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Investigación II / Camino al foco de investigación

Mario Alejandro Montemayor González / 9 de octubre de 2017

1. Títulos posibles:

-Identidad y conciencia: La mismidad en su camino de comunitarización

-Identidad y alteridad: Vivencia, lenguaje y memoria

-Identidad y culturas

- La fragua de la identidad y la historia: La memoria y las palabras

2. Aproximación al foco:

Lo que quiero conocer es la manera en que las comunidades humanas, a través de la relación constante
entre las personas que las conforman, están permanentemente heredando a los individuos una marca,
una impronta o modo de ser que deja huella a la personalidad de cada uno, lo cual coloquialmente
llamamos identidad. Y en el sentido inverso, también será necesario adentrarse en la antropología
humana que posibilita que el ser humano se adhiera y forme parte colectivos humanos. Es decir, que
una persona pertenezca a un grupo con el cual se vincula afectivamente.

El recorrido de esta reflexión filosófica describe la mismidad y la alteridad, el ser humano como
necesariamente un ser colectivo, de agrupación en el cual la vida transcurre en la relación constante
entre unos y otros. Principalmente en este camino me detendré en dos ejes que articulan la reflexión
sobre la identidad, a saber, la memoria y el lenguaje como elementos que posibilitan la construcción de
lo que llamamos historia.

Mi pregunta principal radica en la pretensión de responder qué es la identidad. Para adentrarme en


esta reflexión tomaré a Paul Ricoeur como autor base, quien me ayudará a seguir profundizando en el
foco. Él ha desarrollado una reflexión sobre la identidad narrativa de los sujetos, sobre la memoria y el
influjo del pasado sobre el presente.

3. Primeras reflexiones

3.1 ¿De qué hablamos cuando hablamos?

Lo que nos sucede deja una huella en nuestro interior, es decir nos afecta. La afección queda grabada
en nosotros como una marca que nos ayuda a recordar. Estas huellas o marcas interiores de lo que se
nos está haciendo presente a cada momento quedan registradas en nosotros y pueden volver a nuestra
mente gracias a la memoria. Intentamos volver a lo acontecido por imágenes que hemos seleccionado
y a las cuales podemos acceder de forma voluntaria, no obstante, no es posible registrar todas las
imágenes, sino que van quedando reminiscencias de lo pasado. Las experiencias una vez que son
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recordadas se tornan más difusas conforme el tiempo sigue avanzado, en ocasiones, podemos hasta
dudar si verdaderamente las cosas ocurrieron como nuestra memoria nos lo indica. Es así, que
comenzamos a dejar de tener fiabilidad a nuestro recuerdo.

Para apoyar a lo verosimilitud del recuerdo, lo afectado en algún momento, es necesario dejar huellas
exteriores de lo acontecido en el interior. Ricoeur 1 hablará de las marcas y es que necesita ser
“pintado”. Así, la grafía o la imagen exterior reproduce lo que en el interior ha acontecido. Empero, la
experiencia misma deja una afección o una impresión de realidad que no tiene palabras, sino que
simplemente, conmociona a la totalidad del sujeto. Posteriormente, los procesos de acomodo interno
permiten que las plurales y difusas conmociones de la interioridad adquieran claridad en la mente del
sujeto, entonces, la palabra se llena de contenido, la palabra surge como portadora de la voz de la
experiencia que el sujeto adhiere como la vivencia misma.

Es decir, los sucesos y las vivencias (en palabras de Schütz 2) son las que dejan la impronta en nuestros
adentros, pero solamente causa ruido, no tiene forma, pero está cargada de emociones en todas
direcciones. Una vez que la experiencia o vivencia toma una forma es posible colocarle una descripción
que la sensatez del entendimiento provee, y así, se puede decir que la palabra aparece en nuestros
movimientos afectivos. La afección pasa de ser una impresión de realidad pura o en bruto a tener una
forma definida y clara, que es una palabra o frase, etc. De este modo, la palabra dicha puede ser
impresa en los otros en el texto del discurso. Se puede narrar lo que ha acontecido.

3.2 Narraciones

Estamos narrándonos constantemente. Nos sentamos en la mesa y conversamos sobre las actividades
que realizamos cotidianamente, hablamos sobre lo que sucedió hace días o meses o años. Asistimos a
convivencias y relatamos situaciones que nos han conformado y nos preocupan. Contamos lo que se
nos aparece a nuestros sentidos. Cotidianamente las situaciones se nos presentan (es en la mente
donde se nos re-presentan). En nuestra actividad laboral tenemos actividades de transformación que
nos son explicadas por otras personas quienes han descrito cómo se hace y cómo debe de funcionar,
nosotros aprendemos a replicarlo. Por su parte, la escuela se encarga de contarnos el modo en que se
entiende la realidad, nuestro territorio, la forma de organizarnos, en pocas palabras, la educación
escolarizada nos proporciona los criterios adecuados y preferentes en que la vida debe ser vivida.

Asimismo, contamos a los demás aquello que hemos escuchado de los otros. Es decir, somos una red
de narraciones que escuchamos, atendemos y registramos datos, éstas vienen encapsuladas en relatos,
historietas, versiones breves y ampliadas de diálogos y conversaciones que se continúan una tras otra.
Somos seres conversadores. Desde que aprendemos a hablar, cuando somos apenas unos infantes,

1 Paul, Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, Trotta, Madrid, 2003, p. 71.


2 Alfred, Schütz, La construcción significativa del mundo social, Paidós, Barcelona, 1993, p. 134.

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continuamos hablando hasta el día en que morimos. Nuestras relatorías dan cuenta de lo que nosotros
nos dimos cuenta mientras las cosas acontecían.

Las narraciones incluyen personajes, acciones, episodios, tramas vitales y triviales que nos hacen reír y
pasar el tiempo juntos. Vamos registrando las cosas como fenómenos reales y verdaderos que
aparecen frente a nosotros, así son ante nuestra captación de realidad. Por otro lado, las cosas (los
fenómenos o situaciones) van sucediendo unas detrás de las otras, no dejan de acontecer y presentarse
frente a nosotros. Estos eventos y acontecimientos captan nuestra atención y son guardados en
nuestro interior; lo que, coloquialmente, conocemos como memoria. Ésta almacena las imágenes y los
sonidos, podemos reproducirlos y replicarlos hacia nuevos espacios de interacción. Es así, que nuestras
crónicas se nos presentan como concatenaciones de historias, de las cuales vamos dando testimonio de
lo sucedido.

3.3 Vivencias y discurso en sociedad

Hay múltiples vivencias (Erlebnis) que nos dejan atónitos, sorprendidos, alegres o tristes. Nuestro
estado de ánimo, energía y sensibilidad también es variable conforme va pasando el tiempo. Somos
fluctuantes en nuestro estado interior. Lo que sucede en el exterior altera nuestro estado presente, sin
embargo, en ocasiones, nuestra interioridad simplemente oscila y cambia de un modo a otro sin previo
aviso y sin razón aparente. Somos seres que oscilamos anímicamente en diferentes direcciones.

Sin embargo, la vivencia es constante e interminable, siempre hay comienzos y términos, uno detrás del
otro. Las vivencias ocurren y se nos presenten secuencialmente. A partir de ello, las vivencias son
narradas en frases articuladas y estructuradas por cada sujeto, aunque la forma de mirar y atender los
sucesos y los estilos narrativos estén condicionados por las comunidades que producen los discursos.
Es decir, son una serie organizada de discursos y estructuras argumentativas que fluyen en los sistemas
sociales. No solamente es la composición del idioma, sino que es el modo en que la ilación narrativa se
construye, se aprende y se hereda de generación en generación.

Así como decía Foucault en su lección inaugural en el Collège de France hay un orden del discurso. El
discurso se hereda y se innova con el paso del tiempo. Sin embargo, la producción discursiva depende
de nuestra retención y escucha. Así en cada momento retengo algo de lo que vivo y puedo acceder a
ello posteriormente, aunque no quedé la totalidad de la experiencia acaecida, sino que quedan
reminiscencias en mí de la experiencia.

Entonces, vivo experiencias que deposito en mi interior, por lo tanto, lo que recuerdo puede ser
narrado y expresado. A partir de ahí puedo también imaginar lo que sucederá, las posibilidades las
construyo desde la memoria y las narraciones en sus múltiples presentaciones (orales, escritas,
audiovisuales, etc.). La memoria permite reconstruir la historia de lo que ha venido pasándome,
historia entendida en su espectro amplio.

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Así, las comunidades humanas somos las amplias conversaciones que entre personas, colectivos y
civilizaciones venimos teniendo desde antaño. Esto quiere decir, que no importa en la lengua en que se
ha narrado lo uno y lo otro. Las narraciones transitan de sitios y trascienden el tiempo, tienen vida
propia y trascienden los límites pensados. Los cuentos, la historia, la ciencia, el arte y las religiones
utilizan vehículos o armazones en los que su contenido se deposita en su interior y viajan a través de
signos.

4. Bibliografía

- Foucault, Michel, El orden del discurso, Tusquets, Barcelona, 1999.

- Ricoeur, Paul, La memoria, la historia, el olvido, Trotta, Madrid, 2003.

- Schütz, Alfred, La construcción significativa del mundo social, Paidós, Barcelona, 1993.

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