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Centro de Estudios y de Investigaciones sobre el Mundo Árabe Contemporáneo
Universidad Católica de Lovaina
Centro de Estudios y de investigaciones sobre el Mundo Árabe Contemporáneo
Place des Doyens, 1
1348 – Louvain-la -Neuve (Bélgica)
Correo electrónico: khader@dvlp.ucl.ac.be, bichara.khader@uclouvain.be
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Prólogo
Esta obra no constituye ni un alegato ni una requisitoria de las políticas europeas con respecto
a los países del Mediterráneo. Hay quien se presta de buena gana a este ejercicio.
Personalmente, yo me niego, pues la labor intelectual no se conforma con las posturas
zanjadas, poco amigas de sutilezas. Las cosas son rara vez sencillas, y el análisis de la
complejidad requiere, más allá de invectivas, complacencia, e incluso una vena lírica, una
cierta capacidad de observación y análisis y, sobre todo, una distancia crítica.
A este respecto, nada hay más aburrido que esos discursos estereotipados sobre “nuestra
historia común” y sobre la fraternidad y la solidaridad mediterráneas. ¿Hasta cuándo nos
sentiremos obligados, para amenizar un discurso o una conferencia, a citar a Fernand Braudel
y meterlo hasta en la sopa? Apuesto a que muchos de quienes lo citan nunca lo han leído. ¿Y
por qué no mencionar lo que decía Jacques Berque (1910-95) sobre la «utopía creadora» y las
«nuevas Andalucías»?2 Esas «Andalucías siempre retomadas de donde extraemos los
escombros amontonados y la infinita esperanza».3 Las frases poéticas de Pedrag Matvejevitch
en “Bréviaire Méditerranéen” y en otros escritos: recuerda que si “el Atlántico sigue siendo
un mar de distancias, el Mediterráneo es de vecindad” y que “el Mediterráneo no es sólo
geografía… es un destino. El nuestro reiniciado cada ola”.4 Y sobre todo, ¿por qué no citar al
gran trovador árabe del amor, del reencuentro, del Mediterráneo reconciliado, que fue el poeta
Adonis? ¿Acaso Amin Maaluf no ha escrito hermosas páginas sobre las «identidades
múltiples», a menudo «asesinas»? ¿Acaso el escritor egipcio Taha Hussein, a pesar de ser
ciego, no fue un brillante defensor de la mediterraneidad de Egipto y de la fecundación
cultural de ambas orillas?
2
BERQUE, Jacques, Arabies, París, Stock, 1978.
Mémoires des deux rives, París, Seuil, 1989.
3
BERQUE, Jacques, Andalousies, París, Sindbad, 1981, p.42.
4
Matvejevitch, Pedrag : “La Méditerranée comme destin”, en GEO : Méditerranée : richesse et enjeux d’une mer unique,
nº355, septiembre de 2008. p. 56-58
2
gran público europeo, lo que da fe del más terrible de los desequilibrios: el desequilibrio del
intercambio cultural.
Este libro viene a sumarse a mis otras obras recientes sobre Europa, el mundo árabe y el
Mediterráneo.5 Aspira a hacer un balance desapasionado del Partenariado Euromediterráneo,
denominado Proceso de Barcelona, a elaborar una síntesis crítica de la política europea de
vecindad (PEV) y, por último, a comprender las motivaciones que hay tras el nuevo proyecto
del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de la Unión Mediterránea, rebautizada, después del
Consejo Europeo del 13-14 de marzo de 2008, como Proceso de Barcelona: Unión por el
Mediterráneo y finalmente denominada en la Declaración de Marsella (3-4 de
noviembre de 2008) “Unión por el Mediterráneo”.
Por lo que respecta a la PEV, no cuento con suficiente distancia como para aventurarme a
hacer un balance. Por tanto, el capítulo dedicado a este tema se circunscribe a un ámbito
limitado: analiza los textos, identifica los objetivos desde el punto de vista europeo y subraya
los límites operativos, e incluso las contradicciones inherentes a dicha política.
En cuanto al nuevo retoño llamado « Unión por el Mediterráneo», aún está en pañales. En
este momento, no sabemos si será fuerte o raquítico, si se parecerá a sus padres (Proceso de
Barcelona y PEV) o si será distinto y se labrará una brillante carrera.
Al saberse pocas cosas sobre este nuevo nacimiento, he preferido dedicar un capítulo al
análisis de la idea inicial de su «genitor», Nicolas Sarkozy, desmenuzando sus discursos de
Toulon y Tánger y las primeras reacciones frente a dichos discursos sobre la Unión
Mediterránea. ¿Por qué esta nueva idea? ¿Por qué ahora? ¿Se trata de una Unión de proyectos
o de un proyecto de Unión? ¿Por qué hemos pasado de Unión Mediterránea a Unión por el
5
L’Europe et le Monde Arabe: cousins, voisins, París, Publisud, 1992.
Versión española : ICMA, Madrid,1995
-L’Europe et le Maghreb: enjeux et perspectives, París, Publisud, 1994.
Versión española : Fundación Paulino Torras Domenech , Barcelona,1992
-L’Europe et les pays arabes du Golfe: partenaires distants, París, Publisud, 1994.
- L’Europe et la Palestine : des Croisades à nos jours, París, l’Harmattan, 1999,
Versión española: Bellaterra, Barcelone, 1999
- L’Europe et la Méditerranée: géopolitique de la proximité, París, l’Harmattan, 1995,
Versión española : Icaria, Barcelona,1995
-El Muro invisible :Icaria ,Barcelona, 1995
-Le Partenariat euro-méditerranéen après la conférence de Barcelone, París, l’Harmattan, 1997.
-Le Partenariat euro-méditerranéen vu du Sud, París, l’Harmattan, 2001.
3
Mediterráneo? Y por último, ¿cómo es que la Unión Europea recuperó la idea francesa? ¿Y
qué luz arroja sobre este asunto la comunicación de la Comisión (mayo de 2008), la
Declaración de la Cumbre de París (13 de julio de 2008) y, sobre todo, la Declaración de los
ministros de Asuntos Exteriores, reunidos en Marsella el 3 y 4 de noviembre de 2008? El
capítulo concluye con una propuesta personal que denomino Partenariado Regional
Privilegiado (PRP).
Aparte de los dos largos capítulos dedicados a la PEV y a la Unión por el Mediterráneo, esta
obra se detiene, sobre todo, en el balance del Proceso de Barcelona. No soy el único que se
adentra en ese dominio. Hay innumerables coloquios, conferencias, informes y documentos
oficiales consagrados a este ejercicio. No se ha omitido ni un solo aspecto del Proceso de
Barcelona: todo se ha estudiado, desmenuzado, analizado y pasado por la criba de la crítica.
Si algo tiene de original este libro, es que ahonda más en las transformaciones geopolíticas,
económicas y migratorias ocurridas desde 1995 y que, directa o indirectamente, han afectado
al Proceso de Barcelona: una crisis institucional en Europa, dos nuevas ampliaciones,
persistencia de la colonización israelí de los territorios palestinos, a pesar de ser parte
integrante del Proceso de Barcelona, bloqueo del Proceso de Oslo, estallido de la segunda
Intifada palestina, tres nuevas guerras en Irak (2003), en Líbano (2006), y en Gaza (2009),
nueva PEV, ofensiva estadounidense y asiática en el Mediterráneo y en el mundo árabe.
El libro contiene también un capítulo sobre las migraciones y las evoluciones económicas,
pero sólo con afán de hacer hincapié en un postulado básico de esta obra: al final, el Proceso
de Barcelona no ha sido ni «una misa mediática» (como lo califican determinados
observadores) ni un " hito histórico» ni mucho menos un «punto de ruptura» (como lo
describen ciertos aduladores incondicionales de la UE). Más que un momento decisivo, el
Proceso de Barcelona ha sido una simple etapa en las agitadas relaciones entre ambas orillas.
¿Se trataba de un paso bien encaminado? Ésta es precisamente la pregunta que esta obra trata
de responder.
4
a apoyar la tesis del fracaso de un proceso, de un impulso malogrado, de una ambición
frustrada: hay expertos que ya han escrito el epitafio en la lápida del Proceso de Barcelona.
Otros desgranan, a porfía, las quejas con respecto a la UE: la Unión es quien propone;
dispone e impone: ejerce un liderazgo direccional, normativo y financiero; adopta un
enfoque de las fronteras centrado en la seguridad (no hay libertad de circulación); se
escuda tras la PAC (política agrícola común) para poner trabas a la libre circulación de los
productos agrícolas; su gestión de los programas MEDA es demasiado burocrática y quien
al final se beneficia de su ayuda son las grandes entidades dotadas de logística suficiente, su
retórica asociativa contrasta con la modicidad de sus inversiones en la zona mediterránea; no
implica lo suficiente a las sociedades civiles y sólo integra a los actores que, sin tener
siempre un arraigo local, mantienen un discurso que le resulta grato; por último, desarrolla
un discurso sobre el diálogo cultural y religioso alejado de la realidad de una islamofobia
creciente que no logra encauzar.
No cabe duda de que algunos de estos reproches son legítimos. Ni siquiera yo soy siempre
indulgente con el proceder de la UE y, en este sentido, el libro no es condescendiente. Ahora
bien, si uno pone demasiado empeño en agobiar a la UE, se arriesga a saltarse las
obligaciones, de todo tipo, que pesan sobre su acción exterior, e incluso a descalificar, casi a
priori, todo lo que acomete en su zona de proximidad. Además, ¿por qué tomarla sólo con
la UE? ¿Acaso los propios países mediterráneos están fuera de toda sospecha? ¿Han
respetado sus compromisos en términos de apertura de los mercados, reforma política y
transparencia administrativa e institucional? ¿Acaso han saneado sus relaciones entre ellos,
retejiendo los hilos del diálogo, tomado la senda de la cooperación? ¿Acaso han hecho lo
necesario para aumentar su atractivo a ojos de los inversores internacionales? ¿Por qué están
cerradas las fronteras entre Argelia y Marruecos, dos países hermanos, desde 1994? ¿Por qué
la cuestión de Chipre sigue en suspenso? ¿Por qué Siria acepta de mala gana participar en el
Proceso de Barcelona? ¿Por qué Israel destruye las infraestructuras de Líbano, asedia a Gaza
y, en 2009, la transforma en un camp de ruinas y sigue construyendo un muro que destripa a
Palestina y sigue imperturbablemente colonizando los territorios que ocupa desde 1967?
5
y pueda conducir a los países mediterráneos hasta el destino deseado, es decir, un mayor
desarrollo, estabilidad y seguridad, o bien cambiamos de política y de paradigma.
Por mi parte, creo que el término "partenariado" abarca más una rutina procesal que una
visión. Para demostrar que funciona, los funcionarios de la UE enumeran la cantidad de
reuniones celebradas, de programas iniciados, de fondos desembolsados, de acciones
emprendidas, e nuevas políticas como la PEV. He llegado oír a un funcionario decir que «si
Palestina existe es gracias a la ayuda europea», a otro jactarse de que Israel y los árabes «se
reúnen y hablan» y que «es el único foro donde debaten» y a un tercero afirmar, sin pestañear,
que «sin Partenariado Euromediterráneo la situación sería mucho peor». Me gustaría invitar a
todos esos funcionarios a pasear por las calles de El Cairo o Casablanca, a preguntar a los
jóvenes mediterráneos lo que conocen del Partenariado y a consultar a los millones de
ciudadanos que no sueñan más que con una cosa: marcharse, y emigrar . Asimismo, quisiera
que los funcionarios comunitarios dieran una vuelta por Kalkilya o Belén (en la Palestina
ocupada) para ver los muros, de cemento armado, que separan a las poblaciones, mientras los
ministros israelíes, palestinos, árabes y europeos hablan, en Bruselas o donde sea, de
«partenariado». Quisiera invitar los dirigentes europeos a ver los escombros de Gaza
martirizada por los bombardeos con fósforo, tachados por la terminología oficial europea de
"desproporcionados". Estas constataciones revelan, si es que es necesario, el desfase
desolador entre los discursos sobre el Partenariado y las prácticas de los socios sobre el
terreno. Así, en un afán de franqueza, habría que, tal y como sugiere Thierry Fabre “enumerar
los desacuerdos” e “identificar las incomprensiones para salir del tiempo de las ilusiones”.6
Dicho esto, no hay que exagerar. A la hora de valorar el proceso de Barcelona seria
inadecuado echar las campanas al vuelo, pero, seria injusto echar todo el proceso al suelo y
considerarlo como une política fracasada. Pese a sus insuficiencias, el Proceso de Barcelona
ha permitido una buena estabilización macroeconómica, una tímida apertura de los mercados,
reformas políticas controladas. Ha abierto paso al encuentro de las sociedades civiles. Ha
impulsado el interés académico por los asuntos mediterráneos. Ha sensibilizado a regiones y
ciudades sobre temas comunes. Ha facilitado que se asociaran operadores económicos. Nada
de eso puede negarse. Sin embargo, sigue siendo insuficiente frente a los conflictos
persistentes que envenenan las relaciones y a los retos que plantea el espacio mediterráneo en
6
Fabre, Thierry : « Pour une Communauté méditerranéenne : entre le temps de la colère, des illusions et de l’espoir », en La
Pensée de Midi : Désirs de guerre, espoirs de paix, Actes Sud, noviembre de 2008. p- 117
6
términos de generación de puestos de trabajo, de reducción de la pobreza, de mejora de la
educación, de apertura cultural y de reformas políticas e institucionales.
Lo que nos revela hasta qué punto es urgente revisar el partenariado de arriba abajo: la
visión, el método y los instrumentos. Este libro no ofrece recetas, porque, como dice el
proverbio árabe: «El ojo ve pero el brazo es demasiado corto». Sin embargo, pretende
subrayar que no será el lanzamiento de una nueva política, ya sea de «vecindad» o de «Unión
por el Mediterráneo», lo que permita por fin a la Unión Europea convertirse en la
locomotora del espacio mediterráneo, sino la adopción de una actitud que rompa con la visión
de un Mediterráneo amenazante y rescate aquella idea humanista, que tanto le gustaba a Edgar
Morin, de la Mar-Madre. Por lo que a mí respecta, acostumbro a decir que el Mediterráneo
es lo bastante estrecho para separar y lo bastante ancho para confundir. Ni arroyuelo ni
océano: es, como lo llaman los árabes, el Mar Blanco Mediano. Es decir, el mar en medio de
las tierras: un puente que une y no un abismo que separa.
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Capítulo I
Introducción
Tras la política global mediterránea (1972-92) y la política mediterránea renovada (1992-95),
las relaciones Europa-Mediterráneo se enmarcan desde 1995 dentro del Proceso de Barcelona.
Fue en Barcelona donde se organizó, en noviembre de ese año, la gran Conferencia
Euromediterránea y donde se adoptó la «Declaración de Barcelona» firmada por los 15 países
de la Unión Europea y 12 países del sureste mediterráneo (Chipre, Malta, Turquía, Israel,
siete países árabes y la Autoridad Palestina).
La declaración define los principales ejes del «partenariado», establece prioridades, esboza las
modalidades de la cooperación y propone instrumentos de puesta en marcha. Se trata, en
líneas generales, de convertir el Mediterráneo en una «zona de paz, estabilidad y prosperidad»
mediante el apoyo a la transición económica, la instauración de un diálogo político y una
cooperación social y cultural. Para alcanzar esos objetivos, la UE propone dos tipos de
instrumentos financieros: los recursos presupuestarios y los préstamos del Banco Europeo
de Inversiones.
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- La crisis argelina (a partir de 1992) y los peligros que encierra para el conjunto magrebí,
así como los riesgos de contagio sobre la Europa próxima.
- La Conferencia de Madrid (1991) y los Acuerdos de Oslo (1993), así como los aires de
optimismo que parecen soplar entonces en la región.
- El desarrollo del islamismo militante alimentado por la persistencia del cierre de los
sistemas políticos y la degradación de la situación económica y social.
- La firma de los acuerdos del Gatt (Acuerdo general sobre comercio y aranceles) en
1994 y los previsibles efectos de la liberalización multilateral y la apertura de las fronteras
aduaneras sobre las preferencias acordadas por la UE a países terceros mediterráneos.
En suma, una serie de acontecimientos de naturaleza diversa que fuerzan a Europa a recentrar
su política en los flancos Este y Sur. Sin embargo, a principios de los años noventa, la
atención de la UE se centró más en el este (reunificación alemana, ampliación) que en el
Mediterráneo, presa no obstante de múltiples convulsiones internas y condenado a una
marginación inquietante en la economía mundial, aunque con una tímida esperanza de
desenlace en el conflicto arabo-israelí, paralela a los Acuerdos de Oslo.
La UE, temporalmente absorta en las recomposiciones del este europeo y preocupada por
consolidar las democracias nacientes, así como por preparar la ampliación a Austria,
Finlandia y Suecia, redescubre rápidamente en toda su crudeza las consecuencias negativas de
un déficit de desarrollo en el Mediterráneo, de la larga marginación de la zona, y decide crear
una vasta zona económica de librecambio euromediterránea en el horizonte de 2010 a imagen
del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y el Tratado de Libre Comercio
norteamericano (TLCAN) y Mercosur en Latinoamérica.
9
con malos ojos el proyecto de la UE de enganchar las economías de Europa central y oriental
a su locomotora, pero se siente más expuesta a los peligros de una desestabilización social y
política en su zona de proximidad inmediata, en términos de flujos migratorios clandestinos y
de inestabilidades internas, sobre todo en los países del Magreb. Por tanto, no sorprende que
España, llevada por el deseo de reequilibrar la política de la UE en una zona prioritaria que
afecta a su seguridad y para no dar la impresión de que vuelve la espalda a los países del sur
del Mediterráneo, quisiera organizar la Conferencia de Barcelona.
2. La apuesta
La apuesta de Barcelona se basaba en un escenario optimista: el partenariado arrastraría una
«dinámica virtuosa». El desmantelamiento de los aranceles y la apertura comercial
expondrían los países mediterráneos a la competencia internacional, que a su vez les obligaría
a adoptar medidas de acompañamiento: reformas institucionales, gobernanza y
administración, privatización, dinamización del aparato productivo local, promoción de la
cooperación regional así como reducción del papel del Estado empresario en beneficio del
Estado regulador y distribuidor. En resumen, la receta liberal en su versión más ortodoxa de
mercados desregulados, que supuestamente aumentarían la atracción del espacio mediterráneo
para los inversores locales e internacionales, privados y públicos, lo cual, naturalmente, se
creía que favorecería la competencia de la región, el crecimiento y, en última instancia, la
reducción de la presión migratoria y el debilitamiento de la «oposición islamista»: en
definitiva, la estabilidad del espacio mediterráneo.
Este escenario optimista de una estabilidad por la economía se conjugaba, desde el punto de
vista europeo, con otro escenario, igual de optimista y casi angelical, de una estabilidad por
la democracia. Aquí la hipótesis postulaba que el desarrollo económico, inducido por la
apertura de los mercados y su exposición a la competencia internacional, la captación de
inversiones extranjeras, la privatización y, por ende, la creación de puestos de trabajo
asalariados, acabaría por ampliar las clases medias, vectores de las transformaciones
democráticas; es decir, el fin por muerte natural de los regímenes políticos cerrados, la
aceptación de la alternancia política y la rotación de los equipos dirigentes. En definitiva, el
final de las situaciones económicas que alimentan el autoritarismo.
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Por último, la estabilidad por la paz. En efecto, en 1995, el proceso de paz arabo-israelí
parecía encarrilado. El primer ministro israelí, Isaac Rabin, acababa de ser asesinado por uno
de los suyos, pero su sucesor, Simón Peres, gozaba, sobre todo en Occidente, de una imagen
de hombre de paz. ¿Acaso no se hallaba en compañía de Rabin en la escalinata de la Casa
Blanca el 13 de septiembre de 1993, con ocasión de la firma de la declaración de principios,
los llamados Acuerdos de Oslo? La UE apostó entonces por un proceso de Oslo ya iniciado y
que debía continuar hasta su desenlace normal, a saber, un Estado palestino soberano y viable;
un proceso cuyo deber era sostener, sin hacer sombra al padrino estadounidense, sino
invitando a israelíes y palestinos a participar en la Conferencia de Barcelona como si fueran
dos entidades distintas (lo cual es verdad) y plenamente soberanas (lo cual es falso).
De modo que la apuesta por la seguridad está en el corazón del dispositivo asociativo
creado en Barcelona en 1995.
A las puertas de 2009, son multitud los coloquios, conferencias, seminarios e informes que
pretenden hacer balance del proceso emprendido. Los documentos oficiales, tanto en el Norte
como en el Sur, coinciden en la necesidad de revisar, relanzar, optimizar, renovar,
rejuvenecer, volver a encarrilar un proceso que no parece haber dado todo su potencial y que
suscita en unos, en el Sur, reacciones de exasperación frente a un proceso renqueante,
burocrático y paternalista y, en los otros, en el Norte, reacciones de frustración ante las
expectativas insatisfechas.
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No me atreveré aquí a hacer el inventario completo de los reproches recíprocos, los logros y
las flaquezas constatados de lo que sólo es un proceso en curso. Sin embargo, me gustaría
señalar los enormes cambios geopolíticos y geoeconómicos de los 13 últimos años que
afectan y afectarán al ya sinuoso recorrido euromediterráneo. En efecto, la situación
geopolítica del espacio mediterráneo ha cambiado y se caracteriza por recomposiciones
importantes, fracturas inquietantes, cambios totales de situación sorprendentes y, sobre todo,
por una guerra destructora que sigue en curso en Irak, pero cuyas repercusiones no dejan de
afectar a la UE ni, con mayor motivo, a los países socios mediterráneos.
Desde 2004, la UE cuenta con 12 nuevos miembros y cerca de 120 millones de habitantes.
Sus fronteras se extienden al este hasta Ucrania, pero ahora engloba dos países mediterráneos:
Chipre y Malta. De esta forma, la UE apuesta por la ampliación en detrimento de la
profundización, pero no es éste el lugar para glosar la idoneidad o no de esa decisión
histórica. Por lo demás, las opiniones en Europa sobre esta cuestión son contrastadas, a tenor
del coste de la ampliación y el alineamiento de esos países de Europa oriental con la «política
estadounidense», como se observó durante la invasión de EE UU de Irak en 2003, y esa
famosa «salida» del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, sobre la «vieja» y la «nueva»
Europa.
En lo que concierne a los socios mediterráneos, la ampliación es vista con cierta aprensión
(véase el capítulo sobre el impacto de la ampliación). Es verdad que genera beneficios en
términos de crecimiento del tamaño del mercado interno de la UE y de los flujos turísticos
potenciales en el Mediterráneo, pero acentúa los riesgos vinculados a los efectos de desvío de
comercio e inversiones, además de la sangría de importantes ayudas que supone en detrimento
de los países mediterráneos. Se estima que el coste de la ampliación rondó los 59.000
millones de euros entre 2000 y 2006, es decir, 10 veces los compromisos MEDA, el
instrumento financiero del Partenariado. Esta estimación no incluye las cantidades destinadas
a Rumanía y Bulgaria, que se incorporaron a la UE el 1 de enero de 2007.
12
La ampliación provoca otra transformación, ya que Chipre y Malta, países socios
mediterráneos desde 1995, cambian de campo y se convierten en miembros de pleno derecho
de la UE. Ello no deja de tener consecuencias, porque pasamos de una configuración de 15
+12 a otra de 27+10: es decir, Israel, Turquía, siete países árabes y la Autoridad Palestina.
Ahora bien, Israel no tiene necesidad de zona de libre comercio puesto que ya la tiene con
la UE, y Turquía es un país candidato y dispone además de una unión aduanera, un paso
más que la zona de librecambio. En realidad, el partenariado euromediterráneo se transforma
en una asociación euro-árabe, pero nadie quiere admitirlo. (véase el capítulo sobre la
asociación euro-árabe.)
Esta actitud que para los árabes añade el insulto a la injuria explica el boicoteo de ciertos
Estados árabes a las reuniones euromediterráneas, la contaminación del pilar político y de
seguridad por el agravamiento del conflicto y la imposibilidad de ponerse de acuerdo sobre
el contenido de una Carta Mediterránea de Paz y Seguridad.
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Creo que la UE no ve las cosas de esta manera, y sigue vanagloriándose de que el
partenariado euromediterráneo sea el único foro donde israelíes y árabes se sientan a la misma
mesa. Sin embargo, la realidad sobre el terreno es menos angelical, se declina en letras de
sangre y violencia.
No será Miguel Ángel Moratinos quien desmienta esa constatación. Él fue el primer enviado
especial de la UE a Oriente Próximo, a partir de 1996, y desplegó una fabulosa energía para
imponer el actor europeo a los protagonistas y mantener el hilo del diálogo con todos ellos.
Pero, su acción reflejaba todas las contradicciones y dificultades de la Unión Europea,
confirmando el proverbio árabe según el cual «el jinete no puede correr más deprisa que su
caballo».
Tras la desaparición del enemigo soviético, ciertos autores estadounidenses, como Samuel
Huntington, no tardaron en lanzarse a la búsqueda de nuevos enemigos. El Islam se reveló
como especialmente adecuado: se extiende como un gran manto desde Mauritania hasta
Indonesia en los extremos continentales, es una esponja empapada de petróleo y gas y,
además, constituye una presa fácil porque acumula muchos déficit, como ponen de manifiesto
los informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo humano en el mundo árabe.
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parece suscitar el Islam en Europa. Con un agravante: en Europa el Islam no es visto sólo
como una amenaza exterior, sino sobre todo interior, debido a la inmigración instalada e
ilegal, criminalizada en gran medida ya al mismo nivel que el tráfico de drogas o la trata de
seres humanos. (Véase el capítulo sobre la inmigración en el Proceso de Barcelona.)
Mientras, en el otro lado del Mediterráneo, como si fuera eco, se pone en marcha un proceso
similar de demonización de Occidente, sobre todo de EE UU. ¿Cabe asombrarse de que
semejantes representaciones colectivas afecten de modo duradero al diálogo cultural entre los
socios euromediterráneos? La desgarradura es tal que el presidente de la Comisión Europea,
Romano Prodi, formó un «grupo de sabios» para reflexionar sobre el restablecimiento de la
confianza y el combate contra los estereotipos que envenenaban la atmósfera, crispaban las
relaciones, impedían una verdadera cooperación entre vecinos y suscitaban miedos
irracionales dando lugar a extremismos políticos y repliegues comunitarios e incluso a
terribles atentados (Madrid, marzo 2004 y Londres, julio de 2005) y actos de «venganza»
(asesinato del cineasta Theo Van Gogh en Holanda en 2005).
3.1.4. En ese clima cultural ensombrecido, la guerra de Irak de 2003 vino a echar más
leña al fuego, pues confirmó a ojos de árabes y musulmanes el desprecio de EE UU y de
algunos de sus acólitos europeos por el derecho internacional, el derecho humanitario, las
instituciones internacionales y multilaterales. Sin embargo, en esta ocasión, la percepción de
Occidente se diversificó y se matizó. Los millones de europeos que manifestaron su oposición
a la guerra acercaron a Europa a sus vecinos mediterráneos, mientras que el atlantismo a
ultranza de ciertos Estados europeos —la España del gobierno de Aznar y la Italia del
gobierno de Berlusconi— sacó a la luz las grandes fisuras del edificio europeo.
15
bueno para ese gran país mediterráneo). De rebote, la guerra de Irak reforzó la postura del
gobierno de Ariel Sharon, que impuso una «reclusión forzada» al presidente Yasir Arafat,
tachado ya de «jefe de una banda terrorista» por la administración Bush, a pesar de haber sido
recibido, en 22 ocasiones, en la Casa Blanca, bajo el mandato de Hill Clinton. En definitiva, la
guerra eclipsó a la UE en tanto que actor internacional, lo cual afectaba también al
Mediterráneo, que es su zona de proximidad.
Es cierto que la preocupante situación del Mediterráneo y el mundo árabe, en todos los
planos, forzó a estadounidenses y europeos, contrarios a la guerra, a revisar sus nociones de
seguridad y defensa, pero los postulados de unos y otros les enfrentaron. Para EE UU, el
espacio árabe-mediterráneo es un «entorno peligroso»; para muchos europeos, es un «espacio
en peligro» al que hay que ayudar para que salga de sus atascos y crear una vecindad en paz y
estable.
Esos postulados conducen a dos nociones estratégicas que se entrechocan: para EE UU, se
trata de refundar la OTAN, ampliar su cobertura geográfica y sus misiones, de ahí la
integración de los países del este europeo y el lanzamiento del diálogo OTAN-Mediterráneo a
partir de 1994; y se trata igualmente de desarrollar «una fuerza de proyección» para defender
los intereses estadounidenses en todo el mundo, pidiendo incluso a Europa que participe en el
«burden-sharing» (distribución de la carga financiera). En el terreno económico, EE UU
aspira a que las cosas se muevan y a defender sus intereses, como lo demuestra el lanzamiento
de la Iniciativa Eisenstadt para el Magreb y la negociación, seguida de la firma de acuerdos
de libre comercio con Jordania, Marruecos, Bahréin y Omán. (Véase el capítulo sobre la
ofensiva comercial estadounidense y el dedicado al acuerdo Estados Unidos-Marruecos.) Por
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último, en el plano político y estratégico, se trata de defender el proyecto del Gran Oriente
Próximo, para «exportar» la democracia a los países árabes.
Para los europeos, se trata sobre todo del rechazo a la primacía militar y la autonomización
gradual de la política de defensa y de seguridad, pero sin una estrategia de ruptura con EE
UU. Sin embargo, mientras que EE UU da prioridad a la diplomacia muscular (muscular
diplomacy), los europeos optan por una relación con el Mediterráneo basada en el
partenariado y el diálogo político.
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gabinete, pero debe ceder el turno a su sucesor, Gordon Brown, designado por el Partido
Laborista. A modo de agradecimiento por su lealtad al presidente estadounidense, Blair es
nombrado enviado especial del Cuarteto para Oriente Próximo.
Con ocasión de la Conferencia de Barcelona en 1995, Libia —aunque más mediterránea que
Jordania— no fue invitada al banquete debido al embargo (salvo en lo referente al petróleo)
impuesto a ese país tras el caso Lockerbie. El contencioso, que la enfrentó a Occidente, se
resolvió a golpe de miles de millones de dólares. Desde entonces, las empresas
estadounidenses y europeas se pelean por el mercado libio. Considerada, no hace tanto
tiempo, como un Estado “rebelde” (rogue state) excluido de la comunidad internacional,
Libia vuelve a encontrarse hoy en estado de gracia, e incluso es invitado como observadora a
las reuniones euromediterráneas.
El desbloqueo de la cuestión libia contrasta con las tensiones persistentes entre Argelia y
Marruecos, cuyas fronteras están cerradas desde hace muchos años, con un trasfondo de
recelo recíproco y de reactivación del litigio sobre el Sáhara occidental, eclipsado durante un
tiempo por la guerra estadounidense en Irak y el estallido de la Segunda Intifada en la
Palestina ocupada.
Cierto es que, en el lado positivo, palestinos y libaneses pudieron organizar elecciones libres y
transparentes en enero de 2005 (presidenciales palestinas), mayo-junio de 2005 (legislativas
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libanesas) y en enero de 2006 (legislativas palestinas). No obstante, si bien los libaneses
forzaron antes la retirada de las tropas sirias de su país, los palestinos, en cambio, tuvieron
que celebrar sus elecciones bajo la ocupación. Ni EE UU ni Europa juzgaron útil someter al
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas una resolución pidiendo la «retirada inmediata»
de las fuerzas de ocupación israelíes, siguiendo el modelo de la resolución adoptada en el caso
de Siria y promovida por Francia y EE UU.
Naturalmente, la UE niega que aplique un castigo colectivo al pueblo palestino, al que sigue
ayudando gracias al «Instrumento de financiación temporal» y asegura que retomará el
diálogo con Hamas si éste acepta las condiciones de la «comunidad internacional» (es decir,
EE UU, Europa e Israel), a saber: reconocer a Israel, reconocer los acuerdos logrados y
renunciar a la violencia.
Estas condiciones demuestran flagrantemente la postura europea, pues la UE no se ha
planteado en ningún momento la necesidad de exigir lo mismo a Israel. Sin embargo, éste
siempre se ha opuesto a las resoluciones de la ONU, nunca ha renunciado a la violencia de la
ocupación, a la colonización rastrera, a los asesinatos extrajudiciales, al encarcelamiento sin
juicio, a la construcción del muro de la vergüenza (denominado barrera de seguridad),
aunque el Tribunal Internacional de Justicia lo haya condenado. Para colmo, varios primeros
ministros israelíes, entre ellos Netanyahu y Sharon, se habían opuesto a los Acuerdos de Oslo.
Y todos los ministros israelíes dieron la espalda al principio de «paz por territorio»,
prosiguiendo con la colonización. Y todo ello a pesar de la oferta de paz de los dirigentes
árabes en las cumbres de Beirut en 2002 y Riad en 2007. En las elecciones de 2009, los
partidos israelíes de derecha y extrema derecha han sido los mas votados y seria
personalmente curioso de ver como la UE va a reaccionar de cara a un "posible" gobierno
encabezado por el halcón Netanyahu y incluyendo el fascista Libermann!
19
Ello demuestra hasta qué punto la cuestión palestina revela las incoherencias europeas,
pues Europa predica la democracia pero boicotea a un gobierno surgido de las urnas. Ya
conocemos el resto: el gobierno de Hamás, boicoteado, demonizado, deslegitimado, se refugia
en una postura de rechazo y se radicaliza aún más. Acaba por tomar el control de Gaza (en
2007), sin dudar en recurrir a la fuerza más brutal, mientras que en Cisjordania el presidente
palestino, Mahmud Abbas, instaura un gobierno «bis» encabezado por Salam Fayyad,
sostenido financieramente por EE UU y la UE, pero incapaz de arrancar a Israel la más
mínima concesión significativa. Así, en vez de tener un solo Estado palestino
independiente, los palestinos se dan el lujo de contar con dos gobiernos sin Estado.
Sin duda, para conjurar la mala suerte y limitar los coletazos negativos de la guerra de Irak y
la ampliación, la UE dio la luz a una nueva política de vecindad que promete a sus vecinos
«todo salvo las instituciones», es decir: participación en el mercado comunitario,
aproximación de las estructuras reglamentarias, instauración de relaciones comerciales
preferentes, conclusión de nuevos acuerdos de «vecindad».
20
No es lugar éste para valorar de forma detallada el alcance de los progresos realizados: el
informe FEMISE (Foro Euromediterráneo de Institutos Económicos) es bastante elocuente
en este sentido. Lo que está claro es que la liberalización de los mercados ha sido lenta porque
la protección arancelaria de los países socios mediterráneos se ha mantenido más elevada en
comparación con otras zonas emergentes: en efecto, en 2007, la media simple de los derechos
aduaneros aplicados a la industria fue del 17 % en los países mediterráneos, frente al 10 % en
Asia, el 9,5 % en América Latina y el 5,2 % en el caso de los nuevos miembros de la UE.
alcanzó en 2007 cerca de 3.000 millones de euros, pero aparte de eso, las inversiones
europeas en el Mediterráneo se estancan en entre el 1% y el 1,5 % del total de las inversiones
exteriores (700 millones de dólares en 1995, 3.600 millones en 2003 y 7.000 millones en
2007), con el agravante de que el 60 % de esas inversiones son captadas por tres países: Israel
(36,9 %), Turquía y Marruecos. Sin embargo, en este último, como ocurre con los demás
países árabes, las inversiones directas europeas financian más operaciones de adquisición de
empresas existentes o licencias de exportación (por ejemplo telefonía) que la creación de
actividades nuevas generadoras de empleo.
Ello explica por qué la parte correspondiente a los países mediterráneos en los intercambios
mundiales crece tan poco: pasó del 1,8 % en 1995 al 3 % en 2007. En ese mismo período, su
porcentaje en el mercado europeo pasó del 4,9 % a apenas el 6 %; mientras que la UE
representa casi el 50 % de los intercambios totales de los países mediterráneos y, a pesar del
encarecimiento de los precios del petróleo entre 2004 y mediados de 2008, sigue registrando
balanzas comerciales positivas recurrentes desde 1995.
De hecho, en 1995 las exportaciones de las mercancías europeas hacia los países
mediterráneos representaron 112.300 millones de euros, y las importaciones, 69.300 millones;
es decir, un saldo comercial positivo de unos 42.000 millones. Ocho años más tarde, en 2003,
las cantidades son 169.000 millones en exportaciones (es decir, un aumento del 50% con
respecto a 1995) y 134.5000 millones en importaciones (es decir, un aumento del 94%), cifras
que dan lugar a una balanza comercial favorable a la UE de 34.500 millones de euros. El
ascenso vertiginoso de los precios del petróleo recortará progresivamente el excedente
21
comercial comunitario, pero, aparte de la energía, el Mediterráneo sigue siendo crónicamente
deficitario. (Véase el capítulo sobre el balance económico del Partenariado
Euromediterráneo.)
22
Capítulo II
Tras haber sido escenario de una rivalidad encarnizada entre los dos polos de la guerra fría
(1956-1989), el mundo árabe se encuentra literalmente dominado desde 1990 por la
«hegemonía» estadounidense. La primera guerra del Golfo rompió en pedazos el sistema
regional árabe y, de rebote, permitió a Estados Unidos extender su supremacía en la región. A
partir de 1990, EE UU dividió los países árabes en cuatro grupos: los Estados amigos,
llamados moderados (moderate states): Marruecos, Túnez, Argelia, Mauritania, Jordania,
Yemen, los Emiratos del Golfo; los Estados útiles (pivotal states): Arabia Saudí y Egipto; los
Estados rebeldes, (rogue states): el Irak de Sadam Husein, Siria, Libia y Sudán y los
Estados fallidos (failed states): Somalia y Yibuti. La Organización para la Liberación de
Palestina (OLP) se sentó en el banquillo de los acusados por una supuesta connivencia con
Sadam (entre 1991 y 1993), antes de ser rehabilitada bajo el mandato de Clinton. Líbano era
percibido como un «anexo» sirio. Según esta división, los amigos podían esperar recompensas
en forma de diversas ayudas; los países hostiles debían «volver al redil» si querían evitar la
cólera de EE UU
23
Argelia, por su parte, enfrentada a las amenazas islamistas, pero acumulando importantes
ingresos petroleros, recibe el calificativo de país útil. Sin embargo, la evolución más notable
corresponde a Libia, antaño calificada por EE UU de país hostil y que ahora está catalogada
como país útil, incluso amigo.
24
Esta evolución causa todavía más inquietud en EE UU, pues el mercado árabe parece estar en
auge, con unas importaciones totales de 373.000 millones de dólares en 2006 (y unas
exportaciones del orden de 660.000 millones de dólares), y que podrían aumentar si los
precios del petróleo se estabilizan en torno a los 100 dólares el barril (el 7 de julio de
2008 superaban la barrera de 156 dólares el barril antes de retroceder al umbral de los 100
dólares hacia el 15 de septiembre de 2008).
Estados Unidos UE
25
Egipto 2,86 1,41 6,01 3,07
Emiratos Árabes Unidos 3,59 0,99 13,36 2,77
Irak 0,03 3,79 1,66 2,64
Jordania 0,4 0,43 1,84 0,19
Kuwait 1,01 2,05 2,73 1,73
Líbano 0,31 0,06 2,8 0,18
Libia 0,01 2,93 8,92
Marruecos 0,56 0,42 7,23 6,03
Omán 0,35 0,42 1,28 0,42
Qatar 0,31 0,53 1,78 0,44
Sudán 0,01 0 0,51 0,19
Siria 0,27 0,16 1,96 3,82
Territorios palestinos 0,01 0,07 0,03
Túnez 0,19 0,09 7,14 5,8
Yemen 0,36 0,25 0,7 0,1
Total países árabes 16,43 27,47 74,18 61,69
Israel 7,03 12,64 12,7 8,27
Irán 0,02 0,16 7,56 5,31
Turquía 3,1 3,76 22,78 21,05
Total países no árabes de
10,15 16,56 43,04 34,63
Oriente Próximo
Fuente: DREE, L’espace économique euro- méditerranéen, París, mayo de 2004 (cifras redondeadas).
Esta tabla resulta bastante elocuente, no en vano demuestra que las exportaciones
estadounidenses a países árabes (más Turquía, Israel e Irán) representan menos de una
cuarta parte de las exportaciones europeas. En cuanto a sus importaciones, son dos
veces menos importantes.
26
Tabla 2: Comercio estadounidense con los principales países euromediterráneos (1992-
2002) en miles de millones de dólares (cifras redondeadas)
Si algo deja claro esta tabla es el lugar preponderante de Israel y Turquía en el comercio
estadounidense con la región mediterránea. Ambos países totalizan en 2002 más de tres veces
y media el comercio estadounidense con los cinco grandes países árabes del Proceso de
Barcelona. Los intercambios de EE UU con Israel casi doblan los que mantiene con
Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Jordania y Siria juntos.
En el conjunto de la región, las exportaciones estadounidenses casi se han doblado entre 1992
y 2002 (19.000 millones de dólares en 1992, frente a 36.000 millones en 2002), mientras que
las exportaciones europeas se han quintuplicado durante el mismo período (pasando de 23.000
millones de dólares en 1992 a 110.000 millones en 2002). Al concluir el período, el déficit
comercial estadounidense con la región aumentó, alcanzando los 16.000 millones de dólares
en 2002, cuando en 1991 tenía un excedente comercial de 2.000 millones de dólares.
Las conclusiones de los analistas estadounidenses sobre estas cifras son claras:
27
1. La UE tiene en el Mediterráneo y en Oriente Próximo un mercado cautivo que trata
de «cerrar con candado» en beneficio suyo mediante una serie de acuerdos (en
especial, el Proceso de Barcelona y el Acuerdo UE-Consejo de Cooperación del
Golfo).
2. EE UU está siendo superado en el mundo árabe por los asiáticos, sobre todo por
China, Japón e India.
3. Es necesario que EE UU establezca una nueva política de penetración en los
mercados árabes capaz de incrementar su presencia comercial en la región.
Aunque las relaciones europeas están menos concentradas en el plano geográfico y sectorial,
Europa no invierte mucho más que EE UU en la región, que atrae apenas el 1 % de las
inversiones europeas en el exterior. Más sorprendente es que la ayuda estadounidense anual
a la región sea más importante que todas las europeas (programa MEDA y ayudas
nacionales incluidas): alcanza como media 10.000 millones de dólares anuales. Sin
embargo, gran parte de esta ayuda se orienta hacia los programas militares (la tercera parte de
la ayuda) y, sobre todo, se concentra en dos países (Israel y Egipto, que acaparan la mitad).
Esta ayuda la proporciona la Agencia de EE UU para el Desarrollo Internacional (Usaid),
pero también intervienen otras organizaciones, sobre todo las de apoyo a las exportaciones
(Overseas Private Investment), así como programas concretos, entre ellos la Iniciativa
Eisenstadt para el Magreb.
28
e inversión (TIFA), a un único acuerdo de libre comercio con Israel y a sanciones
comerciales (Irak, Libia y el Sudán).
Los límites de este dispositivo comercial se hicieron evidentes sobre todo a partir del 11-S.
Los atentados terroristas contra EE UU y, sobre todo, el eco suscitado en los países árabes y
musulmanes (incluso entre los aliados de Washington como Jordania y Egipto) revelaron el
alcance del sentimiento popular antiestadounidense en la región. La actitud hostil de las
poblaciones árabes hacia EE UU, motivada en gran medida por el sesgo sistemático proisraelí
de las administraciones estadounidenses y sobre todo por las desastrosas primeras
declaraciones del presidente George W. Bush tras los atentados, dieron la voz de alarma sobre
la degradación de la imagen de la superpotencia en una región rebosante de recursos y
codiciada por otros rivales económicos. Y esto mientras, en el plano energético, el alza del
precio del barril, a partir de 2004, ha permitido a los países productores lograr importantes
ingresos y, por tanto, incrementar su capacidad de importación.
El presidente de EE UU justificó esta iniciativa: «What happens in the Middle East greatly
matters to America» («Lo que ocurre en Oriente Próximo es muy importante para EE UU»).
En una comparecencia ante el Comité de Finanzas del Senado (10 de marzo de 2004), el
29
subsecretario de Economía, Alan Larson, ofreció una visión más detallada de la nueva política
estadounidense. Basándose en los informes del PNUD en el mundo árabe, insistió en la
necesidad de una reforma económica y política que debía impulsarse desde el interior y
generar empleo y esperanza. Recordó el papel catalizador de Washington en esta reforma para
lograr la prosperidad, la estabilidad y una paz duradera en la región (to anchor lasting peace
in the region). Y dio cuenta de los nuevos acuerdos de libre comercio entre EE UU y algunos
países árabes:
Desde este discurso, las negociaciones con Bahréin y Omán han acabado con la firma de
nuevos acuerdos de libre comercio.
30
2) Abrir la región a las exportaciones (ensuring a level playing field for
exports), de modo que EE UU no esté en desventaja con respecto a la UE en
términos de acceso al mercado árabe y mediterráneo.
31
3. ¿Debe Europa temer la ofensiva comercial estadounidense en el
Mediterráneo y Oriente Próximo?
Las primeras valoraciones sobre la aplicación de los acuerdos firmados entre EE UU y
algunos países árabes muestran un avance significativo de los intercambios económicos. Así,
desde la firma del Acuerdo de Libre Comercio con EE UU, las exportaciones jordanas se han
multiplicado por 20, pasando de 30,7 millones de dólares en 1999 a 673 millones de dólares
en 2003, mientras que las exportaciones estadounidenses a Jordania casi se han duplicado
(pasando de 275,7 millones en 1999 a 491,9 millones en 2003). No obstante, el punto de
partida era ínfimo.
El acuerdo firmado entre Egipto, Israel y EE UU (14 de diciembre de 2004) para la creación
de ZIC es aún demasiado reciente para permitir una valoración en cifras. El acuerdo con
Marruecos (13 de junio de 2004) aún no ha producido todos sus frutos, pero los marroquíes,
que han visto disminuir un 15% sus exportaciones textiles hacia el mercado europeo desde la
abolición del sistema de cuotas el 1 de enero de 2005 y el avance de China e India en este
sector, esperan compensar estas pérdidas en el mercado estadounidense.
Sin embargo, vista la falta de diversificación de las exportaciones árabes y mediterráneas, así
como la parte preponderante del petróleo, no existe el riesgo de que el mercado
estadounidense pueda convertirse en un competidor, incluso una alternativa, al mercado
europeo. Europa seguirá contando con bazas importantes: proximidad geográfica, vínculos
históricos, políticas tradicionales de cooperación y relaciones comerciales enmarcadas en el
Proceso de Barcelona y la PEV o el acuerdo UE-Consejo de Cooperación del Golfo.
Por otro lado, las relaciones de los países árabes con EE UU siguen marcadas por la
desconfianza y están condicionadas bien por una participación israelí, como en los acuerdos
con Jordania y Egipto, bien por la exigencia de renunciar al embargo contra Israel. Sin olvidar
que la lógica liberal, en apariencia simétrica, sólo puede perjudicar al más débil, sobre todo en
el sector de los servicios, la propiedad intelectual o las actividades culturales, etcétera. Por
eso, todos los acuerdos con EE UU han suscitado una fuerte oposición en los países afectados,
incluso en el ámbito regional.
32
Así, Arabia Saudí ha denunciado el acuerdo entre EE UU y Bahrein con el pretexto de que
viola el acuerdo de Cooperación de los Países del Golfo y pone en peligro el proyecto de una
moneda común entre éstos. Riad ha anunciado que impondrá un gravamen del 5% a todo
producto estadounidense que entre en el país a partir del acuerdo de Bahréin. Por su parte, la
Cámara de Comercio de Dubai también se opuso al acuerdo, al considerar que conducirá al
control de los bancos locales por los grandes bancos estadounidenses. (Wall Street Journal,
23 de agosto de 2005).
Además de la oposición que generan los acuerdos de libre comercio entre Washington y los
países árabes, existe otro obstáculo que no se puede pasar por alto: EE UU se encuentra a
miles de kilómetros del Mediterráneo y de Oriente Próximo, por lo que a menudo las ventajas
arancelarias ofrecidas a los exportadores árabes quedan anuladas por un coste de transporte
más elevado.
En vista de estos elementes, la UE no tiene por qué alarmarse. Sus intercambios con los países
mediterráneos y árabes representan cinco veces los intercambios estadounidenses. No
obstante, tampoco justifica dormirse en los laureles. Hay tres posibles evoluciones:
1. Una mayor inquietud por parte de los países árabes a la hora de buscar nuevos
mercados de exportación para evitar una excesiva concentración geográfica y limitar su
dependencia de uno o dos mercados comerciales.
33
2. Una ofensiva estadounidense en el plano de las inversiones utilizando el Magreb y
Oriente Próximo como plataforma de lanzamiento para enfrentarse al mercado europeo
ampliado, ofreciendo una gama de productos con más valor añadido.
2. Una competencia asiática más intensa en el mercado árabe de Oriente Próximo y del
Magreb. En 2004, por ejemplo, los intercambios entre China y los países árabes ascendieron a
un total de 36.700 millones de dólares. El ministerio chino de Comercio aspira a elevar esa
cifra a 100.000 millones en un período de cinco años. El stock de las inversiones de Pekín ya
representa 5.000 millones de dólares. Si nos limitamos al norte de África (Marruecos,
Argelia, Túnez, Libia y Egipto), los intercambios de China con esos países no dejan de crecer
año tras año. En 2007, llegaron a 13.900 millones de dólares, frente a los 10.100 millones del
año anterior. En la actualidad, China es el primer proveedor de Egipto, el tercero de Argelia,
Marruecos y Libia y el séptimo de Túnez. Aunque esos países no representan más que el 3,4
% del comercio chino en 2007, Pekín manifiesta un interés creciente por esos Estados, como
lo demuestran las visitas del presidente chino, Hu Jintao, a Argelia y Egipto en 2004 y a
Marruecos dos años más tarde. El presidente taiwanés, Chen Shui Bian, fue recibido en Libia
en mayo de 2006. Son innumerables los proyectos con participación china en el norte de
África (construcción, autopistas, prospección petrolera y gasista, suministro de tecnologías
para los operadores telefónicos). Aunque las inversiones del país asiático en la zona siguen
siendo modestas, no cabe duda de que aumentarán con los años, para proveer el mercado
chino de productos energéticos, aprovechar las dimensiones del mercado local (150 millones
de habitantes) o simplemente como trampolín para aprovechar la oportunidad que ofrece el
mercado único europeo.
Así, parece que más que EE UU, serán sobre todo China y Asia entera quienes constituyan
los verdaderos competidores del mañana en ese espacio que Europa siempre había
considerado su patio trasero. Asimismo, conviene que Europa no baje la guardia, a menos que
quiera perder las ventajas logradas. Sin duda, desde el punto de vista árabe, se trata de una
evolución bastante positiva y, además, deseable: diversificar los mercados para atenuar la
desigualdad de sus relaciones con el mercado comunitario. Sin embargo, a Europa esta
evolución se le presenta inquietante, dado que, poco a poco podría perder las ventajas
logradas y encontrarse con nuevos competidores cas vez mas " agresivos".
34
basada en el incremento de los intercambios y no en la convergencia, la solidaridad y el
codesarrollo.
País de
Empresa/ Empleos
acogida/ Origen Proyecto Sector
inversor creados
receptor
Construcción de una
350 M
Argelia CNPC China nueva refinería de Energía
EUROS
petróleo en el Sáhara
Implantación de una Química, industria del
Egipto Zuari-Chambal India
fábrica de fertilizantes plástico
Corea del Nuevo establecimiento
Israel Samsung Electrónica de consumo
Sur en Herzliya.
Operadores de
telecomunicaciones y 5 empleos
Israel D Link Taiwan Apertura de una oficina
proveedores de acceso a creados
Internet
Inversión en la
284
Blue Star Hong- confección de artículos
Marruecos Textil, vestir, lujo empleos
Apparel Kong de vestir y prêt-à-porter
creados
en Casablanca
El constructor de
automóviles malasio
Constructores de
Perushuaan Otomobile
Siria Proton Malasia automóviles y sistemas
Nasional Bhd se dispone
electrónicos
a abrir una planta de
montaje en Siria
Un fabricante de
climatizadores tailandés Mobiliario y menaje
Siria Fujiaire Malasia
invierte en Egipto, Siria para el hogar
e Irak
Inauguración de una
Constructores de
Corea del nueva planta de
Turquía Hyundai automóviles y sistemas
Sur producción del Hyundai
electrónicos
Accent
35
Aumento de la
capacidad de producción Constructores de
200 M
Turquía Toyota Japón de determinados nuevos automóviles y sistemas
EUROS
modelos de la gama electrónicos
Toyota Corolla
Vidrio, madera, papel,
Construcción de una 84,6 M
Turquía Lunan Paper China edición, minerales,
planta papelera EUROS
cerámica
36
Capítulo III
Fueron suficientes cuatro años, de 2002 a 2006, para que el Acuerdo de Libre Comercio entre
Marruecos y Estados Unidos se propusiera (2002), negociara (2003), firmara (2004), ratificara
(2004) y entrara en vigor (2006). A modo de comparación, la negociación de los Acuerdos de
Asociación entre la Unión Europea (UE) y Líbano y Siria requirió cerca de 9 y 10 años
respectivamente, mientras que la negociación sobre un acuerdo de libre comercio entre la UE
y el Consejo de Cooperación del Golfo se prolonga desde 1989 sin éxito. En este breve
esbozo, quisiera recordar el contexto general, analizar el contenido del acuerdo, las reacciones
que ha suscitado y hacer un primer balance de su aplicación.
En el capítulo anterior he analizado de modo más detallado los factores que han llevado a EE
UU a emprender una auténtica ofensiva comercial en el mundo árabe a partir de 2001, en
particular la erosión de la posición comercial estadounidense en los países árabes y
mediterráneos. Esta erosión se explicaría no sólo por la desconfianza creciente de los árabes
frente al unilateralismo de Washington y su alianza indefectible con Israel, sino también y
sobre todo por el lugar privilegiado de Europa en el mercado árabe y mediterráneo,
consolidado por el Partenariado Euromediterráneo (1995) y puesto de manifiesto por un
índice elevado de intercambios entre los países mediterráneos y árabes con la UE, que supera
el 50 % (en el caso de los países mediterráneos) y el 40% (para el conjunto de los países
árabes). Ello explica sin duda por qué los intercambios europeos con los países de la zona
euromediterránea representan, como media, más de cinco veces los intercambios
estadounidenses.
Las conclusiones que de ello extraen analistas y responsables políticos estadounidenses son
claras: la UE cuenta en el Mediterráneo con un mercado cautivo especialmente suculento. Y
aún resulta más inquietante que, además, EE UU esta siendo superado, sobre todo en Oriente
Próximo, por países asiáticos, en particular Japón y China.
37
En este contexto, también marcado por las consecuencias del 11-S y la perspectiva del fin de
los acuerdos multifibras (a partir del 1 de enero de 2005), es donde hay que situar el inicio de
las negociaciones entre EE UU y Marruecos para firmar un acuerdo de libre comercio.
En este contexto se enmarca la presteza del rey de Marruecos, Mohamed VI, en su visita a EE
UU, en abril de 2002, a la hora de aceptar la oferta del presidente Bush para entablar
negociaciones de cara a la firma de un acuerdo de libre comercio. Así, en el verano de 2002,
Rabat nombraba a un secretario de Estado para garantizar la coordinación de la negociación.
Por su parte, en noviembre de 2002, el presidente Bush montaba un equipo de negociadores,
presidido por Catherine Novelli.
7
Akesbi, Najib, «Accord de Libre-échange Maroc-Etats-Unis: un volet agricole lourd de conséquences», Région et
Développement, nº 23, 2006.
38
y la propiedad intelectual— no tardan en retirarse, demasiado rápido desde luego, al existir
por ambas partes una verdadera voluntad de concluir la negociación lo antes posible. Estará
lista en 2004. Tras nueve rondas de negociaciones, que duraron cerca de 14 meses (enero de
2003 – marzo de 2004) todo está atado: la redacción del Acuerdo de Libre Comercio concluye
el 2 de marzo de 2004 en Washington, se firma el 15 de junio en la misma ciudad y las dos
cámaras estadounidenses lo ratifican el 21 y el 22 de julio. Al cabo de menos de un mes, el 17
de agosto, el presidente Bush firma el decreto de aplicación. Se trata del segundo acuerdo de
este tipo entre EE UU y los países árabes, tras el firmado con Jordania.
Del lado marroquí, Taieb Fassi Fahri, ministro delegado de Asuntos Exteriores, destaca las
nuevas oportunidades que brinda el acuerdo a la economía marroquí, en cuanto a acceso a un
mercado dinámico de 300 millones de estadounidense, de fomento de los flujos turísticos, de
atractivo de las inversiones norteamericanas, de diversificación de los mercados de
exportaciones. No obstante, debe lidiar con una revuelta de los medios de comunicación y
organizaciones de la sociedad civil, que le reprochan «la opacidad» de las negociaciones, la
ausencia de debate político, las concesiones acordadas con «ligereza».
8
Citado por l’Intelligent, 15 de marzo de 2004.
9
Citado por l’Economiste, 22 de abril de 2004.
39
presenta como eje del bien?» Los hay que denuncian «las concesiones precipitadas» por parte
del gobierno marroquí, que van más allá de los estándares que exige la OMC. Las críticas son:
1) Prolongación de protección mediante una patente que supera la duración —comúnmente
admitida— de 20 años.
2) Aceptación de las condiciones de Washington en lo relativo al acceso a los fármacos y a la
propiedad intelectual.
¿Está justificado el descontento de las organizaciones de la sociedad civil marroquí? Sin duda
la respuesta a esta pregunta se halla condensada en el comentario de Zoellick, que se había
jactado de haber firmado un acuerdo que establece «un nivel inédito y elevado para la
propiedad intelectual».10
Por tanto, es fácil comprender a los muchos marroquíes que no ven el Acuerdo con buenos
ojos y llegan a pronosticar «un futuro sombrío» para sus industrias farmacéuticas, que podrían
verse destruidas por la competencia del otro lado del Atlántico. Sin embargo, las palabras de
Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, pronunciadas días antes de la firma del Acuerdo,
bien podían haber disparado la alarma. El 17 de febrero de 2004, en Casablanca, Stiglitz apeló
a Marruecos a mostrarse prudente, a no aceptar condiciones «no equitativas» que fueran más
allá de los «estándares convenidos» por la OMC en 2001 en Doha, (sobre todo con respecto al
acceso a los fármacos), a aprender de los antiguos acuerdos firmados por Washington con
México y Chile, en los que los norteamericanos fueron, sin lugar a dudas, los principales
beneficiarios. Por último, llamaba a entablar un debate público sobre las distintas cláusulas
del acuerdo, retomando de este modo una de las principales reivindicaciones de la coalición
marroquí para la congelación de las negociaciones (comunicado del 16 de febrero de 2004).
10
Citado por Action 93, 15 de mayo de 2004.
40
acuerdo por parte de Chirac y los responsables franceses lograron doblegar la postura de los
negociadores marroquíes.
2) Productos industriales
3) Textil
41
• Una lista con el 0 % de los derechos arancelarios desde su entrada en vigor.
• Una lista de 43 productos que se someterán al 0 % de los aranceles dentro del límite de
un contingente que aumentará un 25 % cada año durante cinco años.
4) Reglas de origen
5) Comercio de servicios/inversiones
En cuanto al acceso al mercado marroquí, Rabat logró obtener los siguientes resultados:
- Limitación del acceso al mercado marroquí, en determinados sectores sensibles para las
sociedades de derecho marroquí.
42
- Concesión de prioridad a los ciudadanos nacionales para la mayoría de los servicios
profesionales.
Además, Marruecos ha expresado reservas con respecto a ciertos sectores muy sensibles, que
le permiten mantener o adoptar (en el futuro) cualquier medida de regulación de dichos
sectores.
Por último, Marruecos ha solicitado y obtenido un período transitorio de dos años,
aplicable a determinados sectores desconocidos o no regulados.
La ratificación del acuerdo por parte del Parlamento marroquí se inició el 5 de enero de 2005.
Curiosamente, con el pretexto de que el acuerdo y los anexos ocupaban 1.600 páginas, sólo
los grupos parlamentarios pudieron disponer de una copia en papel. En cuanto a los 31
miembros de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara Baja marroquí, cada uno
recibió un CD-ROM, cuando gran número de diputados no sabe usar un ordenador, ironiza
Lahsen Daoudi, vicepresidente del grupo islamista en la Asamblea.11 Finalmente la Cámara
de Diputados adopta el texto el 13 de enero y el Senado el 18 de enero, sin que se dilucide la
espinosa cuestión de la cobertura geográfica del acuerdo. En efecto, Zoellick había afirmado
que el acuerdo ratificado por EE UU el 22 de julio de 2004 abarcaba «el territorio de
11
Le Monde, 08.01.2005.
43
Marruecos reconocido internacionalmente sin incluir el Sáhara Occidental». El ministro
delegado de Asuntos Exteriores, Taieb Fassi Fihri, le daba la interpretación opuesta, al
afirmar que el acuerdo cubría «la totalidad del territorio marroquí, incluyendo las provincias
saharianas del sur».12 Un ejemplo elocuente de la nebulosa azul que envuelve este
controvertido acuerdo.
La oposición al acuerdo Marruecos-EE UU no se atenuó durante 2005. Los círculos europeos
seguían viendo en él un riesgo de desvío de los intercambios. Hasta el punto de que, en una
entrevista en la víspera de la visita del rey Juan Carlos a Marruecos, en enero de 2005, el rey
Mohamed VI se muestra exasperado por las críticas. «Nosotros los marroquíes estamos
obligados a no poner toda la carne en el asador» afirma, antes de añadir que «se trata de una
iniciativa complementaria, que no sustituye los acuerdos firmados entre Marruecos y la UE».
Es una «decisión que corresponde a la soberanía de Marruecos», concluye, al tiempo que
asegura que no comprende «que determinados círculos europeos hayan reaccionado
negativamente frente al acuerdo firmado con EE UU», nación que califica de «país amigo»
con el que Marruecos tiene «unas relaciones excelentes».13
La entrada en vigor del acuerdo, inicialmente prevista para 2005, se pospuso, sobre todo,
debido al retraso en el registro de un proyecto relativo a la propiedad industrial, que en
principio debía tener en cuenta las «excepciones culturales» de Marruecos. Finalmente, las
dos cámaras examinaron y adoptaron dicho proyecto hasta el 20 de diciembre de 2005. De
esta forma estaba allanado el camino para la entrada en vigor del acuerdo el 1 de enero de
2006. Marruecos se convierte en el primer Estado africano y el segundo país árabe (después
de Jordania) en contar con un acuerdo de libre comercio con Washington.
12
Le Nouvel Observateur, 19.01.2005
13
Entrevista publicada en El País, 16.01.2005.
44
Al justificar la entrada en vigor del acuerdo, Mohamed Benayad, secretario general del
Consejo Nacional de Comercio Exterior, reconoce la dimensión política del texto, sin ocultar
su frustración por los resultados del Acuerdo de Asociación entre el país africano y la Unión
Europea. «No se han cumplido las promesas con respecto a la equiparación de las empresas,
la implantación de los sistemas de financiación ha resultado ser kafkaiana y no hemos
percibido la contrapartida esperada». De esos comentarios puede deducirse que el acuerdo
Marruecos-EE UU sería una reacción frente al sentimiento de fracaso del acuerdo
Marruecos-UE. Benayad lo niega, aunque reconoce el interés de Marruecos por diversificar
sus socios y mercados en una economía cada vez más globalizada. «No sólo existe Europa »,
afirma, añadiendo que «hay que ir más allá de Europa».14 Más explícito imposible. Lo que
Benayad no menciona es el riesgo de un acuerdo global —que abarque tanto la agricultura
como las industrias y los servicios— entre dos economías con niveles de desarrollo tan
asimétricos.
No obstante, una cosa está clara: a partir del 1 de enero de 2006, el 98% de los productos
industriales marroquíes se incorporó al mercado norteamericano exento de derechos
arancelarios. Sin embargo, globalmente, en el primer semestre de 2006, Marruecos exportó
1,8 veces menos (193,8 millones de dólares) de lo importado desde EE UU.15 Los
exportadores estadounidenses, por tanto, se encuentran en mejor posición. Además, la
estructura de las exportaciones marroquíes revela la predominancia del sector textil: existe,
pues, un riesgo real de que Marruecos acabe especializándose en mercados industriales de
poco valor añadido (textil) y escaso componente tecnológico, lo que conllevaría un
desequilibrio, perjudicial para Marruecos, del comercio de productos industriales.
Lo mismo puede decirse del sector servicios, donde existe un riesgo real de que los bancos
marroquíes, el sector de los seguros e incluso el del transporte y los medios de comunicación
pasen a estar controlados por empresas estadounidenses, a pesar de las cláusulas de
protección.
Los estadounidenses, pragmáticos, se ponen rápidamente manos a la obra para que el acuerdo
no se quede en papel mojado. En junio de 2006, la Usaid, en asociación con el ministerio
marroquí de Comercio e Industria (MICMANE) lanzaba el proyecto «Morocco New
14
Libération (de Casablanca), 09.01.2006.
15
L’Economiste, 17 de agosto de 2006.
45
Business Opportunities» (27 de junio de 2006). Este proyecto pretende familiarizar a los
exportadores marroquíes con el funcionamiento del mercado norteamericano. Y es que hay
que reconocer que la tendencia de las exportaciones marroquíes al mercado estadounidense
era más bien reducida durante los cinco primeros meses de 2006 (-1,2% con respecto a 2005).
Durante el mismo período (enero-mayo de 2006), las exportaciones norteamericanas
destinadas al mercado marroquí experimentan un crecimiento del 8,8 % en comparación con
el mismo período de 2005, lo que confirma los temores de que se cree una relación
desequilibrada.
Conclusión
Marruecos constituye una pieza clave de la estrategia de expansión económica de EE UU en
África. Tal como recordaba Yahia Zoubir en julio de 2006, Marruecos es un pilar de EE UU
en el Magreb.16 No es, por tanto, casualidad que sea el primer Estado africano en firmar un
acuerdo de libre comercio con EE UU, al igual que Jordania es el primer Estado árabe en
firmar un acuerdo del mismo género.
16
ZOUBIR, Yahia, «La politique étrangère américaine au Maghreb: constances et adaptations», Journal d’Etudes des
Relations Internationales au Moyen-Orient, vol. 5, nº 1, 2006.
46
los riesgos de inseguridad e inestabilidad».17 El objetivo, además de loable, coincide con los
postulados del Partenariado Euromediterráneo. Sólo que existe el riesgo de que las
ramificaciones —apertura económica, reforma política, atractivo, estabilidad,
seguridad— no sean tan automáticas.
Está claro que, en un contexto de competencia asimétrica, los beneficios del libre comercio
distan mucho de estar repartidos por igual y que el sector agrícola marroquí se expone a ser el
principal perdedor: durante los seis primeros meses de 2006, las exportaciones
estadounidenses de cereales a Marruecos dieron un salto del 50 %. Además, los costes de
ajuste pueden también ser muy elevados. «La integración competitiva» en la economía
mundial depende en gran parte del dinamismo económico, del tejido industrial, de la
capacidad de adaptación de las empresas nacionales a las limitaciones de los mercados, de los
mecanismos de regulación y de una educación adaptada a las necesidades del mercado. Y,
hoy por hoy, no podemos afirmar que Marruecos cumpla esos criterios para poder explotar el
potencial de un acuerdo de libre comercio con una economía post industrial como la
estadounidense.
17
DEBLOCK, Christian, «Accord de Libre-échange Maroc-Etats-Unis», conferencia impartida en el coloquio organizado por
la Fundación Abderahim Bonabit. Rabat, 1 de marzo de 2003.
47
Capítulo IV
Para empezar, una dimensión política abundante en reuniones pero escasa en resultados: se
pospone sine die la firma de la Carta para la Paz y la Estabilidad, el Proceso de Barcelona se
contamina a causa del deterioro del conflicto arabo-israelí, se pasa de puntillas sobre la
«condición» democrática y el respeto de los derechos humanos, ya sea por miedo a una
«avalancha islamista» o por temor a herir a Estados que se presentan como «garantes de la
estabilidad» frente a la amenaza terrorista.
A continuación, una dimensión cultural que sigue siendo el pariente pobre del Partenariado,
hasta el punto de que el ex presidente de la Comisión, Prodi, se ve obligado a fundar un grupo
de sabios para el diálogo de culturas en el Mediterráneo, a fin de buscar nuevas pistas que lo
reactiven.
Finalmente, una dimensión económica y financiera, cuyo balance parece cuanto menos
discreto: las reformas fiscales están siendo lentas, la equiparación entre países limitada, la
competitividad de la producción débil, la financiación inadecuada, las inversiones exteriores
escasas y el crecimiento económico a menudo caprichoso y siempre insuficiente como para
crear empleo.
48
Este texto pretende sobre todo presentar un balance sucinto de la dimensión económica y
financiera del Partenariado Euromediterráneo (PEM).
El objetivo era ambicioso, en la medida en que las relaciones entre la UE (15 países miembros
en 1995) y los PSM (12 en 1995) presentaban profundas asimetrías (una proporción de
riqueza que iba de 1 a 10), una gran desigualdad en cuanto al intercambio comercial (el 50 %
del comercio exterior de los PSM tiene lugar con países de la UE, mientras que en el sentido
inverso éste tan sólo alcanza un 3 %), una tasa de endeudamiento de los PSM elevada (más o
menos 250.000 millones de dólares) y un escaso atractivo para la inversión
(aproximadamente un 2 % del total de las inversiones extranjeras directas).
A la hora de hacer balance, 13 años después de la inauguración del Partenariado, hay que
subrayar que la actuación europea se ha movido sobre todo por cuestiones de seguridad y que
se ha centrado esencialmente en el libre comercio industrial.
A comienzos de los años noventa, la UE hace balance de su política mediterránea desde 1972,
constatando que ha sido cuanto menos discreta, y que no ha sabido, o no ha podido,
desempeñar el papel de locomotora regional, como hizo Japón en Asia. Y, sin embargo, es en
49
esta área mediterránea donde se encuentran concentrados los grandes desequilibrios de las
tres D (desarrollo, demografía y democracia), los desafíos (migratorios, ecológicos, escasez
de recursos hídricos, etcétera) y los riesgos importantes (desestabilización de los Estados,
conflictos entre vecinos, reivindicaciones territoriales, nuevas identidades pujantes que hacen
estallar la solidaridad territorial, fundamentalismo religioso y crispación cultural). Estos
desequilibrios, desafíos y riesgos afectan a la UE, debido a su acumulación y concomitancia
en su área de proximidad más inmediata.
La UE es consciente de la amplitud de los retos y del peligro que supone una excesiva
desigualdad de desarrollo entre las dos orillas del Mediterráneo. Es imperativo, por razones
de seguridad propia, acelerar el ritmo de desarrollo económico, mejorar las condiciones de
vida de las poblaciones, incrementar el nivel de empleo y promover la integración regional en
su vecindad más inmediata, el sureste mediterráneo.
A comienzos de los años noventa se vuelve más urgente la necesidad de concebir otras
políticas, debido a los numerosos acontecimientos que están trastocando la situación
geopolítica local, regional e incluso mundial y que se producen en un momento en que el
espacio mediterráneo ampliado se queda solo, presa de múltiples convulsiones internas y
condenado a una marginación inquietante en la economía mundial, mientras la política
europea se reorienta en los países de Europa oriental y central. No obstante, la UE no tarda en
acusar, con toda su crudeza, las consecuencias negativas de una marginación duradera de la
zona mediterránea, y decide poner en marcha una amplia área económica. El Partenariado
Euromediterráneo responde, por tanto, a una voluntad de dar un nuevo impulso al desarrollo
económico del Mediterráneo y de reequilibrar la política comunitaria en las dos áreas
prioritarias que afectan a su seguridad: el Mediterráneo y Europa central y oriental.
50
integración del acervo comunitario. Para impulsar tal estrategia, la UE se apoya en dos
instrumentos: una zona de libre comercio (ZLC) y un nuevo instrumento financiero (MEDA).
- Incrementar el atractivo del Mediterráneo para las inversiones extranjeras directas, que se
supone iba a derivarse del efecto reclamo del Partenariado Euromediterráneo.
Como señalan los distintos informes del FEMISE, las expectativas en estos tres ámbitos no
se han cumplido: la liberalización comercial no ha logrado el efecto palanca esperado.
Aunque en términos globales se ha observado cierta estabilización macroeconómica y cierto
51
control de la inflación, un aumento del PIB por habitante, expresado en paridad de poder
adquisitivo (PPP, en sus siglas en inglés), en muchos otros aspectos, en particular la creación
de ventajas comparativas, desregularización, competitividad de la producción, integración
Sur-Sur, disminución de la presión migratoria, incentivos a las inversiones extranjeras,
desarrollo del sector privado, responsabilidad administrativa e institucional, y, por todo ello,
participación exitosa en el proceso de globalización, el balance es pobre, por no decir
sencillamente negativo.
Desde luego, se ha producido un incremento de los flujos de inversiones directas al final del
período (2004-07) en todos los países sin excepción, pero el hecho de que se concentraran en
sectores como el turismo, las telecomunicaciones y la energía no ha contribuido a mejorar el
mercado laboral, a disminuir las tasas de desempleo (incluido el de los jóvenes titulados) ni a
diversificar la economía.
Asimismo, los intercambios de bienes han registrado un aumento notable entre 1995 y
2007. Sin embargo, como era de esperar, las importaciones han reaccionado a la apertura más
que las exportaciones, lo que significa que el saldo comercial ha seguido siendo positivo para
la UE, sin interrupción desde 1995, aunque haya evolucionado con altibajos debido a la
volatilidad de las tasas de crecimiento de los PSM y sobre todo al alza súbita, a partir de 2004,
de los precios del petróleo y el gas.
Dos elementos explican esta situación: el primero es que un partenariado asimétrico siempre
favorece al más fuerte, en este caso la UE; el segundo es que le desarme arancelario afecta
esencialmente a los PSM, «que ya cuentan con un acceso al mercado europeo para los
productos manufacturados»18.
Así que, globalmente, el balance económico dista de ser satisfactorio. Al decir eso, no se
trata en absoluto de culpar al propio proyecto, cuyo limitado alcance se conocía de
antemano, sino de identificar las carencias de las políticas europeas y mediterráneas, y los
cuellos de botella en la gestión del proyecto, incluso la incoherencia del conjunto del
dispositivo librecambista.
18
Informe FEMISE, 2007, p. 3.
52
1.3. Progresos
Acuerdo comercial
Firma Entrada en vigor
provisional
Argelia 22 de abril de 2002 -
Autoridad Palestina 24 de febrero de 1997 - 1 de julio de 1997
Egipto 25 de junio de 2001 1 de enero de 2004 1 de junio de 2004
20 de noviembre de
Israel 1 de enero de 1996 1 de junio de 2000
1995
24 de noviembre de
Jordania - 1 de mayo de 2002
1997
Líbano 17 de junio de 2002 1 de febrero de 2003 1 de marzo de 2003 (a)
Marruecos 26 de febrero de 1996 - 1 de marzo de 2000
Siria octubre de 2004 - -
Túnez 17 de julio de 1995 - 1 de marzo de 1998 (b)
Libia observador
Fuente: Comisión Europea
Todos los acuerdos subrayan evidentemente la importancia del diálogo político y cultural,
pero su piedra angular es ante todo la liberalización económica.
Con Turquía se ha dado un paso más, mediante la firma de «una unión aduanera». Y desde
octubre de 2005, este país ha alcanzado el estatus de candidato. En cuanto a Malta y Chipre,
desde su adhesión a la UE en mayo de 2004, han cambiado de terreno. La configuración
15+12 de 1995 ha sido sustituida actualmente por 25+10 (25 países europeos, 10
53
mediterráneos, de los cuales ocho son árabes, Turquía es candidato e Israel ya cuenta con un
área de libre comercio con la UE). A partir de 2007, nuevo cambio del perímetro, pues la UE
pasa a contar con 27 países miembros, con el ingreso de Rumania y Bulgaria, mientras que los
PSM vuelven a ser 12, con la integración de Albania y Mauritania al Proceso de Barcelona.
Éste incluye 27 países de la UE y 12 países mediterráneos, nueve árabes y tres no árabes:
Albania e Israel, y Turquía (que tiene un estatus particular), lo que suma un total de 39 países
participantes.
Sin embargo, a lo largo de la primera etapa (1995-99) se desembolsó tan sólo el 25 % de los
créditos comprometidos, y cerca del 90 % de tales desembolsos tuvieron lugar en el apartado
«bilateral». Estos dos problemas obligaron a la UE a poner en marcha MEDA II, con el fin de
mejorar la relación compromisos de inversión/pagos y la desconcentración hacia una gestión
local de los programas MEDA por parte de las delegaciones de la UE en los países socios.
Los resultados, en verdad, son más bien positivos: la gestión está siendo más eficiente, las
delegaciones de la UE están más implicadas y la relación compromisos de inversión/pagos ha
experimentado un avance espectacular (del 25 % en 1995 al 90 % en 2003).
54
Aut. Palestina 3 41 42 - 81,1 72.5 461,3 381,6 82,7 %
Siria - 42 44 8 0,7 53 234,7 39 16,4 %
Túnez 20 138 131 90 48,7 22 756,6 485,7 64,2 %
Tot. bilateral 60 796 643 298 504,7 562,3 4936,1 2554,6 51,8 %
Tot. regional 113 93 133 305,3 95,6 135,3 1219,8 706,6 57,9 %
Estas facilidades, decididas el 18 de octubre de 2002 en el marco del BEI, ya han aportado sus
frutos, con un volumen de préstamo de 2.000 millones de euros en 2003. La Conferencia de
Nápoles (10-11 de noviembre de 2003) dio un nuevo impulso a estas facilidades. A partir de
esa fecha la FEMIP se despliega hacia numerosos sectores, desde las infraestructuras hasta la
asistencia técnica, y dispone incluso de oficinas en El Cairo, Túnez y Rabat.
La energía y las comunicaciones son los principales objetivos de los créditos BEI en el
Mediterráneo (concentrando el 32 % y el 36,4 % respectivamente en 2002). Por desgracia, la
gestión del agua, un importante problema, tan sólo ha recibido entre un 2 % y un 3 % de los
créditos, y las pequeñas y medianas industrias y empresas, sectores clave para la
modernización económica, han gozado de apenas un 17,3 % del total. La cuestión que debe
plantearse en el futuro es la eventual creación de una filial, con participación mayoritaria en el
BEI, con el nombre de Banco euromediterráneo de desarrollo.
55
tanto es que estos cuatro países carecen de fronteras comunes y sus intercambios no superan
el 5 % del total de su comercio exterior. Mucho más significativo, sin lugar a dudas, es el
proyecto de crear un zona de libre comercio a escala de todo el mundo árabe, anunciado
por la Liga Árabe en 1997, a pesar de que su puesta en práctica es un camino sembrado de
obstáculos. Sin embargo, sería abusivo ver en el proyecto interárabe una simple
«exacerbación» del Partenariado Euromediterráneo.
1.4. Sombras
Al comienzo se suponía que el Partenariado Euromediterráneo iba a desempeñar el papel de
catalizador de la transformación social, económica y política de los países mediterráneos
mediante una relación privilegiada con la UE, pero la evolución de una serie de
acontecimientos ha jugado en contra de estas pretensiones.
1.4.2. Supresión del acuerdo sobre textiles y ropa (ATV) debido a la finalización de los
acuerdos multifibras
56
Junto a la integración de China en la OMC y a la competencia de los nuevos productores
asiáticos, esta evolución amenaza el acceso preferencial del textil del sur del Mediterráneo al
mercado europeo. Hay mucho en juego, ya que el sector textil del entorno del Mediterráneo
representaba 82.400 millones de dólares en 2004 y 200.000 empleos en Marruecos, 300.000
en Túnez y cerca de 2,5 millones en Turquía.
Esta extinción de las cuotas textiles podría tener efectos catastróficos para países como Túnez
o Marruecos, que han basado sus ventajas comparativas en la subcontratación, en su
proximidad geográfica y en su bajo nivel de salarios.
57
se quedan en bonitas palabras. La autovía Casablanca-Alejandría sigue en gran parte en fase
de proyecto, aunque haya algunos tramos terminados. El transporte marítimo sigue dificultado
por el subdesarrollo del sector. Los gasoductos cruzan los países, como en el caso del de
Argelia-España, que atraviesa Marruecos sin prever ninguna ramificación para nutrir a la
economía marroquí. Éste es también el caso del gasoducto Argelia-Italia, que atraviesa Túnez.
Frente a todas estas carencias, hay que apreciar, sin duda, el nuevo proyecto de Unión
Mediterránea, defendido por Nicolas Sarkozy, posteriormente reintegrado en el seno europeo.
Y, hay que reconocerlo, los PSM sufren un déficit de atractivo. Ya era el caso en 1995 cuando
se inauguró el Proceso de Barcelona. Y en 2000 apenas cambió, pues el stock de inversiones
extranjeras directas (IED) de la UE en los PSM no superaba el 6 % de los 460.000 millones
de euros procedentes de la UE, en comparación con el 44 % destinado a Latinoamérica, el 25
% a Asia, el 19 % a los países PECO y CEI y el 6 % a África. Además, sólo Israel
concentraba una cuarta parte de este stock (24 % en 2000), frente al 17 % para Turquía, el 19
% para Egipto, el 18 % para Túnez y sólo el 9 % para Marruecos.
A partir de 2003, parecen haber mejorado las cosas, a juzgar por la cantidad de proyectos de
inversión registrados por el Observatorio Europeo de Proyectos de Inversión. En efecto, de
los 726 proyectos identificados en 2003, 451 se dirigieron a los ocho países PECO y 275 a los
12 países PSM.19 Ahora bien, ese año fue más bien excepcional. Tomando un período más
amplio (2000-2004), los PSM, con 250 millones de habitantes, concentraron una media de
19
Observatorio Europeo, MIPO 2003, citado por DREE, 2003.
58
8.000 millones de dólares en IED, lo que equivale a las inversiones destinadas únicamente a
Polonia.20
Sin duda, los incentivos financieros, las medidas de liberalización (nuevos códigos de
inversión), la estabilización macroeconómica lograda y los primeros atisbos de
responsabilidad gubernamental han mejorado, los fundamentos de la economía y han
acrecentado algo el atractivo de la región de cara a las IED. Sin embargo, de manera global,
los inversores permanecen reticentes a implicarse, desalentados por la exigüidad y la
fragmentación de los mercados, una percepción —a menudo exagerada— de inestabilidad
política y social, la debilidad de las disposiciones jurídicas que garantizan el respeto de los
contratos, la lentitud de adaptación de las legislaciones a los estándares internacionales y un
nivel de formación insuficiente. Sin duda, la proximidad geográfica supone una ventaja
comparativa, pero el descenso en los costes de transporte anula, en parte, tal ventaja. Además,
el coste salarial ya ha dejado de ser, como antes, un factor determinante para la captación de
inversiones extranjeras, puesto que el salario medio en las economías emergentes,
especialmente en las asiáticas, resulta por lo general entre cuatro y ocho veces inferior al de
los PSM.
En el siglo XXI la UE sigue siendo la principal fuente de las IED en la zona, suponiendo
grosso modo tres cuartas partes de las IED en ciertos países: Turquía (80 %), Marruecos (75
%) y Túnez (65 %). En los demás países, la presencia de la UE cae por debajo del 50 % (30 %
en Egipto y 35 % en Argelia). En estos dos últimos países EE UU es, desde 2002, el origen de
20
Informe Femise, 2005.
21
Ibíd.
59
cerca del 45 % de las IED, mientras que los capitales árabes se dirigen principalmente hacia
Egipto, donde representaban en 2004 cerca del 47 % de los capitales extranjeros, hacia el
resto del Mashrek y cada vez más al Magreb.22
Estas evoluciones revelan un cambio de orientación que pone en evidencia la mejora del
atractivo de la región: sector automovilístico, sector agroalimentario, energía, química,
farmacia, nuevas tecnologías, software y servicios informáticos. Si esta nueva tendencia se
consolidara, supondría un signo positivo ya que podría suscitar un efecto de arrastre en
términos de formación industrial, de propagación del know-how y de mejora del nivel
educativo.
22
Ibíd.
23
HENRY, Pierre, «Les investissements directs étrangers dans la région MEDA en 2007, intégration Euro-MED ou triangle
Euro-MED-Golfe», IEMED-CIDOP, MED-2008, Barcelona, 2008, pp. 59-67.
60
A pesar de estos progresos, en especial en cuanto a la diversificación de los sectores
beneficiados por las IED, no se ha producido un incremento de la parte relativa de los haberes
de la UE (extracomunitarios) en los PSM, puesto que esta parte oscila desde hace 10 años
alrededor del 1,5 %. Si lo comparamos con Latinoamérica, con los 12 nuevos miembros de la
UE, y más aún con China y Asia en su conjunto, el Mediterráneo sigue siendo un polo de
atracción mayor para los turistas que para los inversores europeos.
En el ámbito comercial, si exceptuamos el sector energético, todos los países eran deficitarios,
en especial con respecto a la UE. En 1995 los países mediterráneos importaban de la UE
45.000 millones de euros (ECU) y exportaban 33.200 millones, registrando un déficit de
12.400 millones, compensado, es cierto, por los ingresos turísticos y las transferencias de los
emigrantes.
Los sistemas económicos estaban ampliamente blindados, con unos niveles de proteccionismo
sin parangón. En cuanto al crecimiento, salvo raras excepciones, éste rondaba una media del
2,8 % para un aumento demográfico equiparable e incluso superior y un incremento anual de
la mano de obra del 3,1 %.
Por otro lado, el crecimiento acusaba las fluctuaciones de los precios de las materias primas y,
en el caso de los países agrícolas, las fluctuaciones meteorológicas. Aunque los países
mediterráneos gozaban de ayudas públicas significativas —la mitad de las cuales se
concentraban, eso sí, en Israel y Egipto—, los inversores internacionales se habían olvidado
61
de los países mediterráneos. A pesar de ello, éstos mostraban unos índices de pobreza
absoluta inferiores a los de las otras regiones en desarrollo.
Para mantener los índices de desempleo actuales, durante los próximos 12 años, se debería
crear una media anual de al menos tres millones de empleos. Para ello se requeriría un
crecimiento medio del 6% al 7 %, nivel que no ha sido alcanzado por ningún país socio
mediterráneo desde 1995, salvo las raras excepciones de Turquía (6,1 % en 2007), Jordania
(6,3 % en 2006), Egipto (7,1 % en 2007) y Túnez (6,4 % en 2007).
24
Véase la tabla macroeconómica de síntesis, Informe Femise, 2007, p. 4.
62
conjunto, constatamos un ligero progreso entre 1995 y 2004, pues pasa de 3.730 dólares en
1995 a cerca de 5.000 en 200425 y 7.778 en 2007.26
A pesar de este pequeño aumento, la brecha de prosperidad (prosperity gap) entre los países
mediterráneos y la UE ha permanecido inalterable, puesto que en 2004 el total del PIB
mediterráneo apenas superaba el 18 % del PIB europeo y probablemente en la actualidad
hablaríamos del 20 %. Los 13 años transcurridos no han permitido, pues, recuperar el retraso.
Sin embargo, esta constatación es engañosa, puesto que estamos manejando medias, cuando la
situación de los PSM es, en lo que respecta al crecimiento económico y a la convergencia,
muy heterogénea. En este período, los índices de crecimiento por habitante han sido muy
desiguales en la región. Entre 2000 y 2005, por ejemplo, el incremento de los índices oscila
entre un 2 % (Israel) y un 5 % (Argelia). En 2006, Marruecos y Egipto destacaban con unos
índices del 7,8 % y el 6,8 %, respectivamente. En 2007, Egipto registraba un índice del 7,1 %
y Túnez del 6,4 %, pero el Líbano se quedaba con apenas un 0,3 % y Marruecos con un 2,7
%: la media de los países socios mediterráneos se situaba en torno al 4,7 %.
Túnez (con un PIB por habitante de 9.239 dólares en PPA en 2007) es el único país
mediterráneo que ha mejorado su índice de convergencia, pasando del 20 % en 1995 al 28 %
en 2007. Debido al alza súbita de los precios del petróleo y del gas, Argelia ha duplicado su
PIB expresado en PPA entre 1995 y 2007 (de 3.864 a 7.778 dólares), pero sigue estando por
debajo del nivel alcanzado por Túnez. La media del PIB por habitante en el conjunto de los
países socios mediterráneos se duplicó entre 1995 y 2007, pasando de 3.700 dólares a 7.778,
lo que equivale a una quinta parte de la media de la UE (en PPA).
25
Cf. «European Commission: 10 years of Barcelona Process: taking stock of economic progress in the EU Mediterranean
Partners», European Economy, n°16, abril de 2005, p.3.
26
Economist Intelligence Unit, enero de 2008, retomado en la tabla macroeconómica de síntesis, Informe Femise, 2007.
63
Esta incapacidad de alcanzar los niveles económicos europeos no se debe a unos malos
resultados económicos, sino a un crecimiento volátil y sensible a ciertos
choques(fluctuaciones e inestabilidad de los precios, pluviometría caprichosa y conflictividad
interna y regional) y a que tal crecimiento resulta en cualquier caso insuficiente con respecto
a un crecimiento demográfico medio del 1,8% y a un aumento medio de la mano de obra del
3,1 %.
En cuanto a los demás indicadores, los países mediterráneos presentan diferentes situaciones,
pero por lo general no resultan alarmantes. Así, la media del déficit presupuestario está
por debajo del 3 % del PIB (un porcentaje mejor que el de ciertos países de la UE), pero
esta media oculta unas desigualdades impresionantes. Así, el excedente argelino (del 11 % en
2007) contrasta con el déficit presupuestario de Líbano y de Jordania (10 %) o de Egipto y
Siria (7 %).27
Las demás cifras insinúan una mejora. Para empezar, estos países registran, aunque con
matices, «unos índices de pobreza monetaria de los más leves de las zonas en desarrollo» (del
3 %, según el informe FEMISE de 2007), debido a la subvención pública de los precios de los
productos básicos, a una fuerte tradición de solidaridad familiar, a la ayuda internacional y a
las transferencias de los emigrantes. Ahora bien, mientras el porcentaje de los que viven con
menos de 2 dólares al día no supera el 7 % en Jordania y en Túnez, en Egipto, en cambio, esta
proporción alcanza el 44 %, si bien ha descendido con respecto a 1995.
27
Informe Femise, 2007, p. 8.
28
Informe Femise, 2007, p. 4.
64
Tabla 3: Clasificación de los países mediterráneos en el IDH (Indicador de Desarrollo
Humano) 2007-08
Clasificación
País
2007-08
Argelia 104
Egipto 112
Jordania 86
Líbano 7888
Marruecos 126
Siria 108
Túnez 91
Turquía 84
Palestina 106
Israel 23
Fuente: PNUD, 2007-08
65
mediterránea se sitúa en el 30 %, en Israel la proporción de mujeres que trabajan fuera del
sector agrícola alcanza el 49 %, mientras que apenas supera el 12 % en Argelia y el 27 % en
Marruecos.
Para empezar, esta cifra oculta variaciones, con índices de apertura que superan el 80 % en
Túnez y en el Líbano, pero que se estancan entre el 25 % y el 40 % en Egipto e Israel.
Además, el petróleo distorsiona los cálculos y aporta una imagen incorrecta. Por último, no se
tienen en cuenta los servicios. En efecto, si tomamos la media mediterránea de exportaciones
de bienes y servicios con respecto al PIB, obtenemos un índice de apertura del 33 % en 2002
y del 36 % en 2007.
Tabla 4: Índices de apertura comercial de bienes y servicios como porcentaje del PIB
Exportaciones Importaciones
66
Líbano 12 14 65 41
Marruecos 27 32 34 37
Siria 31 37 38 28
Turquía 20 30 24 30
A título comparativo
Estonia 72 84 80 94
Hungría 44 64 44 67
Fuente: World Development Indicators 2004
Una vez señalados estos matices, no es menos cierto que el incremento en el intercambio de
mercancías en los países mediterráneos fue del orden del 65 % entre 1995 y 2007, frente al 48
% registrado por el comercio mundial. Tal evolución se explica en parte por la liberalización
comercial llevada a cabo en los países mediterráneos. En todos ellos la media de los aranceles
industriales se ha reducido en torno a un 11 %, lo que la sitúa en un 17 %, frente al 10,8 % en
Asia, el 9,5 % en Latinoamérica y el 5,2 % en los nuevos miembros de la UE.
No obstante, en el Mediterráneo los aranceles son muy heterogéneos, pues oscilan entre el 8
% de Israel, el 64 % de Marruecos y el 160 % de Egipto. Su desmantelamiento también ha
seguido ritmos muy dispares: Marruecos y Jordania han realizado el mayor esfuerzo en este
sentido, mientras que Egipto, Argelia y, en menor medida, Túnez han preferido la opción de
un desmantelamiento más progresivo. Ahora bien, en todas partes, aunque se han rebajado los
aranceles sobre las importaciones de insumos y bienes de equipo, se han mantenido
globalmente los que afectan a los bienes de consumo.
Tal proteccionismo no es, sin embargo, patrimonio exclusivo de los países mediterráneos. La
propia UE, más allá de su discurso liberal, dispone de todo un arsenal de restricciones.
Además de la política agrícola común, principal obstáculo para las exportaciones agrícolas
mediterráneas, la UE se protege de mil maneras: sectores sensibles, derechos específicos,
cuotas, contingentes arancelarios, normas, derechos antidumping y protecciones fitosanitarias,
entre otros. Y eso siendo la UE el primer socio comercial de los países mediterráneos.
67
Desde el Tratado de Roma, la UE ha sido el principal socio comercial de los países
mediterráneos. Esta polarización de los intercambios se mantiene desde 1995, aunque
asistimos desde hace algunos años a una leve inflexión debida en parte a la apertura de los
países mediterráneos al comercio mundial. En efecto, mientras que en 1995 el 48,1 % de las
exportaciones mediterráneas tenía como destino la UE, en 2006 pasó al 45 %. Este
descenso es aún más pronunciado en lo concerniente a la presencia de la UE en las
importaciones mediterráneas, que cae del 50,6 % en 1995 al 45 % en 2006.
Por lo que respecta a la cuota de los PSM en las exportaciones e importaciones comunitarias
(fuera de la UE), cae de un 9,7 % en 1995 a un 9,0 % en 2006 en el caso de las exportaciones,
pero aumenta en el de las importaciones (fuera de la UE), pasando del 6,5 % en 1995 al 7,3 %
en 2006.29 Si tomamos en cuenta los totales correspondientes a 2006, las exportaciones
europeas alcanzan los 101.000 millones de euros y las importaciones europeas rondan los
96.000 millones de euros. Un total de 197.000 millones de euros, con un saldo positivo de
cerca de 5.000 millones de euros a favor de la UE.
Así que, globalmente, la geografía comercial entre 1995 y 2007 confirma un hecho ya clásico,
es decir:
b) Una fuerte asimetría en los intercambios, pues los países mediterráneos apenas
suponen un 8 % del comercio extracomunitario y un 4 % de los intercambios totales
en 2006.
29
Eurostat, Estadísticas euromediterráneas, edición 2007, tablas 3.1.2a y 3.1.2b.
68
c) Israel y Turquía siguen acaparando la parte del león en el comercio de la UE con
los Estados mediterráneos. Por sí solos estos dos países concentraban en 1995 casi la
mitad de los intercambios entre el Mediterráneo y la UE, esto es, 37.000 millones de
un total de 82.400. En 2006, su parte representaba más de la mitad de los intercambios
europeos con los países mediterráneos, esto es, 116.000 millones sobre un total de
197.000 millones de euros. Sólo el comercio de Turquía con la UE (91.600 millones)
ya superaba el conjunto de los intercambios del grupo de los ocho países árabes
mediterráneos (81.000 millones).
2000 2006
Exportaciones Importaciones Saldos Exportaciones Importaciones Saldos
Argelia 15,07 5,8 +9,26 22,089 9,34 +13,55
Marruecos 6,06 7,35 -1,29 7,52 10,04 -2,52
Túnez 5,52 7,18 -1,66 7,19 7,74 -0,56
Egipto 1,73 5,00 -3,27 3,34 3,37 -0,03
Jordania 0,08 1,55 -1,47 0,13 2,13 -2,01
Líbano 0,18 3,10 -2,92 0,22 2,82 -2,60
Palestina 0,00 0,29 -0,29 -- -- --
Siria 3,42 1,36 +2,07 3,11 1,51 +1,60
Israel 9,86 16,98 -7,12 10,18 14,24 -4,06
Turquía 17,01 31,12 - 41,70 49,99 -8,30
14,12
Total: 57,93 79,74 - 96,18 101,18 5,00
21,81
Fuente: Base de datos Eurostat, agosto de 2008.
Las estadísticas de 2006 –las últimas de que disponemos – muestran una progresión clara de
los totales del comercio euromediterráneo con respecto a 1995, sumada a una
69
concentración de los intercambios con Israel y sobre todo Turquía, no en vano este país
acapara, por sí solo, cerca del 45 % del total del comercio de la UE con los 10 países
mediterráneos. Juntos, estos dos países contribuyen en un 55 % a los intercambios globales de
la UE con los países mediterráneos.
Hay otros dos elementos dignos de mención. El primero tiene que ver con los intercambios
globales de la UE-25 correspondiente a 2006 y la presencia de los países mediterráneos en
dichos intercambios. Así, las exportaciones de los 25 países comunitarios, fuera de la UE,
ascendieron a un total de 1.181.000 millones de euros (cerca de 101.000 millones hacia los
países mediterráneos) y las importaciones superaron el umbral de los 1.353.000 millones (con
96.000 millones de importaciones de los países mediterráneos). Así, la presencia de los
países mediterráneos en las exportaciones fuera de la UE-25 se situó en un 9 %, siendo
su participación en las importaciones de cerca del 7,3 %.
El segundo elemento tiene que ver con los intercambios globales de los países mediterráneos
y su distribución geográfica. En este caso, lo más destacado remite a la escasez de los
intercambios en comparación con la UE. En efecto, el total de las exportaciones de los 10
países mediterráneos osciló en torno a los 157.000 millones de euros en 2006, mientras que
las importaciones ascendieron a 171.000 millones. Aparte de alguna que otra excepción, la
UE siguió siendo la principal región exportadora e importadora de los países mediterráneos,
pero con una tendencia a la baja, como hemos visto más arriba.
2000 2006
Argelia 58,7 54,7
Egipto 33,2 20,6
Jordania 35,7 23,2
Líbano 45,7 37,7
Marruecos 58,7 52,6
Túnez 71,3 64,8
70
Siria 32,9 18,6
Territorios palestinos 11,2 -
Israel 43,9 37,4
Turquía 50,3 40,6
Fuente: Eurostat, Estadísticas Euromediterráneas, edición 2007, p. 64.
2000 2006
En efecto, del análisis de las dos últimas tablas se desprende una degradación, lenta pero
real, de la presencia de la UE en los intercambios mediterráneos. Así, la presencia de la UE
en las importaciones de los países mediterráneos ha disminuido en todos los países. Esta
disminución ha sido muy clara en el caso de Egipto, Jordania, Siria e incluso Turquía. En el
resto ha sido menos pronunciada.
71
En general, los países árabes de Oriente Próximo diversifican más sus mercados que los del
Magreb, más cercanos a Europa y menos expuestos a la competencia asiática. Además, EE
UU empieza a recoger los frutos de su ofensiva comercial. En 2006, el 23,6 % de las
exportaciones argelinas, el 36,2 % de las israelíes y el 22,9 % de las jordanas se dirigieron al
mercado estadounidense. En cuanto a las importaciones, el 10,3 % de las egipcias, el 13,5 %
de las israelíes y el 5,9 % de las argelinas proceden de EE UU.
La progresión de los intercambios de los países mediterráneos con China sigue una curva
ascendente. Se observa claramente en el caso de Jordania, Líbano, Siria e incluso Turquía,
donde China acaparaba, en 2006, el 9,8 %, el 7,7 %, el 7 % y el 7 % de las importaciones,
respectivamente. En cuanto a las exportaciones, sólo Israel tiene un papel activo en el
mercado chino, con el 7 % de sus exportaciones dirigidas al país asiático.
Estos datos demuestran que el Mediterráneo sigue siendo en gran parte un mercado cautivo de
la UE, pero esta situación está cambiando a marchas forzadas. Cada vez más, la UE deberá
hacer frente a una dura competencia por parte de otros actores económicos en los años
venideros. En pocas palabras, no puede dormirse en los laureles.
Conclusión
«Los rumores sobre mi muerte han sido ampliamente exagerados». Estas palabras de
Marc Twain, citadas de manera muy oportuna por Christian Leffler, director de la Comisión
Europea, confirman el balance que suele hacer la UE del Partenariado Euromediterráneo:
contradiciendo las falsas necrologías, éste no ha muerto prematuramente. El niño que la UE
alzó sobre la «pila bautismal» en 1995, en la Conferencia de Barcelona, sufre, qué duda cabe,
de raquitismo, pero está fuera de peligro. Sus primeros pasos aún son vacilantes, pero todo
conduce a pensar que crecerá y se hará fuerte. Para dar peso a esta visión, la UE desgrana una
serie de logros: estabilización macroeconómica en los PSM, firma de los acuerdos de
asociación, primeros pasos de una integración subregional —con la firma del Acuerdo de
Agadir—, mejoras en el funcionamiento del instrumento financiero MEDA, presentación de
la FEMIP y compromiso de los Estados mediterráneos por la vía de la gobernabilidad
administrativa e institucional.
¿Ha logrado todo esto desencadenar un auténtico proceso de reforma y de desarrollo en los
PSM? Nada más incierto. No cabe duda de que los PSM han logrado, en su conjunto, ganar el
72
desafío de la estabilización macroeconómica —control del déficit presupuestario y de la
inflación—, lo que, además, les ha permitido resistir a los golpes internos y externos (sequía,
volatilidad de los precios del petróleo, de los ingresos turísticos y de las transferencias de los
emigrantes). Ahora bien, esta estabilidad se debe más a los programas de ajuste estructural de
los años ochenta que al Partenariado Euromediterráneo, y en cualquier caso no ha provocado
una revitalización de las sociedades mediterráneas. En palabras del ex ministro marroquí,
Hassan Abouyoub, las mejoras tan ponderadas en los discursos oficiales crean «la imagen
virtual de una dinámica de progreso que el ciudadano no reconoce en su cotidianidad».30
Para lograrse, dentro de una lógica liberal, la estabilización debe desembocar en reformas
fiscales para aumentar los ingresos, reducir el empleo público y los gastos militares, y así
equilibrar la balanza de pagos. Sin embargo, hay varios problemas que entorpecen la
aplicación de la receta liberal. Para empezar, el desmantelamiento de los aranceles aduaneros
amputa, de forma inmediata, los ingresos de los Estados. En segundo lugar, esa falta de dinero
entrante es difícil de compensar a corto plazo mediante ayudas internacionales, inversiones
extranjeras y sobre todo nuevas recetas fiscales. Y es un problema importante de la apertura
de los mercados y de la liberalización: los sacrificios son inmediatos, mientras que los
beneficios son condicionales y diferidos. Es lo que los ingleses denominan pain before gain.
Para empezar, la ayuda internacional es escasa y está concentrada sobre todo en unos países
(Israel y Egipto), mientras que la ayuda europea (MEDA II) asciende a un total de 800
millones de euros anuales, diseminada por distintos países y demasiado escasa en
comparación con los 15.000 millones de euros que los países mediterráneos desembolsan cada
año para saldar su deuda.
En cuanto a las IED, abandonan una región considerada inestable y fragmentada entre
economías de escasa envergadura, donde los costes de transacción son elevados y cuyo
entorno institucional y jurídico aún presenta importantes flecos de opacidad, a pesar de varios
tímidos progresos. Sólo entre el 1% y el 1,5 % del total de las IED europeas se dirige a la
región mediterránea, donde, además, se concentra en determinados sectores, en particular los
energía y telecomunicaciones. Un porcentaje irrisorio en una región que debe crecer a una
30
ABOUYOUB, Hassan, «Barcelona II: ¿hacia una refundación?», MED 2005, IEMED, Barcelona.
73
media del 7 % durante un largo período, para ofrecer empleos nuevos a los 35 millones de
jóvenes que se incorporarán al mercado laboral de aquí a 2020.
Por lo que respecta a las reformas fiscales, distan de ser una panacea para compensar la falta
de ingresos derivada de la reducción de los aranceles aduaneros. De entrada, requieren tiempo
para ponerse en práctica y, en segundo lugar, se aplican a economías donde el sector privado
es aún embrionario, el desempleo es brutal y el 50% de la población es menor de 20 años, lo
que reduce la capacidad de ahorro e imposición.
En cuanto a la cura de adelgazamiento que se pretende imponer a los Estados para reducir sus
gastos, ésta puede entenderse desde el punto de vista de la ideología liberal, pero no tiene en
cuenta ni la importancia de la función «distributiva» de los Estados (sobre todo en términos
de empleos públicos) para legitimar los regímenes instalados ni, con más razón, el papel de
las fuerzas armadas en la propia supervivencia de estos regímenes.
Al déficit de la balanza de pagos, compensado en parte por ingresos volátiles como el turismo
y las transferencias de los inmigrantes, viene a sumarse el déficit comercial de los países
mediterráneos, sobre todo con la UE. Entre 1995 y 2007, este déficit siguió siendo crónico,
aunque se redujo (11.000 millones de euros en 2006) debido al aumento de los precios
petroleros hasta mediados de 2008, más que el incremento de las exportaciones de los países
mediterráneos. Dejando aparte el petróleo, el comercio UE-países mediterráneos sigue siendo
crónicamente favorable a la UE.
Las razones son muchas. Para empezar, los acuerdos entre la UE y los PSM se firman entre
socios desiguales (en todos los niveles) y desembocan en ventajas desiguales. En segundo,
lugar, el Partenariado Euromediterráneo se inscribe en un regionalismo periférico basado en
74
el modelo en «núcleo y radios» (Hub & Spokes), asimétrico (dado que las personas y los
productos agrícolas no circulan en ambos sentidos) e incluso competitivo (entre los propios
países mediterráneos). En consecuencia, cuando genera ventajas recíprocas, lo hace casi por
casualidad.
Y la situación no tiene visos de mejorar, mientras Europa ejerza en ese marco un liderazgo a
la vez estructural (propone, dispone e impone), direccional (indica el camino a seguir) e
incluso normativo (dicta la norma), sin una participación suficiente de los países
mediterráneos en la concepción, la realización, la gestión y la supervisión del conjunto del
dispositivo asociativo.
Así pues, los vicios del Partenariado no residen tanto en su forma como en su naturaleza
misma. En efecto, se trata, para empezar, de un contrato holgado que atañe principalmente al
libre comercio industrial y excluye la liberalización de la agricultura. El sector agrícola
supone precisamente entre un 15 % y un 20 % del PIB de los PSM y da empleo a entre un 10
% de la población (Israel) y un 25 % (Marruecos), mientras que en Europa tan sólo constituye
un 3 % del empleo y su contribución al PIB se reduce a un 6 %. La paradoja es que los países
mediterráneos reclaman una apertura total del comercio agrícola sin medir las consecuencias
que podría acarrear ésta a su propia agricultura, muy vulnerable a raíz de su escasa
productividad.
En lo que respecta a las exportaciones de productos manufacturados, que son el corazón del
Partenariado, el peligro no reside tanto en la escasa apertura de los mercados, sino más bien
en lo contrario, en su total liberalización. Esto resulta especialmente cierto en cuanto al sector
textil y de ropa de los países mediterráneos, para el cual el Acuerdo Multifibras supone
exponerse a una descarnada competencia con los países asiáticos. Ésta será tanto más
perjudicial para los intereses de los países mediterráneos, en la medida en que éstos se han
especializado en una producción de baja escala tecnológica y no se han preocupado por
evolucionar hacia una confección más diversificada, más moderna y, por lo tanto, más
competitiva.
No obstante, a falta de progresos en la escala tecnológica, estos países verán cómo los
competidores recién llegados van arañando sus cuotas del mercado. Cuesta poco imaginar las
consecuencias negativas para un sector que representa el primer empleador industrial en
75
Egipto, Marruecos y Túnez y que supone el 24 % de las exportaciones totales de Marruecos,
el 41 % de Túnez, el 50 % de Egipto, Siria y Líbano y el 37 % de Turquía (frente al 10 % de
Israel).31
Todo esto requiere que Europa se replantee sus relaciones con sus vecinos más
inmediatos, pero también que los países del Sur mejoren su gestión estatal, que promuevan
una participación efectiva de un sector privado dinámico en un verdadero proyecto de
desarrollo y una implicación de la sociedad civil, y que se avance hacia una convergencia y
solidaridad regional irreversibles, lo que obligaría a delegar cierta soberanía en instituciones
regionales.
Este último punto resulta fundamental, pues las convergencias de intereses económicos
suponen una vía para superar los enfrentamientos políticos. En este sentido, una integración
regional siempre tiene una dimensión política, ya que se traduce en una voluntad común de
construir un espacio de paz y de seguridad.
76
solidario. Entre las virtudes del mercado, no se encuentra la de resolver los conflictos. Como
mucho, puede contribuir a consolidar la paz alcanzada. En otras palabras, difícilmente habrá
una primavera económica en el Mediterráneo mientras dure el invierno de la ocupación
y los conflictos sin resolver.
En todos estos ámbitos, se ha llevado a cabo un gran esfuerzo en ciertos países mediterráneos
(Marruecos, Jordania, Líbano, Egipto, etc.). Debe proseguirse sin descanso, si los países
mediterráneos, sobre todo los árabes, quieren elevarse a la categoría de economías emergentes
atractivas, dinámicas y capaces de hacer frente a la competencia internacional, y salir del
modelo de núcleo y radios que ciñe a los países mediterráneos sólo al mercado europeo.
Ello implica líderes (leaders) y no sólo gobernantes (rulers), el desarrollo de una verdadera
clase de emprendedores y no sólo una burguesía especulativa, rentista y que gravite en la
77
órbita de los poderes establecidos, además de un apoyo decisivo a las pequeñas y medias
empresas, sin las que cualquier proyecto de desarrollo estará abocado al fracaso. Y sobre
todo, acabar con ese simulacro de privatización en virtud del cual asistimos al paso de la
economía del plan a la economía del clan, esto es, el tránsito de un socialismo estático a
un «capitalismo de favoritismo».
78
Capítulo V
Introducción
El título del tercer pilar de la Declaración de Barcelona versa sobre el «Partenariado en el
campo social, cultural y humano: desarrollar los recursos humanos, favorecer la comprensión
entre culturas y los intercambios entre sociedades civiles». Incluye 14 recomendaciones, en
particular el respeto por las culturas y religiones, el desarrollo de los recursos humanos, la
importancia del sector sanitario y del desarrollo social, las contribuciones de la sociedad civil,
el impulso de la cooperación descentralizada, el fomento de los intercambios entre jóvenes y
el apoyo del Estado de Derecho. Asimismo, aborda cuatro cuestiones relativas a la
inmigración ilegal, el terrorismo, el crimen internacional y el tráfico de drogas. Estos riesgos
«transnacionales» deberían haber sido incluidos en el primer pilar del Proceso de Barcelona y
no en el tercero. He aquí la primera paradoja.
En cuanto a la tercera paradoja, tiene más que ver con la filosofía general del Proceso de
Barcelona, donde «el empeño europeo por la seguridad» parece guiar todo el proyecto, hasta
el punto de que el Proceso parezca más un order-building que un trust- building o, más aún,
un partnership-building.32
32
Véase el excelente artículo de Dimitri Chrussochoou, «Organising the Mediterrranean: the state of the Barcelona Process»,
Agora without frontiers, vol. 9, n° 4, 2004.
79
Este capítulo no pretende hacer un balance exhaustivo del tercer pilar, y aún menos de los
riesgos transnacionales que en él se mencionan; se dedica, más modestamente, a poner de
relieve sólo la cuestión de las migraciones, en relación con la libre circulación de personas y
el control de las fronteras exteriores.
La integración sigue siendo un tema polémico, principalmente porque saca a relucir el vacío
existente entre la retórica generosa y las realidades sobre el terreno. Las políticas destinadas a
conceder ayudas para la repatriación han fracasado estrepitosamente, pues una mayoría
aplastante de los inmigrantes ha dicho adiós a la repatriación y ha apostado por un
asentamiento duradero en los países receptores. En cuanto al cierre de las fronteras, las
estadísticas demuestran su inanidad, ya que los candidatos a la inmigración logran muy a
menudo desbaratar todos los controles y «cordones sanitarios»: visado, vigilancia, control
electrónico. Así, hay que reconocer que Europa sigue en «situación migratoria». Creyó, tal
vez ingenuamente, que el control de las fronteras externas disuadiría a los candidatos a
adentrarse en el espacio europeo; sin embargo, en realidad, el control tan sólo ha servido para
acelerar la inmigración clandestina, volviendo más sofisticadas las redes de pasadores de
fronteras y más elevado el precio exigido para el tránsito ilegal.
Estas tres medidas —cierre, repatriación e integración— han demostrado los límites, e
incluso incoherencias, de las políticas de inmigración. Y todo ello en un contexto posterior
a la década de los ochenta, cuando se puso en marcha el Mercado Único con sus cuatro
libertades, en particular la libre circulación de personas.
El visado Schengen creó la ilusión de que existía cierto grado de control fronterizo, pero no
logró impedir la inmigración, menos aún la inmigración ilegal. Desde entonces nos
encontramos en una situación caótica en la que las medidas de seguridad (controles, visados,
limitación del uso de los derechos de asilo, etcétera) coexisten, incoherentemente, con
80
prácticas realistas por parte de aquellos Estados que recurren de forma periódica a
regularizaciones de inmigrantes denominados «ilegales». En el Consejo de Sevilla (junio
2002), algunos se atrevieron a amenazar con «vincular la ayuda al desarrollo al control de la
inmigración en los países de origen» e incluso sancionar a los Estados recalcitrantes. Ya en su
comunicación del 7 de mayo de 2002, la Comisión propuso la creación de un “cuerpo europeo
de vigilancia de fronteras” con el fin de asegurar las misiones de vigilancia. En estas mismas
líneas, el 13 de junio de 2002, el Consejo adoptó un plan de acción sobre la cooperación
administrativa en los ámbitos de las fronteras exteriores, visados, asilo e inmigración; la
Comisión publicó su Comunicación (564 final, 14 de octubre de 2002) sobre la política
europea de repatriación para los clandestinos, voluntaria o forzosa, y el Consejo del 26 de
octubre de 2004 adoptó el reglamento (CE/n° 2007/2004) que establece la creación de una
agencia internacional dedicada a la gestión y la cooperación operativas en las fronteras
exteriores de los Estados miembros de la UE.
Como resultado, el control de las fronteras exteriores de la UE es cada vez más sofisticado. El
13 de diciembre de 2004, el Consejo adoptó un reglamento que establece que los servicios
nacionales tienen la obligación de «sellar» de forma sistemática la documentación de las
personas que accedan al espacio Schengen. El 28 de diciembre de 2004, la Comisión presentó
el Sistema de Información de Visados (CS-VIS), cuyo objetivo es mejorar los controles en las
fronteras exteriores, al permitir a los guardias fronterizos acceder a una base de datos que
contiene toda la información relativa a: los visados (visados emitidos, anulados y denegados),
así como a los datos biométricos del titular.
Para mejorar el dispositivo, la UE puso en marcha una agencia comunitaria ad hoc, prevista
en el reglamento del 24 de octubre de 2004: se trata de Frontex, con sede en Varsovia. Desde
su entrada en funcionamiento, en mayo de 2005, el presupuesto de Frontex ha pasado de seis
millones a 70 millones de euros en 2008. Rápidamente la agencia ha integrado los centros
creado en el marco de los proyectos pilotos llevados a cabo por los Estados: la de Berlín (para
las fronteras terrestres), Roma (para las fronteras aéreas), el Pireo (para las fronteras
marítimas) y la de Madrid (para las fronteras del Mediterráneo occidental).
81
La UE da un paso más en la sofisticación de los controles, mediante la creación de los
«equipos de intervención rápida en las fronteras», denominados «Rabit» (del inglés rapid
border intervention teams), para impedir que se cruce la frontera sin autorización. El 16 de
octubre de 2008, los 27 países de la UE adoptan el «Pacto Europeo de Inmigración y Asilo»
y acuerdan, en el marco de dicho pacto, la creación, el primer semestre de 2009, de una
«oficina europea de apoyo», cuya misión consistirá en «favorecer un conocimiento
compartido de los países de origen», sin duda para elaborar políticas más concretas en
términos de control de las fronteras.
En estas mismas líneas, los países europeos reforzaban sus respectivos sistemas legislativos,
dotándolos de un enfoque más restrictivo: la Ley de extranjería española de 2003 endurecía
los criterios de selección; el proyecto de ley alemana «Refundación de la gestión de la
inmigración», adoptado en 2004, apuntaba a una entrada selectiva; y, por último, la ley del
Reino Unido de noviembre del 2002 sobre «Nacionalidad, Inmigración y Derecho de
Asilo» trataba de combatir la inmigración clandestina y restringir el derecho de asilo...
Tras las medidas de control o de vigilancia preconizadas o adoptadas por las instancias
comunitarias y las políticas restrictivas adoptadas por los Estados miembros, el enfoque
comunitario de la libre circulación de personas, sobre todo tras el 11 de septiembre de 2001,
se basa sobre todo en la preocupación por la seguridad. Sin embargo, es obvio que hay otras
inquietudes. Se alude desordenadamente a la degradación del medio ambiente producida por
la llegada masiva de ciudadanos extranjeros; el riesgo de una presión excesiva sobre los
sistemas de protección social; el peligro de «erosión» de la identidad colectiva debido a la
absorción de ciudadanos extranjeros con distintos rasgos sociales, culturales y religiosos; el
posible aumento de la competencia en el mercado laboral y la consiguiente caída de los
salarios. Estos argumentos tienden a ocultar las contribuciones positivas de las migraciones en
el ámbito económico, demográfico y cultural.
82
tercer pilar del Tratado de Maastricht (1992), Asuntos de Justicia e Interior (AJI) y
posteriormente en el Título IV del Tratado de Ámsterdam (1997).
1. Fracaso de las políticas de cierre de fronteras adoptadas a partir de 1974, a medida que
continuaba la inmigración a través de distintas vías legales (reagrupación familiar) e
ilegales (inmigración ilegal y over-stayers con visados de turista o para estudiantes).
La firma del Acuerdo de Saarbruck en 1985 —que dio lugar al sistema Schengen— no fue
fortuita. Para completar dicho acuerdo, la Comisión trató de establecer «una coordinación
vinculante» entre los Estados miembros sobre cuestiones de entrada, estancia, acceso al
mercado laboral, lucha contra la inmigración clandestina y cooperación con los países de
origen.34 Sin embargo, hubo que esperar 14 años, concretamente hasta la Cumbre de Tampere
de 1999, para que se estableciera un programa de europeización de las políticas de
inmigración, centrado en las políticas de control de los nuevos flujos migratorios y en las de
integración en el interior. Sin embargo, como ya se ha subrayado, las políticas de integración
cosecharon resultados desiguales en los distintos países, mientras que las de control fueron
más bien un fracaso. Ningún país europeo se esforzó o logró realmente interrumpir los flujos
migratorios. Éstos incluso aumentaron. Y todo ello a pesar de que se adoptaron medidas
coordinadas: visado obligatorio, externalización del control fronterizo, política de asilo,
sanciones para los transportistas.
34
«Directrices para una Política Comunitaria de Migración», Boletín de la Comisión Europea, suplemento n° 9, 1985.
35
SCIORTINO, Giuseppe, «La politique migratoire européenne: une orthodoxie restrictive», en RITAINE, Evelyn, L’Europe du
Sud face à l’immigration: politique de l’étranger, París, PUF, 2005, p. 223.
83
día se observa que, en todos los sectores de la economía, se precisa ese tipo de mano de obra
extranjera. En España, la distribución de los inmigrantes entre los distintos sectores de la
economía muestra que casi el 90 % de los trabajadores inmigrantes trabaja en sectores como
el servicio doméstico, la construcción, el turismo y servicios relacionados, y las categorías
inferiores de la industria manufacturera, así como el sector agrícola. Esta situación es
aplicable a todos los inmigrantes, sobre todo los marroquíes en España;36 los magrebíes en
Francia, Bélgica y Holanda; los turcos y los kurdos en Bélgica y Alemania; y, por último, los
paquistaníes, indios y bengalíes en Reino Unido.
En todos los países europeos —especialmente en los del sur— existe una demanda real de
trabajadores, por mucho que las autoridades insistan en hacer la vista gorda. En efecto, si la
inmigración laboral representa cerca del 40% del los flujos de entrada en Reino Unido, en
Francia no supera el 10%. Encontramos estas disparidades en el peso de la inmigración en los
países europeos: según Philippe Merlant37 “va del 45% en Luxemburgo a sólo el 2,7% en
Finlandia”, pero “10,1% en Reino Unido y 11% en Francia”, mientras que en “España e Italia
la parte de los inmigrantes en la población activa se ha multiplicado por cinco a lo largo de los
últimos cinco años”.
Desde luego, hay un efecto llamada (pull factor) que explica el fracaso de las políticas de
control de la inmigración clandestina, pero este factor se basa en dos elementos significativos:
36
LÓPEZ, Bernabé, y BERRIANE, Mohamed (dir.), Atlas de la inmigración marroquí en España, Madrid, UA ediciones, 2004.
37
Philippe Merlant : « Le marché de travail immigré » en Le Monde : Atlas des migrations, numéro extra, 2008-09. p.64.
84
caso, según Massimo Carfagna, esto es precisamente lo que está ocurriendo en Italia.38 La
absorción de inmigrantes, ya sean clandestinos o irregulares (sommersi e sanati), en la
economía europea demuestra que la demanda de trabajadores extranjeros no ha desaparecido,
sino que se ha redistribuido en función de la evolución de los mercados laborales europeos.
¿Qué pasa con la política de visados? En este terreno, los Estados miembros han acordado un
modelo común de visado para Europa, así como una lista de terceros Estados cuyos
ciudadanos deben tener visado para acceder a Europa. Hoy en día, los países árabes
mediterráneos figuran en esta lista, pero los de Europa central y la mayoría de los de
Suramérica no. Una discriminación evidente que alimenta la percepción del Mediterráneo
como «un arco de crisis e inseguridad».
No obstante, incluso en este terreno, si, en principio, la imposición del visado garantiza la
«seguridad de los ciudadanos» al prevenir el terrorismo y la inmigración ilegal, hay que
reconocer que este objetivo está muy lejos de haberse alcanzado, tal y como demuestran los
atentados terroristas perpetrados en Europa, la multiplicación del número de inmigrantes y
extranjeros en España por más de ocho entre 1992 y 2007 (pasando de 500.000 a 4.200.000) y
la multiplicación del número de inmigrantes en Italia por 30 entre 1970 y 2007 y casi por tres
entre 2000 y 2007 (de 1.341.000 en 2000 a 3.330.000).
38
CARFAGNA, M., «I sommersi e i sanati : le regolarizzaeioni degli immigrati in Italia», en COLOMBO, A., y SCIORTINO, G.
(ed.), Assimilati ed esclusi, Bolonia, Il Mulino, 2002.
39
RODIER, Claire, «Immigration: le double jeu de l'Europe», BADIE, Bertrand; TOLOTTI, Sandrine, L'Etat du Monde 2009,
París, La Découverte, p.186.
85
Estas cifras demuestran un hecho aplastante: el visado limita la movilidad temporal, pero
parece estimular la inmigración clandestina y el asentamiento definitivo. La eliminación
de requisitos de visado para los países PECO, antes y después de la adhesión,40 así como para
los países sudamericanos, no se ha traducido en un flujo masivo de inmigrantes. Por tanto, es
legítimo poner en entredicho la utilidad de los requisitos de visado y valorar si su eliminación
sería una política más realista que podría facilitar la circulación de personas en el espacio
mediterráneo e incluso contribuir a la desaparición de las mafias de traficantes.
40
KHADER, Bichara, «Elargissement à l’Est et impact sur les pays arabes et méditerranéens», Euromesco Papers, Lisboa,
2003.
86
inmigrante y delincuente. Además tiene el riesgo de atentar contra derechos fundamentales.
Evo Morales, Presidente de Bolivia, se refirió a la Directiva europea como " Directiva de la
vergüenza" y Rafael Correa, Presidente de Ecuador, dirigió una Carta a los Presidentes del
Parlamento europeo y de la Comisión, en la cual se oponía en nombre de su gobierno a la
"tendencia general a criminalizar la movilidad humana en el espacio europeo", y expresaba su
rechazo a la validez de esta Directiva del Retorno por plantear, a su juicio, un "Estado de
Excepción" ( véase el articulo de Susana Fernández Herrero : " la Directiva de Retorno vista desde el Sur", in
Papeles, invierno 2008-2009, pp.139-150).
87
Vamos más allá. Supongamos que un inmigrante ha cruzado la frontera clandestinamente,
se ha regularizado y ha obtenido la nacionalidad. A partir de ese momento, sería ciudadano
y nacional a la vez. Sin embargo, ¿estaría integrado? En este punto conviene introducir la
distinción entre integración formal (nacionalidad) e integración real, es decir, la
socialización y la inserción en la vida colectiva por medio de la escuela, la vivienda, el
trabajo.
La nacionalidad, pues, no acaba con todos los blindajes de las exclusiones sociales. No
garantiza automáticamente la movilidad social, esto es, la circulación en el espacio social,
pues en todas partes se levantan muros que «no son ni manifiestos, ni se han erigido
intencionadamente y que a veces cuesta de ver», pero que muchas veces provocan los motines
sociales (Brixton 1981, Birmingham 1986, los extrarradios franceses 2005, etcétera) que
subrayan la polarización y la segregación en todas sus formas.
Estos muros invisibles41 son las múltiples formas de discriminación abierta o camuflada que
sufren las poblaciones inmigrantes, sobre todo las de origen árabe y musulmán, en los países
europeos. Esta discriminación ha existido siempre, pero se multiplicó a partir de los años
noventa y en particular tras el 11-S. Es el resultado de la agravación de dos procesos: la
diferenciación y la estigmatización étnicas.42 Según Andrea Réa, la diferenciación étnica
reside en la oposición, entre el «nosotros» y el «ellos», de una especificidad imaginaria que
moviliza de una y otra parte referentes culturales. Se deriva de una suscripción identitaria
(autodefinición étnica) o de una prescripción identitaria (cuando el grupo mayoritario asigna
una identidad étnica a individuos de un grupo minoritario). Esta diferenciación identitaria
puede ser fruto de una simple etnicidad simbólica. Asimismo, puede adquirir representaciones
más marcadas, en forma de «repliegues comunitarios». Sin embargo, las comunidades
constituidas de este modo no llegan a ser minorías étnicas hasta que la diferenciación se ve
acompañada por una inferiorización, en el momento en que el atributo étnico (por ejemplo,
marroquí o turco) se erige en estigma. En Europa, tras la interrupción de la inmigración en
1974 y las políticas de reagrupación familiar con las transformaciones inducidas a raíz de la
feminización de la inmigración, el rejuvenecimiento, la constitución de guetos urbanos, la
estigmatización de los turcos, paquistaníes y marroquíes se ha convertido en moneda
corriente. Y lo que es más grave: tras el fin del sistema bipolar y la desaparición de la Unión
41
KHADER, Bichara, El muro invisible, Barcelona, Icaria, 1995.
42
REA, Andrea, «Discriminations positives entre fragmentation sociale et normalisation», Revue Nouvelle, marzo de 2005.
88
Soviética y sobre todo después del 11-S, a la estigmatización étnica se ha sumado una
estigmatización aún más insidiosa, pues se detiene en un nuevo atributo: el origen musulmán
de esos inmigrantes antiguos y nuevos. Hasta el punto de que en todos los países europeos,
aunque en distintos grados, el cuestionamiento sobre el Islam se ha transformado en «angustia
colectiva».
Esta percepción conflictiva se traduce en los sondeos de opinión realizados en los países
europeos, aunque con disparidades patentes. Así, según una encuesta publicada por el
Financial Times el 19 de agosto de 2007 —dos meses después de los atentados frustrados de
Londres y Glasgow de finales de junio— sobre la percepción de los musulmanes en los cinco
grandes países de la UE, nos enteramos de que cerca del 40 % de los británicos (pero sólo el
20 % de los franceses) considera que la presencia de los musulmanes representa una amenaza
para la seguridad nacional. Casi el 40 % de los británicos y los alemanes se oponen a que uno
de sus hijos o hijas contraiga matrimonio con un musulmán o musulmana, frente al 18 % de
los franceses. Además, el 46 % de los británicos opina que los musulmanes tienen demasiado
poder político, frente a un 10 % en Francia. Por último, mientras que el 80 % de los franceses
no considera ningún problema el ser musulmán y a la vez ciudadano, el 60 % de los británicos
son de la opinión contraria.43 Aunque contrastados, estos resultados no dejan de revelar una
inquietud, e incluso un temor, frente a la presencia musulmana en Europa.
Algunos políticos, y no sólo de extrema derecha, capitalizan este temor y amenazan con el
miedo de la «invasión» aplicado a los inmigrantes. Además, declaran el Islam «inasimilable»,
«no integrable» e «incompatible» con los valores democráticos de las sociedades europeas,
llegando a considerarlo una «amenaza identitaria». Y así se define la frontera interna y
externa, en principio infranqueable por motivos culturales, cuando quienes quieren cruzar esas
fronteras lo hacen por una voluntad individual de integración en el espacio europeo, sobre
todo debido a la imagen económica y cultural que proyecta en el exterior.44
43
Resultados reproducidos en KEPEL, Gilles, Terreur et Martyre: relever le défi de civilisation, París, Flammarion, 2008, p.
273.
44
LEVEAU, Rémy, «Espace, culture, frontière : projection de l’Europe à l’extérieur», en KASTORYANO, Riva, Quelle identité
pour l’Europe, París, Sciences Po Presses, 2005, p. 333.
89
descendientes plantean, con toda su crudeza, la cuestión de los «muros invisibles». Y es que
la concepción habitual de la integración se define a menudo en términos culturales, cuando,
en realidad, los inmigrantes y sus descendientes pasan cada día por la dolorosa experiencia de
los mecanismos segregadores institucionales (acceso a la educación, al empleo, la vivienda,
las infraestructuras, el ocio y a una justicia neutra).
Desde luego, los Estados europeos se movilizan para combatir las prácticas discriminatorias
para con la población inmigrante y, aquí y allá, se adoptan dispositivos que en teoría deben
favorecer la integración. En Francia, por ejemplo, se ha creado una alta autoridad de lucha
contra las discriminaciones (HALDE). La propia UE propone una tarjeta de larga
duración (Blue card) para atraer a personas cualificadas. Últimamente, la Comisión se ha
declarado partidaria del «derecho a la movilidad», que prevé el acceso libre de los residentes
extranjeros en situación regular al mercado laboral de todos los países europeos. Unas
medidas loables, pero demasiado fragmentarias y demasiado poco armonizadas, a escala de la
UE, para acabar con las muchas formas de discriminación reales y disimuladas.
Las discriminaciones, abiertas o camufladas, y las reacciones de rechazo que sufren los
inmigrantes contrastan con la imagen atractiva que Europa proyecta de sí misma en el
exterior, bajo el efecto de las imágenes televisadas captadas gracias a las antenas parabólicas,
y en la que reside gran parte de la fascinación que sienten millones de jóvenes del Magreb y
del África subsahariana por El Dorado europeo.
No obstante, esta fascinación resulta problemática, pues genera, entre los jóvenes
escolarizados, muchas veces desempleados, una especie de deseo ardiente de marcharse. Se
trata, sin embargo, de un deseo frustrado y exasperado por la imposibilidad de ir y venir y de
participar en esa especie de festín de la modernidad. Este desfase entre el «deseo de lo de
fuera» y su «represión cotidiana», que ponen de manifiesto las interminables colas de
solicitantes de visado en los mostradores de consulados y embajadas de los países europeos,
genera una relación turbia de atracción y de rechazo, casi una relación patológica, donde
Europa es al mismo tiempo imán y contrapunto, objeto de deseo y de rechazo.
He querido hacer hincapié en las dos formas de considerar la libre circulación de personas: en
el sentido físico (cruzar la frontera externa de la UE) y en el sentido social (cruzar los muros
de las exclusiones). Como es natural, siempre son los inmigrantes nuevos más dinámicos y
más audaces quienes logran cruzar la primera (la frontera) o los inmigrantes antiguos quienes
tratan de vencer las segundas (las exclusiones), con el objetivo legítimo, en el caso de los
90
primeros, de penetrar en el espacio prohibido (el territorio) y, en el de los segundos, de subir
los peldaños de la movilidad social.
91
periódicamente por España, Italia, Bélgica y otros países. La última regularización llevada a
cabo en España (mayo de 2005) afectó a casi 65.000 clandestinos.
Con el fin de reprimir este tipo de inmigración y atajarla en origen, la legislación europea ha
multiplicado el número de sanciones y mecanismos de control, a saber: sanciones contra
quienes transportan a personas sin visado, transmisión de datos sobre los pasajeros,
deportaciones individuales o colectivas, firma de acuerdos de readmisión con los países de
origen. Sin duda, esta actitud timorata de la UE explica porque la Convención Internacional
sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y sus Familias,
adoptada por la ONU en 1990, que entró en vigor en 2003, no ha sido ratificada por ningún
país europeo, y al contrario que Marruecos y otros países mediterráneos.
Se alude a la defensa de los derechos de los «inmigrantes establecidos», pero, cuando se trata
de «la inmigración ilegal», se promueven disposiciones concretas, que incluso se incluyen en
los Acuerdos de Asociación: condiciones de retorno de las personas en situación irregular
(art. 69 del Acuerdo Marruecos-UE), reinserción de los repatriados (art.71), readmisión.
Esta última disposición no se encuentra recogida en el Acuerdo de Asociación entre la UE y
Túnez, a pesar de que una parte de los inmigrantes ilegales que llegan a Italia procede de este
país. Estas disposiciones son mucho más precisas en el Acuerdo de Asociación Egipto-UE,
firmado tras el Consejo Europeo de Tampere (15-16 de octubre de 1999). En su artículo 68,
firmado en marzo de 2001, ambas partes convienen en «prevenir y controlar la inmigración
ilegal». El acuerdo Jordania-UE va más allá: las partes no sólo acuerdan «autorizar la
92
repatriación de los inmigrantes ilegales de la otra parte que se encuentren en su territorio»,
sino que también se comprometen a «autorizar la repatriación de ciudadanos de terceros
países y personas apátridas que accedan al territorio de una de las partes procedentes de la
otra parte». En definitiva, si «un chino» emigra ilegalmente a Grecia desde Jordania, ésta
tiene la obligación de «readmitirlo». Aunque la «readmisión» se incluye en los acuerdos de
asociación entre la UE y los socios mediterráneos, algunos países de la UE han firmado
acuerdos nacionales de readmisión con estos países, como es el caso del acuerdo España-
Marruecos.
Año tras año, las normas destinadas a combatir la inmigración ilegal se vuelven más
sofisticadas. En la clausura de la Conferencia Euromediterránea celebrada en Marsella en
noviembre de 2000, los ministros hablaron por primera vez de «un programa regional en el
ámbito de la justicia y asuntos de interior» e incluso decidieron organizar una operación piloto
para la vigilancia marítima conjunta en 2001. Por tanto, todo parece coincidir en favorecer la
creación de un mecanismo reforzado de control en las fronteras europeas para crear «una
nueva zona de seguridad europea». Esto se deduce también de la lectura del plan de acción de
la Cumbre de Valencia (2002), las recomendaciones de la Cumbre Interina de Creta (mayo de
2003) y, en especial, de la Cumbre Euromediterránea de Nápoles (diciembre de 2003), y se
concreta por la creación de Frontex.
Así que, a pesar de tantos castillos en el aire y discursos líricos sobre la fraternidad
euromediterránea y el «desarrollo conjunto», el lema de una «Europa para los europeos»
parece estar ganando la batalla a la libre circulación de personas. Sólo en contadas ocasiones
se ha planteado el tema de «la identidad europea» sin recurrir a la polémica terminología del
«nosotros» frente a «los otros». Tanto si los «otros» son «los suburbios externos» de Europa
como sus suburbios internos. Lo demuestran los encendidos debates en torno a la adhesión
de Turquía a la UE.45 En realidad, el problema que Turquía plantea a Europa no está tan
relacionado con la geografía física como con la geografía mental, que construye «líneas»
imaginarias que parecen separar a Europa de sus «extranjeros más íntimos». Por tanto, el
problema que plantea la inmigración, en todas sus formas, hacia la UE es fundamentalmente
de carácter cultural. En consecuencia, era legítimo que el asunto de la inmigración constara
en el apartado «social y cultural» del Partenariado Euromediterráneo. Desgraciadamente,
45
Véase el dossier Questions Internationales sobre «Turquía y Europa», Documentation française, París, nº 12, marzo-abril
2005.
93
figura junto a asuntos más negativos, como el tráfico de drogas y el crimen organizado, que
son fundamentalmente «riesgos transfronterizos».
94
Conclusión
El Partenariado Euromediterráneo se ha construido sobre una ilusión: impedir la libre
circulación de personas dentro de un área contigua. Basta revisar lo sucedido entre 1995 y
2008 para comprobar que dicho enfoque es inútil. Por mucho que se hayan cerrado las puertas
a la inmigración, las ventanas permanecen semiabiertas. Como bien señala Giuseppe
Sciortino, «la ‘fortaleza europea’ nunca llegó a elevar sus puentes levadizos».46 Por
consiguiente, existe una disparidad constante entre el discurso político restrictivo, cuyo
objetivo es electoralista, y las prácticas políticas pragmáticas de regularización. El verdadero
problema no es tanto la inmigración propiamente dicha como la forma en la que está siendo
percibida por los países europeos y por sus ciudadanos. La interpretación de la inmigración en
términos de seguridad es el resultado envenenado de estrategias de partidos políticos
propensos a instrumentalizarla según tendencias caracterizadas por la exclusión y el
ostracismo. Esta obsesión por garantizar la seguridad con respecto a los extranjeros,
especialmente los que se encuentran más cerca de nosotros, como es el caso de los magrebíes,
no sólo es contraria al concepto de la sostenibilidad de la inmigración y a la realidad
demográfica y económica de la inmigración en un continente envejecido; también es un
síntoma de la pérdida de puntos de referencia. Esto explica la disparidad existente entre el
discurso oficial y las políticas aplicadas, y entre el enfoque centrado en la seguridad y el que
se rige por criterios económicos, que lleva a los Estados miembros a plantearse la idea de
establecer «centros de retención», «centros de selección» e incluso «portales de inmigración».
En el Mediterráneo y en el resto del mundo, un proceso social (la inmigración), que lleva
produciéndose desde la noche de los tiempos, fue primero una «cuestión colectiva, después
un problema público y, por último, un desafío político».47 Por tanto, no sorprende que la
inmigración sea el arquetipo de todas las ambigüedades en el marco del Partenariado
Euromediterráneo —al considerarse un «riesgo transfronterizo», como el tráfico de drogas—
y la fuente de las inconsistencias entre el discurso restrictivo y las políticas pragmáticas.
46
SCIORTINO, G., Op. Cit., p. 256.
47
Ibíd., p. 2
95
residen en España no tienen tanta prisa por aprender el español como los inmigrantes
marroquíes, aunque el conocimiento del idioma contribuya a la participación en la vida en
sociedad. Ahora bien, también es verdad que, para los primeros, España es el sol, mientras
que para los segundos es, sencillamente, el salvavidas y la esperanza.
Por tanto, urge depurar el lenguaje y los textos de las palabras hirientes (killing words), si
queremos entender la inmigración como un hecho social, normal, legítimo y global, y no
como un riesgo, una espina irritante e incluso una amenaza. Por eso es fundamental proteger
el tercer pilar del Proceso de Barcelona del ensañamiento y la obsesión por la seguridad que
contaminan todo el enfoque, y trasladar al primer pilar todas las cuestiones que estén
estrictamente relacionadas con la seguridad, como la lucha contra el terrorismo, el tráfico de
drogas y el crimen organizado.
En este sentido, no puedo sino suscribir la propuesta48 de «dedicar el tercer pilar al desarrollo
de un diálogo real entre ambas orillas, un diálogo capaz de abordar imágenes,
representaciones y valores comunes», una idea ya promovida por el comité de sabios sobre el
Diálogo Intercultural en la Cuenca del Mediterráneo, organizado por Prodi.
48
SCHMID, Dorothée, «Optimiser le processus de Barcelone», Occasional papers, Institut d’Etudes de Sécurité, julio de 2002,
p. 42.
49
AMMOR, Fouad, Le partenariat euro méditerranéen à l’heure de l’élargissement, perceptions du Sud, Rabat, GERM, 2004,
págs. 36-38.
96
teniendo buenas perspectivas económicas en su país? De ahí que el desarrollo en el sur del
Mediterráneo, sin ser un antídoto para la inmigración, sea, sin duda, un freno al
establecimiento definitivo que las opiniones públicas europeas parecen temer. Las
restricciones y controles actuales jamás acabarán con el deseo de emigrar; sólo
conseguirán que el proceso resulte más costoso y peligroso para los inmigrantes y más
rentable para las redes de traficantes. Además, la prohibición de la movilidad y la
circulación de los inmigrantes favorecen el establecimiento. Como subraya muy
oportunamente un reciente libro, cuanto más se abren las fronteras a los inmigrantes, «más
circulan y menos se establecen, al poder ir y venir. Quienes se sedentarizan de modo aleatorio
e imprevisto son los que se encuentran con las fronteras cerradas, los que entran ilegalmente o
tienen un estatus precario: si regresan a sus países, ya no podrán volver».50
50
BADIE, Bertrand; BRAUMAN, Rony; DECAUX, Emmanuel; DEVIN, Guillaume; WITHOL DE WENDEN, Catherine, Pour un
autre regard sur les migrations: construire une gouvernance mondiale, París, Découverte, 2008, p. 26.
97
Capítulo VI
Introducción
La cumbre de Copenhague (12-13 de diciembre de 2002) dio luz verde a la incorporación a la
UE de ocho países PECO (países de Europa central y oriental) en 2004, seguidos por otros
dos (Rumania-Bulgaria) en 2007. En 2005, Turquía es oficialmente aceptada como
«candidata» a la UE. Al pisar el acelerador de la adhesión de 10 países PECO, la UE ratifica
el éxito de la transición y emprende una apuesta política delicada: tomarse la «revancha de
Yalta», relegando al olvido la división de Europa heredada del período soviético.
La ampliación supone un reto importante para la UE. Asimismo, representa un desafío para
los propios Estados entrantes. En cuanto a su impacto en los países mediterráneos, en
particular en el ámbito de las ayudas, las inversiones y los intercambios, presenta diferencias.
En todo caso, se ve condicionado por el dinamismo económico de esos Estados, la capacidad
demostrada de reformarse y garantizar la «gobernanza pública», la mejora de la productividad
y la profundización de la integración horizontal (véase el capítulo sobre el impacto económico
de la ampliación en los países mediterráneos).
Por lo que respecta a los flujos migratorios futuros, probablemente los PECO no ejercerán de
principales competidores de los países mediterráneos, sobre todo los árabes, por un lado
porque la ampliación no provocará ninguna avalancha humana del Este al Oeste; por otro,
porque esos países padecen los mismos problemas demográficos (descenso de la natalidad y
envejecimiento) que los otros 15 países europeos occidentales.
En todo caso, ésta es la tesis que pretende examinar el presente capítulo. Para ello, repasaré la
evolución demográfica de los países europeos en general, y en particular la de los PECO, para
luego presentar el perfil demográfico de los países árabes y mediterráneos. Después trataré de
98
responder a dos preguntas que parecen suscitar un interés particular: la primera guarda
relación con el temor manifestado frente a la avalancha migratoria del Este al Oeste,
mientras que la segunda se remite a las inquietudes expresadas en determinados países
mediterráneos con respecto a la supuesta competencia de los PECO, como fuente de
inmigración alternativa a la procedente de los países árabes, sobre todo mediterráneos.
Esta evolución hacia una Europa que peina canas se acentuará en las décadas siguientes:
como no se produzca un repunte acelerado de la natalidad —que, sin embargo, nada hace
prever—, los mayores de 60 años representarán el 34 % de la población total en 2050. Sin
contar con nuevos flujos migratorios, un país como España será incapaz de renovar sus
generaciones: su población (44 millones en 2008) se verá recortada en aproximadamente
99
cinco millones (en 2050) y habrá muchos ciudadanos con arrugas, cerca de 12 millones de
mayores de 60 años. Francia sale mejor parada en el plano cuantitativo (en 2050, cinco
millones más que en 2008), pero no en el de la pirámide de edades.
En cuanto a la demografía de los PECO, no es mucho más brillante. Ya antes de la caída del
muro de Berlín, la fertilidad iniciaba un descenso inexorable. Sin embargo, todos los
demógrafos coinciden en que la situación empezó a agravarse a partir de los años noventa.
Durante el periodo 1985-90, de cada 10 PECO, sólo dos (Bulgaria y Hungría) presentaban un
crecimiento demográfico negativo, pero entre 1995 y 1999 ya eran ocho los países con
crecimiento negativo: sólo Polonia y Eslovaquia seguían gozando de un modesto crecimiento,
del 0,04 % y el 0,30 %, respectivamente.
100
Tabla 1: Población total (en miles de millones)
Previsión
País 1985-90 1995-99
2005 - 2010
Bulgaria - 0,51 - 0,58 - 0,7
República Checa 0,05 - 0,13 - 0,3
Estonia 0,45 - 0,71 - 0,5
Hungría - 0,41 - 0,40 - 0,4
Letonia 0,38 - 0,84 - 0,7
Lituania 0,97 - 0,11 - 0,1
Polonia 0,49 0,04 0,0
Rumania 0,42 - 0,25 - 0,3
República de Eslovaquia 0,34 0,30 0,0
Eslovenia 0,25 - 0,06 - 0,2
101
Total regional 0,26 - 0,15
Esta inversión de la pirámide de edades en los PECO no es tan alarmante como en el caso de
la UE, pero las tendencias revelan un estrechamiento de la franja de edad 0-14 años, que pasa
del 23,24 % en 1985 a sólo el 18,06 % en 1999, perdiendo más de cinco puntos en un período
de 15 años. En cambio, el porcentaje de mayores de 65 años se encuentra en una curva
ascendente, pasando del 10,69 % de la población total al 13,34 %.
Fuente: cálculos del autor basados en: Banco Mundial (2001) – Indicadores de desarrollo mundial,
2001, CD-ROM.
102
Letonia 11,8 14,13
Lituania 10,29 12,96
Polonia 9,42 11,82
Rumanía 9,47 12,69
República de Eslovaquia 8,93 11,12
Eslovenia 10,32 13,48
Media 10,69 13,34
Sin embargo, la evolución más sintomática, y en varios sentidos la más preocupante para
todos esos países, es la caída drástica de los índices de fecundidad, calculados en número de
hijos por mujer. Si en 1985 la media de los PECO era de 2,05 hijos por mujer, en 1999 sólo
era de 1,26, y las proyecciones apuntan a un nuevo descenso en el horizonte de 2010 (1,5
hijos).
Previsión
País 1985 1999
2005 - 2010
Bulgaria 1,95 1,13 1,2
República Checa 1,95 1,17 1,2
Estonia 2,11 1,23 1,3
Hungría 1,83 1,32 1,3
Letonia 2,09 1,11 1,2
Lituania 2,13 1,35 1,4
Polonia 2,33 1,4 1,4
Rumania 2,31 1,32 1,3
República de Eslovaquia 1,37 1,4
Eslovenia 1,72 1,24 1,3
Media 2,05 1,26
103
A pesar de las dificultades de la transición económica en todos esos países, la tasa de
desempleo se mantiene en niveles soportables y, en algunos países, es inferior a la media de la
UE, como en el caso de República Checa, Rumania y Eslovenia. Sin embargo, en este terreno,
hay que ser prudentes, teniendo en cuenta los sistemas de cálculo practicados en todos estos
países. En cualquier caso, una cosa es indiscutible: en los últimos 10 años, la tasa de
crecimiento económico en todos los PECO ha sido más alta que la media comunitaria. Ahora
bien, globalmente, la renta por habitante se ha mantenido por debajo de la media de la UE.
1.2. La demografía del sur del Mediterráneo: el caso de los países árabes
Hasta finales de los años setenta, los demógrafos describían a las poblaciones árabes como
prolíficas y particularmente rebeldes al control de la natalidad. Hacían hincapié en la
influencia de la religión «islámica», la nupcialidad precoz, la escasa práctica de la
contracepción, además de los bajos niveles de formación y de participación en la actividad
económica, así como la importancia de la población rural y, como resultado, los elevados
índices de fecundidad.
Sin embargo, las tres últimas décadas constituyen para el Magreb árabe y, en menor medida,
para los países del Mashrek, un periodo de profunda transformación demográfica. Dejando
aparte los casos particulares de los países del Golfo, Jordania o Gaza, donde la tasa de
fertilidad sigue siendo elevada en 2008, aunque menor que en los años setenta, en los países
del Magreb, así como en Egipto, la desaceleración demográfica se muestra más acusada de
lo que preveían los especialistas.
En efecto, hace apenas 30 años, la familia numerosa era la norma, con una media que se
situaba entre seis y ocho hijos. No obstante, hoy en día, se tiende hacia la familia de
dimensiones reducidas. Esta evolución se observa en todos los países árabes. En el Magreb y
en Líbano el descenso de la fecundidad es casi excepcional, recordando a la caída acelerada
104
de la natalidad que se produjo un poco antes en los países latinos (España, Italia) u ortodoxos
(Grecia). Ya hay dos países árabes, Líbano y Túnez, que están por debajo de la frontera
fatídica de 2,10 hijos por mujer, considerada el umbral de reemplazo de las generaciones. El
resto de países árabes no anda lejos de este umbral.
Es cierto que aún hay focos de resistencia a este descenso demográfico, sobre todo en los
países del Golfo y los territorios palestinos, los primeros debido a un complejo de «pequeñez»
y a la existencia de una renta petrolera que neutraliza las tendencias al control demográfico;
los segundos, a causa de la ocupación israelí, que obliga a las mujeres a replegarse en la
familia, reduciendo el universo de las relaciones sociales al círculo familiar. No obstante,
hasta en el interior de los territorios palestinos, el índice de fecundidad es más elevado en
Gaza (que sufre un aislamiento draconiano) que en Cisjordania.
Así, como afirman los demógrafos franceses Philippe Fargues y Youssef Courbage, aunque
las trayectorias demográficas árabes sean hoy más heterogéneas que hace 30 años, las curvas
tienden hacia abajo en todas partes, al tiempo que se mantienen las divisiones ciudad-campo,
zonas abiertas-zonas cerradas, clases acomodadas-clases pobres, países petroleros-países no
petroleros, países con una antigua política demográfica-países cuya política demográfica es
más tardía.
Generalmente, en la actualidad, una tunecina no tiene muchos más hijos que una marsellesa
del mismo nivel educativo y social. Sin embargo, la comparación se acaba aquí. Y es que, en
lo referido a la estructura por edades y el crecimiento de los efectivos globales, las tendencias
se invierten.
105
edad de los menores de 20 años y al envejecimiento de la población, en los países árabes,
estos efectivos globales, así como las incorporaciones al mercado laboral, seguirán creciendo
por lo menos hasta 2015-20. Y es que la estructura por edades sigue caracterizándose por una
juventud extrema: los menores de 15 años aún representan cerca del 40 % de la población, es
decir, casi 152 millones de habitantes (sobre una población total de 335 millones en 2007). La
población en edad activa (de 15 a 64 años) supone hoy el 56 %, pero está llamada a crecer
rápidamente en las dos próximas décadas, a raíz del efecto combinado del crecimiento de la
población total y la rápida transformación de la pirámide de edades.
Ello planteará a los países árabes un reto importante, ya que, de aquí a 2020, será necesario
aumentar el empleo hasta una tasa media del 4% (del 5% en el caso de Argelia y del 3,6% en
el de Egipto), para absorber a quienes se incorporan al mercado laboral. (Estas tasas han
pasado del 2,3 al 2,9% en Asia oriental y América Latina entre 1990 y 1997). Algo así
requiere un buen funcionamiento del mercado laboral y de capitales, una tasa de crecimiento
de por lo menos el 7 % anual y una inversión del orden de entre un 25% y un 28% del PIB.
Unas condiciones difíciles de reunir, lo que se traducirá en un agravamiento del desempleo,
que ya supera la barrera del 15%.
Se avecina una situación preocupante para todos los países árabes. En el Magreb, en
particular, debido a su proximidad geográfica con Europa, el reto es esencial. La población
activa de Túnez, Argelia y Maruecos, que en 2000 era del orden de 22 millones, deberá
alcanzar los 31 millones en 2010.
Eso significa que la oferta adicional anual de empleo para esos tres países en la próxima
década será de 860.000 puestos de trabajo, repartidos como sigue: 380.000 en Argelia,
370.000 en Marruecos y 110.000 en Túnez. El incremento de esta oferta se hará notar sobre
106
todo en los centros urbanos. A ello habrá que añadir un probable aumento de las tasas de
actividad, con la transformación del estatus de la mujer.
Así, en los países del Magreb, de aquí a 2010, la población activa aumentará a un ritmo medio
del 3 %, con tasas que variarán según: 3,7 % en Argelia, 2,9 % en Marruecos y 2,7 % en
Túnez. Sin embargo, la tasa de empleo necesaria deberá ser por lo menos de entre el 3,5% y el
4 %, para absorber la oferta adicional de empleo sin empeorar los niveles actuales de
desocupación.
Entre un lado y otro del Mediterráneo, por tanto, el contraste resulta impresionante.
Contraste de las cifras, para empezar: el ejemplo más impactante es el de Italia, donde la
tasa de fecundidad se sitúa en torno a 1,3 nacimientos por mujer, y su antigua colonia, Libia,
con una media de cuatro nacimientos. Lo que quiere decir, si nada cambia, que la población
italiana podría verse reducida en un 6%, mientras que la libia se duplicará en los próximos 25
años. Este ejemplo, aunque extremo, arroja un mensaje claro: el centro de gravedad de las
poblaciones de una y otra orilla del Mediterráneo está dando un vuelco.
Estos desequilibrios demográficos flagrantes entre dos zonas separadas por 14 kilómetros
(distancia entre Tánger y Gibraltar) plantean el problema de la coexistencia pacífica entre una
población europea, envejecida y arrugada, como la definía el demógrafo francés Alfred
107
Sauvy, y una población del sur del Mediterráneo joven, efervescente, pero con los horizontes
bloqueados.
En estas condiciones, ¿puede la emigración ejercer de válvula de seguridad que permita, como
los vasos comunicantes, exportar el excedente de población del sur del Mediterráneo al
exterior, en particular a la UE? En caso afirmativo, ¿competirán los países árabes del sur del
Mediterráneo con los PECO, nuevos miembros de la UE?
51
División de Población de las Naciones Unidas, Replacement Migration: is it a solution to declining and ageing
populations?, Nueva York, Naciones Unidas, 2000.
108
b) Se producirá una reducción de la población activa, debido a la prolongación de los estudios
de los jóvenes y sobre todo al descenso de la edad de jubilación. En efecto, hay demógrafos
que estiman que, a raíz del envejecimiento de la población en Europa, en 2025, 15
«trabajadores» deberán satisfacer las necesidades de 10 personas llamadas dependientes
(ciudadanos de más de 65 años y menos de 15), frente a 20 trabajadores por cada 10 personas
dependientes en 2007. La situación será también preocupante si nos planteamos la relación de
asistencia potencial: en 1950, era de siete personas en edad de trabajar por cada persona de
más de 65 años. En la actualidad, es de dos personas y, dentro de 25 años, será de poco más
de 1,5.
a) Las carencias de mano de obra detectadas son sectoriales, afectan a colectivos diferentes,
a profesiones distintas, y exigen cualificaciones de todo tipo. Sin embargo, la inmigración
no organizada no responde a estas exigencias.
b) La tasa de empleo comunitaria en la franja de edad activa (15-64 años) oscila en torno al
62 % (62,1 % en 1999). Eso significa que cerca del 39-40 % de la población en edad
activa está desempleada, lo que representa varias decenas de millones de personas
potencialmente activables.
Por lo general, a esas cifras se añaden las posibles fuentes de mano de obra activable en las
franjas de edad 15-24 años (en que la tasa de empleo en Francia, por ejemplo, no supera el
26,5 %, frente al 54,9 % en Alemania) y en las franjas de edad 55-64 años (en que la tasa de
empleo en Francia es sólo del 33 %, frente a una media europea del 37,1 %).
109
Es cierto que no podemos poner a trabajar a todos esos millones de personas disponibles. Sin
embargo, la revista Futuribles calcula que, sólo en Francia, hay por lo menos siete millones de
ciudadanos «activables», por lo que habrá que proporcionar un fuerte crecimiento de empleo
durante 20 años, sin incrementar la productividad, a condición de que pueda haber adecuación
entre la oferta y la demanda. La UE, por tanto, contaría con un enorme potencial «oculto». El
enfoque se centraría principalmente en las mujeres (sólo el 51,2 % de las ciudadanas europeas
en edad de trabajar ejerce una actividad remunerada), los desempleados (son más de 15
millones) y los prejubilados.
Por lo tanto, la inmigración será necesaria y, además, inevitable. En ciertos casos, podría ser
una solución, sin duda parcial, al descenso de la población total y a la disminución de la
población en edad activa. No obstante, no será más que un paliativo, pues los inmigrantes
110
también envejecen. Sin olvidar que el hecho de «emigrar» sigue siendo un proyecto individual
que responde a objetivos concretos y no a una acción de rescate de personas que emigran para
rejuvenecer la población europea. Por ello los escenarios del informe de las Naciones Unidas
parecen hipotéticos y, en ciertos sentidos, realistas.
Sin embargo, igual de irrealista es el panorama de «la inmigración cero» que forma parte de
los clichés esgrimidos aquí y allá. En el espacio mediterráneo, en este caso, este panorama se
ha revelado con los años como totalmente desfasado con respecto a las realidades
socioeconómicas del espacio mediterráneo y, en todo caso, impracticable por varias razones:
- De entrada, el mar Mediterráneo es, antes que nada, movilidad, y las características naturales
de las fronteras meridionales impiden todo cierre hermético (el puesto de control de Tarifa,
muy costoso, podría resultar de una eficacia dudosa).
- Por último, porque semejante política no responde a la dinámica de ciertos sectores del
mercado laboral.
Ahora bien, si la inmigración cero es un engaño, ¿qué política adoptar? Una política de
«numerus clausus» limitada a acoger a hombres de negocios y a personas adineradas es
peligrosa. Estimularía el éxodo de los capitales de la ribera sur del Mediterráneo, agravando
las crisis económicas, generadoras de emigración.
111
Una política de cupos remite a un control selectivo. ¿Acaso no sugirieron en Alemania
importar a miles de informáticos indios (suscitando inmediatamente la reacción de la extrema
derecha, que llamó a los alemanes a tener más hijos, (kinder nicht inder)? ¿Acaso los ingleses
no preconizan la importación anual de 100.000 inmigrantes con cualificaciones específicas
(Financial Times del 4 de septiembre de 2000)?
Se trata de una política razonable, pero puede generar un doble efecto negativo: proyecta
hacia el exterior a los mejor formados de los países del Sur, incrementando con ello las
diferencias de desarrollo entre el Norte y el Sur, pero sobre todo supone una presión para los
salarios, algo que normalmente no es del gusto a los sindicatos.
La inmigración cero y la apertura total constituyen dos opciones extremas. Entre ambas, hay
margen para una apertura razonada original, conciliadora en el espacio restringido del
Mediterráneo entre valores y obligaciones, es decir, entre el deber ético de apertura y el deber
político de gobernar.
Esta apertura razonada, además de ser realista, permite alcanzar varios objetivos. Para
empezar, facilita la integración en la medida en que suprime o disminuye los efectos de la
precariedad a raíz de la residencia y el empleo, y a la ausencia de movilidad de los
trabajadores (por falta de papeles en regla). En segundo lugar, permite un mejor equilibrio
demográfico, aunque muchas veces la oferta actual de empleo cualificado en los países del
Norte no pueda satisfacerse por entero mediante los flujos migratorios espontáneos
procedentes del Sur. Por último, demuestra ser, por lo menos a corto y medio plazo, un
excelente complemento de la nueva política euromediterránea: al aliviar la presión sobre el
mercado laboral en los países del Sur (donde las reestructuraciones industriales pueden
provocar el cierre de empresas y, por tanto, más desempleo), permite incrementar sus recursos
para las transferencias de fondos, e incluso disminuir las diferencias de desarrollo.
112
A largo plazo, la convergencia económica en el Mediterráneo, si llega a producirse, puede
atenuar la propensión à emigrar. Sin embargo, en realidad, desarrollo y migración corren
parejos y tienen a influirse mutuamente.
Ahora bien, ¿qué ha pasado con los flujos migratorios Este-Oeste tras la ampliación? ¿Ha
sustituido el Este a los países árabes y sobre todo mediterráneos como fuente de nuevas
migraciones? A pesar de los pocos estudios que se han hecho sobre el tema, podemos aportar
algunas estimaciones, basándonos en los documentos de la Comisión, y en las proyecciones
demográficas de la UE, de los PECO y de los países mediterráneos.
113
• El mercado laboral en los países de origen, así como la tasa de desempleo.
En vista de todos estos elementos, sería raro que la incorporación a la UE de 105 millones de
ciudadanos y la adhesión de 14 nuevos países miembros, entre ellos Bulgaria y Rumania, a
partir de 2007, no tuviera efectos en la inmigración en el seno de la UE. Sin embargo, los
flujos procedentes de los PECO deberían ser de un volumen razonable y, en cualquier caso,
estar limitados en el tiempo, por varios motivos de orden coyuntural y estructural.
• Aunque la circulación de las personas sea una de las cuatro libertades (circulación de
bienes, servicios, capitales y personas), las restricciones provisionales a la libre
circulación (entre cinco y siete años después de la adhesión) deberían frenar los
flujos migratorios, limitando el acceso a los sectores donde haya una escasez
probada de mano de obra.
114
Prueba de ello es la escasa incitación a la inmigración constatada a mediados de los
noventa en el caso de la República Checa, Hungría y Eslovenia.
• A medio plazo, no es descabellado pensar que los propios países PECO pasen a
ser países de inmigración. Así que no resulta en absoluto fantasioso concebir un
panorama del tipo italiano o español. Ya es el caso de ciertos países PECO que se
convierten en destinos de inmigración permanente y no sólo de tránsito.
Entre los nuevos inmigrantes en el seno de los PECO, encontramos chinos, vietnamitas,
sirios, Irakíes e iraníes. En determinados países, como Bulgaria y Polonia, el número de
inmigrantes ya supera el de emigrantes.
Las razones de orden estructural deberían ejercer como un potente freno a la hora de partir. En
primer lugar, responden al marcador demográfico de los PECO, en particular la caída brutal
de las tasas de fecundidad y del crecimiento demográfico, el envejecimiento de la población y
el estrechamiento de la franja de edad de los menores de 15 años.
Así, el 1 de enero de 2004, la población de los ocho PECO se situaba en 74,5 millones de
habitantes, lo que supone un descenso de 135.000 habitantes con respecto a enero de 2002. El
origen de este descenso se debería principalmente a un saldo natural negativo (el número de
defunciones supera el número de nacimientos con vida), así como, en menor medida, a un
saldo migratorio negativo. Esta evolución en el plano demográfico reproduce las tendencias
observadas en los países comunitarios desde hace 50 años. Tengamos en cuenta que la
población total de los 15 de la UE, en vísperas de la ampliación, se estimaba en 378 millones
de habitantes, mientras que la barrera de los 300 se había traspasado en 1953. Eso significa
que han sido necesarios cerca de 50 años para que la población de la UE gane 78
115
millones de habitantes, esto es, un aumento de un cuarto, mientras que en el mismo
periodo de tiempo la población árabe se ha cuadriplicado, pasando de 75 millones en
1950 a más de 315 en 2004 y 335 millones en 2007.
A la luz de todo lo anterior, se entiende por qué los pocos estudios sobre el impacto de la
ampliación en las migraciones (C. Boswell 1998, Martina Lubyova 1999, Renata
Langewiesche 1999 y Ludovica Rizzotti 2002) coinciden en estimar que los flujos potenciales
anuales de emigrantes procedentes de los PECO no deberían exceder en mucho las 350.000
personas. De éstos, por lo menos el 75 % escogerá como destino Alemania (65 %), Austria
(10 %) y, en menor medida, Reino Unido e Irlanda (en el caso de los polacos), Suecia (en el
caso de los polacos y los habitantes de los países bálticos) o Italia (en el caso de los
eslovenos). Además, esas cifras descenderán durante los próximos 10 años, con lo que el
número total de inmigrantes PECO hacia la UE no debería superar los tres millones de aquí a
2015. Queda claro, por tanto, que los PECO no podrán compensar el déficit demográfico
futuro de la UE ni la reducción del número de ciudadanos activos de la población total.
En efecto, al dilatar sus fronteras hasta las puertas de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, la UE
deberá lidiar con importantes flujos migratorios ilegales procedentes de esos países. Se darán
cita todos los ingredientes: porosidad de las fronteras, dilatación de las zonas de contacto,
atracción de los países recientemente admitidos en la UE, desarrollo de mafias y de redes que
organicen el tráfico de clandestinos, diferencias de ingresos, inestabilidades políticas y
sociales, etcétera. Sin olvidar que los propios PECO no querrán desempeñar el papel de
guardias de frontera, con torres de observación y alambradas de espino, cerrándose a países
116
vecinos con quienes siempre han mantenido intensas relaciones comerciales y humanas.
Además, el desarrollo de los flujos interregionales tiene como origen fundamentalmente el
este de Europa (en particular Ucrania) y como destino los países candidatos más avanzados
(Hungría, Polonia, República Checa). Así lo subrayaba el informe anual de la OCDE de 2001,
que revelaba que en 1999 los ucranianos representaban más del 30 % del total de extranjeros
residentes en la República Checa, y el 16,5 % de los residentes en Polonia.
Con la incorporación de Turquía a la UE, hipótesis aún lejana pero plausible, el reto
migratorio emprenderá un giro y adquirirá una intensidad sin precedentes. Según esta
hipótesis, la UE no sólo deberá disponerse a recibir a millones de nuevos inmigrantes
«internos» turcos, sino que a partir de entonces tendrá fronteras comunes con un buen número
de países de Oriente Próximo y Medio: Siria, Irak, Irán y las repúblicas del Cáucaso. De modo
que costará mucho blindar las puertas de Europa. Si hoy no funciona, el día de mañana será
mucho más arduo.
De manera que los principales competidores de los países árabes mediterráneos, en particular
los del Magreb, no son los PECO, sino los países que se encuentran al este de los PECO, y
sobre todo Turquía, en caso de adhesión. A decir verdad, sería más apropiado hablar de
complementariedad en vez de competencia, dado que las zonas de proximidad geográfica —
en particular Alemania, Austria y los países escandinavos— serán los principales destinos de
los emigrantes del Este, mientras que los de origen mediterráneo se dirigirán sobre todo a los
países europeos del Mediterráneo, en concreto Francia, España, Italia, Grecia, Eslovenia y, en
117
menor medida, Malta, Chipre y Portugal. Con este panorama, Italia parece el país más
expuesto, dado que se encuentran en el cruce entre el Sur y el Este. Así pues, la geografía
resultaría un elemento decisivo a la hora de escoger el país de destino.
Conclusión
La comparación de las tendencias demográficas en el seno de la UE, de los países PECO y los
países mediterráneos, el análisis de las experiencias del pasado en materia de flujos
migratorios y las perspectivas de futuro en cuanto al desarrollo del mercado laboral
demuestran a las claras que los PECO no son verdaderamente auténticos competidores de los
del sur del Mediterráneo, en particular árabes, que durante las próximas dos o tres décadas
seguirán siendo importantes fuentes de flujos migratorios hacia la UE ampliada.
a) La destrucción del muro de Berlín no ha conllevado, como temían algunos, una verdadera
invasión humana del este en dirección a Occidente. Hay motivos para pensar que las dos
últimas ampliaciones no alterarán las tendencias detectadas. Los observadores coinciden en
estimar que los flujos anuales potenciales serán de 350.000 personas, durante los primeros
años posteriores a la adhesión, y que esa cifra deberá ir descendiendo progresivamente. Las
perspectivas de crecimiento en los PECO, la captación de inversiones masivas, la reducción
gradual de las diferencias salariales, de ingresos y de nivel de vida, así como las estructuras
demográficas, deberían combinarse para limitar los flujos migratorios procedentes de
esos países.
En realidad, no serán tanto los PECO quienes compitan con los países mediterráneos a la hora
de emigrar a la UE como los países situados más allá de la frontera ampliada de la UE, esto
es, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia e incluso todos los países del Cáucaso. Sin embargo, todo
parece apuntar a que esas nuevas migraciones del Este se dirigirán esencialmente hacia los
nuevos países miembros de la UE, es decir, los propios PECO. En cuanto a los flujos
118
mediterráneos, seguirán dando prioridad a las zonas europeas de proximidad. De ahí que a
Europa del Sur le interese convertir la zona mediterránea en una prioridad de cooperación,
reafirmando la importancia del Partenariado y ampliándolo para englobar el conjunto de los
países árabes. (Véase el capítulo sobre el partenariado euroárabe.)
119
Capítulo VII
La Comisión Europea se muestra generalmente satisfecha con los resultados del Proceso de
Barcelona. Existen acuerdos de asociación firmados —algunos por los pelos— con los países
del Sur, hay una estabilización macroeconómica de estos países bastante lograda, una
inflación controlada, un programa de medidas de acompañamiento financieras y técnicas
(MEDA) mejorado, reuniones periódicas a todos los niveles, incremento de la ayuda
financiera y mayor participación en el Banco Europeo de Inversión (BEI). Todo esto no
impide que la Comisión reconozca cierta lentitud en la ratificación de los acuerdos firmados
por obstáculos administrativos. Además, hay una serie de impactos negativos sobre el
conjunto del Proceso de Barcelona, debido al empeoramiento de la situación tanto en
Palestina como en Irak, a las repercusiones del 11-S en los imaginarios respectivos y a los
potenciales efectos de la ampliación sobre las economías mediterráneas. Ante esta situación,
la Comisión Europea se ha puesto manos a la obra, desde 2000, para subsanar los errores y
hacer frente a las críticas.
120
3) En el marco de la reunión de ministros extraordinaria Euromed, reunidos al completo,
celebrada en Heraclion (Creta, el 26-27 de mayo de 2003), bajo la presidencia griega,
se creó la FEMIP.
En vista de todos estos avances, existe la impresión de que el Proceso de Barcelona sigue su
curso, y que la Comisión vigila constantemente que no abandone el camino hasta llegar al
primer punto de llegada: 2010. Aunque la ruta esté marcada, cuenta con numerosos
obstáculos. A pesar de que todos los países europeos y del Mediterráneo estén globalmente de
acuerdo en cuanto al propósito del proyecto (lograr un Mediterráneo reconciliado y próspero),
muchos son los que expresan sus dudas en cuanto a la cantidad de recursos y la pertinencia
del método. Algunos, incluso, llegan a rechazar la ideología subyacente, y a mostrarse
perplejos en cuanto a los objetivos señalados.
121
Tomemos primero el caso de los Estados miembros de la UE. Está claro —especialmente tras
la reciente ampliación— que, para la mayoría, el Mediterráneo no se considera como una
entidad en sí, sino más bien como un foco de nuevas inestabilidades que deberán ser
abordadas. Si los países del Norte le prestan una atención distraída, los países europeos del
Sur ven el partenariado a través de la perspectiva de sus propias estrategias y prioridades.
Las opiniones europeas, más allá de los círculos cerrados de los especialistas o de las
limitadas organizaciones de la sociedad civil, son del todo indiferentes. El partenariado
apenas logra mantener la atención de los medios de comunicación, mucho más interesados
por cuestiones más candentes (como Irak), más inmediatas (como el terrorismo) o con mayor
poder de convocatoria (como el debate sobre el velo o la inmigración clandestina). ¿Cuántos
medios de comunicación se han hecho eco del informe del Grupo de Sabios sobre el diálogo
entre los pueblos y las culturas? En la práctica, el Partenariado Euromediterráneo y sus
corolarios, la Europa ampliada y la política de vecindad, jamás han logrado suscitar el interés
o la cobertura mediática que consiguió, por ejemplo, el proyecto estadounidense del «Gran
Oriente Próximo».
Los Estados mediterráneos del Sur también viven la paradoja. Han firmado la Declaración de
Barcelona y, por tanto, deberían conocer las reglas del juego, es decir, su cuota de
responsabilidad en el éxito del proyecto. Sin embargo, se retrasan en la aplicación de las
medidas contempladas, tardan en mejorar los criterios de atracción y, aunque han alcanzado
algunos logros en cuanto a la situación macroeconómica, las tasas de crecimiento no son
suficientes para hacer frente a las necesidades de una mano de obra que crece continuamente.
Además, en vez de empezar resolviendo sus propios problemas (luchar contra la lentitud
administrativa, crear un entorno favorable a la inversión, poner fin a la corrupción, la
economía rentista y el enriquecimiento especulativo o mejorar el funcionamiento de las
instituciones) se muestran cada vez más reivindicativos, y tienden a echar la culpa de la
lentitud e incoherencias del Proceso de Barcelona a la UE.
Es cierto que la excesiva verticalidad de los intercambios (un 78% de los intercambios de
Túnez se realiza con la UE), la desigualdad en la relación de poder (la UE es 10 veces más
rica que el conjunto se los países mediterráneos) y la asimetría en las demandas de
apertura comercial, además de los efectos potenciales de la ampliación, generan
122
importantes retos para el Partenariado Euromediterráneo y envician la situación. Ahora bien,
asombrarse ante ello no demuestra sino ingenuidad y lamentarse es del todo inútil.
Por lo que se ve, el partenariado no suscita el fervor popular, pero ningún Estado socio replica
su fundamento, ni se retira del proceso. Incluso se habla de incluir a Libia. Ésta es, sin duda,
la dimensión sorprendente del proceso, que se perpetúa en su propia inercia.
123
En cuanto a la ampliación de la UE a 10 nuevos miembros, ha sacado a Malta y Chipre del
grupo de los TPM (Terceros Países Mediterráneos). Al mismo tiempo, la adjudicación a
Turquía del estatuto de país «candidato» le asigna a un trato especial. De esta forma, nos
encontramos, tras la última incorporación de Rumania y Bulgaria, ante dos bloques más
desiguales que nunca: 27 países europeos más nueve socios mediterráneos, de los cuales ocho
son árabes, e Israel (que no necesita el partenariado por su nivel de desarrollo económico y
político, que ya se beneficia del libre comercio y participa en los programas de investigación
de la UE). Esta evolución es insostenible para la UE, pues el Proceso de Barcelona se ha
transformado en realidad en un proceso árabo-israelí. Esta nueva configuración plantea
un triple problema a la UE: vuelve a situar la cuestión palestina en el centro de los debates,
obliga a la UE a desempeñar el papel de «padrino del proceso de paz» y eclipsa los problemas
económicos, que constituyen la esencia del Proceso de Barcelona en beneficio de la
negociación política. Sin embargo, la UE no cuenta con la voluntad ni con los medios para
reemplazar al árbitro estadounidense. La política de vecindad la saca del aprieto: al ampliar
su política a 16 países (tres de ellos del Cáucaso y tres más de Europa oriental), la UE se
libra del cara a cara árabe-israelí. Vista de este modo, la PEV se asemeja a una escapatoria
de un dilema imposible. Además, uno se pregunta si la incorporación tardía al Partenariado
Euromediterráneo de Albania y Mauritania (2007) no responde al mismo objetivo.
Con el Proceso de Barcelona, los países mediterráneos eran «socios»; con la PEV, pasan a ser
«vecinos». El único vínculo entre un moldavo y un marroquí es el hecho de ser vecinos de la
UE: es, pues, comprensible que la UE quiera rodearse de un «círculo de amigos» (ring of
friends). Sin embargo, con eso no basta para crear un partenariado colectivo, basado en una
visión compartida. Mi propuesta es muy distinta.
124
Claro que la UE no está capacitada para forzar la integración económica y, con más razón,
política del mundo árabe. Esto sigue siendo responsabilidad de los dirigentes árabes. Sin
embargo, a través de una especie de efecto publicitario, por múltiples factores incitantes,
condicionantes positivos, mensajes claros y una visión fundada sobre un futuro solidario, la
UE podría contribuir a poner fin al statu quo actual e impulsar las transformaciones deseadas.
Hay otras razones que justifican una política árabe de la UE. Europa cuenta actualmente con
una población de 500 millones de habitantes. Enfrente tiene a 335 millones de árabes, que
pronto (en 2030) serán cerca de 500 millones. Juntos, la UE y los países árabes cuentan con
un potencial demográfico considerable (de 1.000 millones de personas), equivalente al de
India y algo inferior al de China (1.300 millones), y casi el doble que el de los países
miembros del Área de Libre Comercio de América del Norte (EE UU, Canadá y México).
El mundo árabe, integrado (a semejanza de la UE), con visiones comunes, apoyado en una
lengua única, dotado de instituciones comunes y de instrumentos que aseguren las políticas de
convergencia entre sus partes, puede dejar de ser que un patio trasero. Puede convertirse en
un socio fiable, democrático y próspero. Lo contrario supondría un desmembramiento en
entidades políticas rivales, persiguiendo estrategias individuales, sin garantía alguna de, en
unos contextos complejos, afrontar todos los retos: agravación del desempleo, empeoramiento
de la situación, inestabilidades múltiples y espiral de la demagogia de la violencia. Ello
afectaría a la propia Europa, con una inestabilidad crónica en su zona de proximidad, en
términos de desarrollo de redes mafiosas de inmigración clandestina, desbordamiento de
problemas internos del mundo árabe hacia las comunidades expatriadas y agitaciones sociales,
por no hablar del terrorismo transnacional.
Si antes la política de los Estados europeos apostaba por la división árabe, hoy en día, con los
cambios en el entorno geoestratégico, el interés actual de la UE conduce a esta institución a
apoyar la integración regional árabe. La atomización actual del mundo árabe y la
categorización de los Estados árabes entre moderados, amigos, socios, «rebeldes » (rogue) o
«fallidos» (failed) contribuyen, en Europa, a dudar de la existencia del mundo árabe y de la
pertinencia misma del concepto de «arabismo». En el pasado, la unidad del mundo árabe era
percibida, bajo la visión «nasseriana», como un desafío a las estrategias europeas o, a través
del prisma israelí, como una amenaza, o incluso, según el punto de vista de Samuel
125
Huntington, como «la alteridad irreconciliable». Este punto de vista impedía considerar el
pleno potencial de estabilidad y de prosperidad que supondría para Europa un vecindario
árabe seguro de sí mismo, confiado en su futuro, reconciliado con su pasado y que ofreciera
a su juventud una perspectiva distinta a la del desempleo crónico, el martirio o el exilio.
El mundo árabe existe pero, incluso antes de los repetidos fracasos de uniones abortadas, las
poblaciones árabes parecen hoy resignarse a la duda en cuanto a la traducción de la
existencia de la condición árabe en una exigencia de reunión.
Más allá de una historia compartida, una geografía que impone sus limitaciones y una lengua
común, el mundo árabe se enfrenta a desafíos comunes y sigue, a pesar de las estrategias de
los regímenes rentistas y cleptómanos, teniendo un sentido para los pueblos árabes. Así lo
demuestran a diario los movimientos populares de solidaridad con los pueblos iraquí y
palestino. Sin duda, este mundo ofrece también a diario el desagradable espectáculo de
divisiones y de fragmentación, pero estas divisiones no son peores que las que caracterizaban
al espacio europeo hace tan sólo 60 años. Además, están lejos de haber llevado a las masacres
que caracterizaron a la Europa de la Primera y Segunda Guerra mundial.
Las crisis petroleras ampliaron las diferencias en cuanto a ingresos "per cápita" y desplazaron
los centros de gravedad política de El Cairo a Riad, como lo demuestra el activismo
diplomático saudí (Plan Árabe de Paz de 2002, Cumbre Árabe de Riad de 2007, Acuerdo Inter
-palestino de La Meca en 2007, etcétera). No obstante, hoy, con la excepción de algún
minúsculo emirato, las diferencias económicas se reducen. Países petroleros como Arabia
Saudí —a pesar del espejismo pasajero de 2004 a 2008, gracias a la subida de los precios del
petróleo— sufren, como los demás, del cáncer del desempleo. Mientras que países dotados de
factores de liderazgo, como Egipto, Argelia, Siria o Marruecos, eclipsados durante años,
vuelven a cobrar relevancia y hacen oír sus voces.
No digo esto para promover un nacionalismo árabe sentimental y algo anticuado, sino para
alertar de que dentro de 20 años la Europa ampliada tendrá como vecinos más cercanos
a 500 millones de árabes. Además, este mundo debe adquirir una dimensión pertinente para
su acción exterior. Hoy en día los subgrupos (Europa-Consejo de Cooperación del Golfo y
Euromediterráneo) están bloqueados: el primero debido al blindaje del Golfo por EE UU y el
segundo a raíz del conflicto árabe-israelí. No obstante, una acción europea sobre el conflicto
126
árabe-israelí sería ineficaz, por defecto o por exceso, debido a los obstáculos israelíes y a la
indecisión de los Estados europeos, mientras que una apertura hacia el Golfo choca con la
oposición de EE UU. Tan sólo una política árabe, por parte de Europa, podría ser eficaz y
generar el apoyo de las opiniones públicas, tanto árabes como europeas. También tendría la
ventaja de beneficiar a las comunidades árabes de inmigrantes y facilitar su integración. Y es
que el mundo árabe, además de ser la periferia de Europa, está también en las ciudades
y la periferia de los municipios europeos.
Esta propuesta no está en contra del Proceso de Barcelona. De hecho, le es favorable, ya que
lo ayuda a salir de su ambigüedad «constructiva», de sus problemas conceptuales y
prácticamente del anonimato en que opera, salvo en algunos círculos. El Proceso de Barcelona
no es más que un instrumento. No es una visión de un futuro compartido, de una zona de
intercambio en la que se ejercitan las cuatro libertades (incluyendo la libre circulación de
personas). Es heterogéneo (ocho países árabes, Israel, y un país candidato, Turquía, a los que
se suman a partir de 2007 Albania y Mauritania). Su gestión es burocrática y desigual, y
genera frustraciones permanentes, por buenas o malas razones.
4) No estará hipotecada por la presencia de Israel, pero tampoco tendrá como objetivo
poner a la UE en contra. No estamos en el contexto de los años setenta, en el
lanzamiento del diálogo euroárabe. Al contrario, una acción europea tendente a
favorecer la democratización y la integración del mundo árabe debería funcionar como
127
un espolón para Israel, para vencer sus inclinaciones a imponerse por la fuerza y para
buscar una solución pacífica a un problema duradero que envenena el clima en el
Mediterráneo y es una de las raíces profundas del resentimiento que sienten los árabes
hacia Occidente.
Conclusión
A raíz de las últimas ampliaciones, la UE se ha visto obligada a plantearse su relación con sus
vecinos más inmediatos, publicando las comunicaciones sobre «la Europa ampliada» y la
«PEV». El mensaje es claro: Europa no se ampliará hacia el Sur. Sin embargo, ofrece a esos
países la posibilidad de acceder a «todo menos las instituciones». A condición de ajustarse a
las reglas del juego que constituyen las normas europeas.
Esta oferta europea nada tiene de seductor, pues, si todos los vecinos integraran las normas
europeas, ¿por qué iba a negárseles la adhesión? Por eso propongo a la UE que integre el sur
árabe como dimensión estructural de su política exterior, pues Europa no puede ser un actor
importante a escala mundial mientras siga siendo un actor subalterno en su primera zona de
proximidad: el mundo árabe. Eso significa que la UE debe tratar sin descanso de volver a tejer
los hilos del diálogo con el mundo árabe y poner en marcha ese círculo virtuoso de la
confianza y de la prosperidad que anularía el discurso radical sobre el «choque de
civilizaciones».
128
En este partenariado, cada cual aportaría su contribución: el golfo Pérsico, sus recursos
energéticos y financieros; Egipto y el Magreb, unos recursos humanos considerables pero
con una formación insuficiente; los países de Oriente Próximo, un savoir faire comercial,
pero también unas redes de expatriados curtidos y eficaces, además de un espacio
simbólico que puede reactivar el turismo cultural y religioso, y la UE capacidades
científicas, técnicas y un savoir faire industrial, así como unas capacidades excepcionales
de innovación y creación de marcos regulatorios institucionales. Pocas veces se encuentra
semejante combinación de factores reunida en un espacio equivalente, lo que dota al
Partenariado Euromediterráneo de un valor añadido sin igual.
Esta interfaz entre la UE y el mundo árabe en torno al eje mediterráneo supone una voluntad
política que rompe con las actitudes timoratas del pasado y las estrategias de desarrollo en
solitario. Es la única capaz de sacar al mundo árabe del marasmo económico y de infundir a
Europa la confianza necesaria para afrontar los desafíos planteados por los nuevos actores
económicos de Rusia, Asia o América. Juntos, árabes y europeos, podrán hacer notar su peso
en el mundo globalizado del siglo XXI. Separados o divididos, ambos bloques corren el riesgo
de verse sometidos e incluso aplastados «entre el yunque asiático y el martillo
estadounidense».52
Debo reconocer que mi propuesta de un partenariado euroárabe suscitaba poco interés entre
las instancias comunitarias europeas, para quienes las únicas políticas oficiales son el
Partenariado Euromediterráneo y la PEV, y, desde 2008, la Unión por el Mediterráneo.
Sin embargo, el informe adoptado por el Parlamento Europeo, el 10 de mayo de 2007, apoya
mis argumentos. Con el título «Reformas en el mundo árabe: ¿qué estrategia debe seguir
la Unión Europea?», el informe actualiza la Estrategia Europea para el Mundo Árabe
presentada en 2003 por el Alto Representante de la PESC, Javier Solana, y la enriquece con
nuevas consideraciones muy pertinentes.
Así, el informe constata que el concepto de “lo árabe”, entendido como cimiento de la
identidad aparece como una característica común, reivindicada como tal, en los pueblos y
Estados de una extensa zona geográfica que se extiende del Magreb al golfo Pérsico pasando
por el Mashreq y Oriente Próximo, apela a «redinamizar la estrategia global de la UE con
52
KEPEL, Gilles, Terreur et martyre: relever le défi de la civilisation, París, Flammarion, 2008, p. 297.
129
respecto al mundo árabe (…) reforzando el apoyo a los actores no estatales en la región»,
considera que en Europa «una mayor comprensión de la pluralidad social (…) y la diversidad
cultural del mundo árabe resulta necesaria para salvar la distancia existente entre ambas
orillas del Mediterráneo, mejorar las políticas de integración en los Estados miembros de la
UE y superar prejuicios y estereotipos», reconoce que «el movimiento de la arabidad, tal y
como fue concebido por sus fundadores, es un proyecto que ha inscrito la secularización de
las sociedades entre sus objetivos» y que, en cambio, «la vía contemporánea del Islam político
no parece estar dando siempre las respuestas adecuadas a los problemas de la reforma
política».
Los autores del informe presentado al Parlamento Europeo afirman, y esto es algo que no me
canso de repetir desde hace años, que “la identidad árabe no es incompatible con la noción de
modernidad ni el compromiso de reformas serias” y «la impotencia, que es el fundamento
mismo del sentimiento de “desdicha árabe”, puede superarse en el marco de un partenariado
renovado, basado en la comprensión y la confianza mutuas, el respeto de las prácticas sociales
y culturales, y la credibilidad del otro»…
- Evitar toda actuación o política que pueda desembocar en una «polarización» en el seno del
mundo árabe.
130
- Acompañar la evolución de la región respetando la voluntad de los pueblos y teniendo en
cuenta las diferencias culturales, históricas y políticas.
- Aportar un apoyo adecuado «al conjunto de los actores del movimiento reformista en el
mundo árabe, que asocia tanto a los actores estatales como a los de la sociedad civil»; apoyar
«la creación de instituciones árabes comunes» y «desarrollar un mecanismo formal regular de
concertación y seguimiento, con la Liga de Estados Árabes».
- Alentar a «los Estados miembros a que establezcan en su propio territorio nacional centros
de estudio dedicados al intercambio y a los estudios comparativos entre países árabes y países
europeos».
Todo ello se enmarca en la línea de los deseos que expresaba y sigo expresando con todas mis
fuerzas. Se podrían subrayar, aquí y allá, varias incoherencias. Sin embargo, lo que importa es
destacar que por fin Europa se da cuenta que no dialoga lo suficiente con sus socios árabes,
como entidad cultural global. Es lo que constata Michel Rocard, que presentó el informe al
Parlamento Europeo, al afirmar que «la identidad árabe adquiere importancia. Surge una
opinión pública árabe, que además es relevada por los medios de comunicación árabes
regionales. La Liga de Estados Árabes adoptó una Carta Árabe de Derechos Humanos que
confirmó en Túnez en 2004. Asimismo, artistas, intelectuales y científicos se dirigen cada vez
más a las poblaciones árabes, sin limitarse únicamente a su país. Por eso propongo a la UE
que entable relaciones con identidades árabes colectivas que nos permitirán dar más
importancia al diálogo intercultural».53
Estas palabras indican el camino a seguir y brindan claves para comprender la situación. Sin
embargo, como dice el proverbio chino, «los maestros abren la puerta, pero eres tú quien debe
atravesarla». La puerta del partenariado está abierta: corresponde a los europeos y a los árabes
atravesarla. Cuanto antes mejor.
53
Citado por L’Echo, 11 de mayo de 2007.
131
Capítulo VIII
Introducción
En un primer momento, atónita ante el rápido giro de los acontecimientos, pero, a todas
luces, satisfecha del fin de la división del continente europeo, la UE se veía obligada a
reaccionar. Y lo ha hecho de dos maneras: proponiendo una perspectiva de adhesión a
sus «nuevos» vecinos del Este, un pacto de estabilidad a los vecinos balcánicos y un
partenariado a los mediterráneos. En suma, las tres aproximaciones clásicas de la UE:
integración, estabilización y asociación.
Nada de esto hay en el Pacto de Estabilidad (1993) propuesto a los países balcánicos o,
sobre todo, en el Partenariado Euromediterráneo. No hay en este ámbito perspectiva de
adhesión y, en consecuencia, el instrumento de condicionalidad es menos estricto
porque la perspectiva ofrecida va más allá de la mera estabilización o el libre comercio.
Digo «sobre todo» en lo que se refiere el Proceso de Barcelona porque queda claro que,
a medio plazo, los países europeos de los Balcanes integrarán la UE. La historia así lo
requiere, la geografía lo impone y los intereses lo exigen.
132
La nueva política de vecindad de la UE excluye, de entrada, la perspectiva de adhesión,
algo que queda claramente de manifiesto en los documentos oficiales de las
instituciones europeas.
Este capítulo pretende concentrarse en esta nueva política de la UE. En una primera
parte, haré una síntesis de los documentos oficiales de las instituciones europeas sobre
la cuestión para seguir, paso a paso, la génesis de la idea de vecindad de 2002 a 2007.
En una segunda parte, procederé a un análisis crítico de lo que se supone es la «nueva
política» de la UE. La cuestión a la que estas páginas intentarán responder será, pues, la
siguiente: ¿se trata de una nueva política o de un nuevo discurso?
53
«Una Europa segura en un mundo mejor» - Estrategia Europea de Seguridad, Bruselas, 12 de diciembre de 2003, p.
8.
133
ventanas de oportunidades en términos de incremento de intercambios, pero cerrando la
puerta a cualquier perspectiva de adhesión.
Para la UE, estos vecinos, «socios esenciales», hacen frente a unos desafíos políticos,
económicos y sociales que podrían constituir fuentes de inestabilidad a las puertas de la
Unión. Ahora bien, como su capacidad para integrar nuevos miembros es limitada, la
UE está obligada a definir una política coherente respecto a sus vecinos con el fin de:
evitar nuevas líneas divisorias en Europa; promover la estabilidad y la prosperidad en el
interior de sus nuevas fronteras y más allá de ellas.
Debido a su ubicación, el Cáucaso del Sur se considera «por el momento» fuera del
campo de aplicación geográfico de la iniciativa europea.
54
COM/2003/0104 final
134
una zona de estabilidad y de prosperidad», y su política de proximidad debe estar
acompañada de iniciativas «dirigidas a las causas de la inestabilidad política, la
vulnerabilidad económica, las deficiencias institucionales, los conflictos y la pobreza y
la marginación social».
Desde la perspectiva de la UE, la política de vecindad es una visión audaz y una oferta
nueva, porque apuntaría a:
- Trabajar con los socios para «crear una zona de prosperidad y valores compartidos que
se base en una mayor integración económica, unas relaciones políticas y culturales
más intensas, una mayor cooperación transfronteriza y una prevención conjunta de
conflictos».
135
b) Intensificar la «cooperación cultural y la comprensión mutua» y contribuir al
desarrollo «de una sociedad civil floreciente».
136
internacionales (por ejemplo, la Declaración de los Derechos Humanos, las normas de la
OSCE y del Consejo de Europa, organismos especializados de las Naciones Unidas).
Por lo que respecta a Turquía, conviene señalar que no está afectado por la PEV, dado
su estatuto particular de candidato a la preadhesión. En suma, la PEV, tal como se
definía en 2003, se refiere a 13 países: tres países (NEI) de Europa oriental y 10
mediterráneos.
55
Para un análisis detallado sobre los cuatro espacios, vid. DELACOURT, L., «La politique de voisinage et les relations
russo-européennes: partenariat stratégique ou lutte d'influence», Etudes Européennes.fr, 30 de marzo de 2006.
137
A este respecto, la presencia de Israel se revela problemática, pues dispone de un PIB
per cápita equivalente a la media comunitaria, participa en los programas europeos de
investigación y dispone ya de una zona de libre comercio con la UE. Sin embargo, la
UE lo incluye en su política de vecindad.
56
COM 313 final, 1.07.2003.
57
Reglamento (CE) n° 1260/1999 del Consejo del 26 de junio de 1999.
58
Reglamento (CE) EURATOM/n° 99/200 del Consejo del 29 de diciembre de 1999.
138
• El instrumento CARDS, que apoya todo un abanico de actividades en los
Balcanes occidentales.
Para remediar estas debilidades, la Comisión propuso para el período 2004-06 los
«programas de vecindad» y, a partir de 2006, un nuevo instrumento de vecindad. Este
instrumento se basará «en un planteamiento más global a través de medidas de
cooperación transfronteriza y regional en las zonas limítrofes con la frontera exterior».
Además, estaría vinculado a diferentes programas y tendría en cuenta «las distintas
prioridades regionales ya establecidas».
59
Reglamento (CE) n° 2698/2000 del Consejo del 27 de noviembre de 2000.
139
octubre de 2003, el Consejo invitó a la Comisión a presentarle propuestas detalladas
sobre los planes de acción, así como un informe periódico sobre el progreso del
conjunto de la PEV. Para responder a las peticiones del Consejo, la Comisión elaboró
una tercera comunicación sobre la política de vecindad (2004).
Además de los planes de acción, otra novedad es la relativa a las recomendaciones sobre
la inclusión de los países del Cáucaso (Armenia, Georgia, Azerbaiyán) en la PEV. La
ampliación de la política de vecindad hacia los países del Cáucaso tuvo lugar a petición
del Parlamento Europeo y, sin duda, no es ajena a la cuestión de las previsiones
energéticas.
60
COM/2004/0373 final
140
Ahora bien, ¿cuál es el valor añadido de la PEV respecto a las políticas tradicionales de
la UE con los países del Este y del Mediterráneo? La comunicación de 2004 intenta
aportar una respuesta con los elementos siguientes:
Naturalmente, para beneficiarse plenamente del valor añadido de la PEV, los países
vecinos tienen que hacer progresos significativos para alcanzar los objetivos
establecidos. Ello significa que el éxito de la PEV y, por tanto, sus posibles
consecuencias están vinculados al grado de compromiso de cada uno de los vecinos con
las reformas.
141
de Ermin Larshet (14 de abril de 2005) y el informe de Charles Tannock sobre la PEV
del 7 de diciembre de 2005.
142
constituye un factor de bloqueo de la integración regional. El Parlamento Europeo
aprovecha para congratularse de que Libia «se haya aproximado al Proceso de
Barcelona». En lo referente a Oriente Próximo, el Parlamento valora positivamente la
elección «de forma ejemplar» del presidente de la Autoridad Palestina en enero de 2005.
Por otra parte, reitera su fe en una solución que garantice a Israel fronteras «reconocidas
y seguras» y un Estado palestino «democrático y viable». Sin embargo, omite criticar la
política de colonización israelí continua en Cisjordania, en Jerusalén-Este y en los Altos
del Golán sirio, así como la construcción del muro ilegal, condenado por el Tribunal de
Justicia de La Haya.
En cambio, la resolución no puede ser más directa cuando pide a Siria que «colabore sin
más dilaciones activa y plenamente en la lucha internacional contra el terrorismo y en la
investigación internacional del asesinato del primer ministro del Líbano, Rafik Hariri».
El mismo tono enérgico se emplea con Egipto, al que insta a no socavar «las
posibilidades abiertas recientemente, en concreto, en relación, con la organización de
elecciones presidenciales en las que concurren distintos candidatos y continúe
impulsando reformas democráticas».
Por lo que se refiere a Europa del Este, el Parlamento Europeo valora positivamente el
movimiento democrático en Ucrania, reconoce «las aspiraciones europeas de Moldavia»
y hace un llamamiento para que «se establezca una perspectiva europea a largo plazo»,
instando a las partes interesadas «a que lleguen a un acuerdo político que resuelva la
controversia de Trandsniéster».
Además, la resolución se felicita por el hecho de que el Consejo Europeo haya incluido
los países del Cáucaso en la PEV «gracias a la insistencia del Parlamento Europeo». Sin
embargo, deplora que siga el conflicto en el Alto Karabaj que dificulta la cooperación
regional e invita a Turquía «a que abra sus fronteras con Armenia».
143
La resolución acoge con satisfacción el plan de paz para Osetia del Sur, basado en una
aproximación en tres fases, que fue presentado por Georgia en el marco de la OSCE a
finales de octubre de 2005. Por último, se propone un pacto de estabilidad de la UE para
el Cáucaso del Sur, basándose en el modelo de pacto de estabilidad de la UE para
Europa Sudoriental, asociando la UE, Rusia, EE UU y las Naciones Unidas.
El dictamen del CES del 5 de julio de 2006 es, sin duda alguna, el más elaborado y más
preciso. Insiste en particular en el principio de coherencia de las políticas, de las
acciones y de los criterios presupuestarios y en el de los valores comunes, fundamento
de las relaciones no sólo entre la UE y los países socios, sino también entre las
administraciones nacionales y los representantes de la sociedad civil.
Asimismo, insiste en la necesidad de promover «sinergias entre las diferentes zonas y
dentro de una misma zona». Del mismo modo, el dictamen reconoce que «el mecanismo
de aplicación de la PEV conlleva un cierto grado de competencia entre los diferentes
países socios», o entre zonas. Por consiguiente, conviene estar atento, añaden los
redactores, y actuar con mucha cautela «para no dar lugar a frustraciones y actitudes de
renuncia en las zonas o en los países socios».
Asimismo, el dictamen aborda una cuestión oportuna, como es el acceso a los fondos de
la UE por parte de los actores de las sociedades civiles. Recomienda no multiplicar
exageradamente «los procedimientos de acceso a los fondos» y evitar «la lógica
burocrática» que acaba desmotivando la búsqueda de asistencia, para llegar finalmente a
«un profesionalismo de la cooperación», encarnado por las asociaciones de consultores.
61
Ponente: Karin Allewelt (Diario oficial de la Unión Europea, nº 80, 30 de marzo de 2004).
62
Ponente: Giacomina Cassina (2005).
144
Finalmente, el CES formula propuestas concretas, la principal afecta a la participación
de las organizaciones representativas de los países socios y de las organizaciones
socioprofesionales. A tal efecto, el CES invita a los países socios a:
63
COM(2006) 726 final.
64
Eurobarómetro especial, trabajo de campo (mayo-junio de 2006), publicación (octubre de 2006).
145
3. Casi la mitad de los ciudadanos (48 %) se reconoce poco interesada por lo que
pasa en los países vecinos.
146
Cuando se publicaron estos resultados, la Comisión hacía balance de la situación
general e intentaba proponer pistas de reflexión para «consolidar la PEV». Éste fue el
objeto del documento de trabajo del 4 de diciembre de 2006.
1.7. Comunicación sobre «la sinergia del mar Negro, una nueva iniciativa de
cooperación regional» (abril de 2007)
En 2007, dos elementos merecen ser destacados. En primer lugar, el Consejo de
Asuntos Generales del 22 de enero de 2007 ratificó las propuestas de una PEV
consolidada y acogió con satisfacción el hecho de que, a finales de 2006, 11 planes de
acción nacionales hayan sido adoptados por la UE con cada uno de los países vecinos-
socios. A estos 11 planes de acción, hay que añadir el firmado entre la UE y Egipto.
Bielorrusia, Siria y Libia aún no han elaborado sus planes de acción, mientras que
Argelia prefiere limitarse a su acuerdo de asociación firmado con la UE el 22 de abril de
2002, que entró en vigor el 1 de septiembre de 2005.
147
Socios de la Entrada en Informe PEV Plan de acción Adopción por Adopción por
PEV vigor de las por país PEV parte de la UE parte del país
relaciones socio
contractuales
con la UE
Argelia AA_ sept. 2005 - - - -
Armenia APC-1999 Marzo 2005 Adoptado en 13.11.2006 14.11.2006
otoño 2006
Azerbaiyán APC-1999 Marzo 2005 Adoptado en 13.11.2006 14.11.2006
otoño 2006
Bielorrusia - - - - -
Egipto AA- junio Marzo 2005 Adoptado en 6.3.2007 -
2004 otoño 2006
Georgia APC 1999 Marzo 2005 Adoptado en 13.11.2006 14.11.2006
otoño 2006
Israel AA-junio 2000 Mayo 2004 Adoptado a 21.2.2005 11.4.2005
finales de 2004
Jordania AA- Mayo Mayo 2004 Adoptado a 21.2.2005 11.1.2005/
2002 finales de 2004 02.06.2005
Líbano AA- Abril ,arzo 20058 Adoptado 17.10.2006 En espera
2006 otoño 2006
Libia - - - - -
Moldavia APC—julio Mayo 2004 Adoptado 21.2.2005 22.2.2005
1998 finales de 2004
Marruecos AA- Marzo Mayo 2004 Adoptado 21.2.2005 27.7.2005
2000 finales de 2004
Autoridad AA interino Mayo 2004 Adoptado 21.2.2005 4.5.2005
Palestina julio 1997 finales de 2004
Siria - - - - -
Túnez AA- Marzo Mayo 2004 Adoptado 21.2.2005 4.7.2005
1998 finales de 2004
Ucrania APC. Marzo Mayo 2004 Adoptado 21.2.2005 21.2.2005
2005 finales 2004
148
desearía que la estrategia en el mar Negro estuviera «estrechamente vinculada a la
estrategia de la UE para Asia Central», cuyo contenido y alcance desconocemos.
Está claro que, sin la variable energética, los tres países del Cáucaso no hubieran sido
integrados en la PEV. La Comisión lo reconoce: «La región del mar Negro es una zona
de producción y transporte de importancia estratégica para la seguridad energética de la
UE» y presenta «un amplio potencial de diversificación del abastecimiento energético,
por lo que constituye un elemento clave de la estrategia exterior de la UE en este
ámbito». A partir de esta constatación, la Comisión propone «un diálogo sobre la
seguridad energética», el desarrollo de las infraestructuras de transportes y la
modernización de las que ya existen. Propone también la creación de un nuevo corredor
energético en el eje mar Caspio-mar Negro y la movilización de «importantes
inversiones», necesarias a tal efecto.
El medio ambiente es otro de los temas cruciales en las relaciones entre la UE y sus
vecinos del mar Negro. La Comisión considera que una estrategia regional es la más
adecuada para abordar cuestiones medioambientales, como la protección de la
naturaleza, la gestión de residuos y la contaminación industrial o atmosférica, o la
protección de las zonas marítimas. Sobre esta última cuestión, la Comisión ya había
elaborado en 2005 una «Estrategia temática sobre la protección y la conservación del
149
medio ambiente marino»,65 en la cual se afirma que los países miembros de la UE tienen
que cooperar en todos los mares regionales de los que la Unión es ribereña, con el
conjunto de los países de la región.
65
COM (2005) 504 y COM (2005) 505 del 24 de octubre de 2005.
150
3. La PEV es una propuesta a medio camino entre el partenariado (partnership) y
la adhesión (membership). En efecto, trata de ir más allá del mero libre
comercio, pero se queda por debajo de la adhesión. Claramente, la UE no ofrece
una perspectiva de integración a los nueve países árabes ni a los países del
Cáucaso. Sin embargo, nadie, a este nivel, puede excluir esta posibilidad para
los tres países de Europa oriental cuando reúnan las condiciones exigidas. Las
declaraciones de Benita Ferrero-Waldner, comisaria de Relaciones Exteriores,
dejan pensar que el debate sobre la finalidad de la PEV no está aún cerrado.
6. En la PEV, la UE combina las políticas del primero, segundo y tercer pilar. Esta
aproximación, denominada «transpilar» (trans-pillar approach), se justifica
por el hecho de que los nuevos riesgos y desafíos a los que la UE se enfrenta son
151
múltiples y complejos (como, por ejemplo, el crimen organizado o el terrorismo)
y no pueden ser controlados únicamente con los medios de la política exterior.66
66
Vid. KOOPMAN, M., «La politique de voisinage de l’Union Européenne : ambitions et défis»,
Weltpolitik.net.
67
Vid. LEFESANT, G., «L’UE et son voisinage: un nouveau contrat», Politique Etrangère, 4/2004, p. 775.
68
Vid. TASSANARI, F., «Security Integration in the UE neighbourhood», CEPS working paper, n°226,
Bruselas, julio de 2005, p. 6.
152
10. La PEV está dotada de un instrumento financiero, en un primer momento
provisional hasta 2006, y después un Instrumento Europeo de Vecindad y
Asociación para el período 2007-13, y que supuestamente debe reemplazar los
instrumentos ya existentes.
11. Para la Comisión, la PEV ofrece un valor añadido: entablará una dinámica
positiva en su periferia inmediata; los planes de acción permitirán negociaciones
concretas sobre prioridades definidas y, por último, la relación contractual entre
la UE y los países vecinos se verá reforzada por el bien de todos.
Así que, en este win-win game, todas las partes, se supone, salen ganando. Una visión
idílica que conduce a pensar en la famosa fórmula «pesimismo de la inteligencia,
optimismo de la voluntad».
Ahora, incluso antes de que este partenariado llegue a su término proclamado, la UE nos
sorprende con un nuevo discurso: la vecindad, presentada como una nueva política
audaz y un salto cualitativo en las relaciones de la UE con sus antiguos y nuevos
vecinos. ¿Se trata de veras de un «salto cualitativo» o simplemente de una vieja receta
con un nuevo envase?
153
A juzgar por la primacía acordada a la integración comercial, se podría creer que se trata
de una vieja receta que remite a una integración asimétrica entre el centro europeo y su
periferia. A menos que, naturalmente, esta política esté dotada de los medios adecuados
de acompañamiento susceptibles de inducir verdaderos cambios institucionales en los
países vecinos, sin los que la PEV sería una cáscara vacía.
69
Vid. WAEVER, O, «Europe’s three empires: a watsonian interpretation of post-wall European security», FRAWN, R.,
y LARKINS, J. (ed.), Internacional Society after Cold War: Anarchy and Order considered, Londres, Mac Millan,
1996.
154
10. El décimo círculo incluye los vecinos del Cáucaso (Armenia, Azerbaiyán y
Georgia).
12. Se puede añadir un décimo segundo círculo constituido por Rusia, que no está
oficialmente contemplada en la PEV, porque optó por un estatuto particular en el
marco de una «asociación estratégica».
A medio o largo plazo, se puede esperar que los países cambien de círculo. Entonces,
podemos imaginar una UE con 37 miembros, con los siete países balcánicos (en la
hipótesis de un Kosovo independiente) y los tres países del Este europeo. Una Europa
de 38 miembros, incluyendo Turquía, es teóricamente un escenario posible porque,
desde 2005, este país está oficialmente considerados candidato. De momento, Noruega,
Suiza y Liechtenstein no son candidatos, pero si se incorporaran a la UE, ésta, Turquía
incluida, tendría 41 miembros.
Todas estas evoluciones son posibles, pero no se puede dibujar ningún horizonte
temporal. En efecto, hay incertidumbres, involuciones posibles y arbitrajes necesarios.
Sin embargo, cualesquiera que sean, la UE se encontrará enfrentada a un dilema: siendo
demasiado amplia, corre el riesgo de perder su alma, su unidad, su eficacia o su
identidad. En cambio, si se cierra a cal y canto a los demás países europeos que llaman a
su puerta, se arriesga a perder su corazón, traicionando su propio ideal de fraternidad,
solidaridad y hospitalidad.
Mientras tanto, habrá Europa y sus vecinos: es decir, un centro europeo y un bulevar
periférico con sus puertas de acceso controladas por el centro. Ciertamente, la UE velará
155
por el buen estado de la «periferia», llamada precisamente «círculo de amigos», de
manera que la circulación sea fluida y sin trabas (las cuatro libertades). Es, en definitiva,
la política de buena vecindad.
70
Vid. DENYSYUK, V., «Politique de voisinage de l’Union Européenne: quelles transformations sur le régime
commercial régional en Europe?», Revue du Marché Commun de l’Union Européenne, n° 485, febrero de 2005, pp.
101-114.
156
Negro al sur, la UE se hallaba enfrentada a nuevos desafíos y riesgos vinculados a los
flujos migratorios no controlados y no deseados, a los tráficos mafiosos, así como a las
repercusiones negativas sobre su propio territorio del mal desarrollo y de las situaciones
conflictivas de sus nuevos vecinos. Andrea Amato recuerda que, ya en 1999, la Célula
de Prospectiva de la Comisión Europea había considerado cinco situaciones
postampliación para 2010. Entre ellas, había una denominada «cordón sanitario»,
destinada a prevenir las turbulencias de los vecinos71. No hay duda de que la seguridad
es un aspecto inherente a la nueva PEV.
Así que la PEV debe correr pareja una diplomacia europea proactiva capaz de contribuir
a vaciar los abscesos de fijación de la región de proximidad inmediata de todos. ¿Sabrá
71
BERNARD, Gilles (coord.), Scénarios Europe 2010: cinq avenirs possibles, «Les Cahiers de la cellule de
prospective», Bruselas, 1999, p.49. Citado por AMATO, Andrea, «Essor et déclin de la Politique Européenne de
voisinage», IEMED-CIDOP, MED-2008, Barcelona, p.159.
72
Vid. WALLACE, W., «Looking alter the neighbourhood for the EU 25», Notre Europe, Policy Papers, 4 de julio de
2003, p. 4.
73
Vid. LEFESANT, G., «L’Union Européenne et son voisinage: un nouveau contrat», Politique Etrangère,
4/ 2004, p. 775.
157
estar a la altura de esta tarea la UE? Desgraciadamente, la experiencia sobre todo en el
ámbito del Partenariado Euromediterráneo, no da muchos motivos para la esperanza.
a) Estructural (es ella quien adopta un conjunto de normas que hace aceptar por
sus vecinos y es ella quien organiza la acción colectiva y quien determina
«quién» puede participar en el juego).
c) Direccional (es ella quien dicta las normas y determina el camino a seguir).
Los vecinos, ciertamente, están habilitados para redactar «planes de acción» discutidos
con la UE. Sin embargo, los cinco ámbitos prioritarios de estos planes están
determinados de antemano por la UE y posteriormente los debaten los países vecinos.
Se trata de los siguientes ámbitos:
74
Vid. DENYSYUK, op. Cit.
158
a) Cooperación reforzada en el campo de la seguridad y la prevención de los
conflictos, sobre la base a valores compartidos.
b) Cooperación en el terreno de la justicia y los asuntos interior.
c) Equiparación legislativa en los países vecinos.
d) Desarrollo de redes de infraestructuras y cooperación medioambiental.
e) Promoción de la educación y del desarrollo sostenible.
159
entre Estados amigos, moderados, útiles, fallidos o rebeldes (ally, moderate, useful,
failed, rogue states).
Sin embargo, la paradoja más impactante es que la PEV consolida los anclajes
bilaterales de los países vecinos con una insistencia sobre el arraigo regional. Éste, no
obstante, se entiende más como una relación de vecinos con la UE.
- Programas temáticos «comunes a varios países socios» que, una vez más,
«pueden concernir a uno o varios Estados miembros».
- Programas de cooperación transfronteriza, cofinanciados por el Fondo Europeo
de Desarrollo (FEDER), «que cubran la cooperación entre, por una parte, uno o
varios Estados miembros y, por otra parte, uno o varios socios en las regiones
limítrofes de su parte común de la frontera exterior de la UE».
Esta insistencia en la implicación de los Estados miembros y de sus regiones es, sin
duda, una respuesta a las recomendaciones del Comité de las Regiones.75
75
Vid. Dictamen del Comité de las Regiones sobre la PEV, Boletín oficial, n° 023, 2.10.2204/ 0036-0042.
76
Vid. JESSE, J. P., «Entre Barcelone et la PEV, quel avenir pour les relations euro-maghrébines?», Etudes
Internationales, n° 100, 3/2006, p. 45.
160
Implícita en este método está sin duda la idea de que un Estado miembro tiene más
capacidades para gestionar los fondos de manera eficaz y transparente, lo que
disminuiría los riesgos de dilapidación y malversación. No obstante, también subyace la
idea de que los Estados miembros y sus regiones o subregiones deben igualmente
beneficiarse de los fondos concedidos, lo que constituiría un acicate suplementario para
comprometerse aún más en la cooperación regional, transfronteriza o transnacional.
En estas condiciones, ¿se puede esperar que la PEV tenga un efecto de palanca
regional? Hay razones para dudarlo. En efecto, en el ámbito del Partenariado
Euromediterráneo, o del Grupo del Mediterráneo occidental (5+5), los países del Sur, y
en particular los del Magreb, se han acostumbrado a ponerse de acuerdo antes de las
reuniones euromediterráneas, o al margen de ellas, sobre cuestiones de interés regional
como las migraciones, las infraestructuras, los intercambios o incluso la lucha contra el
terrorismo. El propio Grupo de Agadir (Jordania, Egipto, Túnez y Marruecos) es un
apéndice del Partenariado Euromediterráneo. En este sentido, podemos afirmar que el
partenariado ha provocado, o al menos ha facilitado, los contactos regionales e incluso
las iniciativas de integración subregional.
Con su acusado carácter bilateral, la PEV no podrá ser una palanca de integración
subregional, que ejerza el papel de locomotora que tira de toda una región
periférica: como mucho, será la carreta que tirará de uno u otro país vecino. A
falta de un compromiso firme, apoyándose sobre recursos suficientes y una verdadera
cooperación transfronteriza Sur-Sur o entre vecinos, será difícil ser optimista.
Desde luego, la Iniciativa para el mar Negro parece contradecir esta postura. No
obstante, ésta apunta más al abastecimiento energético de la UE que a la integración
regional de los países ribereños del mar Negro como tal. La UE es consciente de eso,
pero confía, sin embargo, en el efecto derivado y positivo sobre el conjunto regional de
una coordinación ubicada en un ámbito particular: el de las infraestructuras energéticas.
161
El objetivo de la PEV es hacer que los vecinos se parezcan al máximo a los países
miembros de la UE, pero sin la perspectiva de la adhesión. La PEV no tiene ningún
potencial evolutivo. Es cierto que si los vecinos se parecieran, en todos los aspectos, a
los países miembros de la UE, ¿para qué necesitarían pertenecer a ella?
Así que o la PEV gana su apuesta y consigue transformar la vecindad en una zona de
paz, prosperidad y estabilidad, y en tal caso los nuevos vecinos no tendrán ningún
interés en la adhesión, o la PEV fracasa lamentablemente y, en este caso, la perspectiva
de adhesión ya ni se plantea. En la frase «todo menos las instituciones», repetida por
Prodi, lo que resulta problemático es el «todo» y no «las instituciones». En efecto,
cuando se ha obtenido el «todo» (ayudas, aperturas del mercado, convergencia en los
valores compartidos, participación en los programas de investigación), ¿sería posible
excluir a los vecinos clonados-alineados de los Estados miembros, de las instancias de
decisión y de la arquitectura institucional de la UE?
Es una evidencia que ponen de manifiesto todos los textos oficiales. Y explica por qué
la PEV está más vinculada a una oferta europea que a una petición de los vecinos. La
UE ofrece más que una cooperación y menos que una adhesión, como recordaba Prodi.
77
Vid. GAMBINI, U., La politique de voisinage dans la position italienne, mémoire, ULB, 2005, p. 28.
162
demostración, contagio dulce. Nada que ver con el «cambio musculoso» (muscular
change), «la liberalización imperial» (imperial liberalisation) o la «hegemonía
bondadosa» (benevolent hegemony), discurso muy apreciado por los estadounidenses.
La socialización se basa en otra lógica. Insiste más en el interés que puede haber para
los vecinos en integrar el acervo comunitario, en conformarse al «modelo europeo» o en
fundirse en el mismo molde. La socialización es, entonces, esencialmente un «learning
process», un proceso de aprendizaje. Eso implica un «esfuerzo de sí sobre sí» en el
sentido de que los vecinos tienen que elegir la vía de la reforma y de la buena
gobernanza, y apostar por el juego de la apertura. Es, además, el único juego que
propone la UE, aunque reconoce que los jugadores siguen disponiendo de suficiente
margen de maniobra para elegir el «ritmo» de la reforma, a fin de evitar un cambio
incontrolado o desestabilizador.
Todo eso me parece loable. Pero no deja de ser esencialmente una lógica binaria:
ellos/nosotros, lo de dentro/lo de fuera, el benefactor/el beneficiario. En virtud de esta
lógica, la UE se representa como «responsable», no sólo de su estabilidad interna, sino
también de la estabilidad de su perímetro exterior. Y esta estabilidad sólo puede
78
Vid. EMERSON, M.; NOUTCHEVA, G., «From Barcelona process to Neighbourhood Policy», CEPS
Working Paper, n° 220, marzo de 2005, p. 20.
79
Ibíd., p. 16.
163
alcanzarse mediante «la exportación de los valores europeos», definidos por la UE
como «nuestros valores comunes».80
Otra cuestión remite a la clase de cambio que la UE quisiera promover entre los vecinos
y a los medios utilizados para conseguirlos. En efecto, si la estabilidad de los vecinos
constituye la mayor preocupación de la UE, ¿no hay un riesgo de que la apertura de los
sistemas políticos cerrados desemboque finalmente en que lleguen al poder los partidos
o movimientos que no son de su agrado?
Además, ¿quién puede pensar, de forma razonable, que 2.000 millones de euros
repartidos anualmente entre los diferentes vecinos constituyen una potente palanca de
cambio? Ha hecho falta movilizar más medios para preparar las dos últimas
ampliaciones. Así, Rumania y Bulgaria, los últimos países en integrarse, se
beneficiarán, en el marco de las perspectivas financieras 2007-13, de un presupuesto
total que asciende a 44.316 millones de euros (es decir, dos veces y media el
presupuesto reservado a la PEV, estimado en 16.729 millones de euros para el mismo
período). Sin embargo, más que el dinero, ha sido la perspectiva de adhesión la
verdadera fuerza motriz de la transformación rápida de los países del Este. Al quedar
descartada la adhesión en el marco de la PEV, ¿vale la pena?, se preguntan algunos
vecinos. Así que intentarán conseguir unas ventajas, sonsacar ayudas económicas, pero
sin que las contrapartidas sean demasiado apremiantes.
Entonces, ¿cómo sabrá la UE conciliar los valores que proclama (mercado abierto,
reforma democrática) con la astucia de sus vecinos para cortocircuitarlos, esquivarlos,
80
Cf. HOLM, Ulla, «EU's neighbourhood policy: a question of space and security», Danish Institute for International
Studies, DIIS working paper nº 2005/22 , p.17.
81
op. cit., p. 15.
164
pervertirlos o hacer de ellos un uso cosmético? Claramente, la europeización de la
vecindad necesitará tiempo, si es que realmente puede conseguirse.
A diferencia de Rusia, que prefiere tratar con la UE de igual a igual, como policy-
maker, los países mediterráneos son prisioneros de su estatuto de policy-taker, es decir,
que son socios subalternos que aceptan lo que se les propone, aunque a regañadientes.
Su primera inquietud se debe a la multiplicación de las iniciativas europeas que les
conciernen desde la caída del muro de Berlín: OSCM, 5+5, Proceso de Barcelona,
Estrategia Mediterránea, Partenariado Estratégico Europeo con el Mediterráneo y los
países de Oriente Próximo82, Europa-ampliada-PEV y finalmente «Reforma de las
sociedades árabes» (informe presentado por Michel Rocard al Parlamento Europeo en
2007).
Sin contar, al margen de la UE, con el proyecto americano del Gran Oriente Próximo, el
diálogo OTAN-Mediterráneo (1994) y, finalmente la Iniciativa de Estambul (2004) y
los acuerdos de libre comercio entre EE UU y determinados países mediterráneos (por
ejemplo, el acuerdo EE UU y Jordania de 2001 y el de EE UU-Marruecos de 2004).
Esta multiplicación de las iniciativas produce perplejidad: los países mediterráneos se
sorprenden ante tantas solicitudes, además de que estas iniciativas entrechocan, lo que
produce el amargo regusto de competición entre los diferentes actores extrarregionales.
82
«An European Strategic Partnership with the Mediterranean and the Middle East», (Consejo Europeo, 19 de marzo
de 2004).
165
improvisación. La UE pone en marcha su política y, tras constatar sus límites, intenta
renovarla, reforzarla, rejuvenecerla adoptando otra; es el camino habitual del trial and
error (ensayo y error).
Conclusión general
La apreciación crítica que se presenta no deja ninguna duda sobre los límites inherentes
a la nueva política de vecindad. Sus medios son irrisorios respecto a la importancia de la
tarea; su ámbito geográfico es amplio; su método, demasiado unilateral; sus finalidades,
generales y sus principios, eurocéntricos. Sin embargo, actualmente es la única
propuesta que hay sobre la mesa. Y los países vecinos no tienen mucha alternativa: lo
toman o lo dejan. ¿Se puede mejorar o reorientar? Creo que sí, dividiéndola en tres
iniciativas diferentes:
Esta propuesta se basa en una preocupación por la eficacia, por el reconocimiento de las
especificidades regionales, por el impacto esperado del partenariado europeo sobre las
integraciones regionales y, finalmente, por la necesidad de crear unos órganos
166
regionales de concertación. Al dividir la PEV en tres iniciativas separadas, la UE se
dotaría de los medios para atajar de frente los problemas o los conflictos que agobian a
cada una de las regiones, contribuyendo decisivamente a su solución, sola o en
cooperación con otros actores exteriores.
Dentro de cada «iniciativa», la UE podría proseguir su diálogo con subgrupos. Así, una
iniciativa euroárabe no debería impedir los trabajos del Mediterráneo Occidental (5+5),
ni tampoco el dialogo UE-Consejo de Cooperación del Golfo. Al contrario, en el ámbito
general de la iniciativa euroárabe, es deseable que los contactos UE-Magreb y UE-CCG
continúen y se refuercen.
Así, la finalidad de la nueva política que propongo no sería ampliar el mercado interior
al exterior de las fronteras de la UE o integrar los países vecinos a su mercado interior,
sino ayudar a la promoción del Estado de Derecho, la pacificación regional y la
integración horizontal entre los propios países vecinos. Esta propuesta constituye un
cambio de perspectiva: ya no se trata de ofrecer «todo menos las instituciones», sino de
convencer a las regiones vecinas de que el modelo de integración europea puede ser
una reserva aleccionadora para la construcción de su futuro. No se tratará de
calcarlo o clonarlo, sino solamente de inspirarse en él en tanto que proceso dinámico,
generador de paz, de solidaridades efectivas y de prosperidad.
167
Anexo 1:
Presentación general de los países afectados por la PEV (2007)83
Territorios
Palestinos 3 .9 4.5 1150 3.0 1.7
Ocupados
83
Le Nouvel Observateur, ATLASECO, 2009 (les chiffres ont été arrondis)
168
Capítulo IX
Introducción
Sin embargo, aun antes de que la propuesta francesa fuese apoyada por un proyecto
definido, ya suscitaba asombro, sospecha, rechinar de dientes e incluso oposición feroz.
A decir verdad, el momento elegido para presentarla y la imprecisión de la idea respecto
a su contenido, objetivos, vínculos con las políticas europeas en curso, financiación,
valor añadido, puesta en práctica y delimitación del espacio que se supone debe recorrer
plantean problemas.
169
naturalmente, los cuestionamientos legítimos con respecto a su pertinencia como
«ventaja comparativa» y su validez como mecanismo destinado a sacar a los países
mediterráneos del Sur del marasmo económico, del malestar social y de la atonía
política. Ahora sabemos que, tras el Llamamiento de Roma, en diciembre de 2007, la
Unión Mediterránea pasó a ser la Unión por el Mediterráneo que el Consejo Europeo
del 13-14 de marzo de 2008 la rebautizó con el nombre Proceso de Barcelona: Unión
por el Mediterráneo, y que la Conferencia de Marsella (noviembre 2008) llamó
Unión por el Mediterráneo. Es más que un desplazamiento semántico. Estas páginas
tratan de arrojar luz sobre las razones que han llevado a esta nueva denominación. Sin
dejar de reconocer la validez del marco de Barcelona, el capítulo concluye con una
propuesta que yo denomino «Partenariado Regional Privilegiado» (PRP), y que sería,
en cierto modo, el primer eslabón de esta nueva iniciativa.
Prescindamos de la vena lírica sobre este Mediterráneo de Braudel que es «para todos
nosotros, aunque nunca hayamos vivido en él», sobre nuestra «vuelta a los orígenes»,
sobre nosotros, «los hijos de Córdoba y de Granada… los hijos de los sabios árabes que
nos transmitieron el legado griego y lo enriquecieron», nosotros, «los herederos de un
mismo patrimonio de valores espirituales… ». Resulta bastante conmovedor y en
170
ocasiones incluso nostálgico, sobre todo cuando lamenta que el Mediterráneo haya
dejado «de representar una promesa para no constituir más que una amenaza» y que
Europa y Francia le hayan vuelto la espalda.
Luego viene la primera metedura de pata del candidato Sarkozy, al evocar la epopeya de
las Cruzadas, «ese sueño» que en el pasado arrojó a los caballeros de toda Europa a los
caminos de Oriente, posteriormente la expedición de Napoleón en Egipto, el «sueño de
Napoleón III» en Argelia y de Lyautey en Marruecos. «Ese sueño que no fue tanto de
conquista como de civilización», pues la mayoría de quienes partieron hacia el Sur «no
eran ni monstruos ni explotadores», sino, en definitiva, unos valientes que se
embarcaron para «ganarse ellos mismos el sustento de sus hijos, sin explotar jamás a
nadie, y que lo perdieron todo porque los expulsaron de una tierra donde habían
adquirido, con su trabajo, el derecho de vivir en paz» (negrita del autor).
Estas pocas citas del discurso de Toulon constituyen una síntesis sobrecogedora de la
famosa misión civilizadora de Francia y de la colonización benevolente y fraternal. Sin
duda, esas frases suenan bien para los franceses repatriados y los harkis, pero a la
mayoría de comentaristas magrebíes, encabezados por los argelinos, les parecieron
insultantes e intolerables. Tanto más intolerables al no estar acompañadas de asomo de
compasión por las víctimas de la otra orilla. Ni pesar, ni perdón, ni arrepentimiento. Es
más, el candidato se subleva, con vehemencia, contra los adeptos del «arrepentimiento»:
«¿Con qué derecho pedís a vuestros hijos que se arrepientan por los errores de sus
padres, unas faltas que, muchas veces, sus padres no cometieron más que en
vuestra imaginación?».Y acto seguido añade, sin el más mínimo reparo: «Si Francia
debe alguna disculpa y reparación, es a los hijos de los harkis que sirvieron a Francia,
que tuvieron que huir de su país y que Francia acogió tan mal». Campaña electoral
obliga.
Sarkozy prosigue su arenga: «Cuando el niño griego deje de odiar al niño turco,
cuando el niño palestino deje de odiar al niño judío […], el Mediterráneo volverá a
171
ser el lugar más alto de la cultura y del espíritu humano». ¡Curioso modo de reducir
los conflictos complejos a sentimientos de amor y de odio!
Inspirada en las tesis de Pascal Bruckner in su libro, Le sanglot de l’homme blanc, (el
llanto del hombre blanco), esta parte del discurso es, sin lugar a dudas, la más ligera y
la menos clarividente. En cambio, las consideraciones del candidato sobre las políticas
europeas con respecto al Mediterráneo tienen el mérito de la claridad. En cuanto a su
propuesta de una Unión Mediterránea, es, desde luego, vaga, pero ambiciosa (lofty but
vague), comenta el International Herald Tribune.
Asimismo, esta UM será el marco o, cuando menos, la perspectiva en la que hay que
«replantearse lo que antaño denominábamos la política árabe de Francia» y
«abordar el problema de la paz en Oriente Próximo». Queda claro: ni Turquía en
Europa, ni política árabe de Francia.
Luego viene la presentación de la idea del candidato Sarkozy de las que deben ser las
misiones de la UM: a) concebir una «política de la inmigración concertada», primer
pilar de las políticas comunes a todos los países mediterráneos; b) afrontar los retos
ecológicos (segundo pilar); c) forjar una verdadera política de codesarrollo (tercer pilar),
172
basada en unos polos de competitividad comunes, un libre comercio negociado y
regulado, un banco de inversión, unas empresas mixtas y la gestión común del agua.
Naturalmente, las energías renovables constituyen una prioridad, poniendo
especialmente en relieve la energía nuclear. La educación no se olvida, pues «es por
donde empieza toda política de civilización».
Definidas de este modo las prioridades, hay que convertir al Mediterráneo en:
Éstas son, resumidas y a grandes rasgos, las ideas principales del discurso de Toulon.
Revelan el activismo del candidato y la nueva orientación que tiene previsto imprimir a
la acción exterior de Francia.
173
Como en Toulon, el presidente francés vuelve sobre una idea de su agrado: el futuro de
Europa se juega en el Sur. Luego recuerda que Europa vivió uno de esos momentos
terribles «en que los gritos del sufrimiento y el dolor son más fuertes que los del
amor». No obstante, añade que Europa logró superar sus barbaries y no se construyó a
partir del arrepentimiento y la expiación, sino desde una voluntad política «más fuerte
que el sufrimiento» y desde « la convicción de que el futuro cuenta más que el pasado».
Más tarde vuelve a su proyecto de UM. Esta vez, su discurso es más pragmático y casi
pedagógico. Para él, querer la Unión del Mediterráneo no es pretender «borrar la
historia», sino continuarla. Para ello, propone hacer como los padres fundadores de
Europa: establecer solidaridades de hecho, por medio de acciones concretas, en torno a
temas precisos. Ahora bien, inspirarse en el método de Schumann, Monnet y Adenauer
no significa, a sus ojos, que la UM deba ser una copia de la UE, sino que se convierta en
una «experiencia original y única».
174
- Se basará en una voluntad política que se traduzca en acciones concretas y comunes.
Para ello, invita a los jefes de Estado y de gobierno de los países ribereños a una
reunión en la cumbre de París, en julio de 2008, para sentar las bases de esta UM
basada en el principio de «la igualdad».
El diagnóstico obtenido por el Informe Avicenne es poco afinado. Se trata de una zona
con fuertes turbulencias: descomposición de Irak, inestabilidad libanesa, reanudación de
las actividades del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) en Turquía, deterioro de
la situación en Palestina, afirmación de la potencia iraní, multiplicación de los actores
no estatales, desde el libanés Hezbolá hasta los grupúsculos franquiciados de Al Qaeda.
175
No obstante, en esta región, Francia mantiene una presencia considerable, desarrolla una
cooperación multiforme y despliega una diplomacia activa. En general, su imagen en
esta zona es positiva, sin que su acción sea siempre decisiva. En parte, debido al uso
extensivo de los vínculos personales, que confieren a las relaciones políticas «un
carácter teatral»; al descenso de la prioridad conferida al Magreb; al carácter
declamatorio de la política francesa, sumado a la dificultad de influir, por sí sola, en el
desarrollo de los acontecimientos, y finalmente a causa de la incapacidad de Francia
para erigir, con sus vecinos del Sur, un sistema de seguridad colectiva regional. Con lo
que la relación de Francia con su entorno meridional neurálgico parece «desencantada e
incierta».
Sin embargo, no todo son sombras: las sociedades árabes se despiertan, se producen
tímidas reformas, se revela una demanda de democracia entre las elites y las
poblaciones y un deseo de Europa insatisfecho por mucho tiempo. Los países del Golfo
ofrecen un paisaje sorprendente, con un crecimiento considerable al que contribuyen los
elevados precios del petróleo, pero también los primeros balbuceos democráticos.
176
Una vez descrita la situación, el informe propone varias pistas de actuación para la
política y la diplomacia francesas:
Entre el resto de propuestas del informe, nos quedaremos con la referida al mundo árabe
y musulmán. Hay que combatir las condiciones que acreditan el «choque de
civilizaciones», consta en el texto. El mundo árabe tiene su lugar en la gestión de los
asuntos del mundo y, por consiguiente, al menos habría que debatir, si no apoyar, la
petición de un puesto permanente para él en el Consejo de Seguridad, no inmiscuirse en
el enfrentamiento entre suníes y chiíes, no dudar en entablar un diálogo crítico con
Hezbolá y Hamás, y no cerrar las puertas a los movimientos islámicos moderados.
177
Por último, en lo que respecta a Israel, el informe preconiza, sin lugar a dudas, la
consolidación del partenariado francés con ese país, pero ello no debe hacerse a costa
«de la expresión pública de las posturas francesas con respecto al conflicto árabo-israelí,
ni de la capacidad de acción de Francia en la región», basada, es verdad, en la
«seguridad de Israel», pero también en el rechazo a la ocupación, la necesidad de
evacuación total de los territorios ocupados en 1967 y de la creación de un Estado
palestino independiente… Más claro imposible.
En este sentido, el informe recuerda la importancia del Plan Árabe de Paz, adoptado en
la Cumbre Árabe de Beirut en 2002 y reafirmado en la Cumbre de Riad 2007.
Asimismo, subraya las inquietudes con respecto a la simetría y el equilibrio planteadas
por el Cuarteto a los palestinos y a Israel.
Por último, en lo que respecta al Magreb, el Informe Avicenne lamenta que esta región
del norte de África sea a la vez la más cercana y la más ausente en las reflexiones
francesas sobre el terreno. Se sorprende por el hecho de que la postura de París se
encasille en la defensa de una «supuesta renta de situación» y que la bilateralidad siga
marcando la ayuda gala. Así, el informe propone destinar parte de los préstamos
concedidos hasta ahora a cada uno de los socios a un solo presupuesto regional, que
financie proyectos de integración horizontal.
De nuevo en el ámbito de las políticas europeas, el informe considera que el balance del
Proceso de Barcelona es decepcionante, pero evita culpar sólo a la UE, pues «la
responsabilidad es compartida entre el Norte y el Sur». Ahora bien, el informe no
178
descalifica el Partenariado Euromediterráneo, sino que sugiere que éste «se concentre
en un número limitado de proyectos estructuradores», contribuya a la promoción de
las integraciones subregionales y desarrolle aún más el apartado cultural. Para ello,
Francia debería organizar «una concertación más estrecha entre los socios europeos que
bordean el Mediterráneo», en particular España e Italia. Estas propuestas contienen los
principios de base de la UM de Sarkozy.
Éstos son los puntos más destacados del Informe Avicenne. Sin duda, los asesores del
premier francés han echado buena mano de él, pues en las declaraciones de Sarkozy
sobre la UM hallamos un buen número de las propuestas de dicho informe…
179
formados. El crecimiento demográfico, aunque en notable descenso en todos los países
de la zona, ejerce una presión considerable sobre los presupuestos de los Estados. Esta
situación conlleva importantes desafíos en términos de estabilidad social. Asimismo,
puede tener consecuencias negativas en el entorno inmediato, sobre todo Europa, en
términos de flujos migratorios irregulares, de exportación de los conflictos internos, de
crispaciones identitarias.
84
BEKOUCHE, Pierre, «Comparer Euromed aux autres régions Nord-Sud», Géoéconomie, nº 42, París, 2007, p. 25.
180
del petróleo, la Unión dispone de un cómodo saldo comercial positivo casi crónico con
todos los países del Mediterráneo.
Jean-Louis Guigou aboga por una verdadera reconexión del Norte y el Sur, fundada
en intereses recíprocos y no en una relación de fuerzas, y que vaya más allá de las meras
cuestiones económicas. Para Guigou, la comunidad mediterránea debe embarcarse en
una serie de cooperaciones reforzadas, y a iniciativa de Francia, para promover dicha
reconexión.86
85
Ibíd.
86
GUIGOU, Jean-Louis, «La reconnexion des Nord et des Sud: l’émergence de la région méditerranéenne (ou la
théorie des quartiers d’orange», Géoéconomie, nº 42, pp. 55-60.
181
de atracción de la región para la IED, aportando sólo una financiación limitada y mal
utilizada, al menos en la primera fase del programa MEDA I. En lo político, no ha
podido firmarse ninguna carta de paz y estabilidad, a falta de un lenguaje común entre
los socios del Norte y del Sur. La participación de Israel en el Partenariado
Euromediterráneo junto con otros países árabes (considerada por los responsables de la
UE como una conquista fundamental) no ha impedido que el Estado hebreo continúe
con la colonización de los territorios palestinos y árabes y destruyera las infraestructuras
de Líbano en su enfrentamiento con Hezbolá en 2006. Culturalmente, la relación de
Europa con su entorno árabe y turco sufrió mucho por la estigmatización del Islam,
sobre todo desde el 11 de septiembre de 2001, y por el debate europeo en torno a la
identidad, especialmente en las discusiones sobre el proyecto de Constitución europea,
como si ser europeo fuera ante todo no ser árabe, turco o musulmán.
Por otra parte, no se puede responsabilizar sólo a la UE de los fallos y las faltas del
partenariado. En muchas ocasiones, los países del Sur han ido a remolque en lo que se
refiere a la reforma, y no han hecho nada significativo para fomentar la integración de
las regiones. Es cierto que se alcanzó el Acuerdo de Agadir, en el cual participan
Marruecos, Túnez, Egipto y Jordania, pero estos cuatro países no tienen fronteras
comunes, por lo que dicho acuerdo es en gran medida vacilante y virtual.
182
La PEV es más problemática87 y despierta más interrogantes que el Partenariado
Euromediterráneo. En primer lugar, por un enfoque bilateral excesivo que sitúa la
integración productiva regional fuera de órbita, por el bloqueo de cualquier perspectiva
de adhesión y por el solapamiento con las otras iniciativas en curso. La PEV,
«cementerio de las ilusiones perdidas»,88 no suscita el entusiasmo de las masas. Los
Estados del Sur, no obstante, la suscriben, parecen participar en el juego e intentan
maximizar sus beneficios, minimizando a la vez sus sacrificios (sobre todo en el terreno
político). Para los defensores de la Unión Mediterránea, la PEV es demasiado amplia y
se refiere a Estados demasiado diferentes que no están sometidos a las mismas
dificultades, no comparten las mismas identidades, no persiguen necesariamente los
mismos objetivos ni tienen un horizonte en común.
c) La erosión del papel de Francia, el tercer diagnóstico, está menos presente en los
discursos de Sarkozy que en el Informe Avicenne. Esta marginación de Francia en su
periferia inmediata, sobre todo en el Magreb, es el resultado de una política exterior
adormecida, de una falta de activismo francés. Todo ello frente a un aumento del
voluntarismo político de otros actores, en particular EE UU que, tras la Iniciativa de
Eisenstadt para el Magreb y la firma de un acuerdo de libre comercio con Marruecos en
2004, ha emprendido una verdadera ofensiva comercial89 para conquistar nuevas cuotas
de mercado e impedir que Francia y la UE transformen la región mediterránea en un
«mercado cautivo».
183
económicos, financieros y culturales en la zona como para dejarse adelantar por otros
actores, o arriesgarse a que su papel quede diluido en iniciativas demasiado globales
que la releguen a un segundo plano.
Así se comprende por qué Sarkozy quiere situar de nuevo a Francia en el lugar que le
corresponde por geografía, historia e intereses. Su discurso se entiende por deferencia a
la imagen que Francia tiene de sí misma y al papel que cree que le corresponde. Pero,
sobre todo, se justifica plenamente: implicar a los Estados más próximos y más
afectados por iniciativas regionales es algo que se practica en otras zonas de
Europa.
En este sentido, cabe preguntarse si los artífices del proyecto de Unión Mediterránea se
inspiraron en las iniciativas en marcha en el norte de Europa, como las siguientes:
• El Consejo Ártico, que une desde 1996 a los países escandinavos, Rusia,
Canadá, EE UU e Islandia, y que se concentra en la protección del medio
ambiente en una región que abarca más de 1,5 millones de kilómetros
cuadrados.
• El Consejo Nórdico, también fundado en 1996.
• La Dimensión Septentrional, inaugurada en 1997 y que agrupa a determinados
países de la UE, Rusia, Islandia y Noruega con el fin de promover proyectos
comunes y mejorar las condiciones de vida de las poblaciones de las zonas
fronterizas.
184
UE, que no se siente ofendida y, en ocasiones, es socia de pleno derecho. Destaca el
hecho de que, en enero de 2003, una resolución del Parlamento Europeo invitaba a la
Comisión a estudiar la viabilidad de una línea presupuestaria diferente dedicada a la
Dimensión Septentrional, en el presupuesto de 2004. No se sabe lo que ha ocurrido con
esta propuesta, pero es un indicador de que la idea de un Consejo Mediterráneo, o
incluso de una Dimensión Meridional Mediterránea, no es absurda en sí misma.
Así pues, en vista de lo que sucede por otras partes, a la propuesta francesa de Unión
Mediterránea no le falta oportunidad, y tiene sentido, puesto que se trata, en general, de
maximizar los campos de cooperación entre vecinos en torno a intereses compartidos,
para «trazar las líneas de un futuro común deseable».90 En definitiva, consistiría en
establecer algo que sea más pequeño que la PEV y más eficaz que el Partenariado
Euromediterráneo. Algo que sería, si se me permite formularlo en inglés, «smaller than
the European Neighbourhood Policy and smarter than the Barcelona Process».
90
LOROT, Pascal, editorial de un número especial de la revista Géoéconomie dedicado a la Unión Mediterránea,
Instituto Choiseul, París, nº 42, 2007, p. 5.
91
Le Quotidien d’Oran, 7 de junio de 2007.
185
las diferencias de nivel de vida entre los socios, impulsar verdaderas reformas políticas
y retejer los hilos del diálogo cultural? ¿A qué se debe que la degradación de la
situación en Palestina haya contaminado el Proceso de Barcelona, cuando la UE
apostaba por las repercusiones positivas del Partenariado Euromediterráneo en el
proceso de paz árabe-israelí? ¿Cómo es que la PEV se percibe en los países del Sur
como una simple compensación para los Estados que no tienen vocación de adhesión?
¿En qué medida puede contribuir este enfoque excesivamente bilateral de la PEV a una
«dinámica regional productiva»?
Al adoptar una postura crítica con respecto a las políticas europeas del Mediterráneo,
aunque su formulación me parezca excesiva y su contenido escaso en matices, el
presidente Sarkozy vuelve a abrir el debate, en el seno de las instituciones europeas,
sobre la lógica profunda de sus intervenciones en el Mediterráneo.
92
Citado por BENNHOLD, Katrin, «Mediterranean Union Plan: lofty but vague», International Herald Tribune,
25.10.2007, p. 3.
186
poniendo etapas y negociando en primer lugar con Europa […], pero el presidente no
deseaba esta diferenciación».
Otras reacciones reflejan ciertas dudas con respecto a la pertinencia de la propia idea de
la Unión Mediterránea. En nombre de la presidencia de la UE, Victor Monteiro
consideraba imposible plantearse que la UM echara a andar reuniendo a terceros países
mediterráneos «sin haber resuelto previamente los problemas políticos entre ellos». Una
reflexión pertinente que, sin embargo, no se tuvo en cuenta en la inauguración del
Proceso de Barcelona, a la que se invitó a países aún en conflicto.
93
Entrevista distribuida en la Conferencia de Malta, organizada por MEDAC, los días 27 y 28 de octubre de 2007.
94
www.Europa.eu.int/relations extérieures
187
En este sentido, la reacción de los alemanes resultó elocuente. La canciller, Angela
Merkel, no hizo nada por ocultar su irritación: «Podría ser que Alemania se sintiera, por
así decirlo, más preocupada por Europa central y oriental y Francia más atraída por la
Unión Mediterránea: ello podría desencadenar unas fuerzas explosivas en el seno de la
UE, y eso es algo que no deseo», declaró en una conferencia en Berlín el 5 de diciembre
de 2007, para luego añadir: «Creo que habría que formular una propuesta en ese ámbito
a todos los demás Estados europeos (…) Si no desean participar todos los países, es
posible hacerlo mediante una cooperación reforzada».
En resumen, las primeras reacciones de los países europeos tienen que ver tanto con el
método como con la pertinencia, la competencia y la financiación de la UM. ¿Se
esperaban los franceses semejante escepticismo? Probablemente no, a juzgar por ciertas
declaraciones irritadas por parte de sus diplomáticos. Al embajador en Túnez, Serge
Degallaix, le sorprendieron las reacciones, cuando la UM no era, en ese momento, más
que una idea, un concepto, y se apresuró a recoger «varios contrasentidos» en las
respuestas a la idea francesa. En primer lugar, afirma que la UM «no es una máquina de
guerra contra el Proceso de Barcelona, ni un sustituto», que «no está basada en un grupo
pionero de los “happy few”», que se trata de «un partenariado abierto y no cerrado», y
que la UM «es una idea enfocada decididamente a los resultados». De paso, el
embajador azuza al Partenariado Euromediterráneo, que sigue «prisionero de las
consideraciones políticas» vinculadas a la situación de Oriente Próximo y la lucha
188
contra el terrorismo y la inmigración. Sin duda, se trata de temas «esenciales», pero «no
deben impedir los progresos en otros ámbitos».95
95
www.webmanagercenter.com/management/article
96
Citado por BENNHOLD, Katrin, «Mediterranean Union Plan: lofty but vague», International Herald Tribune, 25 de
octubre de 2007.
189
mostrarse abierto: «Personalmente, creo que es una excelente propuesta que merece ser
examinada».97 Me recuerda a la réplica mordaz de Mao Zedong a un diplomático
europeo que le preguntaba lo que opinaba de Occidente. «Es una buena idea», le
respondió sarcásticamente el dirigente chino.
Los turcos están más ofendidos por la justificación de la Unión Mediterránea. «It is a
non starter», declaró Sinan Ulgen, antiguo diplomático de ese país. Turquía no acepta
que la Unión Mediterránea se presente como un premio de consolación, un sucedáneo o
una alternativa a su voluntad de adhesión. Sin duda, Ankara desempeñará el papel que
le corresponde por derecho en cualquier estructura mediterránea, pero no al precio de
una no adhesión a la UE.
- Con la Unión Mediterránea se pasa por encima del Proceso de Barcelona, que no
era más que un arreglo y carecía de mecanismo de propulsión. Con la UM, la política
será decisiva: los Estados deben asumir sus responsabilidades y poner punto final a sus
rivalidades.
97
SIMSEK, Ahyan, «Debate over Mediterranean Union heats up in Europe», Southern European Times, 13.08.2007.
98
Le Figaro, 16 de julio de 2007.
190
- El nuevo mecanismo enuncia de manera implícita que «los distintos sectores
geográficos del mundo musulmán pertenecen a espacios más extensos que comparten
con no musulmanes».
- Este mismo mecanismo, por su propia lógica, obliga a Israel y a sus vecinos a
reconocerse mutuamente.
Si éstas son las únicas virtudes del proyecto, a Francia le interesa de todas todas dejarlo
de lado. Hay que ser ingenuo para creer que la UM puede, por el simple hecho de
existir, resolver conflictos, como el de Oriente Próximo, que dura desde hace 60 años.
Si al inducir a árabes e israelíes a trabajar juntos se pudiera, milagrosamente, convencer
a Israel de retirarse de los territorios ocupados, desmantelar sus asentamientos y destruir
el Muro de la Vergüenza que destripa los territorios de Palestina, entonces todo el
mundo se movilizaría para poner en pie la Unión Mediterránea. Por desgracia, la
realidad no es tan sencilla. El proyecto del mercado común no precedió la resolución de
los conflictos europeos y la reconciliación franco-alemana llegó más tarde. Pretender
hacer lo contrario en Oriente Próximo es postular que la integración desemboca en
la paz, cuando es la paz la que —según la experiencia europea— permitió el
proyecto de integración.
99
CASANOVA, Jean-Claude, «L'Union méditerranéenne: un chemin juste et difficile», http//:info.club.
Corsica.com/Casanova.
191
mediterráneos de Europa y de los socios exteriores […]». La observación es muy pobre.
En cambio, Casanova es más pertinente cuando enumera los escollos:
- El tercer escollo proviene de la propia calidad del proyecto. En efecto, «es raro ver a
los estadistas adherirse rápidamente a una idea justa».
En resumen, insinúa Casanova, la Unión Mediterránea es una idea justa porque inyecta
nueva energía, pero es necesario convencer a la UE de su utilidad, persuadir a los turcos
para «que se queden donde están» y convencer a los jefes de Estado de que apoyen esta
«idea justa».
Para los autores, que pretenden ser constructivos, sería mejor idea revisar la estructura
del Proceso de Barcelona y de la PEV, por ejemplo, separando a los vecinos
mediterráneos de los del Este y el Cáucaso.
Eso coincide con mi propuesta, con la diferencia de que yo sugiero dividir la PEV en
tres grupos y no en dos: una iniciativa UE-países del Este-países del Cáucaso; una
iniciativa euro-árabe; una iniciativa UE-Israel.
100
«A little clarification, please, on the Union of the Mediterranean», Ceps commentary, 8 de junio de 2007.
192
Es la única manera de salvar el obstáculo del conflicto árabe-israelí que contamina
todos los proyectos de cooperación en curso. Una vez resuelto el contencioso, Israel
podrá unirse a los demás países de Oriente Próximo y participar en actividades
regionales.
101
«Une Union euro-méditerranéenne», MED2007, Barcelona, IEMED-Cidob, 2007, p.15.
102
«Le projet méditerranéen face au problème israélo-palestinien», Réalités, 1-7 nov. 2007, p.19
193
Una última reacción remite al gusto de Sarkozy por todo lo estadounidense. Varios
periodistas del Sur103 señalan que la UM es para Francia lo que el proyecto Gran
Oriente Próximo es para EE UU. Observen adónde nos ha conducido dicho proyecto; no
hay que repetir el mismo error, advierten.
Sin embargo, hay dos elementos de la iniciativa francesa que desagradan: no es ni una
política mediterránea de la UE ni una política árabe de Francia.104
5.1. La UM y la UE
Uno de los méritos de las iniciativas mediterráneas de la UE es la implicación de todos
sus miembros. En 1998, un investigador alemán, Volker Perthes, redactaba el Informe
Euromesco, con el evocador título de Germany gradually becoming a Mediterranean
state («Alemania se convierte progresivamente en un Estado mediterráneo»). Por
su parte, Dinamarca inscribió en el Libro Blanco «la estabilidad del Mediterráneo»
como «interés nacional», mientras que Finlandia se consideraba un «país ribereño del
Mediterráneo», puesto que se adhería a la UE. Suecia ha desempeñado un papel muy
activo en el Mediterráneo, sobre todo en el ámbito de la cultura: no es casualidad que la
103
Cf., por ejemplo, KHARROUBI, Habib, «Que cache le projet de l'UM?», Le Quotidien d’Oran, 22.09.2007.
104
Bonita fórmula de ABOU ASSI, Jamil, «L’Union Méditerranéenne: nouvelle politique arabe?», www.agoravox.fr
(consultado el 25 de septiembre de 2007).
194
Fundación Euromediterránea para el Diálogo de las Culturas, con sede en Alejandría, se
haya bautizado con el nombre de una antigua ministra sueca: Anna Lindh. En cuanto a
Reino Unido, no podía desentenderse del Mediterráneo, aunque sólo fuera por los
vínculos con Gibraltar.
Sin embargo, es cierto que los nuevos países miembros del centro y el este europeos se
encasillaban en una postura tibia, incluso indiferente, frente a los asuntos mediterráneos.
Algo fácilmente comprensible: han estado más preocupados por la consolidación de su
democracia y su economía tras un largo periodo como Estados satélite, más inquietos
por los problemas de sus vecinos del Este (en particular Ucrania), menos atenazados que
los países europeos del Sur por las espinosas cuestiones de la inmigración ilegal y
menos expuestos a las consecuencias de las inestabilidades del Sur mediterráneo.
Así, en grados diversos, la UM plantea a los demás países europeos del norte un dilema
importante. ¿Tendrán éstos algo que decir? ¿Deberán contribuir a la financiación? ¿A
través de qué instrumentos: el BEI, la Femip o un Banco Mediterráneo de Inversiones?
En 2007, estaba claro que ningún país europeo estaba dispuesto a aceptar que los
medios financieros de la UE se pusieran únicamente al servicio de las ambiciones de
Francia. Eso explica en gran parte el desplazamiento semántico impuesto a Francia por
el Consejo Europeo en marzo de 2008. La Unión Mediterránea, convertida en Unión por
el Mediterráneo con el Llamamiento de Roma (diciembre de 2007), se rebautizó, una
vez más, como «Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo», y finalmente en
Marsella (noviembre 2008) como Unión por el Mediterráneo.
Desde que se anunció, los árabes han considerado problemático el proyecto de UM.
Éstos no han entendido por qué Sarkozy presentó esta Unión Mediterránea como un
«sustituto» de la política árabe de Francia. Dicha política, iniciada con Charles de
Gaulle, se ideó para romper con la visión de una Francia alineada con las posiciones
israelíes, al menos hasta la guerra de 1967. No era contraria a Israel por definición, pero
se suponía que estaba al servicio de una política francesa de equilibrio y correspondía
perfectamente a los intereses estratégicos, políticos, culturales y económicos franceses
en una región tan cercana. Por tanto, no era pues ni una política insensata ni, menos aún,
195
una política vergonzosa de la que el presidente Sarkozy intentaría deshacerse. Al
contrario, permitía a Francia expresarse libremente, no alinearse de forma sistemática
con la política estadounidense y, finalmente, «marcar diferencias».
Ahora bien, la presentación de la Unión Mediterránea como alternativa a eso que «antes
se llamaba la política árabe de Francia» (discurso de Sarkozy) asombró, e incluso
exasperó, a los árabes que detectan en esta observación la influencia de una corriente de
pensamiento en el entorno del presidente, que cree que la exhibición de una política
árabe de Francia va en contra del acercamiento a EE UU y de una normalización con
Israel. Eso explica, sin duda, que Sarkozy, como presidente de la UMP, haya viajado en
sucesivas ocasiones a Israel, sin visitar una sola vez los territorios palestinos y
comprobar, con sus propios ojos, los estragos de la ocupación. Esta inclinación por
Israel está vinculada a un giro pro estadounidense. Sin duda, ambos corren parejos y
es difícil discutir la legitimidad de este enfoque.
Sin embargo, lo que temen los países árabes es que la consolidación de las relaciones de
Francia con Israel y su reconciliación con EE UU se haga en detrimento de una política
árabe que demostró su validez: basta con comprobar la imagen positiva de Francia
comparada con el galopante sentimiento contrario a EE UU de las poblaciones árabes.
¿Por qué enterrar entonces la política árabe de Francia? ¿Acaso el notable Informe
Avicenne no insiste en la importancia de la región árabe para Francia? Y, añadiría yo,
¿para Europa? Lo demuestra el informe presentado por Michel Rocard al Parlamento
Europeo, en 2007, sobre la «Reforma de las sociedades árabes», que subrayaba la
urgencia por parte de la UE de apoyar al «mundo árabe», cuyo futuro está
inextricablemente vinculado al de Europa.
Sarkozy, a contracorriente, casi nunca pronuncia las palabras «países árabes» o «mundo
árabe», aun cuando los Estados árabes constituyen la mayoría aplastante de los países
mediterráneos del Sur y del Este. El propio concepto de «lo árabe», elemento
constitutivo esencial del ser colectivo de los árabes, nunca se evoca, como si los árabes
no tuvieran nada en común. ¿Indica eso la «ruptura» que constituye el elemento
emblemático de la nueva doctrina de la diplomacia francesa? Hay motivos para creerlo,
196
afirman Béatrice Patrie y Emmanuel Español. 105 La razón es la postura, muy atlantista,
del presidente galo, que rompe con la doctrina francesa de la independencia estratégica
y cuestiona la relación particular de Francia con el mundo árabe. De lo contrario, no se
entendería el empeño de Sarkozy en volver a ganarse los favores de la administración
estadounidense y presentar a Francia como «el aliado indefectible» de Washington.
A partir de esta comprobación, son muchas las plumas periodísticas que ven en la Unión
Mediterránea una especie de maniobra para pasar por encima del conflicto árabo-israelí
y promover proyectos regionales. La UE creyó hacer lo mismo con el Proceso de
Barcelona y se estrelló. Con la Unión Mediterránea, existe el riesgo de llevarse los
mismos desengaños.
105
PATRIE, Béatrice, y ESPAÑOL, Emmanuel, Méditerranée: adresse au président de la République Nicolas Sarkozy,
París, Sindbad, 2008.
106
Citas sacadas del libro de Béatrice Patrie y Emmanuel Español, op. Cit. pp. 55-57.
197
6. Los últimos correctivos y aclaraciones aportados al proyecto de
Unión Mediterránea
Las reservas y las oposiciones suscitadas por el proyecto del presidente francés han
llevado a expertos y políticos a volver a «pulir» el proyecto, para acabar con las
objeciones e interrogantes que llueven de todas partes. Sarkozy confía al embajador
Alain le Roy la pesada tarea de explicar a los socios del Norte y del Sur la pertinencia
del proyecto, de tranquilizarlos con respecto a las intenciones francesas y de
convencerlos no sólo de que lo apoyen, sino sobre todo de que se impliquen
activamente en él. Henri Guaino, consejero especial de Sarkozy y hombre clave del
Elíseo, se encarga de hacer el seguimiento, además de ser el representante del presidente
de la República ante los jefes de Estado y de gobierno para «presentar su proyecto».107
Sin embargo, las aclaraciones y correctivos aportados por los responsables políticos al
proyecto de UM se alimentan de los informes publicados entre octubre y diciembre de
2007. Destacaré dos de ellos: el informe de un grupo de expertos reunidos por el
Institut de la Méditerranée sobre el proyecto de Unión Mediterránea (octubre de
2007); el informe «Cómo construir la Unión Mediterránea», registrado en la
presidencia de la Asamblea Nacional Francesa el 5 de diciembre de 2007.
Este grupo informal de «altos expertos», presidido por el profesor Jean-Louis Reiffers,
publicó su informe en octubre de 2007. Pretende responder a varias objeciones y aportar
unas cuantas aclaraciones sobre el proyecto de Unión Mediterránea. Con ese fin, aborda
10 temas, con una elaboración desigual.
107
Entrevista a Henri Guaino de Hichem Ben Yaïche, publicada en New African, febrero-abril de 2008.
198
- La relación entre la UM y la UE. A este respecto, el grupo desea que se prosigan las
políticas destinadas a la instalación de una «zona de libre comercio profundizada», a la
vez que subraya los límites de los dispositivos actuales. Sin embargo, los expertos
abogan por un «dispositivo complementario» y «no sustituible» a los existentes.
Asimismo, manifiestan su preferencia por el concepto de Unión Mediterránea y no
Unión Euromediterránea, sin duda para subrayar que no se trata de otra política europea.
199
Proceso de Barcelona. ¿Hay que incluir a los países de Oriente Próximo antes de que se
solucionen los conflictos?, se pregunta el grupo. Considera que sí, puesto que «la
resolución de los conflictos no debe ser condición sine qua non para tomar parte en la
UM».
-Estructura jurídica. En este sentido, los expertos se inclinan por una estructura de
tipo «cooperación reforzada» que permite gozar del apoyo de la UE. El inconveniente,
añaden, es que convierte a la UM en una «iniciativa europea» propuesta a los países
mediterráneos y no un nuevo dispositivo cuyo funcionamiento se base en la igualdad y
la codecisión. El grupo toma nota del riesgo y propone avanzar hacia una cooperación
reforzada sobre temas «específicamente mediterráneos».
Por lo que respecta a estos dos últimos asuntos, el grupo propone tres organismos: una
comisión mediterránea del desarrollo sostenible, un observatorio mediterráneo del
medio ambiente, una agencia mediterránea del agua.
200
-Recursos: se piensa en los recursos de la UE, en las contribuciones de los demás
socios y la movilización del ahorro de los inmigrantes. Para ello, se propone crear una
institución financiera especializada en el Mediterráneo que podría adoptar la forma de
un «Banco del Mediterráneo».
6.2. Comentarios
El informe del Institut de la Méditerranée tiene dos dimensiones: la primera de análisis
y la segunda de propuestas. Por lo que respecta al análisis, se basa en gran parte en los
informes anuales de la red Femise, con financiación de la UE. Esencialmente, se trata de
un balance, sin condescendencia, del Proceso de Barcelona y de la política de vecindad,
subrayando los límites e incluso las incoherencias. Sin embargo, el grupo se guarda
mucho de rechazar en bloque las políticas europeas que califica de «dispositivos
centrales».
Es, pues, en el ámbito de las propuestas donde los expertos pretenden aportar una
contribución significativa e incluso un «correctivo» al proyecto inicial del presidente
galo. Así, preocupado por no poner a Alemania en contra del proyecto de la Unión
Mediterránea, el grupo considera que este país debe ser «uno de los motores» de dicho
proyecto. Es la respuesta a una objeción importante por parte de Berlín, que se sentía
indebidamente apartado. Ahora bien, si invitamos a Alemania como «motor», ¿por qué
mantener al margen al resto de países? ¿Por qué no hacer de la UM un proyecto
europeo? Estas dos preguntas fueron el centro de las conversaciones informales entre
Sarkozy y Merkel, el 3 de marzo de 2008, y que obligaron al premier francés a hacer
concesiones, tales como aceptar el proyecto de UM se amplíe al conjunto de los países
de la UE. De hecho, el proyecto franco-alemán se sometió al Consejo Europeo del 13
de marzo y fue debidamente avalado.
201
En cuanto a la cuestión turca, el informe sugiere que la Unión Mediterránea no se
presente como una alternativa a la voluntad de adhesión de Turquía: a este respecto,
corrige seria y útilmente las primeras declaraciones de Sarkozy.
202
La misma imprecisión se observa en lo que respecta a los recursos financieros
necesarios. El grupo considera que hay que llamar a todas las puertas: la UE, los países
miembros, los fondos árabes, las instituciones internacionales. También se apunta a las
transferencias de inmigrantes. La tarea promete ser dura. ¿Hay que crear una institución
financiera especializada o un Banco Mediterráneo? El grupo se inclina por un Banco
Mediterráneo, pero no se sabe mucho ni sobre el mandato, la estructura, los objetivos ni
las sinergias con otras instituciones financieras, en particular el BEI.
203
Por lo que respecta a los proyectos prioritarios, el informe de la comisión parlamentaria
subraya la importancia de «proyectos concretos que respondan a las necesidades y a
las expectativas de las poblaciones». Sin embargo, independientemente de cuál sea el
proyecto, hay que prever un mecanismo de codecisión, implicar a cada miembro sobre
una base de «voluntariado» y abrir el proceso a la sociedad civil. Entre los proyectos
que parecen merecer una atención especial, el informe destaca: la gestión del agua, el
medio ambiente y el intercambio de conocimientos. En cuanto a la financiación, la
comisión parlamentaria sugiere crear «un grupo de inversiones financieras»
(GIEMED).
204
El valor añadido de la Unión por el Mediterráneo consistiría en dotar de «impulso
político» la cooperación en torno al Mediterráneo y garantizar la movilización «de las
sociedades civiles, las colectividades locales, las asociaciones y de las ONG». Para los
firmantes del Llamamiento de Roma, la vocación de la UPM será convertirse en «el
corazón y el motor de la cooperación en el Mediterráneo y por el Mediterráneo». Con
este objetivo, acuerdan organizar una reunión de los países ribereños, el 13 de julio de
2008, y, al día siguiente, una cumbre de todos ellos con los 27 miembros de la UE, con
el propósito de fijar «los principios y la organización de la UPM».
La primera inflexión tiene que ver con la denominación del proyecto: ahora se habla de
Unión por el Mediterráneo y no de Unión Mediterránea. Se trata de una idea que
complace al ministro español, Moratinos. La modificación no es tan banal como pueda
aparentar a simple vista, pues supera una ambigüedad: no es una unión política del
Mediterráneo, algo, además, imposible de plantearse en la actualidad, sino un esfuerzo
unificado por la paz, la prosperidad y el diálogo en el Mediterráneo.
205
La segunda inflexión concierne a los promotores del proyecto. En efecto, hasta
entonces, el proyecto de Unión Mediterránea constaba claramente como una «idea
francesa». Con el Llamamiento de Roma, la UPM pasa a ser una iniciativa común de
Francia, Italia y España. Sin embargo, con eso no basta para apaciguar los temores y las
sospechas de otros países europeos, como Alemania. Ésta se considera, en efecto,
también un país mediterráneo, debido al volumen de sus intercambios con los países del
Sur y la importancia de su población inmigrante de origen mediterráneo, sobre todo
turca. Nicolas Sarkozy se vio obligado a explicarse con Angela Merkel el 2 de marzo de
2008, acabando incluso por aceptar lo que siempre había rechazado, que la UPM se
extendiera a todos los países de la UE. A partir de esta concesión, ¿por qué organizar
una doble cumbre, la de los ribereños (el 13 de julio) y una más amplia, entre éstos y
todos los países comunitarios?
206
«El Consejo Europeo ha aprobado el principio de la Unión por el Mediterráneo,
que incluirá a los Estados miembros de la UE y a los Estados ribereños del
Mediterráneo no pertenecientes a la UE. Ha invitado a la Comisión a que presente
al Consejo las propuestas necesarias para definir las modalidades de lo que se
denominará “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo” con miras a la
Cumbre que se celebrará en París el 13 de julio de 2008».
La UE, por tanto, ha dicho la última palabra: la Unión por el Mediterráneo no será más
que una reactivación del Proceso de Barcelona. Lo que se había presentado como «una
gran visión» para abandonar los caminos trillados de las políticas comunitarias
«demasiado centradas en el comercio», se transforma lisa y llanamente en un «proyecto
edulcorado». Yo ya preveía las reticencias comunitarias y aconsejaba «tener a la UE a
favor y no en contra» desde el lanzamiento del proyecto, recordando lo reacia que
sería la UE a financiar un proyecto que no recibiría su aval. Al fin y al cabo, ¿no dice el
dicho popular que «donde manda patrón, no manda marinero»?
El paso de una Unión por el Mediterráneo al «Proceso de Barcelona - una Unión por
el Mediterráneo» es más que un desplazamiento semántico banal. Reintegra el
proyecto al «seno europeo», plantea el problema del reparto de la carga financiera
derivada de la puesta en marcha de las nuevas instituciones, complica la toma de
decisiones con el proyecto de una presidencia bicéfala, un comité permanente y una
secretaría. Al principio, se perseguía un marco ligero y, por tanto, eficaz (países
mediterráneos), que fuera más reducido que la PEV, con sus 43 miembros, y más eficaz
que el Proceso de Barcelona, con sus 39 miembros (tras la integración de Mauritania y
Albania en 2007) y ahora nos encontramos con un proyecto que abarca potencialmente
a los 27 países de la UE, 10 árabes, Israel y cinco países del Mediterráneo oriental y
adriático, es decir, 43 países. Se trata, por tanto, o bien de una PEV bis o bien de un
Barcelona plus, pero sin ninguna garantía de que el recién nacido sea más fuerte que
sus predecesores.
207
si consideramos que la iniciativa francesa ha permitido reactivar el debate en torno al
Mediterráneo. No, porque la UE ha acabado recuperando la iniciativa, apropiándosela y
reintegrándola al Proceso de Barcelona.
Y lo es, en efecto, pero sobre todo para la diplomacia francesa. Ahora bien, hay que
reconocer que ésta ha contado con la generosa ayuda de un puñado de circunstancias
positivas:
• Un nuevo gobierno libanés se había formado, con gran esfuerzo, unos días antes de
la cumbre.
• Acababa de entrar en vigor una tregua entre Hamás e Israel, negociada bajo los
auspicios de Egipto.
108
«Europe: l’avenir passe par la Méditerranée», Le Monde, 11 de julio de 2008 p. 18.
208
• Se habían iniciado conversaciones entre Israel y Siria, gracias a la mediación turca.
Así que la Cumbre de París se celebró en un clima apacible. No obstante, faltaron tres
jefes de Estado del Sur: el presidente libio y los reyes de Marruecos y de Jordania.
Bashar el Asad, presidente de Siria, no faltó a la cita, pero los honores que se le
dispensaron suscitaron recelos: «¿Acaso este proyecto se ha creado para esquivar los
compromisos adquiridos a favor de los derechos humanos?», preguntaba
enconadamente Amnistía Internacional. «Manteniendo la puerta cerrada no se hace
avanzar las cosas en la dirección correcta», replicaba el presidente de la Comisión de
Asuntos Exteriores de la Asamblea francesa, Axel Poniatowski. A decir verdad, tras la
rehabilitación de Siria se dibuja una apuesta estratégica: inducir a Siria a reconocer la
plena soberanía del Líbano con todo lo que conlleva (en particular un intercambio de
embajadores) e incitarla a distanciarse de Irán, percibido como el aguafiestas de la
región.
En cuanto a Europa, los Veintisiete acuden a la cita sin excepción, así como el
presidente de la Comisión, el Alto Representante y el presidente del Parlamento
Europeo. Alemania está representada por la canciller, Angela Merkel, con derecho a
deferencias especiales, sin duda para hacer olvidar la crisis de la pareja franco-alemana
sobre la Unión Mediterránea que, en palabras de un especialista, «ha sido la más grave
tras la unificación alemana».109
109
Hans Stark, Institut Français des Relations Internationales, citado por Libération, 12 de julio de 2008 p. 4.
209
8.1. Análisis de la Declaración de París sobre la Unión por el Mediterráneo
La declaración firmada por los 43 representantes (de los países, los territorios palestinos
y el Principado de Mónaco) es una copia de la Declaración de Barcelona, adoptada en
noviembre de 1995.
Seguidamente, los 43 firmantes pactan los principios generales que deben orientar la
acción colectiva:
210
• Pertinencia de los proyectos y mejor visibilidad;
Por lo que respecta a los objetivos principales, la declaración afirma que el nuevo
partenariado «se basará en el acervo de Barcelona» y subraya que «ha llegado el
momento de dotar de un impulso nuevo y duradero al Proceso de Barcelona», gracias a
«unos esfuerzos aumentados y nuevos catalizadores», en particular la «consolidación
del nivel político de las relaciones de la UE con sus socios mediterráneos»
(copresidencia, cumbres bianuales celebradas alternativamente en los países
comunitarios y en los mediterráneos, fortalecimiento del papel de la asamblea
parlamentaria euromediterránea, contribución de la Fundación Anna Lindh).
Otro objetivo es convertir la Unión por el Mediterráneo en una unión de proyectos. Por
consiguiente, se seleccionarán prioritariamente aquéllos que puedan hacer que las
relaciones UE-países mediterráneos sean «más concretas y más visibles»
(descontaminación, autopistas marítimas y terrestres, plan solar, universidad
euromediterránea, desarrollo de las empresas).
211
También ellos deberán zanjar las cuestiones espinosas relativas a la arquitectura
institucional, sobre todo en lo concerniente a la secretaría paritaria (sede, mandato,
financiación).
110
Henri Guaino, citado por Libération , 12 de julio de 2008.
212
¿De qué sirve recordar que «el Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo» está
concebido como un «partenariado multilateral destinado a incrementar el potencial de
integración y de cohesión regionales» si, al mismo tiempo, se insiste en mantener las
«dotaciones bilaterales existentes»?
Desde luego, Siria logra salir de su ostracismo, pero es sabido que la concentración de
los focos en Bashar el Asad no gustó ni a Egipto ni a Jordania. Sin embargo, mientras
que el presidente Mubarak quiso estar presente, al estar nominado para el puesto de
copresidente de la UPM, el rey Abdalá de Jordania prefirió delegar en su primer
ministro, Nader Dahabi. En cuanto a la ausencia del monarca marroquí, es difícilmente
explicable, dado que Marruecos se ha mostrado bastante favorable a la UPM. ¿Tiene
que ver con las diferencias entre magrebíes o con la presencia de Buteflika? En este
momento, no hay ningún elemento que permita confirmar una hipótesis o la otra.
Desde luego, Turquía quiso estar presente, pero después de que los emisarios franceses
enviados a Ankara le aseguraran repetidamente que el proceso de preadhesión de
Turquía está totalmente desvinculado del proyecto Unión por el Mediterráneo.
111
NOUGAYRÈDE, N, y PARIS, G, «Le pari proche-oriental de la France», Le Monde, 12 de julio de 2008, p. 2.
213
proceso de paz, que pasa por un mal momento, en particular debido a la continuidad de
la colonización».
Por parte europea, la Comisión se mostraba satisfecha por haber «comunitarizado» una
iniciativa francesa. En esta «europeización» del proyecto, el papel de Alemania fue
determinante. Al final, la tenacidad sosegada de Angela Merkel pudo más que la
terquedad del presidente francés.
Sin embargo, no podemos afirmar que el resto de países europeos no ribereños hayan
demostrado la misma audacia. Digamos, en su favor, que esos países se sienten menos
expuestos a las turbulencias mediterráneas o tienen otras prioridades. Polonia dirige la
mirada hacia Ucrania, los países bálticos hacia la Rusia vecina y Bulgaria y Rumania
hacia el mar Negro y el Cáucaso. En general, tanto para los escandinavos como para los
PECO, las relaciones con los vecinos más inmediatos —rusos, ucranianos y
bielorrusos— son más importantes que las que tienen con los países mediterráneos.
214
propuesta es otra, que coincide con la visión eslovena: consiste en la creación de
«escuelas de excelencia euromediterráneas» en distintos países. Cada país
participante podría albergar una escuela de un dominio en el que contara con
conocimientos contrastados. Ya existen escuelas de esa índole, con otros nombres
(centros, institutos o laboratorios). Así, Montpellier y Zaragoza pueden crear una
escuela de estudios agrícolas mediterráneos. Malta podría ser la sede de una escuela de
formación y derecho marítimo, así como una escuela (ya existente en el MEDAC) de
formación diplomática, y convertirse en «un núcleo educativo en inglés». Italia puede
acoger otras sobre patrimonio cultural, bellas artes, diseño, etcétera. En España podrían
instalarse otras escuelas de disciplinas en las que el país cuenta con un valor añadido
reconocido: en Granada ya existe un embrión de universidad euro-árabe.
Por consiguiente, la primera actuación verdadera de la UPM debería ser «la gestión
de la movilidad humana en el Mediterráneo», como nos recuerda una carta abierta de
un grupo de personalidades destacadas, entre ellas Romano Prodi, ex presidente de la
112
BENSAAD, Ali, «Pour les Européens, s’agit-il de s’ouvrir au Sud ou de le contenir?», Le Monde, 11 de julio de
2008.
215
Comisión; Chris Patten, antiguo comisario de Asuntos Exteriores, y Fathalá Ualalu, ex
ministro marroquí. «Los países del Norte deben entender que esta cuestión es esencial
en los países del Sur, donde vemos con muy malos ojos las trabas a la circulación de
personas en dirección a Europa, mientras nuevas políticas de inmigración concertada
que los priva de sus élites. ¿Cómo hablar de unión a unas poblaciones a las que se
obliga a quedarse en su país? Estas poblaciones necesitan esta movilidad, sin la cual la
integración regional seguirá siendo ficción».113
113
Le Monde, 11 de julio de 2008. [El texto de la carta fue redactado por Akram Belkaïd y Erik Orsenna y firmado
por una veintena de personalidades.]
114
Ponente: Pasqualina Napoletano, Projet de Rapport sur les relations entre l'Union européenne et les pays
méditerranéens (2008/2231(INI)).
216
además, proyectan un halo de duda sobre la coherencia, la credibilidad y la eficacia de
la política exterior común de la propia UE.
La solución del conflicto arabo-israelí no secará por sí sola todos los pantanos del
fundamentalismo, del radicalismo o del terrorismo. Sin embargo, seguro que
contribuiría a reducir el atractivo de los movimientos radicales y su capacidad de
reclutamiento, y a apaciguar las relaciones entre árabes y europeos, entre las sociedades
musulmanas y las occidentales. Indirectamente, la solución de este importante conflicto
produciría un efecto de demostración palpable que podría desencadenar un círculo
virtuoso y contribuir a resolver otros problemas menos espinosos, como los de Chipre y
el Sahara occidental.
He querido destacar dos actuaciones prioritarias para la UPM —la gestión humana de la
movilidad y la resolución de los conflictos—, pero no minimizo en absoluto la
importancia de la actuación educativa. Ahora bien, considero que este tema es
esencialmente responsabilidad de los países del Sur. Y la verdad es que se observan
notables progresos tanto en el Magreb como en el Mashrek, en cuanto a tasas de
escolarización y alfabetización de adultos.
115
NACIONES UNIDAS Y LIGA ÁRABE, The millennium development goals in the Arab Region 2007: a youth lens,
Beirut, ESCWA, 2007.
217
Estas propuestas no son en absoluto «alternativas» a las grandes actuaciones del
Mediterráneo, sino el «biocarburante» destinado a humanizar las relaciones Norte-
Sur para responder a las exigencias de la convivencia.
Así, contradiciendo a los agoreros, la UPM puede abrir un nuevo capítulo en las
relaciones euromediterráneas e incluso euroárabes. Sin embargo, más allá del asunto de
la financiación de los proyectos anteriormente mencionados, lo que hay que movilizar
primero es la voluntad política, para superar los rencores heredados del pasado, acabar
con las quejas y los lamentos del presente, para construir un futuro compartido.
Las jóvenes generaciones del Sur del Mediterráneo, en particular las árabes, no han
conocido ni el colonialismo ni las luchas de liberación nacional (dejando aparte el caso
palestino): reclaman apertura y comprensión, en vez de arrepentimiento o venganza. Así
que, en lugar de blindar las fronteras y erigir muros, siempre más altos, ¿no es hora de
multiplicar los puentes? A eso debe dedicarse la UPM: la historia lo exige, la
geografía lo impone y el futuro lo reclama.
218
Con una extensión de 20 páginas, la Declaración de Marsella se inspira en gran parte en
la Declaración de Barcelona de 1995, pero hace hincapié en un mejor reparto de las
responsabilidades, en una nueva arquitectura institucional que refleje el principio de la
igualdad y de la copropiedad (co-ownership), y en los proyectos prioritarios.
219
Tras esas consideraciones generales sobre la paz en Oriente Próximo y sobre el apoyo al
proceso de paz, la Declaración de Marsella presenta la nueva arquitectura institucional
de la UPM.
220
3. Comité Permanente Conjunto. Con sede en Bruselas, reemplazará al
Comité Euromediterráneo, que se disolverá y sólo tratará cuestiones fuera de la
competencia de los altos funcionarios.
- Garantizará una concertación operativa con todas las estructuras del proceso,
en particular con las copresidencias, y elaborará documentos de trabajo para las
instancias de decisión.
221
(APEM) y toma nota de la propuesta del Comité de las Regiones de crear una
asamblea regional y local euromediterránea (ARLEM).
La declaración incluye un recordatorio de todas las reuniones previstas para 2009 sobre
los asuntos más variados, así como los espacios de cooperación para 2009. No se
prescinde de ningún ámbito importante: diálogo político y sobre seguridad, seguridad
marítima, partenariado económico y financiero, energía, transportes, agricultura,
desarrollo urbano, agua, medio ambiente, sociedad de la información, turismo, zona de
libre comercio, diálogo económico, cooperación industrial, estadísticas, cooperación
social, humana y cultural, salud, desarrollo humano, diálogo entre culturas y diversidad
cultural, justicia y derecho, fortalecimiento del papel de las mujeres, Euromed Juventud,
cooperación con la sociedad civil y los actores locales, inmigración.
No abordaremos los primeros párrafos de la Declaración de Marsella sobre «la paz justa
y global», sobre la visión de los «dos Estados que viven uno junto al otro» y sobre la
«Hoja de Ruta» y el «papel positivo desempeñado por la UE en el Cuarteto». Es una
bonita música ambiental, que de tanto oírse ya ni se escucha, y es que está totalmente
desfasada con respecto a una realidad de terreno que nada tiene de armonioso: una
negación de derechos permanente, una colonización galopante, una violencia
desmesurada y una incapacidad por parte de la comunidad internacional de hacer que
Israel respete y aplique las resoluciones de la ONU y del Tribunal Internacional de
Justicia. Así pues, la originalidad de la declaración no reside en la cuestión de la paz: se
limita a retomar la Declaración de Venecia de 1980 y la de Barcelona de 1995.
222
Lo que nos interesa de la Declaración de Marsella es el apartado relativo a la puesta en
marcha de la Unión por el Mediterráneo. Y en este terreno, reconozcamos de entrada la
notable labor del embajador Serge Telle, encargado del Partenariado Euromediterráneo
en el Quai d’Orsay. No escatimó esfuerzos con tal de garantizar el éxito de la
Conferencia de Marsella. Su tarea se complicó a raíz de la obstrucción israelí y las
rivalidades entre países por acoger la sede de la Secretaría. Primero Israel se opuso a la
participación de la Liga de Estados Árabes en todas las reuniones de la UPM. Es
bien sabida la hostilidad tradicional del Estado hebreo por el actual secretario general de
la Liga, Amr Mussa, acusado de ser un arabista antiisraelí. No obstante, lo que Israel
teme es encontrarse constantemente en la brecha, que lo llamen al orden y lo sienten en
el banquillo por no respetar las resoluciones de la ONU. ¿Cómo no va a ser así, si el
conflicto aún no está cerrado?
223
Además, los secretarios generales adjuntos se encargarán de «dossieres temáticos».
Existe, sin embargo, un riesgo evidente de enfrentarnos a «nombramientos políticos».
Es lo peor que podría pasar, pues lo que cuenta, al fin y al cabo, es la competencia y no
el servilismo. Un secretario general adjunto maltés, por ejemplo, no estará en la
Secretaría para velar por los intereses de Malta: una vez nombrado, en principio debe
ponerse al servicio de la UMP y no de su país de origen. Los ministros
euromediterráneos deben estar muy atentos a este tema: está en juego toda la
credibilidad del dispositivo.
La designación del secretario general no es menos peliaguda. Se sabe que tiene que ser
del Sur, pero no es que haya muchas opciones. Marruecos ya ostenta la presidencia de
la Fundación Anna Lindh en la persona de André Azulay: un secretario general
marroquí no contaría con apoyo en la actual situación. Argelia no es candidato
oficialmente, pero tiene todo el derecho de aspirar al puesto. Egipto ocupa la
copresidencia, mientras que Jordania no es un país ribereño propiamente dicho. Un
secretario general libanés no contaría con apoyo, pues ambos países muestran una
hostilidad notoria con respecto a Israel, a causa de la persistencia de la ocupación. En
cuanto a Israel y a la Autoridad Nacional Palestina, cada uno de ellos ya ha obtenido
un puesto de secretario general adjunto. Quedan, por tanto, Turquía y Túnez. Turquía,
sin embargo, prepara su adhesión, para ella objetivo prioritario. En cuanto a Túnez, aún
no ha digerido la negativa a albergar la sede de la Secretaría, cosa que le parece una
desaprobación, cuando se considera el primero en haber firmado el Acuerdo de
Asociación y probablemente el primero de la clase en cuanto a modernización
económica. Ahora bien, no hay que confundir el enfado con el rechazo categórico: así
que entrará en liza.
224
-Todas las partes afectados (la Generalitat de Cataluña, el Ayuntamiento, el
ministerio de Asuntos Exteriores español y el Instituto Europeo del Mediterráneo)
prepararon un dossier impecable y supieron sintonizar.
116
KHADER, Bichara, «Unión Mediterránea: ¿bonitas palabras o buena idea?», Política Exterior, marzo de 2008.
225
y los cinco países de la Unión del Magreb Árabe más Egipto. La Comisión, como
representante de las instituciones europeas y la Liga de Estados Árabes participarían
como miembros de pleno derecho. Concebido en la Unión por el Mediterráneo, el
proyecto de PRP tiene sentido. Además, se puede poner en marcha inmediatamente con
los países del Magreb, puesto que, si hay realmente una región que pueda verse
dinamizada gracias a este partenariado regional privilegiado es justamente el Magreb.
La Unión por el Mediterráneo no saldrá adelante si no se logra la integración del
Mediterráneo occidental y, por consecuente, la integración del Magreb.
Ciertamente, la cuestión del Sahara occidental encona el clima magrebí desde 1975, las
relaciones de vecindad entre Argelia y Marruecos siguen siendo tensas (la frontera entre
los dos países lleva 18 años cerrada) y existe una rivalidad sorda por el liderazgo
regional. Sin embargo, ninguna de estas cuestiones, por importantes que sean, tiene el
mismo potencial destructor y la misma resonancia que el contencioso árabe-israelí. Por
su longevidad, por su propia violencia, sus desbordamientos regionales, sus
repercusiones internacionales, su naturaleza, las características de los protagonistas y
por la instrumentación que hacen los Estados locales y los actores extranjeros, o incluso
los grupúsculos radicales, este conflicto constituye una fuente permanente de
inestabilidad regional y tensión internacional. No es el caso del Sahara occidental y
del Magreb: con una pizca de realismo y de sentido común, se puede hallar una salida.
No lo digo con afán de minimizar las diferencias entre magrebíes, sino para afirmar que
el Gran Magreb es posible y necesario. Necesario, sobre todo porque la globalización
en marcha exige romper con los métodos solitarios y las estrategias nacionales
pusilánimes y egoístas, para que la región se convierta en parte beneficiada y no en
parte perjudicada de las evoluciones del mundo. A quienes me responden que es una
«utopía», les replico: la utopía es algo posible que todavía no se ha hecho realidad.
226
Los países europeos del Mediterráneo (sobre todo Francia, España e Italia) tienen
intereses considerables en el Magreb. A título de ejemplo, tomemos el caso de
Francia. París dispone en la región de un asentamiento sólido. Los intercambios
globales franceses con los tres países del Magreb central oscilan entre 21.000 y 22.000
millones de euros al año, de los cuales 8.000 son con Argelia, 7.000 con Marruecos y
6.000 con Túnez, y más de 1.000 millones con Libia, que empieza a salir de los años
negros del embargo occidental (cifras de 2005). La ayuda pública francesa a Marruecos,
Argelia y Túnez es del orden de 600 millones de euros, más que la dotación MEDA II
programada para estos tres países.
Los magrebíes que cursan estudios superiores en Francia se cuentan por decenas de
millares (entre 60.000 y 75.000). Y la población magrebí, o de origen magrebí,
instalada en Francia supera probablemente en la actualidad los cuatro millones de
personas. Las transferencias de estos inmigrantes, por mecanismos formales o por vías
informales, suponen entre 4.000 y 5.000 millones de euros.
227
La idea de un «partenariado con el Magreb» no es nueva. Ya en 2003, antes de la
cumbre 5+5 en Túnez, un grupo de eminentes economistas franceses117 redactaba un
informe titulado 5+5, l'ambition d'une association renforcée. El estudio, bien
confeccionado, daba la voz de alarma: «Ante el reto que presenta la ampliación, la
alternativa se encuentra dramáticamente simplificada: o el Mediterráneo profundiza
significativamente su integración económica (…) y su inserción en la economía del
mundo, o no se habrá hecho más que hasta ahora, y nuestra convicción es que, en este
caso, el Mediterráneo se fracturará inexorablemente, multiplicando los riesgos de
marginación económica y de deriva política».
Así, en la Dimensión Nórdica, la UE, como tal, es miembro participante, en las mismas
condiciones que Noruega, Islandia y Rusia (países no miembros de la UE). Además,
desde la incorporación de los países bálticos a la UE, éstos ya no son miembros de
derecho de la Dimensión Nórdica. En las reuniones oficiales, quien toma parte es la UE,
representada por la Comisión y la presidencia. Los Estados miembros pueden participar,
pero voluntariamente.
Las demás instituciones regionales funcionan más o menos del mismo modo. Así, la
Comisión participa en el Consejo de Estados del mar Báltico, en representación de las
117
Patrick Artus, Jean-Paul Betbèze, Christian de Boissieu, Jean-Marie Chevalier, Elie Cohen, Michel Didier, Jean-
Paul Fitoussi, Pierre Jacquet, Jean-Hervé Lorenzi, Charles-Albert Michalet, Erik Orsenna, Olivier Pastré y Daniel
Vitro.
228
instituciones europeas, junto a los únicos Estados ribereños del Báltico (de los que un
buen número también son miembros de la UE).118 Los países no ribereños pueden asistir
a las reuniones, como observadores. Es el caso de Francia, Italia, Holanda, Eslovaquia,
Reino Unido y EE UU.
El caso de la Sinergia del mar Negro (SMN), iniciativa de la UE, es distinto. Esta
agrupación informal compuesta por nueve miembros y la UE119 es, en principio, una
dimensión regional de la PEV y pretende desarrollar la cooperación en el seno de la
propia región del mar Negro, así como entre dicha zona y la UE. Emprendida tras la
adhesión de Rumania y Bulgaria, dos países ribereños, esta iniciativa completa la
cadena de los marcos de cooperación regional y, además de la financiación comunitaria
para los países de la región, goza de un programa específico de cooperación
transfronteriza en el mar Negro.
Sin duda, las preocupaciones energéticas de la UE tienen mucho que ver con el
lanzamiento de esta iniciativa. No obstante, sobre todo está la voluntad de la UE de no
quedarse «al margen» de múltiples proyectos que se ponen en marcha a iniciativa de
actores regionales, e incluso extrarregionales. Es el caso del proyecto Comunidad de
Elección Democrática, que agrupa a Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia
(grupo denominado GUAM) o del de EE UU, llamado Black Sea Trust for Regional
Cooperation of the United States.
118
Los miembros son: Dinamarca, Suecia, Finlandia, Estonia, Letonia, Latvia, Polonia, Alemania, Islandia, Noruega
+ UE.
119
La región del mar Negro comprende a Rumania, Bulgaria, Grecia (miembros de la UE), cinco países socios de la
PEV (Ucrania, Moldavia, Azerbaiyán, Armenia, Georgia), un país candidato (Turquía) y Rusia.
229
A diferencia de la Sinergia del mar Negro, la Organización de Cooperación
Económica del mar Negro (CEMN)120 es sólo iniciativa de los países ribereños o
asimilados.121 Este grupo, creado en 1992 tras la Declaración de Estambul y la del
Bósforo, funcionó como instancia intergubernamental hasta el 1 de mayo de 1999, fecha
en que se constituyó como «organización regional internacional». No obstante, lo que
conviene destacar es que la UE no participó en el lanzamiento de este proyecto. Ahora
bien, en la Cumbre de Estambul del 25 de junio de 2007 logró obtener estatus de
observador.
Si he querido dar estos cuatro ejemplos, ha sido con afán de subrayar que los formatos
de las cooperaciones regionales pueden variar tanto en lo que concierne a las estructuras
institucionales como en lo relativo a los perímetros, la participación o la financiación.
Ninguna de estas entidades regionales constituye una cooperación reforzada
propiamente dicha. Para ello, se requiere la participación de al menos nueve Estados
miembros de la UE y una financiación propia de los Estados participantes.
El PRP que propongo es, sin duda, el que más se aproxima al formato de una
cooperación reforzada, pues agrupa a ocho Estados miembros de la UE, un
principado europeo (Mónaco) y un país candidato (Turquía). Es indispensable que
Turquía se implique en este PRP, no en vano ha demostrado una gran proactividad en
las dos últimas décadas, al desempeñar un papel importante en la Cooperación
Económica del mar Negro y ser miembro de la Sinergia del mar Negro. Además,
multiplica las iniciativas, como lo demuestra la última propuesta de su primer ministro,
Recep Tayyip Erdogan, el 14 de agosto de 2008, de creación de la Unión del Cáucaso
Meridional.
De manera que el PRP no es una propuesta vana. Al limitar el PRP al Magreb (con o
sin Egipto y Turquía), no pretendo penalizar o descartar a los países de Oriente Próximo
y, en particular, a Jordania, Líbano, Siria, Israel y los territorios palestinos. Sin
embargo, mientras hablemos de «territorios palestinos» y no de «Palestina» (como
Estado libre e independiente), cualquier proyecto de cooperación regional estará
120
BSEC (en sus siglas en inglés): Black Sea Economic Cooperation.
121
Bulgaria, Rumania, Moldavia, Ucrania, Georgia, Rusia, Turquía, Armenia, Azerbaiyán, Albania, Grecia y Serbia.
230
abocado al fracaso. El cierre del territorio de Gaza desde 2005 y la guerra
devastadora de este pequeño trozo de Palestina, en 2009, demuestra, con claridad,
la validez de mi propuesta.
Francia, España, Italia, Grecia, Portugal, Chipre y Malta, todos estos países europeos
del Mediterráneo, deben ser la punta de lanza del PRP para el Magreb y eventualmente
Egipto. Pero junto con la puesta en marcha del PRP y en estrecha coordinación con
todos los países de la UE, tienen que movilizarse para sacar a Oriente Próximo del
atolladero político y acabar con este obstáculo que constituye el conflicto árabe-israelí.
El Plan de Paz Árabe es la oferta más generosa en este sentido. Hay que aprovechar
la oportunidad. La UE debe hacérselo comprender a Israel y a los Estados Unidos de
Barak Obama.
122
Texto enviado por Aliboni al autor.
231
Capítulo X
1. Más allá del entusiasmo lírico que se desprende de las grandes reuniones
diplomáticas sobre «la solidaridad y la fraternidad euromediterráneas», asistimos a una
realidad desoladora: la relación cultural euromediterránea y euroárabe está
resquebrajada, partida. Esta situación ya no es sostenible. Por tanto, hoy más que nunca,
se revela como absolutamente necesaria una plataforma cultural en el Mediterráneo, en
el marco de la Unión por el Mediterráneo. Si la descontaminación ambiental del
Mediterráneo es necesaria, la descontaminación mental es primordial. Ya va siendo
hora de romper con las retóricas inculpatorias y las polaridades negativas y
antagonistas, y rechazar las ideas preconcebidas y los análisis simples que imputan a
una cultura o religión la causalidad inmediata de los problemas económicos, sociales y
políticos que atenazan sobre todo la orilla sur del Mediterráneo y envenenan las
relaciones de vecindad. Estos análisis que se sitúan fuera de la historia, de la geografía y
de las ciencias humanas conducen inexorablemente a una simplificación peligrosa de las
verdaderas cesuras legadas por una larga historia en la que los vencedores de la
geopolítica ejercieron su fuerza sin medida.
2. No puede abordarse un verdadero diálogo cultural entre los pueblos del Mediterráneo
sin una lectura crítica de una historia común, pasada y reciente, para comprender la
construcción de los imaginarios colectivos a ambos lados, pero también y especialmente
sin la función instrumental de una lectura del pasado que procede de una voluntad de
sacralizarlo más que de la necesidad de superarlo, para imaginar un futuro solidario en
el Mediterráneo.
De esta forma, el diálogo cultural pasa en primer lugar por el trabajo de los
historiadores para cerrar las páginas sombrías de la historia e inventar una nueva
modalidad de convivencia. Sin embargo, de nada servirá pretender cerrar el pasado
antes de haberlo abierto a todos, ya que la batalla del futuro también se libra sobre el
232
terreno del pasado. Desde este punto de vista conviene analizar correctamente, por un
lado, la construcción histórica de las representaciones colectivas y la relación con la
alteridad, a ambos lados del Mediterráneo y, por otro, preguntarse cómo inscribir las
referencias al pasado en una dinámica de coexistencia pacífica y no en una dinámica de
«revancha» y violencia. De forma paralela a estas dos cuestiones, resulta imperativo
proceder a un trabajo de memoria para evitar una instrumentalización del pasado en
los combates políticos actuales.
233
intercultural. Un buen número de los estereotipos actuales son heredados del período
colonial (fanatismo, rechazo de los valores occidentales y la supuesta incompatibilidad
del Islam con el desarrollo y la democracia). La percepción se torna aún más negativa
tras el fin del sistema bipolar. Al peligro amarillo (japonés o chino), al peligro rojo (la
Unión Soviética), parece seguir, en las mentes occidentales, el peligro verde, el del
Islam, como si Occidente sólo pudiera afirmarse oponiéndose. De esta forma, Oriente,
sobre todo el mundo árabe, se convierte en sinónimo de amenaza, en la más pura lógica
de los que ensalzan el choque de civilizaciones. Y lo que resulta aún más preocupante:
para comprender la violencia que hace estragos en el mundo árabe, recurrimos al Corán.
Recordamos sin tregua la importancia de la yihad (que traducimos de forma abusiva
como guerra santa) en el Islam e insistimos en la propensión de los musulmanes al
terrorismo. Para explicar la violencia y el fanatismo bajo otros cielos (Latinoamérica,
Asia, África e incluso Europa), ponemos a trabajar todas las ciencias humanas. Sin
embargo, en el imaginario colectivo occidental, el Islam (el Oriente árabe en concreto)
es una especie de «agujero negro», una «zona de tinieblas» insondable. Lo que allí
ocurre, nos dicen, no es más que el mal (axis of evil), la barbarie y el fanatismo.
Se impone con urgencia entender a Oriente (árabe y musulmán) de otra forma que
no sea en términos de amenaza o invasión. Estos fantasmas se expresan ya en las
novelas, los panfletos, incluso en los trabajos universitarios. El Partenariado
Euromediterráneo, iniciado en 1995, no parece haber exorcizado los temores de Europa.
Por otra parte, los discursos alarmistas sobre la inmigración, sobre todo la ilegal,
tienden a transformar el Mediterráneo en una serie de límites, rodeados de cordones
sanitarios que separen la Europa «civilizada» de los «alborotadores» del Sur. En
resumidas cuentas, la reactivación del mito «neoandaluz» (evocación del período
andalusí de coexistencia entre las tres religiones monoteístas) y toda esa retórica sobre
234
el «Mediterráneo reinventado» no deben ocultar el hecho innegable que revelan los
sondeos de opinión: la percepción negativa del Islam y de los demás árabes en todos los
países de la UE.
Desde este punto de vista, acoger en la Europa del mañana a un país de gran
mayoría musulmana (Bosnia, por ejemplo) no sólo ayudaría a cambiar el paisaje de las
representaciones geopolíticas del Mediterráneo rompiendo la idea de una fractura
étnico-religiosa en dicha región, sino que también supondría un magnífico elemento
pedagógico para el diálogo cultural.
7. Hoy en día el mundo árabe vive en una situación defensiva tal que ningún
esfuerzo serio de autocrítica parece posible, de tan preocupado como está por afirmar
una identidad que considera constantemente agredida. De hecho, cuando leemos textos
árabes sobre la identidad, nos llama la atención constatar que no es tanto la identidad en
sí lo que preocupa, sino la identidad en relación con los demás: con Israel, Europa,
Occidente, con los no musulmanes y con los países vecinos no árabes. Es, por tanto, el
binomio «yo-el otro» el que define la identificación cultural árabe como si la existencia
del otro presupusiera la conciencia de sí mismo, como si el otro (en este caso,
Occidente) fuera en realidad un segundo yo mismo. Todo esto nos lleva a una paradoja:
el mundo árabe pretende ser el artífice independiente de su propia historia, pero al
mismo tiempo se manifiesta como «incapaz de pensarla de otra forma que no sea en
referencia a ese otro que se combate». Así, la escritura histórica del Sur permanece
prisionera del yugo étnico, que desemboca en una sobrevaloración del pasado
«glorioso» y en una cultura «victimaria» que pone trabas a la producción de un discurso
innovador.
235
8. Hay que reconocer que la historia del mundo árabe ha estado jalonada desde
hace varios siglos por acontecimientos dolorosos de los que Europa no puede quedar
exenta de responsabilidad (expedición de Napoleón en Egipto y Palestina 1798-99,
balcanización del mundo árabe [período colonial], colonización de Argelia,
establecimiento de un Estado judío en el corazón del mundo árabe [1948], guerra de
Suez [1956], sin contar con todas las demás guerras que han ensangrentado sus
poblaciones en el transcurso de las últimas décadas). Está fuera de toda duda que
Occidente, desde hace varios siglos, ha dominado, ocupado y dividido el espacio árabe
y ha adquirido una superioridad técnica, científica y militar. El hecho de que Occidente
haya sido, hasta hace poco, menos sensible al sufrimiento del pueblo palestino y que
haya perseguido defender sus intereses, aunque fuese al precio de ignorar los intereses
legítimos de los árabes (en el norte de África y en Oriente Próximo) constituye, para la
mayoría de los árabes, casi pruebas fehacientes.
10. La reafirmación identitaria es, sin duda, una de las formas de resistencia
cultural de árabes y musulmanes. Sin embargo, no debe necesariamente implicar el
rechazo del otro, sobre todo de Occidente. Al contrario: debe tender aún más a valorar
su propia herencia, enriquecida por la contribución positiva de otras culturas y la
negociación de una nueva relación con Europa, basada en el respeto mutuo.
236
experiencias cuyas raíces se hallan en el fondo de la historia, de traumas antiguos y más
recientes, de heridas aún abiertas; nos encontramos frente a comunidades encerradas en
su propia desgracia. El testimonio de la memoria es tan fuerte, de Serbia a Argelia,
pasando por Bosnia y Palestina, que los pueblos del Mediterráneo parecen anclados en
su pasado. Hasta el punto de que se tiene la sensación de que el pasado ha secuestrado al
futuro, sobre todo cuando aquél está salpicado de terribles sufrimientos o, al contrario,
está adornado hasta el punto de representar una especie de referente histórico.
12. Sin duda los pueblos tienen una memoria colectiva, y ésta es un elemento
constitutivo de la identidad. No obstante, hay que velar por que la fidelidad a una
memoria construida no choque frontalmente con el saber histórico controlado. El
diálogo cultural en el Mediterráneo, ya sea entre su orilla Norte y su orilla Sur o incluso
en el interior de cada Estado, pasa por un trabajo sobre la memoria para integrar la
memoria del otro. Esto se puede aplicar a los países de la antigua Yugoslavia, pero
sobre todo al conflicto árabe-israelí, que estructura la problemática relación entre los
árabes (e incluso los musulmanes) y Occidente en el sentido más amplio, y que sigue
siendo un obstáculo fundamental para un diálogo cultural renovado. Ahora bien, este
conflicto permanecerá sin solución mientras no se establezcan claramente las
responsabilidades en las tragedias cuyo poder traumático no depende únicamente del
recuerdo, sino también de la vivencia cotidiana de las poblaciones afectadas.
Reconocer el sufrimiento del otro resulta hoy primordial, no sólo por su valor
«terapéutico» (efecto de cura), sino también por su valor restaurador (rectificación de
los errores cometidos) y liberador (liberación de la historia de las trampas de la memoria
instrumental). Reconocimiento de los errores, reparación, reconciliación y perdón: así es
la nueva utopía mediterránea capaz de rescatar a los pueblos de su victimología.
237
que ha sido el vencedor de la geopolítica, debe hacer gala de una gran audacia para
integrar la historia del otro, la de los palestinos. Todo ello implica otra lectura histórica
y la revisión de buena parte de sus mitos fundadores.
14. En cuanto a los palestinos, no pueden seguir batallando con clichés del tipo
«Israel acabará por desaparecer, como desapareció el reino latino de los Cruzados». Los
mitos movilizan a las masas, pero inmovilizan el pensamiento y ponen trabas a un
discurso adecuado. Ha llegado el momento de esforzarse por lograr despertar la
conciencia crítica, mejor informada sobre los auténticos desafíos y las auténticas
opciones. Este despertar va acompañado de una reflexión sobre sí mismo, para sojuzgar
el pasado e inventar el futuro. Los muertos deben ceder el paso a los vivos.
Huelga decir hasta qué punto israelíes y palestinos tienen necesidad de otro
planteamiento moral, otra relación con la memoria, otra consideración por el
adversario y, sin duda, de dirigentes capaces de proponer a sus pueblos algo más que
venganzas estériles y muros de separación.
16. Si le atribuimos tanta importancia a una solución equitativa del conflicto palestino-
israelí y, por extensión, del árabe-israelí, es porque dicho conflicto —más que los
demás del Mediterráneo— ocasiona un sufrimiento incalculable e injusticias flagrantes,
tiene secuelas trágicas desde hace más de 60 años, sigue marcando de forma duradera la
relación de Europa con el Mediterráneo del Sur, va más allá de su especio geográfico,
envenena el clima en la región y en otros lugares, al tiempo que contribuye en gran
238
parte a la dilapidación de recursos considerables, humanos y financieros, tan necesarios
para la construcción de un futuro compartido.
239
divergencias entre religiones. Los trabajos de los historiadores y los análisis
geopolíticos lo demuestran suficientemente.
26. Dicho esto, es cierto que en el Mediterráneo asistimos, sobre todo desde hace un
cuarto de siglo, al recrudecimiento de los integrismos religiosos, en el seno de las tres
confesiones monoteístas. Este extremismo religioso refleja más la manipulación de la
religión que la vuelta a lo religioso y es, en todo caso, el producto de una época marcada
por las incertidumbres, la carencia de sentido y una globalización mal controlada y —
en el caso de los países del Sur del Mediterráneo— por las crisis económicas, el cierre
de los sistemas políticos y las injusticias flagrantes. Sólo actuando sobre estos ámbitos
podríamos extirpar el extremismo religioso del interior de las sociedades que lo sufren
y, por tanto, contribuir a una mejor seguridad en el Mediterráneo. Obviamente, no
conseguiremos nada desencadenando guerras sangrientas que sirven de excusa para
nuevas formas de extremismo.
19. Occidente también debe llevar a cabo un esfuerzo de introspección, y tal vez de
replanteamiento, dejando de ver únicamente la cuestión «religiosa» en los sobresaltos
del mundo, y permitir a los otros participar en la producción de un sentido. Todo ello
requiere dejar a un lado las ideas superficiales sobre religiones «eternas» e «inmóviles»
240
y trasladar el debate hacia el análisis sociológico, antropológico y político de las
sociedades, sobre todo musulmanas, en la diversidad de sus trayectorias históricas. El
objetivo consistiría en demostrar, en oposición a los partidarios de la escuela
culturalista, que las sociedades que bordean el Sur y el Este mediterráneos no sólo se
transforman, sino que ofrecen una multitud de formas de articulación del aspecto
religioso y de la política que permiten entresacar un espacio político, si no de laicidad,
cuando menos de secularización y, por tanto, de democracia y pluralismo.
20. Admitir que las sociedades se transforman es también reconocer que el Islam
interpretado y vivido, el Islam-contexto, no es siempre la copia calcada del Islam-
texto, nada más lejos. De hecho, históricamente, los dogmas se han reinterpretado según
la evolución de las sociedades. De esta forma, la iglesia del período de las Cruzadas, de
la Inquisición y de las hogueras no es la iglesia del Vaticano II, de la oración ecuménica
de Asís, etcétera. Pues bien, el Islam no es una excepción a la regla. También es capaz
de abrirse a las nuevas ideas de libertad, de igualdad de sexos y de fraternidad entre
todos los pueblos. Y precisamente porque esta modernización interna está en marcha,
los integristas de toda calaña intentan desvirtuarla en un combate de retaguardia para
preservar «el pedestal de la fe» y evitar «la perdición moral» de las sociedades
musulmanas.
241
siente oprimido o infravalorado, se tensa por completo, cediendo la voz a sus
reminiscencias negativas y su amargura.
21. Las migraciones han marcado la historia de los pueblos europeos. Empujados
por la miseria, la desgracia o el afán de conseguir nuevos horizontes, los europeos se
dispersaron por los confines del universo, sobre todo por el Nuevo Mundo. La
industrialización del continente europeo va a invertir esta tendencia, sobre todo a partir
de finales del siglo XIX. Polacos y, posteriormente, italianos, españoles, portugueses y
griegos salieron de su país para ganarse el pan en los países europeos de vieja
industrialización. Aunque de religión cristiana, esos emigrantes tuvieron que someterse
al duro aprendizaje de la vida en otras sociedades. La expatriación se vivía como una
«prueba necesaria» y su vida de extranjeros no estaba exenta de dificultades. Su
integración no fue, ni mucho menos, una balsa de aceite. Ellos también experimentaron
la angustia y sufrieron la hostilidad del país receptor. El hecho de ser europeos y
cristianos no los salvaba de los prejuicios: en Francia y en otros lugares, ya por los años
treinta, parecía que eran demasiados, que hacían reinar un clima de terror, que no se
integraban. Y el tiempo transcurrió. Y esos antiguos emigrantes europeos se fundieron
en las sociedades que los acogieron.
242
Tras estas cifras, hay un cambio en la naturaleza misma del fenómeno migratorio,
puesto que en 50 años hemos pasado de una inmigración de trabajo
(fundamentalmente masculina, concentrada en los núcleos duros de la industria o en las
minas de carbón y vivida como temporal) a una inmigración de permanencia. Con el
cierre de las fronteras europeas a nuevos flujos a partir de 1974 y las primeras medidas
destinadas a regularizar a los inmigrantes, asistimos a un cambio cualitativo
(feminización, rejuvenecimiento, visibilidad, aumento de la tasa de dependencia y
mayor visibilidad en los espacios públicos y los espacios escolares) y cuantitativo: la
reagrupación familiar hace crecer el número de extranjeros, mientras se desarrolla una
inmigración ilegal que nada parece atajar: ni controles marítimos, ni la policía
fronteriza, ni las medidas técnicas de vigilancia costera. En resumen, el proceso
migratorio cambia de naturaleza.
Esta angustia difiere en intensidad de un Estado a otro, pero afecta a todos los países
que se hallan enfrentados a la inmigración extranjera, sobre todo musulmana, y se
traduce en una reacción xenófoba que no perdona ni en los países que antaño se citaban
como ejemplo por su tolerancia, como España u Holanda. Sin embargo, contrariamente
al período anterior de las migraciones ínter-europeas, el racismo actual ya no es un
hecho marginal, sino social, que se centra en las diferencias supuestamente
incompatibles y se ve favorecido por expresiones políticas gracias a partidos de
extrema derecha que demuestran su hostilidad total hacia los extranjeros.
243
24. Más que otros inmigrantes (que sufren igualmente discriminaciones), los
musulmanes y, sobre todo, los magrebíes de segunda y tercera generación son
especialmente víctimas de un racismo ordinario «de piel». Integrados culturalmente,
los jóvenes que no son ni inmigrantes (puesto que con frecuencia han nacido en Europa)
ni extranjeros (puesto que suelen tener la nacionalidad), se sienten excluidos
socialmente. Como si, cuantas más barreras culturales cayeran, más hubiera que
inventar: el semblante (no es como nosotros), el origen (no es europeo de pura cepa), el
Islam (es una amenaza para nuestra identidad). Este rechazo de la alteridad musulmana
viene acompañado en la mayoría de las personas por una desconfianza, e incluso un
desprecio hacia la religión de los jóvenes musulmanes. Estas actitudes, reaccionarias u
hostiles, llevan a los jóvenes, en muchos casos, a replegarse sobre su cultura y herencia,
lo que les causa «desviaciones de identidad» entre una comunidad de origen de la que se
despegan (país de origen) y otra, que no los quiere (país de acogida).
La integración significa también que dejemos de recurrir a tópicos que infunden terror,
como el de «la invasión» de Europa por los pobres del Tercer Mundo o el de la
«islamización» del Viejo Continente. Y es que, en realidad, no estamos asistiendo a una
244
islamización de Europa, sino más bien al desarrollo de un Islam europeo, con
características propias que lo distinguirían del Islam tal y como se vive en tierra
musulmana. En primer lugar, se construye fuera de los países y culturas de origen, como
una religión minoritaria, cuyos adeptos han dicho adiós al regreso y han optado por la
instalación definitiva y que, además, piden ser considerados como ciudadanos con todas
las de la ley y no como ciudadanos aparte. Además, esta instalación perenne en un
espacio laico europeo va transformando gradualmente el sistema de pensamiento de los
musulmanes y sus comportamientos, en particular, en lo que se refiere a sus relaciones
con las sociedades de acogida y su vínculo con la religiosidad.
Los países de la UE pueden fomentar aún más estas convergencias que dependen de
la experiencia religiosa en un entorno definitivamente laico, aunque sólo sea a través de
la denuncia de las amalgamas entre el Islam (como religión) y los islamistas (como
corrientes ideológico-políticas) o hasta los neofundamentalismos que reducen el Islam a
los rituales y las prohibiciones. Una actitud acogedora, menos fría, más generosa, y que
rompa con los discursos estériles sobre «la incapacidad de los musulmanes para
integrarse», emisiones destinadas al gran público sobre la vida de los musulmanes en
Europa, una enseñanza del Islam en las escuelas y universidades... Todo ello daría lugar
a un apaciguamiento de las relaciones entre las comunidades musulmanas y las
sociedades receptoras y facilitaría sobremanera la integración de los musulmanes en el
espacio público europeo. Se trataría de un gran logro de Europa y una gran oportunidad
para el Islam que se manifieste en un espacio de libertad.
245
sociedades tribalizadas y sociedades-mosaicos, en las que, por una especie de
especialización de las diferencias, acabaríamos por tener barrios, hasta escuelas étnicas.
No es una perspectiva alentadora a escala de las sociedades europeas, ni tan siquiera a
escala de todo el Mediterráneo.
27. Todos los pueblos se crean un vínculo con el pasado y el espacio. La función de
la memoria (vínculo con el pasado) es precisamente volver sobre el pasado para
seleccionar los acontecimientos, gloriosos o traumáticos, que sirvan de material para la
creación identitaria. Por su parte, el territorio (vínculo con el espacio) aparece como
fundador del orden político moderno, en torno a conceptos como nación o soberanía. Y
como repiten los geopolíticos contemporáneos, en la memoria selectiva, a veces
deformada por el poder, el territorio es la referencia a partir de la cual el imaginario
colectivo elabora una representación identitaria. De esta forma, en tanto que
representación, la identidad es una creación social.
Nos remite a los vínculos con el pasado y con el territorio, pero también con la
alteridad. Esto implica que cualquier definición identitaria es también una
demarcación (nosotros somos nosotros) que, desgraciadamente, a menudo se ha
transformado —al entrar en contacto con otras memorias, espacios e identidades— en
una afirmación arrogante de superioridad del “uno” con respecto al “otro”. Los tres
monoteísmos, nacidos en Oriente Próximo, con su monopolización de la verdad, han
contribuido sobremanera a la exclusión del “otro”, reforzando «identidades asesinas»,
por retomar el título de un libro de Amin Maalouf.
28. No obstante ¿podemos negar, hoy en día, que tanto individuos como sociedades
desarrollan identidades complejas y múltiples bajo el efecto combinado del
intercambio, de la inmigración o de la globalización? Los reflejos de repliegue que se
constatan a ambas orillas del Mediterráneo ¿no traducen en gran parte el miedo que se
siente frente a las «amenazas» del mestizaje inducido por la circulación de las ideas, los
productos y, sobre todo, los hombres? Conceptos como «choque de civilizaciones» o
del Eje del Bien y del Mal (más pernicioso si cabe), ¿no pretenden recrear líneas de
246
fractura y fronteras balizadas entre «ellos y nNosotros», es decir, recortar artificialmente
las fronteras culturales, mientras que, por definición, las culturas son siempre híbridas,
mestizas? Apenas sorprende que partidos de la extrema derecha o incluso grupos
integristas se adhieran a dichas divagaciones, puesto que todos estos «pájaros de mal
agüero» no sólo ven la identidad como un sentimiento de pertenencia, sino también
como una bandera bajo la cual se combate.
29. Hay que tener todos estos elementos en mente para comprender la degradación del
clima cultural entre las dos orillas del Mediterráneo y hacer acopio de todas las energías
posibles para una nueva pedagogía de la concordia y la comprensión. Si no volvemos a
un enfoque humanista, la situación empeorará y nos conducirá a posturas de hostilidad.
Todo esto no quiere decir que haya que taparse la cara y borrar de un plumazo todos los
malentendidos legados por una larga historia. No obstante, el planteamiento
humanista exige que dejemos, en todas partes, de « fabricar» enemigos imaginarios
y de demonizar a sociedades enteras, incluidas las «religiones», atribuyéndoles
responsabilidades colectivas por las actuaciones reprobables de algunos de sus
miembros y adeptos.
247
c) La tercera, la tomamos prestada de Octavio Paz: «Toda cultura nace de la mezcla,
del encuentro, de los choques. Por el contrario, a raíz del aislamiento mueren las
civilizaciones».
248
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Periódicos y anuarios
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editada por Estudios de Política Exterior (Madrid) y el Instituto Europeo del
Mediterráneo, IEMED, (Barcelona)
• EUROMESCO
• FEMISE
257
Esta obra no constituye ni un alegato ni una requisitoria de las políticas europeas con
respecto a los países del Mediterráneo. Aspira a hacer un balance objetivo del
Partenariado Euromediterráneo, iniciado en Barcelona en 1995 (sus objetivos y sus
logros), a analizar la Política Europea de Vecindad y, por último, a descodificar el
nuevo proyecto de Nicolas Sarkozy de Unión Mediterránea, convertida, tras la
Conferencia de Marsella de 2008, en Unión por el Mediterráneo.
Es por ello que este libro se titula Europa por el Mediterráneo: de Barcelona a
Barcelona (1995-2009).
258