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E L MULTILINGÜISMO PREHISPÁNICO

En lo que se refiere al multilingüismo prehispánico (Lenguas provinciales, Lenguas


mayores y El multilingüismo posincaico) los encontramos un trabajo realizado por Íbico Rojas, en
su libro Origen y expansión del quechua, el mismo que dice lo siguiente:

La situación lingüística anterior a la llegada de los españoles se conoce poco, y menos


aún la anterior a la expansión imperial de los incas. Por haber sido lenguas ágrafas, lo que se
sabe de ellas es a través de informaciones fragmentarias y, por lo general, referenciales. “Cada
provincia, cada nación, y en muchas partes de cada pueblo tenía su lengua por
sí, diferente de sus vecinos. Los que se entendían en un lenguaje se tenían
por parientes , y así eran amigos y confederados. Los que no se entendían por
la variedad de las lenguas se tenían por enemigos y contrarios, y se hacían
cruel guerra, hasta comerse unos a otros, como si fueran brutos de diversas
especies” (VEGA: 1619:24).

Cuando llegaron los españoles encontraron que la lengua general era la runasimi, pero “ aunque
esta lengua se usaba –apunta CIEZA DE LEÓN (1880:84)-todos hablaban las
suyas que eran tantas que aunque las escribiesen no lo creerían”. Sin embargo,
VACA DE CASTRO Y BLAS VALERA, sostienen que la diversidad lingüística anotada se reduce a
profundas diferencias dialectales de la lengua general, lo cual admite RIVA AGÜERO (1930:146),
presuntamente, como una realidad contemporánea a la llegada de los conquistadores hispanos.

Lo cierto sería que muchas de las lenguas indígenas podrían haber desaparecido en
épocas preincas al ser exterminados sus habitantes por acciones de guerras, epidemias o
sequías. Otras, durante la conquista incaica por aniquilamiento o desintegración de las
comunidades lingüísticas mediante la práctica de los mitimaes. Algunas lenguas que sobrevivieron
a la conquista de los incas fueron extinguidas por los españoles mediante una represión cultural
basada en la extirpación de idolatrías. Pues, “ con esta acción se destruyó más historia
cultural que en cualquier otra época de la conquista. Se destruyeron las
huacas y su contenido en un fiero rapto de celo religioso ” (HAGEN: 1976:70).

Unas pocas muestras de lenguas particulares preincas fueron rescatadas por los
cronistas, doctrinantes, historiadores, antropólogos o arqueólogos, para sus propósitos
particulares. Se citan con frecuencia El arte de la lengua Yunca (Mochica) del padre FERNANDO
DE LA CARRERA, la Corónica moralizadora del orden de San Agustín en el Perú del Padre
ANTONIO DE LA CALANCHA sobre la lengua que el llama “la pescadora”. Ambas obras fueron
elaboradas al tiempo que sus autores realizaban tareas de catequización y extirpación de
idolatrías, en la región del que fue reino Chimor. También se citan los vocabularios de las lenguas
Sechura, Yunga, Colán, Catacaos y Culle, incluidos por el obispo BALTAZAR MARTÍNEZ DE
COMPAÑÓN en Trujillo del Perú a fines del siglo XVIII.

Ya hemos visto que el plurilingüismo indígena, a juicio de algunos autores, se basa en la


existencia de muchas lenguas, mientras que otros estiman que aquella diversidad es sólo de
índole dialectal. La incertidumbre se hace aún más compleja por el uso impreciso de las
denominaciones como familia, lengua y dialecto para referirse a suprasistemas, sistemas o
subsistemas lingüísticos, muchas veces sólo intuidos.

Algunos estudiosos de las culturas indoamericanas hacen referencia a familias, clases o


grupos lingüísticos, pero no aportan pruebas suficientes acerca del conjeturado parentesco
genético que suponen tales denominaciones. No pocos recurren, por el contrario, a argumentos de
parentesco tipológico , esto es , a factores válidos para configurar tipos de lenguas pero no,
necesariamente, familias –según los conceptos de Louis HJELMSLEV.
Con la denominación de dialecto ocurre algo parecido. No se corrobora la calidad dialectal
de una forma del lenguaje con relación a una lengua dada. La carencia de datos es tan
significativa que términos como familia, clase, grupo o dialecto no tiene referentes unívocos entre
los estudiosos dedicados a hurgar el pasado indígena . A la Sec y la Chimú, por citar algunos
casos de categorización como lenguas, unos; y como familias lingüísticas , otros.
LAS LENGUAS PROVINCIALES

Sin embargo, por encima de las limitaciones señaladas, hay información básica sobre el
plurilingüismo prehispánico sin cronología precisa, por supuesto. JIJÓN Y CAAMAÑO (1940:I), al
refutar la afirmación del jesuita JUAN VELASCO, en torno a la lengua preincaica que se habló en
lo que fue el reino de Quito, clarificó mucho el panorama. El religioso sostenía que con el
establecimiento , en esa región de los Cara o Scyri (O Chiri, que en quechua significa hombre de
las alturas frías), al comienzo del actual milenio, se extendió una lengua que era “un dialecto del
mismo idioma de los incas del Perú”.

La refutación de JIJÓN Y CAAMAÑO se basa en un documento del “Concilio Diosesano


Quitense de 1 593, presidido por el Obispo Luis López Solís, que ordenó hacer catecismo a varios
ilustres religiosos en lengua de los llanos, atallana, cañar, puruhá, de los pastos, y quillacingas,
puesto que se había comprobado que en todo el territorio del actual Ecuador no se hablaba ni la
del Cuzco ni la del Aymara”. Sus investigaciones antropológicas y lingüísticas encaminadas a
demostrar la inexistencia del Estado Scyri, postulado por el presbítero VELASCO, lo llevaron a
descubrir la gran variedad de lenguas que se practicaron anteriormente, en lo que es el territorio
ecuatoriano. Entre las lenguas que considera JIJÓN están la sabendoy, coché, o quillacinga, la
pasto, la coayquer, la muellamues, la caranqui, la de los colorados, la cayapa o nigua, la malaba,
la yumba.

PAUL RIVET -citado por GILSON, Etienne (1969:18)- reconocía el Coconuco, Paniquita y
Barbacoa, como tres grupos lingüísticos prehispánicos extendidos al Norte de Ecuador y al Sur de
Colombia, de los cuales sólo se habían propagado en el Ecuador las lenguas del tercer grupo.

Las investigaciones de CASTELLVI que repiten en buena medida los aportes de JIJÓN,
confirman que lenguas barbacoas como la Cayapa (en el río Cayapa), Colorado (en Esmeralda), y
las ya extinguidas como la Cara (en Imbabura y Norte de Pichincha), Latacunga ( en Latacunga),
Quito-Panttzaleo (en Quito), Ambato (en Ambato), Payamino (en el río Payamino) y Maco-Cofán
(en Cuyabeno) proceden de la edad Superior o Neoindia –según CASTELLVI- y todas, en opinión
del estudioso SAMANIEGO ( quechuista colaborador de CASTELLVI), son anteriores al quechua.
Por otro lado, UHLE Y BUCHWALD aducen que los Colorados y los Cayapas hablaban lenguas
emparentadas remotamente al quechua.

En la costa norteña, de lo que más tarde fue el imperio incaico, se practicaban otras
lenguas: “La familia Atallana (que algunos relacionan con las barbacoas)
fue constituida por Rivet uniendo varias tribus de cuyas lenguas no
tenemos noticias pero que culturalmente parecen emparentadas, tales
tribus son las mantas, huancavilcas, punas y tumbes ” (IBARRA:
1958:60).CASTELLVI, siguiendo siempre a JIJÓN, llena el vacío informativo de IBARRA. Afirma
que en la Costa Norte del Perú y Sur de Ecuador se había desarrollado antes una familia
lingüística denominada por LOUKOTKA : Chimú-Puhurá-Mochica. Esta familia de acuerdo al
mismo autor, comprende las lenguas Chimú. Eten, Puruhá y Cañari (o Cañar). JIJÓN Y
CAAMAÑO (1941: Tomo II) añade la Manabita (o manteño), la Huancavilca, la Yunga (de Carrera)
y la Mochica-Oré.

Los datos, precedentes nos permiten relacionar las tribus señaladas por RIVET con las
siguientes lenguas ya extinguidas : Manabita con los mantas (en Mantas , Ecuador) y Huancavilca
con los huancavilcas y punás (en el litoral de Guayas y la Isla Puná, Ecuador). IBARRA ( 1958:61)
señala que al “Norte de los yuncas, y hasta lindar con los tumbes se había extendido la familia Sec
(o Tallán) casi desconocida y frecuentemente confundida con la yunca”. La lengua Sec o Tallán
citada varias veces pero no clasificada ni documentada con corpus , sería en opinión de
ZEVALLOS (1948), la que MARTÍNEZ DE COMPAÑÓN registró como “Lengua Sechura en la
Provincia de Piura” (Sechura), y habría estado emparentada a los dialectos Colán y Catacoa” son
variantes de una misma lengua que, por su ubicación geográfica coincidentes con la que IBARRA
y HAGEN le asignan a la Sec, podrían ser dialectos de ésta. En realidad, sólo una investigación
exhaustiva podría sacarnos de duda; sin embargo, no se debe perder de vista que Catacaos fue
zona habitada por los Tallanes. En los demás pueblos del Perú prehispánico también se hablaban
otras lenguas . en Huamachuco, p.e., se hablaba la Culle. Las lenguas Jaquru y Kawki, de familia
Jaqi han subsistido hasta el presente siglo en las provincias de Canta, Huarochirí y Yauyos

LAS LENGUAS MAYORES

Entre las lenguas preincas más importantes tenemos que mencionar a la Chimú, que
alcanzó un uso social de gran extensión al norte de Lima, al lado de otras menos extendidas.
“Tres o quizá cuatro lenguas habladas por los yuncas procedían del mismo
tronco lingüístico...” –anota Hagen (1976:70), sin indicar cuál fue el tronco común.”Una, en la
costa era un dialecto de pescadores que el padre Calancha denominó ‘la pescadora’... El Sec era
hablado por los tallanes en el Norte, que fueron los primeros que entraron en contacto con los
españoles .El Mochica (desde Saña hasta Santa).

Después de un gran florecimiento entre el 300 a.C. y el año 1 000 de nuestra era, la
cultura Mochica se truncó por la invasión Huari. Dominación cultural que llegó a debilitarse,
probablemente, por el surgimiento del imperio incaico, a fines del siglo XII o a principios del
siguiente. Las culturas costeñas resurgieron entonces. Los chimús también modificaron como
anota Hagen, la lengua Mochica, de la que resultó la Chimú, extendida desde Tumbes hasta
Trujillo, y una variante llamada Quignam, desde Moche a Chancay,

Los incas llamaron Yunca a la lengua de los chimús, que sería –como quedó dicho- La
mochica drásticamente evolucionada por influencia Huari y Chimú en más de cuatro siglos. El
Arte de la lengua yunca escrita en Reque, por el Padre Carrera se refiere a la Mochica, lengua
que en un reducido grupo de personas la habla “hoy en día en el pequeño pueblo de Eten”, afirma
Hagen. Entre Reque y Eten sólo median pocos kilómetros

Sobre muchas lenguas provinciales se habrían superpuesto las lenguas andinas mayores
como son la chimú, puquina, aimara y quechua.

En el altiplano del Titicaca se desarrolló la puquina, que fue la lengua del reino
Tiahuanaco. Desde Nazca se impulsó el aimara por la sierra central y sureña del Perú actual. La
runasimi, al amparo de Pachacámac, Chincha y del imperio cusqueño habría alcanzado el más
vasto territorio.

Sin embargo, la pervivencia de algunas lenguas menores, a pesar de las sucesivas


conquistas, puede ser explicada como resultado de procesos históricos libertarios. Los pueblos en
su deseo de proclamar su ruptura de un yugo oprobioso, vuelven a la práctica y reafirmación de
valores culturales cónsonos con la recuperación de autonomía o libertad, aun cuando ésta fuese
absoluta. Se puede suponer entonces que al ser derrotado el reino Chimor, cerca de cincuenta
años antes de la presencia hispánica, los pueblos preincaicos de Tumbes, Colán, Catacaos,
Sechura, Reque, etc., habrían vuelto a emplear sus lenguas maternas, como medio de cohesión e
identificación comunal, como expresión de autonomía; aun cuando se insertaran, inmediatamente,
dentro de un imperio más extenso presumiblemente, más tolerante con los usos religiosos y
lingüísticos. Lo propio ocurriría con la lengua Chimú y con la Culle a la caída de imperio incaico

POLÍTICA IDIOMÁTICA INCAICA


Por: Rodolfo Cerrón Palomino

La situación lingüística de imperio en vísperas de la invasión española era tal que por
encima de un conjunto de idiomas y dialectos había logrado difundirse, en calidad de “lengua
general”, una de las variedades del quechua. De manera que, fuera de la común, las doscientas o
más etnías que integraban el imperio tenían sus propias lenguas de uso local y muchas veces
regional. Gracias a las referencias históricas y a los materiales que han llegado hasta nosotros es
posible reconstruir parcialmente el panorama lingüístico de entonces. Para referirnos únicamente
al territorio peruano actual, las lenguas habladas pertenecían por lo menos a seis grupos
idiomáticos diferentes, a saber: sec o tallán. muchic, culli (culle), aru, quechua y puquina, todos
ellos en distinto grado de diversificación. El espacio cubierto por tales idiomas era
aproximadamente como sigue. El sec tenía como área geográfica los valles de Tumbes, Chira y
Piura; el muchic, llamado también yunga, se hablaba desde el sur de Olmos (Lambayeque)hasta
Paramonga, o quizás hasta el valle de Chillón (aunque del valle de Chicama al sur tal vez existía
otra lengua , llamada quignam); el culli, que cubría el territorio de los antiguos reinos de
Cajamarca y Huamachuco; el aru, que se hablaba en las serranías de Lima (principalmente en
Yauyos y Huarochirí), en el sur de Ica, en muchos puntos de los departamentos actuales de
Ayacucho, Apurímac, Arequipa, Cuzco, y, sobre todo, en el altiplano puneño; el puquina,
erróneamente designado también uru, se extendía por las zonas costeñas de Arequipa,
Moquegua y Tacna, así como en algunos puntos del Cuzco y en los litorales del lago de Titicaca; y,
finalmente, el quechua aparte de la variedad estándar que se superponía a los demás grupos
idiomáticos en calidad de acrolecto, ocupaba el resto del territorio andino. De todas estas lenguas,
las más importantes, reconocidas por los propios españoles como “mayores”, eran el quechua, la
aru aimara, la puquina y la mochica, en ese orden. Por lo que toca a las tres primeras, la
distribución geográfica mencionada había sido el resultado de la interacción de los pueblos que las
hablaban, por los menos a partir de los primeros siglos de nuestra era. Así, el aru, que se extendía
en los Andes centrales (y hay quienes piensan que habría llegado hasta Chachapoyas), fue siendo
desplazado por el quechua, a través de sus distintas fases de expansión –por lo menos tres-,hacia
el sur este andino (quedan como testimonio de su antigua presencia en la sierra central el jacaru y
el cauqui); y el puquina, vehículo de la cultura tiahuanaquense, cedía terreno ante el empuje del
aru que, al ser desplazado por el quechua, arrinconaba a aquél a zonas australes. De esta manera
el quechua había logrado mayor difusión a costa de las otras dos lenguas, a través de distintas
oleadas que tuvieron como foco inicial de expansión la costa central. Luego de más de cinco siglos
de expansión, fragmentado en distintos dialectos alcanzará una verdadera difusión interregional en
base a una de sus formas dialectales vehiculizada por los señores étnicos de chincha. Al
consolidarse el poderío de los incas tras la victoria alcanzada sobre los chancas, la variedad
chinchana del quechua se hallaba tan difundida que los propios soberanos del Cuzco la adoptan
como lengua oficial del imperio, de un modo que recuerda la adopción del latín por parte de los
conquistadores francos. Como puede colegirse, la idea del origen cusqueño del quechua, tan
arraigada en la historiografía tradicional, no tiene asidero alguno y es bien cierto que los propios
descendientes de los incas dejaron clara constancia del origen exógeno de la lengua, siendo
muchas las referencias, por los demás, de la existencia de un idioma secreto de los soberanos, y
que posiblemente haya sido, si no el puquina, una variante del aru. Como efecto de dicha
adopción, el quechua de los cusqueños llevaría la marca de los hábitos articulatorios de su lengua
materna, traducida en su consonantismo reforzado de coarticulaciones laríngeas.

Conforme se dijo, la difusión del quechua como lengua de relación, que rebasaba los
marcos del territorio peruano actual por el norte, se venía produciendo desde mucho tiempo antes
de la expansión militar incaica. De esta manera, la unificación lingüística propugnada por los
soberanos cusqueños no hacía sino consolidar una empresa ya iniciada, del mismo modo en que
la unificación cultural y política del mundo andino alcanzada por los mismos recapitulaba y
sintetizaba los intentos previos de homogeneización. Durante los ochenta escasos años de la
expansión incaica el quechua será llevado hasta los confines de lo que sería el territorio del
Tahuantinsuyo superponiéndose a otras lenguas y constituyéndose en dialecto superestratístico
allí donde ya existían variedades quechuas como producto de desplazamientos previos.

En relación con la política idiomática emprendida por los incas ya se dijo que, al ser
adoptada por los propios soberanos, el quechua devino, de lengua de relación forjada en base a la
interacción comercial a grandes distancias, en idioma oficial del imperio, entendido éste como el
vehículo de la administración a través del cual se controlaba el aparato estatal. Los testimonios
escritos de la colonia coinciden en señalar el rol que desempeñaba la lengua como elemento
unificador del imperio. Dicha cohesión habíase logrado en virtud de una medida política
consistente en el aprendizaje obligatorio de la lengua por parte de los súbditos. Como señala
Pedro Cieza de León( 1550 1967: XXIV, 84). “(...)entendido (por los incas) cuán gran
trabajo sería caminar por tierra tan larga y a donde a cada lengua y a cada
paso había nueva lengua y que sería gran dificultad el entender a todos los
intérpretes, escogiendo lo más seguro ordenaron y mandaron, so graves penas
que pusieron, que todos los naturales de su imperio entendiesen y supiesen la
lengua del Cuzco generalmente, así como ellos como sus mujeres, de tal
manera que aún la criatura no hobiese dejado el pecho de su madre cuando le
comenzasen a mostrar la lengua que había que saber ”. La cita, como puede
advertirse, señala, entre otros aspectos, el carácter compulsivo del aprendizaje de la lengua oficial,
el mismo que alcanzaba a todos los súbditos a partir de la primera infancia. Líneas más abajo el
mismo cronista advierte que “ (...) aunque esta lengua se usaba (en todo el territorio) todos
hablaban las suyas, que eran tantas que aunque lo escribiese no lo creerían”. Si bien entonces el
aprendizaje de la lengua oficial era obligatorio, ello no impedía el ejercicio libre de las lenguas
particulares, por lo que forzosamente debe concluirse que la política incaica, lejos de ser unilateral
y asimilacionista, se traducía en una práctica de pluralismo idiomático

Ahora bien, ¿en qué medida dicha política alcanzaba a todos y cada uno de los miembros
de las etnías que integraban el imperio? Lo cierto parece ser que aun cuando el aprendizaje
compulsivo de la lengua tenía carácter general, como trasunto del anhelo de la autoridad estatal,
en la práctica la medida alcanzaba contornos inapelables únicamente entre los miembros de la
clase dirigente de las diferentes etnías, así como entre sus técnicos y mercaderes. En tal sentido,
la versión que nos proporciona el jesuita Anónimo ( 1594 -1 968: 177), nos parece más ajustada a
la realidad, pues hablando de las disposiciones dictadas por los incas señala, como “ley primera”,
el que “(...) todos los sujectos al imperio de los ingas hablen la misma lengua
general, y ésta sea la quichua del Cuzco, y la depriendan por los menos los
señores y sus hijos y parientes, y los que han de gobernar o administrar
justicia o ser prefectos de oficios y obras, y mercaderes y contratantes” . De este
modo, el aprendizaje resultaba obligatorio entre los miembros de la administración local y al mismo
tiempo opcional entre el grueso del atún-runa. Lo dicho aparece manifiesto también en el inca
Garcilazo, cuando el cronista mestizo se refiere a la educación cortesana que recibían los
miembros de las élites locales.

Por lo que respecta a la implementación del aprendizaje del quechua, las fuentes
concuerdan en señalar que dicho proceso se llevaba acabo en términos de lo que modernamente
podría llamarse “inmersión”. Garcilaso (1609,1063: Libro VII, Cap. II, 247) es explícito en la
materia al indicar que los incas mandaban “(...) que los herederos de los señores de
vasallos se criasen en la corte y residiesen en ella mientras no heredasen sus
estados, para que fuesen bien doctrinados y se hiciesen a la condición y
costumbres de los Incas”. Dicha estancia facilitaba “(...) que la lengua general se
aprendiese con más gusto y menos trabajo y pesadumbre; porque como los
criados y vasallos de los herederos iban por su rueda a la corte a servir
señores, siempre que volvían a sus tierras llevaban algo aprendido de la
lengua cortesana y la hablaban con gran vanagloria entre los suyos (...); y los
que así sabían algo por pasar adelante en el lenguaje, trataban más a menudo
y más familiarmente con los gobernadores y ministros de la justicia y de la
hacienda real que asistían en sus tierras” . De este modo la lengua se hacía en términos
informales (“sin la particular industria de los maestros”, como diría el Inca Garcilazo) donde el
estímulo estaba dado por el propio contexto, hecho que se veía enormemente facilitado por la
temprana edad en que los aprendices eran expuestos a la segunda lengua, o al segundo dialecto,
según se tratara de hablantes de un idioma extraño o de una variedad diferente de quechua. En
relación con la lengua objeto de aprendizaje, es de notarse que ella fue, como se dijo, la variedad
chinchana del quechua, modificada por los hábitos articulatorios de los cusqueños, que acababan
de mudar de idioma. De manera que cuando los documentos hacen referencia a la adquisición
obligatoria de la “lengua del cusco” hay que entender que se trataba de la lengua general
empleada a la manera cusqueña y no como una lengua que hubiese tenido como cuna el mítico
Paqariq-tampu.

En suma, la política idiomática de los incas podría resumirse señalando que el Estado
reconocía como única lengua oficial al quechua, en su variante de chínchay sureño; que su
conocimiento era obligatorio por parte de la nobleza local, de los funcionarios y demás miembros
del aparato administrativo; que el uso oficial de la lengua en las esferas propias del gobierno y la
administración no excluía el empleo de las lenguas o dialectos particulares de las diferentes
etnías; y, finalmente, que el aprendizaje de la lengua se hacía por inmersión, mediante el traslado
de los futuros gobernantes locales a la metrópoli. Con tales características, a las que debe
agregarse su naturaleza elitista, la política idiomática incaica distaba de ser asimilacionista, pues
el aprendizaje de la lengua general, así como su uso exclusivo por parte de la clase gobernante en
las esferas de la administración pública, no supuso la supresión de las lenguas y dialectos
particulares, procurándose por el contrario un bilingüismo ( o bidialectalismo) generalizado como
práctica societal. De esta manera la política idiomática resultaba congruente con la política cultural
y religiosa de la metrópoli: así como el estado garantizaba el respeto por las prácticas culturales
propias de las naciones sometidas y la preservación de los cultos religiosos locales, del mismo
modo quedaba asegurado el libre empleo de los idiomas y dialectos locales. La educación
cortesana, que tenía en la lengua su vehículo fundamental, contribuía de esta manera eficazmente
al establecimiento de solidaridades étnicas necesarias para el mantenimiento de la unidad del
imperio.

EL MULTILIGÜISMO POSINCAICO

Luego de haber visto lo expuesto por el lingüista Rodolfo Cerrón Palomino, volvemos a ver lo que
concierne al lo sucedido al terminar el imperio incaico y darse la invasión española, con lo
expuesto por Íbico Rojas Rojas quien nos refiere:

Las lenguas que habían alcanzado gran expansión, al momento en que se inicia la
conquista española, corrieron diferentes destinos. Lo demuestra el mismo hecho de que algunas
de ellas aún son usadas por millones de hablantes; mientras que otras han desaparecido.

Los conquistadores, particularmente los sacerdotes, tuvieron que aprenderlas, no como


reconocimiento a su valor cultural, sino porque eran los instrumentos indispensables para la
catequización, para predicar, traducir oraciones y redactar cartillas. PORRAS (1952) informa que
en el siglo XVI, en 1 551, 1 567 y 1 583, se realizaron tres Concilios Provinciales en Lima. En ellos
se recomendó y ordenó publicar catecismos multilingües. Los doctrinales españoles muy pronto se
pusieron a elaborar gramáticas y diccionarios en lenguas nativas. Esta era la vía más directa para
captar el alma indígena; para conocer la cosmogonía, la religión y la moral de estos pueblos. Sólo
así se escribieron, después, los catecismos en quechua, aimara, puquina y yunga para la
conquista de las nuevas almas; en fin, para el “ aumento destos Naturales en la fee ”
( Ricardo: 1 586)

Desde la llegada de los españoles, la lengua castellana fue expandiéndose, a lo largo y


ancho de los territorios conquistados en el Nuevo Mundo, mediante acciones bélicas, represivas y
de dominación cultural.

En el Perú, la consolidación del poderío hispano significó una lenta pero irreversible
extinción o contracción de muchas lenguas vernáculas de la Costa y de la Sierra. Al llegra a la
etapa de emancipación sólo quedaban pequeños rezagos de chimú, culle, jacaru, cauqui, puquina.
En el área costera, el castellano habría producido, en primer momento, situaciones forzadas, y
más o menos aisladas, de bilingüismo al entrar en contacto con las lenguas vernáculas. Más tarde,
por la extirpación de idolatrías y la fuerte influencia cristiana, se habría ampliado el bilingüismo.
Pero su expansión y consolidación como lengua general se habría debido a un acelerado
despoblamiento de esta región, diezmada ya por las no muy lejanas conquistas incaicas y por el
aniquilamiento de las poblaciones oriundas, o la huida de algunos pobladores , que no resistieron
o no toleraron la explotación excesiva de su fuerza de trabajo.

La historia de las lenguas en la Sierra es diferente. Las comunidades quechua y aimara,


debido a la presencia de grupos hispanohablantes en las ciudades, se vieron obligados a
replegarse hacia las punas y allí, con lealtad encomiable, conservaron la vitalidad de sus
lenguas .Inclusive hasta hoy, los hablantes monolingües de estas lenguas constituyen sectores
muy importantes de nuestra población: más de cuatro millones en la comunidad quechuófona, y
más de dos millones en la comunidad aimarófona (en el altiplano, entre el Perú y Bolivia).

En las zonas escarpadas, también se salvaron algunas pequeñas comunidades


idiomáticas. Así, por ej., existen más de dos mil hablantes de Jacaru, cuyo núcleo comunal se
encuentra en Tupe (provincia de Yauyos); y muy cerca de esta comunidad, en Cachuy, subsiste la
lengua Kawki, practicada sólo por personas de edad avanzada. En relación con las lenguas
“jaqi”: aimara, jacuru y kawki es inevitable relevar el empeño
Falta lenguas en el Perú colonial
LAS LENGUAS EN EL ANTIGUO PERÚ
Por: Juan Carlos Gondenzi
Si las lenguas constituyen el rasgo distintivo de los hombres, el registro y seguimiento de
ellas puede sin duda dilucidar aspectos históricos invisibles desde otra perspectiva. En nuestro
país, debido a la diversidad de lenguas y a la extensión del pasado, el enfoque lingüístico cobra
particular relevancia. El artículo que presentamos, nos ofrece un valioso panorama del desarrollo
de las lenguas nativas, resaltando a través de sus alianzas, conflictos y desplazamientos, las
correspondencias que ellas guardan con los procesos históricos del Perú prehispánico.

EXPANSIÓN DEL QUECHUA


¿Cómo fue la situación lingüística de nuestro territorio en el largo período prehispánico?
En vista de que no se puede acceder a un conocimiento directo de ello, se recurre a su
reconstrucción sobre la base de la historia interna y externa de las lenguas , de la distribución
idiomática actual, de la toponimia, de la información lingüística proporcionada por las crónicas.
Alfredo Torero es uno de los que más ha estudiado este asunto y es en base a sus diversas
investigaciones que hemos elaborado este amplio panorama (especialmente importante su
artículo “Procesos lingüísticos e identificación de dioses en los Andes centrales”. Revista Andina
15, Julio 1 990, pp 237-263)

Se calcula que el poblamiento del área andina habría comenzado hace unos 10 mil años.
Los deplazamientos poblacionales, la sedentarización y el surgimiento de estados regionales a lo
largo del tiempo y el espacio andino explicarían el particular proceso de las lenguas en los Andes.
Unos mil años antes de nuestra era, se habría inaugurado una etapa de intercambios
regionales cada vez más amplios, sin saberse qué lenguas los habrían vehiculizado. Hay ciertos
indicios como para pensar que fueron lenguas perteneciente a dos troncos lingüísticos de probable
expansión en esa época: el arahuaco y el tupi.
Hacia el año 500 de nuestra era se tendría la siguiente distribución geográfica de las lenguas:
cunza (oasis de Atacama, Chile); uruquilla (alrededores del lago Poopó y salares de Coipasa y
Uyuni); puquina (alredores del lago Titicaca, extendiéndose hacia la ceja de montaña, el litoral
del Pacífico y zonas en dirección al Cusco); las lenguas aru, es decir las que engloban al aimara,
cauqui y jaqaru (costa y sierra sur del Perú); quechua (costa y sierra centrales); quingnam
(costa norcentral); mochica (costa norte); tallán (costa extremo norte); culli, den y cat (sierra
norte); bagua (cuenca de Jaén.Bagua, en el nororiente peruano).

División del quechua


Siglos más tarde, el quechua se divide en variedades de la sierra (quechua I) y en variedades de
la costa (quechua II). Las lenguas aru se extienden hacia la región de Ayacucho. El puquina
acrecienta su predominio en el Altiplano por obra de la sociedad Tiahuanaco. En el norte varias
lenguas se disputan la hegemonía, sin llegar ninguna a cubrir amplios territorios de costa, sierra o
ceja de selva, como sí ocurrió en el centro y el sur.
Es probable que, durante los siglos VI y VII , período de intensos intercambios entre regiones, las
lenguas quechua y aru hayan acentuado sus mutuas influencias y contactos.
Las poblaciones de la costa edificaron ciudades (Pachacamac, Chanchán, Chincha) y extendieron
su influencia, a través del comercio y la navegación, hasta Ecuador y, probablemente, Colombia,
Centroamérica y México. El poder económico y político de Pachacamac y la costa central, a partir
del siglo VIII, garantiza la propagación del quechua II, hacia la sierra norte (variedad yúngay) y la
costa sur (variedad chínchay), desplazando al aru de sus antiguos territorios.
Las poblaciones de la costa sur, hablantes del quechua chínchay, establecieron lazos comerciales
e intercambios demográficos con el norte peruano y Ecuador, Ayacucho, Cusco, el altiplano
peruano-boliviano y, tal vez, el norte chileno y el noroeste argentino. Este protagonismo de
Chincha explica la amplia difusión de su lengua.
Lengua imperial
Al consolidar su poder, hacia el siglo XIV o XV, el imperio del Cusco adopta el quechua chínchay,
dada su gran expansión en los Andes, y la convierte en la lengua administrativa del
Tahuantinsuyo.
En 1 470, Túpac Yupanqui conquista el reciente reino de Chimor que tenía bajo su control el
territorio costeño que iba desde Tumbes hasta Paramonga. La lengua de ese reino, la quingnam
según Calancha, no tuvo tiempo de desplazar a las otras lenguas de la costa norte; más bien fue
desplazada por el quechua chínchay en su función de lengua general.
La región amazónica fue integrada al Tahuantinsuyo sólo en parte. La penetración inca en la selva
se hizo a lo largo del río Urubamba, hacia el norte y en forma transversal.
Tal vez debido a la corta duración del incanato o a una política que no anulara la diversidad, el
quechua chínchay no llegó a constituirse del todo en una lengua hegemónica, coexistiendo con
muchos de los otros grupos idiomáticos. El conjunto lingüístico del antiguo Perú se presenta, así,
como un coro polifónico con múltiples y variadas voces

LENGUA, CULTURA Y SOCIEDAD

¿Es posible aislar el lenguaje de la sociedad?

Para iniciar nuestra reflexión sobre este tema debemos partir del reconocimiento de la
naturaleza histórica del hombre y de su definición como ser social, y esto es así porque el ser
humano “ no se encuentra con el mundo, sino con un sector limitado de éste, en una comunidad
concreta en la cual entra a la vida”. “El lenguaje es un sistema simbólico de comunicación. Esto
es, nuestro uso del lenguaje se halla estrechamente relacionado con las estructuras sociales”
(Noam Chomsky, Avram)

Cada comunidad humana es compleja y distinta de otras no sólo porque el medio


ambiente en el cual se desarrolla es diferente, sino porque las respuestas que han ido ensayando
a través del tiempo suponen puntos de vista disímiles; de todo ello resulta un orden político, social,
cultural, religioso, etc. Particular y propio de esta comunidades.

Es así que surge un fraccionamiento de la humanidad en grupos culturales diferentes.


“entendemos por cultura el proceso acumulativo de conocimientos, formas de comportamiento y
valores que constituyen el legado histórico de cualquier grupo humano”.
El niño que nace y se desarrolla en sociedad, encuentra en la lengua materna que le es impuesta
un reflejo de las respuestas e intereses de su comunidad frente al mundo. A partir de ese momento
su lengua materna, como parte de su bagaje cultural del individuo, condicionará su manera de ver
la realidad.

Es así que cada comunidad ve como lógicas y normales las estructuras sintácticas de su
propio sistema lingüístico, o la forma particular en la que su léxico segmenta o clasifica la realidad.

Sin embargo, la diversidad lingüística entre los distintos grupos humanos es muy grande y
se presenta en todos los niveles del lenguaje.

Son clásicas ya las referencias de muchos autores (lingüistas y antropólogos) con


respecto a las diferentes formas en que las lenguas nombran a las relaciones de parentesco, o al
espectro del color. Inclusiva en algo tan concreto y cercano como la clasificación de las partes de
nuestro propio cuerpo, encontramos a menudo discrepancias entre las lenguas, aún entre aquellas
históricamente relacionadas. Es así que el campo semántico de la palabra “dedo” en castellano es
más amplia que “finger” en inglés, ya que en este idioma se hace una diferencia entre “finger” y
“toe” (dedo del pie); asimismo en este mismo idioma no existe la palabra de “formación laboral”
para designar a la realidad que tenemos en el idioma español.

Di estas diferencias se dan en las palabras que tienen un referente concreto, con mayor
razón aparecen en conceptos que expresan ideas abstractas como paz, verdad, etc. Cargadas de
valores y emotividad.

Definimos a la sociedad como el conjunto de relaciones que se establecen entre los


distintos individuos, grupos, clases o sectores que conforman su estructura y organización en un
determinado momento. Tales relaciones están condicionadas fundamentalmente por los principios,
variables a través del tiempo y del espacio, de la estratificación social y de las formas de
funcionamiento productivo. Cultura y sociedad consideradas en la evolución histórica, generan una
compleja dinámica de determinaciones mutuas que impiden la reducción de un fenómeno al otro.
Es decir que ni la sociedad explica la cultura ni ésta a la primera. Es así que el funcionamiento
concreto y específico de una determinada sociedad a través del tiempo da lugar a un cuerpo
cultural que, por su propio carácter acumulativo, llega a separarse de una filiación directa de la
sociedad. Y así logra asumir una dinámica propia que, a su vez, en el continuum histórico, influye
en las formas específicas del sistema de relaciones sociales que constituyen la sociedad. Ambas
aparecen, de este modo, entramadas por múltiples vinculaciones interdependientes.

Cuando Avram Noam Chomnsky es entrevistado acerca del tema dice: “Creo que en la
existencia de una relación entre el uso del lenguaje y la sociedad y, posiblemente, incluso entre el
carácter del lenguaje y las cuestiones de estructura social, de interacción social. Pero, por lo que
sé, no deben hacerse grandes generalizaciones sobre este tema. Es decir, sólo es verdad en sus
formas más elementales; por ejemplo, en la naturaleza del vocabulario. Quiero decir que las
palabras y el estilo reflejan ciertamente determinadas estructuras sociales ; por ejemplo; existen
lenguas en que la jerarquía social se institucionaliza en cierta manera en el uso lingüístico, aunque
hay niveles muy diferentes de institucionalización.

Cuando escribí hace algún tiempo en la revista del Colegio “San Ramón” de Cajamarca,
explicaba que la única autoridad en criterios del lenguaje es el pueblo, esto por una controversia
que se dio acerca del uso correcto de “pitazo” . Gabriel García Márquez había dicho que
simplifiquemos la gramática antes que la gramática nos simplifique a nosotros, González Prada,
en el Perú; Sarmiento, en la Argentina y Juan Ramón Jiménez, en España fueron contrarios a los
academicistas, probablemente por lo expuesto líneas arriba de este párrafo.

Y bien, ahora sí estamos preparados para considerar la lengua como instrumento de


comunicación a nivel de la sociedad y como mecanismo de articulación entre sociedad y cultura a
través del proceso de socialización. Recuérdese que Chomsky participa de la idea que el fin
principal del lenguaje no es la comunicación sino la expresión de los estados de ánimos del
hablante, etc; es decir, su función principal es la expresiva y finalmente comunicativa. En efecto,
cada nueva generación se enfrenta a un cierto tipo de organización social enmarcada en un
determinado sistema cultural de la que es su expresión. El proceso de adquisición de los
conocimientos, normas y patrones culturales, que llamamos socialización, se lleva a cabo
principalmente por intermedio de la lengua. La comunicación no debe pues ser entendida como un
hecho puramente verbal. El mensaje no es reductible sino en términos artificiales a un hecho
exclusivamente lingüístico. Aunque no lo percibamos en primera instancia, la comunicación es, por
lo tanto, un comportamiento cargado de antecedentes, significados y consecuencias sociales y
culturales. De allí que cultura, sociedad y lengua se presupongan y condicionen. Es decir, que
cada una existe en función de las otras, sin que ninguna de ellas alcance la vida independiente.

DEL BILINGÜISMO INDIVIDUAL AL MULTILINGÜISMO COLECTIVO

Al ocuparnos del bilingüismo tenemos que hacer una clara diferenciación entre individuos
y poblaciones. En este tema vamos a seguir las ideas y lecciones de ilustre lingüista Alberto
Escobar. Si hablamos de una persona bilingüe, ello implica que es hablante de dos lenguas, una
de las cuales es materna y la otra su segunda lengua, así dominase tres a cuatro lenguas. Ahora
bien el bilingüismo individual implica que un hablante es capaz de dominar por lo menos dos
lenguas; de momento no nos interesa establecer cuál es el grado de control que alcanza en la que
no es primera o materna. Lo significativo reside en que el sujeto ha desarrollado la capacidad de
utilizar dos sistemas lingüísticamente diferenciados. Es necesario introducir la versión que en
ciertos casos resulta muy claro que el niño adquiere la lengua materna y sólo tiempo adelante
aprende un nuevo idioma. Tal viene a ser la situación en lo que denominamos bilingüismo
sucesivo. Pero en otras de carácter familiar o social, se puede dar el caso que el niño se
familiarice y adquiera dos idiomas distintos simultáneamente. Tal ocurre en matrimonios en que los
padres hablan lenguas diferentes y mantienen el uso de ambas en la vida hogareña, o
especializan el empleo de una u otra, según sea el padre o la madre quien se comunica con el
infante. Pero también acontece algo semejante cuando dado el contexto social en el que vive la
familia, dado el uso de idiomas aunque sean de diferente prestigio, el niño aprende uno y otro,
combinando la experiencia en casa con la del juego en la calle o en el trato con las “muchachas”
(empleadas domésticas). A veces este paralelismo se prolonga, enriqueciéndose uno por la
enseñanza formal de la escuela y el otro de manera informal, en el quehacer cotidiano. Las
precisiones hechas hasta aquí tipifican un fenómeno de bilingüismo en el hablante, en la persona.

Si pasamos a examinar poblaciones, o más exactamente espacios sociales habitados por


personas que no tienen una misma lengua, deberemos distinguir grupos de hablantes de la
lengua A y grupos de hablantes de la lengua B, y un tercer grupo de hablantes de A y B. Estos
últimos serían los únicos bilingües efectivos. Suele ser muy generalizado el referirse a este tipo de
sociedades como bilingües, aunque ahora podamos advertir que es rótulo no es totalmente
exacto. Sería más propio reconocer que estamos entonces ante una situación de lenguas en
contacto, y que en dichas circunstancias hay tres segmentos diferenciados por el uso lingüístico.

Si revisamos los conceptos de bilingües coordinados, bilingües compuestos o


subordinados y bilingües incipientes, y pensando ya no en términos v de personas individuales
sino de poblaciones, el tipo de subordinados resulta más frecuente y significativo para caracterizar
una situación de lenguas en contacto.

Con miras a tipificar más exactamente las múltiples situaciones que se dan en un contexto
como el que examinamos, se impone que hagamos otro deslinde : bilingües activos y pasivos.
Vale decir entre aquellos que pueden producir emisiones y entenderlas en ambos idiomas, y
aquellos otros que son sólo competentes para entender pero no para hablar, o no suficientemente,
la segunda lengua.

De lo anterior se desprende que cuando en un país hay segmentos humanos que usan
varias lenguas diferentes, las posibilidades de bilingüismo se multiplican según sea mayor el
número de combinaciones posibles entre los idiomas que se hablan en esa comunidad o en ese
país. Por lo tanto, en tales casos, es más apropiado identificar dicha situación no como bilingüe
sino como multilingüe.

Sociedad multilingüe

Para el saber popular todas las sociedades son por lo común lingüísticamente
homogéneas. En otras palabras, que la manera de hablar de todos los miembros que integran las
diferentes comunidades englobadas dentro de un Estado responde al uso de un mismo idioma y a
las mismas normas de aceptabilidad social. Esta suposición, sin embargo, no es exacta, y
cualquiera sea el ánimo con el que el observador mire las distintas regiones del universo, tarde o
temprano, habrá de convenir que los hechos contradicen la conjetura inicial.

Lo regular, lo real, y prácticamente lo normal, consiste en que la mayoría de los Estados


encaran situaciones multilingües, aunque de diverso carácter. Vale decir que son muchos los
países en los que se utiliza más de una lengua cuya densidad de uso es socialmente significativa;
lo que genera situaciones de complementariedad o de conflicto e, incluso, atenta contra la
integridad y seguridad nacionales.
Tras una rápida revisión en nuestro hemisferio, citaremos algunos ejemplos-tipo.
Empecemos por decir que toda el área andina tiene más o menos las mismas características que
encontramos en el Perú. La etapa de dominio español introdujo la lengua castellana y ésta
desplazó el uso de idiomas amerindios, relegándolos a ciertas regiones con predominante
población aborigen, tal es el caso de México y América Central y, aunque en grado distinto, podría
sostenerse otro tanto de la zona del Caribe, si bien con una complejidad lingüística mucho mayor.
En el Brasil, el portugués se superpone a todas las lenguas amazónicas como en la selva peruana
lo hace el español.

DISTRIBUCIÓN DIALECTAL DEL CASTELLANO EN EL PERÚ

El Phd, Alberto escobar ofrece una tipología del castellano materno en el país la cual se
basa en un criterio clasificatorio formal, básicamente sincrónico, pues para delimitar las variedades
se sirve del análisis lingüístico de lectos diferentes, principalmente los fonológicos. Así pues
clasifica la variedad 1 y la variedad 2, deslindando los usos orales en los que LL Y se pronuncian
de forma diversa y tienen independientemente capacidad para distinguir significados como es el
castellano andino, de aquellos otros en los que ambos fenómenos se fusionan en una sola unidad
fonológica y de pronunciación, caso del castellano ribereño. Este es el único ejemplo de reducción
del número de fonemas del sistema fonológico.

Considera, Escobar, que el castellano andino o tipo 1, está formado por modalidades; a) la
andina propiamente dicha que geográficamente se ubica en los valles interandinos del norte a sur,
incluyendo Madre de Dios, b) la altiplánica que corresponde a Puno y sus irradiaciones y c) la
variedad del litoral y los andes occidentales sureños que se extiende a Moquegua y Tacna. El
castellano ribereño o tipo 2, se divide a su vez en dos variedades: a) la del litoral norteño hasta
Chala aproximadamente y b) la del castellano amazónico que comprende básicamente Loreto y
San Martín y sus prolongaciones en Amazonas y Huanuco.

Para marcar las diferencias al interior de cada tipo se basa en el análisis de las variedades
alofónicas; aunque las complementa con aspectos de la gramática y la semántica. Así, pues,
agrupa mediante el análisis contrastivo el vocalismo, acentuación, hiato, diptongos y ciertos rasgos
de orden gramatical. Con respecto a las características fonético-fonológicas toma en cuenta la
articulación y producción de los fonemas: /h/, /y/, /s/,/r/,/x/,/f/,/c/, y los rasgos del vocalismo. Sería
amplio en cuanto a tiempo y conocimientos necesarios para entrar en detalle sobre cada una de
esta distinciones pero transcribo el cuadro realizado por este lingüista:

Las divergencias entre las variedades de cada tipo se refuerza con la perspectiva social,
es decir, los niveles de uso coexisten alternativamente en términos grupales, basados en los
conceptos de acrolecto, mesolecto y basilecto, siendo la primera de mayor prestigio y aproximada
a la variedad estándar; en otro polo el basilecto, con marcas de morosidad; entre uno y otro se da
la jerarquía sociolingüística. Escobar va más lejos al tratar de reconocer en estas variedades el
orden diastrático, como indicador.

Es necesario tener en cuenta que no es posible considerar los dos tipos de castellano ni
sus respectivas variedades limitándolas a la demarcación geográfica dados los difusos márgenes
entre unos y otros, ni reducirse al establecimiento de la norma del sistema o subsistema, ya que el
criterio no es normativo sino está basado en observaciones de carácter científico.

Por otra parte es necesario tener consideración que la gradación entre uno y otro polo del
eje vertical está condicionado por factores diversos: la educación formal, que al extenderse llega a
los usuarios de tales o cuales modalidades marcando la diferencia según su grado de escolaridad,
dirigiendo hacia el acrolecto a aquellos que tienen una mayor escolaridad y acercando al otro polo
a los de menor escolaridad. La tendencia hacia el acrolecto o hacia el basilecto tienen otra
condicional: la cercanía a la ciudad o alejamiento de la misma, pues en el campo decrece la
conciencia normativa. El influjo de otros idiomas, las migraciones y la educación no formal son
otros tantos aspectos que confluyen al jerarquizar las variedades, cuyas connotaciones de
aceptación social son conferidas en diversas zonas

Falta pag. 48

EL NOMBRE QUECHUA
Existe no poca dificultad conceptual respecto de cómo es que algunos hablan de rinasimi y
otros de lengua quechua. Aquí exponemos lo dicho por Rodolfo Cerrón Palomino en su libro
Lingüística Quechua , adaptando la redacción a nuestros propósitos.

No es posible saber cómo y cuándo se comenzó a emplear dicho término pues el dominico
Fray Domingo de Santo Tomás autor de la primera gramática y diccionario quechuas, emplea el
término quichua, de allí en adelante vamos a encontrar también muchas variantes. En efecto, a
estar por los indicios que nos proporcionan los documentos más tempranos de la colonia, todo
parece indicar que el quechua no tenía una designación específica. Los primeros cronistas, y aun
el propio Inca Garcilaso de la Vega, se refieren a él como la ‘lengua general , expresión que
también era empleada para designar al aimara, al puquina y quizás también al mochica. En el afán
por hacer resaltar el carácter más difundido del quechua solía hablar de la lengua “más general, o
se recurría a la precisión de llamarla “lengua del inca”, o también más específicamente, “lengua
del Cuzco”. El dominico al empezar su gramática escribe como encabezamiento lo siguiente: “
Comiença el arte de la lengua del Perú, llamada Quichua”, y la misma designación es empleada
al dar comienzo a su Lexicón“Vocabulario de la lengua general de los Indios del Perú, llamada
Quichua.”. De la fraseolog{ia transcrita se puede inferir que ya existía una tradición incipiente del
glotónimo, que, de paso sea dicho, ni siquiera figura como entrada en el Lexicón, lo cual podría
interpretarse significativamente como que el término originario no era conocido en la variedad
descrita por el mencionado religioso. No faltan, sin embargo, documentos en los cuales el término
quichua parece designar no sólo al aimara sino incluso al mochica; en ambos casos estaríamos
frente a un desliz de los copistas. Como quiera que haya sido, el hecho es que, de allí en adelante,
durante el resto del siglo XVI y los primeros decenios del siglo XVII la lengua que campea, con la
variante ortográfica quechua empleada por el jesuita Diego González Holguín, es la forma
quichua. La notación quechua, que comienza a entrar en competición con la primera, se anuncia
por primera vez en el título de la gramática escrita por el criollo huanuqueño Alonso de Huerta ( 1
616): Arte de la lengua quechua general de los Indios de este Reyno del Pirú; y cuyo empleo
desplaza definitivamente al de la primera sólo alrededor de las últimas décadas drel siglo XIX,
para quedar como designación arcaica, en las zonas periféricas de lo que fuera el antiguo
territorio del Tahuantinsuyo: el noroeste argentino y el Ecuador. Las variantes ortográficas que
remedan una y otra forma son: quechua, kichua, Kichwa, Kicua, etc., por un lado; y khestsua,
kechwa, Kkechuwa, etc., por el otro lado. Las notaciones de Keshua, Keswa,q’’eswa, qhesxwa, e
incluso cjeswa, de acuñamiento relativamente más reciente, buscan reproducir la pronunciación
del término en el quechua cusqueño moderno.

Etimológicamente, el término quichua o quechua significaba, de acuerdo con los datos


proporcionados por los primeros lexicógrafos, ‘región’ o ‘zona templada’, y, por extensión,
llamábase quichuas o quechuas los pobladores de dicho hábitat, del mismo modo en que, a un
extremo y otro del mencionado ecosistema, se encontraban los yuncas o habitantes de clima
cálido, y los collas o pobladores de tierras altas. En efecto, así lo define González Holguín,
consignando quechua ( y no quechua como titula, sin embargo su obra, en consonancia con el uso
preferido entonces de quichua), como “la tierra templada o temple caliente”, y quechua runa como
“el (habitante) de la tierra templada”. Gracias a la evidencia proporcionada por los dialectos el
quechua central, puede postularse que la forma originaria de la palabras qicwa. Por lo demás
como designación geográfica de ‘valle’ en oposición a puna o sallqa el término sigue vigente en el
cusqueño bajo la forma de qhesswa. Es precisamente el afán por actualizar la pronunciación de
dicho término el que derivó en proliferación de las variantes ortográficas del nombre; las corrientes
puristas y etimologizantes no admitieron jamás el deslinde fonético-semántico establecido por los
primeros gramáticos.

Además de tal significado, sin embargo, la historiografía colonial nos proporciona otro más
específico, bajo la forma de un etnónimo, para designar al grupo étnico que poblaba la provincia
del mismo nombre, es decir quechua como a “ una nación muy antigua y señores que eran desta
provincia de Andabailas”, quienes habían sido sometidos por los chancas. A estar por las
informaciones, el territorio de los quechuas se extendía entre el río Pachachaca y Pampas en la
cabecera alta del Apurímac cubriendo gran parte de la provincia de Andahuaylas (Departamento
de Apurímac). Debajo del apellido quechua-como diría el Inca Garcilaso- se agrupan muchas
‘provincias’, entre las que destacaban la de los umasuyus, aimaraes, cotapampas, cotaneras,
chumpihuillcas y yanahuaras, de los cuales al parecer sólo las dos últimas ocupaban zonas
templadas. De modo que tal vez la designación global para aquellos grupos era una
generalización en base al hábitat de los chumpihuillcas y yanahuaras hecha por los
conquistadores incas. Posteriormente, el hecho de que tales grupos hayan tenido la suerte de ser
designados por los cronistas como los privilegiados que hablan el quechua, influyó seguramente
en los españoles para optar dicho nombre como designación de la lengua. Sin embargo parecen
estar emparentadas el quechua y el aimara en esta designación.

Luego de haber intentado precisar la etimología de la palabra quichua o quechua, nos


interesa ahora explicar brevemente la variación fonética y ortográfica de la misma. Para ello es
conveniente referirse a la pronunciación aproximada del término. Como se dijo, la palabra original
fue posiblemente qicwa. Pues bien existe en los dialectos que mantienen la pronunciación del
fonema /q/ un proceso coarticulatorio en virtud del cual una vocal alta (/i/o/u/, que no hay más que
en quechua) que aparece en contacto directo o indirecto con dicho segmento se abre
necesariamente adquiriendo un matiz intermedio entre un timbre alto y aquel que corresponde al
de la e y la o castellana, respectivamente, teniendo en cuenta a ser interpretada, por el oído
familiarizado con las vocales castellanas, como decididamente abierta, es decir [e] y [o]. Quiere
esto decir que la pronunciación de /qina/ ‘quena’, /qiru/ ‘madero’, /qispi/ ‘objeto transparente’, etc.,
por un lado, y la /qunqur/, ‘rodilla’. /quri/ ‘oro’,/qusqu/ ‘Cuzco’, etc., por el otro, es [quena] , [qeru] ,
[qespi], y [qonqor], [qori] y [qosqo], respectivamente. Frente a una pronunciación tal, el oído
español ha vacilado en la interpretación de dichas vocales, percibiéndolas unas veces como i, u y
otras como e,o. Así como quichua, son muchos los términos que ingresaron al castellano con
vocal alta: son testigos los nombres propios Quispe y Cusco. Es ésta una posible explicación del
empleo de la variante quichua, la misma que gozó, como se dijo, de un uso generalizado y
exclusivo por lo menos hasta 1 616, año en que Alonso de Huerta imprime en su gramática la
forma quechua, que, partiendo de una pronunciación sureña, se aproxima al modelo nativo.
Mientras tanto la variante castellanizada hasta entonces se propagó rápidamente ( a tal punto que,
conforme se vio, tanto el Anónimo como González Holguín llaman quichua a la lengua no obstante
conocer la forma quechua como sinónimo de lugar templado), habiendo sido incluso reingresada a
los dialectos que la desconocían, como es el caso de las variedades ecuatorianas y argentinas, en
las que quichua alude sólo a la lengua.

Todo parece indicar que a medida que el quechua general iba cediendo ante el castellano
( y en el supuesto de que aquél consignaba a la forma quichua que sin embargo no trae el
dominico), dando lugar a la preponderancia de la variante cusqueña, fue también propugnándose
el uso de la forma “abierta”, es decir quechua. Luego de la innovación del gramático Huerta,
todavía el jesuita Torres Rubio emplearía la forma quichua al publicar en 1 619 su gramática y
vocabulario (obra que, con un vocabulario adicional del quechua Chinchaisuyu, será objeto de dos
reimpresiones más durante la colonia, en 1 700 y 1 754, respectivamente). Incluso en 1 690 Juan
de Aguilar estampará aún la variante quichua en la portada de su Arte, publicado en forma
facsimilar sólo en 1 939. De aquí en adelante, como se dijo, dicha variante entre en obsolescencia,
siendo empleada en las zonas periféricas del antiguo territorio incaico o por estudiosos y
bibliógrafos extranjeros.

Como se mencionó, es posible que el éxito de la forma quechua haya tenido lugar a partir
de la extinción gradual de la variedad quechua llamada “general”. Esta situación creaba
seguramente un sentimiento de inseguridad lingüística entre el cada vez más reducido número de
sus habitantes. Dicha inseguridad se veía agravada, además, por el prestigio del Cusco como
sede del antiguo imperio, a lo cual debe agregarse la campaña de los catedráticos cusqueños de
la lengua en la Universidad de San Marcos, como por ejemplo la emprendida por Juan Roxo Mejía
Ocón ( 1 648), quien según Porras Barrenechea, se reputaba como “hijo de la elegancia de la
cortesana lengua del Cuzco”. Ya en 1 631, Juan Pérez Bocanegra, eximio escritor quechua, se
jactaba en su Ritval Forvlario e institución de Cvrvas, que él manejaba el idioma y “ modo de decir
polido de la ciudad del Cozco, que es el Atenas, desta tan amplia, y tan general lengua, que se
llama Quechua, y no Quichua”. La campaña purista a favor de la forma quechua tenía pues
asegurado el éxito.

La pronunciación de quichua o quechua con /k/ y no con /q/, que sería la etimológica, fue
generalizada en boca de los hispanohablantes, pues, al no tener el castellano fonema posvelar, el
sonido que más se parecía a éste era el velar. Este fue el tratamiento general de todas las voces
quechuas que conllevaban /q/ y que pasaron al castellano, fenómeno sustitutorio nada extraño allí
donde no hay contacto de lenguas. Adviértase que si González Holguín emplea la forma quechua
es porque busca resaltar el carácter posvelar aspirado de la /qh/ cusqueña. A su turno, las
variantes ortográficas con k y w ( del tipo Kichua, Kicua, Kechwa,Kkechuuwa) son el producto de
tanteos dictados por el prurito por reproducir una pronunciación más ajustada al modelo, siguiendo
sistemas ortográficos ajenos a la tradición castellana o inspirándose en los primeros alfabetos
fonéticos propuestos para el quechua. A propósito Porras Barrenechea reprochaba a Tschudi de
ser el “responsable del diluvio de k germánicas”; sin embargo, bien mirado, ya González Holguín
había empleado dicha letra, si bien no tuvo seguidores, aunque sí detractores.
Por otro lado, las variaciones Kesshua, Keswa, cjeswa,q”eswa (la forma Khestsua sólo fue
empleada, que sepamos, por su propugnador: Tschudi, etc., se inspiran en la pronunciación
moderna del vocablo ( con el sentido de valle templado, conviene precisar) en el quechua

LINGÜÍSTICA QUECHUA
A. Delimitación. Los estudios sobre la lengua que constituyó uno de los pilares más sólidos sobre
el cual reposaba todo el aparato estructural del imperio incaico, y que, tras la caída de éste,
continúa siendo vehículo natural de expresión de los herederos de quienes forjaron una de las
civilizaciones más portentosas del continente, gozan de una ininterrumpida tradición iniciada en los
albores de la conquista española. En efecto, luego del asombro inicial frente a una lengua que
sonaba como “arábigo”, a los oídos de los invasores y tras iniciales descalabros en el afán por
“reducir” a letra los términos con los cuales era forzoso familiarizarse, el quechua fue objeto de
estudio y análisis constante, pasando por diversas etapas de intensificación y declinamiento, a lo
largo de los cuatro siglos y medio de contacto con el mundo accidental. Una tradición vasta como
ésta, por su naturaleza acumulativa en el tiempo y por el espacio geográfico cubierto, nos ofrece a
la vista un panorama sumamente amplio, variado y complejo, cuyos contornos se van perfilando
cada vez más nítidamente configurando lo que puede llamarse con sobrada razón la disciplina de
la lingüística quechua.

Concebida en tales términos, la lingüística quechua tiene como objeto de estudios


las lenguas y/o dialectos, tanto extinguidos como en pleno uso, que derivan de una misma fuente
o ancestro común cuyas características han venido comprendiéndose mejor, a medida que los
estudiosos han ido posesionándose de un instrumento de análisis más riguroso, acorde con el
desarrollo de la lingüística y de las demás ciencias sociales, particularmente en sus proyecciones
más específicas referidas al área andina. En el vasto campo de la quechuística – si se permite el
neologismo – puede, por motivos prácticos de índole metodológica parcelarse en dos áreas
interconexas, deslindables en virtud del carácter del enfoque que se le quiera dar: a) histórica o
diacrónica, por un lado, y b) actual o sincrónica, por el otro.

Desde una perspectiva histórica, la lingüística quechua puede acometerse desde


dos dimensiones: a) una, que llamaremos lingüística histórica quechua propiamente dicha,
también llamada interna; b) otra, la de la historia de la lengua quechua, o historia externa.

La primera tiene como objeto de estudio la estructura interna o inmanente de la


lengua, o de las diferentes manifestaciones concretas de ésta, contemplada en su devenir
histórico, es decir a través de las mutaciones sufridas en el decurso del tiempo (por ejemplo el
estudio de evolución del quechua cuzqueño a partir del siglo XVI hasta el presente); la segunda
contempla el estudio de los aspectos contextuales, históricos y socioculturales, que enmarcaron el
desarrollo y evolución de la lengua en tanto producto cultural e histórico, es decir en tanto vehículo
de comunicación de los pueblos que la hablaban. En ambos casos se trata, como se puede
apreciar, de estudiar la lengua, concebida ésta como un sistema contenido en sí mismo, y en la
otra, la mirada rastrea el desenvolvimiento de la lengua “desde fuera”, concebida ésta como
institución sociocultural en sí. Sobra señalar que ambos enfoques que se proyectan sobre las dos
caras de una misma medalla, pues una lengua, a la vez que un mecanismo de expresión y
pensamiento, es también un objeto cultural: de allí que los adjetivos interno y externo, empleados
en líneas anteriores, deben ser interpretados en términos muy relativos.

Paralelamente desde una perspectiva actual o sincrónica, la lingüística quechua


comprende, por un lado, el estudio de la organización interna, es decir la estructura, del quechua
(o de las diversas manifestaciones de éste) en un momento dado, abstrayéndola de su devenir en
el tiempo, es decir al margen de su dinámica evolutiva (así, por ejemplo, el estudio del quechua
hablado actualmente en Chetilla); por otro lado, es igualmente campo de la lingüística quechua, o
sus dialectos actuales. Como podrá advertirse, además del estudio formal de la gramática de una
lengua o dialecto en particular, dentro de la perspectiva sincrónica convergen, del mismo modo
que en la dimensión histórica, los estudios más específicamente conocidos con los nombres de
dialectología (estudio de la variación lingüística espacial) y sociolingüística (estudio de la variación
lingüístico social), respectivamente.

Falta Castellano glotocéntrico


La lingüística y el problema de la población monolingüe quechua y aimara

El proceso plurilingüe que hemos visto antes de la conquista española y durante la colonia
no se ha dado al azar; ha seguido las pautas señaladas por una voluntad política, sea la de los
gobernantes, la de los árbitros idiomáticos, pero sobre todo la de los diversos grupos que
intervienen activamente en la sociedad, en busca de su sobrevivencia y / o afirmación.

La expansión del imperio incaico trajo el yugo de los tributos y la servidumbre para
numerosos pueblos; la violencia y la muerte no siempre estuvieron ausentes de las
confrontaciones. El quechua o runa simi (´lengua del ser humano´) empezó a servir de instrumento
en esta empresa, a costa de otras lenguas del territorio andino. Sin embargo, el quechua no llegó
a ser una lengua del todo hegemónica, tal vez porque a los incas les interesaba cierto nivel de
coexistencia y reciprocidad con otras lenguas o, simplemente, porque el proceso fue interrumpido
por la llegada de los conquistadores españoles. En todo caso es innegable que el desarrollo del
quechua tuvo mucho que ver con la expansión territorial del Tahuantinsuyo y el poder de los Incas,
así como con el poder de los Incas, así como con el debeilitamiento de algunas lenguas
regionales.

En 1 492, poco después de la rendición de Granada y estando Colón en plena travesía


rumbo a América, apareció la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija. En el prólogo de este
libro, dirigido a la reina, el autor manifiesta que su obra está al servicio del proyecto imperial de la
Corona: ayudar a que los vencidos, “pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas”,
aprendan la lengua del vencedor. Se explicita, con nitidez, que la lengua castellana, “compañera
del imperio”, tiene que jugar un rol muy importante en las relaciones de dominación sobre los
territorios conquistados.

Inspirada en esta ideología, la política idiomática colonial oficial propugnó la


castellanización de variados modos y con diversa intensidad; pero la realidad no se amoldaba
fácilmente a este designio: las poblaciones andinas continuaron hablando sus propias lenguas; el
evangelizador (sobre todo pertenecía a una orden religiosa) solía aprender las lenguas indígenas;
las reducciones, al aislar a una sector de la población, hacían que el uso del castellano no fuera
tan necesario.

Más atenta a la práctica comunicativa cotidiana, existió otra política idiomática, promovida
por algunas autoridades coloniales y amplios sectores de la Iglesia. En 1 563, el Concilio de Trento
encarga a la Corona que vele para que la catequesis sacramental se haga en las lenguas
vernáculas. De igual modo, los cinco Concilios Limenses, entre 1 552 y 1 601, se preocupan
porque los clérigos, regulares y seculares, aprendan las lenguas nativas.

Esta práctica eclesial encontró un apoyo privilegiado en la universidad. Porras


Barrenechea resalta la gran preocupación de la universidad colonial por descubrir y estudiar las
lenguas indígenas, llegando a ser San Marcos, en el siglo XVII, el foco principal de estudio de las
lenguas sudamericanas.

Desde esta posición, surge una critica contra quienes denigran el quechua y lo consideran
bárbaro con el fin de justificar sus abusos sobre la población andina, considerada de naturaleza
inferior. Domingo de Santo Tomás (1 560) revela que el quechua es una lengua pulida, abundante
y delicada y que si la lengua es así “la gente que usa de ella, no entre barbara, sino
con la mucha policía la podemos contar” . De un modo más directo, se dirige al rey en
estos términos: “Tenga pues Vuestra Majestad entendido, que los naturales de
aquellos sus grandes Reynos del Perú, es gente de muy gran policía y orden, y
no le falta otra cosa, sino que Vuestra Majestad lo sepa: y entienda que los que
otra cosa dicen y persuaden, le quieren engañar, teniendo atención a solo sus
propios y particulares intereses”.

Las misiones utilizaron el quechua para la evangelización y la catequesis. Algunos de ellos


escribieron gramáticas, Artes y Vocabularios. Tuvieron que hacer frente a la dificultad de la
traducción intercultural, re – semantizando el léxico o creando neologismos quechuas para
expresar conceptos ético – religiosos europeos. Se da, en conjunto una inflexión del estudio
lingüístico hacia la religión. Diego Holguín (1 607: folio 4), en los preámbulos de su Gramática
manifiesta que el arte de las artes y la ciencia de las ciencias es el “saber reducir las almas a su
creador de sus errores y mala vida” y que lo que más ayuda a ello es el “saber las lenguas, que
tan necesarias son para la conversión de las almas”.

Sin embargo, no todos buscaban la revalorización del quechua y sus hablantes, desde el
ámbito de la religión. Más allá de los propios objetivos de la evangelización, la religión se prestó
muchas veces para la persecución y destrucción de las culturas nativas, así como para cometer
abusos y arbitrariedades. El manuscrito de Huarochirí, cuyo origen está probablemente
relacionado con las pesquisas de supersticiones e idolatrías realizadas por Francisco de Ávila a
partir de 1 608, buscaba conocer los cultos y la ubicación de las huacas no sólo para destruir los
“ídolos” sino también para acaparar sus tesoros.

Una reacción en contra de la predominante política idiomática eclesial, tendiente a


restaurar la ideología oficial, fue la Cédula del 10 de marzo de 1 770, bajo Carlos III. En ella se
ordenaba una vigorosa castellanización que consiguiera “el que se extingan los diferentes idiomas
que se usa”.

Obediente a esta legislación, el obispo del Cusco, Juan Manuel Moscoso, durante la
rebelión de Túpac Amaru escribe una carta al visitador Areche:

“Si consideramos que el idioma permanece en los indios, sin alteración,


y en algunas partes tan íntegro, que si no se ha perdido vos alguna del
dialecto con que se manejaban aquellas rústicas gentes, es otro asunto digno
de ástima a la nación española: Yo bien veo que se fatigan las prensas en
darnos ordenanzas y establecimientos para quitar de los indios el lenguaje, y
que en conformidad de los reales Rescriptos sobre esta materia, los Prelados
celosos lo tienen mandado con grandes aprecivimientos en las Visitas de sus
Diócesis, prescribiendo se doctrinen en castellano los jóvenes.

¿Pero, qué aprovecha este connato? Cuándo siguen los naturales en su


idioma, y por la mayor parte tan tenazes, que hay población en que se hablan
tres distintos, totalmente opuestos entre sí, como son quichua general, la
Aymara y Puquina. Más de doscientos años he dicho tenemos conquista, y
cuando el sistema de todo conquistador es traer a su idioma la nación
conquistada, nuestros españoles en nada más parece que han pensado que en
mantenerles el suyo, y aún que el propio. Los inconbenientes que de ellos se
siguen son obvios al más ciego y mucho es lo que padecen, Dios, el Rey y la
causa pública por esta reprobable práctica ”.

Admirable testimonio de ideología sobre la lengua: el conquistador debe imponer su


idioma y conseguir que la nación conquistada abandona su idioma propio; y si esto no se lleva a
cabo, se generan “inconvenientes” que hacen sufrir mucho a Dios, al Rey y a la causa pública
¿Qué mejor modo de atribuirse autoridad que teniendo a Dios de su parte?.

Desde una vertiente diferente, advertimos otra tendencia: algunos miembros de olas elites
provinciales del Cusco, desde fines del siglo XVII, se apropian del quechua como vehículo literario
y como símbolo. Reclaman legitimidad invocando pasado incaico, sin por ello dejar de explotar la
mano indígena.

En la República se hace la misma opción oficial por la castellanización, matizada de vez


en cuando por cierta retórica indigenista. Pero, nuevamente, las condiciones históricas de la vida
real hacen que lo que se ordena no se cumpla. En el período en que los señores terratenientes o
gamonales controlaban al campesinado indígena, y recelosos aquellos de la participación de éstos
en la vida pública nacional, se prefería que los quechuas o aimara hablantes permanecieran
monolingües y analfabetos. La lucha por la escuela llega a ser una importante reivindicación
campesina en los años veinte del siglo XX.
Desde los años cincuenta se hacen más evidentes los cambios sociales en los Andes en
general. Entre algunos de los factores desencadenantes de este proceso podemos mencionar:
cambio del patrón de crecimiento económico nacional; modificación en el sistema de tenencia de
la tierra y el consiguiente debilitamiento o desaparición de los gamonales; expansión de la
instrucción pública; masiva migración de la población campesina hacia las ciudades. La política
idiomática preponderante, ayudaba por la población campesina hacia las ciudades. La política
idiomática preponderante, ayudaba por la escuela, consigue por primera vez una intensa
castellanización en amplias zonas del sur andino.

El período del gobierno militar del general Velasco (1 968 – 1 975) se distingue por un
cierto renacimiento indigenista, en el cual se dieron disposiciones legales en favor de las lenguas
vernáculas. La Ley General de Educación(Decreto Ley 1 932 o el 21-3-1 972) declaraba: “La
educación considerará en todas sus acciones la existencia en el país de
diversas lenguas que son medios de comunicación y expresión de la cultura y
velará por su preservación y desarrollo” En el Decreto Ley 21156 del 27 de mayo de 1
975 se decía: “Reconócese el Quechua al igual que el castellano, como lengua
oficial de la República” . ¿Qué produjo todo esto? En realidad muy poco; los resultados
obtenidos fueron limitados. Cabe preguntarse hasta qué punto estas medidas no fueron más
recursos ideológicos, sin mayores fundamentos técnicos, al servicio de intereses políticos.

PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA REALIDAD LINGÜÍSTICA PERUANA

Haciendo una rápida revisión de las lenguas y culturas que se han ido dando en el Perú a
lo largo de la historia podremos ver cómo estas se expandieron, diversificaron y también
desaparecieron a causa de condicionamientos económicos que marcaron nuestra historia. Las
lenguas que se encontraron en el antiguo Perú, eran básicamente cuatro: el quechua que se
hablaba en la costa central: culli en la costa norte: Moche y Cajamarca; y el puquina en el Collao.

En el caso del quechua éste se expandía hacia la costa y sierra central y con la expansión del
reino Pachacamac se diversifica al introducirse en la costa norte en la variedad Yúngay, y en la
costa sur con la variedad Chínchay, llegando a las serranías de la costa sur y al norte extremo del
Perú y del Ecuador. Al ser la variedad Chínchay la más extendida en los Andes se convierte en la
lengua oficial del imperio de los incas que habían instalado su poder en el Cusco. En la etapa
precolombina el quechua desplaza al Aru y antes de la conquista española el quechua Chínchay
se convierte en la lengua general, por el proceso de inmersión que procuraba el imperio.

En cuanto a otras tres lenguas, el Aru con la expansión del imperio Huari (S IX-XII) se
difunde con su variedades: Jaqaru, Cauqui y Aimara; y se va expandiendo hacia los Andes
centrales, para el la etapa precolombina ser desplazada por el quechua con lo que se recoge en el
sur-este andino, desplazando a su vez al Puquina que se sitúa en las zonas más extremas del
sur. Antes de la invasión española el imperio contaba con los grupos idiomáticos descritos en la
“Expansión del quechua”, contando estos grupos idiomáticos con distinto grado de diversificación.

En la colonia se impone el castellano como idioma oficial y los conquistadores se


instituyen como nuevo grupo dominante, expandiéndose gradualmente el castellano. Al ser el
quechua la lengua más difundida del imperio es utilizada tanto por el poder político como por el de
la iglesia para a través de ella enseñar a los indios el castellano y así controlar la sociedad
peruana. La aristocracia indígena mantiene su lengua y su estatus para perderlo a consecuencia
de la rebelión de Túpac Amaru.

En 1700 el quechua va desapareciendo ante la avanzada del castellano aunque la cultura


andina sigue vigente en la costa; sin embargo, en el interior del país se mantienen el quechua y el
aimara. En la etapa republicana se encuentra la población indígena subordinada al poder de los
criollos con lo que se afianza el castellano como única lengua oficial y la única que da el rango de
ciudadanía, quedando marginadas las lenguas vernácula res, relegadas al plano informal y
doméstico, lenguas y culturas indígenas son en adelante disminuidas. Desaparecen el puquina, el
mochica y el culli, así como algunas variedades del quechua y el aimara.
En este momento el proceso de castellanización se ha propagado rápidamente por la difusión de
la escuela los medios de comunicación y las migraciones de la sierra hacia la costa, con un alto
costo de vergüenza, sumisión e injusticias. Partiendo del presupuesto de que no existen
delimitaciones geográficas, étnicas y culturales precisas; se puede notar que en el Perú conviven
tres tipos de poblaciones (horizontes propuestos por Juan Carlos Godenzzi), disímiles en sus
lenguas, historias culturas y objetivos, que como escribiera Mariátegui en sus Siete Ensayos:

“No somos un pueblo que asimila las ideas y los hombres de otras naciones,
impregnándolas de su sentimiento y su ambiente, y que de esta suerte
enriquece, sin deformarlo, su espíritu nacional. Somos un pueblo en el que
conviven sin fusionarse aún, sin entenderse todavía, indígenas y
conquistadores” (Mariátegui: 1 967:85).

Las poblaciones a las que nos vamos a referir son la andina, la amazónica y la criolla:

Población andina. Está conformada por los habitantes de las punas y los valles interandinos.
Este grupo humano está organizado en comunidades campesinas que viven principalmente del
agro, ya que su labor, en la mayoría de los casos, está dirigida a producir sus propios alimentos.
Sus relaciones sociales están basadas en el parentesco y al igual que los ayllus del pasado, la
población andina tiene su comunidad las fronteras de su identidad familiar, las mismas que nuclear
el deber y el servicio, pues el poder está puesto al servicio de su comunidad. Mantienen aún el
espíritu mítico-religioso y conciben el universo en forma integrada, el hombre forma un todo con la
naturaleza. Las lenguas de estas comunidades son el quechua y el aimara en las que,
principalmente los adultos, conservan sus tradiciones. Los jóvenes sólo las usan en
circunstancias familiares, pues tanto ellos como sus padres ven en su uso el peligro de
marginación social. Esta es una actitud propia de los estratos más bajos, que entre otras razones,
los lleva a migrar a las ciudades y adoptar el castellano.

Población amazónica. Está conformada por de 50 grupos étnicos, los cuales tienen sus propias
lenguas que pertenecen a 11 familias lingüísticas sin considerar el quechua: Arahuaca,
Cahuapana, Harakmbet, Witoto, Jíbaro, Pano, Peba-yagua, Tacana, Tucano, Tupi-guaraní y
Záparo. Estas lenguas son desconocidas por la mayoría de la sociedad y tienen una ubicación
marginal para la nación peruana, siendo tan solo motivo de interés para extranjeros. Al ocupar los
españoles las zonas ribereñas estos grupos se fueron alejando de ellas,lo que motivó la
desaparición paulatina de varias lenguas y grupos, de los que quedaron, algunos se asimilaron
dejando atrás su identidad, mientras que otros la defendieron y se defendieron como grupo.
Actualmente estos grupos mantienen vinculación a pesar de ser generalmente seminómadas. Sus
casas comunitarias acogen a 50 o más personas ligadas por el parentesco y al igual que la
población andina mantienen su concepción mítica de la realidad.

Población criolla. Está constituida básicamente por los habitantes de las zonas urbanas y
costeñas, es la expresión más clara de paso de la cultura occidental, así la lengua utilizada es el
castellano, la lengua del conquistador. Las relaciones sociales son de carácter contractual en las
que predomina el individualismo y donde sus categorías de apreciación son básicamente
prácticas. Este grupo desde la Independencia, ha ocupado un lugar de privilegio y cultura.

La población criolla, desde 38 años atrás, ha sufrido modificaciones por la presencia


creciente de inmigrantes de poblaciones andinas que han ido llegando a las ciudades más
importantes y a Lima especialmente, con la ilusión de encontrar mejores formas de vidas y así
sentirse protagonistas de su destino. Estos jóvenes se sitúan en las zonas marginales de las
ciudades y se dedican al trabajo informal. Los que corresponden a la primera generación de
inmigrantes se hallan vinculados efectivamente a su tierra y a lo que ésta representa; los de la
segunda generación se avergüenzan de su lengua y cultura y se sienten disminuidos por
pertenecer a ella y los de la tercera se desvinculan casi por completo. En las ciudades son
considerados como un sector económico cada vez más influyente, aunque, no totalmente
asimilable a la cultura costeña.
Estas 3 poblaciones están de alguna manera vinculadas y por lo tanto existe interacción
entre ellas, produciéndose influencias mutuas en lo económico, social e idiomático. Hay
superposición y mimetización de formas y contenidos que parten de orígenes distintos, estas
transformaciones y reinterpretaciones no permiten identificar con precisión al indígena,
considerando que la lengua y la cultura oficial se ha infiltrado a lo largo del territorio nacional.
Creando una relación conflictiva entre la lengua y cultura dominante y las oprimidas.

Esto es lo que a grandes rasgos podemos brindar acerca de la realidad lingüística


nacional dado a que el imaginario lingüístico para un observador ingenuo no se presenta así, pero
el quechua, el aimara y la lenguas de la amazonía están destinadas por la realidad político social y
cultural a quedar tal y como se las encontró luego de l reconocimiento que se hiciera de la
Constitución Política de de 1 993, el Perú es un país de leyes que no se cumplen, el papell
aguanta todo

Cuando nos preguntamos acerca del número de lenguas que se hablan en el Perú, asaltan
nuestra memoria un sinnúmero de respuestas pues no hay certeza en cuanto a las lenguas
estudiadas y las lenguas que se encuentran vivas. El Dr. Gustavo Solís Fonseca, docente de la
Universidad Mayor de San Marcos nos refiere lo siguiente: “... en los últimos años,
preferimos decir que no sabemos cuál es la cifra de las lenguas habladas en el
país, pues suelen haber sorpresas tales como en 1984, cuando una colega
nuestra halló en Santa María del Valle Tingo María Huanuco –a cuatro personas
que hablaban cholón, una lengua que creíamos muerta o, en todo caso
desaparecida desde el siglo XVIII fecha en que Baltasar Jaime Martínez de
Compañón lo registra en su célebre catálogo de las lenguas del Obispado de
Trujillo”.

Ciertamente existen lugares y zonas del Perú, especialmente en la Selva, en las que pueden
haber etnias que hablan alguna lengua desconocida por nosotros dado a que los estudiosos, no
hayan tenido contacto con la misma y probablemente las lenguas que conocemos se haya
extinguido. Todo esto hace que nuestras repuestas acerca de ¿Cuántas lenguas se hablan en el
Perú? No sea exacta y de la misma nos invita a realizar una vista un poco más genérica en su
número.

A mis alumnos asistentes al curso de Realidad Lingüística Nacional les hablaba acerca de la
necesidad de saber sobre la existencia de un multilingüismo prehispánico, colonial, republicano y
todavía hoy hablamos de un país multilingüe y pluricultural, ya no como una debilidad sino como
una fortaleza.
En esta oportunidad seguiremos lo dicho por el Dr. Gustavo Solís, para referirnos a las
áreas lingüísticas

Las lenguas en el Perú

Una enumeración de las entidades lingüístico-culturales asentadas en el territorio peruano, con


raíces que se hunden en una profundidad temporal que abarca hasta aproximadamente dos mil
años, nos llevaría a nombrar a las siguientes:
En la Costa
-El área lingüístico-cultural del Tallán, en el extremo norte del Perú (de Sechura al Ecuador).
-El área lingüístico-cultural de Mochica, con su centro en Lambayeque.
-El área lingüístico-cultural del Quignam (por otro nombre, Pescadora), de Trujillo hasta el valle de
Chancay ( en Lima).
-El área cultural y lingüística del Quechua, en la Costa Central (Pativilca a Huaura) Área original
del protoquechua).
-El área lingüístico-cultural primaria del Área (En la costa del Sur: Nazca-Ica y serranías
adyacentes).
-El área de una hipotética lengua, que puede ser la lengua que se suele llamar Chango (al sur de
Ica y hasta Tacna y Arica).
En la Sierra
-El área lingüístico-cultural del Culle (o Culli), con su centro en Huamachuco (sitio arqueológico de
Marcahuamachuco).
-El área lingüístico-cultural den, que se caracteriza por la terminación en –den o –ten . En
Celendín tenemos lugares como: Canden, Llagen, Musaden, hasta el mismo Celendín, etc.
-El área lingüístico-cultural del Cat, que se caracteriza por la terminación –cat, cot, cate de una
serie de nombres geográficos. Ej. Malcate, Malcat, Salacat, Chilacat, Callacat, etc.
- Al sur de las áreas que acabamos de señalar se ubican inmediatamente el Quechua y
medianamente el Aru. Esta última entidad es la antecesora del actual Aimara del altiplano; y del
Cauqui, que subsiste como una isla en Yauyos, Lima.
-El área lingüístico-cultural Puquina, desde las cercanías del Qosqo hasta las inmediaciones del
lago Titiqaqa, con proyecciones hacia el Pacífico por los alrededores de Moquegua.
-El área lingüístico-cultural del Uroquilla, ubicada más allá del área del puquina. Adyacente al
área Uroquilla se ubica el área Machaj Juyay, la lengua de ese singular pueblo de médicos
herbolarios intinerantes de hoy se suele llamar Qallawaya.
En la Selva
El panorama de lenguas de la Amazonía parece ser, en términos de familias de lenguas y
troncos lingüísticos, el mismo de hace tres a cinco mil años atrás. Sin embargo los territorios de
tales lenguas tiene que haber sufrido modificaciones .

Descripción de variedades dialectales

Nuestro país, caracterizado por ser multilingüe y pluricultural nos coloca ante una situación
compleja de interferencias o mutuas influencias de lenguas y culturas que genera una fisonomía
particular en el terreno lingüístico. Los factores históricos, político-sociales y económicos que
condicionan el fenómeno de la lengua y en nuestro caso de confluencia de lenguas, desencadena
grados en la diversificación de éstas, al desplazarse el uso del idioma hacia la lengua vernacular o
hacia el castellano, según sea el caso las modalidades se van encargando de diversas
connotaciones de carácter sicológico y social.

Por efecto de las migraciones del campo a la ciudad, la difusión de los medios masivos y
la enseñanza formal, básicamente, los sistemas vernaculares se han ido asimilando al castellano,
con la consiguiente estigmatización de la lengua vernacular y sus modalidades transicionales. Así
pues, del contacto prolongado del castellano y las lenguas vernaculares se produce un continum
lingüístico que da lugar a gradaciones en el eje vertical de las jerarquías, en cuyo extremo superior
está el castellano y en el inferior las lenguas vernaculares. Esta jerarquía no responde a criterios
lingüísticos sino a una situación de prestigio, que desde la Colonia ha cargado de implicancias
socioculturales de estatuas al castellano o acrolecto y ha puesto en inferioridad de condiciones a
las lenguas vernáculas o basilecto. De la tendencia generalizada, en nuestro país hacia el
acrolecto surgen gradaciones entre los dos polos o mesolecto que es la expresión de
superposición de lenguas.

El mesolecto no se puede considerar como una manifestación autónoma o sistemática,


sino como un conjunto fluido de modalidades aproximativas respecto del castellano, es decir,
formas transicionales de pidginización y/ o criollización. Tiempo atrás Cerrón Palomino
consideraba como una posibilidad remota que se llegara a cristalizar lo que hoy es una realidad o
una clara tendencia a la generalización de formas mesolectales. Según el Phd Escobar el
interlecto es el dialecto social más extendido en la capa horizontal de la dialectología del
castellano y que corresponde a las capas más deprimidas de la estructura social. Los usuarios del
mesolecto utilizan formas lingüísticas de las dos estructuras de lenguas del eje vertical,
produciendo manifestaciones discrepantes respecto de la variedad general, por lo que son tenidas
por formas bastardizadas o incorrectas
Alberto Escobar propone incluir en el estudio de los dialectos del castellano del Perú las
variedades que denomina bilingües iniciales y bilingües avanzados, que están en la base de los
dialectos de nuestro castellano. Propone que en términos sociolingüísticos es más oportuno
estudiar el bilingüismo inicial, que es producto de la interferencia del quechua en la adquisición del
castellano y propio de hablantes del interlecto: que hacerlo del coordinado, manejo eficaz de
ambas lenguas y no subordinado como el otro; pues dadas las características complejas de
nuestro país multilingüe resultaría más necesario.

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