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¡Ahora!
Todo el mundo desearía tener un tío rico a quien heredar. Es muy agradable
soñar despierto pensando en lo que uno podría hacer con una herencia
inesperada o con el primer premio de la lotería. No son muchos los que
tienen un tío rico o los que ganarán el primer premio de la lotería, pero todos
somos herederos y tenemos una herencia ilimitada. Muchos de nosotros no
sabemos esto. Lo sabemos cuando nos damos cuenta de que somos los
hijos amados de un rico, riquísimo Padre, quien ha pensado en todo lo que
pudiéramos necesitar, y lo que tiene listo para nosotros, ahora.
Es esta una idea tan tremenda, que muchos de nosotros necesitamos que
se nos diga una y otra vez quién es Dios, quiénes somos nosotros y cuál es
nuestra relación con Dios. Necesitamos que se nos muestre una y otra vez,
primero de una manera y después de otra, cómo saber y como probar que
somos hijos e hijas de Dios, y por consiguiente, herederos de todo el bien
que El posee. Tenemos que llegar a esta convicción de nuestra filiación lo
antes posible. pues hasta que no lo hagamos, vamos a tener dificultades en
llegar a ser verdaderamente prósperos. Queremos ser sus hijos, queremos
ser sus herederos, queremos ser prósperos. Aprendemos más rápidamente
a través del ejemplo que de los preceptos, por lo que resulta provechoso
saber cómo gentes que viven hoy bajo las mismas condiciones, han llegado
a darse cuenta de esto y viven una vida rica y feliz.
Este libro nos habla de cómo muchas personas han probado y aceptado su
filiación, y disfrutan ahora de una vida próspera. Las ideas que aquí se
presentan se han puesto a prueba, y los resultados se han confirmado en
los asuntos de estas personas. Ellas han utilizado diferentes caminos para
llegar al destino que todos deseamos alcanzar. Ellas han obtenido completo
bienestar, al igual que abundante provisión.
Todos los elementos de la vida deben estar colmados antes de que uno sea
verdaderamente próspero. La prosperidad es más que una acumulación de
dinero, es más que posesiones. Incluye suficiente educación, desarrollo
espiritual, libertad, salud, sueño, paz mental tiempo para jugar y disfrutar
con la familia y los amigos. Prosperidad significa estar lleno de entusiasmo
por la vida, lleno de gozo espontáneo y aprecio.
Jesús incluyó todas estas cosas cuando dijo que El había venido para que
nuestro gozo fuera completo (Juan 15:11). Jesucristo dijo: «Buscad primero
el reino de Dios y su Justicia. y todas estas cosas os serán dadas por
añadidura». Esto es más que una promesa hecha a la ligera. Jesús no era
persona que dijera algo que no significara lo que estaba diciendo «Todas
estas cosas» incluye dinero, casas, tierras, ropas, libros, educación, salud,
gozo.
No sólo nos dijo Jesús que buscáramos el reino, sino que nos dijo dónde
estaba: « En medio de vosotros» (Lucas 17:21). Cuando lo hallemos,
encontraremos el secreto, la manera de obtener «todas esas cosas», todo
el dinero, todas las otras coas que necesitemos o deseemos.
Es ese reino y esa relación con Dios lo que han encontrado las personas en
este libro. Algunas de ellas formaron una activa sociedad con Dios, otras
descubrieron la prosperidad, y otras crearon nuevas fortunas. Todas
encontraron la manera de aumentar su bien y de hacerlo perdurar. Ellas
descubrieron que podían beneficiarse de las leyes de Dios, ya las
entendieran o no, de la misma manera que disfrutan de la electricidad, el
radio o la televisión sin saber cómo funciona. No se preguntaron cómo
trabajaban los principios de Dios: simplemente los aceptaron y los usaron.
Yo soy el digno hijo de Dios: ¡Yo soy, yo soy, yo soy! Mi pasado se ha ido:
soy una persona nueva. He recordado mi derecho de nacimiento. Soy el hijo
de Dios viviente, soy el digno hijo de Dios.
A veces no es difícil creer que Dios desea que seamos prósperos. Nos
ayudaría el pensar sobre los ricos patriarcas con sus tierras, «tan lejos
como la vista alcance», sus hatos y rebaños, su oro y sus joyas. La Biblia
relata las pródigas bendiciones de Dios para aquellos que creían en El y en
su bondad: Lot, Isaac, Jacob, José, David, Salomón. Sus posesiones nos
aseguran que Dios es un generoso dador de bien. No hay nadad de
tacañería en su dar o en su crear. El hizo todo con mano generosa.
Desde hace mucho tiempo el hombre ha tratado de hallar lo que causa las
variaciones económicas, ¿Qué causa buenos y malos períodos? ¿Por qué
algunos tiempos son prósperos y por qué algunos negocios resultan
productivos en ciertos momentos y en otros no? Para ayudarlo en su
búsqueda de la verdad económica el hombre desarrolla teorías, sólo para
cambiarlas luego y, frecuentemente, para desecharlas por completo.
Ciertamente nos decimos «¡Dios dame!». Cada vez que insistimos cortamos
automáticamente la comunicación con Dios porque le estamos negando la
posibilidad de hacer las cosas a Su manera, que siempre es mucho mejor
que la nuestra. Limitamos cuando exigimos cierto bien, de cierta manera.
Exigimos cuando decimos: «Esto y nada más. Esto y nada mejor».
Debemos de hacer nuestra petición de pago exponiendo nuestro deseo o
necesidad y confiando luego en el Señor, dejándole hacer lo que es mejor.
mientras tanto, permanecemos ocupados haciendo aquello que debemos de
hacer, ya tenga que ver con nuestra petición o no.
asimismo en el Señor
Y confía en él y él hará.
Sus afirmaciones son precisas, exactas: confía en que el Señor hará. Pide,
confía. No hay nada difícil en ello, nada que dependa de otra cosa; nada
sobre oferta y demanda; nada sobre cuán mucho o cuán poco hay
disponible; nada sobre precios. El único precio que tenemos que pagar es la
petición y la confianza; la petición y la fe. El creer es un obstáculo para
muchos de nosotros. Podemos pedir sintiendo que la respuesta es posible,
pero es posible que la duda entre y esto no es bueno, pues la duda demora.
La duda interfiere con nuestro bien. Cada vez que la duda surge, debemos
borrarla rápidamente.
No necesitamos gran fe para empezar. Podemos comenzar con lo que
tengamos, no importa cuán pequeña parezca ser. Ella crecerá si persistimos
en darle uso y aliento. Aumentamos nuestra reserva de fe poco a poco,
hasta que ésta se vuelva lo suficientemente grande para poder solicitar
cualquier cosa del siempre-presente. siempre disponible e ilimitado
almacén. Las afirmaciones edifican la fe; la repetición de promesas bíblicas
la fortalecen.
Bob Byrnes tropezó con las leyes económicas de Dios y descubrió que
confiando y creyendo tenía un rápido acceso a la provisión «perdí mi trabajo
en un momento en que no parecía haber ningún trabajo», relataba «Me
volví a mi Biblia buscando consuelo, no ayuda práctica. Ciertamente no la
leí para encontrar una manera de conseguir empleo. Nunca se me había
ocurrido que la Biblia pudiera ser un libro sobre cómo volverse rico, pero lo
es, y el mejor. Leí mi Biblia y la leo, usualmente por la mañana y siempre
antes de irme a dormir».
«Una noche me desperté con un sobresalto. Podía ver las palabras grandes
y claras en mi mente. Era como si estuvieran impresas en un tipo de letra
muy grande y con tinta muy negra; “Pide, creyendo y recibirás. Toca,
creyendo y la puerta se abrirá. Sólo cree. Sólo cree”. De alguna manera las
palabras “cree” y “creyendo” sobresalieron de entre las otras como si
estuvieran impresas en un tipo más grueso. Me senté en el borde de la
cama, realmente estremecido. Recuerdo cómo se sentían mis brazos, cuán
irreal parecía mi pijama. Nunca me había sentido de esa forma antes.
Nunca así me sentí desde entonces».
«Salí al aire libre. El cielo estaba claro, sin una sola nube. Era
profundamente azul, casi púrpura. Debía de haber un millón de estrellas
brillando. Ellas me hicieron saber que si Dios pudo crear un universo tan
maravilloso y mantener todas esas estrellas en su sitio, ciertamente también
podría cuidar de mí y de mi esposa. Se lo dije así en una oración y le dije
que todo lo que yo quería era un lugar para ganarme la vida y suficiente
para hacer aquello que El quisiera que yo hiciera. Le dije que confiaba en El
para que me guiara a ello y que yo haría el resto».
Bob Byrnes se detuvo por un minuto, recordando. «Se me ocurrió allí, bajo
aquellas estrellas, que yo había estado creyendo el algo erróneo. Había
estado creyendo que ésta era la peor depresión que el país había tenido y
estaba asustado al igual que todo el mundo. Los hombres sin trabajo
estaban asustados; si tenían trabajo tenían miedo a perderlo. De pronto, el
miedo con el cual había estado viviendo me pareció nada, como cuando
uno descubre que el ruido que lo asustaba era sólo una escoba cayendo al
piso, Cuando el miedo se fue, vino la seguridad de un trabajo».
«Mi esposa se despertó cuando regresé a la cama: “Vuelve a dormir de
nuevo”, le dije suavemente. “Tengo un empleo. Te halaré sobre él en la
mañana”.
«No dormí mucho y me levanté muy temprano. Caminé hasta el centro del
pueblo y cuando pasaba por un pequeño restaurante, entré a tomar una
taza de café. Eso era ya algo. No había gastado ni cinco centavos en un
café durante días. El lugar estaba vacío. El hombre en el mostrador lucía
infeliz. Le pregunté qué le sucedía. Me dijo que los padres de su mujer
necesitaban que fuese a ocuparse de su negocio. Bueno, para hacer corta
una historia larga. en aproximadamente una hora tenía un pequeño
restaurante, el cual podía pagar mensualmente».
«No sabía nada sobre este negocio pero Dios siguió ayudándome. Una de
las primeras ideas que me vino fue la de hacerlo un lugar al cual los
hombres pudieran venir, tuvieran para pagarlo o no. A mi esposa se le
ocurrió la idea de dar una gruesa rebanada de pan hecho en casa con cada
taza de café. Sabíamos lo poco que mucha gente tenía para comer.
Entonces pensé en poner tres pizarras a la entrada, las cuales habían
tenido atrás para listas de órdenes y cosas así. En una de ellas se les pedía
a los hombres escribir lo que podían hacer, qué tipo de trabajo querían. En
la segunda, cualquiera que supiese de algún posible trabajo lo escribiría con
tantos detalles como supiese. Entonces, en la tercera pedíamos que todo
aquel que encontrase trabajo viniera de nuevo y lo apuntara. Seguro que se
detiene mucha conversación sobre la escasez de trabajo al poder señalar a
una pizarra y decir: “Míralo por ti mismo. Diez tipos consiguieron trabajo
ayer”».
«Bendecíamos el café cada noche y cada mañana, al cerrarlo y abrirlo.
Tratábamos de decir “Dios te bendice”, a cada persona al marcharse.
Muchos de ellos regresaron a decir “Dios los bendice”, luego de haber
conseguido un trabajo. Venían también con sus familias a comer y nos
promovían el negocio. Algunas veces, cuando pagaban su cuenta me daban
un dólar o quizás hasta cinco. “No es propina”, decían, “simplemente
gracias”».
Un estudiante me dijo que su padre había tenido miedo de tomar mil dólares
de los ahorros de la familia para invertirlos en una compañía en la cual
creía. La compañía había tenido un éxito tremendo y esos mil dólares
habrían tenido un valor inimaginable hoy en día. Casi toda familia ha tenido
un miembro que pudo haber sido rico si hubiera aprovechado una
oportunidad que desperdició por que temía lo que el futuro pudiera acarrear.
Hagamos un hábito el bendecir todo lo que tenemos. Cada vez que nos
llegue dinero u otro bien bendigámoslo, pues sabemos que la bendición lo
aumenta. El dinero bendecido va más lejos; así mismo el alimento que se
ha bendecido. La ropa y automóviles bendecidos duran más tiempo y dan
mejores servicio. Esta es también una de las invariables leyes económicas
de Dios. Podemos invocar el bien cuando usamos la bendición de Unity. «El
amor divino, a través de mí, bendice y multiplica este bien ahora».
¿Cuánto tiempo tenemos que esperar para que el bien ocurra? ¿Cuánto
tiempo tenemos que esperar para que la prosperidad llegue a nosotros?
¡Hemos esperado ya tanto tiempo!
Hemos esperado por Santa Claus, hemos esperado por los cumpleaños,
hemos esperado a que nuestra madre estuviera lista para llevarnos a los
lugares: hemos esperado a tener la edad suficiente para tener una cita. Y
para guiar un automóvil. Algunos de nosotros hemos esperado largo tiempo
antes de que llegase la persona indicada para amar y ser amados por ella;
¡hemos esperado, oh, por tantas cosas!
Sí, estamos casi satisfechos con la agradable sensación que nos llena
cuando sabemos que el bien está en camino hacia nosotros. Pero esto no
es necesario. No tenemos que esperar.
No tenemos que esperar en absoluto. El bien que tiene Dios para nosotros
está cerca. Está a la mano, donde podemos tocarlo, sentirlo, usarlo. El bien
de Dios nos llega tan pronto como podamos aceptarlo. La felicidad nos llega
una vez que nos negamos a ser infelices y aceptamos el gozo que Dios
siempre tiene disponible; las curaciones vienen cuando aceptamos
completamente esa posibilidad y abrimos nuestra mente, corazón y cuerpo,
de manera que el poder sanador de Dios pueda trabajar sin interferencia
alguna. Sí, las cosas comienzan a suceder en el momento en que
comenzamos a pensar: «No tengo que esperar. Ahora, ahora, ahora, puedo
tener el bien que necesito y deseo. Ahora puedo creer que está llegando sin
demora. Sé que está llegando. Lo siento llegar. Lo veo llegando».
Gerald Timmons había estado trabajando para ser próspero desde que fue
introducido a la Verdad. Había leído libros, había estudiado, había tomado
clases, había escuchado conferencias. Era un hombre inteligente, un
hombre bueno. Creía sincera y profundamente en Dios. Creía en la rica
bondad de Dios y que Dios quería que él fuera próspero. Creía que Dios
podía ayudarlo a ser próspero en todos los aspectos, pero de alguna
manera, nunca había tenido la prosperidad verdadera que deseaba. Su vida
mejoró. Toda su vida era mejor de lo que había sido antes de haber
empezado a vivir la Verdad que estaba aprendiendo.
Como es el caso de la mayoría de nosotros, su vida había cambiado lenta
pero constantemente. Se expandió un poco, primero en una dirección y
luego en otra. Adelantó mucho en la superación de un sentimiento de
indignidad y de un miedo recurrente a la escasez. Eliminó muchas nociones
limitantes. Se volvió una persona más saludable. Había estado viudo por
varios años y a través de su estudio sobre la Verdad conoció a una mujer
con la cual está ahora felizmente casado. Sus hijos terminaron su educación
universitaria, pagando ellos su mayor parte. Tienen ahora buenos trabajos,
están casados y tienen sus propios hijos. No era que Gerald Timmons
estuviese descontento. Era que simplemente quería demostrar mucho
dinero, por dos grandes razones.
«¿Qué cosa es, Gerald?» Sabía que era una cosa muy importante porque
nunca antes me había llamado tan tarde.
«¡Un cuarto lleno de oro!»
«Y hay más»
«Fue más que una sensación de seguridad. Fue tan real como si hubiese
habido montones y montones de dinero esperando para que yo lo contase.
Yo supe también que había más dinero del que yo podría usar ahora; era
dinero que seguiría viniendo a mí en cualquier cantidad o forma que yo
necesitase, siempre y cuando lo utilizase bien. Nunca me sentí tan
levantado».
«Estoy seguro que no importa el porqué; lo único que importa es que estoy
aquí. Nunca he sentido tanto el deseo de gritar mi agradecimiento o he
querido estar tan absolutamente callado, porque estoy humildemente
agradecido».
Las personas con una rica conciencia del «ahora», siempre pueden vivir
como si fueran ricas, no importa el volumen de sus cuentas de banco. Las
familias que tienen este tipo de conciencia mantienen su riqueza y
aumentan sus posesiones. La mayoría de nosotros hemos conocido
personas con este tipo de conciencia y que no tienen dinero en grande, pero
que pueden, de alguna manera, vivir como «si lo tuvieran»; aparentemente
no pierden su conciencia de riqueza. Es la conciencia lo que importa: es la
conciencia lo que hace la diferencia.
Lee esas palabras hasta que realmente las entiendas. ¡Hasta ahora no
hemos pedido nada! Esa es toda una declaración de Jesucristo, seguida por
su gran promesa de que recibiremos cuando pidamos. ¿Y cómo pudiera ser
nuestro gozo completo si no pedimos una prosperidad ilimitada? Cualquier
escasez de bien impedirá que nuestro gozo sea completo. Si no carecemos
de nada tendremos tiempo para disfrutar de todos los aspectos de la vida,
con abundancia de tiempo para el estudio, la oración, la meditación y el
relajamiento.
Sabemos cuán ricos eran los hombres del Viejo Testamento. Cada uno
parecía ser más rico que el que había vivido antes. Finalmente allí tenemos
a Salomón «En toda la gloria» con toda su vasta riqueza. Salomón llenó los
requisitos del Salmista. Caminaba rectamente, pedía un corazón
comprensivo, buscaba a Dios. Salomón tenía una conciencia de riqueza. Su
padre era un rey rico; su Padre era nuestro rico Padre:
No hace mucho tiempo que hablé con un hombre que trabaja en una gran
Compañía, una compañía joven que ha crecido rápidamente. Estaba
sumamente entusiasmado con los oficiales y con casi todo el mundo que
trabajaba allí. «Desde el mismo principio», dijo «deben de haber estado muy
seguros del éxito allí». Hay un sentimiento de confianza ahora. Esto crea un
entusiasmo que es contagioso. Todo el mundo parece estar entusiasmado y
optimista. Nunca he visto allí a nadie dependiente del reloj, todos los
empleados parecen ser apreciados. Hay muchos beneficios extras y una
sensación de prosperidad por todas partes».
Sí, gracias Dios, porque no tenemos que esperar el bien «algún día»;
podemos esperarlo, ahora, en este minuto.
¿Cómo lo hacemos?
Entonces me habló sobre su esposa. «Es del tipo que todo hombre debería
tener. Me respalda, no importa lo que pase. Siempre lo mismo. Nunca trata
de imponer sus ideas o de cambiarme, la verdad que no». Rió.
«Usualmente me pone en la caja del almuerzo algún folleto de Unity.
Algunas veces una revista abierta y doblada en algún artículo que le gustó,
otras veces era un artículo recortado o una hojita suelta. Otras, una o dos
oraciones que ella había copiado para mi. Algo de ello lo leía, la mayor parte
no. Si el equipo funcionaba bien, me tomaba tiempo para almorzar
pausadamente, pero con más frecuencia almorzaba a media noche. Muchas
noches me quedaba al pie del equipo perforador y no iba a casa».
«Entonces llegó este último agujero, seco. Fue el mayor, el más seco y el
peor desengaño que había tenido. La geología estaba prácticamente
garantizada y todo había marchado de acuerdo con el programa hasta que
llegamos a la arena donde el petróleo se suponía que estuviera, sólo que no
estaba. Se había ido hacía mucho tiempo». Hizo una pausa, recordando:
«Es una triste escena ver un equipo dejar de trabajar porque no tiene
sentido el continuar. Es duro ver toda una maquinaria amontonada y a los
hombres marcharse».
«No podía irme. Me sentía atado al agujero. Además me tocaba a mí decidir
qué era lo próximo que debía de hacerse. No quería almacenar el equipo.
No tenía otra cosa en mente. No quería despedir a los hombres, tenían
familia y eran trabajadores».
«Tenía que haber petróleo allí, en algún sitio. El lugar me parecía bueno.
¿Pero cómo podía conectarme con él? Tenía que conseguir un lugar dónde
perforar con éxito. Había tenido tres agujeros secos sucesivamente. Quería
hacer dinero para pagar lo que había perdido en esos agujeros, mi propio
dinero y el dinero de la gente que me había respaldado».
«Permanecí sentado allí por largo tiempo. El sol ya casi se había puesto. De
pronto tuve hambre. No había comido desde el desayuno. Mi esposa me
había preparado un gran almuerzo y me comí hasta el último pedacito. En el
fondo había una hoja de papel. Todo lo que decía era: “Cuando no sepas,
pregúntale a Dios. Cuando no entiendas, pregúntale a Dios. Cuando
necesites ayuda, pídesela a Dios. Cuando necesites un socio con todo,
pídeselo a Dios”.
«Tal vez esto suene irrespetuoso», dijo Henderson. «No era ese mi
propósito. Simplemente eso era lo que quería decir. Y algo extraño, me
había sentido inquieto, acorralado y en una encerrona y de pronto, estaba
relajado y tan soñoliento que no podía mantener los ojos abiertos. Me
recosté sobre un montón de madera y dormí casi hasta el amanecer. La
luna aún estaba fuera y había una suave luz rosada en el este, donde el sol
estaba a punto de salir. Me estiré. Ni siquiera me sentía tenso y recordé
donde me había quedado la noche anterior. ¿Qué hago ahora, Dios?, dije.
Eres socio en este negocio ahora. ¿Te acuerdas?».
«Pasé la mirada alrededor del equipo. Miré la tierra alrededor de él. Vi todas
las indicaciones de la tierra que se supone señalen lo que hay debajo. Dios,
tiene que haber petróleo en algún sitio allá abajo, yo dije».
«Entonces tuve la más extraña experiencia que jamás haya tenido. Pienso
que no le creería a nadie que me contase la misma historia. Tuve que
creerla porque me sucedió a mí. Parecía que había dejado de pensar,
dejado de mirar. Era como si todo lo demás se hubiese detenido conmigo.
Fue el momento más tranquilo que jamás haya conocido. Entonces fue
como si una voz sonase, aunque no fue así, pero las palabras eran claras:
“Sí hay petróleo. Ve más profundo. Más profundo. Más profundo”».
«Probé con otra pregunta: “socio, ¿tengo el dinero suficiente ahora?” Estaba
seguro de que no lo tenía, pero no tenía idea de cuán profundo tendríamos
que perforar para dar con otro arenal que pudiese tener petróleo. Esperé y
entonces la respuesta vino tan clara como si hubiese sido pronunciada: “Lo
tendrás”».
«Bien, le dije.»
«Asentí. Metió su mano en el bolsillo. “Tengo unos cinco mil que me están
quemando el bolsillo”, dijo calmadamente. “úsalo. Si consigues un pozo (y
creo que lo conseguirás, pues tienes un lugar apropiado), dame un interés».
«Seguro que salió bien. Los hombres estaban con el equipo cuando
regresé. Estaban felices y el optimismo es contagioso. La perforación
marchaba fácilmente. Yo me mantuve ocupado, diciendo, “Gracias, Socio,
por los tres días que nos tomó llegar a la arena que nos lleve a un hermoso
pozo. ¡Dios va a ser mi SOCIO de ahora en adelante!».
Le fue sugerido que probase a Dios como socio. «¿Dios? ¿Mi socio?» El
pensamiento fue un poco chocante para él. «Yo sé que El está deseoso de
ayudar de todas las formas posibles», dijo pausadamente, «pero ¿cómo
pudiera conectarme con Dios como socio?» El no estaba rechazando la
idea completamente.
Puedo ver a Dios activo en algunos negocios, pero éste no tiene nada que
ver con Dios. Nuestra mercancía no es bella, cara o rara. Es práctica: ropa
de trabajo, uniformes, zapatos, botas, cosas que los hombres y mujeres
necesitaban en una factoría». Sacudió la cabeza.
«¿No esta Dios en las factorías? ¿En el trabajo y en los trabajadores? ¿No
sería el parte de esta tienda tan necesaria? ¿no va a ser éste un canal para
que sus necesidades sean satisfechas?».
«Tal vez todavía estoy pensando en un Dios que tendría que bajarse de una
nube y entrar a la tienda con todo tipo de sonidos celestiales y efectos
visuales». Rió. «Cuando pienso en el Dios en mí y en el Dios en cada
hombre como mi socio, esto comienza a tener sentido. ¡Oh, qué difícil es
apartarse de la vieja idea de Dios en el cielo! Voy a probarlo. Tal vez El me
pueda traer a la persona indicada, una vez que vea las posibilidades que
veo yo».
Jed le pidió a Dios que fuera su socio, pero el esperaba un socio humano.
No resultó así.
«Todavía tenía reservas sobre este socio de negocios», me dijo más tarde.
«Y se lo dije a Dios. “Dios”, le dije, no sé si ésta es tu idea o no. Si esto está
bien contigo, seamos socios. No me siento muy bien pidiéndote que seas
socio de un negocio tan práctico. No es nada celestial».
«Estaba casi contento de que nada sucediera. No sabía cómo iba a actuar
en esa sociedad tan insólita. Entonces me di cuenta que había tenido más
de una idea y que no había hecho nada con respecto a ellas. Me
preguntaba si verdaderamente habían sido ideas sugeridas por Dios. Me
sentía mal respecto a ellas, como si hubiese perdido algo realmente bueno.
Entonces me di cuenta de que Dios tiene un número ilimitado de ideas, así
que le dije que sentía haberlas dejado pasar y que trataría diligentemente
de escucharlo cuando El me dijera algo».
Vendí mi auto. Esto pagó un año de renta, cuando fui a ver a los mayoristas
con quienes quería hacer negocio, me extendieron el crédito. Era casi
increíble de tan bueno que era. Les gustó mi local y la renta de mi auto para
alquilarlo. Encontré muebles y enseres de uso para habilitar la tienda que
estaba en buenas condiciones. El vendedor me dijo que me olvidase del
pago por un año, a menos que me hiciera rico demasiado rápidamente.
Llegó el momento en que todo lo que necesitaba era una dependiente que
también pudiera ayudarme con los libros de contabilidad. Algunas veces las
mujeres prefieren comprarle a las mujeres, frecuentemente los hombres
prefieren comprar más a una mujer. La tienda necesitaba una mujer».
«Una mañana me desperté pensando en mi prima Elsie. “Oh, no, Dios, Elsie
no”, dije en voz alta. Peleábamos desde que éramos niños. Cada vez que
nuestras familias se reunían habían peleas cuando éramos pequeños, y
violentas discusiones cuando éramos mayores. Ni siquiera la había visto
desde que se graduó de la escuela superior. Pero Elsie Continuaba en mi
mente.
«Está bien, iré a verla aunque sólo desperdicie una noche», le dije a Dios
una tarde. Elsie no tenía sentido. Pero la idea debió de haber tenido sentido
para Dios. Era mucho más agradable de lo que yo la recordaba. Tenía
sentido práctico. Entendió de inmediato lo que yo quería hacer y estaba
segura de que el negocio sería un verdadero éxito. Dijo que le gustaría
tener un interés en él».
Una idea puede conducir a una serie de acciones. Le damos gracias a Dios
al dar cada paso. Cuando le hablamos a Dios como a nuestro socio,
sabemos que El ya sabe lo que necesitamos, de manera que no tenemos
que explicar extensamente. Cuando trabajamos con Dios, trabajamos con el
poder milagroso. Ningún obstáculo puede resistirse a ese poder ilimitado.
Ninguna situación es demasiado complicada para que el poder milagroso la
resuelva. Tenemos todos los recursos del Poder Supremo trabajando con
nosotros. Nunca temeremos el seguir una dirección equivocada, no
tenemos que temer el malinterpretar una dirección.
Sí, lo que quería ahora, más que cualquier otra cosa, eran flores. No podría
tener sus flores en su nuevo y pequeño apartamento. En el patio de su casa
había tenido flores desde los primeros días de primavera hasta que llegaba
la nieve. Sí, ella le daría forma a la substancia para traer flores a su vida de
nuevo.
«Esto está bien», se dijo a sí misma tres semanas después «pero yo quiero
que la substancia amorfa me traiga algunas flores de verdad». Dos
semanas más tarde fue su cumpleaños. Las flores comenzaron a aparecer.
Tres amigos le enviaron flores; otros dos le enviaron bulbos que podía
cultivar en su apartamento. Otro envió una pequeña cajita llena de capullos
en flor. Cada uno decía o escribía en diferentes palabras «Recuerdo lo
mucho que disfrutabas tus flores en tu casa». Un primo le trajo un ramillete
para la solapa cuando vino a buscarla para llevarla a cenar.
«Mi copa se desborda», dijo ella y entonces le contó en lo que había estado
trabajando metafísicamente. «No sólo tengo flores para disfrutar hoy, sino
para un largo tiempo. Estoy segura de que nunca volveré a estar sin flores.
¡Cuán rica soy!».
Walter esperó a ver si alguien más hablaba. Entonces dijo «yo juego».
Otros han usado esta fórmula básica (substancia más pensamiento, trae
demostración) para encontrar casas, nuevos trabajos, contratos, equipos,
aumentos de salario para realizar viajes deseados. Una amiga encuentra
que es una fórmula infalible para obtener el dinero que necesita. Su
adaptación de la fórmula básica es: «Estoy rodeada de la substancia de
Dios y ella se manifiesta ahora para mí en la forma de (cantidad de dinero
que necesita)».
Jesús expresó otra fórmula de prosperidad cuando dijo «Cualquier cosa que
pidieres en oración, creyendo, la recibiréis». También dijo: «Pide y se te
dará:… todo aquel, lo que pide, recibe». Podemos expresar esto en una
fórmula factible «Pedir, más esperar, es igual a obtener».
El esperar implica creer. Si esperamos algo, creemos que nos va a venir.
Esperar es la esencia de la fórmula, su parte vital. El esperar da a nuestros
deseos vida y poder que atrae. Debemos, por supuesto, tener mucho
cuidado con lo que pedimos. Debemos ser precisos, estar libres de
confusión; debemos de saber lo que queremos y saber que ello es bueno
para todos los interesados. Si no estamos seguros, podemos preguntar al
Padre y El nos ayudará a saber qué es lo mejor en la situación. El siempre
aclara nuestro pensamiento cuando le dejamos.
Marcos amaba la música. Cantaba cada vez que podía. No era raro que las
afirmaciones le salieran en forma de canción. Dos palabras cantaban ahora
en su mente: «Dios proveerá, Dios proveerá». Entonces vino una tonada
más larga de cinco palabras: «Dios provee ricamente para mí». Tarareaba y
cantaba ambas frases y ellas reforzaban su fe.
Hubo veces en que pensó que debía estar loco dependiendo de Dios para
conseguir el dinero. Cuando eso pasaba se decía: «No hay nada loco en
esto. Es pura metafísica. Es lo que Jesucristo nos dijo que hiciéramos y lo
que El hizo. El era un hombre muy práctico. Funcionó para El. Funcionará
para mí. Y funcionará Pronto».
Añadió otra afirmación: «Creo. Creo en las promesas de Dios. Creo que los
mil dólares que necesito vienen rápida y fácilmente a mí».
Imaginaba cómo vendrían: como un cheque por trabajo hecho o por trabajo
que él haría. Podría venir en dos cheques o en cuatro. Podría venir en un
fresco billete de mil dólares, podría llegar en diez billetes de a cien o en
veinte billetes de cincuenta o en cien billetes de a diez o hasta en mil billetes
de a dólar. Marcos los visualizaba a todos.
Marcos no dijo nada. No podía. Lentamente dio una vuelta y caminó para
marcar diez pies. Miró las estacas que habían puesto los agrimensores.
«Hablaré con mi esposa», dijo. «No creo que se oponga». Mil dólares y con
tiempo suficiente.
Un refrán conocido dice: «la miel atrae más moscas que el vinagre». Todos
sabemos que un trato agradable logra más que la rudeza. Psicólogos nos
dicen que debemos alabar y expresar el aprecio si queremos llevarnos con
la gente. Los padres saben que esto ayuda con los niños; los maestros
saben que los estudiantes mejoran con la alabanza y el aprecio. Esto no
sólo logra maravillas con la gente en las relaciones humanas, sino también
con los llamados objetos inanimados, con los animales y en las situaciones.
Juana compró una casa. Estaba en muy malas condiciones. El patio estaba
en un triste estado, la casa necesitaba reparaciones y pintura. El interior
daba evidencias de maltrato. Pero Juana quería vivir en ese vecindario.
Estaba cerca de su trabajo, de su iglesia y de otras actividades. Ella creía
que la casa y el patio tenían posibilidades. Una amiga le dijo que bendijera
la casa y el patio también, que bendijera cada árbol, cada arbusto, cada flor,
no importa lo que parecieran.
Ella trataba de hacer esto pasando un poco de tiempo cada día, dentro y
fuera de la casa. Al caminar por la casa y el patio, daba su bendición diaria:
«Por el bien de Dios que está en ti, yo te alabo y alabo. Te doy gracias por
toda la belleza y la bondad que hay en ti. Te doy gracias por todo el gozo y
el placer que pronto me darás a mi y a todo el que venga aquí». Tocaba los
vanos de las puertas al pasar a través de ellos; bendecía la casa al
marcharse por la mañana y de nuevo, cuando regresaba al atardecer.
Frecuentemente decía: «Eres una buena casa. Eres mi hogar. Por la
bondad de Dios que hay en cada pedazo de madera, de metal y de cristal,
te alabo y te alabo. Estoy contenta de tenerte. Eres mi casa y mi hogar.
Estoy orgullosa de ti. Todo el mundo encontrará paz y felicidad aquí debido
a lo acogedora que eres»
Al poco tiempo florecieron rosas en las ramas que aún parecían muertas.
Arboles y arbustos crecieron también. La casa respondió milagrosamente a
la limpieza y pulimiento. Un amigo ayudó con la pintura. Otro facilitó una
herramienta para lijar y pulir. Los regalos de aniversario añadieron color y
belleza. Al cabo de un tiempo, mucho más corto de lo que Juana había
esperado, la casa ya no lucía desvencijada y, sin embargo, había gastado
muy poco dinero en la restauración. Había, no obstante, empleado una gran
cantidad de tiempo alabando y dando gracias. Un hogar bello y alegre es,
verdaderamente, una forma de prosperidad.
Jesucristo nos dio otra fórmula: «Da, y se te dará». En otra parte dice:
«Cualquier cosa que pidiereis al Padre, El os lo dará». Entonces añade:
«Esto os mando, que os améis los unos a los otros». Como la gente
usualmente espera haber recibido para dar, a menudo damos sin amor.
Jesús sabía esto. Y El sabía que uno no da verdaderamente sin amor. De la
manera que damos, así recibimos…. Y si damos sin amor, nuestros regalos
serán recibidos sin amor ni aprecio. Si damos a regañadientes, recibimos de
la misma manera. Cualquier cosa que demos, no damos el regalo
solamente. Siempre damos con el regalo nuestros sentimientos acerca del
dar, cualesquiera que éstos sean.
Una mujer se preguntó a sí misma ¿cómo estaba haciendo las cosas para
otra gente? ¿qué estaba haciendo con sus regalos? Para asegurarse de
que también estaba dando amor, hizo un hábito del pensar en el amor antes
de comprar sus regalos, de pensar en el amor al envolverlos y de pensar y
sentir amor al presentar los regalos. Hacía esto no importaba cuán pequeño
fuera el regalo de tiempo, servicio o dinero.
«Empecé a sentirme muy rica. Empecé a sentir que estaba dando regalos
más ricos. Parecía como si siempre encontrase regalos mejores cuando
comencé a comprarlos con amor». Definitivamente, el amor es la cosa más
maravillosa del mundo y cuando damos con amor, damos el mayor de todos
los regalos. La fórmula es correcta. Un beneficio adicional es que, cuando
damos con amor, atraemos gratitud. La gente que da con amor siempre
recibe regalos, recibe favores, recibe consideración y atención. El dar con
amor trae amor a nuestra experiencia.
Otra fórmula infalible para una verdadera prosperidad, es: “El escuchar, más
el hacer, trae buenos resultados”. Para usar esta fórmula debemos
primeramente aquietarnos y escuchar a Dios después de haber dado a
conocer nuestra petición. Entonces hacemos aquello que venga a nosotros
como guía de Dios. Hay una diferencia entre estar quieto simplemente y
estar quieto con un propósito: el propósito de aumentar nuestro bien, ya sea
salud, felicidad, comprensión o bienes materiales. Esta es una especie de
inquietud activa, pues nos aquietamos sabiendo que vamos a recibir ayuda
en la forma de dirección. Es una quietud con propósito, una acción con
propósito.
El sábado estaba nublado, pero Milton fue. Estuvo muy contento durante el
viaje. Era bueno volver al hogar de su infancia. Era bueno estar con su
hermano nuevamente, jugar con el nuevo bebé. No pensó en su trabajo
durante el fin de semana. El domingo por la tarde, cuando se preparaba
para marcharse, llegó un vecino. Luego de que hablaron unos minutos, el
hombre dijo: «Tu hermano me dice que eres un buen contable de costos.
Milton asintió. «Ve a ver a mi hermano, él necesita a alguien como tú en
este momento». El hombre le escribió la dirección y Milton llamó a la
mañana siguiente.
María tenía mucho que dejar ir en su vida, pero tenía que hacer más que
eso. Tenía que añadir la «expectativa del bien», y tenía que actuar como si
el bien estuviese a la mano. Sólo entonces pudo experimentar el bien que
deseaba.
Se lo que quiero y creo que puedo tenerlo, así que empiezo a hacer
algo acerca de ello. Tomo el primer paso que Dios me indica que
tome hacia mi deseo. Soy uno con la Mente Divina, de manera que sé
qué hacer, y lo hago. Lo hago sin dilación ni demora. Los resultados
vienen rápidamente, ¡Gracias Dios!
Podemos hacer nuestras propias fórmulas. Las fórmulas son tan ilimitadas
en posibilidades, como lo son las oportunidades para que el bien se
manifieste en nuestra vida. Una mujer descubrió que dejó de preocuparse
sobre la respuesta a su oración cuando creó esta fórmula: La oración más la
acción, es igual a la respuesta: la negación más la afirmación es igual a la
demostración”. Encontró satisfacción al sumar sus oraciones, segura de que
la respuesta vendría como la suma total. La oración raramente está
completa sin la acción, y cualquier acción que conduzca a la respuesta, es
parte de la oración. La acción puede ser el pensamientos, palabras, un acto,
un dejar ir, quizás hasta el perdonarse a sí mismo o a otra persona o
circunstancia. La oración y la acción son nuestra parte; el cumplimiento es
la parte de Dios.
Un hombre dijo después de una discusión sobre fórmulas: «Mi mente quiere
argumentar, pero eso no probaría nada. Lo sé. Voy a dejar de argumentar
conmigo mismo o de dudar o preguntar acerca de estas fórmulas. Voy a
elegir una y a seguir adelante. Voy a probarlas todas».
Esta es una sabia decisión. Dejemos de discutir con nosotros mismos o con
otros respecto a su validez, dejemos de preguntar o de dudar; pongámonos
a trabajar y usémoslas. Una formula que no se usa no tiene valor; una
fórmula que se usa puede traernos la felicidad, el éxito y la prosperidad que
siempre hemos deseado.
PROSPERIDAD A TRAVES DE LA MANO
ABIERTA
Pasé mi niñez en un pequeño pueblo. Había dos bancos. Uno era mayor
que el otro, aparentemente más exitoso. El edificio era mayor; había más
ventanillas para las transacciones y había dos hombres más trabajando tras
las ventanillas enrejadas. Pero a mí me gustaba más el otro banco.
Los hombres allí eran siempre amistosos y alegres. Me sentía bien recibida
cuando depositaba mis pequeñas sumas de dinero. Y sus manos estaban
bien.
Los hombres del otro banco tenían las manos acalambradas. Parecía como
si nunca pudieran abrir las manos ampliamente. No podía entenderlo. Hasta
cuando uno de ellos me estrechó la mano, la suya no se abrió. Ello me
indicó, aun entonces, que algo andaba mal y eso no me gustó. Nunca olvidé
esos banqueros ni sus manos. Al envejecer esos hombres, sus manos
efectivamente se volvieron rígidas y no podían abrirlas libremente. Una
mano abierta es de suma importancia.
La mano abierta es una mano que da. La mano abierta es una mano que
recibe. La mano cerrada es una mano que rechaza (frecuentemente
usurpadora). Hasta que nuestras manos no estén abiertas no podemos dar,
ni tampoco recibir. Hasta que nuestras manos no se abran fácilmente, no
podremos compartir con los demás. La mano extendida y abierta, indica
una prontitud para recibir al igual que para dar. Cuando miramos nuestras
manos, debemos bendecirlas como dadoras abiertas y receptivas.
La palabra “mano” tiene muchos significados. Es una unidad de medida.
Indica asistencia. Es una manera de decir «dar«. Cuando damos algo, lo
ponemos en mano de otro. Le damos una mano a alguien cuando
ayudamos. Tenemos muchos retratos mentales de manos: manos en
oración y bendiciendo, manos haciéndonos callar, deteniéndonos, haciendo
señas para que vayamos. Las manos pueden dar calor, prevenir, dar la
bienvenida, alentar, apreciar. Entre los más felices gestos de las manos
están el aplauso, el abrazo afectuoso y la palmada en la espalda. Una mano
cerrada es amenazante: un dedo extendido es una advertencia. Las manos
muestran sentimientos, reacciones, intenciones. Las manos comunican
ideas, afectos desconfianza, disgusto. Las manos indican trabajo hecho,
tensión, nerviosismo o serenidad. Para una mayor prosperidad,
necesitamos cultivar la mano abierta.
A menudo nos sentimos así. Creemos que necesitamos todo nuestro dinero.
No alcanzamos a recordar que el diezmo no es dar a Dios, sino devolverle.
Es su parte de nuestro bien. Como dice Charles Fillmore: «Cuando alguien
pone a Dios primero en sus finanzas, no sólo en pensamiento sino en cada
acto, al ceder sus primeros frutos (una décima parte de su aumento o
ingreso) al Señor, su fe en la provisión omnipotente se vuelve cine vecs más
fuerte y él prospera en conformidad. El obedecer esta ley le da una
seguridad interna de que está construyendo sus finanzas sobre una base
segura que no le fallará».
Algunas veces rechazamos nuestro bien. ¿Cuántas veces has dicho?: «Oh,
no, no podría aceptar eso. No deberías hacer seso. Eso es demasiado para
mí». Mientras estamos negando nuestro bien, rehusándolo, estamos
también interfiriendo con el bien de nuestros amigos y de nuestros seres
queridos. No debemos detener su acción de dar, ellos también necesitan
dar. Cuando los dejamos que den, los estamos ayudando a desarrollar una
conciencia de mano abierta también. Sembramos semillas de escasez
cuando implicamos que ellos no pueden darse el lujo de darnos el regalo
que nos han ofrecido. Dar el diezmo parece que nos ayuda a ser más gratos
tanto en el recibir como en el dar.
«Me gusta mucho. La tomo. Es maravillosa. Gracias y bendito sea usted por
encontrarla para mí«, le dijo al agente. Abrió sus brazos para abarcar todo
el lugar. «Mis brazos y mis manos estaban abiertos como era posible», me
dijo.
«Oro a Dios», decía «para que nunca vuelva a cerrar las manos de nuevo».
Abro mis manos, querido Padre. Abro mis manos bien abiertas, ahora.
Estoy relajado. Estoy receptivo. Uso mis manos para dar lo que Tú
me has dado para dar. Recibo el bien que tienes para mi, ahora.
Estoy receptivo, abierto a todo el bien que tienes para mí, ahora. Mis
manos están abiertas para dar y abiertas para recibir.
La naturaleza sigue la ley de prosperidad de la mano abierta. Cuando las
flores forman sus semillas, las semillas caen y se esparcen libremente para
que así esa belleza se extienda y más flores nazcan. Es raro que una planta
produzca una sola semilla; la mayoría de las vainas contienen muchas. Aun
cuando haya una sola semilla como en el melocotón, albaricoque o la
ciruela, el árbol ha dado fruto en abundancia.
El agua, a menos que esté contenida, corre por todas partes. Los minerales
y los metales están distribuidos abundantemente bajo la superficie de la
tierra. Para obtener resultados de la naturaleza tenemos que ser generosos
en nuestra distribución. Si apretamos la naturaleza, interferimos con su
mano abierta. Cuando plantamos semillas, tenemos que tener cuidado para
que no estén demasiado juntas, controlamos el agua, para así conservarla,
al dirigir su generosa naturaleza. Siempre tenemos el uso o el desperdicio,
según esté la mano abierta o cerrada.
Sí, aquí mismo donde estamos, sin nada que añadir a nuestra vida o a
nuestro potencial, podemos comenzar a dar algo a aquellos que estén cerca
de nosotros físicamente. Puede ser sólo una sonrisa, una palabra o saludo
agradable, una pregunta impersonal pero interesada, un cumplido. Cuando
pensamos en dar con la mano abierta, podemos comenzar por pensar qué
desearíamos que nos dieran a nosotros.
El aprecio es algo que nos hace a todos resplandecer, así que damos
aprecio a todo el que nos encontremos. Podemos descubrir algo que
apreciar en cada contacto que hagamos a través del día. El aprecio ayuda a
la gente a sentirse valiosa e importante, y todos somos importantes porque
todos somos hijos de Dios. El aprecio puede hacer que la vida parezca
nueva, puede traer alegría nuevamente a la persona más desolada. Esta es
una forma en que podemos compartir nuestro bien. La teoría económica de
«compartir la riqueza» tiene una gran falta de verdad: su intención es
distribuir riqueza ya acumulada. Muy diferente es el dar y el compartir el
aprecio y la acción de gracias.
Este compartir siembra semillas para una mayor cosecha de bien. La gente
es siempre más creativa y productiva cuando es apreciada. Nuestro aprecio
por las demás puede tener resultados a largo alcance. Pude iniciar a los
demás en el camino hacia su bien ilimitado. Puede abrir posibilidades que
nunca habría sido notadas de otra manera. La parte más hermosa es que
siempre ganamos cuando damos aprecio, la cálida felicidad que trae
nuestro aprecio, regresa para beneficiarnos. Y siempre vienen otras
bendiciones.
Algunas veces descubrimos que, al abrir nuestras manos para ayudar a los
demás, realmente hemos abierto una puerta para nuestro propio y
maravilloso bien. Frecuentemente necesitamos tener la mano abierta con lo
que poseemos ahora, de manera que puedan llegarnos nuevos bienes.
Una mujer supo que una familia que necesitaba «de todo» después de un
incendio. Revisó toda su ropa blanca, sus platos, sus provisiones de
comestibles. Cuando hubo compartido generosamente, se sintió bien. Al
cao de dos semanas, recibió en regalos, totalmente inesperados, más de lo
que había dado.
Durante la depresión de los años treinta, una pareja joven se sintió muy
afortunada porque el esposo tenía un trabajo. Su sueldo era bajo, pero se
las arreglaron para conservar su pequeña extensión de tierra cerca de una
gran ciudad. Cada mañana Opal agradecía el tener algo para su almuerzo y
para su cena.
Un mes fue financieramente más difícil que los otros. Había habido
reparaciones del automóvil y pagos de impuestos. Cuando ella preparó el
almuerzo de su marido, toda la comida se había acabado excepto dos
pedazos de pan y una manzana que ya había empezado a pudrirse.
Mientras bendecía el almuerzo; pensó: «Vamos a estar bien. Va a haber
comida o podremos arreglárnoslas sin ella, otros lo han hecho».
Por la tarde fue a visitar a una amiga. Cuando regresó la puerta del fondo
estaba entreabierta. Estaba un poco inquieta pues recordaba haberla
cerrado cuidadosamente. Entró rápidamente. Se detuvo estupefacta y luego
cerró los ojos para decir un ferviente «Gracias, Dios mio», pues la pequeña
mesa cuadrada de la cocina estaba llena de frutas y vegetales y había más
en el piso. Había una nota garrapateada al lado de una de las bolsas;
«Tengo demasiadas provisiones. Se me ocurrió pensar que quizás ustedes
pudieran asarlas, Jack».
«No podemos hacer eso», dijo él riendo. «Pero creo que Dios entenderá».
Ella sacudió la cabeza. «Ganarás dinero mañana. Los lunes son buenos
días de turismo. No nos hará mal pasarnos sin comida hoy. Disfrutaremos
más la de mañana».
No solo hubo suficiente para que todos comieran, sino que sobró mucha
comida. La joven pareja se fue a casa llevando suficiente comida para que
les durara varios días.
Alguna gente puede ser generosa compartiendo todo, excepto las ideas.
Algunos buenos cocineros están renuentes a compartir sus recetas.
Nuestras ideas no nos pertenecen exclusivamente. Ellas son los regalos de
Dios para nosotros, y todos sus regalos son ara compartirse.
Frecuentemente un observador puede compartir una idea que otro, envuelto
en una situación, no puede pensar por estar tan cerca del problema.
Algunas veces damos ideas y éstas no son aceptadas, pero eso está bien.
No importa que la idea se use o no: lo que importa es que mantengamos las
ideas circulando, que continuemos compartiéndolas. Esta es una manera en
que podemos distribuir el bien que tenemos.
Sara Jane miró a su aparador mientras guardaba sus platos, una mañana.
«Santo Cielo», pensó, «debo hacer algo con todos estos platos que no
estoy usando». Más tarde, al caminar por la casa vio muchas cosas que no
estaba usando, ahora que su familia era adulta y se había marchado.
¡Ropa, muebles, un garaje lleno! Comenzó a clasificar las cosas para darlas
a quienes pudieran usarlas. «Padre, ayúdame a escoger sabiamente lo que
he de conservar y lo que he de dar», oraba mientras trabajaba «No quiero
deshacerme de nada que debiera conservar y no quiero conservar nada que
ya no vaya a necesitar». Su casa lucía más atractiva y más fácil de
mantener limpia después que hubo terminado su repartición.
Todos tenemos mucho que dar y cuando abrimos nuestras manos para dar,
rompemos las barreras que tal vez se interponían entre nosotros y nuestro
bien. Abrimos la puerta a nuestro bien, la puerta que la negativa a dar había
cerrado. Hay siempre un bien instantáneo en la satisfacción que acompaña
al dar, pero hay algo más que un sentimiento de bondad, porque es
imposible dar sin recibir.
¡La mayoría de nosotros tiene más problemas con el pasado que con el
presente! Frecuentemente parece que estamos en una situación presente
infeliz o desafortunada, a causa del pasado; a menudo creemos que
estamos donde estamos a causa de algo que hicimos o dejamos de hacer
algún tiempo atrás. Muchos de nosotros creemos que hemos perdido
oportunidades; prácticamente todos creemos que hemos pasado por alto
alternativas que pudieron habernos hecho ricos, felices y exitosos. Rara es
la persona que no tiene un profundo pesar sobre lo que «pudo haber sido».
Algunas veces tenemos verdaderas pesadillas sobre sucesos del pasado o
cosas que no hicimos que ahora vemos que debimos haber hecho. Para la
mayoría de nosotros hay mucho que necesita repararse.
No temáis…
Nuestros años de langosta son los años de nuestra infelicidad, los años que
nos han traído cosas que no nos gustan y que han parecido habernos
apartado del éxito, la felicidad y la prosperidad. Pero nuestros años perdidos
pueden encontrarse de nuevo, pueden restaurarse y nuestra prosperidad
puede ser renovada.
Pablo dice la misma cosa en diferentes palabras: Por eso, si alguno está en
Cristo, él es una nueva creación; lo viejo ha pasado, ¡Mirad, lo nuevo ha
llegado!. Esto es exactamente lo que queremos: que las cosas del pasado
se vayan para siempre y que tengamos una nueva vida llena de nuevo bien,
pero, ¿podemos aceptar esas promesas literalmente? ¿Podemos dejar ir
nuestra amargura, nuestro dolor, nuestro autocompasión, nuestra infelicidad
lo suficiente como para creer y actuar como si creyésemos? ¿Podemos
aceptar ahora la posibilidad de que nuestros anhelos, nuestras esperanzas,
nuestras posibilidades que pueden hacerse realidad a pesar de lo que ha
habido en nuestra experiencia?
Una pareja había tenido durante varios años lo que se considera como mala
suerte. Esas adversidades habían deteriorado su relación hasta el punto en
que no veían forma de permanecer juntos, por lo que se separaron. En una
conferencia sobre la Verdad, Nate recordó las palabras de Joel sobre los
años de la langosta.
Si podemos soltar el viejo bien, éste puede ser transformado en uno nuevo.
Lo soltamos cuando aprendemos de él, cuando lo bendecimos y cuando
ponemos entonces nuestra atención en el presente. Si hay cosas que
podamos y debamos hacer para rectificar el pasado, debemos hacerlas
rápidamente y sin demora. Si hay perdón que pedir o que dar, debemos
pedirlo o darlo. (No siempre tenemos que pedir perdón personalmente;
podemos hacerlo mentalmente). Quizás lo más difícil que tengamos que
hacer sea dejar de lamentarnos por el tiempo que parece haberse perdido.
No debemos quejarnos ya por los llamados años perdidos, al igual que no lo
hacemos con los años pasados en la escuela. Los años “desperdiciados”
son usualmente años de educación del alma.
La lista era larga. Pasó más tiempo aún calculando de cuánto tendría que
ser su cheque cada mes para proveer estas cosas. El total era el doble de lo
que estaba ganando.
«Dios mío», dijo en voz alta, «¿es esto demasiado pedir?» Hizo una pausa
y preguntó: « ¿Es esto desear demasiado?». Se acordó de las cosas que
habían oído y leído: «Con Dios todas las cosas son posibles, la necesidad
del hombre es la oportunidad de Dios. Más cerca está Él, que las manos o
los pies. Dios tiene el poder para hacerme rico. El Señor es mi pastor, nada
me faltará. Te he amado con un amor eterno».
«Si esto es verdad», oró él, «y yo creo que lo es, no hay razón para que no
puedas ayudarme o no me ayudes. Sí creo que es posible tener una
renovación de nuestro bien. Creo que nuestros “años langosta” pueden
recuperarse».
Nate no podía recordar las afirmaciones que el conferenciante había
utilizado, pero hizo las suyas propias. Son buenas, son poderosas:
«Todavía uso afirmaciones, las mismas que comencé a usar cuando las
primeras empezaron a funcionar», me dijo. «Era maravilloso saber, no sólo
teorizar, sino saber, que mi bien podía recuperarse y renovarse. Mis
afirmaciones eran simples y al grano: Mi bien se renueva y restaura ¡gracias
a Dios!. Dios es la fuente de todo mi bien. El pasado ha pasado y está
terminando. Se ha ido; ya no importa. Somos ahora ricos, felices, exitosos.
Un gran bien nos espera a nosotros ¡gracias, Dios!».
Esta es la parte maravillosa: una vez que viene la renovación, los «años de
la langosta» se vuelven irreales en nuestra mente y corazón, como debe
ser. Ya no importan más. Lo único que se queda es lo que hayamos
aprendido de ellos. El bien que viene como renovación es tan maravilloso
después de años de infelicidad, que nuestro aprecio se intensifica y esto, a
su vez, aumenta el bien que continuará viniendo. Es como si el bien hubiese
sido almacenado y ahora se estuviese precipitando sobre nosotros. Esto es
lo que Gene descubrió después de quince años viviendo como un
alcohólico, con toda la infelicidad y las pérdidas que trae semejante
condición.
No fue fácil mantener la decisión de vivir. Sin embargo, cada vez que casi
comenzaba a beber de nuevo, se acordaba de cada palabra que el médico
le había dicho. «La cosa que más me deprimía», dijo, «era pensar en esos
años desperdiciados…, quince de ellos».
Fueron años duros tanto para su esposa e hijos como para él. Perdía
trabajo tras trabajo. Tuvieron que vender su casa. Jill tuvo que volver a
trabajar. Ella había cuidado de todo, hasta de Gene. Los niños habían
extrañado muchas cosas, incluyendo un padre en quien apoyarse y habían
experimentado cosas que no debían haber soportado. Gene sabía que no
tenía alternativa; tenía que mantenerse en su decisión o morir. Sabía que
tenía que entregar esos quince años a Dios o nunca podría hacer lo que
tenía que hacer. Bendijo esos años e hizo todo lo que pudo para nunca más
acordarse de ellos; trató de pensar sólo en el presente y el futuro. Para
hacer esto, tenía que librarse de la auto-condenación y del remordimiento;
tenía que continuar apartando su mente de la pesadilla del pasado.
Cada vez que el pasado le preocupaba, decía una y otra vez: «Dios está
reparando esos años. No tengo que preocuparme. En lo que se refiere a mi
real “yo”, nunca han pasado. Soy aún el perfecto hijo de Dios. El me ama y
aprueba todo lo que hago ahora. La única realidad es “ahora” el resto se
termino y se ha ido: gracias, Dios».
«Esas eran unas palabras fuertes», dijo. «Tenían que serlo. Mis
sentimientos de culpabilidad eran tan fuertes, que palabras indiferentes no
habrían podido ayudar». Los años fueron restaurados. El hasta comenzó a
lucir diferente a las pocas semanas; lucía, por lo menos, quince años
menor. Su esposa también mejoró. Pronto pudieron comenzar a tener cosas
de las que habían carecido por tanto tiempo, debido a lo mucho que se
gastaba en bebida.
«Esas eran unas palabras fuertes», dijo. «Tenían que serlo. mis
sentimientos de culpabilidad eran tan fuertes, que palabras indiferentes no
habrían podido ayudar». Los años fueron restaurados. El hasta comenzó a
lucir diferente a las pocas semanas; lucía, por lo menos, quince años
menor. Su esposa también mejoró. Pronto pudieron comenzar a tener cosas
de las que habían carecido por tanto tiempo, debido a lo mucho que se
gastaba en bebida.
El pasado que le molestaba a Sue y a Ed era otro, diez años antes había
invertido en el negocio de un pariente y éste había fracasado. Habían
perdido más de lo que originalmente habían invertido, debido a que la corte
había determinado que eran responsables por gran parte de la deuda de la
firma. El pariente no había podido hacerse responsable por la parte que le
correspondía y ellos habían tenido que asumir la responsabilidad por dicha
parte también. No sólo habían salido perjudicados financieramente, sino que
también estaban resentidos con el pariente por no haber podido éste
responder a su parte dela deuda de la firma.
«No estoy segura», contestó ella lentamente. «Quizá debamos mirar hacia
atrás para ver cuál ha sido el problema con nuestras actitudes a través de
todos estos años. Quizá eso nos dé alguna idea constructiva».
Hablaron un largo tiempo. Entonces decidieron que había que cambiar la
actitud de culpar al pariente, el resentimiento que sentían y las criticas por la
manera en que habían conducido el negocio y por no haber pagado la parte
que le correspondía de las cuentas. También se dieron cuenta de que
habían estado esperando que el tío les pagara de alguna manera. De
hecho, admitían ahora que esta idea había estado en sus mentes todo este
tiempo.
Cada vez que el nombre del hombre surgía, los dos cambiaban rápidamente
la conversación y si los niños o alguna otra persona hacía preguntas sobre
la situación, ellos respondían que todo aquello ya había pasado y que no
tenían interés. Se sentían más libres que en todos aquellos años luego de la
mala inversión. Ni siquiera les molestó hacer los últimos cheques que les
quedaban para cumplir con su obligación.
Ella asintió. Resultó ser exactamente así, pues el nuevo negocio empezó a
prosperar grandemente.
Todos hemos conocido a hijos e hijas que han cuidado de sus padres, hasta
el punto de prácticamente renunciar a sus propias actividades para poderlo
hacer. A veces esto se hace porque otros en la familia piensan quelos
solteros son los que más fácilmente puedan asumir esa responsabilidad.
Esto fue así en dos casos.
«Lo único que sé que hacer, es ponerlo en manos de Dios», dijo Ana. «Es
demasiado complicado para nosotros. Realmente no podemos hacer nada
hasta que sepas con seguridad que te ofrecerán el traslado».
Entonces llegó el traslado. Tenían que actuar. Jim invitó a todos en las dos
familias a comer en un restaurante donde pudieran estar solos en un
pequeño salón. Cuando habían terminado de comer el hermano mayor de
Jim se inclinó hacia delante. «Esto no es ninguna sorpresa para nosotros,
ya lo veíamos venir. Ustedes dos no deben privarse de esta oportunidad.
Nuestros chicos ya son mayores y todos estamos ganando más dinero.
Podremos llevar la carga. Creemos que podemos encontrar un apartamento
de dos pisos y luego conseguir a alguien que vaya cada día a hacer lo más
pesado de la limpieza y la cocina. Ustedes han hecho ya su parte por más
de diez años; ahora nos toca a nosotros».
Cuando las coas se hacen a la manera de Dios, éstas siempre salen sin
esfuerzos y en paz.
«No veo cómo eso pueda servir de ayuda, pero lo intentaré», dijo ella.
Todas las mañanas y todas las noches lo perdonaba y pedía que la
perdonara: «Te perdono por todo lo que creo que me has hecho y
perdóname por todo lo que creas que te he hecho. Dios está trayendo la
paz entre nosotros».
«Por mí está bien» dijo ella tan casualmente como lo hubiera hecho diez
años antes.
Andrea había pasado varios años semi-inválida antes de tener una curación
espiritual. «¡Oh, qué desperdicio fueron todos aquellos años en cama!»
decía ella. Me sentía tan mal y mi familia estaba tan preocupada, y era tan
costoso».
«No pienses así sobre esos años», le aconsejó un amigo. «Déjalos ir.
Bendice tu nueva salud y sabe que todavía te puede llegar algún bien
especial de todos esos años que te parecen haber sido un desperdicio. Sin
duda alguna, ahora podrás ayudar mejor que nunca a otros a recuperar su
salud».
Asimismo sucede con todos los años que nos parecen desperdiciados, con
todas nuestras pérdidas aparentes. El bien puede llegarnos; la renovación y
la recuperación pueden tener lugar con la ayuda de Dios y con Su dirección.
No importa cuán largos, cuán duros o cuán infelices hayan sido los años, la
verdadera prosperidad puede llegarnos hará a través de la renovación y la
restauración.
LA PROSPERIDAD A TRAVES DE LA
CREATIVIDAD
El da un buen consejo cuando dice que si uno está metido en algún negocio
en que despoje a la gente de sus bienes, debe dejar dicho negocio
inmediatamente. esto también se aplica a los trabajos: si descubrimos que
no estamos contribuyendo en nada, debemos renunciar a dicho trabajo y
conseguir uno en el que podamos dar más de lo que recibimos.
Cada uno de nosotros ha probado muchas veces que la prisa estropea las
cosas. Nos apuramos, damos un mal paso y nos caemos, lo que hace que
nos lastimemos y dañamos nuestra ropa. Hablamos sin pensar y herimos
los sentimientos de alguien. Aceleramos demasiado el automóvil y nos
cuesta una multa. Los actuarios informan la «prisa» es una de las causas
principales de los accidentes. Sabemos que están en lo cierto por nuestras
propias observaciones y experiencias.
Los ángeles de Dios, que son las ideas, le vienen a las personas creativas.
Mientras mejor uso haga la persona de las ideas, más ideas le vendrán.
Pero si cae en la rutina, en la competencia tirante, los ángeles dela
creatividad lo abandonarán.
El difícil estar tranquilo mientras se compite. La mente debe estar tranquila,
el cuerpo también. Podemos lograr esa quietud cuando lleguemos al lugar
donde buscamos las ideas, en vez de mirar a ver lo que está haciendo la
otra persona. El reino de Dios es un reino de ideas, y está dentro de
notoros. Sólo tenemos que quedarnos quietos y mirar hacía dentro. No
tenemos que pensar en las ideas que cualquier otro pueda tener, sino sólo
en las nuestras que nos ha dado Dios para que hagamos un uso particular
de nuestros talentos. Esto es la creatividad.
No tenemos que ser escritores para poder utilizar este mismo tipo de
proceso creativo. Cuando nos parece que no podemos hacer nada con
respecto a una situación, podemos afirmar cual es el fin deseado y luego
apartar nuestra mente de ello, dejando así al subconsciente (o al
«hombrecito interior») trabajando mientras nos tomamos una siesta, damos
un paseo o llevamos a cabo cualquier otra actividad. Cuando volvemos a
prestarle atención a la situación descubriremos que sabremos cuál debe ser
el próximo paso que debemos dar.
Robert Louis Stevenson decía que los duendes venían por las noches a
contarle los cuentos que él escribía durante el día. A menudo leemos que
algún escritor que dice que la maquinilla de escribir, nunca sabe lo que sus
personajes se disponen a hacer después. ¡Los hombrecitos interiores se
encuentran trabajando! Por lo que me han contado algunos escritores,
cuando se ponen tensos y se esfuerzan demasiado, las ideas parecen jugar
a las escondidas. Esto sucede especialmente cuando hay algún sentido de
prisa o competencia en vez de creatividad.
Durmió la mayor parte de los tres días. Tomó algún tiempo para bendecir su
cuerpo y para darle las gracias por todo lo que había hecho por él. También
prometió que no volvería a abusar otra vez de este mecanismo tan
maravillosamente diseñado. Lo trataría por el contrario como el templo del
Dios viviente, lo que en efecto es. Antes de irse del motel escribió algunas
afirmaciones que le ayudaría a continuar relajándose, porque ahora quería
cambiar su manera de vivir.
Se sentía mejor del estómago que desde hace muchos años. Mort había
progresado y se sentía agradecido. De regreso a la oficina dijo que el
«aprisa, aprisa» de antes lo volvió a inundar con todo el trabajo que tenía
amontonado. Pero puso frente a él una tarjeta que mantuvo todo el tiempo
donde tenía las afirmaciones como una advertencia constante. Comenzaron
a venirle nuevas ideas y le llegaron nuevos negocios sin que los solicitara.
Durante los tres primeros días, sus ventas bajaron. No dejó que esto lo
molestara y se fue a pescar ese fin de semana en vez de trabajar tiempo
adicional en la tienda. Fue mientras pescaba que se le ocurrió la idea de
llamar a todas las personas a las que había vendido utensilios durante los
últimos seis meses. Era una lista muy larga. Decidió llar a cinco cada noche.
Le preguntó a cada dueño qué tal estaba funcionando el utensilio, y si el
cliente estaba totalmente satisfecho. Si había que ver algo, Hi concertaba
una cita para revisarlo. Antes de acabar la corta conversación siempre le
preguntaba al cliente si sabia de alguien que estuviera interesado en alguno
de sus utensilios.
A la mayoría de nosotros nos resulta difícil orar con el toque leve. Todo
nuestro esquema de las cosas está orientado para hacer las cosas
intensamente, para hacerlas de la manera difícil. De hecho, muchos de
nosotros tenemos la conciencia del «trabajo duro». Hay una creencia muy
generalizada que para tener éxito hay que trabajar muy duro. Las personas
asienten y dicen: «Va a salir adelante. Trabaja duro». Parece haber una
reacción de crítica cuando alguien prospera y no parece haber trabajado
demasiado duro para obtener su bien. La historia del éxito más común es
aquella en al que una persona ha trabajado duro para obtener su bien. La
historia del éxito más común es aquella en al que una persona ha trabajado
duro por muchos años, generalmente renunciando a los placeres e inclusive
a veces a las mismas necesidades, con nada más en mente que trabajar,
trabajar, trabajar.
Cuántas veces hemos dicho: «Estoy tratando por todos los medios de
mantener el pensamiento correcto respecto a esto», o «Me esfuerzo mucho
por decir mis negaciones y mis afirmaciones». Aun cuando estamos
tratando de expandir nuestra conciencia del bien, sentimos que debemos
trabajar duro para lograrlo. Trabajar duro para ganarse la vida significa que
internamente sentimos temor y nos sentimos inseguros; lo mismo ocurre
con el progreso espiritual. Nos sentimos inseguros, y creemos que debemos
trabajar duro, trabajar intensamente. En el momento en que nos sintamos
seguros de nosotros mismos, seguros de nuestras creencias, seguros de
que Dios nos escucha, dejaremos de gritar, dejaremos de trabajar duro para
afirmar o negar.
En otra ocasión June estaba buscando un apartamento para una amiga que
se iba a mudar para la misma ciudad. Era una temporada en que parecía
que todos los apartamentos estuvieran alquilados; pero nuevamente June
se dijo tranquilamente que había un lugar adecuado y que ella lo
encontraría rápidamente, con tiempo de sobra para la llegada de su amiga.
Hizo varias llamadas telefónicas y algunas visitas para ver apartamentos,
sin éxito alguno, pero se negó a desanimarse. Todavía se asía levemente a
al verdad de que había un apartamento en la parte de la ciudad en que su
amiga la necesitaría. A través de un encuentro aparentemente casual con
una amiga de su amiga, encontró el apartamento adecuado, perfectamente
localizado ya listo y en espera.
Otra vez, el toque leve le trajo a June resultados muy rápidos, en una forma
que resultó ser una bendición para otras personas también. Su vecino de al
lado no cuidaba su patio tan bien como ella, y los dos patios lucían muy
poco atractivos juntos. Un día miró por la ventana y se dijo a sí misma, «Lo
que necesitamos es un seto de rosas entre los dos». Eso fue todo lo que
dijo y la única vez que lo dijo. Una semana después, cuando regreso del
trabajo por la noche se encontró con que estaban sembrando ¡un seto de
rosas!. A su vecino le habían regalado un gran número de rosales y los
estaba sembrando. no sólo separaba el seto de los dos patios, sino que
además el hombre empezó a cuidar mejor su terreno después de haber
sembrado los rosales.
Alicia estaba sin trabajo. Había probado con todo lo que se le había
ocurrido. Había utilizado todas las afirmaciones de la Verdad que recordaba.
No podía dormir. Pasaba una gran parte de cada noche orando. Una noche
después de haber orado desesperadamente, se quedó acostada muy
tranquila. Se encontraba cansada física, mental y emocionalmente.
Entonces fue como si una voz le hablara a ella: «No trates tanto. Tómalo
todo más suavemente».
«Ya no puedo hacer nada más», pensó. Entonces sintió como si todo el
cuerpo y la mente se inundara de gran gratitud muy cálida. «Dios», oró,
«has sido tan bueno conmigo. Has cuidado de mí todos estos años. ¿Por
qué he de dudar de que no vas a continuar haciéndolo? Sé que me vas a
encontrar el trabajo perfecto. Iré adonde me mandes ir y haré lo que quieras
que haga, y dejaré de esforzarme tanto. Lo tomaré todo más suavemente y
esperaré».
Se durmió inmediatamente. Al despertarse a la mañana siguiente, sólo tenía
un leve recuerdo de la experiencia de la noche anterior. Entonces lo recordó
todo. Se quedó muy tranquila. Esta era su manera de seguir el mandato de
Dios de tomarlo suavemente. Normal se hubiera vestido rápidamente y
hubiera corrido a la tienda de la esquina a comprar el periódico para leer los
anuncios de ofertas de empleo «De ahora en adelante no me voy a dar
prisa, Dios», dijo. «Estás encargado de encontrarme un trabajo y no me
pudes fallar. No me voy a poner ansiosa o tensa. Voy a quedarme tranquila
ahora».
Padre, te doy gracias por este empleo que tengo. Es un buen trabajo
aunque no me guste. Ha sido una bendición pues nos ha permitido
vivir bien. Si deseas que me quede aquí, me quedaré. Creo que
quiero algo distinto, algo mejor. Gracias, Padre, por este trabajo o por
uno mejor.
Pronto se dio cuenta de que podía orar suavemente, que podía decir las
palabras de manera leve y no obstante sentirlas. Trató de bendecir su
trabajo cuando iba manejando a la ida y a la vuelta. Durante el transcurso
del día bendecía el trabajo y a sus compañeros. Se obligó a recordar todas
las cosas buenas que le habían llegado a él y a su familia a través de los
beneficios relacionados con el trabajo. Nada sucedió, pero se sentía mejor
con respecto a todo.
Jim dijo para sí mismo silenciosamente, Esto o algo mejor para todos
nosotros, y no participó en la conversación.
Rumores de todo tipo zumbaban por la oficina, pero para Jim que ahora
había encontrado la paz, toda la habladuría no era más que un zumbido. No
le molestaba en lo absoluto. Continuaba afirmando que nadie saldría
perdiendo, que cada uno tendría su mismo trabajo o uno mejor. Estaba
utilizando el toque leve a propósito tanto para sus compañeros de trabajo
como para él. Y fue de esa manera que resulto todo: Nadie en la oficina
quedó despedido. Dos personas fueron trasladadas a la nueva planta; Jim
fue uno de ellos.
Había muchas cosas buenas con relación al traslado. Una de ellas es que le
proveerían una casa grande y cómoda. Su promoción fue tanto en sueldo
como en responsabilidades y además también en potencial futuro. Esto era
el algo mejor; esto era la razón por la que Jim había necesitado estar
tranquilo y esperar. Aún sigue utilizando la misma afirmación con respecto a
su trabajo: Esto o algo mejor. Gracias, Padre. Y trata de decir todas sus
oraciones con el toque leve.
Un feliz y prospero estudiante de la Verdad me dijo hace mucho tiempo que
su secreto era simplemente decir una y otra vez: «Todo lo que el Padre
tiene es mío. El me dará todo lo que necesite». Al igual que Jim se había
probado a sí mismo, este hombre descubrió que la afirmación sencilla de fe
y de seguridad le traía paz y satisfacción, y también lo liberaba de las
ansiedades y frustraciones. «Cada vez que me siento presionado» decía,
digo esto. Siempre me reanima y aquello por lo que oro se resuelve
felizmente y sin demora».
Si dijéramos esto con respecto a todas las cosas que parezcan estar
sucediéndonos seríamos sabios. Si hubiera escasez podemos decir: «Todo
estará bien׃, pues sabemos que cualquier escasez se puede colmar; si
hubiera necesidad de una mayor felicidad, podemos estar seguros de que
habrá una felicidad nueva y todo estará bien; si no hubiera armonía
sabemos que esto pasará y todo volverá a estar bien: si hubiera algún
problema físico, sabemos que la curación está a la mano y que todo
resultará bien para nosotros.
«Todo estará bien». «Todo está bien». «Está bien». Esta es una afirmación
ilimitada con el toque leve. El mismo toque leve y seguro se encuentra en
otra afirmación comprobada a cabalidad para manejar cualquier tipo de
situación siempre responderá a: «Está bien. Padre, sé que algún bien puede
surgir de esto véalo o no lo vea ahora».
No importa cuáles sean los hechos inmediatos, la Verdad es que si bien
está ahí y surgirá, y que todo se puede poner bien. Estas afirmaciones lo
ayudan a uno a hacer uso de la ley de la prosperidad a través del toque
leve. Cuando uno dice: ya sea: «El bien surgirá de todo esto» o «Todo está
bien», uno se niega a molestarse por lo que ha sucedido, se niega a
desesperarse, y se comienza a buscar la solución y el resultado correcto y
perfecto. Uno sabe que con el Padre, todo está verdaderamente bien.
Annette se encontró frente a una pila de cuentas que había contraído. Junto
a la preocupación y la Inquietud sobre si podría pagarlas, había un gran
resentimiento hacia la persona responsable de haberlas contraído. Estaba
muy molesta y esa perturbación no le permitía comer ni dormir bien. El
toque leve no parecía tener posibilidades para ella en este caso.
«Fue mucho más fácil deshacerse dela idea de que había que pagar todas
las cuentas de inmediato, dijo, «Cuando comencé a utilizar el toque leve. Al
hablar levemente, sentir levemente, llegué a darme cuenta de que tenía
tiempo suficiente para hacer lo que tenía qué hacer con respecto a pagarle
a los acreedores».
Esta es una de las bendiciones del toque leve. Nos ayuda a poner las cosas
en la perspectiva correcta. Muy pocas cosas se pueden llevar a cabo con
prisa. Hay veces en que necesitamos trabajar rápidamente, pero nunca de
prisa. La prisa siempre indica temor. A través del toque leve Annette perdió
el temor y la prisa, y obtuvo la seguridad de que las cuentas se pagarían en
orden, y de que todo iba a estar bien. Y así fue.
Cada vez que hay alguna fecha límite para algún pago, un hombre utiliza
esta declaración: El dinero estará aquí con tiempo de sobra, a la manera
maravillosa de Dios. Otro hombre tuvo ciertos gastos adicionales durante
sus vacaciones y se vio obligado a pedir prestado para pagarlos. Su
afirmación fue, «El préstamo será pagado a tiempo y sin convertirse en una
carga».
Una mujer tenía un problema dental. Su afirmación con el toque leve fue:
«Dios me está curando las encías ahora». Una muchacha se vio
involucrada en la fuga de una escuela. Fue una fuga seria y hubo una
investigación del gran jurado del condado en cuestión. Se le calmó el pánico
cuando empezó a utilizar las palabras: «La verdad se hará saber. Dios me
dirá lo que tengo que decir. Todo estará bien». No quería testificar en contra
de nadie y no tuvo que hacerlo, ya que las cabecillas admitieron su culpa. Al
fin y al cabo, ni siquiera tuvo que acudir como testigo.
Ana Luisa se sentía tan acabada como su casa. No había nada en ella, en
su ajuar, o en su hogar, que pudiera hacer a nadie ni siquiera pensar en
utilizar las palabras «prosperidad» o «próspero». Había empezado a
sentirse acabada tanto adentro como afuera.
«Después del primer mes no parecía la misma persona», dijo. «Me sentía
más contenta en mi trabajo y recibí un aumento, el primero en cuatro años».
También descubrió que tenía tiempo para hacerle algunas cosas a la casa.
Un tío vino a visitarla y se quedó para ayudarla de muchas maneras. El era
parte de su nueva felicidad. «¡Oh, cuán feliz me siento en estos días!»,
decía.
Jack había probado con muchas cosas para tratar de comentar sus ingresos
como contable. Trató de ser vendedor después de sus horas de oficina. «No
sirvo para ser nada más que un contable. No sé qué hacer para ganar más
dinero».
«En otras palabras, la presión no está sobre mí», dijo. «No siento que tenga
que hacerlo. Es Dios el que me dará lo que necesite para ser más
próspero». Empezó a dejar de pensar constantemente en su escasez y en
su deseo de más dinero y a pensar en Dios. Se acordaba todo el tiempo
que sólo Dios podía y le daría el poder de lograr una situación económica
mejor.
La vida nunca será aburrida sin rutinaria si vivimos cerca de Dios. La vida
ese tornará más emocionante a medida que vayamos comprendiendo la
totalidad de Dios, Su poder absoluto, Su sabiduría absoluta, Su bondad
absoluta. Cuando hayamos finalmente comprendido la extensión ilimitada
de Su amor y de Su provisión para todo lo que necesitemos, grande o
pequeño, en nuestra vida, sabremos también que el bien inesperado nos va
a llegar, una vez que aceptemos lo maravilloso y mágico de lo inesperado
como parte del don de Dios para nosotros. Su bien incluye experiencias y
cosas que ahora no podemos visualizar. No tenemos qué hacerlo;
simplemente tenemos que aceptar lo esperado, como también lo
inesperado. Tenemos que ampliar el panorama de nuestras anticipaciones y
hacer lugar para cualquier tipo de bien.
Esto significa, para la mayoría de nosotros, que hay que cambiar nuestra
manera de pensar. Antes, teníamos miedo a que el futuro nos tuviera
deparado sucesos desdichados; suponíamos que el bien sólo nos tendría a
través de los canales que conocíamos. A medida que vayamos conociendo
las posibilidades ilimitadas de Dios para traernos el bien, iremos apartando
todas las limitaciones a nuestro bien. Empezaremos a saber, que Dios es la
única fuente de nuestro bien: no cualquier persona o situación, o ningún
trabajo, o padres, o esposo, o hijos. Es natural que pensemos en ciertas
personas o circunstancias como los canales propios para nuestro bien. Lo
son, pero no son los únicos canales a nuestra disposición.
Dios utiliza a las personas, a los negocios y a las circunstancias para
canalizar el bien que le brinda a sus hijos. Tiene que hacerlo así, pues está
es la manera en que se expresa; pero El tiene cantidades ilimitadas de
canales humanos y de modos humanos para que el bien llegue a nosotros.
Tenemos que mirar a Dios, no a las personas. Esto no solamente hace
ilimitado todo nuestro bien, sino que, además, nos libra de muchos
desalientos e infelicidad.
Cualquier cosa que hagamos por los demás lo debemos hacer por Dios y no
por ellos. Esto nos ayuda a buscar en Dios el bien. Si decimos
silenciosamente al ayudar a alguien «No estoy haciendo esto por ti, lo estoy
haciendo por Dios», se nos hará más fácil mirar hacia Dios para recibir
cualquier beneficio o recompensa. Algunas personas hacen esto pensando
que al ayudar a los demás están haciendo una especie de depósito en el
banco universal, del cual podrán hacer algún retiro cuando haya la
necesidad. Otros dicen que todo lo que hacen es por la gloria de Dios.
Cualquier método que se le pueda ocurrir al usted para recordar que el bien
es únicamente de Dios, le será provechoso.
Nos ayudará el decir cada mañana al despertar:
Nan Harris hacía mucho por muchas personas y éstas le pedían que
hicieran cosas por ellas. La mayoría de estos favores implicaban
desembolsos financieros o la apartaban de su propio trabajo. Algunos eran
verdaderas pérdidas, no muy grandes, pero los gastos que se acumulaban
aumentaban. Ella siempre esperaba que las personas que habían recibido
algún bien a través de ella se lo devolverían de alguna manera, de hecho,
¡tenía esperanzas de recibir beneficios con intereses! pero fueron muy
pocas, de las personas a las que había ayudado, que alguna vez llegaron a
hacer algo por ella. Cuando sí lo hacían, generalmente no era más que un
pequeño regalo, una fracción del valor de lo que ella les había dado.
Nan recibe el bien a través de los canales que espera recibirlo, pues tiene
negocios y propiedades lucrativas. También recibe el bien
inesperadamente. Ya no planifica de dónde le ha de llegar el bien. Ella deja
que Dios se haga cargo de todo. No depende de los demás en ninguna
forma.
Esto lo hago por Dios. No hago nada por ninguna persona, Dios me
paga de maneras esperadas e inesperadas. Constantemente busco
en Dios, y no en el hombre, mi bien. Yo doy a los hombres; Dios me
da a mí.
Betty no era libre. Era una esclava de la noche. Tenía muchos temores,
pero en la noche éstos se multiplicaban y controlan su vida. No conducían
en la noche; si iba a cualquier lugar con otras personas, les pedía que la
dejaran en la casa a ella primero. Dejaba las luces prendidas en su
apartamento toda la noche. Era muy sensitiva a todo lo que leía y oía.
Los recuentos de crímenes y accidentes se le quedaban en la mente.
Parecía no poder deshacerse de los horrores imaginados. Sentía miedo
inclusive en su trabajo.
Decidió que podía disponer de unos cuantos minutos para reunirse con sus
compañeros de trabajo a la hora de la merienda. Descubrió que a menudo
aprendía cosas durante ese rato, que realmente la ayudaban a hacer un
mejor trabajo. Su producción aumentaba a medida que su miedo disminuía.
Se divertía mucho más.
«Sé de alguna manera ahora, que Dios está dondequiera que yo esté. Lo
decía antes, pensaba que lo creía; ahora lo sé. Las calles en la noche o
durante el día ya no representan una amenaza; sino que están llenas de
Dios y de su amor y protección. ¡Es maravilloso!».
Pasó varios meses preparándose. «Ni una sola vez pensé», dijo
alegremente, «que mejor debería guardar el dinero para un día gris.
Simplemente sabía que el viaje sería maravilloso y utilizaba esta afirmación.
¡Y así fue!. Fue en este viaje que conoció al hombre con quien se casaría
más adelante.
Puede ser que un amigo o una amiga pase por su casa y la lleve a ver algo
especial y luego la invite a almorzar. O a lo mejor que otro amigo venga y le
prepare un semillero en el jardín. En la correspondencia puede encontrar
regalos o dinero, pues muchas personas aprecian a Mabel y lo que ella ha
hecho por ellos. «Todo lo que tengo que hacer cuando me siento deprimido
es pensar en Mabel», me dijo un hombre de negocios una vez. «Cada vez
que pienso que algo se ve mal, pienso en Mabel y sé que el bien tiene que
estar presente, aun cuando no lo pueda ver todavía».
Una mujer que caía en depresiones crónicas por temporadas salió de ellas
con el simple truco de llamarse a sí misma Mabel. «Todo lo que tenía que
hacer era decir “me llamo Mabel”».
Si Mabel decide hacer unas galletitas o pan, antes de que hayan salido del
horno, amigos inesperados rugen de cualquier parte. Todo está listo para
ellos. Una mañana tuvo ganas de arreglar su librero. No había acabado aún
cuando sonó el teléfono: un amigo se mudaba para otro país. ¿Querría
Mabel aceptar treinta libros de metafísica? El espacio para los libros ya
estaba listo, y los inesperados libros enriquecieron la ya rica vida de Mabel.
«¡Soy tan rica!» decía. «Nunca sé exactamente cuan rica, porque siempre
llueven más bienes inesperados».
Felizmente, cuando servía de canal para los otros, éstos resultaban ser
canales para su bien, o lo conducían a algún nuevo bien a través de
personas y circunstancias de las que tenían conocimiento. La apariencia de
la tienda cambió; había en ella una sensación de vida vibrante. Los
vendedores se veían vivaces, había entusiasmo en el ambiente. La
mercancía estaba exhibida de una manera atractiva; el servicio se ofrecía
de manera instintiva.
Se estimulaba a que todo el mundo expresara las ideas que tuviera para
mejorar las relaciones, las condiciones y la mercancía.
Cierto día Jeff contó diez ideas para aumentar las ganancias de bien
inesperado. Entre éstas se encontraba la idea que tuvo un vendedor
respecto a una campaña de publicidad; la idea que tuvo un empleado para
reordenar los archivos y hacerlos más accesibles; el artículo que un
representante manufacturero le trajo (algo que quería pero que no había
sabido donde conseguir); el pago de dos cuentas muy grandes, ya
vencidas, que no obtuvo por la idea de una carta que la secretaria había
escrito.
Los negocios habían mejorado tanto que Jeff pudo subir los sueldos y
redecorar la tienda. También estaba más contento y más saludable que
nuca. Lo mismo sucedía con sus empleados.
Su nuevo bien tomó muchas formas. A veces era una expresión de amor o
de aprecio; otras era una sugerencia sobre alguna manera de ganar dinero
extra, o de comprar algo a muy buen precio; otras eran una invitación a
comer, a laguna fiesta, a algún espectáculo o al algún concierto. Su felicidad
llegó para quedarse. «Es algo así como tener una lámpara de Aladino. Cada
día es un milagro especial. Es tan maravilloso saber que Dios tiene bien
para mí, un bien muy especial, mi propio bien. Y es fantástico saber que el
bien puede llegar de cualquier forma, que no esta constreñido a llegar de las
maneras que ya sé».
A medid que esperemos que el bien de Dios nos llegue a través de los
canales que sabemos y de otros desconocidos, también iremos conociendo
esta felicidad, esta animada alegría. Cada día nos traerá milagros de todas
clases.
LA MAGIA DEL CRECIMIENTO
Cada vez que queramos que alguna cosa se aumente en nuestras vidas (ya
sea más amigos, más amor, más comprensión, más sueño, más
diversiones, más tiempo, más provisiones) podemos decir en relación a
cada necesidad: «Dios me provee el aumento ahora». Dios nos trae más
amigos, más tiempo para disfrutar la vida, más provisiones, más de lo que
necesitemos y queramos. No hacemos hincapié en la necesidad o en las
aparentes escaseces, sino en el aumento. Ni siquiera hablamos de las
necesidades, sólo hablamos de su satisfacción.
«No le quiero dar esto a otro para que los termine, Carlos», le dijo su jefe
una noche. «Ni siquiera quiero que nadie te tenga que ayudar, pero el
tiempo apremia y eso significa para todos nosotros. La firma no puede
promover el área hasta que haya un plano definitivo, y tiene muchísimo
dinero comprometido en esta empresa. Esta fue tu idea desde el comienzo
y sé que la puedes terminar».
«Sí, fue mi idea», pesó Carlos. La idea se le había ocurrido una mañana
muy temprano mientras se hallaba acostado muy tranquilo. ¡La idea se le
había ocurrido! No la había pensando ni planificado. Dios le había dado la
idea y Carlos sabía que lo que Dios había hecho, El podría sostenerlo y lo
sostendría. Esto realmente era asunto de Dios. Carlos se sintió aliviado. No
iba a ser el trabajo de Carlos Landers, sino de Dios a través de él.
Carlos caminó hacia la ventana y miró afuera a las colinas que rodeaban la
ciudad. «Voy a levantar los ojos», dijo. «Si, voy a levantar los ojos. No voy a
pensar en estos planos ahora. Sólo pensaré en Dios y en la maravilla de su
generosidad».
Acercó una silla y un cesto de papeles a la ventana. Encaramó los pies en
el cesto y siguió mirando las colinas mientras le daba gracias a Dios por
toda su bondad, por todas las ideas que El tenía para todas las personas en
todos los lugares. Debió haberse quedado dormido pues le pareció que sólo
había transcurrido un minuto cuando vio que el sol se empezaba a poner
detrás de las colinas. «Gracias, Dios mío», dijo al levantarse. «Me siento
mejor. No me siento presionado en lo absoluto ahora. Las ideas llegarán
para poder hacer los planos bien. Ahora sé que sí, y pronto».
El resto del personal se había retirado ya. Bajó, salió a la calle y fue a un
pequeño restaurante. Entonces se tomó un paseo, de regreso a la oficina.
Al pararse frente a su mesa de dibujo, miró los planos de manera casual. De
repente, un estremecimiento le invadió la mente y el cuerpo. Se acercó para
mirar de cerca los planos. «¡Eso es!», exclamó, «¡Eso es! Simplemente hay
que invertir toda esta área. ¡Qué sencillo! ¡Qué maravilloso! gracia, Dios
mío, Gracias».
Se puso a trabajar y siguió trabajando sin darse cuenta de las horas que
pasaban. Tenía que volver a dibujar todo el plano. Todavía estaba
trabajando cuando llegaron los demás al día siguiente. No se había sentido
cansado en ningún momento durante la noche. Todavía estaba
entusiasmado y alborozado. Estaba contento de ver como el plano iba
cobrando una forma perfecta. («Forma divina», la llamo él).
Otra vez sintió que escuchaba una voz: «Déjame a Mí». No había forma de
confundir el significado de aquello. Ahí estaba esa palabra «déjame», pensó
Edna. Un amigo le decía siempre «Suelta todo y deja que Dios se haga
cargo de las cosas», cada vez que algo la molestara ¿Cómo podía Edna
dejar que Dios hiciera las ventas? Entonces escuchó una especie de eco:
«Solamente cree».
Tuvo otro día malo. Edna hizo una pequeña venta antes del mediodía. Justo
antes de cerrar entraron dos mujeres, miraron alrededor casualmente y
entonces preguntaron sí podían llevarse a prueba unos cuantos vestidos, ya
que era bastante tarde. A Edna se le cayó el corazón. Había pensado que
quizá alguna de ellas compraría algo y esto aumentaría los recibos del día.
Pero sonrió y puso los vestidos en una caja, dándole gracias a Dios por Su
ayuda («aunque aún no vea los resultados», añadió).
Edna agradecía que nadie comentara sus pocas ventas. Esa noche se tomó
algún tiempo para hablar con Dios, para agradecerle todo lo que había
hecho por ella y su familia a través de los años, por todo el bien que había
recibido de tantas maneras. Durmió mejor y caminó rápidamente a la tienda,
al día siguiente, ansiosa de llegar por primera vez en varias semanas.
Las dos señoras estaban esperando. Habían decidido quedarse con todos
los vestidos menos dos de ellos. «Gracias, Padre, ésta ha sido una venta
maravillosa», dijo mientras preparaba los recibos de venta. Edna no volvió a
tener más crisis en sus ventas. Nunca volvió a olvidar de donde le provenía
la ayuda y se volvió a convertir en la mejor vendedora de la tienda.
Se le ocurrieron varias ideas pero siempre había algo que hacía que
parecieran tontas o imprácticas. A veces era porque vivían lejos del centro
de la ciudad, otras veces el trabajo requería algún equipo o algún tipo de
entrenamiento que ella no tenía, otras se necesitaba un automóvil…
Pasaron casi tres meses antes de que algo ocurriera. Una noche un vecino
llamó y le pidió a su esposo que viniera a hablar con él. «Mi negocio está
creciendo tan rápidamente que necesito que un profesional me lleve los
libros», dijo el vecino. «Tengo espacio en el garaje que puedo fácilmente
convertir en una oficina. Podrías llevar mis libros por las noches y en los
fines de semana, hasta ver como sigue mi negocio. Si sigue creciendo,
tendrás un buen trabajo permanente».
Dejo que el gran bien de Dios me ocurra ahora. No presiono o fuerzo las
cosas. No insisto en mi manera. No insisto en hacer para lograr el aumento.
Dejo que Dios lo haga a Su manera. Dejo ir a mis deseos. Dejo que el
aumento prometido de Dios me llegue de la manera que El quiera que me
llegue y dejo que llegue cuando El sepa que es mejor para todos.
Una pareja recibió una herencia de casi cien mil dólares. Al principio se
sintieron aturdidos; era difícil poder imaginar tanto dinero. Había vivido
siempre de dos sueldos pequeños. El era un mecánico y ella una camarera.
Su manera de pensar cambió rápidamente, sin embargo y pronto olvidaron
su vida previa. Miraban a las otras personas con ojos distintos; dejaron de
ver a los viejos amigos. De repente, había algo malo con todo aquellos que
no tenían dinero. «Debiste haber tenido dinero ahorrado, en vez de gastarlo
todo», fue la contestación que recibió un pariente cuando le surgió una
emergencia.
Alberto Dugan hizo trs fortunas. Perdió las primeras dos y murió antes de
que le sucediera nada a la tercera, su viuda vivió muchos años después de
su muerte; hizo mucho bien con aquel dinero y por medio de inversiones
cuidadosas lo multiplicó muchas veces. Es interesante notar que ella había
sido la que creía en la permanencia de su bien. La hermana de Alberto me
dijo que, hasta cuando se había perdido la segunda fortuna, su esposa
había insistido en que él podría y haría otra fortuna que no se perdería.
«Ella decía una y otra vez: “Alberto lo harás otra vez y esta vez será para
siempre. No se perderá».
«Dos semanas después, la familia con quien vivía me llevó con ellos a una
reunión familiar en un pueblo vecino. Allí conocí a un primo de ellos de la
ciudad. Al principio, no lo vi como un posible pretendiente. Me gustaba.
¡Sabía tanto! ¡Había estado en tantos lugares! Siempre me hacía sentir
como con el vestido rosado. Nuestro amor no ocurrió rápidamente, porque
él se contenía, pensando que la diferencia de edad entre nosotros era muy
grande. Cuando finalmente me propuso matrimonio, dijo: «Si te hubiera
conocido diez años antes no te hubiera podido ofrecer lo que ahora puedo
ofrecer». «Y yo no hubiera tenido suficiente edad para que me pidiera diez
años antes», añadió Marcela sonriendo.
Acepto el hecho de que estoy supuesta a ser rica. Seré rica con la
ayuda de Dios. El tiene bien en abundancia para mí y me lo da ahora.
Puedo tener y hacer todas las coas buenas que Dios quiere que tenga
y haga y puedo compartir todo el bien que El me da.
Dios tiene más bien para mí, ahora, del que puedo imaginar. Espero
mi bien. Doy gracias por todo el bien que Dios tiene para mí, ahora.
Tengo en abundancia. Ahora y siempre.
La familia de una mujer del oeste de Tejas había sido pionera de caravanas.
Su vida había sido más triste de lo necesario porque «papá nunca nos dejó
pensar que éramos otra cosa que gente pobre y mamá decía
constantemente que éramos pobres. No creo que fuéramos las personas
más pobres de la comunidad».
«Siempre teníamos un vestido nuevo en las Pascuas y cuando empezaban
las clases. Siempre había comida en abundancia. Siempre era abundancia
de la misma cosa, pero eso era todo lo que podíamos comer. Trabajábamos
en el campo, pero también lo hacían las otras mujeres y los niños. Me tomó
mucho tiempo poder sobreponerme a la idea de concebirme como “gente
pobre”. Una y otra vez he tenido que recordarme a mí misma que soy la hija
rica de un Padre muy rico».
Una mujer se llamaba a sí misma una viuda rica hasta que descubrió que el
significado metafísico de la palabra «viuda» es «separación del bien». Ella
sabía que nunca se podría separar de Dios, su Verdadera Fuente de bien y
su bien aumentaba. Otra mujer tenía la costumbre de recitar uno de esos
versos sobre el día de la semana en que uno nació. Había nacido un
sábado y hasta que supo más, «trabajaba duro para ganarse la vida», como
se supone que hicieran las personas nacidas en sábado…
Ella me lo prometió. «Bueno, está bien, voy a ser rico, muy rico antes de
llegar a los treinta años».
Empezó en muy pequeña escala. Sólo tenía unos cuantos cientos de pesos,
parecía tener un algo especial, para saber que es lo que le gustaba a la
gente. Lo que trajo de un primer viaje a las islas de los mares del Sur le
produjo suficientes ganancias en un mes, como para permitirle hacer otro
viaje. «Algo me dijo que lo hiciera ahora. Algo me dijo que fuera a las islas.
Algo parece decirme siempre cuando algún artículo servirá para la venta.
Por supuesto, ese Algo es Dios, el Dios en él. Lo importante es que él
reconozca ese Algo, ese saber interior».
Espero mi bien hoy, ahora. No tengo que preocuparme del ayer o del
mañana. Todo lo que tengo que hacer es pensar, hablar, sentir y actuar de
manera próspera, en este momento. Este es el único momento que cuenta y
soy rico, ahora.