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Masculinidad como construcción social reflejada en el aula

Los patrones sociales sobre los cuales se sustenta la masculinidad y feminidad se justifican
en gran medida en las diferencias establecidas a partir de sexo y género, malentendido como
sinónimos en algunas ocasiones, por tanto, siendo dos categorías diferentes donde el sexo
pertenece a un individuo, muestras el género es una construcción social que define lo que
significa ser de un sexo o del otro en la sociedad (Hardy & Jiménez, 2001). Las personas
nacen con un sexo biológico y este acaba dominando la forma como serán tratadas
socialmente por los padres, la familia y por la comunidad a la que pertenecen, para llegar a
ser hombres y mujeres con atributos aceptados socialmente. Este proceso varia de una
sociedad a otra y también de acuerdo con el tiempo histórico en que están personas están
insertas.

La sexualidad ha sido abordada desde distintas perspectivas que tratan, a través de distintos
ángulos disciplinares, caracterizando su conceptualización dando al concepto distintas
acepciones; la sexualidad designa ciertos comportamientos, practicas y hábitos que
involucran el cuerpo, pero también designa relaciones sociales, ideas, moralidades, discursos
y significados socialmente construidos (Villaseñor-Farias & Castañeda, 2003). En este
sentido, la masculinidad, como la feminidad, son construcciones sociales, la adhesión de
hombres y mujeres a una o a la otra dependerá de la educación que reciban en la infancia y
de las influencias a que sean sometidos a lo largo de su vida. La aceptación o rechazo de la
masculinidad, como norma que prevalece en una sociedad, tiene un impacto importante en
la calidad de vida de los hombres y de las mujeres, esto caracteriza la necesidad de analizar
como ella se construye y que importancia tiene para la vida en sociedad (Hardy & Jiménez,
2001). La masculinidad como categoría social esta construida por presupuestos
socioculturales sobre ideales y estereotipos de genero y de relacionamiento intergenérico que
contribuyen a la construcción del imaginario subjetivo, la representación social, a manera de
ser y la manera de relacionarse de hombre y mujeres. la ideología hegemónica de la
masculinidad es una visión construida por los hombres, mediante el curso de la historia, que
plantea como supuestos fundamentales para sí, la heterosexualidad, la racionalidad y el
privilegio de poder infligir violencia (Villaseñor-Farias & Castañeda, 2003). Verónica
Undurraga (2008) en su análisis sobre Masculinidad y duelos de espadas en el siglo XVIII
chileno, destaca como las relaciones sociales entre hombres durante la colonia se regían por
leyes no escritas, donde la masculinidad señalaba la forma aprobada de ser varón en un
sociedad determinada por una identidad sustentada en el poder, la autonomía, la dominación
y la virilidad, en una sociedad donde el honor era clave para establecer su posición en
sociedad, dejar una ofensa sin reparación equivalía a cobardía, lo que develaba la vinculación
estrecha entre honor y valor, por una parte, así como entre cobardía y deshonor. Estas
manifestaciones son la base sobre la que se construyó la masculinidad en la sociedad chilena,
donde la escuela en su labor homogeneizadora perpetua en función de su labor con el estado.

Entendiendo la masculinidad como una construcción social se refleja a en aula a partir del
mantenimiento de estereotipos determinados al género, cundo las estudiantes son
responsables y capaces, tienden a ser percibidas por sus profesores y profesoras como
carentes de autoridad y de asertividad, cualidades consideradas como prerrequisitos de
ocupaciones y de empleos masculinos. Solo cuando una alumna contradice en una forma
marcada el estereotipo femenino, sus profesores logran concebirla en una carrera no
tradicional. Las investigaciones realizadas en la educación media han señalado que el
discurso público del profesorado y de las autoridades de la escuela se inclina a homogenizar
a todos los niños y niñas en el “ser alumno” a utilizar siempre el genero masculino, y a ignorar
e invisibilizar la participación de las mujeres en la historia, tanto del establecimiento como
del país en general. En la interacción entre el profesorado y el alumnado se observó una
predisposición a estimular o a tolerar un mayor protagonismo de parte de los varones, tanto
dentro del aula como en actividades externas (Flores, 2005).

Marta Villaseñor y Jorge Castañeda (2003) en su investigación de la masculinidad, poder y


sexualidad en un grupo de estudiantes de Guadalajara, México, señalaba a normalización de
la violencia sexual ejercida de hombres a mujeres donde los alumnos no se reconocían como
victimas ni victimarios en situaciones de violencia sexual, asumían que la violencia se
origina, según los adolescentes, por múltiples factores como la invisibilizarían e influencias
social, machismo, poligamia, falta de educación mora, cultura de inequidad de género,
patrones familiares de violencia, falta de información sexual, y falta de información sobre
violencia sexual. Para los adolescentes el poder está concebido dentro de una situación de
relación interpersonal no equitativa. El poder permite tener y poseer, permite a la vez ser
poderoso. Siendo las principales condiciones de empoderamiento masculino referidas fueron
la fuerza física.

Bibliografía

Flores, R. (2005). Violencia de género en la escuela: sus efectos en la identidad, en la


autoestima y en el proyecto de vida. Revista Iberoamericana de Educación. 38, 67-86.

Hardy, E., & Jiménez, A. (2001). Masculinidad y género. Revista Cubana de Salud Pública,
27 (2), 77-88.

Undurraga Schüler, V. (2008). Cuando las afrentas se lavaban con sangre: honor,
masculinidad y duelos de espadas en el siglo XVIII chileno. Historia, I (41), 165-188.

Villaseñor, M., & Castañeda, J. (2003). Masculinidad, sexualidad, poder y violencia: análisis
de significados en adolescentes. Salud Pública de México, 45 (1), 44-57.

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