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1 Recientemente, esta idea parece estar algo en declive, debido a la creciente frag-
mentación de la investigación económica, que se acepta cada vez más como un hecho al
que no se intenta dar ninguna explicación. Cf. más adelante caps. 17 y 18.
428 Equilibrio económico general
2 De todas maneras, Walras reconoció que era Cournot (cf., por ejemplo, la carta del
20 de marzo de 1874, n. 253, en Walras, 1965a, vol. 1, pp. 363-367) quien tenía el méri-
to de afirmar que los economistas deben trabajar con instrumentos matemáticos: según
Walras, así como Jevons (pero no Menger o Marshall), éste era un punto decisivo de distin-
ción de la «nueva escuela» respecto de la economía política clásica en su sentido más amplio
y en sus variadas progenies, desde Smith a John Stuart Mill y desde Say a los «socialistas de
cátedra». La influencia de Cournot fue especialmente importante por «la idea de que la apli-
cación de las matemáticas a la economía no tiene que referirse a los cálculos numéricos, sino
a la aplicación del análisis funcional a fin de deducir teoremas de naturaleza general» (Ingrao
e Israel, 1987, p. 91). Evidentemente, por lo que hace referencia a la matematización de la
economía, la influencia de la física matemática desarrollada a partir de Newton es esencial,
como destacaron Ingrao e Israel (ibíd., pp. 33 y ss.) entre otros. En este contexto, Ingrao e
Israel (ibíd., pp. 38-40) también destacan este origen newtoniano de la noción de equilibrio
de las fuerzas sociales introducido por Montesquieu (1689-1755). Sobre Dupuit y Cournot
como precursores de Walras, cf. Ingrao e Israel (ibíd., pp. 72-75). Sobre el papel de la físi-
ca como modelo paradigmático de la teoría económica cf. Mirowski (1989).
430 Equilibrio económico general
3 Cf. por ejemplo, Hollander (1973b) sobre Smith; Hollander (1979) sobre Ricar-
do; Morishima (1973) sobre Marx.
4 Sobre el uso de la expresión mano invisible del mercado por parte de Smith, cf. más
arriba § 5.6. Recordemos también, anticipando lo que se ilustrará más adelante en este
capítulo, que la tesis de la capacidad reequilibradora del mercado quedó decididamente
debilitada, si no rechazada, por las investigaciones sobre la estabilidad de los modelos de
equilibrio económico general.
La mano invisible del mercado 431
6 Sobre Isnard, cf. Ingrao e Israel (1987), pp. 61-66, y la bibliografía allí citada.
Entre los precursores de Walras, Ingrao e Israel (ibíd., pp. 66-72) recuerdan también a
Nicolas-François Canard (1750-1838), matemático por formación y ganador de un pre-
mio del Institut de France por un trabajo (Canard, 1801) en el que se utilizaba el análisis
marginal para analizar el equilibrio económico, una noción que se consideraba próxima a
la de equilibrio mecánico; en relación con ello, Canard consideraba también el proceso de
ajuste. Walras (como Cournot) podría no haber citado a Canard a causa del «resentimien-
to [...] hacia el oscuro profesor de matemáticas de instituto que había obtenido el recono-
cimiento que a ellos les denegó constantemente la prestigiosa institución científica» (Ingrao
e Israel, 1987, p. 67). Jaffé (1983), pp. 297-299, recordó también a Jean-Jacques Burla-
maqui (1697-1748), profesor de derecho en Ginebra, ampliamente citado en los escritos
del padre de Walras; pero al mismo tiempo destacó los límites de todas estas anticipacio-
nes (incluidas las de Turgot, Condillac y Nassau Senior) en comparación con una formu-
lación rigurosa del principio de la utilidad marginal.
Léon Walras 433
ras desarrolló, entre otras cosas, algunos de los conceptos que más tarde
utilizó su hijo, como el del patrón de medida,7 la distinción entre bienes
de capital y sus servicios, y la distinción entre capitalista y empresario. El
capitalista es el propietario de los bienes de capital; el empresario opera
como un intermediario entre el mercado de factores productivos y el de
productos, comprando los servicios de los factores de producción, coordi-
nando su utilización y vendiendo el producto así obtenido (una concep-
ción del empresario que Walras padre tomó de Say).8
Aparte de su padre, los principales precursores del desarrollo de la teo-
ría walrasiana del equilibrio económico general se encuentran en un
campo de investigación completamente diferente, a saber, la física, en par-
ticular la mecánica, con su teoría del equilibrio estático. Es notable la
importancia, en los estudios de Léon, del texto Éléments de statique (1803)
del físico Louis Poinsot.9
Del padre al hijo. Marie Esprit Léon Walras, uno de los economistas
más conocidos y menos leídos de todos los tiempos, nació el 16 de diciem-
bre de 1834 en Évreux (Francia), y murió el 5 de enero de 1910 en Clarens
(Suiza).10 Su padre lo inscribió en la renombrada École Polytechnique, pero
Léon no consiguió ser admitido (debido, según parece, a una preparación
matemática defectuosa), y se matriculó en la École des Mines. Muy pronto,
sin embargo, abandonó sus estudios de ingeniería para dedicarse a la litera-
tura y el periodismo; publicó una novela (Francis Sauveur, 1858), trabajó en
el Journal des Économistes y La Presse, fue empleado (oficinista) de ferroca-
rriles, coeditor con Léon Say de una revista cooperativista, Le Travail (1866-
1868), administrador de un banco cooperativo (que quebró en 1868) y con-
ferenciante pagado. Finalmente, después de muchos intentos fallidos en
Francia, en 1870 obtuvo un puesto de profesor en la Academia (después
11 En 1901, Walras estimó que había gastado 50 000 francos, más de diez veces su
sueldo anual más alto, en la difusión de sus teorías: cf. Walras (1965a), vol. 3, p. 187.
12 Las diferencias entre las diversas ediciones de los Éléments son vigorosamente des-
tacadas por Walker (1996), un volumen que utiliza y reelabora una serie de artículos sobre
Walras publicados originalmente entre 1984 y 1994. En el desarrollo del pensamiento de
Walras, Walker distingue una primera etapa creativa (1872-1877), una etapa de madurez
(desde 1878 hasta mediados de la década de 1890, que incluye la segunda y la tercera edi-
ciones de los Éléments, 1889 y 1896, respectivamente) y finalmente una etapa de declive
(que incluye la cuarta edición de 1900 y la edición «definitiva» de 1926). Walker observa
que sólo en esta última etapa introdujo Walras las llamadas «opciones escritas» (written
pledges); el término francés utilizado por Walras es bons; la traducción inglesa de Jaffé usa
tickets y la italiana de A. Bagioti buoni, con alguna imprecisión; sobre el significado del tér-
mino francés cf. Walker (1996), p. 331. Los written pledges son importantes en cuanto que
permiten evitar el desequilibrio en las decisiones de producción.
13 Para una bibliografía de los escritos de Walras, cf. Walker (1987). Está en marcha
la publicación de una edición completa de los escritos económicos de Auguste y Léon Wal-
ras, en catorce volúmenes, siendo el editor Economica de París; el vol. 8 (1988) es una edi-
ción crítica de los Éléments que indica las variantes entre las sucesivas ediciones.
Léon Walras 435
adoptan una posición intermedia entre los dos extremos, con sólo dife-
rencias de énfasis en la importancia relativa del análisis normativo y del
análisis interpretativo.17
Intentemos proporcionar una representación imprecisa del análisis de
Walras; al hacerlo, sin embargo, la fidelidad al texto de Walras se sacrifica
en algunos aspectos a la sencillez de la exposición.18
En lo que se refiere al modelo del intercambio puro, los datos del pro-
blema consisten en el número de mercancías y de agentes económicos, en
sus preferencias y en las dotaciones de cada mercancía para cada agente.
Las preferencias se expresan por funciones de demanda individuales de los
diferentes bienes, que Walras derivó de las funciones de utilidad.19 Para
17 Así, por ejemplo, Jaffé destacó el aspecto normativo (véanse los ensayos reunidos
en Jaffé, 1983), mientras que Schumpeter (1954), Morishima (1977) y Walker (1996),
pp. 31-52, centraron su atención en la naturaleza descriptiva del análisis de Walras. Estas
diferencias se extienden también al análisis del tâtonnement, interpretado alternativamente
o (con gran cautela) como una construcción esencialmente atemporal o como una repre-
sentación analítica de un proceso real; esta última interpretación posiblemente subvalora
(o deja de lado) las dificultades analíticas que surgen a lo largo de este camino. Si tenemos
presentes tales dificultades, de las que Walras no fue del todo consciente, podemos alegar
una tercera interpretación, intermedia entre las dos primeras: a saber, que Walras había par-
tido del análisis de los procesos reales y después había cambiado gradualmente (y parcial-
mente), yendo en la dirección de una construcción atemporal.
18 De todos modos, esto es verdad para prácticamente todas las ilustraciones de la
teoría walrasiana, muchas de las cuales se refieren principalmente a la construcción de un
puente entre ella y los posteriores desarrollos teóricos. Entre éstas, hemos de recordar por
lo menos los importantes escritos de Napoleoni (1965) y Morishima (1977).
19 Con la ayuda, en este aspecto, de un colega de la Academia de Lausana, Antoine
Paul Piccard: cf. Walras (1965a), vol. 1, pp. 309-311, y Jaffé (1983), pp. 303-304. Walras
consideraba la utilidad como medible: un punto sobre el que su sucesor Pareto discrepó.
También suponía «que la utilidad que un consumidor obtiene de cualquier mercancía es
independiente de la cantidad que consume de otras mercancías» (Walker, 2003, p. 279).
De todos modos, Howey 1989, p. 38, destacó la tendencia de Walras a soslayar tanto como
fuera posible el problema de la mensurabilidad de la utilidad. Ingrao e Israel (1987) desta-
can que para Walras «aunque no es numéricamente mensurable, la “satisfacción” es una
magnitud cuantitativa» (ibíd., p. 157; cf. también p. 147 y pp. 166-168, donde se recuer-
da la distinción establecida por Walras entre «datos físicos» y «datos psíquicos»; con esta
distinción —o mejor, con la distinción «entre hechos externos y hechos íntimos»— Ingrao
y Ranchetti, 1996, pp. 306 y ss., relacionan la existente «entre la aplicación analítica y la
aplicación numérica de las matemáticas»; también destacan que Walras siempre se mostró
hostil ante la aplicación del cálculo numérico en la economía pura, y de ahí ante el utilita-
rismo benthamita, mientras que en la estela de Descartes creía que las matemáticas consti-
tuían la forma necesaria de cualquier conocimiento científico verdadero). Una compren-
438 Equilibrio económico general
sión más clara de los límites de la noción cardinal de la utilidad —observan Ingrao y Ran-
chetti 1996, pp. 310-314— la propuso el famoso matemático Jules-Henri Poincaré (1856-
1912), en una carta a Walras (traducción italiana en Ingrao y Ranchetti (1996), pp. 336-
337) de septiembre de 1901; en particular, Poincaré «identifica los dos postulados
fundamentales de la teoría económica de Walras [...] en los supuestos de comportamiento
perfectamente egoísta y de previsión perfecta, y concluye: “El primer supuesto sólo puede
admitirse como una primera aproximación, pero el segundo posiblemente plantea algunas
reservas”» (Ingrao y Ranchetti, 1996, p. 312).
20 La competencia se identifica aquí con la ausencia de obstáculos o fricciones en el
flujo de órdenes de compra o de venta que convergen en el mercado: cf. Jaffé (1983), p. 291.
21 La interpretación tradicional atribuye a un «subastador» la responsabilidad de indi-
car el precio inicial y de cambiarlo; Walker (1996, pp. 55-57, 82-89, 263-267) sostiene que
en opinión de Walras todos los agentes profesionales en un mercado autorizado pueden
asumir este papel, intercambiando opciones orales (promesas) de vender o comprar en el
caso de que el precio «voceado» por el subastador sea el precio de equilibrio (como ya se
indicó, las written pledges sólo se introdujeron en la cuarta edición de 1900).
Léon Walras 439
parativa, dirigido a identificar lo que sucede cuando algunos datos del pro-
blema —la dotación inicial de alguna mercancía, o las preferencias del
consumidor— cambian.22
En el caso del modelo de producción e intercambio, cada individuo dis-
pone de unas dotaciones dadas de lo que podemos llamar bienes de capi-
tal en sentido amplio: tierra, bienes de capital propiamente dichos, bienes
de capital personal (capacidades). Además, las funciones de producción
son conocidas, y expresan las cantidades producidas de las diferentes mer-
cancías como funciones crecientes de las cantidades utilizadas de los servi-
cios de los diversos factores productivos. Inicialmente, en aras de la senci-
llez, tales funciones se basan en el supuesto de coeficientes técnicos fijos,
que implica la ausencia de sustituibilidad entre los diferentes factores de
producción y rendimientos constantes a escala. Junto con los mercados de
las mercancías tenemos ahora los mercados de los servicios de los factores
productivos, que son «alquilados» por sus propietarios a los empresarios.
El papel de estos últimos es el de adquirir tales servicios, organizar el pro-
ceso productivo y vender las mercancías producidas. La competencia ase-
gura que los empresarios no obtienen beneficio alguno, aparte del «salario
de dirección» que se incluye en los costes de producción.23
Por lo tanto, tenemos un nuevo grupo de ecuaciones, tantas como
mercancías, que asegura para cada bien de consumo la igualdad entre sus
costes de producción y el valor del producto. Además, tenemos un grupo
de funciones de demanda de los servicios de los bienes de capital, tantas
como bienes de capital; la demanda de cada servicio corresponde a la can-
tidad de éste que se emplea en los procesos productivos del conjunto, y se
expresa, por lo tanto, como una función de la tecnología (dicho con
mayor precisión, de los coeficientes técnicos de producción) y de los nive-
26 Cf. Walker (1996), pp. 321-395. Walker considera que el modelo de la cuarta y
quinta ediciones de los Éléments es decididamente inferior al de la tercera, subvalorando los
límites de esta última, que se han recordado en la nota anterior. Además, destaca que los
economistas de la generación inmediatamente siguiente a la de Walras, en particular Pare-
to y Edgeworth, utilizaron como referencia principalmente el modelo de la tercera edición,
mientras que el modelo con los written pledges sólo adquirió un papel dominante en la
etapa posterior de la teoría axiomática del equilibrio general; Edgeworth es también uno
de los primeros autores que destacó los problemas de dependencia de la senda implícitos
en la representación de un modelo dinámico que también permite intercambios fuera de
la situación de completo equilibrio. Sobre el debate entre Walras y Edgeworth acerca de
este punto, cf. Walker (1996), pp. 302-315.
Léon Walras 443
cía E. En lugar de esto, es posible definir, para cada bien de capital, un tipo
de rendimiento, que viene dado por la renta neta (igual a la renta bruta,
esto es, al precio del servicio del bien de capital que se considera, menos
el coste de amortización y seguro) dividida por el precio del bien de capi-
tal. La inversión en los diferentes bienes de capital produce el mismo tipo
de rendimiento, que a su vez es igual al tipo de interés que lleva al equili-
brio entre la demanda y oferta de la mercancía E, es decir, el ahorro. Ade-
más, para cada bien de capital en equilibrio la demanda debe ser igual a la
oferta. Si en la situación inicial un bien de capital produce un tipo de ren-
dimiento más alto que el de otros bienes de capital, se demuestra benefi-
cioso aumentar su producción, y de ahí su oferta. Esto provoca una reduc-
ción de su precio, hasta el punto en que su tipo de rendimiento ha
disminuido hasta el mismo nivel que los tipos de rendimientos de los otros
bienes de capital. Y a la inversa, aquellos bienes de capital para los que el
precio de demanda resulta ser menor que el precio de oferta, no se produ-
cirán, y su precio será igual al valor actual de las rentas esperadas de la
venta de sus servicios.27
Este modelo también experimentó cambios importantes, con un aná-
lisis más detallado en la transición de la primera a la segunda y tercera edi-
ciones, y con modificaciones adicionales en la cuarta y quinta ediciones.
El dinero se introdujo en una cuarta etapa del análisis, como un puen-
te requerido por los agentes económicos para cruzar los intervalos de tiem-
po entre desembolsos e ingresos. Por lo tanto, el dinero se consideraba
como una de las dos clases de capital circulante, junto con los medios de
producción no duraderos. La demanda neta de saldos monetarios depen-
día del nivel del tipo de interés que representaba su coste de oportuni-
dad.28 También en esta etapa del desarrollo de su teoría, Walras siguió con
el supuesto de ausencia de incertidumbre en los estados de equilibrio. En
27 Sobre este modelo, ya criticado por Bortkiewicz y Edgeworth (cf. Walker, 1996,
pp. 211-234), se ha producido en Italia un interesante debate interpretativo-teórico, al que
han contribuido Pierangelo Garegnani, Augusto Graziani, Domenico Tosato, Enrico Zag-
hini y otros. Para una perspectiva general de este debate y las referencias bibliográficas, cf.
Tiberi (1969).
28 También el análisis del dinero experimentó cambios notables en la transición de la
tercera a la cuarta ediciones de los Éléments; para una ilustración de las dos etapas, cf. Wal-
ker (1996), pp. 235-255 y pp. 399-419, respectivamente.
444 Equilibrio económico general
las preferencias de los consumidores, de manera que las diferentes observaciones del com-
portamiento de un consumidor pudieran interpretarse como procedentes del mismo
«mapa de preferencias». En el aspecto empírico, Schultz (1938) analizó el consumo de bie-
nes agrícolas; entre otras cosas, intentó contrastar el supuesto del comportamiento racio-
nal, pero los resultados no fueron positivos; en general, «el proyecto de establecer relacio-
nes cuantitativas de demanda pareció no tener éxito» (Backhouse, 2003, p. 313). Sobre la
historia de la teoría de la demanda hasta 1950 cf. Stigler (1950).
450 Equilibrio económico general
41 Hemos de destacar que con estos trabajos Fisher se oponía a la entonces orienta-
ción dominante de los economistas americanos, entre los cuales predominaban el histori-
cismo y el institucionalismo, caracterizando, por ejemplo, el nacimiento, en 1885, de la
American Economic Association.
Irving Fisher 451
43 Como más tarde hizo Schumpeter, que llegó a considerarlo como el fulcro real de
la teoría del equilibrio económico general: cf. más adelante § 15.2.
44 En particular, Pareto utilizó el determinante hessiano.