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Pastoral diocesana en la Iglesia Salvadoreña

(1534-1843)
Siguiendo la obra histórica titulada: “historia de la iglesia en El Salvador” de Jesús Delgado,
deseamos hacer una remembranza de la labor pastoral que han desempañado tan arduamente
los sacerdotes en estas tierras salvadoreñas. Queremos demarcar este primer acercamiento a
esta labor pastoral desde la fundación de la diócesis de Guatemala (1534) hasta la fundación
de la Diócesis de San Salvador (1843).
Hasta 1534 fecha en que la iglesia de Guatemala fue elevada a diócesis, dentro de cuyos
límites quedó San Salvador, toda esta región centroamericana estuvo bajo el pastoreo del
arzobispo de México, Juan de Zumárraga, continuando el objetivo principal de la conquista,
que estaba así en la mente del Rey: la predicación de la Santa Fe Católica. Sin embargo, el
conquistador se vio en un conflicto serio al querer conjugar su sed de conquista con el
cumplimiento de la voluntad del rey de extender la fe católica.
Por esta razón, el Papa Adriano VI concedió al rey Carlos V de España por medio de la bula
Exponi nobis fecisti del 22 de mayo de 1522 dos privilegios: el llamado mandato canónico
por el que el Rey podía enviar misioneros; y el poder de organización, porque el cual estaba
autorizado a crear las estructuras necesarias para la evangelización y para implantar la Iglesia
en América. El 18 de junio de 1524 arribaron 12 frailes franciscanos como primicia de tal
poder concedido por el Papa al Rey.
México: La labor de los clérigos, y con ellos la de algunos franciscanos que llegaron con
Hernán Cortez antes del arribo de los “doce” fue una labor pionera. Al grupo de los doce se
incorporaron tres religiosos belgas, más otros dos franciscanos. Sumaban diecisiete
misioneros para todo México.
Debido a la bula papal antes mencionada, los frailes gozaban de toda la autoridad para
gobernar estas tierras en cuanto a lo religioso se trataba. Hernán Cortez comprendió la gran
necesidad de un obispo para estas tierras, para garantizar el buen orden y la organización
eclesiástica de la evangelización. El Rey presentó al fray Juan de Zumárraga para el
episcopado de Nueva España el 12 de diciembre de 1527. Este obispo denunció fuertemente
las injusticias cometidas por los encomenderos apoyados por los miembros de la Audiencia.
Guatemala: la situación misionera en Guatemala durante la época de 1525 a 1535 no era
mejor que la de México. Zumárraga tenía que pastorear también esta porción de su diócesis.
Don Pedro de Alvarado fue enviado a conquistar las regiones de Guatemala y junto a él dos
frailes y un sacerdote secular o diocesano. Transcurridos cinco años desde que Alvarado
había conquistado Guatemala, en 1529 llegó a estas tierras fray Domingo Betanzos, que solo
encontró dos sacerdotes en todo el país: Juan Godínez, en Santiago de los caballeros, y
Francisco Hernández que había llegado a Guatemala en agosto de 1529 y se había marchado
inmediatamente a San Salvador. Para 1534 la situación había mejorado, había seis clérigos,
entre los cuales estaba Francisco Marroquín, que habría llegado en abril de 1530. En 1532
Marroquín fue nominado para ser el primer obispo de la diócesis de Guatemala, que recién
estaba erigida. La demarcación de la nueva diócesis quedó configurada según los territorios
conquistados por don Pedro de Alvarado. Se extendía desde Quezaltenango en el occidente,
hasta San Miguel en el oriente de San Salvador. Todas estas regiones habitadas por tribus
indígenas que hablaban lenguas y dialectos diferentes. La tarea evangelizadora era ardua. En
esta gran diócesis en 1536 solo habían ocho sacerdotes.
San Salvador: La labor pastoral de la Iglesia católica por medio de sus ministros en las
tierras salvadoreñas ha sido diferenciada de las otras tierras de misión en América. No está
muy claro por qué motivo los frailes y religiosos de las órdenes mendicantes no fueron
exclusivamente los responsables de la evangelización en estas tierras, Normalmente eran los
frailes religiosos los que lanzaban e impulsaban la evangelización. Los clérigos seculares,
descontando algunos casos particulares, en general no se daban a esta tarea; ellos
garantizaban la permanencia y la expansión de lo ya evangelizado mediante el sistema del
curato de almas, dentro de la estructura de la parroquia. Es por ello que la Iglesia de San
Salvador era una de las excepciones – y sin hacer juicios peyorativos – para bien o para mal,
fue el clero secular el que inicio la evangelización. Estos clérigos acompañaban a los
conquistadores para atender sacramentalmente a los soldados españoles y a sus familias.
El primer sacerdote diocesano que puso sus pies en la diócesis de San Salvador fue el padre
Francisco Hernández, su labor primaria y así encomendada fue la de cuidar la cura de almas
de los soldados de los ejércitos conquistadores, sin embargo, la misma conciencia cristiana
de los capellanes y la suya propia, hizo de este sacerdote el primer ministro de la Iglesia
Católica en bautizar aproximadamente a un tercio de los indios que vivían en aquella zona.
El problema comenzaba al identificarse clérigos y soldados, y más aún, cuando los mismos
clérigos eran testigos de los actos grotescos de la conquista ante los cuales eran indiferentes
o peor aún, cuando los mismos clérigos abusando de su autoridad cometían los mismos
abusos. Parece pues, que en la mente de los indígenas, había ya una mala imagen de los
clérigos, ya que los clérigos eran testigos de las injusticias y estos tales no hacían nada para
impedirlas o denunciarlas.
Sin embargo no todo era malo, puesto que hubo buenos sacerdotes que desempeñaron su
oficio en tal grado que eran bien recordados, hasta el punto de ser elogiados, o mencionados
en la historia de los pueblos. Existían clérigos que hacían mucho bien en las parroquias, y el
primer Obispo de Guatemala los recuerda. El Obispo se daba cuenta de la limitación del clero
secular para la obra de la evangelización, sobre todo por el desconocimiento de las lenguas
indígenas; aun cuando reconocía con mucha alegría que estos sacerdotes seculares fueron los
pioneros de la obra evangelizadora en todo el territorio que conformaba la diócesis de
Guatemala. Pero, podríamos resumir quizá diciendo que el factor más importante que origina
este mal es la falta de una profunda formación sacerdotal, y como dice Pedro Borges en su
libro Historia de la Iglesia Hispanoamericana y Filipinas: Al parecer fueron tres los factores
que condicionaron decisivamente en la diócesis de Guatemala (que comprendía El Salvador)
el número y calidad del clero secular: el irregular funcionamiento de los seminarios, las
necesidades pastorales y la fácil permisividad de algunos obispos que les inducía a ordenar a
candidatos no aptos, y la falta de beneficios suficientes para colocar dignamente a los
sacerdotes. Al menos hasta el último tercio del siglo XVIII, se advierten deficiencias en la
formación intelectual, moral y espiritual del clero, que, en bastantes casos, era casi nula,
aunque siempre hubo un grupo mejor formado que destacó por su comportamiento y dotes.
Por ello, la situación religiosa de San Salvador no era nada buena. El fraile Pedro de
Betanzos, franciscano proponía erigir en diócesis a San Salvador para que hubiese un obispo
más cerca vigilando a los clérigos y frailes de esta región. El 28 de septiembre de 1842 la
Bula Universalis Eclessiae Procurátio del papa Gregorio XVI erige la diócesis de El
Salvador. El primer obispo, Don José Jorge Viteri y Ungo.

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