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siglo.
Objetivos de Investigación (OI)
Damaris Landeros
damaris.landeros@hotmail.com
Un panorama general.
productores de bienes simbólicos y en los productos –creaciones literarias- que ellos han
generado, siendo su objetivo primordial analizar a los escritores y la escritura como materia
la prevalencia de los lectores en torno al Campo Literario (Bourdieu, 2011), en ellas se los
caracterizándolos como consumidores pasivos de bienes simbólicos, los que admiten una
aparecen voces que comienzan a estudiar el rol de los lectores y la lectura en la constitución
del campo literario, lo cierto es que ellas siguen siendo inferiores en número que las
Es por ello que esta investigación pretende subsanar, en parte, el vacío que la crítica
ha dejado en torno a la figura de los lectores, utilizando como objeto de análisis las prácticas
1 Este es el caso de Poblete (2003), Subercaseaux (2006), Osses (2007, 2011 7 2012), Soffia
(2006) y Romero (2011).
referencial de la autobiografía, en el que estas escritoras (se) construyen como lectoras,
estableciendo dentro de este ejercicio elementos que reflejan las tensiones en las que
productividad de este corpus, a su vez se comprende desde la lógica formal que ostentaron
las autobiografías en el periodo referido, pues en ellas el rol del autobiógrafo como narrador
de su propia experiencia lectora fue pieza clave para ejercer un rol performativo al momento
una estrategia frecuente del autobiógrafo hispanoamericano […] poner en relieve el acto
mismo de leer. Tratado como escena textual primitiva, puede colocarse en pie de igualdad
con destacados elementos […] que recurren en estos textos como autobiografemas
presencia de las escenas de lectura cumple una doble función, primero reconstruye esa
consumidora y como creadora, a la vez que permite a una autora legitimarse como “buena
interpretación de los sentidos de una cultura. Es así como la selección de este corpus
pretende delimitar las formas de lectura –apropiación de los dispositivos impresos- que
prácticas. Junto con lo anterior, al exhibirse como lectoras (consumidoras, más que
productoras), muchas veces buscaban un lugar de validación intelectual que les permitiera
desarrollarse en el ámbito de las letras, desde una posición menos conflictiva que la de una
“literata”. En este sentido, recordemos lo propuesto por Susan Gubar y Sandra M. Gilbert
exhibición(ismo).
Finalmente, otro de los puntos importantes en esta propuesta es el rol que ellas
pero que ha sido escasamente analizada, sobre todo comprendiendo la prevalencia que
tendrán las prácticas de lectura como espacio de consumo de los bienes simbólicos y de
productoras de bienes simbólicos (Chartier, R., 1994, 1997, 1998, 2000) con una cartografía
del campo literario en su proceso de autonomización (Bourdieu, 2011) para observar cómo
ejercen diferentes modos de apropiación de los textos. Es por eso que se busca reconstruir
cabo el ejercicio de otorgar sentidos a los bienes culturales. Es importante constatar que la
lectura funciona como una praxis vagabunda, errática, herética y subversiva, pero necesaria
Las modificaciones en las prácticas se conjugan con la constatación del cambio del
2
Específicamente, nos referimos a las primeras líneas del libro que marcan el grado de
atrevimiento que tendrían las escritoras al expresarse: “¿Es la pluma un pene metafórico?” (1998:
18)
de las prácticas y las modificaciones globales de ellas –de lo intensivo a lo extensivo-, darán
cuenta de lo complejo que es este objeto de análisis. Para desarrollar lo anterior nos
autobiografías (Molloy, 1996) y cómo en ellos muchas veces se textualizan los gustos y
En este sentido, la autobiografía va a ser en este momento material fértil para dar
cuenta por una parte, del estado del campo, y por otra, del real consumo de las obras que
texto Memorias de Iris (1899-1925) (2005) una serie de referentes textuales de diversa
índole –novelas, textos de teosofía, poesía, cartas, relatos históricos, revistas, diarios, etc.-
entre los que prevalecen las novelas. Esto da cuenta del gusto y de un modo de configurar
evocativo e irreflexivo). Junto con la delimitación de un corpus de novelas (entre las que se
encuentran autores como Loti, Dostoievsky, Tolstoy, D’Anunzzio, Luis Orrego Luco, Alberto
Blest Gana y otros), se establecen los efectos corporales que provoca la lectura en Iris,
de este nuevo campo- se presentarán en variados espacios de relación, siendo el más obvio
la escuela y la Universidad3.
(des)encuentros tan ricos como aquellos normados por la doxa académica. En esta tensión
los agentes (Oses, 2012) consumidores de bienes simbólicos (clubes de lectura, tertulias,
de consumo literario.
Finalmente, creemos relevante establecer el rol que pueden llegar a poseer las
referente de los procesos de ampliación de la esfera literaria, dado a que este terreno es
escasamente tratado por las historiografías y estudios que delimitan el campo, presentando
excepciones en las investigaciones de Poblete (2003), Oses (2007, 2012), Pas (2013) y
Batticuore (2005). A pesar del amplio valor de estos estudios, por razones variadas, ellos
se han remitido a entregar fragmentos de esta cartografía, sin articular las diversas prácticas
como lectoras desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. El objetivo
literarios desarrollados por este grupo de incumbentes, quienes han sido tradicionalmente
protocampo literario no está del todo ‘mejorado’ por la posición social que la mayoría de las
observar de qué modo estas mujeres (la mayoría sin formación) accedieron y ampliaron su
capital intelectual. Así, es posible establecer que muchas de estas mujeres tuvieron
familias con alto capital cultural5 hasta la vinculación con redes intelectuales diversas –
clubes, salones, redes, etc.- que les permitieron acceder al conocimiento, aunque sea a
La lectura, como práctica, tiende a ser una huidiza y en fuga, pues como señala
Roger Chartier: “la lectura, por definición, es rebelde y vagabunda. Son infinitas las astucias
que desarrollan los lectores para procurarse los libros prohibidos, para leer entre líneas,
para subvertir las lecciones impuestas” (2000: 20). En esas “astucias” son las que
pretendemos detenernos, pues no son sólo indicios de las tretas personales con las que se
puede haber una lectora en particular, pues ellas son las pistas que nos permiten establecer
Teresa Wilms Montt que la formación dentro de las paredes de la casa familiar permitió en
parte suplir una educación formal, la que les estaba vedada en su completa extensión6.
Vemos desde muy temprano en la historia de la familia chilena las diferencias entre la
5 Ejemplo de esto son Inés Echeverría Bello y Martina Barros quienes gracias su abuelo y a su tío
respectivamente, tuvieron un acceso a producciones que eran privativas incluso para las mujeres de
su estatus. Así Martina tuvo acceso, e incluso sirvió de secretaria, para algunas de las obras claves
que publicaría su tío Diego Barros Arana. Iris por su parte leería y escribiría parte de la
correspondencia que su abuelo mantendría con Blanco Cuartín.
6 Martina Barros sí recibió en su etapa inicial una educación formal, pero a pesar de ello, debió ella
ser parada al cumplir los 12 años de edad. A partir de esta edad, toda su formación intelectual
dependerá de estas instancias parainstitucionales, siendo las más importantes la influencia de su tío
Diego Barros Arana y, posteriormente, de su futuro esposo Augusto Orrego Luco.
educación en entre mujeres y hombres en la misma clase social, enfatizándose en aquellos
espacios de la elite, sobre todo por aquellos factores que se relacionaban con el decoro y
Tuve una infancia mimada, vida fácil, lujosa, abundancia de todo lo material. Clausura
monjil en las costumbres. Clichés, viejos discos usados en la conversación. Carencia
absoluta de intelectualidad. Religión primitiva, puro sentimiento sin luz espiritual, almas
adocenadas, mediocres, pero sanas, puras, nobles y abnegadas (2005: 15).
La educación en casa –ya hubiese sido realizada por institutrices y/o por los mismos
miembros del núcleo familiar- tiende a ser una práctica extendida en la elite, procurando a
la vez que se educa a las jovencitas, vigilar y castigar las posibles ‘desviaciones’ o
‘infecciones’ que podían contraer al recibir una educación lejos del seno familiar. Es la
Con una formación menguada -incluso para la elite-, descubrir de qué forma y a
sumamos otro factor, específicamente la gran importancia que tuvieron desde la segunda
mitad del siglo XIX la figura de la lectora en la literatura y el arte en general, esta
moderna, PENDIENTE
7 Recordemos el texto de Mercedes Marín del Solar “Plan de estudio para una niña”, manual
destinado a que las madres tuvieran una ‘metodología’ para enseñar a sus hijas dentro de la sanidad
lógica del seno familiar. El manual tiene una inclinación hacia textos que desarrollan la formación
moral de las jóvenes, siempre siguiendo los dogmas de la iglesia católica.
Junto con los espacios y modos de acceso, otro componente interesante de analizar
son las formas y sentidos de los consumos en aquel periodo. Si pensamos que la lectura
para los diversos grupos masculinos8 pretendía capitalizar –en un amplio sentido de la
palabra- el consumo intelectual en un momento en que las mujeres tenían una participación
menor en el mercado laboral, las finalidades de ese consumo estarán ligadas más al
pensar que ese carácter placentero, en general, tenía un sentido subversivo, pues más allá
que estas mujeres leyeran obras con sesgos patriarcales y de ‘baja calidad’, el trabajo
las reglas del romance familiar, ya implicaba prácticas que se rebelaban en contra de lo
establecido.
los juicios. No todas leían igual ni leían con la misma finalidad, las prácticas lectoras son
por naturaleza heterogéneas, por lo que es complejo pensar en recurrencias Ellas leían
para evadir, para construir(se) desde otras realidades. Ahora bien, sobre todo mujeres de
clases emergentes –caso paradigmático es el de Mistral- la lectura era por placer, pero
también estaba mediada por las necesidades laborales, articulando la lectura por placer de
una práctica más cercana a la ‘lectura masculina’. Es así como Mistral menciona en sus
memorias que leía por placer a Martí, pero también lo utilizaba para sus clases, retomando
8 Inclusos en los obreros, muchos impulsados por los postulados anarquistas, la lectura era un ‘arma’
para algo más que el placer. Era un modo de formación alejada de las regulaciones institucionales,
la que en la mayoría de las ocasiones tenía un fin de legitimarlos como sujetos activos políticamente,
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