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La vida familiar debería ser una sucursal del cielo, pero para algunos, por temporadas,

parece más bien una sucursal del infierno. Las contiendas, los pleitos, los rencores, las
maldiciones, los vicios, las infidelidades y otros nos traen el caos a casa.
Y eso pasa hasta en las más honorables familias. Pasó en la familia real de David.
La tragedia la quiero recoger desde que Ammón, hijo mayor del rey David, abusó
sexualmente de su hermana Tamar. David se entera de que Ammón violó a su hermana
y guardó silencio. Nada le dijo a Ammón. Nada le dijo a Tamar, su hija abusada.
Absalón, otro hijo de David, se entera del asunto y pa’ más él que de buen hermano
acoge a Tamar, la protege, la consuela, comparte con ella el vivir en su apartamento.
Pasaron dos años y David, padre de Ammón, Tamar y Absalón nunca hizo algo para
atender esta tragedia familiar. Según la ley de Israel, Ammón debía ser castigado con la
pena de muerte. David no quiso aplicar la justicia a su propia familia.
Absalón entonces “hace justicia” por su propia cuenta: mata a su hermano Ammón por
haber violado a su hermana Tamar.

David lamenta esta tragedia y nunca se vuelve a relacionar con Absalón, su hijo
homicida. Con el pasar del tiempo, Absalón considera que él podría ser mejor rey que
su padre David, así que emprende una campaña política prometiendo cielo y tierra por
los pueblos a ver si le dan voticos para llegar al trono de su padre. Reparte mercaitos,
regala ollitas arroceras, rifa licuadoras; en fin, para alcanzar su objetivo: gobernar en
lugar de su padre David. La cosa se puso “color de hormiga” cuando Absalón armó un
grupo subversivo que se levantó en armas contra David. Inclusive el rey huyó de su
propio hijo, mientras éste hacía y deshacía en el palacio real.
En estas condiciones David ora. Y su oración quedó grabada en las Escrituras para
bendición de quienes llegan a experimentar que desde la propia casa se levantan
enemigos. La oración de la que le hablo es el Salmo 3.

Señor, ¡cómo han aumentado mis enemigos! Son muchos los que me atacan, 2 son
muchos los que me dicen que tú no vendrás en mi ayuda.
3 Pero tú, Señor, me rodeas como un escudo; eres mi orgullo, el que sostiene mi vida.
4 Con mi voz clamaré a ti, Señor, y tú me responderás desde tu lugar santo.5 Yo me
acuesto, y duermo y despierto, porque tú, Señor, me sostienes. 6 Aun si me rodean
legiones de soldados, no tengo nada que temer.
7 Señor y Dios mío, ¡acude a rescatarme! ¡Hiere a todos mis enemigos en la mejilla!
¡Rómpeles los dientes a esos malvados! 8 A ti, Señor, te corresponde salvar;
¡derrama tus bendiciones sobre tu pueblo!

Esta una oración que nace desde la penumbra, la soledad, el dolor de familia. Es una
oración de impotencia que grita auxilios al omnipotente. David es un militar experto.
David es un guerrero experimentado, quien puede defenderse exitosamente de las
sublevaciones de su hijo Absalón, pero en lugar de ello prefiere orar.

1
A veces pienso en nosotros, cuando la esposa deja de ser esposa para ser enemiga.
Cuando el marido deja de ser amigo para ser enemigo. Cuando los hijos dejan de ser
hijos para ser enemigos. Cuando los hermanos dejan de ser hermano y se convierten
en enemigos. ¿Qué hacer? Esas tragedias enferman, deprimen, desalientan la vida
entera. A veces pienso que la salud de muchos en la Iglesia se quebranta porque el
cuerpo no soporta más el peso del conflicto, del rencor, de la sed de venganza, del
desacuerdo, del orgullo y el egoísmo.
¿Qué hacer? David hizo algo extraordinario: orar.

Quien ora desde la angustia, la desesperación; desde el borde de la demencia y desde el


pozo de la impotencia sabe que Dios le escucha. Que Dios escuche una oración
desesperada ya es mucho alivio para el orante. Y dígame si no, pero cómo oramos
desesperadamente cuando un hogar ya no es un hogar sino un demonio.
David oró con desesperación y dijo, -Señor, ¡cómo han aumentado mis enemigos!-
Nunca imaginó que descubriría enemigos dentro de su propia casa. Su hijo mayor se
hizo su enemigo al violar su hija Tamar. Su hijo Absalón se hizo enemigo cuando se
resintió por la impunidad que él eligió para su propia casa. El silencio para con su hija
destrozada, de alguna manera también es enemigo. Es más, creo que uno se enfrenta
con valentía o con osadía o con lo que toque a cualquier enemigo ajeno a uno. Pero
enfrentar enemigos de su propia sangre es devastador.

Uno lidia con las críticas de los demás, pero con las críticas de su cónyuge… ¡mortal!
Uno enfrenta los odios de la gente que ni uno conoce, pero los odios de su propia
casa… ¡mortal! Uno aprende a manejar los madrazos de la calle, pero los madrazos de
su propia familia… ¡mortal!
¿Cómo se pelea a muerte con un hijo?
¿Cómo asesinar un hijo amado?
¿Cómo enfrentar la ira de quien se ama?

Es preferible huir. Es mejor abrazar las cobardías en ese momento. Es mejor quedar
derrotado por aquella persona que me odia, a ganarle a quien amo.
Es mejor orar con desesperación que igualarse a la insensatez del conflicto en
cualquiera de sus expresiones.

En la experiencia dolorosa de David, sólo era su hijo y su pandilla; ¡él tenía un ejército!
Pero la enemistad de su hijo le pareció una multitud. Desesperadamente oró: -¡cómo
han aumentado mis enemigos!- Yo complementaría esta frase así: ¡cómo han
aumentado mis enemigos y cómo ha menguado mi familia!

2
Desde el seno de su casa David escucha esta lamentable voz: -Dios no vendrá en tu
ayuda.- Su propia familia le infundió duda a David. Quizá culpa. Quizá lo señalaron
mal porque en su momento no supo cómo hacer.
Pero Dios nos conoce, sabe a qué tememos. Conoce nuestras impotencias y también
nuestras negligencias. Dios sabe que pecamos… no nos lo tienen que reflegar en la
cara mil veces. Pero Dios nos perdona. Aun así nos sigue amando. Aun así vuelve a
escucharnos y a socorrernos.

Cuando uno pide protección a Dios, debe pedirle ser protegido de las agresiones de
ellos; como también de las agresiones que uno pueda levantar contra ellos. David oró
diciendo: -Pero tú, Señor, me rodeas como un escudo; eres mi orgullo, el que sostiene
mi vida.- Este es un escudo particular, es un “escudo envolvente”. Cubre 100%.
No sólo cubre de las agresiones del enemigo, me cubre también de yo agredirlo.
Es decir, un escudo que no permita convertirme en víctima, a la vez que no permite
convertirme en victimario.

Es común venir al Señor en oración cuando me siento víctima, pero qué difícil es venir
al Señor con la misma desesperación a orar porque soy victimario.
David pide protección de ambas desgracias.

Me encanta una foto en la que un cachorro duerme en el


regazo de un león. Es una imagen para mí alentadora. Es
pequeño sabe que en esos brazos es intocable. ¿Quién se
anima a tocar ese cachorro? ¡Nadie! Eso lo sabe el
cachorro.
En el vv. 5 y 6 del Salmo 3 David expresa algo insólito. A
mí un hijo me busca para asesinarme y no duermo… le
digo pues que el insomnio se apoderaría de mí.
Pero David dice, -me acuesto, y duermo y despierto,
porque tú, Señor, me sostienes.- Y eso no es nada, escuchá
lo que ora este hombre confiado: -Aun si me rodean
legiones de soldados, no tengo nada que temer.-
Confiar en el Señor es un arte que pocos tienen el
privilegio de disfrutar. Porque los que confían en el Señor jamás serán avergonzados.
Porque los que confían en el Señor son como el monte de Sión: no se mueve sino que
permanece. Porque los que confían en el Señor son bienaventurados. Porque los que
confían en el Señor jamás serán confundidos. Porque los que confían en el Señor no
tienen miedo.
Ojalá todos nosotros aprendamos a confiar en el Señor.

3
En los últimos 2 vv. David hace una oración imprecatoria, dice así: -Señor y Dios mío,
¡acude a rescatarme! ¡Hiere a todos mis enemigos en la mejilla! ¡Rómpeles los dientes
a esos malvados! A ti, Señor, te corresponde salvar.- Las oraciones imprecatorias “se
distinguen por tener un lenguaje que invoca el juicio divino sobre el enemigo del
salmista o el enemigo de Dios.”1 En este caso, David prefiere que sea Dios quien
castigue a sus enemigos (su familia), a ser él mismo quien levante la mano contra ellos.
Es preferible que a mi enemigo lo toque Dios a que lo toque yo.
Existe un comentarista2 a los Salmos imprecatorios quien dice esto: “los salmos
imprecatorios fueron proclamados en un mundo donde la magia negra era parte de la
vida religiosa. De acuerdo con esta perspectiva, estos salmos respondían a estas
prácticas, ya que el salmista esperaba que al maldecir, estos deseos se realizaran en sus
enemigos.” De hecho, las oraciones imprecatorias no eran únicas en Israel. Otros
pueblos también oraron a sus divinidades así. Ejemplo: -A Nušku (dios del fuego): Un
brujo me ha embrujado: embrújalo con las brujerías con que me ha embrujado; una
hechicera ha tramado contra mí: vuelve contra ella los hechizos que ha tramado contra
mí.-3 Esta es una oración encontrada en manuscritos antiquísimos de Babilonia.

Las oraciones imprecatorias dejan en manos de Dios la justicia. Oran para que sea el
Señor quien les conceda como merecen. Estas son oraciones elevadas al cielo antes de
la llegada de Cristo. Según Moisés, lo enemigos debían ser tratados “ojo por ojo”. Esa
era la comprensión de fe que tenían en aquel entonces. Pero una vez vino Cristo, nos
enseñó a orar de otras maneras. Por ejemplo, Mateo 5.44: Amen a sus enemigos,
bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por quienes
los persiguen…

Creo que nosotros teniendo una mejor comprensión de Dios que nuestros antepasados
(a.C), podemos orar, y más si se trata de nuestras familias, rogando bendición.
Bendiciéndolos. Haciéndoles bien.
Oremos.

1
J. Carl Laney, “A Fresh Look at the Imprecatory Psalms”, Bibliotheca Sacra 183 (1981) 35.
2
Sigmund Mowinckel en Bullock, Encountering the Book of Psalms, 229.
3
F. Steinmetzer, Babylon Parallelism in the Psalms (New York: St. Martin`s Press, 1945), 133.
4

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