Durante la invasión de EE.UU. de 1914, muchos veracruzanos valientes y en su mayoría
humildes, fueron los primeros en defender nuestro territorio. El Teniente Coronel Manuel Contreras escribió en su diario que en uno de los puntos donde cayeron éstos valientes se enterraron a 18 personas y posteriormente ahí mismo se levantó un monumento para honrarlos. Entre las personas enterradas estaba Aurelio Monfort considerado el primero que disparo contra los invasores y el primero que murió. Entre la lista de muertos que se desglosan en los apuntes del teniente coronel Manuel Contreras esta Aurelio Monfort y allí narra cómo se levantó el monumento provisional: “Aurelio Monfort. Gendarme municipal. Murió heroicamente en la esquina de Lerdo y Morelos donde se encontraba de servicio en los momentos en que vio salir de los patios de la Aduana a las primeras columnas de soldados norteamericanos. Monfort inmediatamente empuñó su pistola y comenzó a disparar sobre los invasores, quienes al verse atacados por el policía, le hicieron una descarga cerrada y lo acribillaron materialmente a balazos. A no dudarlo, este heroico gendarme fue el primero que disparó contra el enemigo y el primero en morir por la Patria en mano de los invasores. El cuerpo de este patriota quedó tirado con la cabeza sobre la banqueta correspondiente a la cantina “La Flor de Lis”, siendo recogido hasta el día 22 a las tres de la tarde en compañía de otros buenos mexicanos que murieron el día 21 y que fueron enterrados en número de dieciocho en una zanja que se abrió en la playa Norte.” En dicho lugar se colocó primeramente una cruz de madera pintada de negro y más tarde una estatua de yeso a la que el pueblo llamaba “La Mona” y que después se supo tenía una original historia. Parece que dicha estatua cuando fue introducida al país causó, por concepto de impuestos, una cantidad insignificante; pero un “vista” muy perspicaz y conocedor de la misión que tenía encomendada, descubrió que la citada estatua ocultaba en su interior objetos considerados como contrabando, demostrándose al romper un brazo de la escultura que el “vista” no se había equivocado en sus presunciones, pues del brazo mutilado cayeron relojes, sortijas, cadenas y otros muchos objetos de joyería barata. Una vez extraídos todos los objetos de contrabando, la estatua fue abandonada en uno de los departamentos de la Aduana, pero el autor de estos apuntes, recordando la existencia de dicha estatua y con el deseo de que no se perdiera el lugar en que yacían los restos de los primeros muertos por las balas de los invasores, comisionó a uno de sus compañeros para que “La Mona” fuese colocada en el lugar que marcara el último lecho de aquellos patriotas. Hasta la fecha, dicha estatua, existe en ese sitio.