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EL VIENTO

SUSURRANTE
DINERO
y
BIENESTAR

JUAN MANUEL OCHOA TORRES

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C.


Título original en español: Dinero y bienestar

PRIMERA EDICIÓN: MAYO DE 2018

ISBN: 978-607-7944-16-4
Registro: 03-2018-021310251300-01

Copyright © Juan Manuel Ochoa Torres

Correspondencia con el autor:


Juan Manuel Ochoa Torres: mailjmot@gmail.com
www.juanmanuelochoat.blogspot.mx/

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C.


Justo Sierra 19 Centro Histórico
Teléfonos (52) (55) 5542 73 41 y 5522 2055
ismge@prodigy.net.mx
http://smge-mexico.blogspot.com

C.P. 06020, Ciudad de México


MÉXICO

Impreso y hecho en los Talleres de


CACTUS DISPLAYS, S.A. de C.V.
044 55 1953 7628
ap.loera@hotmail.com

Tipografía y formación:
Luis Tovar Carrillo
tecnografica64@gmail.com

Portada: Ana Sofía Ochoa Ricoux

Distribución:
Editorial Hiperlibro, S.A. de C.V.
Tel: (55) 5705 2578

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro


sin autorización del autor.
Índice

Introducción.......................................................... 7

Primera parte........................................................... 13
El pasado

Capítulo I............................................................... 15
El dinero, su creación y función
  Pasado remoto

Capítulo II............................................................... 27
El dinero
Evolución y pasado reciente
  Fundamentos reales

Capítulo III.............................................................. 39
Inflaciones más entendibles
  España siglo XVI
 Inflación alemana 1921-1923............................... 45

Capítulo IV.............................................................. 59
Inflaciones casi imperdonables
  Inflaciones en el Siglo XX
 Motivaciones ideológicas....................................... 71

Segunda parte. ........................................................ 91


El presente

Capítulo V.............................................................. 93
Equilibrio monetario-precios estables
  Congruencia

Capítulo VI.............................................................. 99
Crecimiento con estabilidad
 Desarrollo real
Juan Manuel Ochoa Torres

Capítulo VII............................................................. 107


Traviesas interferencias
Y sus efectos negativos

Tercera parte........................................................... 145


El futuro

Capítulo VIII............................................................ 147


Un elemento integrador,
bajo proporciones justas
  Reflexión ociosa
  Antecedentes. ...................................................... 148
  Historia reciente................................................... 151
  Medicinas erróneas............................................... 155

Epílogo . ............................................................... 171

Apéndice................................................................ 177

4
Dinero y bienestar

Este libro está dedicado a todos aquellos


consocios de ahora y de siempre de la
Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía
y Estadística, que han realizado valiosas
aportaciones al desarrollo de nuestra
comunidad.

También a mi bella familia, conformada por mi


esposa Lucía, mis hijos Juan Pedro (su esposa
Carol), Ana Sofía y mis nietecitos Ben y Emma,
así como todos aquellos que nos seguirán
después, confiando que puedan contar
con mayores oportunidades de desarrollo.

5
Juan Manuel Ochoa Torres

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Dinero y bienestar

Introducción

No sé si usted en algún momento se haya hecho una


pregunta similar a la que surgió en la mente del autor
de este libro cuando era pequeño:

¿Qué será —pensaba su servidor intrigado— lo que le da


valor a estos cuadritos de papel, que comúnmente cono-
cemos como “dinero”? ¿Por qué en la tienda de abarrotes
de la esquina —como era la forma usual de comerciali-
zación de víveres de aquella mi ya remota infancia— los
acepta sin chistar y además, se nos entregan a cambio
otras mercancías diversas?

Incluso en otra ocasión, mientras me dirigía a la citada


tienda cercana, regenteada por una damita muy amable
que todo mundo conocía como “doña Pachita”, seguí di-
vagando: ¿en qué momento y cómo se habrá establecido
una especie de convenio, mediante el cual, intercambia-
mos monedas de cobre o estos rectángulos de papel tan
bien impresos por diferentes artículos?

¿Por qué doña Pachita jamás se niega a recibirlos, y, en


vez de ello, tan de buena gana nos los intercambia por
comestibles diversos cuando le entregamos esto conoci-
do como “dinero”, siendo que estas monedas o papeles
impresos ni siquiera se pueden comer?1

Pues qué cree, con el correr de los años, éstas y otras


ideas parecidas, en lugar de irse olvidando, crecieron

1
  Si usted llegara a pensar que en algún momento consideré la posibilidad de
ingerirlos, puedo asegurarle que nunca me parecieron apetitosos, y confío que
al amable lector le haya producido la misma impresión.

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Juan Manuel Ochoa Torres

revoloteando a menudo por mi mente, con cuestiona-


mientos cada vez más complejos, hasta que llegó el día
en que afortunadamente pude asistir a la Universidad,
donde también tuve la suerte de contar con un maestro de
Economía —inglés por cierto— mucho muy capaz y hasta
paciente para con quien esto escribe, y al ver mi gran
interés e inquietud en la materia, aceptaba gentilmente
platicar conmigo fuera del horario de clases.

—Maestro… —le dije en una ocasión muy intrigado— us-


ted nos dijo hoy en clase que la cantidad de dinero emitida
por un gobierno a través de su banco central, debe estar
sustentada y limitada por las reservas de divisas y oro
que dicha Institución tenga en cada país, ¿es así?

—Así es en efecto —me contesta—.

—Pues considero que eso está mal —le dije mientras per-
cibía su palpable incredulidad ante el hecho que alguien
pusiese en tela de juicio semejante dogma de esa época—,
no es posible que se le pueda impedir a un país crecer
y desarrollarse por el hecho de no contar con reservas
suficientes y oro en sus arcas.

—Lo que estás diciendo —añade antes con cierta incre-


dulidad— es una herejía en materia económica, en con-
diciones normales te reprobaría. ¿Qué le daría entonces
valor a una moneda?

—El valor de una moneda tiene que estar sustentado en la


cantidad de bienes y servicios que cada país sea capaz de
producir, dado que un ama de casa o cualquier ciudadano
no utilizará su dinero mayoritariamente para acudir a los
supermercados2 a adquirir oro o divisas, sino a comprar
los bienes y servicios que requiera.
2
  Comenzaban a modificarse las formas de comercialización, en detrimento de
las misceláneas y pequeñas tiendas de abarrotes de los años anteriores.

8
Dinero y bienestar

—Por tanto y perdóneme maestro, pero —proseguí—, la


moneda de todo país tiene que estar asociada más bien
con la capacidad productiva que cada comunidad tenga.

—Pero si fuera como dices —insiste mi paciente profe-


sor—, y debido a que las condiciones productivas de
cualquier país pueden modificarse por muchas circuns-
tancias, su moneda debería variar también, o sea, tendría
que “flotar”, lo cual sería una tontería.

—Pues que flote —contesté—, en todo caso sería mejor


esa alternativa a limitar su crecimiento, y que su gente
no pueda contar con empleo e infinidad de cosas más.

—Pero entonces, imagínate… —objeta de inmediato—


¿cómo se llevaría a cabo el comercio internacional ante
semejante escenario de monedas flotantes o cambiantes?

—En todo caso —le dije—, los porcentajes de variación


anuales, no serían lo suficientemente significativos como
para afectar el comercio internacional, y no sólo eso, si
cualquier país actúa con responsabilidad y se salvaguarda
un necesario equilibrio entre “masa circulante” y “bienes
y servicios”, podría no haber inflación, ¿no le parece?

Huelga decir estimado lector, que si bien en varias oca-


siones tuvimos un muy interesante diálogo, no logra-
mos convencernos el uno al otro. Aunque lo que jamás
nos imaginamos ninguno de los dos, es que apenas cinco
años después, aunque ya había egresado de la Universi-
dad y perdido el contacto con mi apreciado y paciente
maestro, ocurrió lo siguiente:

A principios de los años setentas, el entonces presidente


Richard Nixon anunció que el valor del dólar norteame-
ricano ya no estaría ligado al precio del oro, y devaluó su
moneda. Estoy convencido que mi consecuente maestro,

9
Juan Manuel Ochoa Torres

donde quiera que haya estado, se acordó de nuestras plá-


ticas, y además después, como era varias décadas mayor
que su servidor, seguramente ya no le tocó vivir en el
mundo actual, donde todas las monedas están sujetas al
esquema de “flotación”, cosa que, dicho sea de paso, en
nada afecta el creciente comercio internacional.

Si bien los factores que incidieron sobre esta evolución en


materia monetaria, usted mismo los irá descubriendo de
manera sorprendentemente clara conforme avance con
el libro, con esta pequeña anécdota sólo he pretendido
describirle, por un lado, el cambiante criterio en materia
económica y monetarista, y aparte, asegurarle que, si
usted en algún momento consideró que esta materia era
demasiado sofisticada y sólo al alcance de especialistas,
debo decirle que no es así.

Ésta tan importante ciencia que nos concierne a todos,


obedece a principios básicos y tan del más elemental
sentido común, que pueden y deben ser perfectamente
comprensibles para todo público, cosa que, le reitero, a
lo largo de este libro trataré de demostrárselo, usando
un lenguaje deliberadamente sencillo y claro, e incluso,
cuando se pueda, mediante el uso de ejemplos.

En la primera parte, le describiré cómo, siguiendo cier-


tos principios o leyes que de forma invisible mueven la
cuestión económica, desde hace milenios, se creó este tan
importante recurso: Dinero; luego, en la segunda parte,
verá la manera como es utilizado en el momento presente,
y, en la última, uno de los caminos que podríamos seguir
para aprovecharlo de una forma más completa e integral,
en beneficio no sólo de toda la comunidad global, sino de
cada uno de nosotros que la conformamos.

Siendo así que, ya sea que usted esté involucrado en la


materia o no, le aseguro que adquirirá una visión mu-

10
Dinero y bienestar

cho más amplia sobre el tema, y se sorprenderá de las


posibilidades reales con que este recurso puede influir
en la vida de todos.

Acompáñeme a lo largo de las siguientes páginas y ca-


pítulos y descubra el potencial que tiene ese recurso
llamado “dinero” que, poco o mucho, ahora mismo trae
en su bolsillo.

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Juan Manuel Ochoa Torres

12
Dinero y bienestar

Primera parte
El pasado

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Juan Manuel Ochoa Torres

14
Dinero y bienestar

Capítulo I
El dinero, su
creación y función

Pasado remoto

Si fuera posible, que mediante algún desconocido artilugio,


alguien del siglo presente pudiese trasladarse hasta la época
del Paleolítico,3 una vez que contemplase muy sorprendido
a ese desaliñado caballero que viene por ahí con su lanza
en una mano y con la otra trae con dificultad una presa
que acaba de cazar, si acaso nuestro contemporáneo de-
cidiese ofrecerle algo de dinero por ella, lo más probable
sería que ese antecesor nuestro le arrojase a la cabeza sus
monedas o billetes, si es que no acontece algo peor.

La razón de su actuar hubiese sido entendible por la


razón siguiente: todo parece indicar —aún en las épocas
más “avanzadas” del Paleolítico— que el dinero como tal,
aún no existía.

No obstante, en el período siguiente —Neolítico— acon-


tecieron una serie de transformaciones, mismas que a
lo largo de muchos siglos se fueron desarrollando —con
distintos grados de avance en varias regiones y continen-
tes—, pero… ¿Cómo sobrevinieron tales cambios y qué
consecuencias tuvieron?

3
  Paleolítico (del griego παλαιός, palaiós: ‘antiguo’, y λίθος, lithos: ‘piedra’)
significa “Piedra Antigua”, (o “edad de piedra” como también le denominan al-
gunos) es sin duda el período más prolongado de la existencia del ser humano,
se extiende desde alrededor de 2.8 millones de años hasta los 12 000 años a. C.
Enseguida ocurre un período de transición coincidente con una glaciación, para
después sobrevenir el Neolítico, término que procede del griego (νέος, néos:
‘nuevo’, y λίθος, líthos: ‘piedra’), o “Nueva Edad de Piedra” o piedra más pulida,
la cual es otro de los períodos en que se considera dividida la “Edad de Piedra”.
El período Neolítico se estima llegó hasta alrededor de los 2 500 años a. C.

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Juan Manuel Ochoa Torres

En esos ya tan remotos años, seguramente mediante


la simple observación, algunos de nuestros ancestros
se percataron que una de esas semillitas que habían
recolectado, al haberse caído accidentalmente al suelo,
si llovía… ¡Oh sorpresa!, de ella germinaba una planta
de naturaleza similar a aquella de donde procedía, y lo
mejor de todo era, seguro debieron haber pensado, que
ella a su vez producía más semillas similares.

Eso habría hecho —también se les ocurriría— que si


se cultivan varias de ellas de forma simultánea, ya no
debían andarlas buscando por todos lados, sino que las
tendrían ahí mismo y a la mano.

Otros se habrán percatado a su vez, de las ventajas de la


domesticación y fecundidad de ciertas especies anima-
les —como de hecho ocurrió, entre otras, con las vacas,
bueyes, ovejas y cabras— porque ya fueran ellas mismas
o sus productos, podían ser aprovechados en cuanto a su
piel, fuerza de trabajo, carne, leche y otras cosas.

No faltó quien por ahí construyera una muy primitiva


vivienda, y quienes lo observaron, se dieron cuenta
que efectivamente, era mucho mejor guarecerse en
ellas que cubrirse con enramadas o habitar las cuevas,
y sobre todo ahora, que mediante el aprovechamiento de
esas nuevas actividades, ya no necesitaban irse despla-
zando —como nómadas— de un lugar a otro, sino que,
podían establecerse en lugares predeterminados, cerca
de ríos y con otras ventajas.

Eso a su vez les dio más tiempo disponible —al evitar


caminar tan enormes distancias buscando sustento—, lo
que hizo que unos se dieran cuenta de las ventajas de
elaborar prendas muy rústicas para protegerse y vestirse
mediante el hilado, proceder que pronto fue copiado por
otros.

16
Dinero y bienestar

Algunos más aprenderían poco a poco el proceso de


elaboración de artículos de alfarería e incluso vieron
la conveniencia de elaborar mejores herramientas, no
obstante, esos que para ellos constituyeron significativos
avances —al cabo de muchos siglos—, no sólo en realidad
fueron determinantes para el desarrollo de la agricultu-
ra, pesca, ganadería, vivienda, textiles, alfarería y otros,
sino qué cree, trajeron aparejados una serie de cambios
secundarios que ninguno de aquellos nuestros heroicos
ancestros pudo, ni de lejos, haberse imaginado.

Cada uno de los distintos miembros de esas comunidades,


necesariamente debieron comenzar a tener “excedentes”
y “faltantes” de mercancías diversas. A alguien por ahí le
sobraban —o faltaban— cereales, leche, textiles, herra-
mientas, semillas, alfarería, paja, madera, carne, ladrillos
y una muy amplia diversidad de cosas.

Y con ello, de forma totalmente natural y espontánea,


sobrevino la necesidad de intercambiar unos bienes por
otros.

¡Ah caramba!, —quizá podría pensar más de alguno—.


¿No hubiera sido mejor que para no tener una especie
de dependencia de unos hacia otros, que todos fuésemos
“autosuficientes” en cuanto a la producción y consumo?

Para ejemplificarle lo disparatado de una idea de esta


naturaleza, imagínese por un momento que usted, ama-
ble lector, ya en el momento presente, de pronto deci-
diera seguir ese mismo principio de la autosuficiencia,
y, como está muy convencido de semejante idea, tratase
de elaborar o producir sus propios zapatos, relojes, ropa,
anteojos, alimentos, automóvil, teléfonos y toda esa tan
extensa gama de cosas que requerimos, ¿cuánto podría

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Juan Manuel Ochoa Torres

tardarse en elaborar cada uno de los artículos citados, si


es que lo consigue?4

Pues un razonamiento parecido —aunque en mucha


menor escala— le aseguro tuvieron aquellos nuestros
esforzados ancestros, y además —de forma intuitiva y
natural— se habrán percatado que los seres humanos pa-
reciésemos tener una especie de inclinación o facilidad
para ciertas actividades, y en cambio, se nos complicaría
extraordinariamente la realización de otras.

Entonces, ante ese hecho innegable —podríamos también


pensar—, ¿se promulgó una especie de decreto de la au-
toridad —cuando ella hubiese existido— que reglamentó
la “división del trabajo”, o dispuso mediante un primitivo
edicto, que cada miembro de la comunidad se dedicase
a cierta especialidad? No, no ocurrió así, sólo sobrevino
de forma natural y casi sin darnos cuenta, y nos fuimos
especializando cada uno —por llamarle de algún modo—
en ciertas labores.

De lo que no nos dimos cuenta, es que los humanos actua-


mos y procedemos bajo ciertas directrices invisibles, mis-
mas que se las iré planteando a lo largo del presente libro.

Por el momento sólo le cito una de ellas: una especie de


eficientización en cuanto a la utilización de los recursos

4
No es que pretenda desanimarlo o quitarle su iniciativa mi estimado lector,
pero, si usted tratase de elaborar algo tan sencillo como su propio par de za-
patos, no sé cuánto tiempo podría tardar en ese tan loable propósito, pero lo
que sí considero, es que emplearía mucho más de 40 veces el tiempo real al de
un experto en el ramo, y los resultados serían bastante dudosos. Casi le puedo
asegurar que ni el autor de este libro ni la mayoría estaríamos especialmente
interesados en adquirirle su flamante par de zapatos. Y además, como ése su
tan encomiable esfuerzo y tiempo le habría impedido —entre otras cosas— la
lectura del libro que ahora mismo tiene en sus manos, me atrevo a sugerirle que
deseche de plano esa idea, y mejor continúe con esos profanos procedimientos
“mercantilistas” —como dirán algunos— y siga intercambiando bienes.

18
Dinero y bienestar

de que disponemos, la cual nos induce a que de forma


intuitiva e inconsciente —dado que todo recurso con
que contamos, es limitado o “finito”, entre ellos el tiem-
po— tratemos de darle a cada cosa el mejor uso posible.
¡Caray! ¿Y cómo ocurre eso?

Creo que se lo puedo plantear mejor utilizando un ejem-


plo: supongamos que usted es un zapatero artesanal, y ahora
mismo se dispone a elaborar su siguiente par, y tiene fren-
te a sí y sobre su mesa de trabajo tres metros cuadrados
de piel, me atrevo a apostarle que buscará eficientar ésa
su materia prima y utilizará la menor superficie posible
de la misma (quizás unos seis o siete decímetros cua-
drados, o sea, cerca del dos por ciento del total) en cada
par que elabore, en lugar de emplear por decir un ocho
por ciento, cosa que, sin duda ocurriría, si no realizase
los cortes sobre su lienzo de forma “eficiente” y óptima,
¿no lo cree?

Pues esa misma directriz entrará en acción con todos los


recursos que cada uno maneje, y además, de una forma
tan imperceptible, que la inmensa mayoría —de entonces
y de ahora— ni siquiera se percatará de cómo opera so-
bre todos ese incentivo invisible, y por eso, así como ese
zapatero artesanal de manera automática fue inducido
a proceder de esa forma, de manera similar habríamos
procedido usted, su servidor y cualquiera, sin importar
que hubiéramos tenido ahí, justo frente a nosotros un
lienzo de piel de tres metros cuadrados, o incluso más.

Un principio parecido de “aprovechamiento” o eficienti-


zación de los recursos disponibles —entre ellos el propio
tiempo—, como le decía, debió haber impulsado de forma
invisible a nuestros ancestros en la dirección siguiente:

A la realización de aquellas actividades para las cuales


cada uno de ellos hubiera sido más diestro, para poste-

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Juan Manuel Ochoa Torres

riormente, sólo intercambiar unos bienes por otros. Así


de simple.

Bajo ese mismo principio procedió un pescador llamado


Simón5 —sin haber recibido mandato oficial o manual de
operación alguno— y, de forma intuitiva, percibió que si
él era bueno en esa actividad, y en cambio, menos diestro
o quizás hasta desastroso en otras cosas, simplemente se
dedicaría a tal oficio, y luego, intercambiaría los artículos
“sobrantes” por los “faltantes”.

Y para llevar a cabo semejante intercambio posterior…


¿cómo le hizo? ¿Colocó un pez en una garrocha sobre
su barca? O más bien… ¿Llevó su cesta de peces a una
especie de mercado primitivo —sitios que de forma tam-
bién natural, y derivado del influjo de la misma directriz
invisible debieron empezar a proliferar— para intercam-
biarlos por otra cosa?

Obviamente ocurrió lo segundo, imagínese por un mo-


mento, que alguien no hubiera seguido un proceder
eficiente o lógico, y, como debía intercambiar 3 litros de
leche “sobrantes” por otra cosa, hubiera deambulado por
infinidad de kilómetros cargando su mercancía, para ver,
si acaso, se topaba o coincidía con otro que a su vez trajera
justo lo que él deseaba. Éste hubiera sido un proceder
no sólo ineficiente, sino hasta irracional, ¿no le parece?

Por ello, de acuerdo con los libros de Historia —uno de


los mejores medios de que disponemos para mirar al

5 
Por favor no vaya usted a asumir que el autor tiene tantos años de vida como
para haber tenido el gusto de haber conocido a ese de seguro muy esforzado
pescador del período Neolítico, sólo estoy asignándole el nombre a “Simón”
de manera arbitraria con propósitos ejemplificativos. Si gusta le puedo enviar
una copia de mi acta de nacimiento para que compruebe que nací en el siglo
XX (después de Cristo) y no en aquella remota época.

20
Dinero y bienestar

pasado—6 veremos cómo ya se habla de la existencia de


mercados y de algo similar al dinero como una especie
de medio de cambio o común denominador de bienes,
para poder facilitar, eficientar u optimizar el intercambio
de los mismos.

Sin embargo, si nos regresamos a las etapas tempranas


del Neolítico, donde todavía no existía el dinero como tal,
quizá no había más opción que el trueque directo y llano.

Pero qué cree, el trueque tampoco era un procedimiento


muy eficiente que digamos, porque imagínese, debían
darse varias condicionantes para que hubiera podido
funcionar bien para todos los participantes, ya que debía
darse una especie de “coincidencia” entre las necesidades
o deseos de cada uno: A unos que les “sobraban” peces
deseaban tener pan, pero quien llevaba pan no quería
peces sino herramientas, luego, quien tenía herramientas
prefería mejor la leche y si acaso algo de lana o ropa.7
6 
Aunque recordemos que la escritura como un medio más coherente y des-
criptivo, fue creada hace alrededor de 4 800 años (antes de esos años se dieron
eventos aislados de protoescritura), por eso, a través de algunos libros mucho
más recientes como Los nueve libros de la Historia, de Herodoto (historiador
y geógrafo griego —vivió entre el 484 y el 425 a. C.—, quien es considerado
como “el Padre de la Historia” en el mundo occidental, a quien le debemos el
mérito de haber sido el realizador de uno de los primeros relatos razonados y
estructurados de las acciones humanas). Este autor en el siglo V a. C., describe
la existencia tanto de “mercados” como de dinero. En años muchísimo más
recientes —ya en la América continental recién descubierta por los europeos—
Bernal Díaz del Castillo (1496-1584, siglo XVI d.C.) nos narra la existencia de
mercados muy sofisticados, como el de Tlatelolco.
7 
Entre las cosas que hacían terriblemente ineficiente y costoso el “trueque”,
era que, como le decía, se requería de una doble coincidencia: hacía impres-
cindible que cada individuo deseara el artículo del otro y en las cantidades
deseadas, y aparte, que coincidieran ambos en todas las condicionantes básicas
de cualquier operación comercial.
Dicho de otra forma, dependía de una coincidencia entre oferente y deman-
dante en cuanto a deseos, productos, calidades, necesidades y disponibilidad.
De no presentarse todas y cada una de ellas —como debió haber ocurrido en
la inmensa mayoría de las veces— se generaba ineficiencia, hecho que sin duda alguna
perjudicaba al conjunto social de la época.

21
Juan Manuel Ochoa Torres

Luego, ya una vez que después de mucha pérdida de


tiempo —desperdicio o ineficiencia de ese valiosísimo
aunque intangible recurso— se pudo encontrar por fin
una posible concordancia de intereses para un eventual
intercambio entre peces y madera, aparecía otro conflic-
to: ¿Qué cantidad de peces debía entregar Simón por esa
tabla que él requería para reparar su barca?

Fue así como —seguramente después de muchas expe-


riencias fallidas— casi de forma espontánea debieron
haber surgido, primero, una especie de “comunes deno-
minadores”, o dicho de otra forma algo así como “mer-
cancías-dinero”, las cuales, le aseguro, tuvieron como
características principales: la mayoría las requería, tal vez
fue el caso de los cereales, el ganado o herramientas, y
aparte, que no duraran poco tiempo, como le sucedía a
nuestro amigo Simón con sus peces, ya que, aunque si
bien a casi todo mundo le gustaban, sólo duraban un día,
y otra característica más de la “mercancía-dinero”, era
que fuera fácilmente transportable o incluso almacenable.

¿Y eso? ¿Por qué diablos debían ser también “almacena-


bles”? Si observamos con cuidado y por decir las necesi-
dades particulares de Simón, veremos que si bien había
días donde él obtenía una abundante pesca, él bien
sabía que debía prevenirse, ya que también había días
en que no lograba casi nada, algo parecido le sucedía a
Miguel, quien al obtener su pequeña cosecha de trigo,
más que intercambiar su cereal por toda aquella canti-
dad de bienes que sabía le durarían poco, mejor debía
ser previsor y guardar todo el excedente o sobrante que
pudiera para su siguiente siembra.

Siendo así que, una vez que actuó de nuevo el influjo


invisible de la eficientización, poco a poco fueron dán-
dose cuenta que los metales preciosos reunían todas esas
características mencionadas, por lo que podrían conver-

22
Dinero y bienestar

tirse en unos de los mejores “comunes denominadores”


o medios de cambio aceptados por todos.8

No fue coincidencia pues, que el proceso de “monetiza-


ción” (ya como “dinero” o medio de cambio propiamente
dicho) haya surgido precisamente en la edad de los me-
tales, y más específicamente en la Edad de Bronce.9

No hay, tampoco, una fecha exacta en todas las regiones


y continentes, a través de la cual podamos decir que se
comenzaron a utilizar las monedas como común denomi-
nador o una especie de medio de cambio de los bienes.
No obstante, si nos vamos a uno de los testimonios más
confiables del siglo V antes de Cristo, nada menos que
Herodoto, veremos que éste tan destacado personaje
refiere que las primeras monedas10 con un uso general-

La misma acción imperceptible de la eficientización al cabo del tiempo, fue


8 

seguramente el factor principal que las fue haciendo redondas en vez de cua-
dradas, para facilitar su manejo y transporte.
9 
La edad de los metales (se llevó a cabo de los 4 000 a. C. a los 500 a. C. puede
ser clasificada a su vez como Edad de Cobre primero, luego de Bronce y pos-
teriormente de Hierro, etapas que se llevaron a cabo en períodos diferentes,
dependiendo del grado de avance de cada región específica.
En su primera etapa sobreviene el empleo del cobre, ya que era de más fá-
cil obtención dada su presencia en la superficie de la tierra, y aparte, podía
fundirse a temperaturas un poco menores, luego el bronce, el cual si bien era
más duro y resistente que el cobre, había que añadirle estaño (10%), al final
resultó mejor el hierro, aunque requería de hornos capaces de elevar aún más
la temperatura de fundición. El dominio de los metales, influyó de manera
decisiva en los ya significativos avances que se habían logrado en agricultura,
ganadería, orfebrería, vivienda, textiles, aunque desafortunadamente también
se proyectaron en mejores y más eficientes armas.
10
  Si desea conocer el origen del término “moneda”, le comento: proviene del
hecho que el inmueble donde se acuñaban las monedas en la antigua Roma,
estaba anexo al templo de Juno Moneta, el cual estaba construido en la cumbre
norte de la colina del capitolio (una de las siete colinas de esta ciudad capital
del Imperio Romano) y se suponía que dicho inmueble, al haber quedado
adjunto al citado templo, quedaba bajo la protección de la mencionada diosa.
(British Museum).

23
Juan Manuel Ochoa Torres

mente aceptado como “dinero”, se acuñaron en Lidia en


el siglo VI o VII a. C.

Estas acuñaciones llevaron al parecer como símbolo he-


ráldico un león representando a la dinastía Mermnada
a la cual pertenecían los reyes. La pieza fue acuñada en
electrum (aleación natural de oro y plata) y con un peso
de 4.75 gramos y un valor de un tercio de estatero.

Después, comenzaron a acuñarse monedas por orden de


Darío de Persia, luego de la conquista de Lidia, y poste-
riormente en Grecia.

¿Habrán sido éstas las primeras experiencias con monedas


como “dinero” propiamente dicho? Lo dudo. Aunque sería
difícil o casi imposible establecerlo con certeza.

Prueba de ello será que, si nos vamos a otro texto mucho


más antiguo, por decir el Código de Hammurabi,11 vere-
mos que en muchas de sus partes, ya se encuentran citas
relativas al dinero como tal. Para tal efecto, le muestro
una fracción de dicho código:

“35 Si un hombre compra a un soldado el ganado mayor


o menor que haya dado el rey al soldado, perderá el dinero
que pague.

36 El campo o la huerta o la casa de un soldado o de un


militar o de un colono no puede venderse”.

 Es una estela donde se hallan grabadas las 282 leyes del código del rey
11

Hammurabi, quien supuestamente las recibe de manos del dios Shamash. La


estela fue encontrada en Susa, donde en 1200 a. C. fue llevada como botín
de guerra por el rey de Elam Shutruk-Nakhunte. Se conserva en París, en el
museo del Louvre.
El Código de Hammurabi es uno de los conjuntos de leyes más antiguos que
se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados de este tipo de
documentos creados en la antigua Mesopotamia.

24
Dinero y bienestar

Cabe mencionar que en dicho código no se hace mención


al nombre, peso o valor del “dinero” referido, no obstante,
lo más relevante es que ya se describe el concepto ése,
o sea, el dinero como un medio de cambio o un común
denominador de valores. ¿No le parece?

Y la verdad, para efectos del presente análisis, no importa


tanto si los hebreos le hayan llamado “siclos” a ese co-
mún denominador de valores, o si los griegos le llamaron
dracmas, óbolos o estateros, qians en China, gins para los
sumerios12 o con el nombre que hubiera sido, lo impor-
tante es que podemos darnos cuenta que la función de eso
que conocemos ahora como “dinero”, ya se cumplía desde
aquellos remotos años, y además, que su creación no fue
sino una especie de producto, fruto o consecuencia de la
necesidad de intercambiar bienes entre los miembros y
las comunidades que nos precedieron de la forma más
eficiente posible.

No obstante, resultaría extraordinariamente importante


hacer la reflexión siguiente:

Desde los primeros siglos de nuestra era hasta el momen-


to presente… ¿Habrá el dinero cumplido a cabalidad su
función primordial? ¿Influyó para bien o en ocasiones

  El código de Ur-Nammu es un conjunto de leyes (lo que queda del texto


12

original) escrito en sumerio —fecha probable 2100-2050 a. C.— y corresponde


al período del renacimiento de este pueblo.
Podrían haber existido otros conjuntos de leyes anteriores, no obstante, el código
de Ur—Nammu es —quizás— el texto de este tipo más antiguo que ha llegado
hasta nuestros días.
La primera traducción de este código fue realizada por Samuel Noah Kramer y
publicada en 1952. Kramer, Samuel Noah (1952). History begins at Sumer (“La
Historia comienza con los sumerios”).
Y observe estimado lector, lo que dice en una pequeña parte de este código
que pudo conservarse:
“Si un hombre priva (a otro hombre) de la libertad, ese hombre será hecho
prisionero (y) pagará 15 gin de plata”.

25
Juan Manuel Ochoa Torres

para mal sobre los precios de los bienes y servicios? Le


invito a que nos siga acompañando en la lectura, y a
través de diversas experiencias que los humanos hemos
tenido, usted mismo podrá darse cuenta de inmediato.

Ya que tratamos sobre aspectos monetarios, lamento de-


cirle que no me sería posible terminar el presente capítulo
sin compartirle algo más: ¿Le gustaría conocer el origen
de la palabra “dinero”?

No es sino una derivación de “denario” —moneda de plata


de tiempos del Imperio Romano—,13 la cual originalmente
tenía un peso de 4.5 gramos, no obstante, le pido que la
próxima vez que acuda al supermercado —sin importar
que el término dinero haya procedido de “denario”—,
no trate de pagar su cuenta con esa antigua moneda, ni
tampoco, pretenda realizar una especie de conversión
respecto a ella —su rareza habrá elevado extraordina-
riamente su valor—, una mejor opción sería, utilizar el
dinero acostumbrado o común de su país.

13
Denario (del latín denarius) fue una antigua moneda romana acuñada a
partir del siglo III a. C., su peso, composición y equivalencias originales eran
de 4.5 gramos de plata y tenía como su valor inicial la cantidad de 10 “ases”
(como el símbolo del “as” era de “I”, el de un “denario” era por tanto una “X”,
que significaba diez, así como el de un quinario equivalía a cinco “ases” y su
símbolo era “V”). Desde el siglo III a. C., el denario se convertiría en la base
del nuevo sistema monetario romano.
Tito Livio (59 a. C.-17 d. C.) Historia de Roma desde su fundación, Editorial
Gredos, Madrid.

26
Dinero y bienestar

Capítulo II
El dinero

Evolución y
pasado reciente

Fundamentos reales

Como consecuencia de lo expresado en el capítulo an-


terior, podríamos decir que el dinero, a pesar de que
muchos lo hayan considerado de manera distinta, como
necesariamente obligado a poseer un “valor” intrínseco
o en sí mismo, su verdadera función siempre se fue en
otra dirección.

Más que pretender pasar a formar parte de los bienes


y servicios a los cuales sólo representaba, o, consi-
derándolo lo suficientemente importante como para
poseer un valor intrínseco, el dinero, desde su origen,
tuvo como su objetivo fundamental el de convertirse
en una especie de común denominador de los valores
comercializables disponibles, lo que a su vez facilitaría
de manera decisiva la trascendental función de inter-
cambio de bienes.

Cabe resaltar algo meramente circunstancial, mismo que


en su momento debimos resolver: el hecho de haberle
asignado una especie de valor intrínseco, no fue sino un
sustituto provisional o temporal, dada una entendible
falta de credibilidad del público hacia dicho medio de
pago, a fin de que —mientras careciera de la confianza
total del público— pudiese dicho medio de pago cumplir
con ése que era, es y será su objetivo básico: constituir-
se en un común denominador universal de los valores
intercambiables o comercializables.

27
Juan Manuel Ochoa Torres

Así entenderemos mejor el porqué —circunstancialmen-


te—, durante tantos siglos, se le tuvo que dar una especie
de “valor intrínseco” provisional a ese elemento conocido
en el idioma español como “dinero”: para asegurar su
aceptación universal, ya que, una vez que fuimos, por
decirlo de algún modo, influenciados —casi sin darnos
cuenta— por el oculto e invisible móvil de la “eficienti-
zación”, tuvimos que garantizar, a como diera lugar, la
universal capacidad de intercambio de semejante medio
de cambio.

Mas cabe añadir que —y para entender mejor el des-


envolvimiento de este maravilloso proceso—, así como
operaban a favor de la universal aceptación del dinero los
invisibles influjos tanto de la “eficientización” como de
la “mutua conveniencia”, también había factores que
actuaban como “en sentido contrario”, y como prueba,
le describo sólo algunos de ellos:

La inmensa mayoría —incluso a menudo por parte de


algunas autoridades en turno de los pasados siglos— no
asimilaba a plenitud que, si la función del dinero no era
tanto la de poseer un valor en sí mismo, sino más bien
la de convertirlo en una especie de medio de pago uni-
versalmente aceptado, había que ser capaces de generar
una confianza total de la ciudadanía hacia tal elemento
monetario, lo cual dependería en buena medida del ade-
cuado manejo de las finanzas públicas.

Mas como esta visión no se daba, o al menos no en el


nivel requerido, mucho menos se podrían haber estable-
cido sus fundamentos. ¡Ah caramba! ¿Y cuáles son ésos?

Si el dinero es sólo un medio de cambio, habría que haber


volteado hacia lo que en realidad representaba... ¿Y qué
era eso? Ni más ni menos que la totalidad de los valores
comercializables, toda vez que el intercambio de bienes

28
Dinero y bienestar

se había hecho imprescindible para todos los miembros


de las comunidades del mundo, y después que se hubo
supercomprobado que el trueque, como ya vimos, no era
una opción “eficiente” o práctica en ese tan necesario
intercambio.

O sea, en esencia, el dinero no tendría por qué poseer


un valor en sí mismo, aunque —atención—, algo que de
plano se nos escapó muy a menudo, es que, si quería-
mos que cumpliera bien su cometido básico, debíamos
salvaguardar ciertas reglas elementales. ¿Cómo cuáles?

Si el dinero es una especie de “representatividad” de


determinada cantidad de valores intercambiables —por
simple lógica—, la cantidad de dinero que circulase,
debía siempre ser un simple equivalente a la suma —lo
más aproximada posible— de dichos bienes y servicios.
Sorprendentemente sencillo el asunto, ¿no le parece?

Pues bien, a pesar de la sencillez y aplastante razón de


ser de este axioma, una gran cantidad de personas no lo
consideraron así —incluso algunos pocos todavía hoy— y
no cayeron en cuenta que la función real del dinero, en
el fondo, no es otra sino la de convertirse en una espe-
cie de pagarés intercambiables y “a la vista” de lo que
representan: los bienes y servicios comercializables y
disponibles en la sociedad.

Éste tan sencillo razonamiento nos induce a su vez a


entender el porqué de la razón de ser de esa especie
de ecuación14 o balance imprescindible que debemos
conservar siempre, si realmente queremos, que ese tan
importante recurso monetario, cumpla bien su cometido.

  El término ecuación significa igualdad, ya que en este caso y para efectos


14

del presente análisis, nos estamos refiriendo a una igualdad matemática entre
dos expresiones: “masa circulante de dinero” y “cantidad disponible de
bienes y servicios”.

29
Juan Manuel Ochoa Torres

Y no haber asimilado a plenitud a lo largo de la historia


este razonamiento, nos hace comprender el porqué nos
hemos equivocado tantas veces. Y no importará que el
más convincente líder político o encargado de las finanzas
públicas haya contado con las más excelsas intenciones,
créame, toda vez que no se respetó la referida ecuación o
igualdad entre “bienes” y “dinero”, sus efectos resultaron
tan negativos a como se haya presentado la disparidad
entre dichos factores.

Ello explica el porqué, cuanta ocasión hayamos tenido una


cantidad de circulante superior a su contraparte —bie-
nes y servicios a adquirir con ellos—, se ha manifestado
inflación, y al contrario, cuando la capacidad de pago
del público fue inferior, sobrevino deflación o recesión.

Poco a poco también aprendimos que no es conveniente


situarnos tanto en un extremo como en el otro, ya que
de la misma forma como la salud en nuestro propio orga-
nismo no se da en los extremos sino en una situación de
equilibrio,15 exactamente lo mismo ocurrirá en cualquier
comunidad del planeta en lo que ahora tratamos.

Ante algo tan obvio… ¿Cómo es posible —podría pen-


sarse— que las autoridades políticas o financieras de los
pasados siglos, no se hayan percatado de eso, y, en muchas
ocasiones, al no cuidar el balance de la ecuación referida
en cuanto a “circulante” y “bienes”, hayan metido en
serios aprietos a sus propios pueblos?

Para una mejor comprensión del asunto, me gustaría


exponerle enseguida —en los capítulos siguientes— al-
gunos casos que ilustran cómo, a lo largo de la historia,

  Nuestra salud, por ejemplo, no sobreviene si la temperatura, glucosa, presión


15

arterial, peso corporal, frecuencia cardiaca e infinidad de elementos más se


salen de los rangos recomendados, tanto hacia arriba como hacia abajo, sino
cuando se encuentran dentro de los parámetros adecuados.

30
Dinero y bienestar

hemos incurrido en esos errores, aunque primero le


mostraré aquellos que cuentan con un mayor grado de
“justificación” en tales desfases, así como algunas de sus
consecuencias.

¿Pero —dirá alguien con cierta razón—, cómo podría


“justificarse” para las autoridades políticas o económicas
el haber incurrido en semejantes errores?

Aparte de cierta incapacidad en el pasado para compren-


der la importancia de salvaguardar la ecuación entre
“dinero” y “bienes”, se presentaron otros atenuantes que
explican mejor lo acontecido, mire usted:

Así como en la antigüedad, hubo quienes asumieron


que la Tierra era plana, otros sostenían que “el cielo es
redondo mas la Tierra cuadrada”, y luego, le parecerá
increíble, pero hace apenas pocos cientos de años —siglo
XVII— si bien ya era generalmente aceptada la redondez
de la Tierra, se dio por hecho que nuestro planeta per-
manecía inmóvil, y que era el Sol el que giraba a nuestro
alrededor.16

Ello nos hará comprender por qué, sobre el tema mo-


netario que hoy nos ocupa, no fue sino hasta ya bien
entrado el siglo XX, como ya le referí en el prólogo, que
las tesis de la mayoría de expertos en materia económica,
comenzaron a evolucionar en el sentido correcto.17

16
 Aunque por supuesto, hubo muchos científicos muy destacados que se
dieron cuenta de otra realidad distinta, como ocurrió desde la antigua Grecia
con Eratóstenes y Aristarco (siglo III a. C.), hasta épocas tan recientes como
en los siglos XVI y XVII, tal y como plantearon Copérnico, Kepler y Galileo.
17
  Cabe destacar que desde siempre hubo personas que vislumbraron de forma
intuitiva —como veremos un poco más adelante— el efecto cuantitativo del
dinero sobre el bienestar común, pero su pensamiento, por diversas razones,
no pudo proyectarse de forma tangible hacia la comunidad completa.

31
Juan Manuel Ochoa Torres

Otros atenuantes más, fueron los primitivos y a menudo


casi inexistentes medios disponibles de control que había,
ya que si bien, en el momento actual, casi cualquiera
sabe que en todos los países existe una muy respetable
institución que hace las veces de Banco Central, la cual
estará encargada de emitir y controlar la cantidad de
“dinero circulante” o medios de pago —para ubicarla
en su nivel apropiado— sorpréndase, el surgimiento de
tales instituciones clave, en la mayor parte de los siglos
pasados, ellas ni siquiera existían.18

Una justificación más ante la falta de “controles” mo-


netarios adecuados en los siglos que nos precedieron,
fue la carencia de formas de medición e información
institucional adecuados. No me quiero ni imaginar los
tan primitivos cálculos con que se contaba, por decir, en
la España del siglo XVI o XVII para evaluar la cantidad
apropiada de circulante en poder de la ciudadanía, o, la
suma de bienes producidos de esos años, lo cual en buena
medida explica o justifica los errores graves en que se
incurrió en esos ya no tan lejanos siglos.

Por si fuera poco, le menciono otro atenuante más,19


quizás uno de los más poderosos, aunque en este caso le
referiré un elemento de carácter sicológico, pero ni por
un momento crea que eso lo hizo menos importante:

18
  Por ejemplo, la Reserva Federal de los Estados Unidos, y que funge como el
Banco Central de ese país —el cual es uno de los más avanzados en el mundo en
materia monetaria—, ya en su versión definitiva, fue creada el 23 de diciembre
de 1913. Uno de sus objetivos primordiales fue: mantener una oferta monetaria
flexible y adecuada a los intereses de su moneda y país.
http://www.federalreserve.gov/faqs/about_14986.htm
19
 No vaya usted a asumir estimado lector, que los encargados políticos o
financieros de aquellos siglos, me están pagando algún tipo de honorario por
defender su actuación, le aseguro que no tuve el gusto de conocerlos, le recuerdo
que en esos años su servidor no había nacido, y le reitero mi ofrecimiento de
enviarle copia de mi acta de nacimiento, donde podrá apreciar —como ya le
comenté en el capítulo anterior— que nací en el siglo XX.

32
Dinero y bienestar

Imagínese por un momento que usted, estimado lector


que ahora se dispone a darle vuelta a la página, hubiera
sido nada menos que el encargado de las finanzas del
Imperio Romano en la época, por decir, de Constantino
El Grande (Imperio Romano, siglo IV d. C.) y el mismísi-
mo emperador le acaba de ordenar que se apersone en la
plaza más concurrida de la ciudad capital, o, ante el mis-
mísimo Senado, y que les explique, valiéndose de su gran
capacidad de convencimiento, que, de ahora en adelante
—con el objeto de poder utilizar los metales preciosos en
otros fines—, que las monedas de todo el imperio ya no
se acuñarán de plata, sino que, en lo sucesivo el dinero
constará de monedas de níquel, bronce y papel impreso,
aunque ello no alterará en absoluto su poder adquisiti-
vo, dado que —si su audiencia le permite continuar—,
usted mismo se encargará de garantizar o mantener un
equilibrio perfecto entre los dos factores clave citados
en las páginas precedentes, y que, en consecuencia, se
compromete a evitar que la capacidad de compra de la
ciudadanía se vea alterada en lo más mínimo.

No quiero poner en duda estimado lector —momentá-


neamente convertido en ministro de finanzas— su tal
vez muy notable capacidad oratoria, tampoco pecar de
pesimista o menospreciar su convincente discurso, pero,
estimo que los resultados de su intento no serían para
nada exitosos, tanto en el aspecto político como en la
realidad económica que se derive.

A estos atenuantes, mi paciente lector, provisionalmente


convertido en ministro de finanzas del Imperio Romano
(espero no haya renunciado todavía), lamento decirle que
habrá que añadirle otros elementos más, tales como las
necesidades financieras de algunos políticos del momen-
to, diversas campañas militares, pestes y otras calamida-
des circunstanciales.

¿Cómo fue entonces —podrían decir otros más con so-


brada razón—, que ante tan formidables limitantes de los

33
Juan Manuel Ochoa Torres

pasados siglos, y para colmo, al no haber contado con


los elementos básicos de toda economía moderna para
conservar la equidad necesaria en cuanto a “circulante”
y “bienes”, no se hayan presentado muchos más eventos
de hiperinflación, tal y como se dieron en épocas más
recientes?

Aquí sí, no me queda sino reconocerle cierto mérito al


hecho de haberle asignado un valor específico a las mo-
nedas elaboradas a base de metales preciosos, principal-
mente por dos razones, una de tipo material y la otra de
carácter sicológico.

La de índole material deriva del significativo hecho si-


guiente: el nivel de “circulante” quedaba automáticamen-
te restringido —de manera circunstancial— justo a eso, a
la disponibilidad en sí misma de los metales preciosos (a
diferencia de los billetes de papel), lo cual coadyuvaba,
al menos parcialmente, a salvaguardar cierta equidad en
la ecuación citada.20

Nunca debemos perder de vista —como ya le comenté—


que el hecho de haberle asignado un “valor intrínseco” a
las monedas, no fue sino un sustituto provisional y transi-
torio hacia el principal elemento que debió haber existido
desde siempre: Credibilidad. ¿En qué? En las instituciones
encargadas de la emisión monetaria, o sea, que ellas hubie-
ran sido lo suficientemente responsables y conocedoras del
tema como para salvaguardar la ecuación fundamental entre
“dinero” en circulación y “bienes disponibles.”

  Ni de lejos se piense que añoro este fenómeno del pasado. La razón de fondo
20

y lo que le otorga su verdadera solidez a cualquier moneda o medio de pago


del mundo, insisto, es su capacidad de compra y equidad que guarde con los
bienes y servicios disponibles que dicha moneda representa. Al surgir —como
en épocas recientes— la credibilidad institucional en la mayoría de países, la
anterior necesidad de asignarle un valor intrínseco a una moneda, simplemente
queda sin efecto.

34
Dinero y bienestar

Sin embargo, como tanto esas autoridades monetarias,


mecanismos de control e información, así como los co-
nocimientos básicos en la materia —como las conocemos
ahora— brillaban por su ausencia, tuvieron que entrar en
acción —aunque fuera de forma temporal— los metales
preciosos.

Ello nos llevará a entender el porqué, en la mayoría de las


veces en los pasados siglos, a pesar de carecer de muchos
elementos monetarios hoy considerados básicos, no se
presentaron tantos eventos inflacionarios como pudieron
haberse dado: el crecimiento de la masa circulante quedó
necesariamente circunscrita a la disponibilidad de meta-
les preciosos con que estarían compuestos.

A manera de prueba de que en esencia, lo que le da la


verdadera solidez a cualquier moneda no será tanto su
valor intrínseco, sino su equivalencia con lo que en el
fondo representa: los bienes y servicios disponibles, he
elegido plantearle como el primero de los casos que le
describiré en el capítulo siguiente, sólo uno —entre otros
que se dieron a lo largo de la historia— que describe
lo que ahora le menciono, lo que demuestra que toda
abundancia circunstancial de metales preciosos que hu-
biera permitido la acuñación de más moneda de la de su
contraparte —“bienes y servicios”— generó la tan temida
inflación, lo que no hace sino refrendar la validez a la
ecuación monetaria mencionada.

Por tanto, puedo asegurarle que no habrá sustituto ni


metal precioso que sea capaz de reemplazar la responsa-
bilidad o sabia conducción de cualquier gobierno o banco
central del planeta.

El segundo aspecto —en este caso refiriéndome a la ya ci-


tada cuestión sicológica— que nos hace reconocer el papel
que en el pasado desempeñaron los metales preciosos, se

35
Juan Manuel Ochoa Torres

lo planteo ahora mismo, aunque deliberadamente aso-


ciándolo con un elemento muy importante que también
entra en juego en la tan deseada estabilidad de precios:
la velocidad en el consumo.

¿Qué diablos pretende decirnos el autor? Como no es mi


deseo enloquecerlo estimado y paciente lector, considero
prudente recurrir a un ejemplo, mire usted:

Si una región cualquiera de su país o del mundo, se


encuentra ante la inminencia de un evento catastrófico
—como podría ser un ciclón—, una guerra o una cala-
midad cualquiera, sin importar que ese potencial riesgo
no tenga la consecuencia negativa esperada, le describiré
lo que sucederá:

Apreciará usted que una gran cantidad de comestibles,


agua y una diversidad de artículos básicos desaparecerán
de los anaqueles del supermercado más próximo, algo si-
milar ocurrirá con los combustibles y muchas cosas más…

¡Es cierto! Dirá más de alguno recordando lo que ya le


sucedió ante la sola posibilidad de un evento de esa natu-
raleza, independientemente que esa supuesta calamidad
se haya presentado o no. ¿A qué se debió eso?

Sobrevino por algo muy simple: aumentó la “velocidad”


de compra, lo que a su vez alteró la ya reiterada ecuación
referida, pero…. ¿Cómo entraron ahí los metales precio-
sos en juego en los pasados siglos?

Toda vez que el consumidor juzgó como una acción más


sabia o previsora para él y su familia el hecho de ateso-
rar o conservar sus monedas de plata u oro, en lugar de
adquirir apresuradamente bienes que podría requerir
—o quizá no— ésa su personal y sencilla decisión, qué
cree, habrá contribuido en una pequeña proporción a

36
Dinero y bienestar

atemperar o disminuir la velocidad en el consumo,21 lo


que en consecuencia, coadyuvó —sin darse cuenta— a
conservar la equidad citada.

Con este sencillo ejemplo de un evento catastrófico e ines-


perado, quise poner de relieve primero, cómo el elemen-
to “velocidad” influye también de forma determinante,
cuando —circunstancialmente— se altera el patrón normal
de consumo ciudadano y, además, reconocer el papel
que desempeñaron en el pasado, los metales preciosos,
y de alguna forma coadyuvaron a evitar que se hubieran
desencadenado mucho más eventos inflacionarios.

Le reitero que ni de lejos pretendo ponderar el hecho que


el dinero contenga un valor intrínseco en sí mismo en el
momento presente, dado que ahora, afortunadamente la
situación es otra, y ya contamos con credibilidad insti-
tucional, mayores conocimientos económicos e infinidad
de medios de control e información para salvaguardar el
balance entre dinero y bienes, lo que hizo que el dinero
con valor específico carezca de sentido, y sólo quise pon-
derar su importante labor en los pasados siglos.

Ahora bien, con el objeto de dejar este asunto aún más


claro, me gustaría exponer ante usted unos casos más
palpables y didácticos, por ello me permitiré compartirle
en el siguiente capítulo unas pocas experiencias que la
historia nos muestra, en las que podremos darnos cuenta
en qué nos equivocamos y cómo podemos —y debemos—
prevenir tales desfasamientos, ya que, quien bien aprenda
del pasado, siempre podrá contar con un mejor futuro.
21
 Nunca perdamos de vista que el resultado total de un país, no será más
que una simple suma de todas las decisiones individuales de los millones de
consumidores que lo conforman. Si un evento catastrófico como el descrito
es regional, temporal o no representativo a nivel nacional, no tendrá mayores
consecuencias, si no es así, las autoridades responsables encargadas de las fi-
nanzas públicas, inmediatamente tomarán en cuenta todo eventual incremento
en la velocidad en el consumo para realizar sus análisis, evaluar sus efectos y
tomar las medidas subsecuentes.

37
Juan Manuel Ochoa Torres

38
Dinero y bienestar

Capítulo III
Inflaciones
más entendibles

España siglo XVI

Haciendo uso de diferentes textos de Historia, me per-


mito invitarle a que ahora mismo nos desplacemos nada
menos que a la España de mediados del siglo XVI —como
si estuviéramos haciendo uso de nuevo de la misma
maravillosa aunque imaginaria máquina del tiempo—, y
así, una vez ubicados en la época, podamos ser testigos
privilegiados de un escenario único:

Pocas naciones —en todo el planeta y en todos los siglos—


tuvieron frente a sí un panorama tan promisorio como
este país en tal momento... ¿Por qué?

Algunas décadas antes, se había conjuntado en este reino


europeo una serie de eventos tan relevantes e increíble-
mente favorables que, combinados, incidían muy a favor
de España en lo que ahora tratamos.

Justo después de haber logrado su unificación a finales


del siglo XV, se habían sorprendido22 con el descubri-
miento de un enorme y promisorio continente pletórico
de recursos, donde además, se daba un muy a su favor
contraste en cuanto al desarrollo y manejo de diversas
armas, lo que casi les garantizaba de forma privilegiada
su “conquista”.

22 
Tuvieron conocimiento del hecho en España hasta comienzos del año 1493,
al regreso de su primer viaje, y cabe mencionar que las dos carabelas sobre-
vivientes arribaron a la península Ibérica por distintas rutas, dado que se
separaron entre ellas por una fuerte tormenta. El Almirante de la Mar Océano
(Vida de Cristóbal Colón) Samuel Eliot Morison. Fondo de Cultura Económica.

39
Juan Manuel Ochoa Torres

Y así como para facilitarles más las cosas, habían llegado a


un arreglo con los portugueses para una singular partición
de esas recién descubiertas tierras, lo que, asumieron,
legitimaba tales posesiones para su explotación.23

Como consecuencia de ello, a mediados del siglo XVI,


cuando ya casi habían consolidado su dominio no sólo
sobre tal territorio sino sobre sus recursos, se puso ante
sus ojos un panorama que ni en sus mejores sueños pu-
dieron haberse imaginado.

Por tanto, pronto empezaron a fluir hacia España tan


enormes cantidades de metales preciosos, principalmente
plata, que la inmensa mayoría hubiera apostado que te-
nían frente a sí un fenomenal porvenir en lo económico
y de consecuente poderío en el contexto global…
23
  TRATADO DE TORDESILLAS. Firmado en Tordesillas (provincia de Valla-
dolid, España) entre España y Portugal el 7 de junio de 1494 entre los repre-
sentantes de esos dos reinos, en el que llegaron a un arreglo para dividirse el
“Nuevo Mundo” de acuerdo con determinados límites, aunque no eran del
todo precisos.
El rey de Portugal (Juan II) aseguraba que derivado del anterior Tratado de
Alcáçovas, firmado el 4 de septiembre de 1479, Portugal tenía ciertos dere-
chos sobre el territorio recién descubierto (después denominado “América”).
En virtud de lo cual, el rey Fernando de España, aprovechando que ya había
realizado un intercambio de favores con el recién nombrado papa Alejandro
VI (Rodrigo Borgia), y tenía considerable influencia sobre él, solicitó y obtuvo
su apoyo sobre la citada polémica con Portugal, mismo respaldo papal que se
materializó a través de 4 bulas (Inter caetera I y II, Eximiae devotionis y Dudum
siquidem) favoreciendo por completo a los españoles, decretando la excomunión
para todos aquellos que cruzasen cierto meridiano. No obstante, para evitar
mayores conflictos, se celebró el referido tratado, mismo que después fue con-
firmado por el papa Julio II mediante la bula Ea quae pro bono pacis en 1506.
El Almirante de la Mar Océano (Vida de Cristóbal Colón), Samuel Eliot Morison,
Fondo de Cultura Económica.
The Events that Led to the Treaty of Tordesillas (Los eventos que condujeron al
Tratado de Tordesillas), Lawrence Cohen; Terrae Incognitae 47 (2): 142-162.
ISSN 0082-2884.
Alexander VI and the demarcation of the maritime and colonial domains af Spain
and Portugal, 1493-1494 (Alejandro VI y la delimitación marítima y colonial
entre España y Portugal, 1493-1494), Vander Linden; (Oct. 1916) The American
Historical Review. Vol. 22 (núm. 1). Pp. 1-20.

40
Dinero y bienestar

No obstante… ¿El hecho de estar ingresando a España


tan sorprendente cantidad de recursos financieros, en
forma de una moneda “dura” (acuñada nada menos que
en plata) significó en realidad que había llegado a España
la riqueza, prosperidad y estabilidad suficientes, como
para poder cimentar una expansión sin paralelos?

De haber estado más avanzados en lo relativo a manejo


financiero y económico, para, entre otras cosas, haber
hecho posible lograr una equidad adecuada entre “cir-
culante” y “bienes”, otra cosa hubiera sido, no obstante
—de forma por completo entendible—, por las limitadas
condiciones de aquella época en cuanto a conocimientos
y medios de control, la situación derivó en otra cosa:

Si bien esas nuevas posesiones hicieron de España la po-


tencia de la época, dentro de ese reino se enfrentaron a un
conflicto económico que jamás imaginaron, mismo que
además resultó inexplicable para muchos en esos años.

¡Caramba! ¿Por qué? Ocurrió lo siguiente: Al haber he-


cho crecer anormalmente la masa circulante dentro de
España con el ingreso de esa inusitada cantidad de plata,
alteraron sin querer el obligado balance o ecuación entre
“circulante” y “bienes disponibles”,24 hecho que, a su vez,
generó efectos sumamente negativos para ellos, sin im-
portar que sus perspectivas hubieran sido tan halagüeñas.

Y note usted, el principal problema de una situación así,


es que al presentarse semejante desfase entre los factores
citados, sus nocivos efectos no se redujeron sólo a una
aparente inofensiva inflación interna, sino que generaron

24
  O dicho de otra forma, de acuerdo con la ya más reciente teoría cuantitativa
del dinero, tal y como lo mencionó en su momento el economista Irving Fisher
(1867-1947): P (precios) = M (masa circulante de dinero) × VT (velocidad de
las transacciones), fórmula parecida a la de su predecesor Alfred Marshall
(1842-1924).

41
Juan Manuel Ochoa Torres

unos desequilibrios de tal magnitud, que se dio inicio a


una secuela de cosas sumamente perjudiciales:

¿No estará exagerando el autor del libro? ¿Podría acaso


esa inflación que sobrevino en el interior de España —al
haber sido superior a la del resto de Europa— haberlos
perjudicado tanto? La cuestión no resultó tan sencilla
como una simple elevación de precios dentro de ese país,
sino que ello —como un pernicioso efecto dominó, reper-
cutió en una serie de cuestiones que nunca imaginaron—.
En sus primeras etapas ocurrió lo siguiente:

Los artículos producidos en España, automáticamente


resultaron más “caros” tanto para el consumidor espa-
ñol, como para los del resto de Europa y demás socios
comerciales, hecho que frenó las exportaciones españo-
las —al haberlas encarecido con respecto a mercancías
similares—, y en cambio, favoreció —competitivamente
hablando—, las importaciones de parte de aquellos con
quienes comerciaban. ¿Se habrá detenido ahí el pro-
blema?

Ojalá hubiera sido así, pero eso sólo fue el principio, ya


que tal alteración en los precios hispanos sólo le prendió
la mecha a una especie de bomba de tiempo que continuó
con una serie de eventos subsecuentes… ¿Cómo cuáles?

Una situación así, como mencionaba, no se reduce a una


aparentemente inofensiva pérdida de competitividad para
el productor español, sino que, como sería lógico suponer,
empujó al consumidor de ese país a optar, cuanta vez pu-
diera, por bienes importados. ¿Y que generó eso a su vez?

No sólo incidió de manera decisiva en la desaceleración


de la actividad económica española, sino fue necesaria-
mente seguida de una disminución en el nivel de empleo
y productividad internas —al haber perdido competividad

42
Dinero y bienestar

sus productos—, sino además, éste no previsto fenómeno


se tuvo que acompañar de algo no menos perjudicial:

Todo flujo excesivo de bienes importados derivado de esa


pérdida de competividad de sus propios productos, tiene
como una de sus principales desventajas que, semejante
déficit comercial —aparte de la diminución en su produc-
tividad interna y en el nivel de empleo—, debía pagarse
de alguna forma.

Ello condujo a un muy significativo y lamentable drenaje


de dinero —plata recién llegada de América— hacia el
exterior de España.25

A ese problema habría que haberle añadido otros agra-


vantes más: conflictos bélicos con algunos países vecinos,
salida importante de ciudadanos hacia América, y, por si
fuera poco, contaban para colmo con un sistema banca-
rio y financiero débil y atrasado, en gran medida como
consecuencia de la injustificada expulsión de banqueros
y ciudadanos judíos* iniciada desde finales del siglo an-
25
  Este fenómeno de la inflación en España de los siglos XVI y XVII, fue
adecuadamente analizado por el historiador y economista Earl J. Hamilton
(1899-1989) quien aborda el tema en algunas de sus obras, tales como El tesoro
americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650 (American Treasure
and the Price Revolution in Spain, 1501-1650), Harvard University Press, (1934);
Guerra y precios en España, 1651-1800 (War and Prices in Spain, 1651-1800),
Harvard University Press, (1947). Sin embargo, ya desde el propio siglo XVI,
este hecho singular fue bien observado por el sacerdote, filósofo, teólogo y
economista español Martín de Azpilcueta (1492-1586), quien entre otras activi-
dades académicas, impartía cátedra en uno de los centros del conocimiento más
avanzados del mundo de esos años, la Universidad de Salamanca, en España,
y fue considerado como uno de los más notables intelectuales de su época.
Algunos consideran que Martín de Azpilcueta fue uno de los primeros formula-
dores de la teoría cuantitativa del dinero; ya que puso de relieve la repercusión
sobre los precios de un eventual exceso o carencia de metales preciosos. (Re-
cordemos que en ese tiempo, se le consideraba a la plata como estrechamente
vinculada al “dinero circulante”).
* El término “judío” para designar al pueblo hebreo es inapropiado. Tal utiliza-
ción incorrecta se explica y llega hasta nosotros por la razón siguiente: en la...

43
Juan Manuel Ochoa Torres

terior, derivada de la intolerancia religiosa que padecían


por esos años.

Esos factores combinados provocaron que en varias oca-


siones —a pesar del extraordinario panorama que hacía
apenas pocas décadas tuvieron frente a sí—, la corona
española entró de plano en estado de insolvencia en varias
ocasiones, y no fue sino mediante unos muy desfavorables
arreglos financieros ante banqueros extranjeros, que su
aún no muy desarrollado sistema financiero y económico
pudo salir adelante.

Es justo reconocer también, como decía unas líneas atrás,


que este tipo de desfasamientos entre “circulante” y “bie-
nes” tienen más atenuantes o elementos justificativos,
dado que en aquellos años los conocimientos económicos
y medios disponibles para conservar la equidad de precios
estaba mucho más atrasada, y eso nos hace comprender
en buena medida que aquella aparente y extraordinaria
bonanza que tuvieron frente a sí, quedó reducida a sólo
una posibilidad que duró relativamente poco tiempo,
comparada con el extraordinario potencial que en su
momento tuvo.

Como un comentario adicional y al margen, si a los errores


graves —aunque como decía, un tanto entendibles— en

...descripción de Hechos del Nuevo Testamento, la nación israelita —cosa que


ocurrió después del reinado de Salomón— quedó dividida en dos secciones:
Por un lado se encontraba la tribu de Judá (“judíos”, mismos que se asentaban
en Jerusalén y alrededores) y, mayoritariamente al norte, permanecía el resto,
o sea, las restantes once tribus, misma comunidad que se refería a los de la
región de Jerusalén como “judíos”. Ello debemos asociarlo con otro hecho:
quienes escribieron los importantes textos ya referidos, procedían del grupo
más numeroso —las once tribus—, lo cual, a través de los siglos, derivó en la
incorrecta denominación de la comunidad israelita. Un nombre más preciso
para denominar a este importante pueblo de la comunidad global, sería “he-
breos” o “israelitas”. Su servidor se ha referido a ellos como “judíos” porque
así se consigna en muchos libros de Historia.

44
Dinero y bienestar

materia económica, le añadimos otros más en el aspecto


político y humanista, como fue el significativo hecho de
haber desechado opiniones de personajes notables tales
como la del conde de Aranda,26 quien con una sorpren-
dente visión propuso desde el año 1783 que se le otorgase
autonomía a casi todos los dominios americanos, creando
a la vez una especie de mancomunidad hispana, enten-
deremos mejor la gran diferencia existente en cuanto a
los resultados que se obtienen —o se pierden—, cuando
se escogen caminos acertados, o, en su caso, erróneos.

¿Por qué menciono también este aspecto político y hu-


manista en el caso de la España de esos siglos? ¿Acaso el
autor del libro ya perdió la brújula, dado que ahora mismo
estamos tratando sobre temas meramente económicos?
Como veremos en la última parte del libro, si es que
antes no lo arroja a la basura, los aspectos económicos,
políticos y humanistas están estrechamente vinculados,

26
  Pedro Pablo Abarca de Bolea (X conde de Aranda, 1718-1798), fue un militar,
diplomático y político español de corte liberal e ilustrado, contaba con una
amplia cultura y era poseedor de una visión política muy avanzada para su
época, lo que le hizo ser muy respetado entre muchos filósofos y enciclopedistas.
En una ocasión Voltaire se expresó de él así: “Con media docena de hombres
como Aranda, España quedaría regenerada”.
Ocupó cargos como embajador, presidente del Consejo de Castilla (1766-1773)
y secretario de Estado bajo el rey de España Carlos IV (1792).
Se adelantó a su tiempo y en la penúltima década del siglo XVIII (1783), durante
el reinado de Carlos III propuso —sin éxito—, la creación de una mancomunidad
hispana que le otorgara autonomía a casi toda la América española, preponde-
rando su libertad y unidad, junto con ciertos convenios de ayuda mutua entre
sus miembros. Esta propuesta, que fue rechazada por la falta de percepción
política y humanista de la corona española de esos años, se convirtió en uno de
los factores más importantes que contribuyeron al desmembramiento de casi
la totalidad de los dominios americanos desde comienzos del siglo XIX,
de haber seguido tal directriz, pudo haber influido para que se evolucionara
políticamente en una dirección universalista e integral de los países hispanos,
como de hecho sucedió mucho más tarde con otro grupo: la originalmente de-
nominada “Mancomunidad Británica de Naciones” creada a principios del siglo
XX, en la que, si bien se respeta la libertad e independencia de sus miembros,
existe una serie de ventajas recíprocas entre ellos.

45
Juan Manuel Ochoa Torres

y en el momento actual, la disyuntiva mundial, ya no se


limita a una incompleta “mancomunidad hispana”, sino
a otra cosa con una dimensión mucho más avanzada.

Aunque por el momento sólo le pido me siga acompa-


ñando en el análisis del siguiente caso.

Inflación alemana 1921-1923

El caso que le describiré enseguida, si bien desde un


ángulo meramente económico podríamos considerarlo
también como un tanto “entendible” —tomando en cuenta
los desajustes monetarios que lo propiciaron—, los efectos
sicosociales en los que influyó después, tendrían que ser
considerados siempre como irracionales y por supuesto
reprobables.

Mas circunscribiéndonos primero al contexto económico,


¿qué sucedió en esos años que pudo repercutir de manera
muy poderosa en otros eventos consecuentes?

Tanto dentro de la Primera Guerra Mundial como en los


años subsecuentes, en el interior de Alemania se había
generado una todavía tolerable inflación, la cual hizo que
hasta la primera mitad del año 1921, su moneda (marco
alemán) tuviera un nivel —tratando de mostrarle sólo una
cierta “referencia”— cercano a los 60 marcos por dólar
estadounidense.

No obstante, a partir de 1921, se desencadenó una hiper-


inflación tan pronunciada, que si bien no ha sido la más
grande que se haya registrado, influyó de manera decisiva
en los eventos devastadores de los años siguientes, por
tanto, quizá no haya habido otro desequilibrio moneta-
rio que se haya proyectado en una forma tan negativa…
¿Pues qué diablos pasó?

46
Dinero y bienestar

Aclaro —para situarnos mejor en el contexto de la épo-


ca—, en las primeras décadas del siglo XX, ya teníamos
un mayor nivel de conocimiento sobre la importancia de
mantener una equidad entre “masa monetaria” y su tan
importante contraparte: “bienes y servicios”, aunque,
también es oportuno señalar, todavía en esos años, se
pretendía de alguna manera “encadenar” el monto de la
“masa circulante de dinero” a las reservas existentes de
oro o divisas,27 en un entendible afán de evitar que un
gobierno —producto de determinadas presiones socioeco-
nómicas internas, justificadas o no— pudiera emitir más
papel moneda del recomendado por la lógica económica.

Las necesidades alemanas derivadas de la propia Primera


Guerra Mundial, así como una serie de eventos que referi-
ré enseguida, hicieron que, se emitiera mucho más papel
moneda del que la prudencia económica aconsejaba, lo
que hizo que no sólo su “masa circulante” excediera sus
reservas existentes en metales preciosos y divisas, sino
superara también algo mucho más importante: los bienes
y servicios a ser adquiridos por el dinero en poder del
público.
27
Considero —como le decía— que no habrá sustituto para la responsabilidad o
falta de ella, de cualquier gobierno del mundo. Cuando no se procede de forma
sabia, no habrá oro, plata, petróleo, diamantes o lo que venga a su mente que
evite las consecuencias de una conducción errónea. Si un metal, cualquiera,
llegase a sobreexplotarse y superase la demanda existente, su precio disminuirá
(junto con la moneda que “represente”) y su minusvalía será proporcional al
desfase existente; y como prueba de ello —aprovechando que todavía no arroja
a la basura el presente libro— le cito unas frases sacadas nada menos que de la
propia Biblia, aunque circunscribiéndome al contexto histórico: (2a. Crónicas
9,20) “En los días de Salomón la plata no era apreciada.” (2ª. Crónicas 9,21)
“…cada tres años solían venir las naves de Tarsis, y traían oro, plata, marfil,
monos, y pavos reales.” (2a. Crónicas 9:27) “Y acumuló el rey plata en Jerusalén
como piedras, y cedros como los cabrahígos de la Sefela en abundancia”. Dudo
mucho que haya alguien que pueda proporcionarnos datos confiables sobre
la cantidad exacta en circulación en ese reino en aquellos tan remotos años, y
casi podría apostarle que dicha minusvalía, fue una mera consecuencia de un
exceso de oferta con respecto a una demanda dada, lo que sólo tuvo como su
manifestación el citado efecto.

47
Juan Manuel Ochoa Torres

Y a todo esto, usted con toda razón podría preguntarse…


¿Cómo fue posible que hayan incurrido en semejante
desajuste? ¿Qué acaso quienes conducían la economía
alemana en ese tiempo, no conocían los riesgos de proce-
der así? Claro que lo supieron, aunque seguro asumieron
que ésa era la opción menos perjudicial. ¿Y qué efectos
produjo semejante desequilibrio monetario, primero, en
el bienestar social de su país?

Toda situación inflacionaria será dañina para cualquier


comunidad en todos sentidos y bajo muy distintos ángu-
los, y dicho daño social y económico dependerá del nivel
de desfase monetario que se lleve a cabo, tal y como ya
le mencionaba: el desajuste que se haya dado entre el
nivel de “circulante” y “bienes y servicios disponibles”.

Por ello, desde el año de 1921, en Alemania los precios


de los bienes y servicios —como es usual en este tipo de
casos— empezaron a elevarse de forma cada vez más
pronunciada, reduciendo en consecuencia el poder de
compra de la ciudadanía.

El precio del pan —por ejemplo— junto con toda la larga


lista de comestibles, se fue elevando a pasos agigantados,
y, entre otros efectos, durante la primera mitad de 1922,
el tipo de cambio (marco alemán-dólar) ya se había mo-
dificado bastante, aunque pareciendo querer estabilizarse
alrededor de los 320 por cada dólar estadounidense.

No obstante, en una situación de esta naturaleza, de for-


ma completamente entendible, se deberá necesariamente
sumar —por si fuera poco— otro elemento de carácter
sicológico, tal y como le describí en páginas anteriores
respecto a la manera cómo reacciona el público ante otro
tipo de eventualidad… Pero, ¿cómo es que, para empeorar
las cosas, pueden entrar en juego también hasta factores
relativos a la actitud humana? Créame, si no tomamos en

48
Dinero y bienestar

cuenta la reacción ciudadana, nuestras previsiones falla-


rán. ¡Diantres! ¿Por qué? Observe usted:

El consumidor, al percibir un rápido y creciente deterioro


del dinero, y justificadamente preocupado por la dismi-
nución de su capacidad de compra, modifica su habitual
patrón de consumo, lo que, dicho en términos económi-
cos, acelera la “velocidad de gasto” lo que no hace sino
exponenciar el desfase entre circulante y bienes, tal y
como me permití mencionarle en páginas anteriores (ante
la sola posibilidad de un evento catastrófico) derivado de
un razonamiento en extremo simple…

Al no estar interesado el público —con sobrada razón— en


guardar un medio de pago que siente que cada día vale
menos, opta por conservar mejor “bienes” que “dinero”,
y, por ello, tan pronto como dispone de fondos, se dirige
a toda velocidad a adquirir bienes y a deshacerse de su
dinero.

Como comprenderá, una vez combinados todos los ele-


mentos negativos de una situación como ésta, el daño
comenzó a manifestarse a tal grado en la comunidad
alemana completa, que a mediados del año 1922, hasta
un banquero norteamericano muy prominente de aque-
llos años —de nombre J.P. Morgan—, trató, sin éxito, de
intervenir para atenuar esa tan deplorable situación. No
obstante, una vez que el proceso hiperinflacionario siguió
su pernicioso curso, así como las causas que le dieron
origen, para diciembre de 1922, el marco alemán ya se
había disparado hasta los 8 000 por dólar estadounidense.

Pero una situación como la descrita —sobre todo cuando


se trata de un desequilibrio tan pronunciado—, como se
imaginará, no se limitará a una mera pérdida del poder
adquisitivo de toda la ciudadanía, lo cual de por sí ya
es grave, sino que —como si se tratara de un gigantesco

49
Juan Manuel Ochoa Torres

“tsunami”— se lanza una onda expansiva que alterará


toda la estructura social y económica.

Prueba de ello que hasta los agricultores alemanes, em-


pezaron a negarse a vender sus productos recibiendo
a cambio una moneda que iba en picada de esa forma
tan estrepitosa, solicitando les pagasen con otro tipo de
“bienes”, o sea, como si la sociedad completa se estuviera
yendo de golpe en reversa respecto a lo ya expresado, en
lo relativo a la “evolución del dinero”, cuando le decía
que una de sus etapas intermedias, fue precisamente el
“trueque” el que operaba, aunque con un muy alto nivel
de “ineficiencia” —y por lo mismo fue desechado—, pero
imagínese a qué grado estaban las cosas en ese momento,
muchos ya lo preferían.

A lo largo del año 1923, la situación socioeconómica


llegó a un nivel tal, que un ahorrista que desease sacar
dinero de una institución bancaria —incluso sumas mo-
destas—, debía acudir a retirarla acompañado de una
maleta para transportar sus recursos, aunque de hecho,
no pudiera comprar gran cosa con esa voluminosa can-
tidad de billetes.

No es difícil imaginarse estimado lector, que tal situación


desincentivaba por completo algo crucial en toda eco-
nomía: el ahorro, y qué cree, para colmo, el ciudadano
común ni siquiera podía adquirir moneda extranjera
con el objeto de poder ahorrar algo, ya que tal recurso
lo estaba requiriendo el gobierno a fin de poder pagar
indemnizaciones de guerra.

Entre otros inconvenientes de esta hiperinflación, aque-


llos ciudadanos que habían logrado realizar ahorros a
lo largo de su vida, previniéndose para su vejez, enfer-
medades y otros imponderables, casi de golpe vieron
convertido en polvo el esfuerzo de toda su vida.

50
Dinero y bienestar

Pero la perniciosa onda expansiva continuaba su curso:


quienes deseaban llevar a cabo una inversión productiva
mediante la creación de algún tipo de negocio, mismo que
generaría empleo y contribuiría, en una pequeña pro-
porción, a mejorar la economía, se veían imposibilitados
para hacerlo, ya que poco o nada podían hacer —salvo
empapelar un muro— al contar sólo con un montón de
papel que les imposibilitaba para iniciar una modesta
tienda o fábrica, lo que sólo contribuía a empeorar más
la conflictiva situación.28

Por si fuera poco, ante una situación así, tan frágil y con el
consecuente desempleo y desplome del poder de compra,
el “mercado” potencial, resultaba poco o nada atractivo
para un eventual inversionista —nacional o extranjero—
que pensase en emprender cualquier tipo de actividad.

A tal grado se fueron combinando e interrelacionando


todos los factores negativos, que la situación llegó a un
extremo tal, que para noviembre del año 1923,29 una libra
de pan costaba 3 000 millones de marcos alemanes, y una
libra de carne 36 000 millones.30

¿Cómo es tan siquiera imaginable —con toda razón pensa-


rá el lector— que se haya permitido llegar a semejante
situación, y se haya ocasionado ese tan monumental
daño social y económico?

28
  Como comprenderá, el desfase en la importante ecuación citada entre “cir-
culante” y “bienes”, puede ocurrir principalmente por dos vías: no sólo cuando
se presenta un anormal incremento en el primer factor (dinero) sino por una
reducción del segundo (bienes), y, al disminuirse la actividad económica, se
debilitó o bajó este segundo aunque crucial elemento de la ecuación, lo que
alteró, aún más, su tan importante equilibrio.
29
  Datos tomados de una Medalla conmemorativa de la inflación alemana de
la época. https://www.pinterest.com/pin/270919733807671590
30
  The great inflation, Germany 1919-23 (La gran inflación alemana de 1919-
1923), William Guttmann; Patricia Meehan, Gordon and Cremonesi Ltd, 1976.

51
Juan Manuel Ochoa Torres

En páginas anteriores, le comentaba que el aspecto políti-


co y humanista —para bien o para mal, dependiendo del
enfoque acertado o erróneo que se tenga—, se proyectará
siempre hacia él la cuestión económica. Siendo así que, en
este particular caso, si algunos de los políticos del interior
o exterior del país que incidieron sobre el asunto, tenían
una visión excluyente y limitada, perfectamente se pudo
haber gestado el problema… ¿Qué hubo pues detrás de
éste tan desafortunado desajuste económico ocurrido en
Alemania a principios de los años veinte?

Primero le describiré algunas de las causas que tras bam-


balinas influyeron de forma decisiva en tal desajuste, y
enseguida, algunos de sus efectos. Y, al final del presente
capítulo —anticipándome por si lleva a cabo su propó-
sito de destruir el libro— espero adelantarle algo sobre
la razón por la cual he elegido de forma deliberada este
referido desequilibrio monetario.

Veamos por tanto el singular enfoque que desafortuna-


damente prevalecía en algunos personajes de la política
europea inmediatamente después de terminada la Pri-
mera Guerra Mundial.

Hago mención expresa que ni de lejos pretendo imputarle


responsabilidad alguna a determinado país, en todos los
pueblos del mundo, siempre ha habido, personas mu-
cho muy valiosas, junto a otras que no cuentan con una
perspectiva social completa,31 siendo sus acciones sólo
una simple proyección o consecuencia de su particular
forma de pensar. ¿Qué pensamiento pues prevalecía en
algunos políticos del momento?

31
  Un breve comentario: el autor del presente libro por años estuvo en el ramo
del comercio internacional, y tuve oportunidad de tratar a una gran cantidad
de personas —más que desde una perspectiva “turística”, bajo un enfoque co-
mercial o de negocios, ámbito donde, créame, es donde se puede conocer mejor
a cualquiera— y le aseguro, que en todo el mundo existen personas de una gran
calidad humana, visión incluyente e integral, y otras no tanto.

52
Dinero y bienestar

Por una serie de revanchas y rencillas derivadas de


otros conflictos bélicos anteriores,32 y tal y como quedó
asentado en el Tratado de Versalles, en el cual no sólo se
responsabilizó a las naciones vencidas de toda la culpa
por tal guerra, sino se les obligó al pago de una indemni-
zación que estaba muy por encima —en cuanto al plazo y
condiciones exigidas— de su capacidad real de realizarla,
a menos que —como sucedió—, lo hicieran en detrimento
de su sano desarrollo.

Eso hizo que la moneda “dura” (respaldada en oro y di-


visas) de que disponían en Alemania, tuviera que haber
salido del país desde los primeros pagos a cuenta de las
reparaciones exigidas, mientras que, para sus necesidades
internas, se tuvo que recurrir a la impresión de papel
moneda en una cantidad muy superior a su contraparte
en bienes y servicios.

Ese particular pensamiento que prevalecía en algunos


políticos que intervinieron en la conformación del Tratado
de Versalles de 1919,33 como es lógico suponer, se reflejó
en la severidad de sus cláusulas, hecho que —una vez que

32
  Mismas rencillas procedían de confrontaciones bélicas pasadas, como fueron
las guerras napoleónicas, guerra franco-prusiana y otras, mismas que conta-
minaron de forma grave el pensamiento de algunos líderes a la terminación
de esa denominada “Gran Guerra” (1914-1918), lo que hizo que se tratara de
“castigar” y casi de humillar de forma muy especial a las naciones “vencidas”,
tal y como quedó plasmado en los términos del Tratado de Versalles firmado el
día 28 de junio del año de 1919. Habiéndose incluso escogido deliberadamente
ciertas fechas coincidentes con diversos eventos pasados, como fue el haber
escogido como día de la firma de tal tratado la misma de 5 años antes, cuando
ocurrió el desafortunado asesinato del archiduque Francisco Fernando, el cual
fue uno de los sucesos que condujeron a ese tan lamentable acontecimiento:
la Primera Guerra Mundial.
33
Uno de los políticos que influyeron más de forma negativa en los errores del
Tratado de Versalles, fue George B. Clemenceau (político francés, 1841-1929),
quien participó como uno de los más destacados negociadores de la Conferencia
de Paz de París en 1919.

53
Juan Manuel Ochoa Torres

produjo el tan desafortunado resultado socioeconómico


en el interior de Alemania— no hizo sino hacer crecer
con gran fuerza los sentimientos antagónicos que deriva-
rían en una conflagración muchísimo peor: la Segunda
Guerra Mundial.34

...Durante la preparación del Tratado de Versalles, insistía de forma muy


vehemente en castigar de manera ejemplar a Alemania, mediante el pago de
elevadas reparaciones de guerra, la incorporación de Renania a la economía
francesa, la extinción completa del imperio colonial alemán, expropiación de
propiedades de los ciudadanos alemanes en dichas colonias, así como otros
planes para debilitar decisivamente al bando vencido. Su posición extrema fue
atenuada parcialmente tanto por el presidente de Estados Unidos, Woodrow
Wilson como por el primer ministro británico, Lloyd George, quienes se opo-
nían a tal postura, evitando que los propósitos de Clemenceau se cumplieran
a plenitud, aunque no pudieron evitar que se aprobaran diversas cláusulas
destinadas a debilitar “definitivamente” a Alemania. Clemenceau, por el resto de
su vida, mantuvo su creencia de que la derrotada Alemania había sido tratada
de forma “demasiado benevolente”.
Considero que su en extremo inflexible postura no era respaldada por la ma-
yoría del pueblo francés, prueba de ello que en 1920, Clemenceau perdió las
elecciones para la Presidencia de la República, pero el daño ya estaba hecho.
La mayoría de historiadores, analistas y asesores de esos años, estimaron que
los términos del Tratado de Versalles fueron demasiado duros.
Por ejemplo, John Maynard Keynes, afirmó que ésta era una especie de “Paz
Cartaginesa”. Término referido a la paz brutal y humillante, infringida a un
enemigo que ha sido aplastado por otro en un conflicto bélico. Aduce a la paz
impuesta por los romanos sobre Cartago tras la derrota de ésta en la Segunda
Guerra Púnica (218–201 a. C.), en la cual, Cartago perdió todas sus colonias,
fue obligada a desmilitarizarse y a pagar un tributo constante a Roma.
Tal vez por eso el lord inglés George Curzon declaró con gran tino: “Esto no es
una paz, es una tregua de 20 años”.
“The Economic Consequences of the Peace (Las consecuencias económicas de la
paz), John Maynard Keynes, London: Macmillan & Co., Ltd.
34
Cabe mencionar que a lo largo de la década de 1920, la situación económica
pudo atenuarse un poco —a pesar de la severidad de los pagos exigidos— gra-
cias en parte a la oportuna intervención de un economista alemán (Hjalmar
Schacht 1877-1970) quien logró ir aliviando ese tan deteriorado panorama so-
cioeconómico, no obstante, para el año 1929, la gran depresión estadounidense
repercutió de forma grave sobre todo el orbe, golpeando más a las economías
más vulnerables, lo que provocó también en Alemania más quiebras y desem-
pleo. Esta depresión en EU pudo haberse atenuado y sobre todo prevenido, de
haberse contado con conocimientos económicos y monetarios más avanzados.
Esto acabó de deteriorar la ya de por sí frágil situación alemana, lo que facilitó
el acceso al poder de un líder populista y desinformado como Adolfo Hitler.

54
Dinero y bienestar

Por ejemplo, y por citar sólo una de las facetas negativas


propiciadas por ese pensamiento político y humanista
tan limitado, le comento:

Si en algún momento se ha preguntado… ¿De dónde


surgió por ejemplo el antisemitismo previo a la segunda
guerra? Podríamos decir que fue una mezcla de tres fac-
tores combinados: a) Desinformación de algunos perio-
distas y escritores que, con ligereza y desconocimiento,
al apreciar la patética situación ya descrita de la hipe-
rinflación referida, con cierta superficialidad atribuyeron
la responsabilidad de ese lamentable estado de cosas a
los “especuladores” entre los cuales, escogieron como
sus villanos favoritos a los “judíos” y “banqueros”, b) La
presencia misma de ese tan deteriorado trance, y c) El
surgimiento de líderes populistas35 radicales, racistas y
por supuesto también desinformados —como suele suce-
der en estos casos— tales como Adolfo Hitler.

Más de alguno podría pensar…. ¿Cómo diablos pudieron


haber aceptado firmar en 1919 el Tratado de Versalles
los negociadores alemanes ante términos tan desfavo-
rables? No tenían margen de maniobra, ya se les había
advertido que, su negativa significaba la “reanudación
de hostilidades” y, con la reciente incorporación de
Estados Unidos en esa contienda bélica (cosa que ocu-
rrió en 1917), el balance se había inclinado de forma
definitiva hacia los aliados, lo cual fue lamentablemente
aprovechado por algunos para endurecer los términos
de tal tratado.

¿Por qué el autor revive este tipo de eventos? El propó-


sito no es sino ponderar la repercusión de poseer —o

35
Por una serie de razones que veremos en los siguientes capítulos, el populista,
por lo regular, está imposibilitado para ofrecer soluciones reales a las situaciones
conflictivas, y sus soluciones son peores que los problemas mismos.

55
Juan Manuel Ochoa Torres

adolecer— del enfoque acertado. Como prueba de ello,


expongo ante usted una actuación y efectos diferentes en
una situación parecida:

Al término de la Segunda Guerra Mundial, no me lo cree-


rá estimado lector, no faltaron políticos con una visión li-
mitada en extremo36 —parecida a los que influyeron tanto
en 1919 y 1920—, que pretendían, sorpréndase, volver a
aplicar la misma receta fallida del Tratado de Versalles,
o incluso peor, misma que por fortuna, no se aplicó.

Para beneficio de todos, prevaleció la postura de perso-


najes de la talla de George Marshall,37 quien se dio per-
fecta cuenta —con sobrada razón— que cuando los seres
humanos incurrimos en el grave error de reaccionar ante
una posición de irracionalidad, anteponiendo otra postura
similar o incluso peor, descomponemos por completo el
tejido social, y sólo agravamos mucho más las cosas.

Por ello, George Marshall escogió seguir, en vez de la


postura revanchista propuesta, una serie de principios y
valores que deben prevalecer siempre en la comunidad
global, coadyuvando e influyendo de forma decisiva a
través de un plan para la reconstrucción europea, apo-
yando tanto a vencedores como a vencidos. Obviamente
como comprenderá, esa diferente actuación generó unos
resultados diametralmente opuestos, ya que, junto con

36
Como el estadounidense Henry Morgenthau Jr. (1891-1967).
37
George Marshall (1880-1959), general y político estadounidense (premio
Nobel de la Paz), fue el principal impulsor de un plan denominado “European
Recovery Program” (ERP), mejor conocido como el Plan Marshall, el cual in-
fluyó de manera muy importante (junto con otros personajes de pensamiento
similar), no sólo en la propia recuperación europea, sino logrando que con esa
visión diferente, se coadyuvara a la unificación europea, al haber impulsado la
eliminación de barreras arancelarias, la creación de instituciones para mejorar
su economía y propiciar un desarrollo compartido.
Pudo llevar a cabo ese proyecto a pesar de la oposición de políticos de diversas
partes del mundo.

56
Dinero y bienestar

el apoyo de otros destacados personajes posteriores,38 los


frutos de esta postura diferente se fueron en la dirección
correcta y se proyectaron con los años en lo que hoy
conocemos como la Unión Europea.

Ésa fue la razón por la cual —aparte de analizar las causas


y efectos de la hiperinflación citada—, me he permitido
exponer ante usted precisamente este ejemplo ocurrido en
la Alemania de los años veinte, para ponderarle, primero,
los efectos negativos de la visión incorrecta, contrastando
con los frutos de otra muy diferente postura al término
de la Segunda Guerra Mundial, y, en la parte final del
presente libro —si aún no lo ha destruido—, le platicaré
por qué he procedido precisamente así.

Pero la mala noticia del momento es la siguiente: el libro


todavía no se acaba, y lo peor, es que lo invito a que con-
tinúe leyéndolo, para que así pueda conocer no sólo el
caso de otras inflaciones con menor grado de justificación,
sino las causas que los hicieron llegar a ellas.

38
Como Robert Schuman (1886-1963), quien por sus raíces luxemburguesas,
francesas y alemanas, influyó de manera decisiva en la conformación de la
Unión Europea. El 9 de mayo de 1950 pronunció un célebre discurso que se
considera la primera declaración formal de dicha integración. Por ello, en la
Cumbre de Milán de 1985, los jefes de Estado y de gobierno ahí presentes,
decidieron establecer el 9 de mayo como el Día de Europa, en conmemoración
de tal declaración.

57
Juan Manuel Ochoa Torres

58
Dinero y bienestar

Capítulo IV
Inflaciones
casi imperdonables

Inflaciones en el siglo XX

Le voy a describir ahora unas inflaciones —también un


tanto representativas— ocurridas durante el siglo pasado,
mismas que sería conveniente analizar en cuanto a sus
orígenes y consecuencias.

Si en alguna ocasión, se ha preguntado, cuál ha sido la in-


flación más pronunciada de que se haya tenido noticia en
la historia, debo decirle que todo parece indicar que fue la
que tuvo lugar en Hungría en los años 1945 y 1946, mismo
fenómeno monetarista donde, circunstancialmente, fue
consecuencia de una especie de “tormenta perfecta” en
cuanto a sus orígenes, lo que como comprenderá, no sólo
rompió todos los parámetros imaginables y convirtió en
polvo su moneda, sino impactó de forma gravísima a la
sociedad húngara que la requería como medio de cambio.
¿Qué sucedió y a qué nivel llegaron las cosas?

Al término de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el


desplome del poder de compra de la población húngara
iba tan en picada, que poco tiempo después de terminada
esa tan nefasta conflagración bélica, y una vez completa-
da la ocupación soviética de su territorio, ya circulaban
billetes (su moneda se denominaba “pengó”) nada menos
que de 10 millones.

Pero eso no era sino el principio, ya que su debilidad


productiva era de tal magnitud, que en los siguientes me-
ses, los precios de los productos comenzaron a elevarse a
una velocidad pasmosa, y se duplicaban en períodos tan
reducidos, que llegaron a doblarse cada 15 horas. Cual-

59
Juan Manuel Ochoa Torres

quiera podrá imaginarse el desplome en la capacidad de


compra de la ciudadanía.39

La tasa de inflación —por día— era ligeramente superior


a 200 por ciento,40 hasta que llegó el momento en que
se imprimieron billetes de 100 trillones de pengós,41 lo
que nos da una idea de la pérdida del poder adquisitivo.

¿Y cómo puede remediarse una situación de este tipo,


sobre todo cuando las cosas llegan a tal extremo? La
solución, sobre todo en un caso como ése, no podría ser
otra que ajustar la base monetaria al nivel real de pro-
ducción de bienes y servicios, aunque cabe resaltar que,
una medida de esa naturaleza —sobre todo en el corto
plazo— haría entrar al país completo en estado de shock
en el aspecto socioeconómico.

En un país con libertades, un necesario ajuste así, ge-


neraría infinidad de marchas, huelgas, paros y multitud
de problemas graves que provocarían un círculo vicioso

39
  Peter Z. Grossman y János Horváth. “La dinámica de la hiperinflación hún-
gara, 1945-1946: una nueva perspectiva”, Revista de Historia Económica Europea,
vol. 29 Iss. 2 (2000) p. 405-427 (“The Dynamics of the Hungarian Hyperinflation,
1945-1946: A New Perspective”), Journal of European Economic History.
40
 La inflación siguió creciendo a pesar de que el gobierno húngaro, como
medida de emergencia, creó una nueva moneda: El “adópengó”. No obstante,
como las causas que le dieron origen al desequilibrio económico persistían, el
deterioro en el poder de compra siguió su curso.
41
  Llegué a considerar la posibilidad de vender el presente libro en un trillón
de pengós, aunque luego cambié de idea, principalmente por cuatro razones:
1. Esa moneda ya no está en uso, ya que fue sustituida primero por el adópen-
gó, luego por el florín, y últimamente por el euro, 2. No vendería ni un solo
ejemplar porque aparte que nadie cuenta con tal moneda, el precio ahuyentaría
a todos los posibles compradores, 3. No cabría dicho precio en las etiquetas
indicativas, y 4. En las tiendas departamentales no aceptarían mis libros, ya
que asumirían que el autor no está en sus cabales, cosa muy alejada (espero)
de la realidad. No obstante, qué cree, si un día me encontrara con un billete
así, me encantaría conservarlo, como recuerdo de esa terrible experiencia que
vivieron los húngaros.

60
Dinero y bienestar

en cuanto a la recuperación de la salud económica de la


sociedad de que se trate.

No obstante, en una sociedad totalitaria como casi de


golpe se convirtieron ellos bajo la tutela soviética, no
tuvieron lo que podríamos llamar grandes opciones, lo
que hizo que con los años, la “medicina” aplicada tende-
ría hacia una cierta estabilidad, aunque obviamente, con
las fenomenales limitaciones que un sistema económico
como ése conlleva.

Pero… ¿Cómo fue que se generó semejante situación, qué


los hizo llegar a tal estado de cosas? Como le decía, se
conjugaron varios elementos muy en contra, y le men-
ciono los más relevantes. Primero, en la fase final de esa
guerra, al haberse producido enfrentamientos importan-
tes entre las fuerzas alemanas y soviéticas dentro de
su territorio, se produjo una considerable destrucción
de su infraestructura económica, lo que, como es lógico
suponer, redujo a menos de la mitad su capacidad pro-
ductiva en casi todos los órdenes.42

Y en lo relativo al aspecto político… ¿Cómo diablos se


le pudo haber ocurrido a cualquier líder con el más ele-
mental sentido común, colaborar en cierta forma con un
dictador racista, fanático, agresivo y tan desinformado
como Adolfo Hitler en semejante aventura bélica —aparte
de otras consideraciones—, si su propio regente —Nicolás
Horthy—43 tenía la convicción que las probabilidades de

42
  Como le mencionaba, una situación inflacionaria puede darse principalmente
a través de dos vías: a) Al aumentarse indebidamente la base monetaria, o, b)
Al reducirse la capacidad productiva por cualquier causa. O peor aún, cuando
se presentan esas dos alternativas de forma simultánea.
43
  Nicolás Horthy (Miklós Horthy de Nagybánya. 1868-1957) fue regente de
Hungría de 1920 a 1944, y tenía entre sus facultades, el poner y quitar al primer
ministro, y en la práctica, fue quien tuvo en sus manos la conducción política
de ese país en el lapso indicado.

61
Juan Manuel Ochoa Torres

ganar una guerra contra los aliados eran reducidas, sobre


todo si volvía a intervenir en ella —como sucedió— Es-
tados Unidos?

No me lo creerá usted, pero entre otros elementos que


contribuyeron para esa fatal decisión, influyó de forma
determinante otro evento parecido al Tratado de Versalles,
ya citado en páginas anteriores.44

Eso influyó de forma decisiva para que la decisión política


de Hungría colaborase —aunque con reservas— con el
aventurado camino de Hitler. Demasiado tarde se dieron
cuenta de su fatal decisión, repercutiendo en contra de
ellos al término de la Segunda Guerra Mundial.

Otro elemento que contribuyó de forma adicional al


desfase que se dio entre “dinero” y “bienes” —elemento
clave de toda inflación— fue el aspecto sicológico, mismo
que se proyectó de dos formas:

44
  La versión para Hungría del Tratado de Versalles fue el Tratado de Trianon,
firmado también en Francia el día 4 de junio de 1920, mediante el cual, no
sólo sintieron los húngaros ver reducido su territorio de 325 000 kilómetros
cuadrados a sólo 93 036, (muchas de las regiones separadas de Hungría, ya eran
objeto de discordia, y en la actualidad, afortunadamente ya se integraron en
una nueva comunidad que cuenta con un espíritu incluyente e integrista mucho
más avanzado: la Unión Europea, no obstante, en los términos de dicho Tratado
de Trianon, sólo se crearon antagonismos, revanchas y enemistades graves).
Sintieron los húngaros también haber perdido 63 por ciento de su población
(sin consulta ciudadana previa de la población segregada) la totalidad de sus
minas de oro, plata, mercurio, cobre y sal, la mitad de las de carbón y casi todas
las de hierro, 84% de sus recursos maderables, y 43% de su tierra cultivable.
En virtud de lo cual, la percepción en Hungría en esa época, era que dicho
Tratado de Trianon no sólo los había despojado, sino frenaba su recuperación
económica, lo que generó un enorme sentimiento revanchista de consecuencias
fatales, ya que hizo que la política del país en los siguientes años, se orientara
hacia la revocación del mencionado tratado, cosa que ya se imaginará, como
todo buen populista, les ofreció Adolfo Hitler.
“Revolutionary Hungary 1918-1921” (Hungría revolucionaria 1918-1921),
Szilassy, Sándor (1971). Danubian Press.

62
Dinero y bienestar

Por un lado, la percepción de su población, ante un pano-


rama político tan incierto y una vez completada la inva-
sión y control soviético, se incrementó la incertidumbre,
lo que aceleró el patrón ciudadano de gasto, hecho que
en la práctica y dicho en términos económicos, aumentó
la “velocidad del consumo” —como ya vimos en páginas
anteriores—, hecho que alteró aún más el ya deteriorado
equilibrio entre “dinero” y “bienes”, lo que incidió sin duda
alguna sobre una mayor elevación de precios y menor
disponibilidad de bienes, contribuyendo a hacer crecer la
desconfianza ciudadana, exponenciando su efecto.

El segundo y no menos importante elemento de tipo si-


cológico que también influyó fue que, ante la creencia
ciudadana (fundamentada o no) de la casi inminente instau-
ración forzosa de una economía “centralmente planificada”
al estilo soviético, la ya de por sí limitada posibilidad de
inversión privada en el renglón productivo y de servicios,
se retrajo aún más, lo que contribuyó a reducir la ya de
por sí tan exigua oferta de “bienes”.

Todos estos elementos, al haber actuado de manera com-


binada, fueron precisamente los que provocaron que
ese desequilibrio económico alcanzara las dimensiones
descritas. Ahora le pido que volteemos en otra dirección,
e incluso cambiando de continente, y analicemos otras
inflaciones que, le advierto, ya le parecerán pequeñas
comparadas con la que le acabo de referir. Sin embargo,
considero que es importante analizar también no sólo
las consecuencias de ellas sobre su población, sino sus
verdaderos orígenes.

En América Latina en la década de los años setenta del


pasado siglo XX, se llevaron a cabo unos desequilibrios
de tipo monetario sobre los cuales, cometeríamos una
omisión importante si no arrojásemos un poco más de
luz sobre ellos… ¿Qué fue lo que ocurrió?

63
Juan Manuel Ochoa Torres

Bajo la influencia de determinada tendencia política


y económica un tanto de moda en varios políticos de
países latinoamericanos e incluso en ciertos organismos
internacionales de esa época, y derivados de cierta dosis
de ideología “progresista” —de acuerdo a la percepción de
algunos— se consideró que quizá, para estimular más el
crecimiento, desarrollo socioeconómico y redistribución
del ingreso de la región, se debería impulsar el interven-
cionismo estatal.

No tengo ni la más pequeña duda que en verdad esta-


ban convencidos algunos que se podría convertir a la
inversión “pública” en una especie de motor o elemento
disparador de un mucho mayor crecimiento, mismo que
transformase el panorama de toda la región.

Sin embargo, a pesar de esas tan loables intenciones, los


resultados fueron no sólo decepcionantes sino incluso
contraproducentes,45 aunque reflejándose en diferentes
niveles de daño en cada uno de los países latinoamerica-
nos donde se optó por esta ruta.

Analicemos por tanto, de forma ejemplificativa, lo ocu-


rrido en México de 1970 a 1982.46 Cabe mencionar que
este país había tenido un crecimiento estable desde la
instauración de un solo partido político;47 y no sólo eso, en
los doce años previos al experimento estatizador descrito,
45
No sólo manifestándose en la cuestión estrictamente monetaria —que es
el tema que hoy nos ocupa— sino reflejándose de manera muy negativa en el
bienestar social de cada comunidad que llevó a cabo este experimento.
46
Período que comprende a dos administraciones públicas, la de Luis Echeverría
Álvarez y la de José López Portillo.
47
Aunque ese partido tuvo diferentes denominaciones desde su creación, su
último y actual nombre es Partido Revolucionario Institucional (PRI). Cabe
destacar que muchas personas dentro de México y en el extranjero, conside-
ran, erróneamente, que el hecho de haber tenido un solo partido por décadas,
significó de alguna forma el continuismo de una sola tendencia política o eco-
nómica, lo cual no es exacto. A lo largo de la permanencia de este partido en
el poder, hubo presidencias y políticas económicas de casi todas las vertientes.

64
Dinero y bienestar

México había tenido un crecimiento económico sostenido


de alrededor del siete por ciento anual, mismo lapso en
que además se tuvo una inflación inferior a la de sus
principales socios comerciales, por ello, en los medios
financieros internacionales se conocía este período como
el “milagro mexicano”.

No obstante, con el advenimiento de un nuevo grupo po-


lítico dentro del partido dominante, influenciados por el
sentimiento “estatizador” descrito, al observar ellos que,
a pesar de haber tenido por muchos años —sobre todo
de 1958 a 1970— un crecimiento económico de los más
altos del mundo, y, a pesar de ello, continuaban habiendo
rezagos sociales importantes,48 realizaron, a mi parecer,
un diagnóstico un tanto erróneo y a la ligera:

Estimaron que había que modificar el “modelo econó-


mico”, dado que —así lo manifestaron— el anterior ya
era obsoleto. Y con la convicción propia de aquellos
que se sienten poseídos de una iluminación especial, a
la brevedad modificaron la política monetaria anterior
denominada “desarrollo estabilizador”,49 sustituyéndola
por otro modelo al que llamaron “desarrollo compartido”.

Este nuevo proyecto monetario y económico incluía —sin


previa consulta ciudadana— como una de sus principales
características, el crecimiento y la canalización de im-
portantes recursos financieros a las empresas estatales,
lo que, creyeron, garantizaría un mejor y más seguro

48
  No llegaron a poner sobre la mesa de análisis estos caballeros, que una de
las fuentes de rezago social era, que la población mexicana de esos años, estaba
creciendo demasiado rápido, ya que se duplicaba en lapsos de 28 o 29 años
(datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI-
México), lo que imposibilitaba el poder doblar la infraestructura necesaria a
ese mismo ritmo, lo que se manifestaba físicamente en multitud de carencias
en vivienda, empleo, educación, dotación de agua y muchas otras cosas.
49
  Aplicada magistralmente por quien considero ha sido el mejor secretario de
Hacienda de México de todos los tiempos, don Antonio Ortiz Mena (1907-2007).

65
Juan Manuel Ochoa Torres

retorno en forma de bienes, servicios, productividad y,


en suma, bienestar hacia toda la colectividad.

A pesar de esas tan loables intenciones, los resultados se


fueron en otra dirección, aunque ni de lejos eran los espe-
rados. Quizá los más sorprendidos con la decepcionante
respuesta de semejante esquema productivo hayan sido
sus propios creadores; y su negativo efecto se manifestó
en que al final del primer período presidencial citado, la
economía ya estaba en problemas, habiéndose deteriora-
do de forma notable la antes sólida situación económica,
aunque sorpréndase… ¿cómo se imagina que reaccionó el
grupo en el poder? ¿Dieron de inmediato marcha atrás
en ése su aventurado proyecto?

No sólo prosiguieron en esa misma dirección, sino incluso


acentuaron más el intervencionismo estatal, asegurándo-
se además que, quien continuase en la siguiente adminis-
tración política (1976-1982), poseyese esa misma línea de
pensamiento. ¡Ah! Y como se imaginará, atribuyeron los
serios contratiempos económicos a “factores externos”,
aunque con un elemento adicional: confiaron en algo
que consideraron sería el factor decisivo que aseguraría
su éxito: el petróleo, del que México poseía importantes
reservas, asumiendo que con ello, la administración de
la abundancia estaba justo a la vuelta de la esquina.

Pocos años bastaron para que la economía de nuevo


mostrase otro panorama tampoco esperado: a pesar de
una entrada monumental de recursos petroleros en esa
segunda administración pública,50 la realidad se manifes-
taba de otra forma: Calcularon mal las cosas, entre ellas,
olvidaron que los precios del petróleo podrían estabi-

  De 1976 a 1982 entraron a México 45 432 millones de dólares procedentes


50

del petróleo. Y seguramente consideraron muchos: ¿Cómo no habría de alcan-


zar una cifra así?
Fuente: Sector Energético Mexicano.

66
Dinero y bienestar

lizarse de nuevo, lo que de hecho sucedió, aspecto ines-


perado que, junto con otros desaciertos, hizo que sobre-
viniera una hecatombe financiera:

Se agotaron las reservas de divisas, el pago de la deuda


externa se suspendió por cierto tiempo, en ese período
de doce años, la inflación acumulada fue de 1 233.51 por
ciento,51 el déficit fiscal y en la balanza de pagos se hizo
insostenible, comenzaba ya a haber desabasto de algunos
productos, las tarjetas de crédito de mexicanos ya no
se aceptaban en el exterior, creció la desconfianza lo
que se manifestó en fuga de capitales, la deuda externa
e interna creció 1 204 por ciento,52 niveles nunca ima-
ginados, y las empresas estatales,53 como se imaginará,
continuaban con su sed insaciable de recursos financieros
los cuales había que estar sacando de algún lado.

¿Cómo explicaron los creadores de tal proyecto econó-


mico esa lamentable situación? Nuevamente se volvió a
culpar a los “factores externos” y a los “malos mexicanos”,
de forma similar a como reaccionaría un mal ingeniero

51
  Fuente: INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática;
México) Índice nacional de precios al consumidor.
52
  Sexto Informe de gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Septiembre
1, 1970/.
Cámara de Diputados; Centro de Estudios de las Finanzas Públicas; ESTADÍS-
TICAS HISTÓRICAS DE LA DEUDA PÚBLICA EN MÉXICO, 1980-2002, p. 16.
Súper tabla bicentenario México 1810-2016
53
  Es importante mencionar que algunos defensores del intervencionismo es-
tatal, están firmemente convencidos que las empresas estatales (como PEMEX
en México) están prácticamente quebradas porque “el Estado les quitó los
recursos”, la verdad es otra: el gobierno ni siquiera retiró de esa entidad esta-
tal el valor del petróleo crudo y gas en sí mismos extraídos del subsuelo, los
cuales no pertenecen a ella sino al país completo, PEMEX únicamente debió
haber manejado desde siempre el costo directo e indirecto de la extracción,
exploración, y de refinación en su caso, el resto debió haber ingresado completo
a las finanzas públicas. Confío que no esté lejano el día en que una auditoría
técnica especializada revele la cantidad de recursos que dicha empresa estatal
desperdició.

67
Juan Manuel Ochoa Torres

o arquitecto si se le acaba de desplomar su casa recién


construida: culpando a la fuerza del viento o incluso a la
gravedad, sin mencionar que simplemente no se respe-
taron las leyes de la física.

¿Qué fue lo que falló en ese deplorable experimento de


1970 a 1982? ¿Qué acaso las intenciones de ese grupo
político no sólo eran buenas sino excelentes? La His-
toria está pletórica de ejemplos que muestran que ni de
lejos es suficiente contar con las más loables intenciones,
es indispensable sujetarnos a las leyes y condicionantes
invisibles que mueven de forma digna de admiración el
mundo que nos rodea.

La forma específica como se descompuso por completo el


proyecto económico de las dos administraciones políticas
referidas, ocurrió a grandes rasgos de la manera siguiente:

Por razones que referiré enseguida, las empresas estata-


les, en general, no tienen una tasa de retorno ni siquiera
equivalente al monto invertido, aspecto aparentemente
inofensivo, pero significa que la producción de bienes y
servicios no sólo no crezca proporcionalmente al monto
de “circulante” canalizado hacia ellas,54 lo que, dicho en
términos prácticos, altera la ecuación entre “circulante”
y “bienes” ya citada.

 Y además comienzan a endeudarse a una velocidad pasmosa, lo que no


54

sólo incrementará su deuda interna y externa, sino que dicha suma deberá ser
pagada, tanto en su monto principal como en los intereses, por la comunidad
completa. Por ejemplo, PEMEX a marzo del año 2017, debía $ 181 118 millones
de dólares. Para tener una idea de lo que significa esa cifra, equivale a que, si
distribuyésemos dicho adeudo entre todas las familias mexicanas, le correspon-
dería a cada una la cantidad de $ 96 325 pesos. Esta cifra y en sentido estricto
estaría respaldada por los “activos” de PEMEX, no obstante, una gran parte
de ellos son considerados como chatarra, y otros ya sobrepasaron su vida útil;
pero la deuda de tal empresa deberá ser pagada de cualquier modo.
Fuente: PEMEX; Balance General Consolidado, 31 de marzo 2017; INEGI
número de familias. 2016.

68
Dinero y bienestar

El paso obligado siguiente de semejante vacío producti-


vo, se manifestará, primero, en la tan temida inflación,
misma que, si es mayor a la de sus principales socios
comerciales, habrá que ir devaluando año tras año por el
“diferencial inflacionario”.55 ¡Diantres! ¿Y por qué a fuer-
zas deberá procederse así? De no hacerlo sucedería algo
parecido a lo que le describí páginas atrás en la España
del siglo XVI, así de simple.

Dicho en otras palabras, la cosa no es tan sencilla como


dicen los aguerridos defensores de la “empresa pública”,
a quienes sólo les falta envolverse en la bandera nacional
al pronunciar sus conmovedores discursos, ya que en
términos generales, observe lo que en la realidad ocurre:

Al trabajar este tipo de entidades con “costos más eleva-


dos” con respecto a otras empresas normales de la com-
petencia nacional o internacional —hecho que además
los obligará a operar como monopolios—, equivale en
términos prácticos a lo que le describo enseguida…

Ésa su menor eficiencia, se la estarán trasladando —de


manera invisible— a la ciudadanía, que lo recibirá, casi
sin darse cuenta, en forma de un “vacío productivo”,
hecho que de forma imperceptible contribuye a alterar
la equidad de los factores de la ecuación citada entre “cir-

55
  O sea, si un país tiene una inflación de 12 por ciento, y, su principal socio
comercial de 4 por ciento, necesariamente se deberá devaluar —a tiempo— la
moneda (le recuerdo que en ese momento no se tenía un esquema de flotación)
al menos en 8 por ciento. Ahora bien, si no se quiere afrontar el costo político
de ello —atención—, ocurrirá lo siguiente: de forma parecida a la pérdida de
competividad ocurrida en la España del siglo XVI, las exportaciones nacionales
resultarán caras en el mercado internacional —lo que las disminuirá— abara-
tándose al mismo tiempo las importaciones, lo que las incrementará, hecho que
abrirá un “boquete” en la balanza comercial que implicará salida importante
de recursos financieros, desempleo y disminución de la actividad económica
interna.

69
Juan Manuel Ochoa Torres

culante” y “bienes producidos”, lo que sin duda empujará


a los precios a la alza.

Este aspecto aparentemente sin importancia, fue lo que


dio inicio a la crisis del período 1970-1982, como ya le
comentaba, manifestándose como un primer paso, en
forma de inflación, eso acarrea una pérdida de com-
petividad de los productos nacionales, posteriormente
sigue déficit en la balanza comercial, necesidad crónica
de recursos financieros y creciente endeudamiento de
las entidades públicas, devaluaciones inevitables poste-
riores, desconfianza, salida de capitales y muchos otros
problemas más.56,57

Ahora bien, como ya le adelantaba, los aspectos políticos,


humanistas y económicos, estarán casi siempre muy vin-
culados, lo que nos obligaría a una crucial reflexión: ¿Qué
motivaciones ideológicas hubo detrás de esas políticas que
desembocaron —entre otras cosas—, en las inflaciones
ocurridas en América Latina, y fueron también uno de
los factores que influyeron en ese desajuste monetario
tan grave ocurrido en Hungría en 1945-1946?

56
  En el caso específico de México, los siguientes presidentes de ese mismo
partido (Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari), a pesar de
ser gente de su mismo equipo, al apreciar desde posiciones privilegiadas tanto
el fenomenal descalabro económico ocurrido, como sus verdaderas causas,
comenzaron a regresar al esquema anterior a este experimento fallido, cosa
que tuvo que hacerse paulatinamente a lo largo de otros 12 años. Ello ocasionó:
a) Reducción importante del crecimiento económico en los años posteriores
a 1982, entre otras razones, por el pago de intereses de la monumental deuda
que dejaron los anteriores, y, b) Una importante escisión en el partido gober-
nante (PRI), lo que hizo que, en 1988, quienes salieron, fundaron otro partido
que continuase con esa misma línea de 1970-1982, a pesar de los desastrosos
resultados obtenidos.
57
  En el período citado del fallido experimento del intervencionismo estatal de
1970-1982, México devaluó su moneda en 1 094 por ciento. Fuente: México Má-
gico; Termómetro de la economía mexicana, indicadores históricos 1935-2017.

70
Dinero y bienestar

Motivaciones ideológicas

Uno de los elementos, entre otros, que influyeron en


mayor o menor medida en políticos que impulsaron el
intervencionismo estatal,58 proviene a su vez, de cier-
tos análisis —muy a la ligera aunque innecesariamente
voluminosos— elaborados por estudiosos sobre el tema
social, como fue el caso de Carlos Marx, lo que nos obliga
a realizar un breve aunque mejor análisis a sus teorías.

Este personaje expuso su muy singular punto de vista


con una seguridad tan enorme en lo que afirmaba, y ro-
deándolo de una engañosa apariencia de erudición en sus
palabras, que muchos —incluyendo a quien esto escribe,
antes de cumplir los 20 años, y por supuesto sin haber
realizado todavía un análisis más a fondo del tema—
quedamos impresionados por las revelaciones que hacía.

Otra cosa diferente —en mi caso– sobrevino una vez que


analicé mejor el asunto, así como al haber intercambiado
ideas y opiniones con diversas personas que habían expe-
rimentado ellas mismas la forma de vida, productividad,
disponibilidad de bienes, burocratismo y demás aspectos
de un país “socialista”.

Si en alguna ocasión se ha preguntado… ¿A qué se deberá


entonces esa abismal diferencia entre la voluminosa teo-
ría y tan buenos propósitos de ese escritor citado del siglo
XIX, con una realidad tan distinta al aplicar semejantes
tesis? ¿Por qué si uno de los postulados de don Carlos,
fue precisamente “liberar al pueblo de la pesada carga de
la burocracia”, y ya en la práctica, sus seguidores sólo
llegaron exactamente al punto opuesto, o sea, a la ins-

58
Casi todos los defensores del esquema productivo estatal, sienten cierta ani-
madversión al sistema de libre empresa, y no le conceden mucha legitimidad,
hecho que los impulsa de algún modo hacia la empresa burocratizada.

71
Juan Manuel Ochoa Torres

tauración de la burocracia de las burocracias, donde todos


se convierten en empleados de un Estado torpe e ineficien-
te, manejado por una minoría corrupta, misma que para
colmo, tiene que ser dictatorial a fin de poder salvaguardar
la permanencia de semejante mamotreto socioeconómico?

La razón es increíblemente sencilla: desde la misma base


de esa nebulosa y tan rebuscada teoría, las cosas no es-
taban, ni de lejos, debidamente estructuradas o acordes
a la realidad, tanto desde un punto de vista económico,
sociológico, histórico o político, y, si me lo permite —dada
su interrelación con el equilibrio monetario—, me gus-
taría exponerle mi punto de vista, pidiéndole juzgue por
usted mismo sobre el porqué lo considero así.

Aunque la buena noticia, es que no requeriré de las 1 441


densas páginas de los tres volúmenes de El Capital59 para
planteárselo, sino que trataré de comentarle en pocas
hojas los puntos relevantes, también con el propósito
adicional de que, si al término de la lectura del presente
libro, decide desecharlo, no le ocupe todo el espacio dis-
ponible de su cesto de basura.

Mire usted, una de las afirmaciones de este escritor


menos alejada de la realidad económica y social, es la
del “Valor Trabajo”,60 aunque también debo comentarle

59
Karl Marx (1818-1883). Aquí me refiero al libro El Capital en sus tres tomos
(traducido al español) el primero de ellos se realizó en 1867, el segundo (1885)
y tercero (1894) los escribió Federico Engels después del fallecimiento de don
Carlos, supuestamente con base en los manuscritos del señor Marx. Se conocen
poco más de 20 libros de don Carlos, algunos de ellos en coautoría con Federico
Engels. El primero de ellos fue de ficción, los demás no. Los más conocidos son:
Manuscritos económicos y filosóficos (escrito en 1844 y publicado póstumamente
hasta 1932), El manifiesto comunista (junto con Federico Engels en 1848), El
Capital, volumen I (1867), El Capital volúmenes II y III (escritos por Federico
Engels en 1885 y 1894).
60
En lo relativo al “valor trabajo”, Adam Smith (1723-1790) uno de los más
grandes economistas clásicos, aunque señalado por algunos marxistas como...

72
Dinero y bienestar

que sobre este punto, dicho autor no pudo resistir la


tentación de envolverlo en una compleja terminología
seudocientífica, misma que a menudo deslumbró a mu-
chos, incluyéndome.

Por ejemplo, cuando describió que el precio de un pro-


ducto debería estar sujeto a su valor “de uso” y al “de
cambio”. Hago mención que tal razonamiento, aunque
contiene cierta validez, omitió, o quizá desconoció, que
tales elementos, por un lado, no son sino sólo una par-
te —entre otros— de los componentes naturales de la
demanda, aunque lo peor, es que en la práctica, créame,
establecer los valores “de uso” y “de cambio” por cada
artículo adquirido —sin considerar los demás elemen-
tos que también intervienen— requeriría una cantidad
descomunal de personal especializado, para llegar a un
resultado incierto e inservible, lo que convertiría hasta
en ridícula la sola pretensión de establecer todo precio de

...quien sostenía que el valor del trabajo es un elemento inamovible, ésa no es


una apreciación correcta, ya que él lo definía de forma clara como un factor
variable, prueba de ello que, en su obra cumbre (La riqueza de las naciones, 1776)
expone que el valor trabajo es un factor de la producción movible, entre otras
menciones, cuando refiere que el empresario, buscando optimizar sus costos,
tratará de elaborar cualquier producto en el país o región donde el precio de
la mano de obra sea más competitivo; dinámica optimizadora que —esto no
lo observa Adam Smith— contribuye de forma también invisible a diseminar
o universalizar el desarrollo económico y social a áreas menos avanzadas y a
reducir su precio de venta posterior en las más desarrolladas. Posteriormente,
David Ricardo (1772-1823) añade otros componentes más; y Carlos Marx de-
fine después, que el valor trabajo está sujeto al tiempo de trabajo “socialmente
necesario” para producir cada mercancía, aseveración que en la práctica no
dirá gran cosa. En la actualidad, sabemos que el valor del trabajo estará sujeto a
una combinación de elementos: calidad de la mano de obra, entrenamiento,
educación o capacitación de la misma, demanda específica de cada mer-
cancía, habilidad local del personal empleado, su productividad, avances
tecnológicos, surgimiento de productos alternativos, factores demográficos
(un país con un mayor crecimiento poblacional, incrementa demasiado en
ocasiones la oferta laboral —por lo regular no capacitada—, lo que impulsa de
forma anormal el valor de la fuerza de trabajo hacia abajo) así como muchos
otros aspectos coyunturales más.

73
Juan Manuel Ochoa Torres

esa manera, ya fuera referido al costo de cualquiera de los


factores de producción o al de venta de toda mercancía.

Adicionalmente, sería imperdonable no analizar mejor


muchas otras de sus afirmaciones: en una porción con-
siderable de su voluminosa obra El Capital —convenci-
dísimo de sus tesis—, da a entender de forma reiterada
que el trabajo del obrero siempre produce “plusvalía”,
elemento vital que, el empresario, de una forma un tanto
ventajosa —según su peculiar óptica— aprovechaba en
su beneficio.

Esa afirmación es inexacta. El trabajo humano no


siempre produce “plusvalía”, por ejemplo y entre otros
muchos aspectos, un empresario cualquiera —grande,
pequeño o incluso hasta el propio obrero como dueño
de un taller— si al elaborar productos o proveer servi-
cios, no administra bien los recursos que maneja, entre
ellos el tiempo del que dispone él o sus subordinados,
vigila sus costos de producción, verifica con cuidado su
calidad, materia prima utilizada, empaque, almacenaje,
control de inventarios, diseño, ofrezca precios compe-
titivos, buen servicio y muchas otras cosas… ¿Sabe qué
pasará?

Lejos de producir la tan traída y llevada “plusvalía”, ge-


nerará en cambio otra cosa que podríamos denominar
“minusvalía”, misma que estará a cargo ya sea del em-
presario, o del mismo obrero, si fuera él quien poseyera
su propia miniempresa o taller.

Y la pregunta clave sería: ¿Quién pagará por ello? La


suma de todas esas “minusvalías”, queramos o no, se-
rán a cargo precisamente del empresario, o del dueño
del taller o negocio de que se trate. Excepto en el caso
—atención— si se trata de una “empresa productiva del

74
Dinero y bienestar

Estado”, o sea, una empresa burocratizada,61 en la cual,


al ser generadora de “minusvalías” —como regularmente
ocurre en ellas— el cargo por las minusvalías acumuladas,
tendrá que ir de forma directa hacia el erario público.
¡Diantres! ¿Y por qué pasa semejante cosa? La razón es
sumamente simple, y es derivada de una omisión grave
en las teorías mencionadas, observe:

Algo que le pasó por completo de noche tanto al señor


Marx como a sus fieles seguidores, es que la Naturaleza,
a todos los procesos que consideró vitales,62 los dotó de
un cierto estímulo “primario”, mismo que, quien lo si-
guiese, sin siquiera darse cuenta, genera otra consecuen-
cia “secundaria”, misma que, aunque casi siempre pasa
desapercibida, produce algo que será lo verdaderamente
importante desde un contexto social y económico.

Siendo así que, el propietario de un negocio grande o


pequeño, o como decía, hasta el propio obrero como due-
ño de un taller, si desea obtener una utilidad (estímulo
primario) se sentirá impulsado —sin que exista ningún
decreto al respecto— a realizar un cuidadoso empleo de
“sus costos” —o sea los recursos de que dispone—, em-
pezando por su tiempo, materia prima, calidad, ofrezca
buenos precios, provea buen servicio y otros elementos
más, ya que, si no operase así, lejos de obtener la ansiada

61
  Hago mención que no todas las empresas estatales son perjudiciales, hay
algunos renglones educativos y de servicios, donde debidamente supervisadas,
deben operar así. En el caso de empresas productivas la cosa cambia, principal-
mente si se trata de la explotación de determinados recursos naturales renova-
bles o no renovables, donde es conveniente amalgamar una asociación exitosa
entre empresa “pública” y “privada” para aprovechar las ventajas y minimizar
las desventajas de ambos esquemas, aunque siempre también debidamente
controladas en cuanto a su operatividad y resultados.
62
  Entre los cuales podríamos citar la propia procreación humana, la paternidad,
alimentación, cuidado de la salud y de la vida, desarrollo y esfuerzo personal,
la optimización de recursos (como es el caso referido arriba) dado que todos
los bienes son “limitados”, e infinidad de cosas más.

75
Juan Manuel Ochoa Torres

utilidad, sobrevendrá de forma automática una “pérdida”,


la cual iría directamente contra su bolsillo, lo que actuaría
también como un invisible “castigo” dirigido hacia todo
aquél que no proceda empleando correctamente aquello
que ha quedado a su cuidado.

Éste tan sencillo mecanismo, actúa en una forma tan im-


perceptible, que se les escapó por completo tanto a don
Carlos como a sus aguerridos y en ocasiones fanáticos
seguidores.63 Por un momento imaginémonos lo que su-
cedería si todos los conciudadanos de nuestro país o del
mundo, no estuviéramos motivados por ese invisible y
sorprendente condicionante creado desde siempre… ¿Qué
cree usted que sobrevendría casi de inmediato?

Acertó. Disminuiríamos de forma inconsciente aunque


significativa nuestro nivel de cuidado en cuanto a la co-
rrecta utilización de los recursos, lo que haría que, entre
otras cosas, toda aquella entidad o persona —así como
sucede en la inmensa mayoría, o todas las “empresas
productivas del Estado”— ya no cuidará con el mismo
esmero el contratar al personal verdaderamente califica-
do para cada puesto, no se vigilase como se debe el que
las compras de insumos y el otorgamiento de contratos
se fueran a realizar a precios inflados,64 se descuidase el

63
  Si bien hay elementos como el descrito, que no fueron ni de lejos percibidos
por todo seguidor de las tesis “socialistas” (o intervencionistas estatales) cabe
reconocer que han tenido “aciertos” en cuanto a la estrategia de expansión de
sus teorías, enfocando sus tesis hacia ciertos organismos clave: a) Institutos
formadores de maestros (Escuelas normales se les dice en México), b) algunas
universidades estatales y c) Ciertos organismos (pocos) gubernamentales o no
gubernamentales.
De esa forma —sobre todo en los institutos formadores de maestros y ciertas
universidades—, como en su mayoría, al no ser sus alumnos grandes conocedo-
res del tema, con ellos pueden lograr, por un lado, encaminarlos a la aceptación
de esa doctrina, y además, la influencia que ellos a su vez proyectarán sobre
la sociedad, será más significativa.
64
  Por ello no es casual que la corrupción florezca precisamente en este tipo
de esquema productivo.

76
Dinero y bienestar

control de los productos en proceso o terminados, se


desperdiciara parte de la materia prima,65,66 se operase
con costos más elevados que la competencia e infinidad
de aspectos fundamentales más.

Una de las primeras manifestaciones de operar de esa


forma, sería la siguiente: se reduciría de manera significa-
tiva —aun desde sus primeras etapas— la productividad
de bienes y servicios, lo que contribuiría a la elevación
de precios, siguiéndole una larga secuela de efectos
negativos, y, si toda la economía estuviese bajo este
artificioso esquema, se pondría en serio riesgo hasta la
misma alimentación, y lo peor, en caso de prolongarse
la utilización de esa no tan novedosa “receta secreta”,
le parecerá increíble, pero habría problemas de abasto
básico para amplios sectores de la población.

De esa magnitud sería el problema —como de hecho ya


sucedió en los países donde se aplicó— y todo por algo
al parecer tan sencillo: el en apariencia inofensivo hecho
de ignorar el real funcionamiento del sistema de libre
empresa, creado por la naturaleza desde siempre para
nuestro beneficio.
65
  Como ocurre con PEMEX en México, donde esa “empresa productiva del
Estado” —entre otras cosas— quemó inútilmente casi todo el gas asociado de
uno de los más grandes yacimientos de petróleo del mundo (Cantarell), argu-
yendo algunos funcionarios (que prefieren mantener el anonimato), que “no
contaban con recursos” cuando una empresa que operase de otra forma, aun
suponiendo no disponer de capital de trabajo, simplemente hubiese emitido
bonos u obligaciones equivalente a un porcentaje de lo que obtendría con
dicho gas, aprovechando el resto. Reitero: no se ha realizado —todavía, o
al menos no se ha hecho público— un análisis técnico de una organización
especializada, que indique de manera confiable la pavorosa cantidad de miles
de millones de dólares que la ineficiencia de esta empresa estatal le ha costado
al país, mientras existían carencias graves en infinidad de renglones. O quizá,
dirán otros, ¿será mejor no saberlo?
66
  Es muy importante destacar que dentro de muchas empresas estatales —como
PEMEX—, colaboran a menudo personas sumamente destacadas, no obstante,
su propia capacidad no puede alcanzar por lo regular su verdadero potencial,
justamente por la burocratización que priva en este tipo de entidades.

77
Juan Manuel Ochoa Torres

Otra de las cosas que sintió el señor Marx que era uno de
sus trascendentales descubrimientos, fue el siguiente: que
la propiedad era una especie de despojo a la comunidad,
lo único malo, es que también aquí la realidad no estaba
precisamente de su lado… ¿Por qué se lo digo?

No sólo en cuanto a los resultados obtenidos de toda


entidad económica, sino incluso hasta la misma con-
servación de una propiedad, ha estado desde siempre
condicionada de forma invisible, natural y sencilla, ¿sabe
a qué? A su correcta administración.

Creo que se lo puedo plantear mejor mediante un ejemplo:


vamos a decir que el señor Juan Pérez —un respetuoso sa-
ludo a todos aquellos que lleven tal nombre, aunque espero
no me cobre regalías por citarlo— recibe como herencia
un rancho, fábrica o hasta un pequeño taller, si el propio
Juan no vigila con todo el esmero que pueda los recursos
que han quedado a su cargo, perderá su propiedad.

¡Caramba! ¿Por qué? La misma conservación de ése y


todo bien, está condicionada ni más ni menos que a su
adecuado manejo, el cual no será sino una consecuencia
de que Juan sea capaz de optimizar de la mejor forma que
pueda todos los recursos que ahora están en sus manos.

Y ya que hablamos de ejemplos, imaginémonos por un


momento que le hacemos caso a don Carlos —o a sus
discípulos actuales—, y que este mecanismo invisible
lo eliminamos de golpe. ¿Cómo vigilaríamos e incluso
estimularíamos el eficiente uso de los recursos que van
a ser utilizados por todos y cada uno de los ciudadanos
de la población económicamente activa?

Si anduviera por todas las calles de su país un gigan-


tesco e increíblemente costoso ejército de inspectores
realizando millones de auditorías de todo tipo, incluso

78
Dinero y bienestar

utilizando muy sofisticados procedimientos contables y


administrativos de control, como “análisis de tiempos
y movimientos” y muchos otros… ¿Qué lograríamos?

Casi nada, aparte de disminuir con ello aún más la


limitada productividad social, y mayoritariamente ob-
tendríamos una verdadera catarata de justificaciones y
pretextos que no serían sino explicaciones vanas para
no sólo exponer una larga, ingeniosa y ocurrente lista de
razones por las cuales no sólo no son productivos, sino
tratando de fundamentar el poder recibir un cada vez
mayor apoyo o subsidio de parte del gobierno en turno,
o de quien estuviera a cargo de la actividad económica.

¡Diantres! ¿Y cómo podríamos evitar el empleo de se-


mejante desfiguro? Guardando en un cajón los descu-
brimientos de don Carlos, y volteando hacia el sistema
que de forma natural y sencilla estimula —o castiga en
su caso— el nivel de productividad y eficiencia de todo
lo que cada uno realice.

¿Le pediríamos a otro esforzado descubridor actual como


don Carlos, que nos ayudara a encontrar un sistema así?
Creo que lo mejor sería no molestarlos con eso, dado que
además, ya contamos con uno que nos ha acompañado
desde siempre: el sistema de libre empresa, mismo que
sólo debemos circunscribirlo y canalizarlo en cuanto a
todas sus facetas mediante una legislación adecuada de tipo
sanitario, civil, penal, laboral, fiscal, mercantil, de cuidado
al medio ambiente y al consumidor y otras cosas, para
que la acción productiva ciudadana, se proyecte hacia el
auténtico beneficio común.

Mediante un sistema así —si alguien prefiere, podría-


mos denominarle “nuevo” para que sienta que descubre
algo—, observe cuidadosamente una de las cosas que
consigue: ¿Sabe qué hará si se nos descuidase Juan en

79
Juan Manuel Ochoa Torres

cuanto al manejo adecuado de su rancho, fábrica o taller


que acaba de heredar? Perderá su propiedad, y tendrá que
vender lo que quede de ella a alguien que también estará
sujeto a las mismas reglas.

Aunque podría ocurrir lo contrario, si nuestro hipotético


amigo Juan, se pone listo y actúa de forma esforzada,
investiga, se rodea del personal adecuado, lo capacita y
retribuye bien, se asesora con expertos, orientándose al
mercado y varias cosas más… ¿Qué sobrevendría? No sólo
conservará su nueva propiedad o negocio, sino lo acre-
centará, generando con ello más empleo, contribuyendo
en una pequeña proporción a incrementar la producción
de bienes y servicios, lo que, aunado a los demás que
procedan como él, aumentará la productividad y nivel
de vida de todos.

Pequeña duda: en todo aquel que se descuide, ¿no estará


actuando el sistema de libre empresa de forma demasiado
drástica contra él, ya que por el simple y sencillo hecho
de no haber administrado bien algo, tenga que perderlo?

Siento que la naturaleza no quiere correr riesgos, ya que


lo que está realmente en juego es nada menos que el bien-
estar de la comunidad completa, y prefiere que el costo
de toda ineficiencia sea pagado sólo por quien incurre en
ella. ¿No estará exagerando el autor?

Mire, aprovechando su paciencia y ya que tenemos algo


por ahí llamado imaginación, le invito a que la dejemos
volar un poquito… Vamos a suponer, que Juan se nos
descuidó bastante con su heredad, y al no haber tenido
el cuidado necesario en su manejo, y, como deseamos ser
muy bondadosos con él, queremos evitar que se quede
sin su propiedad… ¿No habría alguna manera por ahí
de “protegerlo” para que no operase en él ese diantre de
“castigo” automático que siempre entra en acción cada
vez que alguien no maneje bien lo que posee?

80
Dinero y bienestar

Y otra ayuda adicional para Juan, que esa “pérdida”, “mi-


nusvalía” y las consecuentes deudas que como es lógico
suponer, él está generando, ¿cómo podríamos endosarle
el costo de todo eso a alguien más? Bueno, existe por ahí
una vía mi estimado lector, aunque le pido que nunca le
vaya a decir a nadie que un medio extraviado autor de
libros se lo sugirió:

Si logramos que todo rancho, fábrica o taller, que se


administre mal, pueda ser estatizado, el costo de todo
inadecuado manejo, ya no le impactará a nuestro ahora
protegido amigo Juan, aunque sobrevendrá el siguiente
escenario…

Una empresa estatizada —y casi por lo regular manejada


con un menor nivel de cuidado, ya que sentirán quienes
la administren que no “les cuestan los errores”— al haber
desaparecido el estímulo “primario” del propio interés,
eso no sólo reducirá significativamente el consecuente
efecto “secundario”, que es la tan necesaria aportación de
bienes y servicios, sino Juan tendría algo mucho mejor:
Ya no se preocupará tanto por toda la deuda o déficit que
genere, ya que eso estará a cargo del erario público.67

Además, si maneja bien sus relaciones públicas —ahí sí


tendrá que ponerse muy listo—, ofrece puestos de trabajo
a recomendados de ciertos funcionarios o grupos políticos
clave, otorga los contratos a quien se le vaya indicando
de arriba (aunque estén “infladitos” o “infladotes”), y

67
  Si estando el costo de una eventual mala administración a cargo del o los
dueños, aun así hay descuidos y desperdicios importantes en el empleo de
los recursos utilizados —prueba de ello que un porcentaje importante de em-
presas que inician deben cerrar—, ¿cómo incidiría sobre el nivel de eficiencia
administrativa de cada negocio si toda “pérdida”, “minusvalía”, “déficit” —o
como guste llamarle—, y sus consecuentes deudas, ya no estuviesen a cargo
de los propietarios sino del erario público? ¿Y qué resultados comunitarios se
producirían con ello?

81
Juan Manuel Ochoa Torres

reparte pródigamente prebendas, Juan mismo podría


continuar teniendo la posesión y administración de los
bienes estatizados, casi como si fuera su dueño, y en cierto
modo mejor que antes, ya que ahora, como le decía, ya
no tendría las molestas preocupaciones normales de todo
propietario, como la acumulación de deudas derivadas
de las pérdidas generadas.

Como un favor especial, le pido que todo aquel que siga


este gran consejo gratuito del autor, no vaya a mencionar
jamás, que la verdadera forma de perjudicar o despojar a la
colectividad, no es poseyendo una propiedad, como decía
don Carlos, sino siguiendo las nada originales sugerencias
del confundido autor del libro que tiene en su mano.

También aquí entre nos —mucha discreción por favor—,


debe usted saber que si muchas empresas siguen esa mi
nada original recetita, se reducirá de manera sustancial
el aporte de bienes y servicios a la comunidad, lo que
repercutirá —desde sus primeras etapas— en la tan temida
inflación —después será peor—, siendo así que, le aseguro,
el verdadero costo de los platos rotos se le estará traspa-
sando de forma disimulada a la colectividad completa.

Es más, pensándolo bien, creo que mejor corrijo: con-


siderando que el daño de mi nada novedosa indicación
sería tan desastrosa —incluyendo no sólo al lector, autor,
familiares, conocidos y prácticamente todos, incluyendo
al propio Juan—, que atentamente le pido arranque la
página anterior, e incluso antes de tirarla, hágala trizas,
no me gustaría que alguien fuese a llevar a cabo seme-
jante disparate, ya que tal medida, si muchos se van por
ahí, convertiría a cualquier país hasta en dependiente del
exterior en casi todos los sentidos.

Bueno, una vez que el autor ha recobrado su escaso


juicio, continuemos, aunque ahora viendo las cosas

82
Dinero y bienestar

bajo otra perspectiva… ¿Cómo es posible que operen


estos mecanismos invisibles de forma tan imperceptible
sobre el actuar humano? Desde los primeros capítulos,
le comenté cómo los seres humanos nos movemos bajo
el influjo de una serie de motivaciones que, si bien han
pasado desapercibidas para la mayoría, no dejan de ser
sorprendentes, una de ellas, como también le describí,
es la búsqueda de la “eficientización” —entre otras cosas
del tiempo personal—, cosa que junto con otros condicio-
nantes, nos ayudó a llegar en su momento a lo que hoy
conocemos como “dinero”.

Ahora bien, algo digno de llamar la atención, es que, una


de las características más notables de la acción de estos
condicionantes invisibles, es que ellos actúen a veces
de forma no sólo paralela, sino incluso a menudo hasta
“encontrada” unos con otros… ¡Caramba! ¿Qué nos quiere
decir el autor? Se lo describo:

Una de esas condicionantes que influye en todos, es


algo que podríamos denominar como la “ley del menor
esfuerzo”, la cual nos obliga a proceder más o menos así:

Si usted tiene que realizar un depósito en una institución


bancaria, ¿acudirá a la sucursal más cercana, o a la que
se encuentra en el otro extremo de la ciudad donde vive?
Si gusta ya ni me conteste esta pregunta, aunque gracias
de todos modos… ¿Sabe debido a qué pudo decidir de
forma relampagueante? Exacto, decidió así bajo el influjo
de la ley del menor esfuerzo.68

O sea, observe, actúan como si fueran unas minúsculas


partes del más sofisticado carburador que conozca, donde

  Si en alguien no operase esta “ley del menor esfuerzo”, de la manera más


68

atenta le pido que no me vaya a invitar a que lo acompañe en su auto cuando


acuda a realizar un depósito al banco.

83
Juan Manuel Ochoa Torres

muchas de sus piezas operan como si estuvieran “encon-


tradas” unas contra otras, aunque actuando de manera
sincronizada, buscando producir deliberadamente un
determinado efecto posterior. Y no me lo creerá, pero en
usted, en mí y todos, interactúan —al mismo tiempo— el
“estímulo” del propio interés, y, sorpréndase, la “ley del
menor esfuerzo”.

Ahora bien, vamos a decir que nos convertimos todos en


fieles seguidores de aquel ocurrente escritor don Carlos
del siglo XIX, y tomamos como una gran verdad reve-
lada que, el estímulo del propio interés es “ilegítimo”, y
por tanto lo eliminamos… ¿Sabe qué sucedería? Simple,
imperaría en cada uno el otro condicionante invisible:
La ley del menor esfuerzo, la cual, actuando también de
forma imperceptible, generará, se lo aseguro, resultados
sociales y económicos devastadores.

En cuanto a los postulados en el sentido económico del


señor Marx, casi todas sus afirmaciones son más o menos
por el estilo, aunque me gustaría hacerle una observa-
ción más en cuanto a la interpretación que él hizo del
aspecto histórico: asumió como un hecho indiscutible que
el sistema de libre empresa, no era sino una especie de
invención artificiosa de unos para aprovecharse de otros.
Tal apreciación también es inexacta.

Cabe mencionar que para pretender los señores Marx y


Engels darle algún sustento —incluso “científico” le lla-
maron algunos— a su particular interpretación histórica,
integraron, gramaticalmente, en sus análisis (denomi-
nándolo “desenvolvimiento dialéctico de la Historia”) el
término “dialéctica”,69 aunque no practicándola en cuanto
69
 Si se procede así, no respetando ni siquiera la conocida tríada dialéctica
“tesis, antítesis y síntesis”, cualquier postura semejante, sólo podría ubicarse
dentro del primer paso: una simple tesis sujeta primero, a su correspondiente
análisis teórico, y posteriormente a su comprobación práctica...

84
Dinero y bienestar

a su mecánica argumentativa para llegar a sus conclusio-


nes, ya que el elemento fundamental de dicho proceso es
precisamente la integración, valoración y comparación
de las teorías divergentes o contrarias. Y cabe resaltar
que los seguidores políticos de don Carlos, respetaron
mucho menos los elementos básicos de la dialéctica, ya
que para ellos existía una verdad: ¡la suya!

Ahora bien… ¿Cómo podríamos considerar como válido el


hecho que el sistema de libre empresa —contrariamente
a las afirmaciones señaladas de don Carlos— ha estado
presente y actuando junto al ser humano desde siempre,
prácticamente desde que el hombre vive en sociedad?

Todas las veces que un pescador, digamos de hace 20 o 30


siglos —ahora le llamaremos Santiago—, pasaba noches
enteras tratando de obtener peces para llevarlos a vender al
mercado, ni de lejos se imagine que él procedía así por una
especie de profundo sentido social, y por ello sentía que
debía contribuir al aporte de bienes y servicios que requiere
toda comunidad, más bien, a Santiago lo impulsaba otra cosa:

Deseaba obtener un “beneficio” o “utilidad” con ése su


proceder, y créame, con ello, sin siquiera darse cuenta,
tanto él como todos los demás, contribuían en una pe-
queña proporción al gran total de bienes producidos y a
la vez demandados por la colectividad.

...Uno de los primeros y verdaderos conocedores de esa rama de la filosofía


denominada “dialéctica”, fue el gran filósofo griego Heráclito (540-480 a. C.),
quien afirmaba que las verdades humanas están en permanente movilidad,
sujetas a la acción de los contrarios. Sostuvo que la contradicción es el origen
de todas las cosas. Mucho más tarde, otro —entre muchos— de los también
grandes filósofos, fue Hegel (1770—1831) quien exploró aún más sobre el tema.
Con Marx ocurrió otra cosa diferente: se valió del término para tratar de
darle sustento a su particular visión de la Economía, Sociología e Historia,
interpretando el avance de los tiempos como una continua lucha o enfren-
tamiento de “clases”.

85
Juan Manuel Ochoa Torres

De no haber sido tan fuerte ese invisible “estímulo” —ca-


racterística básica del sistema de libre empresa—, simple
y sencillamente, habría prevalecido en Santiago la “ley
del menor esfuerzo”, y él hubiera permanecido dormido
plácidamente en su vivienda.

En cuanto a la consideración de algunos sobre don Carlos


Marx como filósofo, le anticipo que nos encontraremos
con más sorpresas, aunque me gustaría tratar el tema
brevemente en los siguientes capítulos, si me lo permite.

Un comentario al margen: más de alguno de los seguido-


res de las tesis marxistas, habrá afirmado a voz en cuello
que su pensamiento es “progresista” o de vanguardia,
toda vez que está de acuerdo con las tesis citadas. ¿Qué
porcentaje de razón tendría esa percepción?

Le contaré algo… ¿Sabe usted por qué en los barcos se


le llama “estribor” al lado derecho —mirando hacia la
proa— y “babor” al izquierdo? ¿Qué no sería más sencillo
denominarle “lado derecho” e “izquierdo”?70 Qué cree,
para evitar que un tripulante cualquiera, si está orientado
de forma incorrecta o se desplaza hacia la popa, podría
invertir los costados y crear confusiones, y algo parecido

70
 Caminando hacia la proa —parte delantera del barco— babor está a la
izquierda y estribor a la derecha, independientemente de si el barco avanza
hacia adelante o hacia atrás.
El motivo de una denominación específica así, es para evitar confusiones, ya
que si un tripulante se desplaza hacia la popa, si le denominase “derecha” o
“izquierda” a uno y otro costado, sería exactamente al revés de si se dirige hacia
la proa. De esta manera no hay confusión posible.
La palabra “babor” procede del holandés bakboord, y “estribor” a su vez procede
del germánico steurobord (conformada por dos raíces), donde “steuro” significa
“timón” y “bord” es “costado del barco”. En las antiguas barcas, no había timo-
nes fijos, sino que el timonel utilizaba un remo especial para guiarlo, el cual
se situaba en el actual “estribor”.
Diccionario de la Real Academia Española (RAE), “Starboard” Online etymo-
logy dictionary.

86
Dinero y bienestar

podría sucedernos en la vida cotidiana, ¿cómo? Mirando


también las cosas bajo otra perspectiva.

Más de alguno ahora mismo asegurará que está adoptan-


do una postura “progresista” al seguir unos descubrimien-
tos como los descritos, cuando lo que en realidad está
haciendo es yendo hacia atrás, y contribuyendo a crear
una errónea versión postmoderna de los ahora anacróni-
cos señores feudales, con la diferencia que ahora el señor
feudal estará representado por un Estado burocratizado,
lento e ineficiente, mismo que necesariamente tendrá
que ser manejado por una minoría que, en la inmensa
mayoría de las veces, está impreparada para tal cargo, y
quizá su único —aunque discutible— mérito consistió el
haber tenido la “habilidad” de haber escalado o tomado
por asalto el poder, atracción fatal para algunos, al grado
que incluso —casi como regla— preponderan a un nivel
tal las “ventajas” de un alto puesto político, que en la
práctica lo sitúan muy por encima de sus propias con-
vicciones y principios.

¿Cree que exagero? Si me lo permite, le cito una curiosa


anécdota: en una ocasión participaba como colaborador
en un importante programa de radio en cobertura nacio-
nal71 transmitido desde la ciudad de México, cuando de
pronto, de forma inesperada entró al centro de informa-
ción la noticia de que alguien le había hecho una curiosa
pregunta a Fidel Castro, quien en ese momento todavía
fungía como Presidente.

—¿Cree usted —le dijo esa entrevistadora de otro país a


Fidel— que el socialismo sería bueno para Latinoamérica?

—El socialismo —contesta Fidel— no es bueno ni para


Cuba.

  La conductora era Adriana Pérez Cañedo, y estábamos en el Núcleo Radio Mil.


71

87
Juan Manuel Ochoa Torres

En ese momento le hice la siguiente observación a Adria-


na, que era quien conducía el programa:

—El señor Castro —le dije— acaba de tener un inesperado


acceso de honradez (quizá por su edad ya decía simple-
mente lo que pensaba, y ya no acomodaba su respuesta
a la conveniencia política o del puesto), pero te aseguro
Adriana —le seguí diciendo mientras estábamos al aire—
que antes de una semana lo van a desmentir, arguyendo que
los reporteros se equivocaron o algo así…

Después me di cuenta que me fui muy lejos con mi esti-


mación de una semana, ya que a los dos días no sólo lo
habían desmentido, sino lo pusieron tras bambalinas, y
en su lugar colocaron a su hermano Raúl.

Mas lo importante es otra cosa: ¿Qué lectura podríamos


hacer de ese evento? Que no sólo un político de esa na-
turaleza no se puede permitir el lujo de hablar con la
verdad, sino observe: no debemos tener la menor duda
que a los diez o quince años de “socialismo” en Cuba,
necesariamente se tuvieron que haber dado cuenta que
eso no funcionaba…72 Aunque, ¿qué justificación podrían
haber tenido —de haberlo reconocido públicamente—
para haberse convertido en una de las dictaduras más
prolongadas de todos los tiempos? Ninguna. ¿Qué sig-
nificación tenía entonces el haber procedido como lo
hicieron?

72
  Aunque emplearon por mucho tiempo como un elemento justificativo para
el público no informado, el argumento del “bloqueo” comercial de EU. Me
consta de primera mano que dicho bloqueo comercial no les afectaba mayor
cosa, ya que siempre pudieron comerciar con más del noventa por ciento de
los países del mundo. Incluso quien esto escribe, en los años setenta trató de
venderles atún, conservas, tomates, artículos de tocador e infinidad de cosas
de las que adolecían, y jamás tuve el más leve impedimento para hacerlo. El
verdadero problema era que, debido a su monumental improductividad, no
contaban con recursos, y todo lo querían condicionado al otorgamiento de un
crédito de muy dudosa recuperabilidad.

88
Dinero y bienestar

Su apego al poder, en la práctica, estaba muy por encima


tanto del bienestar de sus conciudadanos como de sus
convicciones y principios. No sé si usted amable lector,
pueda interpretarlo de otra forma.

Otro aspecto ya menor: ¿Por qué este capítulo integró


como parte de su título inicial el adjetivo de “imperdona-
bles”? Algunos errores de los anteriores siglos tenían un
mayor nivel de justificación, ya que se desconocían mu-
chas más cosas, como también citamos, no obstante, con
el cada vez mayor nivel de información y avance actual,
automáticamente muchos aspectos y apreciaciones, ahora
se convierten nada menos que en eso: en inexcusables.

Incluso, no crea que solamente en el aspecto económico


se produce este lamentable efecto, hay posturas y aven-
turerismos políticos y sociales también imperdonables,
como prueba de ello y sólo a manera de ejemplo le cito
otro: el prejuicio racial, ya que por decir, al día de hoy
una postura segregacionista está totalmente fuera de
lugar… ¿Por qué?

Recuerdo cuando era pequeño, haber estudiado en unos


textos como el de Geografía Política que expresaban de
forma clara sobre las distintas “razas” que conformaban
nuestro mundo, no obstante, al día de hoy, gracias a una
serie de avances importantes en el campo de la ciencia,
como fue el caso de esa extraordinaria investigación que
se realizó sobre el genoma humano,73 se conoció otra rea-

73
En el genoma humano se detectan más de 280 000 elementos reguladores. El
Proyecto Genoma Humano, inició en 1990 y concluyó en 2005, aunque conti-
núan las investigaciones. De alguna forma reconstruye la Historia humana en
su proceso evolutivo y rastreó el primer genoma antiguo hasta el continente
africano desde donde provenimos todos. “El genoma etíope antiguo revela una
gran mezcla eurasiática en todo el continente africano” (“Ancient etiopian ge-
nome reveals extensive Eurasian admixture throughout the African continent”.
Science 350, 820-822.

89
Juan Manuel Ochoa Torres

lidad jamás maginada unas cuantas décadas atrás, lo que


nos obliga a otro enfoque más realista y perfectamente
fundamentado:

Gracias a esa investigación científica, se sabe a ciencia


cierta que todos los seres humanos vivos sobre el planeta
hoy, procedemos del mismo ancestro genético, y las ca-
racterísticas físicas externas que creíamos nos dividían,
no son sino producto de otros condicionantes tales como
los diferentes niveles de exposición a los rayos ultravio-
leta del Sol, diversidad alimenticia, efectos del clima,
educación, hábitos de vida y otros factores, mismos que,
a lo largo de milenios, generaron ciertas características
externas.

Mas regresando al tema del libro, me he permitido com-


partirle en el presente capítulo este tipo de experiencias
monetarias, donde influyeron entre otras cosas, las deriva-
das del intervencionismo estatal en sus diferentes niveles,
ya que ellas —junto con otros elementos negativos que
también interactuaron—, de alguna forma participaron
en las vicisitudes y vaivenes económicos.

Mas lo invito ahora a que pasemos a la segunda parte,


misma que ya estará enfocada al tiempo presente, ¿cuál
es la mejor forma de controlar una economía moderna
desde un punto de vista monetario, de tal modo que se
salvaguarde la equidad necesaria para lograr un bienes-
tar generalizado? ¿Qué riesgos continuamos teniendo?
Síganos acompañando.

90
Dinero y bienestar

Segunda parte
El presente

91
Juan Manuel Ochoa Torres

92
Dinero y bienestar

Capítulo V
Equilibrio monetario-precios estables

Congruencia

Tal y como podrá deducir de lo expresado en los pasados


capítulos, todo Estado moderno —a través de la acertada
conducción de su Banco Central y fundamentados en
una sana política económica— no sólo puede, sino debe
mantener la estabilidad de precios, valiéndose para ello
—entre otros mecanismos clave— del imprescindible
equilibrio entre su base monetaria74 y la cantidad de
bienes y servicios disponibles.

Mas en muchos podría surgir esta duda… ¿Podríamos en


realidad conseguir semejante objetivo, considerando que,
por un lado, todos los países ya utilizan una moneda o
“dinero” que podríamos catalogar como “fiduciario”, y,
por si fuera poco, bastaría el surgimiento de un gobier-
no desinformado en la materia, para dar al traste con el
bienestar social y económico?

En lo relativo al “dinero fiduciario”,75 le pido me permi-


ta comentarle algo: todo tipo de “dinero” de la historia,
siempre ha sido, es y será dinero “fiduciario”… ¡Caramba!
¿Por qué dice eso, si por siglos nos valimos, entre otros, de

74
  También conocida por los economistas como “masa circulante de dinero”.
Aunque es necesario puntualizar un poco más tal término —dados los cada vez
más sofisticados medios de pago—, para que una “base monetaria” constituya
todo aquello que tenga “capacidad de compra de bienes”. Dicho monto es ra-
zonablemente cuantificable por el Banco Central y organismos colaterales de
información y control.
75
El vocablo “fiduciario” procede del latín fiduciarius (Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española, RAE), palabra asociada con “confianza”, “fe”
o “fortaleza”, elemento fundamental para obtener su aceptación generalizada o
universal.

93
Juan Manuel Ochoa Torres

mercancías-dinero, artículos y luego grandes y pesadas


monedas de plata y oro?

Lo único que varió a lo largo de los años, es que, en el


momento presente —afortunadamente—, esa indispen-
sable “confianza” de un pueblo hacia su moneda —tenga
el nombre que sea—, ya se trasladó hacia donde siempre
debió haber estado: a instituciones sólidas y confiables.
Lo que en esencia sucedía en los pasados milenios era
que, precisamente en ausencia de organismos confiables,
bien informados y responsables —o al menos no como
ahora—, dicha “fide”, “fe” o “confianza” en determinado
medio de pago, se tuvo que depositar transitoriamente
en ciertos objetos físicos, que no eran sino meros sustitutos
temporales de lo que siempre debió darle sustentabilidad a
eso que conocemos como “dinero”: los bienes y servicios que
pueden ser adquiridos con él,76 balance primordial que
es precisamente el que salvaguarda todo Banco Central.

76
  Como ya vimos en los pasados capítulos, hace milenios operaba el simple,
primitivo e ineficiente “trueque” (en cuyos artículos “intercambiados” se depo-
sitaba la “confianza” o la “fe”), luego se trasladó ella a las “mercancías-dinero”
(cereales, ganado y otros), posteriormente, dicha confianza se desplazó hacia
ciertos artículos o metales muy utilizados por la mayoría, como eran la sal, el
cobre, bronce y hierro, más tarde se dirigió hacia metales preciosos, como el oro
y la plata, después a simples certificados (como en última instancia pretendían ser
los billetes o papel moneda) mismos que, en sus inicios, decían representarlo —
aunque en la práctica y muy a menudo ni siquiera se mantenía una equivalencia
real—, hasta que, a partir de una declaración del entonces presidente Richard
Nixon en 1971, se llegó universalmente y para efectos prácticos, a lo que hoy
tenemos, que no es otra cosa que dinero fiduciario, el cual está perfectamente
respaldado por lo que siempre debió haberle dado sustento: los bienes y servicios
que pueden ser adquiridos con él. Nunca olvidemos que el dinero no es sino
una especie de “vale”, “pagaré” o “común denominador” de lo que realmente
representa: bienes y servicios. Por ello le tengo una excelente noticia: no será
necesario que recurra al trueque para intercambiar unos bienes por otros, ni ir
caminando por la calle —salvo que vaya regresando del mercado— con ganado,
fruta, carne, cereal, queso, un bidón de gasolina e infinidad de cosas más para
intercambiarlas por algo más, sólo requiere llevar esos pequeños papelitos im-
presos por el Banco Central, “dinero plástico” u otro medio de pago en sus tan
diversas formas actuales. Si observo por la acera a una persona portando en una
carretilla voluminosos artículos para canjearlos por otros al “mercado”, tendré
que deducir que ignoró por completo el consejo gratuito del autor.

94
Dinero y bienestar

Esa institución sabe a la perfección que, si por cualquier


circunstancia, no se conservase la mayor equidad posible
en tal balance, no importará lo relucientes que puedan
ser sus “monedas”,77 o incluso, si ciertos políticos le pro-
meten que son poseedores de las más excelsas verdades
reveladas, le puedo asegurar que toda vez que se pierda la
congruencia entre esos dos factores, sobrevendrá algo que
en la práctica, no será otra cosa más que aquel tramposo
y disfrazado impuesto que lleva por nombre “inflación”
—misma que será seguida por una larga serie de efectos
negativos— y, por si fuera poco, golpeará principalmente
a los sectores más desprotegidos de nuestra comunidad.

¡Diantres! ¿Y cómo podríamos atenuar entonces los ries-


gos de una conducción errónea? A reserva de extender-
nos un poco más sobre el tema en uno de los capítulos
siguientes, le adelanto que ayudaría bastante a evitar
ese tipo de descalabros, el hecho de que en el momento
presente podamos contar —y siempre y cuando seamos
capaces de analizarlas muy bien— no sólo con las opi-
niones de expertos en materia económica, ministros de
Hacienda e investigadores que nos han precedido,78 sino

77
  Una de las posibles ventajas de no haber destruido todavía el presente libro,
es que así podría cotejar de nuevo, si lo desea, la experiencia inflacionaria de
España del siglo XVI, donde vería de nuevo cómo, a pesar de haber contado los
españoles con grandes y relucientes monedas de plata pura, se desencadenó la
inflación, al no haber conservado la equidad referida.
78
  Entre los economistas más destacados en lo relativo a la “teoría cuantitativa
del dinero”, sólo alcanzo a destacar a: Martín de Azpilcueta (español, 1492-1586),
John Stuart Mill (inglés 1806-1873), Alfred Marshall (inglés, 1842-1924), Knut
Wicksell (sueco 1851-1926), Irving Fischer (norteamericano 1867-1947), Ralph
George Hawtrey (inglés 1879-1975), Ludwig von Mises (austriaco 1881-1973),
John Maynard Keynes (inglés, 1883-1946), Clark Warburton (norteamericano,
1896-1979), Earl Jefferson Hamilton (norteamericano, 1899-1989), Friedrich Ha-
yek (austriaco, 1899-1992), Antonio Ortiz Mena (mexicano, aunque más práctico
que teórico, 1907-2007), Milton Friedman (norteamericano 1912-2006), Paul
Samuelson (norteamericano, 1915-2009), Robert Mundell (canadiense 1932),
John B. Taylor (norteamericano, 1946) y varios más que por falta de espacio no
menciono; destaco también a los extraordinarios economistas clásicos como son
los ingleses Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823) y tantos más
que han hecho aportaciones valiosas que le dieron forma a lo que hoy sabemos.

95
Juan Manuel Ochoa Torres

además, seamos capaces de evaluar con todo cuidado las


experiencias fallidas, algunas de ellas han sido referidas
en las páginas precedentes.

Pero entremos un poco más ya en el terreno de la práctica,


aunque tratando de plantearlo de la forma más sencilla
y accesible que nos sea posible a todo público… ¿Cómo
se puede conservar la trascendental equivalencia citada,
así como todo lo que de ahí se puede derivar?

Una vez que cada director o presidente —como se le llame


en cada país— del Banco Central establezca el monto —lo
más aproximado posible— de los “bienes disponibles”,
así como de sus demás variables79 que también entran
en juego… ¿De qué clase de mecanismos dispone tal ins-
titución para estar adecuando la cantidad de medios de
pago —léase “dinero” en todas sus acepciones actuales—
para así salvaguardar el legítimo bienestar del público?

Al día de hoy se cuentan —para bien— con medios mucho


muy eficaces para que los expertos y responsables en el
tema mantengan dicho equilibrio monetario. De forma
breve y sintetizada le describo con mucho gusto los más
importantes:

79
  Entre ellos son la competitividad del tipo de cambio, ya que, recordemos
muy especialmente que dentro de los “bienes disponibles” para la ciudadanía
de cualquier país, también intervienen y deben considerarse los artículos “im-
portados” —ojo— (o sea, los fabricados en el exterior de cada país) y quisiera
hacer énfasis en algo que muchos no toman en cuenta, o al menos no con la
importancia que tiene: una moneda “sobrevaluada”, de forma automática e invi-
sible “abarata” las importaciones y “encarece” las exportaciones, y a la inversa,
una moneda “subvaluada” producirá el efecto contrario. Por tanto, hablamos de
un factor crucial que, todo encargado del Banco Central debe vigilar de forma
muy especial, ya que, un exceso de importaciones será un grifo abierto que
“drenaría” de forma peligrosísima e irresponsable el recurso financiero hacia
el exterior, reduciendo la productividad, empleo y perjudicando multitud de
variables internas más.

96
Dinero y bienestar

Si se ajusta el tipo de interés a la alza o a la baja del Banco


Central, se puede incrementar —adicionalmente a otros
aspectos citados a continuación— o en su caso reducir el
monto del circulante en poder del público. Algo parecido
ocurrirá si se modifica el encaje legal que debe conservar
el sistema bancario.

Otro medio también eficaz de control —algo muy conocido


en los medios financieros— serán las operaciones en el
mercado abierto… ¿Qué diablos es eso? No crea que es
algo del otro mundo, mire, si el Banco Central —o las insti-
tuciones bajo su control— “venden” títulos al público, en la
práctica, al momento de “cobrar” por ellos, eso equivale a
que, están reduciendo la oferta monetaria —circulante—, y
al contrario, si dichos títulos se “compran” de bancos o del
público, toda vez que están “pagando” por ellos, significa o
equivale a que están aumentando el “circulante” en poder
del público. ¿No es tan complicado como parece, verdad?

Cabe mencionar así mismo, que las “ventas” o “compras”


de títulos en el mercado abierto del Banco Central, reper-
cuten también sobre la tasa de interés natural, ya que, al
reducir o aumentar los recursos financieros en poder del
público, inciden sobre dicha tasa.

Del mismo modo influye obviamente la propia emisión


directa de dinero. En suma, estimado lector, lo que preten-
do decirle es que, mediante el manejo de estas variables,
llevadas a cabo por verdaderos expertos en la materia, toda
vez que es viable aumentar, o, en su caso, disminuir el
monto del circulante, con ello no sólo se podrá, sino por
supuesto se deberá, mantener la tan necesaria estabilidad
ya referida, evitando —salvo ante eventos verdaderamente
catastróficos—, las temidas inflaciones o deflaciones.

Siendo así que en el momento actual, en la práctica y en


la inmensa mayoría de los casos, un eventual riesgo en ese

97
Juan Manuel Ochoa Torres

sentido ya no procede tanto del campo de la economía


sino de otro lado, para lo cual le invito a que continúe
leyendo este tan calamitoso libro, para que así, en otro
de los capítulos siguientes, pueda describirle mejor a lo
que me refiero.

Pero antes de llegar a tal punto, si me lo permite, quisiera


abordar aunque sea de forma breve, un punto clave que
tal vez ya vino a su mente: ¿Sería posible no sólo mantener
la estabilidad monetaria —con el consecuente beneficio
que conlleva— sino además, incentivar el crecimiento
para incidir de forma favorable sobre el bienestar social, y
poder así crecer más, aunque de forma sólida y sostenida?

Por ello me permito pedirle de la manera más atenta, que


aguarde un poco más en la destrucción que de seguro ya
tiene programada sobre el libro que está en sus manos, y
continúe con el tormento que su lectura implica.

98
Dinero y bienestar

Capítulo VI
Crecimiento con estabilidad

Desarrollo real
Ahora que el autor ha discurrido introducirnos en este
tipo de vericuetos económicos y monetarios —aunque si
bien ha tratado de hacerlo de forma entendible a todo
público—, ¿sería pues factible, como dice, conjuntar esa
tan anhelada estabilidad de precios con el no menos
importante objetivo de un mayor crecimiento, para así
coadyuvar de manera real hacia el bienestar social?

Quien esto escribe considera que, si somos capaces de


proceder de forma adecuada, sería perfectamente posible
conjuntar ambos objetivos, siempre y cuando evitemos
también la intromisión de otros aspectos que tratare-
mos enseguida, y se actúe con toda la cautela, proporcio-
nalidad, supervisión, responsabilidad y previsión que la
salud socioeconómica de nuestros conciudadanos merece.

En ese orden de ideas, la primera e imprescindible condi-


ción sine qua non80 para lograrlo sería: mantener siempre,
lo más equilibrada posible, la ecuación entre “circulante”
y “bienes”.

Incluso, si se me permite —antes de continuar y a ma-


nera de ejemplo negativo—, le invito a que observemos
cuidadosamente la forma, a mi juicio, errónea,81 como
algunos procedieron en el pasado reciente:

80
Glosario = Sine qua non, expresión latina que en español significa “sin lo
cual no”. Hace referencia a una condición indispensable, imprescindible o
esencial para que suceda algo.
81
  Varios de los economistas más acertados a mi parecer, tenemos el caso —en-
tre otros— de Marshall, Keynes (en la mayoría de sus postulados), Friedman
(uno de los principales impulsores de la escuela de la “oferta” de Chicago)...

99
Juan Manuel Ochoa Torres

Por tanto le pido volvamos de nuevo al ya referido caso


mexicano —dado que dicho experimento es altamente
ilustrativo o representativo, al haber sido repetido en
otros países latinoamericanos, con resultados similares—,
cuando estaba tan de moda el intervencionismo estatal
(en el período mencionado de 1970-1982 en México) en
el que se procedió así:

Aparte de canalizar muy significativos recursos hacia


empresas estatales, se provocó con semejante actuar que,
al no reconocer de facto que dichas entidades “públicas”
no sólo estaban —por su ineficiencia intrínseca— imposi-
bilitadas de realizar el crucial retorno tanto de “bienes y
servicios” producidos como del consecuente reembolso
propiamente dicho del dinero canalizado hacia ellas, y
además, para colmo, generaban año tras año una astro-
nómica deuda, ¿qué ocasionó eso?

Ello seguro producirá en usted una muy importante duda,


y por eso trato el asunto de nuevo —aunque ahora bajo
otro enfoque, el “monetarista”—, ¿qué los habrá hecho
proceder así, digamos bajo un contexto de teoría econó-
mica pura? Los impulsores de tal política pretendían,
de forma ilusa e incompetente, la supuesta creación de
un cierto componente de “demanda agregada”, la cual,
juzgaron muy a la ligera, “estimularía el crecimiento” de
forma importante. ¿Tenían razón?

Tal y como fue expresado —bajo otra óptica— en capítu-


los anteriores, eso condujo al desastre mencionado, y lo

...y Ortiz Mena (más en el ámbito de su instrumentación práctica que en la


teoría monetaria) quienes nos mostraron de diferentes formas —ya fuera con
sus teorías o con hechos concretos— la factibilidad de obtener un crecimiento
realmente sólido. Cabe mencionar también, en contrapartida, que hubo otros
economistas latinoamericanos que, en gran parte influenciados por su corte
ideológico, en los años setenta y ochenta del siglo XX, aplicaron de forma ter-
giversada y errónea las teorías de Keynes, combinándolas con una fuerte dosis
de intervencionismo estatal, lo cual condujo a un completo desastre como ya
fue brevemente expuesto páginas atrás.

100
Dinero y bienestar

único que pudo evitar un daño mucho mayor, fue que, se


produjo un entendible cambio de rumbo en los sexenios
siguientes, aunque, cabe destacar que en los años donde
se iba rectificando al origen del problema —o sea, en
los posteriores a 1982—, no pudieron evitar el haberse
visto seriamente restringidos en cuanto al crecimiento y
desarrollo, dado que, entre otras cosas, el servicio de la
monumental deuda heredada de ese desastroso experi-
mento, les ataba las manos casi por completo.

Y perdóneme que insista, pero las consecuencias de este


experimento fallido, ¿cómo se manifestaron? Primero en
inflación, luego pérdida de competitividad internacional,
desajuste en la balanza comercial y de pagos, endeuda-
miento, fuga de capitales, mayor dependencia del exterior,
devaluaciones y otros problemas más.

Si alguien pretendiese “estimular la economía” de cual-


quier país de la misma forma descrita, en este momento
le hago la más sincera súplica: de la manera más atenta le
ruego se abstenga de proceder así, les haría un mucho mayor
favor si se tomase unas muy largas, lejanas y merecidas
vacaciones. Ése no es el camino.

En todo caso, si alguien insistiera en repetir semejante expe-


rimento, una menos nociva vía sería simplemente dejar que
la misma inercia o fuerza natural de su mercado y producti-
vidad vayan impulsando el crecimiento. No obstante, como
le comentaba… ¿Habría alguna forma —sana— de incentivar
el desarrollo? Quien esto escribe, considera que sí.

Más que incentivar sólo la “demanda” —y sobre todo con


semejante infantilismo económico como el descrito— lo
conveniente82 sería, en todo caso, impulsar la “oferta”

82
Aclaración importante: la presente sugerencia es sólo una de las opciones
sanas, sustentables y viables. En cuanto al monto del fondo sugerido, procedi-...

101
Juan Manuel Ochoa Torres

productiva de bienes y servicios, lo cual, de forma na-


tural y paralela, también aumentaría la demanda —ya
que, al tender esa comunidad hacia una situación de
pleno empleo, lo que, consecuentemente induciría a
un mayor consumo—, se lograría poder crecer un poco
más, aunque de forma equilibrada y sana, ya que todos
los “oferentes” de unas cosas, son —qué cree— a la vez
mayores “demandantes” de otras.

Lo invito a que analicemos su funcionamiento específico


ya en la práctica: si se crea una especie de “Fondo” que
opere como Banca de segundo piso —a través del sistema
bancario—, canalizando recursos financieros a tasas pre-
ferenciales —sólo hacia el sector productivo de probada
recuperabilidad, garantía y capacidad— podría lograrse
que, todo aumento en la masa circulante, se viera com-
pensado con un consecuente incremento productivo, lo
que salvaguardaría —perdón mi insistencia, pero es un
condicionante esencial— la tan necesaria equidad entre
“dinero” y “bienes”.83

Ahora bien, en virtud que los fondos canalizados a través


de esta vía, se otorgarían a tasas preferenciales, el propio
sistema bancario debe convertirse en responsable tanto
de su total recuperabilidad como de su adecuado destino,
y, sólo para efectos de este fondo, tendrían que desti-
narse los recursos exclusivamente a quienes —mediante

...mientos e instrumentación dependerán de la coyuntura, potencial y circuns-


tancias específicas de cada país y quedarán sujetas al buen juicio de la autoridad
en turno. La presente es una de las formas —en lo general— para obtener un
crecimiento sano con estabilidad de precios.
83
  De ninguna manera se pretende que —atención—, la existencia de semejante
fondo, evite toda la obra pública, servicios sociales, educativos, hospitalarios y
muchísimos renglones más, sólo que, las características exigidas en cuanto al
destino de inversión, son exclusivas para el citado fondo. La amplia gama de
los demás vitales renglones mencionados deben realizarse con estricto apego
y dentro de un presupuesto normal y equilibrado de ingresos y egresos que
toda nación debe tener.

102
Dinero y bienestar

el adecuado estudio y análisis— posean un potencial


comprobado de un incremento consecuente en “bienes”,
demostrando que cuenten ya con capacidad instalada
disponible, experiencia, capital humano, solvencia moral
y económica, estudios de mercado y otros.

Caso contrario la banca tradicional sería directamente


responsable por todos aquellos recursos que se hubieren
canalizado a otro renglón que no cumpliese con tales
requisitos. Y para cuidar de ello, tengamos siempre
presente la validez de aquel viejo adagio: Orden dada y
no supervisada, vale para pura fregada, por tanto, sería
absolutamente imprescindible que se supervise, y en su
caso, se castigue de manera ejemplar todo dinero que se
hubiese dirigido a otro destino, tal y como sería el caso de
los recursos utilizados para pago de pasivos, gasto público,
inversiones especulativas, bienes suntuarios o cualquier
otro destino que no fuera el indicado —insisto, sólo en
lo relativo al citado fondo—.

Ahora bien… ¿En qué porcentaje se canalizarían los


fondos descritos hacia cada renglón productivo en parti-
cular? Dependerá por supuesto del porcentaje “gastado”
por la propia ciudadanía, o sea, en la misma proporción
a como la población destine sus recursos: en turismo,
ropa, vivienda, alimentación, salud, recreación, bienes
de capital, educación, transporte y demás.

Deben privilegiarse todos aquellos renglones cuyo creci-


miento productivo y recuperabilidad sea a corto plazo, o
sea, que no sólo cuenten con la garantía de recuperabi-
lidad suficiente de su debido retorno en “bienes” sino su
reembolso financiero, para lo cual, deberán demostrar
ante la banca que efectivamente posean la experiencia,
potencial real y capacidad instalada suficiente para rea-
lizarlo de forma comprobable.

103
Juan Manuel Ochoa Torres

Es más, me gustaría citar un ejemplo: si por decir el sis-


tema bancario —al ser responsable a fin de cuentas de
su correcta utilización— está en conocimiento que debe
invertir cierto porcentaje —para efectos de este proyecto
específico— en determinado número de cuartos de hotel
(en sus diferentes estratos socioeconómicos) al estar la
banca en posición privilegiada para detectar no sólo a
los empresarios capaces, sino con garantía suficiente y
comprobada experiencia, de esa forma, se puede perfec-
tamente cumplir con el requisito de que todo incremento
en “circulante” se vea compensado con un aumento con-
secuente en “bienes”.

Dicho retorno financiero —recuerde que no ha sido ca-


nalizado a “fondo perdido”, como ocurre por decir con
muchos renglones del gasto público—, sino, al haberse
dirigido a empresas o personas físicas de probada efi-
ciencia, garantía y recuperabilidad, al irse cumpliendo
el programa acordado de retorno, pasarán tales recur-
sos automáticamente a reintegrarse y formar parte de
nuevo del mismo fondo revolvente, y de esa forma,
estarán en posibilidad de poder repetir el mismo ciclo
de “inversión—recuperación” en el giro productivo que
corresponda.

Algo similar debe ocurrir con todos los demás renglones


productivos que deban ser manejados por tal fondo, y,
como mencionaba, justo en las proporciones y tendencias
que el propio “consumo ciudadano” vaya determinando.

En cuanto al armado de los recursos del fondo mencio-


nado, pueden emitirse bonos u obligaciones por el propio
gobierno federal —o cualquier otro medio que en su mo-
mento se determine como la fuente más conveniente—,
mismo recurso que, le aseguro, para nada pondría en
riesgo la salud financiera de país alguno, toda vez que
tal aumento en la “deuda” se está canalizando hacia un

104
Dinero y bienestar

seguro incremento en bienes, cuyo retorno al fondo re-


volvente productivo está prácticamente asegurado y bajo
responsabilidad de la banca nacional, y dependiendo de
los propios porcentajes y montos que cada institución
utilice del presente proyecto.

Dada la trascendencia del adecuado manejo de los recursos


de dicho fondo, no sólo para su debida recuperabilidad,
sino para el buen resultado de esta política mencionada,
desde antes de su creación debe instrumentarse un
adecuado mecanismo de control, auditorías y vigilancia
completa a todas las etapas de su operatividad.

Todo ello debido a que deben asegurarse los siguientes


factores: la recuperabilidad de los fondos deberá estar
plenamente garantizada, toda vez que el fondo opera-
rá como Banco de segundo piso y a través de la banca
privada, y como citaba, el propio volumen del monto y
condiciones a que serían canalizadas a “inversión pro-
ductiva”, dependerá de la misma situación de empleo,
potencial productivo y condiciones del mercado interno
y externo, así como el crecimiento y equidad que se
vaya observando entre el renglón de circulante y bienes
y servicios producidos.

¡Caramba! Pues no suenan tan disparatadas a fin de


cuentas las propuestas de este funesto autor, aunque
entonces —dirá más de alguno—, ¿por qué diantres no
se ha hecho eso que no suena tan mal?

Le pido aguarde un poco más en su ya tan ansiada des-


trucción del libro, y mientras, sígame acompañando ahora
al siguiente capítulo.

105
Juan Manuel Ochoa Torres

106
Dinero y bienestar

Capítulo VII
Traviesas interferencias

Y sus efectos negativos

Si me lo permite, me gustaría tratar de adivinar su siguien-


te pregunta: una vez que vimos el potencial que el aspecto
económico y monetario tienen, así como su consecuente
proyección social —su servidor en su momento también
pensó lo mismo— (aunque confío no esté planeando
acusarme de plagio mental), ¿qué diablos ha impedido
que avancemos mucho más en ese tan importante tema?

Antes de proseguir con lo que seguramente estimará


como otra más de las insufribles explicaciones del autor,
le comentaré algo que viene al caso: no crea usted que los
últimos y más significativos avances en materia econó-
mica y monetaria, van mucho más atrás de unas ocho o
nueve décadas,84 y es más, considero que todo economista
sensato en el momento actual, estará más o menos de
acuerdo con la mayoría de lo recién expresado. Entonces,
¿qué diantres se interpuso en su adecuada aplicación?

Ya en el momento específico de la instrumentación y


ejecución de lo planteado en páginas anteriores, quizá le
parezca ilógico, pero, el campo de la economía, ha que-

84
  Aunque hubo casos aislados de personajes con gran sentido común —como
fueron, entre otros, Martín de Azpilcueta (español, 1492-1586) y Antonio Ortiz
Mena (mexicano 1907-2007)— quienes de forma mayoritariamente intuitiva
(aunque no por ello menos exitosa o valiosa), como sucedió con don Antonio
Ortiz Mena cuando desempeñó el cargo de secretario de Hacienda, donde aplicó
una política monetaria denominada “desarrollo estabilizador”, que no era otra
cosa sino una variante de lo expuesto en el capítulo precedente, aunque su
aplicación estaba adaptada a las condiciones de esa época. En un contexto de
economía abierta y con tratados de libre comercio, estimo que su éxito hubiera
sido aún mayor.

107
Juan Manuel Ochoa Torres

dado supeditado en cuanto a su aplicación práctica a otro


elemento: la administración pública en turno, y sujeta
a la acertada —o a veces no tanto— dirección política.

Incluso le confieso algo. Uno de los objetivos de elaborar


un libro como el presente —por más que insista usted en
quemarlo—, fue precisamente hacer extensivo el tema
al mayor número posible de nuestros conciudadanos. El
tema es demasiado importante.

Mas surgen otras dudas… ¿Cómo es que éste tan desorien-


tado autor diga semejante cosa? ¿Qué acaso insinúa que
un político podría hacer algo que no estuviera dirigido a
beneficiar a sus gobernados? En la inmensa mayoría de
las veces —es más, le puedo asegurar que casi en todos
los casos fallidos—, el principal personaje a cargo de la
administración pública, aunque le parezca increíble, ha
pretendido beneficiar a la ciudadanía, aunque en ocasio-
nes —eso sí—, lo ha hecho a través de rutas falsas,85 sig-
nificativo hecho que le da validez a aquel antiguo aunque
certero adagio: “El camino del infierno, está empedrado
de buenas intenciones”. ¿Será posible eso?

Sin dejar de reconocer que afortunadamente ha habido po-


líticos mucho muy capaces y con gran sentido económico,
otros no lo han sido tanto. Nada más para que evalúe usted
los alcances de lo que ahora pretendo decirle, me voy a
permitir someter a su consideración algunas de las formas
más comunes sobre cómo, una a veces pobre conducción
política, ha influido en el campo económico.

Le voy a presentar, pues, algunas de tales interferencias,


agrupándolas —sólo para efecto de análisis— en tres

  Cito una frase de Milton Friedman que viene muy al caso: “Uno de los más
85

grandes errores, es juzgar a las políticas y programas por sus intenciones,


en lugar de por sus resultados”.

108
Dinero y bienestar

grupos: a) Ejemplos de la Historia; b) Conveniencias apa-


rentes, y c) Desinformación. ¿Me acompaña?

a) Ejemplos de la Historia. Uno de los economistas capa-


ces que —entre otras cosas— logró estabilizar la moneda
en Alemania después del fenomenal embrollo inflacio-
nario ya descrito de los años veinte del pasado siglo XX
(inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial),
fue, como ya le mencionaba: Hjalmar Schacht.86

Una vez resuelto ese fenomenal conflicto inflacionario,


y ya bien entrados en la siguiente década —los años
treinta—, estando Alemania bajo la “dirección política”
de Adolfo Hitler, ¿considera usted que un economista de
su talla, no se dio perfecta cuenta que el monumental
rearme ordenado por Hitler, repercutiría en un rebote
inflacionario, al producirse el temido desfasamiento en-
tre circulante y bienes, al dedicarse un anormal esfuerzo
financiero y humano a la producción de armas, en vez de
orientarlo hacia la gran cantidad de cosas que la comuni-
dad consumía? Por supuesto que lo supo, e incluso cada

86
  Hjalmar Schacht (1877-1970), muchos le reprochan el haber sido ministro
de Economía bajo el régimen nazi de1934 a 1937, aunque en opinión del autor,
este economista fue también de alguna forma influenciado —anímicamente ha-
blando— por los errores y perspectiva revanchista de los tratados de Versalles,
Trianon y otros firmados en Francia después de la Primera Guerra Mundial, los
cuales llevaban implícita una concepción sociológica que debe quedar superada
—como veremos enseguida—, prueba de ello, que sembraron la semilla que des-
embocó, como bien señalaron muchos analistas en su momento, en la Segunda
Guerra Mundial. Cabe mencionar en su defensa —aparte de que el análisis
aquí expuesto, sólo es relativo a su desempeño como economista— que nunca
se afilió de forma voluntaria al partido nazi, (aunque lo nombraron “miembro
honorario”, tratando de hacerlo más de su lado) y este personaje estuvo en total
desacuerdo con la política antisemita, y sobre todo, con el monumental gasto
del rearme bélico, factor que derivó en su destitución en 1937. Aunque, por
conveniencia del régimen y su gran capacidad, lo mantuvieron como asesor
tanto en Economía como en el Reichsbank hasta 1943. Fue acusado por los
nazis de haber estado involucrado en el atentado a Hitler en 1944, por lo que
lo mantuvieron en un campo de concentración hasta el final de la guerra.

109
Juan Manuel Ochoa Torres

vez que pudo, se lo expresó —en privado— al patético


personaje descrito.

Ahora bien, y sólo para poner de relieve la subordina-


ción del aspecto económico al político… ¿Pudo en la
práctica este destacado economista haber modificado
en un solo milímetro la determinación obsesiva que ya
tenía preestablecida ese tan nefasto dictador? Dudo que
ni siquiera hubiera podido haber hecho pública la más
leve observación.

Entre tantos casos similares que exponen dicha subordina-


ción económica a la conducción política en turno, le comen-
to sólo uno más: otro de los más destacados economistas
y conocedores del tema monetario, fue nada menos que
Milton Friedman, quien tuvo la oportunidad privilegiada
de haber asesorado a varios presidentes de Estados Unidos.

Ahora bien, le voy a elaborar una importante pregunta


a usted, estimado lector, que ahora mismo se dispone a
darle vuelta a la página: tomando en cuenta que uno de
los presidentes que tuvo oportunidad de asesorar fue nada
menos que Richard Nixon… ¿Considera que este experto
en materia económica no se dio perfecta cuenta que, por
decir, la guerra de Vietnam —independientemente de su
validez moral o falta de ella— estaba consumiendo una
enormidad de recursos financieros y humanos, lo que
sin duda alteraba el crucial balance entre “circulante” y
“bienes” citado, y ponía en serio riesgo el buen desem-
peño económico de su país?87

87
No es casual el hecho que, justamente a principios de los años setenta —en
plena guerra de Vietnam—, fue el inicio de una ya después crónica balanza
comercial negativa de EU, misma que derivó en su creciente y entendible
endeudamiento, dado que, una anormal cantidad de recursos humanos y fi-
nancieros fueron empleados en un inusitado esfuerzo bélico, mismo segmento
que fue disminuido de la normal productividad de bienes y servicios. https://
es.actualitix.com/pais/usa/estados-unidos-balanza-comercial-dolares.php

110
Dinero y bienestar

Ni por un segundo tampoco dude que lo supo a la per-


fección, pero este notable economista quedó sujeto a una
determinada dirección geopolítica, fuese acertada o no.

Y ya que tocamos el tema, y como un comentario muy al


margen sobre la validez moral de dicha guerra —ya que
muchos asegurarán que estábamos en plena guerra fría,
y “había que frenar el avance comunista a como diera
lugar”— le comento que a mi parecer, a menudo los seres
humanos seguimos rutas complicadas y a veces hasta in-
morales, sin antes haber agotado hasta el extremo nuestra
capacidad de diálogo y haber empleado de forma sabia,
constructiva y correcta la capacidad transformadora de
la verdadera dialéctica.88

Arriesgándome aún más a que considere que el autor está


fuera de sus cabales, le compartiré una anécdota que me
tocó vivir, ya que estimo que viene al caso…

Cuando tuve oportunidad de escribir mi primer libro,89


mantuve la siguiente conversación con uno de los direc-
tivos de la editorial90 que lo publicó:

88
  Una de las acepciones de esta importante ciencia es el buen uso de la ar-
gumentación, tratando de mejorar la evolución social y desarrollo humano
valiéndose del aporte de las ideas o fuerzas contrarias; aunque, para su mejor
desempeño, se hace necesaria la adopción de una postura filosófica y huma-
nista más acorde a la realidad, como pretenderé describirle en algunas de las
siguientes páginas.
89
El Sistema que sigue —¿comunismo o capitalismo?—, Editorial EDAMEX (1984)
ISBN 968-409-030-7.
90
Lic. José Manuel Colmenares Grünberger (subdirector) quien desempeñó
un papel muy destacado e invaluable en la Editorial EDAMEX. No piense el
lector que el autor estaba fuera de sus cabales (o tal vez, necesito acudir a un
centro de verificación cerebral) sólo me sentía hasta cierto punto involucrado
en ese proceso ideológico, ya que, en mi remota juventud, le concedí viabilidad
a la postura “socialista”, situación que se modificó al analizar más a fondo el
tema (tanto en la teoría como en su aplicación práctica), lo que me hizo sentir
empatía por quienes veían eso como una alternativa viable, y consideré que
la solución no era matarlos, sino sólo hacerles ver lo que en realidad significa
para la ciudadanía un sistema así.

111
Juan Manuel Ochoa Torres

—Tocayo —así le decía a tal ejecutivo— permíteme que


vaya, como si fuera un vendedor o colaborador de tu
empresa a promover este libro a Centroamérica, ya que
la “revolución” cubana (principios de los años ochenta)
acaba de ser trasplantada a Nicaragua, y están amena-
zando con extenderla a toda el área centroamericana…

—Claro —me contesta— ojalá todos nuestros autores hi-


cieran lo mismo con sus obras, pero… ¿Por qué haces eso?

—La solución ahí —le insistí— no es matarlos, como pre-


tenden hacer algunos, involucrando incluso a los “con-
tras”, sino exponerles la verdad en el aspecto económico,
sociológico y filosófico, las tesis marxistas ni de lejos son
la solución, los van a perjudicar mucho más de lo que
están ahora… y para colmo, perderán su libertad.91

—Acuérdate Juan Manuel —me contesta— que es proba-


ble que el mundo se vaya justo en esa dirección.

—Ese sistema está tan mal estructurado en todos senti-


dos —le seguí diciendo— que se va a desfondar desde
adentro, yo sé lo que te digo, los únicos que todavía creen
en eso, son los que no lo han vivido, como nos sucede en
Latinoamérica.

Tuve oportunidad de distribuir el libro en toda el área


referida,92 y afortunadamente continué publicando libros
en esa editorial, y no habían transcurrido ni diez años de
la conversación citada, cuando tanto Rusia como China

91
Me permito citarle otra frase de Milton Friedman relativa al tema libertad:
“Una sociedad que priorice la igualdad por sobre la libertad no obtendrá ninguna de
las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad por sobre la igualdad obtendrá
un alto grado de ambas”.
92
Excepto —como comprenderá— en Nicaragua, ya que como sucede en estos
casos, sólo su verdad es la única que prevalece, las otras, no son sino meros
complots imperialistas.

112
Dinero y bienestar

rectificaron el rumbo, y meses después me llama este


mismo ejecutivo por teléfono, cuando ya su servidor casi
ni recordaba lo que en su momento hablamos…

—He estado recordando tocayo lo que una vez me co-


mentaste —me dijo— cambió por completo el panorama
de la guerra fría…

¿Por qué he atormentado aún más al lector refiriéndole


esta anécdota? Ahora que le he citado el caso de la gue-
rra de Vietnam, me hizo reflexionar… ¿Cuántas veces
nos habrá sucedido en la historia, que hemos sentido la
“imperiosa necesidad” de imponer por la fuerza nuestras
particulares verdades, provocando infinidad de muertes y
gastando cataratas de recursos que nos estaban haciendo
falta en otras necesidades básicas?

Considero que algo de lo que hemos carecido —y nos


sigue haciendo falta— es que, más que buscar “vencer”,
debemos pretender “convencer” —o, en su caso, que los
otros nos persuadan— sobre determinado punto de vista.93

Antes que considere que el autor perdió de nuevo la brú-


jula y se nos fue en otra dirección, dado que nos estaba
hablando de la supeditación del aspecto económico al
político,94 y además, considerando que el lector me hizo
93
Hay un sabio refrán anglosajón que dice: “El que trae un martillo en la
mano, todos los problemas le parecerán clavos”. Y le añado: lo peor no es tanto
eso, sino que a menudo olvidamos que antes de portar martillos, fuimos dotados
de boca para expresar nuestros argumentos, y oídos para escuchar los de nuestros
semejantes, y más aún, de cerebro para escoger la mejor opción. El martillo,
mi estimado y paciente lector, no es sino un elemento artificioso apropiado
para un limitado grupo de actividades, y no adecuado para el trato entre seres
que nos autodenominamos racionales. Es cierto que hubo guerras —muy la-
mentablemente lo reconozco— casi inevitables y como una mera respuesta a
una agresión (como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, aunque sin dejar
de evaluar los hechos que incidieron en ella como fue expuesto), pero, las de
Vietnam, Irak y muchas otras, fueron sólo producto de la irracionalidad y
limitación sociológica que nos ha caracterizado desde siempre.
94
Cabe mencionar que ha sido precisamente por eso, para evitar la dependencia
económica al aspecto político, que ha tratado de minimizarse eso en muchos...

113
Juan Manuel Ochoa Torres

prometerle ante notario público que no iba a requerir de


las poco más de 1 440 densas páginas de El Capital para
plantearle mi punto de vista, por tanto despreocúpese, no
le describiré la multitud de casos donde queda palpable
que, todo responsable —en sus diferentes niveles y épo-
cas— de la cuestión económica, quedó siempre sujeto a
una —buena o mala— conducción política. Pero veamos
ahora a otro tipo de interferencia no menos dañina:

b) Conveniencias engañosas. ¿Será posible que el interés


de cierto político no sea coincidente con el interés comu-
nitario? En el fondo —como veremos enseguida— todo
interés humano sobre el planeta está irremisiblemente
asociado al del resto, mas le pido analicemos estos cu-
riosos aspectos.

El problema surge, como también veremos, a partir del


momento en que alguien interpreta mal o no percibe a
cabalidad el proceso de interrelación social —cosa suma-
mente común—, y por tanto, discurre pasarse de listo,
pero, con tal proceder, no sólo perjudicará a los demás,
sino el daño que genere, se le regresará a sí mismo.

¡Caramba! ¿Cómo podría darse eso? Creo que ya vino


otra vez este enfadoso autor con sus rollos… ¿Qué está
pretendiendo decirnos? Se lo puedo plantear mejor con
una anécdota que me tocó vivir, si le parece.

No hace muchos años, alguien tuvo la atención —o la


desgracia, confío no vaya a decir algún lector— de invi-
tarme a un Foro de Productividad Agropecuaria, tema
que me interesa sobremanera, motivo por el cual acepté
de inmediato…

...países, precisamente otorgándole autonomía al manejo del Banco Central, no


obstante, ya en la práctica, no puede evitarse del todo una cierta interferencia
del elemento político sobre la cuestión económica, sobre todo en aquellos países
con una institucionalidad más frágil.

114
Dinero y bienestar

Antes de comenzar el evento, al que asistieron algunos


legisladores, diversos especialistas en la materia, funcio-
narios y exfuncionarios de la cuestión agraria; entonces,
como una de las primeras acciones, acudí con uno de los
organizadores y le pregunté:

—¿Puedo hablar sin cortapisa alguna?

—Claro —me dice convencido—, para eso te invitamos.

Una vez que estuve escuchando con mucha atención las


otras interesantes palabras que, en su mayoría, más bien
destacaban la “gran importancia” del tema, pronto me
llegó el momento de subir al pódium.

—Señores —manifesté—, la productividad relativa95 más


reducida que en algunos renglones tenemos, como es
el caso del maíz, no sólo nos hace más vulnerables y
dependientes del exterior, sino produce una innecesaria
fuga de divisas y hasta ciertos problemas de salud, y qué
creen, la culpa no es de la población, sino nuestra, les
explicaré por qué lo considero así…

—Estamos cometiendo —proseguí— un error grave con


el otorgamiento de subsidios al campo; siento que si bien
es indispensable seguir apoyando a nuestros compañeros
campesinos, e incluso de una forma aún mayor, no es con-
veniente hacerlo así, ya que, actualmente otorgamos dichos
apoyos de forma generalizada, sin asociarlos con los niveles
de productividad que cada uno de ellos obtenga.

—Me referiré concretamente —continué mientras obser-


vaba la mirada sorprendida de algunos— al caso del maíz,
tenemos una productividad promedio cercana a las 2.9
toneladas por hectárea, mientras que nuestros vecinos del
norte, con quienes más comerciamos ese producto, casi
95
Glosario: La “productividad relativa” es aquella que está asociada o interre-
lacionada con la de otros países, principalmente con quienes comerciamos.

115
Juan Manuel Ochoa Torres

la triplican, con alrededor de 9 toneladas por hectárea, y


cosa curiosa, por eso, muchos de nuestros propios cam-
pesinos se quejan de que “del extranjero” vienen con un
precio mucho más reducido que el nuestro, a pesar que
cuentan ellos con una mano de obra más cara, y lo peor
es que, los líderes de nuestros compañeros campesinos
para nada les explican la verdadera causa de tal contraste:

El origen de ese precio más competitivo, se debe a que la


productividad de nuestros vecinos es mucho más eleva-
da, cosa que les permite comercializarlo en el mercado
internacional a precios más accesibles. Pero, ¿por qué la
productividad allá es más alta, si incluso las condiciones
climáticas aquí son mucho mejores, e insisto, el precio
de la mano de obra es más reducido?

—Es cierto que en parte influye —les seguí diciendo— que


el minifundio es significativamente menos productivo, y
sobre todo para ese tipo de cultivo, que tiene una inciden-
cia menor de mano de obra que la hortaliza, pero, uno
de los principales culpables de tal fenómeno, es la forma
generalizada y politizada en el otorgamiento de subsidios.

—Es imprescindible apoyar —recalqué— incluso aún


más a los campesinos y agricultores, pero condicionando
dicho subsidio a cierta productividad mínima, aunque
creciente, dependiendo de su esfuerzo, partiendo de un
mínimo de 5 toneladas por hectárea, de otra forma, no
sólo los dañamos a ellos sino al país completo.

—Voy a recurrir a un ejemplo96 señores —continué—,


imagínense que el dueño de un negocio,97 como quiere
aparentar ser muy magnánimo ante su personal, decide
96
Aclaración ociosa: este infausto autor tiene la costumbrita (por si no lo ha
notado) de incluir ejemplos en sus barbaridades. Sólo confío que el desgaste
ocular derivado del exceso de lectura por tal motivo, no derive en una demanda
judicial por parte de algún lector molesto.
97
Nótese que ya no recurrí a don “Juan Pérez”, en virtud que todos aquellos
que lleven tal nombre, seguramente ya me andan buscando para apedrearme,
por haberlos mencionado en un tan irrespetuoso libro.

116
Dinero y bienestar

que les pagará el sueldo a sus colaboradores, sin importar


si van o no a laborar, ¿qué se imaginan que comenzará a
suceder? Exacto. Ese negocio cada vez empezará a estar
más carente de personal, incrementándose la cantidad de
clientes quejosos, bueno, mientras quiebre esa negocia-
ción por completo… ¿No les parece? Pues les tengo una
mala noticia, el país, no es más que una simple suma de
todos, y si las individualidades son improductivas, sólo
habrá que sumarlas todas y así de simple será el resultado.

—Tenemos que buscar la forma —proseguí— de otorgarlos


mediante un sistema ágil —incluso con un poco más de
recursos que ahora— pero sólo a los productores esforzados
y eficientes. Observen por favor lo que ocasionamos en la
práctica: conozco muchos conserjes, albañiles, pintores y
otros que están desempeñando otras actividades en las ciu-
dades, pero qué creen, esos que se dedican a otras labores,
cuentan con una, dos o tres hectáreas en zonas rurales,
cuyo principal propósito es seguir recibiendo subsidio del
programa de apoyo, sin preocuparles en lo más mínimo
si están obteniendo unas míseras y lastimosas cosechas, y
quizá la culpa no sea de ellos, sino nuestra…

—Si consiguiéramos —les seguí diciendo— elevar la pro-


ductividad promedio por hectárea a cinco toneladas o
más,98 hagan cuentas, no sólo no necesitamos importar
maíz, sino podríamos exportar excedentes…

98
El autor tuvo oportunidad por años de llevar la contabilidad en un rancho de
riego, donde se obtuvo en ocasiones una productividad (en maíz) hasta de un
25 por ciento superior al promedio de nuestros vecinos del Norte. Pero eso sí,
cuidábamos de forma minuciosa la proporción y el contenido de nutrientes del
suelo, PH, riego oportuno, atención inmediata a todo tipo de eventuales plagas,
empleo de semilla de calidad y otras cosas. No piense el lector que la relación de
la superficie agrícola en México y EU de “riego y temporal”, es muy divergente,
en ambos países hay una proporción cercana a una de riego por cada cuatro de
temporal. Fuente: En México: INEGI; Encuesta Nacional agropecuaria 2014;
en EEUU: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_irrigated_land_area y
https://en.wikipedia.org/wiki/Land_use_statistics_by_country

117
Juan Manuel Ochoa Torres

—El actual sistema —añadí— de otorgamiento generaliza-


do de subsidios, no sólo afecta gravemente al país en lo
económico, sino influye hasta en la salud. El maíz blanco
criollo, el nuestro, tiene un contenido menor de carbo-
hidratos y es más apropiado para el consumo humano.
El maíz amarillo genéticamente modificado es preferido
en el extranjero —por sus componentes específicos—, y
precisamente por eso, debido a su mayor potencial para
engordar al ganado. Cabe resaltar que también por eso,
los industriales foráneos —al procesarlo—, obtienen una
cantidad superior de fructosa,99 razón por la cual, los
fabricantes de alimentos y bebidas azucaradas locales
y del exterior, casi siempre prefieren la fructosa a la
sacarosa, ya que tiene un mayor potencial endulzante, a
pesar que bien sepan que hace mucho más daño, e influye
de manera determinante en la genealogía de multitud de
enfermedades crónico-degenerativas,100 pero qué creen,
les genera más utilidad.

Una vez que concluí mi participación, se abrió de inme-


diato un espacio de preguntas y respuestas, mismo en el
que, confieso, pensé recibir una abrumadora cantidad
de objeciones. Pero sorpréndase, todos los presentes es-
tuvieron de acuerdo.
99
La fructosa, a pesar de su “dulce” nombre (jarabe de maíz de alta fructosa
o JMAF), influye en su forma refinada muy negativamente en una larga serie
de padecimientos crónico-degenerativos como son, entre otros, la diabetes,
hipertensión arterial, cardiopatías, problemas renales, digestivos y oculares. Se
le añade a muchas de las bebidas gaseosas e infinidad de productos procesados
dulces. Puede conocer mucho más sobre el tema en otro de los nefastos libros
del autor: El futuro Chatarra del Dr. Gustavo Cruz Santiago y Juan Manuel Ochoa
Torres. Editorial SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA,
A.C., es posible descargarlo de la pág.: www.juanmanuelochoat.blogspot.com
La sacarosa (azúcar común) es perjudicial para la salud, la fructosa es peor.
100
Si desea saber la razón por la cual las enfermedades crónico-degenerativas
derivadas de una mala alimentación, se han convertido en el problema de salud
número uno del planeta —y sus efectos—, le invito a que descargue el libro
antes citado: El futuro chatarra del Dr. Gustavo Cruz Santiago y Juan Manuel
Ochoa Torres, de la editorial de la SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA
Y ESTADÍSTICA, A.C., de la página ya descrita.

118
Dinero y bienestar

Sólo confío ahora, que no me vaya a preguntar usted si se


hizo algo al respecto, ya que le fallaré de forma rotunda,
porque no se hizo absolutamente nada en ese sentido.101

Y otro favor adicional: no me vaya a preguntar la razón, ya


que tendría que responderle: estimo —desde mi particular
óptica— que se consideró por alguien como “políticamen-
te inviable”, o sea, no convenía modificar tal esquema,
así de sencillo.102 Se perdería clientelismo político.

Justo a eso me refiero cuando considero que una inde-


bida y mal enfocada conveniencia política personal, no
es sino una mera interferencia en el proceso económico.
Imagínese por un segundo que el encargado del aspecto
económico, le plantease a su líder político la necesidad
de condicionar el otorgamiento de apoyo al renglón agrí-
cola y forestal —aunque fuera incrementándolo—, pero,
dependiendo de la productividad que cada uno logre.

Si se condicionase por decir, en el aspecto forestal, el


apoyo dependiendo del número de árboles sobrevivientes
por predio… ¿Podría aceptarlo un líder, si quizá, ganó la
elección debido a la gran cantidad de dádivas que ofreció
a fin de ganar la elección? ¿Consideraría usted por tanto
que éste sería un caso de “interferencia” política desa-
fortunada en el proceso económico que busca generar
bienestar generalizado?

101
De ninguna manera pretendo señalar como responsables a los organizado-
res de tal evento, ellos actuaron de manera profesional y con excelente buena
voluntad, y seguramente la decisión política (o falta de ella) se tomó en otro
sitio, aunque, desde mi particular punto de vista, quizá sólo se diluyó en el a
menudo complejo engranaje burocrático.
102
Todo político de corte populista, será mucho más vulnerable a no modificar
un esquema como el descrito, ya que ellos estarán aún más inclinados a ser
considerados como seres extraordinarios e increíblemente generosos, aunque
en la práctica, bien sepan (espero) que dañan más de lo que benefician.

119
Juan Manuel Ochoa Torres

Cambiemos de escenario, y vayamos ahora, aunque de


forma imaginaria al caso del presidente de una nación
desarrollada —donde también se dan estos casos, aunque
en menor medida—, cuyo líder hubiera realizado su cam-
paña sobre postulados un tanto inexactos o incompletos.

Aprovechando que estamos haciendo un mero ejercicio


mental ficticio, vamos a imaginarnos que, en la mismí-
sima oficina del jefe máximo de esa nación, de pronto,
uno de los más importantes asesores externos, tiene la
osadía de hacerle ver a su presidente, que la elevada mi-
gración ilegal que ese país recibe, no es sino una mera y
simple consecuencia de otro problema, cuya genealogía
esa administración ha soslayado de manera deliberada.

Y dicho consejero, en un gesto de gran temeridad po-


lítica —sabedor que lo que diga a tal personaje no le
agradará en lo más mínimo, lo que quizá lo hará perder
su cargo de asesor—, le hace ver, aunque con toda la cor-
tesía que puede, que su postura migratoria es incorrecta,
ya que ese fenómeno no es sino un simple efecto de esa
cuestión demográfica que él ha decidido no tocar.

Le sigue diciendo éste tan atrevido e imaginario consejero,


que en la mayoría del mundo subdesarrollado, la tasa
de crecimiento poblacional es aún un poco más elevada de
lo normal, y que, en consecuencia, en muchos de esos
países, el período de duplicación poblacional se realiza
en períodos que van de los 25 a los 45 años, espacio de
tiempo demasiado corto que no les permite poder doblar
toda la infraestructura necesaria en renglones clave como
sería educación, empleo, agua potable, drenaje, vivienda,
policía, transmisión de valores e infinidad de aspectos
más, ni tampoco abatir los déficits acumulados a lo largo
de las décadas o reponer parte de ella que ya sobrepasó
su vida útil, hecho que, a su vez generará, de forma un
tanto imperceptible, lo siguiente:*

* Si cualquiera de los lectores desea ser atormentado aún más por este tan
irreverente libro, recomiendo la lectura del apéndice.

120
Dinero y bienestar

—Observe usted señor presidente cómo —le dice de la


forma más respetuosa que puede—, al enfrentarse tales
naciones a una amplia gama de necesidades insatisfe-
chas —que además se interrelacionarán perniciosamente
dichas carencias entre sí—, no sólo produce deficiencias
graves, sino influye en crecimiento de violencia, genera
descontento social hacia el gobierno en turno, ahu-
yenta la inversión que tanto requieren, y para colmo,
repercute sobre nosotros también, ¿por qué? Un cierto
porcentaje de su población, como sería lógico suponer,
buscará emigrar.

—Y le recuerdo señor —prosigue— una cierta cantidad de


inmigrantes legales podrían ayudarnos en muchas labores
productivas clave, aunque, usted lo sabe, si ese flujo es
ilegal y sobrepasa determinados límites, y para colmo,
se trata de personas sin la debida formación educativa y
cívica, coincido que eso generará problemas.

En este tan imaginario y casi impensable escenario,


seguramente el líder político de ese país desarrollado,
es probable que no haya tenido nunca ni la más remota
idea del enfoque diferente que le está planteando ahora
ese asesor externo suyo, no obstante, en parte está re-
conociendo en su interior, que jamás tuvo la curiosidad
suficiente para investigar sobre el tema, dado que estaba
ocupado en sus negocios personales.

Y, por más que de forma interna y parcialmente acepte


lo que se le acaba de plantear, también reconsidera un
poco su postura anterior sobre el tema, y comprende
mejor que, el hecho de haber interpretado multitud de
carencias de países subdesarrollados como mera inefi-
ciencia gubernamental, en efecto, podrían haber estado
influidos ellos en gran medida por lo que acaba de escu-
char. Calladamente reconoce que en efecto, la migración
podría ser sólo una —entre otras— de las consecuencias

121
Juan Manuel Ochoa Torres

de eso, aunque el tema no deja de incomodarlo, ya que la


perspectiva que mantuvo durante toda su vida, no puede
ser modificada de golpe.

Pero lo que de plano no esperaba ese importante político,


es que ese tan atrevido consultor externo aún no termina.
Sigue diciéndole de la forma más cortés que puede, que
en virtud que esa animadversión a la migración que ha
planteado ante la ciudadanía, está mal enfocada, y que,
si acepta que ella no es sino una más de las manifestacio-
nes externas o efectos negativos del desfase sociodemo-
gráfico referido, debe considerar muy bien que, desde
que inició su mandato, canceló todo tipo de programa
informativo en tal sentido en los países en vías de de-
sarrollo, hecho que hubiera coadyuvado a eso que ahora
su país padece, cosa que en cierto momento —enfatiza—,
la ciudadanía se dará cuenta, lo que le afectará a él en lo
personal de forma muy negativa.

Semejante planteamiento cada vez le desagrada más al


señor presidente, aunque decide de momento no ex-
pulsarlo de su despacho, en cierta forma para ver hasta
dónde llega su atrevimiento.

Por tanto, intuyendo ese consejero que su labor de aseso-


ría terminará pronto, y dado que él en su fuero interno
sabe que debe decir las cosas por su nombre y siguiendo
su propia convicción, aprovecha ese breve espacio de
tiempo y prosigue:

—Si efectivamente construye un muro —sigue diciendo ante


la mirada atónita de su jefe—, eso no sólo se convertirá en
un costosísimo, antiecológico e inservible monumento a la
irracionalidad, sino algo peor, en su momento, la mayoría
del pueblo se dará cuenta que los problemas sólo se resuel-
ven cuando se atienden las causas que los originan, y no
sólo cuando se le da atención a los efectos que producen…

122
Dinero y bienestar

—Por lo tanto —prosigue— lo más sensato en lo relativo


a la migración, sería propiciar la difusión de mensajes
claros, entendibles y perfectamente fundamentados que
hagan ver en todo el mundo y los propios países subde-
sarrollados, los alcances y enorme repercusión socioeco-
nómica real que un perfil demográfico más equilibrado y
manejable tendría sobre ellos mismos y el entorno global.

—La población mundial, señor presidente —añade— es


capaz de reaccionar de forma adecuada, pero a condi-
ción que esté debidamente informada, y, si nosotros no
ayudamos en tal sentido, sólo le seguimos el juego a los
grupos ultraconservadores que se oponen a ello, por la
simple razón que no se han tomado la molestia de analizar
a fondo el tema, y le aseguro, las consecuencias serán
nefastas para todos…

—Algo muy similar —diplomáticamente agrega mientras


se le permite hablar— sucederá con las drogas, la sola idea
de resolver ese gravísimo problema con muros, es hasta
ridícula, mire, si hiciéramos diez muros por los cuatro
costados, mientras continuase el consumo, le puedo ase-
gurar que las drogas se continuarán produciendo, quizá
desde dentro de nuestro propio territorio, aunque tal vez
de forma sintética.

—La única alternativa —sigue diciendo este insistente


aunque imaginario asesor— para acabar con ese terrible
problema, sería conveniente irnos al fondo del asunto y
la estrategia tiene que ser otra. No olvidemos —sostie-
ne— que nos enfrentamos a una adicción sumamente
grave y extendida en ciertos sectores de la comunidad,
pero, nuestro gran pueblo ha sido capaz de reaccionar y
salir triunfante en otros problemas peores, y estoy con-
vencido que saldrá victorioso también en esto, siempre
y cuando, eso sí, nos enfoquemos al verdadero origen
del problema, y no sólo a sus manifestaciones externas:

123
Juan Manuel Ochoa Torres

producción y tráfico, sino más bien, al consumo, y a las


causas sicosociales que actúan sobre él.

Cuando estaba el presidente de este tan ficticio escenario


a punto de solicitar el apoyo del personal de seguridad
para sacarlo del recinto, éste nada sutil consejero apro-
vecha sus últimos momentos ahí y prosigue:

—Sólo podríamos triunfar en esto señor presidente,


hablándole a nuestra gente no tanto con soluciones
simplistas o aparentemente fáciles de realizar, por más
que sean redituables desde un punto de vista electoral,
créame, nuestra comunidad es perfectamente capaz de
reaccionar de manera extraordinaria, si se le habla con
la verdad, exponiéndole de manera clara los riesgos a
que nos enfrentamos y sus terribles consecuencias. Eso
podría acabar con el consumo, que es el verdadero pro-
blema de fondo.

—Por ello —continúa—, sugiero mejorar mucho más la


estrategia y apoyarnos en medios, escuelas, padres de
familia, organizaciones de toda índole, expertos y además,
hacer ver la importancia de retomar los valores que hi-
cieron grande a nuestra nación, lo demás, son paliativos
que sólo nos harán perder más tiempo valioso. El pueblo,
mi estimado señor, es capaz de reaccionar de una forma
que usted no se imagina, y al contrario, si se dan cuenta
después, como creo que sucederá, del mal manejo que
se hizo en su momento del asunto, tendrá resultados
políticos adversos.

Cuando este osado asesor observa que su ahora exjefe


oprime un botón para ordenar que lo acompañen a la
puerta principal, decide salirse por sí mismo. Momentos
después, en éste tan imaginario escenario, un hipotético
líder así, no podría evitar reflexionar en su sillón:

124
Dinero y bienestar

—¿Qué tal que tuviera cierta razón este tipo? —Se diría
muy pensativo— Pero, toda mi campaña, estrategia y
proyecto político se fue en otra dirección... ¿Valdría la
pena modificarla? Aunque en tal caso… ¿Qué pensaría el
sector que aún me apoya? Y luego… ¿Cómo reaccionarían
los grupos ultraconservadores que me siguieron, si les
dijera ahora que debemos volver a impulsar las campañas
de estabilización poblacional para beneficio de todo el
planeta, y que el calentamiento global sí es una realidad?

Aunque —medita también—, quizás otros aciertos que


pudiera tener, como la modificación tributaria, podrían
incrementar la productividad y el empleo, lo que mini-
mizaría otras cosas… En fin, creo que necesito dialogarlo
con mis asesores personales, ellos sí son listos y están de
acuerdo conmigo en todo, no como este tipo que acaba
de salir.

¿Considera posible estimado lector, que se diera un tan


disparatado escenario como el descrito? Y en caso de
ser factible tal situación, ya que estamos dejando volar
la imaginación… ¿Podría rectificar su estrategia un líder
como ése? Difícilmente, ya que, simplemente, no sería
conveniente desde una limitada perspectiva política.

Ahora bien, ya sólo para efectos de análisis de unas even-


tuales “interferencias”, derivadas a su vez de supuestas
conveniencias o hasta errores personales… ¿influirían
ellas —de darse—, de forma negativa en un determinado
rumbo económico? Considero que la respuesta es obvia.
¿No le parece?

Pero dejemos de imaginarnos cosas, y volvamos a este


terrenal mundo, antes que uno de los ya tan atormen-
tados lectores vaya a solicitar el ingreso del autor en un
centro siquiátrico.

125
Juan Manuel Ochoa Torres

Por ello, ya en el campo de la realidad, podríamos tener


otra duda más: ¿Este tipo de “interferencias” podrían para
colmo asociarse con otro elemento sociológico? Le pido
juzgue por sí mismo:

c) Desinformación. Por si fuera poco lo anteriormente


dicho, el elemento que a continuación describiré, afecta
también de manera muy especial todo buen desempeño
económico.

¿Si un sociólogo o supuesto filósofo cuenta con una pers-


pectiva falsa, podría influir en el terreno económico, toda
vez que eso repercutiría en la forma de actuar de algunos?

Antes de irme un poco más al fondo del asunto, le pido


una breve pausa para plantearle algo a manera de ante-
cedente sobre lo que le diré enseguida:

Quizá le parezca increíble, pero existe una cierta canti-


dad de líderes que, todavía en la actualidad, creen a pie
juntillas —si bien no lo reconozcan de forma abierta—,
en la validez, con ciertas variantes, de los ocurrentes
postulados de aquel señor Marx ya descrito del siglo XIX.

Ése ya referido don Carlos, a pesar de haberse considera-


do a él mismo y por otros como un destacado economista,
sociólogo y filósofo, desde mi modesto punto de vista,
simplemente estaba un tanto fuera de la realidad. ¡Vál-
game Dios! Para colmo irrespetuoso este funesto autor,
¿no? Le describo por qué lo considero así…

Primero, desde una perspectiva meramente económica,


este inquieto caballero dio a entender que, toda vez que
un ciudadano buscase su propio interés, eso no era sino
producto de un proceder incorrecto, originado por un
sentimiento “egoísta”, y como consecuencia de un arti-
ficioso sistema creado para la explotación de unos seres

126
Dinero y bienestar

humanos por otros. Lamento de verdad no haber sido


contemporáneo suyo, ya que considero haber estado en
posibilidades de demostrarle que la realidad no es como
la ha planteado.

Como ya le refería, en una forma increíblemente sabia,


la Naturaleza, a todos los procesos que consideró vitales,
incluso no sólo dentro de la actuación humana, sino en el
ámbito del mundo animado que nos rodea, fueron dota-
dos, de forma deliberada, con cierta clase de “estímulo”
primario (el propio interés) para que, quien lo siguiese,
generase —sin siquiera dase cuenta— de forma invisible
y automática, otro objetivo secundario, que casi siempre
es el realmente importante.

Eso lo veremos en todo estimado lector, dado que, como


ya le refería, se aprecia no sólo en el aspecto económico
y humano, como le comentaba en algunos capítulos an-
teriores, sino hasta en la propia Naturaleza:

¿Qué se imagina que induce a crecer a un árbol hacia


arriba? Que nos disculpe el travieso de don Carlos, pero,
lo que lo impulsa a irse hacia arriba, es un “egoísta” y
primario interés de él mismo103 de poder captar más ener-
gía solar, para desarrollar mejor la labor de fotosíntesis,

103
Aclaración pertinente aunque necesaria: no faltarán quienes nos digan que
los componentes de un árbol y todas sus minúsculas partes “no piensan” ni
deciden, puesto que no cuentan con cerebro, y aunque en sentido estricto tie-
nen razón, considero que en infinidad de aspectos del mundo animado que nos
rodea, sus células tienen alguna forma aún no conocida a plenitud de poder ir
“decidiendo” sobre ciertas cosas. Si lo duda, le invito a que realice el siguiente
experimento: plante un árbol pequeño demasiado cerca de otro grande, ¿sabe
cómo “decidirá” desarrollarse el chico? Crecerá por completo de lado y torcido,
tratando de evitar la “sombra” del mayor, y desplazando su crecimiento hacia
el área de más luminosidad solar, aunque por ello, su tronco quedará muy
inclinado y poco estable, incluso hasta con cierto riesgo de caer. Lo notable de
semejante proceder, es que algo en su interior lo hizo actuar así, y haberse ido
en pos de la energía solar. Pareciera en ocasiones que somos precisamente los
humanos quienes no aprovechamos bien el cerebro del que nos preciamos tanto.

127
Juan Manuel Ochoa Torres

para lo cual, extiende su tronco y ramas hacia arriba y


los costados para, de esa forma, lograr ése su “propósito
primario” (le pido observe cómo, si está entre otros de su
género, notará que crecerán aún más, pero principalmen-
te hacia arriba, dado que sienten como que están en cierta
competencia con los que están a su lado, y todos ellos
tendrán un fuste —tronco— más alargado) pero qué cree,
ése en apariencia “egoísta” interés del árbol, —mismo que
tanto le preocupaba a don Carlos— genera otro beneficio
secundario e invisible: desarrolla de forma adicional o
añadida multitud de objetivos consecuentes básicos, sin
los cuales, hasta la sobrevivencia humana y la ecología,
no podrían salir adelante como se debe.

¿Qué será lo que hace que las abejas estén tan atareadas
trabajando? ¿Seguirán una especie de misterioso protocolo
secreto o instructivo invisible que les señaló la importan-
cia de la polinización? Lamento decirle que no fue así,
actúan de esa forma porque van detrás de ese mismo
“egoísta” objetivo primario: su nutrición y el posterior
almacenaje de excedentes de una serie de azúcares vitales
para su sobrevivencia.

No obstante, con su actuación, sin siquiera darse cuenta,


consiguen algo mucho más importante y crucial para la
Naturaleza toda: realizan ese otro objetivo secundario
que es nada menos que la polinización. Así le podría citar
infinidad de casos similares.

¡Pero se olvida este tonto autor de la búsqueda de la igualdad


humana! —Seguro me dirán otros— por lo que le añado algo
que, a primera vista, le podría parecer ilógico: si buscamos
la igualdad como un objetivo primario, echamos a perder la
sopa. ¿Qué? ¿Cómo puede atreverse a decir semejante cosa?

Sin una cierta desigualdad en todo lo que nos rodea en


el Universo, ¿sabe que sucederá? No funcionaría absolu-
tamente nada, de ese tamaño son las cosas…

128
Dinero y bienestar

Le cito un ejemplo: cuando tomamos una ducha hoy por


la mañana, ¿sabe qué fue lo que hizo salir el agua por su
regadera? Había una especie de “desigualdad” entre la
presión del tinaco de la azotea de su casa con la de esa
pequeña pieza que le arrojó el agua sobre su cuerpo, de
haber trabajado en su vivienda algún genial plomero o
técnico “igualador”, como el vivaracho de don Carlos, se
hubiera quedado sin su proyectado baño, ya que, al girar
usted su llave, podrían haber caído sólo tres gotas… (mis-
mas que considero hubieran sido insuficientes, a menos
que usted fuera un extraordinario economizador de ese
vital líquido). ¿Pero por qué?, ése su también travieso
plomero “igualador” dejó las presiones iguales, y así, le
aseguro, el agua nunca correrá por la tubería.

Lo que hace caer la lluvia, no lo creerá, también es


producto de una larga serie de desigualdades: Primero,
diferenciales de calor y presiones, evaporaron el agua del
océano, otras disparidades físicas como el movimiento
del viento, rotación del planeta y otras, trajeron las nubes
hasta acá. Más tarde, otras de tipo eléctrico, presión y
temperatura se encargaron de hacer caer ese vital líquido
sobre ese lugar donde se encuentra.

Si hubiera igualdad absoluta en nuestra comunidad, tam-


bién se paraliza todo… ¿Sabe qué es lo que hace que ese
taxista conocido suyo de la esquina lo lleve a su destino?
Hay una invisible “desigualdad” no sólo en cuanto a sus
actividades, profesiones, capacidades, tiempo e infinidad
de cosas, sino también esa desigualdad se dará hasta en-
tre el contenido de la cartera de usted con la de él, cosa
que ese compañero taxista buscará subsanar en parte
mediante la prestación de un servicio.

Por un momento imagínese (ojalá que así suceda) que ese


eficiente conciudadano nuestro y amigo suyo ganase el
premio mayor de la lotería, y se convirtiera de golpe en un

129
Juan Manuel Ochoa Torres

personaje inmensamente rico. Al día siguiente de haber


cobrado su premio, ¿lo llevaría de nuevo a su destino?
Considero que no, dicha “desigualdad”, tal como esta-
ba, desapareció, aunque hora ya está en otro sentido, y
quizás ahora sería él —como ya lo conoce y usted fue su
cliente y amigo por años— quien le solicita su asesoría
en inversiones —valiéndose de esa misma aunque dife-
rente “desigualdad”—, y qué cree, podría usted aceptar
proporcionársela, valiéndose de ese mismo diferencial
actual entre los recursos, experiencia, conocimientos de
ese extaxista amigo suyo y usted. ¿Curioso, no?

¡Vean nada más lo que está diciendo este atolondrado


autor! ¿Entonces pretende usted que la igualdad no deba
buscarse? ¡Por supuesto que es imperativo perseguirla
siempre! Aunque por la vía correcta: buscando más bien
una sociedad con igualdad de oportunidades.

No obstante, eso sí, es imprescindible ver las cosas bajo


la óptica de la realidad: La pobreza no es una causa en
sí misma, sino un mero efecto o consecuencia de otras
cosas, entre ellas, falta de educación o capacitación,
inadecuada actitud a veces, incorrecta utilización de los
recursos disponibles —a menudo el propio tiempo—, falta
de planeación familiar en ocasiones, desfavorable entorno
económico y otros factores. Y deberán ser las causas reales
las que, sin duda alguna, debemos tratar de modificar con
el mayor de los empeños de que seamos capaces.

Ahora bien, no debemos sorprendernos cuando veamos a


muchos políticos —sobre todo los que podríamos catalo-
gar como populistas, de los cuales encontraremos más en
los países en proceso de desarrollo—, mismos que, casi
como regla, al tener una visión más limitada, atacarán
de manera incorrecta el efecto, dejando casi intactas las
causas que son las que en realidad le dan origen a graves
problemas socioeconómicos.

130
Dinero y bienestar

Ahora sí, mi paciente lector, pasemos al aspecto socioló-


gico o filosófico ya citado —mismo que estará irremisible-
mente interrelacionado en todo tipo de actuar humano—,
¿será verdad, como afirman algunos, que los intereses
humanos están de alguna forma contrapuestos, y se da
en realidad una especie de disociación, enfrentamiento
o “lucha de clases”? Desde el punto de vista del autor,
semejante postura sólo es producto de una percepción
por completo superficial, limitada y casi podríamos decir
un tanto infantil, aunque sin pretender culpar tampoco
a los autores que han sido víctimas de ella.

¿A qué me refiero? Ha habido infinidad de autores en el


aspecto sociológico, o incluso “filosófico” —de forma muy
trivial a mi parecer— que han dado por sentado que exis-
ten dos clases de intereses en todo tipo de interrelación
humana: los intereses “racionales” (que van paralelos,
como los de un padre y su hijo, o esposo-esposa) y, en
contrapartida, los “irracionales”, los cuales están de algu-
na manera enfrentados, son “contrarios” o contrapuestos
(como supuestamente serían los de un patrón y un obrero,
o los del ciudadano de una sociedad cualquiera con los
de otro país vecino o lejano) ¿Qué hay de cierto en esto?

En el fondo, todos los individuos y naciones del globo


estamos sujetos a intereses “racionales” —usando esa
misma terminología— y van perfecta y absolutamente
de la mano unos con otros, aunque, el significativo he-
cho de no haberlo percibido así, no quiere decir que no
haya operado desde siempre este mecanismo, lo único
que sucedió, fue que la superficialidad y limitación tan
grande en nuestro juicio —sociológico en este caso— nos
impidió visualizarlo de manera correcta y completa.

Ello generó a su vez, el que hayamos producido todo ese


fenomenal daño recíproco y autoinfligido que nos hemos
causado unos a otros, limitando extraordinariamente el

131
Juan Manuel Ochoa Torres

desarrollo universal y generalizado de forma brutal y ver-


gonzosa para el género humano. ¡Diantres! ¿Tendrá algo
de razón este despistado autor que tanto nos atormenta
con sus teorías?

Le añado algo más: esa tan reducida y pobre visión socio-


lógica y filosófica humana, hizo que ni siquiera nos diéra-
mos cuenta de algo sumamente grave: la mayor parte de
nuestros congéneres regresan a la tierra con su potencial
casi intacto y sin haberlo explotado, mayoritariamente
como consecuencia de éste en apariencia inofensivo
—aunque erróneo— enfoque sociológico y filosófico. No
me explayo más en el tema dado que el presente libro es
de naturaleza económica.104

Sin embargo, no puedo resistirme a plantearle tan sólo


tres ejemplos, donde creo que quedará un poco más claro
lo que pretendo decirle:

Asad siempre fue un ciudadano como tantos de un país


árabe, lamentablemente, debido a la muy negativa in-
fluencia de un grupo fanático y violento, creyó que era
casi su deber forrar su cuerpo de explosivos y hacerse
explotar en un concurrido centro comercial europeo.

Ese grupo le había convencido de algo que usted no cree-


rá: que tal acción no sólo le daría a Asad acceso inmediato
a un encantador lugar celestial, sino que además, con
ello castigaría de forma justa —le aseguraron— a quienes
debían ser considerados como “enemigos” de su propio
pueblo y creencias.

104
En otro de los libros del autor llamado Violencia o desarrollo, podrá apreciar
en una forma un poco más amplia a lo que me refiero. Tal libro lo puede des-
cargar de la misma página citada www.juanmanuelochoat.blogspot.com
Y, en su segunda parte, donde se alude el tema “sociología” podrá apreciar de
manera un poco más amplia a lo que ahora me refiero, incluyendo un mucho
mayor número de ejemplos que demuestran de manera fehaciente lo que afirmo.

132
Dinero y bienestar

Lamentablemente si bien Asad llevó a cabo su propósito,


las consecuencias reales de tal acción produjeron otros
muy diferentes efectos a lo que él pensó, mismos que
no eran para nada coincidentes con lo que le dijeron a
él con tanta seguridad.

Lejos de haber sólo perjudicado a un “enemigo” de su país,


el daño que ocasionó Asad, al haber disminuido en una
pequeña proporción la capacidad productiva europea,
ello a su vez redujo en otro leve porcentaje el potencial
de compra, empleo y turístico de dicha zona, lo cual
hizo —jamás se imaginó eso— que repercutiera de cierta
manera también sobre el mismísimo lugar de origen de
Asad, ya que redujo en el área dañada, aunque de ma-
nera invisible, los eventuales visitantes hacia su propio
lugar de origen, su capacidad de adquirir los productos
elaborados en su tierra natal y para colmo, la posibilidad
de recibir otros inmigrantes paisanos suyos, aparte de
muchos otros efectos que se le vinieron de regreso a su
país, amigos, familiares y descendientes.

En la dimensión donde ahora se encuentra Asad —aunque


ya nada puede hacer al respecto—, descubrió horrorizado
—pero demasiado tarde— otra realidad completamente
distinta: el Dios de su grupo, de cristianos, hebreos, hin-
dúes y absolutamente todos los habitantes del planeta
Tierra y del Universo, es exactamente el mismo, y aho-
ra acaba de darse cuenta, para su sorpresa, que ese Ser
Supremo jamás quiso la realización de semejantes actos.

También se acaba de enterar Asad que, en la dimensión que


dejó irremisiblemente atrás, no sólo efectivamente perjudi-
có a los europeos, segando tontamente la vida de personas
inocentes, algunos de los cuales hasta simpatía tenían por
la nación de Asad, sino lo peor fue, que el daño se le
regresará de muy diferentes maneras a todos los suyos.
Ahora que muy tardíamente se enteró de otra realidad,

133
Juan Manuel Ochoa Torres

comprende extraordinariamente angustiado que sólo fue


víctima del mismo y vulgar engaño en que desde siempre
hemos caído los humanos.

Le comparto ahora el ejemplo de dos empresarios que


de alguna forma tuve oportunidad de conocer en el
desempeño de mi labor profesional: el empresario “A”
trataba de retribuir a sus colaboradores de la forma más
reducida que pudiera, jamás pensó en capacitarlos, no
cuidaba como se debe la calidad, y siempre trataba de
pasarse de vivo en cuanta cosa pudiera.

En cambio, el empresario “B” actuó exactamente al revés,


trató siempre de retribuir a su personal de la mejor forma
que le fuera posible, implementó una ingeniosa serie de
estímulos a quienes tenían un mejor desempeño laboral,
capacitaba a su personal, se mantuvo al día con estudios
de mercado y técnicos para irse adaptando a lo que el
público demandaba, y se esmeró en que sus productos
estuvieran a la vanguardia en lo que a calidad se refiere,
así como a una a veces cambiante preferencia ciudadana.

Ya ni le digo de los resultados tan diferentes que tuvieron


ambos: el primero no sólo tenía una rotación de personal
elevadísima y contraproducente por las condiciones labo-
rales que ofrecía, la calidad en sus productos (elaboraba
calzado) fue decreciendo hasta el grado que muchas za-
paterías ya no los aceptaban por las continuas quejas de
clientes, se fue atrasando con los pagos a proveedores,
hasta que desapareció del mercado.

Y, en el caso de ese mismo empresario “A”, aunque bajo


un contexto social más amplio… ¿se dañó sólo a sí mismo?
Por supuesto que no, aparte de lo que en primera instan-
cia se autoinfligió de forma casi inmediata, el perjuicio
se extendió hacia sus colaboradores, clientes, familia,
proveedores y descendientes, y más tarde, se le vino otra
acción secundaria —invisible— que ni de lejos percibió:

134
Dinero y bienestar

Contribuyó en una pequeña proporción a que la produc-


tividad de la comunidad a la que pertenecía decreciera,
aunque fuera en una ínfima proporción, disminuyendo el
gran total de bienes y servicios, lo que a su vez, también
en otro minúsculo porcentaje —aunque él ni se enteró—,
repercutió un poco hasta en la marcha de la economía de
su país, imagen colectiva y otras cosas de las que él tanto
se quejaba respecto a su comunidad. Jamás se imaginó
que el gran total producido de su país, no es sino una
mera resultante de la forma de actuar de todos.

En el caso del empresario “B” sucedió exactamente lo


contrario, lo que redundó en algo por completo distinto:
Sus colaboradores, clientes, proveedores, familia, y mu-
chos más, recibieron diversos efectos favorables, mismos
que, aunque fuera en una minúscula proporción llegarían
hasta a los descendientes de ellos. ¿Considera usted po-
sible, estimado lector —como sostienen algunos—, que
los intereses humanos están de alguna forma disociados,
enfrentados, o en una permanente “lucha”? Una manera
de interpretar la interrelación social de tal forma, como
le decía, no es sino producto de una superficialidad extre-
ma, y lo peor es que esa idea aún prevalece en muchos.

Podría plantearle algo similar en todo tipo de acto hu-


mano: en la relación padre-hijo, esposo-esposa, patrón-
obrero, profesor-alumno, líder político-ciudadano,
productor-consumidor y en cuanta relación social ven-
ga a su mente, y en ellos vería cómo —para bien o para
mal—, la más pequeña o grande acción, se proyectará
irremisiblemente de una forma u otra no sólo hacia los
demás, sino, se le regresará al propio emisor con todo
cuanto haga. Le aseguro sin temor a equivocarme: no
existe forma de actuar sobre el planeta Tierra que pueda
eludir un determinado y consecuente efecto sobre los
demás, y luego, sobre sí mismo de regreso en muchas y
muy diversas formas.

135
Juan Manuel Ochoa Torres

No me extiendo más, ya que usted me hizo —como le


decía— declarar ante Notario Público que no lo iba a
atormentar con un libro demasiado extenso.

No obstante, como me encanta afligir al lector con cuanta


cosa pueda, le amenazo —perdón— con sólo un ejemplo
más, aunque ahora recurriendo a un inexistente aunque
ilustrativo caso, pero de tipo antropomórfico:105

En un caballero —hipotéticamente hablando— que va


caminando por la calle, de pronto, en su interior, sin que
él ni de lejos se percate, de entre todas las miles de mi-
llones de células de su organismo, unas de ellas dijeron
haber hecho un descubrimiento asombroso:

Aseguraron —pertenecían al tejido muscular— que esta-


ban siendo víctimas de una irracional explotación, ya que,
afirmaban muy convencidas —aparentando mucha erudi-
ción y seguridad en lo que decían—, que habían realizado
un profundo estudio “científico” sobre la interrelación
celular, el cual mostraba que, como eran ellas las que
movilizaban al cuerpo, en consecuencia, tomarían control
total del organismo, dado que, sólo ellas trabajaban,106 y
además, para colmo, sostenían indignadas, la distribución
de sangre, nutrientes y oxígeno, se llevaba a cabo de for-

105
Glosario: Antropomórfico significa “de forma relativa al ser humano”. Hago
uso de este tipo de ejemplo sólo con propósitos didácticos, ya que como bien me
podría decir alguien: las células no cuentan con capacidad de decisión, aunque
como también le mencionaba, podemos deducir que ellas cuentan (elemento
aún no suficientemente estudiado) con algún tipo de directriz de actuación que,
con los años, iremos conociendo.
106
El tejido muscular forma parte del cuerpo humano en alrededor de 40 por
ciento de su masa, sus células —de muy diversos tipos— se especializan, entre
otras cosas, en actividades de tipo “contráctil”, lo que hace que muchas de ellas
tengan una forma alargada, significativo hecho que nos permite movernos.
Este tejido está estratégicamente distribuido e integrado en diversas partes del
organismo de los seres vivos pertenecientes al reino animal. Anatomía humana,
Alfredo Ruiz Liard y Michel Latarjet, Editorial Médica Panamericana.

136
Dinero y bienestar

ma desigual, ya que había partes como el cerebro, ojos,


pulmones, corazón, bazo, riñones y otros, que recibían
esos cruciales elementos en un porcentaje mayor.

Era tan grande su determinación y convencimiento, que


pronto emitieron un manifiesto, cuyo lema final decía:
“Uníos compañeras, no tenéis nada más que perder que
vuestras cadenas”, acción con la cual, llamaron la aten-
ción de muchas.

En ése que creyeron era un fenomenal descubrimiento, no


consideraron que en realidad, todas las partes del cuerpo
trabajan, aunque de diferente forma, y que, el bienestar
o malestar de todas sus partes, estaba irremisiblemente
asociado con el resto, y aparte, el hecho de pretender
disociar o enfrentar el interés de unas contra otras me-
diante la “lucha de clases de células”, era un disparate
mayúsculo. Además, dijeron las que no compartían esa
“revolucionaria” visión, que si bien parecía ser el tejido
muscular el de mayor volumen, el buen desempeño —o
deficiente— de cualquiera de las partes, repercutirá de
una forma palpable sobre el resto, cosa que —dijeron—
les pueden probar de manera fehaciente.

Ése supuestamente innovador y ocurrente grupo de cé-


lulas, insistía en que, además, el organismo estaba frac-
cionado en muchas partes —ellas pertenecían al tejido
muscular del antebrazo izquierdo—, por tanto, dijeron,
eso ponía de relieve que había “insalvables diferencias”
entre ellas, y que, como todas poseían características úni-
cas, al ser distintas a las de los ojos, nervios, sangre, huesos
y otras, era imprescindible ser respetuosas de los usos y
costumbres de cada una, y debían establecerse divisiones,
barreras y autonomías a todo lo largo y ancho del cuerpo.

Las más conocedoras mantenían una visión completa-


mente opuesta, asegurando que en realidad formaban

137
Juan Manuel Ochoa Torres

parte de un conjunto indivisible que debía mantenerse


integrado, ya que, sólo de esa manera, podrían hacer un
frente común ante todo tipo de adversidades, ya que,
de otra forma —percibían con cierta angustia— hasta la
misma sobrevivencia corpórea estaría en juego. Hacían
hincapié en que todas tenían el mismo origen, al haber
sido producto de la integración de los cromosomas de
sólo dos células haploides107 —espermatozoide y óvulo—,
y que, si se habían dividido después en muy diferen-
tes funciones, ello fue sólo para especializarse en dife-
rentes áreas, ya que sólo así, consiguieron optimizar la
eficiencia del conjunto.

Pero las células que se consideraban a sí mismas como


grandes reformadoras, desechaban por completo tal
postura, asegurando que esos argumentos no eran sino
prueba palpable de una especie de complot opresor para
mantener la explotación y hegemonía de unas por otras.

Manifestaron además esas revolucionarias células que,


el funcionamiento orgánico estaba mal diseñado, ya que
toda célula, órgano o tejido —sostenían—, perseguía un
“egoísta” interés particular, actitud incorrecta que debía
sustituirse de inmediato por otro mecanismo y control
centralizado, mismo que ellas implantarían.

Las otras respondieron que semejante punto de vista, era


una de las tonterías más grandes que jamás escucharon,
ya que, sostenían, fue a través de millones de años de

107
Célula haploide es aquella que sólo posee la mitad de los cromosomas (en los
organismos superiores como los mamíferos) como sucede con el espermatozoide
masculino y el óvulo femenino, la concepción humana se realiza precisamente
mediante la integración de ambas células y la consecuente integración de los
dos juegos de cromosomas de cada una de ellas. El resto de las células (deno-
minadas también diploides) de un organismo superior, suelen ya contar con
los dos juegos de cromosomas (o sea 46). Embriología Médica con orientación
clínica, Sandler y Lagman, Editorial Panamericana.

138
Dinero y bienestar

evolución como se llegó a ese ingenioso y sorprendente


mecanismo, el cual, producía entre otras cosas el efecto
siguiente:

Al perseguir cada célula o grupo de ellas ese estímulo


primario, como tal objetivo o “beneficio” individualizado
sólo se lograba cuando cada minúscula parte optimizaba
o hacía buen uso de los diferentes nutrientes y oxígeno
que recibía, eso, de forma automática e invisible inducía
algo de extraordinaria relevancia para el resto: la pro-
ductividad corpórea generalizada, lo que generaba un
maravilloso efecto multiplicador y de regreso sobre todas.
Y que, el significativo hecho que ni se dieran cuenta de
algo tan elemental, indicaba que sus tesis eran inviables
y demasiado superficiales.

Añadieron que, si quitaban el estímulo primario a cada


célula o grupo, de inmediato se desplomaría la produc-
tividad y buenos resultados de la labor cerebral, ocular,
renal, pulmonar, cardiaca, digestiva, muscular, nerviosa,
reproductiva, inmunológica, hormonal y todo lo demás,
lo que con toda seguridad haría que la cantidad de bene-
ficios recíprocos hacia el conjunto —incluyendo lo que
le llegaba al tejido de ellas, el muscular— cayera mucho
más abajo de los niveles mínimos de subsistencia.

No obstante, este tipo de argumentos —por más convin-


centes que pareciesen ser— para nada persuadían a las
células revolucionarias, mismas que, más que tratar de
analizar la razón que pudieran tener las de pensamiento
incluyente, pretendían, a como diera lugar, adueñarse del
control total del organismo, para así poder llevar a cabo
ésas que consideraron eran sus tan destacadas teorías.

Otras células que estaban a la expectativa ante los argu-


mentos de ambos grupos, llegaron a la conclusión que
quizá, las reformadoras células ni siquiera estaban tan

139
Juan Manuel Ochoa Torres

convencidas de esos sus argumentos frágiles, sino que,


sólo se valían de ellos como un medio o pretexto para
conseguir el control total del cuerpo.

Mientras, en el exterior, este caballero citado que vimos


en la calle, llega despreocupado a su domicilio, dispo-
niéndose a realizar otras actividades. Nunca se hubiera
imaginado la curiosa y quizás absurda batalla que se libra
en su interior, y por el momento, lo único que podríamos
dilucidar desde afuera, es que su sobrevivencia misma
dependerá de que la razón prevalezca en todas sus tan
pequeñas partes, y se den cuenta que, efectivamente,
están integrando el mismo conjunto, y perciban a pleni-
tud que, el bien o mal de unas, estará irremisiblemente
asociado al resto.

Mas regresando al tema principal del libro, y antes que el


autor discurra otro de sus atroces ejemplos… ¿Podríamos
decir que, si los ciudadanos de cualquier país, estamos
sujetos a éstos y otros tipos de interferencias más, qué
clase de defensa podríamos anteponer, si queremos lograr
un mejor desempeño de la economía?

Ése y cualquier otro riesgo, es posible atajarlo con un


creciente conocimiento e información de parte del públi-
co sobre los temas cruciales. Mire usted, con toda razón
se dijo: “La democracia no es perfecta, pero es el mejor
sistema que existe”. No obstante, en ocasiones olvidamos
que, para su óptimo desempeño, se requiere de una en
ocasiones minimizada contraparte:

El adecuado discernimiento y capacidad de juicio de la


comunidad completa, ya que, de otra forma, sólo bastaría
un planteamiento engañosamente atrayente, simplista o
en ocasiones irreal de algunos, para meter a países com-
pletos en complicaciones brutales.

140
Dinero y bienestar

Algo más, para lograr ese indispensable desarrollo infor-


mativo, es determinante también mantener plena libertad
de prensa, ya que, una de las primeras cosas que casi
como regla hará todo líder extraviado, que en ocasiones
se puede hasta convertir en dictador —sabedor quizá de
forma inconsciente de su fragilidad ideológica—, será
silenciar, bajo cualquier pretexto, todo tipo de opiniones
contrarias.

Vea usted el lamentable ejemplo —entre tantos— de Hi-


tler, recordará cómo fue una de las primeras cosas que
hizo. Puedo asegurarle que, de haber “permitido” la liber-
tad de prensa, todos sus postulados racistas, antisemitas,
beligerantes, de expansión territorial, odio y demás extra-
víos, jamás hubieran prosperado, una vez que hubieran
surgido —incluso dentro de su propio país—, argumentos
superiores, sólidos, sensatos y posturas ideológicas con-
trarias, mucho más apegadas a la razón. ¿No lo cree?

Algunos podrían afirmar: pero también pueden surgir


ideologías sin sentido, como las de las células “revolucio-
narias” del último ejemplo. Es cierto, aunque —atención—
ante tal eventualidad, sólo se pondría de relieve aún más
la necesidad de poseer un mayor nivel de conocimiento:
un público que examine bien y a fondo todo tipo de opcio-
nes, le aseguro, es capaz de decidir de manera apropiada
la procedencia o falta de ella de cualquier alternativa. Y
una tesis disparatada será atajada y expuesta ante la co-
munidad en menos de lo que canta un gallo tartamudo.108

108
Disculpe usted por esta broma, utilizo este término por la simpática y dis-
tintiva forma de cantar de los gallos.
Hago hincapié también en algo curioso: todos aquellos de ideas similares a
las células “revolucionarias” que han surgido a lo largo de la historia, emplea-
ron un proceder que vale la pena resaltar: se valieron primero de la libertad
de prensa para la difusión de lo que consideraron eran unos sorprendentes
descubrimientos, y luego, una vez que consiguieron el poder, eliminaron toda
posibilidad de argumentación contraria.

141
Juan Manuel Ochoa Torres

Adicionalmente, algo digno de resaltar es que, esa misma


libertad y mayor conocimiento generalizado, también nos
permitirá arrojar mucha más luz sobre el mejor camino a
seguir, lo que, entre otras ventajas, nos hará darnos cuenta
que todos los muros y barreras que hemos arbitrariamen-
te fabricado a lo largo de la historia entre los pueblos, no
son más que divisiones artificiales que no tienen razón
de ser, y fueron sólo producto de la misma superficialidad
sociológica y filosófica con que hemos actuado.

Nos hará darnos cuenta del mismo modo que, el futuro


podrá ser perfectamente manejable, si somos capaces de
integrar lo que nunca debió desintegrarse, y que, sólo
así, podremos hacer extensivo el desarrollo socioeconó-
mico a todos nuestros demás hermanos del mundo, así
como darnos cuenta de un pequeño detalle que se nos
ha quedado olvidado: que formamos parte de un equipo
llamado mundo.

Con un mayor nivel de conocimiento, podríamos darnos


cuenta de igual forma, de otra cuestión que pretendemos
hacer como que no existe: que el mayor crimen humano
de todos los tiempos, ha sido, el haber permitido que los
recursos que en muy diferentes áreas el Ser Supremo
colocó en todos —en muy diferentes áreas—, se esté
regresando, en su inmensa mayoría —de forma vergon-
zosa— al polvo, sin haber podido proyectar su potencial
y beneficio, primero, a la propia persona, luego, como
ya decía, en una maravillosa acción de regreso, hacia la
comunidad completa, y posteriormente de nuevo, hasta
el emisor del acto en muchas y muy diferentes formas,
lo que a su vez —en un extraordinario efecto multipli-
cador—, incidirá de forma contundente en un auténtico
bienestar y desarrollo universal.

“¿Y qué le parece —me diría más de alguno— si le recor-


damos a éste a menudo extraviado autor, que en este libro

142
Dinero y bienestar

estamos hablando de economía? Por tanto, ¿podría por


favor ser tan amable de regresarnos al aspecto monetario
con el que tanto nos ha aburrido? Y además, aclararnos…
¿Sería capaz la cuestión económica de coadyuvar, aunque
fuera en una pequeña proporción a lo que nos acaba de
decir páginas atrás, e incluso en cierto modo hasta en
una integración económica paulatina?

Lo más importante para un ambicioso objetivo como ése,


será sin dudarlo, como ya le mencionaba, percibir el tan
importante factor sociológico y filosófico en su dimensión
correcta, integral e incluyente, lo cual se logra haciendo
crecer el nivel de conocimiento y educación de todos en
muy diferentes áreas. Ello a su vez nos haría descubrir
—entre muchas otras cosas— que el aspecto financiero,
adecuadamente manejado, puede en efecto coadyuvar
poco a poco y de diferentes formas a la tan necesaria
integración.

Una de ellas, me permitiré describírsela en las siguientes


páginas, no sin antes darle una buena noticia: ya falta
muy poco para terminar el libro, lo que haría que el tor-
mento derivado de su lectura concluya pronto. Mas no
se precipite estimado lector, aún no lo arroje a la basura,
falta un capítulo.

143
Juan Manuel Ochoa Torres

144
Dinero y bienestar

Tercera parte
El futuro

145
Juan Manuel Ochoa Torres

146
Dinero y bienestar

Capítulo VIII
Un elemento integrador,
bajo proporciones justas

Reflexión ociosa

En las pasadas páginas, habrá encontrado comentarios


sobre experiencias de la historia, anécdotas, ejemplos,
opiniones de expertos y diversas observaciones hechas
bajo un enfoque lo más objetivo posible. Pero lo malo del
asunto es que, aunque el autor no parezca tan inclinado
a reflexionar, ahora se le ha ocurrido realizar una, misma
que, él dice, es alusiva al tema tratado, por lo que —no
se asuste— se la planteará en lo que resta de éste ya tan
aborrecido libro.

Por ello, con su venia, le propongo que le permitamos al


autor hacer una breve exploración —a manera de prueba,
a ver qué clase de disparates dice— y veamos qué tiene
que comentarnos sobre un posible avance en la cuestión
económica y monetaria en los tiempos que sigan…

Aclaro antes: cuando coloquemos sobre la mesa de aná-


lisis un tema no lo suficientemente explorado, y conside-
rando que al mirar hacia adelante, no podemos dejar de
advertir que, es requisito indispensable ser muy cautos, e
ir conformando nuestro pensamiento y pasos a seguir, no
sólo bajo la limitada óptica o visión de una sola persona,
sino ir conformando y mejorando nuestras particulares
perspectivas a través de las aportaciones de todos, ya
que, pareciese como si el Ser Supremo, o la Naturaleza,
como prefiera llamarle, ha intencionalmente dotado a
cada uno con una especie de partecita de verdad, para
que, sólo mediante la aportación, análisis y argumenta-
ción de todos, vayamos accesando a mayores estadías

147
Juan Manuel Ochoa Torres

de conocimiento, ya que sólo así podemos y debemos ir


avanzando de forma real.

¿Sería posible, utilizar el dinero no sólo como un ele-


mento generador de bienestar, sino integrador, de inter-
cambio justo, y, que contribuyese en ese tan esperado
desarrollo generalizado?

Antecedentes

Veamos primero la cuestión estrictamente económica. En


uno de los aspectos planteados en las anteriores páginas,
puse de relieve cómo, el comercio internacional, de forma
un tanto imperceptible —sin haber pedido permiso—,
incide de forma creciente en cada uno de los países del
mundo.

Es verdad… pero ¿por qué sucede así? Y además, ¿qué


diablos tiene que ver un aspecto de naturaleza “mercan-
til” o de simple intercambio de bienes entre países, si la
economía y la política monetaria pareciesen ser algo de
competencia exclusiva del gobierno de cada nación?

No crea que el autor está especialmente interesado en


atormentar aún más a los ya de por sí castigados lectores,
no obstante, le pido considere lo siguiente: todo aquello
que modifique en algún sentido la tan imprescindible
ecuación o balanza entre “bienes” y “circulante”, qué cree,
ello automáticamente nos obligará a insertar al comercio
con el extranjero en un libro como el presente, ¿por qué?

Tal y como le describí, sin pedir permiso ese tema ya se


incluyó solito en la crucial ecuación o balanza citada, y
casi me atrevo a decirle que un libro como el que tiene en
la mano, hubiera quedado incompleto, si no hubiésemos
abordado el tema.

148
Dinero y bienestar

¡Válgame Dios! ¿No estará exagerando el autor? Juz-


gue por usted mismo si un exceso de importaciones o
exportaciones inciden sobre el tan necesario “equilibrio”
entre “circulante” y “bienes”, y aparte, si repercute en la
cuestión monetaria.

¿No será que el autor —como es tan necio— se esté


aferrando en incluir un tema inadecuado? O quizá…
¿Sucederá como dice, y se trata de algo que, sin siquiera
preguntarnos, ya de plano se metió en la vida económica
de cada país?

No dejo de advertir tampoco que —en sentido estricto o


meramente aritmético—, toda importación “excesiva” de
bienes estaría de alguna manera autocompensada con su
contraparte: su pago o la correspondiente remesa de “dine-
ro” hacia el exterior para pagar por ella. Algunos no perciben
a cabalidad que no necesariamente ocurrirá siempre así, ya
que, el natural flujo comercial “normal”, muy a menudo se
verá influenciado por otras variables… ¡Diantres! ¿Otra vez
nos salió el autor con sus complicados rollos?

¿Qué clase de variables intervienen? En realidad, no es tan


complicado como parece, créame, lo expresado obedece
a principios sumamente simples, mire usted:

Utilizaré de nuevo otro de mis tan temidos ejemplos —por


si acaso no hubiera tenido suficiente con ellos— vamos
a imaginarnos que un país cualquiera, tiene un anormal
déficit en su balanza comercial (mayores importaciones
que exportaciones), eso automáticamente hará que (si
las demás variables económicas permanecen iguales, o
céteris paribus109 como dirían los expertos) ese “faltante”

Ceteris paribus: (o caeteris paribus) es una locución latina que significa “sien-
109

do las demás variables iguales”. Es un método utilizado en algunas ciencias,


mayoritariamente para efecto de análisis. Isolation and Aggregation in Economics
(Agregados aislados utilizados en Economía) Schlicht, E., Editorial Springer.

149
Juan Manuel Ochoa Torres

financiero, derivado de que ese país “compró” más del ex-


terior de lo que “vendió” —entre otros inconvenientes—,
es que, deberá pagarlo de alguna forma.

Pero observe cuidadosamente la diferencia en lo que


sucede cuando entran en juego otras variables: una
“balanza comercial” puede terminar el año con un saldo
“superavitario” o “deficitario”, en cambio, en la “balanza
de pagos” no podrá suceder lo mismo, ¿y eso? En ese
mismo período, el saldo siempre tiene que terminar en
“cero”, ¡diantres! Pero entonces… ¿contra qué diablos se
le ocurre que podremos ajustarlo, ya que siempre tendre-
mos un “sobrante” o un “faltante” en cuanto a comercio
se refiere?

Todo “sobrante” o, en su caso, “faltante”, deberá forzo-


samente reflejarse en uno o varios de los siguientes ren-
glones: a) En un aumento o disminución de sus reservas
de divisas, b) Compensarse con transferencias de capital
que se hubiesen realizado, o, también, c) Se manifestará
en fluctuaciones en cuanto al monto de la deuda. No hay
de otra sopa.110

Sin embargo, esto que en primera instancia pareciera


limitarse a un simple “ajuste” en uno o varios de los ren-
glones descritos, un descuido de parte de la autoridad
política o financiera de un país, podría conducir a pro-

110
De aquí se desprende la extraordinaria importancia de que todo líder político
realice un excelente manejo de las finanzas públicas, ya que de otro modo, un
mal resultado se reflejará, entre otras cosas, en un inevitable incremento de la
“deuda”, tal y como ocurrió en el desafortunado caso de dos sexenios abierta-
mente populistas de México ya descritos (1970-1982), en los cuales, parte de
sus negativos efectos se reflejaron en un extraordinario incremento de la deuda
mexicana en ese mismo período: 1 204 por ciento. Fuentes: Sexto Informe de
Gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Septiembre 1, 1970/. Cámara
de Diputados; Centro de Estudios de las Finanzas Públicas; Estadísticas Histó-
ricas de la Deuda Pública en México, 1980-2002, p16.

150
Dinero y bienestar

blemas realmente graves. Como prueba de ello, le pido


ahora que interrelacionemos este hecho con lo siguiente.

Historia reciente
Le invito a un pequeño aunque ilustrativo viaje en el
tiempo: haciendo uso de nuevo de aquella misma desven-
cijada e imaginaria “máquina del tiempo” que ya usamos
para trasladarnos al Paleolítico al comienzo de éste su
tan odiado libro —y más aún al autor del mismo—, y
desplacémonos sólo pocas décadas atrás, digamos a los
años cuarenta del pasado siglo XX, un poco antes de
los acuerdos de Bretton Woods.111 No me atrevo a pedirle
que nos vayamos más atrás, ya que como dicho artefacto es
accionado por baterías, y ellas ya se encuentran un tanto

111
Los acuerdos de Bretton Woods son las resoluciones de la conferencia mo-
netaria y financiera de las Naciones Unidas, llevadas a cabo en Bretton Woods
(Nueva Hampshire, EU), del 1 al 22 de julio de 1944. Ahí se establecieron las
bases de las relaciones comerciales y financieras entre los países del mundo,
tratando de eliminar el proteccionismo que había prevalecido desde 1914. Se
estimó que la política librecambista sería un coadyuvante del desarrollo, lo que
contribuiría a la paz mundial. Se decidió ahí la creación del Banco Mundial y
el Fondo Monetario Internacional (FMI), empleando al dólar estadounidense
como moneda de referencia internacional, habiendo empezado a operar dichos
acuerdos a partir de 1946.
Uno de los precursores de tales acuerdos, fue la Carta del Atlántico firmada por
Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill en 1941, al reunirse en un navío
en el Atlántico Norte. Roosevelt tenía una percepción muy clara y visionaria
sobre el mundo de la posguerra, por lo que, en dicha carta, se estableció el
derecho de todas las naciones al acceso al comercio y librecambismo; y, en
cierta forma, los acuerdos de Bretton Woods, no fueron sino una especie de
culminación del sentido de dicha Carta del Atlántico.
En Bretton Woods se planteó también la conveniencia de crear un tercer or-
ganismo económico mundial, que se denominaría Organización Internacional
de Comercio, misma que fue sustituida después por el Acuerdo General de
Aranceles y Comercio (GATT), el cual a su vez fue absorbido por la Organi-
zación Mundial de Comercio (OMC). “States and the Reemergence of Global
Finance: From Bretton Woods to the 1990’s”. (“Los Estados y el renacimiento
de las finanzas globales: de Bretton Woods a los años noventa”), Eric Helleiner,
Cornell University Press.

151
Juan Manuel Ochoa Torres

agotadas, no me gustaría que no pudiésemos retornar al


tiempo presente.

Una vez ubicados en el contexto de esa época, veremos


que Estados Unidos producía un poco más de 50 por
ciento del PIB mundial, y como la guerra había sido
catastrófica en distintas partes del globo, tenía dicha na-
ción norteamericana una balanza comercial favorable, lo
que hacía que acumulasen reservas año tras año, y, por
si fuera poco, contaban ellos con una institucionalidad
y líderes muy destacados,112 lo que les permitía contar
con una entendible credibilidad y respetabilidad a nivel
global.

Por ello, no será difícil entender por qué, en los acuerdos


mencionados de Bretton Woods, prevaleció la postura
política y económica norteamericana, misma que —afor-
tunadamente—, era muy razonable para la época.

No podemos dudar tampoco que, para fines prácticos,


lo más entendible e incluso lógico, fue que —para esos
años— se hubieren tomado dichos acuerdos comercia-
les y financieros referenciados al dólar norteamericano,
estableciéndolo como un común denominador univer-
salmente aceptado en las transacciones mundiales, cosa
que de hecho funcionó de manera eficiente por décadas.

Cabe mencionar también, que había el compromiso que


dicha moneda norteamericana conservaría la equivalen-
cia de 35 dólares por onza de oro. Quisiera recordarle a
cada uno de nuestros castigados lectores que, en sentido
estricto, no es necesario el que un medio de pago tenga
que estar “asociado” con cierta cantidad de plata u oro,

Como fue el caso de Franklin D. Roosevelt (1882-1945), quien fue el único


112

en esa nación en haber ganado cuatro elecciones presidenciales: en 1932, 1936,


1940 y 1944, misma que no pudo concluir. Página: “Los presidentes de Estados
Unidos” http://presidenteseeuu.blogspot.mx/2009/10/franklin-droosevelt.html

152
Dinero y bienestar

ya que, en realidad, lo que en el fondo le otorga susten-


tabilidad a cualquier moneda, son los bienes y servicios
que ella represente.

En el pasado, dicha “equivalencia” con cierto metal pre-


cioso, fue realizada básicamente con dos propósitos: uno
de carácter sicológico, lograr credibilidad del público y
su consecuente aceptación universal; y el otro, pretendía
evitar un eventual desorden o irresponsabilidad de parte
de cualquier gobierno del mundo.

Ahora bien, una vez que ya pudimos apreciar en la dé-


cada de los cuarenta esa auténtica catástrofe mundial
de la Segunda Guerra Mundial, así como la esforzada
recuperación de los años siguientes, y previendo que la
batería de nuestro vetusto y ficticio artefacto viajero del
tiempo se agote más, trasladémonos ahora dos décadas y
media más hacia el tiempo presente, o sea, a comienzos
de la década de los setenta.

¿Qué tendremos ahora? Nos sorprenderemos que en


esos relativamente pocos años, el contexto mundial se ha
transformado por completo: Estados Unidos comienza a
tener un saldo negativo en su balanza comercial —mismo
que después se convertiría en crónico—, y muchas otras
regiones, tanto del mundo desarrollado como en proceso
de serlo, han recuperado —o crecido, respectivamente—,
en cuanto a su capacidad productiva. ¿Pero cuál es el
problema con ello? De hecho ninguno, sólo que eso ya
modificó por completo el escenario.

Aunque pensándolo mejor, el único problema de fondo


de un cambiante entorno como el descrito —y casi en
cualquiera—, no sería tanto enfrentarse a una nueva
situación en sí misma, sino más bien, cómo se reacciona
ante ella. Por tanto… ¿Procedió Estados Unidos de for-
ma acertada ante ese diferente panorama? El entonces

153
Juan Manuel Ochoa Torres

presidente Nixon, adopta ciertas medidas: abandona la


equivalencia del dólar con respecto al oro, lo que deriva
en una depreciación de dicha moneda en su valor relativo
con respecto a otras divisas, y, se grava con ciertas tasas
la importación de diversas mercancías.113

Y, como preferimos que los hechos hablen por sí solos,


además, dado que continuamos preocupados con la
vetusta máquina del tiempo con que contamos, y antes
que nuestros acreedores —espero que ellos también
sean imaginarios— comiencen a dilucidar que sólo nos
valimos de dicha maquinita para escaparnos de nuestros
compromisos de pago, retornemos al momento presente.

¿Qué sucedió desde los años setenta hasta ahora? ¿Se re-
solvió de forma radical y definitiva la balanza comercial
norteamericana? Y aparte… ¿Qué pasó con su moneda?
¿Siguió siendo referente mundial en el comercio mundial?

El problema de su balanza comercial, no sólo no se re-


solvió sino empeoró. La iniciada depreciación del dólar
norteamericano no condujo a dicha moneda a situarse
en sus niveles reales, el propio flujo de su comercio ex-
terior nos lo está indicando. ¿Qué sucedió? ¿Por qué no
se depreció su moneda a un nivel tal que hubiera hecho
más competitivos a sus productos?

Entraron en acción de forma invisible las disimuladas


variables ya mencionadas, a las cuales, créame, les en-

113
En opinión del autor y aventurando un juicio —no cuento con los elementos
suficientes para fundamentar esta afirmación— siento que fue asesorado (sobre
todo en los dos primeros puntos citados) por un economista muy capaz, como
pudo haber sido Milton Friedman, quien tuvo la privilegiada oportunidad de
asesorarlo. Aunque también estimo que dicha “depreciación”, no se llevó a
cabo en la proporción requerida, dado que se dejó su fijación a las fuerzas del
mercado (mecanismo en el cual creía firmemente —con fundada razón— Fried-
man) aunque —atención—, no tomaron bien en cuenta que éste (el mercado) a
su vez estaba indebidamente influenciado por un elemento más de fondo que
mencionaremos enseguida.

154
Dinero y bienestar

canta hacer diabluras: un inusitado afán internacional de


“compra” de esa divisa, la situó en un cierto porcentaje
arriba de su valor real, paralelamente, esa inusual entra-
da de recursos, les permitió solventar cómodamente el
creciente déficit de su balanza comercial… ¡Ay caramba!
¡De veras que son traviesas esas variantes que ya tanto
nos decía este insufrible autor! ¿Pues qué se nos coló por
ahí que hizo que llegáramos a todo eso?

Medicinas erróneas

Si usted o su servidor fuéramos médicos —en el caso del


autor, no se asuste, no lo soy, así que no corre el riesgo
de entrar en mi consultorio— y nos diéramos cuenta
que, con cierta prescripción nuestros pacientes empeo-
ran, estoy convencido que eso habría hecho modificar
casi de golpe la indicación de cualquier especialista, ¿no
lo cree? Pues con lo recién expuesto no sucedió así, y ello
tal vez se haya debido precisamente a la interferencia de
aquellas solapadas variables mencionadas, las cuales,
de manera disimulada se introducen en cierto escenario
sin permiso —o a veces hasta con él—, y, en el mejor
de los casos, ocasionan distorsiones, ¿a qué me refiero?
Someto a su consideración mi particular percepción.

Lo pactado en los acuerdos de Bretton Woods, si bien en


su momento fueron acertados —viéndolo bajo el entor-
no de ese momento—, al paso de los años se nos fueron
quedando atrás. La razón del porqué lo considero así es
simple: no es conveniente fundamentar o interrelacionar
un medio de pago internacional, primero, sobre ningún
bien específico —llámese oro, plata, brillantes, petróleo
o lo que venga a su mente—,114 ya que quedaríamos su-

114
Como comprenderá, no han faltado quienes han sugerido —de forma por
demás superficial— una hipotética moneda mundial basada en “el petróleo”,
lo cual no es conveniente. Un economista realmente conocedor como...

155
Juan Manuel Ochoa Torres

peditados a las modificaciones —accidentales o intencio-


nales— derivadas de las entendibles oscilaciones de su
oferta o demanda, o de ambas, lo que a su vez, acarrearía
variaciones no deseadas no sólo en la propia moneda,
sino en los bienes que a su vez ella representa.

Tampoco sería una buena opción utilizar la moneda de nin-


gún país o región como medio de pago internacional, por
más “sólida” que nos pudiera parecer… ¿Por qué? Pasaría
justo lo que ahora mismo sucede… ¿Y eso? ¿Nos puede
explicar un poco más la razón por la cual lo considera así?

Toda moneda está sujeta a sus propias necesidades, po-


líticas internas, conveniencias, aciertos o desaciertos,
productividad y demás particularidades de cada país
o grupo, lo que influirá no sólo en su desempeño eco-
nómico interno, sino repercutiría sobre el consecuente
comercio global, y quizá los primeros perjudicados con
ello fuesen los poseedores de tal moneda usada como
referente mundial.

¡Caramba! ¿Y cómo no nos dimos bien cuenta de eso? No


me lo creerá estimado lector… ¿Sabe por qué en parte
no lo invité en este capítulo con mi vilipendiada e inexis-
tente máquina del tiempo a desplazarnos más hacia atrás
en la historia? Le parecerá increíble, pero debido a la irra-
cional y hasta primitiva postura sociológica que hemos pa-
decido —tal y como le describí en pasados capítulos—, ello
produjo, entre otros inconvenientes, el siguiente efecto:

El extraordinario potencial humano —también en el


aspecto económico y monetario— que subyace en la ma-

...John Maynard Keynes, en su momento sugirió un medio de cambio global


asociado al precio de 30 artículos. En mi modesta opinión, sería más preciso
y sencillo interrelacionarlo no con un limitado número de activos, sino con
todos, cosa que de manera natural obtenemos con “la suma de los bienes y
servicios” disponibles.

156
Dinero y bienestar

yoría de nuestros congéneres, no ha podido salir a flote


como debería, y le aseguro, nos está haciendo una enorme
falta, por más que ni siquiera nos demos cuenta de ello.
¡Ya salió otra vez el autor con sus rollos!

Ello explica, mi tan paciente lector, la grave carencia de


muchos más avances no sólo en materia económica, sino
en las demás ciencias, y semejante ausencia, vacío o “hue-
co” se siente de manera palpable. ¡Un momento señor
autor! Antes que se nos vaya en otra dirección, díganos…
¿Qué nos hizo falta y por qué? ¿Qué acaso dentro de ése
que dice tan limitado sector humano que sí ha podido
desarrollarse en materia económica y política, está us-
ted sugiriendo acaso, que no hubo quienes advirtieran
semejante falla en la cuestión monetaria?

Claro que los hubo —limitados aunque valiosos, mas


perdóneme que insista, nos hace falta mucho más, nada
menos que la trascendental aportación de la mayoría—,
pero le citaré lo que sí se dijo al respecto. Específicamen-
te sobre la pertinencia de una moneda supranacional,
o común denominador de todas las monedas del mun-
do —misma que hubiese evitado distorsiones como las
descritas—, le menciono cuatro opiniones que de alguna
forma hicieron señalamientos sobre el tema.

El muy destacado presidente liberal de Estados Unidos


—ya mencionado— Franklin Delano Roosevelt, trató de
crear una especie de moneda única global, e incluso le
puso un nombre: “Unitas”.115,* Quizás, en parte —difícil

115
https://es.wikipedia.org/wiki/Bancor
* Otra de las razones por las cuales el autor siente una admiración y reconoci-
miento especial por Franklin Delano Roosevelt, es que, en su cuarta reelección
(1944), este personaje ya tenía una salud mucho muy quebrantada, y, entre
otras cosas, estaba casi inválido, lo que le dificultaba extraordinariamente la
realización de todas sus actividades. No obstante, preponderó el beneficio de
su país y del mundo, y continuó en el cargo hasta su muerte, acaecida en abril
del año siguiente.

157
Juan Manuel Ochoa Torres

saberlo a cabalidad—, por su cada vez más limitante


padecimiento físico, los mucho menores avances tecno-
lógicos, financieros y de operatividad de la época, o, tal
vez, sólo siguiendo la ruta más “sencilla” o “segura”, no
se implantó dicha moneda supranacional en los acuerdos
de Bretton Woods de 1944.116

No obstante, otro destacado economista de nombre John


Maynard Kenes, quien acudió a los acuerdos de Bretton
Woods en 1944 en representación de Inglaterra, puso
sobre la mesa la conveniencia de una moneda suprana-
cional, también sugiriendo un posible nombre: Bancor.

Años más tarde, ya en 1960, un muy notable econo-


mista belganorteamericano —Robert Triffin—117 nada
menos que ante el Senado de Estados Unidos, expuso
la inconveniencia —hasta para esa nación—, de utilizar
esa moneda como medio de pago mundial, dado que, ya
desde 1960, consideró que la cantidad de dólares circu-
lando en el exterior era excesiva, lo que conducía a una
curiosa paradoja que fue conocida mundialmente como el
“dilema de Triffin”, el cual, entre otras cosas, obligaba a
mantener al dólar como una moneda “sólida” —demasia-

116
“Finance & Development” (Finanzas y desarrollo). Revista trimestral del
Fondo Monetario Internacional, septiembre 1998, volumen 35, número 3.
http://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/1998/09/boughton.htm
117
Robert Triffin (belganorteamericano, 1911-1993). Ocupó cargos en la Re-
serva Federal de los Estados Unidos (1942-1946), Fondo Monetario Interna-
cional (1946-1948) y la Organización para la Cooperación Económica Europea
(1948-1951), hoy la OCDE. Desde 1951 impartió cátedra de economía en
las Universidades de Yale y Berkeley. En 1960, testificó ante el Congreso de
EU, advirtiendo sobre serias deficiencias en el sistema financiero de Bretton
Woods, ya que ocasionaba un exceso de dólares norteamericanos en el ex-
tranjero, cuya cifra excedía la cantidad de oro se suponía debía respaldarlo.
Retomó su nacionalidad belga en 1977 y regresó a Europa, donde se convirtió
en un férreo defensor de la integración europea, colaborando en la formación
del sistema monetario europeo y apoyando la creación de un Banco Central
Europeo. Macroeconomía, Dornbusch, Rudiger y Fischer, Stanley; Mc Graw
Hill. “III Jornadas de Economía Política”, Roberto J.A. Kalauz, Buenos Aires.
http://www.ungs.edu.ar/ms_idh/wp-

158
Dinero y bienestar

do, en opinión del autor—, y, por otro lado, dicha solidez


dañaba su propio comercio exterior, ya que “encarecía”
sus exportaciones y “abarataba” las importaciones.

De no haber existido esa situación, considero que una


vez que se hubiera presentado y acrecentado el déficit
comercial de esa nación, eso hubiera presionado de forma
natural, aunque sana, al dólar hacia abajo, hecho que,
de forma automática, lo habría colocado en una posición
más competitiva de nuevo a nivel internacional.

Cabe una reflexión: ¿Dónde se interfirió de forma artificial


en dicho proceso? Un anormal ingreso (o digamos adqui-
sición) de dólares norteamericanos, tanto por su rol actual
que representa al ser una especie de “moneda global”,
como por la respetabilidad o credibilidad que aún man-
tiene, qué cree, ésa su excesiva entrada de otras divisas
del mundo hacia ellos, no sólo eleva su valor, sino que ese
hecho —una divisa un poco más alta de lo “normal”— les
perjudica a ellos mismos en cuanto a su competividad
internacional, lo que a la vez permite —atención— que
con esa anormal entrada de recursos, estén financiando
su astronómico déficit comercial.

Dicho sea en otros términos, no sólo están reduciendo su


enorme capacidad productiva interna con esa descomunal
entrada de bienes procedentes de todas partes, mismos
que, si bien están generando empleos y beneficios en otras
latitudes —ojo—, el lado negativo del asunto, es que ello
lo están haciendo lanzando hacia abajo una gran bola de
nieve —llamada deuda— misma que se va haciendo cada
vez más grande.

Otro analista que también expuso la conveniencia de ir


sustituyendo al dólar norteamericano mediante los Dere-
chos Especiales de Giro (DEG)118 fue Dominique Strauss
118
Los Derechos Especiales de Giro (SDR’s o “Special Drawing Rights” por
sus siglas en inglés) son un medio de pago o de intercambio financiero entre...

159
Juan Manuel Ochoa Torres

Kahn,119 misma postura que no prosperó, debido princi-


palmente a su intempestiva salida del Fondo Monetario
Internacional (FMI).

Dada la magnitud del problema, cabría hacer unas impor-


tantes reflexiones. La primera de ellas sería: ¿estuvieron
mal planteados los acuerdos de Bretton Woods? En su
momento y dado el entorno y limitantes inherentes a
la época, creo que fueron un excelente avance para el
comercio internacional, lo que propició de una manera
real y efectiva el desarrollo. Pero esos acuerdos debieron

...los países miembros del Fondo Monetario Internacional (FMI). En este mo-
mento el monto de los DEG se conforma en alrededor de 42% por dólares nor-
teamericanos, 31% por euros, 8% por yenes japoneses, 8% por libras esterlinas
de Inglaterra y 11% por yuanes chinos. Durante la gestión de Straus-Kahn en
el FMI, el volumen de DEG se incrementó de manera sustancial, ya que debido
a la crisis financiera global del 2008, se pretendía que los DEG fue-
ran desempeñando un rol mucho más activo en las transacciones internacio-
nales, disminuyendo la gran dependencia al dólar en ellas, no obstante, luego
de su renuncia en marzo del 2011 debido a una acusación de tipo personal. En
una reunión posterior del FMI de octubre de ese mismo año, se dio marcha
atrás, considerando que no debía incrementarse el tamaño de la canasta en
DEG, a fin de evitar costos excesivos y posibles confusiones. Es importante
resaltar que si bien el economista norteamericano Henry Dexter White (1892-
1948), quien representó a EU en Bretton Woods, inicialmente insistía en situar
al dólar como referente mundial, después rectificó su postura mediante una
carta que circuló internamente en el FMI, y se logró que dos décadas después
se hiciera la primera enmienda en el FMI, permitiendo la inclusión de otras
monedas en los DEG, no obstante, el uso del dólar de EU en el comercio
mundial —para fines prácticos— se está empleando en un nivel más alto de
lo deseable, perjudicando —de acuerdo al autor del libro— su propia compe-
titividad por las razones expuestas. “Finance & Development” (“Finanzas y
desarrollo”), Revista trimestral del Fondo Monetario Internacional, septiembre
1998, volumen 35, número 3.
119
Dominique Strauss-Kahn, (francés, 1949). Se desempeñó como director del
Fondo Monetario Internacional (FMI) desde 2007 hasta el 19 de mayo del 2011
(fecha en que terminó abruptamente su gestión en tal organismo debido a una
acusación de tipo sexual en un hotel en Nueva York, EU). Fue profesor de
Economía en la Universidad de Nancy, ministro del Comercio Exterior primero
y luego de Economía en Francia.
http://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/1998/09/boughton.htm

160
Dinero y bienestar

haberse ido perfeccionando desde la década de los años


cincuenta o cuando mucho los sesenta.

¿Era buena la propuesta de John Maynard Keynes? Sin


duda fue visionaria y digna de reconocimiento, aunque
hay algunos puntos en ella que no comparto por comple-
to, como su sugerencia de establecer un cierto impuesto o
cobro a las naciones “superavitarias” (en cuanto a su ba-
lanza de pagos), mismo que, junto con otros excedentes,
deberían canalizarse hacia las naciones “deficitarias”.120

El señalamiento de Triffin era acertado, quizá no haya


tenido la debida respuesta dado que la balanza de EU en
esos años era superavitaria, y en cuanto a la propuesta
del señor Strauss, entonces director del Fondo Monetario
Internacional, de ir usando de forma creciente los Dere-
chos Especiales de Giro como un medio de intercambio
global alternativo al dólar norteamericano, no hubiera
sido mala, aunque quizás habría mejores alternativas.

Otra reflexión sería: una eventual eliminación o dismi-


nución del dólar norteamericano como referente en el
comercio internacional, ¿podría perjudicar a EU? Como
comprenderá, difícilmente habrá una sola ciencia donde
todos los conocedores del tema coincidan.

Seguro habrá quienes por un lado estimen que, una dis-


minución así les perjudicaría, toda vez que una menor

120
Aunque sus intenciones hayan sido excelentes, considero que no hubiera
sido la mejor opción “castigar” a los productivos y “premiar” a los que no lo
sean, la forma de ayudarlos sería otra. Imaginémonos al catedrático de una
universidad, el cual, como dice que la actual forma de calificar es injusta y
“regresiva”, no la usará más. Él —manifiesta orgulloso—, es progresista y justo,
por lo tanto, les quitará puntos a los aplicados, mismos que se los dará a los
que se esfuerzan menos, ¿qué efectos producirá este tan justiciero maestro?
Exacto. Hará que se esfuercen menos tanto los aplicados como los que no lo
sean tanto. Le aseguro que si en un contexto familiar, empresarial, nacional
o mundial no tratamos de aplicarnos y esforzarnos todos, el resultado final se
revertirá sobre el conjunto de muchas y muy diversas formas.

161
Juan Manuel Ochoa Torres

demanda mundial de dólares norteamericanos reduciría


de forma sustancial, primero, su valor, al disminuirse
la entrada de divisa extranjera hacia ellos, aparte, bajaría
el importante flujo financiero mundial que actualmente
se canaliza hacia sus Bonos del Tesoro, inversiones en
Bolsa y otros importantes activos. También dirían que
si se reduce la actual entrada de capitales, se les dificul-
taría más el poder estar cubriendo su déficit comercial
actual, lo que les obligaría en el mediano plazo a tener
que estabilizar su balanza comercial. No estaría alejada
de la realidad una percepción como ésa.

Aunque habría también otra perspectiva, misma que com-


parto más: una disminución sustancial en el valor relativo
del dólar norteamericano —derivada de lo mencionado—,
encarecería sus importaciones, lo que las disminuiría,
y al mismo tiempo, haría más competitivas sus expor-
taciones, lo que a su vez las incrementaría, hecho que
favorecería su productividad interna de manera notable,
y, hasta entre otras cosas, facilitaría el turismo que ingresa
a EU y encarecería el de ellos hacia el exterior —todo
eso ocurriría en la misma proporción a la oscilación que
tengan de su moneda—, eso, a mi parecer elevaría no
sólo su potencial económico, sino su empleo y desarrollo
de manera sustancial, influyendo a su vez en su balanza
comercial, más que cualquier medida proteccionista que
pretendieran tomar.

Alguien podría pensar… ¡Qué bueno que este entrome-


tido autor no es médico, ya que sus prescripciones son
demasiado amargas! Puedo asegurarle que hay medidas
que resultan peores cuando no se aplican, que el supuesto
sacrificio de hacerlas. Y además, tome usted en cuenta
que las correcciones no tomadas en las pasadas décadas,
quizá se tengan que llevar a cabo ahora.

Aparte de todo, considere igualmente, que no se pre-


tende una intromisión artificial en las fuerzas naturales

162
Dinero y bienestar

del mercado o flujo monetario mundial, sino más bien


al contrario: quitar la indebida interferencia de algo que
erróneamente se metió en el escenario financiero global,
para que así, el concierto comercial internacional funcio-
ne como se debe, en beneficio no sólo del conjunto, sino
incluso del gran pueblo norteamericano.

No faltarán tampoco quienes llegasen a considerar —de


forma un tanto ligera— que quitar, o más correctamente
dicho, ubicar al dólar en su posición correcta, afectaría
la “preeminencia” de una tan importante nación. Con su
venia no sólo también diferiría de una posición así, sino
insisto, quizás un escenario como el actual podría afec-
tarle en sentido contrario, ya que realizando los ajustes
necesarios, no estaremos creando una burbuja que podría
tener consecuencias no deseadas.

Lo malo de recapacitar sobre del asunto estimado lector,


es que eso propició otra de las atroces reflexiones de este
tan irreflexivo autor: un error humano desde siempre, ha
sido el buscar una supuesta —e indebida— preeminencia —o
hasta “grandeza”, le llegan a llamar algunos— ya sea de una
persona o pueblo, cuando un enfoque más realista nos haría
ampliar la perspectiva y, ciertamente aspirar a lograrla, pero
bajo un contexto universal o generalizado, como miembros
todos de un equipo que se llama mundo.

Traigo a colación una frase atribuida a Henry Dexter


White:121 “Sólo mediante la cooperación internacional será
posible que los países apliquen con éxito medidas dirigidas a
alcanzar y mantener un alto nivel de empleo y prosperidad
real, por tanto, ése tiene que ser el objetivo de toda política
económica”. Creo que no sólo coincidiremos con ello, sino
que del mismo modo estaremos de acuerdo que sólo con
una visión común, y adquiriendo un enfoque sociológico
ya no digamos correcto, sino hasta podríamos decir “rea-
121
Henry Dexter White (1892-1948), quien como le comenté, fungió como
representante de EU en los acuerdos de Bretton Woods.

163
Juan Manuel Ochoa Torres

lista”, podremos conseguir que ése tan deseado desarrollo


global, sobrevenga, tal y como me permití describirle en
los capítulos precedentes.

Y ya que anda de entrometido el autor de este insufrible


libro, a ver, ¿qué diablos sugeriría usted? Como compren-
derá, la dimensión del problema requiere de la partici-
pación de muchos expertos en la cuestión económica,
monetaria y financiera, no obstante, tampoco podría dejar
de aportar mi modesta opinión:

Definitivamente sería indispensable la creación de una


moneda supranacional, misma que —sobre todo en sus
primeras etapas—, deberá limitarse solamente al ámbito
del comercio internacional, aunque manejada al comien-
zo y groso modo —y sujeto a perfeccionamiento por parte
de expertos— de la siguiente forma:

1) Que fuera manejada por personal altamente especia-


lizado en materia financiera y monetaria de la propia
Organización Mundial de Comercio, 2) Que cada moneda
“nacional” tenga un valor flexible con respecto a ella, de-
pendiendo básicamente —a juicio de los especialistas de
la OMC— del comportamiento de la balanza comercial
de cada país (o también, en ocasiones, por movimientos
anormales en su balanza de pagos, si interviniesen otras
variables no deseadas), 3) En un país “superavitario” su
moneda tendría que irse “apreciando” con respecto a di-
cha divisa mundial, y a la inversa, una divisa “deficitaria”
debería irse “depreciando”. 4) Las reservas financieras
globales que, en última instancia serán las que le darán
respaldo y sustentabilidad real a tal moneda global, se
distribuirán equitativamente sobre todo el orbe,122 depen-
diendo a su vez de varios factores:
122
Respecto a una eventual o posible objeción de parte de alguien opuesto a
la creación de una divisa mundial, en el sentido de que una moneda así eli-
minaría principalmente el flujo financiero hacia EU, hago mención expresa ...

164
Dinero y bienestar

A) Su importancia en el contexto mundial y dependien-


do de su proporción o importancia relativa en cuanto al
comercio mundial, B) Solidez financiera y política acer-
tada de sus instituciones, de acuerdo al dictamen de un
reconocido panel de expertos, C) Situación sociodemo-
crática, de respeto a los derechos humanos y de libertad
de prensa que guarde, ya que, eso se convertiría en un
factor coadyuvante que incidiese en un mayor desarrollo
humano para cada pueblo; así como otros condicionantes
que en su momento surjan, y dependiendo del buen juicio
de las autoridades financieras a cargo.

Ahora bien, en cuanto a la “apreciación” o “depreciación”


de cada moneda respecto a esa hipotética moneda supra-
nacional, eso produciría el siguiente —y a mi parecer—
efecto benéfico:

Si el país “A” tiene un reiterado superávit comercial, dicha


moneda, al irse apreciando con respecto a la moneda
que sirva de intercambio global, ello iría encareciendo
sus exportaciones, y haciendo más accesibles las impor-
taciones, lo que iría paulatinamente traduciéndose en un
incremento del nivel de vida —por el acceso agregado de
bienes importados— hacia su propia gente.

En contrapartida, si el país “B” es regularmente defici-


tario, una vez que año tras año su moneda se vaya de-
preciando con respecto a esa proyectada moneda global,
sus propias exportaciones irán convirtiéndose cada día

...que no sucedería así, ya que, dado que las reservas reales o respaldo de tal
medio de pago internacional, necesariamente deberá distribuirse en todas las
economías confiables del mundo, y, al ser EU —afortunadamente para ellos y
los demás— uno de los países más confiables en materia financiera, aun con
su problemática actual, ciertamente dicho flujo disminuiría hacia ellos, mas no
se “eliminaría”, repartiéndose de manera equitativa entre todas las economías
“confiables” del orbe, por tanto, una medida así beneficia hasta al propio EU
por las razones ya expuestas.

165
Juan Manuel Ochoa Torres

en más competitivas, y, paralelamente, se irían encare-


ciendo las importaciones, cosa que, de forma natural y
automática, tenderá —de manera paulatina y al paso de
los años— no sólo al equilibrio global, sino coadyuvaría
a evitar un a veces irracional drenaje de recursos finan-
cieros y fuentes de empleo de algunos países hacia otros.

¡De verdad que está loco este autor! —Podría decir más
de alguno— ¡La “apreciación” de la moneda de un país
superavitario, representaría una especie de “castigo” im-
plícito para toda nación altamente eficiente y organizada
del mundo! ¿Cómo se le ocurre semejante cosa?

No necesariamente pasaría eso, observe: si el país “C” es


reiteradamente “superavitario”, y además, es lo suficien-
temente listo como para no desear ser “castigado” con una
eventual “apreciación” de su moneda, su camino a seguir
sería muy simple: comprar más del exterior —tendiendo
al “equilibrio”—, con lo que elevaría el nivel de vida y
bienestar de su propia gente (con un mayor volumen
agregado de bienes importados), y perfectamente puede
continuar con su elevado nivel de eficiencia, a la vez
que sigue siendo productivo y eficiente. No encuentro
dónde podría estar el “castigo”, ¿no le parece?

Ahora bien, en cuanto a la mecánica operativa, instru-


mentación práctica y demás aspectos específicos de un
sistema monetario como el descrito, como sería enten-
dible, las reglas y procedimientos a seguir no podrían
ser fijadas —ni conveniente que se hicieran—, siguiendo
las indicaciones o normas establecidas por un reducido
grupo, prueba de ello, que dos de los más destacados
economistas que en aquel momento intervinieron en los
acuerdos de Bretton Woods —como fueron John Maynard
Keynes y Henry Dexter White (de Inglaterra y EU res-
pectivamente)—, incurrieron en algunas imprecisiones
involuntarias.123
123
Note usted lo siguiente: el propio doctor en Economía Henry Dexter White, a
pesar de haber sido una de las personas más capaces del tema monetario de la...

166
Dinero y bienestar

Por ello, una tan necesaria reforma en el sistema mone-


tario global, tal como fue enunciado, una vez analizada y
bien definida su procedencia, quizá lo más recomendable
para un funcionamiento expedito y sencillo, lo mejor
sería proceder así:

Establecer antes de todo las bases específicas y funda-


mentales de lo que se pretende, y el mejor camino sería
someter su operatividad práctica y concreta a una especie
de concurso mundial hacia todos los especialistas del
globo que estén relacionados con el tema, ofreciendo
una especie de reconocimiento importante y una cierta
remuneración financiera a la mejor elaborada, funcional
y práctica… ¿Le anticipo el resultado?

Nos sorprenderemos no sólo de la amplitud y variedad


de las propuestas —muchas de ellas valiosas en extre-

...época —motivo por el cual lo enviaron a tales acuerdos— originalmente estimó


que el dólar norteamericano era el que debía ser establecido como referente
mundial, aunque poco tiempo después, reconsideró su postura a través de una
carta que sólo tuvo circulación interna dentro del FMI como ya fue referido.
En lo personal, considero que el corto período de su vida (55 años) le impidió
el haber podido realizar muchas más contribuciones sobre el tema monetario,
de desarrollo y comercio internacional. “The Battle of Bretton Woods” (“La
batalla de Bretton Woods”), Benn Steil, Princeton University Press.
Paradójicamente, Henry Dexter White, fue acusado tanto de “comunista”
durante la cacería de brujas, similar a la macarthista posterior de 1950-56, y
a la vez defendido por miembros del FMI, tal y como ocurrió con James M.
Boughton en su artículo “The Case against Harry Dexter White: Still Not Proven”
(“El caso contra Henry Dexter White, aún no ha sido probado”) publicado el
1 de junio del 2001 en la revista History of Political Economy (“Historia de la
política económica”) (2001) 33 (2): pp. 219-239. https://doi.org/10.1215/00182702-
33-2-219. Bajo la un tanto limitada perspectiva del autor —disculpe usted, no
tengo acceso a toda la información vital para poder emitir un mejor juicio—,
considero que su acertada postura internacionalista e incluyente, le hizo bus-
car acercamientos con autoridades del bloque soviético tratando de atraerlos
hacia el organismo que se crearía (FMI) —inclusión de los rusos que de todos
modos fue rechazada en esos años, debido a la incompetencia, desinformación
y tozudez propias de un dictador como Stalin—, sin embargo, ello desencadenó
un enorme recelo de grupos ultraconservadores de EU.

167
Juan Manuel Ochoa Torres

mo— sino del enorme potencial pensante que podríamos


tener los miembros de este gran equipo llamado mundo,
cuando decidimos de forma sabia, y además, nos haría ver
lo absurdo de la forma limitada como hemos procedido:

Tomando decisiones que podrían ser —como en este


caso— trascendentales, sólo por un pequeño grupo, por
más capaz que pudiera ser, cuando tenemos que abrir
el abanico prácticamente a todos los especialistas en la
materia del planeta, aunque eso sí, la decisión final debe
tomarse sólo por el panel de expertos y conocedores del
tema que hayan quedado a cargo de tan importante asunto.

Como percibo en el lector un creciente deseo de colocar


a este tan enfadoso autor en su desvencijada máquina
del tiempo —a sabiendas que las baterías del mismo se
estén agotando—, y además direccionen dicho aparato
hacia alguna muy lejana época del Paleolítico —con el
oscuro e inconfesable deseo que las baterías se agoten
por completo allá—, me parece que lo más prudente sería
concluir la escritura de éste para usted tan fastidioso libro.

Por otro lado, como no dudo que esa moneda única sería
una medida que, más tarde o más temprano se tendrá
que implantar, y dado que confío que su nombre sea es-
cogido por la mayoría, asociando eso con el que espero
sea un remoto riesgo —el envío del autor al Paleolítico—,
aprovecho para expresar mi última voluntad —ahora que
todavía puedo—, como se les concede a los condenados:
que el nombre que a ella se le asigne sea “denario”, pri-
mero, por el papel que desempeñó en la historia, al haber
sido nada menos que la base del sistema monetario del
Imperio Romano, que tanta importancia tuvo, y además,
por su significado: “diez ases”.

¡No nos cabe duda que el autor está fuera de sus cabales!
¿Qué diablos tiene que ver eso? El verdadero desarrollo

168
Dinero y bienestar

de un gran equipo —el nuestro, el mundo— le confieso,


no puede sobrevenir por sólo el desarrollo o crecimiento
de un solo elemento, el aspecto económico. Si sólo consi-
guiéramos eso, no lo creerá y no se asuste, pero muchos
problemas podrían aumentar.124

Un crecimiento real en la cuestión económica, debe nece-


sariamente ir acompañado de los otros no menos valiosos
“ases”: crecimiento importante en el aspecto educativo,
sociológico, de investigación, valores humanos e incluso
espirituales para aquellos que en ellos crean, estabiliza-
ción poblacional,125 adecuado sentido cívico, ecológico y
otros trascendentales factores clave más.

Agradezco de verdad el que me haya permitido atormen-


tarle con el presente libro.

124
Uno entre otros: las drogas, ¿ha observado usted, mi estimado y tan pa-
ciente lector, las regiones donde su consumo crece? En los países o regiones
con más elevado ingreso. Un mayor desarrollo sólo en el aspecto económico,
sin un crecimiento paralelo en valores humanos y morales, tendría resultados
desafortunados en diferentes aspectos sociales.
125
Sobre la importancia de la estabilización poblacional, recomiendo el Apén-
dice.

169
Juan Manuel Ochoa Torres

170
Dinero y bienestar

Epílogo

Aprovecho este último espacio para hacerle una muy


breve reflexión adicional… ¡No es posible! ¿Otra barba-
ridad más del autor? Qué cree, que sí, y lo peor, es que
se la plantearé a través de una anécdota de tipo personal:

En el año 1999, cuando ascendió al poder Hugo Chávez*


(quien permaneció en el cargo hasta su muerte, ocurrida
en 2013), un amigo escritor que tuve el gusto de conocer126
—ya fallecido—, expresó en una columna periodística
diaria que tenía lo siguiente:

—Vaya… ¡Hasta que subió al poder alguien preocupado


por su pueblo y los pobres!

No pude evitar el ponerme en contacto con él —como


habrá podido apreciar estimado lector, no soy nada de
entrometido—, y después de saludarlo, recuerdo muy
bien que le mencioné un por demás ocurrente y conocido
refrán popular:

—Calmantes montes, alicantes pintos, pájaros cantan-


tes… (Enunciado de la jerga popular mexicana, alusivo
a la conveniencia de no anticipar juicios, sino más bien
esperar los resultados) y añadí:

—Cualquiera puede decir ser poseedor de las mejores


intenciones, o incluso pronunciar las más impactantes

* Quien permaneció en el poder en Venezuela por 13 años, hasta su fallecimien-


to, ocurrido en el año 2013. Aunque él pretendía quedarse mucho más tiempo.
126
Preferiría no mencionar de quién se trata, dado que tuvo aciertos importan-
tes en muchos otros aspectos, y el hecho de citarlo no me parece adecuado,
dado que además, no tiene ya manera de expresar él a su vez sus argumentos.
Aparte, le confieso, no tomé la precaución de conservar el recorte periodístico
donde mencionaba lo referido. No obstante, estimo que no es relevante para
el caso la mención de su nombre.

171
Juan Manuel Ochoa Torres

frases y deseos. Es más, quizá no habrá un solo político


que, en mayor o menor medida no lo haya hecho… Sin
embargo, creo que la clave para la ciudadanía está en
otro sitio: en vez de “calificar” o comparar a los candida-
tos por la excelsitud de sus metas, tenemos que evaluar
la factibilidad de sus dichos, o mejor aún, analizar los
medios concretos que utilizarán para cumplirlos. Si no le
hacemos así, en muchos casos el remedio podría resultar
peor que la enfermedad misma.

—Creo —me dijo— que estás siendo muy pesimista…

—Sería el primero —proseguí— en desear que todo resulte


como ese señor ofrece, pero mira, si aun cuando se pro-
cede bien, planeando y evaluando las cosas como se debe,
no existe garantía absoluta de que todo resulte de acuerdo
con lo esperado —porque habrá que estar mucho muy
atento en cuanto a su ejecución y circunstancias que ro-
dean todo—, pero mira… ¿Qué pasaría si desde el mismo
principio las cosas están mal configuradas?

—Si este señor aplica, como todo parece indicar, su ya


tan conocida recetita de estatizar empresas, exacerbar
el burocratismo, corporativismo gubernamental y medi-
das parecidas, entre otras cosas van a hacer descender la
producción de bienes y servicios, lo que se manifestará,
primero, en inflación, lo cual será seguido por una larga
secuela de inconvenientes graves. Y créeme, no habrá
recursos que les alcancen, si no lo crees, espérate tantito.

Mi amigo, si bien no tocó más el tema en su columna,


ya no pudo apreciar127 a lo que llegaron, dado que los
nefastos resultados —aunque lógicos— si bien se tarda-
ron un poquito más de lo normal, en virtud que durante

127
Falleció de cáncer en el año 2010 después de una vida brillante, fructífera
y de extraordinaria participación social. Siempre le agradeceré la paciencia y
comprensión mostrada para con mi limitada opinión.

172
Dinero y bienestar

la primera década del nuevo siglo XXI, se mantuvieron


inusitadamente altos los precios de los hidrocarburos, lo
que les permitió —mientras pudieron— suplir mediante
grandes importaciones de bienes y servicios su crecien-
te vacío productivo, el colapso hizo acto de presencia. Y
perdón que enfatice mi paciente lector, pero estimo que
de todos modos, su petróleo no les hubiera alcanzado.

Puedo asegurarle que, si hubiera permanecido el mismo


don Hugo, sus descendientes, sucesores, uno de los após-
toles128 o el más exitoso y capacitado funcionario traído de
alguna región del planeta,129 con una política económica
como la descrita, el resultado hubiera sido el mismo, o
peor, de no haber podido contar, como le decía, con tantas
decenas de miles de millones de dólares procedentes del
petróleo. No lo dude ni por un segundo.

¡Ah! ¿Entonces pretende usted que no tratemos de mejo-


rar al pueblo? Por supuesto que sí, pero por la vía correcta,
¿y cuál sería esa? Primero, basarnos en las leyes económi-
cas, sociológicas, educativas y muchas otras que inciden
sobre el actuar humano, y luego, enfocarnos hacia las
causas de fondo que son las que a su vez se proyectan en
determinadas manifestaciones externas, mismos efectos
o consecuencias que son, desafortunadamente, las que
algunos malos líderes, de manera por demás superficial,
tratan de atender.

128
Para efectos de este libro, este vocablo no se asocia a religión o creencia
alguna, es un término que proviene primero del griego (apóstolos) y está con-
formado por el prefijo (apo) “lejos” y “stelló” que quiere decir “enviado”. Del
griego se trasladó al latín “apostōlus”. Diccionario Etimológico de la Lengua
Castellana, Joan Corominas, Editorial Gredos.
129
Aclaración pertinente: ante la hipotética “importación” de un funcionario así,
de haberse tratado en realidad de alguien capaz, considero que tal personaje no
habría aceptado la aplicación de semejante “receta secreta” —bueno, de hecho
ya no es tan secreta, es mundialmente conocida—, y hubiera condicionado su
labor a la implementación de una política económica más realista.

173
Juan Manuel Ochoa Torres

Por decir, si un ingeniero se dispone a construir un muy


importante puente… ¡Dios bendito, ahora una analogía
de parte del autor! ¿A qué hora se terminará este maldito
libro?

Le decía… ¿Qué requeriría ese ingeniero para realizar esa


obra? Primero, basarse en las leyes de la Física, elaborar
un buen proyecto, considerar los estudios confiables de
los factores que intervienen, poner un especial cuidado
en los materiales empleados, vigilar los costos, manejar
de forma impecable, transparente y clara el origen y des-
tino de los recursos económicos, supervisar bien todo, y
rodearse de personal capacitado... ¿No lo cree?

Además, ante la desafortunada posibilidad de que apare-


ciera una grieta en la estructura… ¡Imagínese nada más!
¿Convendría sólo atender la manifestación externa, —
como hacen los populistas, orientándose más bien a los
efectos que a sus verdaderas causas— o sea, “resanarla”
y pintarla, o más bien, que se fuera al fondo del asunto,
para analizar qué la está causando, y poder corregir el
verdadero origen del problema?

Asumiendo —para efectos ejemplificativos— que no se


procede como se debe, dígame… ¿Ayudaría el más elo-
cuente discurso? La respuesta es obvia. Ese hipotético
profesionista —que ojalá no hubiera ninguno así— no
sólo pondrá en serio riesgo a sus trabajadores y futuros
usuarios, desperdiciará recursos, tiempo, incurrirá en
responsabilidades y perjudicará su credibilidad personal.
¿No le parece?

Es imprescindible analizar también el otro extremo: si


nos percatamos que ese encargado de la obra está ha-
ciendo todo como se debe, lo menos que debemos hacer
es respaldarlo de forma total, a fin que pueda realizar
bien su labor —sin importar que quien haya quedado

174
Dinero y bienestar

a cargo, no hubiera sido aquél en quien pensábamos—,


ya que, el divisionismo es una de las peores cosas que
le pueden sobrevenir a toda familia, empresa, proyecto,
organización, país o al planeta mismo.

Regresando al ámbito económico y monetario, éste tan


enfadoso autor, sólo ha pretendido aportar su muy mo-
desto y pequeño granito de arena en la construcción de
una especie de simbólico puente, mismo que confío,
pueda facilitarnos el acceso a una estadía mejor, donde
hubiera mayores posibilidades de un desarrollo integral
tanto para usted como para los demás miembros de ese
equipazo que conformamos. Le anticipo: con su ayuda y
la de todos, podemos lograrlo.

Antes de que el autor continúe diciendo atrocidades,


y que, por tal motivo, siga acrecentándose en más de
alguno la malévola idea de enviarlo a épocas prehistó-
ricas, sólo se me ocurren dos soluciones posibles para
evitarlo: una, desmontar y transformar mi traviesa y tan
odiada máquina del tiempo en una licuadora, o quizás,
en un horno de microondas —al cabo como semejante
artefacto es imaginario, creo que puedo lograrlo— y, la
segunda, colocarle estratégicamente un punto final a este
tan insufrible texto.

175
Juan Manuel Ochoa Torres

176
Dinero y bienestar

Apéndice
Reflexiones poblacionales

Por si no hubiere atormentado lo suficiente al lector, me voy a permitir


afligirlo con una última aunque muy breve reflexión de tipo poblacional.

¿Otra vez usted? Aunque pensándolo bien, ya hemos tolerado tantas


barbaridades del autor que, si ésta es breve, quizá la leamos, además,
aprovecharemos que aún no hemos tirado el libro, dado que el cesto
de basura estaba un poco lejos… no obstante ¿Por qué ha escogido ese
tema en particular?

No lo creerá, pero todavía hay quienes consideran que no hay relación


alguna entre esa materia y el bienestar humano, por ello, me gustaría
tratar de forma en extremo corta el asunto…

¿No habrá otra vez perdido la brújula éste tan enfadoso autor? Y aparte,
¿por qué mejor no le dejamos ese asunto a la naturaleza, y renunciamos
a hacer interferencias sobre la procreación humana?

Le parecerá increíble lo que le contaré: la interferencia de hecho ya la


realizamos desde hace mucho, como prueba de ello, antes de exponerle
mi punto de vista relativo al tema, le comentaré algo que ya hicimos desde
principios del pasado siglo XX hasta el momento presente. ¡Está usted so-
ñando! ¿A qué hora hicimos eso, si hace un siglo casi nadie trataba el tema?

Mediante el exitoso y afortunado empleo de la medicina, disminuimos


de forma drástica la tan elevada tasa de mortalidad infantil que existió
a todo lo largo de la Historia, por ello, para efectos del proceso de pro-
creación humana, influimos de manera contundente.

Y una vez que realizamos semejante intervención, fuimos paulatina-


mente abatiendo —con diferentes grados de avance en todos los países
del mundo— algo que nivelaba e influía de manera determinante sobre
la procreación: la tasa de mortalidad infantil, junto con una drástica
elevación en la expectativa de vida.

Semejante intervención —un tanto “artificial” podría decir más de al-


guno— consiguió que —entre otros beneficios—, aquella tan elevada
mortandad infantil que padecimos desde siempre hasta hace alrededor
de un siglo, la cual antes provocaba cerca de 700 decesos infantiles130

130
“El libro de los sucesos, eventos, hechos, casos, cosas…” Isaac Asimov, Edi-
torial Lasser Press.

177
Juan Manuel Ochoa Torres

por cada 1 000 nacimientos, pudiésemos conseguir algo por completo


inimaginable para nuestros ancestros: tener sólo 32 muertes de niños
por cada 1 000 nacimientos en promedio en el globo,131 y seguimos
avanzando, ya que debemos poder llegar a poco menos de 5 en todo
el mundo.132

Paradójicamente, cuando se llevó a cabo dicha intervención, muchos no


percibieron a cabalidad que, al intervenir en la procreación por un lado
en dicho proceso en la forma descrita, ello casi nos obligaba también
a hacerlo en el otro lado de la balanza: generalizando los métodos de
planeación familiar.133

Cabe reconocer y destacar, que una gran cantidad de especialistas e


investigadores del tema en el mundo, una vez que se percataron de la
obligada repercusión que tendría el abatimiento de la tasa de mortalidad
infantil, así como la también afortunada elevación en la “expectativa
de vida”, no sólo anticiparon, sino advirtieron de manera oportuna las

La tasa de mortalidad infantil promedio actual en el mundo, es de 32 falleci-


131

mientos infantiles por cada 1 000 nacimientos, de los cuales, 5 de ellos ocurren
en el segmento considerado como “desarrollado”, y 35 en el que aún está en
proceso de desarrollo. Population Reference Bureau (PRB) Data Sheet 2017.
132
Este aparentemente inofensivo diferencial en este punto, está todavía provo-
cando una cantidad irresponsablemente elevada de infantes muertos cercana a
los 4 millones por cada año transcurrido, cifra que —atención—, tan sólo en
el siglo XX supera con creces a los fallecimientos ocurridos en todas las gue-
rras que padecimos en ese mismo período. Population Reference Bureu (PRB)
Data Sheet 2015. Gran parte de la responsabilidad que ello implica, recae en
aquellos quienes se niegan a reconocer la influencia del aspecto demográfico
sobre el bienestar socioeconómico.
133
Ello no significa tampoco que debemos situarnos en el otro extremo, o sea,
por debajo del nivel de “reemplazo generacional” como sucede en una minoría
de países. No obstante, es casi seguro que en esos sitios están considerando
que, como únicamente alrededor de 15 por ciento del planeta se encuentra
en tal condición, y, en cambio, la mayoría en el mundo aún tiene una tasa de
crecimiento más alta de lo deseable, estiman —con razón— que la migración
compensa con creces tal diferencial.
Lo ideal en este tema, como en casi todo lo que nos rodea, es mantener una
situación de equilibrio o estabilización. Y, en la medida en que se puedan ir
solucionando los aberrantes y casi criminales déficits en tan diferentes ren-
glones que se tienen ahora, en ese momento se podría pensar en una ligera
modificación o crecimiento en este sentido, pero, actuar a la inversa, creando
primero las necesidades y carencias, para luego buscar a quién culpar o cómo
solucionarlas, es un proceder irresponsable e indigno de toda persona que se
precie de tener uso de razón.

178
Dinero y bienestar

consecuencias sociales, económicas y ecológicas que se proyectarían


sobre la comunidad global y el ecosistema.

Gracias a tal información —en franca oposición a algunos grupos


ultraconservadores—, se pudo parcialmente evitar que el deterioro
socioeconómico, ambiental y humano se hubiera realizado en una
forma muchísimo más grave, exponenciando los inconvenientes sobre
todo el globo. Mas debemos resaltar que aún nos falta avanzar más en
este sentido, y, si me lo permite, me gustaría comentarle por qué lo
considero así.

¡Qué barbaridad! ¡Cada vez me convenzo más que este autor está fuera
de sus cabales! ¿Qué diantres tiene que ver eso con el tema del bienes-
tar con el que tanto nos ha aburrido a lo largo de éste su tan enfadoso
libro? ¿O qué acaso ya a se le olvidó que el tema del mismo era otro?

No culpo a quienes consideran que la cuestión poblacional pareciese


pertenecer a otra especialidad, más si analizamos el asunto con un poco
más de detenimiento, veremos que está en cierta forma —junto con
otros elementos clave— vinculado con lo que ahora tratamos. Y por si
fuera poco, puedo asegurarle que no es que este servidor lo haya inser-
tado de forma indebida, ya que, en la práctica, este asunto se introdujo
solito en nuestro entorno socioeconómico de forma completa, aunque
lo realmente preocupante es que muchos no se percataron de ello.

Si nos interiorizamos un poco más a fondo en este proceso, creo que


lo veremos todos de una forma sorprendentemente clara, observe: una
vez que abatimos el índice de mortalidad infantil, la tasa de crecimiento
poblacional se elevó de manera sustancial de forma automática. ¿Y qué
diablos importa eso? Ello hizo a su vez que el período de duplicación
poblacional se “acortara”, cosa que de hecho sucedió en la mayor parte
del mundo.134

¡Pero el elemento humano es el más importante! ¿O acaso ya se le olvidó


eso? Totalmente de acuerdo mi estimado lector, nada más que insisto,
si el aspecto humano es precisamente lo más valioso que conocemos,
ello nos obliga a ser mucho más cuidadosos al respecto, y le pido me
permita le comente por qué lo considero así:

134
Y como le indicaba, hubiera sido muchísimo peor, de no haber advertido
tales especialistas en su momento sobre semejante riesgo, y eso hubiera con-
vertido a la mayoría de países en zonas increíblemente caóticas, por las razones
expuestas a continuación.

179
Juan Manuel Ochoa Torres

Cualquier cosa en nuestro mundo y en el universo, que interactúe


de forma desincronizada con el resto de factores que intervienen, ello
tendrá efectos nocivos, y las consecuencias, serán tan perjudiciales
a como se presente un eventual desfasamiento de los factores que
entran en juego.

¡Diantres! Creo que el obcecado autor no nos acaba de entender… ¡Esta-


mos tratando de hacerle ver que el elemento poblacional es un elemento
no sólo “positivo”, sino algo en extremo valioso, como usted mismo
reconoce! ¿Alguien se lo puede explicar a éste tan enfadoso escritor?

Qué cree mi estimado y paciente lector, aun los elementos considerados


como “benéficos”, si ellos sobrevienen o interactúan a una velocidad
inapropiada, ese factor positivo, en automático se transforma el algo
que puede tener efectos adversos. Se lo expongo de otra forma:

Cuando alguien por decir está buceando, una vez que decide salir a
la superficie, si asciende desde donde se encuentra a una velocidad
superior a como van subiendo las burbujas, ése al parecer tan inofen-
sivo acto, podría costarle la vida a cualquiera…135 ¡Caramba! ¿Por qué
sucede eso? ¿Qué acaso no es benéfico “el aire” o algo tan sencillo como
salir a la superficie?

Justo a eso me refiero, lo peligroso sería hacerlo a una velocidad supe-


rior a lo recomendado, ya que, por más bueno o incluso indispensable
que sea el oxígeno, todo aquel que proceda de forma incorrecta, le
sobrevendrá una descompresión, misma que puede resultar mortal.

Veamos otro caso: pocas cosas serán más valiosas para la existencia que
el alimento ¿no es así? Pues aún en el caso de algo tan importante, si
cualquiera de nosotros la ingiere cada día en una cantidad superior a
su capacidad y velocidad de absorción y asimilación, tendrá una serie
de complicaciones. Y, si dicho desequilibrio es realizado de forma re-
petitiva, esa persona padecerá muy importantes problemas de salud,
sin importar lo intrínsecamente bueno que el alimento sea.

Bastante he castigado al lector con mis atroces ejemplos, como para


seguirle planteando más, por tanto, sólo le pido veamos ahora el asunto
demográfico bajo una perspectiva un poco más clara:

135
Esa persona tendría una posibilidad muy grande de sufrir una descompre-
sión que podría resultar fatal. Fenómeno descrito en la Ley de Boyle-Mariotte.

180
Dinero y bienestar

Tan pronto como un país crece poblacionalmente demasiado rápido,


observe lo que sucede: para empezar, el período de “duplicación po-
blacional” se acorta de manera anormal, lo cual —aunque a más de
alguno eso le tenga sin cuidado— nos llevará a otra situación posterior:
en ese mismo lapso inusualmente corto, no se podrán doblar también
los satisfactores básicos vitales a ese mismo ritmo, dado ése su tan
breve espacio de tiempo.

Esta “desincronización” generará, de manera un tanto solapada y silen-


ciosa, multitud de carencias o déficits en la mayoría de los renglones
sociales básicos… Ante ello, puedo apostarle que muchos llegarán a
una conclusión como ésta: ¡Lo que pasa es que los gobiernos ineptos
no pueden hacer algo tan obvio!

Ni de lejos pretendo defender a gobierno alguno del mundo, que ellos


lo hagan por sí mismos, sólo le pido considere lo que en la práctica se
lleva a cabo: Si un país dobla su población por decir en sólo 35 años
(el mundo “subdesarrollado” se dobló en poco más de ese tiempo) eso
significa, para fines prácticos, que debieron haber sido capaces de crear
la infraestructura completa que hicieron a lo largo de toda su historia
en el mismo lapso indicado, así como reponer parte de ella que ya
sobrepasó su vida útil, o, simplemente, ya se hizo obsoleta, y, por si
fuera poco, debieron haberle dado solución a los déficits acumulados
por siglos. Su servidor no sabe de algún país que haya podido conseguir
semejante meta, y sobre todo con una comunidad que ya traía arras-
trando multitud de carencias en casi todos los órdenes. Ahora observe
el escenario que se manifestará ante la ciudadanía:

Todo sitio así, padecerá déficits en el abastecimiento de agua potable y


drenaje, un gran número de personas carecerá de empleos remunerati-
vos, muchos otros adolecerán de la debida educación, capacitación y no
habrán podido recibir la suficiente transmisión de valores necesarios, la
capacidad médica y hospitalaria estará rebasada por las necesidades de
su comunidad, y algo parecido sucederá con su policía, jueces y personal
de investigación de delitos, habrá vías de comunicación insuficientes,
crecerá la necesidad energética, la superficie cultivable, forestal y de
áreas verdes, las cuales parecerán haberse empequeñecido, así como
multitud de complicaciones importantes más.

Si interrelacionamos ahora dichas carencias entre sí, y para colmo, le


añadimos el consumo de estupefacientes de algunos sectores sociales,
no sólo tendremos cuadros patéticos llenos de injusticias graves, sino
hasta la violencia crecerá a niveles inaceptables.136

136
La sola elevación en la tasa de crecimiento poblacional, si bien producirá
una larga serie de lastimosas carencias, no será factor suficiente para la eleva-
ción de la violencia, pero, tan pronto aparezcan otros elementos negativos...

181
Juan Manuel Ochoa Torres

En este punto, como ya le adelantaba, incurrirán en un cierto riesgo


adicional: tan pronto como entre en juego el ya citado aspecto de tipo
sicológico —gran malestar ciudadano ante las autoridades en turno—,
eso puede contribuir a empeorar las cosas en cualquier lugar del mundo,
por la razón siguiente:

Una vez que un elevado porcentaje de la población haya “concluido”


o interprete que la razón de fondo de las carencias existentes, no es
sino una manifestación palpable de incompetencia gubernamental, eso
incrementará las probabilidades del surgimiento de líderes políticos
insuficientemente informados, mismos que ofrecerán soluciones sim-
plistas, mismas que a menudo no serán identificadas como inadecuadas
por amplios sectores, precisamente por la patética condición en que
se encuentran.

A quien esto escribe le parece inconcebible que una en ocasiones ligera


percepción sobre el tema de este apéndice, aún prevalezca en ciertos
sectores sociales, políticos, grupos ultraconservadores y otros,137 inclu-
so, más imperdonable resulta cuando, un pensamiento así proviene
del segmento mundial considerado como “más desarrollado”. Algunos
de ellos, curiosamente, serán quienes a menudo se quejarán de los in-
convenientes de la “excesiva migración” hacia ellos procedente de las
regiones con elevadas tasas de crecimiento. “Cosas veredes” de seguro
nos diría casi de inmediato don Quijote si estuviera con nosotros, mas
no puede hacerlo, ya que ahora mismo anda “deshaciendo entuertos”
en otras dimensiones.

Por lo tanto, tomando en cuenta que él no puede decirlo por las razo-
nes expuestas, le pido permitamos entonces que, en su lugar, sean las
propias cifras quienes de forma sumamente breve puedan decirnos
algo más, dado que aunque parezcan ellas tan calladas y discretas, creo
que son también capaces de expresarnos cosas; y si bien su lenguaje
sea en extremo silencioso, quizá su juicio podría ser más sólido que
las propias rocas.

...colaterales, tales como actitudes inadecuadas, consumo de drogas, insuficiente


transmisión de valores y otros, la elevación en los índices de homicidios dolosos
será algo que habrá que esperar.
Muchas de las objeciones de tales grupos, han sido respondidas por el autor
137

bajo otra perspectiva y de forma un poco más amplia en el libro VIOLENCIA


O DESARROLLO, mismo que se encuentra en la página:
www.juanmanuelochoat.blogspot.com

182
Dinero y bienestar

Las cifras dicen —también de forma callada— que lamentan el que en


el presente texto no se les permita expresar todo lo que ellas quisieran,
pero no se preocupe, ya les he explicado a ellas que usted me hizo
prometerle ante notario público no aburrirlo con un libro demasiado
extenso. Pero aun con la limitación expuesta… ¿Qué podrían decirnos
ellas sobre el tema?

Hay zonas que duplicaron su población en 63 años, como aconteció


de hecho en América del Norte,138 período en el cual, les fue posible
duplicar los satisfactores a la velocidad requerida, o, como ocurrió en
Europa,139 región que, poblacionalmente hablando, se dobló en un lapso
algo superior a los 200 años. No obstante, en la mayoría del planeta la
situación fue otra.

Asia por decir, dobló su población en 43 años, América Latina lo hizo


en 41, y África en 27.140 Pero si acaso duda usted que las cifras sean
capaces de comunicarnos cosas, le pido observe, sólo como una especie
de botón de muestra, los diferentes resultados de una región con ca-
racterísticas socioculturales parecidas: América Latina. Para un mejor
aunque conciso análisis, veamos cuatro aspectos clave en diez países
de dicha región: a) Índice de Desarrollo Humano (IDH),141 b) Índice
de Crecimiento Poblacional, c) Producto Interno por Habitante, y d)
Mortalidad infantil.142

De esos diez países —como le decía, tomados del mismo continente y


parecido antecedente sociocultural— cinco de ellos estarán poblacio-
nalmente creciendo de manera más rápida: Haití, Guatemala, Bolivia,
Honduras y El Salvador. Y los otros cinco de forma un poco más estable:
Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Costa Rica.

Le pido que aprecie cómo, no sólo en estos diez países, sino en prác-
ticamente todo el orbe, cuando su crecimiento poblacional es más

138
Hago mención especial que, en América del Norte, un porcentaje importante
de su población provino de inmigración.
139
No es posible conocer el lapso preciso de duplicación poblacional en la zona
europea, dado que los censos de algunos de los países de esa zona —de unos
años tan lejanos—, no son del todo confiables, mas considero que la duplicación
poblacional se llevó a cabo en una cifra cercana a la indicada.
140
ONU (población 2015).
Population Pyramids of the World from 1950 to 2100
141
(IDH) Es un índice importantísimo y muy revelador sobre la situación social
y económica de un país, indicador que fue creado por la ONU para evaluar el
nivel de desarrollo socioeconómico que cada país posee.
142
Número de fallecimientos infantiles por cada mil nacimientos.

183
Juan Manuel Ochoa Torres

elevado de lo recomendado, casi como regla su “índice de desarrollo


humano” (y lo que ello implica) desciende de manera significativa, lo
cual está íntimamente asociado con su ingreso económico y bienestar
general por persona, y, al mismo tiempo, permanece más alto su índice
de mortalidad infantil, siendo esas situaciones a menudo acompañadas
por un inusualmente alto nivel de violencia.143

Todo ello nos hace reflexionar que, aparte de priorizar como decíamos
otros aspectos de tipo educativo, económico, monetario, sociológico,
político y otros, el elemento poblacional deberemos tomarlo en cuenta
también de manera muy especial.

Ahora bien, para aquellos pocos a quienes las opiniones de expertos


y conocedores del tema no les importen mayor cosa, ni les convenzan
tampoco lo que las cifras muestren, quizá no quedará para ellos sino
una tercera aunque lamentable opción: que sigan pretendiendo como
que no saben del asunto, o como si no existiese vinculación alguna del
aspecto poblacional sobre el bienestar humano. Pero me siento obligado
a advertirles a ellos que, tanto quienes nos seguirán en los tiempos,
como quien en su debido momento juzgue los humanos procederes, no
les creerán que no se enteraron del daño que causaron.

143
Economistas como David Ricardo (1772-1823), apreciaron el efecto de
una excesiva “oferta” laboral (a menudo no bien capacitada) sobre su propio
salario —lo deprime—, otros sólo interesados en el tema, como Carlos Marx,
no lo percibieron así, hecho comprensible dado que, si bien estudió Filosofía,
Literatura e Historia en Bonn y Berlín, y aunque algunos lo consideraron como
un gran economista, su comprensión sobre el tema era escasa, obtenida por
algunos estudios de manera autodidacta —en su exilio en Londres, en el Museo
Británico—, y, no sólo nunca llegó a interiorizarse lo suficiente en Economía,
sino ella le disgustaba. En una ocasión escribió a Engels: “…en cinco semanas,
he terminado con toda la basura económica.” (Werner Blumenberg “Marx”, p.
121 —obra basada en su propia correspondencia— Editorial Salvat 1962) en
otras cartas repite “basura económica” y “esta porquería”.
Posteriormente, aparentando, eso sí, una enorme erudición, —impresionando a
muchos, incluyéndome—, “forzó” ése su tan limitado enfoque económico hacia
su también atrasada conceptualización filosófica y sociológica, lo que derivó,
como era de esperarse, en los resultados que el mundo conoció.
Valoro sinceramente su buena intención, aunque, espero coincida usted conmi-
go, quien pretenda beneficiar a otros, primero debe fundamentarse en leyes y
principios sólidos. En el área social y económica, había que —entre otras muchas
cosas—, conocer al menos los móviles que de manera natural, automática e
invisible inciden sobre el actuar humano y la productividad.
Su percepción sociológica y filosófica era tan anacrónica, que ni siquiera con-
ceptualizó a la comunidad como lo que es: un ente indivisible, interrelacionado
e incluyente, sino la fragmentó en “clases” un tanto antagónicas.
Aclaración pertinente: Todas las tesis humanas son perfectibles, incluyendo
por supuesto las barbaridades de este tan irrespetuoso autor.

184
Dinero y bienestar

CUADRO 1
CINCO PAÍSES LATINOAMERICANOS
CON MÁS ELEVADO
CRECIMIENTO POBLACIONAL144

%
Crec. PIB MORT
PAÍS IDH Poblac. HAB INFANT.

Haití 0,493 1.5 1,790 48


Guatemala 0,640 1.9 7,750 26
Bolivia 0,674 1.7 7,050 39
Honduras 0,625 1.7 4,420 26
El Salvador 0,680 1.3 8,220 17

CUADRO 2
CINCO PAÍSES LATINOAMERICANOS
CON CRECIMIENTO POBLACIONAL
MÁS LENTO
%
Crec. PIB MORT
PAÍS IDH Poblac. HAB INFANT.

Argentina 0,827 0.9 19,480 10


Brasil145 0,754 0.7 14,810 14
Chile 0,847 0.8 23,270   7
Uruguay 0,795 0.5 21,090 12
Costa Rica 0,776 0.9 15,750   8

144
Los datos del Índice de Crecimiento Poblacional, PIB por habitante, y mor-
talidad infantil proceden de PRB Data Sheet (Population Reference Bureau)
2017, los de IDH (Índice de Desarrollo Humano) fueron elaborados por el
programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Algo digno de tomar en cuenta, es que una eventual reducción en la tasa de
crecimiento poblacional, no se proyecta de manera favorable de forma inme-
diata, sino a lo largo de los años siguientes, como podríamos apreciar en el
caso particular de Brasil, ya que su reducción en el “índice de crecimiento”, es
relativamente reciente, y pocos años atrás, tenía un crecimiento demográfico
más elevado. Population Reference Bureau (PRB) 2010.
145
Cabe mencionar también que Argentina y Brasil casi acaban de salir de
unas experiencias populistas no especialmente afortunadas, y estimo que,
de no haber sido por ello, su situación económica estaría mejor.

185
Juan Manuel Ochoa Torres

Agradecimiento
La realización de este libro no hubiera
sido posible sin la valiosa colaboración
de las siguientes personas: La diseñadora
gráfica ANA SOFÍA OCHOA RICOUX,
el apoyo en la obtención de datos
estadísticos de
JUAN GERARDO SALAZAR PARADA
y el trabajo tipográfico y formación de
LUIS TOVAR CARRILLO.

186
Dinero y bienestar

Este libro se terminó de imprimir


en el mes de mayo de 2018
en los talleres de
Cactus Displays, S.A. de C.V.

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