscal Segundo surgió nueva pugna en la Colonia.
Con motivo del fallecimiento del Protomèdico Segundo debían sobrevenir
las opciones autorizadas, pasando el Protomèdico Tercero a Segundo, el
Fiscal Primero a Protomèdico Tercero y el Fiscal Segundo a Primero. El
doctor Bernal solicitó del Capitán General y éste ordenó que así se hiciera
hasta que el Rey resolviese. Los Protomédicos contradijeron al Goberna~
dor y protestaron contra su resolución, por lo que favorecía a Bernal, aun
después de conocerse lo mandado por Fernando VII en resguardo de los
derechos del Fiscal Segundo. El Capitán General sostuvo que facultad
suya era la de conferir en interinidad las plazas del Protomedi- cato,
declaró que al Rey tocaba la elección definitiva de los miembros del
Tribunal y dió cuenta de todo al Consejo de Indias.
Al Consejo de Indias ocurrieron los Protomédicos y algunos
aspirantes a la Fiscalía Segunda. El Consejo, en consulta de 14 de
diciembre de 1819, expresó a Fernando VII que la conducta de los
Protomédicos era irregular, pues, hallándose establecida y en práctica la
escala de unas a otras plazas, no podían impedir las opciones interinas
decretadas por el Capitán General, quien había hecho muy bien en
sostener con firmeza sus atribuciones para nombrar a los interinos,
obligando a darles posesión, y en defender la regia potestad de
confirmarlos. Asimismo tuvo el Consejo por extrañas e inconsecuentes las
gestiones de los Protomédicos respecto de la Fiscalía Segunda. El
dictamen del Consejo comprendió claros pronunciamientos: a) el Rey,
aprobando los nombramientos provisionales, debía mandar expedir los
títulos correspondientes en la forma ordinaria y ratificar la supresión de la
plaza del Fiscal Segundo; b) los Protomédicos carecían de potestad vara
resistir el cumplimiento de lo resuelto por el Capitán General, contra lo
que les cabía protestar y representar ante la Corona; c) el Capitán General
no había cometido exceso alguno sosteniendo su autoridad y las

65-
regalías del Trono; d) estos pareceres, en conformándose con ellos el
Rey, serían comunicados al Capitán General y a los Protomédicos: al
Capitán General para su satisfacción y para que sirviesen de regla en lo
sucesivo y a los Protomédicos a objeto de que entendiesen el grado de
sorpresa y condenación a que había dado lugar su conducta.
Fernando VII aprobó el dictamen del Consejo de Indias, que publicó
la regia sanción en 3 de enero de 1820. Mas, según el propio Fernando
VII, su resolución no pudo ser comunicada a La Habana a causa de "las
desagradables ocurrencias políticas que luego sobrevinieron”. Por otra
parte, habiendo fallecido en abril de 1822 el Protomèdico Primero, decretó
el Capitán General las promociones interinas de los otros Protomédicos y
de los Fiscales, lo que originó que de Cuba saliesen para España escritos en
solicitud de la confirmación de los ascensos de escala y de la Fiscalía
Segunda, que se consideraba vacante. El Consejo de Indias conoció el nue-
vo caso. De acuerdo con su parecer, Fernando VII declaró definitivamente
suprimida la Fiscalía Segunda y reprendió a quienes fueran Protomédicos
en la época de las disidencias entre ellos y el Capitán General. En cédula
dada en Aran juez el 1° de junio de 1825 el Rey mandó que se hiciera
entender en Cuba que así era su voluntad.

Vicisitudes
En La Habana el Protomedicato llegó a ocupar posición
sobresaliente. Fué natural que esto ocurriese. De la mayor importancia
eran las funciones enderezadas a corregir y evitar abusos por parte de los
dedicados a aliviar y curar. De no menor entidad resultaban las tareas
encaminadas a mejorar las condiciones intelectuales y morales de los
facultativos.
El Real Tribunal llevaba su política de vigilancia hasta apartados
parajes. Cuando los moradores de la comarca no sumaban un millar, en
Mantua, en el extremo occidental de la Isla, era allí fiscal del
Protomedicato el profesor Antonio Valdés. En una población de mayor im-

— 66—
portancia, San Juan de los Remedios, coexistían, en calidad de primer
teniente fiscal y segundo teniente fiscal del Real Tribunal,
respectivamente, el licenciado José Martín de Rojas y el doctor Manuel
Otis Hall, el médico inglés.
La Medicina en Cuba contaba ya con verdaderos maestros. El doctor
Tomás Romay, que se distinguía como el primero en muy diversas
actividades humanas, servía la difícil ciencia por medio de investigaciones
e innovaciones que comunicaban honor y provecho a la Patria.
Ciertamente, el Real Tribunal del Protomedicato iba resultando
extemporáneo en La Habana, donde se fundaban otros institutos oficiales
que, por su composición y sus finalidades, tendían a eliminar el creado por
Felipe V.

Declinación

En los albores del segundo cuarto del siglo XIX fué establecida en La
Habana la Junta Superior de Sanidad. Su advenimiento tuvo aparejado el
eclipse del Real Tribunal del Protomedicato. Ño era ésta la única novedad
que conspiraba contra la subsistencia del secular organismo. Pero la
aparición de la Junta Superior era una de las medidas precursoras de la
extinción del Tribunal del Protomedicato. En real cédula de 9 de
noviembre de 1826, relativa a la división de las facultades de Medicina,
Cirugía y Farmacia, se advirtió que las Juntas Superiores de estas ramas
científicas se erigirían en lugar del Protomedicato.
Poco tiempo de existencia contaba la Junta Superior de Sanidad
cuando una opinión de muchísimo valor en Cuba y en la Corte, la opinión
de Francisco de Arango y Parreño, se mostró adversa al mantenimiento de
los exámenes de facultativos que hacía el Protomedicato. Arango era
contrario a la limitación del número de médicos y cirujanos. En cambio,
estimaba de suma conveniencia la fijación de reglas para lograr que los
aspirantes a profesores de la interesante y difícil ciencia tuviesen serios es-
tudios y largas prácticas. Cuanto a los que ya ejercían, debían tomarse
precauciones. No creía Arango que el Protomedicato pudiese adoptarlas
con eficacia.

67
El capitán general de Cuba elevó al Rey en 23 de febrero de 1829 el
expediente formado en La Habana acerca de la división de las facultades de
Medicina, Cirugía y Farmacia y su opinión sobre este importante negocio
público. El Consejo de Indias dictaminó. Y Fernando Vil firmó en 9 de
enero de 1830 la real cédula dispositiva de que en lugar del Tribunal del
Protomedica- to se estableciesen en la ciudad de La Habana dos Juntas
Superiores, una de Medicina y Cirugía y otra de Farmacia, independientes
ambas, no sólo entre sí, sino también de las existentes en España. La de
Medicina y Cirugía debía componerse de tres vocales, uno médico, otro
médico cirujano y otro cirujano latino, con un secretario. La de Farmacia
estaría integrada por tres vocales y un secretario. Todos serían nombrados
por la Corona. La propuesta de los primeros miembros de las Juntas
quedaba a cargo del Capitán General, a quien se recomendó que para
vocales escogiese facultativos que le parecieran "dignos y beneméritos por
sus conocimientos científicos y calidades morales y públicas”. No era
necesario que en los secretarios concurriese la circunstancia de ser
graduados, pero había de procurarse que fuesen “sujetos acreditados por
sus conocimientos, aptitud y expedición correspondiente en los negocios
públicos”. En recibiendo la expresada real cédula, el Gobernador haría
juntar a médicos y cirujanos y a farmacéuticos, éstos separados de
aquéllos, a fin de que acordasen y propusieran los respectivos reglamentos
de las Juntas. Al Capitán General pidió el Rey que le envíase ternas de las
personas que juzgase idóneas para las distintas plazas y le indicase la
situación en que podían y debían quedar, en las Juntas o fuera de ellas, los
que a la sazón componían el Real Tribunal del Pro- tomedicato.
En La Habana trabajaron con diligencia y acierto los encargados de
redactar los reglamentos de la Real Junta de Medicina y Cirugía y de la
Real Junta de Farmacia. En el proyecto del primero se asignó a la Junta de
Medicina y Cirugía la facultad de conferir, mediante examen, grados
menores y mayores a la manera que se practicaba respecto de los de
Medicina en la Real y Pontificia Universidad, y en su artículo 84 se pautó:

— 68—
José de la Luz y Caballero

CRONICA DEiLAS ANTILLAS


Con motivo de la epidemia de cólera morbo- asiático sufrida en
1833 por La Habana, el Real Tribunal del Protomedicato, cuya ex-
tinción estaba ya decretada, comisionó a José de la Luz y Caballero
y a otros claros varones para estudiar las condiciones me-
teorológicas reinantes en la ciudad. El gran cubano rindió su
informe en momentos en que trabajaba, como él escribió, para
formar hombres en que pudiera apoyarse la Patria.
"Se prohíbe absolutamente el ejercicio de cualquier ramo de la
Facultad a los que carecieren de títulos legítimos, entendiéndose tales
los que únicamente hayan sido expedidos por el extinguido Real
Tribunal del Protomedicato, y en adelante por la Real Junta Superior
en los términos ya prevenidos, castigándose como intrusos a los que
contravinieren, por las justicias ordinarias, previa calificación
sumaria correspondiente.”
En el proyecto de reglamento de la Real Junta Superior de
Medicina y Cirugía se habló del "extinguido Real Tribunal del
Protomedicato” porque, naturalmente, sus redactores contemplaron el
momento en que aquél empezaría a regir, el mismo en que la Junta iba
a sustituir al Tribunal. La organización legal de la Junta se llevaba a
cabo de manera que no habría entre ella y el Protomedicato solución de
continuidad.

José de la Luz y Caballero


El Real Tribunal del Protomedicato de La Habana era una
institución agónica en los momentos en que empezó a causar estragos
en Cuba el cólera morbo-asiático. Esta inmensa desgracia dió ocasión
a que, en* 1833, el Protomedicato añadiese a su historia nombres de
insignes cubanos. La capital de la Isla trepidaba en medio de la terrible
epidemia. En circunstancias tan afligentes el Real Tribunal encargó a
José de la Luz y Caballero, Antonio Noval, Francisco Ruiz y José
Antonio Saco que observasen los fenómenos metereológicos del
momento que corría, por considerar que influían en las vicisitudes de
la peste. Noval era profesor de Medicina. Ruiz enseñaba Filosofía. Luz
y Saco brillaban a la cabeza de los hijos del país empeñados en
precipitar su transformación.
La comisión designada por el Protomedicato se constituyó sin
dilación. En la mañana del día siguiente a aquel en que sus
componentes recibieron el oficio del Real Tribunal inició las
observaciones meteorológicas. Escogió para ello el local que tenía el
profesor Ruiz en el Colegio Seminario, a veinticuatro pies sobre el
nivel del mar. Con celeridad y ahinco llevó a cabo aquella inves-
tigación. Al cabo de algunas horas, en 8 de marzo de

—71 —
1833, Luz y sus compañeros de trabajo científico informaron al
Protomèdico Regente y al Segundo acerca de lo cometido a sus
saberes.
El capitán general de la Isla, Mariano Ricafort, quiso poseer
información directa de los trabajos de Luz, Noval, Ruiz y Saco. La
solicitó del primero de ellos. Y la recibió en forma amplia y cumplida,
"no obstante la indispensable precipitación con que hubo de
extenderse”, como aclaró el propio Luz. Este dictamen científico quedó
con el carácter de hermoso testimonio de la capacidad intelectual de
notable habanero que era mentor de la naciente generación cubana.
Las postreras actividades del Real Tribunal del Protomedicato de
La Habana fueron de modo especial ilustradas por las que José de la
Luz y Caballero dedicó a estudiar las condiciones meteorológicas de la
plaza mientras el cólera morbo-asiático diezmaba la población de la
Isla. El propio Luz advirtió entonces que él se veía solicitado por la
Revista Bimestre Cubana, la Sociedad Económica de Amigos del
País, el Consulado y el Protomedicato en asuntos que eran de todo el
mundo. Y él compartía su tiempo entre tales quehaceres cívicos y los
que le imponía la dirección literaria del Colegio de Carraguao. Pero lo
que éste le permitía llevar adelante lo compensaba de fatigas y
sacrificios: en los niños a quienes educaba, y los educaba tiernamente,
el noble maestro veía “los vastagos, y los mejores vástagos”, que
llegarían a ser robustos troncos en que podría apoyarse la Patria.

— Extinción del Protomedicato


El Consejo de Indias conoció el proyecto de reglamento de la
Real junta Superior de Medicina y Cirugía —a la par que el de la de
Farmacia—-, y en 9 de mayo de 1833 elevó al Trono dictamen
favorable a lo elaborado en La Habana, sin modificación alguna. En 21
de octubre del expresado año la Reina Gobernadora aprobó el
reglamento de la Real Junta Superior de Medicina y Cirugía y, con
vista de las propuestas enviadas por el capitán general de Cuba en
relación con los miembros de

— 72—
Tomás Romay

ARCHIVO DE LA AC ADEMI A DE LA HISTORIA DE CUBA


El más ilustre de los médicos cubanos en la
primera mitad del siglo XIX, el doctor Tomás
Romay, intervino de manera notable y feliz en
los actos relativos a la extinción del Real
Tribunal del Protomedicato de La Habana y en
la fundación de la Real Junta Superior de
Medicina y Cirugía, sucesora de aquél. El doctor
Romay contribuyó a que el Protomedicato
terminase sus días en forma decorosa.
la propia Junta, nombró Vocal Primero al doctor Tomás Romay, Vocal
Segundo al doctor José Antonio Bernal y Vocal Tercero al doctor
Simón Vicente de Hevia, quienes, respectivamente, eran Médico
Principal del Hospital Militar de La Habana, Protomèdico Primero y
Protomèdico Segundo y llegaban a la Junta como médico, médico
cirujano y cirujano latino. La designación de Secretario de la Junta
recayó en Félix José del Corral y Sánchez.
En la redacción del reglamento de la Real Junta Superior de
Medicina y Cirugía de la Siempre Fiel Isla de Cuba participó de modo
sobresaliente Tomás Romay, el más ilustre de los médicos cubanos al
iniciarse el segundo tercio del siglo XIX. Sus luces estuvieron al
servicio de la ciencia de sus preferencias, que tanto debía a él, y de una
solución decorosa y justa para los miembros del Protomedicato de La
Habana, de acuerdo con la previsión expresada por la Corona a la
Capitanía General. Por muerte de Lorenzo Hernández, Protomèdico
Regente o Primero, y Juan Pérez Delgado, Protomèdico Segundo,
habían pasado a ocupar las plazas vacantes José Antonio Bernal y
Simón Vicente de Hevia, poseedores de larga experiencia en el
Tribunal. El habérseles elegido para componer con Romay la Real
Junta Superior de Medicina y Cirugía fué una medida de equidad en
cuanto a ellos y de conveniencia respecto de los intereses colectivos.
La extinción del Real Tribunal del Protomedicato de La Habana
se produjo sin mengua para la historia del mismo. Resultó
consecuencia de una saludable evolución del ejercicio de la Medicina.
Y se halló revestida de la dignidad que era fácil apreciar en los actos y
las determinaciones en que intevenía el doctor Tomás Romay, patriota
eminente, curador eximio de cuerpos y de espíritus y facultativo
benemérito, como indicara la Corona, por sus conocimientos
científicos y calidades morales y públicas.

Anverso y reverso
Tuvo el Real Tribunal del Protomedicato de La Habana en sus
primeros tiempos, como tuvieron los médicos de la época de su
fundación, muchos enemigos. Arrate

■75—
se refirió a "la opinión de los declaradamente adversos a los
médicos” para señalar que aquéllos juzgaban y aún condenaban por
muy poco saludables la erección y subsistencia del Tribunal. En
cambio, su parecer, el parecer de Arrate, fué favorable al
Protomedicato. Lo defendió, más que por el prestigio de que la
institución gozaba en ciudades donde existía con aprobación y séquito,
por la verdad de que en Cuba se había levantado como valladar contra
las irrupciones de la ignorancia y de la osadía. Los insultos de los
"incógnitos y casi bárbaros curanderos” que infestaban la capital de a
Isla fueron atenuados bajo la autoridad del Tribunal, el que, a mayor
abundamiento, mejoró el régimen de las boticas y la administración de
los medicamentos. El error de tal cual facultativo no pudo desacreditar
los experimentados aciertos de los demás ni constituir daño y perjuicio
equivalentes a las repetidas monstruosidades de la época anterior al
advenimiento del Tribunal. Tal era el balance apreciado por Arrate al
cabo de media centuria de actividades y vigilancias del Protomedicato.
Por el Protomedicato de La Habana pasaron catedráticos y
facultativos ilustrados y prestigiosos. Todos, en funciones de gobierno
y justicia dedicadas a preservar la salud humana, prestaron servicios
públicos de entidad, a despecho de las deficiencias que sus adversarios
les señalaban. La vida fué para ellos, como en la feliz concepción de
Gregorio Marañón, anverso de gloria y reverso de dolor. El máximo
empeño de los más consistió en conquistar la gloria y abatir el dolor.
Desde el principio de su existencia el Protomedicato dió en Cuba
la medida de su importancia. El dictamen de hombres de pro abonó la
reputación histórica de semejante agencia de civilización. El Real
Tribunal satisfizo en La Habana necesidades colectivas hasta dar paso
a otros instrumentos de progreso y defensa sociales. Esto fué lo
suficientemente útil para que de las gestiones del Protomedicato
quedase durable memoria

-76-
A P E N D I C E

AGRADECIMIENTO

En las investigaciones por mí efectuadas para escribir el presente trabajo me auxiliaron


el doctor Néstor Carbonell, el capitán Joaquín Llaverías, el doctor Emilio Roig de
Leuchsenring y el profesor Manuel I. Mesa Rodríguez. Carbonell es uno de los cubanos que
han laborado con extraordinario provecho para la historiografía patria en el Archivo General
de Indias. Llaverías es el Director del Archivo Nacional de Cuba, a cuya mejora él ha
contribuido con celo sin par. Roig, el Historiador de la Ciudad de La Habana, ha logrado
conservar el magnífico Archivo Histórico del Ayuntamiento de la capital de la República en
condiciones de ser consultado con la mayor eficacia. Mesa es el excelente biógrafo de José de
la Luz y Caballero. A ellos expreso mi agradecimiento por su generosa cooperación.

FUENTES

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ARCHIVO GENERAL DE INDIAS. Sevilla: Audiencia de Santo Domingo. [ .. . ] Expediente
sobre controversia entre D. Francisco Teneza, Protomèdico de la Habana, y D. Lázaro
del Rey Bravo, Voticario de la misma ciudad. 55 - 6 - 24.
ARCHIVO MUNICIPAL, La Habana: Actas Capitulares de los siglos XVII y XVIII.
ARCHIVO NACIONAL DE CUBA, La Habana: Reales Cédulas y Ordenes, años de 1812,
1825, 1830 y 1833.
ARRATE, JOSE MARTIN FELIX DE. Llave del Nuevo Mundo. Prólogo yr notas de Julio J. de
Le Riverend Brusone. México, 1949.
BACARDI Y MOREAU, EMILIO. Crónicas de Santiago de Cuba. Barcelona, 1908, t. I.
BOLETIN DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACION. Caracas, 1951, t. XXXVIII.
GUIA DE FORASTEROS DE LA SIEMPRE FIEL ISLA DE CUBA. La
Habana, 1826.
LOPEZ SANCHEZ, JOSE. Vida y obra del sabio médico habanero Dr. Tomás Romay y
Chacón. La Habana, 1950.
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MARTINEZ ESCOBAR, MANUEL. Historia de Remedios. (Colonización y desenvolvimiento
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PEZUELA, JACOBO DE LA, Diccionario geográfico, estadístico, histórico, de la Isla de Cuba.
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don Tomás Romay! Revista de la Biblioteca Nacional, La Habana, 1951, segunda serie, t.
II.
ZAMORA Y CORONADO, JOSE MARIA. Biblioteca de Legislación Ultramarina. Madrid,
1845, t. IV.

—78—
— Estos “Cuadernos de Historia Sanitaria” no se venden; se
distribuyen gratuitamente como un medio divulgador de
nuestro pasado sanitario.
— De la tesis o las opiniones mantenidas en los “Cuadernos de
Historia Sanitaria” solo serán responsables los autores.
—Estos "Cuadernos de Historia Sanitaria’’, no se venden; se distribuyen
gratuitamente como un medio divulgador de nuestro pasado sanitario.
---- De la tesis o las opiniones mantenidas en los “Cuadernos de Historia
Sanitaria1' sólo serán responsables los autores.

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