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OBRA
EDITORIAL LOSADA, S. A
BUENOS AIRES
Queda hecho el depósito
que marca la ley 11.723
ISBN: 950-03-0401-5
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
HACIA EL FUEGO CENTRAL O
LA POESÍA DE OLIVERIO
GIRONDO
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En efecto, sus seis libros de poesía, tanto como Interlunio
—esa extraña historia nocturna de la frustración— poseen,
a pesar de sus diferentes entonaciones, una misma
coherencia interna que pone de manifiesto lo que esa
poesía tiene de ineluctable, su movimiento en un sentido
único, lo que posee de destino.
Cada uno de ellos constituye una etapa en un largo
periplo que se nos presenta como el balance cada vez más
desolado de una exploración esencial de la realidad exterior
y de los límites últimos del ser. Aventura jugada en dos
planos paralelos: experiencia y lenguaje, vida y expresión.
Comienza por la captación sensual y ávida del mundo
inmediato y la fiesta de las cosas. Termina por un descenso
hasta los últimos fondos de la conciencia en su trágica
inquisición ante la nada.
El lenguaje sigue y crea al mismo tiempo ésta aventura,
recíprocamente la condiciona y es condicionado por ella.
Desde la nitidez rotunda de Veinte poemas para leer en el
tranvía, a las fórmulas encantatorias de En la masmédula,
se desarrolla un proceso verbal que va desde la escritura
lineal y lúcida del comienzo hasta los mecanismos más
remotos del lenguaje, en la profundidad de su origen.
Mientras su presa es la realidad externa se dibuja preciso,
directo, salta sobre las cosas con un zarpazo o las ilumina
con imágenes netas, casi palpables. Cuando se vuelve hacia
el abismo interior pierde su ordenación frontal, se torna
hirviente, se crispa y estalla con la violencia de la presión
que recibe.
La obra de Girondo se ordena así como una solitaria
expedición de descubrimiento y conquista, iniciada bajo un
signo diurno, solar, y que paulatinamente se interna en lo
desconocido, llega a los bordes del mundo, una travesía en
la que alguien, en su conocimiento deslumbrado de las
cosas, siente que el suelo se hunde bajo sus pies a medida
que avanza, hasta que las cosas mismas acaban por
convertirse en las sombras, de su propia soledad.
Intensa y breve, esta obra posee una característica
especial: se despliega en una especie de ininterrumpida
ascensión, en un proceso que culmina en un punto de
incandescencia máxima: su último libro. Un estallido final,
un gran reverbero que concentra en un foco único todos los
fuegos anteriores. En otros autores también sus libros
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suelen sucederse a distintos niveles, pero el máximo se
encuentra a veces al comienzo o en medio, seguido con
frecuencia de otros menos significativos. La obra de Girondo
tiene un sentido vertical, constituye así una especie de
accésis. Y su vértice excede tanto las medidas corrientes
que pasará aún mucho tiempo antes de que se le haga
justicia en toda su vertiginosa dimensión.
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Citamos los libros de Oliverio Girondo con las siguientes siglas: V:
Veinte poemas para ser leídos en el tranvía; C: Calcomanías; E:
Espantapájaros; P: Persuasión de los días; M: En la masmédula. El
número que figura al lado de cada abreviatura indica la página de la
presente edición.
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por ubicarse dentro de las jerarquías tradicionales,
pastando idílicamente en los prados de los suplementos
dominicales. La efervescencia martinfierrista se diluyó en
una mera discusión de aspectos formales. Ajenos a un
auténtico inconformismo, la mayoría de los componentes
del grupo terminaron en las más reaccionarias actitudes
estéticas. En este terreno, sus propias audacias —que por lo
demás no habían ido muy lejos— no tardaron en
aterrorizarlos. Excepto algunos pocos —entre los cuales
debe destacarse a Girondo y Macedonio Fernández— casi
todos ellos han ofrecido un triste espectáculo de deserción y
caducidad.
Pero al contrario de la perspectiva del ojo, en la
perspectiva de la poesía las cosas se agrandan a medida
que se alejan. Tal ocurre con la obra de Girondo. El paso de
los años nos lo muestra cada vez más intransigente en su
búsqueda. A tal punto que lo que escribe a los sesenta y
cinco años cuestiona mucho más los límites de la expresión
que lo que escribe en su juventud. El camino inverso de casi
todos sus compañeros de grupo, beatificados con la aureola
del Buen Gusto y las Buenas Costumbres.
Para Girondo la poesía constituye la forma más alta de
conocimiento, una intuición total de la realidad, con una
autonomía irreducible, por lo tanto, a un lenguaje de
relaciones establecidas. “Es necesario declararle la guerra a
la levita, que en nuestros días lleva a todas partes” —
declara en la carta incluida en la edición de bolsillo de
Veinte poemas—. Y en otra parte de la misma: “Yo no tengo
ni deseo tener sangre de estatua”. Treinta y cinco años más
tarde confirmará el mismo sentido: al poema “hay que
buscarlo ignífero super-impuro leso / lúcido beodo /
inobvio” (M. 411). No teme incorporar a su visión lo que un
lirismo acaramelado considera “feo”. Pero ese “feísmo” no
es otra cosa que amor hacia todas las formas del mundo,
fuera de sus connotaciones humanas, en su pureza
primordial. Ante el trágico resplandor de la existencia las
convenciones estéticas se resquebrajan. Girondo tiene el
mal gusto de moverse como un animal inocente, el mal
gusto exaltante de llegar hasta su propia desnudez, en el
desamparo sin límites del ser.
Ante la revelación deslumbradora y terrible de estar vivo
¿cómo no sentir su naturaleza gratuita e indescifrable? “El
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solo hecho de poseer un hígado y dos riñones ¿no
justificaría que pasáramos los días aplaudiendo a la vida y a
nosotros mismos? ¿Y no basta con abrir los ojos y mirar
para convencernos de que la realidad es, en realidad, el
más auténtico de los milagros?”, exclama. (E. 191). De toda
su obra trasciende esa entrega vital. Y la poesía, después
de todo, ¿qué es sino “abrir los ojos y mirar”? “De ahí ese
amor, esa gratitud enorme que siento por la vida, esas
ganas de lamerla constantemente, esos ímpetus de
prosternación ante cualquier cosa... ante las estatuas
ecuestres, ante los tachos de basura...” (E. 192). Sus tres
primeros libros están atravesados por ese entusiasmo, que
les confiere una tensión particular. Pero al penetrar cada
vez más hondo en las apariencias éstas descubren una
calidad aterrorizante: “lo fugaz perpetuo” (M. 419). La
experiencia se tornará cada vez más amarga, hasta la
confesión final: “qué nada toco / en todo” (M. 428). El
infierno es la condena a las llamas de un deseo infinito. En
la masmédula es el destello de una temporada en el
infierno, pues la pasión por la vida, ante la misma
conciencia de la nada, se exaspera, se exacerba aún más,
se transforma en pasión desesperada por una realidad
tantálica que no por eso deja de ser adorable.
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inicial, que incluye sus dos primeras obras: Veinte poemas
para leer en el tranvía y Calcomanías, recorrido de las
formas más concretas y donde se instaura el diálogo con lo
inmediato, la relación instantánea con las cosas, la
experiencia de los sentidos y el mundo exterior. Otro,
intermedio, situado ya a mitad de camino entre la tierra y el
sueño, entre la realidad y el deseo. Han desaparecido los
medios de transporte —ya innecesarios—, las cosas se
someten a un conjuro, se sobrepasan o circulan irisadas por
el delirio. Situamos aquí a Espantapájaros (también el único
relato de Girondo, Interlunio, se ubica en esa dimensión). Y
por último, la plena asunción de esa terrible intemperie del
espíritu, esbozada primero en Persuasión de los días para
culminar En la masmédula. Un dinamismo ascendente, en el
que se irá desprendiendo como de un lastre del orden
utilitario de las cosas, hasta que estas adquieren una
transparencia calcinada, fundidas en un único reverbero.
Los dos primeros libros de Girondo, en efecto, son dos
libros de viaje, en un sentido literal: el poeta recorre el
mundo, toca el nervio de los lugares, anota vivencias. En
cierto sentido son realistas. Pero hay en ellos una manera
particular de sacar a la realidad de sus moldes, de
sorprenderla en gestos imprevistos, a tal punto que lo
cotidiano adquiere una sorprendente novedad, una
exaltación.
Ambos libros son el círculo invisible de un gran gesto de
saludo a su alrededor, y a la vez, un espectáculo donde las
cosas actúan como protagonistas. Avanzan hacia el lector
con una impetuosidad desbordante, en medio de ese vasto
escenario donde todo gesticula, se humaniza, se agita: “los
edificios saltan unos arriba de otros” (V. 62), “las mesas
dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire” (V. 65),
hay góndolas “con ritmo de cadera” (V. 66), el “campanile”
de San Marcos exhibe sus “falos llamativos” (V. 67), los
moños “liban las nalgas” de las chicas de Flores (V. 69), el
sol “apergamina la epidermis de las camisas” (V. 73).
Incluso la esencia misma de la inmovilidad, la montaña,
adquiere una calidad errante: “Caravanas de montañas
acampan en los alrededores” (V. 61).
Ese sentimiento de la acción y el tránsito de las cosas:
“calles que suben, / titubean, /...se agachan bajo las casas”
(C. 107), o “muerden los pies” (C. 107), una hélice se
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detiene “así las casas no se vuelan” (C. 106), nos revelará
más adelante el significado latente de esa realidad: la fuga.
Ese mundo del gesto y las apariencias acabará por
desaparecer para dejar al desnudo la nada que ocultaba.
Mientras tanto, la intuición de la misma crea una óptica
grotesca, de la que salta, como de un brusco cortocircuito
de la corriente emotiva, la chispa ambivalente del humor,
entre la agonía y el orgullo. Es este uno de los rasgos
permanentes de la poesía de Girondo.
El humor es una paradójica manifestación del deseo de
absoluto. Nace de una diferencia de niveles, de una
desproporción. La conciencia de las posibilidades infinitas
del ser en pugna con los limites de la condición humana,
hace brotar ese orgullo resplandeciente, como un desafío.
En Girondo el humor tiene un acento particularísimo. Un
humor al que no vacilo en llamar negro —ese grado
supremo del humor poético— pese a su contenido de
voracidad sensual. Justamente, esa exigencia desmesurada
desemboca en la fatalidad de amar sin remedio algo que
jamás responde a la totalidad deseada. El humor se abre
entonces como una salida de fuego de la realidad mediocre.
No es una evasión, sino una puesta en juicio de esa
realidad, un estado de supervigilia donde, sin embargo, el
delirio circula con los ojos abiertos, en un combate sin fin
con las formas impenetrables del mundo. En la obra de
Girondo ese resplandor no deja de iluminar con una
plenitud jocunda la insuficiencia del contorno.
Ese déficit entre el deseo y su objeto, del que nace el
humor, se traduce por el sentido de lo grotesco en la poesía
girondiana. Su pasión hambrienta de la existencia revela
constantemente ese contenido de corrupción, de
descomposición que la misma oculta en todas sus formas, y
que aparece desde el primer texto de Veinte poemas:
Douarnenez,
en un golpe de cubilete,
empantana
entre sus casas como dados,
un pedazo de mar...
A la imagen, de un dinamismo lúdico, del pueblo que
juega a los dados con sus casas, responde
instantáneamente la negación del mar convertido en
pantano, degradado de su pureza y su inmensidad. Ese
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mismo tema de la exuberancia que se corrompe, como si la
intensidad misma de la vida fermentara en un proceso de
eterna descomposición, es una nota insistente en todo el
libro: “unos ojos pantanosos, con mal olor”, “unos dientes
podridos por el dulzor de las romanzas” (V. 55). La mirada
del público —por exceso— “apergamina la piel de las
artistas” (V. 55) o el sol “ablanda el asfalto y las nalgas de
las mujeres” (V. 62), (siempre efectos de deterioro o de
daño en una realidad que parece no soportar ni el
entusiasmo ni la pasión).
En el universo girondiano, siempre al borde de la
catástrofe, una carga demasiado intensa de energía se
manifiesta en una especie de tremendismo. Es otro de sus
rasgos. En los dos libros iniciales, y también en
Espantapájaros, aparece como una desproporción entre la
causa y el efecto. Las sensaciones se producen como un
estallido, cada gesto distorsiona el conjunto, resulta
energuménico, posee una fuerza de expansión desorbitada:
“Una descarga de ¡oles! que desmaya las ratas que
transitan por el corredor” (C. 113), un “cantaor”
“tartamudea una copla / que lo desinfla nueve kilos” (C.
113), hay “tabernas que cantan con una voz de orangután”
(V. 53). Todo es allí atronador, cualquier acto retumba
como un vendaval, todo es desmesurado, desbordante:
piernas “que hacen humear el escenario” (V. 55), “Frutas
que al caer hacen un huraco enorme en la vereda” (V. 62),
“un café que perfuma todo un barrio de la ciudad durante
diez minutos” (V. 62), “pupilas que se licuan al dar vuelta la
cartas” (V. 75), butacas que “nos atornillan sus elásticos y
nos descorchan un riñón” (C. 102), “párpados como dos
castañuelas” (C. 112), o la confesión exultante de
Espantapájaros: “El intento de comprobar que es uno
mismo es un peatón afrodisíaco, lleno de fuerza, de
vitalidad, de seducción; lleno de sentimientos
incandescentes, de sexos indeformables, de todos los
calibres, de todas las especies”. Y más adelante: “¡Mamón
que usufructúa de un temperamento devastador y
reconstituyente, capaz de enamorarse al infrarrojo, de
soldar vínculos autógenos de una sola mirada, de dejar
encinta una gruesa de colegialas con el dedo meñique...!”
(E. 176).
Ahora bien, en ese mundo de sangre trepidante de
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Girondo, aturdido por el desborde de su propia vitalidad, el
silencio, y su ámbito la noche, adquieren una índole
admonitoria, algo así como la insinuación de un peligro, de
una amenaza. En Veinte Poemas los dos “Nocturnos” se
abren como una grieta que puede desmoronarlo todo. Dos
breves paréntesis, suficientes, sin embargo, para introducir
el desasosiego en esa fiesta de los sentidos, la sensación de
algo tenebroso y difuso, en acecho bajo el calor y la
algarabía diurna.
Cuando los ruidos del día se apagan, se perciben esos
otros ruidos de la sombra “como gritos extrangulados, como
si se asfixiaran dentro de las paredes” (V. 59), mucho más
inquietantes que el trueno de la acción, y que parecen
proceder no del contorno sino del fondo mismo de la
conciencia, ese “trote de los jamelgos que pasan y nos
emocionan sin razón” (V. 59), o ese “canto humilde y
humillado de los mingitorios cansados de cantar” (V. 77).
En Veinte Poemas la muerte es todavía apenas un
presentimiento, como si se volviera la cabeza ante su
sombra para mirar a otro lado. Sólo se insinúa por un vago
miedo, por cierta sensación de desamparo y soledad que
invade los “Nocturnos”. En Veinte Poemas no hay muerte
aún, sino sólo una aprensión confusa: “miedo de que las
casas se despierten de pronto y nos vean pasar”, cuando el
diálogo con el mundo se ha cerrado de golpe, hasta que “el
único consuelo es la seguridad de que nuestra cama nos
espera con las velas tendidas hacia un país mejor” (V. 77),
con esa imagen del lecho como barco, presente, con
distintas formas, en la poesía de diversas latitudes, y que
de nuevo se repetirá en Persuasión de los días:
la cama que me espera
—el velamen tendido—
anclada en la penumbra (P. 300)
El escalofrío que recorre los “Nocturnos” de Veinte
poemas es sólo una nota de alerta. Más tarde, en los
últimos libros, una conciencia desgarradora de la muerte
ocupará su sitio, lo invadirá todo. Por ahora, aquí apenas ha
introducido una nervadura de hielo.
Otro elemento siempre en suspensión en la atmósfera
poética de Girondo es la ternura. El mundo convulsivo
donde se instala, está impregnado de una ternura muy
especial. No esa forma más tibia del amor, sino la
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sublimación de éste, más allá de su contenido posesivo y
egoísta. El trato de Girondo con los seres y las cosas, su
percepción grotesca de las mismas, no se resuelve en
crueldad sino en una ternura última por ellas, una inmensa
piedad hacia lo irrisorio, lo desechado, las formas de la
frustración (el relato de Interlunio está traspasado de una
compasión minuciosa por todo el fracaso humano).
Esa ternura no es evangélica, no nace de la humildad sino
de la avidez, de un amor inagotable a la vida, en todas sus
dimensiones, de una delicadeza natural para acercarse a los
seres y a las cosas colocados en los niveles inferiores,
destituidos por las falsas jerarquías estéticas o sociales.
La ternura se convierte en una negación de esas falsas
escalas y envuelve en su halo a esas viejecitas “con sus
gorritos de dormir” (V. 54) que cruzan el primero de los
Veinte poemas, o a ese “perro fracasado”, maravilloso de
sabiduría y renunciamiento, del cual se informa que “los
perros fracasados han perdido a su dueño por levantar la
pata como una mandolina, el pellejo les ha quedado
demasiado grande, tienen una voz afónica, de alcoholista, y
son capaces de estirarse en un umbral para que los barran
junto con la basura” (V. 79), o a ese sapo de “vientre de
canónigo” con el cual, sin embargo, se mantienen las
distancias, o a ese otro perro cotidiano “que demuestra el
milagro... que da ganas de hincarse” (P. 365). Incluso se
extiende hasta lo que está cargado por un máximo signo de
negación: las sombras, lo que nace de la opacidad de la
materia, como carencia de luz, el doble impalpable de las
cosas: “A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la
electricidad, en el espanto que sentirán las sombras, y
quisiéramos avisarles para que tuvieran tiempo de
acurrucarse en los rincones” (V. 59). O bien, a la propia
sombra “quisiéramos acariciarla como un perro,
quisiéramos cargarla para que durmiera en nuestros brazos,
y es tal la satisfacción de que nos acompañe al regresar a
nuestra casa, que todas las preocupaciones que tomamos
con ella nos parecen insuficientes” (E. 174).
Tales actitudes, reveladoras de una indiscriminada
entrega a la existencia, se suceden en toda la poesía de
Girondo. El tema de una comunión con todos los reinos de
la naturaleza, con todas las formas de la vida, reaparece a
menudo en ella. Una especie de solidaridad universal teñida
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por el humor: “A nadie se le ocurrirá dudar un solo instante
de mi perfecta, de mi absoluta solidaridad” (E. 200), “La
solidaridad ya es un reflejo en mí, algo tan inconsciente
como la dilatación de las pupilas” (E. 200), “Nunca sigo un
cadáver / sin quedarme a su lado. / Cuando ponen un
huevo, / yo también cacareo” (P. 289).
En su grado máximo, esa solidaridad conduce al tema de
las metamorfosis. Expresión primitiva y ancestral de un
poder mágico, tal idea es significativa de un deseo de
identificación total con el mundo, la esperanza de abolir la
oposición angustiosa del hombre y la naturaleza. Esta
situación, que Kafka y Michaux viven como una tortura
(manifestación de la incomodidad existencial del espíritu
caído en la materia), en Girondo se expresa como un estado
de júbilo o placer: “voluptuosidad en paladear la siesta y los
remansos encarnado en un yacaré” (E. 186), o “¡Qué delicia
la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber el polen de
las rosas! ¡Qué voluptuosidad la de ser tierra, la de sentirse
penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que
nos fecunda... y nos hace cosquillas!” (E. 187). Tales
estados no tienen el signo de una caída, sino de una
ampliación, de una dimensión mayor del ser.
En el fondo de tal actitud hay un sentimiento de
participación en una totalidad cósmica: “La certidumbre del
origen común de las especies fortalece tanto nuestra
memoria, que el límite de los reinos desaparece y nos
sentimos tan cerca de los herbívoros como de los
cristalizados o de los farináceos”. (E. 165.) Las fronteras
dependen de un azar, de un imponderable: “Un traspiés, /
un olvido, / y acaso fueras mosca, / lechuga, / cocodrilo.”
(P. 319.) Un parentesco universal se establece con todos los
elementos y los seres, la participación de todo en todo:
Y el fervor,
la aquiescencia
del universo entero
para lograr tus poros,
esa hortiga,
esa piedra. (P. 319.)
Con la oscura conciencia de un viaje a través de infinitos
estratos, del yo filtrado por todos los elementos terrestres:
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Después: ¿bajo la tierra?
Más cerca: ¿por los campos?
Ayer: ¿sobre los árboles?” (P. 340.)
Por último, cuando todas esas identificaciones, ese ciego
fanatismo de pertenecer a la tierra llega a su paroxismo, se
quisiera nutrir de ella misma: “Hay que agarrar la tierra, /
calentita o helada, y / y comerla. / ¡Comerla!” (P. 363.)
Atento sólo a la autenticidad de su experiencia, por
encima del criterio de feo y bonito, la obra de Girondo,
desde su libro inicial, significa un desafío a todas las
categorías convencionales. En ella se suceden,
distorsionadas por el humor, las más variadas
representaciones de un mundo energético, abierto a la
aventura, a la inquietud permanente, a las más cálidas
relaciones del sueño y de las cosas, donde todos los muros
son transgresibles y todos los pájaros inseparables, y el sol
conserva su fuerza anterior al diluvio.
Tras Veinte poemas para leer en el tranvía queda un
itinerario de lugares que tiemblan por la refracción de la
atmósfera. Los casinos carnales hacen fabulosamente rico o
cambian un collar de perlas por un mordisco nocturno. Una
humedad veneciana, tibia y suntuosa, cubre la piel de los
orangutanes en Río, en Dakar, en Sevilla. Por todos lados
circulan tranvías llenos de personajes que se entrechocan y
se dilatan como aeróstatos, cubiertos de ex votos y postales
con paisajes en tamaño natural. Chicas de Flores, que son
también chicas de flores, cuyas nalgas remontan de una
mitología de familias, pasean por calles untadas con
manteca, como la luna. Un guía proclama frenéticamente
todas las demasías de una existencia cuyos escaparates
reaparecen y huyen en una atmósfera giratoria, con una
doble dosis de oxígeno, de destellos inacabables.
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una revelación permanente se pone aquí de manifiesto en el
gran número de exclamaciones que jalonan sus páginas.
Asombro del niño que ve por primera vez la jirafa o la
hormiga, de quien descubre un milagro en cada partícula de
la realidad. Pues no olvidemos que aún en la tensión
angustiosa de En la masmédula, aún bajo el signo de un
pesimismo radical, la poesía de Girondo sigue siendo una
poesía de exaltación de todas las fuerzas vitales, el
testimonio de una pasión y una ansiedad por el mundo, que
vuelve siempre a tomar aliento para recrudecer, incluso
para sumergirse en sus materias y sus mutaciones. En los
dos primeros libros ese fervor admirativo se muestra bajo la
forma más elemental: la exclamación, de la que apenas
quedará rastros después de Persuasión de los días. A veces
provocada por la simple visión de una cosa como si se
asistiera a lo inaudito: “¡El mar!” (V. 58), “¡Terrazas!” (V.
66), “¡Guitarras, mandolinas!” (V. 88), o bien por
situaciones más complejas: “¡Silencio que nos extravía las
pupilas / y nos diafaniza la nariz!” (C. 95), “¡Barrio de
panaderos /que estudian para diablos!” (C. 109),
“¡Ventanas con aliento y labios de mujer!” (V. 73), “¡Cristos
ensangrentados como caballos de picador!”.
La significación de las enumeraciones en la literatura ha
sido dilucidada muchas veces como un procedimiento que al
mismo tiempo que pone al descubierto la heterogeneidad
del mundo, al abolir su ordenación racional —lejos, cerca,
dentro, fuera, feo, lindo, etc.— señala la convivencia caótica
de las cosas. Lautréamont, en su célebre fórmula (aunque
reducida a dos términos) exige que las aproximaciones
estén presididas por el azar. En las enumeraciones
frecuentes en las obras del primer período de Girondo, el
azar no interviene, pero la inesperada vecindad de los
elementos que el poeta convoca crea una promiscuidad
grotesca: “Hay efebos barbilampiños que usan una
bragueta en el trasero. Hombres con baberos de porcelana.
Un señor con un cuello que terminará por estrangularlo.
Unas tetas que saltarán de un momento a otro de un escote
y lo arrollarán todo, como dos enormes bolas de billar” (V.
76), o “Pasa una inglesa idéntica a un farol. Un tranvía que
es un colegio sobre ruedas. Un perro fracasado, con ojos de
prostituta...” (V. 79), o esas otras de Calcomanías, donde
por la simple enumeración de los nombres de las imágenes
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desacredita por completo su significación devota y obtiene
de la lista un efecto contrario, de gran farsa, como el de las
dignidades anunciadas en algún fastuoso “diner de têtes”:
“Pasa:
“El Sagrado Prendimiento de Nuestro Señor y Nuestra
Señora del Dulce Nombre.
“El Santísimo Cristo de las Siete Palabras, y María
Santísima de los Remedios.
“El Santísimo Cristo de las Aguas, y Nuestra Señora del
Mayor Dolor.
“La Santísima Cena Sacramental, y Nuestra Señora del
Subterráneo...”, etc.
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de omnipotencia, de agresividad, de sublimación, puestas
en acción en textos de un lenguaje expresionista, fáustico,
en un clima del más riguroso humor poético. Aunque está
objetivada en situaciones concretas, expresada en
imágenes significativas, la temática parecería querer
ejemplarizar, por lo definidos, algunos de los movimientos
fundamentales de ese fondo oscuro y turbulento del yo. Por
supuesto, no hay ningún designio en ello, son sólo
contenidos latentes, pero que se imponen bajo su tejido de
parábolas del absurdo, de esa especie de pequeños mitos
que componen el libro.
A una gran distancia —como libertad de espíritu, magia y
riqueza conceptual— de la producción lírica de su tiempo en
el país, con Espantapájaros se instala en nuestras letras
una gran obra de poesía en prosa, que desdeña el verso y
se sostiene solo por su propia naturaleza poética.
“En este libro admirable —ha dicho Ramón Gómez de la
Serna muchos años después— del que no ha hablado un
solo crítico de las grandes publicaciones, y al que la envidia
ha evitado toda alusión, está la enjundia del talento
irrespetuoso que es lo mejor del argentino.
“En Espantapájaros todas son invenciones de porvenir, y
lo inventado en este libro no tiene aún nombre. ¿Quién ha
podido superar sus imágenes? ¡Nadie! Es uno de los pocos
libros que no recomendaré para los colegios, pero que
ayuda a vivir...”
Una agresividad vital recorre algunas de esas páginas
como una corriente de aire fresco, casi como un reflejo
nacido de la salud: “A patadas con el cuerpo de bomberos,
con las flores artificiales, con el bicarbonato. A patadas con
los depósitos de agua, con las mujeres preñadas, con los
tubos de ensayo”. Es la rebelión contra los valores
establecidos, las instituciones falsificadas, el arte, las
familias, todo lo que merece ese golpe de la poesía en
busca del esplendor incontaminado de la vida.
Frecuentemente Girondo, de un libro a otro, suele
retomar ciertos temas, a veces literalmente, como un eco
que se continúa. De nuevo invoca ahora —y sin duda es una
de las claves de toda su poesía— la pregunta inserta en la
carta-prólogo de Veinte poemas: “lo cotidiano... ¿no es una
manifestación admirable y modesta del absurdo?”, para
responderse definitivamente: “Lo cotidiano podrá ser una
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manifestación modesta de lo absurdo, pero aunque Dios —
reencarnado en algún saca-muelas— nos obligara a localizar
todas nuestras esperanzas en los escarbadientes, la vida no
dejaría de ser, por eso, una verdadera maravilla” (E. 191).
El absurdo surge del no-sentido de una realidad de
esencia impenetrable, el escándalo de una conciencia
instalada en una naturaleza opresora y sin solución.
Absurdo de nacer y absurdo de morir. La más alta poesía ha
enfrentado siempre al ser con el espectáculo de su
condición, y surge incluso como el más alto desafío hacia el
vertiginoso laberinto del universo.
El humor, en sus diversos grados de furor, de sarcasmo,
de cinismo, de desesperación, es una manifestación de ese
absurdo. La poesía asume el absurdo y lo transforma en un
elemento positivo, lo exorciza, lo convierte en su propia
substancia, de manera que el hombre deja de ser la víctima
para convertirse en testigo y juez. Por eso, aunque el gesto
más trivial de lo cotidiano se revele como una expresión del
absurdo, “la vida no dejaría por eso de ser una verdadera
maravilla”. Se pone al descubierto la contextura
desconcertante de la existencia, pero la pasión de estar
vivo, incluso como un milagro de no-sentido, exalta la
visión: “Cuando se tienen los nervios bien templados el
espectáculo más insignificante —una mujer que se detiene,
un perro que husmea una pared— resulta algo tan
inefable...” (E. 192). Ese valor axiomático de la vida es para
Girondo irrefutable. ¿Qué salida queda? La nada o la
aceptación ciega de una situación impenetrable:
“¿Comprendes? Yo tampoco. Yo no comprendo nada” (P.
318). Como todo espíritu que se siente desgarrado por su
propio misterio, Girondo se refugia en el humor, en el
absurdo: “Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero”
(P. 319).
La irreverencia hacia un orden —en todas las
dimensiones— al que se siente como opresivo, revela una
íntima falta de adecuación a las condiciones del mundo
externo: “En el acto de entregar su tarjeta, por ejemplo, los
visitantes se sacaban los pantalones, y antes de ser
introducidos en el salón, se subían hasta el ombligo los
faldones de la camisa” (E. 159). Todo esto se produce de
manera inexplicable, sin mencionarse el motivo, como si
fuera consecuencia natural de un estado de cosas
19
sobreentendido. O también: “Si por casualidad dejo de
atarme a los barrotes de la cama, a los quince minutos
despierto, indefectiblemente sobre el techo de mi ropero.
En ese cuarto de hora, sin embargo, he tenido tiempo de
extrangular a mis hermanos, de arrojarme en algún
precipicio y de quedar colgado de las ramas de algún
espinillo” (E. 167). O el asombro ante su propio cuerpo,
ante su mano, que aparece gigantesca, cruzada por
“millares de ríos”, como si fuera la tierra misma a la que
estuviera ligado:
20
extraordinario texto sobre el drama existencial que significa
la conciencia de la muerte. En un plano de humor kafkiano,
en nombre de la vida, “para lograr que no cundiera el
miasma de la certidumbre de la muerte” por el mundo, se
procede a su aniquilamiento. Refiriéndose a ese texto Aldo
Pellegrini —quizás el único autor que hasta ahora ha
dedicado un estudio serio a la obra de Girondo— nos dice:
“Este último poema, obsesionado por la idea del
aniquilamiento y la inutilidad de todo, parece abrir las
perspectivas del segundo período del poeta, que se inicia
con Persuasión de los días. Pero todo el libro revela un
escepticismo: el convencimiento de que vivimos en un
mundo falso e inútil”.
21
expiación de no haber respondido con la máxima posibilidad
de sus dones a la gracia de la vida: “Pero dime / —si
puedes— / ¿qué haces”, / allí, / sentado, / entre seres
ficticios...?” (P. 311).
Poesía enfrentada a una dualidad torturante: el milagro
inaudito de la existencia permanentemente destituido por el
hombre. Una belleza minada, como la Venus Anadiomema
de Rimbaud, símbolo eterno de este conflicto:
“horrorosamente bella de una úlcera en el ano”. Y ese
malestar de la insuficiencia y la degradación insiste una y
otra vez con su denuncia, a la vez colérica y prisionera:
“Este clima de asfixia que impregna los pulmones” (P. 272),
“esta nauseabunda iniquidad sin cauce” (P. 313), “la negra
baba rancia” (P. 291), “la iniquidad encinta” (P. 325), “las
lenguas carcomidas por vocablos hipócritas” (P. 351), “la
impúdica mentira exhibiendo el trasero” (P. 359). Y
paralelamente, la vieja, eterna, irredimible fidelidad a la
imagen solar de la vida: “volver a sonreí ríe / a la vida que
pasa...” (P. 356). Volver a la inocencia de la naturaleza: “la
tierra que se escapa / bajo los alambrados, / con su olor a
chinita, / a zorrino, / a fogata” (P. 363). Y la maravilla de
cada forma: “Este perro. / ¡Indescriptible! / ¡Único!” (P.
364).
Otro tema, ya presente en diversos momentos de la
poesía de Girondo y que adquiere aquí una amplitud mayor,
es el del vuelo. Es sabido que en toda obra literaria —y
particularmente en poesía— aparte del sentido semántico
de las palabras, hay modos, situaciones, imágenes
obsesivas, construcciones, etc., de las cuales puede
desprenderse una significación. Ahora bien, consideramos
que el tema del vuelo ocupa un lugar muy importante en la
obra de Girondo.
En su tan bello libro El aire y los sueños Gastón Bachelard
profundiza algunos de los contenidos más importantes del
sueño de volar y del psiquismo ascensional. Cita allí una
frase de Nietzsche: “El que enseñe a volar a los hombres
del porvenir habrá desplazado todos los límites; para él los
límites mismos volarán por el aire: bautizará, pues, de
nuevo a la tierra, la llamará 'la leve'. Las barreras son para
los que no saben volar”. Declara que “al tomar conciencia
de su fuerza ascensional el ser humano toma conciencia de
todo su destino”, y pasa revista a algunos de los contenidos
22
implícitos en la idea de vuelo, entre ellos la sensación de
“aligeramiento”, es decir, la transformación de un ser
“pesado y confuso” que se torna “claro y vibrante”.
Establece, asimismo, que hay una moral de la altura y que
ésta “no es sólo moralizadora sino, por así decirlo,
físicamente moral”. Por consiguiente, “el que la busca, el
que la imagina con todas las fuerzas de su imaginación,
reconoce que (la altura) es, materialmente, dinámicamente
moral”.
En otras consideraciones establece que tanto la vida
emotiva como los valores morales “se jerarquizan según
una verticalidad real en el seno del psiquismo”. La caída no
sería más que una ascensión al revés (la verticalidad
continúa). Dejando de lado la interpretación analítica
ortodoxa de los sueños de vuelo (símbolo del deseo
voluptuoso) comprueba que el sueño de vuelo “puede dejar
huellas profundas en la imaginación despierta, por eso es
tan común en el ensueño y en los poemas”.
El vuelo es expresión de la atracción de la luz, del cielo,
cauce de los impulsos de espiritualidad y del deseo de
pureza, y en él se realiza uno de los actos capitales de la
“mecánica de la ingravidez”: la consubstanciación con el
aire, el elemento fluido por excelencia. El vuelo representa
“la energía ascensional” y “la transfiguración del peso en
luz”. Para Blake —anota Bachelard— “el vuelo significa la
libertad del mundo. Así el dinamismo del aire se siente
insultado por el pájaro prisionero”.
Sintomáticamente, la inolvidable casa de Girondo,
poblada de ídolos y telas, tapicerías de la lluvia, restos de
naufragios y cultos desaparecidos, y en cuyas cavernas se
alineaban huacos, alcatraces, objetos soñados,
estremecidos de tanto en tanto por los trenes nocturnos de
la vecina estación Retiro, que cruzaban a través de las
paredes, casi rozando la jarra de piedra con agua para las
ánimas colocada sobre una mesa, esa casa, digo, estaba
presidida, aparte del Espantapájaros guardián apostado en
la entrada, por una enorme imagen —pintada por él
mismo—, de la Mujer Etérea en pleno vuelo.
Ese vuelo erótico atraviesa de uno a otro extremo el
primer texto de Espantapájaros: “Si no saben volar pierden
el tiempo las que pretenden seducirme”, y toda la fuerza
ascensiorial del amor se lanza hacia el cielo entre las
23
piernas de plumas de María Luisa.
También es sintomático que el primero de los Veinte
poemas, donde se inicia toda su obra poética, contenga
una clara alusión de esta índole. Y eso en la imagen quizás
más importante del poema y al principio del mismo:
“¡Barcas heridas en seco con las alas plegadas!” Aparte de
la asociación inmediata entre remos y alas, está la idea de
“vuelo” de la barca sobre las olas, siempre lanzada hacia la
altura (o al abismo) por el movimiento del mar. Pero el
impulso vertical despliega su máxima virtualidad en
Persuasión de los días, donde el salto al vacío, una poética
que trasciende y se remonta sobre la cárcel y la
materialidad física, anuncia el gran estremecimiento de En
la masmédula.
El primer poema del libro, en efecto, es “Vuelo sin
orillas”, un vuelo sin límites, una despedida, un adiós
infinito: “Abandoné las sombras, / las espesas paredes, los
ruidos familiares... / para salir volando /
desesperadamente.” Hasta el último vestigio de una
disolución cósmica en la que ya no hay “ni vida, ni destino,
/ ni misterio, ni muerte”. Las alusiones al vuelo, o a lo que
vuela —nubes, viento, arena, astros, etc.—, son constantes.
La atracción del alto espacio se presenta con los más
diversos matices: “¡el horizonte! con sus briosos tordillos
por el aire” (P. 278); “¿era yo, / por el aire, / ya lejos de
mis huesos...” (P. 286). Incluso hasta los propios
componentes del cuerpo emprenden vuelo: los nervios “se
esparcen por el aire, / se elevan hasta el cielo”. Además de
la instantánea identificación: “Si contemplo una nube / debo
emprender el vuelo” (P. 288). Finalmente, todo participa en
ese dinamismo vertical: “Y el campo, las ciudades, / los
árboles, lo inmóvil, / rodando por el aire... / hacia el sol” (P.
304).
Está también esa mano, que se hincha como un globo
“para emerger, / de pronto, / en la más alta noche”, hasta
cubrir todo el cielo (P. 296). Un coche muerto y un caballo
“sobre las chimeneas, / en el aire” (P. 305) después de
llegar desde el otro extremo de la vertical: de “debajo del
asfalto”. Hay todo un tránsito, la propia existencia: “Del
mar, a la montaña, / por el aire, / en la tierra, /...dando
vueltas, / girando” (P. 335), que comienza con el impulso
del salto en Veinte poemas: “Mi alegría, de zapatos de
24
goma, que me hace rebotar sóbrela arena” (V. 56).
Lo que habita el aire, asimismo, significa esa ansiedad de
ascensión, ese impulso de ala, que marca de un extremo a
otro la obra de Girondo, desde su primer itinerario terrestre
hasta la incandescencia de En la masmédula: Así el humo,
las nubes, son también signos de esa dinámica: “con
vocación de polvo, de humareda, de olvido” (P. 286). El
humo adquiere en “Predilección evanescente” un carácter
de fascinación enigmática: “Más que nada, / que todo...” (P.
339). Y su movimiento ascendente aparece, incluso,
fuertemente acentuado por la disposición gráfica del poema,
en el que los versos aparecen escalonados y sueltos, en un
gran espacio, como si echaran a volar. La misma disposición
—con el mismo sentido— tiene uno de los poemas más
ilustrativos al respecto de En la masmédula: “Plexilio” (M.
440), donde las definiciones de la ingravidez son numerosas
“egofluido”, “etervago”, “plespacio”, “nubífago”, etc., y en el
que no figura ya ni sombra de materia sino el puro
dinamismo de la fuga vertical. Por otra parte, en este
aspecto, algunos poemas en particular, por ejemplo los que
integran “Tríptico”, (P. 285) tienen un grafismo “vertical”,
una delgadez que los lanza hacia arriba (lo contrario de los
poemas de la cólera, asentados sobre largos versos) y
producen una sensación total de ingravidez, acentuada por
la falta casi total de elementos materiales en ellos.
La caída como inversión del vuelo señala el otro extremo
de esta verticalidad obsesiva: “¡Abajo!” / “¡Más abajo!” / y
seguía cayendo, / dando vueltas / y vueltas” (P. 316) o “De
pronto, sin el menor indicio, caemos al vacío. Imposible
asirse a alguna cosa, encontrar una asperosidad a que
aferrarse. La caída no tiene término” (E. 178). En la poesía
de Girondo el drama es el encuentro con la nada en los dos
extremos de su trayectoria, hacia arriba y hacia abajo.
Tanto en “Vuelo sin orillas” como en el vuelo hacia abajo de
“Derrumbe” se traspasan todas las instancias del ser: “más
allá del aliento, de la luz, del recuerdo” (P. 317). “La parte
positiva de la verticalidad —señala Bachelard— se dinamiza
en la altura” y considera la caída “comió la nostalgia
inexpiable de la altura”. Vemos, pues, que tales imágenes
surgen de un deseo de absoluto, de un irrenunciable
impulso cenital.
Hemos visto, también, que los dos polos de la energía de
25
la verticalidad en Persuasión de los días desembocan en la
nada. Ahora bien, en el centro mismo del libro (y casi justo
en su centro físico) como un foco central, como un núcleo
secreto en torno al cual todo se ordena, figuran dos
pequeños poemas, el primero, como la advertencia final de
una terrible Persuasión de los días dice: “Nada de nada: /
es todo” (P. 332), y el segundo, un estado de
renunciamiento absoluto, que al llegar a la abolición misma
del yo, recobra, sin embargo, como en un reflujo, el
contenido infinito del mundo: “mientras dura el instante de
eternidad que es todo” (P. 342).
Otro tema que se retoma de un libro a otro es el del
llanto. Presente en el texto 18 de Espantapájaros: “Llorar a
lágrima viva, llorar a chorros... llorarlo todo, pero llorarlo
bien. Llorar dé amor, de hastío, de alegría...”, etc. De allí,
en casi idénticos términos, pasa a Persuasión de los días.
Sin embargo, en el tono de cada versión hay toda la
distancia que va de un libro a otro. En el primero, el humor
es alegre, grotesco: “Empaparnos el alma, la camiseta...
Asistir a los cursos de antropología llorando... festejar los
cumpleaños familiares llorando”. En el segundo es trágico:
“Lloremos. ¡Sí! Lloremos / amargo llanto verde, /
substancias minerales...” (P. 354). Significativo del dolor y
de la culpa, ese río de llanto adquiere el carácter de un rito
de purificación, la plenitud asumida de la irrisión y el
desamparo humano. No una queja romántica, sino
expresión del dolor existencial, nacido, más que de la
condición de víctima, de una exigencia de perfección moral
que se siente incumplida, por el exceso mismo de su
dimensión. Sin embargo, los dos poemas finales del libro se
abren como la última nota de una desesperada dialéctica de
la esperanza y de fe inútil en la vida.
26
alude. El sentimiento de la nada, no obstante, vuelve a
aparecer unido a la imagen de la vaca, sin duda el animal
totémico de Girondo, constantemente invocado en su
poesía. La vaca es la animalidad pura, pero que se
interioriza, la bestia de ternura infinita, como la que parece
ahondar sus extraños y alucinantes ojos. No es la
animalidad agresiva del león, ni la alada del pájaro. Es casi
la encarnación de la calma orgánica, en una dimensión
monumental, la quietud rumiante, secreta. También en ese
extraño y nocturno relato de Interlunio, historia de un
fracaso que trasciende su anécdota para hacerse el relato
mismo de la frustración, en el borde del mundo, en esas
zonas inciertas donde la ciudad termina ante la soledad del
campo, aparece una vaca fantasmal y materna, la
conciliación con lo orgánico, con el ser manso y sagrado,
símbolo de la bondad, de la nutrición y de la tierra.
Con la aparición de En la masmédula, en 1956, el ciclo de
la poesía de Girondo penetra en el vértigo del espacio
interior.
“Algunos de los elementos esbozados o presentes en los
libros anteriores, son forzados aquí a sobrepasar su gama”
—dije en otra oportunidad refiriéndome a esta obra. Y en
efecto, hasta la estructura misma del lenguaje sufre el
impacto de la energía poética desencadenada en este libro
único. Al punto que las palabras mismas dejan de separarse
individualmente para fundirse en grupos, en otras unidades
más complejas, especie de superpalabras con
significaciones múltiples y polivalentes, que proceden tanto
de su sentido semántico como de las asociaciones fonéticas
que producen. Bloques de palabras surgidas como una lava
volcánica, en una masa ígnea, fundidas a una alta
temperatura, y cuya separación obedece ahora al ritmo, al
impulso de la necesidad expresiva que las aglutina, en vez
de estar determinada por su propia autonomía de sentido.
Pero esta situación inédita de las palabras en esta poesía,
no es fruto de un capricho, sino consecuencia de la
intensidad de un contenido que las fuerza a posibilidades de
expresión insospechadas. Nace de un verdadero estado de
trance. Son el lenguaje del oráculo, que es el más alto
lenguaje de la poesía. “Lo que yo escribo es oráculo” —dice
Rimbaud. La lengua del oráculo es la que se anima con las
emanaciones del abismo, la que capta y traduce la
27
dimensión trágica del ser ante el enigma de su destino.
La condición excepcional de los mecanismos de
comunicación verbal en En la masmédula nos obliga a
detenernos más que en los otros libros, en ciertos aspectos
del lenguaje. A este respecto dice Pellegrini: “En Girondo
hay una verdadera sensualidad de la palabra como sonido,
pero más que eso todavía, una búsqueda de la secreta
homología entre sonido y significado. Esta homología
supone una verdadera relación mágica, según el principio
de las correspondencias, que resulta paralela a la antigua
relación mágica entre forma visual y significado”. Desde
siempre, en efecto, se ha intuido que aparte del valor
semántico de la palabra, puede haber una relación entre
sonido y significado. Es decir, que sin ser un signo
convencional, un elemento fonético puede tener una
significación por similitud, por asociaciones inconscientes,
etc. Esta posibilidad de comunicación, que va más allá de la
captación intelectual del signo establecido, para actuar casi
en el plano de la sensación, Girondo la emplea con una
certeza que da una fuerza inusitada a su expresión. Al
reunir la oscura significación fonética y la del vocablo,
dirigidas en un sentido único, el lector es envuelto en un
sortilegio verbal, donde la corriente poética se intensifica al
extremo. Por ejemplo, en los dos versos iniciales del libro,
que instalan de inmediato en la angustiosa sensación de un
piso que se hunde: “No sólo / el fofo fondo”, hay una
simultánea significación de sentido y sonido. Por un lado, la
idea evocada por el signo: lo fofo, por el otro la grave
acumulación de las o y la repetición “fo-fo-fo... n” que
sugiere un ruido sordo de hongos que revientan, de algo
esponjoso, blanduzco, donde se hunden los pasos. El mismo
efecto de significaciones extrarracionales, que desbordan y
enriquecen constantemente el enunciado, crea en todo el
libro una especie de resonancia en la cual los vocablos
adquieren vibraciones que se prolongan más allá de su
contenido conceptual. Cada poema, cada frase de En la
masmédula se presenta casi siempre como una galaxia
verbal. Su sentido no se tiende linealmente para ser
captado como a lo largo de un riel. Actúa más bien en
remolino, un sismo psíquico sin tregua en el que el intelecto
y la sensibilidad son agitados al unísono con la misma
violencia, como en una atmósfera poética extrema que
28
condicionara a su intensidad todas las percepciones.
En el mismo sentido se debe consignar esta aseveración
de Michel Deguy: “La poesía desata, desfonda, perfora,
disloca el laberinto de las avenidas sonoras de la página: se
la diría ocupada en detectar los ultrasonidos de la lengua; y
al mismo tiempo, a la manera de la música llamada
concreta —esa especie de generalización de la música que
quiere hacer a la música coextensiva a todo el universo de
los ruidos— se abre a todas las lenguas, a todos los
idiomas. Para ella el sentido está ligado al sonido y es
diferente de la significación. El sonido mismo resulta signo;
tenga o no significación en la red de la comunicación
humana o en el interior de tal disciplina... “2 En En la
masmédula la comunicación llega al límite de sus
posibilidades en el plano racional, se torna sinfónica. Tanto
el sentido como el ritmo, las asociaciones fonéticas, la
entonación, etc., se descargan en un impacto único. La
expresión arrasa con los mecanismos convencionales y se
instala en lo más profundo de la comunicación ontológica.
En este libro de fórmulas rituales se juega una de las
aventuras más audaces de la poesía moderna.
Sentimos en él el jadeo, la danza alrededor del fuego, la
exaltación encantatoria de los poderes verbales.
Para la lingüística moderna las palabras, lejos de
considerarse como unidades últimas de sentido dentro del
enunciado, se componen de la reunión de dos o más
unidades menores, y la forma en que éstas se agrupan no
obedecería a reglas absolutas, a tal punto que en ciertas
lenguas esquimales suponen la posibilidad de un idioma
donde en vez de palabras sólo pudiera fragmentarse el
enunciado por frases. Girondo en En la masmédula,
obedeciendo instintivamente a mecanismos profundos del
lenguaje, aglutina dos o tres palabras para formar una
especie de supervocablos, como si éstos se contrajeran y
concentraran en un punto imantado por todas las energías
de la elipsis para crear realidades nuevas.
Girondo obliga, para seguirlo, a beber el agua con la
mano —he dicho en otra ocasión. La expresividad de su
última poesía se recibe como un vaho, un tufo de cosas y
2
Michel Deguy, Actes.
29
cuerpos empapados por el aliento original. Instalado en la
noche de los presagios, es la suya una poesía cuyas fuerzas
internas imponen, con absoluto despotismo, los rasgos de la
forma. El lenguaje se precipita en estado de erupción, los
vocablos se funden entre sí, se copulan, se yuxtaponen,
combinando seres y formas en una especie de Jardín de las
Delicias. De tales simbiosis surgen visiones inéditas, síntesis
de especies y reinos, sonidos guturales que adquieren de
pronto una significación prelógica (“metafisirrata”,
“erofrote”, “agrinsomnes”, “egogorgo”, “olaveca-
bracobra”... etc.)
A menudo también la sintaxis entra en combustión. No es
el pan de los monos lo que nutre esas frases. Pero en ellas,
paradójicamente, retumba el eco rotundo y clásico del
idioma.
Tal experiencia impone una jerarquía distinta. Somete por
un sortilegio, en el sentido más literal del término. Por un
hechizo que se extiende más allá de las zonas lúcidas de la
mente. Fórmulas mágicas como “en los lunihemisferios de
reflujos de coágulos de espuma de medusas de arena de los
senos” (M. 410), donde por una contracción y multiplicidad
de asociaciones táctiles, visuales, térmicas, de
innumerables resonancias, se sugiere la blancura, la
redondez lunar, la suavidad de arena (y tibieza de la arena
al sol), la delicadeza de la espuma, la calidad hipnótica de la
medusa como atributo de fascinación de los senos. O “las
agrinsomnes dragas hambrientas del ahora con su limo de
nada” (M. 404), con la difusa sensación de chirrido agrio,
que es al mismo tiempo insomnio y signo de la acción de la
draga. Introducirse en esta poesía es penetrar a la
profundidad del ser, hasta sus últimos límites. De ella se
alza el sentimiento de una insatisfacción existencial,
sentimiento de la miseria de una existencia rebajada donde
las cosas adolecen perpetuamente de una falta de totalidad,
se debaten entre los sub y los ex (no alcanzan su plenitud o
la han perdido) para presentarse sólo como carencia o fuga:
“subsobo”, “subánimas”, “subósculos”, “subsueños”,
“exellas”, “exotro”, “exnúbiles”, etc. Sentimiento de la
condición lacerada del yo en lo más íntimo de su núcleo
orgánico, entre el latido atronador del cuerpo, en “lo fugaz
perpetuo”.
La poesía de En la masmédula es el estremecimiento de
30
las más desamparadas y desafiantes energías humanas
enfrentadas al absurdo y a la presencia total de la nada. Es,
si los hay, un libro trágico. Seguir ahora cada uno de sus
temas, profundizar en su contenido existencial, excedería
en mucho las proporciones de estas notas. Sólo quiero
señalar que desde el fondo mismo de ese viaje a las
grandes profundidades que es toda su lectura, cuando ya
todo el paisaje adorable de la piel ha sido trascendido,
cuando ya todo el sueño multicolor de los sentidos del
mundo ha revelado su raíz desolada, surge en lo más
oscuro de la noche esa imagen astral: “Pero la luna intacta
es un lago de senos que se bañan tomados de la mano”, de
la que trasciende una desolación dulce, la expresión de una
tristeza cósmica que hace resplandecer, sin embargo, toda
la belleza humana en lo inaccesible del sueño y de lo
infinito.
Porque pese al pesimismo radical de estos poemas, en su
aparente negación hay un desafío. Tal negación convierte,
precisamente por la orgullosa avidez de absoluto que la
origina, en una incitación a exigir de cada vida su más
profundo contenido. La mirada que recorre las cosas en
ellos no es la mirada de la complacencia o de la placidez,
sino la que interroga el corazón de cada esfinge cotidiana,
la que exige a cada cosa y a cada hombre sus posibilidades
extremas de incandescencia y de furor. Poesía que practica
las mis hondas incisiones en “la piel de la realidad”, pero
que sabe extraer de sus grandes “noes”, de sus “islas sólo
de sangre”, un sol de médula viva, una gota del agua
redentora del diluvio.
31
sus dos lados tan absolutamente tiernos: uno de pelos, el
otro sangriento de trofeo de sioux arrojado junto a los
barcos. He oído decir que antaño a ciertas personas las
metían dentro de un saco hecho con un cuero fresco que al
resecarse las iba oprimiendo hasta lo intolerable.
Necesariamente la poesía debía nacer de tales
circunstancias.
3
André Coyné, César Vallejo, edit. Nueva Visión, 1968.
32
quienes imaginan reducir la envergadura de una obra
excepcional a su propia incapacidad de acceder a la poesía.
De todos modos, el reverbero que emana de sus páginas es
una de esas altísimas posibilidades —que sólo la poesía
otorga— de conexión con ese punto central del espíritu
donde el espacio humano y el espacio cósmico se funden en
una ecuación vertiginosa.
Mayo, 1968.
33
l\k,,,ila [1"""" ! 11
La escritura de Oliverio
Girondo: la utopía de la
vanguardia.
Mónica Bueno.
Ivlólli('é! Buello .1 2S
Notas
N!.: di; h,. . ,_ {OD::-:d
"" ....... ,.. , . -< i "1,.
1 Cfr "Polémicas !l" Irlgoyen entre 80rgea y Arlt (1916·1930). Historia social de la
uteratura argentina. Director: David Viñas. Tomo VII Ss. As : Editarial Contrapunto.
1989 pp. 52-53
2, Las citas de los textos de Girando corresponden a la siguiente edición: Obras de OI1~
verlo Girando. (5a, ed.) Ss As. : Losada, 1993
4 GfL "La figura del poeta en la lírica de vanguardia." Revista Iberoamericana Nos
118-119 (enero-junio) 1982. pp 131-148
s. Los trabajos correspondientes a estos autores son los siguientes: Gaspar Pio del
Corro, Loa límites del olgno. Ss. As.; Fernando Garcia Cambeiro, 1976. Aldo Pel!e~
grini, "Mi visión personal de Oliverio Girondo" Prólogo a Ollverlo Girondo Ss As.:
EC,A, 1964; Enrique Malina "Hada el fuego central o la poesía de Oliverio Girando",
Prólogo a Oliverio Girando. Obras completas. Ss. As. : Losada, 1968. Asimismo
queremos destacar el trabajo de Graciela Maturo, Proyecciones del surrealismo en la
IHeratura argentina. Ss. As . : EC,-A, 1967, así como el artículo de Delfina Muschietti
"El sujeto como cuerpo en dos poetas de vanguardia (César Vallejo y Oliverio Girando)",
y el de Luis Martínez Cultino "Girando y sus estrategias de vanguardia", ambos en la
Revista de Filología. Año XXXIII, 1, 1988"
9" Como señaláramos, el -prólogo de Enrique Malina es uno de los mejores y más com~
pletos trabajos criticos sobre Girando Por otra parte, es el discurso de un poeta que lee
a otro y de quien no deja de reconocer la h,uella insoslayable en su propia escritura .
tO, CfL Beatriz Sario Una modernidad periférica Buenos Airea (1920~lg30) Ss As:
Nueva Visión, 1988, p 63
C O L A B O R A N E N E S T E NUMERO:
César Aira, Jorge Luis Borges, A r t u r o
Carrera, Emeterio Cerro, A r t u r o Cua-
drado, Roberto Ferro, Zulema Gonzá-
lez, Jorge Lépore, Francisco Madaria-
ga, Enrique Molina, Olga Orozco, Jor-
ge Santiago Perednik, Alfredo Rubio-
ne, Nahuel Santana, Jorge Schwartz
y Luis Thonis.
CONSEJO DE R E D A C C I O N :
SUMARIO
Roberto Ferro, Jorge Lépore, Jorge
Santiago Perednik, Nahuel Santana y Editorial 3
Luis Thonis.
El Nilo 4 Oliverio Girondo
D I A G R A M A C I O N : Equipo X U L . Versos al Campo 5 Oliverio Girondo
ILUSTRACIONES: Proyecto en estudio para
Alfredo Prior. la Revista Martín Fierro 6 Oliverio Girondo
Warrants Agrícolas 7 Oliverio Girondo
CONSEJO EDITOR:
Roberto Ferro, J. S. Perednik y Na- Arte, arte puro, arte
huel Santana. propaganda 8 Oliverio Girondo
EDITOR: Testimonio 10 Jorge Luis Borges
Jorge Santiago Perednik. Testimonio 10 Arturo Cuadrado
Testimonio 11 Francisco Madariaga
Registro de la propiedad intelectual
en trámite. Hecho de depósito que Testimonio 11 Olga Orozco
marca la Ley 11.723. Los artículos
firmados son responsabilidad de sus El discurso de lo arbitrario
autores y no reflejan necesariamente en Oliverio Girondo 12 Roberto Ferro
la opinión de la revista. Los artículos Oliverio Girondo en la
no firmados son escritos por el Conse-
jo de Redacción. Se permite la repro- médula del lenguaje 18 Enrique Molina
ducción de textos por cualquier me- Campo Nuestro y
dio a condición de citar el nombre propiedades críticas 21 Jorge Santiago Perednik
del autor correspondiente y el de la
fuente y enviar dos ejemplares, de la El sexo de las chicas 25 Néstor Perlongher
publicación a X U L . Cheques y giros a La literatura bifronte 29 Alfredo Rubione
nombre de Jorge Santiago Perednik / ¿A quién espanta el
Casilla, de Correo 179, Sucursal 53 /
(1453) Buenos Aires / Argentina. espantapájaros? 30 Jorge Schwartz
Suscripción al Exterior: cuatro núme- Dos teoremas en Oliverio
ros U$S 20.- Colección Completa, nú- Girondo 37 Luis Thonis
meros 1 al 7 incluidos U$S 50.-
Composición en f r í o : Ricardo Montiel Había una vez. . . (Frag.) 47 César Aira
- Tel. 242-8567. Impresión: Litodar - Oliveria Postestad 47
Viel 1444 - Capital.
Arturo Carrera
La melodía en don Oliverio 49 Emeterio Cerro
Errata: En el Número 4 se le adjudicó Carta a Oliverio Girondo 49 A.E.G.
erróneamente a Ricardo Montiel la tra-
ducción al Latín y al Griego del Martín Separata: El Mal Vino — Nahuel Santana
Fierro, siendo su única obra la traduc-
ción al Sánscrito.
EDITORIAL
3
OLIVERIO GIRONDO
un poema inédito:
el nilo
4
O. G I R O N D O Nocturno mugido solo El campo compañero,
—¿Luna vaca?— el campo serio,
*
tarde, aunque te mueras,
no dirá nada.
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OLIVERIO GIRONDO P r o y e c t o en e s t u d i o ( 1 9 2 5 ) /
MARTIN F I E R R O / DIRECCION
* H. M a r t í n e z Ferrer; Querino
C r i s t i a n i ; / C o l a b o r a d o r e s asiduos:
L e o p o l d o Lugones; Pedro Figari;
* A n d r é s L. C a r o ; L u i s C a n é ; Bran-
dan C a r a f f a ; Raúl González Tu-
ñ ó n ; P e d r o M o r e n o ; Pía I l l a r i ; *
K e l l e r S a r m i e n t o ; * G o n z á l e z La-
n u z a ; * V de E. L a z c a n o T e g u i ; *
Luís L. B e l l o t ; R o b e r t o Ledesma;
L e o p o l d o M a r e c h a l ; R e n é Zapata
Q u e s a d a ; S a m u e l G l u s b e r g ; Mace-
d o n i o F e r n á n d e z ; * N o r a Lange;
R o b e r t o M a r i a n i ; Nicolás Olivari;
El original de este afiche está en el Instituto de Literatura Argentina "Ricardo Rojas" * Luis L. F r a n c o ; Pedro V. Blake;
H e r n á n G ó m e z ; Eslavo y A r g e n t o .
de la U.B.A. Fue reproducido por gentileza del Dr. Antonio Pagés Larraya.
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CAPITULO PRIMERO
OLIVERIO GIRONDO
warrants agrícolas Como toda otra industria, la agrícola está supeditada a dos
elementos primordiales: el trabajo y el capital. Tanto de uno
como de otro, depende necesariamente su prosperidad. Si el
hombre sin dinero —al decir de las Partidas— es un muerto en-
tre los vivos, éste sin aquél pierde toda su razón de ser. Ambos
elementos se complementan y se vigorizan y cuando uno llega
a subyugar al otro, fatalmente se produce un desequilibrio.
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Si no se proporcionara al agricultor los medios para defen- Era, pues, imprescindible, por una parte, buscar un medio
derse de los especuladores y esperar el momento apropiado que permitiera al agricultor ofrecer una garantía sólida al pres-
para liquidar sus productos, serían vanos los esfuerzos tendien- tamista, sin que dicha garantía entorpeciera el desarrollo de sus
tes a facilitarle el capital necesario para efectuar los trabajos tareas; y, por otra, crear un papel de comercio que, sin dificul-
preparatorios de la tierra. Por esta razón, la ley de prenda tad, pudiera convertirse en efectivo y cuya transmisión no sig-
agraria perdería en gran parte su eficacia, si no existiera la de nificara necesariamente la venta de las mercaderías, que, de-
warrant, que la complementa y la completa. positadas, garantizan de una manera real ese papel.
Ambas leyes tienden a proporcionar al agricultor capital en Tales necesidades han sido llenadas por la prenda agraria y
condiciones regulares de intereses y en ellas encontrará aquél los warrants: ambas leyes —como he dicho anteriormente— se
un modo de defenderse de los hábitos ratoniles de los interme- complementan, formando un todo armónico, sin dejar por
diarios. En nuestra campaña, pulula esta especie de traficantes, ello, de tener cada una su propia esfera de acción.
tan faltos de escrúpulos, como opulentos en artimañas usure-
ras. Disfrazados de almaceneros, llegan con sus cachivaches a la La prenda está llamada a satisfacer las primeras y más ur-
estación de un pueblo que quizás exista algún día, y allí, al la- gentes necesidades del colono; valiéndose de ella, puede éste
do del andén, instala su boliche. Su negocio es bien sencillo: conseguir el capital indispensable para efectuar las faenas en
vender al fiado y a precios exorbitantes mercaderías falsifica- sus campos, pero cuando la cosecha esté recojida, no puede ya
das y averiadas; adelantar fondos al 40 % a la clientela que recurrir a ella, y se verá obligado entonces, si necesita hacerse
ofrezca alguna garantía y llegada la cosecha, cobrarse lo que se de fondos, valerse de la ley de warrant.
le adeuda y muchas veces quedarse él con los productos de
aquélla.
Por otra parte, para gozar de sus beneficios, se necesita in- Por ser e l w a r r a n t u n i n s t r u m e n t o d e c r é d i t o c u y a f i n a l i d a d esencial
dispensablemente ser propietario, cosa que rara vez acontece e s — y l o será a ú n p o r m u c h o t i e m p o e n t r e n o s o t r o s — p u r a m e n t e agrí-
entre los que se dedican a la agricultura, pues generalmente el c o l a y e n t e n d i e n d o q u e al d e n o m i n a r la F a c u l t a d el t e m a q u e me ocupa
e n l a f o r m a q u e l o h a h e c h o h a q u e r i d o s i g n i f i c a r q u e s e t r a t e a l warrant
propietario arrienda su finca a un tercero que es quien la ex-
p r i n c i p a l m e n t e en sus relaciones c o n la a g r i c u l t u r a , me i n d u c e , al co-
plota. Agréguese a los inconvenientes enumerados, el no menos m e n z a r esta tesis, d i c i e n d o a l g o s o b r e e l c r é d i t o a g r í c o l a .
grave, de lo oneroso que resulta esa clase de operaciones, que,
por las mismas formalidades de que están rodeadas, requieren Esa estrecha r e l a c i ó n e n t r e u n a y o t r a l e y , n o s i n d u c e a d e c i r algo de
gastos de consideración, y se las verán inutilizadas para présta- la p r i m e r a , a n t e s de pasar a t r a t a r la ú l t i m a , q u e será el o b j e t o del pre-
mos de menor cuantía. sente t r a b a j o .
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De no ser así, una obra cuya ideología nos fuera extraña o
OLIVERIO GIRONDO contradijera a la nuestra, jamás lograría interesarnos, y un ateo
se hallaría incapacitado --por ejemplo- de apreciar los frescos
arte, arte puro, de Giotto cuando, en realidad, puede captar todo lo que hay
en ellos de trascendental (sic) al que, por cierto, no lo constitu-
ye el tema, la anécdota que nos cuenta el G i o t t o , ni tan siquie-
arte propaganda ra su misticismo, sino la belleza que sus frescos encierran, la
emoción estética que se desprende de ellos.
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testimonios JORGE LUIS BORGES
ARTURO CUADRADO
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d e B u e n o s A i r e s , l a más e x t r a o r d i n a r i a d e t o d a s e l l a s " . Sale e l d i s c o h e - d o s : i n f e r i o r i z a d o r e s d e las ideas, o d e l a v i s i ó n del m u n d o q u e p r e t e n -
c h o y dice " A r t u r o , quiero escucharlo en mi casa". Y en una reunión den representar en el p l a n o estético: s i e m p r e , en el f o n d o , c o n f o r m i s t a s
m u y í n t i m a , estaba O l g a O r o z c o , e s c u c h a m o s l a g r a b a c i ó n . E l está e n si- y , r e a l m e n t e , irreales. E n O l i v e r i o G i r o n d o , u n v e r d a d e r o e s p í r i t u c r i o -
l e n c i o , está g o z á n d o s e a sí m i s m o y c u a n d o t e r m i n a la p r i m e r a cara de l l o ha p r o v o c a d o , s i e m p r e , s u b t e r r á n e a m e n t e , a su p o e t a , y éste le ha
pasarse, se levanta y a p l a u d e . Se a p l a u d e a sí m i s m o . E s t a b a t a n c o n t e n - consagrado, y d e v u e l t o , los abismos más libres y sangrantes.
t o d e q u e h a b í a salido p e r f e c t o e l d i s c o , pues era u n a g r a b a c i ó n e x t r a o r -
d i n a r i a , que n o q u i s o escuchar l a segunda p a r t e . D i j o " N o r a h , t r a e v i n o "
y pasamos t o d a la n o c h e e s c u c h á n d o l o h a b l a r ; en r e a l i d a d e s c u c h a r l o
era c o m o u n a f i e s t a . En f i n , yo sé q u e se va a m o r i r y me p r e p a r o a n t e
su m u e r t e a q u e c o n o z c a a la n u e v a p o e t a a r g e n t i n a . El bar M o d e r n o era
u n o d e los grandes f o c o s i n t e l e c t u a l e s d e l a A r g e n t i n a . A l l í í b a m o s t o -
dos. Y allí c o n o c í a una j o v e n c i t a que me a n d u v o f a s t i d i a n d o d u r a n t e
un t i e m p o , t e n d r í a trece o catorce años y me d i o su d i r e c c i ó n . Yo le
OLGA OROZCO
aviso q u e O l i v e r i o G i r o n d o va a ir a su casa y q u e d a d e s l u m b r a d a . Y lo
llevé. C u a n d o í b a m o s a él se le o c u r r i ó pasar p o r la A v d a . de M a y o y
c o m p r ó dos botellas de vino Marqués de Riscal, el vino que t o m a la no-
bleza e s p a ñ o l a . A p a r e c i m o s e n u n c o n v e n t i l l o d e l a calle A s a m b l e a , e n
Parque C h a c a b u c o . Y e n e l c o n v e n t i l l o , e n u n o d e esos p a t i o s d e c o n - (. . .) esos largos d i e z años de l u c h a d e n o d a d a c o n t r a las t r a m p a s y
v e n t i l l o , s e estaba h a c i e n d o u n a s a d i t o . Está u n a señora d e 9 0 a ñ o s , l a las falacias del l e n g u a j e , esos años en q u e O l i v e r i o G i r o n d o se desvela en
abuela, está la m a d r e , está un h e r m a n o , está la p o e t a y está u n a v e c i n a . la q u i n t a de G l e w o en su casa de la calle S u i p a c h a c o m b a t i e n d o hasta el
Y c u a n d o O l i v e r i o e n t r a —hay velas, esta casa, u n c o n v e n t i l l o , n o t i e n e a m a n e c e r c o n las imágenes inasibles y las f a n t a s m a g ó r i c a s p a l a b r a s . Diez
luz e l é c t r i c a — está la m e s a , está el f u e g u i t o del a s a d o r , y n o s s e n t a m o s . carpetas de papeles q u e p u e d e n ser d i e z l i b r o s a r d e n y se c o n s u m e n en
O l i v e r i o se s i e n t a e n t r e la a b u e l a y la p o e t a . E l , h a b i t u a d o a las grandes l a n a d a , s i m b o l i z a n d o , t a l v e z , u n a c t o d e f e e n l a idea del a n i q u i l a m i e n -
residencias a r g e n t i n a s , se e n c u e n t r a c o n q u e la g r a n p o e t a q u e v i e n e está to y en la c o n v i c c i ó n de la i n u t i l i d a d t o t a l .
en un c o n v e n t i l l o . Es el p u e b l o . Y c o m i e n z a a h a b l a r . Y h a b l a sobre
Y o l o c o n o z c o casi a l f i n a l d e esa é p o c a , e n 1 9 3 9 . L a p o c o más q u e
R i m b a u d . La m e j o r c o n f e r e n c i a que se pueda escuchar sobre R i m b a u d
t í m i d a a d o l e s c e n t e q u e y o e r a , estaba s e n t a d a e n u n a c o m i d a d e e s c r i t o -
la dice él a s í , a a n a l f a b e t o s . En vez de dar esta c o n f e r e n c i a en u n a c á t e -
res f r e n t e a ese c a b a l l e r o de c o p i o s a b a r b a n e g r a , o j o s d e s o r b i t a d o s y
dra lo hace h a b l a n d o e n t r e d o s velas, c i n c o a n a l f a b e t o s y el M a r q u é s de
conversación deslumbrante, que devoraba su polenta con pajaritos con
Riscal. Se t e r m i n a el M a r q u é s de Riscal y v i e n e u n a d a m a j u a n a . Y viene
m o d a l e s a r i s t o c r á t i c o s , m a t i z a d o s p o r a l g u n o s gestos y algunas e x c l a m a -
ya el a m a n e c e r y él sigue h a b l a n d o . Pero se d e t i e n e y d i c e " ¿ p e r o yo a
ciones de t r o g l o d i t a . Me i m p r e s i o n a b a n su v i t a l i d a d d e s b o r d a n t e , su i n -
qué v e n g o . A r t u r o , a q u é m e traes a q u í . N o v e n í a m o s a ver a l a p o e t a ? "
g e n i o i n a g o t a b l e , sus e x c l a m a c i o n e s e n e r g u m é n i c a s , su p o t e n t e y h e r -
" S í , ésta e s l a c h i c a " , " ¿ t ú , t a n j o v e n ? " . " S í " . " B u e n o , a ver, u n p o e m a
m o s a v o z d e J ú p i t e r t o n a n t e o d e j u s t o San P e d r o , p e r o , s o b r e t o d o , s u
t u y o " . Y la c h i c a se l e v a n t a , r o m p e su blusa y enseña los d o s p e c h o s .
m i r a d a i m p l a c a b l e , t i e r n a , c o m p r e n s i v a y a c u s a d o r a a la v e z , en la q u e
Dos p e c h o s de u n a c h i c a de t r e c e a ñ o s . O l i v e r i o ve las d o s t e t a s de la
se p o d í a n ver d e s f i l a r t o d o s los f u l g o r e s de la a d m o n i c i ó n y de la c o m -
c h i q u i l i n a y ¿qué hace? Se q u e d a m i r a n d o , e x t a s i a d o , esa cosa i n e s p e r a -
pasión humanas. Me sentí culpable de t o d o s mis defectos y absuelta por
d a , l a g r a n p o e s í a del c u e r p o . Y d i c e " A r t u r o , v á m o n o s " . N o s l e v a n t a -
toda la m a g n i t u d de mi insignificancia, y no pude evitar una lágrima de
mos y nos f u i m o s . O l i v e r i o , h o m b r e de una sensualidad que se p r o y e c -
s o l i d a r i d a d p i a d o s a c o n esos h u m i l d e s p a j a r i t o s , c o n esos f r á g i l e s huese-
taba sobre las m u j e r e s y el v i n o , p o r ese gran m o m e n t o s u y o , llega a la
c i t o s q u e c r u j í a n , t a n l a m e n t a b l e s , e n t r e sus gozosas y o l í m p i c a s f a u c e s .
a d o r a c i ó n de u n a v e n u s es el c u e r p o de esa m u c h a c h a . A l o s p o c o s d í a s
A ú n está v i v o e l a d e m á n d e a u t o c o n d e n a c o n q u e r e c h a z ó d e p r o n t o e l
m e l l a m a N o r a , m e d i c e q u e é l v a a m o r i r . T r e s veces m e l l a m ó . T a m -
plato y más viva aún la e x p r e s i ó n de a n i q u i l a d o r a indulgencia c o n que
bién O l i v e r i o r e c l a m ó p o r m í . N o q u i s e i r a v e r l o , n o q u i s e i r a v e r l o . N o
e x c l a m ó : " N o p u e d o c o m e r c u a n d o una n i n f a l l o r a " . Fue e l c o m i e n z o
pude a g u a n t a r . F u i a su e n t i e r r o . H a b í a u n a c o s t u m b r e q u e c u a n d o se
d e u n a larga a m i s t a d q u e d u r ó hasta e l f i n a l , a m i s t a d e n l a q u e s i e m p r e
salía de la R e c o l e t a se iba a un Café a t o m a r un vaso de v i n o . Y él me
quedó t e m b l a n d o una lágrima de perturbadora i n h i b i c i ó n , amistad p r o -
dice " A r t u r o , c u a n d o y o m e m u e r a , t e vienes a q u í a t o m a r u n vaso d e
tectora y abierta que recibí c o m o un privilegio sorprendente, siempre
v i n o " . E l d í a del e n t i e r r o , l o r e c u e r d o b i e n , c o n R a ú l G o n z á l e z T u ñ ó n
n u e v o , s i e m p r e c o n m o v e d o r , y q u e será u n o de los grandes y m e j o r e s
salimos del c e m e n t e r i o , después d e llevar e l a t a ú d , n o c o n l á g r i m a s , p o r -
r e c u e r d o s q u e m e lleve d e este d u r o p l a n e t a .
que él era un h o m b r e i n m o r t a l , y f u i m o s a c u m p l i r su v o l u n t a d , a t o m a r
Raúl y y o d o n d e é l m e o r d e n ó u n vaso d e v i n o . C o m e n c é a f r e c u e n t a r e n t o n c e s esa casa ú n i c a de la calle S u i p a c h a ,
en la c u a l , a lo l a r g o de m á s de v e i n t i o c h o a ñ o s , vi d e s f i l a r a la j u v e n t u d
más e f e r v e s c e n t e , a los a r t i s t a s e x t r a n j e r o s más e x t r a o r d i n a r i o s , a los
(Entrevista realizada por integrantes de la Revista XUL en 1983.) artistas a r g e n t i n o s más v a l i o s o s y más a u t é n t i c o s . A q u e l e s p a n t a p á j a r o s
que h a b í a a n u n c i a d o , t a n e s p e c t a c u l a r m e n t e , l a salida del l i b r o del m i s -
m o n o m b r e , r e c i b í a a l v i s i t a n t e e n l o a l t o d e los o c h o escalones d e l a
e n t r a d a ; después s e p e n e t r a b a c o m o para s i e m p r e e n esos á m b i t o s d o n -
de r e i n a b a n t a n a g r a s , h u a c o s , Figaris y n e g r o s v e n e c i a n o s , e n t r e tallas y
muebles coloniales. A l g o escondido, pero planeando en lo a l t o , un blan-
FRANCISCO MADARIAGA c o a l b a t r o s a b r í a sus alas b a u d e l e r i a n a s s o b r e e l v u e l o d e t e n i d o d e t a n -
tas t r a s n o c h a d a s ( . . .)
(. . .) su o b r a , desde sus l i b r o s a n t e r i o r e s , f u e r e c i b i d a c o n s i l e n c i o s ,
c o n r e t i c e n c i a s , c o n b a l b u c e o s i n e x p l i c a b l e s . E s q u e los p o e t a s q u e
crean nuevas leyes para el j u e g o , los q u e r o m p e n las c o n v e n c i o n e s lle-
Ha perjudicado siempre a los o f i c i a l i s m o s literarios c o n su a p t i t u d de v a n d o e l riesgo m u c h o más l e j o s , h a n s i d o s i e m p r e m a l m i r a d o s . Y O l i -
absolutamente poeta natural, completamente m o d e r n o . No perteneció a v e r i o G i r o n d o h a s i d o e n t r e n o s o t r o s e l arcángel n e g r o q u e i r r u m p e ,
la legión de a t r o f i a d o s a r t i s t a s de m e z q u i n a s desgracias, insensibles al avergonzado, en el m o m e n t o de la mísera r e p a r t i c i ó n de p r e m i o s ; el
gran t r a g o h u m a n o d e l o j u s t o , y carentes d e u n a a p t i t u d c o n t r a r i a d e gran p á j a r o q u e a h u y e n t a c o n s u a l t a s o m b r a l a a s a m b l e a d e los g o r r i o -
las m i s e r i a s , las h u m i l l a c i o n e s y el d e s p r e c i o , de t o d a í n d o l e , q u e ejer- nes; el v o l u n t a r i o q u e lleva la b o m b a o acerca la l l a m a a la carga de d i n a -
cen las e x p l o t a c i o n e s m o d e r n a s , e n t o d o s los ó r d e n e s . P e r o l t a m p o c o m i t a ; e l q u e m a r c h i t a c o n e l f u e g o sagrado los p o b r e s r a m i l l e t e s d e los
p e r t e n e c i ó a la o t r a l e g i ó n de d e c l a m a d o r e s , c o n p r e t e n s i o n e s de s o c i a - j u e g o s f l o r a l e s ; el q u e t i e n e la m a r c a s o b r e la f r e n t e ; el q u e parece el
les o de h u m a n i s t a s . Del h u m a n i s m o v u l g a r , l a m e n t a d o r , i n a p e t e n t e , de e m b o z a d o p o r q u e es el e m i s a r i o de o t r o m u n d o . De a h í la sospecha y el
los " n i v e l a d o r e s p o r l a b a s e " . L o s p r i m e r o s : artistas a m e d i a s , d e s e n c a n - silencio.
tados " c o n t e m p l a d o r e s " , e n f e r m o s d e atrasadas d o l e n c i a s m e n o r e s ,
arrastradas del siglo p a s a d o , p e r o m e n d i c a n t e s y sin defensas. L o s s e g u n - (Fragmentos de una Conferencia pronunciada en España por Olga
Orozco.)
11
1 - Es desde el t í t u l o que (PD) envía a una singular configu-
ROBERTO FERRO ración que organiza en los textos de cada poema una trama de
relaciones antagónicas. En ella, los materiales elegidos son
en oliverio girondo
ha privilegiado a través de sucesivas elaboraciones); así como el
registro distintivo con que esta escritura los trastorna.
Allí están / allí estaban / las trashumantes nubes, /la fácil desnudez del
arroyo / la voz de la madera, / los trigales ardientes / la amistad apacible
de las piedras (T).
12
alienación ante el medio se resuelve con una apelación a una pis úrico (EM)
paz " l í r i c a " que el discurso construye en " o t r o lugar":
pis en cuarentena (T)
Feliz aquel que lejos de los pleitos / como la antigua raza de los morta-
les / cultiva a los campos paternos con bueyes propios / libre de toda b) se menciona el órgano interno
usura.
vejiga pletórica (HC)
Es esta afirmación de la opción que se plantea entre la vida esta senil orgía de egoísmo prostético (TV)
urbana corrupta siempre referenciada como actual y un mundo c) se menciona la acción
natural; —natural en el sentido de originario y como tal inalte-
rado desde un pasado inmemorial—, tomados como eje de una si se acercan a un árbol no es más que para mearlo (HC)
disyunción que la actitud ética opone para instalar como elec- los verdes redomones de bronce que no mean (T)
ción privilegiada el apartamiento y la censura como único ca-
mino de retorno al origen. d) se mencionan los recipientes
Son estos materiales que la escritura de (PD) registra para por cuantos mingitorios con trato de excelencia (T)
oponer al mundo marcado como trasgresor que aparece carac-
terizado por un corpus léxico con referencias organicistas re- pero nunca se mencionan los órganos sexuales siquiera con ca-
currentes, adjetivación saturada y uso frecuente de verbos que rácter referencial para describir la acción de orinar que les es
describen la corrupción y la disgregación de la materia viva; común; el sexo aparece en el texto marcado globalmente y des-
que en todos los casos no ocultan su pertenencia al paradigma de una perspectiva eminentemente ética que denuncia los códi-
de la sintomatología de las enfermedades infecciosas. gos sociales desde los que se produce la escritura de (PD)
Este registro remite al modelo de discurso originado en el la iniquidad sin sexo (EM)
organicismo y el darwinismo que desde una perspectiva bioló- que se olvida el sexo en todas partes (T)
gico-evolucionista fue trasladado a la problemática del orden los sexos que trafican disfrazados de arcángeles (E)
social. Proponiendo una matriz en la que se opone el cuerpo
sano a lo patológico, y que de alguna manera caracteriza todo solamente en una rica imagen de (T) se dice "erectos ombligos
trastorno del statu quo como una enfermedad, dando lugar a con pelusa" condensando la erección con un hueco falso del
la concepción de que la salud sólo es posible con un trata- cuerpo confirmando lo que se ha dicho acerca del silencio que
miento adecuado que debe siempre remitir a un estado ante- en (PD) se postula para la relación sexual dejando como equi-
rior. valente de actividad orgánica el sustento material de los cuer-
pos y su deterioro por la podredumbre.
Ese otro mundo es el mundo de lo que se desintegra, de lo
enfermo; no se oponen entonces un mundo material a uno ar- Otro procedimiento con el que la escritura marca la trans-
tificial. El polo trasgresor es asimismo un mundo natural pero gresión es a través de la metáfora de animales que forman un
en descomposición y esa descomposición está inscripta como sistema que funciona en relación directa a la existencia de con-
caída del paraíso anterior: venciones sociales que los textos asumen; así la vaca o el caba-
llo son mencionados directamente en tanto referentes del mun-
nos sedujo lo infecto (T) do incontaminado; en cambio la elección de especies cuya sig-
nificación es repulsiva respondiendo al lugar que le asignan esas
la seducción es la debilidad del que ha pecado y son los días convenciones es una huella de las condiciones de producción
con la persuación los que convencen de ese error como tras- de sentidos que la escritura de (PD) propone a la lectura:
gresión.
apetencias de pulpo (EM)
En los textos de (PD) se marca al polo transgresor con rei- yarará (T)
terados reenvíos de la situación social al ámbito biológico: mosca muerta (T)
los babosos escuerzos (T)
rata muerta (T)
gestos leprosos (EM)
por sus pupilas de ostra putrefacta (E)
escoria entumecida de enquistados complejos (T)
criban anhelos de serpiente (E)
en calcinante escoria (E)
disfrazados de hiena (LE)
el gangrenoso engaño (EM)
vermes de asco (EB)
conglomerados de sucia hemoglobina (EM)
visceras heladas de batracios humanos (E)
almas cariadas (EM)
las corrosivas vísceras (EM) Hay en los textos una voluntad por mostrar los pegajoso, lo
intoxica la vida (EM)
viscoso, la cosa revuelta como lo transgresor; directamente
que infectan los colchones (EM)
infecta el cansancio (EB)
opuesta a lo original; sin mezclas de lo incontaminado eterno
la idiotez purulenta (EM)
las esquirlas podridas que dejaron el crimen (EM) el pasional engrudo (T)
miasma corrupto (EM) amalgamados / como una pasta informe / viscosa /putrefacta / todo,
cancerosas miasmas (HC) todo / hacinado / revuelto / confundido / en un turbio amasijo / de in-
los detritus hedíhondos (EM) fección y de pústulas (E).
El acto de orinar se da en los textos de (PD) como una de Este gesto tiene relación con el espacio privilegiado que se
las recurrencias léxicas privilegiadas a) se menciona el producto otorga al hecho de comer y a todas las funciones biológicas
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que ello conlleva, como una gran metáfora articulada del mun- los vocablos /las sombras sin remedio (T)
do degradado que sobrevive a través de la acción del sustento los vocablos sin pulpa /sin carozo /sin jugo (HC)
material. Produciendo la marca de la división convencional de los vibrantes eructos de onda corta (T)
las actividades humanas: ingerir los infundios que pregonan las lámparas / los hilos t a r t a m u d o s
(T)
de pasionales sombras con voces de ventrílocuo (HC) en las agrias arca-
se ha ido aglutinando con los jugos pestíferos ( E M ) das / que atormentan el éter / con todas las mentiras / que engendran
como mustias acelgas digeridas IT) las matrices de plomo derretido (HC)
con la carne exprimida los babosos escuerzos que tienen la palabra (T)
por los bancos de estuco y tripas de oro IT)
como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre (H) y se reitera con insistencia marcando a la producción poética
se sacien de adulterios (LE)
como vehículo de enmascaramiento y simulación
por sus rumiantes labios carcomidos (EB)
la proliferación del tratamiento de esta perspectiva léxica tiene los poetas del moco enternecido (T)
un giro que permite confirmar lo que se viene planteando; to- la poesía con la congoja acidulada (T)
las plumas sobornadas (HC)
do un poema. Dietética, describe una de las posibles formas de
ni aquellos que se asfixian /en estrofas de almíbar (LE)
catarsis o de remediar la culpa:
La angustia y el asco aparecen como los sentimientos que
hay que ingerir distancia (D) hay que agarrar la tierra /calentita o hela- expresan el padecimiento de aquellos que han sido seducidos;
da/y comerla (D);
—rechazo y remordimiento interior; toda la escritura postula
pero hay un cambio que trastorna el registro anterior pues lo la separación, el aislamiento, la segregación— ya que " l o que
que se debe comer de acuerdo a la imposición del texto no es esperamos" vendrá irremediablemente si "nos sabemos" escin-
material digerible o sea que lo que se marca como lo transgre- dir
sor es en realidad la acción natural y convencional de comer.
empujarnos al asco (EM)
con sus vermes de asco (EB)
Como índice de la importancia de la función digestiva como lacios coágulos de asco (IV)
núcleo metonímico de desplazamiento de significación y de la que deserten del asco (HC)
marca de lo estigmatizado, la escritura juega con la acción de como si no existiera más que el sudor y el asco (H)
salivar tanto como: la angustia de los días (EM)
angustia de pez recién pescado (EM)
a) sostén material del pensamiento
Los textos de los poemas de (PD) proponen tres actitudes
con el cráneo repleto de aserrín escupido (T) de catarsis y las privilegian a tal punto que a cada una le dedi-
ca un poema ( I V ) , ( A P L L ) y (D), en los que predomina el uso
b) como hecho vandálico y contagioso insistente del Modo Imperativo.
escupen las veredas (HC) 2 - Hasta aquí se ha hecho un inventario de los enunciados
escupen los tranvías (HC) recurrentes y de los procedimientos que son propios de los tex-
tos de los poemas de (PD), pero inevitablemente la idea de sig-
c) como metáfora para caracterizar hechos marcados como des- nificación de esos enunciados no puede ser descripta despoján-
agradables dola de los niveles de enunciación; pues es desde la enuncia-
ción, como presencia del sujeto de la escritura en el enunciado,
por cuanto escupitajo se esconde en el anónimo (HC) como la relación que se propone desde el discurso hacia los
y otras muelles poltronas no menos escupidas (EB)
destinatarios, como modalidad; que todos estos materiales son
puestos en acto.
d) para la descripción metafórica de seres despreciables
En (PD) el discurso registra un orden que se puede des-
por caducos gargajos de cuello almidonado (T)
cribir a partir de módulos distintos que están íntimamente li-
gados y que configuran los procedimientos distintivos de la
El texto de los poemas privilegia dos agentes que ejercen la enunciación.
trasgresión:
e) la actividad mercantil desenfrenada Los textos registran la oposición entre dos mundos alrede-
dor de dos ejes pronominales, por un lado cuando se enuncia
por tanto mercader y ruido muerto (T) en primera persona
por los bancos de estuco (T)
por los dedos cubiertos de insaciables ventosas (T) aquí estoy (A)
por jorobas llenas de intereses compuestos (EB) abriremos los brazos (LE)
que contempla el desastre a través del bolsillo (EB)
sólo piensan en cifras / en fórmulas / en pesos / en sacarle pro-
o cuando se lo hace a partir de la segunda persona especialmen-
vecho hasta a sus excrementos (HC)
los consorcios sin sexo que han parido la usura (HC)
te en el Modo Imperativo
las esponjosas manos embebidas de usura (E)
Vomita (IV)
y el otro es la utilización de la lengua con fines de manejo, de
engaño, de ocultamiento la referencia es al mundo incontaminado. Si la referencia es en
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cambio su polo opuesto, es decir lo trasgresor, se utiliza la ter-
cera persona
es la baba (EB)
seguirán produciendo (LE)
Azotadme (A)
Cúbrete (TV)
vomita (TV)
llora (TV)
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La discontinuidad está establecida a partir de la relación es-
pacial, que es así marcada y permite establecer la puntualidad
desde donde se emite el discurso.
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lización de los enunciados lo tanto producto del tratamiento discursivo dado. En los poe-
mas de (PD) se dan una serie de dispositivos que apuntan a la
este miasma corrupto /que insufla en nuestros poros (EM) interpelación con el objeto de constituir el sujeto que instru-
mentará el saber. Este saber se da marcado permanentemente
Este tipo de relativas adjetivas es el que cierra el dominio por una serie de recurrencias temáticas; entonces, la reelabora-
definido por el antecedente a ciertas formas de manifestación ción de los tópicos tradicionales del mundo bucólico, reinscrip-
y esa atribución es ejercida desde el saber que separa. tos y transformados por los registros de la escritura, son el dis-
curso de ese saber inconmovible que no puede ser trastornado
Además, hay dos versos clave en (T), por la riqueza de signi- pues es eterno. En cambio, la insistencia hasta la saturación de
ficación donde tras separar los dos conjuntos opuestos y des- un mundo caracterizado como trasgresor, responde a la deter-
cribir la caída en el minación de que el significado lingüístico que tiene un término
depende en primera instancia del modelo del que forma parte.
"nos sedujo", se dice, "y aquí estamos", La escritura recupera y transforma ese significado originario en
la construcción discursiva del modelo de mundo que propone.
hasta casi los tres cuartos del poema el referente de la trasgre- Toda la interferencia léxica que atraviesan los textos de (PD),
sión es ese nosotros; entonces se dice: tomada del paradigma evolucionista, juega a producir significa-
ción como reenvío. Bajo la apariencia de dar la palabra a otros
mi florecido esfínter /que los llevan al hambre (T),
discursos, no se hace otra cosa que poner en funcionamiento
sus propias categorías.
donde además de presentarse la discriminación por la relativa
adjetiva se sustituye el nosotros, estableciendo distancia y Ese saber, desde el que la escritura produce la discrimina-
transfiriendo a la tercera persona la trasgresión. Esto está arti- ción discursiva de la realidad en dos conjuntos enfrentados, a
culado con otro procedimiento discursivo: los que se estructura a partir de los procedimientos con los que
se transforma el juego de intertextos opuestos; es en definitiva
como tibios pescados corrompidos IT) el núcleo generador de un discurso arbitrario en última instan-
cia que apunta, a la constitución de un nosotros (con un yo
porque el nosotros de la enunciación se apoya constantemente dominante y aglutinador) como sujeto ejecutor de las pro-
en esa comparación de " c o m o " para establecer un juego de puestas que se articulan en los textos de los poemas de (PD).
equivalencias pero no de identidades y en ese verso en el que se
trastroca de la primera a la tercera persona, el referente se es-
cinde por el recurso descripto y se vuelve a repetir el esquema
sobre el que se articulan los poemas de (PD): una totalidad se-
parada en dos espacios opuestos uno de ellos cargado con la
marca de lo infecto; y esa operación se realiza a partir de un
saber que el discurso otorga al yo dominante del nosotros.
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Luego su avidez, como toda avidez, la del amor o de la ver-
ENRIQUE MOLINA dad, lo empujará hasta los extremos límites de su naturaleza.
Su propio impulso lo obliga a atravesar los muros, el ardiente
oliverio girondo en la decorado de cada lugar y cada encuentro. Su derrotero será en-
tonces hacia el fuego central, a ese vórtice donde se funde el
fulgor del mundo y el fulgor desamparado del hombre en su
médula del lenguaje abandono cósmico. Así llegará a la amargura final de qué nada
toco en todo, del ser enfrentado a la disolución, al súbito sen-
timiento de hallarse fuera de lugar en una realidad que de
pronto carece de sentido:
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Su búsqueda se apoya ahora en la sensación auditiva para nal, son a veces meros sonidos, elementos catalizadores, causas
extender los significados, con el efecto de círculos cada vez ocultas que pueden desencadenar fuerzas. El conjuro no se
más vastos que produce una piedra al caer en el agua. Hay fragmenta, actúa como una totalidad. Si se alterara alguno de
momentos de su poesía en que se acentúa profundamente sus elementos o su orden, perdería su eficacia. Quizás las ora-
lo sensorial, en una corriente de grandes ritmos. Escucha las ciones establecidas de los diversos cultos conserven vestigios
subvoces que nacen del metafondo eufónico, traduciéndolas de aquél.
en una corriente verbal de grandes sístoles y diástoles, operan-
do como un alquimista en busca de ese punto en que todos los " E n Girondo hay una verdadera sensualidad de la palabra
elementos de la expresión se funden en un oro único. Al poe- como sonido —señala Aldo Pellegrini— pero más que eso toda-
ma hay que buscarlo vía, una búsqueda de la secreta homología entre sonido y sig-
nificación. Esta homología, en efecto, supone una verdadera
en la eropsiquis plena de huéspedes entonces meandros de espera relación mágica según el principio de las correspondencias, que
/ausencia resulta paralela a la antigua relación mágica entre forma visual
enlunadados muslos de estival epicentro y significado".
tumultos extradérmicos
escoriaciones fiebre de noche que burmua
La intensificación del aspecto sensual de la frase contribuye
y sola sola sola
al abrirse las venas.
en alto grado al efecto buscado. Las palabras se interfieren, se
imbrican, creando nuevas palabras que concentran en una sola
Para Girondo la poesía hay que alcanzarla en las zonas más múltiples alusiones, donde sonido y sentido se funden generan-
profundas del ser, fuera de todo esteticismo, super impura, en do una particular energía expresiva. Términos tales como mul-
todas las presencias y materiales de la tierra: ticriptas, interllaga, egogorgo, agrinsomnes, reverberalíbido,
crucipendiente, musaslianas, bisueño, lorosimio, lunihemisfe-
en los lunihemisferios de reflujos de coágulos de espuma de arena de los
rios, malacordes, pregárgolas, arpegiolibaraña, etc., han sido
/senos o tal vez en andenes con olor a zorrino. formadas por la lava original del habla, forman una especie de
sortilegios verbales donde la percepción intelectual y la sensual
No es fácil, sin duda, la primera aproximación a En la mas- forman un todo único.
médula. Una costa agria, erizada, agresiva, el drama de una des-
esperada apetencia vital enfrentada al sentimiento de la nada, Tal poesía, por otra parte, nada tiene que ver con la jitanjá-
en medio de lo inusual y lo insólito. Inusual e insólito que no fora, como pretende el crítico. Alfonso Reyes, como se sabe,
son, desde luego, fruto del capricho o del juego, sino nacidos bautizó así a los juegos eufónicos de Mariano Brull, que le ins-
de la trágica pasión de estar vivo, de una profunda necesidad piraron agudas reflexiones. Ante todo, la de que tales composi-
espiritual que condiciona y exige tal lenguaje. Poesía a la vez ciones " i m i t a n " el lenguaje. Juzga que hay jitanjáfora "cuando
de buceo y de ansiedad terrestre: el lenguaje se vacía de espíritu y obra caprichosamente por un
inesperado choque auditivo-, como un resorte descompuesto".
Y para acá y para allá Resulta imposible afirmar que el lenguaje de Girondo en En la
y desde aquí otra vez masmédula carezca de sentido, que no comunica nada. Ade-
y vuelta a ir de vuelta sin aliento más, sus palabras compuestas lo están absolutamente dentro
y del principio o término del precipicio íntimo de la mecánica del idioma, sólo que cristalizan de manera ins-
hasta el extremo o medio o resurrecto rostro de esto de aquello o de lo tantánea en vez de tardar siglos en hacerlo, como tragaluz, ple-
/opuesto nilunio, etc.
y rueda que te roe hasta el encuentro
y aquí tampoco está
y desde arriba abajo y desde abajo arriba ávido asqueado El tema del poema Mi lumia, por ejemplo, es el amor, el ero-
por vivir entre huesos tismo, la ternura y esos sentimientos se expresan en las asocia-
o del perpetuo estéril desencuentro. ciones fónicas que sugieren, de una manera "actuante", ese
idioma íntimo de los amantes, especie de fórmulas de inicia-
De alguna manera la sorpresa inicial del lector que aborda dos, donde lo mimoso evoca resonancias infantiles, como los
este libro ha de ser igual a la que experimentaría el lector de restos de un lenguaje más corporal y delirante que lógico: chu-
Las soledades al caer, desprevenido, en los relámpagos sintácti- chu, mi-mi, tu-tu, tutita, te-te, etc., especie de gorjeos y mur-
cos de Góngora. En En la masmédula lo que entra en conmo- mullos, esos gomormullos como los nombra Girondo. Comien-
ción es el lenguaje en su totalidad. Crea palabras, establece en- za así:
tre ellas relaciones nupciales, descubre sus poderes secretos, ha-
ce perder pie en lo racional, en las devociones de la costumbre. Milu
El lenguaje se convierte en conjuro, comprometiendo en el mi lubidulia
mismo movimiento el ser entero, en el plano de la sensación, mi golosidalove
de la hipnosis, del hechizo. mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma. . .etc.
Tal como si de este modo Girondo apelara a la arcaica rela- Ya el t í t u l o . Mi lumia, concentrando en una palabra los
ción entre la palabra y la magia. El conjuro, para la mente ecos de dos, sugiere de inmediato la idea de luz mía. Como se
primitiva, puede ser entre otras cosas una combinación verbal, sabe, dulia es el culto de los ángeles, el prefijo bi, duplicándolo
capaz de actuar físicamente sobre la persona o cosa contra la y uniéndose con luz, reúne todos esos conceptos en un solo vo-
cual se dirije. Al romper la continuidad de la vida cotidiana cablo: lubidulia. Pero no es la "explicación" de un poema lo
abre un paréntesis donde lo totémico interviene en plena liber- que intento, ya que todo poema es inexplicable fuera de sí
tad. En el conjuro las palabras obedecen a un orden extrarracio- mismo. El lenguaje de En la masmédula es un lenguaje en deli-
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rio, y como todo delirio abre perspectivas insospechadas. Ac- de la Antología Esencial: ¿y ese crome? ¿y ese glise? Los poe-
túa de una manera a un tiempo compulsiva y mimética, en una mas de Trilce se organizan con trozos dispersos del habla colo-
permanente provocación. quial campesina, que aparecen y desaparecen de golpe, no po-
seen una unidad lógica sino emocional. En la masmédula hay
Desde siempre, a causa de su absoluta independencia y su siempre una profunda coherencia interior.
genio orgullosamente despreciativo de toda vanidad literaria, se
ha pretendido soslayar a Girondo, como si su obra hiciera de- Su espacio poético está cruzado por tres ejes principales: la
masiada sombra a la gloria oficial de otros poetas que pueden pasión enfrentada a la nada, el rechazo de una realidad degra-
aplaudirse sin ningún sobresalto. En una reciente antología, dada y la invocación al amor y la mujer como afirmación vital
con el excesivo t í t u l o de Antología esencial de poesía argenti- y ascesis, a través de la pasión carnal, a un plano superior del
na, su autor, a quien no se le puede atribuir ignorancia, califica espíritu. Ya en Espantapájaros decía: Si no saben volar pierden
a En la masmédula como el retorno "a un vanguardismo gro- el tiempo las que pretendan seducirme. Así como está cansado
tesco e incoherente" y la vincula a "las jitanjáforas de Brull y
los juegos idiomáticos de Lewis CarrolI". Y añade "es difícil de tanta estancia remetáfora de la náusea
creer que el sinsentido, el disparate silábico, o el fluir capricho- y de la revirgísima inocencia
so de sonidos pueda convertirse en un valor poético permanen- y de los instintitos perversitos
t e " . Desde luego que no, pero una poesía lograda a través de y de las ideonas reputonas
un idioma de múltiples resonancias, en la que el concepto no y de las ideitas reputitas
desaparece sino que irradia con mil significaciones, la ambicio-
sa aventura de alcanzar los últimos relámpagos de la concien- y de los reflujos y resacas de las resecas circunstancias
cia, con la revelación de una presencia singular, de un espíritu
desgarradoramente conmovido por el trágico interrogante de está cansado también
la condición humana, sí puede convertirse en valor poético de las vueltas y revueltas y las marañas y recámaras y remembranzas y
permanente. El esenciatólogo, como diría Girondo, atraviesa, /remembranas de pegajosísimos labios.
sin sospecharlo siquiera, por el resplandor de un volcán. ¿Se
puede reprochar a Girondo tal circunstancia? Otro detalle de Exalta la condición pánica del sexo, pero a la vez con la
la actitud que señalamos: en la mencionada recopilación no se conciencia de un sueño inalcanzable. En su imagen de la mujer
incluye un solo poema de En la masmédula. perdura el antiguo y misterioso dualismo. Es la evapulpo, la
dona mórbida ola un compuesto terrestre de libido edén infier-
" E l lenguaje poético —según Cohen— es un apartarse de un no, o bien algo lleno de delicadeza vibrátil, una libélula de mé-
modo voluntario y constante de la norma, que sería el habla de dula, o sólo el naufragio sin esperanza: las trenzas náyades de
todo el mundo. El poeta no habla como todo el mundo aun- Ofelia.
que se sirva del mismo instrumento". Y también señala que en
nuestra época, y esto la diferencia del clasicismo "la originali- Nada responde a su interrogación metafísica, reducido al
dad constituye por sí misma un valor estético". desamparo de un yo que es su única certeza. Yolleo, uno de los
poemas del libro, es una desgarrada invocación a un Dios inac-
cesible, Tatacombo, hermoso nombre que con el criollo tata
La misma búsqueda de una magia verbal creadora de corres-
funde la bóveda del cielo. Un trágico llamado cuya respuesta
pondencias, les parfums, les couleurs, et les sons se repondent
es el silencio. . . y hasta cuando? Girondo asume en su totali-
tiene claros antecedentes en Nerval, en Rimbaud, en Joyce,
dad la condición absurda del hombre fuera de la trascendencia.
etc. Jacques Mercatown, refiriéndose a Works in progress de
Pero en uno de sus poemas capitales El pentotal a qué, un ba-
Joyce, precisa: "la desintegración del lenguaje que conduce a
lance del sinsentido final de las circunstancias que motivan la
nuevas asociaciones de sílabas, a la caída de ciertas letras y
existencia hay, pese a todo, un destello de esperanza en medio
ciertas desinencias, a palabras recompuestas sobre otras pala-
de la noche absoluta, ese. . sin embargo que cierra el poema
bras, a combinaciones por analogía donde las palabras se trans-
pero deja abierto un resquicio hacia una plenitud soñada.
forman, se desenvuelven, se organizan y se descomponen a lo
largo del libro, es hecha de la misma manera que lo hacen en la
historia de la lengua. No es ya la palabra, es la sílaba, a veces En la masmédula es un libro excepcional, de la más alta
un fragmento de sílaba lo que llega a ser la célula orgánica del poesía, un libro único en el ámbito del idioma. De una unidad
lenguaje". Y añade más adelante: " A q u í las palabras forman que se mantiene sin decaer a un alto grado de tensión emocio-
una nueva materia, ninguna palabra queda intacta, ninguna nal, testimonia una profunda actitud subversiva ante los este-
palabra se hurta a la metamorfosis". reotipos de pensamiento que nos ofrece la costumbre y la co-
bardía intelectual, cuestiona la coherencia del mundo tal como
está dada por la razón. Severo Sarduy señala que hay una es-
En hispanoamérica, basta recordar a Altazor para ver como
pecial zona de la metafísica que sería el modo de pensar a tra-
Huidobro ya deja entrecruzarse amorosamente a las palabras.
En Vallejo, la desviación de la norma se produce, en Trilce, por vés de una crítica del lenguaje. En este sentido podemos hablar
la sintaxis: de un hondo contenido metafísico en la poesía de Girondo, no
con el carácter esencialista de la tradición filosófica de occi-
A ver, aquello que sea sin ser más.
dente, desde los griegos hasta nuestros días, sino a través de
A ver, no trascienda asi afuera, una crítica del lenguaje, con cuyas estructuras descodifica la
y piense en son de no ser escuchado, realidad. "Y el lenguaje enseña a pensar", agrega Sarduy. Na-
y crome y no sea visto, da es exterior al lenguaje y en definitiva todo queda englobado
y no glise en el gran colapso. en él. Girondo, en En la masmédula profundiza no en las apa-
riencias sino en la proyección del lenguaje como clave del mun-
Suponemos que tal lenguaje no dejará de perturbar al autor do.
20
JORGE SANTIAGO PEREDNIK "¿Es Campo Nuestro un tropezón en el trayecto poético gi-
rondino?" "¿Puede ser considerado —ya que ese trayecto es
discursivo— como una suerte de fallo en el continuo de sus pu-
"campo nuestro" y blicaciones?" Los textos críticos que la obra poética de Giron-
do ha suscitado responden a estas preguntas, previas e implíci-
21
de Molina, una nota en la página 1 1 , que muestra su actitud ge- lar, anticipan ya el objetivo, el ejercicio de la reducción unita-
neral respecto al poema: "Citamos los libros de Oliverio Giron- ria sobre la multiplicidad y diversidad de escritos. Siguiendo
do con las siguientes siglas: . . ." Entre los citados falta Campo dicho objetivo, y basada en espejismos (ilusiones) y no en cuer-
Nuestro. ¿Olvido? N o , ocurre sólo que el tratamiento que le pos (textos), la construcción de estos discursos no puede sino
dedica, escaso y carente de referencias, no requiere de siglas, resultar en nuevos espejismos; espejismos porque, ignorancia o
como los otros libros de poemas; respecto de ellos. Campo malicia, al reivindicar para sí el carácter de críticos y eludir to-
Nuestro queda, también en virtud de este tratamiento, a un da crisis, la de sus pretextos y las propias, eluden lo específica-
lado. Tanto uno como otro crítico, economía de poetas, son mente crítico y literario, y prueban que su existencia tiene un
directos: ambos practican la exclusión. Tratan el texto breve- carácter fantasmal. (Si en algún momento Girondo decidió
mente, muy brevemente, y lo tratan como el libro "menos Gi- construir un Espantacríticos con el fin de asustar, de proteger
rondo", lo desplazan fuera de un supuesto corpus o camino sus textos de las depredaciones, no fue necesario; los propios
principal. Beatriz de Nóbile y Gaspar Pío del Corro, en cam- críticos construyeron un Espantapájaros contra sí y lo llama-
bio, esbozan un doble proceso: mientras por un lado, sin de- ron "la obra de G i r o n d o " ) . Así, más que causada en los poe-
masiados esfuerzos en el caso de la primera y sin éxito en el ca- mas, hay que considerar esta unidad como un efecto de lectura
so del segundo, buscan recuperarlo desde el punto de vista nacido de los trabajos críticos, de la obsesión unitaria que los
ideológico, por el o t r o , al mismo tiempo, buscan excluirlo des- anima; la misma que los lleva, ante las diferencias en los textos,
de el punto de vista poético. Para de Nóbile Campo Nuestro a intentar borrarlas: ignorarlas o demostrar que no son tales.
"sensibiliza en un aspecto" "una línea tendida desde los últi- En este sentido persiguen el mismo objetivo que la policía con
mos poemas de Persuasión de los d í a s . . . el sentimiento de co- los documentos personales que emite: identificar. Identificar
munión pacífica con el mundo. Pero esa línea, al mantenerse en estas dos acepciones que incluye el diccionario: "reconocer
en Campo Nuestro. . . hace batir en retirada otro muy impor- si una persona o cosa es la misma que se supone o busca" y
tante: la vis poética, el aliento de la imaginación artística". Y además "hacer que dos o más personas aparezcan y se conside-
agrega: "como realización estética tiene poco de rescatable". ren una misma". En ambos casos la empresa identificatoria
Del Corro, por su parte, considera al poema como la culmina- - i m p o n e r la mismidad desde el exterior y por voluntad de un
ción de un proceso —el axiológico— y de una etapa —el reen- otro— se muestra como una empresa represiva. Pero sobre esta
cuentro con la naturaleza— de Girondo (he aquí la recupera- cuestión también Oliverio desautorizó a los guardianes de lo
ción ideológica), pero a la vez, entre otras afirmaciones, lo va- uno con lo que se podría llamar su tesis del cocktail, expresa-
lora como una instancia estética de segundo orden dentro de la da con distintas fórmulas, antiunitariamente, en diversos tex-
"instancia decisiva" ("el tránsito de Persuasión de los días a En tos: " Y o no tengo una personalidad, yo soy un cocktail, un
la masmédula"), le atribuye una "claridad casi prosaica" (que conglomerado, una manifestación de personalidades" (Espan-
para la falaz oposición tradicional significa "una claridad casi tapájaros, 8 ) ; " u n y o / y mil un y o / y un yo/con mi yo en mi/yo
no poética") y afirma finalmente, también desde lo poético, m í n i m o " (Tantan y o ) ; "mis subyollitos" y "mis ya muertos y
"la experiencia contornal que este librito comporta" (comple- revivos yoes" (Yolleo).
tando con esta exclusión el doble proceso).
Esta tendencia en los discursos sobre un texto (en este caso
Las respuestas sobre Campo Nuestro esbozadas en los traba- Campo Nuestro) vuelve a aparecer desnuda apenas se realiza un
jos críticos se vuelven sobre el trabajo crítico mismo y lo inte- desplazamiento temporal, un salto atrás de una a otra etapa de
rrogan. ¿Por qué no confrontar textos como Calcomanías, Es- la crítica. En los textos que escriben desde el después —el mo-
pantapájaros, Persuasión de los días, Campo Nuestro y En la mento crítico que empieza cuando la producción del autor
masmédula y aceptar, aún admitiendo posibles puntos de se- cesa— es el poema distinto. Campo Nuestro, el que sufre un
mejanza, que se trata de escrituras marcadamente distintas y intento más o menos velado de exclusión y recuperación. En
sus diferencias implican verdaderos cortes; que la tarea inte- cambio en los que escriben sobre él cuando el libro recién es
gradora ("proceso ú n i c o " , "trayectoria", "coherencia poéti- publicado —el momento crítico llamado "de las bibliográfi-
ca", etc.) tiene por fundamento el nombre del autor y no la cas"— el choque entre una presencia y una ausencia, una reali-
realidad de los textos (que proponen poéticas distintas); que dad conocida, los textos previos, y una desconocida, los escri-
la unidad es una ficción, mentirosa en tanto oculta ser ficción, tos aún no escritos, hace vacilar a la tarea crítica en su elección
fabricada por la lectura? Ni las respuestas, ni tampoco, siquie- de la táctica manipulatoria adecuada. Subordinados a la lógica
ra, las preguntas, caben en los discursos críticos porque desba- del trayecto, una certeza —la del texto diferente a todos los
ratan la operación ideológica que ellos aceptan y reproducen anteriores—, un perjuicio —el de que la diferencia en el texto
en su seno: servir a lo uno (el A m o ) , temer lo que no le sirva último de un autor que sigue escribiendo es un momento da-
(lo múltiple), reprimirlo; en suma, una política (crítica) de dor de sentido, un hito que marca el cambio de rumbo—, y una
máximo empobrecimiento. Reconocer varios Girondos impli- incertidumbre —¿qué rumbo seguirán los textos por venir?
caría renunciar al servicio de lo uno y su empresa reduccionis- ¿volverán a la poética anterior o continuarán la del texto re-
ta; admitir escisiones y variaciones en el autor significaría de- cién aparecido?—, juegan impidiendo ignorar a Campo Nues-
nunciar que el nombre, que no cambia, provoca una ilusión tro, volviendo impracticable sobre él toda exclusión. Para la
respecto de la persona: que la persona tampoco cambia, en voluntad manipuladora, en el momento de "las bibliográfi-
este caso la ilusión de que el nombre de Oliverio Girondo de- cas" el espectro de las opciones tácticas frente al texto distin-
signa siempre al mismo, único e invariable escritor. Este efec- to ha quedado reducido a dos posibilidades: recuperarlo, iden-
to ilusorio —nombrar a todos los Girondos en singular, como tificarlo con el trayecto anterior, o trasladar este conflicto de
uno, el mismo— se refleja sobre los textos provocando ese otro lo diferente de un término de la comparación al o t r o ; el objeto
gran espejismo en busca del cual corren muchos discursos crí- de exclusión o recuperación, en este caso, deja de ser Campo
ticos: la unidad de una " o b r a " . Frases como "la o b r a " o "la Nuestro para recaer en el tramo previo, el que los críticos eti-
trayectoria", que significan lo plural y están escritas en singu- quetan como "vanguardista" (?), sus tres primeros libros de
22
poemas. La elección entre estas alternativas va a depender de
la posición poética de quien reflexiona.
23
La Nación y en la firmada por César Rosales, la modalidad crí- afuera y a posteriori (la manipulación) es lo que constituye o
tica de estos textos se explica por su interés político funda- define a la crítica. Y están los efectos del Amo, que llevan a
mental: la lucha por el poder en el campo. Y se expresa me- comprobar cómo estas manipulaciones críticas registran el
diante lo que se podría considerar una estrategia primaria: va- mismo tenor que las manipulaciones sociales, cómo de ellas na-
lorizar el espacio propio, el neorromanticismo vigente en esos cen los marginados, las víctimas de la política de sumisión a lo
años 40, y —efectos destructivos de la ambición de p o d e r - uno, personas, textos, grupos de unas u otros que no se inte-
desvalorizar, excluir, a su antagónico imaginario, el anterior gran y por ello no son toleradas en este mundo (de lo unánime)
poderoso aparente del campo poético argentino, el movimien- y, si fuera necesario, se pretende hacer desaparecer. Pero se
to martinfierrista en el que se inscriben los primeros libros de puede escribir sobre un pre-texto sin forzarlo a repetir una ver-
Girondo. Así, la nota de La Nación califica éstos de "ágiles pi- dad ajena, es decir practicar una crítica no autoritaria, por
ruetas", "fuegos artificiales", "barroquismo extranjero"; la ejemplo, si se piensa que cada texto se presenta con su verdad,
de Rosales de "vanos extravíos retóricos", "meandros del de- el texto mismo, y se concibe a éste como una confluencia de
lirio ultraísta". El viraje que significa la aparición de Campo escritura y lectura, en este caso ni siquiera su verdad permane-
Nuestro (en ese momento el texto último), más el antecedente ce siendo una en la medida que el encuentro entre la escritura
recuperable de Persuasión de los días (el texto previo), anima y las lecturas (el texto) se renueva en cada oportunidad, es
estas bibliográficas a mantener la doble esperanza de que la siempre distinto. Hay una pesadilla "vandálica y contagiosa"
actitud renovadora de los tiempos de Martín Fierro sea sepul- que habría que disolver para permitir otros sueños: la de la
tada definitivamente y que la conversión al neorromanticismo figura siniestra de un dictador eligiendo textos, asignándoles
se realice. (Y el viraje del próximo libro de Oliverio, En la mas- lugares y funciones, fabricando un sistema literario mientras
médula, se encargará de establecer el significado de esa espe- desde sus confines las ausencias, presencias prohibidas, se re-
ranza, al tiempo que pondrá en cuestión el tema de un "tra- flejan como sombras fantasmales sobre él. Para resistir a este
y e c t o " y una supuesta "lógica" en su trazado.) La apuntada sistema (que como tal no puede dejar de ser un sistema de do-
coincidencia en los juicios y expectativas respecto al pasado y minación —de inclusiones y exclusiones—, una organización par-
al futuro de la " o b r a " de Girondo, sin embargo, debido a di- celaria y carcelaria), se puede empezar mostrando su lógica, su
ferencias en sus concepciones neorrománticas se rompe a la hora razón de orden. Se puede, por ejemplo, descentrarlo para in-
de valorar el presente, el grado de conversión que registra Cam- vertir su jerarquía haciendo, por un momento, aparecer como
po Nuestro. Mientras el texto de La Nación lee el poema como protagonista a un texto "marginal" (marginado) cualquiera,
la renuncia de Girondo a los artificios vanguardistas y la defini- como se hizo, en este caso, con Campo Nuestro. La intención es
tiva adscripción a su fe estética (y agrega: "Con este libro Oli- exponer algunos tics mediante los cuales la manipulación se
verio Girondo nos da lo mejor de sí mismo", "el autor. . . se realiza, dejar en evidencia la participación entusiasta de la ma-
muestra aquí espiritualmente maduro"), para el escrito de Ro- yoría de los discursos críticos en el régimen generalizado de la
sales, desde una estricta ortodoxia, Campo Nuestro no pasa el dominación.
examen: es una tentativa "hacia una experiencia poética no
plenamente madurada", con "ciertos recursos verbales carac-
terísticos" que "denuncian todavía vestigios, adherencias obs-
tinadas a una modalidad que tuvo resonancia en un amplio
sector de la escuela ultraísta local y particularmente en el pro-
pio Girondo". El dictamen dice: la conversión no ha sido total.
Sin embargo, voluntad de expandirse, búsqueda de adeptos
propia de quien aspira a tomar el poder e imponer su verdad,
el texto crítico de Rosales termina ofreciendo al autor de Cam-
po Nuestro su mejor voto, el de un futuro neorromántico en
plenitud: "que la ocasión, con la incoercible fuerza del destino,
llegue a tiempo para concederle la gracia de encontrarse defi-
nitivamente con su campo, con su nada esencial, que es su sus-
tancia y su latido. Un encuentro así bien podría originar un
suceso: una poesía honda, vertebral, bien enraizada en la tierra
y en el corazón". Es el deseo de lo uno: ojalá escribas como NOTAS
yo (quiera). Y es la fórmula de la ideología romántica: oca-
sión más destino más gracia igual suceso. • Estos p á r r a f o s c o n f o r m a n la p r i m e r a p a r t e de un e s c r i t o más extenso
sobre C a m p o N u e s t r o . Las citas c o r r e s p o n d e n a los siguientes libros
o artículos:
¿Poemas marginales? ¿Tramos marginales de una obra? * A l d o P e l l e g r i n i , Oliverio Girondo. ( E . C . A . , Bs. A s . , 1 9 6 4 ) .
Contra el disfraz de un supuesto marginamiento objetivo, que * E n r i q u e M o l i n a , P r ó l o g o a las Obras Completas de G i r o n d o . (Losa-
nacería de la escritura, corresponde hablar de una subjetividad d a , Bs. A s . , 1 9 6 8 ) .
encubridora: de lecturas y textos que marginan. O que recupe- * B e a t r i z de N ó b i l e , El acto experimental. ( L o s a d a , Bs. A s . , 1972).
ran, violentan la naturaleza de los campos textuales hasta con- * Gaspar P í o del C o r r o . Los límites del signo. ( G a r c í a C a m b e i r o , Bs.
vertirlos en nuestros. Y cuyas manipulaciones producen el efec- As., 1976)
to de un falso infinito: se repiten y repiten. El por qué la do- * Ulises Petit de Murat, "Campo Nuestro", de Oliverio Girondo,
otro libro de la Generación Martín Fierro. ( E n el D i a r i o Crítica, Bs.
minación en los discursos críticos parece inevitable, encuentra As., 13 de Diciembre de 1 9 4 6 ) .
su porqué en la postura que adoptan: como el A m o , presentan * César Rosales, Oliverio Girondo: Campo Nuestro. (En la Revista
una verdad que afirma decir cuál es la verdad de otro texto y, Sur, Bs. A s . , M a y o d e 1 9 4 7 ) .
explícita o implícitamente, que esta verdad es una sola. Ade- * A n ó n i m o , "Campo Nuestro". ( E n el D i a r i o La Nación, Bs, As.,
más pretenden que el forzar en otro texto una verdad desde 1° de Diciembre de 1946).
24
La sensualidad de la poesía de Girondo ha sido reiterada-
NESTOR PERLONGHER mente aludida por los comentaristas. Aldo Pellegrini nota que
"en Girondo hay una verdadera sensualidad de la palabra como
el sexo de las chicas s o n i d o " . Enrique Molina, tras reconocer "su contenido de
1
y que
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de
hierro de los balcones. . .
y que
Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran,
como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las
sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un
corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y
arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda" (VP, 66)
25
ta apariencia de normalidad —del deseo trastornando el paisaje,
trastabillando lo social— es habitual en Girondo. En " R í o de
Janeiro":
Hay viejos árboles pederastas, florecidos en rosas té; y viejos árboles que
se tragan a los chicos que juegan al arco en los paseos
Y:
El sol ablanda el asfalto y las nalgas de las mujeres (. . . ) , sufre un crepús-
culo en los botones de ópalo que los hombres usan hasta para abrochar-
se la bragueta (VP, 61)
En "Paisaje Bretón":
un pedazo de mar
y, ahí mismo:
Hay efebos barbilampiños que usan una bragueta en el trasero. .. (VP,
75)
En "Verona":
¡Se celebra el adulterio de María con la Paloma Santa!
Y está:
. . . La Virgen, sentada en una fuente, como sobre un "bidé"
entre
. . . capiteles donde unos monos se entretienen desde hace nueve siglos
en hacer el amor. (VP, 88)
Brazos.
Piernas amputadas.
Cabezas que se reintegran
. . . los ojos de las chicas que se inyectan novelas y horizontes
26
Rocas con pechos algosos de marinero y corazones pintados de esgrimis- El despedazamiento de la sexualidad se opera en varios sen-
ta (VP, 56) tidos: por un lado —como vimos en " E x v o t o " — los cuerpos se
despedazan. Por el otro, la sexualidad misma aparece despeda-
La mirada libidinal enchastra también a las familias, en " A p u n -
zada en todos los rincones del cuerpo social. Pero, además el
te Callejero":
asiento mismo del deseo "personológico" —el yo— se fragmen-
En la terraza del café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos bus-
ta:
cando una sonrisa sobre las mesas. Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado,
una manifestación de personalidades. . .
Recapitulando: hay una libidinización de lo social. Lo apa- (. . .)
rentemente regido por normas civilizadas, "asexuadas", encu- ¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo, me pregunto, todas esas
bre una intensa circulación pulsional, tal que: personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Ha-
bré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta
marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse. . .? (E, 171)
De repente: el vigilante de la esquina detiene de un golpe de batuta to-
dos los estremecimientos de la ciudad, para que se oiga en un solo susu-
Y se lamenta:
rro, el susurro de todos los senos al rozarse.
¡Pensar que durante toda su existencia la mayoría de los hombres no
Dicha develación de lo sexual no respecta los símbolos reli- han sido ni siquiera mujer! (E., 188)
giosos; parece encarnizarse, más bien, con ellos: en la España
de Calcomanías, el universo masculino y misógino del Club de Y el gran poema sexual de Girondo
Hombres de " L a Casa de las Sierpes":
Se miran, se presienten, se desean
Cada doscientos cuarenta y siete hombres,
trescientos doce curas está casi íntegramente escrito en " s e " . Lo que puede dar para suponer
y doscientos noventa y tres soldados, un "ellos", sí; pero pensémoslo también en ritmo de " s e " impersonal:
pasa una mujer. (CC, 98)
. . . los cachetazos con que las niñas • . . su sexo —lleno de espinas y tentáculos— se incrustaba en mi sexo,
precipitándome en una serie de espasmos exasperantes. (E, 184)
persuaden a los machos
de que no hay nada que hacer
sino dejarlas en su casa,
Ser todos los sexos:
y sepultarse en la abstinencia
Poseer una virgen es muy distinto a experimentar las sensaciones de la
de las camas heladas. (CC, 112)
virgen mientras la estamos poseyendo (E., 187)
Entonces la Religión, lugar de emisión de la ley, es sin embargo
Este pansexo será, hacia el final de la obra (En la Masmédula),
erotizada:
un " p a n y o " :
. . . los nazarenos. . . llegan, acompañados de un amigo, a presentarle la
virgen, como si fuera su querida. (CC, 121) posyo del mico ancestro semirefluido en vilo ya lívido de libido
yo tantan yo
y, ahí mismo: panyo
(. . .)
pulpo yo en mudo nudo de saca y pon gozón en don más don tras don
. . . Las mujeres ensayan su mirada "Smith Wesson"; pues, como las vír-
yo vamp
genes, sólo salen de casa esta semana, y si no cazan nada, seguirán sién-
dolo. yo maramante (EM, 450)
Tantas dificultades inducen a otros métodos: Ya a esta altura, la desestructuración de la escritura opera
también una redistribución —no menos intensa-
. . . los presidiarios esperan. . . que las vírgenes pasen por la cárcel antes
de irse a dormir, para sollozar una "saeta" de arrepentimiento. de la enllagada lídido posesa (EM, 4041
que se perpetran bajo los rituales más inesperados: que sofistica hasta lo indecible la fluxión pasional:
Delatemos un onanismo más: el de izar la bandera cada cinco minutos en lo erecto por excesos lesos del erofrote etcétera
(CC, 140)
27
o en bisueño exhausto del "dame toma date hasta el mismo testuz de tu verbo, embiste el modo mismo de articulación de las palabras,
tan gana" (EM, 405)
de producción de sentido. Sería tal vez audaz sugerir que En
la Masmédula es un lugar de fuga —libidinizada— de sentido,
Aparecen nuevos objetos, conjúganse nuevos verbos.
donde la pulsión carga los significantes y los desmelena. Nos
ascuacanes ninfómanos hemos conformado, pues, con señalar los lugares donde esa
(. . .) semantización de la sexualidad " e r o f r o t a " , "venusafrodea".
que malciernen inhímines posueños de podrelengua amante (EM, 407) Y ver qué es lo que ella dice " d e " la sexualidad, cómo la dice.
con su eromiel (EM, 443) Hasta que, al final de En la Masmédula, sobreviene el "Can-
sancio"
cátame su evapulpo (EM, 446)
El "Maspleonasmo" de la "Masmédula" se inicia con: Cansancio al que nos plegamos para cerrar esta puta nota.
Masturbio
más sacra carne carmen de hipermelosos púberes vibrátiles de
sexotumba góndola
en las fauces del cauce fuera de fértil madre del diosemen
acabando en:
28
mo o surrealismo tienen sus primeros poemas. Veamos, enton-
ALFREDO RUBIONE ces, otros asuntos.
29
1. Un Golem a contrapelo
JORGE SCHWARTZ
A cincuenta años de su concepción, el Espantapájaros g¡- 1
Con él se paseó Oliverio quince días por Buenos Aires para vender el li-
bro. Oliverio pensaba que un libro es como un objeto que se vende a
fuerza de propaganda. Fue a su regreso de Europa en 1932 cuando edi-
tó E s p a n t a p á j a r o s . El muñeco iba en una carroza coronaria —de esas
que llevan las flores y van detrás del coche fúnebre— tirada por seis ca-
ballos, con un auriga y lacayos, vestidos según la moda Directorio, apos-
tados a cada lado. El muñeco hecho en papel maché es igual al que pin-
tó Bonomi para la tapa del libro. Es el "académico" que íbamos a que-
mar en el patio de la SADE el día que celebramos las bodas de plata de
la revista M a r t í n F i e r r o . Lo hizo Oliverio y la cabeza la diseñó Butler.
Yo no quise que lo quemaran y lo traje a casa. El día de la fiesta el "a-
cadémico " llegó del brazo de dos muchachas preciosas
30
de todo intento plasmador, no merece estudio más deteni- ble viaje hacia la profundidad y hacia la culminación del espíritu.
do". Aunque ciertos textos críticos, como los de Enrique
5 (art. cit., pgs. 22-23)
Molina y los de Beatriz de Nóbile hayan tratado de rescatar
6 7
Es interesante observar el trayecto del " y o " en la poética gi-
el monstruo del olvido, hoy se lo recuerda más por su valor rondiana. En sus libros iniciales, el sujeto reificado oblitera
meramente anecdótico que por su fuerza poética. cualquier posibilidad de expresión personalizada de un " y o " ,
conformándose con la descripción del mundo. Poco después,
Podemos reconocer, más allá de esquematismos cronológi- en Espantapájaros, y muy de acuerdo con el espíritu surrealista
cos, cómo el Espantapájaros se sitúa entre dos extremos de la en boga, la función emotiva del lenguaje, centrada en el emi-
producción poética de Girondo. Los dos textos iniciales (Vein- sor, emerge con fuerza. Una verdadera explosión de emociones.
te poemas y Calcomanías) representan un mirar hacia afuera, Finalmente, el " y o " de En la masmédula tiende a desaparecer:
un abrir de ojos de recién nacido, que en su ansia de capturar el protagonista principal es ahora el lenguaje. La obra se con-
el mundo, procura aprehenderlo en una visión cosmopolita, de vierte en aquello que Mallarmé denomina de "obra pura": " L '
construcción simultaneísta. Y como si la palabra no le bastase, oeuvre pure implique la disparition élocutoire du poète, qui
Girondo corrobora la descripción verbal con dibujos de su pro- cede l'iniciative aux m o t s " . 8
Enrique Molina revela con sagacidad este movimiento hacia El caligrama —originalmente bicolor— sugiere otros elemen-
adentro, un giro(ndo) interiorizante: tos, además del movimiento ascendiente y descendiente apun-
tado por Molina. En primer lugar, es la única experiencia cali-
Espantapájaros marca otra faz de la poesía de Girondo, hasta ese mo- gramática de Girondo, a diferencia de Huidobro, o de José
mento absorta en el fulgor de las apariencias, retozando entre los deco- Juan Tablada, quienes la ejercitaron con mayor frecuencia. En
rados de la realidad inmediata. Su desplazamiento era horizontal. Aquí
ella, Girondo ya pone en evidencia la preocupación formal y
en cambio comienza a ordenarse en el sentido de la verticalidad, se sitúa
entre la tierra y el sueño. En el caligrama que precede el texto, callado
tipográfica que caracterizó siempre su trabajo. Inclusive, el co-
homenaje a Apollinaire —Rímbaud y Apollinaire son los mayores "an- lofón de la edición original, iconiza los contornos del muñeco.
cêtres" que Girondo invocaba—, ese rumbo está inequívocamente se- La imagen geométrica del espantapájaros representa también
ñalado: "Y subo las escaleras arriba, y bajo las escaleras abajo". Do- un paso inicial hacia la abstracción de formas—una especie de
31
figurativismo precoz, que irá a desembocar finalmente en el La desorientación de mi generación tiene su e x p l i c a c i ó n en la
abstraccionismo lingüístico de En la masmédula. d i r e c c i ó n de nuestra e d u c a c i ó n , cuya idealización de la acción,
era — ¡sin discusión!— una m i s t i f i c a c i ó n , en c o n t r a d i c c i ó n con
Al caligrama que abre el libro le cabe revelar algunas claves nuestra propensión a la m e d i t a c i ó n , a la
semánticas de la obra. Su fealdad manifiesta (en el dibujo de la c o n t e m p l a c i ó n y a la m a s t u r b a c i ó n .
portada, de José Bonomi, aparece un espantapájaros rodeado
de cuervos), sugiere ya el pasaje desde un cubismo inicial, hacia
formas tributarias del expresionismo y del surrealismo. La in-
vención del Tótem denota la concepción de una identidad es-
pectral, vástaga del horror provocado por una mirada intros-
La oposición no podría ser más clara: de una acción dogmá-
pectiva.
tica y pragmática (que remitiría a la fuerza exteriorizante de
sus primeros dos libros), hacia la interioridad subjetiva de un
" y o " que medita, contempla y se masturba. Hay una búsqueda
de la transgresión social, ya iniciada en la transgresión prono-
Yo no sé nada
minal. La "propensión a la meditación, a la contemplación y a
Tú no sabes nada la masturbación" puede tener un valor metafórico, en cuanto
U d . no sabe nada fuerza alienante e introspectiva. Pero si por un lado la "mas-
El no sabe nada turbación" puede ser interpretada como un gesto de erotismo
Ellos no saben nada auto-reflexivo —fruto de la conciencia de la soledad—, por otro,
Ellas no saben nada sugiere una solución poética para la crisis existencialista. En es-
Uds. no saben nada te caso, la "masturbación" remite al acto poético en sí, una es-
Nosotros no sabemos nada pecie de "masturbación" fónica, un volcarse sobre la propia
palabra. Las catorce desinencias " - c i ó n " traen al primer plano
el juego poético en sí, a través de la exagerada redundancia y
del juego de palabras. Rotas las normas impuestas por las reglas
sociales ("nuestra educación"), el poeta cae en zonas sin res-
La cabeza del espantapájaros nos revela un pensamiento tes- puesta. Solución: la poesía. La viñeta 4 reitera este aspecto en
tarudo, empecinado en negar el conocimiento, en afirmar la las primeras líneas del texto:
negación —nihilismo que se repite en las ocho reiteraciones del
" n o saber nada". Esta apología de la negación reaparecerá en Abandoné las carambolas por el calambur, los madrigales por los mam-
fragmentos como: boretás, los entreveros por los entretelones, los invertidos por los inver-
tebrados. Dejé la sociabilidad a causa de los sociólogos, de los solistas,
de los sodomitas, de los solitarios. . .
Las márgenes de los libros no son capaces de encauzar mi aburrimiento
y mi dolor. Hasta las ideas más optimistas toman un coche fúnebre para
Vislumbramos aquí las primeras tensiones entre lo exterior
pasearse por mi cerebro.
(viñeta 6) y lo interior, entre la función referencial y la función poética.
El descubrimiento de sí mismo equivale al descubrimiento del
Regístranse aquí las marcas de un existencialismo precoz, lenguaje como fuerza expresiva —como quedará finalmente
en que el tedium vitae se mezcla con sensaciones de dolor y demostrado en En la masmédula. Es como si el sin-sentido de
9
muerte. El espantapájaros enmascara un pensamiento de pro- la existencia resonara en el juego paronomástico de los signifi-
fundo negativismo. La redundante " n a d a " se apoya en el ro- cantes que, contaminados por efectos aliterativos, abrieran
tundo " n o " de todas las flexiones pronominales. Llama la campos semánticos imprevisibles e insospechados. Tras la ra-
atención que las tres primeras viñetas del libro empiecen por cionalidad de la explicación, y con un cómico aparte entre pa-
locuciones como " N o se me importa un p i t o " , "Jamás" y réntesis —una especie de stage direction—, el espantapájaros
" N u n c a " . La existencia como imposibilidad, aparece en frag- emite desde su tórax un discurso basado en la oposición "creo-
mentos como: no creo":
32
Esa verticalidad en la que Enrique Molina detecta un "do-
ble viaje hacia la profundidad y hacia la culminación del espí-
ritu", podría ser leída también como una ausencia de respues-
tas que se expresa a través del absurdo, de las contradicciones,
del humor irónico. La solución a la caída está nuevamente su-
gerida por el descubrimiento de la palabra. El drama existen-
cialista (creer / no creer) se diluye frente al efecto sonoro de
los significantes aglutinados. La referencia filosófica pierde pa-
ra la realidad poética. "La caída no tiene término", afirma Gi-
rondo en la viñeta 11. Esta verticalidad queda de hecho con-
firmada en la lectura horizontal del último "verso del caligra-
ma, los "pies" del espantapájaros, que repiten simétricamen-
te: 1 0
3. Eros & T a n a t o s
33
Es en el sistema de redundancias donde radica la fuerza del
poema. En primer lugar, la concentración exclusiva de verbos,
aglutinados en grupos de 3, con un total de 72 verbos, convier-
ten la descripción en pura acción. De estos verbos, 66 están en
la forma reflexiva, a través del uso reiterado del pronombre
reflexivo SE, que inicia cada uno de los versos del poema, me-
nos el penúltimo. Esta misma sílaba SE aparece enmascarada
11 veces dentro de otras palabras (adormeCEn, retuERcen,
aSEsinan, etc.) y en la forma invertida ES, 22 veces: rESpiran,
acuEStan, aprESan, etc. Tenemos así un total de 99 repeticio-
nes del grupo silábico SE/ES. Proceso análogo sucede con la
sílaba RE: aparece 19 veces integrada en los verbos (REspiran,
RE integran, REsucitan, etc.) y 7 veces en la forma invertida
ER (despiERtan, enERvan, injERtan, etc.). Más redundancias
sonoras se formalizan en las desinencias de las palabras: 54
verbos terminan en - A N , y 18 en -EN. ¿Además de los eviden-
tes efectos rítmico-sonoros, cuál es la importancia de este
sistema de repeticiones? Si por un lado la redundancia (efecto
en el que reside uno de los principios por excelencia de la poe-
sía) apunta a las claves semánticas del poema, por el otro, el
exceso de repeticiones lleva a la disolución del significado, en
un proceso de desgaste semántico. Por ejemplo, el Canto V de
Altazor, de Vicente Huidobro (publicado en 1931, o sea, un
año antes del Espantapájaros) hace de la repetición una forma
iconizada del movimiento sugerido por el molino ("Molino de
viento. . .", etc., ¡ 192 anáforas!) hasta llegar a la desagregación
material de la palabra en el Canto V I I . Aunque en nuestro poe-
ma no se produzca esta ruptura material —fenómeno que sólo
va a suceder En la masmédula—, la excesiva repetición, iniciada
en los brazos abiertos del espantapájaros ("-ción"), opera una
remisión hacia el acto erótico como escritura. Así, la repeti-
ción genera la asemia; pero —también— un evidente proceso
acumulativo tiende a intensificar el clima erótico. El uso del re-
flexivo SE hace recaer la acción del uno sobre el otro ("se mi-
ran, se presienten, se desean"), y justamente la inversión ES
iconiza el carácter recíproco de la relación sugerido por el pro-
nombre. El acto repetitivo se semantiza en el prefijo RE, y si-
guiendo el mismo argumento anterior, en la forma invertida
ER. Un juego especular de enfrentamientos e inversiones:
SE/ES, RE/ER.
34
por la pulsión sexual, significa también una entrelinea de la perar el dualismo, el erotismo como lucha contra la soledad, se
muerte. Afirma en este sentido Georges Bataille, que "el po- reflejan en la tentativa de unificación, de transformar los dos
nerse desnudos, considerado en las civilizaciones en las que tie- en uno. El binarismo inicial del encuentro de los dos cuerpos
ne un sentido pleno, es, si no un simulacro, al menos una equi- choca —y se complementa— con la estructura triádica del poe-
valencia sin gravedad del acto de matar". 12
ma " 1 2 " , hecho de 24 versos, 72 verbos (números pares, pero
múltiplos del 3 ) , y 3 verbos por verso, que sustentan la situa-
La muerte, ya no como uno de los temas principales del Es- ción de contracción permanente del poema: búsqueda-rechazo-
pantapájaros, sino en tanto el tema por excelencia del libro, re- encuentro.
queriría un capítulo aparte. Los cuervos que aparecen en el di-
bujo de José Bonomi, recuperan el mismo símbolo agorero u- Los dos últimos versos recuperan ritualísticamente todos
sado por Poe en su conocido poema. La metáfora de la muerte los movimientos anteriores:
se instala así desde el inicio en la tapa del libro. También el sui-
cidio, la negación, el absurdo, el nihilismo, la fragmentación, resucitan, se buscan, se refriegan,
los estados eufóricos, el erotismo con sus particularidades sado- se rehuyen, se evaden y se entregan.
masoquistas y el orgasmo, son formas tematizadas-de la muerte
que recorren el libro. La última viñeta, " 2 4 " , la más extensa de Hay un renacer de la muerte, para la nueva búsqueda, en-
todas, es un texto clave sobre la muerte como conciencia. Co- cuentro, evasión o rechazo, y una ambigua entrega final. En es-
mo Bataille, Girondo revela cómo el misticismo y la lujuria se tos dos últimos versos encontramos dos desvíos con relación al
emparentan con la muerte: sistema montado en todos los versos anteriores: el verso que se
inicia con "resucitan" no es reflexivo, rompiendo con la siste-
La urgencia de liberarse de esta obsesión por lo mortuorio, hizo que ca- mática del " s e " vertical de los otros 23 versos: el RE en vez del
da cual se refugiara —según su idiosincrasia— ya sea en el misticismo o SE anuncia la inversión del código, y un ú l t i m o round hacia el
en la lujuria. Las iglesias, los burdeles, las posadas, las sacristías se llena- orgasmo, hacia la muerte. Es en este momento que el RE de la
ron de gente. Se rezaba y se fornicaba en los tranvías, en los paseos pú- repetición adquiere, por substitución, el mismo valor del SE.
blicos, en medio de la calle. . . Es un (se)suscitan, convertido en (re)sucitan, en que el deseo
hace renacer el deseo.
También en la viñeta " 1 1 " es una versión carnavalesca de la
muerte, en el más puro sentido bakhtiniano. El muerto que se La segunda y última ruptura es la conjunción " y " : copulati-
arrepiente irónicamente de su propio estado, al advertir que no va sintácticamente, ya que sirve de enlace a términos antagóni-
hay nada más infernal que lo cotidiano: "Si hubiera sospecha- cos, y apunta para el final del poema. El ú l t i m o verbo "y se
do lo que se oye después de muerto, no me suicido". El frag- entregan" es particularmente ambiguo y contradictorio. Por
mento es una especie de narrativa swedenborgiana, que triviali- ser el verbo final, podría tener un valor de síntesis. En este sen-
za el acto de la muerte, mezclando lo sublime a lo profano: tido, si el " s e " es recíproco, hay entonces una entrega amoro-
sa, un acoplamiento final. A h í , la conjunción copulativa " y "
Apenas se desvanece la musiquita que nos echó a perder los últimos mo-
parecería indicar la pertinencia de esta lectura: conjunción fi-
mentos y cerramos los ojos para dormir la eternidad, empiezan las dis-
cusiones y las escenas de familia.
nal / último gesto. Pero, también, ese "y se entregan" podrían
significar una rendición final de los amantes. La lectura del en-
cuentro amoroso como lucha, como embestida violenta, en-
En el poema " 1 2 " formas más agresivas, sado-masoquistas,
contraría también soporte en la recurrencia anterior de un vo-
"perversas" del acto sexual, aparecen en verbos como "se des-
cabulario bélico.
garran, se muerden, se asesinan", "se estrangulan", "se acribi-
llan". Si la petite-morte funciona como expresión metafóri-
13
ca del orgasmo, en el poema " 1 2 " todo aquello que denota la Nuestro análisis muestra un Girondo vinculado a la retórica
muerte está vinculado al erotismo. Bataille se inspira en Sade de los poetas malditos: el éxtasis como forma del horror, lo be-
llo como modalidad de lo feo, la voluptuosidad como expre-
para elaborar su relación entre sexo y muerte, amor y muerte.
sión del mal, como el asesinato del amor: Baudelaire, Rimbaud,
El escritor francés abre su obra clásica con la siguiente afirma-
Jarry, Lautréamont, Sade. Más aún, puede leerse el Espantapá-
ción: "Puede decirse del erotismo que es la aprobación de la
jaros como un paso hacia la disolución final de En la masmédu-
vida hasta en la muerte" (pg. 24), y se remite a Sade para con- la. En la tapa, la ruptura de la palabra en dos:
siderar "el asesinato como la cumbre de la excitación erótica"
(pg. 32). En última instancia, afirma Bataille que "el sentido
último del erotismo es la muerte" (pg. 201). La penetración ESPANTA
aparece en nuestro poema a través de metáforas bélicas y mi- PAJAROS
nerales: "se perforan, se incrustan, se acribillan"; también
metáforas mecánicas como "se remachan", "se atornillan"
recrean el frenesí erótico. Aun cuando exista la dialéctica bi- es una manera de sugerir esa prevalencia del significante. No en
naria de la reciprocidad, un ritual antropofágico de mutua de- vano, la transformación de la imagen en caligrama corresponde
voración lleva a la combustión de los cuerpos: "se derriten, se al descubrimiento del hombre como texto, como sintaxis, co-
sueldan, se calcinan". mo palabra. Girondo nos ofrece entonces la posibilidad de lec-
tura —no como una interpretación de símbolos, sino como un
Nuestro poema oscila entre lo par y lo impar. Por un lado, cuerpo escrito, un tatuaje escritural, una escritura sobre el
el juego erótico, aunque se refiera implícitamente a "ellos", se cuerpo, como diría Sarduy. Sólo que en el caligrama de Giron-
supone que sea desempeñado por dos seres. Hay un movimien- do, así como en el poema " 1 2 " , el cuerpo es palabra. Dos dé-
to de aproximación y rechazo, búsqueda y encuentro, encuen- cadas más tarde habría de producirse una inversión: la palabra
tro y desencuentro acción y distensión. Los esfuerzos por su- será cuerpo, objeto.
35
NOTAS AZOTEA a Juan Marinello
36
Si, como se ha dicho la sociedad, entendida como conjunto
LUIS THONIS de todos los conjuntos, cuyo trazo de unión y necesaria aporía
es el estado —el numeral mayor que se numera a sí mismo—
oliverio girondo mera epigénesis que los lenguajes, los idiolectos, las lenguas
que hablan en una sola lengua y que llamamos "literaturas"
sean pálidos reflejos, aminorados representantes de aquel " c r i -
m o n " primero de antaño —ego erat in arcadia—, o de otra ma-
nera que éste podría ser pensado con exterioridad a los segu-
mentos textuales —un segmento, en principio, no tiene co-
mienzo ni fin— que hablan, numeran, marcan, fundan la gran-
des unidades de discurso, los bloques coagulados, constipados
del sentido, saturado en sus términos, dado y constituido de
una vez y para siempre en la periodicidad de su compulsión re-
petitiva: aquí sería necesario diferenciar los problemas inme-
diatos, jurídicos y económicos, las caras del Jano donde la po-
lítica de la miseria se anuda a una ideología que le es análoga
en cuanto ética de la " p r o t e c c i ó n " del rebaño y notar lo injus-
tificado de la literatura —o del ensayo, trama de escritos— res-
pecto al despotismo de la utilidad, lo que hace, en la crítica
consuetudinaria que las literaturas —las que interesan— sean
Signo de otra cosa a salvo de ellas, es decir, que se trataría en
todo caso no tanto de devolverle la literalidad de la letra sino
de derivarlas a otro juego en donde ni la letra alegórica de la
hermenéutica ni la letra fetiche de un orden pueden orientar
las ejecuciones, las perfomances —para decirlo lingüísticamen-
te— de algunos escritos. Que el "contrato colectivo" haya de
pensarse, genera verbi, o bien desde el tema bíblico del primer
asesinato o bien desde el hyteron proteron donde, dada una
genealogía y una circularidad un asesinato sucede para borrar
otro o bien, desde el pacto de los hermanos ante el Uno, la
cuestión no se plantea solamente en cuanto a la analogía del
Uno con la tierra despótica, el lugar sin marca adonde están
"todas las mujeres" —pese a que el poder saque tajada de tal
síntoma recurrente—, sino en las zonas de exclusión, mapas de
escritura que hacían decir a Kafka —pretexto para Felice— "en
el fondo soy c h i n o " —o a Girondo " y o cobayo"— y que basta
para que la enunciación se ramifique: "Con mi yo / y mil un
yo / y un yo / con mi yo en mi / yo mínimo / larva / llama /
lacra ávida. . ."— en una inconmensurabilidad de la ausencia de
objeto que remite, para nosotros, no tanto a una metafísica
sino a las zonas de exclusión, las lógicas que desaciertan las in-
terpretaciones "chatas" de la escritura . . . cuestión que está en
otro lugar que las etiquetas de "vanguardia", sofisticación, ex-
centricidad y todas aquellas apelaciones al castigo para quien
goza de aquello que no puede gozarse, las lenguas que trabajan
y circunnavegan una sola lengua. . . Sucede, por lo demás, que
en una época en donde todas las cuestiones por la fuerza de las
cosas devienen inmediatamente jurídicas en la ausencia, por lo
demás, de dicho orden —lo jurídico en occidente es un modo
específico de lo simbólico— la superposición de los dominios
no hace sino un círculo vicioso en donde las mismas preguntas
suceden a las mismas respuestas. Parece, ahora, necesario soste-
ner la —relativa e indeterminada a la vez— autonomía de los
dominios; entre ellos, la literatura como el lugar donde fluctúa,
un goce —inconmensurable— que socializa algo que la lectura
habitual no puede someter a sus normas de inteligibilidad
—ya que éstas solamente predican— y ante una crítica que pos-
tula el texto como reflejo o expresión trascendente de una pa-
labra ya dicha; la literatura, en ese aspecto no se agota en ser el
reflejo opaco del despotismo de la utilidad ya que no es, de
ningún modo, una superestructura, tal como lo piensan las es-
37
colaridades que explican a un texto por la circulación de la ben la "literatura argentina" desde una "teología del sentido-
mercadería —algo así como explicar el soneto colonial por el certeza. El teorema de la herencia, como tal, que fluctúa en el
vellón de oro— que refleja una infraestructura que estaría "a- escrito de los herederos "accésit" tiene la figura del Avaro
bajo", porque no hay parecido, salvo por fuerza, entre las len- —el deseo de invertir la analidad de un orden concentraciona-
guas y el mundo ni tampoco entre las enunciaciones de los tex- rio pero " b u e n o " —no ya según Molière sino según Claudel, de
tos y su reducción a consignas. Hoy, por otra parte habría que modo que su operación y ética, cualesquiera fuere su buena in-
sospechar que cualquier lectura que no haga eco en un "efecto tención de declaracionismo, es sostenible cuando comienza por
de escrituras" —entendido como una relación, a producir, en- aplastar al sujeto de la enunciación y confirmar el enunciado,
tre las escrituras y los saberes contemporáneos— solamente moral, ideológico o didáctico a unos segmentos finitos y esta-
puede trasmitir deportivamente repitiendo las huellas de lo ya blecidos, a los objetos plenos, cerrados del mercado, lo que no
dicho y ya hecho, reiterar los epítetos consabidos de las gran- deja de tener correspondencias con el amor —al poder— de la
des unidades del discurso que todavía se quiere a sí mismo sin "carne de la carne" de un mismo círculo vicioso bajo la Mira-
fallos aunque no pocos espejos se hayan roto. Consideradas a da Amable —"serás un doble, una copia de este círculo, o de lo
menudo ornamento, ilustración, representación, expresión de contrario. . ."—; matemáticamente, este topos puede vislum-
una interioridad o pretexto moralejas algunas escrituras plan- brarse si dado un número N la "relación" de N con el sucesor,
tean en sus teoremas de incompletud cierta "relación", nunca N + 1, convierte a la propiedad de N en hereditaria siempre
dada con el Uno = Todo para decirnos que ése no es el único que N al convenir a m convenga también con m + 1 en otra
mapa —más bien es la negación de los mapas en una sola repre- convergencia, lo que extiende las series en clases binarias y co-
sentación que aplasta a todas— en donde es posible escribir y rrelaciones biunívocas.
pensar; en Girondo, por lo tanto, notamos esa desrelación —lí-
neas generatrices aún no generadas— con el " o t r o " , concebido De manera que los segmentos cerrados sobre sí mismos, he-
como espacio de n dimensiones, en donde surge un sujeto que reditarios —biunívocos o binarios— y sus cadenas suelen sola-
no es el de la ciencia —que lo suprime para constituirse como mente traducirse entre sí y en cada punto ideal hacer espejo de
tal— ni el de la sociedad —tal su escándalo silencioso— y que un buen orden, regular la lectura y su placer, hacer deseable de
sin embargo, cruzándose y dialectizándose en una y otra redis- cierta manera el poder con exclusión de frontera para una dife-
tribuye los conjuntos, al situarse, como Girondo, en una exte- rencia que no se oriente según la buena vía del Alguien que nos
rioridad a los grandes bloques, sean los del siglo X I X que —ge- hará dichosos, como si de dos sucesiones pudiera desprenderse
néticamente— se piensa como la disyuntiva entre Civilización y una misma sucesión, lo cual omite esa desrelación que se signi-
Barbarie o los del siglo XX —como civilización— traición, lo fica en el cero, ya que éste no es sucesor de ningún número,
cual coloca a Girondo no en el epíteto, fácil de decir, de la clase vacía por excelencia y " o t r o " respecto al campo de lo
vanguardia, sino en otras lógicas, verbigracia, aquella que es un Uno, todo lo cual es necesario para asegurar las traducciones,
exterior de la lógica de las clases y de los predicados, los luga- las linealidades, la "naturalidad" de las grandes unidades de un
res, literariamente verosímiles, en donde cada sujeto viene ya discurso que se desea sin fallos y que desde el vamos no abraza
con su predicado, donde cada función corresponde a su argu- sino el sueño de un solo orden al que habrá de llegarse con
mento en una saturación que conforma el círculo v i c i o s o de tiempo y esfuerzo, de ahí que Girondo escriba en torno al " u -
una sola traditio (una sola "lengua");el dilema no versa sobre no plenicorrupto", que privilegia el cálculo antes que el "cal-
un sí o no a la tradición o si somos herederos de todas sino en c o " . Comoquiera que fuere no pocas cuestiones —quaestios—
hacer pasar las cadenas de la tradición, repensarlas, desde algo de este tipo han poco a poco ido confiriéndole valor al surgi-
que poco tiene que ver con el progreso sino con progresiones: miento de no pocos dilemas acerca de la "literatura argentina"
el "homenaje" al antepasado consiste en llevar a otro curso los —lo enmarcado como tal exentas de pensamiento y de escritu-
segmentos para generar lo heterogéneo —las progresiones remi- ra— o, en otra vertiente, el "lenguaje", con una reduplicativa
ten a relaciones pluriunívocas desde Frege—, tender la línea de multiplicación de quaestios, abúlicas por ya resueltas en cada
fuga de otro diálogo respecto a los teoremas ya resueltos en las texto particular; entre otras, la de "existencia", por ejemplo,
seguridades unívocas. Hasta hoy los teoremas de la herencia si existe el metalenguaje o no, si existe el inconsciente o no, si
—que hacen eco en un fantasma de los orígenes— se han resuel- Fulano existe o no, si Mengano es parafraseable por Mengano
to sólo y solamente a través de los grandes bloques— con la re- o no, si de no existir la existencia hay que borrar los carbun-
sultante de que se refuerza el círculo vicioso de las mismas clos, las sirenas, los ángeles, las golondrinas, si hay que arran-
transmisiones—, con exclusión de todo aquello que pudiera de- carlas de las páginas de los libros porque no existen o resolver-
mostrar, como el teorema de la indecibilidad, que todo sistema las mediante la función proposicional, recurso único del logi-
contiene un elemento del cual el sistema no puede dar cuenta cismo aplicado al lenguaje y que suele resolverse mediante la
lo que opera en el lugar ético —aunque la ética ahí no sea de la apelación a la proposicionalidad. No es difícil presumir de que
protección, un modo de colmar la angustia de los sujetos— de algo pueda no existir y tener sin embargo significado, si el sen-
traducción entre una lógica del primer orden, en donde cada tido, ahí, no es solamente la indicación de la presencia de obje-
elemento puede ser refutado a los órdenes en donde la traduc- to y no se remite necesariamente al orden de la significación
ción es menos que el pasaje simple de una orilla a otra que la denotación —una sola denotación puede tener varios signifi-
apertura de unas fronteras y unos órdenes. . teóricamente no cados—; existentes o no tales objetos no agotan ni explican las
es difícil demostrar, que el "sistema literario" no se sostiene ni literaturas en las cuales alguien designa o refiere; ahí referir
en matemáticas —teoría de los conjuntos y de los rangos en —si referir no es, como mostró Strawson, afirmar— surge el
donde los subconjuntos importan tanto más que el conjunto problema de los contextos, de manera que un carbunclo de
central— ni en la translingüística —en donde las anomalías son San Agustín no es un carbunclo de Lezama Lima, una sirena
tan importantes como las normas, lo cual abre unos movimien- de Homero no es una sirena de Borges, una sirena de Borges no
tos y unos cálculos, unas entradas que ya se disciernen en algu- es una sirena de Nalé Roxlo, una golonlira de Huidobro no
nas escrituras que desaciertan los bloques discursivos que escri- es. . . una golonlira de Huidobro; en todo caso, sea suficiente
38
por ahora confirmar con Frege que la designación no es la
mejor —aunque sí la más segura por fundarse en razones de
facto- vía para generar las "diferenciales" de un texto; hay
una "traducción" de lo otro, lo ajeno a lo propio que la desig-
nación —a diferencia de las lecturas "creadoras" que la blo-
quea de antemano ante las modalidades de un escrito; ahí, más
que en otros edificios y construcciones verbales la referencia
no conviene ni concierta con la afirmación, la asertividad y la
predicación.
Si, por otra parte, la literatura sólo sería pensable desde las
lógicas trabajadas por el neopositivismo la "trama de las ora-
ciones" no bastaría a causa que una obra no es solamente una
suma de oraciones, y, una literatura —Girondo es una literatu-
ra- multiplicaría, por los demás, los entes; verbigracia, no pa-
rece ser lo mismo expresar que "Girondo es el autor de En la
Masmédula" que decir Girondo es "Oliverio Girondo", nom-
brarlo como "un integrante del grupo Martín Fierro" o "un re-
presentante de la vanguardia literaria" —poeta = tonto / buró-
crata = Algo—, descripción, esta última que connotará la ex-
centricidad, la experimentación o lo nuevo.
39
llega a lo máximo —un solo segmento como en "Hasta Morir-
la", el poema de Girondo, es una sola oración, que segmenta
sus series en un solo continuo —heterogéneo— y, también, por-
que no es una mentalidad cartesiana, universal y judicativa la
que subyace en ella: la "irrealidad", los efectos de ilusión no
pueden referirse a una solución del tipo " y o miento" como la
paradoja del Mentiroso —la cual se resuelve por el paso de un
tipo lógico a otro, diferenciado sus sujetos—, y porque la escri-
tura —una literatura como la de Girondo— no concierta con
los aspectos perfectivos, ya cumplidos, de frases que juegan su
economía restrictiva en relaciones de medio a f i n ; su indecibili-
dad, no se transfiere sin resistencia a la traducción de la teoría
de los tipos en ese aspecto, Girondo no es "el escritor que ex-
presó el teorema de Goedel", que lo representó mejor: aquí so-
lamente resolveremos algunos rasgos que conforman el teore-
ma de la herencia, un modo de leer, dejando abierto el otro, su
cauce indeterminado que se escribe. Dejando de lado ahora
cuanto pudiésemos sospechar de la secular discusión acerca de
los géneros —casi siempre marcados por prejuicios— la escritura
de Girondo hace a una colisión de los segmentos locales, en
donde hay una exclusión de esos "falsos problemas" que se
resuelven en cada uno de los poemas; ahí, la poesía no es sola-
mente el reverso más o menos tonto de lo serio o lo sagrado en
persona —las dos formas canónicas del discurso monológico—
lo cual es transgresivo solo si remitimos la idea de límite a la
distribución de los órdenes en donde cesa el interdicto en
cuanto a series que no pueden mezclarse, en cuanto a la idea
que todas las frases respondan a la forma lógica del sujeto pre-
dicado —las golonliras o los carbunclos, aunque sean, uno
una palabra valija y otro un animal fantástico parecen respon-
der a otras clases partiendo de la lógica sujeto predicado —o
que un sujeto sea solamente la suma de todos sus predicados—
o que toda lógica sea la de la predicación, formas habituales a
una crítica; en Girondo, dadas, por ejemplo, una serie transiti-
va y otra intransitiva, la escritura encontrará las líneas genera-
trices que operan más allá de la forma sintáctico - semántica.
En todo caso es seguro que el escribir de Girondo excede las
condiciones más o menos naturalizadas del encargo "simbóli-
c o " , aquella que constituye a la obra a ser el "representante",
el ser para la sociedad y que opone, míticamente el individuo
—notado como "uno— y la sociedad —escrita como "una— sos-
layando el campo inconmensurable del sujeto y su goce que no
tienen que ver con la psicología vulgar y sus correlatos estereo-
tipados; descentra los lugares de unos siempre hipotéticos re-
ceptores para producir el lugar —plural— del lector, resiste a las
apropiaciones y el modo de segmentar por parte de la industria
cultural tomándole incluso sus procedimientos y deformándo-
los no ética sino estéticamente en un espacio en donde lo esté-
tico no puede separarse de esos segmentos en constante muta-
ción; resulta difícil codificarlo en una literatura "popular" ya
que su sujeto no es colectivo ni meramente individual —aunque
el lugar, los lugares de Girondo, son desde la ética uno de los
últimos resguardos del individuo ante la gregariedad de las téc-
nicas de masa; no importan, por lo tanto, en cuanto a esas ver-
tientes menos los enunciados "altos" o "bajos" que la lógica
de la apropiación y la recuperación en la que se incluyen u o-
miten ciertas literaturas; a saber, todo aquello que no entra en
las "camisas de fuerza"; sucede, por otra parte, que el Poder
no "existe" como una abstracción universal y solo es legible en
la segmentación —cada vez más vuelve sobre sí, sobre el uno en
persona y su aplastamiento de los cuerpos— por la cual el esta-
do nunca como ahora llegó a entrampar a los cuerpos en una
suerte de paranoia colectiva que hace eco, sin duda en el "ori-
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gen" del "sujeto" reproduce la lógica " f ú n e b r e " del sujeto y su ción hipotética ante algo que no se sabe bien qué es —la "re
colección, del sujeto y su humus. Si el lenguaje de todo un or- infecta", no cumplida que también se plasma en Interlunio—
den " n a t u r a l " tiende a obturar el lapso que abriría la angustia pero a la que se otorga alguna potencia al punto tal que el sa-
- l a angustia es condición del retorno de lo reprimido— Giron- ludo inicial deviene al final del poema en ruego cuando la po-
do pasa por una travesía de la angustia en donde ésta no se in- tencia encuentra la designación —"está aquí / en la nuca / en la
vierte en angustia individual ni social sino en segmentos que espalda / en tus o j o s " — que responde a ese cauce entre lo sub-
rompen las identificaciones, los objetos de amor que se propo- juntivo y lo f u t u r o : " A h ! Lechuza, Lechuza ¡Si tuviese tu que-
ne como condición subyacente al amor a los poderes en pugna na! ¿Será el viento, la sombra?", por lo cual el poema traza el
-los otros " a m a r g o " — ; la escritura de Girondo, bifurca, diver- límite ante el saludo y el ruego —que como el epíteto y el sa-
sifica, a veces y vuelve a adjuntar lo que llamaremos sus " p u n - ludo son apartes del sistema de la lengua— no es simplemente
tos ideales" —me refiero, oblicuamente a una geometría como un complemento del saludo sino un pedido que intenta conju-
la de Klein— que ya no responden a una geometría ortopédica rar la risa de la lechuza —tema de Zeus bajo todos los disfra-
y multiplica los mapas de salida, los planos, como salida y ex- ces— un " ¡Por favor! No te rías / No te rías, Lechuza", donde,
cursus de una sola línea de tierra, un solo mapa de representa- —admirablemente— ruego y saludo aparecen en otro uso al del
ción, y una sola transmisión de huellas y mandamientos. Y lenguaje ordinario, refieren a un objeto que no es real ni ima-
huelga ahora decir que algunos textos en la literatura argentina ginario sino una marca en el texto, un vocativo que emerge en
no parten del pasado, de un pasado simple o un aoristo mítico la instancia desplazada de los performativos que la conforman
sino más bien de un blanco que figura en su trama, conforman- y de manera que los dos ruegos van a atenuar a esa figura plau-
do bloques —"ilegibles", en cierto modo para quien lee desde siblemente feroz - l a res i n f e c t a - , que todavía ahí no es " v o z " ,
tal argumento tempóreo— para que algunos relatos pasen y de dictado mandato, acaso tan solo el viento o la sombra y al cual
modo que en la lengua y en el escrito vaya a bifurcarse aquello alguien habla sin sostén referencial, sin denotación y los aspec-
que sólo encuentra en Muerte su término y revelación; supo- tos puedan cruzarse en el trabajo interno del ritmo de modo
nen, como tales, una salida de los grandes mitos de referencia, tal que todo el poema es intraducibie a un solo orden entre el
una toma y una salida que no son pensables como complemen- poema y cualquier otro reductio: el poeta ahí no dice, por
tareidad ni desde la lex jurídica, verbigracia, en un texto como cierto, nada nuevo, si se trata de reducirlo al significado —a u-
Los Suicidas de A n t o n i o Di Benedetto que puede leerse desde n o — o a una alegoría del temor: ese otro lugar es necesario des-
esa perspectiva o —en otra frontera— Interlunio de Girondo ya cubrirlo en la lectura, en el cruce y juego de los aspectos —el
que en ambos es necesario abandonar todo cuantificador uni- primer uso del aspecto puede simular la denotación, jugarla—
versal para el "suicidio" — y , curiosamente para el " a r t e " ya en "me agrada ver la presencia de tus ojos callados", agrado
que ahí se dará en cierto modo la función suicida que juega, que anuncia la objeción, la proposición adversativa — " p e r o hay
quiérase o no, en todo escrito— para traducir el "suicidio" de algo esta noche" donde lo "desazonado, hueco, latente, inex-
modo que la circulación del texto o carta suicida ya no provie- presado" pueden referir tanto a la noche cuanto a la lechuza-
ne, como en la tragedia — A n t í g o n a — de un texto, una ley — n o tal el equívoco, comprobable en la sintaxis, lugar en donde se
una carta— no escrita que sin embargo se retraduce a un man- escenifica la verosimilitud —a modo de vanas adjetivaciones de
dato contrario a las leyes de la ciudad sino en circulaciones un rostro contradictorio: la poética de Girondo ahí a diferen-
atópicas en las cuales la ciudad — c o m o mapa erróneo— está fi- cia de otras poéticas— Alberto Girri, toda vez que predominan
gurada en líneas de fuga ya que todo sucede en entredicho, en- las cláusulas que hacen a la imaginación moral donde se trata
tre dos cuerpos, sea entre un hombre y una mujer (Los suici- de "aprender lo que ya sabíamos", y en la cual, en f i n , lo inex-
das), sea entre dos hombres —¿dos 'estetas' en Interlunio?— en presado es lo inexpresado, hace otro uso —en Girondo— de la
el primero el hombre es un no hombre que nace por muerte, sa- referencia en donde la poiesis se conjuga desde una impersona-
crificio de la mujer y que cree en el dictado del Hombre (filó- lidad excentrada o se opera en la risa de series incompatibles co-
sofos) y en el otro hay una ausencia total de ésta, es decir, pre- mo en la Masmédula: poética — " y o no tengo sangre de estatua,
sencia mortífera de la Madre que abraza todas las líneas de no pretendo sufrir la humillación de los gorriones"— que desa-
tierra, "vacamadre" con dictado mortífero que emerge en un cierta todo un modo de leer al operar en la lengua como cruce
lugar que no pertenece a Europa —lugar de límites precisos en de "lenguas". La escritura de Girondo se sitúa en otro lugar al
el texto— ni en Buenos Aires, lugar de límites imprecisos en que opone, de manera simple, lo individual a lo social porque,
ciertos lugares, ciertos "parajes", que terminan "bruscamente por un lado no hay, como en el poema anterior, alguien, un yo
sin preámbulos"— y que en el texto es necesario seguir "con el que hable, en un tratamiento excentrado de lo impersonal que
mismo detenimiento con que se siguen las rutas de un plano". opera sobre la lengua ni un otro — u n doble como el que se
Este tratamiento del objeto —en donde la escritura produce al construye en Interlunio— real, viviente, a quien referir y sin
objeto pero no en cuanto presencia global, siempre lugar del embargo las palabras emergen en un tópico muy connotado en
malentendido, del paso de las voces— lo hallamos en la apari- la historia literaria —la noche y la lechuza, diríamos, como
ción de una lechuza en la noche en "Buenas Noches, lechuza", símbolos no son tratados ni como símbolos ni como signos—,
poema en donde el ritmo es el determinante de las pausas y los como si la noche o su revelación fueran ironizados en el en-
acentos, los matices denotativos y atributivos que obran de cuentro con el animal — l o que luego, en la Masmédula habrá
manera que lo referencial —la denotación de un solo objeto, la de cambiarse en la propia enunciación que deviene animal me-
designación, la forma más chata del lenguaje—jueguen en favor dusante— y, por otra parte, hay una distancia con lo social
de las referencias internas, rimas internas del texto —diáforas, considerado como mapa único en donde hay que escuchar
de la lechuza— y de modo que el ritmo hace un cambio en el —apertura de un oír, otra escucha, otras orejas— o representar;
aspecto de los tiempos que allí juegan —en el jefe perfectivo, lo social aparece, locus irónico, en las corrosivas solidaridades
de tiempos cumplidos, el imperfectivo— de tal modo que se del "Perdónalos", imperativo irreal que se extiende por todo el
produzca un cambio, rápido y violento, hacia el infectum mar- poema que enumera gestos y en el cual el destinatario del im-
cado a la vez por exclamaciones en donde surgen la contradic- perativo irreal — ¡perdónalos!, que no se agota en un imperati-
toria subjuntividad que marca el deseo tanto como la futuri- vo apodíctico ni categórico— de "Hay que compadecerlos";
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poema que tiene por destinatario de la equívoca orden a nadie hablar - e x t r a ñ a y tardía payada- lo argentino y lo europeo
o a todos, ese lugar será siempre equívoco en Girondo, alguien, sin que ambas connotaciones puedan reducirse en el texto,
en f i n , que es producido por el poema que —pide que se cum- irreconocibles en el juego de las voces narrativas que desacier-
pla un imperativo poético, lo que es paradojal para los que " n o tan, a la vez, las simetrías de lo familiar y lo siniestro, lo pro-
saben lo que han hecho / lo que hacen / porqué matan", para pio y lo ajeno —el "europeo" es más nacionalista que el deter-
las "plumas sobornadas", para la curiosa mezcla de la estupi- minista local— al gramatical izar al otro a través de una serie de
dez donde—ahí si —Girondo se encuentra con el Girri de Idio- recursos oblicuos e indirectos —el " l o veo" varias veces repeti-
tas en Familia— " n i soles extremos / ni erosión de instintos / do es complementario de las varias descripciones del otro, con-
difusas / sensibilidades en bocas / nunca del todo cerradas / formando por piezas postizas, especialmente esa dentadura,
nunca del todo abiertas"— que marcan el lugar del poema —y como si se tratara de un maniquí— de manera que la comunica-
un llamado a otra circulación de la palabra que el lector tiene, ción deviene casi imposible —"antes de contestarle debía reali-
en parte, que recrear en primer término en sí mismo. . . esa es- zar un esfuerzo equivalente al de traducir un manuscrito ci-
critura, en sus fuerzas en pugna obra por ruptura y traspaso de f r a d o " , una partícula que se extravía— aquélla que contiene las
las identificaciones— naturalizadas respecto a Alguien que tam- palabras de la trama y a las que hallamos cuando es tarde para
poco tiene identidad, tal la paradoja, ni texto ni ley y donde, abrir los labios —lo que genera las retroacciones, esa "magia"
en f i n , solamente cuenta su recitado— pero en su curso, toman- del libro que hace caso omiso de la ley de la causalidad o la del
do los análogos y los parecidos —por el humor, la ironía, o la tercio excluso en el volumen de sus mapas; aquí, "antes" de
deformación, estética y no moral ya que carece de objeto o de esa salida del extranjero— las traducciones entre lo que se da a
finalidad— como salida continua de las biunivocidades y las si- ver y a oir supone la instancia de los mapas, en una boca que
metrías, haciendo eco a lo que es posible llamar puntos genera- irrumpe en todo su grotesco —la vacamadre en el campo—, el
trices, si se trata del mutuo engrendamiento de sus niveles lugar del malentendido en Girondo, ya que no pertenece ni a
—las aliteraciones de la poesía se recargan en la invención foné- las capitales de Europa ni a Buenos Aires, cuyas líneas de sali-
tica, la guturalización generalizada de la Masmédula— o puntos da son imprecisas para alguien que ostenta un entusiasmo hi-
ideales como lugares de cruce de los actores; pienso, ahora, en perbólico por el país —Europa como tierra sembrada de cadá-
cuanto al argumento "ad oculos" contra los puntos ideales veres ilustres, en oposición a los, hasta ahí pocos, cadáveres de
—que poco tienen que ver, aclaremos, con la filosofía idealis- este suelo— y que puede contrastarse en el motivo —reinven-
ta— en ese dispositivo de cuaternas de Interlunio —poco que ción de un topos— del " c a m p o " en Girondo, por ejemplo, con
ver con el tan utilizado procedimiento de las cajas chinas, más el enunciado de Espantapájaros (1932) -: "Es bastante intran-
próximo, como surge en las Calcomanías a un tratamiento de quilizador —sin duda alguna— comprobar que no existe ni una
miniaturas japonesas— en las cuales, a través de los cuales, co- hectárea sobre la superficie de la tierra que no encubra cuatro
mo lo hace el geómetra es posible trazar, obtener, un número n docenas de cadáveres. . .". Persuasión de los días —"íbamos
de puntos a la manera de la geometría proyectiva, donde la in- entre cardos / por la huella / la vaca me seguía / No quise dete-
troducción de un punto ideal —así llamado por no tener co- nerme / darme vuelta / La tarde, resignada / se moría"—, zona
rrespondencia con la "realidad"— es a la vez el punto en donde de encuentro menos antitética que las irrupciones de los Noc-
todas las paralelas se cortan haciendo las veces de una línea i- turnos —la lechuza, un caballo y un coche— y en donde la vaca
deal —no biunívoca, pues, a la línea de tierra, a la representa- muere —resignada— al no poder seguir la huella —es el ritmo
ción como homólogo o parecido— y en las que solamente basta del poema el que " m a t a " al objeto o lo lleva a su desaparición—
ese punto para adjuntar puntos, líneas, planos, en las que se o en ese otro lugar, "tersa palma distendida" de Campo Nues-
despliega el mapa, de manera que las curvaturas o las geodési- tro en donde se anulan los ritmos de vesper o de la noche para
cas lo hacen pasar a otras dimensiones que exceden las dimen- que se configure una llaneza —una llaneza que en Girondo tie-
siones diádicas, verbigracia, un Interlunio, la repartición en el ne que ver con la pintura y no con el realismo ingenuo— en el
texto de las clases " t i e r r a " , campo, arte, ciudad hacen que ca- cual la vaca deja de ser objeto de fascinación o de horror que
da punto ideal - lugares aquí de encuentro entre lo propio y lo según Rudolph Otto responden a la experiencia —contradicto-
ajeno— se genere mediante repeticiones de segmentos locales y ria— de la otredad, para ser, como vaca una figura, una metoni-
entrecruzados pero también sin conexión, de modo que un mia que de pronto hace surgir todo el campo como una vaca
complejo "obsesivo" es también un complexus económico y, si —"no eres más que una vaca— dije un día —con un millón de
se quiere, estético sin agotarse en ninguno de ellos ya que si ubres maternales"— hasta que irá recordando y construyendo
bien puede conjugarse con diversas realidades se caracteriza en un espacio en donde no hay otro, ni doble, donde no hay nada
trazar su propio mapa de lectura que se coloca en otros órde- que "indique el r u m b o " y cuya inmensidad no es ajena a la
nes a los que acusan la clausura del Signo y que, por lo demás, connotación religiosa del t í t u l o —sustitución de las oratio— y
en Interlunio no puede solamente generarse mediante el realis- la postración final en el silencio, la "gratia gratis data" que e-
mo ingenuo y sus argumentos "ad oculos", porque hay una merge, tantas veces, cuando reencuentra los signos —sapos,
distancia, unos relieves entre las versiones, los calcos del " v e r " maizales, horneros— donde otra vez, como Interlunio, aparece
y el " o i r " ; conforma puntos, los cuales no representan sino los el encuentro entre los muertos — ¡qué tierra sin aliento!— bal-
continuos que transgreden las posiciones téticas - a h í donde la buceabas —solo produce muertos—, los grandes muertos y los
conciencia, como un punto se superpone a otro punto en una muertos humildes ahora ya no entre Europa y América sino en
unidad de mirada— y que en miniatura —en esa irónica antici- el campo " s a n t o " : lo santo del campo despojado, supone las
pación de Macedonio que decía que el hombre que ame lo señas, las marcas, el desenvolvimiento y cumplimiento de un
" c h i c o " será "hombre m u e r t o " - hace a las líneas de entrada castigo que es necesario descifrar. En Interlunio esa inmensi-
y salida en el Interlunio - e n t r e dos lunas, que divergen del tó- dad resulta imposible de abrazar —ser abrazado por ella, como
pico lugoniano de la pampa como un b i l l a r - y donde, según la en Campo Nuestro, y abrazarla— ya que no hay conversión en-
economía de Girondo, lo estético y lo bello encuentran su tre lo activo y pasivo en ese choque de idiomas extraños a la
"castigo" ya que vienen en alianza con un texto suicida, como lengua del narrador —es lo que dice el extranjero o el mani-
si allí se tendiera a su vez el diálogo con un doble donde van a quí o lo que fuera, son las voces, el dictado de la vacamadre, o
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los ruidos crecientes que imponen suplicio— y en donde lo apa-
rentemente punitivo —el narrador se entera, finalmente, que el
otro ha muerto luego de partir hacia París, en una información
poco creíble— "Recientemente, alguien me enteró de que el es-
pionaje ruso lo hizo fusilar después de encomenarle una misión
en China", casi inverosímil para quien resulta más creíble
-dentro de la verosimilitud del texto— el mechón de pelo o la
dentadura postiza del otro y de modo que todo el saber del
texto del otro se atribuye a la vaca —"Su madre, la vaca, lo co-
nocía bien"—. Lo anterior no es nada nuevo porque aún en
formas menos complejas que la poesía o la pintura —qué decir
de música— el "parecido" nunca obliga a una correspondencia
puntual entre el representante y lo representado —entre dos
conjuntos de signos ya dados—, al punto que en el mapa más
banal o una foto no hay tampoco correspondencia si se parte
del presupuesto de que las proposiciones reflejan los "hechos",
o, de otra manera, que la "verdad" entre las proposiciones, de-
jando de lado los hechos, es pensable y formulable en términos
de adecuación: los llamados pictures que había postulado Witt-
gestein ya interrogaban acerca de qué relación podía haber en-
tre las proposiciones y los hechos y las proposiciones entre sí;
en la crítica literaria habitual, casi siempre, se extraen unas
cuantas proposiciones del t e x t o ) que refieren a un dominio éti-,
co, político, moral, etc.— de donde nace la ilusión de la "reali-
dad" o su complemento, la " f i c c i ó n " negándose entonces la
entrada a la literatura que mucho más que otro sistema —por-
que no es enteramente, por lo demás, un solo sistema— carece
de similitudes estructurales con lo representado, lo que no
quiere decir que no represente —el problema es si hay que bus-
carle un sujeto a lógicas que no caben en la predicación, o, co-
mo Michel Foucault preguntaba, sintomáticamente, sobre Ma-
ttise: Calcomanías, sí ¿pero de qué?—; por lo tanto, es posible
inferir que el tan cacareado tema de lo representativo y lo no
representativo tiene que resolverse —a diferencia de la ciencia
que opera con generalidades al menos desde su constitución
aristotélica— se trata de casos u objetos particulares —por eso
no puede haber ciencia de la literatura— que hay que resolver
en cada texto y en cada segmento. En Interlunio en un nivel
semántico hay implícita una lectura de las lenguas que hay en
la lengua ya que las "voces", los dictámenes, son correlativos al
rechazo del " r u i d o " que el otro no puede oir en la pieza de
arriba, ruidos que trepan por el hueco de la escalera —"De vez
en cuando un portazo, un grito que subía por el hueco de la es-
calera; pero esos ruidos eran discontinuos, me dejaban descan-
sar. Entre uno y otro existían grandes agujeros de silencio y fe-
licidad"—, o al cruce entre el silencio y otras voces, esa otra
lengua a la que se irá desplazando, la guturalización generaliza-
da que se anuncia en Espantapájaros —"gutural, lo más gutural-
mente que se pueda, escribe "al alcance de todos"—; es decir,
en esa suerte de martirio que sufre el personaje de Interlunio
deviene posibilidad poética en otros textos cuando el escritor'
acomete lo " o t r o " no ya como algo sagrado u objeto de fasci-
nación o de horror sino como momento verbal —el "puro no"—
cuyo momento más fuerte es la eyección, la expulsión que ha-
ce danzar las guturales y las vibrantes —"Invitación al vómito"—
donde no se trata de expresar lo emocional de un sujeto, una
persona sino de operar —a diferencia de lo que suele ocurrir y
según su idea rústica del castellano que es a Girondo como fue
para Heine el latín, lenguaje de la "soldadesca"—; así, también,
retrospectivamente es posible leer a Interlunio no solamente
como un texto surcado por voces y ruidos sino también como
el contraste de dos estéticas, en las que el otro representa, en el
texto, a una audición del lenguaje, tanto, que queda a merced
de los ruidos y todo aquello que procede de lo informe; en ese
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aspecto, resulta ajena al "impacto gutural" que ritma esa otra
lengua que va construyendo el autor a través de un trabajo de
la negación que ya no se opone a nada y que atraviesa inéditas
sufijaciones y prefijaciones de las palabras; hay, por lo demás,
un contraste entre la vaca parlante —acongojada ante el hipoté-
tico hijo, hijo de su lengua— y la "abuela" —girondiana— la
que —míticamente— funciona en los Espantapájaros como e-
nunciadora de una estética erotizada, que responde a microa-
contecimientos objeto de silencio para la crítica que se susten-
ta en los grandes temas, y —hoy— de las Grandes Palabras. La
abuela de los Espantapájaros, por el humor, el contraste de
sentidos —un tema cultural aparece para ser devuelto a una ina-
nidad de sentido a través de acumulaciones de objetos heteró-
clitos organizados como "familias disueltas"— invita a una
mutación del superyó cultural —ahí donde lo simbólico coin-
cide con lo social y aparece como mandato a cumplir en fun-
ción de Algo— y a entrar en unas líneas que llamaré de segmen-
tación. . . —invita, pues, a desfoliar la lengua mediante transmi-
graciones y metamorfosis, el paso intensivo y polívoco de un
cuerpo a otro—, " y o me lo paso transmigrando de un cuerpo a
otro, yo no me canso nunca de transmigrar". . . cualquier tan-
gente, cualquier geodésica bastan como punto de partida, corte
con el locus gregario, apertura de lo otro como diferencia no
sublimada en oposición de las viejas garantías, concentraciona-
rias, de lo Mismo, punto imago en donde ya no hay punto ni
imagen según la metamorfosis, lo cual, por cierto, no hemos de
confundir con quienes ven la "vida" en la literatura —confusión
que ha causado estragos— sino en los mapas verbales en donde
se desprenden esos devenires aberrojos, tubérculos, cobayos
hasta un desprendimiento del superyó, que ni siquiera existe
en la Masmédula —nunca, pocas veces se ha ido tan lejos de la
represión de la conciencia en la literatura argentina— o despla-
zar, en cada frase, al superyó monológico que quisiera —al
anudarse a la homología entre lo social y lo simbólico— hablar,
él, en una sola frontera.
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con la " m a n í a " , por el trazo, la manía consolidada del calco ... Foucault que sustenta a Magritte de un lado y a Klee del otro
son testimonio de una "enfermedad" —o de la salud, no impor- como dos claves en donde surge la pintura moderna —las que,
t a - de un sujeto atento a las desproporciones entre las cosas, o, por otra parte, han sido tomadas en sentido contrario o mera-
mejor, entre los signos —Cada doscientos cuarenta y siete hom- mente ideológico, restituyendo el espacio de representación
bres / trescientos doce curas doscientos noventa y tres solda- del que éste postula salir tal como puede leérselo— o esa doble
dos / pasa una mujer—, escribe en "Calle de las Sierpes", no- apoyatura de Girondo en Lothe y en Chagall —ambos, uno por
tando solamente con ese tratamiento del número— haciendo su innovación y otro por su retorno, mítico sin duda a la na-
un uso insólito de la enumeración, que casi siempre sugiere un turaleza para él parecen figurar esa llaneza, le permiten encon-
propósito didáctico acaso mucho más que con una mención trarla como sucede en Campo N u e s t r o - lo cierto, en primer
explicativa de la atmósfera de esa calle; en cada caso, su escri término, es que los mapas se descalcan unos a otros, proliferan,
bir libera, dispone, planos no perceptibles en los conjuntos urden pleonasmos de colores que traspasan los claroscuros de
completos —allí donde un sujeto pertenece a una colección y modo que entramos a paisajes donde " n o se sabe si es sueño o
solamente a una sola colección— y los altera —aquí la numera- si es solo recuerdo. ¡Es tan real el paisaje que parece f i n g i d o ! "
ción que ni siquiera basta para hacer o conjuntos de esos hom- en el que vuelve a escenificar la oposición —canónica— entre
bres que pasan, el contraste con una "particular máxima" "hay realidad y ficción, o, como puede leerse en otros textos, esa
al menos una mujer", "inexistencia" —como en la serie de los falsa disyunción a causa que predomina el sueño —el trabajo y
enteros— que es la clave quizá de tantísimo desfile— de modo los desplazamientos del sueño— sobre la " m e m o r i a " , no conce-
que excede la lógica de las clases— allí donde cada sujeto co- bida aquí como memoria ideológica, personal o histórica sino
rresponde a un predicado— por enumeraciones humorísticas como lugar de los signos memorativos —reproducción; hay,
que carecen de funcionalidad, más bien desconstruyen las fun- pues, en él un quebrantamiento de la concepción " c r a t í l i c a "
ciones, las percepciones, los modos de ver y de oir con los cua- del lenguaje que postula una concordancia " n a t u r a l " entre pa-
les, una determinada cultura, convencida de su razón de existir; labras y cosas, lo que se expresa con mayor cuantía en la li-
el humor de Girondo, como el de Macedonio Fernández, es mosna de verbo que se coagula la clausura simbólica. Si Witt-
"no consentido", y tanto que solo puede entristecer al orden, genstein ha podido escribir que " l o que toda imagen, de cual-
ya que su punto de partida entrecruza lo que nunca antes ha- quier forma que sea, debe tener en común con la realidad a fin
bía estado conectado y según una mezcla de series divergentes de que pueda representarla —correcta o falsamente— es la for-
heteróclitas en cuanto a los sentidos que vibran hasta esos seg- ma lógica, esto es, la forma de la "realidad", es necesario no-
mentos, parecidos que hacen pensar en los cabrilleos —discre- tar— en cuanto a la homología de las proposiciones que son
tos- de partículas cuánticas en esa " r i s a " que nace y germina idénticas a "hechos" —imágenes calcadas de los mismos— con
en la Masmédula: la lluvia de " n o e s " que es ajena ya tanto a la Susan Langer (Phylosophy of a New Key) que una proposición
negación simple como, a la negación complementaria de la gra- "es una imagen de una estructura, a saber, de un estado de co-
mática habitual y que se genera en rasgos pertinentes de cada sas", de la cual la forma lógica de la sintaxis poética - p o r lla-
segmento. Si Michel Foucault —al interrogarse sobre otras cal- marla así necesariamente difiere, con una exterioridad al modo
comanías— ha podido describir, al referirse a los parecidos y en que los lenguajes ordinarios construyen sus edificios; los
los modelos, diferenciando y oponiendo la pintura de Klee a la "estados de cosas", indisociables de las frases refieren —cuando
de Magritte —"Klee tejía, para poder disponer sus signos plás- la referencia deja de ser un enunciado declarativo, negación
cos, un nuevo espacio. Magritte deja reinar el viejo espacio de simple, denotación o afirmación, signo indicativo— a los esta-
la representación, pero solo en la superficie, pues ya no es más dos de unos cuerpos que abren vías de segmentación —dialec-
que una piedra lisa que porta figuras y palabras: debajo, no tizando el lenguaje ordinario, las palabras de la tribu— como la
hay nada", esta responde a que el último disocia la similitud extraterritorialidad que fulgura en los cruceros y transbordos por
- l a similitud estructural— de la semejanza que aparecían reu- las ciudades europeas, captadas en versiones insólitas —una mi-
nidas cuando la representación unía la semejanza y la afirma- rada ajena al turismo del ver y sacralizar, en las cuales los sími-
ción: "Me parece que Magritte ha disociado la similitud de la les también proliferan perdidos y "pedestres"— o porque no
semejanza y puesto en acción aquélla contra ésta. La semejan- hay una ciudad original, un Modelo de polis, acaso, ésta sea
za tiene un patrón: elemento original que ordena y jerarquiza Buenos Aires haciendo las veces de "aleph cero" "girondiano",
a partir de sí todas las copias cada vez más débiles que se pue- lugar insólito de las transmutaciones para lo europeo y lo hasta
den hacer de él. Parecerse, asemejarse, supone una diferencia entonces determinado como nativo.
primera que prescribe y clasifica. Lo similar se desarrolla en se-
ries que no poseen ni principio ni f i n , que uno puede recorrer
en un sentido o en otro, que no obedecen ninguna jerarquía, Las conexiones que plantea Girondo son multívocas e irre-
sino que se propagan de pequeñas diferencias en pequeñas dife- ductibles para una asociación contractual de una lectura funda-
rencias", Oliverio en sus hipotiposis descalcadas emerge sin da en el Signo, la unidad, imaginaria también, de la representa-
necesidad de ruptura con las figuras —la figura amoris— de la ción y la verosimilitud —el hecho que vengan juntos uno y otro
perspectiva renacentista, entrando y diferenciándose de él, a en la unidad de la referencia y la afirmación—; en el plano de la
nivel pictórico por su gusto de Lothe —el cual ha tratado de designación y la nominación, sus calcomanías y poemas esceni-
eludir tanto el Renacimiento cuanto lo que llamaba "el purga- fican signos que los lógicos han llamado "naturales" y en los
torio barroco", en alusión a la ideología católica— donde las cuales, en Girondo, responden no a una semejanza sino a lo
pequeñas diferencias, los microacontecimientos poéticos, des- que llamaremos, en otra lógica, los puntos imago —la imago
puntan, de pronto, en renovadas hipérboles en una deriva de que traspasa la forma lógica, la semejanza, para no representar-
ciudades en las cuales "las palmeras emergen de los techos / se- se sino a sí misma, desprendida de la instancia mimética— que
mejan arañas fabulosas / colgadas al cielo raso de la noche" en se puede bifurcar en los segmentos —oraciones, textos, relatos,
donde ese desprendimiento de lo similar tiene en él, en sus pri- partículas asignificantes— que siempre en él desplazan a la for-
meras obras, un gusto a celebración orgiástica que suspende la
ma lógica —sintáctica— que calca y reproduce los parecidos:
frase. Dejando de lado la controvertida exposición de Michel
hay una ruptura con el orden que los religa a los signos o a las
proposiciones de facto —en donde, naturalizadas, designación
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y hecho se confunden— y su reconocimiento: el cubismo de fluir el pulso al rojo cosmogozo / y sus vaciados rostros" / y
Girondo permite recordar con Gombrich - A r t and Illusion— el sin cauces / hasta morder la tierra / lo ignoto combo al ver del
tratamiento sinedóquico de la representación que hiciera el cu- ser lo esoso los impactos del pasmo de más cuerda" —sus ritmos
bismo —la curva de un violín o las bocas de las botellas de los encantalorios de varias y casi indiscernibles cesuras, donde la
cuadros de Picasso— los cuales denotan signos icónicos desde la "grama" —instrumento de agrimensura de los antiguos— deja
similitud y de tal forma que el símil "natural" permite la rever- paso a unas voces desfondadas que —podría decirse— hacen
sibilidad, el hacer las cosas tan reales que parecen fingidas; así, eco a ese lugar —irreductible a una topología de un Orden
por ejemplo, desde una figura —la figura Thiery por ejemplo—; —del sujeto— aunque sólo sea legible en sus postnotaciones —a-
por un lado, hay una irónica apelación, casi retórica, un llama- partamiento de contextos presupuestos y apertura de segmen-
do cratílico a la "representación" a la cual se toma "fingida- tos—, en un excursus de cuasirimas internas que germinan a rit-
mente" sin que haya de leerse ni como realidad ni como fic- mo de tambor, prefijaciones y sufijaciones atópicas, apelación
ción, de modo exterior a los contextos —para luego trastocarla al intensivo, la paranomasia y el apóstrofe, sobredeterminados
en una sucesión de "calcos" que no representan sino su propio por ese ritmo —como si lo vocálico no pudiera fricativizar ya lo
proceso de configuración, las operaciones de un "bicroleur" consonántico— que crea otras orejas. . . si Darío según Girondo
que en pintura tiene como objeto el uso yuxtapuesto de los co- entrega el castellano a las Musas, en una restauración de la
lores y que en Girondo, en su escritura privilegiada lo diafórico "música" mediante un viraje oxítono y la puesta al día, con
—la abrupta irrupción de lo desemejante, un perro, entre los pa- distinta suerte, de las viejas métricas —"Hasta Darío no existía
recidos—, los cambios bruscos de la litote en hipérbole; así, un un idioma tan rudo y maloliente como el español," escribe—
calco se descalca y se designa en una súbita terminación, un hay que notar que esta elaboración de esa lengua —sin "gene-
disruptivo apódosis: " Y o dudo que en esta ciudad de falso ral"— es artística un "acontecimiento puro, sin parangón ni re-
sensualismo, existan falos más llamativos, y de una erección ferencia, no sólo en las letras argentinas sino en la dimensión
más precipitada, que la de los badajos de la "campanilla de San del idioma", como señalara Enrique Molina —su prólogo de
Marcos. 1968— donde a la vez "paradójicamente retumba el eco rotun-
do y clásico del idioma", en un libro irrepetible: transmisión
En la Masmédula ya no hay "fantasmas" --ni litote ni hi- de unas excepciones morfológicas y otra fonética. Sin comien-
pérbole— si por ellos se entiende imágenes unívocas y cerradas zo ni fin, esos segmentos no hacen de la recta el camino más
en sí mismas en la identidad de la persona, sino una danza, "re- corto entre dos puntos sino que en continuo bifurcado genera
belión de vocablos" que desjerarquiza —todavía molesta esta sus líneas generatrices —disolviendo las posiciones téticas de la
obra— la construcción y manumisión de la imago como "buena "conciencia"— el principio de identidad y sus correlatos— el
forma" y su captatio identificatoria que se extingue en una superyó que anida, compulsivamente tales significantes a tales
danza de ritmos inéditos hasta entonces en el castellano, ondas significados, la naturaleza / cultura, la conciencia como doble
e impulsus de un "cosmogozo", que no puede resolverse por del inconsciente-, lo que más allá de la etiqueta de "irraciona-
las funciones proposicionales —ese cosmogozo remite a la in- lismo" produce una "disolución de la realidad" —entendida co-
conmensurabilidad, de un escrito que se genera por retroaccio- mo conjunto intercambiable de signos, correlativa a un sujeto
nes—, una multiplicidad atonal de relanzada baritonesis, la cual para el significado— para que, desfondando la lengua, hable un
multiplica las cesuras y explota al máximo —en segmentos con- goce que la "realidad" necesita reprimir para construir sus bi-
formados por miniaturas— las cualidades del acento en el caste- narismos —conciencia / inconsciente / realidad / ficción / na-
llano, en un proceso que va "Hasta morirla" en busca de una turaleza, cultura, individuo / sociedad, etc.—, apoyándose en
inencontrable médula donde hallamos —diría Caroll— las ani- subclases y conjuntos vacíos; una "subánima" escribe el "uno
maculae tras descenso: "cada vena del sueño del eco de la san- total cero plenicorrupto apenas con sentido" en un nuevo en-
gre / las somnilocuas noches del alto croar celeste que / nos cuentro entre animus y ánima como si una "inexistencia" fun-
animabisma el soliloquio vértigo / cuando adhiere sin costas al dara la rotación de los segmentos.
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v e r d a d que s i m u l a b a p e d i r G i r o n d o c o n l a p r e g u n t a estaba o p a c a d a des-
CESAR AIRA de a n t e s , p o r t o d a su puesta en escena, t a n larga y c o m p l i c a d a q u e p o r
m o m e n t o s parece e x c e d e r p o r t o d o s lados al l i b r o . La a n é c d o t a y el l i -
(fragmento)
la i m p o s i b i l i d a d de D i o s de p r e g u n t a r s e p o r sí m i s m o , o b i e n el S i g n i f i -
c a d o que se ha q u e d a d o sin S i g n i f i c a n t e : es lo m i s m o , y de t o d o s m o -
d o s carece de la m e n o r i m p o r t a n c i a . Las palabras se d e s p l a z a r o n , h u y e -
r o n , y no q u e d a más q u e el s e n t i d o . Se s u p o n e q u e eso es la a n g u s t i a , y
a veces u n o d e b e r í a angustiarse p o r e l l a , o s i m u l a r l o . La Masmédula es
la a n g u s t i a , a q u í las palabras h u y e r o n de las palabras y los s i g n i f i c a d o s
h a n q u e d a d o d e s n u d o s , m i r a n d o a los o j o s a n u e s t r o s s i g n i f i c a d o s , p o r
La h i s t o r i a en c u e s t i ó n es la s i g u i e n t e : O l i v e r i o y su esposa, m u y a f i - lo t a n t o i n n o m b r a b l e s . La a n g u s t i a se f o r m u l a d i c i e n d o si eso era b u e n o
cionados a las fiestas, d i e r o n u n a para q u e él se d e s p i d i e r a de sus a m i - y v a l í a la p e n a . ¿O no era b u e n o ni v a l í a la p e n a ? La a n g u s t i a en f o r m a
gos, ya m u y e n f e r m o . A la m a d r u g a d a , c u a n d o los i n v i t a d o s se m a r c h a - de d u d a , el b o t ó n en f o r m a de ojal; h a b l a n d o , balbuceando cuando no
ban, G i r o n d o los d e t e n í a en la p u e r t a y les p r e g u n t a b a , c o n f i d e n c i a l - d e b í a ; a p o s t a b a l a v i d a c o n t r a ese l i b r o .
mente y c o n el m a y o r i n t e r é s : ¿Qué tal es La Masmédula? Se s u p o n e
que quería la v e r d a d , la v e r d a d ú l t i m a y d e f i n i t i v a . C u a n d o t o d a s las pa- ¿Pero p o r qué hacer u n a a p u e s t a , en lugar de no hacerla? ¿Para t e -
labras m o r í a n . . . Al m i s m o t i e m p o , d e b í a de saber b i e n que p o n í a a los
ner a n g u s t i a ? ¡Qué v a ! T o d o s los s e n t i m i e n t o s m e t a f í s i c o s son hojaras-
interrogados en la p o s i c i ó n más i n c ó m o d a . La escena revela a un n a r r a -
c a , los b i l l e t e s c o n los q u e se paga la l i t e r a t u r a , y ya sabemos lo q u e vale
dor h á b i l , m u c h o más que el de I n t e r l u n i o , p o r q u e en los c u e n t o s (y es-
la p l a t a - a u n q u e G i r o n d o , es c i e r t o , d i s f r u t ó de la belle e p o q u e del d i -
te i n t e r c a m b i o era su p r o p i o c u e n t o a n t i c i p a d o ) lo que i m p o r t a es p o -
n e r o . La d u d a , la a n g u s t i a , la a g o n í a , son e l e m e n t o s r a d i c a l m e n t e ajenos
nerse en la b u e n a p o s i c i ó n sádica; p o r lo p r o n t o , crear u n a m u l t i p l i c i -
a la l i t e r a t u r a , q u e es u n a a c t i c i d a d h e d ó n i c a de o r i g e n e p i c ú r e o y a n t i -
dad: los i n v i t a d o s de G i r o n d o son c o m o las esposas de H a r ú n - a l - R a s h i d
p r o d u c t i v o . L a a n g u s t i a t i e n e lugar p o r u n a s u p e r p r o d u c c i ó n d e s e n t i d o
o las conquistas de D o n J u a n , lo ú n i c o que se les exige es que pasen de a
(el s e n t i d o d e s b o r d a las p a l a b r a s , el agua alusiva p u d r e t o d o ) , la a n g u s t i a
uno. Por s u p u e s t o , f a l t a b a u n o : e l que h u b i e r a p o d i d o decir l a v e r d a d
imposible. G i r o n d o s e las a r r e g l ó c o n los " c a d a u n o " q u e fue a p a r t a n d o , se sustenta en la p r o d u c c i ó n c o m o una sombra en un c u e r p o . La litera-
en lo más s o m b r í o del f i n a l de u n a fiesta s i n i e s t r a y o b v i a m e n t e a l c o h o - t u r a , m o d o de v i d a c o n t r a r i o a la p r o d u c c i ó n , se m u e v e en o t r a ó r b i t a .
lizada. Se h a b r í a n e c e s i t a d o m u c h o o d i o para d e c i r l e q u e el l i b r o era
" m a l o " , y en el país de los b u e n o s m o d a l e s , d o n d e las a n é c d o t a s se N o . L a a n g u s t i a a q u í e s p u r o papel p i n t a d o . D e l a a n g u s t i a d e d u c i -
ocultan c e l o s a m e n t e de los o í d o s del p ú b l i c o , la p o s i b i l i d a d es r e m o t a . m o s la a p u e s t a , y la f u n c i ó n de la a p u e s t a es crear el m i e d o , q u e es lo
Aunque e x i s t í a , para el q u e seguía o p r e c e d í a a o t r o i n t e r r o g a d o . Y ú n i c o que i m p o r t a y vuelve a t o d o lo demás c i r c u n s t a n c i a t e a t r a l , mas-
habrían p o d i d o serlo? Si el a u t o r en p e r s o n a no estaba s e g u r o , al f i n de c a r a d a . El m i e d o es i n m e n s o , es la c l a v e , el o r o q u e respalda t o d a s nues-
cuentas, ¿ q u i é n g a r a n t i z a b a que esos b a l b u c e o s , esos y o l l e o s y l u b i d u - tras p a n t o m i m a s , y b i e n p o d r í a decirse ( c o m o se ha d i c h o ) que es " l a
lias no f u e r a n el más g r a n d í s i m o d e s a t i n o de un e b r i o , un l a m e n t a b l e ú n i c a p a s i ó n " e n l a v i d a d e los e s c r i t o r e s . G r a n d e s f i n g i d o r e s d e t o d o l o
error d e c á l c u l o p o r e l que a h o r a d e b í a n d e c i r u n a m e n t i r i t a b l a n c a c o n d e m á s , p e r o no del m i e d o , q u e es t o d o f i c c i ó n , del d e r e c h o y del revés,
la que r e c o m p e n s a r t a n t a b u e n a h o s p i t a l i d a d festiva? ¿Y si, p o r el c o n - los artistas son s i e m p r e artistas del m i e d o , artistas a su s e r v i c i o , i n v e n t o -
trario, no era u n a m e n t i r a ? ¿Si ese c o n d e n a d o l i b r o r e s u l t a b a ser u n a res d e m i e d o p o r los c a m i n o s más t o r t u o s o s . E l arte t o m a c u e r p o gracias
obra maestra, i m p e r e c e d e r a ? ¡ C u á n t o más r i d i c u l a era e n t o n c e s su p o - al m i e d o , sin el cual es un p a s a t i e m p o . (Casi s i e m p r e es un p a s a t i e m p o . )
sición por no saber si m e n t í a n o d e c í a n la v e r d a d ! Ni s i q u i e r a la since- El m i e d o es la p i e d r a de t o q u e del arte g e n u i n o . Y t e m e , p r e c i s a m e n t e ,
ridad p o d í a salvarlos, la í n d o l e del j u e g o e x c e p t u a b a las i n t e n c i o n e s . p o r lo g e n u i n o de su ser. - C o n lo que a r r a s t r a al t e m e r o s o a un c a l l e j ó n
Quizás. . . no t e n í a t a n t a i m p o r t a n c i a , y lo ú n i c o que c o n t a b a era res- de r a z o n a m i e n t o s a n t i c u a d o s sobre el Ser y la V e r d a d , y el f e e d b a c k es
ponder a l g o , c u a l q u i e r c o s a , c o m o p a r a , p r e c i s a m e n t e , i n a u g u r a r una c o m p l e t o . . . u n o t i e n e la c e r t i d u m b r e de haberse v u e l t o i m b é c i l , la l i t e -
de esas series vanas, "sé que él sabe q u e yo sé. . ." u n a catálisis i n f i n i t a r a t u r a se disuelve c o m o h u m o en el a i r e . . . la c a t á s t r o f e se c o m p l e t a . . .
para postergar la m u e r t e . ¡nos a m p u t a n ! D e i n m e d i a t o : s o m o s u n o s v i e j e c i t o s n e c i o s , y nos m o -
rimos.
Pues b i e n , la a n é c d o t a es n u e s t r o t r a b a j o , ya v e r e m o s p o r q u é . Para
empezar, no d e b e m o s p r e g u n t a r n o s p o r el m o t i v o de la d u d a que h a b r í a
sentido G i r o n d o a ú l t i m o m o m e n t o , s i n o p o r su f u n c i ó n en el sistema-
Girondo. En e f e c t o , ¿por qué m o t i v o s un escritor p o d r í a dudar o no de
ARTURO CARRERA
la i n m o r t a l i d a d de su o b r a ? No hay más que m o t i v o s b a j a m e n t e n a r c i -
sísticos, en los que el n a r c i s i s m o no se ha i n c o r p o r a d o al d i s p o s i t i v o l i -
terario. Y G i r o n d o , p o d e m o s p a r t i r d e a h í , n o t e n í a m o t i v o s , n o d u d a b a
por gusto p s i c o l ó g i c o . Si h e m o s de p o n e r l e a la a n é c d o t a el t í t u l o de
oliveria potestad
"La duda f i n a l . . . " , t e n d r e m o s que hacer t a n t o d e l a " d u d a " c o m o del
epíteto e l e m e n t o s f l a g r a n t e s de u n a m á q u i n a . La f u n c i ó n de la d u d a fue
"hacer algo m á s " c o n la Masmédula, d a r l e un t o q u e e x t r a , quizás sugerir
un proceso i n t e r m i n a b l e de apuestas sucesivas. Por v o l á t i l que p u d i e r a
parecer, sobre t o d o e n u n país sin f i l o l o g í a , l a a n é c d o t a p o d í a c o l a b o r a r
en la acción i n f i n i t a de la p o e s í a : hacer u n a c o s a ; hacer algo m á s ; hacer
algo más. . . De m o d o que a h í e s t a b a , el v i e j o H a m l e t a g o n i z a n t e y su Las dos s o m o s malas m a d r e s : las 2 c o m o u n a i l u s i ó n
duda. G i r o n d o h a b í a c u l t i v a d o desde s i e m p r e la i m a g e n del a r t i s t a n o c - que en los pagos de G ü i r a l d e s se c o n d e n a : un e n a n o
turno —aunque más n o f u e r a p o r l a t r i v i a l r a z ó n d e q u e p r e f e r í a l a n o - d e c i r c o escribe c o n l a a t r a c c i ó n del p i e i z q u i e r d o
che al d í a . De a h í a " a r r o j a r s e d e s p i a d a d a m e n t e de la s o c i e d a d " no hay
y eso te r e p u g n a , p a p á : Eso cae del a s e r r í n a la ca-
más que un paso, un paso i m a g i n a r i o . Basta c o n i n v e n t a r un t r a b a j o q u e
b e c i t a que r o t a en el s o n a j e r o : N o r a se ríe y Olga
no aporte l u z . " E l h o m b r e es esta n o c h e , esta N a d a v a c í a q u e c o n t i e n e
s o n r i e n d o está: la c a r p a , la l o n a d o r a d a del c r á n e o
todo en su s i m p l i c i d a d i n d i v i s a . . . A q u í surgió b r u s c a m e n t e una cabeza
f o f o , e l t u f o a r l e q u i n a d o del o r í n e n q u e las l e n t e -
ensangrentada; a l l í o t r a a p a r i c i ó n b l a n c a ; y desaparecen no m e n o s b r u s -
juelas s a l t a n : y ellas b e l l í s i m a s te c o n f o r m a n y a-
camente. Es la n o c h e q u e se p e r c i b e si se m i r a a un h o m b r e a los o j o s ; se
p l a c a n c o n sus soleras de e s c o t a d o v e r a n o , c o n sus
sumergen e n t o n c e s sus m i r a d a s en u n a n o c h e q u e se vuelve h o r r i b l e : es
capelinas d e t a f e t á n : m i r a , m i r a , O l i v e r i o , c ó m o es-
la noche del m u n d o la q u e se nos p r e s e n t a e n t o n c e s . " (Hegel) La luz de
c r i b e el e n a n i t o c o n el i z q u i e r d o pie
47
m i c r o n e s q u e cegaban y los m a p a s c r i o f í l i c o s c o n sus
tetillas capitolias para el calco secreto. No tiene ma-
Sí
n o s ese e n a n o , p a p á . . . P a p á . E n t i . T ú . V o s . Y o d e b í
Dama ridícula
no a d e c u a r m e a t u s p o d o l o g í a s regias; ni tú a las
M a s m é d u l a , sí a m i g o : en la escollera G r u s c h e n k a se
m í a s . Por el p e s o , la g r a v e d a d i n ú t i l , la ligereza de es-
l a m e n t a b a así
tas o v í l i c a s s u p e r f i c i e s o s c u r a s . P o r e l a m o r . P o r l a l o -
c u r a . P o r e l h i m e n . Por e l t e a t r o . P o r l a i n s o p o r t a b l e
El hijo
f e l i c i d a d b i s e x u a l . E l clavel c i n e r a r i o d e los g n ó s t i c o s .
consuela al padre.
L o s n i ñ o s r o b u s t o s q u e a r a ñ á b a m o s e n t u salita d e
I n d i c a el r e c o r r i d o de su silabeo f ú n e b r e ,
t é . T e e s p e r a b a . E s p e r a b a t u d o r m i d a llegada e n e l
serpentina cinérea:
a n d é n , j u n t o a las g a l l i n a s . J u n t o a l c h i r r i d o m e t á l i c o
Aquí
d e las p i z a r r a s e n e l p a l a c i o del f e r r o c a r r i l . Esos a p l a u -
Aquí
sos y esas j u s t a s c a m p a n a d a s del j e f e era y o . Esa i n -
E n este n i c h o l l o r a r á s .
t e r m i t e n c i a en la l e j a n í a . Esa señal de g r i l l o e s t e n t ó -
r e o era y o . Esa f i e s t a d e é l i t r o s j u n t o a l h u e v o p o d r i -
A q u í la lluvia te robará
Ese c a m p o en q u e las letras d o y l a t i z a l e v e m e n t e a z u c a r a d a era y o .
P e n a n , p o r v o s , Papá
48
EMETERIO CERRO C o m o decía
egofluído
era e l é t e r vago que e n L e i p z i g g r a n d i o s o s u f u g a a l c o n t r a p u n t o d i o
49
Nos conocimos en Sevilla, en la primavera de 1919. V i n o invitado me. . . Nunca fui tan joven como en aquella tarde, jamás tan sevillana
por Eugenio Montes y Rivas Panedas. Querían que usted participara en c o m o en aquel día: por negarle a usted el espectáculo de mi r u b o r , me
una aventura nacida el año anterior. La aventura era la poesía, el espa- convertí en mantilla y peineta. Me recobré al t i e m p o que Juanito Bel-
cio de esa aventura se llamaba " G r e c i a " , ambiciosa revista donde la j u - m o n t e iniciaba el paseíllo. A q u í hay un paréntesis en nuestra relación,
ventud andaluza pretendía cambiar el m u n d o . . . La Primera Guerra es- lo siento. Seguí la faena excitada, olvidándome de usted. Vibraban al
taba demasiado cerca y las consecuencias más palpables eran un deseo unísono el tendido de sol y el tendido de sombra. Y en el ú l t i m o instan-
de cambio en todos los órdenes y la lección —mal aprendida— de evitar t e , en ese instante sublime en el que el vigor y la vulnerabilidad de un
otra guerra. El primero se c u m p l i ó , digamos en parte. De lo o t r o , ya ve tero de casta se encuentran frente a frente en una mancha de sangre,
usted. . . busqué sus ojos para compartir ese segundo apasionado y me encontré
con su. . . sarcasmo. Ni una miaja de arrebato. Usted miraba escéptica-
Pero yo quiero hablarle de su j u v e n t u d y de la m í a . De su llegada t u - mente porque no podía creer que eso " t a n real no fuera f i n g i d o " .
ve noticia a través de la hermana de Rafael Cansinos Assens. Nos hici-
mos amigas a causa de la revista. Mi hermano también colaboraba en Casi no escribía usted en aquella época. No llegó a publicar nada en
ella. Un día nos pidieron que fuéramos a los Almacenes " A l g a r í n " a ' G r e c i a " y mi hermano, y algunos contertulios más, comentaban que
ofrecerles un anuncio publicitario para poder sufragar en parte los gas- sabía usted sustraerse con elegancia del i n f l u j o del " U l t r a " sevillano. Es-
tos. Y allí f u i m o s . Estaba en la calle Lineros, 1. Don Manuel, el propie- taba más en la línea que venía del o t r o lado de los Pirineos.
t a r i o , se negó en r o t u n d o al p r i n c i p i o . " N o le pidáis peras al o l m o . NI a
mí t a m p o c o . " , fue la respuesta. Pero si usted llegó a conocer el carácter Partió usted de Sevilla una tibia mañana de invierno. Para mí comen-
andaluz, bien puede imaginar en qué t e r m i n ó esta escena: un chato de zó una espera que m u r i ó muchos años después en el patio de una vieja
buen Jerez, y ciento catorce recomendaciones sobre los detalles del a- casa del barrio de Santa Cruz. Tuvimos un desencuentro. 1924. Regresó
n u n c i o , redactado en la vecina tasca. Quedó así: "Almacenes Algarín usted a mi ciudad, pero yo estaba en el norte —San Sebastián— con mi
Hermanos. Lineros, 1. Cuellos, puños, camisas, corbatas, ligas, tirantes. familia. Entonces, no sólo por esto, sino por muchas otras cosas que no
Impermeables ingleses." Perdone usted que me extienda t a n t o en esto, interesan ahora, descubrí que la felicidad para mí estaba en el sur. ¿Re-
pero fue mi único aporte a la revista. . . cuerda aquella serie de artículos de Cansinos sobre el " S u r " ? "Para de-
fenderse de la aridez, yo e x p r i m o la esponja empapada en dulzuras de
Usted llegó antes de su llegada. Quiero decir, yo lo esperaba. Un po- mi corazón del sur."
co porque era mozuela, h o m b r e , y en mi casa había un balcón con ge-
ranios. O t r o poco por curiosidad sociológica. Los pocos argentinos que Ahora que tengo en mis manos su l i b r o , gracias a la gentileza de
entonces llegaban a Europa, venían con idéntico equipaje: un acento Francis, me pregunto si su " s u r " es igual al m í o . Si galopando por esa
arrobador, mucha prestancia varonil y un creimiento de sí que se con- "llanura casi m a r í t i m a " alguna vez evocó usted los rincones sevillanos
vertía en tema obligado de toda reunión social. que nos fueron comunes. Si alguna vez me evocó a m í .
¿Recuerda usted a su paisano José Revello de Torre? Publicó un No le entretengo más. Gracias por estos recuerdos. H u m o de los re-
artículo llamado " E l Cerro N e v a d o " , que era como llamaban a una cuerdos. Hogueras de los años mozos. Siento que voy envejeciendo: em-
montaña que tenía o t r o nombre de a l l í , de su tierra. Debajo de la f i r m a , piezo a paladear el sabor de la ceniza.
se declaraba " a r g e n t i n o " . Fue en el número del 20 de septiembre de
1919. Me acuerdo porque es el día de mi santo y mi hermano lo comen- (Fuente y transcripción de Zulema González)
tó a la hora de comer. Sonriéndose, claro está. Y había algunos más. . .
Déjeme hacer memoria. Sí, o t r o que se llamaba Jacques Edwards, o
algo así. Ahora que lo pienso me parece que era chileno. Pero es lo mis-
mo ¿no? Este más que de creído tenía fama de dandy. No era para me-
nos: había publicado una novela, en París, en 1913. Se llamaba " L a cu-
na de Esmeraldo".
Pero el más guapo de todos era usted. La primera vez que nos vimos
fue el 2 de mayo de 1919. Nos encontramos en la redacción de " G r e -
c i a " , calle del A m p a r o , 2 0 . De allí partimos al Salón de Actos del A t e -
neo Sevillano. Era la fiesta del " U l t r a " , primera velada organizada sobre
las nuevas tendencias poéticas. Nos miramos una vez mientras Pedro
Luis de Gálvez leía unas cuartillas. Dos veces mientras Pedro Gargias
recitaba poemas de Guillaume A p o l l i n a i r e , Cansinos Assens, Adriano
del Valle. Cuatro veces al tiempo que Miguel Martínez Romero leía la
'Canción del a u t o m ó v i l " de Marinetti y otras poesías. . . Cuando Pedro
Gargias cerró el acto con palabras dirigidas a Cansinos (al que si mal no
recuerdo llamaban el Condestable del " U l t r a " ) , yo ya no podía levantar
la mirada del suelo, mejor dicho de mis zapatos. Eran blancos y un po-
q u i t í n incómodos. Para utilizar términos de versificación, le diré que
nos quedamos entre estrofa y estrofa, en el espacio blanco de un poe-
ma, en el silencio. Dolorosamente para siempre, en el silencio.
50
UNA EDITORIAL ARGENTINA
AL SERVICIO DE
LA CULTURA IBEROAMERICANA.
4 R. Dario, <<El Porvenir>> (1885). Cito por la edici6n de Poesia (Caracas: Edi-
torial Ayacucho, 1977).
5 La noci6n de rol, y de rol social y textual, me parece fundamental para dis-
tinguir al autor de la figura del poeta que se construye en el poema. La noci6n,
acufiada en la sociologia y en la antropologia, se traduce al espafiol de igual ma-
nera (cfr. S. F. Nadel, Teoria de la estructura social, trad. de Manuel Sacristin;
Madrid: Guadarrama, 1966). En lo que respecta al concepto mismo de rol social,
cito a Nadel: <<La utilidad del mismo, expresada simplemente, se basa en el hecho
de que suministra un concepto intermedio entre el de 'sociedad' y el de 'indivi-
duo'. Nuestro concepto actda en el area estrat6gica en la cual el comportamiento
individual se convierte en conducta social...>> (p. 53). El poeta es, en la coheren-
cia de la estructura social que se establece a trav6s de los roles, uno entre muchos
(cfr. Nadel, p. 126). Rol textual es un concepto derivado del primero y nos remite
a la imagen del rol (figura del poeta, en este caso) que se construye en el texto
y para la cual s61o disponemos de las informaciones que el texto nos provee o nos
sugiere.
134 WALTER D. MIGNOLO
Es menos seguro que la experiencia del polo del objeto (por ejemplo,
adorar a una <sonambula con alma de Eloisa>>), que es la experiencia
manifiesta por el sujeto, se corresponda tambi6n con una real experiencia
autoral. La experiencia en este caso puede ser ficticia (o en todo caso
ambigua). Lo cierto es que el correlato autoral es mas difuso que en los
ejemplos del poema <A Ricardo Contreras>> y la apertura de Cantos de
vida y esperanza. Pero, claro esta, no debemos engajiarnos y pensar que
en estos iltimos ejemplos se trata abiertamente de un autobiografismo.
Escribir poesia implica asumir un c6digo y dirigirse a una audiencia.
Crear, en definitiva, no s61o una imagen o figura del poeta, sino tambidn
una imagen o figura de la audiencia. Sylvia Molloy sefiala muy bien este
aspecto de la poesia de Dario al decir que <<nohay habitualmente anec-
dota personal> en su poesia, puesto que el <<yo>>
que vemos en ella es un
EL POETA EN LA LIRICA DE VANGUARDIA 135
este aspecto, que afios antes habia sido clara y finamente percibido por
Ortega y Gasset en la poesia de Mallarme:
II
II.1. PROCEDIMIENTOS
No estaba.
Estoy seguro
No estaba
Me he perdido 9
Estos versos repiten y concentran los versos iniciales del poema y los
antes citados. Las dos silabas son <Delhi>. En los primeros versos del
poema, Delhi se sitta en un espacio (<<Quieta / en Mitad de la noche /
No a la deriva de los siglos / No tendida / Clavada (...) En el centro
de la incandescencia ). En estos versos, la ciudad ha perdido su propie-
dad de ente concreto para convertirse en s6lo <<dossilabas . <<Clavado>>,
que se refiere al poeta, se transforma en <Clavada>, que modifica a la
ciudad. <<En el centro de la incandescencia>>, a la vez, pasa a modificar
la situaci6n del poeta, y no ya como en los primeros versos a la ciudad.
Ello prepara los versos siguientes, que borran las lineas entre el <cuer-
po> del poeta que estuvo en la ciudad, desdibujando, al mismo tiempo,
la propiedad locativa del <<all y del <aquf , de la <<ciudad>y del <<bal-
c6n>>: la transformaci6n de los marcadores que en la lengua designan
el espacio se realiza por medio de la agramaticalidad: <<Nos6 adonde /
No se es donde>). La oraci6n agramatical resulta de una transformaci6n
sintactica que reemplaza el adverbio por el marcador de existencia (el
verbo ser). Un ser en iltima instancia que se sitia <<entre>el sujeto
140 WALTER D. MIGNOLO
TANTAN YO YOLLEO
Con mi yo En vos
y mil un yo y un yo tatacombo
con mi yo en mi soy yo
yo minimo (...) di
mi yo antropoco solo no me eyes
y mi yo tumbo a tumbo canto rodado tataconco
en sangre soy yo sin vos
(...) sin voz
yo tantan yo aqui yollando
pan yo con mi yo s6lo que yolla y yolla y
yolla
yo ralo entre mis subyollitos tan nimios mi-
cropsicuicos
yo voz miteo
11.1.3. Fusion del polo del sujeto y del polo del objeto
12 Cfr. J. Lacan,<<Of
dos tambien para el procedimiento analizado en el apartado siguiente.
Structure as an Inmixing of an Otherness Prerequisite to
Any Subject Whatever>, en Macksey, R., y Donato, E., editors, The Structuralist
Controversy (Baltimore: J. H. University Press, 1970), pp. 186-194; J, Kristeva, La
revolution du langage podtique (Paris: Du Seuil, 1974), especialmente pp. 17-21,
151-162, 315-336.
142 WALTER D. MIGNOLO
11.2. METATEXTO
" <<La creaci6n pura>>, en Obras completas (Chile: Editorial Andr6s Bello,
1976), tomo I, pp. 718-721. Es curioso que quienes se ocuparon de la teoria crea-
cionista no dieran demasiada importancia a este <<manifiesto . Antonio de Undu-
rraga se ocupa fundamentalmente del pr6logo a <Adin> y de la deuda a Emerson
(<<Teoria del creacionismo>, en Poesia y prosa de V. Huidobro, Madrid: Aguilar,
1957); C. Goi6 emplea el titulo en su capitulo VII, pero escamotea las referencias
a este manifiesto y se refiere al concepto de poesia expresado por J. Maritain
17 Mortiz, 1973. Las citas corresponden a las paginas 46-53. Sobre la <teoria
poetica de Paz, Tomas Segovia, <<Poetry
and Poetics in O. Paz>>, en The Per-
petual Present, edited by I. Ivask (Oklahoma: Norman, 1973), pp. 113-118.
10
146 WALTER D. MIGNOLO
III
18 Prefacio a la edici6n de Paris: <<Sa vie, son procks et ses propheties et rev-
lations (Henri Plon, 1871), pp. 19-20.
148 WALTER D. MIGNOLO
INTRODUCCIÓN
31
tencia del lector. Si en ninguna obra se puede pretender la comprensión
cabal y absoluta, menos aun en ésta.
Por último, antes de entrar de lleno en el análisis de la obra, vemos que
su tonalidad es de desengaño y amargura, inversamente proporcionales a
la avidez de experiencias manifiesta en los primeros libros. Es decir que la
angustia existencial de En la masmédula es el reverso de la exaltación vital de
la primera etapa de su obra.
32
sólo se lamenta, sino que es inquisitivo. El tópico del pronombre de prime-
ra persona se intercala con algunas paronimias, uno de los muchos recur-
sos que usa Girondo para renovar el lenguaje poético en esta obra: vg., vos/
voz, solo/sólo. Entre los yoes tenemos al insignificante "subyollito", al puro
"yo mero mínimo", al corrupto yo, "verme harto en todo", a los "muertos
y revivos yoes", todos ellos "yollando y yoyollando siempre". Por asociación
fónica, inmediatamente nos remitimos al llorar. El llanto es una recurrencia
séinica frecuente en Oliverio Girondo, podemos ver ejemplos anteriores en
el Poema 18 de Espantapájaros (Girondo, 1991, 190) y en "A pleno llanto"
de Persuasión de los días (Girondo, 1991, 354). La acción de llorar se
resemantiza en cada poema; puede ser purificación, manifestación de lo
auténtico y más oculto o clamor y dolor, como lo es en este caso.
En "Aridandantemente" (Girondo, 1991, 408) hay un yo perdido, en
literal fuga permanente de sí mismo. Concluye el poema y este yo nos dice:
"aridandantemente/ sin estar ya conmigo ni ser un otro otro". Se ha extra-
viado por completo. Un neologismo, recurso abundantísimo de En la
mas méduiaonstituye el título que une dos voces distintas y una termina-
ción de adverbio de modo. Se trata de una andar árido, esto es que no da
fruto, lo que aquí equivale a no encontrar. El poema está construido sobre
la repetición y transformación (le "Sigo": "sigo", "me sigo", "inc persigo",
"me recontrasigo". Esta acción se (la entre una serie de sustantivos que
transmiten la misma sensación (le lo viscoso, lo turbio ("beodo", "lo(lo",
"desfondes", "estero"), isotopía propia de En la masmédula ya que pretende
trabajar con aquel núcleo informe originario. Así, a través de lo pegajoso,
lo fluido, hace alusión a lo inconsciente, que no tiene una forma definida,
y a lo visceral.
"Destino" (Girondo, 1991, 444) es un poema en que el yo sufre la
fatalidad de un movimiento incesante, expresada, vg., en el polisíndeton
que se da como reiteración anafórica. Da la idea de un movimiento conti-
nuo, "sin aliento", como dice el mismo poema. La vida es un andar sin base
fija ni estable, tal como figura en otra composición, "Al gravitar rotando"
(Girondo, 1991, 405). Es un rociar que llega a ser destructivo, dice "rueda
que te roe hasta el encuentro", y ejerce ese efecto nefasto tanto sobre las
cosas que le salen al paso como sobre sí mismo. Los siguientes versos remi-
ten a las piernas del espantapájaros: "y aquí tampoco está/ y desde arriba
abajo y desde abajo arriba ávido asqueado/ por vivir entre huesos". Enrique
Molina (1991) interpreta tal fragmento del caligrama como expresión de
la verticalidad que sintetiza el recorrido de Oliverio, de la cima a la sima;
Jorge Scliwartz (1984) prefiere atribuir ese bajar y subir continuos al no
poder dar jamás con algo que 110 termine siendo insustancial. Tenemos
aquí, entonces, un yo condenado a la inquietud y a la dispersión.
33
En un poema (le título onomatopéyico, "Untan yo" (Girondo, 1991,
450), encontramos nuevamente al yo convertido en puro tópico. De modo
sucesivo, menciona a un yo insignificante, "abismillo"; a un yo complejo,
"dédalo"; luego, con un resto (le humor que aflora cada tanto en este libro,
al yo biológico descendiente del mono, "posyo del mico ancestro"; también
refiere a un yo inestable, "semirefluido en vilo"; a un yo que implica todo,
"panyo", y al mismo tiempo tiene sus panes disgregadas, sin cohesión, "yo
ralo". Es una primera persona identificada con un "gong sin son", absunlo,
lo que reenvía a la onomatopeya del título. El yo está evaporado: designa
a todos o a nadie.
34
"pezvelo en trance" (misterio, paso, iniciación), "pezgrifo [...1 en la míni-
ma plaza de la frente" (lo fantástico, prescindencia casi absoluta de la
lógica discursiva). lbdo esto sin olvidar al pez como forma de vida prime,.
ra, conectada con lo informe y originario. Para Girondo, la poesía se
emparenta indefectiblemente con lo intensoA y doloroso. Dice
"excoriaciones fiebre de noche que burntúa" y "al abrirs1 las venas"; piel
desollada y sangre vertida que dan una ;interioridad expuesta y no
gratuitamente. Desde allí surgen las "subvoces que brotan del intrafondo
eufónico" que "aola, aola, aola"; así nace y procede, sin tope, como un
movimiento de mareas que viene de lo más hondo.
Esto nos remite, inmediatamente, al objeto textual. El lenguaje de En
la triasmédula, esas "subvoces", se encuentra en estado pro-lógico. Sale de lo
que Julia Kristeva denomina la cora semiótica (Kristeva, 1974), espacio
donde se forma el lenguaje, sin tener todavía contacto (o -casi) con el
mundo referencia'. allí circulan libremente las pulsiones, especialmente
Eros y Tánatos, y las obsesiones básicas del autor. De este modo, los voca-
blos prácticamente no envían al mundo externo, significan a un nivel más
profundo y más amplio. Persuasión de las días tiene tina especie (le ejercitación
de este libre fluir o imponerse (le las palabras en "rebelión de vocablos"
(Girondo, 1991, 352).
Veamos cómo es este lenguaje de En la ~médula En primer lugar,
concentra, ya a través de neologismos, ya prescindiendo de nexos lógicos.
Al hacer esto último, las palabras se relacionan según correspondencias
fónicas y semánticas, de manera que, al romper las relaciones sintagmnáticas
se produce una simultaneización. Cada vocablo trae, al mismo tiempo,
diferentes asociaciones, recuerdos y sugerencias. Este relegar la sintaxis nos
lleva inmediatamente al núcleo informe originario del poema, poesía sur-
gida en un espacio pre-lógico que se dirige a ese mismo espacio en el lector,
quien, de este modo, asiste al proceso de formación dd poema.
Para Enrique Molina esta clase de poemas tiene los efectos cada vez más
vastos que genera una piedra al caer en el agua. Acorde con este símil, es
un lenguaje que se expande. Asimismo, para ampliar el campo de rvsonan-
celas, extiende el alcance de sus significantes. El sonido cobra inusitada
importancia; no es casual que Girondo haya hecho una grabación de En la
masmédula. En cuanto al dibujo, que en este libro se agrega como un
significante más, tiene antecedentes en sus ol)ra.s previas. En Veinte poemas
para ser kídos en el tranvía hay ilustraciones hechas por él mismo para refor-
zar el código poético. En Espantapájaros el caligrama afirma e inmediatiza
el poema. En Persuasión.. ya hace libre uso del espacio (le la pagina, lo que
luego se da en En la masmédula. Es un dibujo pero sin referente externo,
35
como en la pintura abstracta: si ésta pone el acento en lo puramente plás-
tico, aquí está puesto en lo puramente lingüístico. Esta peculiar disposición
deja espacios en blanco que introducen el silencio como un significante
más. El mejor ejemplo de poema dibujado en En la masmédula es "Plexilio"
(Girondo, 1991, 440). En un golpe de vista percibimos vocablos que flotan en
un espacio que no tiene sustento, y, justamente, es el poema de la fuga por
antonomasia. Hay una recurrencia sémica de lo inconsistente perceptible,
en realidad, a lo largo de todo el libro: "Ego fluido", "éter vago", "ergo nada",
"plespacio prófugo", "sin nexo anexo al éxodo", "nubífago", y termina "ido".
Es un lenguaje en descomposición. La metamorfosis, la transgresión y
la transformación que Carignano (1986) señala como programáticas den-
tro de la poética de Oliverio Girondo pasan del referente al instrumento y
lo carnavalizan. En primer lugar, una característica de la carnavalización,
según Bajtin, es violar todo lo establecido, y en En la masmédula hay una
violación del código lingüístico mismo, el poeta le quita su apariencia ha-
bitual. En segundo término, las palabras yuxtapuestas, mezcladas, forman
un tejido que comunica más allá de lo semántico, produciendo una
carnavalización metalingúística (Martínez Cuitiño, 1988, 1, 175).
Girondo quiere volver a un lenguaje virgen, deseo que más tarde com-
partirá Cortázar y que, salvando las diferencias, tiene una realización para-
lela en el gíglico de Rayuela2. En "Tantan yo", con un dejo burlón, se
autodenomina "poetudo yo tan buzo" y perseguidor de "voces niñas cálidas
de tersos tensos hímenes". En esta ocasión, el campo semántico de lo eró-
tico le sirve para aludir a la pureza primera. "Cansancio" (Girondo, 1991,
459), poema que agregó en la versión grabada, manifiesta enfáticamente el
rechazo del diccionario y la gramática. Está cansado de
[...] los intimísimos remimos y recaricias de la lengua
y de sus regastados páramos vocablos y reconjugaciones y recópulas
y sus remuertas reglas y necrópolis de reputrefactas palabras
(Girondo, 1991, 460).
36
inicial, dedo índice que señala las cosas por primera vez. Así en En la
masmédula el lenguaje no es referencial con anterioridad sino que crea
referencias. En cierto modo, a esto alude Aldo Pellegrini (Molina, 1984)
cuando declara que en Girondo existe una relación entre palabra y magia
en tanto que se pretende acortar la distancia entre significado y significante.
Dijimos que En la ~médula está en contacto con un espacio pre-lógi-
co; este es mostrado, por así decirlo, en el poema que abre el libro: "La
mezcla". No se puede hacer una transposición exacta (precisamente, es lo
que no quiere Girondo), pero sí es innegable que es figura de la materia
viva y bullente a que se une el lenguaje en este libro. Da una acumulación
de elementos que elide el verbo principal. La sintaxis carece de puntua-
ción, fenómeno que se mantendrá en toda la obra, es flexible y autónoma,
pero sin abandonar totalmente el sistema. Cada poesía está construida no
de acuerdo con una lógica sintáctica, sino a partir de un impulso rítmico
que lo vuelve dinámico. Este primer movimiento musical no es caprichoso,
nada es casual en esta poesías. El poema enumera una larga y diversa serie
de elementos para concluir que no tratará acerca de ninguno de ellos por
separado sino de "[m] la viva mezcla/ la total mezcla plena/ la pura impura
mezcla", y más adelante dirá "el almamasa". Hacia el final del poema apa-
rece este isovocalismo en "a", de cromatismo claro, raro en En la masmédula,
y que puede atribuirse a que está afirmando y confirmando lo vital, move-
dizo y múltiple.
CONCLUSIÓN
3 En Membretes (Girondo, 1991, p.146) dice: "Un libro debe construirse como un
reloj, y venderse como un salchichón". Además se hicieron cuatro ediciones en vida del
poeta (1954, 1956, 1962, 1963), en cada una de las cuales introdujo correcciones conside-
rables. Todo esto denota un ideal de precisión y una gran conciencia formal.
37
Nocturno Oliverio.
El nocturno como clave de lectura de En la
masmédula [1]
Ma. Amelia Arancet Ruda
Resumen: En el presente trabajo se infieren los rasgos del nocturno como género
lírico, sobre todo a partir de algunas realizaciones del Modernismo hispanoamericano.
Después de obtener seis rasgos generales, pasamos a analizar cinco de los poemas
de En la masmédula (1956) de Oliverio Girondo (1890-1967) para ver que pueden ser
considerados como nocturnos. Yendo un poco más allá todavía, encontramos que el
“nocturno” como género poético actúa a modo de matriz generadora de En la
masmédula en general y que, en su aspecto relativo al desdibujarse del yo, está
presente desde el inicio de su producción poética, en 1922.
Palabras clave: Oliverio Girondo, nocturno, Modernismo hispanoamericano
Darío Girondo
Los que auscultasteis el Frescor de los vidrios al
corazón de la noche, apoyar la frente en
los que por el insomnio la ventana. Luces
tenaz habéis oído trasnochadas que al apagarse
el cerrar de una puerta, el nos dejan todavía más solos.
resonar de un coche Telaraña que los
lejano, un eco vago, un alambres tejen sobre las
ligero rüido... azoteas. Trote hueco
de los jamelgos que pasan y
En los instantes del silencio nos emocionan sin razón.
misterioso, ¿A qué nos hace acordar el
cuando surgen de su prisión aullido de los gatos
los olvidados, en celo, y cuál será la
en la hora de los muertos, en intención de los papeles que
la hora del reposo, se arrastran en los patios
sabréis leer estos versos de vacíos? […]. (Girondo 1968:
amargor impregnados... 59)
[…]. (Darío 1967b: 45)
¿Por qué hay nocturnos en Girondo? Schwartz ya ha respondido a esta pregunta al sostener
que pueden deberse a un remanente de la práctica poética inmediatamente anterior, en Oliverio
mayormente ahogada por el vanguardista. Dice: “paralelamente al proceso de producción de
vanguardia en Girondo, discursos románticos y realistas absolutamente anquilosados conviven a
lo largo de su obra” (Schwartz 1991: 419). Sin embargo, y sin negar esta pervivencia,
agregamos dos observaciones. No hay vanguardia sin retaguardia, de manera que es natural que
en algún momento brote la segunda en medio de la primera. Casi una obviedad, que preferimos
no obviar. Por otra parte, nuestra hipótesis central es que el nocturno como género lírico actúa a
modo de matriz básica, acorde con una de las actitudes más extendidas de los sujetos poéticos
en la obra de Oliverio Girondo: la de ahondar inquisitivamente en sí mismo, mucho más allá de
lo visible (en versos rubendarianos: “ser la auto-pieza de disección espiritual, ¡el auto-
Hamlet!”), más allá incluso, de lo medianamente soportable. Es decir que se trata de un yo
poético que, en sus diversas variantes, siempre es mirada operativa, y es penetrante y valiente.
Acotamos aun más nuestras hipótesis: el nocturno en tanto género lírico reaparece en
Girondo, en alguna ocasión con marcas del movimiento anterior, pero en general depurado. Este
poeta crea un antidiscurso, en tanto asume un esquema discursivo previamente existente, en este
caso un género lírico tradicional, para modificarlo, para trasgredirlo (Stierle 1999). Y esta
presencia variada cumple con una doble funcionalidad: 1// completa la expresión del yo lírico en
crisis y, 2// puede entenderse como una clave de lectura de EMM.
Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de älas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
a mi lado lentamente, contra mí ceñida toda,
muda y pálida,
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
por la senda florecida que atraviesa la llanura
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectadas,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban,
y eran una,
y eran una,
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
[…] [3]
(Silva 1990: 26)
Uno de los rasgos más destacados es la presencia expansiva, incluso frecuentemente masiva,
de la noche: todo cuanto no sea ella desaparece, ya sea porque queda subsumido (diría Darío:
“Dilüir mi tristeza/ en un vino de noche”), o bien porque se fusiona voluntariamente con la
noche, como ocurre en uno de los nocturnos no reunidos en libro de Oliverio:
[…]
la conciencia espantable de nuestro humano cieno
y el horror de sentirse pasajero, el horror
de ir a tientas, en intermitentes espantos,
hacia lo inevitable desconocido, y la
pesadilla brutal de este dormir de llantos
¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará!
(Darío 1967b: 27/28)
Por otra parte, el género nocturno suele asociarse con el íntimo erotismo, que en EMM ocupa
tanto espacio. Dentro del ámbito modernista dos buenos ejemplos de erotismo nocturnal son Los
crepúsculos del jardín, de Leopoldo Lugones (1980), y Las lunas de oro, de Julio Herrera y
Reissig (1924). Estos dos libros, usualmente asociados, comparten ese espíritu crepuscular,
aunque más conectado, en apariencia, con lo banal:
En el género nocturno la noche es, además, la ocasión del extrañamiento, del desacomodo del
yo. Lo vemos cuando en el nocturno 1 de los nueve de Persuasión de los días (1942) se afirma
“No soy yo quien escucha”, “No soy yo quien se pasa la lengua por los labios,”, “No soy yo
quien espera,” y “No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.” (Girondo 1968: 295) O
cuando en el segundo de ellos el sujeto ve cómo su mano va cobrando autonomía, es decir que
su propio cuerpo le resulta raro, como ajeno:
Debajo de la almohada
una mano,
mi mano,
[…],
se agranda
inexorablemente,
para emerger,
de pronto,
en la más alta noche
[…]
A través de mis párpados
yo contemplo sus dedos
[…]
sin explicarme cómo esa mano
es mi mano
[…]
(Girondo 1968: 297/298)
[…]
Y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
¡y el sueño que es mi vida desde que yo nací… !
En los nocturnos hay un yo que vela, a veces sin causa conocida y, tantas otras, por declarado
“insomnio tenaz”. Aquellas personas a que alude el vate nicaragüense, “Los que auscultasteis el
corazón de la noche,/ los que por el insomnio tenaz habéis oído/ el cerrar de una puerta, el
resonar de un coche”, tienen una encarnación despreciativa, por ejemplo, en el protagonista
de Interlunio (1937). En este relato la función lírica, esto es: lo que origina el discurso, es la
percepción alterada por exacerbada como consecuencia de no lograr conciliar el sueño. En él, el
sujeto del enunciado padece de insomnio y a la vez, paradójicamente, se refugia en él, ya que
dormirse implicaría enfrentar el mundo onírico con su carga de verdad absoluta, y tal
enfrentamiento requeriría aun de mayor coraje, virtud de la que carece [4].
Por otra parte, el nocturno encauza una poesía netamente emocional. Esta inclinación resulta
propia de su naturaleza, debido a que el yo se vierte hacia el interior. Puede partir de la
exterocepción, como hemos visto cuando lo registrado son algunos ruidos remanentes en la
ciudad o en la casa (Darío refirió: “el cerrar de una puerta, el cerrar de un coche/ lejano, un eco
vago, un ligero rüido…”); pero, luego, pasa por la propiocepción, cuando se detiene en su
propio cuerpo (dice Darío: “Oigo el zumbido de mi sangre,/ dentro de mi cráneo pasa una suave
tormenta”), que siente como suyo y, a la vez, no. Finalmente, el sujeto llega a la interocepción,
donde, si bien hay lugar para cierta actividad reflexiva y racional, más bien se abre paso a lo que
está debajo, al mundo pulsional que, para manifestarse, suele revestir formas emocionales. Esta
textualización de emociones se da espontáneamente en el Romanticismo y más o menos
artificiosamente en el Modernismo. En Girondo, en particular en EMM, la gama emotiva
convocada es amplia, pero siempre intensa.
6// el nocturno tiene una musicalidad marcada, acendrada, buscada [5]; este
acento en lo musical vuelve a conectarse con lo pulsional. [6]
En “Noche tótem” la noche a que accede el sujeto es un “tótem”, esto es una representación
de la identidad más profunda y, a la vez, de lo prohibido. Asimismo actúa como nexo o puente
entre dos dimensiones, tal como lo señala una de sus aposiciones, “la in extremis médium”. En
tres ocasiones se repite la estructura de un verbo ‘ser’ en 1° del plural (“son”), seguido por una
larga cadena de sintagmas que ocupan el lugar de predicativo subjetivo y cerrada por una
subordinada introducida por ‘que’:
Luego la percepción es la de una noche que trae sombras, formas adivinadas como detrás de
un vidrio esmerilado (“tras esmeriles párpados”). En este caso, lo que conduce más adentro del
campo de lo terrorífico es que no sabemos de qué lado del supuesto vidrio está el objeto y de
qué lado el sujeto (v. 8), el cual puede entenderse como el “refluido herido interrogante”, pero
que, sin embargo inmediatamente es identificado sintácticamente -“es”- con la noche, de manera
que en este punto noche y sujeto son uno. Por esa fusión quien percibe ya no tiene defensa
posible, aquí frente a unas presencias ajenas: “trasfondos otros”, “mitoformas otras”, “aliardidas
presencias semimorfas”, “sotopausas sosoplos”, “grislumbres otras”, que se conjugan con la
“presencia espectral” del nocturno de Enrique Larreta.
En cuanto a lo que ingresa por vía del oído, son “cribadas voces” que, nuevamente, parecen
venir del interior del cuerpo mismo (vv. 12-13). Y ahora sí, esa noche identificada con el cuerpo
es, “puede ser” (v. 16), la muerte, “la incorpórea ubicua” (v. 15).
“Alta noche” es otra noche de “insomnio tenaz” que se siente interminable, sentido señalado
formalmente por la estructura circular, o más bien del todo abierta, que permitiría comenzar a
leer desde cualquier verso. Circularidad por la cual la queja o el desquejarse del verso
supuestamente de cierre no hace más que recomenzar:
1 De vértices quemados
de subsueños de cauces de preausencia de huracanados rostros que trasmigran
de complejos de niebla de gris sangre
de soterráneas ráfagas de ratas de trasfiebre invadida
5 con su animal doliente cabellera de líbido
su satélite angora
y sus ramos de sombras y su aliento que entrecorre las algas del pulso de lo
inmóvil
desde otra arena oscura y otro ahora en los huesos
mientras las piedras comen su moho de anestesia y los dedos se apagan y arrojan
su ceniza
10 desde otra orilla prófuga y otras costas refluye a otro silencio
a otras huecas arterias
a otra grisura
refluye
14 y se desqueja
(Girondo 1968: 425)
El título del poema indica no sólo el momento, sino que parece ser el sujeto gramatical
mismo del poema, identificado, una vez más, con el sujeto poético.
// vv. 1-4:
De vértices quemados
de subsueños de cauces de preausencia de huracanados rostros que trasmigran
de complejos de niebla de gris sangre
de soterráneas ráfagas de trasfiebre invadida
[…]
// vv. 5-7:
“Con su animal doliente cabellera de líbido/ su satélite angora/ y sus ramos de sombras y su
aliento que entrecorre las algas del pulso de lo inmóvil”. La fascinación y el embeleso frente a la
tremenda belleza recuerda por su hermosura “Ese fúnebre tallo que desprende/ la noche y que
florece en inclinadas fulguraciones. Esas desplegadas tinieblas de un abismo que se enciende”,
de Larreta.
En esta noche el yo, sin dejar de estar solitario, parece llegar a otros: “desde otra orilla
prófuga y otras costas refluye a otro silencio/ a otras huecas arterias/ a otra grisura” (vv. 10-12).
Se asocia con Rubén Darío cuando en sus versos declara: “Todo esto viene en medio del
silencio profundo/ en que la noche envuelve la terrena ilusión,/ y siento como un eco del
corazón del mundo/ que penetra y conmueve mi propio corazón”. Pero en Oliverio Girondo no
se trata tanto de un sentimiento de empatía universal, cuanto de un cierto borramiento del yo. No
desaparece la soledad, pero sí pierde consistencia el propio continente. El ego no es más que
densidad nocturna doliente y atemorizada. Cuanto viene, viene desde sí mismo, que ya es otro o,
más bien, pedazos: “huesos”, “dedos”, “silencio”, “arterias” y “grisura” (¿tristura?) son las
partes que configuran lo que resta del propio yo en medio de la experiencia nocturna.
“Gristenia” (Girondo 1968: 429), como tantos de los sememas creados por Oliverio Girondo
en EMM, es un compuesto lexical plurivalente por lo menos en dos sentidos: 1// ‘gris’ + ‘tenia’
> ‘lombriz solitaria’; 2// ‘gris’, con su connotación de falta de vitalidad, está suplantando la a-
de ‘astenia’ > ‘decaimiento de fuerzas caracterizado por apatía, debilidad física y falta de
iniciativa’ (RAE). Cualquiera de estos dos sentidos resulta pertinente. En el primero, la taenia es
metonimia de la ocupación que va debilitando el cuerpo, más aun: es símbolo de cualquier
enfermedad que se torna una presencia invasora en la propia corporeidad, lo va usando, va
alimentándose de él y, así, va destruyéndolo. Este acento en la abyección ya estaba largamente
desplegado en Persuasión de los días (1942). En el segundo sentido, “gristenia” refiere el estado
anímico subjetivo de un yo que, otra vez, padece de “insomnio tenaz” y cuya voz fusionada con
la noche ocupa todo el espacio: “Noctivozmusgo insomne” (v. 1). En verdad se trata de una voz
que se desdobla (“del yo más yo refluido […]” -v. 2) hasta la desintegración en la arena y en el
gotear (“[…] refluido a la gris ya desierta tan médano evidencia/ gorgogoteando noes que
plellagan el pienso” -vv. 2-3-). Es un yo interrogante, interrogado, roído por muchos otros “[…]
noctívagos yoes en rompiente […]” (v. 5), los que ya aparecían, por ejemplo, en la viñeta 8
de Espantapájaros (1932) [8], desde ya con un tono más humorístico que el de EMM. Es un
yo gastado y sin esperanzas ni ilusiones (“con su soñar rodado de hueco sino dado de dado ya
tan dado” -v. 6-); un yo cuyas propio e interocepción están marcadas por el diluirse, por el
desmoronarse (“y su yo solo oscuro de pozo lodo adentro y microcosmos tinto por la total
gristenia” -v. 7-).
En “Las puertas” ocupa el primer plano este objeto, ‘puerta’, que ya figura en varios de los
nocturnos leídos anteriormente. Determina una situación anímica y espacial del sujeto: frente a
ellas el yo, también insomne, está desde el primer verso “absorto” ante la manifestación de la
noche, la cual queda cifrada en las puertas del título y en su presencia en el texto a través de la
recurrencia del lexema ‘abierto’ con variantes morfológicas (en negrita). La muerte, asimismo,
está presente desde el principio, el segundo verso, pero más como posibilidad inmediata que
como lo desconocido, de allí el suspenso y el terror:
Ese “murmurio”, ese ‘ruido seguido y confuso’ (RAE) justo antes de la apertura del último
verso, apertura en proceso según indica el adverbio ‘mientras’, acentúa la carga macabra y
misteriosa. El yo está junto a la “fosanoche”, como si estuviera junto a la fosa de su propia
tumba; y allí y entonces experimenta la más íntima desasón (“[…] tantas muertesones de
inciensosón revuelo” -v. 4-), el mayor de los miedos y la máxima curiosidad, la de saber qué hay
del otro lado. En este nocturno la vida no es más que “costumbre de pulso” y “mero nimio
glóbulo”, y lo que verdaderamente acontece es la soledad abstraída del yo, cualquiera sea,
“mientras se abren las puertas”. Hay una espera acuciante, que puede emparejarse con en el final
del “Nocturno” del El canto errante: “Se ha cerrado una puerta…/ Ha pasado un transeúnte…/
Ha dado el reloj trece horas… ¡Si será Ella!”.
En “A mí” los tres versos iniciales pueden evocar los versos de Silva en cuanto a las raras y
escalofriantes sensaciones nocturnas: “Los más oscuros estremecimientos a mí/ entre las
extremidades de la noche/ los abandonos que crepitan”. En este poema las referencias al deseo
son más y directas; se refiere a “los espejismos del deseo/ lo enteramente terso en la penumbra/
las crecidas menores ya con luna”. Y luego el ensueño como sujeto de una subordinada
concesiva (v. 8), cuyo núcleo verbal es “ulule”, seguido de una larga serie de objetos directos
(vv. 9-13):
[…]
8 aunque el ensueño ulule entre mandíbulas transitorias
las teclas que nos tocan hasta el hueso del grito
10 los caminos perdidos que se encuentran
bajo el follaje del llanto de la tierra
12 la esperanza que espera los trámites del trance
por mucho que se apoye en las coyunturas de lo fortuito
[…]
(Girondo 1968: 454)
‘Ensueño’ tiene el significado de ‘ilusión’, ‘fantasía’, que aquí es destruida por las humanas
“[…] mandíbulas transitorias […]” (v. 8). Asimismo, podríamos remontarnos a su etimología
latina, < ‘insomnium’, asociación también acertada para el caso del nocturno. Ambas
posibilidades son adecuadas. Noche y deseo, entonces, aparecen unidos más que nunca, pero, a
diferencia de otros nocturnos, es un deseo rotundo de vida, tal como enuncia el último verso, “a
mí a mí la plena íntegra bella a mí hórrida vida”, que en otro tono evoca el final de la viñeta 19
de Espantapájaros (1932): “«¡Viva el esperma… aunque yo perezca!»” (Girondo 1968: 192).
Aparte de esta suma de características que van delineando el perfil de nocturno que
tiene EMM, quizás el rasgo decisivo para afirmar que tal es su espíritu sea el desvanecerse del
sujeto como ego definido. Este aspecto ya aparecía en los nocturnos anteriores de Oliverio
Girondo. Aquí se halla instalado a lo largo de todo el libro. Este desvanecimiento se relaciona
con la subjetividad lírica a partir del S XX, según estudia Walter Mignolo (1982), y con el
borramiento o la huida del yo tan analizada respecto de EMM (vg, Arancet Ruda 1995). Sin
negar que este resquebrajamiento del ego simbólico es consecuencia de la concepción del yo
desde la Modernidad, agregamos que, dados los otros elementos enumerados y analizados más
detenidamente en algunos poemas, además la disgregación subjetiva responde a que hay un
género que funciona como matriz generadora de la textualidad: el nocturno.
[…]
Por tan mínima araña suspendida también de lo invisible
en el ínfimo tiempo del porqué dónde y cuándo
con traslúcidos móviles grisgrices de centellear de párpado
y constancia de péndulo
tan solitariamente acompañado
y amigo de la noche
[…]
(Girondo 1968: 437)
La intuición o la percepción de lo temido es motor para recorrer una escala emocional que va
desde el leve escalofrío hasta el pavor paralizante: así lo vimos en “Las puertas”. La
incertidumbre ante el contacto con lo desconocido y, a veces, por el presentimiento de la muerte
son causa de angustia corrosiva, por ejemplo, en “Soplosorbos”: “Dónde un índice tótem/ una
amarra que alcance/ una verdad un gesto un camino sin muerte/ alguna cripta madre que incube
la esperanza” (Girondo 1968: 432). Citamos, salteado, el último de los nocturnos hallados, el de
1950, como ejemplo de este ánima en vilo por temor o por deseo entre las composiciones que
preceden a EMM:
Mientras releo:
este confuso cielo,
esos rostros de cal
y sombra viva,
ese duende rumor con paso de agua,
alguna muerte amiga,
y te pronuncio y te repito: lluvia,
[…]
una desierta voz
[…]
cruza la altiplanicie de los sueños
[…]
al repetirse y repetirte ll
la claustral costumbre
de aquel árbol sin alas,
al atónito andar de algún recuerdo
recién resucitado,
o la ansiedad abierta de estas manos,
en vez de decir: nada.
(Schwartz 2007: 65)
No podemos dejar de señalar el erotismo indicado antes como fundamental en EMM, porque
es uno de los aspectos conectados con el género nocturno. En el primer subtítulo aludimos a Los
crepúsculos del jardín, de Leopoldo Lugones, y a Las lunas de oro, de Julio Herrera y Reissig,
como antecedentes debido a su atmósfera de “erotismo nocturnal”, dijimos, aunque se
diferencian debido a su elaborado fetichismo. En EMM se trata de un erotismo que es clarísima
búsqueda desesperada de la unión con otro; un erotismo a veces tierno, como en “Mi lumía”
(Girondo 1968: 421) y en “Mito” (Girondo 1968: 456), dos de los ejemplos más conocidos;
otras veces más asociado con el peligro inminente, como en “Ella” (Girondo 1968: 457); en
alguna ocasión, más sensual, como en “Balaúa” (Girondo 1968: 443); y siempre conectado con
el humor, seña de identidad que Girondo nunca pierde, como en “Topatumba” (Girondo 1968:
446).
5. Recapitulación y conclusiones
El nocturno en Oliverio presenta a un yo solitario, descontento, angustiado. Si lo pensamos en
la totalidad de su obra, éste es el sujeto opuesto al que sale a la calle de día y la goza, la recorre,
se zambulle en ella, se burla de ella. En las realizaciones de este género lírico aparece,
indirectamente, el yo en conflicto con tal exterioridad, representada en el protagonismo de lo
urbano y del cosmopolita, sobre todo en Veinte poemas… (1922) y en Calcomanías (1925). Sin
embargo, no todo es tan antitético como aparenta serlo. La interpenetración de vocablos que
constituye uno de los mecanismos constructores de la discursividad de EMM es equivalente a la
interpenetración de objetos que caracteriza a Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922)
y a Calcomanías (1925). En este sentido, EMM (1956) ya está germinalmente presente en los
dos primeros libros. La disgregación y la ausencia de bordes precisos que experimenta el yo
poético de EMM ya acontece en los poemarios de 1922 y de 1925, pero en ellos esta labilidad
solo ocurre en mundo de los objetos. Hacia el final de la obra de Girondo el yo perceptor es casi
el mismo; lo que se modifica esencialmente es el foco, que se va desplazando de la
exterocepción hacia la propiocepción y, luego, a la interocepción, en una continuidad perceptiva
donde todo parece ser fenoménico, el yo incluido. El sujeto en sus distintas apariciones es
percepción, esto es: fenómeno que se revela ilusorio o, al menos, no definitivo.
Girondo no queda al margen de la crisis planteada a partir de la Modernidad entre la ciudad
como gran urbe y el yo en su intimidad (Masiello 1986). En efecto, creemos que el nocturno
como género, aparte de ser una manifestación con enorme carga romántica, comienza con la
Modernidad porque da cauce a la mutación del yo. El nocturno habilita en poesía el
cuestionamiento agudo del ego individual y su profundización. En la obra total de Girondo se ve
claramente este proceso a primera vista polarizado: en el principio fue el mundo ofrecido como
metrópoli; y en el final, el yo sumergido, recluido, perdido en el inicio de su propio lenguaje.
Por otra parte, en cuanto a nuestra segunda hipótesis, el nocturno en Girondo, además de
remanente de la tradición previa, adquiere forma de antidiscurso. Aparece, pero con variantes,
ya que no responde fielmente a la forma más extendida del género según se lo conocía en sus
realizaciones canónicas. Es decir que hay una trasgresión del esquema discursivo, un claro
alejamiento del uso convencional. Un esquema que, evidentemente, le resulta significativo, dada
su frecuentación por parte de nuestro autor a lo largo de toda su obra. A los quince nocturnos
contabilizados por Schwartz proponemos agregar, por los menos, cinco más: los cinco poemas
así considerados por nosotros en EMM. Hablemos, entonces, de veinte nocturnos en Oliverio
Girondo.
Desde esta nueva realización, además, el nocturno funciona como matriz o paragrama en
sentido generador (Kristeva 1968) en gran parte de EMM, operatividad que deducimos de la
actitud del sujeto poético, puntualizada en el primer apartado de este trabajo: la de la
reflexividad ensimismada, solitaria y agudamente indagatoria. Y, en relación con lo tradicional,
si bien EMM replantea la forma, no así el espíritu del nocturno, del que inferimos seis rasgos en
el segundo apartado del presente trabajo, los cuales Oliverio Girondo mantiene fervientemente.
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Notas:
[1] Este trabajo no es más que otra vuelta de tuerca, una nueva lectura motivada por el
siempre virgen Oliverio y su capacidad de engendrar novedad que no queremos dejar de
mencionar, porque se trata de una declaración personal que halagaría a nuestro autor,
quien pedía en s manifiesto del martinfierrismo entregar a cada nuevo amor una nueva
virginidad. Nada más y nada menos que por complacerlo hacemos hincapié en su
capacidad de seducción y en su don para conmover, siempre desde algún ángulo
distinto.
[3] El “Nocturno III” (Silva 1990: 26) sigue así: “[…]/ Esta noche/ solo; el alma/ llena de
las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,/ separado de ti misma por el tiempo, por
la tumba y la distancia,/ por el infinito negro/ donde nuestra voz no alcanza,/ mudo y
solo/ por la senda caminaba.../ Y se oían los ladridos de los perros a la luna,/ a la luna
pálida,/ y el chillido/ de las ranas.../ Sentí frío; era el frío que tenían en tu alcoba/ tus
mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,/ entre las blancuras níveas/ de las mortüorias
sábanas!/ Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte/ era el frío de la nada,/ y mi
sombra,/ por los rayos de la luna proyectada,/ iba sola,/ iba sola,/ ¡iba sola por la estepa
solitaria!/ Y tu sombra esbelta y ágil/ fina y lánguida,/ como en esa noche tibia de la
muerta primavera,/ como en esa noche llena de murmullos de perfumes y de músicas de
alas,/ se acercó y marchó con ella/ se acercó y marchó con ella.../ se acercó y marchó
con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!/ ¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con
las sombras de las almas.../ ¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de
negruras y de lágrimas!...
[10] A propósito de la intensidad podríamos leer “Menos”: “Menos rodante dado/ deliquio
sumo síquico que mana del gozondo/ sed viva/ encelo ebrio/ chupón/ chupalma ogro de
mil fauces que dragan/ pero ese sí más llaga/ por no decir llagón/ de rojo vivo cráter y
lava en ascua viva/ pocón/ sopoco íntegro/ menos en merma/ a pique/ sin hábitos de
corcho/ hacia el estar no estando” (Girondo 1968: 455).