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Módulo 1.
- Presentación y objetivos
- Contenidos
-Textos de ampliación
- Bibliografía y enlaces
- Actividades
Presentación y objetivos
CTS (ciencia, tecnología y sociedad) es un campo de trabajo interdisciplinar
que se ocupa, desde hace unas tres décadas, de las complejas interrelaciones
que la ciencia y la tecnología establecen con las sociedades en las que se
desarrollan. Los enfoques CTS responden tanto a una renovación académica
del estudio de la ciencia y la tecnología como a una renovación de la
consideración de la función social de las mismas. Se trata de articular una
imagen de la ciencia y la tecnología en contexto social, así como de diseñar
mecanismos que favorezcan la apertura de los procesos de decisiones
tecnocientíficas al público no experto. En este tema se proporcionará un
acercamiento a los distintos enfoques que componen el campo interdisciplinar
de CTS, haciendo especial referencia a las aportaciones más recientes.
Objetivos
1. Comprender el origen de los estudios CTS en sus vertientes académicas
y activistas
2. Conocer la evolución histórica de los estudios CTS en las últimas tres
décadas.
3. Familiarizarse con algunos de los enfoques más representativos para el
estudio social de la ciencia y la tecnología
4. Reflexionar acerca de las implicaciones del estudio social de la ciencia y
la tecnología para su gestión política.
Autora
González García, Marta I.
2
Contenidos
3
contexto (véase tema 1.3).
Merton
4
sobre ciencia) son algunas otras de las etiquetas
adoptadas por aquellos autores de la tradición
académica que han preferido continuar delimitando su
interés a la ciencia, pese a la ubicuidad contemporánea
de las tecnologías y el reconocimiento de los
inextricables nexos que las unen a las ciencias.
Enfoques macrosociales
5
del origen, cambio y legitimación de las teorías
científicas.
6
Bloor presenta su programa como una ciencia de la
ciencia. Sólo desde la ciencia, y especialmente desde la
sociología, sostiene, es posible según este programa
explicar adecuadamente las peculiaridades del mundo
científico. De hecho, el éxito del programa fuerte
significa la crisis de la reflexión epistemológica
tradicional y la reivindicación del análisis empírico
(véanse las reacciones de, e.g., Laudan, 1977, y Brown,
1989). En este sentido, no deja de resultar curioso que
la "cientifización" del estudio de la ciencia produzca el fin
Harry Collins de ésta como modelo paradigmático de racionalidad.
Enfoques mesosociales
7
controversias científicas como lugares en los que
aparecen con claridad las confrontaciones entre
intereses. El EPOR (Empirical Programme of Relativism
- Programa Empírico del Relativismo), presentado por
Harry Collins a principios de los 80, y desarrollado entre
otros por Trevor Pinch, tiene lugar en tres etapas:
8
flexibilidad interpretativa y analizando los mecanismos
sociales mediante los que, en determinado contexto
histórico y cultural, se cierra tal flexibilidad y se
consolidan las formas concretas de tecnología. La
metodología consiste en la identificación de actores
relevantes para el desarrollo de una tecnología dada, y
de los problemas que estos actores se plantean en
relación con la misma. Diferentes actores asociarán
significados y problemáticas distintas a la misma
tecnología, de tal modo que la evolución de su
definición, la priorización de problemas a resolver y la
estabilización de determinadas soluciones para los
mismos dependerán del reparto de fuerzas y las
estrategias negociadoras de los conjuntos de actores.
Ejemplos clásicos los encontramos en el estudio del
origen de la bicicleta, la baquelita y la bombilla
fluorescente (Bijker, 1995). Con el SCOST, el estudio
social de la ciencia y el estudio social de la tecnología,
que habían transitado por caminos independientes,
comienzan a "beneficiarse mutuamente".
Enfoques microsociales
9
social del laboratorio.
10
cerca, para estos autores, la ciencia no se diferencia
mucho de la política o la literatura (Latour, 1987;
Woolgar, 1988; Traweek, 1988).
(3)
11
sociológica sea una representación fiel de la práctica
científica. Ante el problema de la reproducción
inconsciente del "desastre metodológico de la
representación", Woolgar propone la etnografía reflexiva
de la representación (explorar como si fueran extrañas -
por eso etnografía--, nuestras propias prácticas de
representación -por eso reflexiva). Una de las formas
que suelen adoptar los textos reflexivos es la de diálogo
autorreferencial y multivocal, en el que el propio autor y
sus circunstancias se entrelazan con el tema de su
discurso con el objeto de recordar al lector (y de impedir
que el propio autor olvide) el carácter contingente del
texto, y evitar la ilusión de una correspondencia singular
entre texto y significado (Woolgar y Ashmore, 1988). La
identificación del autor: género, estatuto, formación… se
convierte en crucialmente relevante (Ashmore, Myers y
Potter, 1995), y los propios textos pasan a ser
herramientas en las que se muestran los argumentos
defendidos. En el enfoque reflexivo el estudioso de la
ciencia polemiza consigo mismo, convirtiendo el
requisito metodológico de Bloor en un ejercicio retórico
de autocontemplación y exploración de nuevas formas
literarias con un limitado interés desde un punto de vista
metacientífico(4).
(4)
12
impotentes
Compromiso y
osadía
epistemológica
Constructivismo instrumental
13
o Peter Galison (1987), aunque difieran en el peso
relativo que otorgan a la agencia humana y material.
El modelado científico-tecnológico de la
sociedad
14
Mientras la tradición académica se ocupa
fundamentalmente de cómo se hace la ciencia a través
de casos de estudio y enfoques teóricos fragmentarios a
partir de los mismos, la rama más activista de CTS,
originada en la preocupación por las consecuencias
sociales del desarrollo científico-tecnológico, ha
mantenido una perspectiva global y macro, ocupándose
fundamentalmente de la conformación de las modernas
"sociedades del conocimiento" o "culturas
tecnocientíficas", y su gobernanza y control. La historia
de CTS desde este punto de vista no parte de Kuhn,
sino de los movimientos de ecologistas y consumidores
de los años 60 y 70. CTS como "movimiento" declara
entre sus influencias las de Ellul y Mumford, y entre sus
temas más importantes aquellos ligados a las
discusiones sobre la autonomía de la tecnología y el
determinismo tecnológico. Las ramas más prácticas de
CTS se caracterizan también por el interés en las
relaciones entre ciencia y política en varias vertientes: el
establecimiento de políticas científicas en los estados, la
evaluación de tecnologías, el control social, la
participación del público no experto, y la renovación
educativa.
Tecnooptimistas y
tecnopesimistas
15
de identificación y denuncia de efectos negativos de la
ciencia y la tecnología. En algunos casos, únicamente
se critican usos indebidos que contribuyen a la
degradación del ambiente, la destrucción causada por la
guerra, la naturalización de la inferioridad de las
mujeres, la perpetuación de las desigualdades de clase,
o cualquier otro riesgo o prejuicio social, manteniendo
una imagen tradicional de la ciencia y la tecnología
como instrumentos neutrales. No obstante, algunos de
estos analistas han desarrollado también críticas
globales a la ciencia y la tecnología como armas de
dominación y control o determinantes de nuestras
formas de vida, defendiendo transformaciones en los
objetivos de investigación, la estructura organizativa de
la ciencia, el papel de los no expertos o la idea misma
de objetividad.
16
En la misma línea de trabajo de crítica política, podemos
citar a Ruth Hubbard (e.g., 1993), también preocupada
por cuestiones de bioética, o a Sheila Jasanoff (1990,
1995), interesada en los procesos de toma de
decisiones tecnocientíficas.
Autonomía de la
Kristin Shrader- tecnología y
Frechette determinismo
tecnológico
Enfoques filosóficos
17
crítica de la comunidad de científicos, aunque
defendiendo la existencia de al menos un criterio
universal de elección interteórica (el poder explicativo
demostrado en la capacidad predictiva). Shrader-
Frechette introduce además los valores éticos dentro de
la racionalidad científico-tecnológica, lo que le permite
defender la creación de mecanismos democráticos de
participación pública en evaluación y política
tecnológica.
18
democratización de la ciencia y la tecnología (véase
tema 3.9). En este sentido, tanto los análisis del
modelado social de la ciencia y la tecnología como los
del modelado científico-tecnológico de la sociedad
indican, como uno de los campos de investigación
prioritarios de CTS, el de las políticas de ciencia y
tecnología.
19
En los años 50, y respondiendo a la demanda creada
por esta nueva situación, aparecen en las universidades
estadounidenses los programas Science, Technology,
and Public Policy (STTP, Ciencia, Tecnología y Política
Pública), diseñados para formar gestores de ciencia y
tecnología. Las disciplinas en las que se basaban estos
programas, la economía y la ciencia política, sufren
importantes cambios en las décadas siguientes,
cambios que supondrán también una renovación en la
gestión de la ciencia y la tecnología. Hacemos aquí
Thomas P. Hughes referencia brevemente a dos de las líneas de trabajo en
los campos de la gestión y las políticas públicas de
ciencia y tecnología modificadas por los cambios en la
ciencia y la tecnología de las últimas décadas en
intersección con los nuevos CTS.
Evaluación de tecnologías
20
nueva época de responsabilidad social de la ciencia. Las
agendas de la ciencia y la tecnología recogen algunas
de las preocupaciones que habían venido gestándose
en la sociedad civil y la academia en los últimos años, y
se produce una reducción del crecimiento continuado de
la macrociencia de los años anteriores. La financiación
gubernamental cae en picada entre mediados de los
años 60 y mediados de los años 70, coincidiendo con el
fracaso en la guerra de Vietnam y el clima general de
desconfianza social hacia la ciencia. Los conceptos de
"relevancia social" y "orientación" hacen su aparición
mostrando los cambios radicales en el enfoque de la
política científica en esta década. Algunos autores han
caracterizado la década de los 70 como de
"repolitización" de la ciencia, aunque siempre en el
marco de una doctrina tecnocrática "con sensibilidad
social". La crisis del petróleo en 1973 generó amplios
debates sobre energías e impulsó el desarrollo del
movimiento en pro de una "tecnología alternativa". El
progreso de la investigación en ingeniería genética y
nuevas tecnologías de la información y las
comunicaciones contribuyeron también a profundizar en
la necesidad de institucionalizar la evaluación de
tecnologías. Una de las implicaciones más importantes
de este conjunto de circunstancias fue la de la creación
de multitud de agencias de diverso cuño para la
evaluación de tecnologías y sus impactos,
especialmente agencias o departamentos de evaluación
ambiental, que proliferaron en los países
industrializados. También aparecen agencias generales
de evaluación de tecnologías, como la OTA (Oficina de
Evaluación de Tecnologías) del Congreso de los
Estados Unidos (fundada en 1972 y desaparecida en
1995) a la que seguirían organismos similares en
Francia, Dinamarca, Países Bajos, Alemania y el Reino
Unido.
No hay que olvidar, no obstante, que iniciativas como la
de la OTA estadounidense aparecieron y funcionaron en
un contexto en el que la neutralidad del conocimiento
experto era dada por supuesta, y su función era la de
proporcionar asesoramiento técnico a los políticos. Se
trataba fundamentalmente de evaluaciones de tipo
economicista, de impactos ex post, y que a menudo se
utilizaron como instrumentos de legitimación política
21
la tecnología se complementa con el ámbito de la
política científica lo constituye la "evaluación
constructiva de tecnologías" (Luján y Moreno, 1996; Rip
et al., 1995, Schot, 1994). Siguiendo la recomendación
de algunos enfoques en sociología e historia de la
ciencia y la tecnología que toman como norma
metodológica atender a los procesos más que a los
productos ya terminados para averiguar por qué se han
tomado determinadas decisiones o aceptado ciertas
teorías, o por qué ha tenido éxito determinada variación
de una tecnología, se ha intentando también cambiar el
énfasis en evaluación de tecnologías desde una
evaluación de productos ya terminados a una evaluación
de sus procesos de construcción, dando al mismo
tiempo entrada en este seguimiento a actores sociales
tradicionalmente excluidos, como el público no experto
implicado. El resultado ha sido una evaluación de
tecnologías más eficaz y más respetuosa con los
diferentes actores, en la que no se trata simplemente de
evaluar impactos a posteriori sino de contribuir a la
programación de tecnologías emergentes. Frente a la
tesis del determinismo tecnológico, la idea que respalda
la evaluación constructiva de tecnologías es que es
posible controlar en cierta medida el ritmo y dirección del
desarrollo tecnológico en la medida en que se actúe
sobre tecnologías no atrincheradas (Luján y Moreno,
1996). Lejos de ser una mera idea teórica, la evaluación
constructiva de tecnologías se ha practicado
prometedoramente sobre todo en los Países Bajos,
donde a través de la NOTA (Agencia Neerlandesa de
Evaluación de Tecnologías) se ha aplicado a proyectos
sobre tecnologías limpias, telecomunicaciones,
transporte, biotecnologías, etc.
Winner vs Woolgar
22
en Edimburgo y Bath, los años 80 estuvieron
caracterizados por la atención al detalle, por los estudios
de laboratorio, la aparición de la tecnología, y la
escalada relativista. Los años 90 suponen cierto freno
en la osadía epistemológica con la reaparición de la
"agencia material", y la atención se centra en las
prácticas científicas y la pluralidad de modos de hacer
ciencia. Al mismo tiempo, la crítica de los efectos
sociales perjudiciales de la ciencia y la tecnología se
vuelve más sofisticada teóricamente (aprovechando
desarrollos filosóficos o sociológicos) y evoluciona en la
práctica hacia la propuesta de formas nuevas de gestión
de la ciencia y la tecnología. Wiebe Bijker describe esta
evolución como el paso del estudio de la ciencia en
sociedad al estudio de la cultura de la ciencia y la
tecnología, para avanzar a continuación al estudio de la
cultura tecnocientífica(8).
(8)
23
autores.
Fragmentación
24
(1993) con su tesis del "desorden inherente de las
cosas").
Estilos cognitivos
25
La heterogeneidad se manifiesta también dentro de la
ciencia misma. Como ya se ha mencionado, la ciencia
se define a menudo como "sintonización" de elementos
heterogéneos (Pickering, Hacking, Galison...) de tipo
material, social o instrumental.
Culturas epistémicas
26
destacadas en estudios de laboratorio, da a finales de
los 90 un paso más allá, proponiéndose transformar el
estudio de cómo se produce el conocimiento típico de la
etnografía de laboratorio en el estudio de "cómo se
construyen las maquinarias de la construcción del
conocimiento" (1999). Son las "culturas epistémicas":
amalgamas de elementos y mecanismos que, en un
campo dado, constituyen el cómo conocemos lo que
conocemos. Las culturas epistémicas son culturas que
crean y legitiman el conocimiento. Knorr-Cetina abunda
en el tema de la pluralidad de la ciencia confrontando
dos culturas epistémicas contemporáneas: la de la física
de altas energías y la biología molecular.
Estabilización
27
Otro de los temas clave es el de la "estabilización" de
los complejos práctico-culturales de la ciencia y la
tecnología. La sociología del conocimiento científico de
los 70 explicaba fundamentalmente el surgimiento de
nuevas teorías y nuevas prácticas en contextos
culturales propicios para ello. Sin embargo, cómo esos
complejos se legitiman y se mantienen es también un
asunto de importante interés.
Historia cultural
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López (1989) han propuesto que la actuación de
factores sociales se produce mediante su contribución a
la selección de las prácticas metodológicas, incluyendo
principios generales (como la identificación y definición
de los problemas a solucionar y el enfoque básico
adoptado) y prácticas metodológicas específicas (como
modelos estadísticos o diseños experimentales). En
todos los casos, se trata de mecanismos que dan cuenta
de cómo se dirime un enfrentamiento entre varias
teorías para dar cuenta de un fenómeno, resolviéndose
en la estabilización de una de ellas; o de cómo se critica
una teoría aceptada desestabilizándola e inaugurando
un nuevo proceso de construcción y estabilización.
29
elementos clave. En juego está la credibilidad y la
autoridad que proporciona la etiqueta de "científico".
Momentum tecnológico
Hibridación
Ciencia reguladora
30
mejores resultados.
Objetos fronterizos
31
toma de decisiones sobre un caso concreto, la elección
de un modelo de gestión o el fortalecimiento de un
sistema de innovación.
Cyborgs
Organizaciones fronterizas
32
salud o la agricultura, o que funcionan a nivel local o
nivel transnacional(10).
(9)
(10)
Perspectivas futuras
de CTS
33
Aclaración de conceptos
(1) Las dos tradiciones CTS, académica y activista, han recibido también
otras denominaciones. González García et al. (1996) distinguen,
atendiendo al criterio de origen geográfico, entre tradición europea y
tradición americana. Steve Fuller propone irónicamente las etiquetas de
Alta Iglesia y Baja Iglesia, y Rustum Roy las de "tradición disciplinar" y
"tradición interdisciplinar".
(2) "Actor-network theory" (ANT) se ha traducido tanto como "teoría de la
red de actores" como por "teoría del actor-red". La expresión inglesa
permite ambas versiones en castellano, mostrando así la complejidad
misma de la idea que pretende captar la teoría. "Un 'actor-red' es
simultáneamente un actor cuya actividad es crear redes de elementos
heterogéneos y una red que es capaz de redefinir y transformar aquello
de lo que está conformada" (Callon 1987: 93). No se trata del
establecimiento de redes entre actores predeterminados, sino que
ambos, actores y redes, se conforman mutuamente en procesos
simultáneos en los que el actor mismo funciona como red.
(3) Aunque hasta el momento los sociólogos se había ocupado de la ciencia
y la tecnología normalmente como fenómenos independientes (aunque
susceptibles en ocasiones de ser analizados con el mismo tipo de
instrumentos metodológicos), Latour utiliza explícitamente la noción de
tecnociencia para describir "todos los elementos vinculados a contenidos
científicos, sin que importe lo sucios, inesperados o extraños que
parezcan" (1983: 168), tratando de subrayar la multiplicidad de
elementos y actores que concurren en la conformación del producto ("la
ciencia y la tecnología") y criticando la distinción interno/externo. Muchos
otros autores utilizan también la expresión "tecnociencia" para insistir en
la íntima relación entre la ciencia y la tecnología, y justificar un
tratamiento conjunto, especialmente si se ocupan de la ciencia y la
tecnología contemporáneas. Javier Echeverría (2003) ha desarrollado
con detalle el concepto de "tecnociencia", oponiéndose a la idea
latouriana de que toda ciencia es tecnociencia y reservando la
denominación para la evolución que tiene lugar a partir de los años 80
del siglo XX de la macrociencia (Big Science) que se había instaurado al
finalizar la segunda guerra mundial. La macrociencia surgida en la
guerra fría, caracterizada por una profunda simbiosis entre ciencia y
tecnología, el establecimiento de la política científica y la financiación
gubernamental, se convertirá en el último cuarto de siglo en
tecnociencia, gracias a las nuevas tecnologías de la información y las
comunicaciones y al mayor papel de las empresas privadas en la
promoción de la I+D+I.
(4) Desde las filas de los filósofos más tradicionales de la ciencia, el
principio de reflexividad de Bloor se refuta a sí mismo y mina la potencia
argumentativa del discurso sociológico. Se trata de la paradoja relativista
que tanto gusta señalar desde el racionalismo (por ejemplo, Brown,
1989). Desde la tradición activista en CTS, no obstante, la crítica a los
enfoques reflexivos se refiere fundamentalmente a su esterilidad,
convertidos en huecas exhibiciones de virtuosismo retórico en los que la
espiral autorreferencial se resuelve en inmovilismo. Sin embargo,
34
también encontramos en los estudios sobre ciencia otras formas mucho
más interesantes y valiosas de entender el significado del principio de
reflexividad, en términos de responsabilidad por la propia parcialidad del
investigador. Este es el caso de los análisis feministas, en los que, una
vez reconocida la relevancia del sujeto cognoscente y el carácter situado
del conocimiento, abordar la cuestión de la reflexividad se convierte en
algo inevitable. Pero en el discurso feminista la asunción de la
reflexividad no consiste en hacer frente a las críticas de inconsistencia,
sino en procurar una mayor adecuación del análisis y prestar una
especial atención a las relaciones de poder implicadas. El punto de
partida común desde la perspectiva de género es la conciencia de
diferencia de las mujeres en la ciencia, sintiéndose al mismo tiempo
fuera y dentro, participantes y extrañas (Magallón, 1996), en un mundo
predominantemente masculino. El reconocimiento reflexivo de esta
identidad dividida posibilita a las mujeres dentro de la ciencia y la
tecnología identificar el modo en que teorías científicas y desarrollos
tecnológicos "podrían haber sido de otra manera" (Star, 1991).
Podríamos decir, entonces, que la concepción de la reflexividad utilizada
en los análisis de género es epistémica y políticamente más adecuada
que aquella con la que se trabaja en las corrientes generales.
Epistémicamente mejor porque la estrategia de "comenzar desde las
vidas de las mujeres" proporciona una herramienta analítica que se ha
mostrado efectiva a la hora de detectar sesgos sexistas y androcéntricos
en numerosas disciplinas científicas y a la hora de proponer alternativas
más adecuadas. Políticamente mejor porque hacer visible lo que había
estado oculto, como los mecanismos de exclusión de las mujeres y sus
particulares puntos de vista en la ciencia y la tecnología, permite
elaborar estrategias de cambio y de inclusión. Se trata de un tipo de
reflexividad definida en términos de responsabilidad que, lejos de
conducir estérilmente al inmovilismo y la autocontemplación, proporciona
un ejemplo de cómo el análisis académico y el compromiso activista
pueden complementarse.
(5) La figura de Hughes del "constructor de sistemas" se asemeja a la del
"ingeniero heterogéneo" de la teoría del actor-red. El "ingeniero
heterogéneo" diseña las traducciones que harán que el resto de actores
de una red den los rodeos necesarios para pasar por sus "puntos de
paso obligados", aceptando así sus normas y definiciones. El
"constructor de sistemas" de Hughes debe integrar el sistema
sociotecnológico que construye en sus contextos sociales y técnicos,
para lo que requiere también trabajo de "alistamiento" del resto de
elementos.
(6) Un autor a destacar, difícilmente clasificable, es Ivan Illich. Su obra, muy
relacionada con los movimientos de crítica social de los años 60 y 70,
aborda muchos de los aspectos estructurales que definen y determinan
nuestra cultura occidental: la educación, la medicina, el género, las
relaciones de producción, el sistema de transportes, etc. Todos ellos son
"tecnologías sociales" que cumplen el papel de adaptar los individuos al
sistema. En La Convivencialidad (1973) sostiene que las tecnologías
pasan por dos umbrales de mutación: al traspasar el primero se
convierten en productivas, pero la traspasar el segundo se vuelven
35
disfuncionales al transformarse en fines en sí mismas. Por ejemplo, la
televisión nos permite estar informados, pero su omnipresencia y su
abuso crea dependencia y mutila la capacidad crítica de los individuos.
Illich propone tecnologías para la convivencialidad que sean libremente
elegidas, permitan la expresión activa de la vida personal y no estén
monopolizadas por ninguna élite profesional. Las tecnologías para la
convivencialidad serían herramientas potenciadoras de la creatividad, la
autonomía y la libertad individual.
(7) Se trata del modelo lineal de innovación, según el cual la inversión en
ciencia básica producirá automáticamente desarrollo tecnológico, que a
su vez promoverá el crecimiento económico mejorando en última
instancia el bienestar social. Este modelo de innovación asumido en el
texto de Bush y sobre el que se funda la política científica al fin de la
segunda guerra mundial, será ampliamente criticado por asumir una
direccionalidad única y aproblemática en las relaciones entre la ciencia,
la tecnología y la sociedad (véase, e.g., Sarewitz, 1996).
(8) Las transformaciones sufridas en este campo en los últimos 30 años son
también rastreables a través de los cambios en la denominación del
mismo, como ya se ha apuntado al comienzo del tema. La antigua
sociología del conocimiento científico, se transforma en los años 80
en estudios sociales sobre ciencia y tecnología cuando al interés por
el contenido del conocimiento se superpone el interés por las prácticas y
se añade el análisis de la tecnología. Finalmente, se extendería la
etiqueta de estudios sobre ciencia y tecnología, al eliminar el adjetivo
"sociales" según la idea latouriana de la coproducción de orden natural y
orden social.
(9) Los paquetes estandarizados son objetos fronterizos que tienen la
capacidad de modificar las prácticas y estabilizar definiciones en los
múltiples mundos que relacionan, por ejemplo, los convenios de
colaboración universidad-empresa o la política de incentivos por medio
de proyectos o contratos de un gobierno para la investigación científica.
(Fujimura, 1992). Fujimura ejemplifica el "paquete estandarizado" con el
conjunto formado por una teoría científica (la teoría genética del cáncer)
y un grupo estandarizado de tecnologías (de ADN recombinante), que
logran integrar los intereses de mundos distintos (científicos, entidades
de financiación privadas y gubernamentales, administradores de las
universidades, etc.) al tiempo que abren nuevas vías de acción para
todos ellos.
(10) Véase Science, Technology and Human Values 26/4, un número
monográfico sobre "organizaciones fronterizas".
36
Ampliación de contenidos
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R. K. Merton y la sociología de la ciencia
Robert K. Merton (1910-2003) fue promotor del estudio sociológico de la
institucionalización de la ciencia. Entre los años 40 y los años 70 dio origen a
toda una escuela de investigación en sociología acerca de cómo los científicos
se organizan y reparten sus recompensas. Merton (1938) comienza explorando
la génesis de la ciencia moderna en una obra curiosamente titulada Ciencia,
tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII, señalando la relevancia de
las necesidades económicas y militares de la época, así como del puritanismo,
para entender el importante impulso que sufre la ciencia en ese momento
histórico. No obstante, la mayor parte de su trabajo está dedicado a la
comprensión de la ciencia como institución social, su conformación y formas de
organización.
38
acumulando recompensas, mientras que los que no han destacado es
complicado que lo hagan).
Referencias
39
Compromiso y osadía epistemológica: polémicas
en el estudio social de la ciencia
La presentación de los orígenes de los estudios sociales se hace a menudo
como una síntesis entre una tendencia académica y un movimiento social, de
epistemología y política. La reacción social ante los abusos de la ciencia
(pesticidas, carrera de armamento, determinismo biológico) confluye con la
reacción académica postkuhniana para resultar en una renovada imagen de la
ciencia y la tecnología, en la que reconocer la relevancia del enraizamiento
social del origen y contenido científico-tecnológico, así como sus importantes
consecuencias sociales, debería promover una renovación en las prácticas
justificativas. Podríamos esperar al menos que ambas tradiciones fueran
compatibles, pero también eso, en muchas ocasiones, no es más que un deseo
bienintencionado, como Collins (1996) se encarga de recordarnos. De hecho, el
diálogo entre el activismo frente a los excesos de la ciencia y la rama del
movimiento académico constituida por la sociología del conocimiento científico
parece haber sido más bien difícil.
Dos debates recientes dentro de los estudios sociales de la ciencia nos dirigen
hacia la ambigua relación entre estos y los compromisos sociopolíticos. El
primero es el debate sobre el "gallina epistemológico" lanzado por Collins y
Yearley (1992) contra las tendencias más "posmodernas" (la teoría del actor-
red de Latour y Callon y la reflexividad de Woolgar). El segundo es la polémica
acerca de la política de los estudios sobre ciencia desarrollada en las páginas
de Social Studies of Science (1996, vol. 26), que retomaba la aparecida en
Science, Technology and Human Values a principios de los noventa. Véase
Collins (1991), Martin, Richards y Scott (1991) y Scott, Richards y Martin
(1990).
40
más, consiste en el tipo de "realismo social" (consciente de su ingenuidad
filosófica) que Collins y Yearley preconizan. Su argumentación es
fundamentalmente pragmática: puede que no haya, efectivamente, suelo
realmente firme, pero si queremos explicar el mundo natural, debemos recurrir
al mundo social. Este es el único enfoque que creen de cierta utilidad para
abordar los problemas de las intersecciones entre las prácticas científico-
tecnológicas y otros ámbitos socioculturales: autoridad de los expertos, sistema
educativo, transferencia de tecnologías al tercer mundo, seguridad pública,
problemas ecológicos… (Collins y Yearley, 1992b: 383).
Collins y Yearley parecen entender, pues, que una de las funciones del
sociólogo del conocimiento científico consiste en proporcionar al no experto los
instrumentos y la posibilidad de intervención en asuntos científico-tecnológicos
de trascendencia social. Y esto es lo que Collins y Pinch se proponen como
objetivo en su libro El Golem (1993), donde defienden una comprensión pública
de la ciencia que no se limite a la alfabetización científico-tecnológica de los
ciudadanos, sino a la alfabetización respecto a las complejas interacciones
entre expertos, políticos, medios de comunicación y público en general. El
propósito de su libro es, entonces, el de "transformar la comprensión pública
del papel político de la ciencia y la tecnología" (1993: 145) revelando el
funcionamiento interno de la ciencia.
41
ignorarlo" (Collins, 1996: 233). Como en el debate del gallina epistemológico,
Collins recurre una vez más a un argumento pragmático para evitar un exceso
epistemológico o metodológico que se derivaría del seguimiento fiel de sus
propias prescripciones para el análisis de la ciencia. Optemos por los análisis
simétricos, pero respetemos la asimetría natural/social para poder asentarnos
sobre algún suelo seguro. La ciencia es política, pero mantengámoslas
separadas para poder sostener que la fuerza de nuestro enfoque radica en su
"cientificidad".
42
problematizar los valores e identidades de los sujetos, y evitar esa cosificación
que no hace justicia al carácter dinámico, contingente y condicional de las
identidades de los actores y sus valores, empobreciendo, por tanto, el análisis.
Desde esta postura, el analista de la ciencia no puede pretender tomar un
posición "a priori" de compromiso con la parte más débil en los conflictos (como
Martin, Richards y Scott postulan), porque la caracterización de las posturas y
las atribuciones de poder no son fijas e inmutables. Pero tampoco, como
defendería Collins, puede adoptar, ni siquiera como gesto vano, una posición
de neutralidad, que implicaría la existencia de un lugar privilegiado y
equilibradamente neutral desde el que contemplar las batallas entre dos
bandos estables y unidimensionales, un lugar que no existe. El énfasis en la
situación (Haraway, 1991) o la posicionalidad (Alcoff, 1988) y la negociación
entre múltiples identidades, son otras valiosas propuestas feministas en línea
con el enfoque de Wynne.
Referencias
Ashmore, M. (1996), "Ending Up On the Wrong Side: Must the Two Forms of
Radicalism Always Be at War?", Social Studies of Science 26: 305-322.
Collins, H.M. (1991), "Captives and Victims: Response to Scott, Richards and
Martin", Science, Technology, and Human Values 16/2: 249-251.
Collins, H.M. (1996), "In Praise of Futile Gestures: How Scientific Is the
Sociology of Scientific Knowledge?", Social Studies of Science 26: 229-244.
Collins, H.M. y T. Pinch (1993), The Golem: What Everyone Should Know
About Science, Cambridge: Cambridge University Press.
43
Richards, E. y M. Ashmore (1996), "More Sauce Please! The Politics of SSK:
Neutrality, Commitment and Beyond", Social Studies of Science 26: 219-228.
44
Tecno-optimistas y tecno-pesimistas
Hace 40 años, C.P. Snow (1964) denunciaba la separación creciente entre el
mundo de los humanistas y el mundo de los científicos. Snow, científico y
novelista, era perfectamente consciente, desde su posición privilegiada a
caballo entre los dos ámbitos, del desconocimiento y el desprecio con el que
unos y otros se relacionaban. Los humanistas, monopolizadores de la "cultura",
tomaban a los científicos como irresponsables fanfarrones. Los científicos, por
su parte, acusaban a los humanistas de pesimistas inútiles. Una división
curiosa, puesto que hace más de cuatro siglos hubiera sido impensable
entender la ciencia separada del humanismo, ya que ambas constituían un
único afán intelectual: el de la comprensión del mundo. Snow culpaba de esta
oposición antinatural a la educación, cada vez más especializada, que
convertía lo que era un solo empeño en dos edificios cuya construcción
conjunta acababa resultando imposible.
45
también dominando las fuerzas de la naturaleza. Este optimismo se reproduce
de manera especialmente significativa al finalizar la Segunda Guerra Mundial,
cuando Vannevar Bush (1945) redacta su informe "Ciencia, la frontera
inalcanzable", donde la metáfora utilizada, la de la conquista del oeste, apunta
en esta ocasión a una frontera a la que nunca se llega. Mientras el avance
hacia el oeste en la colonización del territorio de los actuales Estados Unidos
tenía como meta natural el océano Pacífico, el avance de la ciencia no tiene fin
(Sarewitz, 1996), diría Bush. La utopía conductista de B.F. Skinner, Walden
Dos (1948), podría considerarse otra de estas muestras de tecno-optimismo
triunfal, un mundo feliz en este caso logrado gracias a los principios del
condicionamiento operante aplicados por expertos psicólogos encargados del
gobierno y la organización social.
A un lado de la barrera que separa estos otros dos mundos, el de los tecnófilos
radicales del de los tecnófobos extremos, en uno la ciencia y la tecnología se
conciben como benefactoras, al otro como perversas. Ambas tesis opuestas,
sin embargo, coinciden en un punto central en el que consiste también su
principal debilidad. Al pensar sobre la ciencia y la tecnología desde el punto de
vista de sus efectos sobre las sociedades y las vidas humanas, asumen
implícita o explícitamente la tesis de la autonomía de la tecnología y, asociada
a ella, la del determinismo tecnológico. Es decir, tanto si pensamos que la
tecnociencia es la solución como si pensamos que es el problema, estamos
pasando por alto el hecho de que es un producto humano, y otorgándole una
autonomía con respecto a sus creadores que es la que produce consecuencias
incontrolables sobre nuestras formas de vida. Ciertamente, es a menudo
claramente imprevisible conocer de antemano cuáles serán las consecuencias
de las investigaciones básicas. Los pioneros de la investigación sobre campos
electromagnéticos en el siglo XIX, por ejemplo, poco podrían prever que uno de
sus frutos tecnológicos, la televisión, se iba a convertir en un elemento clave de
la cultura a finales del siglo XX. Por otra parte, sin embargo, la mayor parte de
46
la investigación que se hace hoy en día es "investigación estratégica", esto es,
investigación estratégicamente dirigida hacia algún objetivo concreto o el
desarrollo de determinada tecnología. Las diferencias en distribución de
recursos entre distintas áreas de la tecnociencia y los cambios que esta
distribución sufre al hilo de la historia constituyen un claro ejemplo de la
canalización social de los procesos tecnocientíficos, y un argumento en contra
de unas tesis fuertes de la autonomía de la tecnología y el determinismo
tecnológico (véase Sarewitz, 1996).
La tecnociencia, por tanto, tiene consecuencias sobre las vidas humanas, pero
una cara igualmente importante de la relación entre la ciencia, la tecnología y la
sociedad es el modelado social que tiene lugar durante sus procesos de
construcción. En la medida en que atendamos a estos procesos, así como a los
intereses y eventualidades que contribuyen a que adopten las formas que
damos por supuestas, estaremos reuniendo argumentos que nos proporcionen
una imagen de la ciencia y la tecnología más ajustada y más realista. En esa
nueva imagen, las bondades o maldades achacables a la tecnociencia no lo
son de forma natural o inherente, sino a través de las fuerzas, intereses y
valores que hayan desencadenado determinadas preguntas, ciertos desarrollos
tecnológicos o algunas aplicaciones de los mismos. Puesta en duda en
paréntesis la tesis del determinismo tecnológico, podemos recuperar la
posibilidad de intervenir sobre el desarrollo de la ciencia y la tecnología y sus
consecuencias sociales.
Referencias
Bacon, F. (1626), "La Nueva Atlántida", en: Utopías del Renacimiento, Madrid:
FCE, 1990.
47
Sarewitz, D. (1996), Frontiers of Illusion: Science, Technology, and the Politics
of Progress, Filadelfia: Temple University Press.
Snow, C.P. (1964), Las dos culturas y un segundo enfoque, Madrid: Alianza,
1974.
48
Autonomía de la tecnología y determinismo
tecnológico
El tema de la autonomía de la tecnología y el determinismo tecnológico ha
dividido a la comunidad de investigadores CTS. Por una parte, desde CTS
como "movimiento" se apuntaban los efectos perniciosos de un crecimiento
tecnológico descontrolado sobre sociedades sometidas. Según la conocida
metáfora de Langdon Winner (1986), las tecnologías tienen el poder de
transformar nuestros modos de vida y de hacernos caminar sonámbulos a
través de los procesos de reconstrucción tecnológica de nuestras existencias.
Las tecnologías tienen génesis ligadas a contingencias humanas, sin embargo,
en cierto momento alcanzan un punto de no retorno y su desarrollo se convierte
en autónomo respecto a sus creadores (síndrome de Frankenstein), de tal
modo que esclavizan y someten los destinos humanos. Existen a nuestro
alrededor abundantes ejemplos de esta esclavitud tecnológica: los recientes
caos producidos por caídas de los sistemas de electricidad en Estados Unidos
o Italia, la capacidad de una inusitada afluencia de tráfico para colapsar una
ciudad y causar víctimas, o las transformaciones radicales que las nuevas
tecnologías de la información y las comunicaciones están introduciendo en las
vidas de usuarios, las relaciones internacionales y el comercio mundial son
algunos ejemplos de cómo los destinos humanos están de algún modo
irreversiblemente guiados por desarrollos tecnológicos que han terminado por
imponerse a expectativas, deseos y voluntades.
49
no perder el tren de esta rápida aceleración. Economistas, políticos y teóricos
de las TIC señalan el desarrollo de estas tecnologías como el evento que
marcará el futuro de la humanidad en el nuevo milenio: transformaciones que
afectarán desde la vida íntima a las relaciones internacionales. Para Winner, la
literatura académica sobre elección, democratización, construcción social de la
tecnología es voluntarista e ingenua, hecha de espaldas a una cruda realidad
en la que las opciones disponibles son realmente escasas.
Otros autores, como Lars Fuglsang (2001) han buscado un camino intermedio
diferenciando entre estadios del desarrollo de una tecnología. Al principio, la
tecnología será flexible y susceptible de control y "modelado social". Pero a
partir de cierto punto, adquirirá "momentum" y vida propia, haciéndose cada
vez más complicado incidir sobre su desarrollo y derivando en la fase de
"difusión" en algún tipo de "determinismo tecnológico" más o menos fuerte. No
hay que olvidar, no obstante, que el "momentum" para Thomas Hughes (1987)
no significa autonomía y, por tanto, determinismo. Las tecnologías logran para
Hughes inercia, pero siguen sometidas a las fuerzas externas (como intereses
invertidos) que sostienen su mantenimiento.
Referencias
Hughes, T. (1987), " The Evolution of Large Technological Systems", en: Bijker
et al. (1987).
50
Winner, L. (1986), La ballena y el reactor. Barcelona: Gedisa, 1987.
51
Winner frente a Woolgar: dos tradiciones
enfrentadas
El debate entre Steve Woolgar y Langdon Winner nos sirve para colocar los
términos de la polémica entre las tradiciones académica y activista en CTS. La
aplicación a la tecnología de las estrategias del constructivismo social
desarrolladas para el análisis de la ciencia habría tenido para Winner (1993)
consecuencias indeseables, al desviar la atención de los aspectos realmente
relevantes de la influencia de la tecnología sobre la sociedad. Esta denuncia de
Winner puede entenderse en términos generales como una crítica a todo el
programa de la construcción social de la ciencia y la tecnología (SCOT). En
particular, Winner denuncia cuatro puntos clave en los que sus objetivos se
separan de los de los constructivistas.
52
constructivismo, ya que impide emitir juicios de valoración de los desarrollos
tecnológicos. De este modo, si todas las posibles interpretaciones de un
artefacto o una teoría científica son igualmente válidas, no disponemos de
ningún criterio para oponernos a las desigualdades e injusticias que la ciencia y
la tecnología puedan promover, lo que equivale a contribuir al mantenimiento
del statu quo.
Algo similar ocurre con la polémica entre acerca de cuál es la postura que debe
tomar el sociólogo del conocimiento científico respecto a sus casos de estudio:
compromiso o neutralidad (Collins 1991; Scott et al., 1990). Lo que subyace a
esta polémica es el horror de Harry Collins y muchos otros a mezclar
compromiso con ciencia, lo que los muestra atados (aunque sea como "gesto
vano", en la expresión de Collins) a una concepción epistemológica según la
cual existe un punto de vista privilegiado, no condicionado, capaz de garantizar
la neutralidad del analista.
53
"compromiso" del investigador CTS. Apelando a la trascendencia de la cultura
tecnológica actual, Bijker reclama el papel de CTS en la democratización de
esta cultura y la necesidad de que los investigadores CTS asuman el rol de
"intelectuales públicos". No es de ningún modo casual que Bijker se haya
iniciado en el movimiento holandés sobre ciencia y sociedad a mediados de los
años 70, un movimiento centrado en la proliferación nuclear, los riesgos de
terrorismo biológico y nuclear..., es decir, en los peligros para las sociedades
de una ciencia y tecnología descontroladas. Bijker, sin embargo, al contrario
que Langdon Winner y otros representantes del sector comprometido de CTS
sobre todo en Estados Unidos, encuentra claramente fructíferos los desarrollos
en sociología del conocimiento científico desarrollados a partir del Programa
Fuerte de Edimburgo, pese a sus críticas al "agnosticismo" que la agenda de
investigación en estudios sobre ciencia manifiesta respecto a cuestiones
políticas y sociales relacionadas con las implicaciones de sus hallazgos acerca
de la naturaleza de la empresa tecnocientífica y de la cultura tecnocientífica. La
idea de los investigadores en CTS como "intelectuales del nuevo milenio" de
Bijker combina de forma que reconoce difícil el trabajo académico serio con su
función de "ingenieros sociales" en temas como la ciencia y la tecnología para
el desarrollo, la democratización o la sostenibilidad de las sociedades.
Referencias
Collins, H.M. (1991), "Captives and Victims: Response to Scott, Richards and
Martin", Science, Technology, and Human Values 16/2: 249-251.
Winner, L. (1993), "Upon opening the Black Box and Finding It Empty: Social
Constructivism and the Philosophy of Technology", Science, Technology &
Human Values 18.
54
CTS Como ámbito interdisciplinario de estudio
Una de las grandes ventajas de los estudios CTS es la interdisciplinaridad a la
hora de abordar las cuestiones relacionadas con la ciencia y la tecnología. Del
mismo modo que resulta difícil ofrecer una definición unitaria y comprehensiva
de en qué consiste CTS, también resulta igualmente complicado delimitar
quiénes son sus practicantes. Según Susan Cozzens (2001), el "problema
CTS" es ubicuo en nuestras vidas, ya que la ciencia y la tecnología se han
convertido en elementos clave en gran parte de los grandes problemas de
nuestro tiempo: la degradación ambiental, las guerras, la salud, la pobreza...
Sin embargo, las personas implicadas en la "respuesta CTS", los que perciben
los problemas y están involucrados en la búsqueda de soluciones, son muchos
más de los que pondrían una pegatina de "CTS" en su coche, dice Cozzens, o
de los que se presentarían como aspirantes a una plaza de perfil "CTS" en una
universidad o un centro de investigación, podríamos añadir. De la "respuesta
CTS" se ocupan ONGs, asociaciones de ingenieros y científicos sensibilizados
y comprometidos, políticos, periodistas, educadores, ciudadanos
responsables... y, por supuesto, también aquellas personas de los ámbitos
académicos que se sienten identificadas con la etiqueta y se encargan más de
comprender, analizar y proponer, que de llevar a la práctica las acciones
necesarias para solucionar los problemas. En condiciones ideales, ambos
grupos, los que analizan el problema y los que actúan para resolverlo, deberían
cooperar en aras de una mejor comprensión de las interacciones ciencia-
tecnología-sociedad y una mayor eficacia de las actuaciones. En la práctica,
estas cooperaciones funcionan de forma limitada.
Entre los practicantes de CTS en el mundo académico hay una amplia variedad
de orígenes disciplinarios que enriquecen enormemente el tratamiento de los
problemas relacionados con la ciencia y la tecnología. En los últimos treinta
años se han producido un buen número de "fertilizaciones cruzadas" entre
instrumentos conceptuales y metodológicos de las distintas disciplinas
involucradas en CTS. Sociólogos e historiadores de la ciencia, por ejemplo, han
reunido esfuerzos para ofrecer "reconstrucciones sociológicas" de episodios
históricos. Del mismo modo, los filósofos han colaborado con sociólogos e
historiadores en intentar dilucidar los mecanismos mediante los cuales los
factores contextuales inciden sobre contenidos teóricos y su aceptación.
Sociólogos de la ciencia y sociólogos de la tecnología han descubierto cómo
"beneficiarse mutuamente" gracias al programa de "construcción social de la
ciencia y la tecnología" propuesto por Wiebe Bijker y Trevor Pinch.
Economistas de la innovación se han aliado con sociólogos e historiadores de
la tecnología para proponer nuevos modelos que den cuenta de la innovación
tecnológica. Especialistas en ciencia política y en comunicación interactúan con
filósofos, antropólogos o psicólogos en el estudio de la percepción y
comunicación de riesgos...
Comienzan también a ofrecerse programas de formación "interdisciplinar",
doctorados y maestrías, lo que es una buena manera de superar los apegos
disciplinares y fomentar el aprovechamiento mixto de metodologías y teorías.
55
Mapa de disciplinas CTS, según Susan Cozzens (2001)
Referencia
56
Perspectivas futuras de CTS
¿Qué es en definitiva CTS? Desde los años 70 se han sucedido esfuerzos
encaminados a la formalización y profesionalización del campo de estudios
sobre ciencia, tecnología y sociedad: programas de doctorado, departamentos
universitarios, institutos de investigación, revistas, sociedades profesionales...
Todo ello trata de crear espacios para un tipo de investigación para la que a
menudo es difícil encontrar un lugar en la rígida división disciplinar de gran
parte del trabajo académico. 30 años después de los primeros esfuerzos CTS,
una de las principales sociedades del campo, la Society for the Social Study of
Science (4S), fundada en 1975, crea una comisión para debatir sobre el futuro
de CTS con varios temas sobre la mesa que reflejan la evolución reciente y las
actuales tensiones de este ámbito de estudio.
Quizá uno de los debates de más trascendencia de los que tienen lugar dentro
de CTS es el relacionado con la disyuntiva entre compromiso y neutralidad.
Aunque CTS se ocupa a menudo de cuestiones relacionadas con la política de
57
la ciencia y la tecnología, de temas de valores, ética, raza, género, o, de un
modo general, del modo en el que la ciencia y la tecnología inciden sobre
nuestras formas de vida, esta comprensión crítica de los fenómenos estudiados
no se refleja en la implicación directa de los expertos en CTS en política
científica, o en el desarrollo de propuestas normativas que promuevan la
justicia, la democracia y el desarrollo a través de la ciencia y la tecnología. Uno
de los propósitos para el futuro de las 4S es el de promover la implicación
política fomentando la discusión sobre cuestiones éticas y valorativas,
centradas en temas urgentes de las agendas públicas, a través de simposios,
paneles, sesiones plenarias en los congresos, números monográficos o
secciones especiales en las revistas del área, etc., etc. El esfuerzo por
aprovechar los conocimientos adquiridos en el estudio de la ciencia y la
tecnología en sus contextos para problemas socialmente relevantes ha de ser
complementado también con el acercamiento a científicos, tecnólogos,
ingenieros, comunicadores y políticos relacionados con la ciencia y la
tecnología.
Todos estos temas indican algunos cambios y tendencias dentro del campo.
Tratándose de un ámbito multidisciplinar, en el que concurren multitud de
enfoques, metodologías, fines y objetivos, CTS nunca ha tenido una identidad
bien definida. Oscilando entre movimiento de denuncia social y empresa
académica de análisis del fenómeno científico-tecnológico, ha tenido que luchar
por encontrar un espacio propio. Una de las estrategias de esta búsqueda ha
sido la de tratar de delimitar CTS como campo de trabajo académico
políticamente neutral, absteniéndose de implicarse en debates o denuncias que
parecerían obstaculizar el trabajo intelectual serio. No obstante, la intensa
relación con las investigaciones desde una perspectiva de género o
medioambiental, por ejemplo, choca frontalmente con la pretendida neutralidad.
Asistimos en la actualidad a un intento de abandonar la torre de marfil en la que
algunos especialistas en CTS se habían voluntariamente confinado esperando
de este modo alcanzar reconocimiento académico para enfrentarse de nuevo
con problemas prácticos, toma de partido y adquisición de compromisos.
Referencia
58
Referencias
Aibar, E. y M. A. Quintanilla (2002), Cultura tecnológica. Estudios de Ciencia,
tecnología y sociedad. Barcelona: ICE/Horsori.
Biagioli, M. (ed.) (1999), The Science Studies Reader. Nueva York: Routledge.
Bijker, W. E. (2003), “The Need for Public Intellectuals: A Space for STS”,
Science, Technology and Human Values 28/4: 443-450.
59
Brown, J. R. (1989), The Rational and the Social. Londres: Routledge.
Collins, H. M. y T. Pinch (1998), The Golem at Large. What You Should Know
About Technology. Cambridge: Cambridge University Press.
60
Davidson, A. (2001), La aparición de la sexualidad. Barcelona: Alpha Decay,
2004.
61
Gieryn, T.F. (1995), “Boundaries of Science”, en: Jasanoff (1995).
Guston, D.H. (2000), Between Politics and Science: Assuring the Integrity and
Productivity of Research. Nueva York: Cambridge University Press.
Hubbard, R. y E. Wald (1993), Exploding the Gene Myth. Boston, MA: Beacon
Press.
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Hughes, T. (1983), Networks of Power: Electrification in Western Society, 1880-
1930. Blatimore: Johns Hopkins University Press.
Latour, B. (1983), “Give Me a Laboratory and I Will Raise the World”, en: Knorr-
Cetina y Mulkay (1983).
63
Law, J. (ed.) (1991), A Sociology of Monsters. Essays on Power, Technology
and Domination. Londres: Routledge.
64
McMullin, E. (ed) (1992), The Social Dimensions of Science. Notre Dame, IN:
University of Notre Dame Press.
65
Rescher, N. (1999), Razón y valores en la Era científico-tecnológica. Barcelona:
Piados.
Rip, A., T. Misa y J. Schot (eds.) (1995), Managing Technology in Society: The
Approach of Constructive Technology Assessment, Londres: Pinter.
66
Star, S. L. (1991), "Power, Technologies and the Phenomenology of Standards:
On Being Allergic to Onions,", en: Law (1991), pp.27-57.
Winner, L. (1993), “Upon Opening the Black Box and Finding it Empty: Social
Constructivism and the Philosophy of Technology”, Science, Technology, and
Human Values 18: 362-378.
Wyer, M. et al. (eds.) (2001), Women, Science, and Technology, Nueva York:
Routledge, 2001.
Ampliación bibliográfica
Aibar, E. y M. A. Quintanilla (2002), Cultura tecnológica. Barcelona: Horsori/ICE
Universitat de Barcelona.
67
Análisis de algunos de los aspectos más característicos de la cultura
tecnológica: noción de progreso tecnológico, modelado social de la tecnología,
el papel de los expertos y del público en las controversias y políticas públicas
sobre tecnología... Se completa con el análisis de dos casos de estudio: el Plan
Delta en Holanda y el ensanche de Barcelona. Una heterogénea combinación
de perspectivas filosóficas y sociológicas.
Se trata de la antología más amplia del campo CTS, cubriendo una gran
diversidad de temas. Una buena selección de autores que presenta,
fundamentalmente, panorámicas de sus campos de estudio.
68
López Cerezo, J. A. y J. M. Sánchez Ron (2001) (eds.), Ciencia, tecnología,
sociedad y cultura en el cambio de siglo. Madrid: Biblioteca Nueva.
Enlaces
Inglés
Gran cantidad de artículos y libros sobre CTS del investigador australiano Brian
Martin en su página web.
http://www.uow.edu.au/arts/sts/bmartin/pubs/sts.html
Español
69
Selección de enlaces sobre CTS, incluyendo muchos artículos sobre temas
diversos, recopilada para el Ministerio de Educación español.
http://www.cnice.mecd.es/enlaces/cientecsoc.htm
70