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Defensiva y ofensiva

Desde el punto de vista militar puede definirse la ofensiva como la manera de obrar de un ejército que
ataca al enemigo, y la defensiva como la actitud en que se coloca el mismo para resistir y rechazar una
agresión. Mientras que el que toma la ofensiva busca al adversario donde se encuentre para destruirlo,
el que se mantiene a la defensiva se esfuerza en impedir su propia destrucción.
La ofensiva tiene como características propias el movimiento, la acción y la iniciativa. La defensiva, por
el contrario, renuncia a la iniciativa y espera el ataque para repelerlo, contentándose con hacer frente y
resistir el choque.
Aceptando la expresión de Carl von Clausewitz, se puede decir que de estas dos formas, la ofensiva es
«la más fuerte, con objeto negativo», y la defensiva, es «la más débil, con objeto positivo».
Los tratadistas militares han preconizado la superioridad de la ofensiva sobre la defensiva, estimando
que es la única que puede conducir a un resultado decisivo. Ni una ni otra suelen presentarse en la
práctica con carácter absoluto.
El que toma la ofensiva no lo hace, generalmente, en todas las partes del teatro de operaciones. En
el campo de batalla ataca con empeño el punto en el que le interesa vencer, economizando fuerzas para
emplearlas en el punto decisivo, donde necesita alcanzar la superioridad.
Del mismo modo que el que se defiende no se limita a rechazar pasivamente los ataques del enemigo,
sino que procura debilitarlo con su resistencia, para caer sobre él, tomando a su vez la ofensiva tan
pronto como se presenta la ocasión favorable para ello (defensa activa).

Ofensiva y defensiva estratégicas[editar]


Suele ser consecuencia de una política de agresión y tiende casi siempre a la conquista.
La defensiva suele ser fruto serio de la política contraria, de resistencia, que aspira a conservar el statu
quo sin proponerse ningún objetivo exterior. Se impone la ofensiva a uno de los beligerantes a pesar
suyo por la fuerza misma de las circunstancias.
En la ofensiva es indispensable la superioridad numérica o armamentística. A medida que se avanza en
el territorio enemigo, el ejército que tiene que guardar sus comunicaciones, observar y bloquear plazas
fuertes y atender a objetivos secundarios, como los focos de resistencia, si no es suficientemente
numeroso corre el riesgo de que puedan faltarle fuerzas para llegar al trance del combate decisivo. La
debilitación del agresor se traduce en ventaja para el que se defiende, pues si aquel retrocede, este
concentra sus tropas y se pone en condiciones de librar batallas con menos desventaja. Se dice que hay
diferentes lugares donde colocarse como la defensiva a los dos lado de el arco y los otros tres en la
zona de tiros libres. Al que toma la ofensiva le interesa acabar rápido la contienda, para evitar que
puedan nivelarse las fuerzas de los dos bandos. Si las suyas resultaran inferiores a las del contrario, se
vería obligado a ponerse a la defensiva. por el contrario, al que defiende le conviene prolongar la
resistencia y ganar tiempo, esperando el cambio favorable que le permita pasar a la ofensiva.
Se deduce que la presteza en efectuar la movilización, la superioridad de tropas y medios y elementos
de combate, el avance y el ataque sorprendiendo al enemigo, obligándole a batirse en condiciones
desventajosas, y la oportuna concentración de tropas en el punto conveniente, son las condiciones que
pueden garantizar el éxito de la ofensiva.
En cuanto a la defensiva, su interés está en no diseminar sus fuerzas pretendiendo hacer frente a todas
las contingencias, en no ligarse demasiado al terreno conservando la libertad de movimiento, en
quebrantar al invasor con encuentros parciales y operaciones secundarias, pero sin comprometer en
una batalla decisiva la suerte de la campaña, de atraer al agresor hacia el interior de su territorio para
debilitarlo, aprovechar los errores que cometa para atacarle sin titubear, y si aquel divide sus fuerzas,
maniobrar por líneas interiores para batirlas separadamente, como hizo por ejemplo Napoleón
Bonaparte en su Campaña de los Seis Días en 1814. También se puede ubicar como la ofensiva salvaje

Ofensiva y defensivas tácticas[editar]


La ofensiva táctica ofrece las mismas características generales de movilidad, fuerza e iniciativa que la
estratégica.
Ataca el que se juzga capaz de arrojar al enemigo de las posiciones que ocupa, ya sea porque tenga
superioridad numérica, ya porque cuente con superioridad moral (los prusianos en la Batalla de Sadowa.
La defensiva cuenta con el mejor conocimiento del terreno y suple, además, la inferioridad de las tropas
con la elección de posiciones y con el auxilio de la fortificación
Por regla general se refuerza el ala con la que se quiere atacar, como decía Federico II, rey de Prusia.
Es decir, se sostiene en una parte del frente un combatepuramente demostrativo, y se acumulan fuerzas
considerables en otra para dar el verdadero ataque en el punto de cuya posesión depende el éxito. A
veces el papel señalado a aquella parte de la línea no es ya demostrativo, sino francamente defensivo,
como lo fue, por ejemplo, en la Batalla de Austerlitz, el del ala derecha francesa, reducida a contener el
ataque de los rusos, mientras Napoleón rompía por el centro la línea de batalla de los aliados. Ocurre
esto principalmente cuando no hay un desequilibrio muy marcado entre las fuerzas de los dos
contendientes y ambos se consideran en condiciones de atacar. Sucede entonces que, o dirigen ambos
su principal esfuerzo sobre el mismo punto del frente, en cuyo caso en éste se produce el choque, como
consecuencia del cual uno de los dos persiste en ofensiva y el otro renuncia de momento a ella, o
atacan puntos distintos de la línea de batalla, en cuyo caso la ofensiva y la defensiva se desarrollan
paralelamente. El éxito definitivo lo alcanza el que con más constancia persigue su plan, sin desviarse
del objetivo principal por el descalabro que haya podido sufrir, entretanto, la parte de la línea que se
mantiene a la defensiva. En ésta los puntos más peligrosos son siempre los flancos, porque siendo tan
costosos los ataques de frente, como por ejemplo en la Batalla de Gravelotte, la tendencia a envolver
las posiciones enemigas es, puede decirse, instintiva.
La distribución de tropas en el orden de batalla no ofrece diferencias dignas de mención entre la
ofensiva y la defensiva.
En cuanto al procedimiento de combate, mientras en la ofensiva el fuego no es más que el medio que se
pone en acción para abrirse paso hasta el enemigo, pues la fuerza verdadera de la ofensiva reside en el
movimiento, esto es, en el avance no interrumpido y en la maniobra envolvente, en la defensiva el fuego
lo es todo, o casi todo.
Al que ataca le conviene, las sombras de la noche, la niebla y los accidentes del terreno, que le permiten
acercarse al enemigo sin ser visto, y sufriendo, por consiguiente, el menor número de bajas.
La defensiva no renuncia a otras medidas de acción que el fuego, hay que tener en cuenta que la
defensiva absoluta o meramente pasiva, no puede conducir a un resultado favorable, y que la defensiva
es tanto más fuerte cuanto más se aproxima en su manera de obrar a la ofensiva. Así, pues, el
contraataque y la reacción ofensiva son también medios de acción efectivos, sobre todo cuando
diezmado por el fuego y gastado el ímpetu que lleva el atacante, cesa éste de avanzar y cae en el
desánimo y pierde el valor.

Referencias[editar]
 El contenido de este artículo incorpora material del tomo 17 de
la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana (Espasa), cuya
publicación fue anterior a 1937, por lo que se encuentra en el dominio
público.
Categoría:
 Ciencia militar

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 LOS VALORES INTERPERSONALES. ANÁLISIS


DE UNA MUESTRA DE ALUMNOS DE
FORMACIÓN PROFESIONAL DE UN CENTRO
DE RECUPERACIÓN DE MINUSVÁLIDOS
FÍSICOS
 Concepción Alcalde Cuevas,
Esperanza Marchena Consejero,
Manuel García Sedeño.
Universidad de Cádiz
 Factores tan importante como las reacciones temperamentales y los valores tienden
a perfilar la personalidad del ser humano. Podemos definir la personalidad mediante
rasgos, generalmente de tipo bipolar: dominante-sumiso, activo-pasivo, seguro-
inseguro... fruto de las relaciones interpersonales que día a día se van sucediendo.
Factores que obedecen a las diferentes escalas de valores que los sujetos se hacen
para estar en el mundo, constituyendo la base de su motivación. Estos valores se
concretan, con el tiempo, en metas y objetivos de vida que dirigen las acciones del
sujeto hacia su consecución para alcanzar el grado de satisfacción deseado. Se
considera el valor como la satisfacción que la persona puede potencialmente derivar
de un estímulo ambiental (Vroom, 64).
 Partir del análisis y la evaluación de los valores individuales puede resultar un
medio valioso para determinar las futuras actuaciones de los sujetos y la forma en
que las llevarán a cabo. Este trabajo tiene como objetivo general ofrecer medidas de
los valores individuales en sujetos con discapacidad física dentro del dominio de las
relaciones interpersonales.
 En el estudio participaron un total de 37 estudiantes de formación profesional de un
Centro de Recuperación de Minusválidos Físicos de la provincia de Cádiz, de
edades comprendidas entre 17 y 27 años. Del total de la muestra el 48% representa a
mujeres y el 52% a varones. En cuanto al nivel de instrucción del grupo el 47%
tienen estudios primarios y el 53% poseen el título de graduado escolar. El 34% de
los alumnos asisten al aula de graduado escolar, el 17% al taller de Tapicería, el 6%
al de Corte y Confección, el 2% al de Electrónica, el 6% al de Zapatería y el 34%
restante al de Informática (I y II). El grado de minusvalía física de la muestra oscila
entre el 33% y el 95%.
 Se utilizó el Cuestionario de Valores Individuales de L. V. Gordon (S.I.V.) de 1991
que mide los siguientes valores:
 1. Estímulo. Ser tratado con comprensión, recibiendo apoyo por parte de los demás;
ser tratado con amabilidad.
 2. Conformidad. Hacer lo que es socialmente correcto, siguiendo estrictamente las
normas; hacer lo que es aceptado e idóneo, ser conformista.
 3. Reconocimiento. Ser bien visto y admirado, ser considerado como persona
importante, llamar favorablemente la atención, conseguir el reconocimiento de los
demás.
 4. Independencia. Tener el derecho a hacer lo que uno quiere hacer, ser libre para
decidir por sí mismo, ser capaz de actuar según el propio criterio.
 5. Benevolencia. Hacer cosas por los demás y compartirlas con ellos, ayudar a los
poco afortunados, ser generoso.
 6. Liderazgo .Estar al cargo de otras personas teniendo autoridad sobre ellas, estar
en un puesto de mando o poder.
 La recogida de los datos se llevó a cabo en las aulas de los diferentes talleres donde
estaban ubicados los alumnos, participando voluntariamente y respondiendo a los
cuestionarios de forma anónima.
 Los resultados obtenidos nos permiten determinar la estructura central de los
valores que manifiestan sujetos con discapacidades físicas, pudiendo ser relevantes
en la comprensión de su ajuste personal, social, familiar y laboral.

martes, 4 de mayo de 2010


Relaciones Interpersonales
La comunicación interpersonal es no solamente una de las dimensiones de la vida humana, sino la dimensión a
través de la cual nos realizamos como seres humanos (...) Si una persona no mantiene relaciones
interpersonales amenazará su calidad de vida”.

Los principios de la comunicación interpersonal son los siguientes:“Las personas se comunican porque esa
comunicación es totalmente necesaria para su bienestar psicológico.

La comunicación no es sólo una necesidad humana sino el medio de satisfacer otras muchas.La capacidad de
comunicación interpersonal no debe medirse exclusivamente por el grado en que la conducta comunitaria
ayuda a satisfacer las propias necesidades, sino también por el grado en que facilite a los otros la satisfacción
de las suyas”.

Las relaciones interpersonales constituyen, pues, un aspecto básico en nuestras vidas, funcionando no sólo
como un medio para alcanzar determinados objetivos sino como un fin en sí mismo (Monjas, 1999). Por tanto,
la primera conclusión a la que podemos llegar es que la promoción de las relaciones interpersonales no es una
tarea optativa o que pueda dejarse al azar.Desde el campo psicoeducativo estamos viviendo un interés
creciente por la llamada educación emocional. Autores como Gardner (1995) a través de las Inteligencias
Múltiples y Goleman (1996) con su concepto de Inteligencia Emocional, han inclinado sensiblemente la balanza
ante los aspectos emocionales del individuo. La extensa obra de estos y otros autores (Pelechano, 1984;
Mayer, Caruso y Salovey, 1999) afirman con rotundidad que el éxito personal ya no depende tanto de nivel de
inteligencia lógico-matemática como de las habilidades que el individuo tenga para manejar contextos
interpersonales.Si esto es así, la consecuencia es clara: hemos de educar a las futuras generaciones en
habilidades como la empatía, la resolución de conflictos interpersonales, el manejo de sus sentimientos y
emociones, el control de la ansiedad, la toma de perspectiva y estrategias comunicativas, ya que les
estaremos preparando para el éxito, entendido éste como un elemento que contribuye a una mayor calidad de
vida.Según Bisquerra (1999) la educación emocional tiene como objetivo último potenciar el bienestar social y
personal, a través de un proceso educativo continuo y permanente que aúne el crecimiento emocional y el
cognitivo, porque ambos son necesarios para el desarrollo de la personalidad integral.De acuerdo con este
autor, la educación emocional facilita actitudes positivas ante la vida, permite el desarrollo de habilidades
sociales, estimula la empatía, favorece actitudes y valores para afrontar conflictos, fracasos y frustraciones y,
en definitiva, ayuda a saber estar, colaborar y generar climas de bienestar social.

Obviamente, todo lo anteriormente expuesto en términos generales para cualquier individuo, es igualmente
válido para una persona con síndrome de Down.

Los niños, adolescentes y jóvenes adultos con síndrome de Down se están incorporando paulatinamente a la
sociedad con un papel activo: se incorporan a la escuela ordinaria, acceden al trabajo normalizado, frecuentan
los espacios de ocio y deportivos del barrio, son consumidores de servicios de salud, cuidado personal y
estética, participan en grupos parroquiales, etc.

En definitiva, están normalizando su vida en los diferentes ámbitos o esferas que esta vida presenta.Esta
realidad es tremendamente enriquecedora para las nuevas generaciones de jóvenes con síndrome de Down ya
que les procura multitud de estímulos, nuevos modelos a imitar, mayores refuerzos... Pero esta misma
realidad, a su vez, es muy exigente ya que le plantea al joven mayores retos: la necesidad de discriminar lo
relevante de lo superficial, de reaccionar ante situaciones novedosas, de saber cuidar de sí mismo al disponer
de mayores cotas de libertad y autonomía, etc.

Comunicar sus necesidades con precisión, solicitar ayuda, manejar la ansiedad, tomar un papel activo,
controlar su lenguaje, acomodar la forma de relación, aceptar la opinión del otro o saber convivir con
compañeros de acuerdo con unas normas, se convierten para estos jóvenes en habilidades de
supervivencia.Los jóvenes con síndrome de Down quieren salir a divertirse, tener novio/a, vivir de manera
independiente, tener un trabajo; quieren, en definitiva, hacer sus propios proyectos de vida.

Estos deseos planteados hace años eran eso, deseos. Actualmente, cada vez más jóvenes, afortunadamente,
pueden ir haciendo realidad estos sueños. Ahora bien, esta autonomía personal debe acompañarse de la
misma dosis de responsabilidad y compromiso (Troncoso, 2000).

Autonomía y responsabilidad son las dos caras de la moneda en las que debe apuntalar el joven su proyecto
de vida, su proceso de crecimiento personal. Crecimiento que, necesariamente, debe partir de una serie de
presupuestos básicos:Debe basarse en un conocimiento profundo y una aceptación incondicional de sí mismo,
todo ello dentro de un marco interpersonal, un “encontrarse a sí mismo” para proyectarse hacia los demás,
enriqueciéndose en ese camino de “ida y vuelta”.

Debe abarcar todas las dimensiones de la persona, esto es, relaciones familiares, aspectos laborales, ocio,
aspiraciones personales, amistades y relaciones de pareja, y fomentar su capacidad de autodeterminación en
estos ámbitos o esferas vitales.

Implica necesariamente que los demás les percibamos en su rol de adulto, y les reconozcamos no sólo su
capacidad sino su derecho a crecer en el sentido más profundo e íntimo de la palabra.
Debe extenderse hasta la última etapa de la vida, la vejez, momento en el que la dimensión interpersonal
cobra especial significado.

Con cierta frecuencia nos encontramos con niños, adolescentes y adultos que precisamente tienen dificultades
en esta dimensión interpersonal: graves problemas de comunicación, dificultades para establecer relaciones
afectivas, trastornos de conducta, etc.

En estos casos, el familiar, cuidador o profesor deberá encontrar la “onda” en la que el chico se comunica
(gestos, sonidos, movimientos oculares, etc.), dándose una verdadera sintonía interpersonal en la cual la
palabra es sustituida por la mirada, la caricia y el gesto. Más aun, será precisamente en estos casos de
dificultad de comunicación en los que deberemos habilitar otras fórmulas o vías creativas para que el chico
pueda expresar su mundo interior y así evitar un aislamiento y ruptura con el otro mundo, el exterior.Por todo
ello, consideramos fundamental, tanto en aquellos jóvenes con altos grados de capacidad y autonomía, como
en aquellos con más limitaciones, potenciar su dimensión interpersonal o, en otros términos más actuales, su
inteligencia emocional.

Ante lo expuesto, a los profesionales y familiares nos compete reflexionar, actuar en consecuencia e intentar
dotarles de los mejores recursos posibles para que esta aventura de formar parte activa de la sociedad, con
sus pros y contras, tenga éxito y sea gratificante.Si iniciábamos esta introducción de la mano del Profesor
Marroquín, queremos finalizar con un mensaje de A. Fierro (1999:96) que encierra el propósito último del
devenir humano, del crecimiento personal y de la posibilidad de autodesarrollo:“También ellos han de
confeccionar el cesto con los mimbres de los que disponen. Y, con la ayuda de otros, disponer de recursos
para, al final de la vida, aunque no escriban sus memorias, poder decirse a sí mismos en voz baja: creo que he
vivido”.
1. ¿Qué son las habilidades sociales o habilidades de relación interpersonal?

Las habilidades sociales son las conductas o destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar
competentemente una tarea de índole interpersonal. Se tratan de un conjunto de comportamientos aprendidos
que se ponen en juego en la interacción con otras personas (Monjas, 1999).

De acuerdo con Prieto, Illán y Arnáiz (1995), centrándose en el contexto educativo, las destrezas sociales
incluyen conductas relacionadas con los siguientes aspectos, todos ellos fundamentales para el desarrollo
interpersonal del individuo:
las conductas interpersonales (aceptación de la autoridad, destrezas conversacionales, conductas cooperativas,
etc.) las conductas relacionadas con el propio individuo (expresión de sentimientos, actitudes positivas hacia
uno mismo, conducta ética, etc.)
conductas relacionadas con la tarea (trabajo independiente, seguir instrucciones, completar tareas, etc.) la
aceptación de los compañeros.

2. ¿Por qué son tan importantes?, ¿por qué actualmente todo el mundo les otorga tanta importancia?

Las habilidades sociales o de relación interpersonal están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. Son
conductas concretas, de complejidad variable, que nos permiten sentirnos competentes en diferentes
situaciones y escenarios así como obtener una gratificación social. Hacer nuevos amigos y mantener nuestras
amistades a largo plazo, expresar a otros nuestras necesidades, compartir nuestras experiencias y empatizar
con las vivencias de los demás, defender nuestros intereses, etc. son sólo ejemplos de la importancia de estas
habilidades. Por el contrario, sentirse incompetente socialmente nos puede conducir a una situación de
aislamiento social y sufrimiento psicológico difícil de manejar.
Todas las personas necesitamos crecer en un entorno socialmente estimulante pues el crecimiento personal,
en todos los ámbitos, necesita de la posibilidad de compartir, de ser y estar con los demás (familia, amigos,
compañeros de clase, colegas de trabajo, etc.).

Baste recordar los esfuerzos que, tanto desde el ámbito educativo como desde el entorno laboral, se realizan
para favorecer un clima de relación óptimo que permita a cada persona beneficiarse del contacto con los
demás, favoreciendo así un mejor rendimiento académico o profesional.

3. ¿Cuántas habilidades sociales hay?, ¿son todas igual de necesarias?, ¿cuáles son básicas e imprescindibles?

Existen numerosas habilidades sociales, algunas de ellas muy básicas y que son aprendidas a edades muy
tempranas (fórmulas de cortesía como saludar, dar las gracias o pedir las cosas por favor), hasta otras
habilidades mucho más complejas exigidas en el complejo mundo de los adultos (saber decir que no, negociar,
ponerse en el lugar del otro, formular una queja sin molestar, etc.).
Prieto y cols. ofrecen una relación de las habilidades que debe poseer el niño con necesidades educativas
especiales y poner en práctica en el aula. Dichas habilidades le reportan refuerzo social y favorecen una
relación gratificante con los demás compañeros.

Destrezas de supervivencia en el aula: pedir ayuda, prestar atención, dar las gracias, seguir instrucciones,
realizar las tareas, participar en las discusiones, ofrecer ayuda, hacer preguntas, no distraerse, hacer
correcciones, decidir hacer algo, marcarse un objetivo.
Destrezas para hacer amistades: presentarse, empezar y finalizar una conversación, participar en juegos, pedir
favores, ofrecer ayuda a un compañero, hacer cumplidos, sugerir actividades, compartir, disculparse.

Destrezas para abordar los sentimientos: conocer los sentimientos y expresarlos, reconocer los sentimientos
de los demás y mostrar comprensión ante ellos, mostrar interés por los demás, expresar afecto, controlar el
miedo, otorgarse recompensas.
Destrezas sobre distintas alternativas a la agresividad: utilizar el autocontrol, pedir permiso, saber cómo
responder cuando le molestan a uno, evitar los problemas, alejarse de las peleas, resolución de problemas,
saber abordar una acusación, negociación.

Destrezas para controlar el estrés: controlar el aburrimiento, descubrir las causas de un problema, quejarse,
responder a una queja, abordar las pérdidas, mostrar camaradería, saber abordar el que le excluyan a uno,
controlar los sentimientos de vergüenza, reaccionar ante el fracaso, aceptar las negativas, decir “no”,
relajarse, responder a la presión de grupo, controlar el deseo de tener algo que no te pertenece, tomar una
decisión, ser honesto.

 Opciones de video (Sólo haz click en la primer imágen)...

POR: MANUEL SANTOS BRACAMONTE MENDOZA


Publicado por ANA LUCÍA ORTEGA RUÍZ en 18:12

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