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Centro de formación intercongregacional Emaús – Formación humana

Jueves 19 de abril de 2018

Propuesta para el taller (actitud e intención). Trabajaremos en


grupos de 3

1. Nos agrupamos de a 3, procurando reunirnos con herman@s que no


conocemos tanto. Meditamos personalmente la pregunta: ¿Cuáles son las 5
cosas más increíbles o maravillosas que he visto? Lo escribo. Cuando estén
listos, lo compartimos entre los 3.

2. Leemos el siguiente texto de Eduardo Galeano.

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.


Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de
mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y
tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió
hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:

-¡Ayúdame a mirar!
Compartimos entre los 3:
¿Qué actitudes juegan en este niño? ¿Qué me sugiere el relato?

3. Lectura del siguiente texto de Amedeo Cencini, subrayando los


fragmentos que más me resuenan o me llaman la atención.

El Deseo
Amedeo Cencini

Para hablar del mundo del deseo es necesario un tipo de discurso -de
palabras- que nos ayuden a comprender la dinámica de la persona (como se
mueve; que la mueve a hacer lo que hace, etc) desde en una nueva clave, la de
la intención. Es decir, debemos dejarnos llevar por aquel significado que
esconde toda actividad humana.
Una primera afirmación aquí: toda acción humana esconde un deseo,
que debería ser comprendido desde la dinámica profunda de la persona misma.
San Agustín comprendía a la persona humana sobre todo, como un
“animal deseante”; de ahí que se opondrá a todo lo que pueda disminuir la
intensidad del desear humano: la apatía, la constante tranquilidad del ánimo, la
impasibilidad, etc…
La pasividad, según el pensamiento de Agustín, es contraría al lenguaje
del deseo porque impide todo tipo de crecimiento en la vida. La pasividad es
ausencia de toda dialéctica, es decir, es la falta de desafíos profundos en la
vida. Es la ausencia de toda tensión que conduzca al crecimiento. La pasividad

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es expresada de diversas maneras por la persona; escondida o expuesta, es


también una forma de comunicación. Pero a diferencia del deseo, no hay otro.
En la pasividad la persona puede consciente o inconscientemente haber
tomado una decisión, la del status quo. Una de sus expresiones es el fenómeno
llamado “síndrome de la comodidad”.

Una constatación Bíblica

Agustín está en la línea de la Escritura. En Gn 2, 7 la palabra presenta al


hombre como:
 un ser viviente que desea;
 en tensión hacia algo que está siempre “más allá”;
 deseo intenso que puede y debe volverse pasión y que sólo Dios puede
colmar.

La Palabra nos dice que a la raíz de todos los deseos del hombre se
esconde un único, verdadero y profundo deseo humano: Dios; y ver su rostro.
Dice el salmo: “Como anhela la cierva las corrientes de agua, así anhela mi
alma en pos de ti, mi Dios” (sal 42,2). Ustedes pueden leer también: Sal 63, 2-3;
119,20; 123,2; 130,6; Is 26, 8; Ap 22,20. El hombre de la Biblia entonces, está
imbuido de este solo deseo: “…Que yo te conozca… Déjame ver, por favor, tu
gloria” (Ex 33, 13.18).
Y Dios responde a este deseo, viene al encuentro del hombre que le
busca, pero al mismo tiempo deja entender que este deseo, por su propia
naturaleza, es imposible satisfacer por el hombre en esta tierra. Es un
deseo profundo y radical, universal e imposible de extirpar, pero también
insaciable y nunca saciado.
Si es verdad que el deseo de Dios y ver su rostro es el único deseo innato
y radical del hombre, la Palabra conoce también que el corazón de este hombre
está atravesado y poblado por aspiraciones y seducciones de muy diferente
signo.
La Biblia, registra todas esas deformaciones de un único deseo: es
una historia de deseos que son muy diferentes del deseo divino y que,
atrayendo el corazón, se ubican cada vez más en el centro de la vida y la
dominan.

El esquema parece ser siempre el mismo:


 atracción que seduce,
 ilusión de felicidad,
 acción correspondiente (de posesión o conquista),
 dominio por parte del deseo que quita libertad y lleva hacia la muerte.
(cfr. Los deseos de la carne y los deseos del Espíritu: Rom 8, 5-7; Gal 5, 16-
26).

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Consecuentemente es necesario una conversión a través de la cual se


aprende a dejarse conducir por el Espíritu. (Gal 5,24; cfr Rm 6,12; 13,14; Ef
4,22). Se trata de traer nuevamente a flote, de redescubrir dentro de sí aquel
único deseo que Dios mismo ha puesto en el corazón de todo ser humano…

Dios también desea

Desea manifestar su amor hacia el hombre ya desde ahora… El ejemplo


más alto y visible del desear del corazón de Dios nos es dado en el Hijo
encarnado… Dice Jesús:“He venido a arrojar fuego sobre la tierra y ¡cuánto
desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49): expresando así que él esta
imbuido en el deseo de “dar gloria al Padre” como así también el “deseo
fraterno” de mostrar a los hombres hasta que punto ama Dios. Este deseo se va
manifestando más, al acercarse la Pasión.
“He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi
Pasión”. (Lc 22,15)
Entonces, para la Sagrada Escritura, en los deseos humanos, de todo
hombre, siempre hay una huella del deseo divino, de los que Dios desea para el
hombre (Dios como motor del desear humano) y de lo que el hombre desea
como deseo primero y último, es decir Dios (Dios como objeto del desear
humano)
Dicho en clave de seguimiento de Jesús: Cada uno de nosotros esconde el
deseo de pasar a horizontes siempre nuevos y a niveles cada vez más altos o
más profundos de vida; recibiendo así la invitación de Jesús: “Pasemos a la otra
orilla” (Mc. 4,35).
¿Qué puede significar dar un paso hacia “otras orillas”?.
 Puede ser el paso del hombre viejo, que está siempre al acecho, al
hombre nuevo;
 el paso del espíritu de una actitud de apatía a la de una búsqueda de
autenticidad creativa;
 o bien el paso de un intimismo individualista a un testimonio profético de
comunión;
 o el paso de una vida mediada por seguridades externas al territorio
nuevo de una vida compartida...

Podríamos decir que en la necesidad tan humana del otro, en el deseo de


logro, de valoración, se traduce, se esconde y acaso se disfraza un deseo
más profundo: el deseo que, liberado de algunas ataduras, tiende al encuentro
con el infinito.
“Aun cuando exista la posibilidad de detenerse en el signo, en la sombra,
en el bien particular; cada fase, cada etapa, cada bien alcanzado contienen un
dinamismo por el que pueden convertirse en reclamo, estímulo e impulso,
desde lo que no es plenamente a lo que es.”

Una constatación humana

Según el significado más profundo y antiguo de la palabra deseo,


‘desiderium’ es carencia pero también presencia.
“Apetencia de lo que es placentero” (Aristóteles)
“La tristeza que atañe a la falta de la cosa que amamos” (Spinoza)

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Es sólo a partir del deseo cuando se puede poner en movimiento el entero


aparato psíquico de la persona, se trata de una fuerza de atracción que
dinamiza toda la persona.
Fuerza capaz de canalizar todas nuestras energías hacia un objeto
estimado como central “bueno, bello y verdadero”. No es ciego impulso.
El deseo contiene una valoración de su objeto como capaz de dar sentido
a su vida. Esto es desear en sentido pleno: que eso que se desea se lo quiere
como centro de la propia vida y del propio futuro. (No es simplemente quedar
impresionados o una seducción incontrolada). Esta cargado de Verdad.
Es descubrimiento de la propia identidad en aquello que es
significativo; de ahí que la voluntad de apropiarse seguirá.
El deseo está a la base de toda decisión. El Deseo esta hecho de
libertad.

Desear una cosa significa entonces atribuirle un significado


simbólico (lenguaje simbólico que secretamente esconde la condición
humana): si algo resulta importante, central, obtenerlo no significa solo poseer
aquel objeto sino la alegría de lo que esto significa: vida, seguridad, realización
de sí.

El índice de la libertad interior de una persona


depende de la capacidad de desear y de la calidad de los deseos.
El deseo, entendido así, dentro de ésta realidad humana, es la “única”
posibilidad de humanizar la propia vida.
Es allí en el interior de su propio deseo dónde encuentra la propia
respuesta. En el deseo siempre hay un otro (El otro). Es por ello, que es siempre
potencialidad de crecimiento: en el deseo la persona está abierta y en
movimiento, no permanece estática, o cerrada, no es pasiva.
El mundo de los deseos, como el mundo de la imaginación y el de los
cuestionamientos e interrogantes; se caracteriza por la ausencia de límites fijos.
El alma puede ser, en cierto sentido, todas las cosas existentes.
El deseo en su sentido más general, puede incluir cualquiera de los
objetos de la imaginación o del cuestionamiento: una persona puede desear
cualquier cosa que pueda pensar que es buena, por muy confusamente que la
imagine. Puede desear bienes muy difíciles de obtener: que desaparezca la
pobreza; puede desear encontrar a Dios cara a cara.
En todo esto no hay límites; basta que algo se vea como bueno,
para que sea un objeto posible del deseo.
En cuanto a sí misma, una persona puede desear ser otra persona
diversa. Puede desear que cualquier aspecto de su personalidad o de su
situación fuera mejor de los que es. También en esto por no haber límites para
los deseos, basta nuevamente que algo se vea como bueno para desearlo. Se
puede desear que el propio pasado hubiese sido distinto, aun cuando no se
pueda cambiar, incluso se pueda aspirar a un futuro no del todo realista. El
mundo de la imaginación, del cuestionamiento y de los deseos en general, no
tiene necesariamente límites, y como parte importante de esta ausencia de
límites es que no hay necesidad de elegir.
Ahora, en la acción y en la decisión, acontece el contraste entre el mundo
de los deseos y el mundo de los límites. La decisión necesariamente implica un
encuentro con los límites, en el sentido de que cada decisión es también una

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renuncia. Cada acto de la voluntad es un acto de auto limitación. Desear una


acción es desear una limitación. Cuando uno elige algo rechaza todo lo demás.
Por supuesto, la decisión no es ni pura limitación, ni pura negación. Está el bien
escogido, y este es el don.

Componentes fenomenológicos - Proceso de Desarrollo

* El Deseo tiene dos vertientes:


la satisfacción y la no satisfacción
(más allá de la apariencia, pueden coexistir juntas)

# En el deseo auténtico # El deseo nace de una situación


se activa una nueva sensación de no satisfacción; de vacío…
de insatisfacción
(A la base esta la Experiencia del
Límite)

El deseo crece mientras se


El deseo es insaciable, “señal de
realiza
la dimensión trascendente del
hombre”.

Vislumbra un
Objetivo
Algo verdadero en sí mismo. /
Algo verdadero para la propia vida.
El deseo se cumple, no cuando el objeto es
poseído sino cuando se decide tender hacia el objeto concentrando la energía.
El deseo auténtico lleva a la decisión. Deseo que no lleva a la decisión es
ficción engañosa. Esta es una señal creíble y eficaz.

PRETENDE
SER ATENDIDO Y apenas lo es, se da cuenta de que el objeto
(La tensión se halla que lo puede satisfacer es más.
satisfecha)
________________________________________________
Naturaleza contradictoria del Deseo
“Señal de la dimensión trascendente del hombre”

CONDICIONES
 Condición de partida para desear es la capacidad de captar las cosas y
darles sentido –o de descubrir su aun ínfima verdad-.
 Existe otra condición – durante el recorrido del Deseo: la capacidad de
renuncia.
Muchos parten con deseos y aspiraciones de un cierto nivel; pero luego no
soportan la inevitable renuncia a los bienes inferiores o aquel determinando
período necesario de abstinencia y ayuno, soledad y desierto… Y prefieren
volver.
 Otra condición: paciencia y constancia en esperar el cumplimiento del
deseo: vuelven útil y precioso el tiempo de espera durante el cual está en

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suspenso la gratificación del deseo –como tiempo de purificación y crecimiento


del deseo mismo-

“Los santos deseos crecen al dilatarse el tiempo de la espera. Si, por el


contrario, en el tiempo de espera se debilitan, en señal de que no eran
verdaderos deseos.”
Gregorio Magno
(Omelie sui Vangeli. Homilía 25, 1-2. 4-5; PL LXXVI, 1189-
1193)

“Indudablemente lo que tú deseas no lo ves aún, pero el deseo te hace


capaz de ser contentado, cuando llegue lo que debe ser. Supongamos que
tú quieras llenar algún recipiente en forma de bolsillo y que tú conozcas la
sobreabundancia de lo que estás por recibir: entonces tú ensanchas aquel
bolsillo, costal u odre u otro recipiente parecido; tú sabes cuan grande es lo que
debes guardar allí; estirándolo, aumentas su capacidad.
De la misma manera Dios, haciéndonos esperar, ensancha el deseo;
haciendo desear, engrandece el alma, y, engrandeciendo el alma, la vuelve
capaz de recibir. Deseemos, entonces, hermanos míos, porque debemos ser
colmados.”
San Agustín
(In Epistolam Joannis ad Parthos. PL XXXV,
V, 6)

“Dios va acumulando lo que no quiere darte en seguida, para que


aprendas a desear grandemente las cosas grandes”
San Agustín
(Sermo 61, PL XXXVIII, V, 411)

La vida del hombre es una continua reconsideración de su reubicación en


el mundo. Mundo objetivo y mundo íntimo luchan continuamente. La actividad
del yo se nos presenta como una lucha en la que se vence, se fracasa y sobre
todo, se espera. El deseo se ejercita en el mundo de la trascendencia, y no
tiene nada que ver con el inmediatismo. La experiencia de quien se ha
enfrentado a la realidad y su limitación, sabe de este misterio: Como aquella
Cananea ante Jesús (Mt. 15,21-28) que sabe que no es nada y que no merece
nada; en su postración, en el peso de quien ha buscado reencuentra el deseo
por lo imposible.
¿Por que sigue esperando? Sólo en el hábito de la espera se produce el
encuentro. El hábito de la espera instaura en el hombre la sintonía de la
escucha. Un encuentro no se presiona, no se produce, es lo que hacemos
cuando decimos “dame esto o aquello” (etapa primaria-omnipotente). Hay algo
de humillante en la espera (¿frustración?), quizás estemos en el corazón del
misterioso mundo del tiempo.De todas maneras, hay una omnipotencia que
debe morir.
El tiempo es espera. La espera nos hace sentirnos inferiores. Cuanto más
capaces de esperar hemos sido, más aumenta en nosotros la humildad del
deseo.
El desear vuelve creativa a la persona, activa la voluntad, despierta las
energías, da la fuerza para enfrentar y superar las dificultades del recorrido;

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infunde valor para sostener la espera del cumplimiento del deseo… mantiene la
tensión alta.
No es la voluntad, sino el deseo el que sugiere la acción. “…lo que no
atrae no puede volverse meta estable de una vida”.

“El deseo aporta calor, contenido, imaginación, juego infantil, frescura y


riqueza a la voluntad. La voluntad da la autodirección y la madurez del deseo, y
lo tutela, permitiéndole seguir sin correr excesivos riesgos. Pero, sin deseo la
voluntad pierde su savia vital, su vitalidad.”
MAY R. L`amore e la volontà. Roma, 1971, p.
213.
“Tu deseo es tu oración; si continuo es tu deseo, continua es tu oración…
El deseo es la oración interior que no conoce interrupciones.”
San Agustín
(Enarrationes in Psalmos. Salmo 37, 14. PL XXXLVI)

2. Compartimos en el mismo grupo: ¿Qué me llamó la atención del texto?


¿Qué me tocó más? Terminamos la jornada con una oración espontánea
entre los 3.

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