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Giuseppe Bellini

Catedrático Emérito de la Univer-


sidad de Milán. Director del Cen-
tro di Studi sull´Europa Mediterrà-
nea en la Unidad de Milán. Doctor
Honoris Causa por varias Univer-
sidades europeas y americanas.
Autor de numerosos libros y artí-
culos, traducciones (entre las que
destacan las de Neruda y Miguel
Ángel Asturias), ha publicado ade-
más una difundidísima Historia de
la literatura hispanoamericana
NERUDA Y SUS POETAS
con varias ediciones. Director de
revistas (entre ellas Quaderni ibe-
GIUSEPPE BELLINI
roamericani) y colecciones edito-
riales de amplia tradición y pre-
sencia en el mundo europeo y
latinoamericano.

1 1. La poesía nerudiana está llena de nom- otros nombres del pasado, como el conde de
Pablo Neruda, «Viaje al corazón
de Quevedo», en Viajes, Santia-
bres de poetas, europeos y americanos, y en Villamediana, víctima del palacio y de sus
go de Chile, Nascimento, 1955, sus prosas también Neruda alude a, o a veces aventuras amorosas, una serie de grandes
ahora en Obras Completas, IV, trata de, poetas que le han formado, hacia los líricos que van de Garcilaso a Fray Luis de
«Nerudiana dispersa, I», ed.,
cuales van sus preferencian o que ha conoci- León, de Góngora a Quevedo. Para todos
prólogo y notas de H. Loyola,
Barcelona, Galaxia Gutemberg- do y con los cuales ha tenido vínculos de ellos tiene Neruda palabras cuya lectura hasta
Club de Lectores, 2001, pp. 451- amistad. No todos tuvieron, se entiende, hoy no deja de emocionarnos:
452.
igual importancia para él; no pocas veces en-
2 contramos líricos a quienes cita solamente, En el fondo del pozo de la historia, como un agua
Pablo Neruda, «Oda a Federico otras veces, al contrario, se trata de poetas ha- más sonora y brillante, brillan los ojos de los poetas
García Lorca», en Residencia en
cia los cuales va con entusiasmo y emoción la muertos. Tierra, pueblo y poesía son una misma en-
la Tierra, 2.
mención del chileno, con declaraciones de tidad encadenada por subterráneos misteriosos.
3 profunda adhesión y definiciones deslum- Cuando la tierra florece, el pueblo respira la libertad,
Pablo Neruda, «A Miguel Her-
brantes. los poetas cantan y muestran el camino. Cuando la ti-
nández, asesinado en los presi-
dios de España», en Canto ge- Es suficiente acudir al Canto general para ranía oscurece la tierra y castiga las espaldas del pue-
neral. confirmar las preferencias del poeta. Al final blo antes que nada se busca la voz más alta, y cae la
del Canto, en las disposiciones de su «Testa- cabeza de un poeta al fondo del pozo de la historia.
mento», incita alos nuevos poetas de América La tiranía corta la cabeza que canta, pero la voz en el
a que amen, como él los amó, a su Manrique, fondo del pozo vuelve a los manantiales secretos de
su Góngora, su Garcilaso, su Quevedo, «titá- la tierra y desde la oscuridad sube por la boca del
nicos guardianes, armaduras / de platino y ne- pueblo1.
vada transparencia», que le enseñaron el rigor;
los anima a que busquen en su Lautréamont Así comienza el conocido Viaje al corazón
«viejos lamentos / entre pestilenciales agonías», de Quevedo. Federico era ciertamente para
y en Maiakovski «vean cómo ascendió la Neruda el poeta de más dramática referencia.
estrella / y cómo de sus rayos nacieron las Recordemos el comienzo desesperado de la
espigas», gran utopía del Neruda vitalista. oda que le dedica en la segunda Residencia en
Objeto de gran amistad fueron algunos de la tierra:
los poetas de la «Generación del 27»: García
Lorca, Hernández, Alberti, el mismo Alei- Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,
xandre. Hay páginas y poemas dedicados a si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,
ellos, que todos conocen. Miguel Hernández, lo haría por tu voz de naranjo enlutado
Federico García Lorca y Antonio Machado y por tu poesía que sale dando gritos2.
con su muerte, el primero víctima de la enfer-
medad conseguida en la cárcel, el segundo ase- No menos trágucamente sentida la muerte
sinado, Machado obligado a huir a Francia, de Miguel Hernández. Con frecuencia recor-
donde casi de inmediato muere, quedan como daba Neruda del joven poeta la sencillez de
herida viva en la sensibilidad nerudiana, ima- sus aspiraciones, la poesía que emanaba de su
Neruda y sus poetas
GIUSEPPE BELLINI
gen permanente del crimen. A ellos se añaden persona. Lo llorará en el Canto general 3 como

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la «aspereza cereal de la avena segada», la mentalmente, Gabriela Mistral, aunque de
«miel que medía la tierra», como «Un ruise- manera más concreta presente en época tarda,
ñor manchado de naranjas, un hilo / de inco- con su poema celebrativo de la cordillera9, al
rruptible canto, de fuerza deshojada», prome- cantor de las «Alturas de Macchu Picchu»10.
tiendo venganza. Y en Las uvas y el viento4 Gabriela y Darío son considerados por Ne-
celebrará Neruda en Hernández «el esplendor ruda chilenos y al cumplir cincuenta años de
del hombre duplicado», su canto, en el que se poeta quiere reconocer en ellos «la edad
juntaron «todos los enterrados ruiseñores, to- eterna de la verdadera poesia» y su deuda,
das las aves del sonoro cielo». como a todos los que escribieron poesía
Sin sospecharlo, Neruda predecía su mis- antes que él11. Baudelaire.
mo destino, su trágico momento final frente al A Bécquer, Neruda le dedica un homena-
golpe militar, y su permanencia en el tiempo. je significativo en 1936 en la revista Caballo 4
Han pasado cien años desde su nacimiento y verde para la poesía. Anteriormente, en 1933, Pablo Neruda, «El pastor perdi-
do», en Las uvas y el viento.
la voz del poeta, con sus descontadas equivo- había celebrado con García Lorca a Darío, en
caciones que la historia explica, todavía canta la conocida charla «al alimón»: si el primero 5
para nosotros con intacta pasión y frescura, era para Neruda «mano de madreselva ar- Pablo Neruda, «Infancia y poe-
sía», en Obras Completas, IV,
como sus grandes amigos. diendo», que «inunda el crepúsculo con humo op. cit., p. 926.
lleno de lluvia, con nieve llena de lluvia, con
2. La formación de Neruda fue romántico- flores que la lluvia ha tocado», «gran voz, dul- 6
Ibid., p. 925.
modernista. Era la época, y Bécquer y Darío ce corazón herido», «Sol desdichado, señor de
fueron sus primeros inspiradores. Cuando en- las lluvias»12, Darío es un «nombre rojo» que 7
contró en Temuco a Gabriela Mistral ésta, se- hay que recordar «en sus direcciones esencia- Ibidem.

gún parece, le encaminó a lecturas más que de les con sus terribles dolores del corazón, su 8
poetas de narradores: los escritores rusos, de incertidumbre incandescente, su descenso a Ibidem.
cuyas obras, que no menciona, el chileno de- los hospitales del infierno, su subida a los cas-
9
nuncia la gran influencia que ejercieron sobre tillos de la fama, sus atributos de poeta gran- Gabriela Mistral, «Cordillera»,
él5. de, desde entonces y para siempre e impres- en Poesía completas, Madrid,
Fue probablemente sobre todo Gorki una cindible13. Aguilar, 1958.

de las lecturas «voraces» del momento, supe- En Béquer, Neruda encuentra una identi-
10
ración de Verne y Salgari, sin embargo siem- dad espiritual mayor que en Darío. De éste le Neruda le dedica en 1954 un re-
pre presente éste, como fuente de un mundo impresiona sobre todo la pasión, la vida dra- cuerdo sentido y polémico: «Mi
saludo a Gabriela», en Obras
fantástico que dominó la infancia del poeta. mática. Es suficiente abrir al azar El río invi-
Completas, IV, op. cit., pp. 958-
Un abigarrado repertorio, propio de la edad sible o los Cuadernos de Temuco, el mismo 960.
en que un joven se abre a la literatura y don- Crepusculario para constatar cuanto hay en
11
de se mezclan Vargas Vila y Strindberg, Gor- ellos de romántico y modernista, a pesar de
Pablo Neruda, «Discurso en la
ki y Felipe Trigo, Diderot, Bernardin de evidentes innovaciones: romántico por senti- Universidad de Chile en su 50°
Saint-Pierre y Victor Hugo con sus Misera- miento, modernista por expresión. La muer- aniversario: Andando hace mu-
bles6, más tarde Notre Dame de Paris y Los te, el amor, el dolor, el deseo erótico, la vida, chos años por el lago Ranco...»,
ibid., p. 953.
trabajadores del mar, la misma María de Isa- son temas en los que se expresa una funda-
acs: el «saco de la sabiduría humana» que «se mental amargura romántica. Estos temas 12
había roto y se desgranaba en la noche de Te- encuentran espacio abundante en Crepuscu- Pablo Neruda, «G.A.B.», ibid.,
pp. 384-385.
muco»7. Neruda confiesa: lario, donde, en el segundo poema de Helio,
se evidencia también la huella de Herrera y 13
Para mí los libros fueron como la misma selva en que Reissig y acentuadamente modernista es el Pablo Neruda, «Discurso al ali-
món sobre Rubén Darío por
me perdía, en que continuaba perdiéndome. Eran erotismo de «Morena la besadora», mientras Federico García Lorca y Pablo
otras flores deslumbradoras, otros altos follajes som- plenamente romántico es el poema Pelleas y Neruda», ibid., p. 370.
bríos, misteriosos silencios, sonidos celestiales, pero Melisanda.
también, la vida de los hombres más allá de los cerros, La novedad nerudiana se afirma, no tan-
más allá de los helechos, más allá de la lluvia8. to en El hondero entusiasta, que el poeta
uruguayo Carlos Sabat Ercasty juzgará
El joven que venía de la provincia no esca- demasiado influido por su propia poesía,
pó, naturalmente, a la influencia del ambiente determinando una auténtica crisis en el
y, en la poesía, Bécquer y Darío fueron sus joven chileno, sino a partir de Tentativa del Neruda y sus poetas
primeros inspiradores. Lo fue también, senti- hombre infinito y sobre todo de los Veinte GIUSEPPE BELLINI

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poemas de amor y una canción desesperada, tréamont, con sus Chants de Maldoror; más
donde el carácter, la inclinación sentimental tarde el poeta chileno celebrará, en «Lautréa-
del poeta, característica luego de toda su mont reconquistado», su presencia viva, supe-
creación artística, se expresa en formas de rando anteriores reservas y reproches, exal-
auténtica novedad. tando, al contrario, en él la afirmada
perspectiva de una cercana época feliz: «Soy la
3. Darío es quien introduce a Neruda al alegría de la futura primavera» 19.
conocimiento de la moderna poesía francesa: Con Lautréamont, muerto durante los
Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Rimbaud. Es combates de la Comuna en París, Neruda se
importante recordar que durante sus estudios identifica por su personal compromiso. En
Góngora por Velazquez.
universitarios el poeta chileno se había espe- «El sobrino de Occidente», de los Cantos ce-
cializado en literatura francesa, lo que explica remoniales, denunciando el vacío, el «gusto a
14 su constante predilección por Francia y espe- gusano» que le llega hasta de los libros de sus
Pierre Ronsard, soneto XLIII de Le cialmente por París, donde muchas fueron autores preferidos, el poeta destaca del uru-
second livre des sonnets pour más tarde sus amistades, entre ellas la de guayo-francés su activo rescate, realizado a
Hélène, en Les Amours, Paris,
Gallimard, 1974.
Éluard y Louis Aragon, y los reconocimien- través de una conducta militante y reivindica
tos de parte de la intelectualidad comprome- su significado permanente:
15 tida.
Pablo Neruda, «El nuevo soneto
a Helena», en Crepusculario.
La presencia de la poesía francesa en la Del niño misterioso recojamos
obra nerudiana queda documentada desde el cuanto dejó, sus cantos triturados,
16 comienzo de la actividad creativa de Neruda. las alas tenebrosas de la nave enlutada,
François Villon, «Ballade des da-
mes du temps jadis», en Poésies,
En «El nuevo soneto a Helena» el poeta chi- su negra dirección que ahora entendemos.
Paris, Flammarion, 1992. leno menciona a Ronsard, alusión implícita al Ha sido revelada su palabra.
soneto XLIII del segundo libro de los Sonnets Detrás de cada sombra suya el trigo.
17
Cfr. Charles d’Orléans, En la
pour Hélène, que empieza con el verso En cada ojo sin luz una pupila.
forête de longue attente et autres «Quand vous serez bien vieille, au soir à la La rosa en el espacio del honor.
poèmes, Paris, Gallimard, 1995. chandelle»14: La esperanza que sube del suplicio.
18
El amor desbordando de su copa.
Pablo Neruda, «Viaje al corazón Cuando estés vieja, niña (Ronsard ya te lo dijo), El deber hijo puro de la madera.
de Quevedo», en Obras Com- te acordarás de aquellos versos que yo decía. El rocío que corre saludando a las hojas.
pletas, op. cit., IV, p. 455.
Tendrás los senos tristes de amamantar tus hijos, La bondad con más ojos que una estrella.
19 los últimos retoños de tu vida vacía...15 El honor sin medalla ni castillo20.
Pablo Neruda, «Lautréamont re-
conquistado», en Cantos cere-
Otros versos traen concretamente a la me- A pesar de todo, el poeta y escritor fran-
moniales.
moria las villonianas «neiges d’antan», de la cés más amado por Neruda fue Victor Hugo.
20 «Ballade des dames du temps jadis»16, o bien El poeta chileno le reconoce un papel funda-
Ibid., «El sobrino de Occidente».
versos de Charles d’Orléans17. mental en su formación: a él y a Salgari le de-
La atención del poeta chileno se dirige, be su despertar al mundo de la fantasía y to-
además de a los poetas frenceses mencionados, davía circulan en él sus linfas vitales:
también hacia autores modernos, en particu- Sandokan y Sandokana, el pulpo terrible de
lar a líricos que nacieron en América, como los Trabajadores del mar, el jorobado «so-
Lautréamont y Laforgue, a quienes sigue con- brecirculando» por la gótica anatomía de
siderando uruguayos: a ellos les reprocha que Notre Dame, sobre todo el sentimiento que
hayan dejado «desamparado el vastro territo- se proyecta con emoción sobre todas las co-
rio vital» que los llenó del «soplo masculino y sas.
terrible» del continente. A través de estos En Las piedras de Chile vive el recuerdo
poetas, declara, América llena las «calles enra- de la poesía victorhuguiana; en «La tumba de
recidas de Europa con una flor ardiente y Victor Hugo en Isla Negra», Neruda celebra
helada, con unos fantasmas que desde enton- la esencia espiritual de su maestro, cuya últi-
ces la poblarán para siempre»18. ma demora desea cerca de su casa, en el
Lautréamont y Laforgue son para Neruda océano. Un círculo de rocas, un remanso de
los maestros del nuevo lenguaje poético y le aguas oceánicas y una piedra, como una gran
Neruda y sus poetas
introducen al surrealismo, al cual tanto deben losa, le sugieren la idea de una tumba ideal
GIUSEPPE BELLINI las Residencias en la tierra. Sobre todo Lau- donde, a través del mundo, la sustancia ger-

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minativa de Victor Hugo pueda entrar per- del Arauco domado, cantor de vitales estan-
manentemente en la «turbulenta claridad» del dartes y banderas, del Bío Bío, río siempre
sur chileno. Acaricien las algas para siempre presente en la sensibilidad nerudiana, y el gran
la demora del poeta: «alargue el alga larga sus Ercilla, épico poeta de La Araucana, celebra-
cabellos»; y el mar lo celebre mudo: «Silencio, dor de la resistencia chilena, una resistencia
mar! Calladas / recen su padrenuestro las es- destinada a prolongarse después por trescien-
pumas»21. tos años más de batallas.
A esta resistencia y a Ercilla, Neruda coli-
4. De los poetas de España, como ya he- gará la lucha del pueblo de Chile contra el ca-
mos visto a través de su testamento en el Can- pitalismo y los Estados Unidos durante la es-
to general, Neruda privilegia a Manrique, tación allendista. En Incitación al nixonicidio
Garcilaso, Pedro de Espinosa, Góngora y de y alabanza de la Revolución chilena el poeta Quevedo.
manera especial a Quevedo. hace propios los versos del antiguo cantor y
A Jorge Manrique el poeta chileno dedica los inserta entre los suyos: 21
una de las más bellas de sus Nuevas odas ele- Pablo Neruda, «La tumba de
mentales22: frente a este «buen caballero / de Junto a los Andes una llamarada Victor Hugo en Isla Negra», en
Las piedras de Chile.
la muerte», Neruda afirma la superioridad de y desde el mar una encendida rosa
la lucha por lavida y prospecta que, de vivir CHILE, FERTIL PROVINCIA SEÑALADA 22
hoy, sería inevitable la conversión del poeta Pablo Neruda, «Oda a Don
Jorge Manrique», en Nuevas
medieval, la renuncia al reino de la muerte por hoy fulgura en la noche luminosa odas elementales.
la «terrestre / esperanza». La admiración de de América, tu estrella colorada
Neruda por Manrique es incondicional: «no EN LA REGION ANTARTICA FAMOSA. 23
Ibid., «Oda a Don Diego de
puedo / oponer sino el aire / a tus estrofas». Noche».
Corona su rescate un exaltante panorama pro- Y así, por fin, tu estrella liberada
metedor: emergió de la sombra silenciosa, 24
Pablo Neruda, «Viaje por las
DE REMOTAS NACIONES RESPETADA. costas del mundo», en Obras
Por la abierta ventana Completas, IV, op. cit., p. 500.
se extendían las tierras, El mundo divisó la llamarada
25
los países, y en tu honor repitió la voz gloriosa:
PEDRO DE ESPINOSA, Fábula
la lucha, el trigo, LA GENTE QUE PRODUCE ES TAN GRANADA: del Genil.
el viento.
26
tan unida, tan clara y valerosa,
Pablo Neruda, Incitación al nixo-
Y vuelve Neruda con más vigor a su «de- la Unidad Popular es tan florida, nicidio y alabanza de la Revolu-
ber de pueblo y canto». TAN SOBERBIA, GALLARDA Y BELICOSA, ción chilena, XLIV.
De Góngora se ha hablado bastante acerca
del «Gran Océano», joya del Canto general; que en esta lucha jugará la vida
su lección ha sido sobre todo de forma: maes- contra las turbias bandas sediciosas.
tría del juego metafórico, selección cristalina
del vocablo. En Góngora, Neruda veía al gran La estirpe popular esclarecida,
cantor acueo, más cerca, por caudaloso, de las es como ayer fecunda y orgullosa
inagotables inmensidades oceánicas que tanto Y NO HA SIDO POR REY JAMAS VENCIDA
le sugestionaban, mientras en Garcilaso, «ami-
go celestial» que anda «con armadura»23, y Pe- y aunque sea atacada y agredida
dro de Espinosa, que «ilumina con un rayo de
amaranto la latitud mojada y brilla su esplen- Chile, mi Patria no será vencida
dor en todas las piedras preciosas recién sali-
das de América»24, apreciaba el flujo misterio- NI A EXTRANJERO DOMINIO SOMETIDA26.
so de aguas azuladas y transparentes, el
precioso verdor de esmeraldas del ambiente, el Así concluía su poema Neruda, en enero
brillo de oro de las ninfas «de desnudos pe- de 1973. Lo que vino después, lo sabemos: fue
chos», diamantes y nácares del Genil25, inspi- tragedia.
radores refinados, siguiendo al Ariosto del Para Neruda, Ercilla era sí un «refinado
Orlando furioso, de poetas por motivos di- poeta del amor, un renacentista ligado con to- Neruda y sus poetas
versos siempre amados: Pedro de Oña, autor do su ser a la temblorosa espuma mediterrá- GIUSEPPE BELLINI

29
nea en donde acaba de nacer Afrodita», pero vas», el olor de la madera «nueva, recién cor-
en Chile había encontrado «no sólo alimento tada» que traspasaba su ropa; estaba acostum-
para su ardiente nobleza, sino regocijo para brado «a las riberas inmensamente pobladas
sus extáticos ojos»27. Lo celebra el chileno en de pájaros y vapor»33, y su encuentro con la
el Canto general: «Piedras de Arauco y desa- poesía de Quevedo, que ocurrió casualmente,
tadas rosas / fluviales, territorios de raíces, / se como sabemos, a través de un «viejo libraco»
encuentran con el hombre que ha llegado de de poemas, a la salida de la estación madrile-
España» e invaden con gigantesco liquen su ña de Atocha, lo mantuvo leyendo durante to-
armadura, las sombras del helecho atropellan da la noche34; fue para él
su espada, «La yedra original pone manos
Retrato de Rimbaud por Henri azules / en el recién llegado silencio del pla- la roca tumultuosamente cortada, la superficie sobre-
Fantin-Latour, 1872.
neta»28. saliente y cortante sobre un fondo de color de arena,
27 Chile conquista al conquistador Ercilla y sobre un paisaje histórico que recién me comenzaba
Pablo Neruda, «Mariano Latorre, su profunda presencia se funde en Neruda con a nutrir. Los mismos oscuros dolores que quise va-
Pedro Prado y mi propia sombra», la de Walt Whitman, poeta inmenso que le en- namente formular, y que tal vez se hicieron en mí ex-
en Obras Completas, IV. «Neru-
diana dispersa, I», op. cit., p. 1087.
señó «a ser americano», le hizo descubrir la tensión y geografía, confusión de origen, palpitación
sustancia de la tierra y del hombre de Améri- vital para nacer, los encontré detrás de España, plate-
28 ca, encaminó al esclavo a la conquista de la ada por los siglos, en lo íntimo de la estructura de
Pablo Neruda, XXII, «Ercilla», III: Los
conquistadores, en Canto general.
alegría29. Con Ercilla, Whitman, «innumera- Quevedo. Fue enconces mi padre mayor y mi visita-
ble tiniebla»30, «hermano profundo»31, es el dor de España. Vi a través de su espectro la grave osa-
29 poeta americano que Neruda siente más cerca menta, la muerte física, tan arraigada a España. Este
Pablo Neruda, «Oda a Walt Whit-
man», en Nuevas odas elementales.
de su misma sustancia: gran contemplador de osarios me mostraba lo sepul-
cral, abriéndome paso entre la materia muerta,con un
30 Toqué una mano y era desprecio imperecedero por lo falso, hasta en la
Pablo Neruda, IX. Que despierte
el leñador, I, en Canto general.
la mano de Walt Whitman: muerte35.
pisé la tierra
31 con los pies desnudos, Cito este pasaje, tan presente a quienes fre-
Ibid., III.
anduve sobre el pasto, cuentan la poesía de Neruda, por su inagota-
32 sobre el firme rocio da sugestión y porque, escrito en 1942, venía
Pablo Neruda, «Oda a Don Jor- de Walt Whitman. después de una ya larga estación quevedesca
ge Manrique», en Nuevas odas
del poeta chileno, de adhesión al que conside-
elementales.
Durante raba «el más grande de todos los poetas espi-
33 mi juventud rituales de todos los tiempos»36. Una estación
Pablo Neruda, Viaje al corazón
toda que no debía terminar sino con el propio Ne-
de Quevedo, en Obras Comple-
tas, IV, «Nerudiana dispersa, I», me acompañó esa mano, ruda.
op. cit., p. 456. ese rocío, Neruda considera al gran escritor y poe-
su firmeza de pino patriarca, su extensión de pradera ta español del siglo XVII su modelo, además
34
Cfr. Pablo Neruda, «Notas» a y su misión de paz circulatoria32. del precursor de su atormentada problemáti-
Viajes, Santiago de Chile, Nas- ca, ejemplo de una postura plenamente com-
cimento, 1955, p. 16. Sobre todo en Walt Whitman Neruda ve partida frente a la vida y al poder, a la función
35 su propio origen como poeta de la naturaleza del poeta como partícipe y testigo de la his-
Pablo Neruda, «Viaje al corazón americana. toria del mundo en el que le ha tocado vivir:
de Quevedo», en Obras Com- «No hay acontecimiento de su época –escri-
pletas, IV, op. cit., p. 456.
5. Por encima de todos los poetas mencio- be de Quevedo– que no lleve algo de su fue-
36 nados es, sin embargo, Quevedo quien domi- go activo»37. Y en el Canto general el poeta
Ibid., p. 452. na en el espíritu de Neruda. En su poesía ha- chileno asumirá con empeño esta función de-
37
bía encontrado con sorpresa, ya en época clarando: «Yo estoy aquí para contar la his-
Ibid., p. 457. juvenil, más allá de las lecturas superficiales toria»38.
del liceo, dramáticamente expresados sus pro- Naturalmente, en su adhesión a Quevedo,
38
Pablo Neruda, «Amor América»,
pios dolores. Neruda afirma diferencias de fondo, entre
en Canto general. Venía Neruda «de una atmósfera cargada ellas la falta de fe en un más allá que, como pa-
de aromas», «inundada» por «despiadados rí- ra su maestro, vaya preparando su bien, y por
Neruda y sus poetas
os» y hasta entonces, declara, había vivido eso sus problemas se hacen más dramáticos.
GIUSEPPE BELLINI «sujeto por el tenebroso poder de grandes sel- Para el chileno todas las religiones son em-

30
bustes; los dioses de Rangoon, denuncia en la muñeca último vestigio de la niña quema-
«Religión en el Este»39, como el Dios cristia- da por los «aéreos asesinos» en los arrozales
no, son enemigos del «pobre ser humano», y de Viet Nam, así como a la «fragante novia»
el más allá es invención de quienes comercian de España en el corazón, flor cortada por la
en «mercadería celeste», aunque nunca el guerra:
poeta, a partir del encuentro con Matilde, se
resignará a aceptar la perspectiva de que todo Ved cómo se ha podrido
termina con la muerte. Si en el poema «Aque- la guitarra en la boca de la fragante novia:
llas vidas», del Memorial de Isla Negra40, a ved cómo las palabras que tanto construyeron,
distancia de decenios quedaba todavía pensa- ahora son exterminio: mirad sobre la cal y entre el
tivo recordando el humo que salía de los ca- [mármol deshecho
dáveres quemados en las márgenes del río, en la huella –ya con musgos– del sollozo46.
la India, sin saber «si era el alma o era el hu-
mo / lo que del sarcófago salía», en el último
de los Cien sonetos de amor, la estación plena 6. Tampoco faltan presencias, o mencio- 39
del sentimiento agudiza el deseo de perma- nes, de poetas italianos en Neruda. El poeta Pablo Neruda, «Religión en el Es-
te», en Memorial de Isla Negra,
nencia, llevándole a una posible solución pan- chileno declaraba, en 1946, su amor hacia Ita- II: «La luna en el laberinto».
teísta: lia a quien definía «la más antigua madre de la
cultura»47. Sabemos, por otra parte, la impor- 40
Pablo Neruda, «Aquellas vidas»,
y allí donde respiran los claveles tancia que tuvo sentimentalmente Capri debi-
ibid.
fundaremos un traje que resista do a la historia clandestina de amor de Pablo
la eternidad de un beso victorioso41. con Matilde. Allí están Los versos del Capitán 41
Pablo Neruda, soneto «C», en
y La barcarola para comprobarlo. También en
Cien sonetos de amor.
En varias ocasiones me he dedicado a es- Las uvas y el viento hay un capítulo de poe-
tudiar las relaciones que intercorren entre Ne- mas dedicados a «La patria del racimo»: en 42
Cfr. Giuseppe Bellini, Quevedo
ruda y Quevedo42 ; por este motivo no insis- «La túnica verde» el entusiasmo lleva al poe-
nella poesia ispano-americana
to. Sólo quiero recordar que su adhesión a ta a definir al pueblo italiano como «la pro- del 900, Milano, Editrice Viscol-
Quevedo empieza tempranamente, no tanto ducción más fina de la tierra», mientras en tea, 1967; id., Quevedo in Ame-
con la imagen deslumbrante de los «relámpa- otro poema, «Cabellera de Capri», exalta cual rica, Milano, La Goliardica,
1974; id., Quevedo y la poesía
gos de risa carmesíes» y de la «familia de oro» nueva Venus a la isla: hispanoamericana del siglo XX,
que desde el retrato de Quevedo a Lisi43 pasan New York, Torres & Sons, 1976.
a la nerudiana «Oda con un lamento», de Re- Su traje de zafiro
43
sidencia en la tierra, sino por el sentido de ge- la isla en sus pies guardaba, Francisco de Quevedo, «Retrato a
neral desgaste de las cosas, de la brevedad de y desnuda surgía en su vapor Lisi que traía en una sortija», en
la vida, del nacer entendido como comienzo de catedral marina. Obras Completas, I: Poesía origi-
nal, ed., introducción, bibliografía
del morir, de la omnipresencia de esa «agri- Era de piedra su hermosura. En cada y notas de J. M. Bledcua, Barcelo-
cultura de los huesos» que dominará hasta fragmento de su piel reverdecía na, Editorial Planeta, 1963.
Canción de gesta, Fin de mundo, donde el si- la primavera pura 44
glo se le presenta al poeta como «edad de la que escondía en las grietas su tesoro. Pablo Neruda, «La ceniza», en
ceniza»44, Las piedras de Chile y Las piedras Fin de mundo.

del cielo, y más adelante todavía, hasta la po- En realidad, la experiencia italiana de Ne- 45
esía póstuma. ruda no fue, en un primer momento, exal- Pablo Neruda, poema XV, en In-
citación al nixonicidio y alabanza
En el poema XV de Incitación al nixoni- tante, pero más tarde su residencia en Italia
de la Revolución chilena, op. cit.
cidio Neruda acerca Quevedo al Océano, fue regular año tras año, siguiendo el ritmo
dos «graves desmesuras», y asume su lec- con que iba apareciendo en traducción su 46
Pablo Neruda, «Canto sobre unas
ción: «leyendo el mar y recorriendo el mie- obra. ruinas», en España en el corazón.
do // del poeta mortal en su lamento / com- En cuanto a amigos italianos Pablo tuvo
47
prendo la razón de mi amargura»45. Pero bastantes, especialmente de su misma orienta- Pablo Neruda, «Italia, tesoro uni-
Neruda presentará siempre una dimensión ción ideológica, se entiende, entre ellos el pin- versal», en Obras Completas, IV,
más humana que no su poeta preferido; con tor Guttuso y el poeta Salvatore Quasimodo, «Nerudiana dispersa, I», op. cit.,
p. 591.
ternura contemplará siempre el destino fatal a quien celebró con palabras «ceremoniales»
del hombre asediado por la muerte. Es im- en 1959, cuando el italiano recibió el premio
posible olvidar a los «muertos de un solo Nobel. Quasimodo había realizado en 1952 Neruda y sus poetas
abismo» de las «Alturas de Macchu Piccho», una antología de la poesía nerudiana, que ilus- GIUSEPPE BELLINI

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tró Renato Guttuso48. Las traducciones eran, la sacó de su primera forma informe cuando
según Neruda, como siempre me repetía, iba vestida de sayal y armadura»51. Neruda
«poesía de Salvatore sobre tema mío». En enaltece sobre todo «los tercetos deslum-
efecto Quasimo no era un experto en la len- brantes, el apasionado atavío, la profundidad
gua castellana, pero la época era esa, y además y la pedrería de los Alighieri, Cavalcanti,
un poeta se sentía autorizado a rehacer a su ar- Ariosto, Tasso, Poliziano», poetas que «pres-
bitrio el texto que traducía. taron luz florentina» a Garcilaso y Boscán,
La amistad entre los dos poetas, Neruda y «enseñaron» a Góngora y «tiñeron con dar-
Quasimodo, no fue nunca muy calurosa, más do de sombra la melancolía de Quevedo», no
bien se respetaban. Lo constaté en varias oca- solamente, sino que «moldearon los sonetos
siones y hasta hay una fotografía en la que los de William Shakespeare» y «encendieron las
dos están frente a frente, como retándose, a esencias de Francia, levantando las rosas de
Verlaine.
pesar de la sonrisa, sólo que Pablo parece do- Ronsard y Du Bellay»52.
minar la situación. Ciertamente la poesía de Falta curiosamente Petrarca, poeta a quien,
48 Quasimodo era algo más bien frío para Neru- por otra parte, Pablo había visto siempre co-
Pablo Neruda, Poesie, Traduzio- da y tanto que en la mencionada ocasión del mo «arrebujado bajo una caperusa de monje»,
ne di Salvatore Quasimodo. Illus-
Nobel a su amigo pone de relieve su «posición finalmente rescatado debido al regalo de un
trazioni di Renato Guttuso, Tori-
no, Einaudi, 1952. de italiano central, de protagonista actual de ejemplar de 1484 de parte de los obreros de
un intermitente pero inagotable clasicismo» una fabrica en Florencia53. Más tarde Neruda
49
que «no lo ha convertido en un guerrero pre- no dejará de medirse implícitamente con el
Pablo Neruda, «Palabras ceremo-
niales a Salvatore Quasimodo», so adentro de su fortaleza»49. Luego se sale poeta italiano, y lo hará en un original canzo-
en Obras Completas, «Nerudiana por la tangente afirmando que poco podría niere formado por «sonetos de madera», los
dispersa, I», op. cit., p. 1044.
decir de su «eminente compañero», porque le Cien sonetos de amor, de 196054, subvertiendo
50 faltan los «estudios del crítico y las herra- el modelo petrarquesco. Ante todo el poeta
Ibidem. mientas del análisis, de la comparación y de la chileno divide su cancionero en cuatro mo-
definición», sin por ello negarse a un final po- mentos, Mañana, Mediodía, Tarde, Noche,
51
Ibid., p. 1043. ético celebrativo: que representan la trayectoria de un amor por
fin legalizado, con una mujer concreta, Matil-
52 En Quasimodo se unen los colores y los sonidos de de, no fantasmal como lo es Laura. Ya en el si-
Ibidem.
un mundo melancólicamente sereno y su tristeza no glo XVI Eugenio de Salazar había revolucio-
53 significa la derrotada inseguridad de Leopardi sino el nado, como bien ha demostrado Jaime J.
Pablo Neruda, «Discurso en la recogimiento germinal de la tierra en la tarde, cuan- Martínez Martín55, el esquema petrarquista en
Universidad de Chile en su 5º
aniversario», en Obras Comple-
do perfumes, voces, colores y campanas protegen el su Silva de varia lección cantando a su esposa,
tas, Buenos Aires, Editorial Losa- trabajo de la más profunda semilla. Amo el lenguaje mujer que sobrevivió a su muerte, de modo
da, 1968 (3ª ed.), II, p. 1085. recogido de este gran poeta, su clasicismo y su ro- que también faltó en el cancionero salazaria-
54
manticismo y sobre todo admiro en él su propia im- no el canto «in morte». En su cancionero Ne-
Pablo Neruda, Cien sonetos de pregnación en la continuidad de la belleza, así como ruda multiplica las fases historiando su amor
amor, Buenos Aires, Editorial Lo- su poder de transformarlo todo en un lenguaje de con sentimientos desconocidos al Canzoniere
sada, 1960.
verdadera y conmovedora poesía50. de Petrarca, como el temblor del comienzo, la
55 felicidad del amor compartido y el temor por
Jaime J. Martínez Martín, Euge- No sabemos cómo acogió el poeta italiano la ausencia de la mujer amada y al final la al-
nio de Salazar y la poesía no-
vohispana, Roma, Bulzoni Edito-
este elogio de su admirador chileno. canzada serenidad en la perspectiva de una
re, 2002. De todos modos, la celebración nerudiana permanencia panteísta; esto a más de las no-
de Quasimodo en la Biblioteca Nacional de vedades de estilo, y también la inserción de es-
Chile representa una espía más acerca de su ta «historia de amor» no en un paisaje de ín-
conocimiento de la poesía italiana: no sola- tima melancolía y desesperanza, sino dentro
mente Leopardi, por más que le rechace, sino de una casa, reino del sentimiento, y que po-
en general de toda la historia poética de Ita- siblemente sea, en la realidad, la de Isla Negra.
lia, pisando cuya tierra y atravesando las are- A su vez Clara Camplani concluye un examen
nas de su «pequeño océano», escribe, «me pa- de las relaciones Neruda-Petrarca afirmando
reció ir pisando diamantinas sustancias, que nada más lejano entre los dos poetas que
cristalería secreta: todo el fulgor guardado la tratación de los temas de la naturaleza, el
Neruda y sus poetas
por los siglos», porque «Italia dio forma, so- amor y la muerte, porque Neruda «attinge alla
GIUSEPPE BELLINI nido, gracia y arrebato a la poesía de Europa, profondità della vita attraverso l’esperienza

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delle cose realizzata per mezzo dei sensi», Diego de Hojeda, con su ascendencia tasses-
mientras Petrarca transforma a la mujer en co-dantesca.
«creatura angelica» y construye una «visione
trascendente» que da un sentido a la ausencia 7. El discurso podría alargarse todavía y
del ser amado, «pervenendo all’intuizione di nos llevaría a muchos poetas más, que fueron
un mistero al di là delle cose»56. lectura nutricia de Neruda, Shakespeare, so-
Anteriormente, en España en el corazón, bre todo, a quien el chileno considera «el más
es posible detectar la presencia de Dante, vasto de los seres humanos»57, y que acerca a
precisamente en la estructura del poema, que otros grandes de la poesía: «En cada época, un
pone al centro de todo dolor y toda infamia bardo asume la totalidad de los sueños y de la
al general Franco, referencia al Lucífer del sabiduría: expresa el crecimiento, la expansión Whitman.

Canto XXXIV del Inferno. Aunque es posi- del mundo. Se llama una vez Alighieri, o Vic-
ble también que Neruda hubiese leído y te- tor Hugo, o Lope de Vega o Walt Whitman». 56
Clara Camplani, «I Cien sonetos
nido presente La Cristiada del dominico Y yo añado: o Neruda.
de amor di Neruda e il Canzo-
niere del Petrarca», en Cultura
Latinoamericana, 5, Salerno,
2003 (ed. 2004). La misma estu-
diosa ha investigado también las
relaciones de Neruda con Pasco-
li, en «La natura in Pascoli e Ne-
ruda: consonanze e affinità», en
AA. VV., Italie, Amèrique Latine:
influences rèciproques (art, cultu-
re, societé...), sous la direction de
Daniel Meyran, Roma, Bulzoni
Editore, 2001.

57
Pablo Neruda, «Inaugurando el
año de Shakespeare», en Obras
Completas, IV, op. cit., p. 1200.

Neruda y sus poetas


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