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“Con alegría celebremos nuestra vida con Jesús”

Taller de Liturgia

Liturgia y Espiritualidad Popular


“Celebremos al Señor de la Vida y a María Virgen con las tradiciones propias de nuestro Pueblo”

Objetivo general:
Enriquecer y complementar la Liturgia Tradicional con expresiones de Piedad Popular y
testimoniar la importancia de la vida Sacramental en los hermanos que viven su fe por
medio de estas comunidades.

1- La Piedad Popular en la Sagrada Escritura

Libro segundo de Samuel


Capítulo 6, 1-13
“El traslado del Arca de la Alianza a Jerusalén”

Salmo 150
Sinfonía de Alabanza a Dios

1 ¡Aleluya!
Alaben a Dios en su Santuario,
alábenlo en su poderoso firmamento;
2 Alábenlo por sus grandes proezas,
alábenlo por su inmensa grandeza.

3 Alábenlo con toques de trompeta,


alábenlo con el arpa y la cítara;
4 alábenlo con tambores y danzas,
alábenlo con laudes y flautas.

5 Alábenlo con platillos sonoros,


alábenlo con platillos vibrantes,
6 ¡Que todos los seres vivientes
alaben al Señor!

¡Aleluya!

2- La Piedad Popular en el Documento de Aparecida

6.1.3 La piedad popular como espacio de encuentro con Jesucristo

258.El Santo Padre destacó la “rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el
alma de los pueblos latinoamericanos”, y la presentó como “el precioso tesoro de la Iglesia
Católica en América Latina”. Invitó a promoverla y protegerla. Esta manera de expresar la
fe está presente de diversas formas en todos los sectores sociales, en una multitud que
merece nuestro respeto y cariño, porque su piedad “refleja una sed de Dios que solamente
los pobres y sencillos pueden conocer” La “religión del pueblo latinoamericano es expresión
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de la fe católica. Es un catolicismo popular”, profundamente inculturado, que contiene la
dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana.

259. Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas patronales, las
novenas, los rosarios y vía crucis, las procesiones, las danzas, los cánticos del folclor
religioso, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en familia.
Destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en camino.
Allí, el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos hermanos,
caminando juntos hacia Dios que los espera. Cristo mismo se hace peregrino, y camina
resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el Santuario ya es una confesión de
fe, el caminar ya es un verdadero canto de esperanza, y la llegada es un encuentro de
amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y la
cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio.
También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica
sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón de ha renunciado a
la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva
experiencia espiritual.

260.Allí, el peregrino vive la experiencia de un misterio que lo supera, no sólo de la


trascendencia de Dios, sino también de la Iglesia, que trasciende su familia y su barrio. En
los santuarios, muchos peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas. Esas paredes
contienen muchas historias de conversión, de perdón y de dones recibidos, que millones
podrían contar.

la piedad popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y, aunque


261.
también se vive en una multitud, no es una “espiritualidad de masas”. En distintos
momentos de la lucha cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo de amor de Dios:
un crucifijo, un rosario, una vela que se enciende para acompañar a un hijo en su
enfermedad, un Padre nuestro musitado entre lágrimas, una mirada entrañable a una
imagen querida de María, una sonrisa dirigida al Cielo, en medio de una sencilla alegría.

262.Es verdad que la fe que se encarnó en la cultura puede ser profundizada y penetrar cada
vez mejor la forma de vivir de nuestros pueblos. Pero eso sólo puede suceder si valoramos
positivamente lo que el Espíritu Santo ya ha sembrado. La piedad popular es un
“imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más
fecunda”. Por eso, el discípulo misionero tiene que ser “sensible a ella, saber percibir sus
dimensiones interiores y sus valores innegables”. Cuando afirmamos que hay que
evangelizarla o purificarla, no queremos decir que esté privada de riqueza evangélica.
Simplemente, deseamos que todos los miembros del pueblo fiel, reconociendo el testimonio
de María y también de los santos, traten de imitarles cada día más. Así procurarán un
contacto más directo con la Biblia y una mayor participación en los Sacramentos, llegarán a
disfrutar de la celebración dominical de la Eucaristía, y vivirán mejor todavía el servicio del
amor solidario. Por este camino, se podrá aprovechar todavía más el rico potencial de
santidad y de justicia social que encierra la mística popular.

263.No podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un modo secundario de la


vida cristiana, porque sería olvidar el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa
gratuita del amor de Dios. En la piedad popular, se contiene y expresa un intenso sentido
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de la trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse en Dios y una verdadera
experiencia de amor teologal. Es también una expresión de sabiduría sobrenatural, porque
la sabiduría del amor no depende directamente de la ilustración de la mente, sino de la
acción interna de la gracia. Por eso, la llamamos espiritualidad popular. Es decir, una
espiritualidad cristiana que, siendo un encuentro personal con el Señor, integra lo
corpóreo, lo sensible, lo simbólico, y las necesidades más concretas de las personas. Es una
espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, que, no por eso, es menos espiritual,
sino que lo es de otra manera.

264.La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la
Iglesia y una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas vibraciones de la
América profunda. Es parte de una “originalidad histórica cultural” de los pobres de este
Continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas y la fe cristiana”. En el ambiente de
secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios
vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los
santuarios y participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a
los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo
cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia.

265.Nuestros pueblos se identifican, particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo


besan o tocan sus pies lastimados, como diciendo: Éste es el “que me amó y se entregó por
mí” (Gal 2,20). Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con
su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios le tiene y que les
recuerda permanentemente su propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor
de Dios en el rostro de María. En Ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio.
Nuestra Madre querida, desde el Santuario de Guadalupe, hace sentir a sus hijos más
pequeños que ellos están en el hueco de su manto. Ahora, desde Aparecida, los invita a
echar las redes en el mundo, para sacar el anonimato a los que están sumergidos en el
olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros pueblos
en torno a Jesucristo.

3- Introducción del libro “Piedad Popular”, escrito por Monseñor Marco


Antonio Ordenes, Obispo Chileno responsable de la sección de Santuarios y
Piedad Popular del CELAM.

La V Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida ha sido un momento de


gracia, esperanza y renovación para nuestra Iglesia peregrina en los pueblos de América
Latina y caribeña, que vive la belleza de la fe en la identidad de su cultura mestiza y
morena.

El documento conclusivo surgido de este encuentro eclesial es una gran invitación, y punto
de partida, para los nuevos caminos que la Iglesia está invitada a recorrer en estos años. La
comunidad creyente, renovada en el corazón de su identidad discipular, se vuelve a
encender en el ardor y en la creatividad pastoral para ser misionera, dando testimonio del
Evangelio en las diversas realidades del continente. Ha sido un momento hermoso: El
Espíritu del Señor ha soplado con la Gracia de su presencia, animándonos a todos a
recomenzar desde Cristo (DA,12).
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Uno de los aspectos de gran novedad en la reflexión teológico pastoral de Aparecida ha sido
la Piedad popular. Esta temática había sido planteada y desarrollada en las anteriores
Conferencias del episcopado latinoamericano; pero sin duda que esta Conferencia le otorga
una “carta de ciudadanía” en la comunidad eclesial, descubriéndola, no como un pariente
lejano observado en sus defectos, sino ante todo en la belleza de su identidad: humana y
cristiana. Esta renovada mirada es iluminadora para el camino del servicio y
acompañamiento del fervor mismo de nuestros pueblos.

El método usado en Aparecida: ver, juzgar y actuar, no es sólo una metodología pastoral,
sino que ante todo constituye un modo creyente de dejarse tocar por Dios y por la realidad,
que excluye las miradas parciales o ideológicas. Brota del encuentro con el Señor de la Vida
y de la historia y allí el discípulo aprende a mirar a Dios, y con los ojos del Maestro y su
proyecto, ve y juzga la realidad; para actuar en ella como discípulo misionero en comunión
eclesial (DA,19).

En la perspectiva de esta misma metodología pastoral queremos presentar y comenzar los


aportes de la V Conferencia del Episcopado latinoamericano en torno a la Piedad Popular,
buscando mostrar la riqueza de su contenido como horizonte de iluminación y estímulo para
la vida y misión de la Iglesia. El trabajo se ha estructurado de la siguiente forma:

I. La identidad religiosa y cultural de un pueblo que busca a Dios


Ver desde los ojos del Padre

II. Las manifestaciones de la Piedad Popular


Juzgar desde Jesús y su Evangelio

III. Los desafíos pastorales a la luz de Aparecida


Actuar desde la Iglesia con y en la fuerza del Espíritu

Con ello queremos entregar algunas luces que animen el encuentro con la totalidad del
documento; y entusiasmen a muchos discípulos misioneros a redescubrir la Piedad Popular y
participar en el hermoso desafío de hacer camino con ella en el anuncio de Jesucristo,
Camino, Verdad y Vida, donde nuestros pueblos tienen Vida.

Para iniciar un camino de comprensión y acercamiento a la Piedad Popular resulta muy


necesario hacer una aproximación a la experiencia de la cultura, donde encuentra el
Evangelio un lugar para la proclamación de su Buena Noticia, y las semillas guardadas del
Reino que en aquella cultura se contienen.

Para intentar asomarnos a la profundidad de lo que dijo Aparecida en torno a la Piedad


Popular, se hace necesaria una aproximación a la antropología cristiana, que permita un
comentario que nos ayude a profundizar en las sabias, fraternas, proféticas y bellas
afirmaciones que hizo en torno a ella.

Conferencia General del Episcopado Latinoamericano


Documento de Puebla, 1979
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PRIMERA PARTE:
VISION PASTORAL DE LA REALIDAD LATINOAMERICANA

Capitulo III
“Visión de la realidad eclesial hoy en América latina”

3.4 Ante sí misma

109. La revalorización de la religiosidad popular, a pesar de sus desviaciones y


ambigüedades, expresa la identidad religiosa de un pueblo y, al purificarse de eventuales
deformaciones, ofrece un lugar privilegiado a la Evangelización. Las grandes devociones y
celebraciones populares han sido un distintivo del catolicismo latinoamericano, mantienen
valores evangélicos y son un signo de pertenencia a la Iglesia.

CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO


Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

DIRECTORIO
SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

PRINCIPIOS Y ORIENTACIONES
CIUDAD DEL VATICANO, 2002

INTRODUCCION

Piedad popular

9. El término "piedad popular", designa aquí las diversas manifestaciones cultuales, de


carácter privado o comunitario, que en el ámbito de la fe cristiana se expresan
principalmente, no con los modos de la sagrada Liturgia, sino con las formas peculiares
derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura.
La piedad popular, considerada justamente como un "verdadero tesoro del pueblo de Dios",
"manifiesta una sed de Dios que sólo los sencillos y los pobres pueden conocer; vuelve
capaces de generosidad y de sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la
fe; comporta un sentimiento vivo de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la
providencia, la presencia amorosa y constante; genera actitudes interiores, raramente
observadas en otros lugares, en el mismo grado: paciencia, sentido de la cruz en la vida
cotidiana, desprendimiento, apretura a los demás, devoción".

Religiosidad popular

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10. La realidad indicada con la palabra "religiosidad popular", se refiere a una experiencia
universal: en el corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus
manifestaciones colectivas, está siempre presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de
hecho, tiende a expresar su visión total de la trascendencia y su concepción de la
naturaleza, de la sociedad y de la historia, a través de mediaciones culturales, en una
síntesis característica, de gran significado humano y espiritual.

El lenguaje de la piedad popular

14. El lenguaje verbal y gestual de la piedad popular, aunque conserve la simplicidad y la


espontaneidad de expresión, debe siempre ser cuidado, de modo que permita manifestar,
en todo caso, junto a la verdad de la fe, la grandeza de los misterios cristianos.

Los gestos

15. Una gran variedad y riqueza de expresiones corpóreas, gestuales y simbólicas,


caracteriza la piedad popular. Su puede pensar, por ejemplo, en el uso de besar o tocar con
la mano las imágenes, los lugares, las reliquias y los objetos sacros; las iniciativas de
peregrinaciones y procesiones; el recorrer etapas de camino o hacer recorridos "especiales"
con los pies descalzos o de rodillas; el presentar ofrendas, cirios o exvotos; vestir hábitos
particulares; arrodillarse o postrarse; llevar medallas e insignias... Similares expresiones,
que se trasmiten desde siglos, de padres a hijos, son modos directos y simples de
manifestar externamente el sentimiento del corazón y el deseo de vivir cristianamente. Sin
este componente interior existe el riesgo de que los gestos simbólicos degeneren en
costumbres vacías y, en el peor de los casos, en la superstición.

El canto y la música

17. También el canto, expresión natural del alma de un pueblo, ocupa una función de
relieve en la piedad popular. El cuidado en conservar la herencia de los cantos recibidos de
la tradición debe conjugarse con el sentido bíblico y eclesial, abierto a la necesidad de
revisiones o de nuevas composiciones.

PARTE PRIMERA

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CAPITULO I
LITURGIA Y PIEDAD POPULAR A LA LUZ DE LA HISTORIA

58. Liturgia y piedad popular son dos expresiones legítimas del culto cristiano, aunque no
son homologables. No se deben oponer, ni equiparar, pero sí armonizar, como se indica en
la Constitución litúrgica: "Es preciso que estos mismos ejercicios (de piedad popular) se
organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la
sagrada Liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la
liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos".
Así pues, Liturgia y piedad popular son dos expresiones culturales que se deben poner en
relación mutua y fecunda: en cualquier caso, la Liturgia deberá constituir el punto de
referencia para "encauzar con lucidez y prudencia los anhelos de oración y de vida
carismática" que aparecen en la piedad popular; por su parte la piedad popular, con sus
valores simbólicos y expresivos, podrá aportar a la Liturgia algunas referencias para una
verdadera enculturación, y estímulos para un dinamismo creador eficaz.

La importancia de la formación
59. A la luz de todo lo que se ha recordado, el camino para que desaparezcan los motivos
de desequilibrio o de tensión entre Liturgia y piedad popular es la formación, tanto del
clero como de los laicos. Junto a la necesaria formación litúrgica, tarea a largo plazo, que
siempre se debe redescubrir y profundizar, es necesario como complemento para conseguir
una rica y armónica espiritualidad, cultivar la formación en lo referente a la piedad
popular.
Realmente, dado que "la vida espiritual no se agota con la sola participación en la Liturgia",
limitarse exclusivamente a la educación litúrgica no llena todo el campo del
acompañamiento y crecimiento espiritual. Por lo demás, la acción litúrgica, en especial la
participación en la Eucaristía, no puede penetrar en una vida carente de oración personal y
de valores comunicados por las formas tradicionales de piedad del pueblo cristiano.

CAPITULO III

PRINCIPIOS TEOLÓGICOS PARA LA VALORACION


Y RENOVACION DE LA PIEDAD POPULAR

79. A la luz de los principios expuestos se muestra que es necesario que la piedad popular
se configure como un momento del diálogo entre Dios y el hombre, por Cristo, en el Espíritu
Santo.

Enculturación y piedad popular


91. Realmente "la religiosidad popular es la primera y fundamental forma de
"enculturación" de la fe, que se debe dejar orientar continuamente y guiar por las
indicaciones de la Liturgia, pero que a su vez fecunda la fe desde el corazón". El encuentro
entre el dinamismo innovador del mensaje del Evangelio y los diversos componentes de una
cultura es algo que está atestiguado en la piedad popular.

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PARTE SEGUNDA

ORIENTACIONES PARA ARMONIZAR LA PIEDAD POPULAR


Y LA LITURGIA

CAPITULO IV
AÑO LITURGICO Y PIEDAD POPULAR

94. El Año litúrgico es la estructura temporal en la que la Iglesia celebra todo el misterio de
Cristo: "desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, al día de Pentecostés, y a la
expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor".
En el Año litúrgico "la celebración del misterio pascual tiene la máxima importancia en el
culto cristiano y se explicita a lo largo de los días, las semanas y en el curso de todo el
año". De aquí se sigue que, en la relación entre Liturgia y piedad popular, la prioridad de la
celebración del Año litúrgico sobre cualquier otra expresión y práctica de devoción es un
elemento fundamental e imprescindible.

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