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Sublime
EL chocolate sublime es, sin duda, uno de los mejores, sino el mejor, chocolate
que ha podido probar el niño peruano. Sin embargo, a mis 20 años, me permito
marcar una diferencia entre esta y la decada pasada. Definitivamente, los
nacidos en los últimos años de los 80’s y los que de alguna manera recuerdan
los primeros años de los 90, se dan cuenta que hay una evolución del
producto, en tanto imagen y forma (esencia y sustancia). Sublime ha sufrido
una metamorfosis de la imagen del producto que pasaré a analizar en base al
lenguaje semiótico visible en dos spots publicitarios. Uno que se remonta al
año 1994 y otro del año 2007.
Con estos recursos puedo arriesgarme a sostener que Sublime logra apropiarse
de un espacio que el niño conoce perfectamente: El recreo. Esta estrategia
resulta muy efectiva, pues logra ligar el concepto de felicidad y alegría y
diversión (que los niños obtienen en el recreo) con el chocolate sublime. No
hay que pasar por alto el hecho que, justo en los últimos segundos del
comercial, hay una breve acotación de una voz gruesa y madura, una voz de
adulto, la cual pretende reforzar (enseñar) el mensaje. Sublime es de
D’Onofrio y además está cerca de ti.